Con la navaja en la liga: discursos sobre nación y feminidad en España (siglos XVIII-XIX) (Coloquio Internacional \"Género, sexo y nación. Representaciones políticas en España y Francia (ss. XIX-XX)\", Valencia, 2010.

September 18, 2017 | Autor: X. Andreu Miralles | Categoría: Cultural History, Gender Studies, Nationalism, Spanish History, National Identity
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Descripción

Con la navaja en la liga: discursos sobre nación y feminidad en España
(siglos XVIII-XIX)

Xavier Andreu Miralles (Universitat de València)
Coloquio Internacional "Género, sexo y nación. Representaciones políticas
en España y Francia (ss. XIX-XX)", Valencia, 24-26 de febrero de 2010.

-En primer lugar, me gustaría agradecer a los organizadores que me hayan
invitado a un Congreso tan interesante, en el que creo que se aborda en
España por primera vez una cuestión que en mi opinión es central tanto para
el estudio de la construcción de las naciones contemporáneas como de las
relaciones de género. Y agradecerles especialmente que me hayan puesto
todas las facilidades para que pudiera participar.

-En segundo lugar, haré una breve presentación tanto de mi procedencia como
del objeto de mi intervención. Cuando digo procedencia me refiero a que,
los participantes en estas jornadas, somos o bien especialistas en género
que nos adentramos en las cuestiones nacionales, o bien especialistas en
naciones que hacemos incursiones en las cuestiones de género. Bueno, yo me
contaría entre estos últimos, aunque considero que el estudio del género no
puede ser una "incursión", sino un elemento fundamental (y transversal),
también, en el estudio de las identidades nacionales.
La interrelación entre "nación" y "género" es fundamental en muchos
aspectos (en su clásico libro Nira Yuval-Davies hizo ya una relación de la
mayor parte de ellos), yo me centraré concretamente en uno, el que vincula
el grado de "modernidad" de una nación con la moralidad de sus mujeres. En
este sentido, me preguntaré de qué modo y hasta qué punto una figura como
la "maja", que en mi opinión fue creada como un tipo moral que encarnaba la
mayor parte de los "otros" del sujeto racional moderno, pudo convertirse en
un tipo nacional (como veremos, fundamentalmente en el siglo XIX).

-En este sentido, discutiré la imagen predominante que todavía tenemos del
tipo de las majas del siglo XVIII, construida en el siglo siguiente, y que
fundamentalmente las considera una representación fiel de una forma de
feminidad popular premoderna y castiza (nacional). Como intentaré
argumentar, y contra esta visión tradicional, considero que la maja
dieciochesca es fundamentalmente un tipo moral, construido y definido en
relación con un nuevo sujeto "moderno" femenino y producto de la
construcción de dicho sujeto.

-En este sentido, cabe señalar que es un tipo "nuevo". Etimológicamente no
se remonta más allá de 1734 (como ya señaló Caro Baroja) y su auténtica
eclosión o generalización no se produciría hasta los años sesenta de ese
mismo siglo. Es decir, justo cuando triunfaba la obra de Ramón de la Cruz
(el gran sainetista madrileño), el principal responsable de la existencia
de este tipo teatral.

-La crítica literaria nacionalista del siglo XIX recuperó a este autor como
un "retratista" fiel del carácter nacional y de las costumbres españolas
que se habían mantenido vivas en un siglo tan francés en España como el
XVIII. De este modo, sería un hábil pintor de unos personajes (en este
punto, sobre todo se centraban en sus sainetes de majos y majas, que fueron
los que fueron recopilados y reeditados) que existían realmente, que
conservaban el antiguo carácter español y resistían el avance de las nuevas
costumbres afrancesadas. En este sentido, se consagró la imagen de un autor
tradicionalista (antiilustrado), vinculado con el majismo (que sería
también un movimiento reaccionario).

