¿Compañero en la muerte o guía hacia el Más Allá? El perro en la liturgia funeraria púnica (2008)

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Descripción

¿Compañero en la muerte o guía hacia el más allá? El perro en la liturgia funeraria púnica*

Ana Mª Niveau de Villedary y Mariñas** Universidad de Cádiz

Hay quien inmola un toro, [y es] como si matase a un hombre; quien sacrifica un oveja, [y es] como si estrangulara a un perro; quien ofrece oblación, [y es] como si fuera sangre de puerco; quien quema incienso, [y es] como si bendijera a un ídolo; así como ellos eligen sus caminos y su alma se complace en sus abominaciones (…) (Isaías III, 66: 3)

Resumen: Desde hace años se vienen recuperando en distintas estructuras de la necrópolis púnica de Cádiz, restos óseos de animales que por su disposición y las circunstancias de los hallazgos hacen pensar en la práctica de sacrificios animales en ambientes funerarios. Entre las especies documentadas destaca el perro, por su abundancia, la singularidad de estos sacrificios y la diversidad de las estructuras donde aparece. La posibilidad de hacernos cargo del estudio de algunos ejemplos de reciente aparición nos ha brindado la oportunidad de conocer estos hallazgos en su contexto, así como de poder contar, por primera vez, con estudios paleozoológicos de los restos óseos. Palabras Clave: Cultura fenicio-púnica – creencias religiosas – ritual funerario – sacrificios – ofrendas – perro

*  Este trabajo se inscribe en el marco de actuación del Grupo de Investigación «Phoenix Mediterranea». Protohistoria del Mediterráneo Occidental (HUM-509) dirigido por el Dr. Diego Ruiz Mata dentro del III P.A.I. y del Proyecto de I + D La Religión de la Turdetania Prerromana. Aproximación desde la Arqueología del Culto (BHA2003-05866) aprobado y subvencionado por el Ministerio de Educación y Ciencia y dirigido por la Dra. María Belén Deamós. **  Investigadora «Ramón y Cajal». Departamento de Historia, Geografía y Filosofía. Facultad de Filosofía y Letras. Avda. Gómez Ulla s/n. 11003 – Cádiz (España). E-mail: [email protected]. Este trabajo se ha realizado gracias a la concesión de una Beca Postdoctoral de la Fundación Caja Madrid durante los años 2005-2006.

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Abstract: During the last years some animals bones remains has been recuperated from a number of structures at punic necropolis of Cadiz. The location and circumstances of the findings leads us to consider the practice of animal sacrifices in funerary contexts. Among the documented species, dogs are particularly significant, given their abundance, the singularity of their sacrifices and the variety of the structures where they appear. The possibility to study a series of recent examples allows us to appreciate these findings in their context, as well as to have the opportunity to work, for the first time, with paleozoological studies of the bones remains. Keywords: Phoenician-punic culture – religious beliefs – funerary ritual – sacrifices – offerings – dogs

1. INTRODUCCIÓN La frecuencia con la que, desde hace tiempo, vienen apareciendo perros en distintos contextos funerarios y rituales gaditanos, ya nos llevó a tratar este tema de forma monográfica en una ocasión anterior (Niveau de Villedary y Ferrer 2004). Ante lo novedoso del argumento y la falta de estudios previos, nos planteamos dicho trabajo como un primer acercamiento a la cuestión. En primer lugar, resultaba obligado recoger las noticias referentes a la aparición de cánidos y las circunstancias de los hallazgos en la necrópolis gaditana para, a continuación, analizar la documentación disponible en el resto del Mediterráneo, desde el Próximo Oriente hasta los territorios más occidentales; todo ello con el propósito de indagar en el significado del perro en la cultura semita y, por ende, en el papel desempeñado por esta especie en el desarrollo del ritual funerario fenicio-púnico. Nos interrogábamos en dicho estudio también acerca del posible origen próximo-oriental de los rituales en los que participa el perro y, en ese caso, si se transmitieron sin variaciones a Occidente o si, por contra, se asiste a lo largo del primer milenio a un desarrollo regional diferenciado en el que las influencias helenísticas jugaron un destacado papel. Tras el análisis de los ejemplos que se conocían hasta ese momento llegamos a la conclusión de que la presencia de perros en contextos rituales semitas no podía ser casual, dada la frecuencia con la que aparecen; todo lo contrario, el perro parece desempeñar un rol central en el desarrollo de algunos rituales fenicio-púnicos (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: 79). Pero al mismo tiempo dejábamos abierta la cuestión del significado de estos ritos, toda vez que la diversidad de contextos, situaciones y cronología de los hallazgos (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 7) apuntan hacia una hetereogenidad de cultos que hasta el momento no hemos podido explicar satisfactoriamente. Como quiera que desde la publicación del citado trabajo han aparecido nuevos cánidos en la necrópolis gaditana, retomamos el tema en el punto que lo dejamos, tratando de responder a las cuestiones que quedaron en el aire con los nuevos datos contextuales y paleozoológicos que aportan las intervenciones arqueológicas más recientes. 2. ESTADO DE LA CUESTIÓN. LA DOCUMENTACIÓN ANTERIOR AL 2003 Como hemos señalado en la introducción, la asiduidad con la que aparecían restos de perros en contextos rituales de la necrópolis púnica de Cádiz, nos llevó hace unos años a tratar este tema por primera vez. Los hallazgos, habituales desde las primeras

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intervenciones arqueológicas desarrolladas en la ciudad, habían despertado interés por varias razones. En primer lugar porque la aparición ampliamente constatada de perros resultaba cuando menos extraña teniendo en cuenta que, en principio, no se trata de una especie cuya carne se aproveche de forma habitual para el consumo1 o que se utilice como víctima en los sacrificios, pues no se cita en las tarifas púnicas ni tampoco la encontramos representada iconográficamente en las escenas de sacrificios de las estelas púnicas de Cartago y otros centros púnicos. En segundo lugar porque la presencia del perro remite al tan traído texto de Pompeyo Trogo, transmitido por Justino (Hist. XIX, 1, 10-12), en el que se hace referencia al envío por Darío, rey de los persas, de una embajada a Cartago a comienzos del s. V a.C. en la que prohíbe la práctica de sacrificios humanos y el consumo de carne de perro. Y, por último, porque ya se había llamado la atención sobre la relación del Canis familiaris y la liturgia ritual y religiosa semita, al menos en contextos próximo-orientales, gracias a hallazgos tan espectaculares como el del gran cementerio de perros de Ascalón, con más de 700 individuos inhumados (Stager 1991). Puesto que en ese momento lo único con lo que contábamos era con un puñado de referencias vagas, en el mejor de los casos entresacadas de las memorias o informes de las excavaciones, pero sobre todo testimonios orales de sus excavadores, el primer paso fue reunir la información en un corpus unificado que recogiese, al menos, la localización y el contexto del hallazgo, la datación cronológica del conjunto, la disposición de los restos óseos, el número de individuos inhumados y el rito documentado (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: figs. 1 y 7). 2.1. Tipología ritual de los hallazgos gaditanos Los hallazgos proceden en su gran mayoría del interior de los numerosos pozos enclavados en la necrópolis, que hemos considerado sagrados o rituales (Niveau de Villedary 2001; Niveau de Villedary y Ferrer 2005); aunque también aparecen en relación con otras estructuras: bajo muros (Niveau de Villedary 2001: 218), en el interior de círculos de piedras (Niveau de Villedary 2001: 217) o como muestran los descubrimientos más recientes, bajo estructuras edilicias indefinidas (¿posible altar?, ¿la tumba del animal?) (Blanco y Bueno 2005). Pese a las ya aludidas carencias documentales, con los datos recopilados hasta el año 2003 (FIG. 1), en la necrópolis gadirita se diferencian hasta tres tipos distintos de situaciones (muy probablemente) rituales cuyo denominador común es la presencia de restos de cánidos.

1.  Al menos, hoy en día. Desde nuestra mentalidad actual existe un rechazo claro hacia el consumo de un animal que, desde nuestra óptica, no está destinado a servir como alimento, puesto que históricamente ha estado al lado del hombre haciéndole compañía y ayudándolo en sus tareas (un breve recorrido por el perro en la Antigüedad en Brewer, Clark y Phillips 2001); no obstante el consumo de carne de perro está también bien atestiguado desde la Prehistoria hasta tiempos recientes, al respecto vid. Cardoso y Gomes 1997.

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FIGURA 1: Plano de la ciudad de Cádiz con la localización de los yacimientos en los que se ha documentado la presencia de perros hasta 2003. Con círculos hallazgos en el interior de pozos. Con cuadrados animales asociados a otras estructuras. 1. Playa de Santa María del Mar. 2. Plaza de Asdrúbal, Zona F. 3. Plaza de Asdrúbal, Sector H. 4. Plaza de Asdrúbal e/ Avda. Amílcar Barca. 5. Avda. Andalucía nº 19. 6. C/ Brunete nº 2. 7. Cuarteles de Varela -PROCASA Fase II-. 8. Avda. Amílcar Barca. (Según Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 1). CONTEXTO

TIPO 1

interior pozos rituales -niveles inferiores-

TIPO 2

otras estructuras (círculos, muros, pavimentos, etc.)

TIPO 3

interior de pozos rituales y fosas – entremezclados con otros restos orgánicos y materiales

DISPOSICIÓN DE LOS RESTOS animales en conexión anatómica – esqueletos completos animales en conexión anatómica – esqueletos completos animales desmembrados – huesos sueltos

RITUAL

INTERPRETACIÓN

sacrificios cruentos y posterior ofrenda

depósitos fundacionales – ofrendas de “sacralización”

sacrificios cruentos y posterior ofrenda

sacrificios propiciatorios

¿sacrificios?

¿animales consumidos en los banquetes funerarios?

Tabla 1: Tipología ritual de los hallazgos gaditanos con la documentación disponible en 2003.

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2.1.1. Tipo 1. Animales completos en el interior de pozos Dentro del primer tipo consideramos a los animales que aparecen en el interior de los pozos rituales, en niveles profundos. En cuanto a la disposición de los restos, se trata de esqueletos más o menos completos pero siempre en conexión anatómica. Por consiguiente son víctimas procedentes de rituales de sacrificio que se depositan en el interior de los pozos como ofrendas y que por su situación (en los estratos inferiores de las estructuras) interpretamos como depósitos fundacionales o parte de las ofrendas de “sacralización” de los basureros. A este tipo pertenecen los hallazgos efectuados en el pozo del talud de la playa de Santa María del Mar, en el pozo A del Sector H de la plaza de Asdrúbal, el pozo B del solar que en la misma plaza hace esquina con la Avda. Amílcar Barca, hoy ocupado por un edificio de la Junta de Andalucía, y el situado en los sectores E/F también en la plaza de Asdrúbal (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: 66-69). SITIO

UBICACIÓN

CONTEXTO

ESTRUC- CRONOTURA LOGÍA

DISPOSICIÓN

Playa Santa Mª del Mar

Cádiz

ritualfunerario

pozo ritual

s. V a.C.

esqueleto sacrificio indeterminado completo ¿propiciatorio?

Plaza Asdrúbal –H-

Cádiz

ritualfunerario

pozo ritual (pozo A)

ss. IV-III esqueleto a.C. completo

Plaza Asdrúbal e/ A. Barca

Cádiz

ritualfunerario

pozo ritual esqueleto s. III a.C. (pozo B) completo

Plaza Asdrúbal –E/F-

Cádiz

ritualfunerario

pozo ritual

¿s. III a.C.?

NÚMERO DE RITO INDIVIDUOS OBSERVADO

cuatro

sacrificio ¿propiciatorio?

uno

sacrificio ¿propiciatorio?

esqueleto sacrificio indeterminado completo ¿propiciatorio?

Tabla 2: Hallazgos del Tipo 1. A partir de Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 7

Se trata, generalmente, de excavaciones inéditas. A lo sumo, contamos con breves notas publicadas en los Anuarios Arqueológicos de Andalucía (Muñoz 1991) o con referencias incluidas en publicaciones más generales (Muñoz 1995-96: 81; Muñoz 1998: 145-146). En ocasiones hemos podido acceder a los informes depositados ante la administración (Blanco 1998); pero, en todos los casos, la información es tan escueta que se ha tenido que completar con los datos facilitados por los excavadores2. Así las cosas la presencia de perros en el interior de los pozos excavados en Santa María del Mar y de la zona E/F de Asdrúbal sólo la conocemos por las noticias de los arqueólogos que los localizaron, sin que podamos asegurar a ciencia cierta ni el número de individuos hallados, ni la posición de los restos dentro de la estratigrafía de los depósitos. Algo más de información tenemos en los otros dos casos, de los que al menos contamos con las secciones de las estructuras (FIG. 2) y la referencia explícita al hallazgo de cánidos, cuatro en un caso (Muñoz 1991: 89) y uno en el otro (Blanco 1998: 66); casualmente (¿o no?), en ambos ejemplos acompañados de un cráneo humano (Niveau de Villedary e.p. a). 2.  Siempre “de memoria”, con lo que tampoco se trata de una información segura cien por cien.

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FIGURA 2: Pozos rituales con hallazgos de cánidos sacrificados. 1. Sección del Pozo A –Plaza de Asdrúbal, Sector H– (Según Muñoz 1991: 90; fig. 3). 2. Sección del Pozo 2 –Plaza de Asdrúbal e/ Avda. Amílcar Barca– (Según Blanco 1998: Lám. 20, 2).

