Comunicación popular

June 8, 2017 | Autor: Ezequiel Ivanis | Categoría: Comunicacion Social, Medios de comunicación y poder, Cultura Popular, Comunicacíón
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Descripción



COMUNICACIÓN POPULAR EN EL SIGLO XXI

"El mundo humano es un mundo de comunicación.
El hombre actúa, piensa y habla sobre la realidad,
que es la mediación entre él y otros hombres,
que también actúan, piensan y hablan"
Paulo Freire

1 - INTRODUCCIÓN
"Hubo un tiempo que fui hermoso…" canta Charly García. Mitad nostalgia de un ayer que nunca fue, mitad verdad glorificada por el paso del tiempo, es cierto que hubo un tiempo que fue otro al de hoy. Y nos suele ocurrir eso a menudo, en nuestra vida personal o en nuestras relaciones, en las cosas que nos gustan o en las producciones teóricas y en las experiencias prácticas de nuestra sociedad. Solemos pensar que el ayer es mejor, más real y más prestigioso al hoy. Esta es la situación de la teoría en comunicación popular en la actualidad, situación que impide identificar y actuar sobre lo hermoso del hoy frente a un ayer que aunque también fue hermoso es, simplemente, diferente.
Dar una respuesta a la pregunta ¿qué es la comunicación popular? es insensato, estéril y contraproducente. Insensato porque la práctica ha adelantado a la teoría en este campo e históricamente termina siendo explicada por la práctica misma; estéril porque esa misma práctica que intenta ser explicada será, sutilmente, diferente la próxima vez quedando fuera del marco teórico propuesto, y contraproducente porque conceptualizar una práctica es, simplemente, acortar su campo creativo y espontáneo de acción.
Aun así podemos intentar una definición de comunicación popular desde la práctica, desde los modos, actores, formas, contenidos y públicos que componen el universo de experiencias y antecedentes que desde hace más de 50 años ocurren en América Latina.

2 - DEFINICIONES DE LA PRÁCTICA
En principio la comunicación popular se define a través de una actualización constante, actualización que sedimenta nuevas prácticas sobre la realidad social. La construcción de un modelo teórico que abarque todo el universo de lo que se entiende por comunicación popular no solo abandona experiencias innovadoras asentadas en prácticas tradicionales sino que pierde relevancia rápidamente ante el avance de nuevas formas de construcción del diálogo en un contexto de proliferación de redes sociales, virtualización de la comunicación y creación de nuevas tecnologías comunicacionales.
A partir de la profusa bibliografía tendiente a explicar qué es la comunicación popular, podemos encontrar quienes construyen el concepto desde el sujeto que lleva a cabo la acción, desde el contenido del mensaje que se desea transmitir, desde el público al cual está destinada la emisión y desde la territorialización comunicacional. Si construyésemos un esquema del abanico de definiciones y sus puntos de partida veríamos que podemos entender:

A – La comunicación popular como construcción propia del sujeto popular
Existe una tendencia, que dominó la mayoría de las teorizaciones del 70, que entiende que la comunicación popular es aquella que emerge del pueblo para el pueblo y la define como un campo amplio de intercambios de mensajes que realiza el pueblo en su propio seno y hacia el resto de la sociedad, en su tarea de constituirse como sujeto histórico. Las iniciativas de comunicación popular las realizan agentes del pueblo, movidos por la necesidad de satisfacer inquietudes propias y de contrarrestar los efectos de sentido construidos por la dominación. En palabras de Washington Uranga "cuando decimos comunicación popular, estamos hablando de la forma cómo se comunica el sujeto popular, nuestros trabajadores y trabajadoras, los vecinos, los indígenas, los intelectuales y los estudiantes." (Uranga, 2012, p.1).
Hablamos de comunicación popular cuando quien comunica es el pueblo, como ese conjunto de personas que conforman una sociedad en la que aun siendo mayoría, sus voces y miradas del mundo, de la política, la cultura, la educación, la religión y el arte son desechadas o puestas en inferioridad.
Estas definiciones no solo contraponen pueblo y sociedad sino que se centran en el emisor, en aquel que emite la acción comunicativa, como elemento distintivo de la comunicación popular. Son los trabajadores, la militancia, las poblaciones nativas, las mujeres, hasta el propio pueblo los que definen la comunicación popular. Cada grupo, con sus reclamos, sus modos, sus formas, sus voces. Cada grupo eleva su plegaria al macrocosmos de la nada y se disuelve en un ruido ensordecedor. La lucha política se desvanece en pequeñas trincheras sin comunicación ni articulación entre sí. Definiciones como las precedentes, si bien enriquecieron el debate, son insuficientes para abarcar todas las prácticas de comunicación popular.
Es cierto que la práctica de la comunicación popular es indisociable del sujeto popular pero ¿de qué sujeto popular hablamos? Nuevamente, Washington Uranga establece que "siempre hablamos de un sujeto popular en diálogo con el conjunto de la sociedad, que lucha por sus demandas, que busca imponer su mirada en medio de una lucha permanente de sentidos, que es lucha simbólica por el poder" (Uranga, 2012, p.3). Si bien la centralidad del sujeto popular es innegable, también es innegable la existencia de otros actores que también pueden hacer comunicación popular (y de hecho la hacen). Estamos hablando de las universidades que desconocen el término de extensión como institución académica generadora y depositaria de un saber que comparte con otros actores sociales, estamos hablando de la (re) creación del rol del Estado como actor fundamental de lo social, estamos hablando de las políticas públicas, de las redes sociales, de las instituciones supranacionales. ¿Qué espacio se le otorga a un Estado cuyo relato es el relato de los sectores populares? ¿Qué ocurre cuando la voz de los sectores populares se vuelve hegemónica? Como podemos observar, se hace necesario actualizar el concepto de popular, redefinirlo por características que lejos deben estar de la situación de marginalidad o aislamiento.

