¿Complot? ¿Oportunismo? La sedición de Niká contra el poder de Justiniano I. (532)

June 24, 2017 | Autor: C. Zúñiga Polanco | Categoría: Byzantine Studies, Social History, Middle Ages, Historia Medieval, Bizancio
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Descripción

¿Complot? ¿Oportunismo? La sedición de Niká contra el poder de Justiniano I. (532) Carlos Zúñiga Polanco Resumen La sedición de Niká ha pasado a la historia como uno de los grandes desafíos que debió enfrentar Justiniano en los primeros años de su reinado. Introduciéndonos en pasaje que relata Procopio de Cesarea en Historia de las Guerras buscamos demostrar que paralelamente al desorden de las facciones del circo, se habían desarrollado posiciones opositoras en sectores del senado y de los terratenientes debido a las reformas que Justiniano inició desde que asumió el poder en el año 527. La sedición de Niká fue una revuelta de las facciones que se presentó como la oportunidad para derrocar al emperador y nombrar a otro que representara una amenaza menor para los opositores.

Abstract The Niká rising has come down in history as one of the major challenges that Justinian had to face in the first years of his reign. Through the passage reported by Procopius in his History of the Wars, we will attempt to demonstrate that parallel to the riots caused by the circus factions, opposing positions had developed among the senate and the landowners as a response to the reforms that Justinian had started since when he assumed power on the year 527. The Niká rising was a circus-factions riot that presented itself like an opportunity to overthrow the emperor and install another one in his place, which would be less threatening for the opposition.

Palabras clave: Justiniano, Sedición, Triboniano, Juan de Capadocia, Hipacio, Reformas, Senado, Terratenientes, Complot, Oportunismo, Ortodoxia, Monofisismo, Hipódromo, Facciones, Constantinopla.

I.

INTRODUCCIÓN

La investigación que se presentará a continuación tiene como objetivo investigar uno de los puntos cruciales del reinado de Justiniano I. El famoso acontecimiento del mes de enero del año 532, que pasó a la historia como “sedición de Niká”, provocó estragos dentro de la ciudad de Constantinopla por la acción de las facciones del Hipódromo. En la historia del Imperio de Oriente se produjeron distintas revueltas de facciones: el más cercano antecedente corresponde al año 512, cuando las facciones se levantaron contra el emperador Anastasio por motivos religiosos. Procopio de Cesarea en su Historia de las Guerras nos ofrece un relato sobre cómo se desencadenaron los hechos: cómo fueron apresados algunos miembros de las facciones por provocar disturbios, cómo las facciones solicitaron un indulto al emperador, el que fue negado; cómo los revoltosos arremetieron contra burócratas como Juan de Capadocia y Triboniano y por último el giro inesperado que tuvo la revuelta con el ataque al emperador, buscando derrocarlo y nombrando a un sustituto que gozara de la aprobación de los opositores –en este caso Hipacio, sobrino del anterior emperador Anastasio. El reinado de Justiniano I ha sido reconocido como el momento más glorioso de la historia temprana del Imperio Bizantino, ya que el emperador estaba empeñado en recuperar los antiguos territorios imperiales en torno al mediterráneo. La sedición de Niká, fue uno de los primeros desafíos que debió sortear el emperador para consolidar su poder frente a las facciones, al senado y a los terratenientes. Si analizamos la sedición desde un punto de vista estructural, vemos que en ella se entremezclaron distintos factores que, gatillados por un hecho puntual, hicieron estallar la violencia: fundamentalmente temas políticos, socioeconómicos y religiosos. En las siguientes páginas, buscaremos demostrar que la sedición de Niká, en cuanto a manifestación espontánea del descontento de las facciones, se presentó como la oportunidad perfecta para desarrollar un complot contra el emperador Justiniano I. Existía, en efecto, un componente aristocrático y senatorial que instrumentalizó esta sedición para fines propios. 2

Como decíamos anteriormente, es de suma importancia para nuestra investigación la utilización de un pasaje de Procopio que hace referencia a la revuelta. Reconocida es la labor de dicho autor, como la del más fiel representante de una tradición de escritura histórica1. Si bien su Historia de las guerras es una fuente oficial, nos permite dimensionar el impacto que tuvo la sedición en la ciudad y en la estabilidad política del imperio. Sin embargo, para comprender a cabalidad la revuelta hemos recurrido a dos fuentes más. En primer lugar, el Chronicon Paschale2; y en segundo lugar, la Crónica de Juan Malalas3. Estas dos fuentes tendrán carácter secundario, sólo con el fin de complementar el uso del Libro I de la “Guerra Persa” de Procopio.4 En época contemporánea, numerosos expertos han producido valiosas obras generales en el área de los estudios bizantinos.5 Nos hemos apoyado en su erudición para obtener un marco general de trabajo, y un sentido del contexto histórico de la sedición de Niká. Tanto Baynes como Bury y Malleros hacen hincapié en la continuidad y en la translación que tuvo el ejercicio del poder en el mediterráneo durante la época de la traslación de la sede imperial Roma a Constantinopla durante el siglo V. Según esta visión, el nombre de Justiniano debiera bien inscribirse junto al de los grandes emperadores de la Roma posclásica. Sin embargo, con respecto al tema central de esta investigación han surgido focos de investigación más específicos6 que serán considerados en las siguientes páginas. En Circus Factions: Blues and Greens at Rome and Byzantium, Alan Cameron propone que las 1

