COMPLEJO REGIONAL (CRS) Y COMUNIDAD DE SEGURIDAD (CS): algunas consideraciones teóricas

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Descripción

complejo regional de seguridad (crs) y comunidad de seguridad (cs): algunas consideraciones teóricas Florent Frasson-Quenoz y Rafael Enrique Piñeros Ayala El fin de la Guerra Fría y la necesidad de encontrar nuevos modelos que permitan explicar, de manera más acertada, la realidad internacional abren espacio para que nuevas metodologías de estudio abarquen diversos temas como el narcotráfico, el terrorismo, la trata de personas, así como la seguridad. En este sentido, existe un interés particular por alejarse de la tradicional dicotomía entre Este y Oeste, en la que las amenazas a la seguridad son producto del comportamiento de Estados revisionistas que atentan contra el statu quo, y en la que la confrontación ideológica se encuentra en la base de las amenazas a la estabilidad internacional1. Precisamente, se busca desmantelar los supuestos bajo los cuales solo las amenazas militares y de maximización de poder causan preocupación a los Estados. Asimismo, surge un renovado interés por analizar situaciones que las dinámicas de la situación descrita no permitían observar o, simplemente, no recibían la importancia requerida; sobre el particular, la desintegración de los Estados, los conflictos internos, la proliferación de armas de destrucción

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Sobre el particular ver Randall Schweller (2001, pp. 161-186).

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masiva empiezan a recibir una inusitada atención de la que antes no gozaban (Albright, 2003, pp. 318-321). Es decir, se hizo evidente que los modelos o las metodologías de estudio aplicados para un período particular de la historia tal vez no serían de mayor utilidad, si se tiene en cuenta que nuevas amenazas a la seguridad imponen a los actores del sistema internacional la necesidad de reacción aplicando diferentes variables de análisis y, por tanto, de respuesta. En este sentido, para Buzan, los sucesos que iniciaron en 1989 y que se sucedieron durante los años venideros cerrarían el siglo xx y, al mismo tiempo, abrirían la puerta para caracterizar las tendencias de un nuevo período en las relaciones internacionales2 (1991, p. 432). Sobre el particular, se busca entonces caracterizar al sistema que se comienza a perfilar a principios de la década de los noventa del siglo pasado de acuerdo con cuatro características fundamentales: En primer lugar, se comienza a conformar una estructura multipolar que sustituye al rígido bipolarismo que nació finalizada la Segunda Guerra Mundial y se derrumbó a principios de 19903. En segundo lugar, se observa un menor grado de división ideológica y de rivalidad, lo que sirvió para generar cierto consenso entre académicos y políticos en torno a las ventajas del modelo liberal-capitalista que, a pesar de la existencia de detractores, no tenía mayor oposición debido al fracaso del modelo soviético (Buzan, 1991, pp. 434-435). En tercer

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En ese libro se diferenciara entre “relaciones internacionales” para designar el conjunto de las interacciones en el escenario mundial y “Relaciones Internacionales” para referirse a la disciplina cientifica. Diversos autores afirman que el sistema internacional es unipolar, con un único centro alrededor de los Estados Unidos. Ver, Badie (2004) y Brzezinsky (1997). Sin embargo, otros como Waltz afirman que, a pesar de que la caída de la URSS trajo implícito un unipolarismo en cabeza de Estados Unidos, próximamente otros como Alemania, Japón y China contribuirán a generar una estructura multipolar (Waltz, 1993, pp. 49-52).

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lugar, derivado de lo anterior, se comienzan a configurar órdenes de seguridad liderados por potencias capitalistas en donde aquellas no tienen el interés de utilizar la fuerza militar en el arreglo de sus controversias sino de posicionarse como referentes regionales. Finalmente, cobra una mayor importancia el fortalecimiento de la sociedad internacional, entendida esta como un grupo de Estados, conscientes de sus intereses y valores comunes, que conforman una sociedad en el sentido de que se consideran unidos por una serie de normas comunes que regulan sus relaciones y que colaboran en el funcionamiento de instituciones comunes (Bull, 1977, p. 65). En este sentido, aquella sociedad a la que se refiere Bull es creada por los Estados con el objetivo de permitir el mantenimiento del sistema, por medio de la defensa de normas comunes que proporcionan orden y estabilidad. El panorama descrito requiere de acciones precisas tanto a nivel institucional como académico, que dan cuenta de las transformaciones descritas, pero también, de la forma en que se van a enfrentar. Tradicionalmente, los estudios en seguridad se habían concentrado en perspectivas geopolíticas globales e internacionales o en análisis nacionales, es decir, que investigaban geopolíticamente el mundo como un todo o simplemente se concentraban en estudiar las amenazas específicas que un Estado particular pudiera enfrentar. No obstante, en términos de Ulusoy, sin importar si la seguridad es definida desde una perspectiva amplia o estrecha, es un bien o mercancía escaso que requiere, no solo del esfuerzo de un Estado, sino de la unión de esfuerzos conjuntos entre varios que permitan alcanzarla y mantenerla (2003, p. 1). Desde esta perspectiva, se empiezan a abrir paso estudios que, por un lado, incluyan la interdependencia existente entre dinámicas geopolíticas globales y niveles de análisis más bajos, tal vez locales o regionales, que constituyen el escenario natural en el que la mayoría de Estados se desenvuelven. Con ello, lo que se busca es llevar a la región y

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sus dinámicas al punto apropiado de análisis para que esta refleje, de manera precisa, las prácticas de los actores más significativos (Buzan y Waever, 2003, p. 43). Por otro lado, existían ciertas consideraciones normativas, metodológicas y prácticas que impedían utilizar el término comunidad en el análisis de la política internacional a pesar de que, para algunos, existan ciertas características que permiten identificar el nacimiento, la consolidación o la decadencia de aquellas. Dentro de las razones esgrimidas, en primer término, es difícil identificar principios y valores, normas y reglas así como símbolos que caractericen las relaciones entre grupos sociales. En segundo lugar, a pesar de que el Estado pueda tener en ciertas ocasiones incentivos para comportarse de manera asociativa y comprometerse con sus vecinos o aliados para cooperar en temas de seguridad, la anarquía del sistema internacional, en última instancia, impide la continuidad de aquellos comportamientos (Adler y Barnett, 1998, pp. 3-4). Sin embargo, para Adler y Barnett, la comunidad existe en el nivel internacional y las políticas de seguridad están altamente influenciadas por la presencia o no de estas. Así, las comunidades tienen el efecto de modificar el comportamiento del Estado y hacer que este se comporte de manera pacífica (1998, p. 3). Expuesta la cuestión, se hará una revisión de la literatura necesaria para comprender dos enfoques alternativos que han cobrado mayor relevancia en los primeros años del siglo xxi, los cuales son la teoría de Complejo Regional de Seguridad (crs) y la de Comunidad de Seguridad (cs). Además, se busca identificar las características necesarias para el nacimiento, la consolidación y la evolución de los crs, así como de las cs, con el interés de resaltar sus diferencias, no solo desde un punto de vista teórico sino también de las consecuencias prácticas que esto genera en la elaboración de un análisis regional.

