Complejo Cultural Las Ánimas: Una aproximación al cambio social que permite su surgimiento en el Norte Semiárido chileno (650-1200 D.C.)

June 14, 2017 | Autor: Angelo Alé Cortés | Categoría: Archaeology, Prehistoric Archaeology, Historical Materialism, Arqueología, Norte Chico, Cambio social
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Descripción

UNIVERSIDAD SEK FACULTAD PATRIMONIO CULTURAL Y EDUCACIÓN ARQUEOLOGÍA

COMPLEJO CULTURAL LAS ÁNIMAS: UNA APROXIMACIÓN AL CAMBIO SOCIAL QUE PERMITE SU SURGIMIENTO EN EL NORTE SEMIÁRIDO CHILENO (650-1200 D.C.)

MEMORIA PARA OPTAR AL TÍTULO DE ARQUEÓLOGO

AUTOR: ANGELO ALÉ CORTÉS PROFESORA GUÍA: M. ANTONIETA BENAVENTE

COPIAPÓ - COQUIMBO - SANTIAGO, NOVIEMBRE DE 2015

Dedicado a mi madre …porque sin ti esto jamás hubiera sido posible.

LO SIENTO, PERDÓNAME, GRACIAS, TE AMO.

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AGRADECIMIENTOS En estos momentos que he terminado esta laboriosa, ardua y hermosa etapa que significó el estudio de las sociedades del pasado, y que culmina con la elaboración de esta investigación, sólo me queda hacer un recuento de los momentos y las personas que marcaron esta travesía. A principios del año 2012, cuando cursaba el tercer año de la carrera de arqueología en la Universidad SEK, comenzó a cambiar profundamente mi forma de pensar, de ver el mundo, de estudiar al ser humano, y sobre todo de concebir a la arqueología. Anterior a esos momentos, aún no se me aclaraba el verdadero sentido que podría llegar a tener la carrera que había elegido. Fue en ese mismo año, y debido a que mi camino se cruzó con mi hoy compañero de batallas y amigo, Martín, que se logró producir ese “cambio” al que he hecho mención. Durante ese tiempo, percibimos que ambos teníamos los mismos intereses y buscábamos las mismas respuestas a nuestras inquietudes de concebir una arqueología más social y comprometida con las personas. Buscábamos darle un mayor sentido a nuestra disciplina. Fueron largas horas de conversaciones y debates, sonando en el fondo la música de “Plegaria a un labrador” de Víctor Jara, entre un montón de libros, cervezas y tequila. En esas fechas, éramos unos “jóvenes binomios” a quienes nos surgían inquietudes e ideas que quisimos desarrollar en nuestra universidad, las que en ocasiones resultaron fructíferas y en otras no tanto. Aquí fue cuando

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comenzó a plantarse la semilla de Arqueología Callejera (AC), que posteriormente nos brindaría muchas alegrías y satisfacciones. A mediados de ese mismo año, tuvimos la oportunidad de viajar a la costa sur del Perú a excavar un sitio habitacional de la Cultura Chiribaya, en las inmediaciones de playa Pocoma, Ilo. Este terreno formaba parte del proyecto de tesis de postgrado en antropología (UTA-UCN) del arqueólogo peruano Adán Umire. Él y su esposa Ana Miranda, quién igual es arqueóloga, me enseñaron que para lograr algo, en ocasiones no importa si uno no dispone de todo los medios ni los recursos, sino que más bien, es el camino de la vocación el que ayudará a concretar tus sueños. Este viaje iniciático, abrió un nuevo mundo para mí, y me dio la oportunidad de aplicar todos los conocimientos que hasta ese entonces había aprendido en las aulas de clases. Otro momento que quedaría marcado y que merece la pena hacer mención acá, sucedió a principios del año 2013, cuando realice mi práctica profesional en el Museo Arqueológico de La Serena. En esa ocasión y bajo las dependencias de aquella institución, tuve el primer acercamiento a los vestigios y culturas arqueológicas del Norte Semiárido, mi tierra. Gran parte de ese trabajo me entregaría

las

herramientas

necesarias

para

posteriormente

plantear

la

investigación que ahora propongo. En dicha instancia, pude desarrollar las inquietudes sociales que tenía, así como abordar las preguntas históricas planteadas en el marco de una investigación, donde logre definir otras formas de trabajar y de pensar. Merecen en estas líneas mis palabras de agradecimiento,

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para Ángel Durán y Marcos Biskupovic, arqueólogos del museo, quienes me apoyaron constantemente cuando estuve allí y siempre estuvieron abiertos a responder cualquier duda que me surgía, y que aún en ocasiones siguen haciéndolo. Además, en relación a la elaboración de esta memoria, en sentido más estricto durante el último año, toda una serie de personas merecen el reconocimiento por su ayuda y colaboración, y que sin la cual este trabajo no habría terminado satisfactoriamente. Agradezco al director del Museo Regional de Atacama, don Guillermo Cortés Lutz, junto a Rodrigo Zalaquett Fuente-Alba, encargado de colecciones de dicho museo, por permitirme revisar los materiales albergados en aquella institución. También quiero agradecer a Antonia Benavente, mi profesora guía, que gracias a sus consejos y correcciones hicieron que esta investigación lograra llegar a buen puerto. A la Sra. Silvia y don Leo, quienes me acogieron en su casa todos estos años y me incluyeron como un integrante más de su familia. A mis compañeros y amigos, Martín Maldonado, Pancho Vera Kellet y Rodrigo Rojas, a quienes durante estos últimos años aprendí a conocerlos y a quererlos como verdaderos hermanos. Gracias por su constante apoyo en todo momento, por las conversaciones que tuvimos y que me ayudaron a crecer como persona. Gracias por compartir conmigo una parte de sus vidas.

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Finalmente, mis agradecimientos van dirigidos a mi familia, que desde la distancia veían como uno de los suyos emprendía un camino desconocido y poco común a sus ojos, pero que me apoyaron y creyeron en mí hasta el final: he aquí el resultado. A mi madre, gracias por el apoyo incondicional y por alentarme a seguir mis sueños. Todo lo que soy hoy, es gracias a ti.

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TABLA DE CONTENIDOS INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 10 CAPÍTULO I: PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN ............. 13 CAPÍTULO II: ANTECEDENTES ........................................................................... 16 II.1. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN DEL COMPLEJO LAS ÁNIMAS ........ 16 II.2. ESPACIO Y TIEMPO: MARCO GEOGRÁFICO Y TEMPORAL .................. 34 CAPÍTULO III: MARCO TEÓRICO Y CONCEPTUAL ............................................ 42 III.1. LA ARQUEOLOGÍA COMO CIENCIA OBSERVADORA DE LA REALIDAD ........................................................................................................................... 42 III.2. LA PRODUCCIÓN COMO MOTOR DE LA VIDA SOCIAL ......................... 44 III.3. EL CAMBIO SOCIAL A TRAVES DE LA PRODUCCIÓN MATERIAL DE LA VIDA SOCIAL ..................................................................................................... 51 CAPÍTULO IV: METODOLOGÍA ............................................................................ 62 IV.1. RECOPILACIÓN DE ANTECEDENTES: ................................................... 63 IV.2. LABORATORIO: ........................................................................................ 64 IV.2.1. Material cerámico ................................................................................. 65 IV.2.2. Material lítico ........................................................................................ 70 IV.2.3. Metales ................................................................................................ 72 IV.2.4. Material óseo ....................................................................................... 73 CAPÍTULO V: SITIOS ESTUDIADOS .................................................................... 75 V.1. LA PUERTA ................................................................................................ 75 V.2. TRES PUENTES ......................................................................................... 79 V.4. PUNTILLA BLANCA .................................................................................... 80 V.3. QUEBRADA SECA ..................................................................................... 82 V.5. CABRA ATADA ........................................................................................... 85 CAPÍTULO VI: RESULTADOS .............................................................................. 88 VI.1. ANÁLISIS DE MATERIALES: .................................................................... 88 VI.1.1. Producción cerámica:........................................................................... 88

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VI.1.1.1. Descripción general ....................................................................... 88 VI.1.1.2. Análisis morfológico ....................................................................... 89 VI.1.1.3. Análisis de superficies ................................................................. 104 VI.1.1.4. Análisis de pastas ........................................................................ 109 VI.1.1.5. Análisis de la decoración ............................................................. 117 VI.1.1.6 Valoración funcional y económica de los productos cerámicos .... 124 VI.1.2. Producción lítica: ................................................................................ 127 VI.1.2.1. Descripción general ..................................................................... 127 VI.1.2.2. Materias primas ........................................................................... 127 VI.1.2.3. Análisis de los Instrumentos líticos .............................................. 131 VI.1.2.4. Análisis de los derivados de talla ................................................. 145 VI.1.2.5. Valoración funcional y económica de los productos líticos .......... 148 VI.1.3. Metales .............................................................................................. 149 VI.1.4. Material óseo ..................................................................................... 154 CAPÍTULO VII: DISCUSIÓN ................................................................................ 157 VII.1. HACIA UNA APROXIMACIÓN DEL CAMBIO SOCIAL ........................... 158 VII.2. FORMACIÓN ECONÓMICO SOCIAL DEL COMPLEJO CULTURAL LAS ÁNIMAS ............................................................................................................ 170 CAPÍTULO VIII: CONCLUSIONES ...................................................................... 183 BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................... 190 ANEXO 1 CATÁLOGO DE VASIJAS ANALIZADAS ............................................................ 203

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ÍNDICE DE FIGURAS, TABLAS, GRÁFICOS Y MAPAS Figura II. 1. Reconstrucción climática cualitativa para el Norte Semiárido durante los últimos 14.000 años AP, basada en la integración de los datos existentes (Tomado y modificado de Maldonado y Rozas 2008). ....................................................................... 41 Figura VI. 1. Variante morfológica de la sección de cuerpos en las vasijas Ánimas. ........ 92 Figura VI. 2. Tipos de bases presentes en la muestra. .................................................... 94 Figura VI. 3. Fragmentos correspondientes a la pasta identificada como A2. ................ 111 Figura VI. 4. Fragmentos correspondientes a la pasta identificada como B2. ................ 113 Figura VI. 5. Fragmentos correspondientes a la pasta identificada como C1. ................ 115 Figura VI. 6. Cerámica Necrópolis de La Puerta donde se aprecia el motivo de B1 (Niemeyer 1998b). ......................................................................................................... 119 Figura VI. 7. Cerámica Ánimas II ilustrada por Montané (1969). .................................... 119 Figura VI. 8. Tabla de formas e hipótesis de funcionalidad de las cerámicas analizadas en la muestra. ..................................................................................................................... 126 Figura VI. 9. Variedades de puntas de proyectil. ............................................................ 133 Figura VI. 10. Posible alisador-pulidor asociados al proceso de manufactura cerámica. 134 Figura VI. 11. Ejemplo de mano de molino analizada en la muestra. ............................. 144 Figura VI. 12. Objetos metálicos presentes en la muestra. ............................................ 152 Figura VI. 13. Moldes refractarios del sitio La Puerta A.................................................. 154 Figura VI. 14. Espátula de hueso proveniente del túmulo 87 de La Puerta A. ................ 155 Figura VI. 15. Tubo de hueso proveniente de la Necrópolis de La Puerta A. ................. 155 Figura VII. 1. Condiciones climáticas durante el periodo alfarero en el NSA (Tomado y modificado de Maldonado y Rozas 2008). ..................................................................... 163 Figura VII. 2. Fechados más tardíos del PAT y más tempranos del PM en la cuenca de Copiapó. ........................................................................................................................ 168 Tabla II. 1. Fechados del Complejo Las Ánimas. ............................................................. 38 Tabla V. 1. Fechados Sitio La Puerta............................................................................... 79 Tabla VI. 1. Cantidad de vasijas según tipo cerámico. ..................................................... 90 Tabla VI. 2. Tipos de perfil por categoría de vasijas. ........................................................ 90 Tabla VI. 3. Tipo de labio según categoría vasija. ............................................................ 93 Tabla VI. 4. Tipos de borde según categoría de vasija. ................................................... 93 Tabla VI. 5. Tipos de cuello según categoría de vasija. ................................................... 94 Tabla VI. 6. Tipo de bases según la categoría de vasijas. ............................................... 95 Tabla VI. 7. Tipos de bases según sección del cuerpo de las vasijas. ............................. 96 Tabla VI. 8. Elementos de sujeción según categoría de vasijas. ...................................... 96 Tabla VI. 9. Tratamiento de superficie exterior según categoría de vasijas. ................... 105 Tabla VI. 10. Colores superficie exterior de acuerdo a categoría de vasijas. ................. 107 Tabla VI. 11. Tratamiento de superficie interior según categoría de vasijas. .................. 107 Tabla VI. 12. Colores superficie interior de acuerdo a categoría de vasijas. .................. 109 Tabla VI. 13. Patrones de pastas registrados a partir de la muestra de fragmentos estudiados. .................................................................................................................... 112

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Tabla VI. 14. Funciones y contextos de usos de las vasijas cerámicas. ......................... 124 Tabla VI. 15. Procedencia de las materias primas reconocidas en la muestra. .............. 129 Tabla VI. 16. Frecuencia y porcentaje de tipos de instrumentos líticos identificados. ..... 132 Tabla VI. 17. Soporte de los instrumentos tallados. ....................................................... 139 Tabla VI. 18. Formas de las bases según los diferentes instrumentos tallados. ............. 140 Tabla VI. 19. Soporte de los instrumentos pulidos. ........................................................ 142 Tabla VI. 20. Formas de las bases según los diferentes instrumentos pulidos. .............. 143 Tabla VI. 21. Tipos de talón identificados en la muestra. ............................................... 147 Tabla VI. 22. Porcentajes de corteza según derivados de talla. ..................................... 147 Tabla VI. 23. Técnicas de manufactura de los objetos metálicos. .................................. 152 Gráfico VI. 1. Morfología de la sección de los cuerpos cerámicos. .................................. 91 Gráfico VI. 2. Alto total según tipo cerámico. ................................................................... 97 Gráfico VI. 3. Diámetro máximo según tipo cerámico. ..................................................... 98 Gráfico VI. 4. Peso según tipo cerámico. ......................................................................... 99 Gráfico VI. 5. Diámetro de la base según categoría de vasijas. ....................................... 99 Gráfico VI. 6. Espesor pared según categoría de vasijas. .............................................. 100 Gráfico VI. 7. Correlación entre diámetro máximo y altura de las vasijas de la muestra. 102 Gráfico VI. 8. Correlación entre diámetro máximo y altura de los pucos. ....................... 102 Gráfico VI. 9. Correlaciones entre diámetro base y altura total de las formas cerámicas. ...................................................................................................................................... 103 Gráfico VI. 10. Correlaciones entre diámetro base y altura total de los pucos. ............... 103 Gráfico VI. 11. Correlaciones entre diámetro máximo y diámetro base de las formas cerámicas. ..................................................................................................................... 104 Gráfico VI. 12. Correlaciones entre diámetro máximo y diámetro base de los pucos. .... 104 Gráfico VI. 13. Variedades de colores exteriores según categoría de vasijas. ............... 106 Gráfico VI. 14. Variedades de colores interiores según categoría de vasijas. ................ 108 Gráfico VI. 15. Frecuencia de materias primas analizadas en la muestra. ..................... 131 Gráfico VI. 16. Categorías de instrumentos líticos según materia prima. ....................... 133 Gráfico VI. 17. Peso de los instrumentos líticos. ............................................................ 135 Gráfico VI. 18. Longitud de los instrumentos.................................................................. 136 Gráfico VI. 19. Ancho de los instrumentos líticos. .......................................................... 137 Gráfico VI. 20. Espesor de los instrumentos líticos. ....................................................... 138 Gráfico VI. 21. Variedades morfológicas de las piezas talladas. .................................... 140 Gráfico VI. 22. Variedades morfológicas de los instrumentos pulidos. ........................... 142 Gráfico VI. 23. Grado de pulimento de los instrumentos líticos. ..................................... 144 Gráfico VI. 24. Frecuencia de tipos de derivados según materia prima. ......................... 145 Gráfico VI. 25. Dispersión de desechos: Largo vs Ancho............................................... 146 Gráfico VI. 26. Grado de corrosión de los objetos metálicos presentes en el análisis. ... 151 Mapa II. 1. Sitios Ánimas en el Norte Semiárido.. ............................................................ 36 Mapa V.1. Ubicación de los sitios estudiados en el Valle de Copiapó. ............................. 85 Mapa VI. 1. Unidades geológicas presentes en el valle de Copiapó (Tomado de Corvalán 1973). ............................................................................................................................ 130

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INTRODUCCIÓN

El denominado Complejo Cultural Las Ánimas, se sitúa en el Período Medio del Norte Semiárido chileno, entre las tierras situadas desde Copiapó por el norte hasta los valles Hurtado-Limarí por el sur. Ocuparon un espacio geográfico que incluye las líneas costeras y las quebradas de los valles interiores, en un rango temporal que va desde el 650 al 1.200 d.C. (Castillo 1989; Niemeyer et al. 1991). La aparición del Complejo Cultural Las Ánimas, genera un cambio drástico en la prehistoria de la región, y se ven notorias diferencias con las poblaciones predecesoras del Complejo Cultural El Molle. Las poblaciones Ánimas, habitaban de preferencia el litoral y los valles. Poseían una producción económica de carácter múltiple, que incluía la agricultura, la utilización de los camélidos, la recolección y la explotación activa de los recursos del mar. La variada y fina alfarería de preponderancia monocroma de El Molle, es sustituida por platos y escudillas de paredes altas, que en algunos casos exhiben decoraciones negras sobre un fondo rojo, anaranjado o blanco. Otro ejemplo de innovación es el remplazo de la pipa, como instrumento para el consumo ritual de alucinógenos, por recipientes de madera (tabletas de rapé), asociadas a tubos para aspirar polvos psicoactivos. También es importante mencionar el abandono del tembetá como adorno sub-labial (Gallardo 1997). Uno de los rasgos más notorios de estos grupos sociales, radica en la introducción del camélido en los

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contextos funerarios, donde en algunos casos se registran restos completos acompañando al difunto (Castillo et al. 1985) o en otros sólo sus extremidades, lo cual estaría dando cuenta de un cambio en los cuerpos de pensamiento y su relación con el medio, en este caso con el camélido. Lo que aún no está claro, es como se produce este cambio social, que logra que hacia el siglo VII d.C., se desarticulen las poblaciones del Complejo Cultural El Molle, y repentinamente aparezcan nuevos grupos poblacionales que conformarán la nueva entidad social reconocida como Complejo Cultural Las Ánimas. Este cambio social pudo ser el resultado de las intensas relaciones culturales de estas poblaciones con aquellas que habitaban las regiones vecinas (Gallardo 1997). Es por esto, que varios autores han sugerido que la Cultura La Aguada del Noroeste Argentino sería parte del inicio y desarrollo de este proceso al sentar las bases de lo que culturalmente se conoce como el Complejo Cultural Las Ánimas (Iribarren 1969; Niemeyer et al. 1995; Castillo et al. 1997). Esto sucedería producto de la desarticulación que sufre la cultura La Aguada, trasladándose parte de su población al valle alto de Copiapó (Niemeyer et al. 1991; Niemeyer et al. 1993). Sin embargo, hacia el sur estas características se irían debilitando producto del alejamiento de su fuente de origen trasandino, lo cual nos hablaría de un proceso de regionalización de este complejo de norte a sur (Castillo et al. 1997). Sin embargo, a partir de investigaciones en el valle de Vinchina (Provincia de la Rioja, Noroeste Argentino), Callegari (1998) ha planteado que no habría solamente un movimiento de grupos Aguada hacia Chile, sino que se daría una

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esfera de interacción entre grupos en igualdad política favorecida por las características del paisaje. Sustentándose en el planteamiento anterior, la presente memoria se crea como una instancia propositiva e hipotética para tratar de explicar los posibles factores que estarían influyendo en la fuente del cambio social en la sociedades humanas, tomando como caso de estudio el período alfarero del Norte Semiárido chileno. A través de las siguientes líneas se expondrá desde una visión analítica y teórica, que incluyen diversos procedimientos de investigación, cómo es que los grupos alfareros del Norte Semiárido a partir de una serie de contradicciones que experimentaron, pudieron responder a estos y desencadenaron la transformación estructural de la sociedad.

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CAPÍTULO I: PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

Es dificultoso tratar de dilucidar, siquiera de forma simple, como se superpone y da continuidad al proceso cultural la aparente aparición sorpresiva de nuevas sociedades en un territorio, desligándose de las poblaciones que se asentaban antiguamente y produciendo un cambio evidente en la estructura social. En el Norte Semiárido durante el Período Alfarero Temprano, se han identificado grupos sociales con elementos comunes en su material cultural (cerámica de tipo monocroma, uso de tembetás, pipas), lo que ha permitido integrarlos en un mismo sustrato común llamado Complejo Cultural El Molle. Estas poblaciones se asentaban principalmente en las diferentes cuencas de los valles del Norte chico, desde Copiapó por el norte hasta el Choapa por el sur. Hacia el Período Alfarero Medio, se desarticula el Complejo Cultural El Molle y comienzan a habitar los espacios antes ocupados por estas sociedades, además de otros de caracteres más costeros, los grupos que han sido definidos como Complejo Cultural Las Ánimas. Estos grupos poseían características totalmente disímiles a las presentadas anteriormente, especialmente en lo que se refiere al material cultural (formas y diseños de las vasijas cerámicas, uso de elementos del complejo alucinógeno, prácticas funerarias, mayor énfasis en la producción metalúrgica, etc.).

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De esta forma, es que la problemática de esta investigación busca entender de qué manera se produce este cambio social en el Norte Semiárido, y qué factores están influyendo en el desarrollo de este proceso revolucionario que permite la transformación de una sociedad a otra. Siguiendo la problemática del cambio social, se pretende demostrar (o refutar) la teoría materialista histórica, que señala que la fuente del cambio social se da en la base de los modos de producción de las sociedades, como resultado de la contradicción entre las relaciones sociales de producción1 y las fuerzas productivas2 (Marx 2008[1859]). Cabe destacar que todas las sociedades mantienen aspectos sociales, económicos, políticos e ideológicos, cuya articulación e interacción hacen que tales sociedades sean dinámicas. Sin embargo, los procesos sociales que se van dando en el tiempo no consisten en una repetición de las mismas características ni en diferentes combinaciones de los elementos mencionados, sino en la aparición de manifestaciones cualitativamente nuevas, cuyos orígenes se encuentran en las etapas anteriores de desarrollo.

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Las relaciones sociales de producción están mediadas por la relación que guardan los agentes de la producción con los elementos del proceso productivo, y sus cualidades específicas se definen por sus formas determinadas de propiedad y posesión sobre los mismos (Bate 1998). 2 Las fuerzas productivas son el conjunto de elementos materiales que son necesarios para que exista producción: fuerza de trabajo, materia prima y recursos naturales, instrumentos de trabajo y tecnología (Lumbreras 1981).

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Objetivo General: 

Caracterizar el proceso de cambio social que permite el surgimiento del Complejo Cultural Las Ánimas en el Norte Semiárido.

Objetivos Específicos: 

Analizar el material arqueológico rescatado de los sitios adscritos al Complejo Cultural Las Ánimas.



Evaluar el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la población Ánimas, a través de la interpretación del material arqueológico.



Inferir las relaciones sociales de producción de la población Ánimas.



Reconstruir la distribución espacial de los diferentes sitios arqueológicos de este complejo, para comprender cómo se fueron articulando.

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CAPÍTULO II: ANTECEDENTES

II.1. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN DEL COMPLEJO LAS ÁNIMAS

Las investigaciones del Complejo Cultural Las Ánimas en el Norte Semiárido, han estado ligadas a los pioneros de la historia de la arqueología tanto regional como nacional. Las investigaciones de la prehistoria regional permiten comprender a los grupos culturales que se habrían asentado y desarrollado en esta zona. En el caso del Complejo Cultural Las Ánimas, en un comienzo éste es definido como la etapa más antigua de la cultura Diaguita, donde el material cerámico formo parte importante de este diagnóstico. Ricardo E. Latcham, fue uno de los primeros estudiosos que tratan sobre la prehistoria de esta región. A principios del siglo XX, éste autor tiene la oportunidad de estudiar los restos culturales de los pueblos prehispánicos de las regiones de Atacama y Coquimbo. El análisis de estos materiales le permite relacionarlos y compararlos con los pueblos indígenas de Argentina que habrían ocupado las provincias de Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero y parte de la de San Juan, que eran llamados Diaguitas. Al ver las similitudes de estos pueblos de allende los Andes, con los pueblos de las regiones de Atacama y Coquimbo, el autor postula un origen común, y le asigna el nombre de “Diaguitas chilenos”, a los indígenas que ocuparon los territorios chilenos mencionados.

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Además de la similitud entre la cultura material de estos pueblos, otro factor que le pareció interesante al autor para plantear este origen común, se sustenta en la lingüística. La lengua denominada por los cronistas como kakán, sería el lenguaje que utilizaban estos pueblos, aspecto que se evidencia en ambos lados de la cordillera por ciertas denominaciones geográficas, algunos apellidos conservados en documentos coloniales, así como la nomenclatura de plantas y animales, que aún perduran en el lenguaje vulgar de la región. Como vemos, las razones que tuvo Latcham, para plantear que los indígenas de Atacama y Coquimbo estuvieron emparentados con los diaguitas argentinos se basan, según el propio autor, en características lingüísticas, antropológicas y arqueológicas (Latcham 1928, 1937). A partir de la década de 1930, y en las siguientes dos décadas, Francisco L. Cornely comprueba arqueológicamente, de modo más sistemático, la información que aquella entregada por Latcham, otorgando una secuencia más rigurosa y mayor información con respecto a los contextos, distribución espacial e interpretación para esta cultura (Cornely 1936, 1951, 1953, 1956). En sus excavaciones en la provincia de Atacama y Coquimbo, y principalmente en el valle del Elqui, las cuales estuvieron abocadas a excavar cementerios de esta cultura, el autor pudo establecer una clasificación de los distintos períodos desarrollados por este pueblo, fundamentada principalmente en la tipología cerámica rescatada de los cementerios y las características de sus sepulturas. Cornely clasifica en cuatro etapas la tipología cerámica, las cuales tenían una correspondencia cronológica y donde las diferencias entre las distintas fases se observaría

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claramente, proponiendo la evolución experimentada por esta cultura. Dichas etapas son: la arcaica, la de transición, la clásica y la de influencia incaica (Cornely 1951, 1956). La etapa arcaica, se caracteriza por la presencia de alfarería de formas subglobulares (platos o cuencos semiesféricos redondeados) y de paredes oblicuas y gruesas, con base plana o redondeada, cuya decoración era principalmente a base de rayas gruesas formando dibujos concéntricos, lo que se encontraban generalmente en el interior de la pieza, pero a veces se podía repetir exteriormente. En su interior la decoración es de color rojo, negro y blanco. El exterior de la pieza es generalmente de color rojo o crema, en algunos casos presenta una franja en su borde en colores blanco y negro (Cornely 2005[1962]). En cuanto a las sepulturas de esta primera etapa, se caracterizan por aparecer directamente sobre la tierra, delimitadas por grandes piedras a manera de cerco, y también usadas para marcar las sepulturas superficialmente. “La figuras que forman las piedras plantadas son, desde una sola piedra, dos piedras, tres piedras en triángulos, líneas de piedras y corralitos redondeados alargados y cuadrados y a veces no forman ninguna figura inteligible y se confunden con piedras de natural ubicación” (Cornely 1953: 5). En la etapa de transición, aparecen nuevos motivos geométricos más refinados en la alfarería, donde destacan los ganchos, volutas, triángulos y el dibujo escalonado. Sus paredes tienden hacia la verticalidad, son menos hondos aunque todavía siguen redondeados. Tanto para Cornely como para Latcham, la

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decoración característica de esta etapa se debía a una influencia Chincha 3 (Latcham 1930; Cornely 1956, 2005[1962]). Los modos de entierro de esta etapa, se realizaban con lajas graníticas, no en forma de cistas, sino con una o dos lajas paradas en forma oblicua sobre el cadáver, el que en general se encontraba enterrado de manera flectada decúbito lateral (Cornely 1953,1956). Para la etapa clásica, la evolución de la forma y decoración de la alfarería es evidente. Los platos decorados son de mejor factura, con paredes verticales y bases redondeadas. Decoradas por el exterior, los temas y representaciones han aumentado, y sus dibujos se han refinado, algunos con representaciones antropomorfas. Aparece, también en esta etapa, los jarros patos, y otros vasos decorativos (Cornely 2005[1962]). En cuanto a las sepulturas, de esta etapa, se presentan las cistas confeccionadas en lajas de piedras graníticas, enmarcadas en un sepulcro rectangular correctamente alineadas tapadas con planchas del mismo material, donde se sepultaban uno o más individuos, en posición extendida o decúbito (Cornely 1953, 1956). Finalmente en la etapa de dominación incaica, en los contextos se observan típicos rasgos alfareros de la cerámica cuzqueña. Éstos serían la introducción del aríbalo, de los platos planos ornitomorfos con asa, y probablemente del plato campanuliforme. Además se aprecian algunas modificaciones en la forma de los platos, calidad y color (Cornely 1956). En cuanto a las sepulturas, existen dos tipos diferentes de entierro. Por un lado aparecen cistas de piedra delgada, sin un 3

La cultura Chincha fue un pueblo del sur del Perú que se desarrollo durante el Período Intermedio Tardío, y se habría expandido hacia el norte de Chile y por Bolivia hasta el Lago Titicaca.