Francisco García Romero, en su edición de la Historia de las Guerras, señala que la obra “constituye un eslabón más de esa cadena formada por Heródoto, Tucídides, Polibio y, más tarde Amiano y Teofilacto Simocata…” [Procopio de Cesarea, Historia de las Guerras, Libro I y II: Guerra Persa, traducido, con introducción y notas de Francisco A. García Romero, Madrid, Gredos, 2000.] 2 Anónimo, Chronicon Paschale 284-628 AD, Traducido, con introducción y notas de Michael Whitby y Mary Whitby, Liverpool, Liverpool University Press, 1989. 3 John Malalas, The Chronicle, traducido por Elizabeth Jeffreys, Michael Jeffreys and Roger Scott, Melbourne, Australian Association for Byzantine Studies, 1986. 4 Contamos además con la Crónica del Conde Marcelino, quien trata a los hechos de Niká directamente como un “complot”. La hemos tenido en consideración, pero no haremos uso de ella en forma directa. 5 Entre ellos nos encontramos con obras como la de Norman Baynes, “El imperio bizantino” (Londres, 1925); Louis Brehier, “La Civilización Bizantina” (México, 1955); John Bagnell Bury, “The Later Roman Empire: From the dead o Theodosious to the dead of Justinian I” (New York-London, 1958) Georg Ostrogorski “Historia del Estado Bizantino” (Múnich, 1963). 6 Entre los artículos utilizados, J. B. Bury “The Niká Riot” (The Journal of Hellenic Studies, Vol. 17: 1897); y por otro lado Geoffrey Greatrex “The Niká Riot: A Reappraisal” (The Journal of Hellenic Studies, Vol. 117: 1997).

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facciones del circo, con el pasar de los siglos, se fueron transformando poco a poco desde modestos grupos de fanáticos de “clubes deportivos” hasta convertirse en partidos políticos. Por otro lado en The Age of Justinian: the Circunstances of Imperial Power, J. A. S. Evans nos ofrece información sobre los desafíos que debió enfrentar Justiniano tanto en política interior como en exterior, entre ellos guerras, sediciones, plagas y terremotos. Una aproximación al relato de Procopio sobre la sedición nos permitirá trabajar en detalle la hipótesis del oportunismo de los opositores. Importante es tener en consideración que La Guerra Persa es una fuente oficial al gobierno de Justiniano, por lo que debemos tener especial cuidado en cómo tomamos las palabras de Procopio. Hemos decidido abordar el tema de la sedición –con sus implicancias y aristas- en una estructura concreta que dividiremos en cuatro secciones. En primer lugar, el sitio donde se desencadenaron los problemas: Constantinopla. Parte de nuestro trabajo estará destinado a la descripción de la ciudad y sus problemas. En segundo lugar, el Hipódromo y las facciones, teniendo en consideración cómo el rol de estas últimas evolucionó con el pasar del tiempo. En tercer lugar, la figura de Justiniano en conjunto con sus reformas. Por último, nos centraremos en los eventos de la sedición misma. Este acontecimiento no puede entenderse sin el resentimiento de la población contra el emperador y al aparato estatal, sobre todo con el giro que tuvo en su octavo día según la fuente. Aunque en un principio no creíamos necesario hacer mención del problema religioso que se vivía en el imperio desde el 451 con el Concilio de Calcedonia, hemos concluido que es imposible obviarlo completamente por la relevancia que tuvo el componente religioso en la política general de Justiniano. Creemos que el descontento contra la política religiosa fue factor de relevancia para el desarrollo de la sedición y el complot cuyo análisis proponemos.

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II.

CONSTANTINOPLA Y SUS PROBLEMAS

Geoffrey Greatrex señala que “Constantinopla, como otras de las mayores ciudades del imperio oriental en el temprano siglo VI, era un lugar violento”7. Pero cabe preguntarse, en todo caso, ¿cómo podemos caracterizar dicha violencia? 1. Constantinopla, la nueva capital La caída del imperio romano de occidente coincidió con una traslación del centro de poder en el mediterráneo, y de alguna forma la acentuó. Constantinopla, fundada en el siglo IV, era la ciudad que poseería la hegemonía en el período que nos ocupa. Bien dice L. Brehier que “en una época en que la vida urbana casi había desaparecido en Occidente, en la que los habitantes de la antigua Roma se atrincheraban en las viejas ruinas convirtiéndolas en fortalezas, Constantinopla era la única ciudad cristiana que merecía el nombre de capital, y la única también cuya población defendida por amurallamientos que fueron mucho tiempo inexpugnables, pudo crear una civilización original cuya influencia se extendió no sólo por todo el mundo bizantino si no más allá de sus fronteras”8.