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Complejo Regional de Seguridad Como se señaló, el interés suscitado por encontrar modelos alternativos que permitieran describir de una manera precisa la realidad internacional, específicamente en temas de seguridad, puso de manifiesto el importante rol que desempeñan las regiones como área geográfica natural en la cual la mayoría de los Estados del Sistema se desenvuelven. Asimismo, aquellas permiten percibir de manera acertada, realidades específicas y la influencia que corrientes geopolíticas globales tienen sobre el comportamiento de los actores y de las relaciones que estos establecen a escala regional. En los ochenta se propuso (Ayoob, 1983, 1986; Buzan, Rvzvi et ál., 1986; Little, 1987; Waever, Lemaitre y Tromer, 1989) repensar el marco de análisis de la seguridad en función de lineamientos que se asemejan mucho a los de la Escuela Inglesa. Es decir, lineamientos según los cuales el Estado es considerado como el actor principal, la racionalidad de este es supuesta y, según estos lineamientos, el análisis se centra en los procesos de interacciones y la coacción que ejercen las instituciones internacionales sobre el comportamiento de los actores. En 1998, una propuesta más contundente se formuló (Buzan, Waever y de Wilde) y, finalmente, en 2003, después de un proceso de maduración, Buzan y Waever propusieron un nuevo concepto para estudiar las interacciones estatales en temas de seguridad: el Complejo Regional de Seguridad. Este se define como un “conjunto de unidades en el cual los procesos de securitización4/desecuritización5 están tan vinculados que los problemas de seguridad de los unos no pueden ser estudiados/resueltos sin tener en cuenta los de los otros” (Buzan y Waever, 2006, p. 44). Esta definición

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Proceso de volver alguna temática objeto de preocupaciones de seguridad. Proceso de desligar un objeto o temática de los asuntos de seguridad.

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supone que la construcción y la deconstrucción de las amenazas no se pueden analizar de manera separada la una de la otra, ya que existe un alto grado de interconexiones entre ellas. El punto clave aquí es el hecho que Buzan y Waever escogen los procesos de institucionalización de la seguridad para desarrollar su análisis. El punto de partida de la reflexión de Buzan es que el concepto de seguridad debe ampliarse para incorporar otros elementos, además de la dimensión militar en la “seguridad nacional”. Esta definición ampliada de la seguridad, una que pone la persona en el centro de la atención (1991, p. 370), recibió una respuesta muy positiva en todos los ámbitos ya sean académicos o políticos. La propuesta de Buzan (1991) se diferencia de la liberal –transformar de manera radical el orden internacional– y de la realista –la idea según la cual el carácter anárquico del sistema internacional es inmutable. Tomando elementos de las dos tradiciones –interdependencia y coacciones del sistema–, Buzan elabora la idea según la cual la manera en la que los Estados tratan su seguridad puede cambiar progresivamente. Eso ocurre a través de la promoción de nuevas prácticas internacionales. El margen de maniobra en el tema de la seguridad se encuentra, según Buzan, en el hecho que la seguridad es un “concepto esencialmente en disputa”6 (1991, p. 7). Así, como cada actor tiene una

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W.B. Gallie (...) postula que los conceptos que se utilizan en la disciplina Relaciones Internacionales (anarquía, interés, Estado, poder) se componen de diferentes criterios. “Si estos conceptos están en pugna es porque son conceptos racimo (cluster concept), es decir que cada uno se constituye como “un amplio y variable conjunto de criterios en el cual “cada criterio en sí es relativamente complejo y abierto (…). A menudo encontramos que varias personas que utilizan juntas este tipo de concepto racimo evalúan la importancia de los criterios compartidos de manera diferente. Estas personas pueden también interpretar el sentido particular de criterios comúnmente aceptado en maneras sutilmente diferentes.” (Connoly, 1983, pp. 12-13)

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definición propia de lo que es “seguridad”, es posible llegar a una redefinición de lo que es y de cómo alcanzarla. Pero un punto de mayor importancia en la lectura de Buzan hecha aquí es que, a pesar de que la persona esté en el centro de la reflexión securitaria, los Estados tienen la tarea de producirla, primero para ellos, y de brindarla, en segunda instancia, a las personas (1991, pp. 26-27 y pp. 51-54). En esta visión, el Estado es el instrumento privilegiado para producir el bien “seguridad” (McSweeney, 1999, pp.81-100). En el 2003, Buzan y Waever definen los crs de acuerdo con ciertas características, las cuales son: 1. En la definición de crs intervienen factores históricos de amistad o enemistad que se desarrollan entre las unidades de análisis y que determinan los límites geográficos de estos. Es decir, se pueden establecer zonas geográficas con elementos diferenciadores que no responden necesariamente a las divisiones realizadas en los mapas, sino que intervienen las tradiciones –prácticas y procesos de aprendizaje social– que han marcado la relación entre los actores que se están analizando. 2. Las características exhibidas por los crs se verán afectadas por la interacción entre la anarquía internacional y el balance de poder. Así, la anarquía obliga a los Estados a preocuparse por su seguridad y a observar con previsión, en términos de Waltz, los movimientos de otros actores que pueden, eventualmente, amenazar la seguridad de estos. En ese mismo sentido, la proximidad frente a las amenazas puede llevar a aquellos a conformar alianzas que permitan adoptar un comportamiento de equilibrio frente a las amenazas con el fin de no ver disminuida la seguridad (Waltz, 1993, p. 27). Con respecto a lo anterior, la proximidad frente a aquellas amenazas determina un comportamiento particular del Estado, que se manifiesta en la decisión política de securitizar o no sus relaciones con aquellos que, por su cercanía geográfica, se ven afectados por las mismas situaciones.

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3. Debido a la importancia que adquiere el concepto de “equilibrio de poder” en los análisis regionales, es necesario tener presente la influencia que pueden exhibir las grandes potencias sobre zonas específicas. En este sentido, los Estados poderosos, gracias a las capacidades económicas, políticas, militares y culturales pueden ejercer una fuerte “penetración”7 en las dinámicas internas de los crs y, con ello, afectar la distribución de capacidades al interior de estos, dándole cierta relevancia a lo que aquellos consideran como una amenaza a la seguridad. Por tanto, “la presencia de grandes potencias puede anular o eliminar imperativos regionales” (Buzan y Waever, 2003, p. 46), lo que lleva a que Estados más débiles, en ocasiones, se vean inmersos en dinámicas de seguridad regional de manera involuntaria. La configuración de los crs, confirma la presencia de ciertas características diferenciadoras. En este sentido, la primera división busca diferenciar entre csr estándar y centrado y, posteriormente, se detallarán otras clasificaciones. El crs estándar se caracteriza por la presencia de dos o más Estados, por una estructura anárquica y una agenda político-militar. Igualmente, en este, la potencia más importante tendrá un rango regional, al estilo de Sudáfrica en el sur de África, que sobresale como el Estado más importante, estableciendo a su alrededor las relaciones de amistad, enemistad, rivalidad o alianza. Aunque la presencia de una potencia regional puede significar cierto unipolarismo, al no ser esta una potencia global, permite diferenciar claramente entre dinámicas regionales específicas y las del sistema internacional (Buzan y Waever, 2003, p. 55). En este sen7

El mecanismo de penetración es la vinculación entre las tendencias geopolíticas globales y regionales; es decir, se refiere a la capacidad de las grandes potencias de ejercer una influencia tal sobre determinadas regiones, que las dinámicas regionales son un reflejo de las globales. No obstante lo anterior, el exceso de influencia externa puede inhibir las tendencias regionales, superponiendo hechos globales a situaciones locales (Buzan y Waever, 2003, p. 61); (Legrenzi y Harders, 2008, pp. 73-74).