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orden o tipo preciso. Otra forma de entierro asociada a esta etapa, se caracteriza por aparecer grandes piedras y una laja delgada puesta de manera horizontal, para proteger tanto al individuo como a su ajuar funerario (Cornely 1953). Como se logra apreciar, la separación cronológica entre una y otra etapa, se sustenta en la tipología cerámica y su asociación con diferentes modalidades de entierro. La primera de estas etapas, la arcaica, se convertiría después en lo conocido como Ánimas. El sitio principal de la etapa arcaica, es el cementerio Quebrada de Las Ánimas, cerca de Altovalsol, en el valle de Elqui (Cornely 1956). Lo más rescatable de este cementerio fue la alfarería, ya que gran parte de los restos óseos se habían desintegrado. Esta alfarería constaba de algunos cántaros y olla de carácter rustico. También aparecen una serie de platos semiglobulares con dibujos interiores de líneas gruesas que forman figuras geométricas y que tenían generalmente por el lado exterior una línea dibujada angosta cerca del borde, a veces el mismo dibujo interior se aplicaba también en el exterior del plato. Los colores eran rojo en el fondo, con dibujos de color blanco, negro y rojo. En los más antiguos, en donde las sepulturas se encontraban con los restos óseos desintegrados, los colores eran rojo, amarillo y negro (Cornely 1951, 1956). Cornely distingue a los grupos del cementerio Quebrada Las Ánimas como distintivos del comienzo del desarrollo de la cultura Diaguita. Dicha idea se construye al reconocer que esta población constituye la cultura original del valle

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sobre la cual se deja sentir posteriormente una influencia externa 4, que resulta como consecuencia el surgimiento de la cultura Diaguita (Cornely 1956: 28). Otro de los cementerios donde encontramos características de la etapa arcaica, es en el Cementerio “El Olivar” (Cornely 1936). Se localiza a unos dos kilómetros al norte de La Serena, en el poblado de la Compañía Baja. Corresponde a un gran cementerio donde se encontrarían poblaciones de las tres primeras etapas de la cultura Diaguita, pero predominando las de la etapa clásica. En las sepulturas asignadas a la etapa arcaica, los cuerpos estaban directamente sobre la tierra, y poseían como ajuar funerario, alfarería que por su factura, forma (platos semiglobulares) y por sus dibujos grandes y más toscos, pertenecerían a esta primera etapa. Estas sepulturas se encontrarían a una mayor profundidad que el resto, a unos 1,30 a 1,50 metros. En ocho sepulturas se encontraron junto a la osamenta humana una osamenta de un camélido, rasgo que sería característico del complejo Las Ánimas. En tres casos los restos del animal estaban debajo del humano. Cuatro de estos camélidos poseían fuentes de greda dibujadas con dibujos pertenecientes al periodo arcaico, de formas semiglobulares y muy delgadas, que en la mayoría de los casos estaban completamente quebradas, por su gran tamaño y sus paredes delgadas (Cornely 1936, 1956). El cementerio con características de la etapa arcaica que se ha encontrado más al interior del Valle de Elqui, se conoce con el nombre de “La Viñita”. Este cementerio excavado por Roberto Gajardo Tobar, a principios de la década de 1940, se

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Para Cornely esta influencia deriva del norte, de la Cultura Chincha.

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encuentra ubicado a un kilometro de la comuna de Paihuano, junto al estero de “La Quebrada”, a unos 1.100 metros sobre el nivel del mar (Gajardo 1940). Aquí el autor, revela el material cultural característico de los diaguitas, rescatado de una veintena de sepulturas. Al igual que en “El Olivar” se encuentran presente poblaciones de las tres primeras etapas. En cuanto a los entierros de la etapa arcaica, los difuntos se encuentran sobre el piso de tierra rodeados de piedras de forma natural y en algunos casos son usadas las mismas piedras de moler. Entre la cerámica de esta etapa el autor las describe como de: “greda más gruesa, campanuliformes y con grandes dibujos rectilíneos, muy sencillos, decorando tanto las superficies exteriores como interiores en rojo, crema, morado y plombagíneo 5” (Gajardo 1940: 24). El resto de los objetos encontrados hacen mención a pequeñas puntas de flechas, puntas de lanzas, artículos de hueso y de conchas de moluscos, y algunos adornos y aretes de cobre (Gajardo 1940). Como se observa, sigue existiendo el mismo uso del espacio en los cementerios con características de la etapa arcaica, y las etapas posteriores, diferenciándose entre sí por las formas de las sepulturas y por la cerámica asociada en su ajuar funerario. Julio Montané y Hans Niemeyer (1960) mediante la excavación de conchales, completan los antecedentes desde una perspectiva temporal y material de estos grupos culturales, todavía no bien definidos. Para sacar sus conclusiones se 5

Este término hace mención al color plomo o gris.

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basan en sus excavaciones en el yacimiento de Los Pozos de Puerto Aldea, el que se encuentra a 15 kilómetros al sur del balneario de Tongoy en Coquimbo. El yacimiento está constituido por tres conchales separados a poca distancia por leves hondonadas (denominados conchal Sur, Intermedio y Norte). En ellos se descubren entierros diaguitas en cistas de la etapa clásica, pero también registran la presencia de cerámica del tipo arcaica. Este sitio les permite observar estratigráficamente la sucesión temporal de los tres tipos cerámicos: arcaico, transición y clásico. El conchal Sur presentó un único estrato de 40 cm con cerámica diagnóstica del tipo arcaico. El conchal Intermedio mostró una capa cultural que no sobrepasó los 70 cm. de profundidad, y en donde en su nivel superficial (0-10 cm.) se encuentra un porcentaje predominante de cerámica de la etapas de transición y clásica, mientras que en los niveles inferiores (10-60 cm.) poseen solamente cerámica del tipo arcaico. Finalmente el conchal Norte, presenta un predominio de la cerámica de la etapa clásica en su nivel superficial hasta los 20 cm, en los niveles más profundos predomina el tipo de transición. Como excepción a esta regla se presentan cinco fragmentos del tipo arcaico en el nivel 30-40 cm, que para los autores puede interpretarse “como contactos culturales entre los grupos aborígenes del sector intermedio y norte, lo que también explicaría la existencia de un fragmento del estilo de transición para el mismo nivel en el conchal intermedio. O bien, que hubieran sido transportados de algunos de los sitios con cerámica del tipo arcaico ya abandonados por sus anteriores ocupantes” (Montané y Niemeyer 1960: 61).

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Los autores señalarían en base a sus excavaciones estratigráficas, que la cerámica de las etapas de transición y clásica (definidas por Cornely), pertenecerían a un mismo tipo cerámico en dos fases sucesivas de desarrollo estilístico. Por su parte, el tipo arcaico poseería características diferenciales que permiten considerarlo como un tipo cerámico aparte, sin vinculación directa con los estilos de transición y clásico (Montané y Niemeyer 1960: 75). Es así como las excavaciones de este sitio, comienzan a implantar la concepción de que la etapa arcaica de la cultura Diaguita correspondería a un grupo cultural y temporalmente diferente. Posteriormente, Julio Montané, tomando en cuenta los elementos estructurales, más que la decoración y las formas, define cuatro tipos cerámicos para lo que se conocía como etapa arcaica diaguita, dando le el nombre de Ánimas I, II, III y IV, en honor al primer sitio donde se encontró restos de este período (Montané 1969). El tipo Ánimas I, está representado por sus formas troncocónicas de base planas y paredes oblicuas. El color de la pasta es naranja, y su decoración es de color negro, con motivos de líneas rectas, líneas en zig-zag y triángulos adosados a una línea. Esta decoración es interior y exterior (Montané 1969). Las cerámicas del tipo Ánimas II, poseen dos formas características: a) de base plana y pared ligeramente curva, y b) forma semiesférica con base de mayor radio (ligeramente aplanada) con una hendidura en su parte central que sobresale ligeramente por la parte interior.

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“Este tipo se reconoce inmediatamente porque presenta su superficie interior de color negro debido a que ésta ha sido sometida a una atmosfera reductora después de la cocción, o bien, porque en el horno oxidante fue colocada invertida y con combustible ahogado (sin corriente de aire, sin oxígeno) produciendo en esta parte de la pieza una atmosfera reductora” (Montané 1969: 176). El color de la pasta es naranja de la superficie exterior a la interior, y negro de la superficie interior a la exterior. La decoración es de color negro sobre el color natural y sobre rojo. La superficie exterior está dividida en cuatro zonas iguales; tiene dos opuestas pintadas de negro sobre rojo y las otras dos de negro sobre el color de la pasta. Los motivos decorativos son los mismos que en el tipo anterior (Montané 1969). Para el tipo Ánimas III, las formas cerámicas son platos semiesféricos con paredes más o menos abiertas. Se conocen algunas formas subesféricas. Este tipo se caracteriza por la presencia de hierro oligisto. Esta pintura de hierro oligisto se ha aplicado directamente sobre la pasta, mientras que el blanco está pintado sobre engobe. Las líneas blancas siempre bordean a las negras. Los dibujos geométricos corresponden a triángulos y líneas paralelas (Montané 1969). “Generalmente la superficie exterior está enteramente engobada a excepción de una franja cercana al borde (1 cm) que está pintada con hierro oligisto o pintura blanca, o bien, una franja con los dos colores. La cara superior del borde tiene pintura negra. En algunos casos se ha pintado con los tres colores (negro, blanco y rojo) directamente sobre la pasta” (Montané 1969: 181).

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En el tipo Ánimas IV, se han distinguido dos variedades: tipo con engobe rojo y tipo negro sobre blanco. El tipo con engobe rojo, se caracteriza por poseer engobe rojo tanto en el interior como en el exterior, cubriendo toda la superficie de la pieza. El tipo negro sobre blanco, se reconoce por la forma y sus motivos decorativos. Las piezas se encuentran engobadas tanto en el interior como en el exterior. El motivo decorativo más característico son líneas negras paralelas unidas por líneas oblicuas pintadas sobre blanco. Las formas predominantes en ambas variedades son semiesféricas, algunas con paredes más o menos abiertas. El color de la pasta es café rojizo (Montané 1969). Es así como en base a esto, Montané propone la existencia de un periodo intermedio entre la Cultura El Molle y la Cultura Diaguita, la cual correspondería a Las Ánimas (Montané 1969). A partir de esta propuesta el autor produce un cambio en los conceptos que tradicionalmente se tenían sobre la cultura Diaguita, estableciendo qué entidades debían ser ubicadas en cada periodo. Es así como el periodo Temprano estaría caracterizado por la cultura el Molle, el Medio por el Complejo Las Ánimas, representado por la fase Arcaica de Cornely (1956, 2005[1962]) y el Tardío por la cultura Diaguita (Montané 1969). Si bien dicha separación fue oportuna y necesaria en su momento para la comprensión de este evento, la verdad es que también provocó un desconocimiento de lo que acontecía con lo Molle, lo Ánimas y lo Diaguita, en lo relativo a las transformaciones y los cambios culturales.

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Posteriormente, Gonzalo Ampuero a través de sus trabajos en los sitios Compañía de Teléfonos y Punta de Piedra, corrobora la existencia de este Complejo Cultural Las Ánimas. Este autor, basado en sus excavaciones en ambos sitios, confirma la separación estratigráfica de ambas ocupaciones, además de concluir que el tipo Animas IV (definido por Montané y originalmente asignado al estilo Arcaico por Cornely) es un tipo cerámico perteneciente a la base de la Cultura Diaguita, siendo los tipos cerámicos propios del complejo cultural Las Animas los tipos I, II y III (Ampuero 1972-73). El sitio Compañía de Teléfonos, ubicado frente a la Plaza de Armas de La Serena, corresponde a un basural estratificado con ocupaciones Ánimas y Diaguita. La estratigrafía del sitio entregó una secuencia de 6 estratos, de los cuales los estratos Nº 2, 4 y 5 presentaban contenido cultural. El material cerámico de la ocupación Ánimas, correspondiente al estrato 2 del sitio, es el más abundante, con un 95% correspondiente a cerámica burda, que en general pertenece a piezas globulares sin asa. El 5% restante corresponde a fragmentos asignables a los tipos Ánimas I, II y III. “El estrato Nº 4 entregó cerámica burda en un 92%, similar a la del estrato 2, y el resto correspondiente al tipo de cerámica Ánimas IV, de Montané, y transición de la clasificación de Ricardo Latcham y Francisco Cornely” (Ampuero 1972-73: 332). En los siguientes estratos 5 y 6, aparece fragmentación diaguita de diversos tipos. La fecha obtenida es de 1.045 ± 95 años AP (905 d.C) (Ampuero 1972-73).

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Según Ampuero, el sitio está “demostrando una actividad de recolectores y pescadores marinos, evidenciando por la abundancia de valvas de moluscos y restos de pescados. También se ubicaron algunos huesos de guanaco. El problema de interpretación radica en saber si este grupo ocupó la línea de costa temporalmente para obtener productos marinos, o eran especializados en esas faenas” (Ampuero 1972-73: 334). Por otro lado, el sitio Punta de Piedra, ubicado a 18 km de La Serena, en la ribera sur del río Elqui, corresponde a un cementerio Diaguita con cerámicas de la fase de transición, clásica y tipo Ánimas IV, con entierros primarios y secundarios, simples y colectivos de adultos y niños (Ampuero 1972-73). Se observa la superposición de las sepulturas de las etapas Clásica y de Transición, dentro de la cual se encuentran dos ceramios del tipo Ánimas IV, de lo cual el autor destaca que “Por sus características de profundidad ante el resto de las otras sepulturas y los datos señalados, suponemos que estas dos piezas presentan el inicio del tipo IV de Las Ánimas, si es que le reconocemos validez cronológica” (Ampuero 197273: 329). A comienzos de la década de 1980 se descubrió un cementerio en la construcción de la Plaza Gabriela Mistral y extensión de la Plaza de Armas de Coquimbo, lo cual marca un hito importante en la historia de este complejo cultural. Se trata de un sitio adscrito exclusivamente al Complejo Cultural Las Ánimas, lo cual sirvió para caracterizar de mejor manera a este grupo y a la vez reforzar la diferenciación cultural entre lo Ánimas y lo Diaguita, señalada anteriormente por

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diversos autores (Montané 1969; Ampuero 1972-73). Esta separación se centró principalmente en el patrón funerario, en el cual destaca la importancia del camélido, (se hallan contextos fúnebres de humanos con hasta cinco animales asociados a un individuo), además de la gran riqueza arqueológica (donde destacan elementos para el consumo de alucinógenos, instrumentos metálicos, instrumentos vinculados a labores marítimas, entre otros) (Castillo 1983, 1984, 1989; Castillo et al. 1985). La presencia de cerámica como ofrenda en los contextos mortuorios es relevante, ya que se trató de piezas completas, tanto monocromas (domésticas) como decoradas. Se registraron 10 ceramios, de los cuales sólo uno es diagnóstico: una vasija tipo Ánimas I que presenta agujeros de restauración. El resto del conjunto se compone de un puco o cuenco engobado rojo con mamelón en el borde, además de jarros y ollas alisadas monocromas (Castillo et al. 1985; Castillo 1984). Con el descubrimiento de este sitio se esperaba llenar en parte el vacío de más de 200 años entre el fin de El Molle y la fecha obtenida en el sitio Compañía de Teléfonos (Ampuero 1972-73). No obstante, la fecha radiocarbónica de 740 ± 60 años AP (1210 d.C.) obtenida para Plaza de Coquimbo es bastante tardía (Niemeyer et al. 1991: 20), dejando una serie de interrogantes en relación al desarrollo temporal del Complejo Cultural Las Ánimas, así como de la cronología del Periodo Medio. Durante la década de 1980 y 1990, comienza a formarse un equipo de arqueólogos que emprendieron la tarea de sistematizar los antecedentes

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arqueológicos del área septentrional del norte semiárido, específicamente en la zona del valle de Copiapó. Estos investigadores son Hans Niemeyer, Miguel Cervellino y Gastón Castillo. Sus investigaciones en los sitios de La Puerta, Pucara de Puntilla Blanca, Pucara de Quebrada Seca, Cabra Atada, Carrizalillo Grande entre otros, nos proporcionan una visión más exhaustiva de lo que es el Período Medio en Copiapó con el desarrollo del Complejo Cultural Las Ánimas. El sitio de La Puerta, se localiza a 3,5 km aguas abajo del pueblo de Los Loros y a 65 km al interior del valle desde Copiapó. Se pueden separar dos yacimientos, el primero llamado La Puerta B, que corresponde a un yacimiento de enormes amontonamientos de tierra en una terraza del lado derecho del río Copiapó, y el otro denominado, La Puerta A, el cual corresponde a un cono aluvial de la quebrada principal, donde se encuentra un gran número de túmulos funerarios, y numerosas estructuras habitacionales (Niemeyer et al. 1995; Niemeyer 1998b). Los antecedentes que se tenían del sector de La Puerta, han sido las investigaciones llevadas a cabo por Jorge Iribarren, donde había realizado un reconocimiento general en el valle de Copiapó en 1956, y posteriormente realizo recolecciones en los enormes túmulos de la Puerta B, donde estableció a partir de la cerámica exhumada, que se trataba de un yacimiento del Período Medio vinculado a la Cultura Aguada del Noroeste Argentino. En esta oportunidad define el nombre de La Puerta a la alfarería recolectada en el yacimiento (Iribarren 1958, 1969).

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Ángel Durán (1988) realizó desde el Museo Regional de Atacama la excavación del área de túmulos que Iribarren trabajara anteriormente. Durán excavó los túmulos 93, 56, 53, 74, 22 y 28, además de los túmulos “huaqueados” 14, 43 y 87 que no aportaron material cultural. Con estas excavaciones el autor propone para los contextos de La Puerta, basado en la presencia de cerámica tipo Ánimas II, la presencia de rasgos Molle (entierro en túmulos), y las vinculaciones con culturas formativas trasandinas, una ubicación cronológica tentativa que fija en 650 d.C. La Puerta, en este sentido, reflejaría un fenómeno de contacto e integración cultural, donde la población local recibe aportes foráneos, sin romper totalmente con la continuidad de su desarrollo, aspectos que se deducen al observar la coparticipación de rasgos culturales procedentes de etapas previas (modalidad de enterratorio, formas cerámicas) con manifestaciones novedosas regionalmente (kero, lito esculpido, tipos cerámicos, cucharas o espátulas de hueso) (Durán 1988). Niemeyer, Castillo y Cervellino (1995) realizaron las excavaciones en los túmulos de La Puerta A desde 1992 hasta 1994. Esta investigación entregó el modo de vida de los habitantes del sitio, los que poseían “una economía diversificada, con acceso a variados recursos desde la cordillera andina al mar, con énfasis en la ganadería de camélidos y en la agricultura del maíz, del poroto y de cucurbitáceas. Recolectarían el fruto del chañar y la vaina del algarrobo. Del mar explotaban peces, moluscos crustáceos y equinodermos. Tampoco serían ajenos a la caza de

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animales silvestres, especialmente el guanaco en la cordillera andina” (Niemeyer et al. 1995: 195). Las practicas mortuorias han mostrados dos modalidades dentro del mismo yacimiento: por un lado se encuentran los entierros en túmulos, que corresponden a la mayoría, y por otro lado, están las fosas cilíndricas concentradas en un área reducida llamada Necrópolis (Niemeyer et al. 1995). Las dataciones de este sitio, realizadas por C14 y TL, señalan una cronología que se sintetiza en 850-900 años d.C. (Niemeyer et al. 1995). La evidencia cerámica tipo La Puerta que parece tener cierta semejanza con los de la Cultura La Aguada del Noroeste Argentino, sumado a estos fechados hacen creer a los autores que el sitio refleja la “presencia de influencias fuertes de la fase conocida como Aguada Decadente” (Niemeyer et al. 1995: 196). Otro de los sitios que se emplazan en el valle de Copiapó, corresponde al distrito arqueológico de Cabra Atada. Se ubica sobre el río Pulido, a unos 12 km de La Junta, y corresponde a un gran yacimiento con evidencias de la secuencia agroalfarera completa, del Período Temprano, Medio y Tardío (Niemeyer et al. 1993). Para el Período Medio las evidencias señalan la presencia de un poblado en el piedemonte, el cual aparece como una serie de depresiones abiertas sobre la loma pedregosa que al excavarla entregaron evidencias de alfarería fragmentada del tipo Ánimas. Se tratan de estructuras de viviendas semicirculares, otras más cuadrangulares con piedras en su contorno, y varias son semisubterráneas. 32

Alrededor de estas estructuras se encuentra una gran cantidad de cerámica identificable en su mayoría con el Período Medio, por presentar el interior de color negro brillante acerado, y exterior de color crema de fondo con decoración simple en negro o en rojo. La datación obtenida para este poblado, entrego fechas de 1100 ± 50 años AP (850 d.C.) (Niemeyer et al. 1993). Este sitio remarca la importancia de las periodificación en el valle de Copiapó, donde los autores señalan que “en Copiapó la transición del Período Temprano al Medio fue aparentemente suave, sin excesiva violencia ni cambios tan profundos y que en el P. Ánimas tiene muchos y marcadas influencias Aguada, cultura típica del NO argentino” (Niemeyer et al. 1993: 184). En la última década, se han desarrollado pocos proyectos de investigación que incluya al Complejo Cultural Las Ánimas, y la información producida referente al tema proviene principalmente del reestudio de materiales albergados en los museos, que incluyen estudios zooarqueológicos (e.g. Becker y Cartagena 2005), de artefactos cerámicos (e.g. Garrido 2007; Guajardo 2008, 2011) y de objetos metálicos (e.g. Corral 2009). Más recientemente, Troncoso y Pavlovic (2013) han desarrollado una reevaluación de la secuencia alfarera del Norte Semiárido, presentando una propuesta basada en el reconocimiento de la relevancia de los sistemas simbólicos, las trayectorias históricas y el papel significativo de la cultura material.

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II.2. ESPACIO Y TIEMPO: MARCO GEOGRÁFICO Y TEMPORAL

El espacio geográfico que ocuparon las poblaciones del Complejo Cultural Las Ánimas se enmarca dentro de lo que se conoce como Norte Semiárido chileno, desde el valle de Copiapó por el norte hasta el interfluvio Hurtado-Limarí por el sur (Mapa II. 1). Los sitios que han sido registrados a la fecha, se emplazan a lo largo de la costa y en el curso de los valles, siendo su presencia en los interfluvios y quebradas muy escasa (Castillo 1989). Los fechados que se disponen de estos grupos culturales nos remontan a lo que ha sido llamado Periodo Medio, abarcando un rango cronológico-temporal entre el año 650 d.C. al 1200 d.C. (1300-750 AP) (Tabla II. 1). El Norte Semiárido chileno abarca la parte meridional de la III Región de Atacama (desde el río Copiapó hacia el sur), la IV Región de Coquimbo y la zona norte del río Aconcagua en la V Región de Valparaíso. Esta zona representa un área geográfica que tiene un clima que va cambiando gradualmente desde la aridez por el norte hacia una zona donde predomina un clima estepario o semiárido a medida que se va descendiendo hacia el sur. Su régimen pluviométrico se caracteriza por presentar precipitaciones invernales, cuya cantidad y regularidad se incrementa longitudinalmente hacia el sur, junto con un déficit permanente de humedad a través de todo el año. Dicho déficit, es producto de la escasa cantidad de agua caída y la abundante insolación que predomina especialmente en las áreas interiores y montañosas (Romero 1985).

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Si bien en toda la región se muestran como parte del relieve costero las planicies litorales, es justamente la presencia de la cordillera de la Costa entre los valles de los ríos Copiapó y Elqui y su reemplazo entre los ríos Elqui y Aconcagua por los cordones transversales lo que introduce matices de diferenciación entre ambas subregiones. Aún así, desde el punto de vista de interacción de los climas con el relieve y la dinámica atmosférica, es posible agrupar genéticamente como homogéneas a las áreas de este sector del país (Romero 1985). Geomorfológicamente está región se caracteriza por presentar dos unidades morfológicas, las planicies litorales fluviales y marinas en la costa, y una región montañosa interior en donde el relieve de la cordillera de la Costa y cordillera de los Andes se superponen (Börgel 1983). Las planicies costeras alcanzan su mayor envergadura en las desembocaduras de los ríos y quebradas importantes, lo que en parte manifiesta interacciones continentales y marinas (Börgel 1983). Desde luego que su mayor o menor superficie y penetración hacia el interior, deriva de su prolongación mediante las llanuras de sedimentación fluvial. De esta manera, las influencias climáticas de naturaleza marina pueden permanecer delimitadas a la franja litoral, o definitivamente penetrar a través de los bien desarrollados valles de los ríos Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí y Choapa, La Ligua y Aconcagua. Esta característica compromete a que, además, para la identificación de las variedades climáticas del Norte semiárido se deba recurrir continuamente a una verdadera climatología o topoclimatología de cuencas (Romero 1985).

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Mapa II. 1. Sitios Ánimas en el Norte Semiárido. 1. La Puerta. 2. Tres Puentes. 3. Quebrada Seca. 4. Puntilla Blanca. 5. Cabra Atada. 6. Bahía Maldonado. 7. Chanchoquín. 8. Cía. de Teléfonos. 9. El Olivar. 10. Punta de Piedra. 11. Quebrada Las Ánimas. 12. La Viñita. 13. Plaza de Coquimbo. 14. Puerto Aldea. 15. Hurtado.

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El comportamiento y control climático de la cordillera de los Andes, destaca por su manifestación de sierras transversales continuas hacia el oeste. El cordón maestro andino, de gran altura (Cerro Copiapó, 6.052 m. y Tres Cruces, 6.753 m.) facilita a través de los ríos que escurren entre cordilleras y sierras, no sólo al acceso de agua procedente de los depósitos de nieves y glaciares que originan el descenso gradual de las temperaturas, una vez remontada la capa de inversión térmica, sino que también el descenso de masas de aire cálidas y secas (Romero 1985). Otra área geomorfológica importante de esta región son los llamados llanos de sedimentación fluvial y/o aluvional, los que ocupan los cursos medios de los ríos y valles homónimos Elqui, Limarí, Choapa, Petorca, La Ligua y Aconcagua. En este sentido, existe una estrecha relación entre el temprano poblamiento de la región y estos valles amplios que, con aspecto de cuenca, ocupan el curso medio de los ríos nortinos (Börgel 1983). Por su parte, los sistemas montañosos del sistema andino-costero, con alturas comprendidas entre los 600 y 1.000 m.s.n.m., complican la orografía de la depresión intermedia, resaltando principalmente, con sus cuencas y lomas de altura, los aspectos de aridez. De la misma forma, la disposición preferente en dirección transversal, ejerce sus efectos de sombra, provocando laderas de umbría y solana e influyendo sobre las cantidades de insolación que reciben diversas rinconadas de los valles (Romero 1985).

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Tabla II. 1. Fechados del Complejo Las Ánimas.

