¿Cómo y por qué trabajar con hombres? Reflexiones desde y para la práctica

June 24, 2017 | Autor: S. Moreno Cabrera | Categoría: Violence Against Women, Studies On Men And Masculinity, Enfoque Dialógico-Colaborativo
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Descripción

“¿Cómo y porqué trabajar con hombres?” Reflexiones desde y para la práctica en el trabajo con instituciones públicas en materia de género y masculinidades en Yucatán. Sergio A. Moreno Cabrera* y Jaime A. Goyri Ceballos**1

Introducción A continuación presentamos una serie de reflexiones y propuestas que surgen de nuestra práctica como facilitadores con grupos de hombres, consultores y capacitadores con funcionarias/os públicos en acciones de sensibilización, atención y prevención de la violencia. Hemos investigado, intervenido y reflexionado con y sobre los hombres para sumar respuestas a las problemáticas relacionadas con la construcción social de la masculinidad. Nuestro trabajo en conjunto se ha enriquecido por la diversidad de nuestra práctica profesional. Ambos hemos ejercido profesionalmente por más de diez años, tanto como terapeutas, como desde la sociedad civil en temas de derechos humanos, sexualidad, equidad de género y prevención de la violencia, en menor o mayor medida. Por ello, el presente texto es uno de los tantos diálogos que hemos sostenido desde experiencias y entendimientos diferentes, pero frente a intereses comunes: trabajar y participar con hombres (y mujeres) en la generación de formas de relación equitativas y diversas, con y desde una perspectiva de género. Los resultados de esta ponencia están organizados en tres partes: a) una revisión teórica de las ideas terapéuticas que, sin planearlo desde nuestros primeros trabajos, han sustentado y dado sentido a nuestra práctica; b) una serie de reflexiones y observaciones surgidas al participar con instituciones públicas, incorporando estrategias y lineamientos de trabajo con hombres; c) y por último, algunas observaciones a modo de reto y oportunidades del trabajo de dichas instituciones 1

*Licenciado en Psicología, Maestro en Psicoterapia y estudiante del Doctorado en Antropología del CIESAS-DF; consultor independiente y colaborador en Ciencia Social Alternativa, A.C., [email protected] **Licenciado en Psicología y Maestro en Psicoterapia; consultor independiente en www.psicologos360.com, [email protected]

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al intentar incluir a los varones en sus programas y acciones, buscando que estas últimas sirvan como propuestas sumen a la construcción de una agenda política de trabajo con hombres, desde una perspectiva de género.

Reflexiones, aprendizajes y propuestas desde nuestra práctica Aportaciones teóricas para fenómenos construidos socialmente. Feminidad, masculinidad, violencia y desigualdades de género, hacen referencia a realidades y configuraciones sociales que eran explicadas desde un orden natural que pretendía dar sentido a lo social; hoy son entendidas como construcciones sobre la realidad. En nuestro trabajo las ideas y marcos teóricos que han enriquecido nuestro quehacer son la crítica posmoderna, el construccionismo social y el enfoque narrativo (basado en el post-estructuralismo). El mundo que nos rodea es cada vez más complejo e incierto, la cultura va cambiando y muchos conceptos que encontrábamos familiares no nos permiten ya entender las complejidades derivadas de dichos cambios en la vida cotidiana (Anderson, s/f). Harlene Anderson (s/f) define lo posmoderno como una crítica ideológica a las perspectivas tradicionales del conocimiento desde diversas disciplinas, con una actitud escéptica continua y una reflexión crítica de la certidumbre y el poder del conocimiento. Sugiere movernos hacia un conocimiento local construido socialmente, en el que conocedor y conocimiento son interdependientes según su contexto, cultura, lenguaje y comprensión (multiplicidad de verdades). Lo impredecible y lo desconocido caracterizan a la posmodernidad. Por otro lado, el socio-construccionismo es una forma de indagación preocupada por explicar los procesos por los entendemos, describimos y damos cuenta del mundo y nuestro papel en él; enfatiza el contexto comunal e interaccional como constructor de significados (Anderson, s/f).

