CONCEPTOS METODOLÓGICOS EN LA ESCUELA DE LOS ANNALES.pdf

Share Embed


Descripción

CONCEPTOS METODOLÓGICOS EN LA ESCUELA DE LOS ANNALES ABISAÍ PÉREZ ZAMARRIPA MAESTRÍA EN HISTORIA INTERNACIONAL, CIDE

Introducción Hablar de la historiografía francesa implica referirse inevitablemente al movimiento intelectual de la Escuela de los Annales por sus grandes contribuciones al estudio del pasado. La historia de Annales comenzó en 1929 de forma muy modesta, cuando dos historiadores de la Universidad de Estrasburgo, Lucien Febvre y Marc Bloch, fundaron la revista Annales d'histoire économique et sociale, que con el tiempo se convirtió en un movimiento historiográfico institucional con influencia mundial. Debido a las vastas contribuciones de esta corriente historiográfica, puede ser complejo entender cuáles fueron las bases metodológicas que guiaron el trabajo de tres generaciones de historiadores. Por esta razón, a partir del análisis de algunas de las obras emblemáticas que produjeron sus principales exponentes, este ensayo tiene como principal objetivo explicar el fundamento y la aplicación de los siguientes conceptos esenciales que han caracterizado a La Escuela de Annales: estructura, larga duración y mentalidades.

Aspectos generales sobre L'École des Annales El proyecto de Febvre y Bloch surgió de la intención de proponer una nueva forma de hacer historia a la forma tradicional. Esta historia positivista tuvo como exponentes a Charles Langlois y Charles Seignobos, quienes consideraban que el pasado podía ser empíricamente

conocido y de forma objetiva a partir de los documentos escritos.1 Esta visión dominó desde finales del siglo XIX hasta el periodo de entreguerras, en la medida que la historia alcanzó un reconocimiento institucional en la educación superior de Francia y el resto de Europa.2 De esta forma es como el discurso histórico se basó esencialmente en los hechos políticos y se cerró al diálogo con otras ciencias, lo cual fue duramente criticado por Febvre y Bloch. Los fundadores de Annales, influenciados por sus profesores de sociología y geografía –como Henri Berr, François Simiand y Vidal La Blache– así como por la traumática experiencia de las dos guerras mundiales, consideraron que la historia no podía encerrarse en sí misma, sino que debía ser multidisciplinaria, sin perder el rigor metodológico, pero al mismo tiempo se debía aceptar que no existía una objetividad absoluta, pues el historiador es producto de su tiempo y su visión está influenciada por su presente.3 Estos principios que podrían ser entendidos como un manifiesto de Annales, fueron los que impulsaron el trabajo de las generaciones posteriores y que siguen pesando en el oficio del historiador aún hoy en día. Por su gran impacto, los aportes de Annales fueron retomados por historiadores de otros países. Para el mundo anglófono, Peter Burke, Jacques Revel y Lynn Hunt realizaron dos obras sumarias con la intención de entablar un dialogo con la historiografía francesa.4

1

Charles Langlois, Charles V. Seignobos, Introducción a los estudios históricos, trad. Jaime Lorenzo (Alicante: Universidad de Alicante, 2003). 2 Gabriele Lingelbach, “The Institutionalization and Professionalization of History in Europe and the United States”, en Stuart Macintyre, et. al., The Oxford History of Historical Writing. Volume 4: 1800-1945 (New York: Oxford University Press, 2011), 78-96. 3 La síntesis de esta perspectiva que no sólo explica su postura académica sino sus intereses y experiencias personales está en dos obras: Lucien Febvre, Combates por la historia, trad. Francisco Fernández y Enrique Argulloi (Barcelona: Ariel, 1992); Marc Bloch, Introducción a la historia, trad. Pablo González (México: FCE, 1978). 4 Peter Burke, La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales, 1929-1984, trad. Alberto Bixio (Barcelona: Gedisa, 1990); Jacques Revel y Lynn Hunt (ed.), Histories: French constructions of the past (New York: New Press, 1995).