En este sentido, es preciso señalar que Constantinopla en poco tiempo se transformaría en una metrópoli capaz de albergar una población superior a lo normal en aquellos tiempos, ya que ofrecía en teoría bienestar y acceso a la cultura, comparado con lo que era vivir en las provincias. El nuevo centro del mar Mediterráneo era la nueva capital del Cristianismo y de la economía. Pero, a diferencia de la caída Roma, ésta era una ciudad griega, con los problemas de una ciudad oriental. Uno de estos problemas era el tamaño de la población de la ciudad9, que dificultaba el abastecimiento y aumentaba la delincuencia, entre otros

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Geoffrey Greatrex, “The Niká Riot: A Reappraisal”, The Journal of Hellenic Studies, Volúmen 117, Cambridge, 1997, p. 60-86. 8 Louis Brehier, El Mundo Bizantino: La Civilización Bizantina, México, Unión Tipográfica Editorial Hipano Americana, 1955, p. 54 9 Louis Brehier y Brian Croke concuerdan en que aproximadamente el número de habitantes de Constantinopla en el siglo V y VI era de 500.000. Se hace difícil establecerlo con exactitud, ya que no hay fuentes que hagan catastro demográfico. [Brian Croke, Justinian’s Constantinople, en Michael Maas, The Cambridge Companion to the Age of Justinian, New York, Cambridge University Press, 2005, p. 67]; [Brehier, Louis, Op. Cit, p. 57].

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predicamentos, que no fueron respondidos adecuadamente por las autoridades civiles (en este caso, el Prefecto de la Ciudad). La ubicación geográfica de Constantinopla tiene relevancia debido a su posición de encrucijada comercial y política en el límite entre Europa y Asia. Dicha posición conectaba vastas porciones del territorio, y comunicaba con otras urbes de Oriente como Alejandría y Antioquía. Esto conllevó que miles de personas de distintos orígenes se instalaran en la capital, aumentando la presión sobre una única autoridad política. Norman Baynes establece que “…el populacho de la ciudad ponía de manifiesto un desprecio increíble por la vida humana, mientras que al emplear un sistema de castigo que se basaba principalmente en la mutilación –cortar una mano, agujerear la nariz o cegar los ojos- el gobierno fracasó a su vez en sus afanes de ejemplarizar.”10

Hemos de entender que esta alta concentración de población provocaba los problemas que se pueden dar en una ciudad populosa. Miembros de todos los estamentos sociales se verían enfrentados entre sí, y el resentimiento de los sectores carentes de comodidades y privilegios los llevaría a envalentonarse contra una autoridad que no daría abasto. Fue siempre un desafío para las magistraturas de la ciudad el abastecer de suficiente agua y comida a todos los habitantes que vivían dentro de los muros. Brian Croke señala que “Constantinopla fue una ciudad de consumidores”11, en la cual la carencia de cualquier servicio básico provocaría desórdenes. Alan Cameron señala que dentro de las razones para una revuelta popular o de facciones hay que considerar aquellas de índole económico, entre ellas la cosecha de trigo y el acceso al pan12. 2. Espacios urbanos La esencia de la ciudad imperial la constituían sus espacios públicos. Importantes eran sus muros, construidos y re-fortificados para resistir las sucesivas invasiones. Sin embargo,

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Norman Baynes, El Imperio Bizantino, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 21 Croke, Op. Cit., p. 68 12 Alan Cameron, Circus Factions: Blues and Greens at Rome and Byzantium, New York, Oxford Claredon Press, 1976, p. 271] 11

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para Baynes había tres lugares simbólicos dentro de la urbe, los que eran considerados como los “centros de la vida de Constantinopla: el palacio, el hipódromo y la catedral”13. El Hipódromo era para la población el lugar de expresión de su voluntad, cuya expresión conducía muchas veces a desordenes y violencia. Procopio relata en forma dramática lo que solía ocurrir en una revuelta. Respecto del descontento de ciertos sectores de la población, la fuente nos relata uno de los acontecimientos iniciales de la sedición de Niká, que podríamos considerar como la causa inmediata de la reacción de la plebe, en la que “…la autoridad pública constituida en Bizancio apresó a algunos sediciosos y los condenó a muerte. Pero los de una y otra parcialidad [Verdes y Azules], tras concertarse y pactar una tregua entre ellos, se apoderan de los encarcelados y, entrando de inmediato a la cárcel, liberan a todos los reclusos arrestados por sedición o por cualquier otra fechoría.”

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Dentro de la ciudad se fueron desarrollando movimientos unidos en torno al deporte que evolucionaron hasta formar un movimiento politizado, consciente de las carencias de la ciudad. Ciertamente hay un componente de violencia irracional, pero en el fondo podemos percibir en el movimiento una cierta conciencia de los problemas que la población padecía. Es indudable que, durante el periodo de Justiniano, la ciudad de Constantinopla reunía las condiciones precisas para que una revuelta se desarrollara, independiente de las razones que la pudieran haber gatillado. El descontento popular era parte del día a día, al cual se podrían sumar otros factores, ya sean políticos o religiosos.

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Además de nombrar estos tres lugares simbólicos de la ciudad, el autor cita a Rambaud, diciendo: “Si Santa Sofía pertenecía a Dios y el palacio al emperador, el hipódromo era la posesión del pueblo”. [Baynes, Op. Cit., p. 24] 14 Procopio, Op. Cit., p. 142

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II.