Poco más podemos añadir. Respecto a la cronología, la mayor parte de los pozos se datan en la segunda mitad del s. III a.C. e inicios de la siguiente centuria, coincidiendo con el auge de la necrópolis (Niveau de Villedary 2001: 190); aunque el pozo de Santa María del Mar puede remontarse, al menos, a los siglos VI-V a.C. (Niveau de Villedary y Ferrer 2005: 1181). Tampoco son demasiado explícitas las referencias a los materiales cerámicos que rellenan estos pozos. De los materiales publicados parece que en gran medida se trata de ánforas locales (ánforas de saco evolucionadas, MPA4, Mañá C2, etc. dependiendo de la cronología concreta de cada depósito), cerámica común y vajilla fina (vid. por ejemplo Muñoz 1991: fig. 9). Lo que si parece una pauta recurrente es la ausencia de materiales, al menos de grandes acumulaciones de cerámica, en los niveles donde se documentan los animales sacrificados, hecho éste del que ya se habían hecho eco los propios excavadores, como en el caso del Pozo B del edificio de la Junta, del que se afirma literalmente en el diario de excavaciones que “apenas aparecen materiales

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cerámicos asociados a la misma U.E. de los restos óseos”, salvo, en este caso concreto que se advierten “fragmentos de un plato completo de Kuass”, que con muchas probabilidades fuera utilizado en ritos libatorios. 2.1.2. Tipo 2. Animales completos asociados a otras estructuras Al segundo tipo pertenecen los hallazgos que, aun cuando continúan vinculados a contextos funerarios, no tienen lugar en el interior de pozos, sino asociados a otras estructuras edilicias de la necrópolis. En cualquier caso, de nuevo encontramos esqueletos completos articulados. Las noticias que tenemos sobre la existencia de este tipo de ritual se reducen a dos hallazgos recogidos en un folleto divulgativo editado por la Junta de Andalucía con ocasión de la celebración de las Jornadas de Patrimonio de 1996 (Arqueología Urbana 1996: 10-11), información posteriormente confirmada por los excavadores aunque sin aportar nuevos datos. SITIO

UBICA- CON- ESTRUC- CRONO- DISPOSICIÓN TEXTO TURA LOGÍA CIÓN

NÚMERO DE INDIVIDUOS

RITO OBSERVADO

Avda. Andalucía, 19

Cádiz

ritual- estructura funerario circular

s. III a.C.

esqueleto completo

uno

sacrificio ¿propiciatorio?

C/ Brunete, 2

Cádiz

ritualfunerario

s. III a.C.

esqueleto completo

uno

sacrificio ¿propiciatorio?

fosa bajo muros

Tabla 3: Hallazgos del Tipo 2. A partir de Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 7

En ambos casos podemos seguir hablando de sacrificios, muy probablemente propiciatorios, toda vez que los animales aparecen en contextos que se pueden interpretar como depósitos fundacionales. En uno de los casos los restos óseos del cánido aparecieron junto a la base de un ánfora púnica bajo dos muros que transcurren paralelos en un sector de la necrópolis tardopúnica, muy cercanos a dos fosas colmatadas con los restos de un probable festín funerario. Aunque no tengamos definida su funcionalidad, este tipo de construcción es frecuente en el área funeraria gaditana, en ocasiones los muretes debieron separar zonas o calles de la propia necrópolis (Niveau de Villedary 2001: 190-192; fig. 2), otras veces formarían parte de complejos sacros o rituales a cielo descubierto como es el caso de un pequeño altar de ofrendas al que hemos dedicado un trabajo monográfico (Niveau de Villedary y Córdoba 2003). Del segundo ejemplo tenemos, si cabe, aun menos información, pues tan sólo sabemos del hallazgo de los restos óseos de un cánido junto a los de un équido de pequeña envergadura en una zona de la necrópolis en la que no se documentan enterramientos púnicos (aunque sí romanos) pero si otras estructuras vinculadas al ritual funerario (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: n. 21), en este caso un pozo púnico que se fecha hacia el s. III a.C. (Arqueología Urbana 1996: 10). Por uno de sus excavadores sabemos que ambos esqueletos se hallaron en el centro de una estructura de piedras de forma circular3. 3.  Agradecemos a F.J. Sibón Olano la información.

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Por la presencia de materiales datables y la propia posición estratigráfica de los hallazgos, éstos se pueden fechar en torno al s. III a.C., más concretamente a su segunda mitad, que es, como estamos viendo, la cronología más habitual. 2.1.3. Tipo 3. Animales desmembrados en el interior de fosas y pozos En tercer lugar, para terminar con este ensayo tipológico, también se han hallado restos de cánidos desarticulados, es decir huesos sueltos sin conexión anatómica a diferencia de los ejemplos anteriores, en el interior de nuevo de algunos pozos y fosas funerarias. Lo más frecuente es que estos huesos se encuentren entremezclados con los fragmentos cerámicos y con otros restos óseos y orgánicos (malacofauna, ictiofauna, etc.), por lo que a falta de estudios faunísticos específicos, hasta ahora apenas si se han reconocido entre el conjunto de restos óseos que colmatan las estructuras subterráneas, salvo en los casos más evidentes, sobre todo por la identificación de mandíbulas o dientes. Resulta lícito, pues, pensar que la presencia de perros en los depósitos funerarios (tanto pozos rituales como fosas) debió ser más habitual de lo que podría parecer a la luz de los ejemplos identificados que enumeramos en el cuadro siguiente, seguramente una ínfima parte del total. SITIO

UBICACIÓN

CONTEXTO

ESTRUC- CRONOTURA LOGÍA

DISPOSICIÓN

NÚMERO DE RITO INDIVIDUOS OBSERVADO

Plza. Asdrúbal e/ A. Barca

Cádiz

ritualfunerario

pozos rituales

ss. IV-II a.C.

restos óseos indeterminado varios

¿animales consumidos?

Avda. Amílcar Barca

Cádiz

ritualfunerario

pozos rituales

ss. III-II a.C.

restos óseos indeterminado varios

¿animales consumidos?

Cuarteles de Varela

Cádiz

ritualfunerario

fosas

ss. III-II a.C.

restos óseos indeterminado varios

¿animales consumidos?

Tabla 4: Hallazgos del Tipo 3. A partir de Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 7

La explicación tradicional que se venía dando al hallazgo de cánidos desmembrados entre el relleno de los pozos era que se tratasen, al igual que los demás restos orgánicos, de los desperdicios de los banquetes funerarios, toda vez que esta explicación remitía directamente a testimonios literarios de época clásica, en concreto al ya citado texto epitomado por Justino en el que se hace referencia a la prohibición de Darío a los cartagineses de comer carne de perro, de lo que se ha deducido que esta tuvo que ser una práctica habitual en Cartago (Ramón 1994: 69; Saña 1994: 72; Niveau de Villedary y Ferrer 2004: 79), extensible a otros centros púnicos (Cardoso y Gomes 1997: 89). Al no contar con estudios concretos que determinen la presencia de trazas inequívocas de consumo debemos tener cautela antes de adscribir los hallazgos de la necrópolis gaditana a restos de animales consumidos (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: n. 94), aunque tampoco se puede descartar de antemano esta hipótesis, probable si tenemos en cuenta que la composición de los depósitos está evidenciando la existencia de contextos claros de consumo en la necrópolis. Sin embargo tampoco hay que olvidar que estamos

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hablando de ambientes funerarios y que por tanto este consumo, si se diera, habría que considerarlo “ritual” (Cardoso y Gomes 1997: 110; Niveau de Villedary y Ferrer 2004: 79), posiblemente muy alejado de la dieta habitual del hombre fenicio (Niveau de Villedary 2006a: 53-54). Recapitulando, gracias al análisis de los hallazgos conocidos con anterioridad llegamos a las siguientes conclusiones provisionales. En primer lugar queda patente la relativa frecuencia con la que aparece el perro en la necrópolis, normalmente en el interior de pozos rituales pero también en fosas y bajo otras estructuras. En segundo lugar se constata que los animales se presentan tanto en conexión anatómica como desmembrados. Y, para terminar, con los datos contextuales que contamos aunque la existencia de sacrificios de cánidos parece clara, queda por confirmar (o descartar) el consumo de este animal. 2.2. A la búsqueda de paralelos. La presencia del perro en el ritual fenicio-púnico A la luz de las evidencias pensamos que la relativa frecuencia con la que se documentan restos de cánidos en la necrópolis de Cádiz no puede sino ser un reflejo de lo que ocurre en otras zonas del Mediterráneo4. Centrándonos exclusivamente en las áreas de origen o influencia semita5, un primer rastreo del registro arqueológico –aunque fragmentario y desigual–, nos ha proporcionado un número significativo de hallazgos asociados a contextos funerarios y rituales6 incluso a pesar del silencio documental, ya que a excepción del texto de Pompeyo Trogo transmitido por Justino, ni la documentación escrita sirio-palestina, ni la veterotestamentaria, ni las tarifas púnicas citan al perro como especie sacrificial, es más la única referencia bíblica (que reproducimos al comienzo del trabajo) habla en sentido contrario. De las palabras del profeta Isaías se deduce que el sacrificio de perros, al menos en la religión de Yahvé, era considerado una aberración fuera de la estricta reglamentación sacrificial, pensamos que quizás en contraste con algunas de las prácticas de los pueblos vecinos7.

4. Nos hemos tomado la libertad, con el consentimiento del coautor de aquel trabajo, de reproducir –añadiendo nuevas referencias– parte del primer artículo publicado sobre el tema (Niveau de Villedary y Ferrer 2004); toda vez que entonces, por las exigencias editoriales, gran parte de la información fundamental quedó relegada a las notas finales, originando que en más de un caso se perdieran datos recogidos en éstas (cf. Elayi 2006: 148). 5.  En el mundo griego los perros se relacionan con numerosas divinidades. Se consagran a Ártemis y Deméter, se sacrifican a Hécate y acompañan a Asclepios, sin olvidarnos del can Cerbero, guardián de los infiernos donde reina Hades (Cardoso y Gomes 1997: 100; West 1992). 6.  La relación de hallazgos mediterráneos también se ha visto incrementada en los tres años largos que han transcurrido entre la redacción de ambos trabajos, circunstancia que iremos solventando a lo largo de la redacción del texto. 7.  No obstante a la utilidad de la Biblia como fuente para el estudio de las costumbres de los pueblos vecinos hay que volver a incidir, como se viene recordando desde algunos foros (Soggin 1981: 88; por último, Zamora 2006: 60), en la necesidad de tener precaución en el uso de las fuentes bíblicas, toda vez que en la Biblia se denominan “cananeas” muchas de las costumbres y creencias religiosas que se oponen a la rígida ortodoxia hebrea, cuando el término generalmente más que reflejar la realidad fenicia lo que hace es construir, por oposición, un arquetipo del “otro”.

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2.2.1. Próximo-Oriente La mayor parte de la documentación procedente del Próximo Oriente, no parece, al menos en principio, tener relación con los hallazgos más occidentales. En efecto, el extenso cementerio de perros de Ascalón, el principal paralelo que nos viene súbito a la mente, responde a otros condicionantes. La ciudad de Ascalón se encuentra situada al sur del actual estado de Israel y gozó en la Antigüedad de un gran esplendor económico por su situación privilegiada como cruce de caminos. Tras la destrucción de la ciudad filistea por Nabucodonosor a finales del s. VII a.C., el enclave resurge unas décadas después, ahora bajo la administración de los fenicios de Tiro, auspiciados por el nuevo poder persa. Durante el periodo persa-fenicio (538-332 a.C.), Ascalón vuelve a recuperar su carácter cosmopolita –persas, fenicios, griegos y egipcios conviven entre sus muros– como centro del comercio marítimo internacional. Testigo material de este esplendor económico es el hallazgo de un gran edificio que sus excavadores interpretan como un almacén en relación con el puerto de la ciudad, hoy destruido en parte por el avance del mar. En el nivel inmediatamente anterior a la fundación de esta construcción de finales del s. VI, el espacio adopta repentina y transitoriamente otros usos, posiblemente sacros, pues es aquí donde a lo largo de la primera mitad del s. V a.C. se localizan los más de 1200 enterramientos de perros. Se trata, en todos los casos, de individuos que no presentan trazas de muerte violenta ni de consumo, que se entierran individual y cuidadosamente. Tenemos representados animales de todas las edades, aunque abundan los cachorros, y en lo que respecta a la raza seguramente serían los antecedentes de los actuales perros cazadores y pastores de Palestina (Stager 1991; Wapnish y Hesse 1993; Gore 2001). Del hallazgo se destaca que los animales allí enterrados murieron, sin excepciones, de muerte natural y, por tanto, no son el resultado de prácticas sacrificiales, ni tampoco presentan señales de consumo; por el contrario, al menos según la interpretación de su excavador, parecen ser objeto de un culto específico al perro (Stager 1991). Stager recoge la existencia de enterramientos de perros similares a los de Ascalón en el mismo periodo cronológico en el vecino asentamiento de Ashod, donde se han excavado siete y en Tell Qasile (actual Tel Aviv), aunque en este caso el animal se inhuma en el interior de una vasija cerámica (Stager 1991: 33). También en época persa se fechan los siete enterramientos exhumados en 1995 en la ciudad de Beirut (Finkbeiner y Sader 2004: p. fig. 5), el mismo número y la misma cronología que los hallazgos de Dor, ciudad portuaria cercana a Cesarea. En las cercanías del aeropuerto Ben Gurion y en Tell elHesi (Israel) también existen enterramientos de perros, aunque no conocemos el número exacto (Wapnish y Hesse 1993: 67-68). Algo posteriores, del periodo Helenístico –s. III a.C.–, resultan los conjuntos de enterramientos procedentes de Gezer (Stager 1991: 33) y Hesban (Wapnish y Hesse 1993: 69). Al igual que en Ascalón, en ninguno de los otros casos contemplados se advierten señales de muerte violenta, ni huellas de consumo. Por otra parte, la cronología tanto de los enterramientos de Ascalón como del resto de los que se han documentado en la franja sirio-palestina (Tabla 5), nos lleva a un periodo –alrededor de la quinta centuria antes de la era en la mayoría de los casos, a época helenística en otros–, en el que los lazos entre las dos orillas del Mediterráneo no eran, en principio, tan fluidos, por lo que no creemos, al menos como hipótesis de partida, que cualquiera que fuera el significado religioso o ritual de los perros de Ascalón, sea una

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explicación igualmente válida para la presencia de perros en las necrópolis occidentales, muchas de las cuales son además anteriores en el tiempo a estos cementerios orientales. Puede que sí estén, sin embargo, relacionados con los hallazgos de la necrópolis de Khaldé8, anteriores cronológicamente. Costumbre que pudo perdurar en el tiempo como muestran los cráneos de siete perros9, posiblemente inmolados durante el ritual funerario, que acompañaban al monarca de época persa10 enterrado en el sarcófago 1 del hipogeo A de la “necrópolis real” de Ayaa, en Sidón (Hambdy y Reinach 1892: 26-27). SITIO

UBICACIÓN

Ascalón Ashod Tell Quasile Beirut Dor

CRONO- DISPO- NÚMERO DE LOGÍA SICIÓN INDIVIDUOS

RITO OBSERVADO

Sur de Israel

cementerio enterramientos 1ª mitad esqueleto mil doscientos de perros en fosas s. V a.C. completo

muerte natural ¿culto al perro?