Por otra parte, estudios paleoambientales nos remiten a las características del clima en el pasado. Dentro de los registros más antiguos que cubren el Pleistoceno Final, existe cierto consenso en que las condiciones del máximo glacial han sido húmedas y frías, lo que probablemente se deba a un desplazamiento hacia el norte del Cinturón de Vientos del Oeste a través de sus sistemas frontales asociados. Durante el tardiglacial (deglaciación) se registra una clara tendencia de disminución de la humedad con respecto a los tiempos del Último Máximo Glacial. Este patrón es claro en los registros continuos que cubren el periodo desde la Región de Atacama al sur. Sin embargo, los registros de la alta cordillera de las regiones de Atacama y Coquimbo muestran avances glaciares importantes en torno a los 14.000 y 11.000 años AP, lo cual es semejante con los registros ubicados al norte de la región de Atacama (Maldonado y Rozas 2008). Generalmente el periodo Holoceno ha sido descrito como más cálido y seco que el periodo glacial, no obstante dentro de este contexto, también es posible identificar periodos de mayor o menor humedad, así para inicios del Holoceno la mayoría de los registros sugieren condiciones ambientales relativamente húmedas (Villagrán y Varela 1990; Veit 1996; Maldonado y Villagrán 2006), las que habrían prevalecido hasta aproximadamente 9000 años AP, con un último pulso de humedad a los ~7500 años AP. Para la Región de Atacama y el sur de ésta, los registros muestran el cambio desde condiciones relativamente húmedas a condiciones de extrema aridez, sin embargo el inicio de esta fase no tiene solo una fecha en los distintos registros, lo cual puede estar asociado a una disminución paulatina de la

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humedad como lo sugiere el registro de Palo Colorado, con una primera disminución de humedad a los 8600 años AP y la entrada a la fase más árida del Holoceno a los 7700 años AP (Maldonado y Villagrán 2006). El periodo más árido del Holoceno, parece haber estado entre el 7500 y 6000 años AP, para el cual se habían estimado aumentos de temperaturas del orden de los 3ºC (Veit 1996; Kim et al. 2002). Durante el Holoceno Tardío, los registros sugieren condiciones ambientales más favorables, las que parecen haberse recuperado de manera paulatina, así lo muestran los registros del sur de la Región de Coquimbo, con pulsos de aumento de humedad a los 6200, 5700 y 4000 años AP (Maldonado y Villagrán 2002, 2006). Para la Región de Atacama, los registros también muestran pulsos de humedad centrados en 3000-2600 años AP (Veit 1996; Grosjean et al. 1997; Grosjean et al. 1998). Hacia el final del Holoceno, y precisamente en las fechas que nos interesa ya que es donde se desarrolla el Complejo Las Ánimas, los registros muestran el término de una fase árida y seca y el comienzo de condiciones húmedas a partir de 1500-1000 años AP (Figura II. 1), con periodos de alta variabilidad en las precipitaciones hasta el presente (Jenny et al. 2002; Earle et al. 2003; Squeo et al. 2006). En particular, este último pulso parece haber tenido una expresión geográfica algo más amplia ya que también es registrado en el sur de la Región de Antofagasta (Maldonado et al. 2005). Así, la evidencia sugiere que la variabilidad registrada en el Holoceno Tardío desde la Región de Atacama al sur, parece haber estado exclusivamente ligada a la interacción entre el Cinturón de Vientos del Oeste y el Anticiclón Subtropical del Pacífico Sur (Maldonado y Rozas 2008). 40

Figura II. 1. Reconstrucción climática cualitativa para el Norte Semiárido durante los últimos 14.000 años AP, basada en la integración de los datos existentes (Tomado y modificado de Maldonado y Rozas 2008).

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CAPÍTULO III: MARCO TEÓRICO Y CONCEPTUAL

III.1. LA ARQUEOLOGÍA COMO CIENCIA OBSERVADORA DE LA REALIDAD

La labor principal de la arqueología como ciencia histórica-social, es estudiar el conjunto de restos materiales dejados por las sociedades pasadas producto de sus actividades y conductas sociales en la vida cotidiana (Lumbreras 1981, 1982). En manos del/la arqueólogo/a y a través de su interpretación, estos restos materiales son capaces de generar información empírica de la sociedad concreta que los produjo y es posible inferir los diferentes procesos sociales vinculados a las actividades desarrolladas por ella (Bate 1989). Desde nuestro punto de vista, la arqueología se constituye como una ciencia, ya que estudia una porción de la realidad (las sociedades del pasado a partir de los restos materiales que aquellas produjeron durante el transcurso de su existencia), mediante la aplicación de teorías, métodos y técnicas que facilitan un desarrollo sistemático del proceso de investigación (Álvarez y Fiore 1993). Si bien consideramos que la arqueología posee métodos y técnicas para resolver problemas específicos, creemos que su objeto de estudio es el mismo de todas las disciplinas sociales: “la sociedad como un proceso social, cuya historia está regida

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por leyes generales que adquieren particularidades en cada etapa de su desarrollo, presentándose como la unidad de la multiplicidad de singularidades en cada caso y momento concreto” (Bate 1981: 21). De este modo, la arqueología busca explicar científicamente la historia concreta de las sociedades a través del análisis de las distintas clases de datos que permiten el conocimiento de los procesos sociohistóricos en sus diferentes dimensiones. Y debemos tener en cuenta que cuando se busca conocer sociedades como totalidades históricas, la arqueología debe solucionar tres clases de problemas, los que constituyen las instancias metodológicas en la secuencia del proceso de investigación (Bate 1998). El primero de ellos tiene relación con la información disponible que ha sido producida por otros investigadores, por lo que es necesario evaluar hasta qué punto esa información (informes, publicaciones, colecciones, etc.) refleja las propiedades de los materiales recuperados y a las características de los contextos en que fueron encontrados. En segundo lugar, en base a la información que ofrecen los materiales, contextos y sitios arqueológicos, deben deducirse las características de los fenómenos sociales que presentaba la sociedad cuando constituía un sistema dinámico en desarrollo. En tercer lugar, a partir de la comprensión de las expresiones culturales que presentan las diferentes actividades humanas, deben inferirse las regularidades

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causales y estructurales esenciales de las sociedades estudiadas, lo que permitirá la explicación de su historia concreta (Bate 1998). El abordaje de la realidad, es decir la sociedad concebida como totalidad concreta, parte en primer lugar de la proposición de una explicación sobre la totalidad y su desenvolvimiento, una teoría que posee características de hipótesis (Vargas 1986b). Para esta investigación, nuestro objetivo es conocer el proceso de cambio social que permite el surgimiento del Complejo Cultural Las Ánimas en el Norte Semiárido chileno, por lo anterior consideramos que para alcanzar dicho propósito debemos integrar el marco conceptual del materialismo histórico, de manera de poder caracterizar, comprender y establecer las relaciones sociales del Complejo Cultural Las Ánimas que permiten el desarrollo del cambio social. Utilizamos el materialismo histórico porque consideramos que nos ayuda a explicar la existencia objetiva de sociedades, su desarrollo, desenvolvimiento, interacciones, cambios y transformaciones, los que se expresan con una variabilidad histórica.

III.2. LA PRODUCCIÓN COMO MOTOR DE LA VIDA SOCIAL

El sustento fundamental del materialismo histórico gira en torno a la producción. Las mujeres y los hombres tienen como actividad social básica la producción de los medios indispensables para la satisfacción de sus necesidades básicas, como son la alimentación, el abrigo y todas las necesidades que involucren la

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supervivencia de la sociedad. En este sentido, los seres humanos se relacionan con la naturaleza para apropiársela y transformarla según sus necesidades, mediante el trabajo (Marx y Engels 1974). El trabajo humano es el principio trascendental en el desarrollo de la vida social. A través de él, el ser humano ha logrado hacerse a sí mismo, así como crear los medios para apropiarse y transformar la materia natural. En esta transformación de materia natural a materialidad social, participan y la conforman tres condiciones objetivas: las mujeres, los hombres y los objetos materiales que aquéllas/os utilizan, los que se integran en la producción de la vida social y se expresan como fuerza de trabajo, medios de trabajo y/o productos (Vargas 1986a; Risch 1995, 2002; Castro et al. 1998; Flores 2007). Podríamos decir que el comienzo de la historia de la humanidad se encuentra establecido por el momento en que los hombres y mujeres se organizan en sociedad y buscan los medios para poder sobrevivir, satisfaciendo sus necesidades básicas. Y para satisfacerlas, los seres humanos nos tenemos que relacionarnos con la naturaleza, la que constituye el medioambiente natural donde actúan los hombres y mujeres y de donde obtienen lo necesaria para vivir, redimensionándola y otorgando un carácter social a ciertos segmentos del mundo físico (Castro et al. 1998). Dicho medio natural los constituyen elementos relacionados: el agua, la tierra, los animales, las plantas, el clima, etc., y los mismos seres humanos. Así, los hombres y mujeres constituyen un fenómeno de la naturaleza, siendo los únicos que también son sujetos de la misma. Esta calidad

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de ser sujetos la adquieren las mujeres y los hombres en su vida social, es decir, las mujeres y los hombres existen sólo en sociedad, con otras mujeres y/o otros hombres, en su ser social (Marx y Engels 1974; Vargas 1986a). Cuando hablamos de ser social, nos referimos a las formas de comportamiento humano cuando se interrelacionan mujeres y hombres entre sí, y con el medio ambiente natural, es decir, la totalidad de relaciones materiales y objetivas establecidas entre los seres humanos, directamente o mediadas por su relación con los objetos naturales o socialmente producidos (Vargas 1986a, Bate 1998). La necesaria satisfacción de dichas necesidades básicas, se logra mediante la producción de la vida material misma, “y no cabe duda, de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo que hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres” y mujeres (Marx y Engels 1974: 28). Podríamos decir entonces, que los hombres y las mujeres se relacionan dentro de la sociedad en la cual viven, unos/as con otros/as, en torno a las actividades que realizan y que están relacionadas con el trabajo humano. Estas formas de relación en torno al trabajo no operan fortuitamente sino que están reguladas por por leyes sociales, las cuales son determinantes en la acción humana, no obstante que los seres humanos, como seres biológicos están también sometido a las leyes naturales, generales y particulares.

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Entendemos a la sociedad como un fenómeno en constante desarrollo, es decir, un proceso infinito e inagotable que se establece como una totalidad estructurada en términos de los procesos de interconexión y de los procesos de transformación de sus partes constituyentes (Vargas 1986b). El desarrollo de la sociedad opera dentro de las relaciones que vinculan y determinan a los hombres y mujeres entre sí y con el medio ambiente natural, relaciones que poseen un carácter contradictorio innato. Los seres humanos al relacionarse reflejan la dinámica interna de la sociedad en la que viven, sociedad que constituye el escenario de contradicciones y tensiones sociales. El desarrollo contradictorio de los elementos que integran el todo social actúa dentro de las condiciones externas específicas, es decir, las contradicciones sociales se manifiestan dentro de condiciones que intervienen en su transformación. Esas características externas constituyen, por tanto, la condición para que los cambios sociales ocurran, mientras que las contradicciones sociales internas los determinan (Vargas 1986a). De esta manera, podemos observar que el agente causal de la transformación y el cambio es netamente social. En esta ecuación, como consecuencia del cambio histórico del ser social, la acción del entorno natural también se transforma históricamente, acondicionándose para los cambios donde se desarrollará el ser social. Esa transformación del ser social implica que las mujeres y los hombres tienen necesidades diferentes, y las satisfacen también de diferentes maneras, durante el devenir histórico, ya que el medio ambiente natural es captado de manera propia por los hombres y mujeres según cómo van desarrollando sus capacidades.

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Es así que, al comienzo de la vida social, observamos que el medio ambiente posee mayor grado de influencia sobre la sociedad. A medida que el ser social se complejiza, disminuye la acción de la influencia. La contradicción inicial sociedadnaturaleza se va desarrollando hasta que el ser humano reconoce formas de control sobre el ambiente, lo que le faculta controlar la producción. Podemos señalar entonces, que en la relación del ser humano con su ambiente, aquel actúa conscientemente para modificarlo, apropiárselo y transformarlo según sus propias facultades. De esta manera, cuando el ser humano posee poco desarrollo, amplía su dependencia de la naturaleza. Pero cuando el ser humano comienza a modificar la naturaleza, tales modificaciones le permiten a su vez desarrollarse cada vez más, y al hacerlo, comienza su separación de las condicionantes medioambientales. Por tanto, la sociedad no se adapta a la naturaleza, sino que la modifica, beneficiándose de ella. Tiene la tendencia siempre

creciente

a

controlarla,

lo

que

le

permite

alejarse

de

los

acondicionamientos y a resolver la contradicción a su favor. Aunque con el desarrollo del ser social la contradicción ser humano-naturaleza no desaparece, es decir, la naturaleza siempre es el objeto de trabajo del ser humano, vemos que se desplaza hacia otros aspectos ligados a la división social de los individuos dentro del proceso productivo de la sociedad (Vargas 1986a). Para las arqueólogas y los arqueólogos, unos de los problemas centrales radica en explicar cómo la existencia y desarrollo de las sociedades crea e interviene en diversas cadenas causales de cambios, cuyos efectos, en un momento dado de su

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propia historia, integran el cuerpo de datos observables por las/os arqueólogas/os. Uno de estos problemas se refiere al hecho de que la base material de la sociedad no se reduce solamente a la existencia de los procesos económicos, y por lo tanto, no puede explicarse sólo mediante el concepto de modo de producción. Sobre todo cuando gran parte de las evidencias de actividades que la arqueología recupera no reflejan directamente actividades económicas o se trata de formas de consumo no productivo (Bate 1998). Es por esto y siguiendo a Bate, creemos que “el materialismo histórico, como teoría

de

la

realidad

social,

permite

explicar en

su

interrelación,

las

interconexiones entre distintos niveles de integridad particulares -distintos niveles de esencialidad y de generalidad- en las dimensiones de espacio y tiempo” (Bate 1998:56). Para ello, dilucidaremos los vínculos recíprocos entre los aspectos de la realidad que se pretenden reflejar y, utilizando las categorías de formación económico social, modo de producción y modo de vida intentaremos explicar a la sociedad como realidad concreta. La formación económico social se refiere al sistema general de regularidades estructurales de la conducta social en su totalidad y los procesos históricos y sociales que forman las sociedades (Lumbreras 1981; Vargas 1985; Bate 1989). Esta categoría comprende la unidad orgánica del ser social y las superestructuras. Las contradicciones fundamentales se desarrollan en la práctica del ser social, y en particular, en la categoría del modo de producción. Cada formación social

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supone una sociedad que, como totalidad, está integrada por varios niveles: el nivel de la reproducción de la vida material o modo de producción, el nivel de la reproducción

biológica,

integrando

ambas

la

base

o

estructura,

y las

superestructuras ideológica y jurídica o conciencia social (Vargas 1986b; Bate 1998). En relación al modo de producción, éste se refiere a la unidad de los procesos económicos básicos de la sociedad (producción, intercambio, distribución y consumo), organizados bajo diversos tipos de relaciones de producción, estableciendo un sistema orgánico contradictorio y dinámico dialéctico de la formación social (Vargas 1985; Bate 1998). En este sentido, son esenciales en la determinación de la estructura social las relaciones que se establecen en torno al proceso de producción. La producción social concibe las condiciones objetivas en las que agentes sociales (sujetos y objetos) se relacionan con la propia producción. La calidad del modo de producción es presentada por la calidad fundamental del sistema de relaciones sociales de producción, que se corresponden necesariamente a un determinado grado del desarrollo de las fuerzas productivas. La contradicción fundamental de la sociedad está condicionada por las formas de las relaciones sociales de producción y el contenido de las fuerzas productivas (Bate 1998; Castro et al. 1998). El modo de vida es una categoría que resume y acota niveles de especificidad y singularidad mayor que la categoría de formación social. Son las particularidades de la sociedad concreta. Estas particularidades se constituyen por la organización

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técnica y la organización social. La primera de ellas está condicionada por las características del medio ambiente en que el grupo humano vive y que transforma a través del trabajo, mientras que la organización social responde a la naturaleza de los contactos entre diversos grupos sociales (Bate 1998). El modo de vida permite acercarnos a las actividades de un modo de producción, representando la respuesta social de un grupo humano a las condiciones de un ambiente determinado (Vargas 1985). En el plano metodológico, para lograr conocer el modo de vida, será necesario identificar los recursos naturales y caracterizar el medio ambiente físico de la sociedad que se está estudiando. Los modos de vida poseen una dimensión espacial determinada por el medio natural e intensidad de las relaciones con un ambiente determinado, e incluyen las formas productivas concretas en que se resuelve el proceso de enfrentamiento y transformación del medio (Acosta 1999).

III.3. EL CAMBIO SOCIAL A TRAVES DE LA PRODUCCIÓN MATERIAL DE LA VIDA SOCIAL

Para comprender las implicancias del cambio social y como el materialismo histórico lo entiende, es necesario definir su principio de razonamiento básico: la dialéctica. La dialéctica es la marcha de la historia, cuyo motor son las contradicciones. Contradicciones que impulsan el desarrollo histórico y los cambios, y que están en

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constante movimiento. Precisamente los arqueólogos debemos tratar de comprender el movimiento, el cambio social, en tanto no hay nada más dinámico que una sociedad. Según Marx (2008[1859]), los seres humanos establecen determinadas relaciones sociales de producción o maneras de hacer para producir sus alimentos, bienes y servicios, que se corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales, que incluye cosas como la tecnología disponible o los recursos naturales explotados, y son las que determinan el desarrollo de los otros aspectos de la vida humana. “La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia. En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o con las relaciones de producción dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces una época de revolución social” (Marx 2008[1859]: 4-5).

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L. Cornejo (2012) desde una mirada más cercana a nuestra disciplina, sintetiza y actualiza los postulados de Marx de la siguiente forma: “Las condiciones de la vida humana están construidas en torno a la contradicción entre las relaciones sociales de producción y los medios materiales de producción, ya que tal proceso siempre produce grupos que serán beneficiados por el orden imperante. Dichos grupos construirán discursos que intentarán aplacar la contradicción, tarea que en algunos casos es efectiva por mucho tiempo. No obstante, llegará el momento en que el desarrollo de las fuerzas productivas producirá un nivel tan alto de contradicción con las relaciones sociales de producción existentes, que ésta no podrá ser ocultada o morigerada, desatándose una Revolución Social” (Cornejo 2012: 396). Como

hemos

señalado,

la

transformación

de

la

sociedad

opera

por

contradicciones, es decir, enfrentamientos y oposiciones de contrarios que se interconectan y niegan. La primera contradicción que aparece está dada entre los dos elementos que intervienen para que se facilite el trabajo humano: los elementos sociales, que se refieren a la sociedad con sus capacidades y habilidades, y los elementos naturales, que consiste en la naturaleza con sus recursos. Esta lucha de opuestos entre la sociedad y su entorno natural afecta toda la estructura social. En la esfera de la totalidad que caracteriza a la base, sus componentes: fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, se contraponen para poner en funcionamiento a la totalidad (Vargas 1986a).

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Como observamos las categorías primordiales para entender el cambio social, son las de fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, ambas constituyentes bases del modo de producción que posee cualquier sociedad. En este sentido, consideramos que los contenidos económicos son los factores que ejercen una influencia decisiva en los procesos sociales. En primer lugar, las fuerzas productivas pueden ser entendidas como el conjunto de elementos materiales que son necesarios para que exista producción. Esta producción se realiza como consecuencia de la constante interacción de estos elementos, y que a su vez surge por medio del trabajo, que es la fuerza motriz de la dialéctica interna de las fuerzas productivas (Lumbreras 1981). Los elementos del proceso productivo que intervienen en cada proceso de trabajo son la fuerza de trabajo (la capacidad y energía humana que transforma diversos objetos con el fin de convertirlos en bienes de consumo, goce o poder), los objetos de trabajo (todos los objetos o fenómenos sometidos a transformación por la fuerza de trabajo), los instrumentos de trabajo (elementos que los seres humanos interponen entre la fuerza de trabajo y los objetos de trabajo, y que permite elevar las capacidades y energías de la fuerza de trabajo), los productos (resultado de la transformación de los objetos de trabajo, adquiriendo propiedades que satisfacen diversas necesidades humanas) y los desechos (también son resultado del proceso productivo, pero no constituyen satisfactores) (Bate 1998). Las relaciones sociales de producción por su parte, son las bases de las relaciones de propiedad objetiva de los agentes de la producción sobre los

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elementos del proceso productivo. Esta propiedad, consiste en la capacidad que poseen los sujetos sociales de disponer, usar o gozar de un bien. Las relaciones sociales de producción se encuentran mediadas por la relación que guardan los agentes de la producción con los elementos del proceso productivo, y sus calidades específicas se definen por sus formas determinadas de propiedad y posesión sobre los mismos. Son las relaciones que se generan entre los seres humanos como resultado del trabajo, las relaciones que aparecen entre las mujeres y los hombres como consecuencia de la participación que cada una/o de ellas/os tiene en el proceso productivo; consecuentemente,

esa participación

dependerá de sus relaciones de trabajo, o sea sus relaciones con los medios de producción (los instrumentos y el objeto de trabajo) y con los otros agentes productivos (fuerza de trabajo) (Lumbreras 1981; Bate 1998). Entonces, podemos decir que la calidad de la estructura de una sociedad está dada por las relaciones sociales que se establecen en torno al proceso económico fundamental: el de la producción, y dichas relaciones guardan un vínculo de correspondencia con el grado de desarrollo promedio del conjunto de las fuerzas productivas (Sarmiento 1999). Por lo tanto, las características básicas de una sociedad no se definen únicamente por las características de sus fuerzas productivas (grado de desarrollo tecnológico, explotación de recursos, cantidad de gente que trabaja, etc.); ésos serían los aspectos cuantitativos de la estructura de la sociedad. Los aspectos cualitativos se

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definen a partir de las relaciones sociales que se generan dadas las características cuantitativas de las fuerzas productivas. “En cada sociedad existe no sólo la producción, sino un modo de producción cualificado por un tipo fundamental de relaciones sociales que se generan al producir, mismas que determinan las formas de integración de otros tipos secundarios de relaciones sociales y su desarrollo. El aspecto clave que determina cómo son las relaciones sociales fundamentales es la capacidad que tienen, los grupos sociales e individuos que producen, de disponer, usar y gozar de los elementos del proceso productivo” (Sarmiento 1999: 22). Podemos mencionar que en el registro arqueológico en variadas ocasiones se han dado cambios cuyo origen se encuentran en factores exógenos. Sin embargo, esto no debe conducir a equivocaciones, ya que “estos factores exógenos sólo serán capaces de cambiar la sociedad en la medida que se agudiza la contradicción entre los medios de producción material y las relaciones sociales de producción” (Cornejo 2012: 396). Bajo estas premisas, podemos apreciar que al principio de la vida social de los hombres y mujeres, la contradicción principal se establece entre la base de la sociedad con la naturaleza. Las fuerzas productivas se enfrentan al ambiente natural, siendo las mismas el elemento motor de la contradicción. Sin embargo, esto no significa que ésa sea la única contradicción que actúa en las primeras formaciones sociales, ya que entre todos los elementos que integran las fuerzas productivas, las relaciones sociales y las superestructuras, o sea en la totalidad,

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ocurren siempre y constantemente contradicciones. Es sólo que aquella forma la contradicción principal. Dicha contradicción principal establece la existencia de un conjunto de instrumentos de producción, de una organización social y de una concepción del mundo orientados a su solución. Es así entonces que podemos decir que las primeras formaciones sociales de cazadores-recolectores intentan resolver ese enfrentamiento mediante la creación de instrumentos de producción destinados a la apropiación directa de la naturaleza, pero no de toda ella, sino de aquellos elementos que constituyen los recursos naturales, y su organización y su prácticas sociales responden a esta determinación establecida por la contradicción principal (Vargas 1986a). Cuando una contradicción principal es resuelta mediante la ejecución por parte de la sociedad de un conjunto de instrumentos de producción, una organización social del trabajo y formas ideológicas específicas, surge otra, o alguna de las existentes adquiere el carácter de principal. En el caso de las formaciones sociales cazadoras-recolectoras, la solución de la contradicción se logra cuando los grupos sociales domestican a la naturaleza. Cuando esto ocurre, la nueva contradicción principal y los conjuntos indicados, permiten reconocer la existencia de una nueva formación económico social. Sin embargo, los procesos sociales que se van dando en el tiempo no radican solamente en una repetición de las mismas características, ni en diferentes combinaciones de los elementos mencionados, sino en la aparición de manifestaciones cualitativamente nuevas, cuyos orígenes

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se encuentran en las etapas anteriores de desarrollo (Vargas 1986a; Sarmiento 1999). Cuando surgen las nuevas formaciones sociales de carácter tribal es indiscutible que la contradicción principal no se encuentra ya en la relación sociedadnaturaleza, aunque todavía ésta opera con gran importancia en el juego de contradicciones que caracterizan a esta sociedad. La contradicción principal se mueve hacia las relaciones entre los grupos sociales, cada uno de ellos defendiendo sus inversiones de trabajo sobre el objeto de trabajo. La domesticación de la naturaleza por parte de estos grupos tribales, exige que este trabajo objetivado sobre la tierra (agricultura) o rebaños (ganadería) deba ser protegido ante los demás. Ello trae consigo la presencia de una concentración poblacional mayor, el desarrollo de una fuerza de trabajo invertida sobre el objeto, una tendencia al control de la producción, defensa y dominio de los territorios donde se desarrolla la producción, y la necesidad creciente de mantener los medios naturales de producción. Internamente, la contradicción estructural básica está dada por el control y la necesidad de nuevos medios para la producción; pero la contradicción principal puede expresarse, por ejemplo, entre la presión poblacional o la expansión territorial y la concentración de la población en los espacios vividos y la incapacidad para sostener los contingentes humanos, o entre grupos antagónicos luchando por un mismo territorio que contiene los medios naturales de producción deseados (Vargas 1986a).

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A nuestro parecer, la contradicción principal de esta sociedad estriba en la relación que se establece entre grupos sociales similarmente constituidos, es decir, entre comunidades. Dichas relaciones, que al comienzo de la formación son complementarias

y

unidas

devienen

en

desiguales

y

políticas

por

el

reconocimiento interno de las desigualdades sociales. De este modo, la contradicción principal es entre lo igualitario y lo desigual, lo cual expresa el papel distintivo de grupos de individuos, inter y entre comunidades, en el proceso productivo. Esta contradicción entre lo igualitario y lo desigual se resuelve, finalmente, y permite el surgimiento de una nueva formación social, caracterizada por la lucha de clases, es decir, la contradicción principal es en este momento entre los individuos según los roles que poseen en el proceso productivo (Vargas 1986a). En resumen, en las primeras formaciones económico sociales de cazadoresrecolectores, la contradicción principal se resuelve por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas (control y dominio sobre la naturaleza); en las formas tribales se resuelve por el predominio de la desigualdad social que culmina, finalmente, en la lucha de clases. En este último caso, la contradicción entre los individuos que actúan en el proceso productivo mantiene interrelaciones con otras contradicciones y, también, contradicciones en su proceso de desarrollo. Según la teoría materialista histórica, la concepción de totalidad y cambio reconoce que son los factores de una sociedad los que prioritariamente provocan su transformación, es decir, toda sociedad posee intrínsecamente factores

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internos de desequilibrio, estimuladores del cambio, que tienen carácter contradictorio (Vargas 1986b). En conclusión, podríamos resumir los planteamientos fundamentales que van a regir esta investigación y que derivan de la teoría materialista de la historia de la siguiente forma:



El fin de nuestras investigaciones se fundamenta sobre la premisa de que es indispensable entender y explicar la totalidad y sus transformaciones para lograr entender las partes.



Las relaciones entre las partes se reconocen por tener una interdependencia desigual, es decir, existe siempre una variable determinante.



Consideramos que las categorías y conceptos así como las leyes, son relativos. Nunca absolutos y ahistóricos.



La

transformación

y

el

cambio

de

la

sociedad

se

rigen

prioritariamente por factores dinámicos endógenos, ubicando a los exógenos en un rol secundario, es decir, los factores exógenos se consideran una posibilidad, y no una necesidad. 

Las sociedades se manifiestan como diferentes en el tiempo debido a

que

se

encuentran

en

contradicciones

y

desequilibrio

permanentemente.

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El proceso histórico se explica por las contradicciones que se generan en la estructura de la sociedad.

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CAPÍTULO IV: METODOLOGÍA

Considerando el contenido de la problemática aquí expuesta, los métodos de investigación utilizados se basan en la organización de los análisis que nos informen de los indicadores vinculados a los procesos de producción de los materiales arqueológicos. Es decir, los indicadores seleccionados para poder responder a nuestra investigación, son aquellas propiedades de los objetos que sean indicadores del proceso de trabajo o instrumentos de producción. El estudio de este tipo de materiales, nos brinda la información referente al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, ya que éstos son el reflejo del conocimiento de los seres humanos frente a la naturaleza (ya sea empírico o científico) y su expresión material (tecnología), es decir, estos “objetos son usados para transformar

la

naturaleza,

ampliando

la

energía

humana

artificialmente”

(Lumbreras 1981:74). El método utilizado para resolver la problemática planteada consistió en el manejo integrado de varias instancias metodológicas que nos brindaron y nos permitieron ordenar la información en pos de cumplir los objetivos planteados, cuyos pasos se describen a continuación:

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IV.1. RECOPILACIÓN DE ANTECEDENTES:

Se llevó a cabo una búsqueda bibliográfica que pudiera entregarnos los antecedentes referentes al Complejo Cultural Las Ánimas en el Norte Semiárido, poniendo especial atención en aquellos trabajos que poseen una metodología de excavación e investigación lo más detallada y rigurosa posible, de manera de advertir los contextos asociados en el que se encontraba el objeto, y poder inferir las unidades culturales y socialmente significativas. Esta información nos permitió además clasificar y tener una idea del material para ser analizado posteriormente en laboratorio, distinguiendo cuales materiales podrían ser utilizados, que entregarán información relevante para resolver la problemática planteada. De la misma manera se obtiene información para la elaboración del marco teórico que brindó sustento a la investigación en lo que se refiere a la forma de estudiar el cambio social en las sociedades desde el factor de la contradicción social, producto de la dialéctica entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas. El examen de material bibliográfico fue una tarea desarrollada en forma permanente.

