Complejidad, Interdisciplina y Psicoanálisis: Un diálogo en varios tiempos

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Descripción

Complejidad, Interdisciplina y Psicoanálisis*

Un diálogo en varios tiempos

Dra. Denise Najmanovich

"Pensar es cambiar de ideas"
Connie Palmen

En nuestro país y en el mundo ha habido una larga tradición de debates
entre epistemólogos y psicoanalistas. Sin embargo, y aunque resulte
paradójico podemos afirmar que ha habido muy poco diálogo. Esta
afirmación se sustenta en una concepción dialógica que va más allá de las
idas y vueltas argumentales para para afincarse en las prácticas de
inter-cambio fecundo entre pares. Desde hace más de un siglo que se
escuchan las voces más o menos altisonantes, muchas veces soberbias, casi
siempre aguerridas de epistemólogos y metodólogos que instan a los
psicoanalistas a adherirse de una vez por todas al "método científico" o
a exiliarse en los territorios degradados de la "pseudociencia", la
"opinión" o la "ficción". Desde esta postura es impensable un diálogo, el
positivismo sólo exige sumisión. Lamentablemente estos discursos no
provienen sólo del exterior del psicoanálisis, sino que se propagan
muchas veces desde dentro de la propia comunidad. Han sido muy pocos los
pensadores que en la Modernidad lograron sustraerse al canto de sirenas
del "método científico", la mayoría ha reaccionado desde el lamento,
mientras otros contestaron desde la jactancia pero todas las prácticas
como las teorizaciones psicoanalíticas han sido siempre gravemente
perturbadas y muchas veces han sucumbido al "hechizo del método".
El objetivo de este trabajo es abrir una nueva perspectiva, buscar
caminos para desachatar la concepción del sujeto y del conocimiento que
el positivismo y la mentalidad moderna redujeron, que el empirismo
ingenuo limitó y que el romanticismo envolvió en una densa capa de
efluvios inasibles. Para ello me he permitido construir puentes entre la
reflexión epistemológica y la obra freudiana, buscando caminos de
fertilización cruzada entre ambas disciplinas, en lugar de pretender
hacer "volver al redil de la ciencia a la oveja descarriada". Fue
justamente Freud el pensador que se atrevió a intentar abordar la
complejidad de la vida subjetiva, que se dio cuenta de la futilidad de
limitarse a esquemas completamente mecánicos y que rompió de hecho con
los chalecos metodológicos que impedían pensar al sujeto en su
especificidad. Quienes todavía hoy aúllan a la cientificidad son los que
más alejan al psicoanálisis de la ciencia y el pensamiento contemporáneos
que desde hace ya varias décadas ha comenzado a "hacer el camino" de la
complejidad, y están pidiendo un retroceso al mundo de la simplicidad,
del mecanicismo, de la conservación y la linealidad.
La posición desde la que he construido esta reflexión surge de la
visualización del fracaso sistemático de las pretensiones de limitar las
ciencias humanas en general y al psicoanálisis en particular dentro de
unos supuestos de ortodoxia científica que hoy ya no se tienen en pie ni
siquiera para las ciencias exactas. Desde esta mirada, resulta claro que
no es más positivismo lo requiere el psicoanálisis, ni más ortodoxia
metodológica, sino todo lo contrario.
A diferencia de los epistemólogos clásicos que piensan a las teorías como
entidades abstractas flotando en el cielo platónico, los pensadores post-
positivistas sostenemos que es imprescindible historizar para comprender.
Necesitamos explorar la tierra nutricia donde los pensamientos han