Israel

cementerio enterramientos esqueleto s. V a.C. de perros en fosas completo

siete

muerte natural ¿culto al perro?

Tel Aviv, cementerio enterramiento esqueleto s. V a.C. Israel de perros en vasija completo

uno

muerte natural ¿culto al perro?

cementerio enterramientos esqueleto s. V a.C. de perros en fosas completo

siete

muerte natural ¿culto al perro?

Cesarea, cementerio enterramientos esqueleto s. V a.C. Israel de perros en fosas completo

siete

muerte natural ¿culto al perro?

Líbano

CONTEXTO

ESTRUCTURA

Aeropuerto Ben Gurion

Israel

cementerio enterramientos esqueleto indeterminado s. V a.C. de perros en fosas completo

muerte natural ¿culto al perro?

Tell el-Hesi

Israel

esqueleto cementerio enterramientos indeterminado s. V a.C. de perros en fosas completo

muerte natural ¿culto al perro?

Gezer

Israel

esqueleto cementerio enterramientos s. III a.C. completo de perros en fosas

dos

muerte natural ¿culto al perro?

Hesban

Israel

cementerio enterramientos esqueleto s. III a.C. completo de perros en fosas

seis

muerte natural ¿culto al perro?

Khaldé

Beirut, Líbano

funerario

entre tumbas humanas

Ayaa

Sidón, Líbano

funerario

interior sarcós. IV a.C. cráneos fago real

siete

sacrificio funerario

Ascalón

Sur de Israel

doméstico

bajo pavimento ss. XII- esqueleto en vasija VII a.C. completo

un cachorro

sacrificio ¿propiciatorio?

s. VIII a.C.

esqueleto indeterminados completo

¿sacrificios?

Tabla 5: Hallazgos de cánidos en el Próximo Oriente. A partir de Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 7

8.  Conocemos por referencias indirectas el hallazgo de esqueletos de perros en la necrópolis de Khaldé, cerca de Beirut, enterrados entre las tumbas (Benichou-Safar 1982: 280), a los que se le atribuye una significación ritual especial que ha sido calificada como “veneración antigua fuerte y misteriosa”(Picard 1965-66: 111, n. 22). 9.  Según la publicación se trataba de lebreros (Hambdy y Reinach 1892: 26-27); aunque la alusión a una raza concreta no debe tomarse al pie de la letra, sino más bien como una apreciación personal de los excavadores. 10.  Agradecemos la información a Ida Oggiano.

104

Ana Mª Niveau de Villedary y Mariñas

Ahora bien, no debemos olvidar que en la mayoría de las religiones orientales existen, al menos desde el II milenio, referencias explícitas al papel de los perros como acompañantes de ciertas divinidades11 o incluso como representación de ésta12, por lo que puede que las connotaciones sacras que el perro adopta en ciertos contextos de Occidente fueran traídas por los fenicios, junto a otros muchos rasgos de su cultura, en las primeras oleadas migratorias. Concretando, en el Próximo Oriente, salvo el caso aislado de un pequeño cachorro enterrado en el interior de una olla quemada bajo un pavimento, que su excavador interpreta como un gesto propiciatorio para atraer la buena fortuna (Gore 2001: 108), la noticia indirecta de la presencia de cánidos en la necrópolis de Khaldé, en las proximidades de Beirut (Benichou-Safar 1982: 280; Picard 1965-66: 111, n. 22) y la referencia a la deposición de cráneos de perros en el interior de un sarcófago real en Sidón (Hambdy y Reinach 1892: 26-27; Gomes 1990: 81), no tenemos más noticias sobre sacrificios en los que la víctima fuera un perro; mientras que, por el contrario, sí son relativamente abundantes las referencias documentales y materiales de la participación de estos animales en ritos sanatorios, apotropáicos y mágicos13. 2.2.2. Mediterráneo central En el Mediterráneo central14 la situación es distinta, pues los restos que han llegado hasta nosotros presentan como los de la necrópolis gaditana una doble procedencia, al menos a primera vista. Por una parte, los que recuperados de vertederos con o sin marcas de carnicería pudieron servir como alimento; y, por otra, aquellos que por su disposición –generalmente en conexión anatómica– y contexto –sobre todo funerarios– parecen haber sido objeto de sacrificios. 11.  El perro aparece siempre en compañía de Gula, diosa mesopotámica relacionada con la salud y la curación (Stager 1991: 36; Brewer, Clark y Phillips 2001: 54). También con perros se relacionan otras figuras míticas como la también mesopotámica Lamasthu y su quizás precedente ugarítico, la “bruja de ’Ilu” (West 1992: 374-376), que tienen su continuación en la griega Hécate (West 1992: 374-376). En el mundo fenicio Melkart se acompaña de un perro, responsable del descubrimiento de la púrpura, como reflejan los tipos monetales de la ciudad de Tiro (Stager 1991: 34) y otras iconografías (Picard 1965-66: 111). 12.  Es, por ejemplo, la forma que adopta el dios-luna ugarítico Yarihu, representado como un perro “que se arrastra bajo la mesa” en el relato sobre la ebriedad de ’Ilu (KTU 1.114 en Zamora 2000: 550; n. 265) o la “diablesa” klbt ‘ilm, en el poema de Baal (KTU 1.3. III, 45-46a en West 1992: 383-384). 13.  Fundamental es la participación del perro en los ritos purificatorios llevados a cabo en los templos de la diosa Gula, tanto que en los textos cuneiformes se le denomina “la casa del perro”. En las excavaciones de los templos de Nippur e Isin (Iraq) han aparecido numerosas figuritas apotropáicas y placas votivas en diversos materiales en forma de perro, en este último además se excavaron 33 tumbas de perros en la rampa de acceso, todos ellos, como en Ascalón, muertos de forma natural (West 1992: 375-376; Stager 1991: 36). El carácter apotropáico del perro en Mesopotamia es tal que incluso se entierran perros o figuritas de perros en los umbrales de las casas (Bottero 1956: 22-24). También en ciertos ritos fúnebres del zoroastrismo persa, el perro desempeña un papel fundamental (Bottero 1956: 33) y el perro (klb) –en concreto el pelo de perro negro– aparece recurrentemente entre los textos médico-mágicos de Ugarit (Zamora 2000: 560; n. 324) y en ciertas prácticas de purificación hititas (Wapnish y Hesse 1993: 72). Relacionado más directamente con el mundo funerario, Parrot cita un curioso ritual descrito en un texto de Assur en el que al espíritu se le ofrece “agua vertida en el cráneo de un perro” (Parrot 1936: 164), lo que nos remite al ya citado hallazgo de cráneos de perros enterrados con el monarca en un sarcófago real de Sidón. 14.  Hacemos extensivo el término a todas aquellas zonas inmersas en el círculo cultural cartaginés.

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105

A pesar de todo, la documentación continúa siendo bastante exigua. Conocemos la presencia de restos óseos de cánidos en algunos vertederos de Cerdeña, Ibiza y Cartagena. Los primeros aparecieron durante los trabajos de revisión de los materiales procedentes de las antiguas excavaciones llevadas a cabo en el Cronicario de Sant’Antioco (Cerdeña). Entre la fauna representada en los estratos de relleno de una cisterna del área de habitación de la antigua Sulcis, se pudieron identificar cinco restos óseos de cánidos, que pertenecen a un único individuo, con trazas evidentes de descuartizamiento15. En el caso de Ibiza se trata de un pozo amortizado en la segunda mitad del s. III a.C. con un único vertido de restos cerámicos, faunísticos –entre ellos abundantes restos de Canis familiaris– y constructivos (Ramón 1994: 69). El estudio arqueozoológico de los restos del Hort d’en Xim muestra signos evidentes de manipulación antrópica –muestras de descuartizamiento y de fuego–, siendo además los restos de Canis familiaris los más numerosos entre la fauna representada en el basurero. En un espectro formado por cinco clases de mamíferos –cerdo, buey, ovicápridos, équidos y perros–, el perro supone el 41’6% de total y, al menos, diez individuos. En general son animales adultos, pues sólo un ejemplar fue sacrificado a una edad inferior a un año, y se encuentran presentes todas las partes del cuerpo, aunque destaca una mayor representación de huesos de las extremidades, con relación a los de la cabeza y tronco (Saña 1994: 71-81). Se han reconocido alteraciones antrópicas en tres huesos: “una epífisis proximal de húmero presenta seccionada la cabeza articular y se han identificado también estrías de desarticulación en la parte proximal de la diáfasis, producidas durante la desarticulación de este hueso y la escápula. Una ulna presenta trazas de su desarticulación del húmero, consistentes en estrías cortas y transversales, en uno de los lados de la cavidad troclear y en la superficie lateral del oleocraneo. Por último, un fémur presenta en la parte distal de la diáfasis estrías de descarnación” (Saña 1994: 71; fig. 2). Por su parte, el vertedero de San Ginés en Cartagena está situado en el Monte de la Concepción en pleno centro de la ciudad. Igual que el anterior se fecha en la segunda mitad del s. III a.C. y como éste también contenía un gran volumen de material cerámico y de restos animales, entre ellos, al menos un resto óseo de perro identificado que, aunque sin marcas claras, es interpretado por su excavador, por cronología, contexto y paralelos, como un desecho alimenticio (Martín Camino 1998:10; n. 6). De cualquier forma, no hay que olvidar que en otros muchos contextos similares, es decir basureros de zonas de habitación, el perro no aparece entre las especies representadas y que por tanto el consumo de perros, aunque constatado, quizás no fuera tan habitual como se ha querido entender a partir del texto de Justino. Un ejemplo de esto lo tenemos en el pozo de Sa Joveria, localizado también en los alrededores de Ibiza, aunque algo anterior desde el punto de vista cronológico –último tercio del s. V a.C.–. El depósitos presenta una asociación faunística similar al del Hort d’en Xim, sin embargo el perro se halla ausente (Saña 1994: 72-73).

15.  Agradecemos la información, que forma parte de su Tesis Doctoral, a la Dott.ssa Lorenza Campanella. Los restos han sido estudiados por B. Wilkens de la Universidad de Sassari.

Ana Mª Niveau de Villedary y Mariñas

106 SITIO

UBICACIÓN

CON- ESTRUC- CRONOTEXTO TURA LOGÍA

DISPO- NÚMERO DE RITO SICIÓN INDIVIDUOS OBSERVADO

Cronicario

Sant’Antioco, Cerdeña

doméstico

cisternavertedero

época feniciopúnica

restos óseos varios

uno

señales de consumo

Hort d’en Xim

Ibiza

doméstico

pozovertedero

s. III a.C.

restos óseos varios

diez

señales de consumo

San Ginés

Cartagena

doméstico

fosavertedero

s. III a.C.

restos óseos varios

¿uno?

¿animales consumidos?

Necrópolis Santa Mónica

Cartago

funerario

tumba

¿época púnica?

cabeza

uno

¿ofrenda funeraria?

Necrópolis flanco este del Odeón

Cartago

funerario

hipogeo

¿época púnica?

esqueleto completo

uno

¿sacrificio funerario?

Mtarfa

Malta

funerario

tumba

época púnica

restos óseos varios

uno

¿ofrenda funeraria?

Necrópolis del Puig des Molins

Ibiza

funerario

hipogeo

época púnica

esqueleto completo

cuatro

¿sacrificio funerario?

Tabla 6: Hallazgos de cánidos en el Mediterráneo Central. A partir de Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 7

En ambientes cultuales los perros aparecen mezclados con las cenizas de niños en las urnas depositadas en los tofets o en sustitución de éstos (Whitaker 1921: 131 y 257-260; Marín Ceballos 1995: 60; Cardoso y Gomes 1997: 111), aunque no es una especie que se documente con demasiado frecuencia en estos santuarios. Tampoco parece ser muy frecuente su aparición en contextos funerarios, aunque en su estudio sobre las tumbas púnicas de Cartago, Benichou-Safar da noticia del hallazgo de un cráneo de perro en la puerta de una tumba de la necrópolis de Santa Mónica. Esta circunstancia lleva a la autora a plantearse si entre los cartagineses existiría la creencia de la reunión de los compañeros en vida tras la muerte (Benichou-Safar 1982: 280). En la necrópolis del flanco este del Odeón se extrajo del nicho exterior de un hipogeo un esqueleto completo de perro adulto junto a otros también completos de ovicápridos, cenizas y un brasero ennegrecido (Benichou-Safar 1982: 279). En este caso parece tratarse de una ofrenda funeraria. La misma explicación podrían tener los huesos de un perro que aparecieron junto a los de una oveja en el interior de una tumba colectiva cavada en la roca procedente de antiguas excavaciones en la necrópolis de Mtarfa en Malta. Entre el ajuar se cita la presencia de numerosos fragmentos de vasos púnicos, sin más precisiones (Sagona 2002: 881). También en tumbas hipogéicas de la necrópolis ebusitana del Puig des Molins se han hallado los restos de cuatro perros, que acompañan a los allí enterrados. El hallazgo,

¿Compañero en la muerte o guía hacia el más allá? El perro en la liturgia funeraria púnica