B – La comunicación popular como contenido diferenciador y alternativo
Aparece, también, una tendencia a entender que la comunicación popular se diferencia por el contenido particular que posee, porque permite que se escuchen voces silenciadas, porque intenta poner en agenda temas y problemas que otros medios de comunicación ocultan o soslayan y porque alienta expresiones culturales que el mercado desecha porque no son rentables.
La comunicación popular se vuelve, así, un proceso que implica un esfuerzo por darle sentido a los códigos de comunicación que circulan en una comunidad logrando a través de este proceso conocerse entre vecinos/as, intercambiar inquietudes para finalmente organizarse y llevar a cabo lo que crean positivo para su comunidad.
Se entiende que la comunicación popular es la construcción de un proyecto estratégico para participar con voz propia en la disputa simbólica, para saber qué pasó y para saber quién nos dice qué pasó. En este sentido se evalúa si son solamente las voces oficiales o también los protagonistas de los hechos quienes comunican, en definitiva, el contenido diferenciador que distingue a la comunicación popular está en relación a la construcción de otro lenguaje frente a las formas con que el poder mediático todos los días nos cuenta las noticias.
Si bien estas explicaciones demuestran el carácter alternativo del mensaje de la comunicación popular no incorporan problemáticas como la decodificación de los mensajes y la posibilidad de que hablemos con un conjunto de signos que no son compartidos por todos los que participan de ese acto comunicativo. Además no cuenta con dispositivos que permitan dar cuenta de los cambios epocales. Si la comunicación popular se define por su contenido se anula la reconfiguración de los procesos de formación subjetiva ante el surgimiento de nuevos sujetos. Es decir, la propia práctica y los contenidos de la comunicación popular se han desplazado desde la articulación de proyectos revolucionarios en los 60 y 70, hacia un discurso de defensa de los derechos humanos en los 90 y comienzo del siglo XXI.
En el mismo sentido el excesivo énfasis en los contenidos y mensajes emitidos (entendidos como verdades a divulgar) ocultó, o colocó en segundo lugar, los aspectos comunicativos y culturales, es decir, se desbalanceó la relación entre fondo y forma, entre razón y creatividad. Se descuidaron las estéticas y se demonizaron los medios masivos a tal punto que incorporar los cambios tecnológicos fue considerado una derrota de la virginidad y pureza de la comunicación popular considerada artesanal.

C – La comunicación popular como destinatario popular
Otra tendencia, quizá de menor desarrollo, en los estudios de comunicación popular, es definirla por el destinatario. La comunicación popular es tal cuando se le habla al que comparte las mismas problemáticas, al que posee las mismas demandas y necesidades. Esta visión corre el riesgo de atascarse en lo micro y no intentar impulsar el mensaje por fuera de un destinatario que está predeterminado con anterioridad. Estas prácticas, además, escondieron la falta de imaginación y creatividad para diseñar, construir e implementar políticas con vocación de masividad y de poder, especialmente durante los años ´90 donde ante la imposibilidad de modificar la realidad social se replegaron hacia dentro, hacia lo micro como "refugio".
En este sentido retomamos la idea de María Cristina Mata (2011) que establece que debemos hablar de comunicación popular en dos sentidos "de las clases populares entre sí (y cuando digo clases estoy entendiendo los grupos, las comunidades, incluso los individuos que viven una determinada situación de clase) pero estoy hablando también de la comunicación de las clases populares con la otra clase. Con aquella otra contra la cual se definen como subalternas, como dominadas" (p.4).