surgido, desplegar los contextos sociales e históricos que les han dado
vida y sentido, encontrar los lazos con los modos vinculares y los
esquemas institucionales que los han parido y sostenido. De la misma
manera, concebimos que el diálogo interdisciplinario emerge en el seno de
la experiencia social, en una cultura con historia, en un paisaje de
relaciones asimétricas, de trayectorias intrincadas en las que se gestan
las necesidades, deseos y posibilidades de acción de los sujetos y las
comunidades que intervienen. El diálogo está condicionado por la historia
y el marco institucional, por las interdicciones y deberes supuestos, por
el lenguaje heredado, por las teorías e instrumentos disponibles que
marcan tanto la posibilidad como la imposibilidad de los encuentros y los
espacios que darán lugar –o no- a un intercambio fecundo, o a una
exigencia de sumisión, o a un arrasamiento de la diversidad y la
singularidad, o una co-construcción de sentido en evolución abierta.
Freud fue un precursor del pensamiento multidimensional y hoy su
pensamiento, visto a la luz de los enfoques epistemológicos de la
complejidad, puede ayudar a enriquecer tanto a la epistemología como
colaborar en la superación de los marcos conceptuales que impedían un
pensamiento más poderosamente dinámico y creativo en las teorizaciones
psicoanalíticas. En este trabajo intento comenzar un camino en ese
sentido y para ello consideraré una obra "iniciática" del pensamiento
freudiano el "Proyecto de una Psicología para Neurólogos" desde un
lenguaje y un marco conceptual contemporáneo.
La elección de esta obra "subterránea" de Freud obedece a diversas
razones[1]: en primer lugar se trata de una obra fundacional (1895) que
puede permitirnos rastrear el origen de muchos de los principales conceptos
y principios explicativos del psicoanálisis. Es además una obra fronteriza,
que intenta crear lazos entre la psicología y la neurología y en la cual se
gestan diversas guías heurísticas fundamentales como por ejemplo el
concepto de pulsión, el principio de constancia, el principio de placer, y
conceptualización sobre la organización del yo, que aunque luego tomaron
formas más definidas ya están esbozadas en esta obra temprana. Por otra
parte, en el Proyecto se pueden encontrar pregnancias metafóricas muy
fuertes de conceptos básicos de la física y la biología, que en obras
posteriores aparecen cortadas de sus orígenes. Finalmente se trata de una
obra en que es notorio el enfoque complejo y multidimensional de Freud que
caracterizará a todo su enfoque metapsicológico desde el comienzo, pues ya
se esbozan claramente los planos de análisis tópico, dinámico y económico
y su interacción permanente en la producción de la historia del sujeto.
Al mismo tiempo veremos cómo Freud no se atuvo jamás a un método a priori,
no quedó atado a los prejuicios iniciales, sino que buscó siempre nuevos
caminos y sentidos que le permitieran dar cuenta de las problemáticas que
se le iban presentando. Su obra es un modelo de producción
interdisciplinaria, de atravesamiento de fronteras, de ligazones fértiles y
conjeturas audaces, en una búsqueda de producción de sentido que abrevaba
en múltiples fuentes. Dialogar con Freud es abrirse a una multiplicidad de
oportunidades y saberes, en cambio, aceptar la sumisión a una metodología
única preestablecida es cerrar las puertas al intercambio, al encuentro
fecundo con otras metáforas y modelos, a la creación y, fundamentalmente,
a pensar la subjetividad.
Los comienzos: El modelo mecánico:

Hace 100 años, cuando Freud escribía el Proyecto, la física clásica aún
reinaba incólume, el mecanicismo -si bien había sido golpeado duramente por
las teorías electromagnéticas y la termodinámica en el ámbito de la física
y por la teoría evolucionista en el área biológica- aún era la metáfora
fundamental de la época en el campo de las explicaciones científicas. No
resulta extraño entonces que en un intento de construir una psicología
coherente con los conocimientos de su época, Freud recurriera a dos "ideas
rectoras" fuertemente enraizadas en esta tradición mecanicista:


"El proyecto tiene dos ideas rectoras: 1) concebir lo que diferencia la
actividad del reposo como una Q sometida a la ley general del
movimiento y 2) suponer como partículas materiales a las neuronas[i]"

Donde Q significa "cantidad", fruto de la "concepción de la excitación
neuronal como cantidades fluyentes" en virtud del intento de Freud de
producir una concepción cuantitativa. Sobre la base de esta concepción y
siguiendo la metáfora del mecanicismo newtoniano, Freud elabora el
PRINCIPIO DE INERCIA NEURONAL que "enuncia que la característica
fundamental de las neuronas es que procuran aliviarse de cantidad."
Posteriormente este principio quedará subsumido en lo que Freud denominará:
PRINCIPIO DE CONSTANCIA. A este último Freud se referirá en "Pulsiones y
Destinos de la Pulsión", en los siguientes términos:

" El sistema nervioso es un aparato al que le está deparada la función
de librarse de los estímulos que le llegan, de rebajarlos al nivel
mínimo posible; dicho de otro modo: es un aparato que de ser posible,
querría conservarse exento de todo estímulo".

Se puede decir que el Principio de Inercia Neuronal, es el origen del
Principio de Constancia, y que ambos se obtienen de la transposición del
principio de inercia newtoniano ("Todo cuerpo tiende a mantener su estado
de movimiento, mientras ninguna fuerza lo obligue a apartarse de él") al
ámbito del sistema nervioso. Este principio es utilizado en el Proyecto
para explicar el movimiento reflejo y a partir de allí la FUNCIÓN PRIMARIA
que consiste en el mecanismo por el cual el sistema nervioso responde a los
estímulos externos a través de una descarga motora que tiene como objetivo
la huida del estímulo y por lo tanto le permite al sistema volver a su
situación inicial. Como vemos este es un modelo mecánico clásico, modelo de
equilibrio o balance cero, que se produce automáticamente y que es
característico de los sistemas cerrados y simples.
En los sistemas mecánicos no puede haber cambio cualitativo ni por tanto
novedad, las mismas causas producen siempre los mismos efectos, y un
pequeño incremento de un estímulo implica una respuesta aumentada en la
misma proporción, es decir, las relaciones son lineales o linealizables, no
se admiten interacciones sinérgicas ni inhibidoras, cada encuentro es
independiente de los otros, el sistema no tiene historia, sólo la eterna
repetición de lo mismo. En la actualidad es evidente que este modelo no
puede dar cuenta de la riqueza, variedad y sutileza de la conducta humana,
y Freud fue el primero en comprenderlo.

Primer Bucle de complejidad: Apertura del sistema, de la física a la
biología.

Ya en la tercer página del Proyecto Freud nos dice que:


"Sin embargo, el principio de inercia es quebrantado desde el comienzo
por otra constelación. Con la complejidad de lo interno, el sistema de
neuronas recibe estímulos desde el elemento corporal mismo[2]. Estos
provienen de células del cuerpo y dan por resultado las grandes
necesidades: hambre, respiración, sexualidad. De estos estímulos el
organismo no se pude sustraer como de los estímulos exteriores (...)"

El organismo no puede "huir" de los estímulos internos, debe darles una
satisfacción adecuada a cada demanda, para lo cual debe realizar una
"acción específica", y para lograrlo requiere energía (Q). Por lo tanto:


"(...)el sistema de neuronas está forzado a resignar la originaria
tendencia a la inercia, es decir al nivel cero. Tiene que admitir un
acopio de Q para solventar las demandas de la acción específica. No
obstante, en el modo en que lo hace se muestra la perduración de la
misma tendencia, modificada en el afán de mantener al menos la Q lo más
baja posible y defenderse de cualquier acrecentamiento, es decir,
mantenerla constante."

De esta manera el organismo vivo se diferencia de la "máquina de reflejos".

