Complejidad, diseño e indisciplina: nuevas miradas en la práctica y el saber

July 4, 2017 | Autor: Leo Moreno | Categoría: Design, Transdisciplinarity, Complexity, Diseño, Pensamiento Complejo, Transdisciplinariedad
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Descripción

la investigación l nv st g c n a i e i a ió la investigación Articulo original externo

Recibido 12/05/2014

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ)

Aceptado 19/06/2014 Publicado 01/09/2014

Complejidad, diseño e indisciplina: nuevas miradas en la práctica y el saber Complexity, design and non-disciplinary approaches: new insights in practice and knowledge. Dr. Leonardo A. Moreno Toledano * Candidato a Doctor en Creación y Teorías de la Cultura (UDLAP), Maestro en Diseño Holístico (UACJ), Diseñador Gráfico (UIN). Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Ha impartido clases en diversas universidades en licenciatura y maestría. Ha participado en diversas publicaciones, entre las que destacan: Usuario, Diseño y Entorno (UACJ, 2010); Ergonomía en el diseño gráfico e industrial (UACJ, 2011) y La Investigación en Diseño: una mirada desde los postgrados en México (UACJ, 2012); Revistas: Perfiles Educativos (UNAM), Taller Servicio 24 Horas (UAM), Actas de Diseño (Univ. Palermo, Argentina), además ha participado en diversas ponencias tanto nacionales como internacionales.

Resumen

Abstract

El presente ensayo pretende mostrar un panorama general sobre la manera en que los nuevos paradigmas de interacción disciplinar se presentan como solución estratégica para abordar los problemas complejos de las sociedades contemporáneas. Asimismo, se abre una línea de reflexión sobre la manera en que éstos pueden aprovecharse desde el diseño, y la necesidad de preparar a los diseñadores desde una perspectiva que les permita no sólo trabajar desde la disciplina, sino salir de ésta e interactuar de distintas maneras con otras disciplinas y actores sociales en la búsqueda de soluciones a problemáticas complejas.

This paper aims to show an overview of how the new paradigms of non-disciplinary approaches are presented as strategic solutions to address the complex problems of contemporary societies. Also, pretends to follow a line of thought about how these approaches can be used from a design view. We argue about the need to prepare designers from a perspective that allows them not only to work from a disciplinary practice, but interacting in different ways with other disciplines and stakeholders in search of solutions to complex problems.

Palabras clave: complejidad, diseño, indisciplina, transdisciplinariedad, educación.

Keywords: complexity, design, non-disciplinary, transdisciplinarity, education.

** Av. del Charro no. 450 Nte. Col. Partido Romero. CP 32310. Tel. 688-4800 al 09 Correo electrónico: [email protected]

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Complejidad, diseño e indisciplina: nuevas miradas en la práctica y el saber

Complejidad e indisciplina El mundo actual se nos muestra en extremo complejo. Los cambios generados a partir de la era industrial — desde las migraciones del campo hacia las ciudades, hasta la era del consumo y la globalización capitalista que vivimos actualmente– trajeron consigo una serie de fenómenos emergentes que las ciencias clásicas no alcanzaron a prever y resolver, crisis económica, pobreza, migración, inseguridad y violencia urbana, son sólo algunos de ellos. Muchos de los temas que han surgido en el mundo durante el último siglo (como la necesidad de comida, energía y agua), aparentemente resueltos a través de soluciones monolíticas como la agricultura intensiva, la explotación de los combustibles fósiles y la construcción de presas, han dejado atrás las ovaciones y en su lugar encontramos una serie de fenómenos subsecuentes: suelos estériles, liberación de gases dañinos para la atmósfera, desplazamientos de sociedades enteras y la amenaza en el flujo de los ríos, por mencionar algunos. Si bien la manera positivista –cartesiana– de generar conocimiento y abordar los problemas funcionó admirablemente para entender nuestro mundo durante siglos, su capacidad para solucionar algunas de las problemáticas del mundo actual resulta insuficiente y, en algunos casos, ineficaz. Se trata de que el mundo se ha mostrado mucho más complejo de lo que pretendía ser y dicha complejidad exige que aquellas formas con que se creía que era posible conocer al mundo, sean revisadas profundamente y adecuadas a las actuales demandas de la sociedad global (Flores, 2002, p. 6).

La complejidad de los problemas actuales ya era identificada en 1973 por Rittel y Weber quienes denominaban a este tipo de dilemas complejos como wicked problems (problemas retorcidos), y los diferenciaban de los tame problems (problemas controlables), que podían ser resueltos mediante los modos existentes de investigación y toma de decisiones. Un wicked problem, explicaban, es una situación compleja, que es difícil o imposible de resolver dado que presenta requisitos incompletos, contradictorios y cambiantes que generalmente son difíciles de reconocer, en el que cada resolución genera un nuevo conjunto de 6 AÑO 10 / NÚM. 20 BIS / SEPT 2014-FEB 2015