1

Ninguno de estos historiadores considera que Annales sea una escuela, sino más bien un movimiento académico –aunque para efectos prácticos siempre está presente el término “Escuela”– que propugnaba por una historia analítica o historia problema, es decir, hablar del pasado no como una sucesión de eventos políticos sino de fenómenos con gran amplitud temporal y temática, donde convergían otras ciencias. Por un lado, Burke hace una síntesis de los aportes metodológicos que cada generación plasmó en sus obras y pone énfasis en el diálogo de la historia con las ciencias sociales desde que se fundó la revista, lo que contribuyó a los progresivos cambios en las temáticas y las formas de analizar el pasado. Por su parte, Revel y Hunt seleccionaron y editaron una serie de textos que produjo la historiografía francesa al término de la Segunda Guerra y que consideraron de suma importancia para el público anglosajón, con el objetivo de enriquecer el intercambio de ideas entre los historiadores de Francia y Estados Unidos. Ambos trabajos consideran que fueron tres las generaciones que marcaron el desarrollo de Annales. La primera estuvo liderada por Febvre y Bloch, quienes además de establecer los principios académicos arriba explicados, marcaron también una distancia con el marxismo, pues así como negaban la objetividad absoluta del positivismo, tampoco creían en el determinismo económico. La segunda generación vivió la etapa de institucionalización con la fundación de L’École des Hautes Études en Sciences Sociales en 1974 y cuya dirección asumió primero Febvre y luego le sucedió su alumno Fernand Braudel. Con Braudel, el interés de Annales se orientó hacia las estructuras socioeconómicas en una perspectiva de larga duración, así como la innovación tecnológica permitió la consolidación de una “historia serial” con la intención de describir la evolución económica y demográfica de las sociedades. A finales de la década de1960, en plena revolución cultural, Annales vivió una nueva

2

transformación en la que historiadores como Le Roy Ladurie, Jacques Le Goff y Georges Duby –por mencionar a los más conocidos en habla hispana– cambiaron su perspectiva cuantitativa dedicada al estudio de las fuerzas productivas por el interés de estudiar las mentalidades y la psicología colectiva, gracias a los aportes de antropólogos como Claude Lévi-Strauss y Víctor Turner.5 A pesar de ser grande y complejo el mundo de Annales, desde sus inicios, el contacto interdisciplinario establecido permitió la formulación de tres ideas para el análisis histórico que a la larga fueron desarrolladas por las sucesivas generaciones: estructura, larga duración y mentalidad.

Estructura El término estructura fue originalmente propuesto por Ferdinand de Saussure en 1916 y Annales se apropió del concepto progresivamente, pues fue hasta finales de los 60´s cuando la antropología estructuralista de Lévi-Strauss influyó notablemente en las investigaciones de la Escuela. La crisis de las ideologías totalizantes –como el marxismo– con motivo de la coyuntura del 68 y el proceso de descolonización fueron el contexto que planteó a los académicos franceses si realmente era posible construir una teoría general del conocimiento. La historia no fue ajena a este momento y el estructuralismo ofreció una forma de aproximarse a los fenómenos históricos como realidades autónomas compuestas de diversos elementos, es decir, permitía ir de lo particular a lo general.6

Burke, La revolución, 44-47, 64-66, 75-76, 81-82; Jacques Revel, “Introduction”, en Revel y Hunt, Histories, 1-67. 6 François Furet, “French intelectuals: from Marxism to Structuralism” en Revel y Hunt, Histories, 217-230. 5

3

En lugar de analizar y describir el pasado como una sucesión de eventos históricos, el concepto de estructura funcionó como una categoría de análisis para entender el pasado no desde los individuos y sus acciones, sino desde los contextos en que se encuentran los individuos. En este sentido, los historiadores de Annales entendieron que la estructura es una realidad compuesta de distintos elementos con suficiente coherencia y estabilidad –como un sistema– que influye en los distintos aspectos de la vida de los sujetos. Aunque los fundadores y la generación de Braudel adoptaron la versión marxista del concepto estructura, en Annales se habló tanto de estructuras socioeconómicas y geográficas como de estructuras religiosas e incluso mentales, toda vez que la antropología tenía más presencia en la historiografía.7 Pero la mayor ventaja que ofrecía concebir el pasado a partir de estructuras era percibir y comprender los cambios en términos de coyunturas y larga duración. El análisis estructural permite identificar coyunturas, entendidas como una sucesión de eventos que desembocan en “crisis cíclicas” –como en la economía, la demografía e incluso en el lenguaje– y que sólo en largos periodos producen cambios notables. De esta forma, el historiador podía construir “modelos de interpretación” que permitieran estudios comparativos entre regiones, culturas o sistemas económicos.8 El primer gran trabajo de historia en aplicar el análisis estructural fue el de Marc Bloch, quien concibió a la sociedad feudal como un todo, en donde convergían diversas estructuras, de las cuales tres deben ser resaltadas porque influyeron en las generaciones posteriores.9 La primera de ellas es la geográfica, al considerar como punto de referencia los mares –en especial el Mediterráneo– como realidades de intercambio comerciales, de ideas