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tido, la región, aunque se encuentre sujeta a las corrientes geopolíticas internacionales, logra diferenciar sus relaciones con respecto a otras formaciones, dando con ello cierta singularidad a los procesos que allí se desarrollan, evitando, en ciertas ocasiones, una excesiva influencia externa. El crs centrado tiene la singularidad de girar en torno a la presencia de una potencia, no solo internacional, sino mundial. No obstante, vale la pena hacer ciertas precisiones sobre este tipo de complejos. Los crs centrados pueden girar en torno a una gran potencia o en torno a una superpotencia. Este hecho refleja un dominio por parte de la potencia frente a su región, determinando las amenazas y sus respuestas, teniendo en cuenta los mismos códigos geopolíticos que guían su actuación en otras latitudes, diferentes a aquella donde se encuentra. Asimismo, los demás Estados se encontrarán en una situación de inferioridad que no permitirá determinar otro polo de poder regional (Buzan y Waever, 2003, p. 55). El tercer tipo de crs centrado se caracteriza por la integración en torno a instituciones y no en torno a un Estado específico. Es decir, el alto grado de institucionalidad determinará que estas y no los Estados, se conviertan en el actor fundamental (p. 58). Por lo anterior, a partir de la identificación de principios, valores e identidades, normas, comportamientos y obligaciones de manera compartida, este tipo de crs centrado goza de las características de una cs, pero al mismo tiempo, los actores participantes securitizan la agenda en términos regionales (p. 56). Dentro de las otras clasificaciones posibles para los crs encontramos dos: la primera es la denominada crs de gran potencia, una especie de híbrido entre el nivel global y el regional. En este, la polaridad y el centro del complejo están determinados por la presencia simultánea de dos o más grandes potencias (Buzan y Waever, 2003, p. 59). El concierto de Estados europeos (con la participación de Reino Unido, Francia, Rusia y Alemania unificada después

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de 1873) durante el siglo xix y, en la actualidad, el extremo oriental asiático –China y Japón hacen parte de las dinámicas regionales–, son ejemplos de esta configuración. Las consecuencias prácticas de este complejo son que, por un lado, las dinámicas y el comportamiento equilibrador o de statu quo tendrán implicación a escala global –debido a las capacidades y el alcance de los participantes en el mismo– y, por otro lado, se puede esperar un comportamiento de spill over o derramamiento, trayendo como consecuencia la posibilidad de securitizar las relaciones de regiones aledañas (p. 59). Derivado del anterior, se formula el modelo del supercomplejo regional de seguridad. Este se caracteriza por ser examinado, no a partir de los tres niveles básicos de análisis (doméstico, regional y global), sino por tener en cuenta un cuarto nivel denominado superregional, en donde las dinámicas regionales se superponen en una gran súper región, con la presencia de dos o más grandes potencias (Buzan y Waever, 2003, pp. 60-61). Al tener como marco de referencia cuatro niveles de análisis se puede, entonces, identificar lo que se debe buscar cuando analizamos las regiones con base en esta propuesta teórica. En primer término, los crs permiten especificar el estado general de una zona geográfica particular, es decir, las características de securitización, las vulnerabilidades e inseguridades, así como la estructura general que se presenta al observador. Además, permite determinar, por una parte, la forma en que se llevan a cabo las relaciones entre Estados, es decir, los patrones de amistad o enemistad, así como la formación de posibles alianzas y, por otra parte, la manera en que se responderá a las amenazas presentes. Se puede establecer cuáles son las interacciones específicas de una región frente a sus vecinos y frente a otras formaciones regionales que se presentan en el sistema. A pesar de que el complejo sea definido a nivel regional, es decir, analizando cómo se desarrollan los procesos de

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securitización o desecuritización entre Estados, es significativo observar si estos tienen una incidencia importante o no frente a terceros. Por tanto, los crs permiten facilitar la comprensión del rol desempeñado por grandes potencias en una región particular. Así, es posible identificar la relación y la influencia existente entre dinámicas globales y regionales de seguridad, pero también las consecuencias derivadas de ello (Buzan y Waever, 2003, p. 51) en un contexto específico y reflejado en los casos de estudio que se desarrollan en este trabajo. De esta forma, la teoría de crs ofrece la posibilidad de vincular sistemáticamente el estudio de condiciones internas presentes en una región, la relación entre las unidades que hacen parte de esta frente a otras regiones, además de la conexión entre dinámicas específicas y actores globales (Buzan y Waever, 2003, p. 52). Asimismo, los crs tienen la especificidad de ser entidades autónomas, que se desarrollan no de manera monolítica sino que, teniendo en cuenta las relaciones establecidas por sus miembros y de estos frente a otros actores externos al complejo, generan características diferenciadoras. Otro elemento sustancial al desarrollo de los crs es el establecimiento de su estructura básica. Al ser entendidos como un subsistema geográfico, es necesario establecer los límites que los diferencian frente a sus vecinos, la estructura anárquica que se desarrolla entre dos o más unidades participantes, la distribución de capacidades materiales que determina las relaciones de poder presentes y, finalmente, los patrones de amistad o enemistad presentes entre las unidades, es decir, la forma en que se ha desarrollado la construcción social (Buzan y Waever, 2003, p. 53). Teniendo presente que los crs no son una edificación inamovible, es posible que se transformen o evolucionen implicando con ello variaciones en el equilibrio de poder entre los miembros y, al mismo tiempo, modificaciones en el comportamiento frente a elementos externos e internos de la región que se esté estudiando.

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Independientemente de la formación y de las características particulares desarrolladas por el complejo, un elemento indispensable que se presenta en todos los anteriores es el dominio que el centro ejerce sobre las relaciones internas y externas del mismo (Buzan y Waever, 2003, p. 58). Es decir, sin importar si nos situamos en un crs estándar o centrado, la configuración de estos determinará el tipo de anarquía, el tipo de equilibrio de poder, la influencia de actores externos en este para citar los elementos más relevantes. Para terminar, se observará que la reflexión de Buzan y Waever, dos autores históricamente relacionados con la Escuela de Copenhague, se puede también relacionar con la reflexión desarrollada por miembros de la Escuela Inglesa. El hecho de que estos propongan hacer énfasis en la sociedad, la identidad (McSweeney, 1996) y los procesos y dinámicas que se desarrollan entre Estados, nos permite, sin embargo, afirmar la existencia de una relación entre la Escuela de Copenhague y la Escuela Inglesa. Comunidades de Seguridad Según Emanuel Adler y Michael Barnett, los mandatarios se apoyan en los mismos elementos que Karl Deutsch para “conceptualizar la posibilidad de paz”, es decir “el desarrollo de definiciones comunes, de valores transnacionales y de flujos de transacción con el fin de permitir la construcción de una comunidad” (1998, p. 4) que será la garante de la paz. Estos elementos creadores de comunidades pueden agruparse bajo la categoría identificada por la teoría constructivista de A. Wendt: elementos que construyen socialmente a los actores (2006, p. 1). En 1998, Adler y Barnett notaban que la seguridad es tanto una condición como una cualidad para las comunidades que se forman para responder al desafío de la construcción de un conjunto de relaciones pacíficas. En 1999, Wendt les hacía eco cuando ubicó la regulación de la violencia en la

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base de su reflexión sobre la manera en la cual se gestionan los problemas de orden en la vida social. De hecho, escribía que, en la lógica kantiana, los Estados pueden ser llevados a formar “comunidades plurales de seguridad” (p. 299). Esto demuestra que existe un lazo directo entre la reflexión constructivista de Relaciones Internacionales y las Comunidades de Seguridad (cs) definidas por Deutsch, Adler y Barnett. Como lo notó Dario Battistella, el aporte de Karl Deutsch a la reflexión sobre las relaciones internacionales, es decir la noción de comunidad plural de seguridad según la cual “la paz se puede alcanzar gracias a las esperanzas pacíficas recíprocas y el sentimiento de comunidad creado consecutivamente a la multiplicación de las comunicaciones” (2003), permite desafiar las interpretaciones tradicionales para explicar el proceso de búsqueda de seguridad en el ámbito internacional. “Una comunidad de seguridad es una comunidad política cuyos miembros han adquirido la convicción que “sus problemas sociales comunes pueden y deben ser resueltos por mecanismos de cambio pacífico, [es decir] por la vía de procedimientos institucionalizados, sin recurrir a la violencia física” (2003). Para Adler y Barnett, las cs definen un nuevo espacio en el cual los Estados “dejan de preocuparse por las amenazas militares en proveniencia de otros miembros de la comunidad para privilegiar los problemas de seguridad que giran alrededor de las temáticas económicas, del medio ambiente y del bien estar social” (1998, p. 4). Estas diferentes definiciones profundizan la dada por K. Deutsch en la segunda mitad de los años 1950 según la cual: “Una comunidad de seguridad es un grupo de personas que se ha “integrado”. Por integración se entiende el hecho de haber alcanzado, en el seno de un territorio, un “sentido de comunidad”, de instituciones y prácticas suficientemente fuertes y difusas para asegurar, sobre un “largo período”, que las

