Confesiones a Alá, basada en la novela homónima de Saphia Azzeddine

July 9, 2017 | Autor: Inma Garin | Categoría: Critical Thinking and Creativity
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Descripción

Confesiones a Alá,
basada en la novela homónima de Saphia Azzeddine

La Rambleta

Inma Garín

"No pasa nada"

Uno de los aciertos de la temporada ha sido Confesiones a Alá, de Saphia Azzeddine (Marruecos, 1979) en Espai Rambleta. Un monólogo valiente, espeluznante y divertido, sobrecogedor, fascinante y tremendo sobre la opresión de la mujer es en el Tercer Mundo que fue estrenado en 2012 en el Teatro Lara de Madrid, tras su éxito en el Festival de Aviñón. Es sabido que los logros de los derechos de las mujeres sigue pendiente en gran parte del mundo, y muy especialmente en los paises árabes. De hecho, este es el reto del feminismo del s. XXI según Amelia Valcárcel. Que las libertades de las mujeres occidentales se extiendan al resto de los paises. Jbara es un caso paradigmático. Se trata de una pastora beréber que se va prostituyendo para conseguir primero un yogurt, luego otras cosas: una habitación, un trabajo, etc. Confesiones a Ala es el relato de sus peripecias, muy bien contadas por la actriz María Hervás, dirigida por Arturo Turón, que también firma la adaptación. Todo un reto a la valentía y arrojo por lo expuesto de las situaciones que describe, ante las que ella se dice "no pasa nada". La puesta en escena subraya la importancia de vehicular un meticuloso trabajo corporal y de voz para contar esta fábula de infortunios. Con una actitud gozosa ante la vida, la pastora ejerce una simpatía arrolladora que la hace destinataria del afecto del espectador desde su misma entrada cargada de dos cubos de agua para lavarse. Memorable el desparpajo con el que resuelve las situaciones comprometidas enfrentada la desgraciada al deseo de los machos que la acosan, desde el hermano que la observa lavarse, hasta el tipo que se la tira en un descuido de la esposa. Magnifica como prostituta de lujo en un Club, sensual, pero recatada en la cárcel bajo un velo por donde asoma la rebeldía, Jbara se dirige a Alá sin jamás enfadarse con él o hacerle responsable de sus desgracias. Posteriormente la vemos de negro, apenas los ojos que miran a través de la oscura tela, como esposa del Iman de la Mezquita local, o aturdida como carburante jihaidista a punto de explotar. La actriz resuelve con temple y eficacia asombrosa los 100 minutos largos de monologo, y la variedad de situaciones por las que transcurre su via crucis. Se mete al público en el bolsillo, grita y despotrica contra la imbecilidad humana, y se divierte al ver la maleta del turista caída de un bus. Podemos decir que incluso se entusiasma por las pequeñas alegrías, mientras denuncia sin piedad la injusticia de la esclavitud no reconocida de las mujeres que, como Jbara, se ven conducidas a la prostitución para sobrevivir a un mundo que solo cuenta con ellas para explotarlas. Su fe en Alá le ayuda a liberarse pues, por muy dura que sea la experiencia, nunca pasa nada si uno no deja que pase. Al final del trayecto lo peor ya ha quedado atrás.



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