107

inédito, ha sido dado a conocer en esta misma sede por Juan Vicente Morales Pérez a cuya contribución nos remitimos. En Cerdeña, en cambio, son pequeñas terracotas figurativas las que guardan algunas tumbas. Es el caso de una figurita de perro procedente de la necrópolis de Tuvixeddu – Karali, Cagliari (s. III a.C.) que es interpretada como “guardián de la tumba” (Barreca 1986: 259, fig. 254). 2.2.3. Extremo-Occidente En principio, en las comunidades fenicias extremo-occidentales, por su cercanía geográfica y el origen cultural común, deberíamos encontrar paralelos a los enterramientos de cánidos de la necrópolis gaditana. En realidad, la situación es más compleja, dándose de nuevo todas las circunstancias que venimos refiriendo. Tenemos documentada la presencia del perro desde los primeros momentos de la colonización fenicia. Generalmente, en contextos de habitación ésta es bastante reducida (Riquelme y Aguayo 2000: 1720; gráf. 6) y se explica por la naturaleza de animal doméstico del perro, que ayudaría al hombre en labores de caza o pastoreo; son los casos, entre otros, de los yacimientos del Castillo de Doña Blanca, Toscanos y Huelva. En los niveles correspondientes a los ss. VIII-VI a.C. en el Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María, Cádiz), el perro apenas si representa un 0’5% del total de mamíferos identificados. Los restos pertenecen a cuatro individuos de tamaño medio, procedentes de los niveles más antiguos y sin signos de haber sido consumidos (Morales et al. 1994: 40, 51-54). En la factoría de Toscanos el porcentaje de cánidos recuperado en niveles del s. VII a.C. sigue siendo minoritario respecto a otras especies. Se trata de ejemplares de tallas medias, que tampoco presentan trazas de consumo, hallándose representadas todas las partes del esqueleto (Cardoso y Gomes 1997: 109). Esta escasa representatividad, común a todos los yacimientos, se explica en el estudio sobre la fauna del yacimiento onubense de Puerto 6 porque no se trata de una especie de interés económico. Las características de los animales son similares a los ya descritos, se documentan animales de todas las edades, aunque la mayoría son adultos. Se trata de perros de tallas medias que los autores califican de “polivalentes”, utilizables tanto para la caza como para el pastoreo, señalando la presencia de un ejemplar que presenta una grave malformación anatómica en una pata, de lo que deducen su carácter de animal de compañía del hombre, sin cuyos cuidados difícilmente habría sobrevivido (Cereijo y Patón 1988-89: 228). Idénticas conclusiones se llega en el estudio del yacimiento vecino de Puerto 29, destacándose la ausencia de cortes en los cuatro restos conservados (Cereijo y Patón 1990: 90). Aunque de manera excepcional parece que pudo darse un aprovechamiento cárnico de la especie, según muestran los hallazgos del Cerro da Rocha Branca en Silves (Faro, Portugal). Procedentes de este yacimiento del sur de Portugal se han identificado una serie de vértebras pertenecientes a un mismo animal, una de ellas con huellas antrópicas –marcas de cuchillo– que evidencian el aprovechamiento cárnico del individuo, aunque no se reconocen señales de la acción de fuego. Los restos proceden del nivel inferior

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Ana Mª Niveau de Villedary y Mariñas

–fechado entre los ss. VII-VI a.C. – de una torre hueca que formaba parte del sistema defensivo del asentamiento y aparecieron junto a cerámicas de barniz rojo, cerámicas grises de Occidente y ánforas fenicias, en un contexto claramente oriental (Cardoso 1993: 115; Cardoso 2000: 322 y 325; Cardoso y Gomes 1997: 101-104, figs. 4-7). Por paralelos, sin ir más lejos los propios restos hallados en Almada (vid. infra), nos preguntamos, no obstante, si no nos hallamos en ambos casos ante la presencia de sacrificios propiciatorios con relación a la fundación de las factorías. En otras ocasiones, como en Lixus, además del aprovechamiento cárnico interesa la piel del animal. Entre la fauna recuperada en la fase II del Sondeo del Olivo se cita la existencia de un hueso de perro –un radio proximal derecho de un animal joven, con la diáfasis distal no soldada– que presenta un corte profundo debajo de la articulación, relacionándose esta marca con el aprovechamiento de la piel del animal (Aranegui ed. 2001: 203). No obstante, por la naturaleza tardía del hallazgo (la fase II del Sondeo del Olivo se fecha entre los ss. I a.C.-I d.C.) puede que estemos ante otras circunstancias culturales. En las excavaciones practicadas en la ladera sur del yacimiento se hallaron marcas de carnicería –incisiones en el cuello de una escápula– en un individuo procedente de los niveles fenicios (Aranegui ed. 2005: 231). No obstante, la especie es, como señalan los autores del estudio paleozoológico, minoritaria (Aranegui ed. 2005: 231) sin que podamos por tanto sacar conclusiones definitivas por la existencia de una única marca, señales que, además no se documentan sobre los restos de época púnica y mauritana (Aranegui ed. 2005: 233 y 238). Igualmente documentados están los hallazgos de esqueletos completos en contextos rituales y funerarios que normalmente nos remiten a época arcaica. De sacrificio propiciatorio (Martín Ruiz 2004: 61) o funerario se podrían calificar los restos descubiertos en un hipogeo fenicio de la necrópolis de Gibralfaro, en el casco urbano de Málaga (Pérez-Malumbres, Martín Ruiz y García Carretero 2003: 781-794). La ofrenda se deposita en el momento de la construcción del mausoleo, fechado hacia el siglo VI a.C., junto a la entrada del mismo y está formada por un perro adulto, de tamaño medio y una serie de recipientes, entre los que se citan dos ánforas fenicias “de saco” y una serie de objetos metálicos, todo ello cubierto con piedras. Según se desprende del estudio de los especialistas, el perro –no así el resto de los objetos– fue sometido a la acción del fuego, aunque no se consumió (Montero 2003: 792). Estos datos, junto al hecho de que el cráneo presente huellas de fracturación antrópica16, indican que nos hallamos ante un sacrificio de “holocausto”, el animal es sacrificado y quemado, apagándose la pira con el contenido de las ánforas17, que a continuación se fracturan; por último los restos se cubren mediante lajas de piedra para preservarlos y protegerlos. 16.  ¿Nos hallamos ante la clase de sacrificio condenado en el Antiguo Testamento? Vid. supra. 17.  Son numerosos los ejemplos donde está atestiguada la sacralización de un espacio mediante una libación, constatada arqueológicamente mediante la deposición de ánforas u otros recipientes relacionados con los líquidos (enócoes, copas, etc…); sin ánimo de ser exhaustivos citaremos como los más representativos el llamado “depósito de fundación” situado bajo uno de los muros de la “capilla” del tofet arcaico de Cartago, que contenía un conjunto de vasos griegos protocorintios –dos escifos, tres enócoes y un aspersor– (Lancel 1994: 38-39); procedente de un contexto similar bajo el más antiguo de los altares púnicos exhumados bajo la cimentación del templo romano en la ciudad de Carteia, se localizó una fosa de fundación sellada con un estrato quemado, donde se halló un ánfora MPA4 fracturada (Roldán et al. 2001: 33 y 37). Ánforas de diversas

¿Compañero en la muerte o guía hacia el más allá? El perro en la liturgia funeraria púnica SITIO

UBICA- CONCIÓN TEXTO

Castillo de Pto. Sta. domésDoña Blanca Mª, Cádiz tico

ESTRUC- CRONO- DISPOSITURA LOGÍA CIÓN vertederos

Factoría de Toscanos

Málaga

doméstico

zonas de habitación

C/ Puerto 6 y 29

Huelva

doméstico

zonas de habitación

Cerro da Silves, Rocha Branca Portugal

defensivo

depósito

ss. VIII- restos óseos VI a.C. varios s. VII a.C.

NÚMERO DE INDIVIDUOS

RITO OBSERVADO

cuatro

animal doméstico

restos óseos indeterminados animal doméstico varios

ss. VIII- restos óseos al menos tres VI a.C. varios

animal doméstico

ss. VIIVI a.C.

vértebras

uno

¿consumo/sacrificio propiciatorio?

radio proximal

uno

¿aprovechamiento de la piel?

ss. VIIVI a.C.

escápula

uno

¿aprovechamiento cárnico?

hipogeo

s. VI a.C.

esqueleto completo

uno

¿ofrenda funeraria u holocausto?

Sondeo del Lixus, domésss. I a.C.¿vertedero? Olivo Marruecos tico I d.C. Ladera Sur

109

Lixus, domés¿vertedero? Marruecos tico

Necrópolis de Gibralfaro

Málaga funerario

Necrópolis de La Joya

Huelva

funerario

inhumación en fosa

ss. VIIVI a.C.

esqueleto completo

dos

ofrenda funeraria

Cerro de la Tortuga

Málaga

cultual

depósito en cisterna

ss. VIIVI a.C.

esqueleto completo

uno

sacrificio ¿propiciatorio?

Quinta do Almaraz (I)

Almada, Portugal

¿ritual?

nivel inferior de un foso

s. VIII a.C.

hemimandíbulas

¿uno?

¿sacrificio propiciatorio?

Quinta do Almaraz (II)

Almada, Portugal

¿ritual?

nivel inferior ss. V-IV basurero a.C.

cráneo

uno

¿sacrificio propiciatorio?

Quinta do Almada, Almaraz (III) Portugal

¿ritual?

foso

ss. V-IV a.C.

esqueleto sin cabeza

uno

¿sacrificio propiciatorio?

nicho

¿s. III a.C.?

esqueleto completo

cinco

¿sacrificio propiciatorio/ ritual?

indeterminado

¿sacrificio y consumo ritual?

Edificio cultual

Carmona

cultual

Garvão

Ourique, Beja, Portugal

cultual

nivel inferior ¿esqueleto s. III a.C. depósito completo?

Tabla 7 : Hallazgos de cánidos en el Extremo Occidente. A partir de Niveau de Villedary y Ferrer 2004: fig. 7

En la necrópolis orientalizante de La Joya (Huelva), concretamente sobre la tumba 14, una sepultura de inhumación en fosa, se depositaron dos esqueletos de cánidos junto a fragmentos cerámicos rotos de antiguo de recipientes hechos a mano y a torno (Garrido y tipologías, fracturadas pero completas, se documentan también con frecuencia en los estratos más profundos de los pozos rituales de la necrópolis gaditana, generalmente bajo los niveles donde encontramos los perros sacrificados (Niveau de Villedary 2001: 222-223; Niveau de Villedary 2004: 404; n. 518).

110

Ana Mª Niveau de Villedary y Mariñas

Orta 1978: 40). Un contexto así descrito no es difícil interpretarlo, a la luz de los ejemplos antes citados, como una ofrenda ritual realizada sobre la tumba, en la que se celebraron rituales funerarios consistentes en la rotura ritual de recipientes cerámicos contenedores de ofrendas líquidas y en la deposición de los cadáveres de dos perros, al parecer completos y sin indicios de consumo. Hoy parece probado, a pesar de la poca rigurosidad de los datos publicados (Muñoz Gamberos 1964, 1996 y 2001), el carácter cultual del yacimiento malagueño del Cerro de la Tortuga18. En dicho santuario, por los restos encontrados, parece que tuvieron lugar sacrificios y ofrendas animales con relativa frecuencia. En la descripción de una estructura que hace Muñoz Gambero en la primera publicación sobre el sitio encontramos, de nuevo, la constatación de la práctica de sacrificio de cánidos en el mundo fenicio occidental. En este caso el esqueleto se hallaba en el nivel inferior de una cisterna19 junto a “cerámica de barniz rojo, morena, un cuenco ibérico sin decoración y tres tazitas pintadas en rojo brillante” (sic.), en un nivel superior se depositaron otra serie de fragmentos cerámicos “fragmentos atípicos de cerámica de barniz rojo, dos trozos de cerámica gris de las costas” (sic.). Debido a lo poco explícito de la descripción de los materiales, es difícil precisar la cronología del conjunto. Según Ferrer el santuario posiblemente estuvo en uso desde mediados del s. VI a.C., prolongándose su frecuentación, al menos, hasta el III a.C. (Ferrer 2002: 207). De naturaleza fenicio-púnica podemos también considerar los hallazgos de Quinta do Almaraz (Almada), junto al estuario del Tajo20. En dicho yacimiento está constatada la presencia del perro en tres conjuntos que, por sus especiales características se pueden calificar de “rituales” (Cardoso y Gomes 1997: 107, figs. 8-9). Ya al describir los hallazgos de Rocha Branca (Vid. supra), similares en cuanto a cronología y contexto a éstos –en los niveles inferiores de los fosos relacionados con las defensas de los asentamientos–, nos preguntábamos si no nos hallaríamos ante la presencia, en ambos casos, de sacrificios propiciatorios en relación con la fundación de las factorías. El primer conjunto de Almada está formado por dos hemimandíbulas de Canis familiaris depositadas deliberadamente de forma enfrentada en un foso relleno con otros restos óseos y materiales cerámicos, que ofrecen una cronología del s. VIII a.C. En el segundo caso también se deposita un cráneo en el fondo de un basurero relleno tanto por materiales cerámicos como por restos óseos de otros mamíferos, aunque en este caso la datación que ofrece la tipología cerámica es posterior, en torno a los ss. V-IV a.C. La misma cronología atribuye su excavador al tercer conjunto, compuesto por un esqueleto casi completo, al que le falta la cabeza, que apareció en un foso junto a otros restos de cráneos y mandíbulas de cánidos y de huesos de otras especies, dispuestos éstos en conexión anatómica. En ninguno de los casos se aprecian signos de consumo. 18.  Un intento de sistematización del yacimiento y su funcionalidad en Ferrer 2002: 206-207. 19.  La estructura, que su excavador denomina “silo”, es descrita de la siguiente manera:“se presenta revestido de estucos desde el filo de la base de los muros y la roca viva hasta el fondo, siendo éstos de buena calidad, hechos de cal y arena de río (…) con una profundidad máxima de 4 metros, ocho estratos todos estériles menos el último (VIII) y el IV” (Muñoz Gambero1964: 171-172) 20.  Hoy está fuera de toda duda la colonización fenicia, primero intuida, de la costa portuguesa, reconociéndose cada vez un número mayor de factorías orientales, amén del fuerte impacto orientalizante en buena parte de los asentamientos de los estuarios y cursos bajos de los ríos, Cf. Arruda 2002.