situaciones, y en el que las soluciones dadas no son buenas ni malas, sino lo mejor que se ha podido hacer en ese momento (Brown, et al., 2010, p. 4). Por ello, la solución a este tipo de problemas depende inicialmente de su definición; es decir, del punto de vista desde el que se aborde. Además, los recursos con los que se cuenta para la resolución de este tipo de problemas cambian con el tiempo y requieren de la participación de diversos actores, por lo que es necesario el desarrollo de soluciones creativas. Por ello, para Brown, Harris y Russel (2010, p. 6), la imaginación es el primer requerimiento para lidiar con lo paradójico, la incertidumbre y lo complejo. “En un sentido práctico, la imaginación [relacionada con la creatividad, la visión, la innovación y la originalidad] debe ser algo central para cualquiera que se involucre en cambiar la sociedad en que vive”. Esto coloca a las disciplinas creativas, como las del diseño, en una posición a tener en cuenta dada su vocación por la innovación. Lo que plantean Brown, Harris y Russel al igual que Edgar Morin (1977) y Basarab Nicolescu (1996), entre otros, es la necesidad de buscar respuestas a las problemáticas de nuestro mundo contemporáneo de manera creativa, mediante acercamientos distintos a los de la tradición positivista y para ello, un elemento imprescindible es el diálogo entre disciplinas. Y es que, aunque las diversas disciplinas –incluidas las disciplinas proyectuales– sean capaces de responder a ciertas problemáticas de carácter individual, llega un momento en que el conjunto de variables (si observamos el problema en todo su contexto) se vuelve tan amplio, que es imposible abordarlas y darles respuesta desde una perspectiva unidisciplinar. Esta mirada necesaria para abordar la complejidad de nuestro mundo actual requiere de una mayor amplitud, pero también debe de estar mejor orientada hacia la resolución de problemas. Esta mirada es descrita por muchos como enfoques multidisciplinarios, interdisciplinarios o transdisciplinarios y todos ellos tienen en común que son definidos a partir de lo que es considerado “normal”, es decir, el conocimiento disciplinar. Si bien, los enfoques aquí mencionados abordan los problemas complejos a partir de diversos acercamientos disciplinares, el tipo de problemas que abordan, la manera de interactuar entre las disciplinas y los productos resultado de ello, son distintos.

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Además, es importante hacer notar que no debemos considerar dichos enfoques como contrarios, ni como disciplinas en sí mismas, sino más bien como una sucesión de niveles de interacción disciplinar. De disciplinas e indisciplinas en la resolución de problemas complejos Lo que conocemos como enfoque disciplinar o unidisciplinar es una aproximación a la práctica y la investigación que consiste en que una sola disciplina sea la encargada de estudiar o resolver los problemas de una sociedad, ésta es la manera “normal” o “tradicional” de resolución de problemas. Michael Gibbons, et al. (1997, p. 13) se refiere a este enfoque como “Modo 1” para describir la ciencia disciplinar, cuyo interés académico se encuentra orientado mayormente a la producción de conocimiento. Es decir, su objetivo principal es producir conocimiento teórico sobre la física y la naturaleza humana. Su organización es la que encontramos por lo general en las universidades: por áreas y departamentos, y sus sistemas de control de calidad son internos, o sea, mediante revisión de pares y basados en el sistema de publicación en revistas especializadas. Contrario a lo anterior, los enfoques no-unidisciplinares, siguiendo a Estrada, Pilatowski y Velázquez (2010, p. 146), envuelven la participación de más de una disciplina, y su objetivo es sobre todo la aplicación del conocimiento en la resolución de problemas en las sociedades complejas. Estos enfoques son descritos por Gibbons como “Modo 2” y se caracterizan por estar orientados a la práctica, por lo que su objetivo no es tanto descubrir las leyes o principios de la naturaleza, sino el estudio de los sistemas complejos. El “Modo 2” es heterogéneo en cuanto a que los actores que participan en dichos enfoques son diversos y no se encuentran exclusivamente en las universidades. Además, dado que se encuentran orientados a problemas específicos, los campos no unidisciplinares se encuentran en constante flujo. Asimismo, estos campos tienden menos a la revisión por pares y predomina la discusión externa por sobre la interna, por lo que los trabajos desarrollados desde estas perspectivas tienden a citar diversas áreas ajenas a la disciplina del que escribe; además, los sistemas de control de calidad incluyen diversas acciones

la investigación como la usabilidad y los análisis sociales (Estrada et al., 2010, pp. 4-5). Así pues, los practicantes de este tipo de enfoques: […] no se encuentran al margen entre disciplinas sino en ocasiones se encuentran al margen de la academia; están familiarizados con que las problemáticas del mundo real que buscan solucionar no se pueden expresar fácilmente en términos del conocimiento disciplinar; frecuentemente son críticos de las disciplinas; típicamente se encuentran más interesados en crear formas de conocimiento útiles que en la creación de nuevas disciplinas; trabajan con los compañeros y las audiencias como coproductores y su propósito es más el de navegar entre las disciplinas para lograr un propósito particular que llenar los huec os entre ellas (Robinson, 2008, p. 72).