D – La comunicación popular como técnica alternativa
Tal vez donde mayor desarrollo teórico encontremos es en la postura que entiende que en los procesos de comunicación popular no hay un emisor y un receptor fijos y estructurados, sino que hay movimiento, hay elaboración colectiva, hay información de ambos lados y el emisor y el receptor pueden cambiar de roles. De esta forma, se insertan en la construcción de poder popular a partir de sus propias prácticas y como articuladores de realidades y prácticas que los trascienden y que ellos, en la comunicación, han de circular.
Se parte del presupuesto de la necesidad de cambiar la relación emisor/receptor a una relación o proceso de "interacción social democrática basado en el intercambio de símbolos mediante los cuales los seres humanos comparten voluntariamente sus experiencias bajo condiciones de acceso libre e igualitario, dialogo y participación. Todos tienen derecho a la comunicación con el propósito de satisfacer sus necesidades de comunicación por medio de la utilización de los recursos de la comunicación" (Beltrán, 1981, p.31).
Expresiones como la anterior se erigen como una excelente definición de comunicación popular pero aún resta definir para qué se comunica, cuál es su fin. Si el fin es resolver la pura necesidad de comunicarse como necesidad natural del ser humano hablar de técnicas, procedimientos o herramientas de la comunicación carece de sentido porque complejiza la satisfacción de una necesidad. Definiciones como la de Beltrán desnaturalizan el carácter de "lo político" que posee el hacer comunicación popular.
Dentro de esta concepción dialógica, valoramos el planteamiento de un modelo horizontal o bidireccional que entiende la comunicación como una relación comunitaria humana que consiste en la "emisiónrecepción" de mensajes entre interlocutores en estado de total reciprocidad.

E – La comunicación popular como encapsulamiento del micro contexto
La comunicación popular es la comunicación de quienes siempre tuvieron voz, pero una voz que estuvo acallada, marginada, silenciada, amordazada u ocupando un lugar pintoresco en el espectro mediático. En este sentido la comunicación popular es el relato y la narración de indicios concretos de la opresión que se reconoce en el espacio micro, más cotidiano y cercano: un barrio, una comunidad, una organización social. La narrativa de la comunicación es un "contar" qué nos pasa sin interpelar lo macro. La importancia que adquieren los sujetos debilita la preocupación por una visión macro de la sociedad y su destino económico y político. Esta tendencia estimó en demasía la idea de "no contaminación" con el afuera, a la vez que se acentuaba la idea de estar entre los pares, entre gente como uno o con ideas y agrupaciones similares.

F – La comunicación popular como forma de comunicación de los movimientos sociales
Estrechamente relacionada a la concepción de que la comunicación popular es realizada por el sujeto popular, aparece ya en los 80, una visión revisada que entiende que una comunicación que se autorreconozca alternativa y popular debe nacer de las experiencias, concepciones del mundo y prácticas de los sectores y las organizaciones populares.
La comunicación popular, al interior de los movimientos sociales, permitió la apropiación y reorganización de los colectivos, así como también la renovación y el fortalecimiento de su sentido de pertenencia y la construcción de identidades al emplearla como vehículo horizontal y espontáneo.
La comunicación popular es una herramienta que cruza el movimiento social, lo fortalece, le permite generar espacios educativos, que al interior del colectivo se socializan para desarrollar prácticas comunicativas creativas que hacen visibles sus problemas, para compartir con el resto de sus vecinos o ciudadanos las opiniones y voces de cada organización. Los graffitis, los esténciles, pintadas, pasacalles, blogs, radios abiertas, festivales de música popular, murales, realización de reuniones en las instituciones del barrio o en la casa de otros vecinos, la conversación casa por casa, la distribución de volantes o cartillas, incluso, las acciones de protesta propiamente dichas son algunas de las estrategias de comunicación por fuera de los medios de comunicación hegemónicos y que las organizaciones sociales realizan.