¿Compañero en la muerte o guía hacia el más allá? El perro en la liturgia funeraria púnica

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Por último, tenemos constatados sacrificios de cánidos en dos yacimientos del interior, aunque en contextos de indiscutible naturaleza púnica. Las excavaciones llevadas a cabo en 1999 frente a la Iglesia de San Felipe en Carmona (Belén y Lineros 2001: 125) sacaron a la luz lo que se ha interpretado como un edificio de culto. Bajo un potente nivel de rellenos del s. II a.C., fechado por la presencia de cerámicas campanienses, se descubrieron tres estancias excavadas en la roca, con entradas independientes pero comunicadas por el interior. A la izquierda de la entrada a la habitación trasera, se excavó en la roca un nicho rectangular sobre el que se hallaron superpuestos, en conexión anatómica, los esqueletos de cinco perros de pequeño tamaño (Belén y Lineros 2001: 127-128). Por su parte, el depósito votivo de Garvão (Ourique, Beja), un bothros datado en los siglos IV-III a.C. perteneciente al santuario del Cerro do Castelo (Beirão et al. 1985; Beirão et al. 1985-86; Cardoso y Gomes 1997: 105 y 107), ha sido contextualizado en un ambiente cultural muy próximo al mundo púnico, en el que se rinde culto a una divinidad femenina identificable en muchos aspectos con Astarté-Tanit. Los huesos de perro, la tercera especie más representada según los análisis faunísticos (15% del total), presenta las mismas características que las restantes especies (suidos, bóvidos, ovicápridos) en lo referente a la muerte violenta. Los restos conservados indican que la muerte, violenta y ritual, se produjo por aplastamiento del cráneo del animal, hecho que de nuevo nos remite al texto de Isaías (III, 66, 3) (Vid. supra). En determinados trabajos se apunta asimismo la posibilidad del consumo de estos animales sacrificados (Cardoso y Gomes 1997: 105), aunque no deja de ser una hipótesis no contrastada. Además de la presencia de cánidos entre la fauna, es destacable, como en alguno de los pozos de Gadir, la rotura intencionada de gran cantidad de recipientes cerámicos, así como la deposición de un cráneo humano trepanado en el estrato más profundo del bothros, que sus excavadores han interpretado como un ritual de sacralización o de fundación del depósito, anterior a la deposición de los objetos rituales (Beirão et al. 1985: 45). 2.3. El perro y la muerte. Posibles significados e interpretación de los hallazgos En aquellos momentos, tras el análisis de los ejemplos reconocidos, llegamos a la conclusión de que dada la gran variedad de contextos y situaciones documentadas el único elemento común, prácticamente, era la propia presencia del perro (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: 75). En algunos casos aparecen en basureros de zonas de habitación, pero sobre todo los encontramos en lugares cultuales o de funcionalidad ritual (depósitos y bothroi varios e incluso los propios cementerios de perros) y en ambientes funerarios (en las propias tumbas, como ofrendas funerarias, en bothroi o pozos, etc). Esta variedad se refleja, a su vez, en la heterogeneidad de los ritos documentados, puesto que se conocen desde individuos muertos de forma natural, pero enterrados con tal cuidado como si de humanos se tratase, hasta animales consumidos –o presuntamente consumidos–, procedentes tanto de contextos sacro-funerarios como de habitación, pasando por toda una suerte de perros sacrificados y ofrecidos a la divinidad en diferentes contextos y con diversos significados también –sacrificios funerarios, propiciatorios, etc.–; pero de todos ellos se infiere el especial significado que en el mundo semita tuvo esta especie determinada en unos rituales también concretos.

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Entonces nos preguntábamos el porqué de la elección del perro y si esta especie estaría vinculada con alguna divinidad en particular (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: 75). En relación con estas cuestiones se sugerían varias explicaciones, aunque ninguna de ellas resultaba completamente convincente. Comenzábamos recordando que en muchas culturas orientales el perro se asocia con frecuencia al culto de ciertas divinidades, sobre todo con poderes curativos o mágicos. Al perro se le suponen poderes curativos por su propia naturaleza, ya que es él mismo “el que se lame las heridas y llagas y sana” (Day 1984: 28). En estas creencias, fundamentalmente en las prácticas mesopotámicas y ugaríticas, posiblemente se pueda encontrar el germen de todo el desarrollo ritual posterior. Entre las tentativas de explicar el significado religioso del perro, una de las teorías que más llaman la atención es la del descubridor de Ascalón, Stager, que en su afán de dar una explicación al extenso cementerio canino documentado en la antigua ciudad desarrolla una hipótesis que cuando menos se puede calificar de curiosa. En primer lugar se pronuncia por el origen fenicio del culto21 que relaciona con el dios Reshef-Mukol, divinidad un tanto oscura, con connotaciones salutíferas, cuyo culto está documentado en Chipre y que en Grecia se asimila a Apolo-Amuclos. Ambas divinidades presentan la misma personalidad bipolar, en cierto sentido contradictoria, pues son “Señores de las plagas” al tiempo que de la salud; funciones que posteriormente adoptan sus respectivos hijos, Eshmun y Asclepios (divinidad, de nuevo, asociada al perro). El dios Reshef-Mukol es conocido también en los textos ugaríticos y arameos como “Señor del inframundo”, relacionándosele con el mesopotámico Nergal, paredro de Gula –de nuevo encontramos a Reshef-Mukol relacionado de alguna manera con el perro–. Pero es la relectura literal de la placa de Kition la que da forma a la teoría de Stager. En Kition, Reshef-Mukol aparece junto a Astarté en los templos dedicados a la diosa donde se desarrollaron cultos relacionados con la fertilidad y en los que sabemos que se practicó la prostitución sagrada (Jiménez Flores 2001: 28; n. 84). Frente a la traducción comúnmente admitida de las palabras klbm y grm, por “prostitutos masculinos” y “muchachosprostitutos”, Stager propone que en la inscripción de Kition ambos términos se utilizaran con su significado original, es decir “perros” y “cachorros”22, y que éstos, al igual que el resto de los servidores del templo citados en el texto, estarían al servicio de los dioses en los santuarios con determinadas funciones. Como tales servidores recibirían un pago por sus servicios, se les reservaría un lugar para vivir en los mismos edificios de culto y al morir se les enterraría en lugares especialmente dedicados a este fin, probablemente 21.  Para Stager se trata, sin duda, de un culto de origen fenicio, pues a pesar del carácter abierto del puerto de Ascalón, en el que durante el periodo fenicio-persa conviven numerosas culturas (griegos, fenicios, egipcios y persas entre otros), es la cultura fenicia –material, religiosa, etc. – la que domina, por lo tanto para el autor los únicos con suficiente peso para desarrollar un culto de tal envergadura serían los fenicios (Stager 1991: 33). 22.  La misma traducción se propone para el pasaje bíblico en el que se condena la práctica de la prostitución sagrada en los alrededores del templo de Jerusalén: “No habrá hieródula entre las hijas de Israel, ni existirá hieródulo entre los israelitas. No dejarás entrar salario de prostituta, en cumplimiento de un voto, paga de prostituta ni precio de perro en la casa de Yahveh, tu Dios, por un voto cualquiera, porque ambos a dos son una abominación para Yahveh tu Dios” (Deuteronomio 23: 18-19). El término original traducido por “prostituto masculino” es “perro” (klb, plural klbm), que Stager cree que hay que traducir literalmente, por lo que de nuevo nos encontraríamos, como en Kition, ante un culto específico en el que intervienen perros (Stager 1991: 35-36), en este caso en las proximidades de Jerusalén; es evidente que Stager piensa en Ascalón…

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en las cercanías del propio templo. Aquí tendríamos la explicación a los cementerios de cánidos, se trataría de los perros utilizados en los ritos de culto de Reshef-Mukol. Para el autor, se trataría de un culto “efímero” –al menos con las proporciones que adopta en la primera mitad del s. V a.C.–, dado que los hallazgos de Ascalón se fechan en un periodo de tiempo bastante corto, no más de 50 años (Gore 2001: 113). Aunque atractiva, la explicación de Stager adolece de apoyos argumentales sólidos para ser aceptada sin reservas, aunque abre una sugestiva vía de estudio. Lo que sí parece más probable es que junto a este ritual salutífero en el que intervienen perros se practicase la prostitución sagrada en los mismos templos –en este caso con relación a los ritos de fertilidad vinculados a Astarté–, como se desprende tanto de la inscripción de Kition, como del pasaje del Deuteronomio (vid. nota 22). La asociación culto a Astarté–prostitución sagrada­–perro, se observa igualmente en el santuario de Eryx en Sicilia23, donde en algunos de los vasos pintados procedentes del sitio se representan perros; tipo que adoptan, además, las emisiones monetales de la propia Eryx y de la vecina ciudad de Segesta (Holleman 1989: 228). Aun admitiendo sin reservas los razonamientos de Stager, éstos sólo explicarían los hallazgos de Oriente, al menos como hipótesis de partida, pero no los hallazgos occidentales donde la mayoría de los perros muestran signos de muerte violenta, o lo que es lo mismo, han sido sacrificados. Si nos atenemos al versículo del libro III de Isaías donde el profeta arremete contra cierta clase de expresiones religiosas, podríamos aventurar que en Oriente el sacrificio de cánidos era conocido y practicado por algunos pueblos (Isaías III, 66: 3); es más, si interpretamos dicho versículo al pie de la letra, el sacrificio se realizaría mediante el estrangulamiento o desnucamiento de la víctima, tal y como muestran algunos de los hallazgos que hemos descrito. Aunque como ya hemos advertido conviene tener ciertas precauciones ante lecturas literales de la Biblia24 Por otra parte, en el mundo clásico los sacrificios de perros se han relacionado con el culto a la diosa Hécate, de probable origen oriental. En un trabajo publicado en el año 1992, West analiza las concomitancias entre Hécate y la “diablesa” mesopotámica Lamashtu, que a su vez relaciona con la ugarítica klbt ‘ilm, curioso personaje que define como “monstruo canino de género femenino” (West 1992: 383-384). De la confrontación destaca, sobre todo, el carácter ambivalente –en ocasiones contradictorio– de las atribuciones de estas diosas, por una parte en relación con la salud, pero en contrapartida son también diosas de la enfermedad; se las invoca en rituales apotropáicos, porque a su vez son divinidades ctónicas con poderes demoníacos y una estrecha relación con la muerte y el Más Allá. A Hécate se la describe, entre otros, con los siguientes epítetos: “diosa ctónica y soberana de la muerte”, “espíritu de la tumba que se regodea en las almas de los muertos” (West 1992: 373). Como hemos señalado anteriormente, esta misma ambivalencia es la que caracteriza tanto al Apolo preclásico como al fenicio Reshef-Mukol. Y al igual que ocurre con éstos, también existe una relación estrecha entre las diosas y los perros; es más, la misma divinidad se presenta frecuentemente bajo la forma de perro (“enorme 23.  El santuario era famoso en la Antigüedad por estas prácticas que se perpetúan en época romana bajo la advocación de Venus Ericina (Jiménez Flores 2001: 16; n. 22). 24.  Vid. nota 7.

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perra negra”), con cabeza de perro o acompañada por éstos (West 1992: 374-375). A la diosa, además, se le ofrecen sacrificios de cánidos. Plutarco cuenta que los griegos sacrifican perras a Hécate, animales que se dejan en las encrucijadas “como alimento para la ctónia Hécate” (Cuest. Rom. 52 y 111); un sentido especial, que recuerda a los rituales mesopotámicos de los perros de Gula, tienen los sacrificios de cachorros (Cuest. Rom., 68) que tienen lugar durante el desarrollo de ritos purificatorios. West piensa que la asociación recurrente del perro con Hécate, Lamasthu y Gula, no responde a una casualidad, ya que en todos los casos existen similitudes evidentes en la estructura del ritual y los motivos (West 1992: 376). Existe otra serie de prácticas relacionados con el culto a la divinidad mesopotámica que no podemos dejar de mencionar, por las similitudes que presentan con ciertos hallazgos de la necrópolis gaditana: hablamos en concreto de la asociación perro-cráneo humano de algunos pozos, que nos remite a rituales mágicos y prácticas necrománticas en las que intervienen huesos humanos y de cánidos –preferentemente negros (West 1992: 374-375)–; o a la frecuencia con que junto al perro se sacrifican caballos o asnos, animales también relacionados con la diosa griega y su precedente oriental. En este sentido es interesante comprobar que el caballo de Hécate tiene su equivalente oriental en el burro de Lamasthu, sobre el que se representa con frecuencia a esta divinidad (West 1992: 377-378). Centrándonos en nuestro ámbito de estudio cabría entonces interrogarse sobre la posibilidad de que el “équido de pequeña envergadura” del que hemos hablado al describir uno de los hallazgos de la necrópolis gaditana se pueda tratar de un burro sacrificado. En definitiva, es el carácter apotropáico y ctónico de ambas divinidades, junto a la presencia constante de perros junto a ellas, lo que nos lleva a plantear la posible relación de este culto con los hallazgos occidentales en general y de la necrópolis gaditana en particular. Existen otras divinidades relacionadas en cierto modo con perros. Algunas navajas halladas en la necrópolis de Cartago reflejan la relación de Melqart con este animal. Sobre una ellas se representa a Heracles-Melqart joven, cubierto con la leonté, con un perro a los pies que le tiende una pata. Para C. Picard, esta iconografía es un problema difícil de resolver y puede tener relación con el perro de Gula, paredro de Nergal y diosa de la salud. Se basa en un texto de Ugarit en el que, en relación con Reshef, Melqart al parecer usurpa las funciones de vivifica­dor y de dios de los muertos; en éste también aparece mencionada una cierta dms, que es una emanación de Gula, y puede ser, en consecuencia, el origen de esta represen­tación del perro junto a Melqart (Picard 1965-66 : 111). Otra posibilidad, para Picard, es que el perro haga alusión a la leyenda tiria que atribuye a este animal el honor de haber revelado a Melqart las propiedades de la púrpura, de ahí que se representen juntos y que el murex y el perro sean los tipos monetales de esta ciudad (Picard 1965-66  : 111). En otra navaja procedente de la necrópolis de Dar el Morali, datada a fines del siglo IV a.C., se representa a un perro entre las piernas de Hermes, la divinidad psicopompa conductora de los difuntos en el Más Allá (Picard 1965-66 : 52; fig. 53.). Estos ejemplos insisten en el papel benefactor y protector de los cánidos en el tránsito hacia la vida de ultratumba, actuando como guardianes del sepulcro-morada, acompañantes de los difuntos en el viaje hacia la ciudad de los muertos o como ofrenda propiciatoria y agradable a los dioses (Niveau de Villedary y Ferrer 2005: 1185-1186).