Si bien, históricamente hablando, la idea de síntesis del pensamiento holístico y el conocimiento unificado ya estaban de alguna manera presentes desde la Grecia antigua, los primeros indicios en el uso de términos no unidisciplinares en la era moderna pueden encontrarse a partir del siglo XIX en diversos lugares, como en la visión de la unificación de la ciencia de Augusto Comte publicada de 1830 a 1842, o la fundación del Social Science Research Council fundado en 1923 con la intención de hacer ciertas investigaciones que “cruzaran” dos o más de los campos disciplinares que constituían el consejo (las principales eran antropología, economía, ciencias políticas, psicología y sociología) a partir del intercambio de ideas, métodos y técnicas (Thompson, 2010, p. 22). Otros científicos tienden a citar los modernos proyectos multidisciplinares de defensa hechos durante las décadas de 1930 y 1940, en especial, el proyecto Manhattan (Bayazit, 2011, p. 22). Sin importar la perspectiva que tomemos sobre las primeras aproximaciones acerca del nacimiento de este tipo de enfoques, la importancia de los estudios no unidisciplinares en los comienzos del nuevo milenio es evidente, tal como lo plantea Julie Thompson (2010, p. 1): Interdisciplinarity has become a mantra for change in the twenty first century. The word appears in countless reports from professional associations,

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educational organizations, funding agencies, and science policy bodies. It is a keyword in strategic plans, accompanied by companion rhetoric of innovation, collaboration, competitiveness, and the cutting edge.

En la actualidad, los métodos y las teorías de la textualidad, la narrativa y la interpretación ya no se encuentran enmarcadas exclusivamente en las humanidades, sino que ahora se encuentran también en las ciencias sociales y en profesiones como el derecho y la psiquiatría. El género ya no es una categoría conceptual única de los estudios sobre la mujer. La cultura ya no es propiedad intelectual de la antropología, la investigación del cuerpo humano ocurre de igual manera en medicina que en arte y la sustentabilidad no se relaciona sólo con los estudios medioambientales (Thompson, J., 2010, p. 7). Por ello, podemos sugerir la diversidad como un concepto nuclear de los enfoques no unidisciplinares. Ahora bien, es importante mencionar que algunos autores tienden a englobar todas las aproximaciones no unidisciplinares dentro del concepto “interdisciplina”. Sin embargo, existen diferencias bastante definidas entre los enfoques multi, inter y transdisciplinar, por lo que consideramos conveniente, antes de revisar su relación con el diseño, definir brevemente las características de cada uno de ellos. Para comenzar, el término multi proviene del adjetivo latino multus que se refiere a “mucho, numeroso, abundante”, un ejemplo de su uso es la palabra multicolor, que significa muchos colores (Estrada et al., 2010, p. 21). El enfoque multidisciplinario conlleva que una disciplina central haga uso de diversas disciplinas para el estudio de un fenómeno complejo. Para ello, cada disciplina aborda el fenómeno desde su propia perspectiva disciplinar y utiliza sus propios métodos de análisis. El enfoque multidisciplinar acerca a las disciplinas participantes momentáneamente, pero los límites entre cada una de ellas son claros y no se borran. Por ello, aunque muchas perspectivas son compartidas durante la interacción multidisciplinar, el objetivo es servir a la disciplina que comenzó la colaboración, por lo que una vez que el problema ha sido “resuelto” cada disciplina vuelve a su área de estudio y ninguna de ellas pierde su especificidad. Por ello, aunque se presenta la contribución de varias disciplinas sobre un problema, no necesariamente se 8 AÑO 10 / NÚM. 20 BIS / SEPT 2014-FEB 2015

trabaja sobre su solución y la colaboración entre los participantes no es necesaria (Mobjörk, 2009, p. 21). Asimismo, desde este enfoque no existe una integración de los resultados al final del trabajo, ni desarrollos de nuevas perspectivas teóricas. En otras palabras, el enfoque multidisciplinario sobrepasa las fronteras de la disciplinariedad, pero su meta se limita al marco de la investigación disciplinaria (Nicolescu, 2006, p. 19). Ahora bien, aunque mirar un tema desde el enfoque multidisciplinario puede enriquecer nuestro conocimiento sobre el mismo, éste se muestra insuficiente para dar cuenta de los problemas complejos que aquejan a nuestras sociedades modernas contemporáneas, debido a que las visiones fragmentadas que realiza cada disciplina sobre un fenómeno no pasan por un proceso que permita su integración y, por lo tanto, su aplicación a contextos reales. A diferencia del enfoque multidisciplinar el enfoque interdisciplinar —inter (preposición) que significa “entre, en medio de, entre una cosa y otra”— implica un mayor nivel de interacción de las disciplinas involucradas. Mientras que en el enfoque multidisciplinario cada disciplina se mantiene dentro de su marco disciplinar, en el enfoque interdisciplinario son compartidos de una disciplina a otra: métodos, teorías, herramientas y modelos (Thompson, J., 2010, p. 15), e incluso es probable que de ello surja en ocasiones, una nueva disciplina o subdisciplina (por ejemplo, la neurobiología, la astrofísica o el bioarte). Además, los resultados surgidos mediante los enfoques interdisciplinares suelen tener mayor coherencia e integración que los multidisciplinares. Por lo anterior, la participación en este tipo de estudios genera una gran amplitud de posibilidades de aprendizaje para los involucrados, principalmente porque los enfoques interdisciplinares se encuentran centrados en temas y problemáticas del mundo real, crean conexiones entre diversos campos disciplinares integrando conocimientos y cultivando el pensamiento crítico y la colaboración entre equipos de trabajo (Thompson, J., 2010, p. 2). Sin embargo, este tipo de enfoque también se encuentra con varios obstáculos ya que requiere desarrollar diferentes maneras de pensar, planear, comportarse y administrar los proyectos (Thompson, J., 2010, p. 6), muy diferentes a las de las disciplinas tradicionales. Cabe mencionar, que si bien este enfoque nos permite generar una nueva sinergia al transferir