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Desde nuestra práctica trabajando con realidades construidas socialmente, nos ha resultado más armónico incluir y crear estrategias que partan de un marco teórico consistente con ello. La terapia colaborativa, mantiene en sus bases filosóficas al construccionismo social y a la crítica posmoderna. En ella, el análisis de las relaciones, experiencias y teorías sobre la vida de las personas, es visto como expresiones del lenguaje y de nuestras narrativas construidas socialmente, razón por la que el sentido de agencia sobre la propia vida, está relacionado con la transformación de nuestro lenguaje y nuestras narrativas (Anderson, s/f). Creemos que la construcción de la masculinidad se da en el lenguaje y en las relaciones, expresándose en las narrativas identitarias que cada quien tiene de sí mismo; buscamos crear un mayor sentido de agencia que construya nuevas narrativas del ser y hacernos hombres. Desde las ideas colaborativas, el facilitador genera junto con las personas, posibilidades para crear nuevas historias, identidades y acciones, por lo que es importante la conciencia que tenga sobre el uso del lenguaje, así como de la responsabilidad sobre sus contribuciones en la conversación y los significados que en ella se construyen; se trata de buscar medios relacionales para construir una narrativa nueva en conjunto (Anderson, s/f). Se trabaja desde una postura de estar-con, es decir, una relación que es tanto comunitaria y colectiva como íntima, a diferencia de una respuesta externa o acerca-de, que implica alejarse de la persona para analizarla a distancia para después regresar a dar una respuesta (Hoffman, en Anderson, 2012). Así, las actitudes que orientan a los terapeutas/facilitadores desde esta postura son: a) la indagación mutua, que implica cuestionar, preguntarse y reflexionar en conjunto, responder es una manera de participar en la conversación y no de dirigirla; b) ser experto en la relación, es decir, sabe cómo generar un proceso de conversación en tanto la persona es experta en el contenido de su vida; c) el no-saber o el saber-con, es la forma en que entiende el conocimiento,

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ya que el suyo nunca es más valioso que el del usuario, es ofrecido como posibilidad por lo que la jerarquía sistémica se vuelve igual; d) ser abierto, implica generosidad y ofrecer la opción de conocer lo que el facilitador está pensando; e) vivir con incertidumbre, es la posibilidad de ignorar el rumbo que tomará la sesión, el cómo se desarrollará y qué novedades emergerán, por lo que podemos utilizar pretextos que generen más conversaciones y en conjunto decidir hacia dónde hay que dirigirlas; y f) la transformación mutua, es decir, al no buscar una pretensión de objetividad y verdad única, el facilitador se permite cambiar/ser tocado por las experiencias de los usuarios; las conversaciones y relaciones se influyen mutuamente, es decir, la manera en que nos relacionamos con la gente influye en el modo en que conversamos con ella y viceversa (Anderson, s/f; 2012). Desde nuestra experiencia de trabajo con hombres, la incertidumbre y la transformación mutua, se ha traducido no en la falta de planeación o estructura en las sesiones, sino en una invitación continuar hacia ellos (y nosotros) de preguntarnos cómo nos paramos frente a la vida, sabiendo que hay cosas que no podemos controlar ni predecir, para entonces no ofrecerles ni reforzar una idea de control sobre la vida y las relaciones, sino una en donde se construye dialogando, escuchando y compartiendo en igualdad de respeto y condiciones. Compartimos ahora algunas ideas desde la terapia narrativa, empezando por aportaciones de Michael White, seguido de reflexiones en materia de violencia desde este mismo enfoque. Para White (2002), los problemas y malestares de las personas se construyen en contextos sociales influidos por el poder, la clase, la raza, el género, etc., por lo que no podemos trabajar con dichos problemas sin considerar sus contextos. Plantea que las historias que nos hemos contado acerca del mundo, las relaciones y nosotros mismos/as, llegan a convertirse en verdades absolutas que limitan nuestra sensación de poder tomar decisiones sobre la propia vida.