Krzysztof Pomian, “L’histoire des structures”, en Jacques Le Goff (coord.), La Nouvelle Hisoire (Paris: Editions Complexe, 1988), 109-135. 8 André Burguière, “Présentation” en Annales. Économies, Sociétés, Civilisations 26, no. 3 (1971), 1-7. 9 Marc Bloch, La sociedad feudal, trad. Eduardo Ripoll (Madrid: Ediciones Akal, 1988). 7

4

y sobre todo como espacios de circulación que permitieron las invasiones que destruyeron el imperio carolingio, lo que provocó la descomposición de un Estado fuerte y el surgimiento de los señores feudales.10 La segunda es la estructura mental y religiosa, la cual Bloch describe no como un dogma o conjunto de creencias estáticas, sino más como la forma en que los fieles le daban sentido a su vida en un mundo donde todo estaba dominado por la visión cambiante del cristianismo, en donde la voluntad divina ordenaba todos los aspectos de la naturaleza y la humanidad.11 Finalmente y la más importante para Bloch es la estructura de los vínculos de dependencia, los cuales fueron la esencia del feudalismo. Este historiador explica que el vínculo existente entre el señor y el vasallo o siervo, era el que determinaba las relaciones de protección y subordinación. De esta forma se crearon distintos rituales como el homenaje y el juramento así como se establecieron los deberes de quienes servían ya fuera con las armas o con el producto del trabajo.12 En suma, Marc Bloch define a una sociedad como un conglomerado de estructuras que se influencian mutuamente y donde ninguna tiene primacía sobre las demás, pues así como los aspectos económicos pueden ayudar a explicar la existencia de clases, la religión ayuda a entender la organización de los gobiernos y las jerarquías sociales, a su vez que la geografía también explica los rasgos distintivos del feudalismo en las distintas regiones de Europa. De estas ideas seminales que Bloch introdujo, la estructura geográfica fue el sello distintivo del principal exponente de la segunda generación: Fernand Braudel. Este autor, en su gran obra sobre el Mediterráneo, considera a las estructuras geográficas como el punto de referencia para entender los cambios de “larga duración” –aspecto que explico más adelante–

10

Ibid., 62-80 Ibid., 102-108, 122-124. 12 Ibid., 160-176, 234-235, 266-271. 11

5

pero también para entender que los fenómenos históricos están estrechamente relacionados con las condiciones del medio ambiente, pues la geografía representa circulación, espacios de conexión e incluso barreras que ayudan a definir áreas comerciales, culturales y sociales.13 En esta obra, la estructura geográfica por excelencia es el Mediterráneo, definido como “una sucesión de llanuras líquidas comunicadas entre sí por puertos más o menos grandes […] una serie de mares angostos”.14 Como estructura, el Mediterráneo debe ser estudiado por periodos, de manera que se puedan identificar las fuerzas que produjeron coyunturas, las más importantes para Braudel fueron las económicas y las ambientales. Un ejemplo notable es el mar Adriático, un espacio marítimo que se consolidó como unidad cultural, económica y política dominada por Venecia, pues ahí existían distintos puertos que no sólo unían a Italia con los Balcanes, sino que casi todo el intercambio comercial entre Europa y Asia Menor circulaba en estas aguas.15 El Adriático también ayuda a comprender la importancia capital del Mediterráneo cuando el imperio turco y español se disputaron el control de estas aguas – ahí tuvo lugar la famosa batalla de Lepanto en 1571– porque era también un “mar global” al ser espacio de contacto de tres continentes –Europa, Asia y África–.16 Es así como una estructura geográfica adquiere dimensión histórica en la medida que influencia en las actividades humanas. Por su parte, Le Roy Ladurie –quien fuera alumno de Braudel– también retoma la importancia de las estructuras geográficas y sus características –montañas, migración, trashumancia– para entender la vida campesina en Occitania durante el siglo XIV, lugar que

13

Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, trad. Mario Monteforte (Madrid: FCE, 1976). 14 Ibid., 140. 15 Ibid., 161-173. 16 Ibid., 221-224.

6

fue bastión de los cátaros, grupo declarado como hereje y que luchó para defender su causa.17 Sin embargo, Le Roy también recupera la idea de Bloch sobre la estructura del parentesco y elabora la microhistoria de una aldea a partir del análisis de los vínculos familiares, de amistad y de clientelismo entre los individuos. De esta forma, Le Roy muestra que la fuerza de los cátaros se debió en buena medida a que la estructura de parentesco convergía con estructuras económicas esenciales para la supervivencia de la comunidad –agraria y pastoril– de manera que los individuos involucrados en la herejía provenían de todos los estratos sociales y actuaban en conjunto para resistir la represión de la Inquisición.18 En este sentido, el análisis de Le Roy permite concebir históricamente a la familia como una estructura con valores e intereses que no sólo está reducida a los lazos sanguíneos sino que también abarca el clientelismo construido mediante favores de diversa índole, por lo que el poder que ostenta un sujeto en una comunidad se basa sobre todo en sus relaciones con otros individuos.19 Además y como otros historiadores ya mencionados, Le Roy Ladurie también sugiere un análisis comparativo entre la estructura familiar del mundo rural y del mundo urbano, algo que sólo puede ser comprendido cuando se amplían los límites temporales.