-En los últimos años, sin embargo, los estudios literarios han puesto en
duda esta interpretación. Especialmente Mireille Coulon, la gran
especialista en la obra de Ramón de la Cruz. Como ha señalado esta autora,
el sainetista no fue un tradicionalista ni desde un punto de vista
literario (de hecho reformó el teatro menor español, sustituyendo los
viejos entremeses por los sainetes, aplicando modelos tomados de Francia)
ni político (utilizó sus sainetes para transmitir muchas de las ideas
reformistas a un público más amplio). Por otro lado, ha demostrado que,
frente a lo que destacó la crítica nacionalista decimonónica, majos y majas
no fueron centrales en su obra (aparecen en apenas un 20% de ellos; de los
500 que publicó; y sólo son centrales en unas docenas). Por el lado del
público, sus sainetes de majos no siempre fueron los más apreciados por el
público (en este sentido, cabe señalar que tuvieron en general mucho más
éxito sus adaptaciones de Molière, Carmontelle, Legrand u otros autores
franceses).

-La figura del majo funciona en los sainetes de Ramón de la Cruz,
fundamentalmente, como un contramodelo. De hecho, cobra sentido como
exageración absoluta de la figura más caricaturizada de la literatura
española de finales del siglo XVIII: el petimetre. Éste era representado
como un personaje perteneciente a las clases acomodadas que aceptaba sólo
lo que de superfluo y 'femenino' tenía la nueva civilidad (en este sentido,
era un personaje afeminado y afrancesado, que no cumplía con las
obligaciones que los nuevos discursos de género imponían al marido: por
ejemplo, no tenía ningún control sobre su esposa). Contra esta figura se
construye en los teatros la del majo: un tipo popular que representa todo
lo contrario, una excesiva hombría (y tiranía del marido) y un acendrado
españolismo (que en ocasiones llega al ridículo). Tanto uno como otro
sirven para perfilar un modelo masculino que se sitúa en una especie de
justo medio y que en los sainetes solía representar el galán de la compañía
(el majo lo representaba el gracioso).

-La maja, por su parte, aparece en sus sainetes fundamentalmente, en mi
opinión, como un modelo de feminidad en negativo del que, en buena medida,
proponían los reformistas ilustrados para las mujeres de las clases medias
y altas. En este sentido, la maja, generalmente condenada y escarmentada en
los sainetes, se nos presenta como un tipo popular alejado lo más posible
del modelo de mujer doméstica: no acepta la sumisión a su marido (de hecho,
es ella quien lo tiraniza), no es ni virtuosa ni recatada (al contrario, es
ruda y violenta), no es madre (nunca se nos presenta como tal) y sobretodo
es incapaz de controlar sus pasiones (tanto las sexuales, en este sentido
es un personaje completamente inmoral, como el deseo del lujo).

-Pero además, esta figura sirve también en los sainetes de Ramón de la Cruz
para poner a prueba al hombre "moderno". Me explico. Uno de los temas que
se repiten en los sainetes en que aparecen majas es el de la seducción que
estas ejercen (con su sexualidad desbordante, sus gestos, sus miradas, sus
contoneos) sobre los hombres. Éstos son sometidos a una prueba: deben
mostrar que son capaces de controlar sus pasiones mediante su razón (de
este modo demuestran su superioridad sobre sus "otros": por ejemplo, las
clases populares, que son incapaces de hacerlo). Es decir, que son capaces
de ir más allá del atractivo con el que son dibujadas estas figuras y
reconocer en las mujeres unas virtudes que no son aparentes. Se insistirá
en condenar a aquellos hombres que no saben reconocer la auténtica virtud.

-Este proceso, sin embargo, implica erotizar la figura de la maja. El yo
racional masculino moderno es definido como aquél que sabe resistir,
controlar, su deseo sexual (a diferencia de los negros, los orientales, los
meridionales, los hombres de las clases bajas, las mujeres de esta misma
clase y las mujeres en general, que siempre están sujetas a este
peligro...). La maja se convierte de este modo en una especie de fruto
prohibido que debe ser contemplado, pero no mordido. No es de extrañar que
los primeros mitos eróticos de la España contemporánea fueran precisamente
mujeres como María Ladvenant, la Tirana o la Caramba: cómicas
especializadas en representar este tipo de papeles u otros similares, y que
fueron auténticas estrellas de su tiempo.