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Finalizábamos aquel primer trabajo con una reflexión sobre la cuestión del consumo de carne de perro, pues pensamos que la tan aludida carencia de textos relativos a la civilización fenicio-púnica ha provocado que las escasas referencias que nos han llegado sean en algunos casos sobrevaloradas; en este caso concreto creemos que se ha abusado en exceso del texto de Pompeyo Trogo, seguramente por la particular naturaleza de la noticia, en relación con costumbres tan reprobables para la mentalidad grecorromana como son los sacrificios humanos o el consumo de carne de animales que como el perro no están en principio destinados a tal fin. Que el consumo de carne de perro estuviera documentado en Cartago no implica que cualquier hallazgo haya de relacionarse automáticamente con esta costumbre y quizás en algunos de los casos contemplados las marcas antrópicas sean debidas a la inmolación del animal y no a su aprovechamiento cárnico –por ejemplo, creemos que en Rocha Branca–. De cualquier forma y en consonancia con las fuentes textuales, los casos más probables de consumo de perro remiten al entorno directamente cartaginés. Para empezar, se trata de una práctica que no se documenta en Oriente, mientras que, por el contrario, casi todos los casos de los que tenemos noticia coinciden con el área de influencia directa de Cartago (Ibiza, Cartagena, Cerdeña). Cronológicamente25 se empieza a documentar en el s. V a.C. aunque la máxima difusión se alcanza en la segunda mitad del s. III a.C., en contextos que podríamos definir como bárcidas (necrópolis gaditana, vertederos de Ibiza y Cartagena). Si este hecho es una circunstancia casual o responde a una razón concreta, es algo para lo que aun no tenemos respuesta, aunque apostamos porque en todos o la gran mayoría de los casos, se tratase de un “consumo ritual”. En suma, acabábamos nuestro trabajo reflexionando sobre los numerosos interrogantes que planteaba la cuestión, dejando abierta una explicación más satisfactoria a la presencia de perros en el ritual religioso y funerario a lo que pudiesen deparar futuros hallazgos. 3. LOS NUEVOS HALLAZGOS Tres años después de la redacción del aludido trabajo (Niveau de Villedary y Ferrer 2004), el panorama gaditano se ha enriquecido de forma ostensible debido a la información proveniente de tres recientes intervenciones arqueológicas que confirman el carácter ritual de los hallazgos y, en principio, descartan el consumo de carne de perro. La mayor novedad respecto a los ejemplos conocidos que hemos descrito en las páginas anteriores, es que ahora contamos con información gráfica y documental directa de los hallazgos, que se han podido estudiar in situ, gracias a la amabilidad y disponibilidad de sus excavadores26.

25.  No obstante también hay que tener presente que el perro ha intervenido en la dieta del hombre desde siempre, como demuestran los numerosos ejemplos de la Prehistoria europea (Cardoso y Gomes 1997: 91-99). 26.  Queremos agradecer a los directores y técnicos arqueólogos de estas intervenciones que nos hayan ofrecido para su estudio materiales y documentación gráfica, la mayor parte de las veces inédita, facilitándonos el trabajo tanto in situ como posteriormente en el laboratorio. En concreto a la empresa Arqueogades S.L. y, en especial, a F.J. Sibón, I. Córdoba, F.J. Blanco, I. Legupín, R. Belizón, V. Gómez, R. Tubío y P. Bueno.

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UBICACIÓN

CONTEXTO

ESTRUCTURA

CRONO- DISPOSILOGÍA CIÓN

Hotel Barceló-Cádiz (2005)

Cádiz

ritualestructura s. II a.C. funerario cuadrangular

Hotel Barceló-Cádiz (2005)

Cádiz

ritualfunerario

Bodegas Abarzuza (2005)

Cádiz

«Ciudad de la Justicia» (2005-06)

Cádiz

NÚMERO DE RITO INDIVIDUOS OBSERVADO

esqueleto completo

uno

sacrificio ¿propiciatorio?

pozo ritual

s. III a.C. mandíbula

uno

¿animales consumidos?

ritualfunerario

pozo ritual

s. III a.C.

esqueleto completo

tres

sacrificio ctónico

ritualfunerario

pozo ritual

s. III a.C.

esqueleto completo

cuatro (quizás más)

sacrificio ctónico

Tabla 8 : Nuevos hallazgos de cánidos en el solar de la ciudad de Cádiz.

La similitud que presentan algunos de estos conjuntos permite suponer que no debieron ser únicos, pues al menos dos de ellos responden a pautas muy similares, mientras que en el tercero de los casos descritos el hallazgo guarda ciertas concomitancias con algunos de los ya conocidos. Esta circunstancia nos hace pensar que en momentos anteriores de la investigación un registro poco cuidadoso ha debido suponer la pérdida irremediable de datos contextuales fundamentales a la hora de dibujar los rituales y ceremonias en los que participaron los perros y que, por tanto, los ejemplos debieron ser mucho más numerosos que los que han llegado hasta nosotros. 3.1. Hotel Barceló-Cádiz. Tipo 2 y Tipo 3 Los dos primeros hallazgos proceden de un solar de casi novecientos metros cuadrados que fue objeto de una intervención arqueológica preventiva entre los meses de febrero y mayo del año 2005, de forma previa a la construcción de un hotel de nueva planta (Blanco y Bueno 2005). De los resultados de los trabajos se desprende que nos hallamos ante una zona de la necrópolis romana más tardía (ss. II-IV d.C.), algo alejada de la clásica, aunque dentro de los límites conocidos (FIG. 3, 1), por lo que no se documenta una gran densidad de enterramientos que en este caso en concreto se limitan a veinte inhumaciones y dos incineraciones (Blanco y Bueno 2005: 36). No obstante, junto a los enterramientos aparecen como viene siendo habitual otra serie de construcciones de época anterior (tardopúnica y republicana), que aunque no están directamente relacionadas con las estructuras funerarias (es decir, no se trata de tumbas), sin embargo sí parecen imbricarse dentro del espacio funerario: un pozo, una estructura de sillares y sillarejos, los restos de una pileta y algunas ánforas dispuestas verticalmente, al parecer con una función delimitadora (Niveau de Villedary 2001: 190). En dos de estas construcciones se ha podido documentar la presencia de Canis familiares. El pozo responde al patrón habitual de estas estructuras en la necrópolis. Está fabricado con un mampuesto de piedra menuda y plana caliza de tipo local (“piedra ostionera”),

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FIGURA 3: Plano de la ciudad de Cádiz con la localización de los yacimientos en los que se ha documentado la presencia de perros a partir de 2003. Con círculos hallazgos en el interior de pozos. Con cuadrados animales asociados a otras estructuras. 1. Hotel Barceló-Cádiz (Avda. Andalucía e/ Avda. Portugal). 2. Bodegas Abarzuza (Avda. Portugal e/ Avda. Juan Carlos I). 3. “Ciudad de la Justicia”.

trabadas con mortero de cal. El diámetro interior no supera el metro diez y el freático se localiza a nueve metros de profundidad. El interior se encuentra relleno de arena dunar amarillenta muy suelta y bastante limpia. Apenas si se pudieron recoger algunos fragmentos cerámicos que fechan el relleno hacia finales del s. III – comienzos del II a.C., un pitorro y una base de un askos aviforme, algunos bordes y fondos de ánforas púnicas (T-8.2.1.1.), un plato de la forma “Kuass” III, para la que hemos supuesto una posible función ritual, etc. Aproximadamente a una profundidad de siete metros apareció el esqueleto completo de un mamífero, al parecer un bóvido, y la mandíbula de un cánido (Blanco y Bueno 2005: 15). El otro hallazgo se produjo al levantar las piedras que constituían una estructura edilicia de función desconocida. La construcción, formada por una lechada de piedras calizas de roca ostionera (sillarejos pequeños y algunos sillares) bien dispuestas, se detectó en el ángulo del solar entre la Avda. de Andalucía y la medianera del edificio colindante, que la había destruido parcialmente. Bajo las piedras apareció el esqueleto de un perro tendido (LÁM. I). Los restos presentan conexión anatómica, aunque le faltan los cuartos traseros. Los materiales asociados permiten fechar el conjunto, aproximadamente, en la primera mitad del s. II a.C.: cerámica púnica pintada a bandas, campaniense A (destacando una base estampillada con roseta) y un borde de ánfora gaditana MPA4 (T-12.1.1.1.).

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LÁMINA I: Esqueleto de Canis familiaris bajo estructura indeterminada de piedras. Fotografía: Paloma Bueno Serrano.

3.2. Bodegas Abarzuza. Tipo 1 y 3 También en el año 2005 durante las labores arqueológicas preceptivas previas a la construcción de un bloque de viviendas de nueva planta, se excavó un solar de grandes dimensiones ubicado en la esquina entre las Avenidas de Portugal y Juan Carlos I, donde se levantaban las antiguas bodegas Abarzuza, extramuros de la ciudad de Cádiz (FIG. 3, 2). Se trata, como en el caso anterior (de hecho son solares muy próximos), de una de las zonas limítrofes de la necrópolis, cercana a la antigua línea de costa (Córdoba 1999: 343). Aunque se advierte una menor densidad de uso, en los últimos años se está revelando que en la Antigüedad la zona estuvo plenamente dedicada a usos rituales y funerarios (Legupín y Belizón 2005: 1). En esta área de la necrópolis se constata de nuevo la estructuración funcional (y, seguramente, simbólica) del espacio funerario que venimos defendiendo desde hace años (Niveau de Villedary 2001: 190; fig. 2). Mientras que en la mitad sur del solar se concentran un gran número de enterramientos púnicos y romanos, de manera que llegan incluso a superponerse (Legupín y Belizón 2005: 2), al norte se extiende un amplio terreno estéril, a excepción de dos pozos de construcción púnica. Ambas zonas se encuentran separadas por una alineación (NW-SE) de una treintena de ánforas de tipología púnica cortadas por la mitad y clavadas en la arena.

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FIGURA 4: Sección del pozo 2 de las antiguas bodegas Abarzuza. Dibujo: Ana Mª Niveau de Villedary a partir de los dibujos de campo de Ricardo Belizón Aragón.

El pozo 2, el que ha proporcionado los hallazgos que nos interesan, se localiza en el extremo norte del solar. Como es habitual, se construye de forma cuidadosa con mampuestos, piedras planas de erosión litoral de pequeño y medio tamaño. Debido a la estrechez de la boca que no llega a los 90 cm. de diámetro interior y por razones de seguridad no se pudo llegar al freático, pudiéndose excavar poco más de cuatro metros. En el interior del pozo se han diferenciado cinco niveles en virtud de las características del terreno y los materiales hallados (FIG. 4). El último relleno es un potente estrato de cerca de dos metros y medio compuesto por tierras castañas estériles en las que no aparecen materiales arqueológicos, tan sólo pequeñas piedras aisladas. A continuación se aprecia una agrupación de piedras de tamaño medio y grande que sellan por completo el depósito inferior formado por tierras claras anaranjadas y que es donde tienen lugar los hallazgos que pasamos a describir. A medio metro de donde aparecieron las piedras empieza a vislumbrarse una acumulación de fragmentos anfóricos que parecen pertenecer a la misma pieza y sobre éstos, los restos desmembrados de dos cánidos (cánido 1 y cánido 2) (LÁM. II). Tras retirar los restos y bajo una capa de arena limpia, aparece el esqueleto completo de un perro de gran tamaño (cánido 3), en este caso sin materiales cerámicos asociados, tan sólo acompañado por una gran concha marina fósil y algunas piedras pequeñas (LÁM. III). Debajo de este individuo, entre piedras de tamaño apreciable, se advierten los restos, muy mal conservados (apenas si han llegado a nosotros el cráneo y algunos huesos más), de un animal

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LÁMINA II: Restos óseos de los cánidos 1 y 2 entre fragmentos anfóricos. Pozo 2. Bodegas Abarzuza. Fotografía: Isaac Legupín Tubío y Ricardo Belizón Aragón.

LÁMINA III: Esqueleto del cánido 3. Pozo 2. Bodegas Abarzuza. Fotografía: Isaac Legupín Tubío y Ricardo Belizón Aragón.

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LÁMINA IV: Restos de un pequeño cerdito. Pozo 2. Bodegas Abarzuza. Fotografía: Isaac Legupín Tubío y Ricardo Belizón Aragón.

de pequeño tamaño, inicialmente atribuidos a un perro (cánido 4) pero que el estudio paleozoológico ha determinado que corresponden a un lechón27 (LÁM. IV). A continuación nos encontramos con un potente estrato formado por restos malacológicos, fundamentalmente navajas28 y bajo éstos una concentración de material cerámico entremezclado con piedras: ánforas locales y centromediterráneas, cuencos, ollas, cerámica pintada. El último nivel está compuesto por las tierras compactas de coloración gris-verdosa por el contacto con el freático que, por razones de seguridad, no se alcanza. 3.3. «Ciudad de la Justicia». Tipo 1 y 3 Muy similar al ejemplo descrito en el epígrafe anterior es el último de los hallazgos contemplados. El pozo en cuestión se halló durante los trabajos arqueológicos realizados entre agosto de 2005 y marzo de 2006 en el solar donde se ubicará la “Ciudad de La Justicia” futura sede de los juzgados de la capital gaditana. Se trata de un amplio terreno de más de ocho mil metros cuadrados situado en el barrio de San Severiano, extramuros de la ciudad, lindando con las calles Tolosa Latour, Granja San Ildefonso y Brunete, en plena necrópolis fenicio-púnica y romana29 (FIG. 3, 3). 27.  Estudio en curso por parte de Juan Vicente Morales Pérez a quien agradecemos el adelanto de estos datos preliminares. 28.  No es la primera vez que en el interior de alguno de los pozos rituales gaditanos se excavan espesos estratos formados por estos moluscos (Solen marginatus). Que conozcamos, el hecho está documentado al menos en otros dos depósitos: en el estrato 2 del pozo 3 de la Tesorería de la Seguridad Social (Niveau de Villedary 2006b: 105 y 114; Lám. III) y el pozo que describimos a continuación. 29.  De hecho, el solar en cuestión se incluye dentro del Grado 1 en el PGOU de la ciudad de Cádiz, correspondiente a las zonas de alta densidad arqueológica (B.O.P. de Cádiz nº 287, 14 de diciembre de 1995, pág. 31).