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En el trabajo con los/as consultantes, la persona no es el problema, el problema es el problema. Al entenderlos como separados de las personas y no como parte de su identidad, son más manejables y susceptibles de cambio. El facilitador se encarga de ayudar a las personas a acceder a conocimientos para que puedan reclamar su vida, sin la influencia del problema, ya que ninguno es capaz de apoderarse totalmente de las personas y sus relaciones, pues existen excepciones y resistencias a lo dominante, que han sido olvidadas (White, 2002; Hall, 20152). Desde esta propuesta, el facilitador es experto en deconstruir las historias dominantes de la gente, y ellas son expertas en sus vidas, teniendo la capacidad de convertirse en las autoras principales de las mismas, pudiendo reescribirlas. Los facilitadores son responsables de crear un ambiente de curiosidad, transparencia y respeto, donde las preguntas son hechas desde una genuina escucha y atención sobre lo que tienen que contar las personas (White, 2002). Allan Jenkins (mencionado por Hall, 2015) entiende la violencia como constituyente de una estrategia política, sujeta a intereses culturales dominantes, más allá de comportamientos patológicos individuales. En su trabajo con hombres no avala las acciones de violencia, pero reconoce las acciones para responsabilizarse y cambiar en el presente; los hombres no son los creadores de las historias dominantes sobre la masculinidad y la violencia, pero su responsabilidad y cuestionamiento es fundamental para no volverse cómplices de aquellas. Otra experiencia de trabajo con hombres desde un enfoque narrativo, que ha servido como insumo en nuestra práctica, es la de Augusta-Scott (Denborough, 2006; en Moreno, 2010), al analizar su relación con los hombres con los que trabajaba desde la idea que tenía de ellos: hombres que buscaban el poder y dominación, y que no se preocupaban por sus familias; es decir, se relacionaba con ellos a partir de una historia dominante. Por ello, comienza a creerles y

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Taller con Rob Hall, “Trabajo con hombres que ejercen violencia: devenir ético desde una perspectiva narrativa”, basado en el libro Becoming ethical de Allan Jenkins (18 de julio de 2015, Ciudad de México).

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cuidarlos, lo que eventualmente derivaría en mayor escucha y cuidado hacia los suyos. Desde su experiencia, facilitar grupos de hombres, implicaba generar espacios relacionales y dialógicos que posibilitasen nuevas identidades no dominantes, razón por la cual, cuestionó su posición de poder frente a los hombres con los que trabajaba; consideraba que no podía seguir trabajando en la deconstrucción de relaciones desiguales de poder, desde una posición vertical con los hombres (Augusta-Scott en Denborough, 2006; Moreno, 2010). Desde nuestra experiencia trabajando con hombres, escucharlos genuinamente, reconocer que ellos no son el problema en sí y que éste se ha construido en los contextos en los que viven, solía contraponerse con la demanda de confrontarlos desde sus actos de violencia y de no aliarnos con ellos. ¿Cómo escucharlos desde la cercanía y la posibilidad del cambio, cuidando al mismo tiempo la distancia y la confrontar de sus acciones? Gehart y Monk (2003) hacen un análisis entre una facilitación de tipo colaborativa (“compañero/a conversacional”), y una narrativa (“activismo sociopolítico”). Basados en la propia experiencia de investigación (Moreno, 2010), concluimos que en nuestro trabajo con hombres desde una perspectiva de género, podemos relacionarnos tanto como “compañeros conversacionales”, lo mismo que como “activistas sociopolíticos”. Como señalamos al inicio, por un lado hemos desarrollado un trabajo terapéutico de tipo colaborativo, al mismo tiempo que acciones sociopolíticas desde la sociedad civil organizada. El resultado ha sido entender nuestra práctica con hombres y con instituciones que trabajan con ellos, como un proceso de construcción entre iguales, de profundo respeto y escucha, en el que también cuestionamos discursos y relaciones que mantienen situaciones de violencia, opresión y desigualdad. A continuación compartimos el siguiente cuadro que ejemplifica nuestra práctica desde estas ideas.

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Cuadro explicativo Forma en la que entendemos nuestro trabajo con hombres ELEMENTOS TEMÁTICOS

NUESTRA PRÁCTICA Y RELACIÓN CON LOS HOMBRES    

Facilitación     Visión sobre los hombres y su identidad

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Visión sobre las masculinidades