3 – HACIA UNA DEFINICIÓN DESDE LA PRÁCTICA ACTUAL
Cada una de estas definiciones encierran desafíos, desechan o desoyen prácticas y limitan la incidencia de la creatividad como elemento diferenciador, pero, y quizá lo más importante, vacían de contenido el carácter teleológico de la comunicación popular, es decir, neutralizan su finalidad en un concepto aséptico que cumple con la rigurosidad científica (y nada más) como lo es la "lucha política".
La comunicación comunitaria, popular y educativa es producto de una praxis, de un largo proceso de síntesis cultural, social y político comunicacional, que involucra participación, interacción y encuentro con la comunidad. Allí radica la imposibilidad de ofrecer una definición única y consensuada.
La comunicación es, ante todo y fundamentalmente, una práctica social de producción, intercambio y negociación de formas simbólicas. Producción y circulación de formas simbólicas. Producción. La comunicación es el espacio donde se fabrica la forma simbólica. Y es una fábrica colmada de poder-es, de intereses, de miradas diversas sobre la realidad. El producto es un elemento frágil pero flexible, una instantánea del momento que puede durar para siempre. La comunicación popular viene a producir otra instantánea, con otro lente, con otros fotógrafos, pero, sobre todo, con otros fines. No solo es, como establece Oscar Magarola, un campo de tensiones por la construcción de otra comunicación posible, sino que excede en su praxis la intención de modificar su propio campo y abarca toda la vida social. La comunicación popular no hace comunicación popular (solo) para modificar el modo de comunicar, sino para modificar el modo de ser y estar en el mundo desde lo político existente en la comunidad.
Una aproximación que nos resulta grata para entender la comunicación popular es la ofrecida por Susana Sel (2010) quien establece que la comunicación popular es entendida como relaciones dialógicas de transmisión de imágenes y signos que están insertos en una praxis transformadora de la estructura social en su totalidad. Detrás de esta definición se encuentra la idea de opresión, desposesión, estado de dependencia, dominación, hegemonía y marginalidad, por lo que la comunicación popular aparece como momento fundacional de una praxis transformadora. Es una pedagogía que hace de la comunicación interpersonal en los movimientos, entre los movimientos populares y de estos con el resto de la sociedad, dimensiones concretas que requieren ser trabajadas como parte de la batalla cultural contrahegemónica.
Como actividad humana es indisociable de los actores que la protagonizan y de los escenarios en lo que se concreta. Y si bien la comunicación popular es una estrategia dialógica que potencia la palabra y la praxis popular y que avala y permite la expresión de "otras voces" más allá de las dominantes, la producción simbólica, en un sentido crítico tendría que, como establece Jorge Huergo (2010) trabajar politizando la cultura (problematizando las relaciones de poder), rescatando las identidades culturales a través de la narración de lo cotidiano, provocando la imaginación, activando la memoria y llamando a la acción (por eso: no es suficiente dominar la técnica ni limitarse al "mensaje").
La comunicación popular no es generar consensos sociales sino visibilizar los conflictos que, dentro de la lógica hegemonía-contrahegemonía, se hayan ocultados bajo un manto consensual liberal. Por ello toda comunicación, para ser popular, debe ser emancipadora, debe contribuir a salvar la injusticia, la dependencia o la subordinación del sujeto popular. En este sentido, entendemos que la comunicación popular, comunitaria, educativa y alternativa tiene como objetivo la transformación social a partir de la participación que genera la organización popular. De esta forma "se rechazan las falsas alegaciones sobre "neutralidad" y "objetividad", y se inscribe el trabajo periodístico en el campo de conflictos y disputas que configura la batalla de las ideas por la hegemonía" (De Moraes, 2013, p. 103).
En síntesis, la comunicación es un proyecto arborescente, que se construye solapando experiencias y prácticas del sujeto popular en un entramado reticular unido y amalgamado por un proyecto político que los abarca y los proyecta hacia una emancipación social, política y económica.
El elemento diferenciador de la comunicación popular no se haya en quien la suscribe, en la forma del mensaje o en quien la recibe sino que se encuentra en relación a qué tejido social se pretende crear/recrear/reproducir. Tampoco reside en que sea parte de los movimientos sociales o que se inserte en la lucha política. Lo que diferencia a la comunicación popular en América Latina en general y en Argentina en particular es que se constituye en la forma de expresión de una identidad siempre derrotada y subsumida que ha tenido a la colonialidad, la dependencia y al imperialismo como adversario histórico. Es la expresión identitaria que en su carácter de lucha política abreva por la disolución de los lazos coloniales (descolonización), por la emancipación y el triunfo de una conciencia popular histórica que recolonice Estado y sociedad.
La comunicación popular, como establecen varios autores, es lucha contrahegemónica, pero ¿contra qué hegemonía? Debemos ser cautos sino corremos el riesgo de colocar a los sujetos de la comunicación popular siempre en una vereda de derrota y subordinación, de adversariedad y oposición.
No es solo lucha contrahegemónica, es lucha contrahegemónica ante un adversario particular: las oligarquías conservadoras latinoamericanas. No es lucha contrahegemónica en la indeterminación sino que es lucha contrahegemónica con un fin específico, particular y tangible: la generación de nuevos lazos sociales que descolonicen / desnaturalicen las relaciones sociales y políticas presentes desde la colonia.
No hay comunicación por el hecho de la comunicación. Hay comunicación como herramienta política, como trinchera desde la cual se defiende el statu quo o se intenta modificar las relaciones de poder existentes. Toda práctica de comunicación popular que intente modificar las relaciones de poder existentes no actúa sobre un horizonte de sentido vacío e indeterminado, sino que acompañan un proyecto político particular y determinado. No hay comunicación popular sin proyecto político.