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conocimientos entre diversas disciplinas con el fin de profundizar y resolver problemas de índole compleja, la interdisciplinariedad no pretende entender la complejidad de un contexto en su totalidad, sino sólo resolver un problema específico dentro de ese contexto. Por lo que para resolver o estudiar problemas aún más complejos en los que se relacionan al mismo tiempo diversos temas, como la pobreza, la discriminación, la sustentabilidad, la explotación, la opresión; o acercamientos a temas como la globalización neoliberal capitalista y el libre mercado o la planeación urbana, por nombrar algunos, es necesario llegar a un nivel más profundo de interacción disciplinar, un nivel que vaya más allá de la mirada (multidisciplinariedad) y la interacción (interdisciplinariedad) de los marcos disciplinares: nos referimos a la transdisciplinariedad. Basarab Nicolescu (2006) plantea que la transdisciplinariedad —el prefijo trans se utiliza como “a través, entre y más allá” de las disciplinas— es una perspectiva relativamente nueva en la historia del conocimiento humano. Nicolescu explica que ésta —esbozada como la necesidad de considerar un nuevo campo de conocimiento— apareció en Francia en 1970, en las pláticas de Jean Piaget, Erich Jantsch y André Lichnerowicz, en el taller internacional “Interdisciplinariedad: problemas de la enseñanza e investigación en las universidades”, financiado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Nicolescu (2006, p. 15) explica que en su contribución, Piaget dio la siguiente descripción de transdisciplinariedad: Finalmente, esperamos ver que la etapa de las relaciones interdisciplinarias pase a un nivel superior que debiera ser la transdisciplinariedad, el cual no se limitará a reconocer las interacciones y reciprocidades entre las investigaciones especializadas, sino que buscará ubicar esos vínculos dentro de un sistema total, sin fronteras estables entre las disciplinas.

Nicolescu piensa que esta primera definición, aunque tiene el mérito de señalar la necesidad de un nuevo espacio de conocimiento sin fronteras disciplinarias, también plantea la posibilidad de caer en la trampa de pensar la transdisciplinariedad —debido a la idea de “sistema total”—, como una super o hiperdisciplina, un tipo de “ciencia de las ciencias”.

la investigación Una fecha clave en el desarrollo de la transdisciplinariedad fue la adopción, en 1994, de la Carta de la Transdisciplinariedad por los participantes en el Primer Congreso Mundial de la Transdisciplinariedad que tuvo lugar en el Convento de Arrábida, en Portugal. En dicha carta, Nicolescu plantea una formulación unificadora y diversa de la transdisciplinariedad; unificadora, no en el sentido de una “ciencia total” sino en el de la unificación de diferentes saberes disciplinares para la resolución de problemas complejos, y diversa porque la relación entre diversidad y unidad es inherente a la transdisciplinariedad (Nicolescu, 2006, pp. 17 y 21). Siguiendo a Nicolescu, debemos considerar la transdisciplinariedad como una unión de saberes para la resolución de problemas complejos, pero sólo a partir de los saberes necesarios (disciplinares y no disciplinares) involucrados en el problema específico que se trata, y no de la unificación de todos los saberes en una “ciencia única”. A diferencia de otros enfoques, el transdisciplinar no sólo utiliza las disciplinas como actores para la resolución de problemas complejos, sino que —en un proyecto de esta índole— participan todos los actores sociales (incorporación de conocimiento no sistematizado) necesarios para entender el contexto que se estudia en toda su complejidad: instituciones, universidades, laboratorios, gobiernos, grupos sociales e individuos, son algunos de ellos. Esto nos permite buscar soluciones desde una visión amplia, capaz de integrar saberes diversos en una serie de resultados que posiblemente al final no sean de utilidad para todos los actores (disciplinares o no) que participaron en su solución. Sin duda esto plantea uno de los obstáculos más importantes en la generación de conocimiento y la práctica desde la transdisciplinariedad: la participación de actores disciplinares que estén dispuestos a contribuir con sus conocimientos, sin esperar resultados útiles para su área disciplinar. Por otra parte, los problemas complejos que pueden ser resueltos desde este enfoque son en general únicos en su contexto, por lo que los resultados aplicados en un contexto en particular difícilmente se pueden aplicar de la misma manera en otra situación. Además, los proyectos realizados desde esta perspectiva no tienen en un principio una metodología a seguir, sino que ésta se va creando conforme avanza el proyecto. Esto hace 9 AÑO 10 / NÚM. 20 BIS / SEPT 2014-FEB 2015

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FIGURA 1. Diagrama que representa los diversos niveles de interacción disciplinar aquí citados.

que en general se requieran nuevos métodos de integración entre los participantes en un proyecto de esta clase. Otra característica interesante de la transdisciplinariedad es que una aproximación desde este enfoque no es posible a partir de una participación individual (porque de igual forma que no existe la integración de todas las ciencias en una, un individuo es incapaz de conocerlo todo), cosa que puede ser posible en los demás enfoques disciplinares, lo que introduce al equipo de trabajo en una dinámica altamente compleja. Podemos decir que en la actualidad, tanto la transdisciplinariedad como el diseño se encuentran en una posición privilegiada para trabajar en la resolución de problemas complejos. La transdisciplinariedad es reconocida como el mejor enfoque para abordar los problemas más complejos que se nos presentan en la actualidad y el diseño ha sido reconocido como un motor de cambio económico y social para el milenio que comienza, tanto en los países occidentales como en muchos países de América Latina, incluido México. 10 AÑO 10 / NÚM. 20 BIS / SEPT 2014-FEB 2015