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Visión del poder

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Nos vemos como responsables de promover un proceso que permita la reflexión conjunta. Procuramos estar lo suficientemente atentos durante el proceso; que los canales de escucha estén en la agenda de la sesión como en el proceso grupal y en la relación creada con los asistentes. Ofrecemos nuestros saberes no como discursos dominantes, sino como posibilidades para enriquecer las historias de los usuarios. Si bien nuestra planeación parte de una estructura, el desarrollo del proceso (sesiones) es guiado de manera horizontal junto con los usuarios, desde una posición de saber y estarcon. Creemos en una reeducación que no se centre en adoctrinamientos conceptuales, sino en la generación de espacios de confianza y respeto que generen diálogos y reflexiones. En este sentido, el uso de ejercicios es un pretexto para promover las conversaciones y reflexiones, no un fin en su mismo. Creemos que revisar temáticas sin una postura crítica, pudiera fomentar aquello que se cuestiona: visiones inamovibles de las relaciones, de la vida, de la sexualidad, etc. Creemos que los hombres son más que la violencia, el poder y la dominación; no es el todo de su identidad. Si la identidad es polifónica y se construye a partir del lenguaje y las relaciones, entonces ésta puede de-construirse y reconstruirse desde el lenguaje y las relaciones. Sus historias de vida son importantes para entender su ser, hacer y relacionarse como hombres, pero no justifican acciones de violencia y/o discriminación. Los vemos como responsables de sus acciones, emociones y decisiones, así como coresponsables en la forma en que establecen sus relaciones con las demás personas. Partimos de una visión crítica de las masculinidades hegemónicas y dominantes, como una invitación a pensar en alternativas equitativas, pacíficas, sanas, etc., de ser hombre. No buscamos generar un discurso oposicionista/alternativo que resulte en una nueva hegemonía, sino apostar a vivir relaciones de bienestar entre todos y todas. Incluimos las masculinidades en nuestro trabajo, para por mirar todas las experiencias y relaciones de los hombres, y no solo las de la violencia. Siendo el poder un elemento presente, e inherente, en todas las relaciones que establecemos (de pareja, escolares, laborales, parentales, etc.) es importante no perderlo de vista durante la facilitación de procesos reeducativos/de atención/prevención, no sólo entre los asistentes sino también en cómo lo ejercemos desde la facilitación. El cuestionamiento del poder en las relaciones de los hombres, no sucede por sí mismo; creemos que se da a partir de la relación que se construye entre el facilitador y los usuarios. Para aspirar a tener modelos alternativos de relación, es importante que como facilitadores podamos crear un espacio que modele elementos que abonen a relaciones diferentes a nivel de entendimiento, escucha, administración del poder y control.

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  Perspectivas  sobre el pasado y el futuro    El cambio en los hombres

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Relaciones y papel de las parejas

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Visión sobre la violencia

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Vemos el pasado como un elemento que ha creado historias dominantes en la vida de los varones. Hay momentos en que hemos regresado a mirarlo como un recurso a modo de insumo para la construcción de alternativas para el presente y el futuro. Si existen elementos de la historia pasada sobre la construcción de la masculinidad de los varones, que surgen en la sesión se escuchan, se respetan y se trabaja de ser necesario. Pasado y futuro son discursos que van de la mano con la incertidumbre, no son inmóviles y están sujetos a una variedad de circunstancias. Se apuesta a aprender a convivir con la incertidumbre, partiendo de que lo único cierto que tenemos son nuestras ideas, emociones y acciones que creamos en las relaciones. El cambio es consecuencia del proceso de interacción entre los involucrados en las conversaciones. Se aspira a que el sentido de agencia personal se cree durante el proceso dialógico (en los espacios grupales), invitando a los varones a responsabilizarse de sus cambios. No se plantea una lógica fiscalizadora sobre los varones, para evaluar los procesos de cambio sino que las personas saben qué, cuándo, cómo, hacia dónde y en qué momento moverse para construir historias diferentes de sus vidas y relaciones. En las relaciones y a través del lenguaje se construye la masculinidad hegemónica, entonces la deconstrucción de la misma y la construcción de alternativas se puede dar en las relaciones con las otras/os, a partir del lenguaje. La construcción social del género es cuestionada desde un lugar crítico, para intentar entender las metanarrativas alrededor del ser hombre o mujer. Clarificamos que cualquier movimiento o cambio que realicen no está necesariamente condicionado a las decisiones de la pareja, o en cualquier otra relación. Analizamos el ejercicio de la violencia considerando elementos como el poder, el control, el contexto y su construcción social en las relaciones. Desde una perspectiva de género. La violencia bajo ninguna circunstancia es justificada. Vemos a la violencia como una forma de relación entre las personas, se cuestiona y reflexionamos sobre las implicaciones de ésta y sobre formas alternativas de relación.