Larga duración Una de las operaciones conceptuales básicas en el oficio del historiar es situar fenómenos históricos en espacio y tiempo para construir periodizaciones que permitan comprender el pasado de forma sistemática. En este sentido, otra de las contribuciones de Annales consiste

17

Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou. Aldea occcitana de 1294 a 1324, trad. Mauro Armino (Madrid: Taurus, 1981). 18 Ibid., 53-86. 19 Ibid., 88-102.

7

en la forma de acercarse al pasado de la humanidad desde una perspectiva de “larga duración”, al considerar que los cambios fundamentales en las estructuras sólo son perceptibles a largo plazo, después de que un cúmulo de eventos y transformaciones han originado un sinfín de consecuencias en todos los ámbitos de la actividad humana.20 Marc Bloch introdujo esta idea en sus trabajos, como en La sociedad feudal, donde el autor explica la lenta transformación que llevó casi dos siglos la evolución del feudalismo a señorío y de esta forma quedaran sentadas las bases del Estado moderno, identificando como una coyuntura importante la formación de una conciencia de clase en la nobleza mediante las reglas de conducta expresadas en la literatura.21 Ya desde su obra Los reyes taumaturgos, Bloch entendía que los rituales como mecanismos para legitimar el poder de las jerarquía sociales no eran invenciones de su tiempo sino que se trataba de lentas transformaciones en las estructuras mentales y cuya influencia en las personas cambiaba con el tiempo.22 Sin embargo, quien popularizó el concepto y su aplicación fue Fernand Braduel al proponer la comprensión del pasado en tres tiempos: el de larga duración o geográfico, el de mediana que correspondía a las coyunturas económicas y el corto que hablaba sobre los hechos del ser humano. Al igual que la estructura, la larga duración se opone a la historia política de los eventos y Braudel consideró que esta perspectiva confiere de mayor valor explicativo al discurso histórico, pues permite construir “leyes de estructura generales”. Al alejarse de lo micro y lo efímero del suceso, los modelos explicativos en larga duración permiten comparar y verificar la solidez de una estructura e identificar las causas y consecuencias de sus cambios. Por esta razón, Braudel incita al diálogo interdisciplinario

20

Braudel, El Mediterráneo, 131-132. Marc Bloch, La sociedad, 284-289, 331-335. 22 Marc Bloch, Los reyes taumaturgos, trad. Marcos Lara (México: FCE, 1988). 21

8

entre la historia y las ciencias sociales, sobre todo con la geografía, la sociología y las matemáticas, disciplinas que según él pueden darle a la historia mayor objetividad.23 El concepto de larga duración sirvió sobre todo para explicar las trasformaciones de las sociedades a partir de las estructuras geográficas y económicas. En su Mediterráneo, Braudel explica cómo los contrastes geográficos entre montañas y llanuras, o entre los distintos mares, eran barreras culturales y sociales que a la larga convirtieron al Mediterráneo no sólo en un espacio de confrontación entre dos modelos imperiales –el imperio español y el imperio otomano–, sino también como escenario para entender los orígenes y el desarrollo del capitalismo mercantil, pues el espacio, que se transforma lentamente, es un obstáculo de tiempo y esfuerzos tecnológicos para la consolidación de rutas comerciales y sistemas de producción.24 Al mismo tiempo, la perspectiva de larga duración permitió vislumbrar la importancia histórica de la relación humano-medio ambiente en dos ámbitos. Por un lado, el intercambio biológico, definido como la difusión hecha por las personas –de forma accidental o no– de cultivos, especies animales y enfermedades a ecosistemas diferentes; y por el otro lado, el cambio climático y su influencia en las crisis económicas de la humanidad.25 Finalmente, otra aplicación importante de la longue durée se dio en el análisis de las estructuras mentales o fenómenos de la “psicología colectiva”, pues son quizás las que resisten con mayor fuerza a las transformaciones ejercidas por otras estructuras.26 En su obra, Le Roy Ladurie explica lo lento que se transforman los valores religiosos y familiares en las

23

Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales, trad. Josefina Gómez (Madrid: Alianza Editorial, 1970), 60-106. 24 Braudel, El Mediterráneo, 471-474. 25 Ibid., 75-92; Geoffrey Parker, “Crisis and Catastrophe: The Global Crisis of the Seventeenth Century Reconsidered”, American Historical Review 113, no. 4 (2008), 1053-1079; John. R. McNeill, “Biological Exchanges in World History”, en Jerry H. Bentley, The Oxford Handbook of World History (Oxford: Oxford University Press, 2011), 325-342. 26 Michel Vovelle, “L’histoire et la longuee durée”, en Le Goff, La Nouvelle, 77-108.