EL HIPODROMO Y LAS FACCIONES

1. El Hipódromo En Constantinopla las carreras de carros o cuadrigas eran una pasión que compartía la gran mayoría de la población15, por lo que este espacio reunía a la totalidad de los componentes de la sociedad. Con el pasar del tiempo este espacio de deporte, donde usualmente se tendía a divinizar a los “aurigas”16 por sus victorias, se fue convirtiendo en un lugar de expresión popular por parte de la plebe y las facciones. Uspenski señala que “en esta época (el periodo de Justiniano) el único lugar donde el pueblo expresaba su opinión libremente hasta el punto de dictar órdenes al emperador, era el Hipódromo, definido por el mismo autor como asilo de las últimas libertades populares”17. En esto mismo concuerda Norman Baynes, quien señala que “El hipódromo es algo más que una pista de carreras: es una asamblea, un sustituto de los desaparecidos comicios, el último asilo de las libertades del populus romanus. En él olvidando la rivalidad de los ‘colores’, el pueblo puede pedirle cuentas al emperador o exigir la dimisión de un ministro odioso”18

El aumento del poder del emperador con mandato divino actuó en desmedro de los otros organismos como el Senado. Naturalmente las atribuciones senatoriales fueron en descenso y los espacios que antiguamente eran de debate y de expresión a las políticas imperiales fueron prácticamente suprimidos. El hipódromo se convirtió en el lugar y la instancia donde miles de personas podían enfrentarse con el emperador. Se podría considerar al Hipódromo como un lugar donde existía una dualidad entre deporte y política, donde el fanatismo deportivo se mezclaba con el descontento social.

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“Louis Brehier declara que los habitantes de la ciudad, cualquiera que fuese su clase social se apasionaban por el triunfo de los aurigas que llevaban su color favorito. [Brehier, Op. Cit., Pág. 65] 16 Conocido es el trabajo que realizó Alan Cameron sobre Porfirio el Auriga, “Porfhyrius the Charioteer” centrado en la figura de un héroe de las carreras de cuadrigas en el Hipódromo. (Oxford, 1973) 17 Fotios Malleros K., El Imperio Bizantino 395-1204, Santiago-Chile, Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos, 1987, p. 92 18 Baynes, Op. Cit., p. 26

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2. Las Facciones del Hipódromo La Guerra Persa incluye el relato de la sedición de Niká, y en él se la describe diciendo: “en aquél tiempo se produjo de forma inesperada una sedición popular”19. A continuación nos ocupará el análisis de las motivaciones detrás de esta caracterización. Podría pensarse que las sediciones por defecto implican una fuerte movilización de la plebe y de los estamentos más bajos dentro de una sociedad, pero eso no es del todo cierto. Teniendo en cuenta que las facciones del circo eran organizaciones que reunían una membrecía amplia y diversa, el uso del concepto por parte del narrador resultaría demasiado limitante. Procopio no hace distinciones ni tampoco se esmera en definir quiénes son y de dónde provienen los sediciosos. Alan Cameron señala que la composición social de las facciones era variada, desde las clases más altas hasta los sectores de condiciones más precarias20. Procopio ofrece una descripción de la composición de las ciudades en general, señalando que “la población de cada ciudad, desde muy antiguo, estaba dividida entre azules y verdes, pero no hace ya mucho tiempo que, por estos colores y por las gradas en que están sentados para contemplar el espectáculo, gastan su dinero, exponen sus cuerpos a los más amargos tormentos y no renuncian a morir de la muerte más vergonzosa” 21

Hay un aspecto relevante con respecto a los colores de las facciones, y es que no sólo eran dos, sino cuatro: los verdes, rojos, azules y blancos22. Sin embargo, como dice Procopio, la ciudad estaba en efecto dividida entre Verdes y Azules (las facciones mayoritarias); pero nuestro autor no señala que la división sea geográfica o corresponda a diferencias religiosas. Por el contrario, Procopio elige una diferenciación mucho más sencilla: la ubicación de las facciones en las gradas del Hipódromo. Esto no quita que

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Procopio, Op. Cit., p. 139 Cameron, Op. Cit., pp. 74-104. 21 Procopio, Op. Cit., p. 139. 22 Para ser más precisos, tanto Cameron, Baynes, Vasiliev, Evans y Malleros, destacan la existencia de dos facciones más, aparte de las mencionadas: los Blancos y los Rojos. Cameron en su trabajo sobre las facciones señala que “en la visión tradicional cuando las asociaciones deportivas se tornaron hacia partidos políticos, cuatro divisiones era mucho. Las tensiones sociales, económicas, políticas y religiosas, naturalmente tendían a dividir al pueblo en dos campos, no cuatro. La preeminencia de los azules y verdes refleja esa polaridad”. [Cameron, Op. Cit., p. 53] 20

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muchos autores hayan intentado distinguir una lógica más articulada, con más trasfondo: lo hicieron, entre otros, Fotios Malleros23 y Alexander Vasiliev,24 señalando que verdes y azules, además de diferencias en las gradas, eran defensores del monofisismo y la ortodoxia respectivamente. Alan Cameron rechaza esta idea sobre la religión en las facciones, y en cambio sugiere que los motivos religiosos no jugaron parte en la rivalidad25. No obstante, Cameron afirma que, más allá de cualquier causa externa de naturaleza política o religiosa, una de las motivaciones básicas de las revueltas de las facciones es sencillamente su

condición de “barras bravas”, y el fenómeno del “hooliganismo”.