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FIGURA 5: Sección del pozo 4 de la “Ciudad de la Justicia”. Dibujo: Ana Mª Niveau de Villedary.

El pozo (denominado pozo 4) se localiza en el sector suroeste del solar y se excava en el estrato geológico de arcilla roja cuaternaria, que es donde se sitúan los enterramientos de épocas púnica (fundamentalmente ss. IV y III a.C.) y republicana (s. II a.C.). Como la gran mayoría de estas estructuras se trata de un pozo careado cuya fábrica está realizada a base de pequeños mampuestos y algunas piedras planas de erosión litoral, colocadas cuidadosamente (FIG. 5). En el momento de su aparición el brocal presenta un diámetro interior de aproximadamente un metro, aunque a medida que se va excavando el diámetro aumenta progresivamente. Las tierras que lo rellenan son arenas finas de color amarillento, muy húmedas. Bajo el primer estrato que se corresponde con una potente capa de arenas limpias de aproximadamente un metro y medio de espesor, comienzan a documentarse fragmentos de ánforas púnicas (MPA4 evolucionadas) y algunos huesos, posiblemente de perros. Conforme se baja se advierten grandes fragmentos de ánforas de tipología púnica-gaditana: T-12.1.1.1 y T-8.2.1.1., con una cronología inequívoca en torno a la segunda mitad del s. III a.C. Seguramente se trata de varios ejemplares completos, aunque fragmentados intencionadamente. A la misma cota, pegado al perfil sur del pozo empiezan a vislumbrarse huesos de perros. Se desconoce si éstos aparecen desmembrados o en conexión anatómica, (LÁM. V), al parecer porque los cuerpos no se disponen horizontalmente sino

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LÁMINA V: Restos anfóricos y de animales (¿perros?) de los niveles superiores del pozo 4. “Ciudad de la Justicia”. Fotografía: Ignacio Córdoba Alonso.

que aparecen con las patas hacia arriba. Tampoco sabemos con exactitud el número de individuos inhumados, aunque creemos que al menos serían dos. Una vez retirados los huesos siguen apareciendo ánforas fragmentadas y en muchísima menor proporción otras formas de cerámica común (LÁM. VI). A continuación, en un nivel por lo demás estéril, aparece el esqueleto completo y tendido de un perro de grandes dimensiones. En la pared opuesta aunque en el mismo nivel se localizó una piedra pulimentada, que hemos interpretado como un betilo o bien un exvoto betiliforme (LÁM. VII) por paralelos con contextos votivos cartagineses en los que se depositan cantos rodados de río o marinos como ofrendas (Rakob 1998: 30; n. 74). Inmediatamente después de este primer perro aparece otro esqueleto completo, también acompañado de una piedra betiliforme. De nuevo, como los perros más superficiales, pegado al perfil del pozo y con las patas hacia arriba. En el lado opuesto del pozo se excavan otros dos ejemplares, cubiertos con grandes galbos de ánforas locales. En este caso son ejemplares de menor tamaño y aparecen con las cabezas enfrentadas (LÁM. VIII). Llegado a este punto el pozo hubo de ser vaciado rápidamente por motivos de seguridad debido a las inclemencias metereológicas, aunque sabemos que siguieron apareciendo fragmentos cerámicos (sobre todo ánforas) y huesos de animales, entre ellos posiblemente un cerdo, una gran cantidad de caparazones de navajas, varias vértebras de pescado de tamaño considerable pertenecientes a atunes o corvinas y los restos de una

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LÁMINA VI: Materiales cerámicos (ánforas gaditanas y cerámica común púnicogaditana). Pozo 4. “Ciudad de la Justicia”. Fotografía: Ignacio Córdoba Alonso.

LÁMINA VII: Esqueleto del cánido 1. Pozo 4. “Ciudad de la Justicia”. Fotografía: Ignacio Córdoba Alonso.

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LÁMINA VIII: Restos óseos de los cánidos 2, 3 y 4 (éstos dos últimos con los cráneos enfrentados). Pozo 4. “Ciudad de la Justicia”. Fotografía: Ignacio Córdoba Alonso.

posible ave. A esta altura, a más de cinco metros desde el brocal, se empieza a advertir la roca natural en los laterales. Desconocemos la profundidad total de la estructura, puesto que no se llega al nivel freático. 4. LOS SACRIFICIOS DE CÁNIDOS A PARTIR DE LAS NUEVAS EVIDENCIAS En principio, el primero de los hallazgos descritos (mandíbula de un cánido en los niveles inferiores de un pozo) se incluiría en el que hemos considerado Tipo 3. Huesos sueltos que aparecen en el interior de los pozos y fosas rituales, entremezclados con otros restos orgánicos y materiales, producto posiblemente de sacrificios que tienen lugar en el ámbito funerario. Aunque no existen indicios ni a favor ni en contra, no se puede descartar (o afirmar) a priori que nos encontremos ante animales consumidos en los festines funerarios. Por su parte, el perro aparecido bajo la estructura indeterminada nos recuerda a otros hallazgos gaditanos –los incluidos en el Tipo 2 (animales en conexión anatómica asociados a estructuras edilicias varias)– y no gaditanos, por ejemplo los ejemplares portugueses de Almada y Cerro da Rocha Branca. Todos los ejemplos contemplados nos llevan

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a pensar en animales sacrificados y ofertados con intencionalidad propiciatoria en ritos fundacionales o de sacralización. Ahora bien, tras el análisis de los dos últimos pozos excavados, el panorama se aclara de forma manifiesta, toda vez que por primera vez se cuenta con información segura sobre las estratigrafías de los rellenos de este tipo de pozos que se caracterizan por las ofrendas de perros sacrificados, tipo que con anterioridad sólo conocíamos por referencias orales o, en el mejor de los casos, como el pozo A de la zona H de la Plaza de Asdrúbal (FIG. 2, 1), por la publicación de la sección de la estructura (Muñoz 1991: 90; fig. 3). Ahora conocemos la situación exacta de los hallazgos, la disposición de los restos, los materiales que los acompañaban, etc.; sin olvidarnos de la posibilidad que se nos brinda de realizar análisis paleozoológicos, actualmente en curso30. 4.1. Los animales en conexión anatómica. Sacrificios principales vs. sacrificios secundarios Retomando el esquema que venimos siguiendo en el análisis de estas estructuras, los pozos de las Bodegas Abarzuza y de la “Ciudad de la Justicia” corresponderían al denominado Tipo 1, es decir, animales en conexión anatómica que aparecen en el interior de pozos. Hasta aquí estamos de acuerdo con la clasificación anteriormente propuesta, ahora bien, antes pensábamos que los perros aparecían en los niveles inferiores de los pozos y, por tanto, los interpretamos como ofrendas de sacralización o depósitos fundacionales, mientras que los ejemplos de Bodegas Abarzuza y “Ciudad de la Justicia” muestran estructuras que no han sido utilizadas como depósitos de materiales –“basureros sacros” como los hemos llamado en otros trabajos (Niveau de Villedary e.p. b)– sino que son pozos en cuyo propio interior han tenido lugar acciones rituales. El sacrificio de Canis familiaris, lejos de poder considerarse un rito accesorio o secundario (en el caso de que se tratasen de sacrificios fundacionales, de sacralización de los espacios sería así), se manifiesta como la acción ritual central. El cuidado con el que se disponen los animales (o algunas partes concretas de ellos, normalmente los cráneos), en estratos limpios de matriz arenosa, en posiciones determinadas (perros con los cráneos enfrentados ¡como en Almada!), son datos que están indicando que no son animales arrojados a un vertedero. La existencia de un patrón fijo que se repite en todos los pozos conocidos (Bodegas Abarzuza, “Ciudad de la Justicia” y, por lo que conocemos también el pozo A de Asdrúbal-H), a saber, perros sacrificados superpuestos, escasez de materiales cerámicos a excepción de algunos recipientes anfóricos, ofrendas incruentas (grandes acumulaciones de moluscos y libaciones), nos hace pensar que se trate de un ritual normalizado (¿un culto concreto?)31, que es desconocido para nosotros pero no debía serlo para los gaditanos de finales del s. III a.C.

30.  Vid. nota 27. 31. En el sentido que Renfrew y Bahn consideran, esto es, la “repetición” de pautas como indicador de la existencia de un patrón reiterado para el que la explicación del ritual religioso es la más plausible (Renfrew y Bahn 1993: 378).

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4.2. Los restos desarticulados. La posibilidad de un rito específico frente a la hipótesis del consumo de carne de perro Por otro lado, la presencia de huesos sueltos puede ser indicativa de dos situaciones. Por una parte, en el caso de algunos de los huesos exhumados en los últimos pozos contemplados y gracias al cuidadoso registro llevado a cabo durante el proceso de excavación, sabemos que dichos restos se depositaron ex profeso y, por tanto, no pueden ser considerados como desechos alimenticios. Es el caso, por poner un ejemplo, del cánido 1 de Bodegas Abarzuza del que únicamente se deposita el cráneo, separado cuidadosamente del resto del cuerpo post mortem y colocado sobre galbos de ánforas. En la misma situación estaría la mandíbula del pozo del Hotel Barceló-Cádiz. Ejemplos que nos remiten, una vez más, a otros ya conocidos como los de los cánidos sacrificados en el yacimiento portugués de Almada. Ahora bien, en otras ocasiones, la documentación de huesos desarticulados lo que está reflejando es una deficiencia en el reconocimiento, recogida y registro de los restos animales. En las excavaciones más recientes sería el caso de gran parte de los huesos de las patas de los perros del pozo de “Ciudad de la Justicia”, que al ser inhumados “boca arriba” se excavaron antes las extremidades que los troncos y cabezas, dando la impresión de no pertenecer a individuos en conexión anatómica. Esto nos lleva a pensar que en muchas de las estructuras excavadas con anterioridad se ha podido producir una circunstancia similar y que quizás no sean tantos, cuantitativamente hablando, los huesos desarticulados procedentes de estos depósitos. La afirmación anterior nos lleva, además, a poner en cuarentena el consumo de carne de perro, que ni tan siquiera con connotaciones rituales hubo de ser habitual. Que la mayoría de los restos óseos procedentes de los pozos (y con un gran margen de seguridad la práctica totalidad de los huesos de cánidos) no son desechos alimenticios, es decir no son producto del consumo de estos animales, daría fe el estado de conservación en el que aparecen, sin huellas de fuego en ningún caso, todo lo contrario que los huesos procedentes de las fosas que se localizan junto o sobre los enterramientos. Éstos aparecen muy fragmentados, con signos evidentes de haber sido quemados y sin que hasta el momento se haya reconocido entre ellos la presencia de Canis familiaris. ¿Qué conclusiones sacamos de todo esto? La más evidente que en los pozos caracterizados por la (masiva) presencia de perros, este sacrificio se constituye en el rito central, no secundario (sacralización del espacio o depósito fundacional); lo que nos lleva a considerar a este tipo concreto de pozos como espacios litúrgicos, no como basureros, función que sí parecen cumplir otros pozos (los colmatados por completo de restos cerámicos) y sobre todo las fosas. En estos casos la composición de los restos, tanto orgánicos como vasculares, sí evidencian actividades de consumo, que en un área de necrópolis interpretamos como la celebración de banquetes funerarios, que sería una costumbre extendida y habitual a tenor del volumen de los restos.

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4.3. Matizando la clasificación tipológica inicial Por consiguiente, podemos matizar la clasificación propuesta (vid. supra tabla 1), que quedaría como sigue. CONTEXTO

DISPOSICIÓN DE LOS RESTOS

RITUAL

TIPO 1

interior pozos rituales -niveles medios y profundos-

animales en sacrificios conexión anatómica cruentos y – esqueletos posterior ofrenda completos

TIPO 2

otras estructuras (círculos, muros, pavimentos, etc.)

animales en conexión anatómica – esqueletos completos

interior de pozos rituales – dispuestos TIPO 3 entre otros restos orgánicos y materiales

animales desmembrados – huesos sueltos (principalmente cráneos y/o mandíbulas)

INTERPRETACIÓN espacios litúrgicos – rituales ctónicos – ¿culto funerario?

sacrificios

sacrificios propiciatorios – cultos indeterminados ¿funerarios?

sacrificios

cultos indeterminados ¿funerarios? – ¿sacralización espacio litúrgico?

Tabla 9: Tipología ritual de los hallazgos gaditanos a partir de la documentación actualizada.