El "apremio de la vida" le impone una FUNCIÓN SECUNDARIA, que lo lleva a
alejarse del equilibrio (Balance cero) y buscar un "estado estacionario"
con un nivel de energía lo más bajo posible pero que le permita realizar
las "acciones específicas". Es importante notar que la existencia de una
función secundaria no elimina la respuesta refleja, sino que produce un
aumento de complejidad del sistema, que solo puede ser concebido como una
organización heterogénea y multinivelada que ya no puede ser pensada en
términos de reacciones mecánicas o lineales exclusivamente.
En el Proyecto, Freud desarrolla la idea de " neurona investida " (llena
de una cantidad Q) a partir de estas consideraciones. Esta concepción da
origen a un análisis topológico de la organización del sistema nervioso que
actuará como soporte del aumento de complejidad.
En primer lugar Freud necesita explicar la capacidad de memoria del sistema
nervioso. Esto lo pone en contacto con una primer paradoja:
"Ahora bien, toda explicación de esa índole choca con la dificultad de
tener que suponer, por una parte, que tras la excitación las neuronas
serían duraderamente distintas que antes, a la par que es imposible no
admitir que las excitaciones tropiezan, en general, con idénticas
condiciones de recepción que las excitaciones anteriores"
Las paradojas no tienen solución desde la perspectiva en la que se han
planteado, frente a ellas el enfoque clásico consistió en negarlas o
prohibirlas (como hicieron Russell y Whitehead en los 'Principia
Mathematica'). Freud, en cambio, optó por cambiar los términos generales de
la descripción de tal manera que la paradoja desapareciera. Para ello tuvo
que aumentar los niveles de complejidad de la organización total del
sistema y esto lo llevó a distinguir dos clases de neuronas las "pasaderas"
o y las "impasaderas" o . La diferencia entre ambos grupos neuronales está
dada por una mayor resistencia al flujo de cantidad a nivel de las barreras
de contacto entre las neuronas del sistema . La memoria, según el análisis
freudiano, estaría dada por un "aumento de las facilitaciones entre las
neuronas ", o en términos de Freud:


"La memoria está constituida por distingos dentro de las
facilitaciones entre las neuronas "

Esta concepción de la memoria implica una perspectiva dinámica, la memoria
no es un depósito inerte e invariable. Este enfoque se ve reforzado cuando
Freud toma en cuenta el análisis morfológico que indica que no existen
diferencias que sustenten la separación en los dos grupos neuronales. En
este momento decide recurrir nuevamente a la combinación entre una
perspectiva topológica y la dinámica, y propone una solución de
diferenciación de los sistemas y en el tiempo y en relación al devenir
histórico. Al respecto nos dice Freud:


" Por eso, no situemos el distingo en las neuronas, sino en las
cantidades con que ellas tienen que habérselas. (...)Así, una neurona
devendría impasadera, y una neurona , pasadera, si pudiéramos permutar
su tópica y conexiones; ellas conservan, sin embargo, sus caracteres
porque la neurona sólo se entrama en la periferia, y la neurona ,
sólo con el interior del cuerpo. La diversidad de naturaleza es
sustituida por una diversidad de destino y de medio"

Este párrafo nos muestra a las claras el rápido alejamiento "de hecho"
–aunque ni Freud ni ningún pensador de la época lo haya superado
completamente como modelo ideal de inteligibilidad- que hace Freud de la
concepción mecanicista original, donde sólo se tenía en cuenta el elemento
material: la neurona. En este primer salto de complejidad la arquitectura
topológica del sistema no se nos presenta como dada o determinada sino que
surge en el devenir de interacciones. Una neurona no es estructuralmente,
ni esencialmente pasadera o impasadera sino que deviene tal en relación con
los decursos de cantidad a los que se ve expuesta en el curso de desarrollo
histórico.
No es casual que el subtítulo de este apartado del Proyecto se denomine: El
punto de vista biológico. En el curso de sus investigaciones Freud encontró
rápidamente que le era imposible reducir las explicaciones exclusivamente a
términos y principios físicos, la necesidad de explicar el mecanismo de la
memoria le exige incorporar la "experiencia biológica" como principio
explicativo independiente y no reductible.
Es a partir de la interacción con el mundo que el sistema nervioso, por un
proceso de autoorganización, va adquiriendo una organización compleja, con
elementos diferenciados y memoria dinámica, es decir, historia. El modelo
mecanicista sólo podía proveer una memoria estática, un almacén, ya que no
admite el cambio ni la transformación. La memoria postulada por Freud es la
del ser vivo: memoria dinámica, interactiva, transformadora y transformable
a la vez.