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esperanzas de “cambios pacíficos” en el seno de su población estén respetados. Por “sentido de comunidad”, se entiende una creencia de los individuos que componen un grupo en el hecho que han llegado a un acuerdo, al menos sobre este punto: sus problemas sociales comunes pueden y deben ser resueltos por mecanismo de “cambio pacífico”. Por “cambio pacífico” se entiende la resolución normal de los problemas sociales por procedimientos institucionalizados, sin que se recurra a la fuerza física a gran escala.” (1957, p. 5)

Michael Taylor (1982, pp. 25-33) y Charles Tilly (1998) dicen que una comunidad posee tres características. En primer lugar, los miembros de una comunidad comparten una identidad, valores y definiciones. Para que exista una comunidad debe existir intersubjetividad porque es la que permite a los individuos desarrollar un lenguaje común. En segundo lugar, para que exista una comunidad, debe realizarse una multiplicidad de interacciones directas e indirectas entre las personas. Por último, cada miembro de una misma comunidad debe demostrar un interés en los demás miembros a través del hecho de tratar a todos como iguales y con un cierto grado de altruismo. Por consiguiente, la comunidad es definida por redes de relaciones, de interacciones y de encuentros. A lo largo de la historia, la expansión de las redes de relaciones dependió, ante todo, de coacciones geográficas (ríos, desiertos, montañas o mares impenetrables) que las tecnologías de entonces no permitían ignorar. En el contexto tecnológico actual, las comunidades no son más geográficamente limitadas y delimitadas. A fin de cuentas, lo que determina la existencia de una comunidad es la manifestación de las tres características que se han enunciado, y no un límite geográfico. Si una comunidad se define a través de redes de relaciones, el concepto de cs implica una esperanza en cuento al arreglo pacífico de los conflictos por parte de sus miembros. La hipótesis de Adler y Barnett es que los actores que comparten, de verdad, una identidad e intereses comunes

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tenderán a preferir las soluciones pacíficas en el arreglo de sus controversias (1998, p. 34). “La prueba de la existencia de una cs no se debe buscar en un comportamiento que sugiriere la renuncia a la violencia militar sino también en la existencia de costumbres profundas de resolución pacífica de los conflictos.” (1998, p. 35, nuestro énfasis). Si se sigue la definición de Vayrynen, las cs pueden ser entendidas como la libertad frente a la coerción y las amenazas derivadas de esta. Es decir, como una baja probabilidad pasada, presente y futura de utilizar la fuerza coercitiva entre Estados (Vayrynen, 2000, p. 12). Adicionalmente, las cs deben ser entendidas desde dos perspectivas de estudio: desde el punto de vista material y desde el societal. En el primer caso, la seguridad es el resultado de una configuración de factores observables y medibles, es decir, de acuerdo con la distribución de las capacidades materiales. Con respecto al segundo, los factores materiales se hacen menos evidentes y cobran mayor importancia los hechos sociales, la participación política y las transformaciones sociales en general (Vayrynen, 2000, p. 113). En la conceptualización inicial realizada por Deutsch en los años cincuenta era posible encontrar dos tipos de cs que, no obstante, compartían la posibilidad de cambio pacífico de sus relaciones. El primer tipo es la cs amalgamada, que se presenta cuando hay una fusión formal de dos o más Estados en una nueva unidad política independiente, que goza de un gobierno común y diferente, después de la unificación. El ejemplo tradicional esgrimido para caracterizar este tipo es la Unión de los Estados federados de los Estados Unidos en una nueva realidad política. Asimismo, se podría considerar la unificación de Alemania, de 1871, como resultado del proceso de fusión formal de Estados independientes en una nueva formación política con gobierno común. El segundo tipo es la cs pluralista. Al interior de esta se conserva la independencia formal de las unidades políticas

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que componen la comunidad a pesar de que estas compartan valores, principios, instituciones y responsabilidades comunes (Adler y Barnett, 1998, p. 7). Como se mencionó, los estudios de Adler y Barnett se concentran en retomar el concepto de Deutsch y, partiendo de la dificultad teórica que genera el hecho de que unidades políticas independientes decidan abandonar su soberanía con el interés de crear una entidad política nueva, añaden dos subcategorías al estudio de las comunidades pluralistas, dotándolas, al mismo tiempo, de nuevas características para tener en cuenta. En cuanto a la división mencionada, se establece que las comunidades pluralistas pueden ser débilmente acopladas o estrechamente unidas. En el primer caso, debido a la estructura compartida de significados y expectativas en torno al cambio pacífico en sus relaciones mutuas, no se esperan actividades belicosas de parte de sus miembros y, por tanto, se persiguen políticas de autolimitación (Adler y Barnett, 1998, p. 30). En el segundo caso, estas se caracterizan por presentar dos elementos diferenciadores: el primero es el establecimiento de la institución de ayuda mutua bajo la cual se ha construido una práctica de compromisos colectivos y, en segundo lugar, las cs se desarrollan hasta un punto intermedio entre el Estado soberano y el gobierno regional centralizado; es decir, se basan en una especie de sistema pos westfaliano, dotado de instituciones nacionales, transnacionales y supranacionales y, al mismo tiempo, es una especie de sistema de seguridad colectiva que interactúa constantemente (p. 30). Además, Adler y Barnett establecen que, a parte de la división inicial realizada por Deutsch, las comunidades se pueden categorizar de acuerdo con la profundidad de la confianza8, la naturaleza y el grado de institucionalización

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La confianza puede ser entendida como fe a pesar de la incertidumbre generada por la estructura en la que se desenvuelven los Estados, así como un

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de sus regímenes de gobierno y, al mismo tiempo, si están inmersos en un medio anárquico tradicional o se encuentran en proceso de transformarlo (1998, p. 30). Asimismo, a pesar de que, tradicionalmente, se ha pretendido explicar el concepto de cs con base en divisiones geográficas, no necesariamente los elementos diferenciadores de una comunidad responden a divisiones territoriales o especiales sino que es probable que sus límites estén determinados por otras razones, en algunos casos fruto de la práctica y, en otros, cognitivas9. El hecho de compartir principios, valores e identidades no obliga a que todos los miembros de la comunidad sean iguales sino que, por el contrario, solo se espera que cumplan estrictamente con las funciones y obligaciones derivadas del hecho de hacer parte de la misma y, en ese mismo sentido, que manifiesten las características que los diferencian de otras formaciones o agrupaciones. Estas características, que distinguen a una comunidad de otras formaciones –asociaciones, alianzas, organizaciones internacionales, ligas de Estados– presentes en el escenario internacional, se pueden presentar tanto a nivel estatal, como regional o internacional. En este sentido, debido a las particularidades, que incluye la definición misma, estas no siempre responderán a divisiones geográficas preestableci-

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riesgo que se puede tomar, a partir del monitoreo de los comportamientos de los demás (Adler y Barnett, 1998, p. 46). Asimismo, ver Hoffman (2002, pp. 374-401). Sobre este particular es conveniente revisar el texto de Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas (1983), en donde el autor resalta el hecho de que una comunidad particular es el producto de interacciones sociales y, por tanto, es socialmente construida. Asimismo, Adler establece que cuando las personas en una comunidad cambian su sistema de identificación –territorial principalmente– hacia uno transnacional constituido por los valores, las normas y las prácticas compartidas, hablamos de una comunidad construida en torno a la actividad comunicativa y a la concesión de objetivos regionales, en donde los individuos y el Estado mismo se convierten en agentes de la región (1997, p. 253).