Dentro del Tipo 1 seguimos considerando a los animales en conexión anatómica que aparecen en el interior de pozos rituales, pero ahora sabemos que no siempre aparecen en los niveles más profundos, lo que estaría indicando ritos fundacionales, sino que lo hacen en los estratos situados hacia la mitad del relleno que siguen siendo bastante profundos pero no los inferiores. Con los nuevos datos pensamos que este tipo de pozos se concibe como un espacio sacro en el que tienen lugar diversas actividades litúrgicas en las que los sacrificios y ofrendas de perros se convierten en el rito central. Rituales con connotaciones ctónicas y funerarias, toda vez que se desarrollan en la necrópolis y en estructuras subterráneas (Niveau de Villedary e.p. b). El Tipo 2 permanece prácticamente invariable –animales en conexión anatómica que aparecen bajo diversas estructuras; pavimentos, muros o construcciones varias–. Seguimos pensando que en la mayoría de las ocasiones responden a sacrificios propiciatorios previos a la construcción/sacralización de las estructuras superpuestas; sin descartar su relación con cultos funerarios, por ahora no definidos con exactitud. A la luz de las recientes intervenciones no puede seguir manteniéndose que los restos considerados del Tipo 3 –huesos sueltos– se documentan tanto en el interior de pozos como de fosas, ni interpretarlos como los desechos de los alimentos consumidos durante los banquetes funerarios. Basamos esta afirmación en que por ahora sólo se han hallado en el interior de los pozos, nunca de las fosas. Además son siempre partes muy específicas del animal, fundamentalmente cráneos y mandíbulas que se disponen intencionadamente sobre o

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bajo materiales cerámicos (fragmentos de ánforas), pero no aparecen arrojados con descuido ni entremezclados con otros restos. Por lo tanto, proponemos para estos restos la misma explicación que para los del Tipo 1, son animales sacrificados como parte de un culto o rito funerario o, los situados en los niveles inferiores, en rituales propiciatorios o fundacionales. 4.4. Origen y significado del culto Incluso una vez demostrado el papel central del sacrificio de cánidos en el desarrollo de rituales celebrados en el interior de pozos, seguiría quedando en el aire una cuestión clave como es la del significado de tales sacrificios y de la propia liturgia. En principio, cabe apuntar que se trataría de ritos ctónicos, toda vez que se celebran en un ámbito de necrópolis y en estructuras subterráneas. 4.3.1. Orígenes La relativa frecuencia con que este tipo de ritual se documenta en la necrópolis de Cádiz, puesto que al menos contamos con tres ejemplos claros, más alguno más en los que se documenta un único animal o parte de él, nos inclina a pensar en que se trate de un culto original gaditano, de raigambre fenicio-púnica, aunque con posibles influencias helenísticas; siempre con las consabidas precauciones, pues la falta de paralelos claros puede deberse más a un vacío de investigación que a una ausencia real. Posiblemente, el rito gaditano tal y como lo hemos descrito responda a un desarrollo regional de un culto mediterráneo, seguramente fenicio (¿chipriota?32), con influencias griegas33 y mediatizado por Cartago, aunque hundiría sus raíces en las culturas del Bronce orientales. 4.3.2. Cronología Respecto a la cronología, la mayor parte de los hallazgos gaditanos se fechan, en consonancia con la intensificación en el uso del espacio funerario, en torno a la segunda mitad del s. III a.C., llegando a los primeros años de la siguiente centuria. Aunque a alguno de los primeros hallazgos (Muñoz 1995-96: 81 y 1998: 145-146) se les ha atribuido una cronología más alta, en torno a la quinta centuria (Niveau de Villedary y Ferrer 2004: 67), se trata de noticias no contrastadas por lo que ante la falta de referentes cronológicos claros optamos por la prudencia, aunque sin descartar la posible antigüedad de esta costumbre gaditana de sacrificar perros, sobre todo si tenemos en cuenta la alta cronología de algunos de los hallazgos portugueses. 32.  Se han encontrado cráneos de perros y animales completos en compañía de humanos en algunas tumbas chipriotas de la Edad del Bronce (Day 1984: 22-23), de cronología sensiblemente anterior al inicio de esta costumbre en la Grecia continental (Day 1984: 26); aunque no existen indicios que dicha práctica fuera importada desde Chipre o desde Asia Menor, donde también se conocen sacrificios de perros entre los hititas durante el Bronce Final. 33.  Sobre la presencia de perros en necrópolis, vid. Day 1984.

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4.3.3. El desarrollo de la liturgia Según algunos investigadores, a nivel metodológico existen cuatro acciones básicas en el ritual religioso posibles de individualizar a partir del registro arqueológico; éstas son, ofrendas de alimentos y bebidas, libaciones, sacrificios animales y ofertas de incienso (ofrendas “de olor”) (Oggiano 2006: 36). De acuerdo con estas premisas no cabe duda que en el caso de los pozos con sacrificios de perros podemos asegurar que en su interior tienen lugar acciones rituales. En el caso concreto que estamos analizando la similitud de contextos indica que se trata de rituales normalizados, en los que se sigue un patrón prefijado; baste recordar la analogía entre los depósitos de Bodegas Abarzuza y “Ciudad de la Justicia”, que no parecen fruto de la casualidad sino de una liturgia reglamentada. A través de la lectura de la secuencia estratigráfica de los pozos mejor conocidos se puede intentar reconstruir cuál sería el desarrollo del ritual. La primera fase vendría dada por la construcción de la estructura o, más probablemente, por la elección de un pozo preexistente (agotado o no el acuífero). A continuación se procedería a la consagración del espacio, generalmente mediante una libación que se refleja en el registro por la presencia de ánforas. Sobre el depósito “fundacional”, en los pozos que hemos conceptualizado como “espacios litúrgicos” (Niveau de Villedary e.p. b) es en este estrato donde se localizan la mayor parte de las actividades sacrificiales directas realizadas en el propio pozo, sacrificios de especies animales concretas, en estos casos perros, pero también cerdos. La ofrenda principal (los perros) se acompaña a veces de algún objeto ritual (betilos, conchas) o de sacrificios complementarios. Este nivel se vuelve a sellar con piedras o mediante grandes fragmentos de ánforas. Obsérvese que cada estrato –es decir cada acción ritual– está separado del siguiente mediante una capa que lo sella y en la que en ocasiones también puede haber tenido lugar otra acción ritual, generalmente deposición de ofrendas de muy variado tipo, caso de las navajas o de las sucesivas libaciones (ánforas). Por último, se procede a la clausura definitiva del espacio lo que se hace con un potente estrato estéril que sella el depósito y lo clausura definitivamente. 4.3.4. Características del culto y divinidades adoradas Para terminar, no queda sino apuntar cuáles deberían ser las futuras vías de investigación, que deberían centrarse en verificar si como sospechamos nos encontramos ante ritos y cultos de carácter funerario y en la identificación de la/s divinidad/es a la que se le rinde culto. Resulta redundante volver a insistir en lo poco que conocemos de las creencias religiosas fenicias, en general, y escatológicas, en particular (Ribichini 1991). Las razones principales que se aducen son por una parte la falta de testimonios directos (Marín Ceballos 2002) y por otra la dificultad que entraña hablar de “religión fenicia”, cuando la realidad es que a lo largo de un periodo cronológico tan prolongado y un espacio geográfico tan amplio habría que referirse a “religiones fenicias” desde una dimensión histórica (Xella 2006: 6-7). En este caso concreto, pues, estaríamos hablando de ciertas creencias y sobre todo prácticas religiosas de los fenicios occidentales de la segunda mitad del primer milenio, pero no podemos asegurar que fueran compartidas por el resto de las comunidades consideradas

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“fenicias”. Si podemos, no obstante, hablar de la perduración de estos ritos durante los siglos II y I a.C., aunque este hecho se explica por el resurgir de la espiritualidad semita, al menos en sus manifestaciones exteriores, durante estos primeros momentos de dominación romana como una manera de reacción frente al “otro” (Niveau de Villedary y Blanco e.p.). Recapitulando, al menos sí queda claro que nos encontramos ante cultos de carácter funerario y ctónico, toda vez que se desarrollan en estructuras subterráneas que se emplazan en la necrópolis. El rito determinado que estamos analizando parece desenvolverse en torno a los sacrificios cruentos, sobre de todo de una especie animal concreta: el perro, aunque también aparecen cerdos y, en menor medida, otros mamíferos y aves34. Ya en nuestro anterior trabajo nos interrogábamos sobre el posible significado del perro en el mundo semita y, en concreto, en estos rituales de carácter ctónico. Respecto al posible carácter psicopompo del animal, al que entonces hacíamos alusión, hemos de decir que al contrario de lo que sucede en el mundo griego éste no parece ser un valor presente en el imaginario semita, por lo que nos decantábamos por que el animal represente a alguna divinidad o bien se identifique con ella. Si nos atenemos a lo que sabemos, en Cádiz a semejanza de en Tiro está bien atestiguado el culto ciudadano a la pareja divina formada por Melqart y Astarté (Marín Ceballos 1983: 9ss.), pero en los últimos años se han estudiado diversos testimonios que nos permiten hablar de una divinidad femenina con amplias atribuciones a la que se rinde culto en ambientes funerarios. Esta diosa tradicionalmente ha sido identificada con Tanit (Marín Ceballos 1987: 72) o bien con una Astarté (Ferrer 2002: 197) que en momentos tardíos adoptaría algunos de los atributos de la diosa cartaginesa por excelencia, pero tal atribución no es ni tan sencilla ni mucho menos automática. Hace algunos años al estudiar una pequeña zona de culto a cielo abierto situada en la necrópolis (Niveau de Villedary y Córdoba 2003) ya nos planteábamos si la divinidad a la que se rendía culto –documentábamos quema de perfumes, presencia de pebeteros en forma de cabeza femenina y terracotas curótrofas, libaciones, etc, – era la diosa griega Demeter, cuyo culto se introduce en Cartago de forma oficial en la quinta centuria, o era Tanit; llegando a la conclusión de que no teníamos ningún dato que nos permitiese pensar en la diosa eleusina y sin bien si se podía admitir un culto tardío a Astarté en Cádiz, con los datos que teníamos era más prudente hablar, en este momento cronológico –finales del s. III-comienzos del II a.C.–, de Tanit (Niveau de Villedary y Córdoba 2003: 143), aunque dejábamos abierta la puerta a futuras interpretaciones. Con posterioridad hemos tenido oportunidad de estudiar los diferentes hallazgos de pebeteros en forma de cabeza femenina de los que se tienen noticia en la bahía de Cádiz (Niveau de Villedary 2007), reiterándonos en nuestra idea de que entre la comunidad púnica extremo-occidental esta iconografía no se utiliza en el culto específico a Demeter sino que representa a una divinidad femenina genérica, con connotaciones funerarias y ctónicas pero también maternales y nutricias, atributos que en principio, dado el contexto histórico-cultural en el que nos hallamos, nos acercan de nuevo a Tanit (Marín Ceballos 1987: 70ss.). 34. Al menos en un caso tenemos documentada la presencia de un Bos taurus en el interior de una de estas estructuras, en otra ocasión un bóvido joven aparece sobre un pozo, en lo que parece ser un sacrificio realizado con motivo de la clausura del depósito. Cf. Niveau de Villedary e.p. b.

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En un trabajo reciente (Marín y Belén 2006), a través del análisis iconográfico de algunas figuras de culto halladas en la necrópolis (casualmente en las inmediaciones del altar estudiado por nosotros), las autoras llegan a la conclusión de la existencia de un culto en Cádiz a una diosa que comparte rasgos de divinidades tanto fenicias (Astarté, Tanit) como clásicas (Ártemis, Hécate, Medusa). Se trataría de una divinidad de amplias atribuciones: madre nutricia, potnia theron, diosa alada y ctónica; y un cierto carácter ambivalente, mezcla de rasgos positivos y negativos –éstos últimos le vendrían dado por su relación con el mundo de la muerte y por su condición de receptora de sacrificios– que las autoras identifican finalmente con Tanit. A similares conclusiones llegábamos también en un reciente trabajo al analizar las ofrendas marinas (peces y moluscos) tan frecuentes en la necrópolis gaditana (Niveau de Villedary 2006c). En el mundo clásico las receptoras de estas ofertas, no demasiado frecuentes, son divinidades de influencia oriental. Se sacrifican peces a la Ártemis Efesia, en su vertiente de diosa de la naturaleza, símbolo de la abundancia y Potnia Theron (incluidos los seres marinos) y (de nuevo) a Hécate, con la que se suele identificar. La mayor parte de los autores que han tratado el tema coinciden en señalar la influencia de los cultos orientales en los griegos para explicar el carácter sagrado de los peces que se consagran a ciertas divinidades y las ofrendas y sacrificios que se les dedican. En concreto, el origen de las ofrendas de peces se atribuye al culto a la diosa siria Atargatis, –la Dea Syria identificada con Artemis, como Diosa madre, diosa de la fertilidad y Potnia Theron– y en cuyo santuario de Hierápolis, según cuentan Luciano (Dea Syria, 45) y Plinio (H.N., XXXII 17), existía un gran estanque con peces sagrados, que simbolizaban la naturaleza de la diosa como dadora de vida y garante de la fertilidad; aunque no parece lícito atribuir al ceremonial de esta diosa, cuyo culto debió estar restringido a una zona y unas condiciones histórico-culturales muy concretas, la generalización de los sacrificios de peces en el mundo fenicio-púnico occidental. En Cádiz y, en concreto en ambientes funerarios, la diosa femenina de connotaciones ctónicas-funerarias y a la vez nutricias y maternales de la que venimos hablando, sería también la receptora de estas ofrendas. Como señora de la Naturaleza se le dedicarían toda suerte de productos naturales para garantizar la abundancia y fertilidad que en ambientes marinos como el gaditano estarían, en buena parte, representados por los frutos del mar. Recapitulando y a modo de conclusión defendemos la existencia de un ritual funerario muy desarrollado y, por ahora, exclusivo de Gadir, en el que tendrían lugar ceremonias de carácter ctónico, normalmente desarrolladas en estructuras subterráneas. en las que parte central del mismo sería el sacrificio de cánidos y en menor medida de otras especies animales (suidos, otros mamíferos y aves). También están ampliamente atestiguadas la realización de libaciones y la presentación de ofertas de naturaleza marina (peces y moluscos). Sacrificios, libaciones y ofrendas son considerados vehículos de comunicación con el Más Allá, en este caso muy probablemente con el inframundo. La repetición de esta pauta, es decir la presencia reiterada de cánidos sacrificados, nos lleva a pensar que el animal se relacione o identifique con alguna divinidad concreta. El análisis de las evidencias nos remite a una divinidad femenina genérica, que comparte rasgos de otras muchas, tanto semitas como clásicas, con connotaciones funerarias, psicopompas e infernales, pero a la vez señora y garante de la naturaleza, virgen y madre.

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