Segundo bucle de complejidad: La recursividad, de la biología a la
conciencia
Como vimos, el análisis de Freud comienza a complejizarse al tomar en
cuenta la memoria dinámica, pero esto lo lleva a enfrentarse a una
situación paradójica. Nuevamente se enfrenta a la necesidad de reorganizar
todo su campo conceptual. Esto lo lleva a plantearse la apertura del
sistema y el reconocimiento de la emergencia de una dimensión irreductible:
la biológica. Sin embargo, el modelo hasta ese punto es eminentemente
cuantitativo, las cualidades de la vida psíquica no tienen un lugar en él.
Pero una teoría psicológica de algún interés tiene la obligación de ir más
allá, en palabras de Freud:
"Debe explicarnos aquello de lo cual tenemos noticia, de la manera más
enigmática, por nuestra "conciencia", y como esta conciencia nada sabe
de los supuestos que llevamos hechos -cantidades y neuronas-,
explicarnos este no saber."

Freud abre una nueva compuerta evolutiva, que lo lleva a otro nivel de
complejidad al preguntarse cómo y dónde se generan las cualidades. Rompe
asi con los preceptos de pureza cuantitativa de los metodólogos ortodoxos e
inmediatamente pasa inspección a una serie de hipótesis para concluir que
el mundo exterior no puede ser el origen de las cualidades pero tampoco los
sistemas neuronales y . Esto le lleva a proponer la existencia de un
tercer sistema el . Este tercer sistema es


"(...)excitado juntamente a raíz de la percepción, pero no a raíz de
la reproducción, y cuyos estados de excitación darían por resultado
las diferentes cualidades; vale decir, serían sensaciones
conscientes".

Freud se enfrenta a un nuevo dilema: el nuevo sistema postulado el de las
neuronas tiene que ser a la vez "pasaderas", pero no pueden estar
sometidas al influjo de grandes cantidades. ¿Cómo habrán adquirido entonces
su carácter pasadero? Nuevamente, se ve obligado a reformular toda la
organización, a postular nuevas propiedades y es la incorporación de la
dimensión temporal la que le permite disolver el dilema. De esta manera en
el decurso de las cantidades (Q) no sólo debemos tener en cuenta la
transferencia espacial, sino que le agregamos una dimensión temporal a la
que Freud denominará período. Este período se propaga sin inhibición y es
recibido por las neuronas y este, su:

"(...)estado de afección por el período, dado un mínimo llenado de Q,
es el fundamento de la conciencia".

La conciencia, además de la serie de cualidades sensibles, presenta otra
serie que es fundamental analizar: la serie placer-displacer. Esta serie,
desde el comienzo, queda articulada con el principio de inercia. Dice
Freud:
"En efecto, siendo para nosotros una tendencia de la vida psíquica la
de evitar el displacer, estamos tentado identificarla con la tendencia
primaria a la inercia."