Observaciones de la incorporación de estrategias y lineamientos para trabajar con hombres en instituciones públicas. Cuando hablamos de lineamientos nos referimos a la necesidad de contar con una guía que delimite nuestras responsabilidades sociales y relacionales en este trabajo, dada la diversidad de modelos y experiencias para trabajar con hombres en donde la formación profesional no siempre es requerida (Ramírez, 2005), o no siempre se realiza desde un enfoque de género. Se trata de reiterar el compromiso profesional y personal al trabajar no solo en la reeducación-atención HEV, sino en cualquier acción dirigida a varones desde una perspectiva de género (Vargas, 2009; Caamal y Carballo, en Caamal, 2012; Álvarez y Pérez, 2012; Moreno, 2010).

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Cuando hablamos de estrategias nos referimos a aquellas propuestas y mecanismos de acción que las instituciones y servidoras/es públicos implementan o están pensando implementar para trabajar con hombres. A continuación presentamos un análisis entre las inquietudes que hemos escuchado de funcionarios/as públicos/as sobre el trabajo con hombres, considerando los lineamientos planteados por Vargas (2009), Protocolos de actuación en materia de violencia hacia las mujeres (Álvarez y Pérez, 2012), y la propuesta de Hombres por la Equidad, A.C. (Garda y Bolaños, 2010), junto con otras experiencias que sin ser lineamientos en sí, ofrecen alternativas prácticas que podrían orientar proyectos y acciones en las instituciones públicas. La primera inquietud que nos parece vital al considerar el trabajo con varones es: ¿Por qué trabajar con los que violentan, con los agresores? Nos ha parecido necesario hablar de esto pues la pregunta envuelve temores, molestia y dudas sobre la pertinencia y utilidad de este trabajo, especialmente cuando los/as funcionarias se han enfocado a las mujeres víctimas de violencia. Vargas (2009) señala por un lado, que es necesario ver la experiencia de los hombres más allá de la violencia para ampliar la comprensión de sus vidas, por lo que recomienda referirnos a ellos como hombres que ejercen violencia, dada la posibilidad de cambio que implica, superando la visión “naturalista”. Por otro lado, el trabajo con hombres ha demostrado ser pertinente por tratarse de un fenómeno relacional, sin que ello sugiera que la violencia y las desigualdades son responsabilidad de las víctimas. Las formas de abordar el problema serán más efectivas si consideramos a todas y todos en la atención y en la prevención (Kauffman, 1997; Flood en Ramírez y Uríbe, 2008; Goyri y Moreno, 2009b). Trabajar con varones es una decisión personal que responde a si “queremos hacerlo”, ya que implica cuestionarse si estamos dispuestos/as a involucrarnos, dadas las implicaciones que conlleva.

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La segunda inquietud tiene que ver con la experiencia de espacios públicos, donde el personal que trabaja con mujeres comenta: “Las mujeres nos han pedido en los talleres que trabajemos con sus esposos, con sus hijos”. Esta demanda ha surgido sobre todo en el marco de trabajo comunitario (pláticas, talleres) en comisarías y poblados rurales3. El interés de madres, hermanas o parejas ha sido documentado en otros países (De Keijzer, 2003) donde han experimentado la necesidad de incorporar a los hombres en sus acciones, ya que las problemáticas que afectan a las mujeres, están vinculadas a la construcción de la masculinidad: salud sexual y reproductiva, educación de los hijos/as, abuso de sustancias, violencia, entre otras. En concreto, trabajar con mujeres desde estrategias comunitarias y de grupos de atención en el espacio público, es una fuente de información privilegiada para explorar formas de trabajo con los varones desde una perspectiva de género; formas que al final beneficien la calidad de vida de las mujeres, pero también la de los hombres, por tratarse de temas de salud comunitaria. Esto requerirá que se promueva el intercambio de información entre las diferentes áreas de las instituciones, para fundamentar proyectos desde lo local y retroalimentar sus acciones (Goyri y Moreno, 2013). Otra inquietud común en las instancias públicas ha sido sobre aspectos teóricometodológicos: Conocemos poco (algunas casi nada) de los modelos para trabajar con hombres, ¿por dónde podemos comenzar? Cada vez son más las instituciones y funcionarios/as que quieren incorporar acciones y programas preventivos en materia de salud, equidad de género, y no violencia dirigidos a varones, pero desconocen cómo hacerlo, por la falta de capacitación, desconocimiento de textos al respecto o por no ser parte de sus objetivos. El personal con que hemos trabajado4, se ha enfrentado a diferentes circunstancias e intereses en este trabajo.