4 - COMUNICACIÓN ¿POPULAR?
Cierta importancia tuvo el debate teórico sobre el nombre que debía llevar esto que hoy llamamos comunicación popular. El abanico de nombres es tan inmenso como polisémico, lo que provocó un remolino de palabras y frases que no condujeron a teorizaciones originales y creativas, sino, simplemente, a una lucha de egos intelectuales y posicionamientos disímiles en un contexto donde urgía la unidad. Durante décadas el debate de la comunicación popular se ubicó en su nombre. Popular, alternativa, emancipadora, contra-hegemónica, comunitaria, artesanal, fueron algunos de los nombres que danzaron en una batalla sin sentido. Preferimos tomar el nombre de comunicación popular porque en su seno envuelve las demás caracterizaciones y las supera. Pero aquí, como un nuevo círculo del infierno de Dante, se abre otro interrogante. ¿Qué entendemos por popular?
Antes de seguir avanzando, podemos concluir lo siguiente. La característica diferenciadora de la comunicación popular no está en la comunicación sino en el sentido que le demos a lo popular, es decir, la comunicación popular se define más por lo que entendemos por popular, que por lo que entendemos por comunicación.
Entonces, ¿qué es lo popular? Lo popular es lo político de la comunidad. Su sentido político. No natural, por supuesto, sino que construido y reproducido por instituciones, prácticas, símbolos, discursos, por un entramado socio-cultural en disputa. Lo popular es el sentido político de la comunidad que se cristaliza en la lucha por la memoria, de otra economía, de otra política, de otra cultural, es decir, lo popular es esa matriz cultural amordazada, negada, ocultada, perseguida que emerge en una praxis histórica de resistencia, identidad y solidaridad. Entendida así, lo popular encierra una relación de dominación presente en la sociedad: sector dominante/sector popular, que remite a la cuestión del poder y las luchas por la hegemonía, entendida como espacio de lucha determinado en tiempo y espacio y no como simple señalamiento cuantitativo de mayoría/minoría.
Lo popular posee dos sentidos: uno político, donde popular significa posibilitar la expresión de las aspiraciones y expectativas populares, y otro cultural, donde lo popular no es algo homogéneo, un objeto, o un dato sino que es algo plasmado por diferencias y cambiante a través de la historia.
Sin menosprecio de ambos sentidos tomamos el carácter político de "lo popular". El sentido cultural de lo popular es, ciertamente, heterogéneo porque es forma expresiva de un contenido homogéneo que está inscripto en su carácter político. Lo popular desde su dimensión política es una emergencia permanente que produce una respuesta concreta, material y flexible a interpelaciones de la realidad que son de dimensión macro.
Otro debate que actualmente aparece es la relación popular/masivo. Esta dicotomía surge en el siglo XIX, ante las definiciones de "lo popular" como forma artesanal o folclórica. Esa idea de popular como sinónimo de masivo fue apropiada por la cultura anglosajona, difundida y globalizada, y actúa como negación de lo popular en el sentido que nosotros le otorgamos al término. Es decir lo popular puede (y tal vez debe) ser masivo, pero lo masivo no siempre es popular. Lo masivo producido para las masas, lo masivo como fenómeno mediático, lo masivo como punto medio del gusto/consumo social termina haciendo un rodeo a la idea de lo popular, mediatiza, moldea lo popular con un manto de contenidos, expresiones y valores masivos que invierten la lógica placer/consumo. Tampoco lo popular puede estar definido por las diferentes etapas del circuito comunicacional, es decir, no puede definirse por el lenguaje que se utiliza, los sujetos que aborda, el tiraje limitado, los receptores, etc.
Por eso establecemos que lo popular está definido por una emergencia permanente, por constituir una respuesta contrahegemónica que se da frente a la organización de lo social en función de las clases dominantes que implica la desorganización social de las clases dominadas y que en esa construcción de lo popular emerge un proyecto político siempre descolonizador.