-Es bajo estos términos bajo los que hay que entender, en mi opinión, el
majismo: la costumbre en las últimas décadas del siglo XVIII de algunos
sectores de las clases altas de la sociedad española de imitar a las clases
populares.

-Tradicionalmente, el majismo ha sido interpretado como una reacción
tradicionalista (y españolista) de la nobleza española, que se resistiría
de este modo a las ideas ilustradas y buscaría la alianza del pueblo bajo.
Sería uno de los indicadores, de este modo, de un déficit de "modernidad"
del país que se traduciría también, en la resistencia a asumir los nuevos
discursos sobre la relación entre los sexos.

-Una explicación de este tipo, sin embargo, presenta muchos problemas. En
primer lugar, hace tiempo ya que la historiografía no considera a la
nobleza un bloque homogéneo y monolítico, o necesariamente antiilustrado.
Asimismo, el majismo se habría dado también en personajes que en ningún
caso pueden considerarse tradicionalistas. Además, la identificación con el
pueblo no es nada "tradicionalista", como tampoco lo era en aquél momento
considerar que era en el pueblo en el que se encontraba el auténtico
"carácter nacional" (en España esta asociación no se produjo, que sepamos,
hasta Capmany en 1786, cuando ya hacía tiempo que el majismo era una
costumbre muy generalizada). No obstante, es cierto que personajes tan
ambiguos como los majos (y que, recordemos, habían sido construidos por
oposición al petimetre afrancesado como exageradamente españoles) podían
ser apropiados y reinterpretados en este sentido (y así lo fueron en el
siglo XIX). Pero además, esta interpretación tradicional del majismo no
tiene en cuenta que el fenómeno no fue ninguna particularidad española,
sino común en toda Europa (incluida Francia).

-Pero sobre todo, y en mi opinión, si nos centramos en los testimonios (o
condenas) que nos han llegado del fenómeno, veremos que lo que destacan no
es su carácter "tradicionalista" o "castizo", sino su dimensión de
transgresión moral. Es desde este punto de vista, como forma de
transgresión moral (y social)) como cabe entenderlo. Por lo que, de hecho,
lo que demostraría sería no el "déficit" en la recepción de los nuevos
discursos sobre la feminidad, sino su progresivo "éxito". El majismo sería
una apropiación, una "re-presentación" (creativa, performativa) de la que
eran muy conscientes sus protagonistas: personajes que se nos presentan
actuando, adoptando un papel que no les corresponde, pero que son
conscientes de estar ejerciendo sólo eso, un papel (las damas españolas que
se vestían y actuaban como majas, no pretendían subvertir los roles
sociales que les eran asignados, ni renunciar a sus prerrogativas para
adoptar las de aquellas). El acto tendría sentido solamente como una forma
de transgresión de la norma porque ésta existía y era generalmente
aceptada. Porque existía un tipo popular femenino (irracional y salvaje)
que podía ser paródicamente imitado.

-Me gustaría sintetizar alguna de las ideas que he ido recorriendo mediante
la evocación de una figura muy conocida. Una mujer tan española como
universal: la maja desnuda de Francisco de Goya. Como han destacado los
especialistas éste fue el primer desnudo de la historia contemporánea: un
desnudo secularizado (en el que Venus se convierte en mujer), central (no
forma parte de ninguna alegoría ni remite a nada exterior al propio
cuadro), privado (fue pintada para ser vista en privado por un yo masculino
moderno y heterosexual; de hecho, para esconderse detrás de la maja
vestida, de mayores dimensiones); y sobretodo una imagen turbadora: que no
se esconde, sino que se ofrece y mira fijamente a quien contempla el
cuadro). Lo que quizás no se ha destacado suficientemente es que esta
figura, una de las representaciones más célebres del deseo sexual que
construye ese sujeto masculino moderno, era una maja.

