Con el arte en la maleta. La experiencia del Museo Circulante de las Misiones Pedagógicas (1931-1936)

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Con el arte en la maleta. La experiencia del Museo Circulante de las Misiones Pedagógicas (1931-1936) Alfredo Palacios Garrido C. U. Cardenal Cisneros [email protected] Comunicación presentada en el "Congrés Internacional Museos & Educació Artística" celebrado en la Universidad de Valencia en Diciembre de 2005

Abstract: The Travelling Museum was an experience of rural education developed between 1931 and 1936 as part of the Pedagogical Missions, with the aim of spread the national pictorial heritage around some of the most isolated villages in Spain. Key words: Travelling Museum, Pedagogical Missions, rural education, pictorial heritage, social justice Introducción La intención de esta comunicación es rescatar la experiencia del Museo Circulante de las Misiones Pedagógicas y presentarla en este congreso sobre museos y educación artística, como un referente histórico de innegable interés y singularidad en lo que se refiere a la difusión del patrimonio artístico en España. Por un lado nos atrae la peculiaridad del concepto de “museo ambulante o circulante” en su sentido literal: desde el año 1932 hasta 1936, una serie de copias de cuadros del Museo del Prado realizadas en un tamaño muy ajustado al original, iniciaron un viaje por las accidentadas carreteras y caminos rurales de diferentes zonas de España a fin de que los habitantes de los pueblos más apartados pudiesen disfrutar de una muestra del patrimonio pictórico de nuestro país. Por otro lado se trata de unos hechos que cuentan con más de 70 años de antigüedad pero que todavía nos fascinan por su intensidad: la de los ideales y el compromiso social y político exhibido por sus protagonistas, y la de las vivencias que propiciaron a los “misioneros” y a los propios habitantes de los pueblos. Esta comunicación quiere servir también como un pequeño homenaje a la figura del pintor Ramón Gaya, recientemente fallecido, y que tuvo un importante protagonismo en la historia del Museo Circulante.

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Situando un contexto: las Misiones Pedagógicas (1931-1936) El Museo Circulante formaba parte de las actividades puestas en marcha durante los años 1931 y 1932 por el Patronato de las Misiones Pedagógicas, institución creada por el gobierno de la II República. Las Misiones Pedagógicas, de carácter laico, surgen con la intención de llevar la educación y la cultura a las poblaciones más apartadas y desfavorecidas. Esta iniciativa se desarrolla en el clima de la implantación de mejoras sociales y educativas de las primeras décadas del siglo XX, bajo la influencia de la Institución Libre de Enseñanza, y de las ideas reformistas de finales del siglo XIX que esta recogió. Estas ideas tuvieron un enfoque prioritario en lo que se refiere a la difusión de la cultura, al apoyo de la escuela rural y a la solución de los problemas de analfabetismo y de escolarización de la población. En la base de estos planteamientos estaba la creencia en el potencial de la educación como herramienta de cambio y reforma social. Hay que tener en cuenta el difícil momento del mundo rural en la España del cambio de siglo, con las distancias cada vez mayores en el desarrollo del campo y la ciudad y el abandono y la pérdida de identidad cultural del campesinado. El Patronato de Misiones se crea en el año 1931 y estuvo dirigido por D. Bartolomé Cossío. Las Misiones quedaron legalizadas con un decreto del 29 de mayo de ese mismo año firmado por Niceto Alcalá-Zamora: “Se trata de llevar a las gentes, con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y los ejemplos del avance universal, de modo que los pueblos de toda España, aún los apartados, participen de las ventajas y goces nobles reservados hoy a los centros urbanos” (Decreto que legaliza las Misiones Pedagógicas, citado por García Alonso 2003:78) Las Misiones Pedagógicas desarrollaron su labor de difusión de la cultura mediante tres iniciativas: El Servicio de Bibliotecas, fijas y circulantes, que se difundieron por más de cinco mil aldeas y pueblos y al hilo del cual se organizaban también sesiones de lecturas públicas y audiciones musicales. El Servicio de Cine, dirigido por el cineasta Val del Omar, que se encargaba de exhibir películas y documentales y el Museo Circulante, que era definido por el Patronato como: “exposiciones reducidas de obras de arte a modo de compendiados Museos Circulantes que permitan al pueblo, con los recursos antes 2