9

comunidades rurales como Montaillou, de manera que ciertas prácticas y actitudes de la sexualidad –como el concubinato, la homosexualidad y el incesto– son parte de un sistema de valores que fue transformado primero por injerencia del brazo armado del catolicismo, la Inquisición, y luego por la centralización del poder secular de los reyes franceses; ambos procesos caracterizados por ser muy lentos pero graduales.27 De esta forma Le Roy Ladurie demostró que mediante los conceptos de estructura y larga duración el historiador puede abordar las realidades históricas desde otros aspectos de la vida humana, como el de las mentalidades, categoría de análisis que se convirtió en el distintivo de la tercera generación de Annales.

Mentalidades El concepto de mentalités es quizás el mejor ejemplo de una categoría de análisis utilizada por Annales, pues engloba tanto la aplicación práctica del estructuralismo así como la perspectiva de larga duración. En este sentido, el término se entiende como una estructura conformada de elementos simbólicos y como tal, sus cambios ocurren en periodos muy lentos. Lucien Febvre y Marc Bloch introdujeron esta noción –outillage mental, mentalité religieuse–28 pero fue dejada de lado por la segunda generación que lideró Braudel, quien no abordó para nada esta temática en sus obras. El término fue retomado a finales 60´s debido a la enorme influencia que tuvo la antropología en la tercera generación de Annales y cuyos principales exponentes fueron Jacques Le Goff y Georges Duby. Su propuesta radicaba en

27

Le Roy Ladurie, Montaillou, 214-233. Lucien Febvre, El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais, trad. Isabel Balsinde (Madrid: Akal, 1993), 248; Marc Bloch, La sociedad, 102-105. 28

10

que la cultura y todo lo referente a las estructuras mentales no era un producto de la economía como el marxismo ortodoxo propugnaba, sino que era un elemento fundamental en la conformación de las sociedades.29 Desde una perspectiva teórica y metodológica, la historia de las mentalidades es una respuesta a la crisis del marxismo en la academia francesa, que como más arriba se mencionó, estaba relacionado con el contexto político de la época. El mayor problema del determinismo económico y que incluso puede notarse en ciertos argumentos de Braudel –si bien nunca asumió un marxismo ortodoxo– fue el hecho de considerar que en el desarrollo de las sociedades, las estructuras socioeconómicas tenían mayor impacto sobre las otras, mientras que los aspectos culturales e ideológicos eran de menor importancia. Como contrapunto a esta idea, Georges Duby resume que en la sociedad hay relaciones dialécticas y no determinantes, por lo que la realidad material y las prácticas productoras siempre están culturalmente formuladas: “toda práctica de producción es inmediatamente una práctica simbólica de apropiación del mundo”.30 Es así como la nueva generación de Annales retomó el papel de los individuos y las colectividades en función de sus formas de pensar y en relación con las realidades materiales, perspectiva contrastante con la generación anterior que consideraba tangencial la actividad humana frente a las fuerzas productivas y geográficas. En este sentido, Michel Vovelle, quien como otras notables figuras de la tercera generación iniciaron su carrera en la historia cuantitativa, definió a las mentalidades como resultado de las relaciones dialécticas entre la forma en que la sociedad percibe su realidad a partir de las condiciones objetivas de la vida

29 30

Burke, La revolución, 74-76. Georges Duby, et. al., Diálogo sobre la historia, trad. Ricardo Arrola (Madrid: Alianza, 1988), 28.