5 - EXPERIENCIAS HISTÓRICAS
La comunicación popular y comunitaria en América Latina surge en la década del 70 como una respuesta de matriz propia a los proyectos de comunicación para el desarrollo impulsados por los Estados Unidos en su estrategia de Alianza para el Progreso. La experiencia es vasta y está poco documentada, no existen aún estudios comparativos sino análisis sobre experiencias puntuales, siendo Brasil, Venezuela, México y Colombia quienes mayor producción teórica poseen.
En la práctica los ejemplos de comunicación popular son innumerables, desde radios mineras y campesinas hasta clandestinas, desde televisión que emerge de los sectores más marginados de la sociedad hasta producciones de movimientos eclesiásticos de base. Panfletos, folletos, oradores, revistas, diarios, puerta a puerta, la comunicación popular es un ejercicio diario, sumativo, cotidiano, a veces, fugaz. Muchos han logrado organizarse y producir una comunicación popular sistemática, periódica y masiva. Muchos hasta han logrado poder y masividad llegando a los medios de comunicación masivos.
Las Comunidades Eclesiásticas de Base (CEBs) dieron inicio en América Latina a un nuevo hacer popular hacia el final de los años 60, en sus discusiones sobre los problemas de la vida de la comunidad, ya fuera religiosa o no, y ampliaron los debates sociales y políticos. De este modo surgió una nueva palabra que formó una red de comunicación popular contraponiéndose a la concepción anterior a los años 60 donde las clases populares eran vistas como una gran masa sin voz ni forma. Esta comunicación se produjo considerando la realidad de la comunidad.
En Argentina en 1970 se crea el Instituto de Cultura Popular (INCUPO), con fuerte inserción en el nordeste argentino, pionero en el desarrollo de la alfabetización de sectores campesinos a través de la radio.
En la década del 80, con el retorno de la democracia, los sectores populares comienzan lentamente a recuperar parte de terreno perdido. Es en esta década surgen las nuevas emisoras denominadas "truchas", radios comunitarias que desde diversos tipos de organización colectiva empiezan transmisiones precarias que se extienden por todo el país. Las organizaciones sociales toman esta práctica como modo habitual y particular de ejercer y compartir la palabra.
Durante los 90 las políticas neoliberales, a partir de lo que se conoció como Consenso de Washington, instalan a la economía de mercado y a los actores empresariales como promotores de la política y la producción cultural. En Argentina no solamente se privatiza el patrimonio público, sino que se consolida la hegemonía simbólica (comenzada por las políticas de la dictadura militar) de un pensamiento único que tiende a anular toda posibilidad de afirmación de derechos para aquellos que no pueden pagarlos. Aquí se produce el mayor proceso de concentración comunicacional de la historia de nuestro país, donde diversos actores de peso económico se apropian de medios de comunicación y comienzan a ser factores de poder político. La comunicación comenzará a verse como un negocio acompañado por una ley dictatorial que lo favorece y niega la existencia de medios sin fines de lucro. En el campo de la comunicación popular, contra viento y marea, se crean nuevos medios, se profundizan las estrategias de construcción de redes y se avanza en contenidos de carácter alternativo, en una brecha cada vez más pronunciada con el ámbito de "la política y los políticos" y emerge una idea de sociedad civil demasiado lejos del Estado y demasiado cerca de la lógica de mercado. Esta idea de comunicación popular es la que hoy monopoliza la teoría. Una comunicación popular tan llena de barro que ni siquiera intenta hacerse oír más allá de su microcosmos. Las experiencias quedaron resignadas a que escuchen los iguales, se transmite por una radio de baja frecuencia el sufrimiento de un barrio a personas que sufren ese mismo sufrimiento. La burbuja de tristeza, resignación y bronca se alimenta a sí misma, pero no estalla…hasta el 2001.
La etapa posterior a la crisis de 2001, encuentra al campo de la comunicación popular en un nuevo escenario. La paulatina recuperación del rol del Estado como garante de derechos y promotor de políticas públicas, las políticas de derechos humanos y justicia sobre el terrorismo de Estado, junto a nuevas experiencias de medios públicos como Canal Encuentro o Pakapaka, entre otros, ubican al campo de la comunicación como una zona estratégica de fortalecimiento de derechos, de asunción de nuevos actores en la agenda pública y de nuevos debates que se dan en un espacio público ampliado. Querer hacerse oír, llegar al Estado, hablar desde el Estado ya no es mala palabra.
En el plano de la incidencia política de los sectores populares, encontramos como novedad la formación de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, que lanza en 2004 los "21 puntos básicos por una nueva ley de Radiodifusión". Con ese impulso y presión de los sectores populares, en 2009 se presenta un anteproyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Luego de un largo y federal debate y de más de 100 modificaciones, se sanciona la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en octubre de 2009. En ese marco se constituye la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), que reemplaza al Comité Federal de Radiodifusión (COMFER), símbolo del Decreto Ley 22.285 de la dictadura militar. El AFSCA es creado con el objetivo de impulsar nuevas voces, en un marco de pluralismo, diversidad y federalismo. Entre las nuevas medidas el 33% de las frecuencias de radio y televisión quedaban reservadas para las organizaciones sin fines de lucro, es decir y para poner un ejemplo, las cooperativas prestadoras de servicios públicos podían ofrecer servicios de cable. Además en radios el 70% debía ser de producción nacional y dentro de este porcentaje el 50% debía ser de producción propia que incluya noticieros o informativos locales. En cuanto a la música el 30% debía ser nacional, y dentro de ella, el 50% debía ser música independiente. Por último las radios universitarias y estatales debían tener un 60% de producción local y propia que incluya informativos locales y un 20% para difusión de contenidos educativos y culturales. En cuanto a la Tv abierta, el 60% debía ser de producción nacional. Ese 60% debía dividirse en dos mitades: 50% de producción propia que incluya informativos locales y el otro 50% de producción local independiente en ciudades con más de 1.500.000 habitantes.
La ley, avanzada en términos históricos, fue considerada por Frank La Rue (relator para la Libertad de Expresión de la ONU) como un modelo, "Argentina tiene una ley de avanzada. Es un modelo para todo el continente y para otras regiones del mundo. Para la libertad de expresión, el principio de diversidad de medios y de pluralismo de ideas es fundamental".
En 2016, y luego del cambio de gobierno, se intervino el AFSCA y el gobierno nacional emitió un decreto que disuelve el organismo y derogan la ley de medios. No sabemos cómo repercutirá la política del gobierno de Mauricio Macri en las experiencias de comunicación popular. Quizá haya un repliegue sobre sí mismo, volver a lo micro, a contarle al que sufre de su sufrimiento, a contarle al que está con grilletes de qué color y forma es su cadena. Debemos superar esa forma, ese mensaje y ser ambiciosos y osados. La comunicación popular es relatar un proyecto político, es que hable el que está encadenado sobre la libertad para que, en esa práctica, no pierda su horizonte de esperanza y es que hable (porque lo entiende) sobre la artificialidad de esas cadenas que no merece y que intenta romper para siempre.
En Latinoamérica las experiencias y prácticas de comunicación popular son numerosas y diversas. A continuación algunos ejemplos considerados de relevancia:
1947 – Colombia. Radio Sutatenza, fundada por el Padre Joaquín Salcedo como una radio educativa y evangelizadora, sin fines comerciales ni masivos respetando las identidades lingüísticas y culturales, las tradiciones y costumbres de los campesinos colombianos. El Padre, preocupado por la extensión del territorio que le toca abarcar, poblado por campesinos pobres y no alfabetizados, encara la primera propuesta reconocida de comunicación popular a través de la radio en el continente. Radio Sutatenza será un faro, un modelo para quienes encaren acciones donde la comunicación es una herramienta para que muchos olvidados aprendan a sumar, restar, leer y escribir. En 1990, Radio Sutatenza enfrentó problemas financieros y administrativos, por lo que fue clausurada y sus instalaciones fueron vendidas a la Cadena Caracol, principal red de medios y emisoras comerciales de Colombia.
1952/1953 – Bolivia. Radios Mineras, como "La Voz de los Mineros", sin fines comerciales ni propagandísticos, en lugar de ser producida y conducida por profesionales, son los propios mineros que asumen su derecho a la comunicación como trabajadores mineros y logran tomar la palabra y hacer escuchar su propia voz. Otro ejemplo es la radio Pio XII, experiencia en la cual los mineros toman una radio iniciada por sacerdotes misioneros y la transformarán en su herramienta la lucha sindical, en su propio canal de comunicación y de protesta. La radio Pio XII resistirá todo tipo de ataques para acallar las voces de los trabajadores, quienes aprenderán poco a poco a organizarse, a no bajar los brazos, y a valorar la comunicación en esa batalla.
Estas radios se caracterizaron por practicar la comunicación horizontal, participativa, dialógica y alternativa, además de constituirse en el eje de la convocatoria a las asambleas populares y a la lucha por la transformación social.
1959 – Cuba. Radio Rebelde, operó durante el proceso de la revolución cubana con la intención de sumar campesinos y trabajadores a la gesta libertaria liderada por Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara y el conjunto de los tripulantes del Granma, utilizando radiotransmisores itinerantes. Tuvo una finalidad política: un proyecto revolucionario y alternativo a la dictadura de Batista vigente en Cuba.
1958 – Argentina. Radios clandestinas y cursos de capacitación, utilizados para organizar la Resistencia Peronista.
1960 – Argentina. Cine Liberación y Cine de la Base, parte del movimiento vanguardista de la década que consiste en un tipo de cine militante que se caracteriza por sus fines políticos: tomar conciencia de la neocolonización, la búsqueda de la independencia cultural y la integración latinoamericana para el proceso de liberación. Estas producciones se exhiben por fuera del circuito de salas comerciales de la industria cinematográfica, de forma clandestina. Algunos de sus exponentes son: Gerardo Vallejo, Octavio Getino, Raymundo Gleyzer y Fernando Solanas.
1979 - Morazán, El Salvador. En el medio de la selva, el Comandante Gonzalo prende nuevamente el transmisor de Radio Venceremos y anima a los guerrilleros del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional a no bajar los brazos ante los bombardeos del Ejército. Además, nunca deja de lado la música campesina prohibida en las radios oficiales.