citados, participar en el goce y las emociones estéticas.” (Real Decreto, citado en la Memoria del Patronato de Misiones Pedagógicas, 1934:155) Los “misioneros” eran en algunos casos estudiantes universitarios, maestros y también jóvenes artistas o intelectuales como los propios Cernuda o Ramón Gaya, que no tuvieron inconveniente en dedicar durante esos años periódicamente semanas o incluso meses a largos viajes por los pueblos de muchas provincias españolas. Como ha señalado García Alonso se trataba de: “otro nuevo tipo de misioneros que, en nombre de “la verdad, la justicia y de la civilización”, aparecía cargado con libros, gramófonos y otros instrumentos ópticos. Éstos llegaban en un autobús repleto de cajas a modo de vendedores ambulantes. A veces iban a lomos de mulas como si entraran en Jerusalén.” (García Alonso, 2003:76) A su llegada a muchos de estos pueblos adquirían inicialmente una identidad a medio camino entre los feriantes y la gente de circo. Esta llegada constituía casi siempre un acontecimiento, a veces no exento de rumores y de ciertas desconfianzas ya que los asociaban al gobierno, se trataba de “gentes de la República”. Algunas Escuelas Normales en provincias crearon sus propias “Misiones” que ejercían su acción en los pueblos de su zona geográfica y en algunos casos instituciones como la Universidad Popular de Cartagena, donde estuvieron involucrados la escritora Carmen Conde y Ángel Oliver, se convirtieron casi en delegaciones del Patronato a nivel local (Viñao, 2003) Las Misiones Pedagógicas tal como fueron concebidas en su carácter laico no tenían un precedente claro, no fueron copiadas de ningún modelo extranjero, pudiendo encontrarse ciertas relaciones con las campañas de alfabetización promovidas en México por José Vasconcelos (García Alonso, 2003). La figura de Bartolomé Cossío como promotor del Museo Circulante Para entender el sentido del Museo Circulante hay que entender la figura de Bartolomé Cossío y sus ideas sobre la educación estética. Cossío, historiador del arte y pedagogo, fue colaborador de Giner de los Ríos y miembro de la Institución Libre de Enseñanza.

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Dirigió el Museo Pedagógico Nacional durante 45 años y muchos de los cambios de la educación española en la época republicana estuvieron basados en sus ideas. Desde los primeros años de su acción educadora, Cossío había pensado frecuentemente en dirigir las mejoras educativas hacia el mundo rural. En 1922 propone mandar misiones ambulantes de maestros para apoyar y mantener la cultura y la vocación de los maestros rurales (Otero, 1982). Sin embargo su concepción de esta forma de difusión de la cultura y la educación no tiene que ver con una comprensión formalizada y academicista de la misma sino que se basaba en la idea de la cultura como experiencia lúdica, de contemplación y de disfrute que genera un enaltecimiento moral del individuo y en eso mismos términos será planteado el Museo Circulante. La educación de los sentimientos estéticos era un elemento central en el currículo educativo que proponía la Institución Libre de Enseñanza. El arte para Cossío era una parte integral de la formación del niño en sintonía con las corrientes reformistas de la Escuela Nueva y con las ideas que otorgaban a la educación estética un papel educativo más complejo que el mero desarrollo de destrezas, tal y como se entendía la enseñanza decimonónica del dibujo. Cossío entiende que la enseñanza del arte forma una cultura estética y nos proporciona experiencias más profundas y enriquecedoras en nuestra vida cotidiana. El verdadero educador, dice: “debe esforzarse por acabar con esa deplorable contradicción entre la teoría y la práctica, entre la ciencia y la vida; y será nula y de ningún valor toda enseñanza del arte que no tienda a procurar que los niños amen lo bello, ennoblezcan sus gustos, gocen con los placeres más puros y sanos y aprovechen, en suma, su cultura artística para vivir más refinada y bellamente” (Cossío en “Conferencias normales sobre la enseñanza de párvulos. La enseñanza del arte” en B.I.L.E, citado por Otero, 1994:172) Su intención es huir del academicismo y el formalismo y del aprendizaje de contenidos conceptuales para tomar como objetivo la educación de la mirada y del juicio estético: “no se proponía que supiéramos muchas cosas, sino que aprendiéramos a ver; esto es, despertar, avivar el sentido de observación instintivo y convertirlo en instinto reflexivo y analítico llegando a formar el juicio crítico razonado” (Uña, J. El señor Cossío 4