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IV.2. LABORATORIO:

Se refiere a la obtención de datos a partir del análisis de las diversas categorías de materiales recuperados durante las excavaciones y que se encuentran en las colecciones museológicas del Museo Regional de Atacama. Con el fin de observar los distintos instrumentos de producción, se hizo una ordenación de artefactos según materialidad. En esta instancia, se incluye un procedimiento analítico y la descripción particular de un artefacto o grupos de artefactos, que se ordenan por similitud de las unidades de descripción en un sistema de ordenación. En este momento, los procedimientos clasificatorios están dirigidos a inferir los procesos de trabajo necesarios (relacionados con su manufactura, origen, transporte, etc.) y posibles (por su relación formal-funcional, traceología, etc.) El material analizado correspondió principalmente a artefactos cerámicos y líticos, y en menor proporción a óseos y metales. Estos materiales provienen principalmente del sitio arqueológico de La Puerta A. También se incluyeron en la muestra, en menor medida, materiales de los sitios de Cabra Atada, Quebrada Seca, Puntilla Blanca y Tres Puentes. Se analizó el material proveniente de estos sitios, ya que de ellos se han obtenido los fechados más antiguos provenientes del Complejo Cultural Las Ánimas y por tener una estrecha relación con sitios del Complejo Cultural El Molle (tal es el caso de los sitios de Cabra Atada y Quebrada seca, que poseen ocupación de ambas

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poblaciones), lo que nos podría indicar de mejor manera cómo se está produciendo este cambio social. Además de las publicaciones de estos sitios, se revisaron los cuadernos de campos y los inventarios realizados por los arqueólogos que trabajaron en esos lugares (Hans Niemeyer y Miguel Cervellino) y que actualmente se encuentran depositados en el Museo Regional de Atacama, lo que permitió identificar las distintas ocupaciones y los materiales provenientes de ellos. A continuación

se hará mención de la metodología utilizada en cada tipo de

material analizado.

IV.2.1. Producción cerámica

Al estudiar los materiales cerámicos generalmente se busca ordenar y agrupar las distintas vasijas o fragmentos de ellas, para generar una clasificación tipológica que permita a diversos investigadores reproducir dicha clasificación, es decir, para que logren reconocer y comparar nuevos objetos dentro de la tipología preexistente (Uribe 2011). Si bien, pensamos que esto es una tarea necesaria, consideramos que muchos de los estudios relacionados con este tema se quedan en la descripción y clasificación, dejando de lado aspectos de los procesos de producción que son igualmente relevantes a la hora de conocer el contexto social y económico en el que se desarrollaron estas actividades alfareras.

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En cuanto a la producción cerámica, es importante reconocer dos aspectos fundamentales que son el nivel de especialización del trabajo y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de una sociedad, ya que de ambos depende en buena medida la productividad y el volumen de producción alcanzado. Por ejemplo, en cuanto a la producción, nos interesa saber si se trata de una actividad doméstica, artesanal o industrial o, en definitiva, el grado de especialización de la producción alfarera. Esta especialización está ligada a una mejora o, al menos, a un cambio en las técnicas de producción que permite aumentar la cantidad y/o la calidad de los recipientes cerámicos. Dicha cambio de las fuerzas productivas puede ser de diferente carácter, dependiendo del papel desempeñado por los recipientes cerámicos y de la posición del alfarero o de la alfarera dentro de la sociedad (Risch y Gómez-Gras 2003). Siguiendo a Risch y Gómez-Gras (2003:190), consideramos que “el objetivo de cualquier estudio de caracterización material debería consistir en la identificación de las materias primas, los medios de trabajo y la fuerza de trabajo y en el análisis de las técnicas que articulan estos elementos de una forma concreta dentro del proceso de producción”. En el proceso de producción, quedan materializados los recursos instrumentales y los conocimientos técnicos empleados en un momento histórico determinado, que determinan el producto final. Dicho producto es también consecuencia de unas determinadas relaciones sociales de producción, no obstante aquí el vínculo entre lo material y lo social no es directo (Risch y Gómez-Gras 2003).

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Pero el análisis de los procesos de producción cerámica debe relacionarse también con los ámbitos de consumo o uso, tanto en términos cualitativos como cuantitativos. Esto se traduce en la función que cumple cada recipiente cerámico dentro de la formación socioeconómica que las produjo, lo que nos ayudará a reconstruir los vínculos económicos y sociales existentes en una comunidad pretérita despejando los puntos incognitos a partir de la materialidad social disponible. En este sentido, se parte de la premisa de que el trabajo alfarero busca garantizar la función de las cerámicas como medios de producción, es decir, como instrumentos de almacenamiento, transporte, cocinado, etc., a partir de determinadas materias primas, morfologías, acabados y procesos de cocción (Risch y Gómez-Gras 2003).

IV.2.1. Vasijas completas

Para el estudio de la alfarería, se analizó el conjunto cerámico del Complejo Cultural Las Ánimas, y que incluye piezas completas y fragmentadas que presentan más del 50% de su integridad (lo que permite la reconstrucción de la pieza). Se consideraron tanto piezas decoradas como no decoradas. Se registró un total de 26 vasijas cerámicas, correspondiente a la cantidad de vasijas que se encontraban en los depósitos del Museo Regional de Atacama.

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El análisis se orientó principalmente a solucionar interrogantes referentes al contexto del conjunto, de buscar información relacionada a la morfología y la decoración, y de la funcionalidad que pudieron cumplir las vasijas. a) Morfología: Corresponde al examen de atributos métricos y clasificación de elementos anatómicos formales de las vasijas, de acuerdo a los parámetros de Anna Shepard (1985). Se identificaron atributos morfológicos según las siguientes cualidades: categoría de vasijas, tipo de cuerpo, cuello, tipo de labio, borde y base. b) Decoración: Se realizó un análisis descriptivo de la decoración, identificando patrones iconográficos previamente definidos para la cerámica prehispánica del Periodo Medio en la región (Montané 1969; Garrido 2007; Guajardo 2008, 2011). Los que se identificaron según: clase o tipo de decoración, elementos decorativos (línea recta. línea curva, punto, etc.), motivos decorativos (zig-zag, líneas paralelas, etc.), patrones y configuraciones. c) Tratamiento de superficie: Se registró el tratamiento de superficie interno y externo de cada vasija, considerando las categorías: alisado, pulido y engobado. Se identificó el color de las superficies utilizando como referencia la tabla de colores MUNSELL®. d) Pasta: En los casos que era posible de efectuar, se realizó un análisis de pasta de la cerámica. Para ello, se identificaron atributos de color y tipo de cocción. Considerando las inclusiones visibles a simple vista, se relevaron datos de densidad, distribución, forma y tamaño. La forma de las inclusiones se clasificaron 68

de acuerdo a si son: redondeadas o angulosas. Los rangos de tamaño de las inclusiones van desde: fino (0-1 mm), mediano (1-2 mm) o grueso (> 2 mm). A su vez, se considera la homogeneidad o heterogeneidad del tamaño de las inclusiones (distribución). Por último, se considera también la densidad con que se presentan las inclusiones, clasificadas en escasa o abundante, en relación al porcentaje que ocupan con respecto a la matriz arcillosa de la pasta. e) Funcionalidad: En base a la descripción de las características morfológicas y sobre todo en la identificación de posibles huellas de uso, se realizó una descripción de las funciones de las diferentes vasijas.

IV.2.1.2. Fragmentos cerámicos

Se analizó una muestra significativa de fragmentos cerámicos (N= 145), para poder identificar las decisiones productivas de elaboración alfarera. Llenando una ficha de registro, se logró recuperar la siguiente información: atributos métricos de cada fragmento (altura máxima, ancho máximo, espesor pared, peso); el color de las superficies (interior y exterior); la pasta y desgrasantes (tamaño, forma y proporción); tipo de cocción a la cual fue sometida la cerámica (oxidante, reductora o mixta); se trató de identificar la posible morfología a la cual correspondía el fragmento, y por último, distinguir si poseía algún tipo de decoración.

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IV.2.2. Producción lítica

Entendemos el concepto de producción lítica como la apropiación y transformación de recursos naturales, en este caso recursos litológicos que existen en la naturaleza. En este trabajo se integran dos partes, los procesos implicados en la producción misma de los instrumentos, es decir, la fuerza de trabajo que lo seres humanos deben invertir y el uso de determinados instrumentos de trabajo de los que se valen para la obtención y transformación de la materia prima. Y en segundo lugar, los procesos en los que participarán estos instrumentos ya elaborados, es decir, su posterior utilización concreta (Vila et al. 1995; Jover Maestre 1999). Indiscutiblemente, será la relación dialéctica entre estas dos partes la que nos facilitará caracterizar y constatar cambios, en un grupo humano determinado, en relación a la gestión de los recursos líticos para la producción de estos bienes materiales que son los instrumentos. En este sentido, la tecnología lítica como expresión de los instrumentos que posibilitan las actividades productivas básicas, son primordiales para la comprensión de la estructura económica de las comunidades pretéritas (Vila et al. 1995).

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IV.2.2.1. Artefactos líticos

Los artefactos líticos analizados en este estudio fueron 34. La mayoría de los instrumentos estudiados provienen del sitio de La Puerta A (88.3%), el resto proviene de La Puerta B (2.9%), Pucará de Quebrada Seca (2.9%) y Pucará de Puntilla Blanca (5.9%).

El estudio del material lítico se centró en una base clasificatoria de tipo morfofuncional (Bate 1971), junto con la observación de distintas características tecnológicas (Andrefsky 1998). Se registró en una ficha los diferentes atributos que poseía cada instrumento, dependiendo de si este correspondía a la industria de piedra tallada o piedra pulida. Se realizó una tabla de análisis identificando los diversos instrumentos y clasificándolos según su aspecto morfo-funcional y morfo-tecnológico. En el caso de los instrumentos de piedra tallada, se analizaron los atributos métricos (peso, longitud, ancho y espesor); el soporte del cual fueron producidos (lasca, lamina, canto o núcleo); el tipo de instrumento y su morfología; la técnica por la cual fue confeccionado. Para el caso de la industria de piedra pulida, se registraron igualmente los atributos métricos, además de la identificación del tipo de instrumento y su forma, junto con la caracterización del grado de pulimento que experimentó el instrumento.

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Otros de los análisis importantes en cuanto al instrumental lítico, tuvo relación con el reconocimiento y cuantificación de las materias primas del conjunto de la muestra. Dicho análisis se efectuó con el objetivo de determinar las características, procedencia y la preferencia en cuanto al aprovechamiento de los recursos líticos.

IV.2.2.2. Desechos líticos

Se analizaron 39 desechos líticos, a los cuales se les diferencio según el tipo (lasca, lámina o aberrante), se registraron los atributos métricos (longitud, anchura, espesor y peso), además de la identificación de la materia prima. También se identificaron el tipo de talón, porcentaje de corteza y número de negativos presentes en la pieza. En esta categoría también se registraron la presencia de núcleos.

IV.2.3. Metales

En el caso de los metales, se analizaron aquellos artefactos que se encuentran registrados en los contextos del Complejo Cultural Las Ánimas. En este sentido, se estudió este material considerando las piezas acabadas, siguiendo los siguientes parámetros: descripción morfológica de la pieza,

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catalogación del objeto según su posible función, y clasificación según su potencial uso. Se tomaron en cuenta los atributos métricos de cada instrumento (largo, ancho, espesor y peso), la materia prima en la cual fueron confeccionados (cobre, plata u oro) determinando el color de la superficie y el grado de corrosión evidente. Para complementar este análisis, se tomo como referencia el trabajo de Corral (2009), donde se caracterizan algunos de los objetos metálicos del Complejo Cultural Las Ánimas. Si bien consideramos que para estudiar la producción metalúrgica, se necesitan estudiar muestras que sean prueba de esa actividad, ya sea minerales, escorias o restos de producción, el análisis de los objetos acabados pueden indicarnos las decisiones que tomaron los productores para realizar ciertos tipos de piezas para resolver algunas necesidades.

IV.2.4. Material óseo

El análisis del material óseo se centró en la identificación y descripción de los artefactos fabricados en hueso animal. Para ello se llevó a cabo una lista detallada mediante la observación directa, lo que permitió relevar la información de un espécimen óseo, integrando los siguientes datos: según como se encontrara el instrumento determinación taxonómica y anatómica, junto con la información sobre las modificaciones naturales y culturales presente en ellos.

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Luego se procedió a realizar una tipología de los distintos instrumentos, siguiendo los morfo-tipos ya definidos previamente (Scheinsohn 1994; Buc 2005; Quiroz 2008).

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CAPÍTULO V: SITIOS ESTUDIADOS

V.1. LA PUERTA

El sitio arqueológico de La Puerta se localiza a 3 kilómetros al este de la localidad de Los Loros en Tierra Amarilla al interior del valle de Copiapó, a unos 62 kilómetros distantes de la capital regional (Mapa V.1.). Este distrito arqueológico se ha logrado dividir en dos sectores. El primero de ellos corresponde a un yacimiento de enormes amontonamientos de tierra al lado derecho del río, que se denomina La Puerta B, y su estudio parcial lo realizó Jorge Iribarren (1958, 1969). El otro sector, denominado La Puerta A, corresponde al cono aluvial de la quebrada principal de La Puerta, y cuenta con un gran número de túmulos funerarios (alrededor de 100), y por numerosas estructuras habitacionales. Estas estructuras, están rústicamente delimitadas por bloques rocosos o depresiones que resultan del despeje de piedras en pequeños espacios (Niemeyer et al. 1995). En 1956, Jorge Iribarren realiza el primer reconocimiento arqueológico en el valle de Copiapó, en donde incluyo esta área a su estudio (Iribarren 1958). Posteriormente, realizo excavaciones de pequeña extensión en los túmulos de La Puerta B, en el flanco norte de la angostura, donde estableció a partir de la cerámica recolectada, que se trataba de un yacimiento del período Medio vinculado a la Cultura La Aguada del Noroeste argentino (Iribarren 1969). También excavó una zona de ocupación en el sitio Tres Puentes, 3 kilómetros de La Puerta.

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Posteriormente en 1981, el ingeniero Hans Niemeyer, asistido por los arqueólogos Miguel Cervellino y Ángel Durán junto al personal de Museo Regional de Atacama, realizaron el levantamiento topográfico completo del cono aluvial de La Puerta, con sus túmulos y estructuras habitacionales (Niemeyer et al. 1995). En 1986 Ángel Durán por iniciativa independiente, abordó desde el Museo Regional de Atacama la excavación de algunos túmulos. En esa oportunidad, Durán excavó los túmulos 93, 56, 53, 74, 22 y 28, además de los túmulos “huaqueados” 14, 43 y 87 que no aportaron material cultural. Con estas excavaciones el autor propone para los contextos de La Puerta, basado en la aparición de cerámica tipo Ánimas II, la presencia de rasgos Molle (entierro en túmulos, presencia de palos de algarrobo por sobre y a modo de protección del enterratorio, un cántaro con formas Molle en el ajuar de uno de los túmulos), y las vinculaciones con culturas formativas trasandinas, una ubicación cronológica tentativa que fija en 650 d.C. La Puerta, reflejaría un fenómeno de contacto e integración cultural, donde la población local recibe aportes foráneos, sin romper totalmente con la continuidad de su desarrollo, aspectos que se deducen al observar la coparticipación de rasgos culturales procedentes de etapas previas (modalidad de enterratorio, formas cerámicas) con manifestaciones novedosas regionalmente (kero, lito esculpido, tipos cerámicos, cucharas o espátulas de hueso) (Durán 1988). Posteriormente entre 1992 a 1994 y bajo el patrocinio del proyecto Fondecyt Nº0526/90, el equipo de trabajo compuesto por Hans Niemeyer, Gastón Castillo y

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Miguel Cervellino, realizaron las excavaciones en el cementerio de la Puerta A. Aquí, los autores identifican dos tipos de estructuras funerarias. En primer lugar, están los túmulos de diferentes dimensiones y que se encuentran dispersos en el abanico aluvial de la quebrada. El otro tipo y que se presenta de forma minoritaria, corresponde a fosas cilíndricas, que se encuentran concentradas a un área reducida, denominada Necrópolis (Niemeyer et al. 1995). El entierro mayoritario corresponde a túmulos, los que derivarían de una tradición del Periodo Temprano, con el Complejo Cultural El Molle que les precedió en el tiempo. Éstos son grandes estructuras formadas por una acumulación de áridos de distinta granulometría que cargan sobre los cuerpos. En un mismo túmulo se pudo encontrar dos y hasta tres niveles de enterratorio. Es usual que acompañando al cuerpo humano se encuentra como ofrenda el de un camélido en más o menos estrecha relación con él. manifiesto en el

Esta relación ya se había puesto de

cementerio de Plaza Coquimbo del Complejo Cultural Las

Ánimas ubicado en la IV Región (Castillo et al. 1985). También aparecen palos de algarrobo a manera de protección, característica que se presentaba también en el Periodo Temprano. En el sector de la Necrópolis, se encuentran las fosas cilíndricas en donde los cuerpos se han depositado doblados en posición sedente. Se cree, que habrían sido originalmente fardos funerarios, envueltos en esteras o de lana amarrado con cuerda, que no han podido conservarse (Niemeyer et al. 1995).

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En los túmulos, la alfarería de ofrenda que predomina es la llamada cerámica La Puerta representada principalmente por grandes pucos y por vasos globulares de cerámica corriente y jarros rústicos. Por su parte en la Necrópolis, el tipo más frecuente y estandarizado es el vaso campaniforme, que identifica el tipo cerámico Necrópolis, y que tiene relación con el definido por Montané (1969) como Ánimas I y II. La forma de los pucos de La Puerta, se han comparado con alfarería semejante a la Cultura La Aguada que se desarrolló en el Noroeste Argentino. Otra de las manifestaciones que arrojaron estas excavaciones, es el desarrollo de la metalurgia de minerales fundidos. No sólo se han encontrado piezas metálicas elaboradas de cobre y plata, sino también los moldes (Niemeyer et al. 1995). La cronología manejada para el sitio abarca desde el año 640 d.C. hasta el 1150 d.C. (1350-800 AP) (Tabla V.1.) (Niemeyer et al. 1995). Para los autores, esta sociedad poseía “una economía diversificada, con acceso a variados recursos desde la cordillera andina al mar, con énfasis en la ganadería de camélidos y en la agricultura del maíz, del poroto y de cucurbitáceas. Recolectarían el fruto del chañar y la vaina del algarrobo. Del mar explotaban peces, moluscos, crustáceos y equinodermos. Tampoco serían ajenos a la caza de animales silvestres, especialmente el guanaco en la cordillera andina” (Niemeyer et al. 1995:195).

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Tabla V. 1. Fechados Sitio La Puerta.

V.2. TRES PUENTES

Tres Puentes se localiza a 50 km al sureste de la ciudad de Copiapó y 3 km aguas abajo del sitio de La Puerta (Mapa V.1.), en el margen este del valle donde desemboca una quebrada de cauce amplio (Iribarren 1958, 1969). La primera mención de este sitio la efectuó Iribarren en 1956 cuando hizo el reconocimiento de los principales sitios arqueológicos del valle de Copiapó (Iribarren 1958). En esa oportunidad, pudo detectar que al interior de la quebrada existía un llano arenoso con material cerámico distribuido en la superficie. Observó cuatro construcciones, dos de ellas tenían la forma de plataforma con diversas piedras formando un muro de contención. Posteriormente, Iribarren vuelve a estudiar este sitio, en esta segunda oportunidad efectuando excavaciones más sistemáticas abriendo diversas cuadrículas y trincheras (Iribarren 1969). Estas excavaciones entregaron abundante información

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de material cerámico en su mayoría rojo burdo y tipo La Puerta. También se suma a la evidencia algunos artefactos líticos (manos de moler, puntas de proyectil, lascas de sílex), fragmentos de conchas de moluscos y huesos fragmentados posiblemente de camélidos. En este sitio se describe la presencia de algún techo o pared abatida, en la cual se acumuló un potente fogón, con desechos de vegetales silvestres y cultivados (maíz), huesos de camélidos y pescado, un trozo de punzón de hueso y un disco recortado de alfarería. La presencia de los marlos de maíz semicalcinados, asociados al fogón, independientes de la ausencia de palas en el sector, certificarían el manejo de cultivos locales (Castillo et al. 1997). Los sitios de Tres Puentes junto al de La Puerta, para Iribarren (1969), representan un período ocupacional de culturas aborígenes de origen trasandino, posiblemente Ciénaga y Aguada.

V.4. PUNTILLA BLANCA

El pucara de Puntilla Blanca se ubica frente el cono de deyección de la quebrada Iglesia Colorada, en un espolón yuxtapuesto de la ladera derecha del valle del Pulido. Este espolón de más de 50 metros sobre el río, ofrece un flanco en barranco, a pique al valle. En la cima existe una explanada de mediana amplitud y en ella se encuentran dos estructuras cuadrangulares delimitadas por una hilera. A

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lo largo de la quebradilla interior, en su ceja del lado blanco, se disponen hasta once estructuras de piedras plantadas (Niemeyer 1998b). La situación estratégica de este poblado, su difícil accesibilidad por una sola vía que estaría defendida desde las once estructuras mencionadas, como verdaderas fortalezas, llevó a los autores a considerarlo como un sitio defensivo o un pucara (Niemeyer 1998b). Al estudiarse las estructuras pircadas de la cima, no arrojaron una capa de ocupación interesante, comprobándose que las rocas que las delineaban eran muy superficiales, sin arraigo o empotramiento en el suelo. En las plataformas de la ladera interior, si bien había variadas manifestaciones de actividad y ocupación intensa, no se encontraron estructuras habitacionales con cimientos de piedras, lo que indica que las habitaciones serían de material ligero, como madera, ramas, cañas, paja u otras fibras vegetales que no se conservaron (Niemeyer 1998b). La fragmentación cerámica es el elemento más abundante y diagnóstico del yacimiento. Se identificaron más de 3000 fragmentos correspondiendo un 50% a cerámica corriente y 50% a cerámica fina y decorada. Se logró identificar platos de paredes rectas y fondo troncocónico, con reducido (negro brillante) interior y motivos negros sobre crema exterior. Platos de paredes rectas y de fondo troncocónico, exterior café alisado, interior reducido (negro brillante). Vasijas tipo Ánimas I y II, con dibujos negros sobre rojo exterior y reducido o rojo interior. Esta alfarería se destaca por presentar pasta fina, sonido metálico, ausencia de

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antiplástico visible, y dureza alta. Los tipos son bastante definidos y tienen similitudes con la cerámica Aguada del noroeste argentino (Niemeyer 1998b). Otros de los artefactos recuperados en el yacimiento corresponden a piedras molinos, manos de moler, hojas líticas de herramientas agrícolas y finas puntas de proyectil pedunculadas con aletas. Aparecen también restos de camélidos, mamíferos inferiores y pequeñas muestras de conchas de moluscos del pacífico (Choromytilus chorus) (Castillo et al. 1997). Para Niemeyer (1998b), principalmente la presencia de la fragmentación cerámica encontrada en el sitio semejante al tipo que Iribarren (1958) llamó La Puerta, le permitió validar la presencia de una instalación del Período Medio asignada al Complejo Las Ánimas. Las fechas obtenidas van desde el 670 d.C. hasta el 1050 d.C. (1320±100 y 900±50 AP) (Niemeyer et al. 1990, 1991).

V.3. QUEBRADA SECA

La Quebrada Seca es un tributario habitualmente sin escurrimiento de agua del flanco derecho del río Pulido. Ha formado un cono de deyección dos kilómetros aguas debajo de la Puntilla Blanca. En su interior, se alza un alto farellón o “Cliff” de calizas sobre los 1.760 m.s.n.m. Al pie de este “Cliff”, en un terreno suelto hubo una ocupación de cierta importancia delimitada externamente por un muro pircado dispuesto en medialuna. Este muro está integrado por una acumulación de

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grandes cantos agudos, desprendidos de la roca madre. En toda la ladera se encuentra abundante fragmentos de cerámica, puntas de proyectiles triangulares y pedunculadas; hojas de implementos agrícolas; piedras molinos y manos. Todo este material es muy semejante al que aparece en Puntilla Blanca (Niemeyer et al. 1991). Para los autores (Niemeyer et al. 1991), este sitio arqueológico se puede interpretar como un pucara, ya que el “Cliff” estaría jugando un papel de reducto defensivo. Culturalmente es semejante a Puntilla Blanca. El farellón esconde en sus grietas depósitos estratigráficos y silos de barro. Una grieta central facilita el acceso a un par de oquedades que se bautizaron como Refugio 1 y Refugio 2. En estos refugios se realizaron las labores más extensas de excavación y donde se pudo obtener mayor información material del sitio (Castillo et al. 1997). De las excavaciones realizadas se pudieron obtener los siguientes materiales: semillas de chañar, en menor cantidad de pacul, algarrobo, poroto, zapallo, calabaza, restos de marlos y semillas de maíz; cordeles de lana y de fibras vegetales; huesos de animales, articulaciones, extremidades, tabas y falanges de camélidos, pedazos de cuero y un trozo de concha marina (Mesodesma); trozos de astil de caña con acanaladura perfecta para insertar las puntas de proyectil; piedras molinos y manos de moler; hojas de herramientas agrícolas; puntas de proyectil triangulares pedunculadas finamente talladas (Niemeyer et al. 1991; Castillo et al. 1997).

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También aparecen fragmentos cerámicos, de los cuales el 82% corresponde a cerámica corriente y el 18% a decorada. Las formas recurrentes de la cerámica corriente corresponden a ollas y jarros de cuello recto o ligeramente evertidos carentes de asa. Las superficies son alisadas, con irregularidades y porosidad; de color rojizo, café y crema claro. De la cerámica decorada, se pudo identificar tres variedades: 1) Cerámica de alta calidad de cocción, con pasta de textura fina y de sonido metálico al golpe. Presenta superficie pulida del color salmón de la pasta y con decoración de líneas curvas en negro. En su interior es de color negro brillante. Las formas predominantes son platos y vasos troncocónicos; 2) Cerámica de pasta oscura (negra o gris) de cocción pareja, de superficies pulidas o bruñidas de tonos grises opacos a brillantes. Las formas corresponden a platitos playos; 3) Cerámica negra pulida o bruñida brillante, incisa exteriormente con motivos geométricos, especialmente chevrón, líneas paralelas, líneas en V superpuesta, entre otras (Niemeyer et al. 1991). El fechado que se cuenta para este sitio es de 720 d.C. (1230±60 AP) (Niemeyer et al. 1991).

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Mapa V.1. Ubicación de los sitios estudiados en el Valle de Copiapó: 1. La Puerta. 2. Tres Puentes. 3. Puntilla Blanca. 4. Quebrada Seca. 5. Cabra Atada.

V.5. CABRA ATADA El sitio arqueológico de Cabra Atada se localiza sobre el río Pulido, a unos 12 kilómetros de La Junta, que es el punto de reunión de los dos principales formativos del Copiapó, los ríos Pulido y Jorquera (Mapa V.1.). Corresponde a un piedemonte de dos kilómetros de longitud enmarcado por un escenario de altas y abruptas montañas rocosas del cordón de los Chanchos, de estratos multicolores

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y diques que los atraviesan. Este piedemonte de Cabra Atada ofrece la secuencia alfarera completa, desde el Período Temprano, pasando por el Período Medio hasta el Período Tardío (Niemeyer et al. 1993). En el centro del piedemonte de Cabra Atada, se descubrió un poblado que los autores (Niemeyer et al. 1993) por sus características externas denominaron El Pedregal. Este poblado se compone de un conjunto de 32 depresiones abiertas sobre la loma pedregosa que al ser excavadas demostraron ser habitaciones semisubterráneas del Período Medio, por aparecer cerámica fragmentada inequívoca del tipo Ánimas, identificada sobre todo por presentar el interior de color negro brillante acerado, y el exterior de color crema-rojizo con decoración simple en negro o en rojo (Niemeyer 1998b). Estas estructuras se organizaban dentro de un área aproximadamente cuadrada de 120 metros por lado. Algunas viviendas son semicirculares, otras más cuadrangulares con piedras en su contorno, y varias son semisubterráneas (Niemeyer et al. 1993; Niemeyer 1998b). La excavación de estos recintos reafirmó que las viviendas más bajas contienen mejor calidad de información. Por ejemplo, fogones, zonas de faenamiento, descarte de basuras que comprometen sectores de actividades al exterior de las viviendas, etc. (Castillo et al. 1997). Poseen buena representación los restos de camélidos, distribuidos dentro y fuera de las viviendas, destacando un espacio entre las viviendas 2 y 3 con claros signos de descarte de falanges, escápulas, extremidades, costillas fraccionadas y cabezales de huesos largos. Resultado del faenamiento resulta la fabricación de

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un par de palillos que se pueden definir como punzones, de acuerdo a lo agudo de uno de los ejemplares (Castillo et al. 1997). Dentro del material cultural obtenido de las excavaciones se puede mencionar: fragmentos de cerámica propias del Período Medio relacionados con la típica cerámica Ánimas; lascas y microlascas de obsidiana; puntas de proyectil con pedúnculo y aletas muy finas, típicas del Período Medio; hoja de herramientas agrícolas; cuentas líticas cilíndricas; fragmentos y astillas de huesos de camélidos (Niemeyer 1998b). El fechado manejado para la ocupación del Período Medio en este sitio dio como resultado el año 850 d.C. (1100±50 AP) (Niemeyer et al. 1993).