11

–como la alimentación, el trabajo, el tiempo, la muerte– y la forma en cómo narra y encarna esa realidad mediante prácticas y elementos simbólicos.31 Ante esta variedad de posibilidades de estudio que inauguró la historia de las mentalidades, es preciso entender que no existió un único método de análisis histórico, como sucedió con el enfoque “braudeliano” y la perspectiva cuantitativa. Por ejemplo, en el trabajo de Le Roy Ladurie, el autor analiza los documentos producidos por la Inquisición desde un lente etnográfico para reconstruir la vida de Montaillou. Es por ello que su trabajo comienza primero con una descripción minuciosa de la región de Occitania para resaltar sus particularidades geográficas y económicas, lo que le permite abordar luego a los individuos que “hablan” mediante sus declaraciones en los juicios inquisitoriales. Tal como proponía Lévi-Strauss, Le Roy hace énfasis en reconstruir el lenguaje que los sujetos utilizaban –gestos y palabras– para expresar cosas tan sencillas como un saludo, hasta los valores más complejos e íntimos como la sexualidad en el hogar.32 Sin embargo, este método sólo podía ser aplicado a una comunidad reducida, pues el “análisis etnográfico” requiere de documentos que hablen sobre la cotidianeidad de las personas y que generalmente son fuentes jurídicas y legales –juicios, acusaciones, diarios de inquisidores, reglamentos sobre la vida pública–. En este sentido, la historia de las mentalidades también contribuyó a la consolidación de la microhistoria, la cual a su vez inauguró una forma de hacer “historia desde abajo” sin depender de un análisis netamente marxista. El hilo conductor de esta perspectiva tenía como referente el estudio de las relaciones dialécticas entre “cultura popular” y “alta cultura”, tema en el que fue pionero

31 32

Michel Vovelle, Idéologies et mentalités (Paris: La Découverte, 1985), 17. Le Roy Ladurie, Montaillou, 27-52, 196-213.

12

Carlo Ginzburg. En su trabajo, El queso y los gusanos, Ginzburg analiza un juicio inquisitorial para rastrear las posibles fuentes bibliográficas que influyeron en la mentalidad de un molinero del Friuli durante el siglo XVI. Así, el autor explica la visión del mundo de un personaje que mezcló los valores tradicionales de la comunidad rural en que vivió con las nuevas ideas que se propagaban contra el dogma católico mediante la imprenta. De esta forma, Ginzburg plantea que mediante el estudio de las mentalidades uno puede abordar la cultura popular en función de entender no sólo las ideas sino también los “filtros” de interpretación, como la cultura oral.33 Por su parte, otros historiadores prefirieron continuar con el análisis marxistacuantitativo y aplicarlo al estudio de las mentalidades. El máximo exponente de este enfoque fue Michel Vovelle, quien postuló la idea de que las mentalidades se componían de distintos niveles de representación, por lo que su estudio debía partir de una hipótesis de trabajo “vertical”: ir desde las bases de las condiciones sociodemográficas hasta los complejos discursos simbólicos.34 El tema por excelencia de este tipo de análisis fue la historia de la muerte, que Vovelle concibió en tres niveles: la muerte experimentada, la muerte vivida y el discurso sobre la muerte. El primer nivel corresponde al dato bruto de la mortandad que proviene de fuentes demográficas –sobre todo actas parroquiales y administrativas–. El segundo nivel atañe a los gestos y ritos que acompañan el recorrido del moribundo al “más allá” así como del papel que asumen los “espectadores” ante el deceso. Finalmente, el tercer nivel corresponde a los discursos colectivos sobre la muerte que se encuentran en todas las expresiones, desde la literatura y el arte hasta documentos científicos, pues todas estas fuentes

33

Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, trad. Francisco Martín (México: Océano, 1997), 108-112, 141-144, 200-203. 34 Michel Vovelle, Idéologies, 99.

13

hablan de una percepción social sobre la muerte. Para Vovelle, todos los niveles pueden ser abordados desde una perspectiva cuantitativa. Mientras que en el nivel de los datos demográficos aplica la clásica aproximación serial, en los siguientes niveles el historiador francés propone realizar bases de datos sobre las representaciones y elementos simbólicos que componen los discursos sobre la muerte, desde retablos funerarios hasta expresiones utilizadas en oraciones fúnebres y testamentos, con la intención de comprender y comparar en perspectiva de larga duración los cambios en la actitud de la sociedad ante la muerte, lo que le permitió identificar un proceso de secularización o descristianización en los espacios y las costumbres de las personas.35 Finalmente, la propuesta de Jacques Le Goff y Georges Duby fue la que mayor difusión tuvo al grado de que sus obras se convirtieron en referentes obligados de la historia de las mentalidades. Ambos autores produjeron una vasta historiografía en la cual abordaron una amplia variedad de temas que tenían una forma de aproximación en común: comprender la visión del mundo de una sociedad en conjunto mediante un acercamiento semiótico, sin reducir el estudio a una clase social o a fuentes de un solo tipo.36 Como Marc Bloch postuló, estos dos historiadores consideraron que toda sociedad constituye un todo coherente y como tal, debe de ser estudiada en tanto que es una unidad estructural, por lo que no pueden establecerse divisiones tales como “cultura popular” y “cultura de la élite”. Lo que da coherencia a las estructuras sociales es la visión del mundo que regulaba el comportamiento del ser humano y la cual podía ser estudiada a partir de ciertas categorías culturales. Éstas,