maestro de arte. Recuerdos de un discípulo ya viejo, en “Escuelas de España”, 29 (1936)199, citado por Otero 1994:172) Bartolomé Cossío es también una figura de referencia dentro del ámbito de la educación artística y los museos. En sus planteamientos pedagógicos era imprescindible el contacto con la obra de arte. De él se dice que “nunca puso en manos de un escolar un libro de arte” por lo que, consecuentemente, huía de la copia de láminas, tan al uso en aquellos años y buscaba siempre la confrontación entre el niño y el objeto estético de tal manera que éste pudiese estimular su pensamiento y su expresión. Este interés por el contacto directo con la obra explicará en gran medida la puesta en marcha del Museo Circulante. De sus consejos para maestros en las visitas al Museo del Prado surgió la primera guía didáctica del museo madrileño para los colegios (Otero, 1994). La referencia más clara que podemos encontrar en el pensamiento de Cossío, dentro de su innegable originalidad, son las ideas de Ruskin y las actividades del “Comité del Museo de Arte de Manchester” que, mediante la creación de una galería artística, procuraba educar el gusto de los habitantes de los barrios obreros de las grandes ciudades (Otero, 1982). La función de esta educación estética era la mejora de la calidad de vida de las personas contrarrestando en cierta medida el influjo negativo del medio. La puesta en práctica del Museo Circulante El Museo Circulante (al que Cernuda se refería como “Museo del Pueblo”) se inaugura en el Barco de Ávila el domingo 16 de octubre de 1932 y durante su existencia recorrerá unas 60 localidades españolas. Lo componían dos colecciones de cuadros, la primera eran 14 copias de obras del Museo del Prado y también una serie de copias de grabados de Goya. La segunda también eran 14 copias pero en este caso del Museo del Prado, de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y del Museo Cerralbo. Ambas colecciones se trasladaban de pueblo en pueblo en dos camiones. Las copias, de tamaño similar al original, las realizaron los pintores Ramón Gaya, Eduardo Vicente y Juan Bonafé, según una lista de cuadros elegidos por Cossío.

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La llegada del Museo Ambulante se anunciaba con carteles en los respectivos pueblos. Según la Memoria del Patronato de Misiones, la llegada del museo despierta mucha curiosidad y la concurrencia suele ser numerosa. Para facilitar que la muestra fuese disfrutada por el mayor número posible de personas, su inauguración se hacía coincidir con días de mercado o de fiestas en cada pueblo o bien se iba avisando por las aldeas vecinas. El criterio fue ir a pueblos que fuesen “cabeza de partido” para poder contar con un espacio lo suficientemente amplio como para poder mostrar los cuadros, este lugar unas veces era la escuela, otras el ayuntamiento o algún otro lugar disponible. En algunos casos como en Pedraza, en Segovia, el local elegido “era tan bajo de techo que algunos lienzos fue imposible apoyarlos contra la pared, por ello no hubo otra manera de mostrarlos al público que desde el balcón” (Patronato de Misiones Pedagógicas 1934:108), lo que nos ha proporcionado alguna de las imágenes más impactantes del Museo. Los cuadros permanecían aproximadamente una semana en cada pueblo y de ahí partían al siguiente. Las sesiones explicativas las llevaban a cabo Ramón Gaya, Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo y Luis Cernuda. Según recoge la Memoria del Patronato, Gaya se ocupaba generalmente de los aspectos plásticos y de técnica y el resto de aspectos históricos y sociales que situaban las obras en su contexto. En palabras del propio Gaya: “Nosotros hacíamos dos charlas diariamente, repartiéndonos el trabajo. Primero Sánchez Barbudo, Rafael Dieste o Cernuda hacían un comentario de la época en que estaban pintados tales o cuales cuadros que se comentaban ese día. Después yo hablaba de esos dos o tres cuadros como pintura. Intentaba decirles lo que estaba ahí plasmado, pero siempre sin darles lecciones de nada, como nos había pedido Cossío.” (Gaya, 2003:26) Junto con los cuadros se disponía de un gramófono y discos y un aparato de proyección de cine. Con la música se pretendía hacer más atractiva la exposición. Ésta se abría por la mañana y permanecía abierta hasta la noche que era el momento en el que se daban las charlas para facilitar que las personas que venían de trabajar en el campo o en las minas pudiesen acercarse a verla. Ramón Gaya protagonizaba también un tipo de charlas al público que iba ilustrando con sus propios dibujos.

