CONFRONTANDO EL DIVORCIO EN ESTA GENERACIÓN

November 22, 2017 | Autor: Revista Familia | Categoría: N/A
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Descripción

CONFRONTANDO EL DIVORCIO EN ESTA GENERACIÓN
Todos sabemos que los inicios de una relación sentimental son maravillosos, se siente mucha alegría y mariposas en el estómago, y se vive la ilusión de lo venidero, descubriendo cualidades maravillosas en la pareja. Al pensar en la Boda, ambos se comprometen a una vida juntos, a cambiar ciertos aspectos personales en pro de la relación, hablan de luchar por un sueño en común, a ser un matrimonio ejemplar y estar juntos hasta que la muerte los separe. Entonces, ¿por qué un porcentaje terriblemente alarmante de estas relaciones, terminan su matrimonio y destruyen a su familia sin medir las consecuencias?

Creo que existen muchas razones por las cuales esta "desgracia" (y podría usar otros adjetivos calificativos aún peores), es un denominador común en nuestra sociedad y el mundo entero.
Los índices de divorcio en nuestro país, son alarmantes. Un estudio realizado en Bolivia por la Cooperación Técnica Alemana (GTZ), estableció que el 72% de los matrimonios terminan en divorcio. Otro estudio indica que el período promedio de vida de un matrimonio es de 12.4 años, siendo la edad promedio de divorcio, 38 años en los hombres y, en las mujeres, 35 años. Edades en las que seguramente hay espacio para un segundo y hasta un tercer matrimonio. Las principales causales de divorcio en Bolivia son: adulterio, violencia intrafamiliar, abuso de alcohol y drogas, abandono del hogar de alguno de los cónyuges, homosexualismo y, por último, separación por mutuo acuerdo, por falta de compromiso y entendimiento.
Basados en estos números, vemos que los hijos nacidos en estos matrimonios, ni siquiera tienen la oportunidad de llegar a la adolescencia con sus padres juntos en el matrimonio. Seamos claros y objetivos, estos niños aún son indefensos e inmaduros para llevar adelante el efecto de crecer en un hogar roto. Muchos de ellos que ya vivieron las peleas e indiferencias diarias de sus padres, traen consigo un bagaje de emociones que los perjudica en la escuela, presentan problemas de conducta y los famosos "problemas de aprendizaje o déficit de atención", con los que los padres y psicólogos, excusan las actitudes y reacciones de sus hijos. Cuando en realidad, lo único malo que tienen estos niños, es una inseguridad absoluta en su alma, la cual es causada por sus padres que no pueden sobrellevar sus propios problemas, ser los "adultos" de la familia, y arreglar todas las indiferencias posibles por amor a los hijos, por el bien del hogar, aquél que por cierto, una vez soñaron construir juntos. Los padres sufren de orgullo y egoísmo, ya que sólo velan por lo suyo propio y el cónyuge o los hijos, pasan a último lugar en la lista de importancia en el corazón.
Estas estadísticas varían en mayor o menor escala en el mundo. Lo cierto es que las consecuencias en todas partes son las mismas. Un divorcio, un hogar roto, un niño que crece sin sus padres bajo el mismo techo, las peleas y riñas año tras año, las navidades divididas, los cumpleaños, las graduaciones, los actos especiales en el colegio, las cenas de familia, el día de la boda de los hijos, y podría continuar con la lista, son exactamente las mismas en todas partes cuando se tiene que enfrentar la realidad de padres divorciados.

Yo soy fruto de padres divorciados, mi matrimonio también sufrió una crisis casi trágica hace años atrás; pero al presente, gracias a Dios y SU amor, aquí estoy, escribiendo desde la dulzura y paz de mi hogar, un mensaje que anhelo profundamente pueda repercutir en muchos corazones. Y es que cuando uno piensa que el matrimonio sólo se trata de mi placer personal, está al borde de caer en un precipicio cuyo fondo es muy profundo y el final es la muerte.
Queridos lectores, a pesar de que resulta doloroso escribir estas palabras, sobre todo por el amor y respeto profundo que siento hacia mis padres, debo decir que lo peor que pasó en mi vida, es crecer sin mis padres juntos. Los vacíos, las heridas, los recuerdos y las lágrimas, son evidentes.
Es duro cuando una pareja piensa así: "ya no nos amamos, no nos entendemos, es mejor que nos separemos a seguir peleando como lo hacemos, por lo menos al separarnos estaremos más tranquilos". Eso es egoísmo e inmadurez. No existe motivo alguno que Dios y nuestra voluntad no pueda ayudarnos a restaurar dentro de una relación matrimonial.
Entiendo que pueden haber muchos malos entendidos, muchas razones horrorosas como el adulterio, la violencia intrafamiliar, las adicciones, los malos entendidos, la lista puede ser interminable. Pero hoy, quiero extender un mensaje de esperanza para todos aquellos que quieren pelear por su matrimonio, por esa persona que una vez amaron y con la cual se comprometieron; hoy me paro por todos esos hijos que tienen el derecho de crecer junto a sus padres y no sufrir el dolor y trauma del divorcio.
Hoy reafirmo que no hay nada imposible para Dios. No hay nada que Dios no pueda sanar, liberar, restaurar y perdonar. Sólo necesitamos querer pedir ayuda, sólo necesitamos deponer nuestras actitudes egoístas y orgullosas. Sólo necesitamos pensar más allá de nosotros mismos, sólo necesitamos perdonarnos a nosotros mismos y perdonar al otro. Sólo necesitamos cambiar nosotros sin esperar que el otro también lo haga. Sólo necesitamos decir BASTA… ¡no más divorcios!









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