Procopio parece apuntar en esta dirección al decir “…aun cuando superan a los enemigos en la pelea, lo que les espera es que los lleven de inmediato a la cárcel y al final los hagan perecer torturados de la peor manera. Lo cierto es que el odio que les brota hacia personas muy próxima no tiene justificación, y permanece irreductible durante toda su vida, sin ceder ni siquiera ante vínculos de matrimonio, ni de parentesco, ni de amistad, aunque sean hermanos o algo semejante los que defienden colores distintos”.26

El fanatismo por las facciones era tal que muchos de sus miembros olvidaban sus maneras cívicas, actuando de forma violenta e irracional. El poder imperial no tenía más que actuar coactivamente para sancionar actos de “matonaje”. Procopio ve en dichos estallidos de vandalismo y furor popular la expresión de una “enfermedad del alma”27. Los acontecimientos de la sedición de Niká sin duda deben considerarse, al menos en parte, según esta perspectiva. Por lo menos así es como Procopio parece considerarlos. A nuestra manera de ver Procopio por sí sólo no da una visión suficientemente acabada de los hechos que nos permita examinar cabalmente las causas del levantamiento, pero sí nos ayuda a interpretar el actuar del grupo preponderante en la sedición de Niká. En las páginas siguientes, en cambio, buscaremos explicar cómo este levantamiento de las facciones, este “movimiento popular”, llegó a amenazar al mismísimo Emperador.

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Malleros, Op. Cit., 92. Alexander Vasiliev, Historia del Imperio Bizantino Tomo I, Reedición electrónica de la traducción al español, España, Editorial Iberia, 1945, p. 90. 25 Cameron, Op. Cit., p. 127 26 Procopio, Op. Cit., p. 140-141 27 Ibid., p. 142 24

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III.

JUSTINIANO Y SU PODER

Justiniano llegó a la ciudad capital por patrocinio de su tío Justino, que era miembro de la guardia de palacio del emperador Anastasio; desde esa posición, escaló hasta ser coronado emperador en el año 527. Si bien es una figura que provoca debates intelectuales sobre sus reales dotes y objetivos, es cierto que durante sus casi cuarenta años de gobierno fue el artífice de un proyecto de reconstrucción imperial, logrando enfrentar a los persas, vencer a los vándalos en el Norte de África y reconquistar Italia en manos de los Godos. Esta es la labor más conocida de su periodo, pero hay otros ejemplos que bien reflejan el anhelo de poder de Justiniano: sus reformas al derecho, la centralización de las atribuciones y también su postura frente al monofisismo. 1. Justiniano y sus reformas Si bien Procopio en su relato sobre la sedición no da detalles sobre las políticas de Justiniano que habrían provocado el descontento de la población, sí podemos inferir que existía un cierto descontento frente a ellas, y posiblemente una oposición articulada28. Michael Maas señala que el emperador, al ser coronado, emprendió de inmediato una campaña para poder reordenar y controlar el imperio de forma absoluta. Según el autor, el impulso inicial de Justiniano fue imponer orden al imperio que “él creía falto de unidad y dirección firme. Su herramienta sería la ley romana legitimada por Dios”29. Para comprender el ímpetu inicial de Justiniano, debemos entender que la situación antes de su llegada estaba más bien descontrolada y que el poderío del aparato estatal no estaba consolidado en todo el imperio. Diehl señala que “Su interés por todos los asuntos públicos lo llevó a concentrar en sus manos la suma de la autoridad y a convertirse, como los grandes césares romanos, en “la ley viviente”, la encarnación más plena del poder absoluto”30

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Vasiliev habla de oposición terrateniente y Evans por otro lado habla de oposición senatorial. Maas, Op. Cit., p. 6 30 Malleros, Op. Cit., p. 123 29

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Justiniano al llegar al trono quiso llevar a cabo un giro en las políticas imperiales, considerando que su posición de “ley viviente”31, legitimada por Dios, lo proveía de la fuerza necesaria para desarrollar estas políticas. Era esperable que éstas suscitaran opositores en el estamento senatorial y los terratenientes. En el senado, ciertos puntos de las políticas reformistas y centralizadoras del emperador Justiniano no eran bien vistas por los antiguos miembros del poder público. Esta centralización al estilo de la monarquía oriental reprimía ciertas atribuciones tradicionales del senado32. El que su figura y sus mandatos, fueran amparados en Dios y la Iglesia implicaba que fuera difícil poner en duda su posición y sus decisiones. Evans señala que Justiniano “llegó al trono en el 527 con una clara idea no solo de lo que quería hacer, sino que también de dónde encontrar personas capaces y disponibles de ayudarle”33. Nombres como Juan de Capadocia, Triboniano y Belisario se relacionan con las reformas del emperador, y por lo tanto con la posterior sedición. Belisario, a raíz de sus victorias militares, fue ovacionado por la población de la ciudad imperial. En cambio, Triboniano y Juan de Capadocia recibieron el repudio de los poderosos en cuanto representantes de la burocracia estatal. La aplicación de impuestos como forma de mantener control a la población tanto de la ciudad como de las provincias fue un atentado a la independencia de los grandes terratenientes. Vasiliev señala que estos propietarios “hasta antes de la llegada de Justiniano al trono administraban sus dominios sin cuidarse para nada del poder central”34.