La serie placer - displacer fijará los límites de la conciencia. Pero estos
límites no son exclusivamente limitantes, no implican de ninguna manera un
sistema cerrado, sino que son fronteras de articulación entre los psíquico
y lo biológico. En este sentido es fundamental distinguir conceptualmente
el límite excluyente - propio de la modernidad y en general de la tradición
occidental ligado a la idea de independencia absoluta -, del límite
fundante que separa y es frontera de unión y encuentro a la vez, que
permite una autonomía relativa en un mundo vincular.
En este sentido, y en toda la obra de Freud, puede verse que la conciencia
no se independiza, sino que es un nivel emergente enraizado profundamente
en la corporalidad. A la vez, el concepto de autonomía, nos permite
realizar una distinción imprescindible para dar cuenta de nuestras
experiencias pero elimina la radicalidad y la artificialidad del concepto
de independencia que nos empantanaría en una concepción dualista generando
toda una reorganización conceptual más rica y texturada, multifascetada y
abierta.
La modernidad fue incapaz de pensar la autonomía, sólo concibió la
independencia absoluta en el marco de su red conceptual mecanicista y su
metodología atrapada en el cálculo lineal. Quienes aceptaron las normativas
del pensamiento positivista quedaron presos en un chaleco de fuerza
metodológico que les imposibilitó el acceso a un pensamiento interactivo,
al concepto de autonomía-enraizada y a la posibilidad de dar cuenta del
devenir. En la obra de Freud, estos escollos son sorteados con elegancia,
pero sin llevar a cabo una reflexión epistemológica, el fundador del
psicoanálisis nunca habla de "emergencia", pues este concepto nacerá más
adelante en la literatura filosófica y en los desarrollos de diversas
disciplinas. La epistemología positivista a la que él estaba ligado produce
un efecto paradojal en su obra: Freud rompe de hecho con el mecanicismo y
el positivismo, pero al mismo tiempo en el plano epistemológico se mantiene
ligado, conceptual y linguisticamente con la ciencia clásica y su
filosofía. Sin embargo, las metáforas y las guías heurísticas de su trabajo
surgen de una mirada y una práctica compleja, que permite una superación
parcial de estos modelos, aunque titubeante y fragmentaria, permiten
avanzar en la búsqueda de modelos superadores que marcarán al psicoanálisis
desde su origen y que en el proyecto quedan claramente expresados.

Romper el hechizo del Método:


Si cerráis la puerta a todos los errores,
también la verdad se quedará fuera.
Rabindranath Tagore