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CAPÍTULO VI: RESULTADOS

VI.1. ANÁLISIS DE MATERIALES:

VI.1.1. Producción cerámica:

Teniendo en consideración las premisas expuestas en la metodología, con este estudio trataremos de acercarnos a comprender las funciones de los recipientes cerámicos dentro de la sociedad que las produjo, y como estas participan en el desarrollo de las fuerzas productivas que caracterizan al Complejo Cultural Las Ánimas. Siguiendo la clasificación de los anteriores estudios hechos a las vasijas cerámicas (Montané 1969; Guajardo 2008), sobre todo tomando en cuenta las descripciones tipológicas decorativas, hemos querido conservar esta clasificación, enriqueciéndola aún más con los análisis que proceden a continuación.

VI.1.1.1. Descripción general

Se registró un total de 26 vasijas cerámicas cuya completitud abarcaba más del 50% del total de la pieza, de las cuales el 81% provienen del sitio arqueológico de La Puerta A. De la muestra analizada, el 62% de las vasijas corresponden a

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vasijas con algún tipo de decoración6, y el restante 38% han sido clasificadas como vasijas monocromas que por la presencia de restos de hollín en su superficie se piensa fueron utilizadas en labores domésticas. Además del estudio de las vasijas, se tomó una muestra de un total de 145 fragmentos cerámicos para poder contar con mayor información referente a las variables de tipo de pastas e inclusiones y atmósferas de cocción de las cerámicas.

VI.1.1.2. Análisis morfológico

En este apartado pasaremos a describir los principales atributos morfológicos de las piezas analizadas en este estudio.

Tipo de vasija

En la muestra analizada se han distinguido dos variedades de vasijas: no restringidas (65%) y restringidas con cuello (35%). De acuerdo a la clasificación de Rice (1987) para definir formas cerámicas según la relación entre el diámetro y la altura máxima, se logró identificar dentro de la muestra que en su mayoría las vasijas entraban en la categoría de pucos, representada por el 65% del total

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Las cerámicas con aplicación de engobe entran dentro de la categoría de “decorados”, independiente que no presenten elementos iconográficos.

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(Tabla VI. 1.). El resto de las vasijas se divide en jarros (15%), ollas (8%), jarro zapato (8%) y urna (4%).

Categoría de vasijas Puco Olla Jarro Zapato Urna Jarro Total

n 17 2 2 1 4 26

Porcentaje 65% 8% 8% 4% 15% 100%

Tabla VI. 1. Cantidad de vasijas según tipo cerámico.

Perfiles: Los perfiles de las vasijas se distribuyen en perfiles compuestos (46%), simples (31%) e inflectados (23%) (Tabla VI. 2.). Por categoría de vasija vemos que en cada tipo hay cierta homogeneidad en los perfiles, es así como las ollas se encuentran dentro de los perfiles inflectados, los jarros zapatos en perfiles compuestos y la urna en perfil inflectado. En cuanto a la categoría de puco, estos se distribuyen entre perfiles compuestos (53%) y perfiles simples (47%). Los jarros por su parte el 75% tiene perfil inflectado y el 25% restante es de perfil compuesto.

Categoría vasija Puco Olla Jarro Zapato Urna Jarro Totales

n 17 2 2 1 4 26

Simple n % 8 47% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 8 31%

Tipo de Perfiles Compuesto Inflectado Complejo n % n % n % 9 53% 0 0% 0 0% 0 0% 2 100% 0 0% 2 100% 0 0% 0 0% 0 0% 1 100% 0 0% 1 25% 3 75% 0 0% 12 46% 6 23% 0 0%

Totales n % 17 100% 2 100% 2 100% 1 100% 4 100% 26 100%

Tabla VI. 2. Tipos de perfil por categoría de vasijas.

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Sección del cuerpo: La morfología de los cuerpos cerámicos se distribuyen en 8 variantes: Ovoide Invertido (30%), Elipsoide Vertical (27%), Elipsoide Horizontal (15%), Cónica (8%), Ovoide (8%), Hiperboloide (4%), Hemisférica (4%) y Esférica (4%) (Figura VI. 1.). La de mayor variabilidad corresponde a la forma de Ovoide Invertido, donde encontramos 5 pucos, 2 ollas y 1 jarro que presenta esta forma (Gráfico VI. 1.).

Frecuencia absoluta

Sección del cuerpo 8 7 6 5 4 3 2 1 0

Variantes morfológicas Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 1. Morfología de la sección de los cuerpos cerámicos.

Tipo de labio: Los análisis nos revelan la presencia de tres variantes de labios en la muestra: redondeado, plano y biselado (Tabla VI. 3.). El labio redondeado se encuentra en todas las categorías de vasijas, mientras que el labio plano solo se encuentra en los pucos. En el caso del labio biselado, solo existe un ejemplar que lo representa, y éste corresponde a una olla.

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Figura VI. 1. Variante morfológica de la sección de cuerpos en las vasijas Ánimas.

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Categoría vasija Puco Olla Jarro Zapato Urna Jarro Total general

Redondeado n % 11 65% 1 50% 2 100% 1 100% 4 100% 19 73%

Tipo de Labio Biselado Plano n % n % 0 0% 6 35% 1 50% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 1 4% 6 23%

Totales n % 17 2 2 1 4 26

100% 100% 100% 100% 100% 100%

Tabla VI. 3. Tipo de labio según categoría vasija.

Tipo de borde: En relación al tipo de borde de las vasijas, se logro identificar tres variedades: evertido, invertido y recto. El más común de los tres es el borde evertido, representado por un 80.8% del total (Tabla VI. 4.). En este tipo de borde encontramos la representación de todas las categorías de vasijas, mientras que en los bordes invertidos y rectos, solo se representan los pucos, con tres y una vasija respectivamente.

Categoría vasija Puco Olla Jarro Zapato Urna Jarro Total General

Evertido n % 13 76.5% 1 50% 2 100% 1 100% 4 100% 21 80.8%

Tipo de Borde Invertido Recto n % n % 3 17.6% 1 5.9% 0 0% 1 50% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 3 11.5% 2 7.7%

Totales n % 17 100% 2 100% 2 100% 1 100% 4 100% 26 100%

Tabla VI. 4. Tipos de borde según categoría de vasija.

Cuellos: Dentro de la muestra analizada, 9 vasijas entran en la categoría de vasijas restringidas con cuello, lo que representa un 35% del total de vasijas

93

analizadas. Los cuellos de estas vasijas fueron agrupadas en dos tipos: hiperboloide y cilíndrico. El primero de ellos, es el más común representado por un 88.9% del total. El cuello cilíndrico aparece en tan solo una vasija (Tabla VI. 5.).

Tipos de cuello Hiperboloide Cilíndrico Categoría de Vasija n % n % Olla 1 50% 1 50% Jarro Zapato 2 100% 0 0% Urna 1 100% 0 0% Jarro 4 100% 0 0% Total general 8 88.9% 1 11.1%

Totales n % 2 100% 2 100% 1 100% 4 100% 9 100%

Tabla VI. 5. Tipos de cuello según categoría de vasija.

Bases: De la muestra analizada, solo una de las vasijas no se le pudo obtener este atributo, ya que por su fragmentación no era visible la base. Del resto de la muestra, se logro reconocer tres tipos de bases: cóncava, convexa y plana (Figura VI. 2.). En el tipo de base convexa, que es el de mayor presencia en la muestra (40%) se representan todas las categorías de vasijas, mientras que las de base cóncava solo se presentan en la categoría de pucos (Tabla VI. 6.).

Figura VI. 2. Tipos de bases presentes en la muestra.

94

Categoría vasijas Puco Olla Jarro Zapato Urna Jarro Total general

Cóncava n % 8 47.1% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 8 32%

Tipo de Bases Convexa Plana n % n % 3 17.6% 6 35.3% 2 100% 0 0% 2 100% 0 0% 0 0% 0 0% 3 75% 1 25% 10 40% 7 28%

Totales n % 17 100% 2 100% 2 100% 0 0% 4 100% 25 100%

Tabla VI. 6. Tipo de bases según la categoría de vasijas.

La distribución de los tipos de bases según la variedad de sección del cuerpo por vasija, se puede apreciar en la Tabla VI. 7. En ella se muestra que las representaciones son bastante heterogéneas, siendo la base convexa la que mayor variedad presenta, con cinco tipos de sección del cuerpo: elipsoide horizontal, elipsoide vertical, hemisférico, ovoide y ovoide invertido. En la base cóncava se representan las secciones de cuerpo: cónica, elipsoide vertical, ovoide y ovoide invertido. Para la base plana, que es la que menos variedad cuenta con tres tipos de sección, estas se representan por los tipos elipsoide vertical, hiperboloide y ovoide invertido. Como podemos apreciar del total de sección de cuerpos presentes en la muestra, solo dos de estos poseen los tres tipos de bases: elipsoide vertical y ovoide invertido, y ambos son la mayor representación de la muestra con un 28% y 32% del total respectivamente.

95

Sección cuerpo Cónica Elipsoide Horizontal Elipsoide Vertical Esférica Hemisférica Hiperboloide Ovoide Ovoide Invertido Total general

Cóncava n % 2 100%

Bases Convexa Plana n % n % 0 0% 0 0%

Totales n % 2 8%

0

0%

4

100%

0

0%

4

16%

1 0 0 0 1 4 8

14.3% 0% 0% 0% 50% 50% 32%

1 0 1 0 1 3 10

14.3% 0% 100% 0% 50% 37.5% 40%

5 0 0 1 0 1 7

71.4% 0% 0% 100% 0% 12.5% 28%

7 0 1 1 2 8 25

28% 0% 4% 4% 8% 32% 100%

Tabla VI. 7. Tipos de bases según sección del cuerpo de las vasijas.

Elementos adicionales de sujeción: En 10 vasijas del total de la muestra, fue posible identificar elementos de sujeción (asas). De ellas, se identificaron de dos tipos: asa arco de correa (n=8) y mamelones (n=2). En todas las categorías de vasijas se encuentra presente este atributo. En el caso del arco correa, este se encuentra presente en las ollas, los jarros zapatos y los jarros. Por su parte, los mamelones aparecen en un puco y en la urna (Tabla VI. 8.).

Elementos de sujeción Categoría de vasijas Asa Arco Correa Mamelones Puco 1 Olla 2 Jarro Zapato 2 Urna 1 Jarro 4 Totales 8 2 Tabla VI. 8. Elementos de sujeción según categoría de vasijas.

96

Atributos métricos Altura máxima: El alto máximo de las vasijas analizadas se distribuye desde los 48 hasta los 255 mm, donde la de mayor medida corresponde a una urna que se encuentra fragmentada presentando un poco más del 50% del total de la pieza. El común de la muestra (31%) se encuentra en el rango de medidas que va de los 106 hasta los 126 mm (Gráfico VI. 2.).

Altura máxima Frecuencia absoluta

7 6 5 4 3 2 1 0

Medidas en mm Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 2. Alto total según tipo cerámico.

Diámetro máximo: De la muestra estudiada, en 3 vasijas no se pudo obtener este dato, ya que por el grado de completitud de la pieza era imposible determinarlo. En el resto de las vasijas analizadas el rango del diámetro máximo parte desde los 119 hasta los 388 mm. Hasta los 185 mm, la distribución es más o menos homogénea, no habiendo exclusividad entre algún tipo cerámico particular y un

97

rango de diámetro específico. Sin embargo desde los 226 mm sólo aparecen los pucos (Gráfico VI. 3.).

Diámetro máximo Frecuencia absoluta

4 3 2 1 0 116-145 146-185 186-225 226-265 266-305 306-345 346-385 385-395

Medidas en mm Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 3. Diámetro máximo según tipo cerámico.

Peso: Por causa de la fragmentación que presenta la urna, no fue posible obtener las medidas de su peso. En el resto de las vasijas, el peso varía entre los 169 hasta los 2139 gramos. El rango de mayor tendencia es de los 350 a los 549 gramos, representado por el 36% (Gráfico VI. 4.).

98

Frecuencia absoluta

Peso 5 4 3 2 1 0

Medidas en gramos Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 4. Peso según tipo cerámico.

Diámetro de la base: En dos de las piezas de la muestra no fue posible recolectar este atributo. Del resto de piezas analizadas, el rango del diámetro de las bases varía entre los 30 hasta los 125 mm, y es relativamente homogéneo en cuanto a su distribución según categoría de vasija. El rango más representado se encuentra entre los 50 y 69 mm, con 9 vasijas (34,6%), donde aparecen categorías de pucos, jarros y olla. La pieza de mayor valor (125 mm) corresponde a un jarro zapato (Gráfico VI. 5.).

Frecuencia absoluta

Diámetro de la base 8 7 6 5 4 3 2 1 0 30-49

50-69

70-89

90-109

110-129

No definida

Medidas en mm Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 5. Diámetro de la base según categoría de vasijas.

99

Espesor pared: La medida del espesor de la pared de las vasijas fue realizada en el total de la muestra, entregándonos un rango variable que abarca desde los 3.97 hasta los 10.94 mm con una mayor concentración entre los 5 y 7 mm. Cuando segregamos los espesores por categoría de vasija (Gráfico VI. 6.), podemos ver que el menor valor (3.97 mm) se encuentra en representado por un jarro zapato, mientras que el de mayor valor lo representa la urna, con 10.94 mm. Los pucos, tienen una distribución relativamente homogénea entre los 4.1 y 8 mm, siendo el rango de 5.1 a 6 mm su tendencia. Las ollas por su parte, se distribuyen entre los 5.1 y 7 mm. Los jarros se encuentran en el rango de los 5.1 y 8 mm. El otro jarro zapato presente en la muestra se encuentra ubicado en el rango de los 6.1 a 7 mm.

Frecuencia absoluta

Espesor pared 8 7 6 5 4 3 2 1 0 3.1-4

4.1-5

5.1-6

6.1-7

7.1-8

8.1-9

9.1-10

10.1-11

Medidas en mm Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 6. Espesor pared según categoría de vasijas.

100

Correlaciones entre medidas

Para demostrar si existe una relación proporcional entre las variables de altura y diámetro máximo de las vasijas, se realizó un análisis de regresión (r de Pearson). En primer momento, se tomaron en cuenta todas las formas cerámicas, excluyendo solamente tres vasijas, de las cuales no se pudo obtener el atributo correspondiente al diámetro máximo. El coeficiente de correlación lineal nos entrega un valor de 0.1674 (Gráfico VI. 7.), lo que nos señala que se encuentra en un rango de correlación muy débil, es decir que no existe relación entre las variables de altura de la vasija y diámetro máximo. Al contrario, si seleccionamos solo las formas cerámicas de pucos y elaboramos el análisis de regresión entre los atributos de altura y diámetro máximo, observamos una notoria diferencia. En este caso, el coeficiente de correlación lineal nos muestra un valor positivo y de correlación significativa de 0.7204 (Gráfico VI. 8.). Esto nos indica que existe una relación directamente proporcional de índole fuerte entre la variable altura de los pucos y su diámetro máximo. Es decir, a mayor altura, mayor diámetro y viceversa.

101

450 400

Diámetro máximo (mm)

350 y = 1.243x + 80.279 R² = 0.1674

300 250 200 150 100 50 0 0

20

40

60

80

100

120

140

160

180

Altura total (mm) Gráfico VI. 7. Correlación entre diámetro máximo y altura de las vasijas de la muestra.

Pucos 500 y = 2.7826x - 17.552 R² = 0.7204

Diámetro máximo (mm)

450 400 350 300 250 200 150 100 50 0 0

20

40

60

80

100

120

140

160

180

Altura total (mm) Gráfico VI. 8. Correlación entre diámetro máximo y altura de los pucos.

102

Además, se efectuó el mismo análisis de la relación existente entre la altura total y el diámetro de la base. Igual que en el ejercicio anterior se hizo un gráfico para todas las formas cerámicas (Gráfico VI. 9.) y uno para los pucos (Gráfico VI. 10.). Para el primer caso el valor de r es 0.4339, lo que nos demuestra una correlación débil o más bien una inexistencia de relación entre estas variables. En el caso de los pucos, el valor de r es 0.6531, que señala una correlación moderada y cierta relación entre la altura total de los pucos y su diámetro base. Del mismo modo, se analizaron las variables diámetro de la base y diámetro máximo. En el caso de todas las formas cerámicas, se demuestra la tendencia que no existe relación entre las variables analizadas, mostrándose en este caso un coeficiente de correlación de 0.1709 (Gráfico VI. 11.). Para los pucos otra vez, se muestra una tendencia a la relación, mostrando un valor de r de 0.6087, lo que demuestra una correlación alta (Gráfico VI. 12.).

140 120 100 80 60 40 20 0

Pucos Diámetro base (mm)

Diámetro base (mm)

Vasijas cerámicas y = 0.4223x + 17.605 R² = 0.4339

0

50

100

150

200

Altura total (mm)

Gráfico VI. 9. Correlaciones entre diámetro base y altura total de las formas cerámicas.

100

y = 0.4032x + 20.756 R² = 0.6531

80 60 40 20 0 0

50

100

150

200

Altura total (mm) Gráfico VI. 10. Correlaciones entre diámetro base y altura total de los pucos.

103

Pucos

y = 1.961x + 90.211 R² = 0.1709

500 400

Diámetro máximo (mm)

Diámetro máximo (mm)

Vasijas cerámicas

300 200 100 0 0

50

100

150

y = 5.1508x - 62.751 R² = 0.6087

400 300 200 100 0 0

Diámetro base (mm) Gráfico VI. 11. Correlaciones entre diámetro máximo y diámetro base de las formas cerámicas.

500

20

40

60

80

Diámetro base (mm) Gráfico VI. 12. Correlaciones entre diámetro máximo y diámetro base de los pucos.

VI.1.1.3. Análisis de superficies

Tratamiento exterior: El análisis de los tratamientos de superficies, reveló que en el exterior existen tres tipos de tratamientos:

-

Alisado: Este tratamiento consiste en emparejar, total o parcialmente, la superficie de una pieza cerámica cuando está aún húmeda. Esta acción permite obtener una superficie lisa y mate. Esta técnica posee una presencia del 69.2% (Tabla VI. 9.). Además, por categoría de vasijas, observamos que el alisado cuenta con la presencia de todos los tipos de vasijas.

-

100

Engobado: Es la acción de recubrir, antes de la cocción, la totalidad o una parte de la superficie de un objeto cerámico, con un revestimiento de

104

naturaleza arcillosa llamado engobe. Su presencia en la muestra es de un 15.4%. En esta técnica, solo encontramos la presencia de pucos (Tabla VI. 9.). -

Pulido: Operación de emparejar, total o parcialmente, la superficie de una pieza cerámica por frotamientos repetidos al final del proceso de secado. Esta acción, que comprime y orienta las partículas de arcilla, da a la superficie un efecto de brillantez. Su presencia en la muestra, al igual que el engobado, es de un 15.4%. En el tratamiento de pulido aparecen 3 pucos y 1 jarro (Tabla VI. 9.).

Categoría vasijas Puco Olla Jarro Zapato Urna Jarro Total general

Alisado n % 10 58.8% 2 100% 2 100% 1 100% 3 75% 18 69.2%

Tratamiento de superficie exterior Engobado Pulido Totales n % n % n % 4 23.5% 3 17.7% 17 100% 0 0% 0 0% 2 100% 0 0% 0 0% 2 100% 0 0% 0 0% 1 100% 0 0% 1 25% 4 100% 4 15.4% 4 15.4% 26 100%

Tabla VI. 9. Tratamiento de superficie exterior según categoría de vasijas.

Color exterior: En base a la tabla de colores de la Carta Munsell® se clasificaron diversos colores presentes en las superficies exteriores de las diferentes vasijas. El análisis nos revela diez variedades de colores presentes en la muestra: amarillo rojizo, café claro, café oscuro, café grisáceo oscuro, café rojizo, gris oscuro, gris rojizo, rojo, rojo claro y rosado. Se aprecia que los resultados son bastante homogéneos, destacando de entre las diez variedades de colores los que

105

presentan mayor representación, son el rojo con un 23.1% de la muestra, y el café rojizo y rosado, ambos con un 15.4% del total de la muestra (Gráfico VI. 13.). En cuanto a los tipos de vasijas, cabe destacar que el color con la mayor representación (rojo), sólo aparecen pucos presentes. En cuanto a los otros colores, la variedad de vasijas que se representan en cada uno son máximos dos tipos de vasijas por cada color, por ejemplo en el café rojizo se representan 2 pucos y 2 jarros, no entrando en la muestra más variedades de otras categorías de vasijas. De acuerdo a las diferentes categorías de vasijas, la categoría de puco es la que mayor distribución de colores presenta en la muestra, estando presente en ocho de los diez colores identificados (Tabla VI. 10.).

Variedad de colores exterior Frecuencia absoluta

7 6 5 4 3 2 1 0 Amarillo Café rojizo claro

Café Café Café oscuro grisaceo rojizo oscuro

Gris oscuro

Gris rojizo

Rojo

Rojo claro

Rosado

Colores Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 13. Variedades de colores exteriores según categoría de vasijas.

106

Puco Colores superficies exterior Amarillo rojizo

Olla

n

%

n

Jarro Zapato

Urna

Jarro

%

n

%

n

%

n

Totales

%

n

%

1

5.9%

0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

1

3.8%

Café claro

0

0%

1

50%

0

0%

0

0%

1

25%

2

7.7%

Café oscuro

1

5.9%

0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

1

3.8%

Café grisaceo oscuro

1

5.9%

0

0%

0

0%

0

0%

1

25%

2

7.7%

Café rojizo

2

11.8%

0

0%

0

0%

0

0%

2

50%

4

15.4%

Gris oscuro Gris rojizo Rojo Rojo claro Rosado Total general

1 0 6 2 3 17

5.9% 0% 35.3% 11.8% 17.6% 100%

1 0 0 0 0 2

50% 0% 0% 0% 0% 100%

0 1 0 0 1 2

0% 50% 0% 0% 50% 100%

0 1 0 0 0 1

0% 100% 0% 0% 0% 100%

0 0 0 0 0 4

0% 0% 0% 0% 0% 100%

2 2 6 2 4 26

7.7% 7.7% 23.1% 7.7% 15.4% 100%

Tabla VI. 10. Colores superficie exterior de acuerdo a categoría de vasijas.

Tratamiento interior: En relación a las superficies del interior de las piezas cerámicas, se identificaron al igual que en el exterior, tres tipos de tratamientos: alisado, engobado y pulido. De los tres, el alisado es el que mayor representación tiene con un 46.2% del total, seguido por el pulido con un 34.6% y finalmente el engobado con un 19.2%. Cabe destacar, que en el alisado entran todas las categorías de vasijas, mientras que en el engobado y pulido sólo se presentan pucos (Tabla VI. 11.).

Categoría vasijas Puco Olla Jarro Zapato Urna Jarro Total general

Tratamiento de superficie interior Alisado Engobado Pulido Totales n % n % n % n % 3 17.6% 5 29.4% 9 52.9% 17 100% 2 100% 0 0% 0 0% 2 100% 2 100% 0 0% 0 0% 2 100% 1 100% 0 0% 0 0% 1 100% 4 100% 0 0% 0 0% 4 100% 12 46.2% 5 19.2% 9 34.6% 26 100%

Tabla VI. 11. Tratamiento de superficie interior según categoría de vasijas.

107

Color interior: Los resultados de las superficies interiores de las vasijas nos muestra que existen 13 colores diferentes: amarillo rojizo, café, café oscuro, café rojizo, gris café, gris oscuro, gris rojizo, negro, rojo, rojo claro, rojo oscuro, rojoblanco-negro y rosado. El más común es el color negro con un 19,2% del total de la muestra, seguido por el gris oscuro con un 15.4%. En relación a las categorías de vasijas y colores interiores, se aprecia que es muy heterogénea la distribución, existiendo colores que constan de un solo tipo de vasijas que los representan (Tabla VI. 12.). El color que se ve representando por mayor distribución de categoría de vasijas corresponde al café oscuro, presentando 3 tipos de vasijas en el cual se incluye 1 puco, 1 olla y 1 jarro (Gráfico VI. 14.). La categoría de vasijas que posee mayor variedad de colores es el de pucos, presentando 9 colores de los 13 del total de la muestra.

Frecuencia absoluta

Variedad de colores interior 6 5 4 3 2 1 0

Colores Puco

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Gráfico VI. 14. Variedades de colores interiores según categoría de vasijas.

108

Puco Colores superficies interior

Olla

Jarro Zapato

Urna

Jarro

Totales

n

%

n

%

n

%

n

%

n

%

n

%

Amarillo rojizo

1

5.9%

0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

1

3.8%

Café

1

5.9%

0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

1

3.8%

Café oscuro

1

5.9%

1

50%

0

0%

0

0%

1

25%

3 11.5%

Café rojizo

2 11.8% 0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

2

7.7%

Gris café

0

0

0%

0

0%

0

0%

2

50%

2

7.7%

Gris oscuro

3 17.6% 1

50%

0

0%

0

0%

0

0%

4 15.4%

Gris rojizo

0

0

0%

1

50%

1 100% 0

0%

2

Negro

5 29.4% 0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

5 19.2%

Rojo

2 11.8% 0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

2

7.7%

Rojo claro

1

5.9%

0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

1

3.8%

Rojo oscuro

0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

1

25%

1

3.8%

Rojo-Blanco-Negro

1

5.9%

0

0%

0

0%

0

0%

0

0%

1

3.8%

Rosado

0

0%

0

0%

1

50%

0

0%

0

0%

1

3.8%

Total general

17 100% 2 100%

2

100%

1 100% 4 100% 26 100%

0% 0%

7.7%

Tabla VI. 12. Colores superficie interior de acuerdo a categoría de vasijas.

VI.1.1.4. Análisis de pastas

Dentro de este análisis se incluyen todos los fragmentos de la muestra (N=145). A continuación se presenta la descripción de los distintos tipos de pastas observadas, las cuales están clasificadas de acuerdo a familias de pastas, identificadas por una letra mayúscula. A partir de estas familias derivan las respectivas subfamilias, que se reconocen por un subíndice numérico (p. ej: A1, A2, A3… B1, B2… etc.).

109

Familia A

La familia de pastas identificadas como A es la más abundante, alcanzando un 44.84% del total de fragmentos (Tabla VI. 13.).

A1: Pasta de gran consistencia. Inclusiones muy finas de 0.3 mm. Distribución regular y poco densa. Posee una densidad de las inclusiones baja, menor al 20%. Color interior y exterior beige. Presenta una cocción de tipo oxidante. El espesor de la pared es de 7 mm. Esta familia de pasta corresponde a la definida por Iribarren (1958) como cerámica tipo La Puerta.

A2: Pasta uniforme y fina de gran consistencia. Inclusiones finas redondeadas entre 0.3 mm y 0.5 mm. Su distribución es regular y poco densa. Presenta una densidad media que ronda el 25% de inclusiones que ocupan la matriz arcillosa. Color de la superficie exterior beige. Color negro interior. La cocción de este tipo de pasta es mixta, ya que presenta una cocción oxidante reflejada desde la superficie exterior de los fragmentos hacia el centro de la pasta, y una cocción reductora que penetra desde el interior hacia el centro de la pasta. El espesor de la pared oscila entre 4 y 8 mm. Este tipo de pasta es muy parecida a la A1, se diferencia de ésta en la superficie interior de color negra producida por una cocción reductora (Figura VI. 3).

110

Figura VI. 3. Fragmentos correspondientes a la pasta identificada como A2.

A3: Pasta fina. Inclusiones angulosas y redondeadas, de tamaño variable entre 0.5 mm y 1 mm. Su distribución es irregular y abundante. Muestra una densidad alta que supera el 30% de inclusiones. Color de la superficie exterior beige. Color anaranjado interior. La cocción es oxidante. El espesor de la pared oscila entre 6 y 10 mm.

A4: Pasta poco compacta. Inclusiones angulosas y redondeadas, de tamaño variable entre 0.3 mm y 0.7 mm. Están distribuidos de manera no uniforme y con una densidad media que ronda el 25 %. Color de la superficie exterior e interior de color pardo rojizo. El tipo de cocción es oxidante. Los fragmentos tienen un espesor de pared que oscila entre 7 y 10 mm.

111

Tipos de Pastas Familia Subfamilia Nº de fragmentos Porcentajes A1 1 0.69% A2 40 27.60% A A3 20 13.80% A4 4 2.75% Total A 65 44.84% B1 18 12.41% B2 13 8.97% B B3 3 2.07% B4 7 4.83% Total B 41 28.28% C1 13 8.97% C2 9 6.20% C C3 8 5.52% C4 4 2.75% C5 1 0.69% Total C 35 24.13% D 4 2.75% Total D 4 2.75% Total General 145 100% Tabla VI. 13. Patrones de pastas registrados a partir de la muestra de fragmentos estudiados.

Familia B

Esta familia de pastas representa un 28.5% del total de fragmentos analizados.