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das sino que, por el contrario, los patrones que las delimitan estarán determinados por la presencia o no, en un ámbito específico, de las singularidades descritas. En segundo lugar, en relación con la seguridad, Waever señala que, aunque tradicionalmente esta ha sido entendida bajo la óptica estatal-militar, también se ha venido consolidando una tendencia a articular su significado con una concepción más amplia (Waever, 1996, p. 104). Así, Deutsch establece que para comprender a plenitud el significado de una cs, se debe modificar la forma como se entienden dos escenarios particulares, el internacional y el individual. Con respecto al primero de ellos, el surgimiento de una comunidad debe alterar el comportamiento que guía las lógicas estatales. Es decir que, gracias a la integración, se llegará a un punto en el cual el cambio pacífico10 se convierte en una característica endógena y constante. En el sistema se producirá una modificación de las políticas que tradicionalmente llevan a cabo los Estados transformando el “Sistema Internacional” en “Sociedad Mundial”. En contraposición, con respecto a los individuos, el nacimiento de comunidades donde la confianza, la responsabilidad mutua y las fuerzas derivadas de la interacción en diferentes tipos y distintos niveles entre los miembros trae consigo la creación del sentimiento “nosotros sentimos” (feeling of oneness), contribuye a la definición de las identidades de los individuos favoreciendo una paz estable (Adler y Barnett, 1998, p. 8).

10 El cambio pacífico puede ser entendido de acuerdo con dos concepciones: la primera, desde el punto de vista material-racionalista, se refiere a que hace parte del interés de los Estados u otros actores, es decir, es una manifestación calculada de sus preferencias en busca de asegurar evitar el conflicto, como podría ser argumentado desde el liberalismo institucional o el neorrealismo. La segunda, es que debido a que los actores comparten identidades e intereses, y que aquellos son el resultado de la influencia del entorno en el que se desenvuelven, el cambio pacífico se desarrolla de acuerdo con la identificación mutua de intereses e identidades, como sucede en el constructivismo (Adler y Barnett, 1998, p. 34).

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Por tanto, se puede establecer que la seguridad es una práctica recurrente y una forma de enmarcar un asunto particular (Waever, 1996, p. 106) que, en cierta medida, guarda una relación estrecha con el Estado, pero que, al mismo tiempo, puede estar asociada a otros actores como las empresas transnacionales, la sociedad civil o el individuo. Como se explicó, el fin de la bipolaridad abrió la puerta para plantear explicaciones diferentes a aquellas de la visión exclusivamente estatal y militar sobre la seguridad, para incluir variables tanto internas como externas en las definiciones de aquello que debe ser asegurado. Asimismo, la participación de las escuelas críticas, que han buscado redefinir el concepto, ha generado un fuerte debate en torno a la estrechez con la que ha sido entendido tradicionalmente el concepto (Buzan y Hansen, 2009, p. 13). Además, a pesar de que las ideas en torno a las cs no eran nuevas, las transformaciones ocurridas con el fin de la Guerra Fría y el desarrollo de las teorías de relaciones internacionales permitieron que este concepto, y el rol que le otorga a las identidades y las normas, como base de las relaciones sociales, empezaran a tener una renovada importancia11. Sobre este particular, Adler y Barnett buscan resaltar el significado que el cambio pacífico adquiere, entendiendo este, no como una expectativa o una preparación para el uso de la violencia organizada, sino como la interpretación de que las acciones de seguridad emprendidas por un miembro de la comunidad no suponen una amenaza militar para los demás miembros. Por otra parte, teniendo en cuenta las características y las posibles formas que pueden adquirir las cs, cabe pre-

11 Ver Wendt (1992, pp. 391-425). El autor pretende establecer un puente entre los estudios racionalistas (neorrealismo-neoliberalismo) y los estudios sociológicos reflectivistas buscando demostrar la utilidad que los estudios con bases sociológicas y de construcción de hechos sociales tienen para explicar la realidad después de finalizada la Guerra Fría.

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guntarse en este punto cuánto tiempo debe transcurrir sin que se evidencie conflicto, amenaza militar o provocación con el uso de la fuerza, para lograr que una agrupación que comparte identidades, principios, prácticas comunes y responsabilidades recíprocas, pueda ser denominada como una cs. Deutsch establece que la integración –en este caso política– es una cuestión de resultado y no de tiempo, por tanto, este solo puede ser un elemento que permita la consolidación de los comportamientos pacíficos. Por tanto, el tiempo necesario para considerar o no a una cs como tal, se convierte en una medida difícil de identificar y de predecir, debido principalmente a que la fuerza, la profundidad y la confianza de las relaciones establecidas por un número particular de Estados depende justamente de la capacidad de estos de modificar sus comportamientos en busca de internalizar y socializar las amenazas, los temores y los riesgos propios y de los demás, haciéndolos ver como una sola amenaza para todos, hecho, sin duda, que no responde a medidas de tiempo trazadas por calendarios. Sobre este punto, más que un tiempo determinado o específico necesario, Adler y Barnett establecen un marco conceptual en torno a tres procesos de análisis que permiten identificar los factores necesarios que se deben tener en cuenta para producir un cambio pacífico y, con ello, permitir la consolidación y el perfeccionamiento de las cs. Hay que tener en cuenta que un hecho esencial para el progreso de los procesos por describir es la voluntad y el interés de los Estados por realizar cambios, no solo en sus políticas, sino al mismo tiempo en la identificación que harán de los demás, creando con ello hechos sociales que permitan cambiar comportamientos agresivos o amenazantes por otros más pacíficos. En primer lugar, se encuentran las condiciones precipitantes. En esta fase, ya sea por condiciones exógenas o endógenas, se produce un incipiente acoplamiento entre

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Estados en la medida que, buscando tomar acciones contra amenazas reales o potenciales, se dispone a formar alianzas con el objetivo de reducir los temores compartidos por medio de la coordinación de políticas de seguridad, económicas, migratorias o demográficas, y cambios en políticas medioambientales. En otras palabras, que permitan orientar la atención de los participantes a la cs en la misma dirección con el fin de obtener una ventaja compartida12 (Adler y Barnett, 1998, p. 38). Esta primera etapa de acercamientos puede traer consigo cambios en la forma y el fondo de ciertas políticas frente a un actor particular13. Se puede observar, en general, que esta primera etapa busca incentivar una mayor interacción, diálogo y coordinación de políticas, para permitir la reproducción de un nuevo contexto social entre Estados. En segundo lugar, debido a los resultados positivos creados en el primer proceso, en este se logra desarrollar la confianza y la identidad colectiva mutua debido a que los Estados y otros agentes se hallan envueltos en una serie de interacciones sociales que logran transformar el ambiente en el que se encuentran. Este ambiente se analizará a partir

12 Este hecho genera la identificación de una nueva categoría, la coordinación voluntaria, que escapa del debate entre neorrealismo-neoliberalismo en relación con las ganancias absolutas y relativas (Powel, en Balwin, 1993). 13 En este punto es conveniente recordar las tres configuraciones de los sistemas de seguridad identificadas por Wendt: el sistema de seguridad competitivo, el sistema de seguridad individualista y el sistema de seguridad cooperativo. En el primero de ellos existe una identificación mutua negativa entre “Alter” y “Ego”, es decir, que los agentes consideran que lo que uno gana el otro lo pierde, cada uno trata de alcanzar su propio interés. En el segundo, la característica inherente es la indiferencia entre la seguridad propia y la de los otros, preocupándose, en términos neoliberales, más por las ganancias absolutas que por las relativas. Finalmente, debido al proceso de socialización que se desarrolla entre los Estados, estos identifican que el reconocimiento de su soberanía depende del reconocimiento de la de los demás y, por tanto, permite confiar en un andamiaje institucional que asegura un mutuo reconocimiento como agentes benevolentes (Wendt, 1992, pp. 399-401).

