Con Pío Baroja por el Quartier Latin de París La Línea del Horizonte.pdf

May 25, 2017 | Autor: J. Ruiz Baudrihaye | Categoría: Paris, Pio Baroja, Escritor
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Con Pío Baroja por el Quartier Latin de París La Línea del Horizonte.pdf Guardado en Dropbox • 9 ene 2017 17:19

Azímut 09 de enero de 2017

“Todos los jardines son paraísos perdidos”, Jacinto Antón. ver todos...

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Con Pío Baroja por el Quartier Latin de París Pío Baroja vivió en París en varias épocas de su vida. Era un paseante solitario, observador de tipos perdedores y personajes extraviados por callejuelas. Muchos pasarían a sus novelas de las series “Las ciudades”, “Agonías de nuestro tiempo”, o “Novelas de la postguerra”.

La aventura Justo una idea

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Editorial: LA LINEA DEL HORIZONTE EDICIONES Lugar: MADRID Año: 0 Páginas: 306 Idioma: CASTELLANO Encuadernación: Tapa blanda COMPRAR Es nuestro regalo para estas navidades y nos ha hecho felices reunir en este libro tantas ideas, tantas miradas, sobre un tema que irrumpe a menudo en nuestras vidas. Juntos por primera vez dos clásicos de la filosofía, Vladimir Jankélévitch y George Simmel, a los que suman otras voces actuales como la de Carlos Muñoz Gutiérrez, Fernando Savater o Rafael Argullol; la antropología cultural está representada por un largo texto de David Le Breton, al igual que la historia de la literatura de aventura a cargo del especialista Sylvain Venayre. Un texto inédito en castellano de Joseph Conrad sobre la geografía y los viajes, junto a otras aportaciones sobre historia, género,

20 de junio de 2012 Don Pío pasó muchos años en la capital francesa. Su vida estuvo siempre presidida por la soledad y además, como él mismo decía, “(era) un epígono del siglo XIX”. En sus memorias, concretamente en el tomo Final del siglo XIX y principios del XX (de las ediciones de Caro Raggio, con dibujos de Ricardo Baroja), nos ha dejado testimonio de primera mano de lo que era entonces el barrio de la plaza Maubert, las callejas que suben hacia la Montagne Sainte Genéviève. En esta colina se asienta el Pantheón de hombres ilustres que para el protagonista de Los últimos románticos, don Fausto Bengoa, “es la prueba verdadera de la civilización de un pueblo”. Para civilización, no se pierda el paseante una breve vista de la magnífica biblioteca de Sainte Geneviève en el número 10 de la misma plaza, abierta al público. Hacia 1900, don Pío Baroja vivió en la rue Flatters (dedicada a un olvidado explorador del Sahara). Es una minúscula calle en codo junto al Cubierta de la edición de El hospital de Val-de-Grâce, en la frontera con el distrito -arrondissement- XIV, Árbol de la Ciencia, eds. Caro junto al bulevar de Port Royal y muy cerca de San Medardo y de la rue Raggio, sobre aguafuerte de Mouffetard. Luego viviría en la rue de Vaugirard, más cerca del Jardín de Ricardo Baroja. Luxemburgo, un barrio más soleado, en la casa de Madame de Montespan. En 1906 vuelve a sus territorios, a la rue de St. Jacques, y más tarde se alojará en el Hotel de Normandie (Vaugirard esquina Tournon). Allí empezaría a escribir El Árbol de la Ciencia. Del profundo conocimiento del barrio, descrito perfectamente como era a principios del siglo XX, es muestra su novela Los últimos románticos. Este barrio de Universidades (Sorbonne y Polytechnique) está trufado de buenas librerías. La rue des Écoles

literatura o exploración polar con la firma de Patricia Almarcegui, Javier Cacho, Juan Pimentel, Isabel Soler y Javier Reverte. ¿Se puede pedir más?