Complejidad y diseño Hoy podemos decir que el diseño se ha posicionado como parte de la cultura de las ciudades modernas contemporáneas, no sólo como productor de los objetos de la cultura material, sino como parte esencial de la cultura en las sociedades del siglo XXI. Asimismo, el diseño ha demostrado a través de su historia, contar con la capacidad para resolver problemáticas muy diversas. Joel Towers (2012, p. 3) lo expone de la siguiente manera: In fields as diverse as education and disaster relief, designers are contributing not just to the conception and development of innovative new products, scenarios, and systems, but also to the effective planning and management of the development processes themselves. Indeed, an emerging hallmark of designers today is precisely their ability to engage productively with a wide range of other sources of knowledge and expertise. In a world beset by intractable problems whose complexity defies resolution within the terms of any single

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professional perspective, collaboration across disciplines is itself becoming a sine qua non of effective action.

Sin embargo, el cambio en la manera en que el diseño ha ampliado sus límites a problemáticas complejas exige una explicación más profunda. ¿Por qué el diseño es primordial para entender y resolver problemas complejos en nuestras sociedades actuales? ¿Qué lo hace propicio para trabajar desde el enfoque transdisciplinar? Para explicar lo anterior es necesario recordar, aunque sea brevemente, las transformaciones que han sufrido el diseño y los diseñadores en la esfera cultural, social, ambiental y psicológica (principalmente en Occidente) desde la década de 1950 hasta hoy. Anna Valtonen (2012, pp. 25-26) expone estos cambios particularmente en Finlandia, aunque cabe señalar que los mismos se han dado, más tarde o más temprano, en muchos otros países alrededor del mundo, éstos son: • 1950: diseñador como creador -éste representa el modo clásico de ver el diseño-, se caracteriza por el desarrollo de objetos relacionados con el diseñador que los produce, quien a menudo era representado como una persona de tipo artístico, de personalidad estrafalaria que se dedicaba a crear cosas bellas. • 1960: diseñador como miembro de un equipo, a partir de esta década los diseñadores comenzaron a formar equipo junto a otras profesiones como la ingeniería y el marketing. La identidad de los diseñadores se transformó de la visión del excéntrico artista-creador a la de desarrollador de productos. • 1970: diseñador como fuerza social, con la crisis económica que caracterizó esta década, los diseñadores —quienes usualmente eran asociados con la producción de objetos de consumo— volvieron su atención hacia algunos grupos necesitados, como los niños, los ancianos y los discapacitados, lo que puso énfasis en el diseño para el bien social. • 1980: diseñador como gerente/gestor, en esta década el mundo del diseño volvió a orientarse de nueva cuenta a los negocios y el conservacionismo por sobre la conciencia social. A partir de

la investigación entonces, los diseñadores se comenzaron a ver a sí mismos como coordinadores, capaces de tener acceso a todos los sectores, entender todos los aspectos de una compañía, y unir todo esto en un todo coherente. • 1990: diseñador como desarrollador de marcas, en esta década los diseñadores comenzaron a hablar de branding o total experience design. La retórica del diseño se orientó ya no sólo a los productos sino a los servicios, en otras palabras, al proceso entero de producción. • 2000: diseñador como innovador, el nuevo milenio se encuentra fuertemente relacionado con la innovación, el diseño se ha considerado necesario en el desarrollo de nuevos productos, y ha ampliado sus límites, más allá de la esfera cultural, hacia las esferas económica y política.

Lo anterior nos permite observar, por una parte, la expansión acelerada a la que se ha visto expuesto el diseño y diseñadores durante un periodo muy corto —lo que no ha ocurrido con otras disciplinas, con algunas excepciones como la informática— así como la enorme ampliación de posibilidades (dados sus conocimientos en la creación, producción, administración y comercialización, entre otros) y por ende de retos (culturales, sociales, tecnológicos, etc.) a los que se enfrentan los actuales diseñadores, y por tanto, aquellos encargados de la formación de nuevos profesionistas. Pero no siempre el diseño ha podido resolver del todo las problemáticas de nuestro mundo complejo. Los artefactos producidos por el diseño en muchas ocasiones pueden contribuir a su complejidad, Donald Norman (1988, p. 5) plantea esto al decir: We are surrounded by large numbers of manufactured items, most intended to make our lives easier and more pleasant. In the office we have computers, copying machines, telephone systems, voice mail, and fax machines. In the home we have television sets, VCRs, automated kitchen appliances, answering machines, and home computers. All these wonderful devices are supposed to help us save time and produce faster, superior results. But wait a minute, if these new devices are so wonderful, why do we need special dedicated staff members to make them work, “power users” or “key

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operators”? Why do we need manuals or special instructions to use the typical business telephone? Why do so many features go unused? And why do these devices add to the stresses of life rather than reduce them?