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de las evoluciones ocurridas a nivel de la estructura y de los procesos sociales que se desarrollan. Con respecto a la primera, resulta esencial destacar el significado que desempeñan dos conceptos sobre el desarrollo de las comunidades: el poder y el conocimiento. En primer término, el poder puede ser considerado como un imán frente al desarrollo, no solo del sentimiento de “nosotros sentimos”, sino también, de los procesos colectivos debido a la capacidad que tienen los más poderosos de moldear el comportamiento de otros. Es decir, que los Estados poderosos, de acuerdo con sus capacidades en distintos ámbitos, pueden atraer a los más débiles para que acepten un orden socialmente compartido. Adicionalmente, el poder puede ser entendido como la autoridad necesaria para determinar cuáles son los comportamientos aceptables (Adler y Barnett, 1998, p. 39). De tal forma, el poder sirve para asegurar un orden alrededor del mismo, teniendo la certeza de que no será utilizado para la obtención de beneficios particulares sino que, por el contrario, se recurrirá a él para ejercerlo de una manera pacífica frente a elementos externos que atenten contra el orden establecido. En segundo término, el conocimiento permite la creación de estructuras cognitivas, es decir, significados y entendimientos comunes14 (p. 40). Bajo esta óptica el conocimiento facilita el desarrollo de la confianza y la identidad mutua15, así como de la resolución pacífica de controversias. En este

14 Sobre este punto particular se ha buscado establecer la relación existente entre el liberalismo y la Comunidad de Seguridad (cs). La primera tiene la particularidad de crear una sensación de cultura cívica transnacional, en donde el rol del gobierno, la tolerancia, las responsabilidades de los ciudadanos y el papel de la ley, pueden transformar la identidad individual y transnacional (Adler y Barnett, 1998, p. 41). 15 Sobre el desarrollo de la confianza y el efecto que tiene en la comunidad, es valioso contar con el aporte de Vayrynen en el sentido que considera a la primera como la “combinación de la experiencia acerca del pasado y la confianza respecto al futuro […] cierta previsibilidad que reduce la probabilidad de utilizar la coerción militar para conseguir fines específicos” (2000, p. 117).

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sentido, “los Estados empiezan a desarrollar un rol como agentes de la comunidad-región y a buscar el progreso y el desarrollo de la misma, en la base de un sistema de gobierno regional” (Adler, 1997, p. 253). Con respecto a los procesos, es importante destacar el efecto de tres tipos de categorías: las transacciones, las instituciones u organizaciones internacionales y el aprendizaje social. Sobre las primeras no hay duda que se trata de varios tipos de intercambios –económicos, materiales, tecnológicos, políticos, simbólicos, etc.– que crean relaciones directas y estables entre los participantes y, por tanto, que son útiles para disminuir los riesgos y temores que surgen en un ámbito anárquico (Adler y Barnett, 1998, p. 41), generando así un clima propicio para la transformación de los significados sociales entre agentes. En relación con las instituciones y organizaciones internacionales, estas pueden contribuir de diversas maneras al fortalecimiento de los procesos en las cs16. En primer término, las instituciones pueden ser entendidas como creaciones sociales en donde las prácticas de la sociedad facilitan la asignación de roles y el establecimiento de reglas que, a su vez, permiten gestionar las relaciones entre los participantes. En contraposición, las organizaciones pueden ser entendidas como una creación material que tiene ubicación física, oficinas, personal, dotación de recursos y presupuesto (Adler y Barnett, 1998, p. 41). Aunque las

16 Las instituciones, para fines prácticos, pueden ser analizadas a partir de dos teorías, el constructivismo social y el institucionalismo neoliberal. Para los primeros, así como los actores construyen reglas y normas por medio de prácticas recurrentes, estas se convierten en instituciones con el objetivo de responder a sus intereses (Onuf, en Kúbalková et ál., 1998, p. 65). Para los segundos, de manera general, las instituciones pueden ser consideradas como patrones generales de actividad y de categorización de la actividad humana organizados a través de compromisos formales o informales (Keohane, 1988, p. 383).

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instituciones y las organizaciones pueden sobreponer sus definiciones, ambas pueden ser vistas como parte de un proceso evolutivo que da forma y sentido a las cs y potencia sus objetivos. En segundo término, las instituciones y las organizaciones contribuyen indistintamente al desarrollo de la confianza estableciendo pautas de comportamiento, mecanismos de monitoreo y sanciones con respecto a la violación de las normas socialmente establecidas (Adler y Barnett, 1998, p. 42). En tercer lugar, aquellas sirven para dotar de nuevas propiedades los procesos iniciados por los agentes, dado que permiten redescubrir las preferencias, reconceptualizar los significados y reimaginar los límites sociales de las cs (Adler y Barnett, 1998, p. 43). En este sentido, las organizaciones son un vehículo a través del cual se transforman los contextos sociales que se vienen observando. Finalmente, las instituciones son eficientes en la formación de una cultura regional común en la medida en que promueven diversas políticas y programas que trascienden las fronteras nacionales (Adler y Barnett, 1998, p. 43). En este punto, las organizaciones se convierten en el elemento que permite y facilita la interacción de distintos niveles como son, el individual, el nacional y el internacional. En cuanto al aprendizaje social, este tiene el efecto de promover el desarrollo no solo de definiciones comunes en torno a la seguridad y los límites de la comunidad, sino del papel que desempeñan los actores políticos en la definición de ellos y de los demás como sujetos de confianza. Para lograr esto, es necesario comprender el efecto que tiene el aprendizaje en la difusión de significados comunes, y el rol cultural y político en la transmisión de esos significados de generación en generación (Adler y Barnett, 1998, p. 44). Con respecto a la tercera fase de desarrollo identificado por Adler y Barnett –fase de creación de un gobierno regional–, es indispensable situar a los dos anteriores como prerrequisitos necesarios para que se logre la instancia final

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de desarrollo de las cs, es decir, las expectativas confiables de cambio pacífico. En líneas precedentes se mencionó la importancia que adquiere este último concepto, íntimamente ligado al perfeccionamiento de la confianza y la identidad, elementos que deben ser expresados por los miembros de la comunidad de manera recíproca en sus relaciones. En este punto es importante subrayar que, con base en el conocimiento y las creencias formadas respecto a los otros, se genera una expectativa lo suficientemente alta sobre la forma y el significado que tienen los demás y sus comportamientos al interior de la comunidad (Adler y Barnett, 1998, p. 46). Es así como en la tercera fase de desarrollo se genera la consolidación y puesta en marcha de la colectividad, en donde no se tiene una identificación positiva del otro, sino que se asume una posición de “nosotros somos”, en la que las identidades, los principios, los intereses, las creencias y los valores se hacen transnacionales, generando un sentimiento de pertenencia entre los miembros –Estados y personas– y de certeza en torno a la posibilidad de crear, no solo un orden libre de amenazas de uso de la fuerza, sino un orden estable de paz (p. 47). Aunque se han analizado los elementos necesarios para comprender las dinámicas generadas por las cs, es ineludible estudiar el marco que permite el desarrollo de las mismas, teniendo en cuenta que aquellas son producto de la construcción social de la identidad de sus miembros y, por tanto, se pueden identificar tres fases básicas que sirven para observar el grado de evolución en el que se encuentran. En la primera etapa, o también denominada de nacimiento, el interés de los gobiernos no necesariamente incluye la creación de una comunidad, por el contrario, el objetivo fundamental es asegurar una coordinación de sus políticas, con el fin de incrementar la seguridad recíproca entre actores (Adler y Barnett, 1998, p. 50). En este sentido, la expresión voluntaria de coordinar políticas tiene la ventaja de aumentar los intercambios, disminuir los costos de