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Dvornick señala que “La noción de la ley viviente nacida del antiguo monarquismo oriental, alimentada por los retóricos y filósofos griegos en la edad helenística, largamente resistida por los sobrevivientes de republicanismo romano, era finalmente adoptada por la Nueva Roma, Constantinopla, y sancionada por la Iglesia. Su preservación en el Código de Justiniano la destinó a jugar su parte en Bizancio, en la evolución del Papado medieval, y en la nueva era del pensamiento político del Renacimiento Occidental” [Ibid., p. 123] 32 Al respecto Norman Baynes señala que “En el siglo II había visto la expansión de la influencia oriental en el mundo romano, y la concepción persa de la monarquía como un don de Dios se mezcló a la teoría romana del imperium del magistrado. El emperador se convirtió en un ser inaccesible, sacrosanto” [Baynes, Op. Cit, p. 52] 33 Evans, Op. Cit., 193 34 Vasiliev, Op. Cit., p. 90-91

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IV.

ESTALLA LA SEDICIÓN DE NIKÁ

1. La sedición en marcha Teniendo en consideración el problema de las reformas de Justiniano y de cómo estas fueron recibidas por la población del imperio, quisiéramos adentrarnos en el acontecimiento en sí mismo. Si analizamos la sedición como un hecho puntual sabremos distinguir cual fue su causa inmediata y cuáles fueron sus causas mediatas. En ella se mezclan los mencionados aspectos políticos, las reformas, las diferencias religiosas y la dinámica hooligan de las facciones del circo. Con respecto a la actitud que tuvo Justiniano frente a la plebe, específicamente a las facciones del circo, es útil reproducir un fragmento de la Crónica de Juan Malalas en la que Justiniano “Despachó prescripciones sagradas a todas las ciudades para que así los revoltosos o asesinos, sin importar a qué facción ellos pertenecieran, fueran castigados; así en el futuro nadie se atrevería a causar cualquier tipo de desorden, desde ese momento Justiniano atacó e infundió temor en todas las provincias”35

Los emperadores no se mantenían ajenos al espectáculo del circo y las facciones. Por ejemplo, el emperador Anastasio era un fiel seguidor de los “rojos”, y Justiniano siempre se había inclinado en favor de los “azules”36. Era normal además que cada emperador actuara a favor de la facción a la cual pertenecía, librándola de toda responsabilidad en actos vandálicos a través de indultos37. La llegada al poder de Justiniano significó giro a una posición más imparcial: los castigos se llevarían a cabo “sin importar a qué facción ellos [los inculpados] pertenecieran”, lo que provocó desconcierto y rencor hacia el emperador.

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Malalas, Crónica, Op. Cit., p. 242. El anónimo Chronicon Paschale señala algo similar [Chronicon Paschale Op. Cit., p. 108.] 36 Geoffrey Greatrex señala que “Justiniano jugó un rol considerable en la intensificación de las rivalidades (entre verdes y azules) dando su apoyo masivo a los azules en este periodo (antes de asumir el trono)” [Greatrex, Op. Cit., p. 63] 37 “Emperadores en el temprano periodo bizantino parecen haber favorecido a un color o a otro” [Cameron, Op. Cit., p. 101]

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El deseo de control Justiniano no solo estaba abocado a la administración del imperio, sino que también a la represión de los sectores más revoltosos de la población. Existía además un problema de probidad de las autoridades. Procopio menciona este aspecto cuando realiza la descripción de Juan de Capadocia y Triboniano. El relato de la sedición de Niká según nuestra fuente, reserva un espacio considerable para los perfiles de estos personajes, y el mismo autor les atribuye gran parte de la culpabilidad de los acontecimientos. “Por entonces, era prefecto del pretorio Juan de Capadocia; Triboniano, por su parte, de origen panfilio, era consejero del emperador (cuestor lo llaman los romanos). El primer de ellos, Juan, estaba ayuno de estudios liberales y de cultura […] por sus facultades naturales había llegado a ser el más poderoso de todos los que nosotros hemos conocido. Y es que era también el más capacitado para decidir lo que se debía y para encontrar solución a los problemas. Así se había convertido en el más perverso de todos los hombres y aprovechaba para ello sus dotes naturales; y ni la palabra de Dios ni un cierto respeto a los seres humanos le llegaban al alma: aniquilar las vidas de muchos hombres y destruir ciudades enteras, ésa era su preocupación...” 38

Si en un principio describimos a un Justiniano radicalmente reformador y autoritario, se comprende que haya existido un descontento. Pero se advierte en esto una arista nueva: el mismo problema y el mismo malestar frente al emperador se relaciona a otras figuras de autoridad. No solo el emperador estaba al centro de todas las críticas, sino que también sus funcionarios. Juan de Capadocia es presentado como responsable, debido a que representaba en la praxis las reformas imperiales. Las exigencias del fisco y los conflictos surgidos por los constantes mandatos en favor de orden público en las ciudades, provocaron que Juan fuera criticado, cosa que se ve empeorada, según el relato del mismo Procopio, por ser un hombre marcado por defectos desconcertantes para la población de aquella época, y sobre todo en su condición de funcionario imperial Triboniano, el otro representante del emperador en las ciudades, es descrito por como un hombre que “Aprovechaba también sus dotes naturales y su nivel cultural no era inferior al de ninguno de sus contemporáneos; pero por sus inclinaciones endiabladamente codiciosas era capaz de vender