35

Ibid., 51-80, 103-105; Michel Vovelle, Pieté baroque et déchristianisation en Provenze au XVIIIe siècle. Les attitudes devant la mort d'après les clauses des testaments (Paris: Plon, 1973), 271-272. 36 Véanse en especial dos obras capitales: Georges Duby, Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, trad. Arturo Firpo (Madrid: Taurus, 1992); Jacques Le Goff, La Civilización del Occidente medieval, trad. Godofredo González (Barcelona: Paidós, 1999).

14

como elementos de análisis, son “universales” porque se encuentran en cualquier sociedad y en cualquier período, son “obligatorias” en el sentido que los individuos las aceptan inconscientemente y están “impresas” en el lenguaje y otros sistemas de signos, razón por la que su análisis requería de una semiología social. En este sentido, las categorías culturales – en tanto que son componentes de la visión del mundo– que más llamaron la atención de Le Goff y Duby fueron el trabajo, el tiempo, el cuerpo, la justicia e incluso el amor. Un ejemplo clásico es la obra de Georges Duby, El Año mil, en donde el autor explica la forma en que fue percibido este fenómeno por la élite eclesiástica de la Edad Media y cuáles fueron sus consecuencias en el dogma del cristianismo.37 Duby, mediante el análisis de la semiología social, comienza primero con una detallada contextualización de las fuentes e incluso profundiza en la educación de sus autores para explicar que, durante el Medievo, el conocimiento era sobre todo un ejercicio espiritual. Por esta razón, las fuentes siempre aluden a signos y prodigios que ponían a los fieles en contacto con Dios, en un mundo que se regía por un tiempo escatológico en espera de la Segunda Venida de Cristo y por el orden trifuncional: los hombres religiosos que rezan por la salvación, los hombres armados que luchan para proteger y los hombres que trabajan con las manos para alimentar a la sociedad. Ambos elementos daban armonía a la historia de la cristiandad, de modo que los sucesos registrados durante el Año Mil sólo tienen sentido si se entienden como amenazas a la paz armónica del mundo cristiano. De esta forma, el autor explica al final de su obra que la mayor transformación que trajo el Año Mil fueron los cambios en los valores morales y la forma de profesar la fe en la Iglesia cristiana. Si bien el fin de los tiempos no se consumó, se renovó entonces la concepción escatológica del tiempo, en el sentido de que la imagen de Dios Padre,

37

Georges Duby, El Año Mil, trad. Irene Agoff (Barcelona: Gedisa, 2000).

15

colérico y vengativo, cambió por otra más humana y compasiva, es decir, la de Jesucristo. El Año Mil no fue un tiempo de pánico colectivo que asoló a la sociedad europea –como los intelectuales del Renacimiento creyeron–; el milenario fue el paso de una religión ritual y litúrgica, a una religión de acción que puso mayor énfasis en la humanidad del Hijo. Obras como El Año Mil han influenciado profundamente en la historiografía occidental y le dieron el sello distintivo a la última generación de Annales, cuyos miembros continuaron con el legado de los “padres fundadores” Lucien Febvre y Marc Bloch, desarrollar y aplicar los conceptos de estructura, larga duración y mentalidad a un nuevo nivel de análisis que se condensó en la historia de las mentalidades. Esta forma de interpretar el pasado es la que quizás tuvo mayor eco en otras latitudes del mundo y aún hoy en día historiadores de todo el mundo miran hacia La Escuela de los Annales para explorar nuevos temas de estudio.

Conclusiones Los conceptos explicados en este ensayo, desarrollados por la Escuela de los Annales, han influenciado notablemente en los círculos de historiadores de otras partes del mundo y han prevalecido desde la fundación de esta corriente historiográfica. En términos metodológicos, estas herramientas conceptuales permitieron a Annales explorar nuevos temas de estudio y proponer una visión diferente sobre el pasado, la cual contrastó con la historia política tradicional e incluso se diferenció de las historiografías que se practicaron en Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos.