B1: Pasta de textura fina y compacta. Inclusiones angulosas y redondeadas, de tamaño fino entre 0.3 mm y 0.5 mm. Su distribución y densidad es baja, menor al 20%. Superficie exterior e interior de color naranja. La cocción es oxidante, y los fragmentos tienen un espesor entre 5 y 9 mm. Este patrón de pastas correspondería a la definida por Montané (1969) como Ánimas I.

112

B2: Pasta de textura muy fina y compacta. Inclusiones finas y redondeadas de tamaño 0.3 mm. Distribuidos de manera no uniforme y con una densidad baja, menor al 20%. El color de la superficie exterior es naranja. Color negro interior. Este tipo de pasta presenta una cocción mixta, ya que presenta una cocción reductora que penetra desde el interior hacia el centro de la pasta, mientras que desde la superficie exterior de los fragmentos hacia el centro de la pasta se observa una cocción oxidante. El espesor de la pared oscila entre 5 y 8 mm. Es bastante similar al patrón B1, y se diferencia de éste en el tratamiento interior reducido. Este patrón de pastas correspondería a la definida por Montané (1969) como Ánimas II (Figura VI. 4).

Figura VI. 4. Fragmentos correspondientes a la pasta identificada como B2.

113

B3: Pasta de textura gruesa. Inclusiones redondeadas y finas. Tamaño entre 0.3 mm y 0.5 mm. Distribución uniforme y con una densidad del 30% de inclusiones que ocupan la matriz arcillosa. Color de la superficie interior y exterior pardo. La cocción de esta pasta es de tipo oxidante. El espesor de la pared de los fragmentos oscila entre los 6 y 7 mm.

B4: Pasta bastante compacta y fina. Inclusiones redondeadas y finas, dimensiones oscilan entre 0.1 mm y 0.3 mm. La densidad de las inclusiones es bastante baja, menor al 20%. El color de la pasta es naranja, en su superficie interior y exterior. Presenta una cocción del tipo oxidante. El espesor de la pared oscila entre 4 y 9 mm.

Familia C

Esta familia presenta un 24.13% del total de fragmentos.

C1: Pasta compacta, con matriz de una textura granulosa. Inclusiones finas y redondeadas, de tamaño que oscila entre 0.3 mm y 0.5 mm. Posee una densidad de las inclusiones baja, menor al 20%. El color tanto exterior como interior es negro-gris. Este color se debe a que fue sometida a una cocción de tipo reductora. Los fragmentos tienen un espesor de pared 6 y 9 mm. Este tipo de pasta correspondería al definido por Iribarren (1958) como tipo Grabado Inciso, y por Niemeyer y colaboradores (1995) como tipo La Puerta negro inciso (Figura VI. 5).

114

Figura VI. 5. Fragmentos correspondientes a la pasta identificada como C1.

C2: Pasta compacta, con matriz de textura media y porosa. Inclusiones medianas y angulosas. El tamaño varía entre 0.5 mm y 1 mm. Su distribución es irregular y abundante. Muestra una densidad del 30% de inclusiones en la matriz arcillosa. Presenta un color que va desde el pardo grisáceo al negro. La cocción es mixta. El espesor de la pared fluctúa entre 6 y 12 mm.

C3: Pasta compacta y fina. Inclusiones finas, redondeadas y angulosas. El tamaño varía entre 0.3 mm y 0.7 mm. Su distribución es uniforme y abundante. Presenta una densidad del 30%. Su color interior y exterior es grisáceo. La cocción es reductora. El espesor de los fragmentos oscila entre 6 y 18 mm.

115

C4: Pasta de matriz de textura media y porosa. Inclusiones finas y redondeadas, de tamaño 0.5 mm. Están distribuidas de manera no uniforme y en baja densidad, menos del 20%. El color exterior es pardo rojizo. El color interior es negro. Presenta una cocción mixta. El espesor de la pared fluctúa entre 9 y 11 mm.

C5: Pasta homogénea y fina. Inclusiones muy finas y angulosas de 0.3 mm. Su distribución es irregular y escasa. Posee una densidad baja, menor al 20% de inclusiones en la matriz arcillosa. El color interior y exterior es gris. Cocción reductora. El espesor de la pared es de 4 mm.

Familia D

Esta familia es la de menor representación dentro del análisis, con un 2.75% del total de fragmentos. No presenta subfamilia. Pasta poco compacta, algo arenosa y grumosa. Inclusiones finas, redondeadas y angulosas. En líneas generales son de tamaño no uniforme oscilando entre 0.3 mm y 0.7 mm. La distribución es irregular y poco densa, menor al 20%. El color exterior e interior es pardo rojizo. La cocción es oxidante. El espesor de la pared de los fragmentos varía entre 7 y 40 mm.

116

VI.1.1.5. Análisis de la decoración

El análisis decorativo de las vasijas consistió en describir el registro de motivos presentes en la muestra analizada. De las 12 vasijas que presentan decoración, sólo una de ellas (8.3%) presenta decoración en el campo interior, en el resto (91.7%) la decoración está en el campo exterior de la pieza.

A) Motivos lineales

A1:

Motivo

representa

lineal una

geométrico

serie

de

que

diseños

triangulares. Está delimitado por líneas horizontales y verticales. Aparece en una de las vasijas, en su superficie exterior.

A2: Motivo lineal que representa un diseño reticulado. Lo limita en su parte izquierda por cuatro líneas verticales paralelas. Este motivo aparece en la misma vasija que el motivo A1, apareciendo en la vasija como oposición uno del otro, dividiendo la pieza en dos.

117

A3: Motivo lineal que forma un diseño reticulado,

delimitado

por

dos

figuras

trapezoidales. Este motivo aparece en una de las vasijas de la muestra en la superficie exterior del cuerpo, repitiéndose dos veces a ambos lados, dividiendo la pieza en dos.

A4: Motivo en decoración incisa que representa un reticulado tipo tablero de ajedrez, con malla de cuadrángulos. Unos están rellenos con líneas incisas, alternados con otros lisos. Este motivo aparece en una de las vasijas, en la superficie exterior de la pieza.

B) Triángulos rectángulos escalerados B1: Motivo compuesto en su centro por dos secciones pintadas en color negro que representan a un triángulo rectángulo escalerado en su hipotenusa, que a modo de engranaje se corresponde con otro

118

semejante que está rotado en 180º. Cada triángulo se encuentra limitado por cuatro líneas verticales que bajan desde el borde hasta la base. Estos motivos de triángulos rectángulos escalerados se corresponden con lo descrito por Montané (1969) para el tipo Ánimas II y al Necrópolis de La Puerta (Niemeyer 1998b).

Figura VI. 7. Cerámica Ánimas II ilustrada por Montané (1969).

Figura VI. 6. Cerámica Necrópolis de La Puerta donde se aprecia el motivo de B1 (Niemeyer 1998b).

B2: Motivo de triángulo rectángulo escalerado, similar al motivo B1, pero en esta oportunidad los escalerados forman ángulos más agudos. Cada campo pintado de negro queda limitado por una línea recta vertical negra desde el borde hasta la base. Este motivo se hace presente en una de las vasijas, en su superficie exterior.

119

B3: Motivo compuesto de triángulos rectángulos

escalerados.

El

motivo

central se encuentra limitado en cada extremo por tres líneas rectas verticales gruesas.

En el centro se localiza el

triángulo

rectángulo

con

hipotenusa

escalerada, al lado de su reflexión en una rotación de 180º del primero. Mientras uno de los triángulos tiene el cateto horizontal apoyado en la base de la vasija, en el otro dicho cateto se apoya en el borde del ceramio. Este motivo aparece en el campo exterior de una de las vasijas, repitiéndose dos veces.

B4:

Motivo

compuesto

de

triángulos

rectángulos escalerados. En este caso, los escalerados son más uniformes que en los motivos anteriores, formando ángulos con bases rectas. Se encuentra delimitado por dos líneas verticales rectas que va desde el borde hasta la base de la pieza. Este diseño se presenta en la superficie exterior de una de las vasijas, repitiéndose dos veces.

120

B5:

El

motivo

compuesto

por

central dos

se

encuentra secciones

representadas por triángulos rectángulos escalerados. La sección derecha es la rotación en 180º de la sección izquierda. El triángulo izquierdo tiene el cateto horizontal apoyado en el borde de la vasija, mientras que en el triángulo derecho el cateto horizontal se apoya en la base. Lo delimitan en ambas secciones dos líneas verticales. Este motivo aparece en dos vasijas de la muestra en su campo exterior.

C) Líneas onduladas (Meandros)

C1: Motivo de líneas onduladas verticales paralelas que fluctúan entre 6 y 7 líneas. Van desde el borde de la vasija hasta la base. Está presente en una de las vasijas, repitiéndose en ésta dos veces. Va acompañado en oposición con el motivo B4.

121

C2: Motivo de líneas onduladas verticales paralelas, distribuidas en dos secciones. En la de la izquierda se encuentran 5 líneas onduladas, mientras que en la derecha hay 4. En el centro del campo se encuentran 3 líneas verticales paralelas, que dividen las secciones. Se encuentran delimitados por un rectángulo. Este motivo aparece dos veces en una vasija, dividiendo la pieza en dos.

D) Otros

D1: Motivo compuesto trícromo. Se compone de 4 secciones de similar apariencia. Estas secciones representan dos triángulos de catetos vertical y horizontal, con su hipotenusa escalerada. Uno es de color negro y el otro rojo, que se enfrentan y se dividen por un espacio pintado de blanco. Está delimitado por dos líneas verticales paralelas entre sí, de color negro. En la parte inferior del campo una línea horizontal en negro sirve de marco. Aparece en una sola pieza cerámica, en su

122

superficie exterior, y dicho motivo se repite dos veces en la vasija, sirviendo de campos divisorios de la pieza.

D2: Motivo compuesto por líneas rectas que forman complejos diseños (triángulos y líneas paralelas). El color de los motivos es trícromo: negro, blanco y rojo. Este motivo entra en la categoría del tipo definido por Montané (1969) como Ánimas III. Este motivo se presenta en una vasija, en la superficie interior de la pieza.

D3: Motivo de banda perimetral bicolor cuya parte superior es de color negro, mientras que la parte inferior es de color blanco. Se ubica sobre el contorno exterior del labio de la misma vasija donde encontramos el motivo D2.

123

VI.1.1.6 Valoración funcional y económica de los productos cerámicos

A partir de la identificación de los atributos morfológicos y las huellas de uso presentes en las vasijas cerámicas de la muestra, se plantean determinadas funciones y/o usos de los diversos recipientes cerámicos (Tabla VI. 14.). Del total de vasijas analizadas (n=26), 10 de ellas presentan acumulación de hollín en su superficie exterior, indicando que fueron sometidas al fuego, probablemente para cocinar alimentos. Estos tipos de cerámicas han sido clasificadas dentro de la categoría de formas de producción para el consumo (Figura VI. 8). Dentro de las cerámicas que obedecen a esta función, se incluyen la totalidad de las categorías de ollas, jarros, jarro zapato, urna, y la inclusión de un puco. A excepción del puco, todas las demás vasijas corresponden a vasijas restringidas, y que por su forma se les asignaría un uso más apropiado para contener líquidos, especialmente aquellas con cuello angosto (e.g. jarros) que limitan la posibilidad de derramar el líquido al ser transportadas.

Función vasija

Contexto doméstico Contexto ritual y/o doméstico

Cocción alimentos Contención y transporte líquidos y/o sólidos Consumo de alimentos y/o almacenaje Total general

Categoría de vasijas Jarro Olla Jarro Urna Puco Zapato 2 1 4

2

4

2

2

7

1

1

Total general 3

16

16

17

26

Tabla VI. 14. Funciones y contextos de usos de las vasijas cerámicas.

124

Las ollas, al presentar evidentes muestras de hollín en su superficie, nos indican que estuvieron en contacto con el fuego, y por lo tanto se concluye que su función interviene en la preparación, almacenamiento y cocción de alimentos. Por lo tanto, se le asigna un uso exclusivamente doméstico. Los jarros, son vasijas que sirven fundamentalmente para almacenar y servir líquidos. Por su parte, los jarros zapatos, si bien también podrían contener líquidos, se piensa que por las características morfológicas son más adecuados para contener y transportar sólidos. En relación a la urna, su característica de vasija monocroma y ausencia de decoración, junto a la presencia de restos de hollín en la superficie exterior del cuello, nos señala un posible uso doméstico de almacenamiento. El puco que aparece con presencia de hollín se le interpreta una función relacionada al almacenamiento de alimentos y su cocción en labores de carácter doméstico. Las 16 vasijas restantes que corresponden a la categoría de pucos, por sus características morfológicas se les asignan un uso relacionado para contener sólidos, o para el fácil acceso de los alimentos servidos en estos. La decoración presente en la muestra, nos hace pensar que además de haber sido utilizados en contextos domésticos, como contenedores de alimentos, también se utilizaron en contextos rituales, lo que se demuestra en la asociación que tienen estas vasijas en los contextos fúnebres donde han sido encontrados.

125

Cabe mencionar que como variable importante para los pucos, es su tamaño. Varias vasijas poseen un tamaño grande (altura y diámetro máximo), lo que nos indicaría una función para contener una gran cantidad de alimentos sólidos. En este sentido, estos tipos cerámicos se han clasificado en las categorías de formas de almacenaje (Figura VI. 8), lo que está indicando que estas comunidades eran productoras de alimentos, y que para el almacenamiento y conservación de sus plusproductos necesitaron de la producción de recipientes adecuados con un gran volumen.

Figura VI. 8. Tabla de formas e hipótesis de funcionalidad de las cerámicas analizadas en la muestra.

126

VI.1.2. Producción lítica:

VI.1.2.1. Descripción general

El material lítico analizado en este estudio, corresponde tanto a instrumentos formatizados (N=34), como a derivados del proceso de talla (N=39). La mayoría de los instrumentos estudiados provienen del sitio de La Puerta A (88.3%), el resto proviene de La Puerta B (2.9%), Pucará de Quebrada Seca (2.9%) y Pucará de Puntilla Blanca (5.9%). En relación a los derivados del proceso de talla, estos provienen de La Puerta A (69.2%) y La Puerta B (30.8%).

VI.1.2.2. Materias primas

Se lograron identificar mediante observación macroscópica, nueve diferentes materias primas presentes tanto en los instrumentos como en los derivados del proceso de talla (Gráfico VI. 15.). Estas rocas corresponden a sílex (47.9%), cuarzo (9.6%), basalto (9.6%), andesita (9.6%), granito (12.3%), jaspe (1.4%), arenisca (2.7%), diorita (1.4%) y cuarcita (4.1%). En uno de los instrumentos analizados (1.4%) no fue posible determinar el tipo de roca en la cual había sido confeccionado.

127

En relación a la procedencia de las diferentes materias primas, tenemos que tener en cuenta que existen dos categorías en relación a la distancia en donde se encuentran las fuentes de aprovisionamiento. En primer lugar nos encontramos con las materias primas locales, que designa a aquellas que provienen de fuentes que se localizan a poca distancia del yacimiento y por consiguiente su explotación no requiere grandes gastos de energía y tiempo. En cambio, están las que se encuentran a distancias mayores y donde los gastos de energía y tiempo son más altos, y son conocidas como fuentes de aprovisionamiento no locales o alóctonas (Renfrew 1977; Nami 1992; Church 1994; De Angelis 2012). La identificación de la procedencia de la materia prima fue posible mediante la información de la carta geológica local (Segerstrom y Ruiz Fuller 1962; Segerstrom 1968; Arévalo 2005), como también en base a los muestrarios de las distintas rocas presentes en el museo Mineralógico de Copiapó. En la Tabla VI. 15. podemos observar la procedencia de las materias primas, donde se aprecia que las todas las fuentes de aprovisionamiento de las rocas son de tipo local. La presencia de materias primas locales en un 100% de la muestra, nos indica una baja movilidad de parte de estos grupos, para el aprovisionamiento de las fuentes líticas para elaborar sus instrumentos. Se destaca que la ubicación de las distintos tipos de rocas presentes en las diversas unidades geológicas se encuentra relativamente cercanas unas de otras

128

(Mapa VI. 1). Las areniscas poseen una muy buena representación en prácticamente todas las unidades geológicas del valle de Copiapó, tales como las Formaciones Abundancia, Lautaro, Punta del Cobre, Pabellón, Cerrillos, Hornitos y Bandurrias (Segerstrom y Ruiz Fuller 1962; Corvalán 1973; Arévalo 2005). Entre las rocas sedimentarias de precipitación química, encontramos que el sílex también denominado pedernal, y que corresponde a la roca de mayor presencia en la muestra, se encuentra principalmente en las formaciones Punta del Cobre, Abundancia y Pabellón (Corvalán 1973).

Materia Prima Procedencia Formaciones y Litología Formación Punta del Cobre (JKpc) Sílex

Local

Cuarzo

Local

Basalto

Local

Formación Abundancia (Kia) Formación Pabellon (Kip) Formación Punta del Cobre (JKpc) Formación Sierra Fraga Formación La Ternera (TrJlt) Formación Bandurrias (Kib)

Andesita

Local

Granito

Local

Plutón Cabeza de Vaca (Pagdcv)

Jaspe

Local

Formación Nantoco (Kin)

Formación Cerrillos (Kc) Estrato El Escorial

Formación Abundancia (Kia) Arenisca

Local

Diorita

Local

Diorita La Brea (Kidlb)

Cuarcita

Local

Formación Bandurrias (Kib)

Formación Bandurrias (Kib) Formación Lautaro (Jl)

Tabla VI. 15. Procedencia de las materias primas reconocidas en la muestra.

129

Mapa VI. 1. Unidades geológicas presentes en el valle de Copiapó (Tomado de Corvalán 1973).

130

Frecuencia absoluta

Materias primas 100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0%

3 24

0

0

0

1

2

1

1

5

4 11

2

0 2

5

3

7

2 0

Instrumentos

Derivados de talla

Gráfico VI. 15. Frecuencia de materias primas analizadas en la muestra.

VI.1.2.3. Análisis de los Instrumentos líticos

Tipos de instrumentos

En relación a los instrumentos presentes en la muestra, se pudieron identificar los siguientes tipos: puntas de proyectil, manos de moler, mazos, bifaz, hojas de herramientas agrícolas, preforma, afilador y raspador (Tabla VI. 16). Dos de los instrumentos no fue posible identificar una función específica.

131

Analizando el conjunto de instrumentos es posible establecer la existencia de una alta formatización en su elaboración, con una mayor representación de materias primas de alta calidad, básicamente sílex (Gráfico VI. 16). La mayor frecuencia de tipos de instrumentos la encontramos en las puntas de proyectil, donde se identificaron una gran variedad de formas y tamaños, destacando puntas ovoidales, triangulares y lanceoladas con y sin pedúnculo (Figura VI. 9). Las manos de molino corresponden al segundo grupo de mayor frecuencia con un total de 9 instrumentos presentes en la muestra, lo que representa un 26.6% del total. Al observar las características morfológicas de uno de los instrumentos que no fue posible identificar la función, parece corresponder a un alisador-pulidor asociado al proceso de manufactura cerámica. Este instrumento presenta las caras ventral y dorsal pulidas, mientras que los bordes se encuentran desgastados (Figura VI. 10). Tipos de Instrumentos Punta de proyectil Preforma Mano de molino Mazo o martillo Bifaz Herramienta agrícola Afilador Raspador Función no definida Total

n 13 1 9 2 1 4 1 1 2 34

% 38.2 2.9 26.6 5.9 2.9 11.8 2.9 2.9 5.9 100

Tabla VI. 16. Frecuencia y porcentaje de tipos de instrumentos líticos identificados.

132

Instrumentos según materia prima Frecuencia absoluta

8 8 7 6 5 4 3 2 1 0

6 3 2 11 1

1

1 11

11

1

1

1

1

1

1

Instrumentos líticos Sílex

Cuarzo

Basalto

Andesita

Granito

Jaspe

Arenisca

Diorita

Indeterminada

Gráfico VI. 16. Categorías de instrumentos líticos según materia prima.

Figura VI. 9. Variedades de puntas de proyectil.

133

Figura VI. 10. Posible alisador-pulidor asociados al proceso de manufactura cerámica.

Atributos métricos

Peso: El peso de los instrumentos varía entre 0.2 y 1147 gramos. Los instrumentos de menor peso corresponden a las puntas de proyectil, mientras que los que presentan el mayor peso corresponde a los mazos. El rango de mayor tendencia corresponde al más bajo, que va desde los 0 hasta los 99 gramos, representado por el 47,1% del total de la muestra. El instrumento que posee mayor variabilidad en las medidas de sus pesos corresponde a las manos de molino, que van del rango de los 200 hasta los 1099 gramos (Gráfico VI. 17).

134

Peso instrumentos Frecuencia absoluta

14 12

Punta de proyectil

10

Mano de Molino

8

Herramienta agrícola

6

Mazo

4

Función no definida

2

Preforma

0

Bifaz Afilador Raspador Medidas en gramos Gráfico VI. 17. Peso de los instrumentos líticos.

Longitud: La longitud de los instrumentos líticos analizados se distribuye desde los 18.99 hasta los 145.91 mm, donde la de menor y mayor medida corresponden a una punta de proyectil y una herramienta agrícola respectivamente. En general los rangos de medida son bastante homogéneos, siendo el rango más común de la muestra, el que va entre los 15 y los 29 mm, y que representa un 20.6% del total de la muestra (Gráfico VI. 18).

135

Longitud Frecuencia absoluta

7 6 5 4 3 2 1 0 15-29

30-44

45-59

60-74

75-89

90-104

105-119 120-134 135-149

Medidas en mm Punta de proyectil

Mano de Molino

Herramienta agrícola

Mazo

Función no definida

Preforma

Bifaz

Afilador

Raspador

Gráfico VI. 18. Longitud de los instrumentos.

Ancho: La medida del ancho de los instrumentos, nos da un rango variable que abarca desde los 6.83 hasta los 112.77 mm. El menor valor corresponde a una punta de proyectil, mientras que el mayor valor lo encontramos en una mano de molino. Observamos que la mayor concentración se da en el rango de 5.9 y 19 mm, siendo un 29.4% del total, y representado en su totalidad por las puntas de proyectil (Gráfico VI. 19).

136

Ancho Frecuencia absoluta

12 10 8 6 4 2 0 5.9-19

20-34

35-49

50-64

65-79

80-94

95-109

110-124

Medidas en mm Punta de proyectil

Mano de Molino

Herramienta agrícola

Mazo

Función no definida

Preforma

Bifaz

Afilador

Raspador

Gráfico VI. 19. Ancho de los instrumentos líticos.

Espesor: En cuanto a la medida de espesor, el rango varía entre 2.31 y 77.74 mm. El rango de mayor tendencia es el que va entre 0 y 9.9 mm, con un representación del 50% del total. Cuando segregamos los espesores por tipo de instrumento, nos damos cuenta que en este rango se agrupan todas las puntas de proyectil. Es más variable en cuanto a los tipos de manos de molino, que se encuentran entre el rango de los 20 hasta los 70.79 mm (Gráfico VI. 20).

137

Espesor Frecuencia absoluta

14 12 10 8 6 4 2 0 0-9.9

10-19.9

20-29.9

30-39.9

40-49.9

50-59.9

60-69.9

70-79.9

Medidas en mm Punta de proyectil

Mano de Molino

Herramienta agrícola

Mazo

Función no definida

Preforma

Bifaz

Afilador

Raspador

Gráfico VI. 20. Espesor de los instrumentos líticos.

Piedra tallada

De los instrumentos presentes en la muestra el 61.8% (n=21), corresponden a la industria de la piedra tallada. En cuanto al soporte en donde fue confeccionado el instrumento se identificaron dos variables en la muestra, lascas (76.2%) y núcleos (23.8%). Las lascas se presentan en los bifaces (preforma, puntas de proyectil y bifaz) y raspador, mientras que los núcleos son representados por las herramientas agrícolas (Tabla VI. 17.).

138

Punta de proyectil Lasca Núcleo

13

Preforma Bifaz Raspador 1

1

Herramienta agrícola

Función no definida

1 4

1

Totales n

%

16

76.2%

5

23.8%

21

100%

Tabla VI. 17. Soporte de los instrumentos tallados.

En cuanto a la técnica en que fueron producidos estos instrumentos, fueron identificados tres tipos: percusión, presión y percusión-presión. La técnica de percusión-presión es la más representativa con un 52.4% del total. La siguen la técnica de percusión con un 42.8% y más abajo la de presión con un 4.8%. El análisis de la morfología de las piezas reveló 5 categorías: lanceolada, triangular, semidiscoidal, ovoidal e irregular. La forma lanceolada es la que tiene la mayor presencia (33.3%), y ésta se representa solamente en las puntas de proyectil (Gráfico VI. 21). En cuanto a la forma de las bases, se distinguieron cinco variedades: cóncava, convexa, plana, pedunculada e irregular. También hubo piezas que por su fractura en la base no fue posible asignarle una categoría. En cuanto a la frecuencia los distintos tipos de bases son bastante homogéneos, destacándose las bases convexas y pedunculadas (Tabla VI. 18.).

139

Frecuencia absoluta

Morfología de la pieza 8 7 6 5 4 3 2 1 0 Punta de proyectil

Preforma

Bifaz

Raspador

Herramienta agrícola

Función no definida

Tipos de instrumentos Lanceolada

Triangular

Semidiscoidal

Ovoidal

Irregular

Gráfico VI. 21. Variedades morfológicas de las piezas talladas.

Forma de las bases Total Cóncava Convexa Plana Pedunculada Irregular No determinable 13 3 0 1 5 0 4 Punta de proyectil 1 0 1 0 0 0 0 Preforma 1 0 1 0 0 0 0 Bifaz 4 0 3 0 0 0 1 Herramienta agrícola 1 0 0 1 0 0 0 Raspador 1 0 0 0 0 1 0 Función no definida 3 5 2 5 1 5 21 Total Tipos de Instrumentos

Tabla VI. 18. Formas de las bases según los diferentes instrumentos tallados.

La extensión de los tallados en las piezas se pueden diferenciar en las siguientes categorías: unifacial-marginal, unifacial-parcial, bifacial-parcial y bifacial-total. La más común es la bifacial-total con un 52.4% del total. La siguen la bifacial-parcial con un 19%, la unifacial-parcial igual con un 19%, y más abajo con un 9.6% se encuentra la unifacial-marginal. Cuando segregamos la extensión por tipo de instrumento, apreciamos que la unifacial-parcial es la que presenta mayor

140

variedad de instrumentos con punta de proyectil, preforma, raspador y herramienta agrícola. La extensión bifacial-total, se compone de 10 puntas de proyectil y el instrumento con función no definida. En relación al ángulo de los bordes, se distinguen tres variedades: abrupto, agudo y oblicuo. Los de ángulos abruptos poseen la mayor representación con un 47.6% del total, seguidos por los de ángulos oblicuos con un 28.6% y los de ángulos agudos con un 23.8%. En 16 de los instrumentos se logró identificar que poseían retoque. De estos 16, todos poseían retoque anverso, pero sólo en 12 casos el retoque también se repetía en el reverso. El retoque lo apreciamos en las puntas de proyectil, el bifaz, la preforma y el raspador. En cuanto al retoque anverso, se manifiesta una tendencia al modo plano, amplitud cubriente, dirección bifacial y delineación continua. Por su parte, el retoque reverso tiende a un modo simple, amplitud cubriente, dirección bifacial y delineación continua. Se puede concluir que en cuanto a los instrumentos tallados, existió una alta formatización en su producción. Reflejo de esto es la perfección y detalle de las puntas de proyectil analizadas.

141

Piedra pulida

El 35.3% (n=12) de los instrumentos analizados corresponden a la industria de la piedra pulida. En relación al soporte en cual fueron confeccionados, 83.4% corresponde a cantos, 8.3% núcleo y 8.3% a lasca (Tabla VI. 19.).

Soporte

Totales Mazo o Afilador martillo n %

Mano de molino

Canto Núcleo Lasca

9

1 1

10 1 1 1 12

83.4% 8.3% 8.3% 100%

Tabla VI. 19. Soporte de los instrumentos pulidos.

Las morfologías de los instrumentos pulidos se pueden diferenciar en trapezoidal, circular, oval y rectangular. Las formas oval y circular son las de mayor tendencia con un 41.7% para ambas (Gráfico VI. 22).

Morfología de la pieza Frecuencia absoluta

6 5 4 3 2 1 0 Mano de molino

Mazo

Afilador

Tipos de Instrumentos Trapezoidal

Circular

Oval

Rectangular

Gráfico VI. 22. Variedades morfológicas de los instrumentos pulidos.

142

Para las formas de las bases se reconocieron: cóncava, recta y no determinable. La más común son los de base recta (75%) (Tabla VI. 20.).

Tipo de Instrumentos Mano de molino Mazo o martillo Afilador Total

Formas de la base Total Cóncava Recta No determinable 9 2 6 1 2 0 2 0 1 0 1 0 2 9 1 12

Tabla VI. 20. Formas de las bases según los diferentes instrumentos pulidos.