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transacción y de fomentar futuras interacciones. Asimismo, esta etapa es entendida como una categoría diferente a la comunidad, es decir, como una formación al estilo de una alianza estratégica o un régimen de seguridad, en donde se identifican intereses comunes para conseguir fines específicos. Igualmente, esta etapa puede traducirse en una especie de asociación económica, en donde las ventajas comparativas de uno pueden ser complementadas con las de otro, para lograr ganancias compartidas. La homogeneidad cultural, política, social e ideológica que surge en esta etapa podría perfeccionarse a través del desarrollo de organizaciones e instituciones que incentivan y tienen una alta expectativa alrededor de las cs (Adler y Barnett, 1998, p. 52). Se espera que el efecto positivo que genera una mayor interacción entre los miembros, así como la incipiente creación de significados colectivos y la disminución de costos de transacción “fomente el establecimiento de relaciones basadas en la confianza mutua y, de esta manera, pueda evolucionar a una etapa más profunda y dinámica” liderada, en algunos casos, por la capacidad de un Estado para proyectar el propósito. En este sentido, las cs no son ajenas al lenguaje del poder, sino que dependen de este (p. 53). En la segunda etapa, también denominada ascendente, se intensifican los intercambios y se evidencian los primeros resultados en torno al nacimiento de instituciones u organizaciones internacionales encargadas de regular los comportamientos y de favorecer y apoyar un mayor entendimiento, hecho que, sin duda, se ve reflejado en una aproximación cada vez más positiva frente a los demás, disminuyendo simultáneamente los temores (Adler y Barnett, 1998, p. 53). Sobre esta instancia es conveniente recordar la necesidad de desarrollar la confianza entre los miembros, definida esta como una propiedad contextual que garantiza la capacidad del orden social para funcionar pacíficamente y para unir a sus miembros (Vayrynen, 2000, p. 112). En este punto es

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importante desarrollar lo que Biermann denomina profundización de procesos complementarios tendentes al establecimiento de redes interestatales o entre organizaciones, que se caracterizan por: la creación de contactos intensos y regulares, reglas de comportamiento formales e informales, canales de cooperación que varían de acuerdo con su institucionalización, y planes de largo plazo que permiten el diseño y la puesta en marcha institucional como mecanismo para fortalecer y mejorar las relaciones entre los miembros (Biermann, 2008, p. 161). Es decir, la cooperación y la diversificación de canales de contacto tienen la particularidad de no ser entendidos como procesos coyunturales sino como procesos estructurales que tienden a mejorar las relaciones a largo plazo. Sobre este punto Adler y Barnett concluyen que se debe haber producido un cambio lo suficientemente amplio en el comportamiento de los agentes, que logra redefinir los términos en los que se ha entendido su seguridad y las amenazas que debe afrontar (1998, p. 55). La tercera y última etapa, denominada de madurez, se caracteriza por una institucionalización tal que las expectativas de cambio pacífico de los comportamientos se convierten en el hábito más usual. En este punto se hace difícil para los miembros pensar en términos exclusivamente instrumentales y prepararse para una guerra entre ellos mismos (Adler y Barnett, 1998, p. 55). Aquí es conveniente regresar a la división realizada por Adler y Barnett respecto a las comunidades débilmente acopladas o estrechamente unidas, debido a que cada una presenta ciertas características diferenciadoras. Por una parte, respecto de las primeras, los Estados se identifican positivamente proclamando un estilo de vida similar. Existen múltiples y variados mecanismos de interacción que refuerzan la idea de gobernanza informal basada en significados e identidad colectiva. Asimismo, los mecanismos multilaterales de decisión, de resolución de

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conflictos y de planificación militar, de definición común de amenazas y el discurso político que refleja los estándares de la comunidad, sirven para generar elementos diferenciadores entre quienes hacen parte de la misma y aquellos que se encuentran afuera (Adler y Barnett, 1998, pp. 55-56). Por otra parte, las cs estrechamente acopladas se caracterizan por un cambio fundamental en el ejercicio del poder ya que, por ejemplo, el derecho al uso de la fuerza se desplaza desde la unidad –en este caso el Estado– hacia la colectividad o comunidad17. Igualmente, existen ciertos elementos que permiten distinguir un grado mayor de profundidad en la relación alcanzada por la comunidad. Entre ellos encontramos: un cambio respecto a los mecanismos de seguridad que puede llegar a establecer dispositivos de seguridad colectiva, y un alto grado de integración militar que se traducen en el hecho de compartir recursos militares debido a la integración de identidades comunes y de confianza, coordinación política respecto a la respuesta frente a las amenazas externas, libre movimiento de personas que permite disminuir las diferencias entre los miembros de la comunidad y los elementos externos, internacionalización de la autoridad por medio de la creación y coordinación de políticas públicas que armoniza las legislaciones nacionales con las de la comunidad, y una multiperspectival polity, que se traduce en compartir reglas a nivel nacional, transnacional y supranacional (pp. 56-57). Las teorías, los complejos y las comunidades Complejo Regional de Seguridad y Comunidad de Seguridad son dos conceptos que tienen sus orígenes en corrientes de pensamiento diferentes. La tradición racionalista (Porter

17 Sobre este punto en particular, un ataque externo puede implicar una respuesta por medio de un sistema de seguridad colectivo o de una organización de defensa militar integrada (Adler y Barnett, 1998, p. 56).

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y Wight, 1996) y la teoría paradigma “sociedad política” (Onuf, 2012, pp. 20-23), de las cuales los dos conceptos son derivados, aparecen opuestas en sus postulados básicos. Por un lado, la tradición racionalista alienta a considerar los hechos materiales y la racionalidad del actor como los dos ejes centrales para el desarrollo de la reflexión. Por otro, la teoría paradigma “sociedad política” alienta al investigador a considerar los hechos sociales y las interacciones estratégicas de los agentes como los dos postulados básicos para su reflexión. Así, la relación entre los dos conceptos no puede ser establecida de manera directa. Sin embargo, se mostró que los dos conceptos: 1. Llevan al investigador a considerar la influencia del historial de las relaciones entre actores/agentes sobre sus relaciones presentes; 2. Confieren una importancia particular a la idea de identidad como factor determinante de las condiciones de las interacciones entre actores/agentes y que; 3. El desarrollo de un complejo o de una comunidad de seguridad depende de las expectativas de los actores/ agentes, frente a la posibilidad de arreglo pacífico de las controversias. Así que, sin ser construidos a partir de los mismos elementos teóricos, los dos conceptos se sobreponen. A esta primera observación se agrega otra. Adler y Greve señalan que, debido a la variedad de órdenes internacionales que se presentan en el sistema internacional de manera simultánea, se posibilita una superposición o coincidencia de dos o varias estructuras de seguridad en un mismo espacio geográfico o entre diferentes actores/agentes. Esta multiplicidad de configuraciones refleja concepciones y prácticas distintas que hay que tener en cuenta al momento de definir los límites de las regiones que se van a estudiar (2009, p. 59). Es decir, retomando a Adler y Greve, no se pueden analizar los crs o las cs de forma separada sino que, teniendo en cuenta las dinámicas y las prácticas que cada

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una desarrolla, se deben extraer las particularidades que se sobreponen en una estructura o región dada, teniendo en cuenta dos instituciones –definidas en términos constructivistas o de la Escuela Inglesa– fundamentales en el estudio de las relaciones internacionales: el equilibrio de poder y la guerra. De hecho, como lo propuso Frasson-Quenoz, crs y cs se pueden considerar como órdenes de seguridad o securitarios sucesivos. Del complejo regional a la comunidad de seguridad: Precomplejo Protocomplejo Complejo superpuesto

Complejo estandar

Complejo centrado

Complejo de grandes potencias

Supercomplejo

Comunidad pluralista débilmente acoplada Comunidad pluralista madura estrechamente unida Comunidad amalgamada

Con respecto al crs, los mecanismos de seguridad derivados se basan en la noción material-racionalista, en torno a la cual la estructura del sistema internacional está sometida a una competencia entre diferentes centros de poder que exhiben una capacidad –militar, económica, cultural– relativa diferenciada, sin una autoridad central capaz de poner orden. En este sentido, dicha estructura se podría asemejar a las características esenciales derivadas del realismo político en el cual, dentro de un ámbito anárquico, la lucha por el poder, la lucha por alcanzar la hegemonía y por la supervivencia es la regla (Adler y Greve, 2009, pp. 64-66). Por otra parte, los mecanismos de seguridad derivados de las comunidades se basan en la noción según la cual el