Norman pone en evidencia la complejidad que existe en nuestra vida diaria a través de los artefactos que usamos cotidianamente, muchos de éstos nos exigen conocimientos y habilidades de las que muchas veces carecemos, por lo que en muchas ocasiones somos incapaces de aprovecharlos en su totalidad (un claro ejemplo, son los teléfonos inteligentes actuales), y en algunas situaciones nos generan más problemas de los que nos deberían resolver. Norman (2010, p. 4) a su vez nos explica que la complejidad que nos rodea no es mala en sí, pero su existencia se hace evidente cuando algo no funciona como debiera, o cuando no entendemos un sistema (lo mismo puede ser una computadora que un entorno urbano), lo que nos hace sentir indefensos ante fuerzas que alejan las situaciones de nuestro entendimiento y control. Cada cosa que hacemos requiere a menudo de interacción con al menos un objeto y la ejecución de diversas acciones, incluso en la mayoría de las ocasiones necesitamos (conscientemente o no) interactuar con diversos objetos a la vez, relacionados a su vez con un entorno. Estas interacciones generan situaciones altamente complejas. Pongamos como ejemplo el espacio público urbano, en él interactuamos con muchos sistemas en niveles muy diversos, si comenzamos con el nivel material, el primero de ellos son los objetos propios del espacio público (edificaciones, mobiliario y señalización), seguido por los objetos ajenos al espacio público que trae consigo el usuario, y en tercer lugar, los objetos ajenos al usuario (los que traen consigo otros usuarios); las relaciones que se generan entre estos tres niveles sujeto-objeto nos presentan un todo complejo, que se mezcla además con conceptos como la identidad, la ideología, los gustos, las costumbres y las relaciones de poder, por nombrar algunos; entender la manera en que se construyen relaciones complejas es el primer obstáculo para resolver problemas de esta índole. Por ello, debemos aceptar en principio la existencia de lo complejo, a partir de ello “el diseño puede ayudarnos a domi12 AÑO 10 / NÚM. 20 BIS / SEPT 2014-FEB 2015

nar la complejidad, no mediante el hacer las cosas menos complejas, sino ayudándonos a manejarla” (Norman, 2010, p. 4). Los artefactos que diseñamos deben de ser, pues, entendibles, deben contener una lógica que permita a los que los utilizan (una vez entiendan dicha lógica) manejarlos con cierta facilidad. “Lo principal es ‘entender’, las cosas que entendemos dejan de ser complicadas, dejan de ser confusas” (Norman, 2010, p.4). Sin embargo, algunas cosas aparentemente simples, como el espacio urbano, son en realidad muy complejas porque para entenderlas apropiadamente se requiere contar con conocimientos sobre la cultura, las costumbres y los comportamientos humanos en conjunto. Debemos entender que nuestros rituales cotidianos agregan una mayor complejidad a nuestras vidas, pero también nos proveen de significado y sentido de pertenencia en nuestro entorno social (Norman, 2010, p. 19). Por ejemplo, para el amante del café, el intrincado ritual de su preparación añade diversión y placer a la vida; todas las culturas tienen rituales para la preparación de alimentos, éstos van desde la selección de ingredientes, la manera de prepararlos y los utensilios que son utilizados para ello; de igual forma, quién los preparará, quién comerá primero. Todo es parte de un ritual y en él interviene la complejidad. Norman (2010, p. 21) explica que la sociedad se ha adaptado a numerosos sistemas complejos, pero en la actualidad (debido a que los entendemos) apenas y prestamos atención a su complejidad. Dos de ellos son la especificación del tiempo (calendarios, relojes, el día y la noche, etc.) y los alfabetos (gramática, lenguaje y sistemas de escritura). Una de las maneras en que el diseño puede ayudar a entender lo complejo es a través de la construcción de modelos conceptuales. Norman (2011, p. 35) los define así: A conceptual model is the underlying belief structure held by a person about how something works. When you look at the file structure of your computer, perhaps moving a file from one folder to another, you are exploiting the conceptual model that software designers have carefully put into your head. There are no files or folders into your computer.

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Los modelos conceptuales (también llamados modelos mentales) residen en la mente de las personas y nos permiten transformar realidades complejas en conceptos mentales fáciles de entender, por lo que son importantes herramientas para organizar y entender lo complejo (Martínez-Val, 2004, p. 219). Así, para Norman (2011, pp. 39 y 40) “The designer’s job is to provide people with appropriate conceptual models”. Y agrega que, “Conceptual models apply to almost everything we do in life, the more complex the activity, the more important the conceptual model”, por tanto, los modelos conceptuales hacen la diferencia entre que algo sea simple o complejo para un individuo; entre mejor sea la relación entre el individuo y el modelo conceptual, más simple le resultará el desarrollo de una acción o la utilización de un objeto, espacio o interfaz (algunos modelos conceptuales son los esquemas, la mimesis, es decir, ver lo que otros hacen y las costumbres). De acuerdo con lo anterior, Norman (2011, p. 46) concluye: Complexity can be tamed, but it requires considerable effort to do it well. Decreasing the number of buttons and displays is not the solution. The solution is to understand the total system, to design it in a way that allows all the pieces fit nicely together […]