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Es destacable el intento de establecer una comunicación directa con el público por parte de los responsables del Museo y sobre todo, de crear un contexto de aprendizaje, para nada “escolar” o “pedagógico”, en el que las cosas “se aprenden por impregnación y contacto”. Lo que Cossío llamaba la visión “tenue” o “difusa” y que nos remite en gran medida a las ideas actuales relacionadas con el marco del aprendizaje informal, y que se expresaba entonces de esta manera: “este ambiente antiprofesional, irreflexivo, libre y difuso, donde aprendemos, (…) debe ser justamente el campo que constituye como unidad el contenido esencial de la acción misionera” (Patronato de Misiones 1934:12) Las Misiones y el Museo Circulante como ejemplo de mediación cultural Para finalizar nos interesa destacar cómo el proyecto del Museo Circulante promueve un modelo de mediación entre el público y la cultura con unos rasgos propios. En primer lugar existe (y esto caracteriza toda la filosofía del proyecto) una clara voluntad de respeto hacia el público: “Procuren ustedes no ofender a la gente. Les van a enseñar ustedes cosas, pero no vayan en plan de presumir de ellas” (Cossío citado por Gaya 2003:23). Esta dimensión del respeto al campesinado recoge también la consideración de su cultura propia y entronca con una discusión del momento que debatía la relación entre la cultura popular y la cultura culta, el concepto de lo que era o no cultura y en algunas posiciones, la negación de la existencia de esa cultura popular. Como ha señalado García Alonso: “la humildad de las gentes era sentida de manera diferente por aquellos que entendían el progreso como la necesidad de urbanizar las costumbres campesinas y los que intentaban comprender su modo alternativo de pensamiento y organización” (García Alonso, 2003:83). En este sentido y aunque entre los propios misioneros había diferentes opiniones, si que existía una intención de partir de las tradiciones culturales propias reflejadas en sus costumbres, leyendas, romances, y combinar este punto de partida con la introducción de elementos nuevos como el cine. Otro aspecto es la clara voluntad de mantenerse al margen de cualquier sectarismo ideológico. Cossío había aplicado a su proyecto misionero el espíritu de los estatutos de la Institución Libre de Enseñanza: “Esta institución es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político, proclamando únicamente el principio de la libertad e inviolabilidad de la Ciencia y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto a cualquier otra 7

autoridad que no sea la conciencia” (García Alonso, 2003:92). No se pretendía adoctrinar a nadie sino apelar a sus sentidos. Según García Alonso, este espíritu distingue a las misiones de cualquier otro movimiento contemporáneo europeo de pedagogía popular. La concepción del arte como herramienta de propaganda ideológica ya había sido ampliamente explotada por la Unión Soviética. En ese sentido para los comunistas, la revolución pedagógica española necesitaba mayor compromiso político. El entusiasmo del pueblo venía en gran parte propiciado por no encontrar esa intencionalidad política. Recordemos que la mayor parte de la población rural no había votado a la República y que por lo tanto, eran comprensibles los recelos iniciales que despertaban estas “gentes de la República”, recelos que más tarde eran superados, si bien es cierto que también hubo casos de falta de entendimiento o de malas interpretaciones en algunos pueblos. Finalmente tenemos ese carácter “antipedagógico” de un proyecto que Cossío definía como dirigido “al reino de lo inútil y la contemplación” (Otero 1982) y que no tenía ninguna pretensión más allá de la difusión de la cultura y el patrimonio. Y es que no se trataba tanto de instruir como de hacer disfrutar. Precisamente esa falta de intención pedagógica, junto a su carácter laico hizo que las Misiones fuesen criticadas por los partidos conservadores, del mismo modo que para muchos políticos eran consideradas como un lujo y un desperdicio. Como conclusión, pensamos que la experiencia del Museo Circulante se puede entender como una iniciativa política por la democratización de la cultura. Como decía Cossío respecto a los cuadros del Museo: “quiero enseñárselos a las gentes que no los han visto nunca, porque también son suyos” (Cossío, citado por Gaya, 2003:26). Se trataba, en definitiva, de una cuestión de justicia social.

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BIBLIOGRAFÍA GARCÍA ALONSO, M. (2003): ““Necesitamos un pueblo” Genealogía de las Misiones Pedagógicas”. En, VVAA: Val del Omar y las Misiones Pedagógicas. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y Residencia de Estudiantes. pp. 75-98 GAYA, R. (2003): “Mi experiencia en la Misiones Pedagógicas (1931-1936). Con el Museo del Prado de viaje por España”. En, VVAA: Val del Omar y las Misiones Pedagógicas. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y Residencia de Estudiantes. pp. 19-34 MUSEO RAMÓN GAYA (1991): Ramón Gaya y el Museo Circulante de las Misiones Pedagógicas. Murcia. Museo Ramón Gaya OTERO, U. (1982): Las misiones pedagógicas: una experiencia de educación popular. La Coruña. Ediciós do Castro. OTERO, U. (1994): Bartolomé Cossío: pensamiento pedagógico y acción educativa. Madrid. Centro de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia. CIDE. PATRONATO DE MISIONES PEDAGÓGICAS (1934): Patronato de Misiones Pedagógicas: septiembre de 1931, diciembre de 1933. Madrid. VIÑAO, A. (2003): Las Misiones Pedagógicas en Murcia (1932-1935). En, VVAA: Val del Omar y las Misiones Pedagógicas. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y Residencia de Estudiantes. pp. 99-113 VVAA (2003): Val del Omar y las Misiones Pedagógicas. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y Residencia de Estudiantes

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