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Procopio, Op. Cit., p. 143

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siempre la justicia por su lucro personal: en lo tocante a las leyes de cada día, desde muy atrás, se dedicaba a abolir unas y proponer otras, cobrando estos servicios a los solicitantes según la petición de cada cual”39

Estando en presencia de dos miembros de la burocracia que por un lado manejaban los impuestos y por otro los temas judiciales, y que al mismo tiempo son descritos de tal manera, era previsible que de la población de la ciudad surgiera un sentimiento de repudio en su contra. A partir de esto, Procopio continua y señala que “mientras el pueblo estaba enzarzado en sus mutuas rencillas por los colores de las facciones, no se tomaban cuentas de los delitos que estos dos cometían contra el Estado. Pero una vez que aquellas [Facciones] se concertaron, como quedó dicho y que se produjo la sedición ya las claras iban renegando de ellos, por toda la ciudad y la recorrían buscándolos con la intención de matarlos” 40

Los sediciosos iniciaron su movilización en el Hipódromo, en torno a la petición de indulto en favor de varios sediciosos condenados a muerte. La negativa de Justiniano desencadena la violencia, que se dirige inmediatamente en contra de las figuras odiadas de Juan y Triboniano. Irónicamente, Procopio los indica como responsables de la revuelta, en tanto acreedores del odio popular.41 Justiniano, al dar por entendido que la causa exclusiva de la revuelta era el actuar de sus dos burócratas, los depuso con rapidez. Tanto la Historia de las Guerras como la Crónica de Juan Malala y el Chronicon Paschale coinciden en que la dimisión de estos actores políticos y administrativos desarmaría y calmaría las pasiones de la población. El problema fue que el fervor de las facciones unidas no se apaciguó con estas destituciones. 2. La revuelta y el complot ¿Qué razón motivaría a las facciones a continuar con la contienda sí ya habían sido destituidos los supuestos provocadores del descontento? La clave para poder comprender la prolongación de los disturbios por parte de las facciones la insinúa Procopio, quien por 39

Idem. Procopio, Op. Cit., p. 144 41 Ver nota 13. Procopio hace mención a la forma en que las facciones se aliaron en pos de un fin común. Por otro lado Juan Malalas lo señala de la siguiente forma: “Mientras se llevaban a cabo las carreras de aurigas el 13 de Enero, ambas facciones comenzaron a llamar al emperador para que mostrara piedad. Ellos continuaron cantando hasta la vigésimo segunda carrera donde no obtuvieron respuesta alguna (…) Después de las carreras las facciones salieron unidas dándose para ellas mismas la palabra contraseña Nika para que no se infiltraran soldados o excubitores” [Malalas, Op. Cit., p. 276] 40

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primera vez señala a dos nuevas figuras que fueron relevantes dentro de la sedición, y gracias a las cuales podemos atrevernos a proponer nuestra hipótesis: “Y en el quinto día de dicha sedición, hacia la caída de la tarde, el emperador Justiniano instó a Hipacio y Pompeyo, sobrinos de Anastasio el que había regido el imperio con anterioridad, a que se fueran cuanto antes a casa, ya por sospechar que se traían entre manos alguna maquinación contra su propia persona, ya porque el destino los llevaba en esa dirección. Pero ellos temiendo que el pueblo los forzara como en efecto ocurrió, a asumir el imperio, le dijeron que cometerían una injusticia si abandonaban a su emperador en medio de un peligro tan grande. Al oírlo, el emperador Justiniano dio en recelar todavía más y les ordenó que se marcharan en el acto. De modo que los dos se retiraron a sus casas y durante la noche permanecieron allí tranquilos” 42

Estos dos personajes provocaban temor en Justiniano debido a su nexo hereditario con el difunto emperador Anastasio. Hipacio, según la Crónica de Malalas, había sido elegido por Justiniano como magister militum para proteger provincias orientales de incursiones sarracenas43, por lo que demostraba aptitudes de mando. Más aún, a pesar de no haber accedido al trono, se mantuvo fiel a la nueva dinastía. Procopio escribe que Justino I tomó el poder del imperio luego de la muerte de Anastasio: “al morir poco después Anastasio, Justino asumió el imperio, una vez excluidos de él todos los parientes de Anastasio, aun siendo como eran mucho y muy ilustres44”. Ahora bien, el objetivo de la revuelta de las facciones había mutado no solo a derrocar a los burócratas como había sido y buscar la liberación de sediciosos, sino que se había decidido a apuntar más alto: contra el mismo Justiniano45. Pero, ¿eran las facciones o la plebe los que querían derrocar al emperador? Sugerimos que el complot habría sido llevado a cabo por la oposición aristocrática y terrateniente. Como señala Evans, quizás el problema de fondo era que

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Procopio, Op. Cit., p. 145 Malalas, Op. Cit., p. 243 44 Procopio, Op. Cit., p. 70 45 “La ceremonia [De coronación de Justiniano] no tuvo lugar en el hipódromo sino que dentro del palacio en el ‘Triclinium’ mientras el senado, altos oficiales, los guardias y el ejército estaban reunidos afuera. Justiniano recibió la diadema del Patriarca. Cuando Justino murió, Justiniano tenía asegurada la sucesión, aunque no completamente incontestable.” [J. A. S. Evans, Op. Cit., p. 62]. Lo ceremonia de coronación como coemperador de Justiniano, no se desarrolló como era usual. 43