Como hemos visto el pensamiento de Freud es mucho más afín a los
desarrollos contemporáneos de la ciencia que a los modelos mecánicos en los
que se inspiró pero que comenzó a superar en su camino de investigación y
producción de sentido a medida que la complejidad se hacía presente. La
epistemología positivista desde un comienzo estigmatizó la producción
psicoanalítica con un sello de ilegitimidad a la vez sus planteos de
sujeción metodológica actuaron más bien como un freno y no como un
estímulo para el desarrollo del pensamiento de la subjetividad. Al erigirse
el positivismo como un verdadero "tribunal de la razón", condenó a-priori a
todos los desarrollos del pensamiento que no aceptaran someterse a sus
normas, pero también se condenó a sí mismo porque la propia epistemología
pertenecía a una campo imposible de someter a las reglas que ellos
impusieron.
En la contemporaneidad, transcurrido un largo y duro siglo de evolución
del pensamiento de la subjetividad y de grandes terremotos epistemológicos
quisiera recordar las enseñanzas de Alexandre Koyré cuando nos advertía que
ninguna ciencia ha comenzado nunca con un tratado de método, ni ha
progresado gracias a un conjunto de reglas elaboradas de manera
completamente abstracta. Sin embargo, es eso justamente lo que pretenden
hacernos creer todos los cultores del método, los jueces del tribunal de la
"razón pura", los gendarmes de la pureza de la ciencia.
El truco que se esconde detrás de la magia metódica es el de hacernos creer
que el método precede a la investigación, que es independiente de ella, que
sus valores provienen directamente de una razón o de una observación pura.
Sin embargo, " el Discurso del Método fue escrito después de los ensayos
científicos de los que constituye el prefacio,[ii] " y no a la inversa como
es de esperar. Este desliz temporal es un producto de ficción, pero la
operación una vez realizada es eficaz y verosímil. La supuesta anterioridad
e independencia del método respecto de los contenidos, es clave para
entender los modos de proceder de la narración y las prácticas
intelectuales de los positivistas. A diferencia del poeta que " hace camino
al andar ", los creyentes del método suelen pretender que el camino
preexiste aún a la misma Tierra. Su camino (significado etimológico de
método) idealizado elimina la historia viva del pensamiento y con ella de
las dificultades, los errores, las confusiones y vías muertas para
presentarnos un trazado directo, sin rodeos, que nos conduce en línea recta
desde la ignorancia al saber guiados sólo por sus normas. Para ello es
esencial anteponer el método a la propia investigación, abstraerlo del
fangoso terreno del pensamiento afincado en la complejidad y enraizado en
el mundo problemático para llevarlo hacia las alturas celestiales de la
pureza. Si esto no se logra de hecho, pues el pensamiento necesita siempre
un anclaje de donde partir, sí es posible presentarlo de ese modo a
posteriori, a través de una descripción que re-construye el proceso
depurándolo y abstrayéndolo. Los guionistas del método actúan al modo de
los escribas de Hollywood que nos han habituado a que los soldados
permanezcan limpios e impecables después de una devastadora batalla. Ahora
bien, la ilusión del método se basa en que una vez llegados a la meta
podemos inventar retroactivamente un camino directo que una el final y el
principio y - amparados en la virtud de la claridad expositiva y el
provecho pedagógico -, rescribir la historia compleja reemplazándola por
una fábula con desarrollo lineal y final feliz.
El hechizo del método reside en esta posibilidad de rescribir la historia,
depurar el pasado, exorcizar la complejidad e inventar una autopista donde
sólo haya una huella difusa o una red de senderos entrecruzados. Las
coordenadas cartesianas – justamente - nos permiten ubicar dos puntos
cualesquiera en el globo terráqueo y unirlos con una línea. Pero esto no
implica de ninguna manera que sea posible llegar desde uno al otro caminado
rectamente. La simplicidad de los mapas no es correlativa a la del
territorio: es una abstracción geométrica que descarta el relieve concreto,
el clima y sus vaivenes, los predadores y sus afanes, los pantanos y sus
albures, las bifurcaciones y sus acechanzas.
La idea de un método a-priori válido para todas las ciencias, como todo lo
puro, resultó estéril. Y además, profundamente autoritaria, ya que el
método no sólo se concibe como anterior a la práctica dela investigación,
sino que se lo presenta como superior y garante de ésta.
La cuestión del método habilitó a los pensadores del renacimiento y a
quienes los siguieron a proponer tanto una nueva forma de pensar como un
nuevo tribunal para juzgar sus producciones. La autoridad de la jerarquía
eclesiástica, que poseía el monopolio de la interpretación de la voluntad
divina inscripta en las Sagradas Escrituras iba a ser desafiada por un
saber metódico encarnado por un nuevo grupo social, que - en un comienzo -
sólo pretendió encontrar un lugar para su propia divinidad junto a la