16

Al considerar el caso británico, uno puede notar diferencias importantes que contrastan con la Escuela de Annales, razón por la que Peter Burke explica que apenas si fueron pocos los historiadores británicos que establecieron algún diálogo con los historiadores franceses.38 Esto se debió en buena medida a la enorme influencia del marxismo en las universidades de Gran Bretaña que llevó a muchos historiadores a ser militantes activos de movimientos sociales y políticos, razón por la que los temas de estudio casi siempre reflejaban una postura ideológica con respecto al pasado. Los ejemplos más notables de esta historiografía fueron Edward Thompson y Eric Hobsbawm, quienes a diferencia de los historiadores de Annales, ellos sí retomaron las ideas de Marx, aunque no en sentido estricto las aplicaron a la comprensión del pasado. De esta forma es como desarrollaron una historia social y marxista –pero no ortodoxa– que buscaba encontrar los orígenes de la formación de la clase trabajadora y demostraron que este proceso se debió en buena medida a los contextos “reales” de interacción que existían desde la era preindustrial. Por un lado, Thompson entiende que la clase social es un fenómeno histórico –no algo determinado– de las relaciones humanas, resultado de las experiencias en común de los sujetos a partir de las cuales se asume y articula una identidad.39 Es por ello que este historiador prestó atención no sólo a los contextos laborales de los trabajadores sino también a otros espacios –desde fiestas religiosas hasta clubes políticos–. Por otro lado, Hobsbawm considera que la experiencia de clase fue fundamental pero toma como referente principal a las realidades socioeconómicas, como contextos en donde los sujetos adquieren la noción de

38 39

Burke, La revolución, 96-97. Edward P. Thompson, The making of the Enlish working class (New York: Vintage Books, 1978), p. 9.

17

luchar por intereses particulares que contribuyen a la definición de una identidad de clase, con lo que también niega que ésa sea algo inherente al trabajador.40 Es así como estos estudios propusieron una nueva forma de interpretar a la sociedad desde los aspectos simbólicos que regulan la organización social y propusieron que el análisis de la cultura también es fundamental y no es mero resultado de una realidad económica. Es interesante hacer notar que estas conclusiones y forma de aproximarse a los aspectos culturales es similar a algunas de las propuestas de Annales, aunque la historiografía británica prefirió fundar su análisis en los conceptos marxistas de clase, trabajo y modos de producción, así como también prestó atención a los sucesos políticos en la medida que permitían entender de forma coherente el desarrollo de las sociedades. En cambio, Annales adoptó una postura interdisciplinaria que favoreció el desarrollo de distintas metodologías que comparten las categorías conceptuales que en este ensayo se explicaron. En primer lugar, el concepto de estructura permitió construir un discurso histórico que no dependiera de la acción de los individuos y que se concentrara en los elementos que ejercían influencia sobre la sociedad en su conjunto, la cual a su vez se concibió como un conglomerado de estructuras socioeconómicas y culturales. De esta forma, el análisis estructural invita a hacer una “historia total” que abarque todos los aspectos que han influenciado en la humanidad. En segundo lugar, la perspectiva de larga duración ha permitido a los historiadores expandir los horizontes temporales de análisis para comparar y establecer patrones de evolución en las estructuras, las cuales cambian en largos periodos de tiempo. Pero también,

40

Eric Hobsbawm, Workers: world of labor (New York: Pantheon Books, 1984), 15-32.

18

la escala de “larga duración” estableció un lenguaje común con otros campos de la ciencia, en la medida que se pudo reconocer las causas y consecuencias de los cambios en la historia mediante los aportes de las matemáticas –historia cuantitativa– y la geografía –historia ambiental–, por ejemplo. En este aspecto, fueron pocos los historiadores de otras partes del mundo que se interesaron en concebir el pasado desde escalas tan amplias de tiempo e incluso hoy, algunos historiadores como David Armitage y Jo Guldi, consideran que una visión histórica basada en los “tiempos cortos” ha distanciado a los historiadores del debate público ante la microespecialización que limita el diálogo con otras ciencias.41 Finalmente, las mentalidades fueron el concepto de análisis que llevó la propuesta de Annales a otras latitudes del mundo porque favoreció el desarrollo de una historia sociocultural, pues casi todos los temas imaginables se volvieron objeto de estudio al ser parte de la “visión del mundo” de una sociedad. Es así, como la tercera generación de Annales consolidó una concepción del pasado que se propugnó desde la fundación de esta esta escuela: la sociedad está conformada de distintas estructuras que cambian en largos periodos de tiempo y cuyo análisis requiere de un continuo diálogo con otras ciencias que le otorgan mayor objetividad a la historia, aunque el historiador siempre se acercará a los temas del pasado influido por la perspectiva de su presente.

David Armitage y Jo Guldi, “The Return of the Longue Durée”, http://scholar.harvard.edu/files/armitage/files/rld_annales_revised_0.pdf [consultado el 14 de septiembre] 41

en

19

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.