Claro que esto, en ocasiones, plantea el uso de numerosos esquemas mentales que deben interrelacionarse entre sí (en muchas ocasiones al mismo tiempo), de tal manera que el sujeto los entienda como totalidad. Por ello, manejar la complejidad no es tan simple como desarrollar y conectar una serie de modelos conceptuales. Larry Tesler (2010, p. 46), vicepresidente de Apple, sostiene: “Make one part of the system simpler and the rest of the system get more complex”. Este principio es conocido hoy como la Ley de la Conservación de la Complejidad (Law of the Conservation of Complexity) o Ley de Tesler, ésta plantea que “No se puede reducir la complejidad de una tarea más allá de cierto punto. Una vez alcanzado ese punto, sólo es posible desplazar la complejidad de un lugar a otro”. Un ejemplo de ello sería la transmisión de un automóvil, ésta le permite al conductor, de forma simple, mover el automóvil; sin embargo, la transmisión como conjunto de engranajes mecánicos, fluidos hidráulicos, sensores y controles

electrónicos es sumamente compleja; al simplificar una parte del sistema (el conductor) se complejiza el otro (transmisión). La Ley de Tesler plantea entonces la búsqueda de equilibrio en un sistema complejo y plantea a su vez la imposibilidad de lograr algo ideal. Por tal motivo, es conveniente no centrarnos en la búsqueda de la solución óptima posible, sino desarrollar soluciones iniciales y, a partir de ahí, trabajar en su mejora, ya que de esta manera podremos conseguir por una parte controlar mejor los esfuerzos y, por otra, enfocarlos en lo que realmente necesita el usuario. En pocas palabras, las soluciones dadas a los problemas complejos deben ser “evolutivas”. Así pues, debemos asumir la naturaleza de los sistemas entendiendo que los cambios efectuados en una parte tienen consecuencias en todo el conjunto, y que el conjunto puede afectar a los sistemas que se superponen. Debemos entender que: los objetos son resultado de diversas prácticas sociales desarrolladas por un gran número de actores [diseñadores, ingenieros, mercadólogos, reporteros, consumidores, etc.] y las teorías que pretendan explicar sus significados culturales no podrán hacerlo sin usar una lente lo suficientemente ancha como para incluir diversas perspectivas (Boradkar, 2010, p. 21).

Diseño e indisciplina Sobre lo anterior, es reconfortante pensar que el diseño en la actualidad, en comparación con otras disciplinas, cuenta con características propias de su práctica que le facilitan el trabajo con otros actores sociales. Así, en los diseños (gráfico, industrial, arquitectónico) es común observar a los diseñadores trabajar con otros profesionales; es decir, desde perspectivas multidisciplinares: es común observar a los diseñadores gráficos trabajando en conjunto con impresores, publicistas, redactores, fotógrafos e ilustradores, todos ellos enfocados en un solo problema; a los diseñadores industriales trabajar con ingenieros industriales y de producto, con diseñadores gráficos y especialistas en envase y embalaje y a los arquitectos con ingenieros civiles, urbanistas y muchos otros actores sociales. Por lo que en un primer acer13 AÑO 10 / NÚM. 20 BIS / SEPT 2014-FEB 2015

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camiento podríamos decir que las disciplinas proyectuales del diseño se encuentran acostumbradas a la interacción entre diversas disciplinas y actores de la industria de manera al menos multidisciplinaria. Sin embargo, si nos acercamos un poco más a la manera en que los diseñadores desarrollan sus ideas y productos, podemos encontrar, asimismo, que los profesionales de las disciplinas proyectuales muy a menudo trabajan de manera interdisciplinar en distintas etapas de los proyectos: esto puede observarse en primera instancia en la utilización de metodologías “flexibles”, los diseñadores se encuentran acostumbrados a desarrollar modificaciones metodológicas y a incluir perspectivas teóricas y herramientas propias de otras disciplinas durante las diversas etapas que conforman un proyecto. Por ejemplo, la semiótica y la retórica en el desarrollo de proyectos de diseño gráfico; las teorías sociales y antropológicas en la arquitectura y el diseño industrial, y técnicas etnográficas para la recopilación de información en todas ellas. Esta flexibilidad en sus métodos se debe, por una parte, a la forma particular de pensar de los diseñadores (actualmente denominada design thinking) y, por otra, a que cada proyecto es único en sus características (contexto, recursos, usuarios, objetivos, etc.). Otra característica es la adopción (sobre todo en la actualidad) de casi cualquier tema, corriente artística, moda o concepto, para el desarrollo de productos de diseño, ya sea en su concepción o en su forma; así, el realismo, el deconstructivismo y el modernismo conviven perfectamente con la biología, la física y la química; con el átomo o la célula; los colores y los materiales de moda en el desarrollo de productos para el consumo. Esto ha llevado a varios autores (Margolin, 2002, 2005; Frascara, 2002, 2004; Boradkar, 2010; Fontana, 2013) a considerar el diseño como una disciplina esencialmente interdisciplinaria, y a nosotros a pensar en la posibilidad de avanzar a partir del diseño en la solución de problemas, a través de interacciones disciplinares más complejas, como la transdisciplinariedad. Si bien, el interés en la transdisciplinariedad en el diseño se encuentra apenas en desarrollo, ya se han comenzado a presentar algunas aproximaciones sobre el tema, como la de Fernando Martín Juez (2002, 14 AÑO 10 / NÚM. 20 BIS / SEPT 2014-FEB 2015

p. 128), quien en su libro Contribuciones para una antropología del diseño plantea que: Los problemas del diseño, al igual que los de la antropología —sus temas, programas y estrategias de trabajo, propuestas y soluciones—, son problemas transdisciplinarios: campos de vinculación de complejidad diversa, que modifican su apariencia y límites cada determinado tiempo e incluyen siempre, correlacionados, fenómenos físicos, biológicos y de la mente.