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poder y la guerra, aunque no se encuentren ausentes, se pueden dirimir a través de la identidad colectiva y de la confianza recíproca, eliminando la competitividad propia del escenario anárquico. Es decir, que es posible lograr el cambio pacífico a través de políticas de autocontrol o de abstención del uso de la fuerza. Aunque las dos doctrinas expuestas en este punto muestran dos órdenes securitarios diferentes, los autores mencionados señalan que, justamente, en el ordenamiento internacional encontramos una especie de superposición18 en la que se encuentran diferentes formaciones, entre ellas los crs y las cs. Por tanto, una de las diferencias fundamentales entre los complejos y las comunidades radica en el hecho de que estas últimas no conciben el sistema en términos exclusivamente materiales –como lo hace la gran mayoría de teorías de las relaciones internacionales –sino que, a pesar de que no se pueden eliminar las lógicas anárquicas que se imponen a los Estados, sí se puede ir más allá de las mismas procurando que, por medio de las ideas, los intereses comunes y la capacidad reguladora de las normas y las reglas, se pueda moderar el comportamiento agresivo de los Estados y otros actores del escenario internacional.

18 La primera de ellas se denomina temporal y tiene que ver con la interacción simultánea de dos sistemas, es decir, cuando las viejas y las nuevas prácticas interactúan. La segunda se denomina funcional y está relacionada con los sectores que se están sobreponiendo. Sobre el particular se puede destacar la existencia de una gran variedad de mecanismos y prácticas diferenciadas. La tercera es la superposición espacial y se relaciona con la posibilidad de que, en una región determinada, existan diferentes concepciones, visiones o significados sobre la seguridad y las amenazas que se deben enfrentar. Finalmente, encontramos la superposición relacional, en la cual dos actores antagónicos pueden cohabitar o hacer parte de la misma comunidad debido a que, más importante que la relación que mantienen entre estos, es la pertenencia a la organización o institución que ejerce una influencia significativa sobre sus comportamientos (Adler y Greve, 2009, pp. 75-81).

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Sobre este punto particular Hurrell señala que las regiones y las cs se convierten en un importante precursor de cambio en los comportamientos que exhiben los Estados en el escenario internacional, favoreciendo con ello el fortalecimiento de la sociedad internacional, contribuyendo a organizar la gobernanza mundial y regional en diferentes niveles, y generando una estructura de poder multinivel en la cual las regiones adquieren un nuevo significado (Hurrell, 2007, pp. 136-141). Al tener en cuenta la coyuntura internacional, resulta importante resaltar el significado que han adquirido los enfoques hasta este momento estudiados. Así, los estudios regionales –liberales y constructivistas– son determinantes en la definición de la importancia de los elementos culturales cuando se considera la diversidad de patrones en los asuntos de seguridad. En ese sentido, “los masivos movimientos de personas, la intensificación de los contactos entre sociedades y la dislocación del poder, han permitido intensificar la diferenciación política en diversas partes del mundo” (Hurrell, 2007, p. 137), contribuyendo a incrementar el entendimiento y la influencia que alcanzan a tener los factores exógenos o endógenos en relación con los estudios regionales. Cuando se consideran los crs, teniendo en cuenta que un gran número de Estados y de actores internacionales tiene una incidencia mayúscula sobre la región próxima en la que se encuentra ubicado, y no tanto sobre las dinámicas globales, es significativo que la reflexión, en términos regionales, haya logrado poner en evidencia las particularidades derivadas de una formación geográfica frente al exterior. Es decir, el hecho de separar sistemáticamente aquellas circunstancias particulares y relacionarlas frente a las dinámicas globales ha permitido comprender la naturaleza y la forma de actuación de diferentes regiones, observando patrones estables de comportamiento y sus posibilidades de cambio o transformación.

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Igualmente, el concepto de securitización/desecuritización se ha convertido en una herramienta analítica de gran importancia debido al doble papel que puede desempeñar. Por un lado, la seguridad y el hecho de que un asunto particular adquiera cierta relevancia estarán determinados por la conjunción de factores históricos, políticos, económicos y culturales. De esta forma, “no es posible inferir mecánicamente qué consideramos una amenaza a la seguridad y qué no lo es” (Buzan y Waever, 2003, p. 86). Por tanto, la securitización/desecuritización es un elemento variable y dependiente de las dinámicas específicas de la región estudiada. Lo que para unos será una amenaza, posiblemente para otros no lo será o tendrá unas condiciones, significados y respuestas diferentes. Asimismo, el estudio de regiones a través del lente de la seguridad permite observar lo que Buzan denomina condiciones facilitadoras, es decir, que ciertas circunstancias hacen más probable el hecho de que los actores securitizen sus relaciones con enemigos, con vecinos o con regiones adyacentes, cuidando siempre el equilibrio de poder y la distribución de capacidades disponibles en un contexto regional dado (p. 86). Por otra parte, pensado lo impensable y superando las dudas y los temores propios de utilizar el concepto de comunidad para explicar las dinámicas emergentes del sistema finalizada la Guerra Fría, se puede observar que para una construcción cognitiva transnacional es posible identificar algunas –posiblemente todas– de las características necesarias para denominar a aquella como una cs. Es decir que, por medio del análisis de variables que incluyen factores históricos, políticos, económicos, sociales y culturales que permiten a los agentes comportarse frente a otros de cierta manera, se crea un núcleo común de entendimiento expresado a través de identidades e intereses recíprocos, consolidando una construcción social basada en la confianza y las expectativas de cambio pacífico a través de una red de transacciones profundas que se producen mediante instituciones u organizaciones internacionales.

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Resulta sustancial señalar que para las cs la influencia que tienen las prácticas comunes vuelve difícil, por no decir improbable, el retorno a una situación de “statu quo ante” o de identificación negativa (Adler y Barnett, 1998, p. 59). Es decir, que para los defensores del concepto de Comunidad de Seguridad, este tiende a producir un cambio moral real hacia el “bien”. Por último, y no menos importante, en este estudio se considera pertinente formular el postulado de la continuidad en el proceso de ordenamiento securitario regional: desde el precomplejo (etapa previa al crs identificada por Buzan y Waever), pasando por el crs centrado para terminar con la cs amalgamada (Frasson-Quenoz, 2011, pp. 34-58). Elementos de diferenciación entre crs y cs: Complejo de seguridad regional

Comunidad de seguridad

Qué permite observar

1. Dinámicas de seguridad 2. Relaciones entre Estados geográficamente cercanos 3. Interacciones entre bloques regionales 4. Ordenamiento de las relaciones

1. Relación entre los hechos materiales y los hechos sociales 2. Proceso de construcción de los hechos sociales 3. Proceso de aprendizaje social 4. Influencia del hecho social sobre la definición de la seguridad

Cómo se definen

1. Con base en relaciones duraderas entre los miembros 2. Conjunto de varios Estados en el cual se desarrollan unos procesos de securitización/desecuritización 3. Una polaridad que se determina en función de la distribución de las capacidades 4. Una construcción social que incluye la relación amistad/enemistad y la creación de normas

1. Proceso histórico de construcción 2. Existencia de una identidad común 3. Expectativas confiables de cambio pacífico

Cuáles son los tipos que existen

Órdenes regionales previos al complejo: Precomplejo Protocomplejo Complejo superpuesto 1. Estándar 2. Centrado A. Superpotencia B. Potencia C. Potencias regionales D. Instituciones 3. Gran potencia 4. Supercomplejo

1. Amalgamada 2. Pluralista A. Débilmente acoplada B. Estrechamente unida

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