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“El viejo estamento estaba preocupado de los cambios que estaba llevando a cabo el emperador y de la forma en que lo hacía, (…) los senadores miraban con nostalgia el reinado de Anastasio, el viejo emperador que trató con cuidado el problema entre monofisitas y calcedonios”46

Siendo esto último uno de los problemas por los cuales el emperador había sido resistido por la población. La oposición senatorial se hace patente en Procopio con un discurso del senador Orígenes, el cual invita a los senadores a actuar con serenidad en esos momentos de convulsión “Se reunieron entonces todos los senadores que coincidía que no se habían quedado en la residencia imperial y muchas de las opiniones expresadas apuntaban a que debían dirigirse al palacio a expugnarlo (…) Pero entonces los otros [senadores] a la manera como suele comportarse la muchedumbre, le replicaban con más vehemencia y opinaban que aquélla era la ocasión propicia…” 47

La expresión “ocasión propicia” parece indicar que la sedición abría una oportunidad para que las fuerzas opositoras concretaran lo que tanto anhelaban: destituir a Justiniano. El descontento y las formas de explicitarlo se entienden en la medida en que tomamos conocimiento del proyecto de la nueva dinastía: una política totalizante y estricta en todos los ámbitos del gobierno.

46 47

Ibid., p. 125 Procopio, Op. Cit., p. 145-146

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CONCLUSIONES

La Sedición de Niká finalizó con una movilización en conjunto de tropas leales a Justiniano dirigidas por Belisario, Narses y Mundo, gracias a la valentía y determinación de la emperatriz Teodora en el palacio imperial. Procopio señala que murieron aproximadamente treinta mil personas48 dentro del circo, además de la ejecución de Hipacio. Pero el punto a tratar no es cómo acabó la revuelta, sino que cómo las tres dimensiones (Hipódromo, facciones y reformas imperiales) en la estructura de esta investigación se conjugaron para crear un escenario propicio para la sedición. Las facciones del circo eran guardianas del último reducto de la expresión popular ante el emperador, y lo sabían muy bien. Las exigencias expuestas y los desórdenes que se originaron ahí testimonian la manifestación de este poder popular. En éste caso, Baynes señala un elemento determinante a la hora de poder comprender la forma de acción de las facciones y la plebe en el Hipódromo: el derecho legal a la revolución49, según el que era posible, mediante la revuelta, poder destituir al emperador. Sabiendo que el objetivo inicial de los faccionarios era eliminar a los burócratas, no podríamos establecer con seguridad si manejaban esta idea de poder derrocar al emperador, pero sí que la conocían los opositores aristócratas y senatoriales. La sedición de Niká se desencadenó como una reacción popular de las facciones en contra del apresamiento y condena de muerte a varios de sus miembros y la negación de un indulto imperial desató desorden de forma inmediata. De ahí aflora todo el resentimiento de las facciones hacia las figuras del poder. ¿Fue realmente la sedición un complot organizado por parte de la oposición de poder y prestigio aristocrático-senatorial? En nuestra opinión, dicha tesis no se sostiene por sí sola. Sin embargo reconocemos que detrás de las facciones se movían actores de gran poder económico y político, aunque estos no tuvieron influencia hasta bien desarrollada la revuelta. Es más, Procopio indica que mientras la revuelta fue captando más apoyo, estos

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Procopio, Op. Cit., p. 150 “Podía Dios retirar ahora su apoyo a un gobernante. Así pues, la revolución misma es legitimada y se convierte en parte de la práctica constitucional. ‘El gobierno romano –dice Mommsen- era una autocracia moderada por el derecho legal a la revolución’” [Baynes, Op. Cit., p. 55] 49

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opositores que realmente buscaban detener el progresivo autoritarismo de Justiniano vieron una oportunidad para concretar sus objetivos. Podemos demostrarlo con lo que ocurrió luego de la caída de Juan de Capadocia y Triboniano, donde al contrario de lo que pensaba Justiniano, la sedición ganó mucho más en determinación, buscando resquicios que permitieran terminar con su reinado. Hipacio es una figura enigmática en la revuelta: el “usurpador” que, aparentemente contra su voluntad, fue aclamado emperador por la plebe de la ciudad y las facciones. A nuestro parecer, un títere en manos de los gestores del golpe. Procopio destaca los problemas corrientes de las facciones en el circo, intentando tal vez dar sustento a lo que él quiere demostrar: que la rebelión de Niká se puede explicar a través de la violencia irracional de los alborotadores y el descontento contra funcionarios ímprobos. Si bien omite cualquier responsabilidad de Justiniano en los hechos, reconoce la culpabilidad de sus burócratas. Al mismo tiempo, resulta interesante que el autor deseara establecer la inocencia de Hipacio, llegando incluso a proponer implícitamente que el heredero de Anastasio fue una víctima más del actuar de las facciones.

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Bibliografía Fuentes: Anónimo, Chronicon Paschale 284-628 AD, traducido con una introducción y notas por M. Whitby y M. Whitby, Liverpool, 1989, Liverpool University Press John Malalas, The Chronicles of John Malalas, una traducción de E. Jeffreys, M. Jeffreys y R. Scott, Melbourne, National Library of Australia, 1986.

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