Si bien, Martín Juez (2002, p. 135) introduce en su libro este planteamiento, lo hace de manera reducida y desarrolla en mayor medida la idea de lo complejo por sobre lo transdisciplinario, en él concluye que: El pensamiento complejo y la transdisciplinariedad —con su riqueza y potencial, compromisos e implicaciones— habrán de ser la manera en que se ejerza la antropología del diseño: el modo como el diseño y la antropología, reunidos, construyan los objetos de los hombres y las mujeres; la manera como, juntos, indaguen para comprender plenamente a las mujeres y los hombres que hacen uso de esos objetos…

Sin embargo, no presenta mucha información sobre cómo habría que hacerlo. Otros escritos plantean de manera similar el enfoque transdisciplinario, sin abordarlo con profundidad. El ensayo de Raúl Hernández Valdéz (2003), “El sentido del diseño, entre el oficio y la transdisciplina” publicado en la revista Ciencia y Sociedad; los artículos de Olivia Fragoso Susunaga, “El giro del diseño: transdisciplina y complejidad”, publicado en la Revista del Centro de Investigación de la Universidad la Salle en 2009 y “La imagen del diseño: el laberinto complejo de la transdisciplina”, publicado en 2011 en la misma revista; y diversas participaciones en foros, como Foroalfa, son algunos ejemplos. A partir de ello, podemos constatar la necesidad de desarrollar aproximaciones más profundas sobre la manera en que el diseño pueda aprovechar el enfoque transdisciplinar. Pero la muestra más significativa sobre el interés en la transdisciplinariedad y su relación con el diseño lo

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Leonardo A. Moreno Toledano

podemos encontrar en la reciente creación, en 2012, de la Maestría en diseño transdisciplinario, por la Universidad de Parsons en Nueva York. Jamer Hunt (2012, p. 6) en conmemoración de la fundación de esta maestría explicaba acerca de los motivos que dieron lugar al posgrado: From the vexing challenges of sustainable growth to the disintegration of the United States’ nineteenth-century infrastructure; from the intractable complications of risky human settlement patterns to the perverse co-presence of obesity and hunger epidemics in developed and developing countries; and from problems in our own backyard to those of global span: the world is on fire and many of us believe that design can play a role in extinguishing some of the blazes. Or at least that it is time for practitioners of design to move on from projects that privilege stylistic novelty to ones that grapple with meaningful social change role, designers must refocus their gaze from the object or artifact of the design process to the complex systems that contextualize it. This shift—from artifacts to systems—mirrors the global shift in industrialized countries from manufacturing and goods based economies to ones built upon services, information, and innovation. When designers are no longer shaping objects, buildings, and letterforms but processes of innovation and change, the rules of the game and the terms of engagement must evolve as well.

Estas transformaciones nos obligan (a los diseñadores y a los educadores) a reconsiderar los límites de nuestras propias prácticas. Tradicionalmente los diseñadores son educados para trabajar dentro de ciertos marcos disciplinares. Los clientes contrataban a los diseñadores para producir libros, pósters, sillas, refrigeradores, páginas web, interiorismo, edificios, etc., y las formas resultantes eran conocidas antes de ser producidas, por decirlo de algún modo eran “tangibles”. Ahora, es cada vez más frecuente que los diseñadores se encuentren inmersos en proyectos que exigen un cambio, que en muchas ocasiones se presenta de maneras impredecibles (hablando de problemáticas

complejas como las anteriormente descritas). Todos estos cambios han transformado la manera en que se relacionan los diseñadores con los productores, los consumidores, los usuarios y los ciudadanos. Dejando atrás el énfasis puesto en la forma y el proceso (que no por ello han dejado de ser importantes) y se ha inclinado más por la mediación y la facilitación (de instrucciones de operación o juego), que por la creación. Por lo anterior, el modelo del diseñador heroico, solitario y omnipotente se esboza insuficiente en condiciones complejas. Además, debemos de considerar que la colaboración es, por sí misma, un proceso complejo que requiere de experiencia y preparación. Y en este sentido, los diseñadores pueden contribuir en gran medida a la solución de este tipo de problemas debido a la facilidad en el manejo de razonamientos tanto críticos como creativos y su experiencia en el uso de diversas herramientas para la creación de ideas innovadoras; así como de recopilación y análisis de información. Además, los diseñadores que se aventuren en este tipo de proyectos (sobre todo en el papel de decisor) necesitarán experiencia en métodos de colaboración, debido a la necesidad de coordinar a múltiples actores sociales con el fin de descubrir nuevos métodos y aproximaciones “únicos” a los problemas, que no derivan de una aproximación disciplinar sino que se encuentran validadas por el común acuerdo entre los participantes. Lo anterior no puede sino llevarnos a reflexionar sobre la manera en que debemos formar a los diseñadores del futuro, cuyo perfil deberá no sólo reflejar su capacidad para trabajar disciplinariamente, asimismo, deberá de manifestar su habilidad para ser indisciplinado. Bibliografía Almeida, M. (2008). Para comprender la complejidad. México: Multiversidad Mundo Real. Boradkar, P. (2010). Designing things: a critical introduction to the culture of objects. Nueva York: Berg. Brown, V., Harris, J. & Russel, J. (2010). Tackling Wicked Problem Through the Transdisciplinary Imagination. Londres: Earthscan.

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