Se suman a estas experiencias el rol de la prensa popular brasilera durante la dictadura, el pronunciamiento de la iglesia católica latinoamericana en la conferencia episcopal realizada en Medellín en 1968, el pensamiento y práctica de la teología de la liberación y de las comunidades cristianas de base, de sacerdotes, pastores y laicos de diferentes iglesias que hicieron de la educación y la comunicación popular una dimensión indisociable de su compromiso evangélico. También las radios campesinas de Veracruz, la enseñanza popular a través del video en El Salvador, los proyectos de educación radiofónica a distancia de Asociación Latinoamericana de Radio (ALER) y las escuelas de formación popular en Mendoza. Se suman a estas experiencias el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) de Brasil, movilizados por lemas como: "Reforma agraria: ¡Por justicia social e Soberania Popular!" y la experiencia de Hugo Chávez en el marco de la Revolución Bolivariana.
En relación a un medio como la televisión (y la producción de contenidos audiovisuales) se han dado prácticas populares como Barricada Tv-Canal 5 de Almagro, una experiencia de televisión popular desarrollada desde las instalaciones de IMPA, la emblemática fábrica recuperada y autogestionada por sus trabajadores, situada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; Urbana Tv-Canal 5, que trasmite desde el barrio Carlos Mujica en la Villa 31 o La Olla Tv (ATE/CTA). En el mismo sentido, en el área de producción, Wayruro Comunicación Popular, desde hace más de 15 años y con sede en Jujuy, viene trabajando junto a los sectores populares del noroeste argentino en la producción, fomento y capacitación audiovisual. En Guatemala, el grupo de video Comunicarte grabó durante más de 10 años imágenes del movimiento popular, así como el descubrimiento de fosas comunes clandestinas donde fueron sepultadas miles de víctimas de la política represiva del ejército. Por último, la explosión de medios comunitarios en Venezuela muestra un nuevo momento en la disputa de los pueblos en el plano del sentido y la batalla cultural. Actualmente existen allí más de 50 televisoras comunitarias. Una de las más importantes es Catia TV, que tiene el provocador eslogan "No vea televisión, hágala"
En este sentido la televisión popular funciona como trinchera, ya que se constituyen como "fortalezas", espacios "arrebatados a la hegemonía" en el camino de comenzar a gestar la sociedad que se añora, pero siempre en el marco de una estrategia más general.
Las concepciones vinculadas a las prácticas de formación en el marco de la comunicación popular, tanto en la Argentina como en América Latina, han sido de lo más variadas, aunque reconocen una matriz teórica común en los planteos del pedagogo brasileño Paulo Freire, quien a partir de la década del sesenta reflexiona y aplica el modelo hoy conocido como "educación popular". En la mayoría de las escenas retratadas está presente el espíritu de problematización de la realidad que ubica al hecho educativo y comunicativo en un sendero de transformación social. Comunicar para cambiar, participar para encontrarse y trabajar colectivamente.