tradicional. Para enfrentar al poder ya instaurado los nuevos pensadores
utilizaron el recurso del método. Este resultó ser tremendamente eficaz
en la batalla por el poder en el área del saber, aunque para orientar la
tarea creativa de la investigación su aporte haya sido minúsculo. Los
filósofos positivistas se convirtieron en legisladores de la pureza, jueces
de la racionalidad y cientificidad, policías del pensamiento y gendarmes de
las fronteras disciplinarias, inspectores de limpieza metodológica. Con
ellos no es posible dialogar, construir una interacción fértil,
intercambiar, sólo es posible someterse, . rebelarse o desconocer sus
dictados.
Freud utilizó una estrategia creativa que combinó las tres opciones
mencionadas: nunca abandonó explícitamente los dictados del pensamiento
positivista, sin embargo, hizo caso omiso de ellos cuando fue necesario
para su investigación y se rebeló en múltiples ocasiones contra la miopía
de aquellos que querían restringir el campo de pensamiento a los dictados
de la pureza metodológica. La acción deleterea de la ortodoxia positivista
se expresó fundamentalmente en el área de las ciencias sociales y
humanas[3] que debieron sortear innumerables obstáculos para pensar más
allá de la cuadricula mecánica. Pero como ya lo advirtió Goethe "La teoría
es gris, pero el árbol de la vida es siempre verde", y muchos pensadores,
entre los que se destaca el padre del psicoanálisis, se arriesgaron a
entrar en las aguas de la complejidad sin un salvavidas metodológico.
En la actualidad, después de varios siglos bajo el imperio del método,
hipnotizados aún por el discurso Moderno, estamos comenzando - aunque
todavía tímidamente - a sacudirnos el yugo de este hechizo metódico que
impide el desarrollo de cualquier tipo de pensamiento que no se amolde a la
ortodoxia, y vamos atreviéndonos a navegar en los mares de la incertidumbre
y la creatividad. Pero el precio que tenemos que pagar para ello incluye la
renuncia a la ilusión de un saber garantizado y absoluto. Esta no es una
tarea sencilla, por el contrario requiere de la aceptación de nuestra
finitud, de nuestra limitación, de la incompletud radical de todo conocer.
Así como Freud debió pagar un alto costo para hacer lugar al inconsciente,
nosotros debemos renunciar a la tranquilidad que ofrece la certeza
(tranquilidad cada vez más esquiva e ilusoria) para poder abrir las puertas
a la invención, a la imaginación, al azar y a la diferencia, sabiendo que
junto con ellas entrará inevitablemente la incertidumbre, el error, el
desatino.
Renunciar a la idea de un método que nos conduzca siempre a la verdad, y
que la garantice, no implica de ninguna manera que estamos dispuestos a
desistir de la utilización de instrumentos o dispositivos, técnicas y
procedimientos, o que no seguiremos un orden o sistematizaremos nuestros
resultados. Sólo implica que no lo haremos independientemente o antes de la
experiencia, que no creemos que haya un solo camino o un solo dispositivo
adecuado para pensar, explorar, inventar... conocer. Sólo renunciamos al
fetiche del método, podemos todavía desplegar infinidad de dispositivos,
construir caminos, sendas y autopistas, elegir ir a campo traviesa o entre
los matorrales, preferir el bosque a la ruta.
El método fue el ariete con que la nueva mentalidad burguesa golpeó las
puertas de la ciudadela medieval. Bajo su hechizo, aunque no por su mérito,
se construyó todo un modo de experiencia y legitimación del conocimiento.
Siguiendo su genealogía hemos podido atisbar sus trampas, y a partir de ese
momento, podemos comenzar a sortearlas y ganar los grados de libertad
imprescindibles para continuar el camino iniciado por Freud, sin
arredrarnos ante las aguas del pensamiento complejo y navegar en la
incertidumbre de la agitada subjetividad contemporánea.


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* Publicado en el Número Especial Internacional de la Revista de la Revista
de Psicoanálisis editada por la Asociación Psicoanalítica Argentina, N° 8,
Buenos Aires, 2001.
[1] La elección en este caso también estuvo influida por los encuentros
personales, la historia intelectual y las afinidades que me permitieron
disfrutar del múltiples encuentros y diálogos fructíferos con los Dres.
Luis y Cristina Hornstein, sin cuyos aportes esclarecedores jamás hubiera
podido escribir este trabajo.
[2]Según J. Strachey -con quién coincido-, estos estímulos internos son los
"precursores" del concepto de pulsión.
[3] Son excepcionales las carreras de ciencias duras o naturales que tengan
en su currículo una materia como "Metodología de la Investigación"

-----------------------
[i] Freud, S. "Proyecto de una psicología", en "Obras completas", tomo I,
Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991. Todas las citas del Proyecto
corresponden a esta edición.
[ii] Koyré, A. " Estudios de historia del pensamiento científico " , Siglo
XXI, México, 1977.
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