-La otra cuestión, cómo esta figura se convierte en un tipo nacional,
debemos responderla a través de los usos y apropiaciones que de ella se
hicieron en el siglo XIX. Sería un error (nacionalista) considerar este
tipo popular femenino como una esencia. Más bien, cabe entenderlo como un
modelo de feminidad que podía ser interpretado de formas diversas en
momentos y contextos muy diversos (funcionando como una especie de fantasy
echo, por utilizar el término de Joan W. Scott).

-Aunque es difícil de saber, es posible que una de esas apropiaciones se
hubiese producido en mayo de 1808. Algunas mujeres interpretaron el papel
de maja (en lo que tenía de varonil y violento, pero también de
antifrancés). O al menos interpretando ese papel fueron descritas por
autores como Moratín o por pintores como el propio Goya. Es a partir de la
guerra cuando determinados autores plantean la conexión existente entre el
auténtico carácter nacional y el pueblo bajo, y reivindican a majos y majas
(como Antonio de Capmany en Centinela contra franceses). Sin embargo, esta
identificación es abandonada muy pronto: implica aceptar como propio del
"carácter nacional" de las mujeres españolas unos rasgos que sólo pueden
concebirse como inmorales. Justo en el momento en el que se construyen las
naciones modernas haciendo uso de unas metáforas de género que entronizan
como símbolo y representación de la nación a la mujer virtuosa (en el caso
español, la matrona clásica con el león a sus pies).

-Otra reelaboración del tipo de la maja como tipo nacional es la que llevan
a cabo en las primeras décadas del siglo XIX los románticos europeos. El
mito romántico de España celebra a un país situado a las fronteras de
Europa (tanto físicas como simbólicas) por lo que tiene, precisamente, de
no europeo: lo que conserva de bárbaro y de primitivo (de no moderno).
Autores como Dumas, Víctor Hugo, Gautier, Byron y muchos otros, llevan a
cabo la "orientalización" del territorio peninsular.

-El mejor resumen de todo ello es evocar otra figura femenina tan española
como universal: la Carmen de Mérimée. Una mujer pasional, sexualmente
incontrolable, violenta... pero también (y por eso mismo) un objeto de
deseo para el yo masculino moderno "europeo" que recorre la península en su
búsqueda. Carmen es una mujer oriental (andaluza), un otro racial (es
gitana), perteneciente a las clases populares... es nuevamente una
encarnación de los "otros" de ese sujeto masculino moderno mediante los
cuales se constituye. En la breve novela, dos personajes quedan prendados
fundamentalmente por los encantos de la gitana: José Navarro que, incapaz
de controlar la pasión que siente por ella acabará cayendo en el abismo, y
el propio Mérimée, que sí puede moderar sus instintos y demuestra con ello
ser parte del mundo "moderno".

-Pero Carmen es también una representación moral de toda una nación. Un
auténtico insulto y un gran problema para los autores españoles de mediados
de siglo. Éstos llevan a cabo una nueva reinterpretación de la figura de la
maja (que ha sido orientalizada por los románticos europeos): la aceptan
como tipo nacional, pero tras llevar a cabo un proceso de negociación tanto
con el viejo tipo de la maja como con la mujer española de la que escriben
los románticos europeos. Al fin y al cabo, a estas alturas no dejaban
tampoco de ser románticos ni de buscar en los tipos populares el "carácter
nacional" español. El costumbrismo romántico español negociará la imagen de
estas mujeres: por un lado, aceptará y celebrará como propios los rasgos
que considera positivos (su belleza, por ejemplo), por el otro transformará
sus rasgos morales negativos: los autores extranjeros no serían sino malos
intérpretes de su moralidad: las españolas tendrían una sal, una gracia, un
carácter propio, superior al de las insulsas mujeres del resto de los
países europeos, pero que no ponía en duda su moralidad.

-A figuras como la Carmen de Mérimée le negarían su representatividad, las
desplazarían al pasado (las majas "de rumbo" del siglo XVIII) o a los
márgenes de la nación española: como se hizo con las gitanas.
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