En relación al grado de pulimento de estos artefactos cabe mencionar que éste varía entre 0% y 50%. El instrumento que posee un 0% de pulimento corresponde a un mazo, mientras que los que poseen un 50% de pulimento en su superficie corresponde a dos manos de molino y el afilador (Gráfico VI. 23). Cabe señalar que las manos de molino presentan un grado de pulimento alto ya que tienen estrecha relación con la función a la cual fueron sometidas, y al constante uso de estos instrumentos (Figura VI. 11). Como manos de molino tuvieron que haber sido usadas para moler los recursos que estas poblaciones extraían, seguramente especies vegetales que ellos mismos cultivaban.

143

Grado de Pulimento 100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0%

Gráfico VI. 23. Grado de pulimento de los instrumentos líticos.

Figura VI. 11. Ejemplo de mano de molino analizada en la muestra.

144

VI.1.2.4. Análisis de los derivados de talla

Entre los derivados de talla pudimos identificar las siguientes categorías morfológicas: lascas, láminas, elementos de núcleos, desechos aberrantes, canto fragmentado y bola lítica.

La materia prima predominante en los derivados

corresponde a sílex, lo que nos indica el uso de materias primas aptas para la talla. Las otras materias primas presentes difieren en la aptitud para la talla, a saber: el cuarzo y la cuarcita muestran una aptitud para la talla buena-regular, la andesita y el basalto tienen una calidad regular, y el granito se caracteriza por tener una calidad mala-regular para la talla (Gráfico VI. 24).

Tipo de derivados por materia prima 100% 80% 60% 40% 20%

1 5 2

1

2

1 2

16

2

3

1

1

0%

2

Materia prima Lasca

Lámina

Elemento de núcleo

Desecho aberrante

Canto fragmentado

Bola lítica

Gráfico VI. 24. Frecuencia de tipos de derivados según materia prima.

145

Las lascas corresponden a los derivados de talla que poseen mayor presencia en la muestra (n=24). El tamaño de las lascas corresponde principalmente al rango mediano (entre 21 y 40 mm, 50%) y grande (mayor a 40 mm, 50%), lo que indicaría que se encuentran presentes las primeras fases de reducción y elaboración de instrumentos en los sitios estudiados. Esto se puede validar también por la presencia de elementos de núcleos asociados. En cuanto a la correlación que pueda existir entre los atributos de longitud y anchura de las lascas, observamos que no hay una relación entre la longitud de las piezas y su anchura (Gráfico VI. 25).

70 y = 0.3793x + 15.648 R² = 0.2477

60

Anchura (mm)

50 40 30 20 10 0 0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

Longitud (mm) Gráfico VI. 25. Dispersión de desechos: Largo vs Ancho.

146

Los tipos de talón más comunes en la muestra son los talones planos (54.2% de la muestra total), diedros (20.8% de la muestra total), facetados (8.3% de la muestra total) y talones puntiforme, presentes en un 4.2% de las piezas analizadas (Tabla VI. 21.).

Tipo de talón Diedro Facetado Plano Puntiforme Indeterminable Total general

n 5 2 13 1 3 24

% 20.8% 8.3% 54.2% 4.2% 12.5% 100%

Tabla VI. 21. Tipos de talón identificados en la muestra.

Considerando el porcentaje de corteza presente en el conjunto general (Tabla VI. 22.) podemos señalar que existe un predominio de las piezas sin corteza (76.9% del conjunto). Este porcentaje tiene estrecha relación con la presencia de lascas de desbaste secundario o desechos de retoque. Las piezas del conjunto con presencia del 50% o más de corteza, representan un 15.4% de la muestra total.

Tipo de derivado Elemento de núcleo Lasca Canto fragmentado Lámina Desecho aberrante Bola lítica Total General

n 2 23 0 2 2 1 30

0% % 5.1% 59.0% 0% 5.1% 5.1% 2.6% 76.9%

Secuencia de reducción/corteza 25% 50% 75% 100% n % n % n % n % 2 5.1% 4 10.3% 0 0% 0 0% 1 2.6% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 1 2.6% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 1 2.6% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 3 7.7% 5 12.8% 1 2.6% 0 0%

Total n % 8 20.5% 24 61.5% 1 2.6% 2 5.1% 3 7.7% 1 2.6% 39 100%

Tabla VI. 22. Porcentajes de corteza según derivados de talla.

147

VI.1.2.5. Valoración funcional y económica de los productos líticos

A partir de los análisis de los diferentes instrumentos líticos presentes en la muestra, se pudieron distinguir diversas funciones y tipos de actividades vinculadas a la producción lítica:

a) Tecnología lítica relacionada con actividades de apropiación

En esta categoría se incluyen a las puntas de proyectil, bifaz y raspador. Se vinculan a las actividades de apropiación de recursos faunísticos. Las puntas de proyectil estarían asociadas a la caza de los animales, mientras que los bifaces y raspadores guardan relación con los trabajos de preparación de estos recursos, que son los de destazar, cortar y descuerado de pieles.

b) Tecnología lítica asociada con actividades de producción

Constituye el grupo tecnológico más significativo. Se incluyen aquí las herramientas agrícolas y las manos de molino. Son elementos básicos que nos demuestra la domesticación de las especies vegetales por parte de estas comunidades. Las herramientas agrícolas estarían asociadas al trabajo de la tierra y la siembra, posibilitando el desarrollo de las fuerzas productivas de estas sociedades y seguramente influyendo en la generación de un plusproducto agrícola acumulado en el subsuelo de los campos de cultivos. En el caso de las

148

manos de molino, estas estarían participando en la preparación y molienda de los diversos recursos vegetales que estas poblaciones estarían cultivando o recolectando. La documentación de restos de semillas de poroto, calabaza, zapallo y maíz en los sitios estudiados (Castillo et al. 1997), estarían afirmando la domesticación de especies vegetales.

c) Tecnología lítica vinculada con actividades de extracción

En esta categoría se reúnen los artefactos identificados como mazos o martillos de piedra. Corresponde a instrumentos vinculados a tareas de extracción de materias primas o minerales. Si bien son pocos los instrumentos con estas características, esto nos estaría indicando tareas productivas relacionadas específicamente con el proceso de obtención de sus objetos de trabajo.

VI.1.3. Metales

Los objetos metálicos así como la tecnología involucrada en el proceso de su producción pueden aportar antecedentes importantes para la comprensión de las sociedades arqueológicas (Latorre y López 2011). En este estudio se registraron 5 elementos metálicos provenientes del sitio La Puerta A. Se identificaron 3 categorías morfológicas: fragmento tubular (20% de la

149

muestra total), aros (60% de la muestra total) y un kero, que representa un 20% de las piezas analizadas (Figura VI. 12). En cuanto a la materia prima utilizada para la elaboración de estos artefactos, se logró identificar objetos elaborados en cobre o aleaciones con alto porcentaje de cobre (40% del total) y objetos elaborados en plata o aleaciones con alto porcentaje de plata, presentes en un 60% de la muestra total. Hay que mencionar que en el valle de Copiapó se localizan diversas fuentes de minerales, ya sea cobre, oro y plata, lo que nos señala que las fuentes de materia prima eran de tipo local (Arévalo 2005). También se identificó el grado de corrosión que presentaban dichos objetos, lo que nos muestra que el desgaste presenta un porcentaje igual o mayor al 50% en todos los instrumentos. El de mayor corrosión (90%) corresponde al fragmento tubular (Gráfico VI. 26). Se destaca que los dos instrumentos que presentan mayor corrosión (fragmento tubular y aro) están elaborados en cobre o aleaciones con alto porcentaje de cobre. En cuanto a los instrumentos elaborados en plata o aleaciones con alto porcentaje de plata, presentan un 50% de grado de corrosión. Dentro de los procesos de manufactura, en los objetos analizados se lograron identificar dos técnicas:

-

Laminado: Corresponde al uso de fuerzas de comprensión sobre el metal, estirando el material al golpearlo por los bordes aplastándolo desde el exterior al interior. Esto produce una expansión por la reducción del

150

espesor, obteniendo como producto final una lámina (Corral 2009; Latorre 2009). Esta técnica de manufactura posee una presencia del 40% del total (Tabla VI. 23.). Laminado y Trefilado: Son dos procesos para la manufactura de los objetos. El laminado ya fue descrito en el párrafo anterior. El trefilado corresponde a la reducción de la sección por medio de fuerza de tracción o estirado, ya sea por la aplicación de un par de fuerzas opuestas en forma paralela al eje del material, o por la acción de esfuerzos transversales. De esta manera se logra que el material se alargue longitudinalmente, produciendo alambres (Corral 2009; Latorre 2009). Su presencia en la muestra es del 60% del total (Tabla VI. 23.).

100% 90%

Porcentaje de corrosión

-

80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0% Fragmento Tubular (cobre)

Aro (cobre)

Aro (plata)

Aro (plata)

Kero (plata)

Categorías morfologicas de los instrumentos analizados Gráfico VI. 26. Grado de corrosión de los objetos metálicos presentes en el análisis.

151

Técnicas de Manifactura Laminado Laminado y Trefilado Categoría morfológica n % n % 1 20% 0 0% Fragmento tubular 0 0% 3 60% Aro 1 20% 0 0% Kero 2 40% 3 60% Total General Tabla VI. 23. Técnicas de manufactura de los objetos metálicos.

Figura VI. 12. Objetos metálicos presentes en la muestra.

152

De los 5 artefactos metálicos analizados, solo uno de ellos poseía decoración. Este corresponde al kero, y fue realizado mediante la técnica de repujado. Esta técnica consiste en una decoración en relieve en ambas superficies del metal, se hunde la parte de atrás de una hoja de metal y se trabaja por la parte frontal. Es lograda por martillado (Corral 2009). Si bien los objetos metálicos analizados en este estudio fueron producidos por técnicas de trabajo mecánico en frío (martillado), no se descarta la producción de objetos metálicos mediante el trabajo de metales fundidos. Esto se puede validar al recuperarse dos fragmentos de moldes refractarios elaborados en arcilla del sitio La Puerta A (Figura VI. 13). Como señalan los autores (Niemeyer et al. 1995) en la excavación de los túmulos no aparecieron objetos elaborados mediante metales fundidos, no obstante sería casi seguro que estas poblaciones del Período Medio tuvieran conocimiento del proceso productivo de manufactura de metales, que involucra la extracción, tratamiento y traslado del mineral, luego la implementación de un evento de fundición en el que intervienen tanto el mineral como la fabricación de una estructura de combustión, la manufactura de refractarios y, la recolección y preparación del combustible necesario.

153

Figura VI. 13. Moldes refractarios del sitio La Puerta A.

VI.1.4. Material óseo

De la cantidad de artefactos óseos presentes en los depósitos del museo, sólo se pudieron identificar dos artefactos provenientes del sitio La Puerta A. Por sus características morfológicas estos pudieron ser clasificados como una espátula (Figura VI. 14) utilizada en el complejo alucinógeno y, un tubo de hueso fragmentado (Figura VI. 15) que habría servido para “soplar el fuego en un pebetero o bien, en un horno portátil de fundición de minerales” (Niemeyer et al. 1995: 189).

154

Figura VI. 14. Espátula de hueso proveniente del túmulo 87 de La Puerta A.

Figura VI. 15. Tubo de hueso proveniente de la Necrópolis de La Puerta A.

155

En relación a la espátula de hueso, ésta tiene una longitud de 179.96 mm, un ancho máximo de 14.9 mm, un espesor de 4.23 mm y un peso de 5.2 grs. Su apéndice termina en punta. El elemento óseo en el cual fue confeccionado corresponde a un fragmento de hueso largo. No fue posible identificar la taxa específica, por lo que se definió a nivel de clase como mamífero. En cuanto al tratamiento de la superficie de este instrumento, se reconoció la técnica de pulido. Este artefacto es evidencia que las poblaciones Ánimas conocían y utilizaban elementos del complejo alucinógeno. Otros instrumentos que nos remite al uso de alucinógenos han aparecido también en otros yacimientos. En el caso de los valles de Copiapó y Huasco, se presentan solamente espátulas, mientras que en La Serena-Coquimbo aparecen espátulas, tubos y tabletas (Castillo 1992). Para el caso del tubo de hueso, éste se encuentra fragmentado y sus dimensiones son las siguientes: su longitud es de 135.43 mm, su ancho máximo de 7.98 mm, posee un espesor de 5.74 mm y un peso de 3.3 grs. En cuanto al elemento óseo y la taxa en la que fue fabricado este artefacto, no fue posible lograr su identificación. Se reconoció la presencia de meteorización en el artefacto como parte de las improntas tafonómicas. Este artefacto tiene un tratamiento de pulido y ranurado, en su superficie.

156

CAPÍTULO VII: DISCUSIÓN

Las investigaciones arqueológicas en el Norte Semiárido chileno, han identificado para el periodo alfarero regional (0-1450 d.C.) tres grupos culturales uniformes: Complejo Cultural El Molle (período Alfarero Temprano), Complejo Cultural Las Ánimas (período Medio) y Cultura Diaguita Chilena (período Intermedio Tardío). Si bien todos poseen características que los diferencian de los otros, diversos autores han señalado que los rasgos característicos y que comparte cada uno son el uso de alfarería, la práctica de la agricultura e incluso el conocimiento de la ganadería (Ampuero 1989; Castillo 1989; Niemeyer et al. 1989). Para el caso del Complejo Cultural Las Ánimas, éste ha sido caracterizado como una sociedad que se establece en diferentes nichos ecológicos para desarrollar diferentes prácticas de subsistencia. Se postula que fueron pueblos de economía diversificada, donde estuvo presente la agricultura, la pesca, la caza y la recolección, sin dejar de mencionar que poseían un énfasis en la ganadería. Esta afirmación se basa principalmente en el reconocimiento en algunos cementerios, de cuerpos de camélidos en asociación con los humanos, lo que para algunos autores indicaría una relación íntima de llamas con sus respectivos dueños (Ampuero 1986; Castillo 1989). Estudios posteriores donde se analizaron los restos óseos de los camélidos provenientes del cementerio Plaza de Coquimbo, descartarían esta afirmación, ya que en éste se demuestra que los camélidos allí

157

ofrendados no corresponderían a animales domesticados, sino que a guanacos silvestres (Becker y Cartajena 2005). En los últimos años se han reevaluado los postulados de las décadas anteriores para el período alfarero en el NSA, y se ha criticado el postulado de que la aparición de la cerámica represente una ecuación directa con un modo de vida sedentario, agrícola y ganadero (Méndez et al. 2009; Troncoso y Pavlovic 2013). A partir de los análisis desarrollados en los acápites anteriores, a continuación se procederá a describir los rasgos característicos que engloban a la sociedad identificada como Complejo Cultural Las Ánimas, de manera de poder llegar a entender, de qué forma es posible que se produzca un cambio social para que ésta logre desarrollarse.

VII.1. HACIA UNA APROXIMACIÓN DEL CAMBIO SOCIAL

Como hemos señalado a lo largo de esta memoria, el Complejo Cultural Las Ánimas se sitúa en el período Medio (en adelante PM) en un rango temporal que se extiende entre los 650 y 1200 d.C. Pero para poder comprender bien cómo es que logra desarrollarse esta sociedad, será necesario tener claro que sucede en el Norte Semiárido (en adelante NSA) durante el periodo previo del Alfarero Temprano (en adelante PAT). El Complejo Cultural El Molle es reconocido como el representante poblacional del PAT en esta región. Sus principales características radican en la información

158

contextual que aparece en las excavaciones de sus sitios arqueológicos, donde priman como elementos uniformes en cada valle, la alfarería monocroma, pipas y tembetás. Como dijimos anteriormente, el hecho de que la cerámica de por sí signifique que nos encontramos ante una sociedad sedentaria, agrícola y ganadera, es algo que se ha puesto en duda y creemos que no refleja una ecuación directa. La cerámica del Complejo Cultural El Molle se caracteriza por ser de tipo monocroma (negra, gris, café, roja), donde las formas más recurrentes son globulares y de perfil inflectado. Son de formas restringidas y no restringidas, pero las primeras son las que poseen mayor representatividad (Cornely 1956; Niemeyer et al. 1989). A pesar de que existe cierta homogeneidad, algunos autores han reconocido una serie de diferencias y variabilidad en los modos de vida, según los distintos valles en que se hayan asentado (Niemeyer et al. 1989; Troncoso y Pavlovic 2013). En el caso del valle del Copiapó, el más septentrional de los valles del NSA, es en el que mayor divergencia encontramos en relación con los valles de más al sur. En este valle aparecen tipos de asentamientos en aldeas, particularidad que sólo se da en este valle (Troncoso y Pavlovic 2013). Otras de las peculiaridades que posee este valle es la elevada presencia de herramientas de labores agrícolas, situación que no se repite en el resto de los valles. Este contraste se expresa también en relación a los restos arqueobotánicos, donde para Copiapó hay referencias de porotos (Phaseolus vulgaris), maíz (Zea mays), cucurbitáceas,

159

quínoa (Chenopodium quinua) y papas (Solanaceae) (Niemeyer et al. 1991; Niemeyer 1998a); mientras que para el Huasco no se registra información arqueobotánica. Para Elqui/Limarí se evidencia la presencia de porotos y maíz en el alero de San Pedro Viejo de Pichasca (Ampuero y Rivera 1971; Castillo 1986; Alé 2014). Para el Choapa por su parte, se han registrado restos de quínoa (Chenopodium quinua) y madi (Madia sativa) (Pavlovic 2004). En relación a actividades ganaderas, en los valles del Choapa, Limarí y Elqui no se han reconocido prácticas ganaderas, y aparecen en el registro arqueológico solamente restos de camélidos silvestres (guanacos) (Becker 1999; Troncoso y Pavlovic 2013). Para el valle de Copiapó aunque se ha sugerido que podrían existir ya camélidos domesticados (Troncoso y Pavlovic 2013), consideramos que esta suposición no está probada fehacientemente. Como podemos ver, la evidencia expuesta demuestra que durante el PAT existen diferentes modos de vida de estos grupos sociales y por consiguiente modos de producir su vida material (Troncoso y Pavlovic 2013). Aunque presenciamos estas diferencias, podemos definir al Complejo Cultural El Molle como una formación económica social de cazadores-recolectores hortícolas, donde la diferenciación de sus modos de producción nos remite a un énfasis en la caza y recolección en la parte meridional del NSA (valle del Choapa) lo que va cambiando gradualmente a medida que nos dirigimos hacia el norte, hasta llegar al sector septentrional del NSA (valle de Copiapó), donde existe mayor énfasis en un modo de producción hortícola.

160

Un factor importante para entender que es lo que está pasando durante el PAT en el NSA, son las características climáticas y ambientales. Podemos mencionar que cuando surge el Complejo Cultural El Molle (2050 años AP), las condiciones climáticas eran más húmedas entre 20% y 30% superior a las condiciones actuales (Grosjean et al. 1997; Maldonado y Rozas 2008). A partir de los 1800 años AP, va decreciendo la humedad, alcanzando unas condiciones ambientales bastante áridas y secas, alcanzando su máxima aridez hacia los 1400 años AP (Figura VII. 1). Consideramos que estas condiciones climáticas habrían influenciado de manera significativa en la vida de las poblaciones del Complejo Cultural El Molle. Si bien esta situación se refleja de alguna manera en el modo de vida y la subsistencia de estos grupos humanos, consideramos que clima y ambiente no determinan la respuesta de la sociedad en forma directa sino que se produce una serie de opciones entre las que el grupo humano selecciona dentro de ciertos límites. Hacia el año 0 d.C. (2000 años AP), tiempo inicial del PAT en el NSA, se presencia un clima mayormente húmedo que habría comenzado hacia los 3000 años AP, y que reflejaría mayor humedad ambiental, aumento en las precipitaciones y mayor disponibilidad de agua cuyo pico de humedad ocurre hacia los 2600 años AP (Veit 1996; Grosjean et al. 1998; Maldonado y Rozas 2008). Dichas condiciones habrían posibilitado que estas poblaciones del PAT comenzaran a incorporar un modo de producción basado en la domesticación de algunos recursos vegetales y seguir un patrón de asentamiento más sedentario.

161

Como se mencionó, estas poblaciones tendrían un modo de producción cazadorrecolector hortícola. Las evidencias de restos óseos, en su mayoría de camélidos, junto con el reconocimiento de tecnología lítica vinculada a actividades de depredación (puntas de proyectil triangulares con y sin pedúnculo) nos indican que estas poblaciones poseían un gran énfasis en la caza de animales silvestres. Por su parte en los sitios arqueológicos del valle del río Copiapó, observamos que dicho modo de producción está más vinculado a tareas de producción de alimentos. En los sitios de El Torín y Carrizalillo Chico, se aprecian campos de cultivo, acequias de regadío, y estructuras habitacionales formando una aldea, por lo menos para el caso de Carrizalillo Chico. En asociación a estas características, se han encontrado como material arqueológico la presencia de piedras molinos y manos de moler. Pero la mayor abundancia de instrumentos corresponde a hojas de herramientas agrícolas fabricadas en andesita (Niemeyer et al. 1991). En relación a lo anterior, consideramos importante hablar sobre el material cerámico elaborado por los grupos del Complejo Cultural El Molle. En todos los valles se repiten prácticamente las mismas formas cerámicas, aunque hay cierta variación de formas que solo aparecen en ciertos valles. Las formas más representativas son las vasijas restringidas con cuello. Hay que tener en cuenta que las características de las vasijas restringidas nos señalan que son usadas apropiadamente para contener líquidos, especialmente aquellas con cuello angosto que restringen la posibilidad de derramar el líquido al ser transportado. Los tamaños varían entre pequeños y medianos. Estas características, en cuanto

162

a su tamaño (pequeño a mediano), formas (vasijas restringidas, tipo jarro), atributos morfológicos (ausencia de asas), tipo de pasta (granulometría uniforme con buena selección de antiplásticos) y una cocción eficiente, apuntarían a la producción de piezas livianas con una adecuada resistencia mecánica ante golpes. Esto recalca la suposición que en su diseño primo la variable aptitud para su transporte, y no tanto el procesamiento de gran cantidad de alimentos. Estos materiales cerámicos nos indicarían por consiguiente, que estas poblaciones tenían un alto grado de movilidad.

Figura VII. 1. Condiciones climáticas durante el periodo alfarero en el NSA (Tomado y modificado de Maldonado y Rozas 2008).

163

Si bien consideramos que durante los inicios del PAT estos grupos desarrollaron actividades vinculadas a la producción hortícola, por los menos en el valle de Copiapó, las condiciones ambientales desfavorables que comenzaron a producirse hacia los 1800 años AP, generaron un clima cálido y seco con poca disponibilidad de agua, lo que habría influenciado que dichos grupos no pudieran consolidarse como poblaciones propiamente agrícolas. Este ambiente más árido y cálido, obligó a que estas poblaciones modificaran las estrategias de obtención de recurso, poniendo mayor énfasis en la movilidad y siguiendo características productivas de apropiación (caza y recolección). En relación a los criterios tecnológicos agrícolas, la poca humedad y precipitaciones, habrían generado que se incorporaran técnicas de riego artificial, mediante el uso de acequias de regadío. Aunque si bien, aparecen estas estructuras asociadas en sitios del PAT, no es del todo seguro que dichas poblaciones hayan sido las que la utilizaran, o si fueron utilizadas por poblaciones posteriores (Niemeyer 1998a). Pensando en continuar con un modo de producción hortícola y actividades de caza, se asentaron en el curso superior de la cuenca formativa del río Copiapó, acentuando su preferencia por lugares potenciales para el cultivo y donde se emplazan vegas que permitieron la congregación de camélidos. Aún no tenemos claro si esta condiciones ambientales habrían generado algún tipo de presión energética o una disminución en la población, pero las evidencias provenientes de los cementerios de estos grupos parecieran indicar que el número

164

de la población en los asentamientos del PAT, fue menor que en tiempos posteriores (Castillo et al. 1985). Dado

lo

anteriormente

expuesto,

consideramos

que

las

características

paleoambientales habrían jugado un rol importante en el cambio social que vendría con el desarrollo posterior del Complejo Cultural Las Ánimas, pero si bien lo consideramos importante, éste no sería decisivo. A esto hay que sumarle otros factores que estarían participando de forma activa. En esta línea de razonamiento, cabe mencionar y como le hemos señalado anteriormente, que diversos autores (Iribarren 1969; Castillo et al. 1997; Callegari 1998; Niemeyer 1998b), postulan a poblaciones del Noroeste argentino (en adelante NOA) como las responsables del desarrollo del Complejo Cultural Las Ánimas durante el PM, específicamente a La Cultura La Aguada. Esta influencia Aguada se ve reflejada principalmente en la producción cerámica, en donde la morfología de los pucos en La Puerta y el tipo de pastas utilizado, específicamente el grupo de pastas identificadas como A en este estudio, serían la características principales que señalarían la presencia de poblaciones del NOA en el valle de Copiapó (Castillo et al. 1997). Por su parte, considerando los patrones decorativos de los tipos cerámicos Ánimas (Montané 1969), del llamado triángulo rectángulo escalerado dentro de la muestra analizada, se ve cierta similitud con los motivos decorativos presentes en el estilo alfarero del NOA denominado como Vaquerías (Bugliani y Pereira Domingorena 2012; Bugliani et al. 2012).

165

La Cultura La Aguada se ubica cronológicamente entre el 500 y el 1000 d.C. Ha sido caracterizada como una sociedad con prácticas agropecuarias, centradas en la cría de camélidos. En los contextos fúnebres han aparecido llamas como ofrendas. El cultígeno que con mayor énfasis cultivaron fue el maíz (González 2002; Núñez Regueiro y Tartusi 2002). Necesariamente para entender por qué estas poblaciones estarían ingresando al NSA, es importante una vez más considerar las características climáticas de ese entonces en el NOA. En cuanto a las condiciones ambientales y climáticas del otro lado de la cordillera, específicamente en la región del NOA, los estudios paleoambientales nos señalarían condiciones ambientales similares a las acontecidas en el NSA, pero con una diferencia de ca. de 200 años con posterioridad para el NOA en que sucede cada evento climático (Olivera et al. 2004). Hacia los 2880 y 1650 años AP se dan condiciones de mayor humedad ambiental y disponibilidad de precipitaciones, en un periodo conocido como Período Húmedo del Holoceno Tardío. Posteriormente a partir de los 1650 o 1700 años AP se produce un marcado desmejoramiento de las condiciones ambientales previas, alcanzando un pico de aridez con elevación de la temperatura hacia los 1000 años AP. Este clima excepcionalmente cálido y seco, se corresponde con una tendencia extra-regional conocida como Período Medieval Cálido (Olivera et al. 2004; Oliszewski et al. 2013). Es justamente en este período cálido donde se desarrolla la Cultura La Aguada.

166

No podemos indicar con seguridad que las condiciones con menor humedad en el NOA hayan incidido en que grupos de esa área ingresaran hacia el valle de Copiapó, pero podemos apuntar que las fechas en que aparece esta influencia (600 d.C. [1350 AP]) apoyarían esta suposición. Lo cierto es que en estas fechas comienza a darse una contradicción en la infraestructura de las sociedades del NSA. A manera de hipótesis planteamos que el Complejo Cultural Las Ánimas surge en el valle de Copiapó, por la interacción social que se habría producido en este valle hacia el siglo VII de nuestra era, en que comunidades locales del PAT (Complejo Cultural El Molle) se habrían relacionado con poblaciones del NOA (Cultura La Aguada). Para dilucidar esto, contamos con fechados que nos muestran la cronología de los últimos asentamientos del Complejo Cultural El Molle y los primeros del Complejo Cultural Las Ánimas en la cuenca de Copiapó (Figura VII. 2). Es efectivo que la primera fecha con la que se cuenta del Complejo Cultural Las Ánimas, se ubica en un rango entre los 490 y 790 d.C. Desafortunadamente esta datación posee un sigma de 150 años, sin embargo hay cerca de un 75% de probabilidad que la fecha sea más cercana a los 640 d.C. Por su parte la fecha más tardía del Complejo Cultural El Molle se acerca a los 570 d.C. De esta manera, existe una altísima probabilidad que el Complejo Cultural Las Ánimas haya surgido hacia el año 600 d.C.

167

Figura VII. 2. Fechados más tardíos del PAT y más tempranos del PM en la cuenca de Copiapó.