6 - FORMARNOS EN COMUNICACIÓN POPULAR
El programa de formación de dirigentes en gestión pública y social, Formarnos, surge atravesado por varias ideas que caracterizan su estilo. Es un programa de formación, inserto en una universidad nacional y que utiliza técnicas y modos provenientes de la educación popular. Esa diversidad y pluralidad de la cual se parte hacen del programa una experiencia sumamente enriquecedora para quienes participan.
Pensamos en diversas estrategias para llegar a cada comunidad, a cada barrio, a cada asociación y organización de nuestro país. El objetivo fue mostrar que Formarnos es la universidad en su barrio, o, mejor, su barrio en la universidad, que es un espacio de formación orientado a las problemáticas locales, comunales y que como dice Alfredo Zitarrosa "crece desde el pie".
¿Hacemos comunicación popular? Si retomamos las definiciones más consensuadas sobre comunicación popular, la respuesta sería que no: no formamos parte de sectores marginados, no pretendemos ser la voz de los sectores marginados, no utilizamos formas artesanales ni técnicas alternativas de comunicación, ni nuestro programa está dirigido a los sectores olvidados de la sociedad. Nos movemos por los mismos canales que utilizan los que manejan audiencias a millones y tenemos la misma retroalimentación que tiene cualquier medio.
Pero nosotros sí sentimos que hacemos comunicación popular. Lo sentimos porque a cada tipo de educación corresponde una determinada concepción y una determinada práctica de la comunicación. Lo sentimos porque nuestro horizonte es la descolonización y la emancipación de esa forma de país históricamente triunfadora, que vuelve una y otra vez y es bien recibida. No somos el pueblo hablándole al pueblo. Somos un proyecto de país que se articula con otras experiencias, grupos, organizaciones, instituciones y sujetos que buscan una vida justa, libre y solidaria. Y lo hacemos desde una estrategia comunicacional inclusiva, democrática y sumativa que genere relaciones de horizontalidad. Somos un proyecto que se articula en un horizonte de sentido hacia el cual cada proyecto local puede encaminarse en la constitución de un gran proyecto nacional de emancipación.

7 – A MODO DE NO-CONCLUSIÓN
Vuelve a cantar Charly García "una radio en mi cuarto me lo dice todo". ¿Es posible que una voz nos lo diga todo? ¿Es posible que esa única voz que resuena desde la radio diciéndolo todo sea comunicación popular?
Si entendemos que la comunicación popular es arborescente, que crece desde abajo, es decir, que crece y se capilariza como reclamo histórico de un sujeto popular que siempre ha sido oprimido y que lleva en su cuerpo y en su voz la marca de esa opresión. Si ese sujeto popular se ha organizado y, a través de relaciones democráticas de horizontalidad, reciprocidad e inclusión, articula mensajes cuyo contenido diferenciador se encuentra en la cristalización del conflicto devenido en proyecto político emancipador. Si ese mensaje emitido por la radio es parte de un proyecto estratégico en la disputa simbólica, en la construcción de un lenguaje distinto al utilizado por el discurso que siempre ha ganado. Si quien recibe ese mensaje es, al mismo tiempo, emisor y receptor de un dialogo comunicacional. Si ese mensaje re-produce formas simbólicas en pos de la descolonización de las relaciones sociales e impulsa a la acción, a la praxis transformadora. Podemos decir que ese mensaje de esa radio, aunque suene de forma masiva y desde una posición de poder, posee los componentes necesarios para autorreconocerse como comunicación popular.

8 –BIBLIOGRAFÍA
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