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Noticias en la Línea Shakespeare aquí y en todas partes Actualidad, patrocinios, propuestas William Shakespeare nunca salió de Inglaterra. Sin embargo, conoció la Verona de Romeo y Julieta y el antiguo Egipto de Antonio y Cleopatra a través de mapas como los que el Norman B. Leventhal Map Center exhibe en la biblioteca pública de Boston hasta el 26 de febrero. Treinta documentos cartográfico de la época del Bardo de Avon que bien pudo haber consultado para ambientar sus obras de teatro.

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tiene varias, entre ellas L’Harmattan, especializada en países africanos, y un cine memorable, el ActionÉcoles, pareja del Action-Christine (rue Christine), paraíso para los cinéfilos, donde se proyectan películas clásicas, olvidadas y sorprendentes. La mejor vista de la cúpula del Panteón se tiene desde muy cerca del cine, desde la esquina de la plaza del Abbé Basset. Por detrás empieza la rue Mouffetard, la antigua Mouffe de traperos y maleantes, de garitos y tabernas sórdidas en la que nuestro vasco observaba todos aquellos tipos que luego retrataría en sus obras. Hemingway vaciaría años más tarde muchas botellas de Sancerre y de Muscadet por esos contornos, especialmente en la plaza de la Contrescarpe. El norteamericano ganó luego más dinero y se largó a la rue Notre Dame des Champs, no lejos de otro puerto de amarre alcohólico, La Closerie des Lilas, hoy regida por un experto maître serbio que ha recuperado platos antiguos como los riñones de veau flambés à la Beaugé, incomparables. La zona de Maubert ha sido inmortalizada también en un libro muy curioso, Rue des maléfices, Crónica secreta de una ciudad, de Jacques Yonnet (editions Phébus libretto). Fue casi totalmente derribada a principios del siglo pasado, para airearla, ahuyentar gente de malvivir y sanear el oculto y canalizado arroyo de La Bièvre; lo que se llamaba ‘saneamiento de zonas insalubres’. Por cierto que en el número 22 de la rue de Bièvre vivió Mitterrand, pues el Presidente renunció a vivir encerrado en el Elíseo y, como buen aficionado al ocultismo elegiría vivir en esta calle, una de las más extrañas y con más leyendas de París. En la misma calle vivió Carlos Fuentes y también hay un restaurante armenio, Vartan, un pequeño jardín y, en el nº 1 bis, ya cerca del Sena, el patio donde estuviera una siniestra casa en la que hubo aparecidos hasta su demolición. Quizás aún pululen por las inmediaciones en las noches de niebla. En la paralela rue des Bernardins (por la iglesia del mismo nombre que está un poco más arriba y es hoy un bello centro cultural) se halla el original Museo de la Palabra y del Gesto (Musée de la Parole et Retrato a lápiz de Pío Baroja du Geste). Para restaurarse, optaría por Le Petit Pontoise, en el 9 de la cercana rue de Pontoise; un restaurante francés puro, pequeño y con platos sencillos y sabrosos, además de buenos vinos. En el siglo XIV la rue Mouffetard fue una de las vías de entrada a París desde el sur, desde la Porte d’Italie. Hace apenas veinte años todavía era un barrio popular, auténtico. Hoy la parte alta, de la Contrescarpe, es una sucesión de tiendas de pacotilla turística, víctima de esa otra globalización de los donner kebab, traiteurs asiatiques y demás comida barata. Algo de auténtico queda todavía entre el Passage de la Poste y la bonita iglesia de Saint Médard, de orígenes merovingios, en el mercado diario, en sus puestos. Hay que detenerse en Le verre à pied, quizás el único bar castizo de toda la calle, donde se reúnen los últimos poetas peregrinos del lugar que, ayudados por el vino, componen versos (les vers à pied: que suena como las copas, vasos con pie y son los versos pedestres) y canciones en la mejor tradición parisina y barojiana. Al final de la calle nos encontramos con la buena librería L’Arbre à Lettres (otro juego de palabras: L’Arbalète, La Ballesta) . Imposible salir sin comprar.

París barojiano, Pío Baroja

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Con Pío Baroja por el Quartier Latin de París

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