En este sentido, consideramos que poblaciones del NOA habrían atravesado la cordillera llegando al valle de Copiapó, y que aquí habrían generado cierta interacción social con las poblaciones locales que se asentaban en la cuenca del Copiapó. Es decir, el Complejo Cultural Las Ánimas sería una entidad que se desarrolla a partir de las poblaciones locales del PAT y las foráneas del NOA. No sabemos con seguridad si este desarrollo, sería producto de la mezcla biológica de ambas poblaciones, o sólo por un intercambio de conocimiento e información entre ambos grupos. Sin embargo, estudios bioantropológicos apoyarían la primera suposición. Dichos estudios, fueron efectuados entre las poblaciones del PAT y del PM, tomando como referencia individuos de los sitios de El Torín (cuenca alta del río Copiapó) para el PAT, e individuos del sitio Chanchoquín

168

Chico (valle del Huasco) para el PM. De acuerdo a esto, los análisis indicaron que las poblaciones del PM se habrían formado a partir de las poblaciones del PAT con un aporte genético (migracional) de otros grupos poblacionales (Quevedo et al. 1985). En cuanto al ingreso de las poblaciones foráneas, éstas habrían traído consigo un conocimiento distinto al que se encontraba en este territorio. Tales conocimientos se ven reflejados en la materialidad, como son las formas de los recipientes cerámicos, conocimientos relacionados con prácticas con un mayor énfasis en la agricultura y en la ganadería, y quizás una nueva ideología. Este nuevo conocimiento habría influenciado de manera significativa en las poblaciones locales, produciendo una contradicción entre los medios de producción de la economía hortícola vigente, y las relaciones sociales que se habían desarrollado en torno a ésta. De esta manera se vio un mayor control sobre los medios de producción, lo que habría producido un incremento en la productividad agrícola y asociado a esto, un crecimiento demográfico. Las fuerzas productivas que conllevan una economía con un mayor énfasis agrícola, exigen una permanencia estable en los lugares y una mayor fuerza de trabajo para realizar las labores productivas. Estas situaciones habrían caído en contradicción con las antiguas relaciones sociales de producción basado en una organización social cuya base era la movilidad para lograr la sustentabilidad y producción de la vida social, y una propiedad del tipo colectiva sobre los medios naturales de producción. Este cambio social trae consigo la formación económico social del Complejo Cultural

169

Las Ánimas, donde se vislumbra una mayor concentración poblacional, un control autosuficiente sobre la producción, una fuerza de trabajo dedicada a la producción, una necesidad progresiva de medios naturales de producción, y una organización social que privilegia el territorio productivo. Podemos pensar que todas estas características, se vieron favorecidas por el medio natural donde se insertaron, es decir, las condiciones de recuperación de la humedad acaecidas durante el PM, habrían permitido sustentar esta nueva formación económico social.

VII.2.

FORMACIÓN

ECONÓMICO

SOCIAL

DEL

COMPLEJO

CULTURAL LAS ÁNIMAS

En el caso del Complejo Cultural Las Ánimas podríamos decir que este corresponde a una formación económico social cuyo modo de producción es el de agricultores, cazadores-pescadores y recolectores. La distribución espacial de los asentamientos de este complejo cultural, abarcan diversos

espacios ecológicos,

acentuándose principalmente aquellos que

aparecen cercanos a la costa y en el curso de los principales valles del NSA. Esta distribución, por distintos pisos ecológicos, les permitió a estas poblaciones desarrollar distintos maneras de apropiarse y producir sus medios de vida necesarios para su subsistencia.

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En los asentamientos que se encuentran en los cursos medios de los valles, habrían desarrollado un modo de vida vinculado a las producción agrícola. Al igual con lo que sucedió con las poblaciones del PAT, dichas prácticas sólo se aprecian en el valle del Copiapó. El registro arqueobotánico nos indica que de forma mayoritaria habrían cultivado el maíz (Zea mays), porotos (Phaseolus vulgaris) y cucurbitáceas (Niemeyer et al. 1991). Estos vegetales habrían sido cultivados en las tierras más húmedas próximas a los cauces hídricos. Cabe suponer la puesta en práctica de sistemas de riego artificial, como lo demuestra la presencia de acequias de regadío, quizás desde tiempos del PAT (Niemeyer 1998a). La dieta vegetal se complementaba con el consumo de otras especies silvestres como el chañar (Geoffroea decorticans), pacul y algarrobo (Prosopis alba) (Castillo et al. 1997). Asociado a estas labores productivas agrícolas, se encuentran gran cantidad de instrumentos de trabajo identificados como herramientas agrícolas. Si bien en este estudio, solo fueron analizados 4 instrumentos atribuibles a esta categoría, los antecedentes nos demuestran que fueron un rasgo de gran abundancia, tanto en el PM como en el PAT (Niemeyer et al. 1991). Estas herramientas que fueron fabricadas en andesita principalmente, habrían sido utilizadas en el desmonte de los campos previo al cultivo y también en el trabajo de los mismos. Se ha documentado una cantera de andesita, cercana al sitio arqueológico de Carrizalillo Chico, que habría proveído de la materia prima para las herramientas agrícolas (Niemeyer et al. 1991). Otras herramientas vinculadas al tratamiento final de los

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alimentos cultivados, tiene relación con la presencia de manos de molino. En la muestra analizada aparecen 9 manos de molino, fabricadas en diversas materias primas (granito, andesita, arenisca y diorita). Otro aspecto importante que nos señala el modo de producción desarrollado por estos grupos sociales, se refiere a las materialidades cerámicas. En base a las muestras analizadas, pudimos sugerir diversas funciones que se integrarían dentro del proceso productivo. Por una parte, observamos vasijas destinadas a la producción para el consumo, donde se calentaban y preparaban alimentos en el fuego, para su posterior consumo. Aquí se incluyen las categorías de ollas, jarros zapatos y jarros, los que presentan restos de hollín como huellas de uso. Otra de las funcionalidades identificadas corresponde a vasijas para el consumo. Aquí se incluyen principalmente a los pucos. También los pucos pueden ser vinculados a la función de almacenaje, ya que varios de ellos poseen un tamaño grande, los que nos indica una posibilidad para almacenar una gran cantidad de alimentos sólidos. Las características de estos recipientes cerámicos nos revelarían un aumento de la producción y de la productividad, lo cual muestra que en los asentamientos del valle de Copiapó existieron los medios materiales necesarios para la creación de un plusproducto. Esta proposición se ve avalada también por la manifestación en el sitio arqueológico Pucará de Quebrada Seca de una estructura interpretada como un silo aéreo, cuya finalidad era la de almacenar productos perescibles (Niemeyer 1998b).

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La distribución de los asentamientos muestra una preferencia especial por las zonas con mayor potencial para el cultivo, para garantizar el abastecimiento de productos subsistenciales. Esto implicaría una estrecha relación entre cuatro yacimientos bastante cercanos entre sí que se emplazan en la cuenca formativa del río Copiapó. Estos yacimientos corresponden al Pucará de Puntilla Blanca, Pucará de Quebrada Seca, el Pedregal de Cabra Atada y Carrizalillo Chico (Niemeyer 1998b). Las fechas que involucran a estos yacimientos bordean al rango cronológico entre los 700 y 1000 d.C. Debemos tener en cuenta que durante el desarrollo de estos asentamientos, aún estaban las condiciones ambientales de un clima seco y cálido que fue mejorando a través del tiempo, por lo que estas poblaciones debieron ubicarse en los lugares donde existieran mayores posibilidades de implementar técnicas productivas agrícolas. Estos grupos también desarrollaron actividades vinculadas a la apropiación de recursos animales. En este sentido, un complemento significativo a la dieta de estas poblaciones fue la caza, donde los registros faunísticos revelan el predominio de restos óseos de camélidos (Castillo et al. 1997). Al parecer estos camélidos corresponderían a animales silvestres (guanacos). Los instrumentos de producción implicados en las actividades de caza corresponden a las puntas de proyectil. Las puntas de proyectil analizadas en este estudio, corresponden principalmente a formas triangulares y lanceoladas con y sin pedúnculo. Una característica de estos instrumentos es que están finamente tallados. La principal materia prima de estos instrumentos corresponde al sílex. El sílex y en general

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todas las rocas identificadas en este estudio, corresponden a materias primas locales. Asociado a las actividades de caza de animales, encontramos la presencia de bifaces y raspadores que guardan relación con los trabajos de preparación de estos recursos, que son los de destazar, cortar y descuerado de pieles. En relación a los asentamientos que se localizan en la costa, podemos señalar que poseían un modo de vida orientado a una explotación básica de los recursos naturales costeros, tanto en prácticas de pesca, como de marisqueo. Este modo de producción muestra una marcada diferencia con las poblaciones del PAT, ya que aquellas no habrían poseído una economía basada en estos recursos y no aparecen asentamientos de este periodo en el borde costero. Aunque en algunos contextos PAT en los valles interiores, aparecen restos de conchas de moluscos, esto indicaría más bien una recolección de moluscos o quizás un intercambio con poblaciones costeras. Tal vez, esta situación tiene que ver igualmente con las condiciones ambientales, donde como respuesta a este ambiente de aridez, estas poblaciones habrían preferido ocupar los valles e interfluvios antes que el litoral. Es decir, sólo se moverían hacia la costa en busca de recursos específicos (moluscos). Una situación similar ha sido documentada en el NSA, durante el Holoceno Medio. En este periodo, se habrían generado condicionas ambientales desfavorables alcanzando las condiciones máximas de aridez registradas hacia los 6200 años AP (Maldonado y Villagrán 2002). En respuesta a estas condiciones, la frecuencia de asentamientos en la costa disminuiría notablemente

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y las poblaciones habrían adoptados patrones de ocupación estacionales en la costa, y prefiriendo asentamientos interiores (Jackson 1997; Méndez y Jackson 2006). En base a la evidencia de los sitios costeros del Complejo Cultural Las Ánimas, podemos señalar que ya hacia los primeros momentos del PM estas poblaciones estaban ocupando la costa. En el conchal Nº 1 de Bahía Maldonado, en la costa de Atacama, se dispone un fechado de 720 d.C., concordante con las fechas de los asentamientos en la cuenca alta del río Copiapó (Quebrada Seca), lo que da cuenta de un contacto o explotación de recursos marinos, junto a productos del valle (Cervellino 1996). Se ha constatado una inversión de fuerza de trabajo por medio de unos instrumentos elaborados con una tecnología muy precisa, donde destacan procesos de pesca y marisqueo encaminados a la obtención de recursos alimenticios. Entre los instrumentos de producción vinculados a estas tareas, se destacan las barbas de arpones de hueso, chuzos mariscadores, anzuelos compuestos de hueso y anzuelos de cobre (Castillo et al. 1985; Castillo 1989). Los restos de malacofauna encontrada tanto en los sitios costeros como en los asentamientos del interior, corresponden a choro (Choromytilus chorus), ostión (Argopecten purpuratus), almeja (Protothaca thaca), sombrerito (Scurria scurra), cholga (Aulacomya ater), lapa (Fissurella sp.), loco (Concholepas concholepas), caracol negro (Tegula atra), Semele solida y Macrocallista pannosa. También se

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han registrado restos de ictiofauna, pero no contamos con la identificación de las especies (Castillo et al. 1985; Niemeyer et al. 1995). Dentro de las relaciones sociales de producción que habrían poseído estos grupos, cabe mencionar el intercambio y redistribución de los recursos del mar, con los asentamientos del interior del valle. En este sentido, se daría una complementariedad y un intercambio recíproco de recursos, donde

las

poblaciones del interior recibirían recursos litorales, y estos a su vez, intercambiarían productos provenientes del interior (cultivos agrícolas) con las poblaciones costeras. En lo que respecta a la producción metalúrgica, los objetos metálicos analizados en este estudio nos indican que estas poblaciones habrían utilizado tanto cobre como plata como materias primas. Esta producción metalúrgica, aprovechó los recursos locales que se encuentran en la cuenca del Copiapó o áreas aledañas (Díaz et al. 1998). Los asentamientos se ubicaron relativamente cercanos a las inmediaciones de los yacimientos minerales, considerando la alta

disponibilidad

de estos en la zona, es decir, el abastecimiento de minerales desde cada asentamiento pudo ser factible mediante la realización de pequeñas expediciones. Podemos señalar que la producción metalúrgica habría ocupado un lugar secundario en la estructura productiva. En los procesos de producción de esta materialidad, de acuerdo a los objetos estudiados y en relación a otros estudios de metales de estas poblaciones (Corral 2009), estos recaerían en técnicas de trabajo mecánico en frío. Si bien no se han documentado objetos trabajados por

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metales fundidos, la presencia de moldes refractarios nos hace pensar que estas poblaciones tuvieron conocimiento de estas técnicas productivas. En este sentido, es importante señalar que la obtención de objetos metálicos fue especialmente laboriosa en términos de tiempo y técnica de trabajo invertidos, en comparación con la de otros instrumentos. Esto se debe que en la producción metalúrgica intervienen operaciones más complejas y costosas, que se derivan principalmente del tratamiento previo del mineral y del fundido del mismo, que requiere estructuras y artefactos específicos (horno, crisoles) y la obtención de significativas cantidades de combustibles (madera). De acuerdo con la información observada hasta el momento, nos encontramos con elementos concluyentes que nos permiten afirmar que estas poblaciones poseían un patrón de movilidad del tipo sedentario. En este sentido, destaca el predominio de prácticas agrícolas lo que requiere de asentamientos estables para la inversión de tiempo y fuerza de trabajo, lo que genera a su vez asentamientos destinados al control y defensa de los objetos de trabajo (tierra). Estos asentamientos, por lo menos para el valle de Copiapó, se caracterizan por corresponder a asentamientos

aldeanos y sitios fortificados, que además de

haber servido como estructuras defensivas de los medios productivos, habrían actuado como lugares donde se realizaron actividades productivas y domesticas de almacenamiento (Niemeyer et al. 1991). Otro elemento que nos señala a estos grupos como más sedentarios, tiene relación con los recipientes cerámicos producidos por estas poblaciones. De

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acuerdo a los materiales que hemos analizado, vemos como predominan la categoría de pucos, asociados a la función de servido y almacenaje de alimentos sólidos. La peculiaridad que tienen estas formas cerámicas es que al contrario de lo que observamos para el PAT, con recipientes cerámicos pequeños y medianos con características que los hacen fácilmente transportables, estos pucos tienen un tamaño bastante elevado y un peso significativo. Dicho de otro modo, estas vasijas nos indicarían que su funcionamiento se desarrollarían dentro del ámbito domestico y nos validarían la poca movilidad de estos grupos. Por otro lado, la identificación de las diversas materias primas de los instrumentos líticos, nos mostro que todos ellos corresponden a materias primas locales. En este sentido las características geológicas de esta zona, hacen posible la presencia de una gran diversidad de materias primas aptas para la producción lítica. Es decir, el abastecimiento de dichas rocas, habría significado un movimiento poco significativo, ya que estas se encontraban a escasa distancia de los asentamientos. Sin lugar a dudas, las fuerzas de trabajo humano debió constituir la fuente de energía más importante dentro de la producción de la vida material de estas poblaciones que acabamos de describir a grandes rasgos. Tal evidencia la encontramos en los cementerios de dichas poblaciones. Sin embargo, los análisis bioantropológicos de los restos óseos de estas poblaciones han sido bastante parciales, por lo que impiden evaluar el efecto de las cargas laborales sobre estos grupos. Aun así, un dato que nos señala información sobre algunas prácticas

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laborales de estas poblaciones, concierne con un individuo proveniente del cementerio de La Puerta A. A este individuo se le detectó una patología denominada exostosis en el meato auditivo externo, y se relaciona con personas que practican habitualmente el buceo (Niemeyer et al. 1995). Como vemos, esta patología tendría estrecha relación con las prácticas de estas poblaciones abocadas a una explotación marítima. En cuanto a los contextos funerarios, estos representan una de las más notables particularidades que engloban a estas poblaciones. El más importante de los cementerios del PM corresponde al sitio de La Puerta A, con más de 100 estructuras funerarias. En este sitio aparecen dos prácticas de enterramiento: en túmulos y en fosas. Las fosas se encuentran en el sector denominado la Necrópolis y se trata de fosas cilíndricas, en donde los cuerpos se han depositados doblados en posición sedente. Por su parte, los túmulos son grandes estructuras formadas por una acumulación de áridos, donde a manera de protección de los cuerpos se han encontrado palos de algarrobo. Esta forma de enterramiento es una tradición que deriva de las poblaciones locales del PAT, y se mantiene con las poblaciones del PM, por lo menos para el valle de Copiapó (Niemeyer et al. 1995). Otro rasgo característico de las prácticas funerarias de estos grupos, es la inhumación de cuerpos en asociación a camélidos. Esta práctica se ha registrado tanto en el valle de Copiapó, en los túmulos funerarios, como en el valle de Elqui, enterrados directamente sobre el sedimento. Esta asociación entre camélidos y

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seres humanos, para varios autores (Ampuero 1986; Castillo 1989) significaría prácticas ganaderas por parte de estas poblaciones, donde los camélidos domesticados (llamas) indicarían una estrecha relación con sus dueños. Situación similar se da en los contextos funerarios de la Cultura La Aguada en el NOA, donde aparecen como ofrendas camélidos domésticos (llamas) sacrificados (González 2002). Como fue indicado anteriormente, la Cultura La Aguada sería la responsable de los procesos que desencadenaron la formación del Complejo Cultural Las Ánimas. En este sentido, estos grupos habrían traído ciertos aportes que se habrían imbricado fuertemente en las poblaciones del NSA. Tal es el caso de este ritual, donde son sacrificados camélidos como ofrendas. Estas prácticas supondrían elementos superestructurales dentro de la sociedad. Si bien consideramos dichos elementos difíciles de inferir dentro de nuestros alcances arqueológicos, en las siguientes líneas trataremos de dilucidar de que manera, éstos estarían participando en estas sociedades. En el cementerio Plaza de Coquimbo, valle de Elqui (Castillo 1984; Castillo et al. 1985), el análisis de los restos arqueofaunísticos demostraron que los camélidos sacrificados corresponden a guanacos (Lama guanicoe) (Becker y Cartajena 2005). En el caso del valle de Copiapó, no se han realizado estudios que nos demuestren si los camélidos sacrificados eran guanacos o llamas. A manera de hipótesis planteamos que posiblemente al ingresar los grupos Aguada al territorio del NSA, traían consigo arraigadas estas prácticas ideológicas. Prácticas que se extenderían por las poblaciones del Complejo Cultural Las Ánimas, que incluso al

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no poseer animales domesticados (llamas) como se daba en el NOA, habrían continuado con estos rituales pero con animales silvestres (guanacos). El análisis de los restos bioantropológicos de estos cementerios, nos muestran el predominio de las mujeres por sobre los hombres en los contextos funerarios. Tal es el caso que en Plaza de Coquimbo, en ocho casos las mujeres se encuentran asociadas a camélidos, en tres oportunidades en compañía de un camélido, igualmente en tres oportunidades asociados a dos camélidos, y dos veces aparecen junto a tres camélidos. Sin embargo, la mayor cantidad de camélidos sacrificados, cinco en total, se encuentran asociados a un individuo de sexo masculino. Los otros dos entierros donde hay hombres inhumados, se asocian a un camélido. Creemos que falta más información para llegar a concluir efectivamente el significado de estas prácticas, pero, esto nos podría indicar las relaciones sociales que se generaron en estas sociedades, donde destaca el papel productor de las mujeres, tanto como reproductoras de la fuerza de trabajo (hombres y mujeres), y el protagonismo que éstas debieron desarrollar en la producción alimenticia. En este sentido, como ajuares vinculados a las mujeres encontramos principalmente vasijas cerámicas, aros metálicos, y chuzos mariscadores. En el caso de los hombres el ajuar que predomina son las puntas de proyectil, cuchillos, parafernalia del complejo alucinógeno (espátulas, tubos y tabletas de rapé), y artefactos vinculados a la explotación marítima (anzuelos y barbas de arpones). En resumen, vemos que los ajuares de las mujeres se asocian a las actividades de preparación de alimentos, mientras que para los

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hombres se vinculan a actividades de caza, pesca y quizás actividades de inhalación de alucinógeno.

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CAPÍTULO VIII: CONCLUSIONES

En el desarrollo de esta memoria, se buscó conocer el proceso de cambio social acontecido en el Norte Semiárido (NSA) que permitió el surgimiento del Complejo Cultural Las Ánimas. Para ello, evaluamos la categoría del cambio social desde una perspectiva ligada a la producción de la vida material como motor de cambio de las sociedades. Desde esta perspectiva, comprendemos que como consecuencia de vivir en sociedad, los seres humanos establecen un conjunto de relaciones sociales de producción o formas de organizarse para producir y gozar de un bien. Dichas relaciones se encuentran determinadas por el desarrollo de las fuerzas de producción material, que definen el desarrollo de otros aspectos de la vida humana, es decir, estas fuerzas productivas corresponden a la base material de la sociedad que incluye a los propios seres humanos, los recursos naturales que ellos explotan y los instrumentos con los que los hombres y mujeres trabajan. Es así como en una determinada fase de su desarrollo, las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones sociales de producción existentes, transformándose éstas en ataduras de las primeras. Cuando se agudiza esta contradicción fundamental, se conduce a una época de transformación y cambio social (Marx 2008[1859]). Estas premisas teóricas fueron utilizadas con el fin de dar con o acercarse a comprender la fuente del cambio social acontecido durante el PM (periodo Medio) en el NSA, que tuvo como consecuencia el declive de las

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poblaciones del Complejo Cultural El Molle y el advenimiento del Complejo Cultural Las Ánimas. De acuerdo a esta posición teórica, se planteó que existen condiciones externas durante los primeros siglos del periodo alfarero regional, que están condicionando el traslape de una sociedad a otra. Las evidencias nos muestran que al surgir el Complejo Cultural El Molle (2050 AP), existían condiciones ambientales bastante húmedas y favorables para aquellas poblaciones. A medida que fueron pasando los siglos, estas condiciones fueron variando, volviéndose más áridas y secas, alcanzando su mayor grado de aridez hacia el año 1400 AP. Consideramos que las condiciones medioambientales no determinan el desarrollo de las sociedades, pero en cierto grado si puede condicionarlas. En este sentido, mediante la realización de esta memoria pudimos observar cómo opera la relación del ser humano con la naturaleza en el proceso histórico de las sociedades. De acuerdo a lo anterior, tenemos claro que el desarrollo de la vida social actúa dentro de relaciones recíprocas y al mismo tiempo contradictorias, entre hombres y mujeres entre sí, y a su vez con la naturaleza. Pero este desarrollo contradictorio, opera dentro de condiciones externas específicas, es decir, las contradicciones sociales se revelan dentro de condiciones que intervienen en su transformación. Esas características externas constituyen, por ende, la condición para que los cambios sociales ocurran, mientras que las contradicciones sociales internas los determinan. La situación que aconteció durante el PAT, nos habla de factores externos que estarían condicionando el desarrollo de las poblaciones del Complejo Cultural El Molle. Estas poblaciones 184

poseían una fuerte tradición cazadora-recolectora proveniente de los grupos poblacionales del periodo arcaico, sin embargo, a partir de los primeros siglos de nuestra era, habrían introducido prácticas vinculadas a un modo de producción hortícola, por lo menos para los inicios del PAT. Las condiciones ambientales desfavorables que comenzaron a producirse hacia los 1800 años AP, generaron un clima cálido y seco con poca disponibilidad de agua, lo que habría influenciado en que dichos grupos no pudieran consolidarse como poblaciones propiamente agrícolas. Este ambiente más cálido y seco, obligó a que estas poblaciones acentuaran sus estrategias de obtención de recurso en un mayor énfasis en la movilidad y siguiendo características productivas de apropiación (caza y recolección). En relación a los patrones de asentamiento de estas poblaciones, la poca humedad y precipitaciones, habrían generado que estos grupos se ubicaran en lugares con mayor potencial para el cultivo y vegas donde se congregaban los camélidos que les servían de sustento. Hacia el 600 d.C. (1350 AP) se ha constatado el ingreso de poblaciones foráneas al valle de Copiapó, provenientes del Noroeste argentino (NOA). Dichas poblaciones se vincularían a la Cultura La Aguada, que se desarrolló durante el periodo medio entre el año 500 y 1000 d.C. Durante estos momentos, se habría dado una interacción social entre los grupos del Complejo Cultural El Molle y las poblaciones Aguada. El ingreso de estos grupos foráneos habría significado nuevas formas de relación con el ambiente de los grupos locales, adoptando estrategias de producción distintas a las antes conocidas. En este sentido, dicho recepción de nuevas formas de producir su vida material, habría generado que se 185

produjera una contradicción entre las relaciones sociales de producción imperantes, que recaían en la propiedad colectiva de los medios de producción. Dicha contradicción se resuelve cuando estos grupos comienzan a poner un mayor énfasis en las prácticas agrícolas, y generan una nueva organización social que asegura una mejora en los medios de producción. Es de esta manera que se da inicio al surgimiento del Complejo Cultural Las Ánimas. Las condiciones ambientales, donde fue gradualmente aumentando la humedad y precipitaciones, contribuyeron a que esta nueva formación económico social, pudiera mantenerse y lograra desarrollarse plenamente. Si bien, consideramos que las condiciones ambientales y la migración poblacional, habrían sido el estímulo inicial en el proceso de cambio social, sólo éste habría sido posible si a partir de ellos emerge o se agudiza una contradicción en la base de la sociedad, tal como lo postuló K. Marx en el siglo XIX. El análisis de los diversos materiales considerados en este estudio, nos permitió definir la formación económico social del Complejo Cultural Las Ánimas. Dicha formación habría estado caracterizada por un modo de producción basado en la agricultura, la caza, la pesca y la recolección. Dependiendo del lugar donde se asentaran desarrollaban diferentes modos de vida. Es así como los asentamientos que se encuentran en la costa, nos muestran un énfasis en la explotación de los recursos del mar, con instrumentos de producción adecuados para realizar las labores que ello conlleva. Por otro lado, los asentamientos que se encuentran en el interior de los valles fluviales, sugieren la práctica de estrategias agrícolas adaptadas al aprovechamiento de los terrenos más favorables para el cultivo, 186

consumándose una tendencia hacia la obtención del máximo rendimiento mediante una avocación en tecnología agrícola de regadío (acequias). Cabe mencionar que entre los dos espacios ocupados por estas poblaciones, se dan relaciones sociales de producción basadas en el intercambio y redistribución de los recursos, donde los grupos que se asentaron en el interior recibirían recursos litorales, y estos a su vez, intercambiarían sus productos agrícolas con los grupos costeros. En este mismo sentido, las relaciones sociales de producción que desarrollaron estos grupos radican en formas de propiedad efectiva sobre los medios de producción, tales como la tierra, los terrenos de caza o las áreas de pesca o recolección. Existen dos indicadores que nos señalan como estas poblaciones habrían hecho efectiva esta forma de propiedad comunal. El primero de ellos tiene que ver con la presencia de estructuras defensivas o pukaras en la cuenca superior del río Copiapó y vinculada a los campos de cultivo, lo que nos indicaría posibles enfrentamientos por el dominio de estas tierras favorables para la producción alimenticia. El otro indicador, hace mención al incremento demográfico experimentado a lo largo de este periodo y que nos habla a favor del éxito de las estrategias productivas desarrolladas por estas poblaciones. Este crecimiento demográfico habría posibilitado la elevación de la productividad media del trabajo, lo que trajo consigo también, una nueva forma de organización social que compromete recíprocamente a todos los miembros de la comunidad a defender la propiedad comunal.

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Tomando en cuenta los planteamientos que surgieron de este estudio, creemos que las categorías propuestas por la teoría materialista de la historia, son factibles de ser sometidos a comprobación por parte de las arqueólogas y los arqueólogos, ya que las condiciones objetivas de la vida social poseen un claro contenido material que facilita su constatación empírica. Desde la arqueología es viable, no sin dificultad, identificar hombres, mujeres, relaciones sociales de producción y medios de producción material en un determinado espacio físico. Las evidencias del Complejo Cultural Las Ánimas presentadas en este trabajo, representan una muestra significativa de las ocupaciones de estas sociedades en el valle de Copiapó. Es decir, la materialidad proviene sólo del sector septentrional del NSA. Consideramos necesario en futuras investigaciones incluir la materialidad arqueológica del resto de los sectores del NSA, para poder precisar de mejor manera las características de este complejo y validar (o no) las hipótesis formuladas a través de esta memoria. En este sentido, se torna importante realizar estudios sistemáticos en los demás valles, donde se priorice la búsqueda de sitios habitacionales de estas poblaciones, ya que la información con la que contamos en su mayoría proviene de cementerios. Otros estudios que pueden aportar y ampliar esta discusión son determinados análisis de materiales cerámicos. El análisis petrográfico de las pastas cerámicas y los análisis de difracción de Rayos X, nos pueden entregar información sobre los componentes minerales y los modos de selección y preparación de las arcillas para la producción de las vasijas cerámicas de los grupos Ánimas.

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También los estudios de antropología física nos pueden ayudar a comprender el desarrollo y posible cambio social que permite el surgimiento de esta sociedad. Específicamente análisis de ADNmt, permitirían relacionar genéticamente a esta población, estableciendo sus orígenes genéticos y relaciones de parentesco con otros grupos poblacionales. Consideramos que la presente investigación es un aporte a la discusión y problematización de la periodización histórica de las sociedades alfareras del Norte semiárido, desde un enfoque que toma como eje central la producción de la vida material de las sociedades. Sin embargo, con todo lo anteriormente expuesto, creemos que en ningún caso se ha abordado la totalidad de las problemáticas referentes al Complejo Cultural Las Ánimas, o que las conclusiones aquí presentadas sean las únicas posibles, ya que queda un gran número de preguntas por contestar.

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