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Coincidente con la experiencia de Sergio Moreno, desde su trabajo comunitario con mujeres (Kóokay). Del Ayuntamiento de Mérida, la subdirección de Salud Mental (Servicios de Salud de Yucatán [SSY]); policías estatales, personal de la Secretaría de Educación y promotores comunitarios de salud (SSY) en el interior del Estado. 4

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Están aquellos interesados/as en la sensibilización del personal en temas de género, para lo cual incorporan estratégicamente las masculinidades como una manera de atraer a los funcionarios varones de la institución, pues según dicen, de otra forma no irían por tratarse de “cosa de mujeres”. En el caso del IMM, el trabajo con hombres se llevó a cabo años atrás desde la reeducación de HEV, sin embargo, recientemente se ha optado por desarrollar nuevas estrategias a nivel de prevención con hombres jóvenes y adultos tanto en la capital como en sus comisarías; de igual modo, han realizado talleres para hombres con otras dependencias municipales y empresas. Sus experiencias reportan la dificultad de “ofertar” estos talleres a empresarios o directores Municipales hombres, pues también creen que el género, es “cosa de mujeres” (Goyri y Moreno, 2014). En el caso de las instancias estatales de salud pública, que trabajan mayoritariamente con mujeres, se han interesado en la sensibilización de hombres promotores de salud, en temas de género y masculinidad, buscando sumar aliados en la promoción de la equidad y la prevención de la violencia en las comunidades. En la búsqueda de propuestas que respondan al interés institucional de trabajar con varones, nos parece importante empezar por clarificar los objetivos y los recursos con los que contarían para este trabajo, considerando el contexto y la población meta, definiendo el tipo de convocatoria, metodología, contenidos y personal responsable. Como señala la experiencia de Hombres por la Equidad, A.C., (Garda y Bolaños, 2010), no es lo mismo trabajar a nivel preventivo y de sensibilización con hombres en espacios comunitarios o institucionales en temas de género, masculinidad, violencia y salud, que hacerlo desde un programa reeducativo con hombres que ejercen violencia, el cual requeriría otro tipo de formación. Esto nos lleva a otra inquietud respecto a cómo trabajar con los hombres. No es nuestro objetivo proponer una nueva metodología. Sin embargo, queremos compartir una estrategia que,

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tanto en la atención a HEV como a nivel preventivo, nos han sido útil para generar más conversaciones y reflexiones. Nos referimos al uso de ejercicios que durante estos años hemos ido diseñando para trabajar temas como parentalidad, salud sexual y corporalidad, relaciones familiares y de pareja5. Su diseño partió de la necesidad de crear estrategias dirigidas a varones con educación elemental trunca (primaria, secundaria o bachillerato), dadas las dificultades que observábamos al trabajar temas abstractos como el género, el patriarcado y la sexualidad. Si bien su uso ha sido parte del trabajo de reeducación con HEV6, no queríamos que fueran exclusivos a dicha temática. Servían tanto como instrumentos para acompañar la re-educación, como pretextos para facilitar y acompañar las conversaciones con los varones. Los ejercicios también sirvieron para trabajar con funcionarios que eran o estaban en proceso de ser facilitadores de grupos de varones a nivel preventivo. De éstos, la mayoría no había reflexionado personalmente en cómo el género impactaba en sus vidas y relaciones. Usar los ejercicios se volvió una oportunidad de reflexión personal a la vez que una forma de “modelaje” sobre el uso de estas estrategias, razón por la que hemos procurado socializarlos en todo momento, para que puedan utilizarlos y adaptarlos a las necesidades de la población con que trabajan. La última inquietud sobre el trabajo con hombres ha sido: “¿Las mujeres podemos trabajar con los varones?”. Nos parece que durante las primeras sesiones con HEV, éstos llegan a mostrar mayor resistencia a la presencia de una mujer; sin embargo se ha recomendado su participación como co-facilitadoras en determinados temas (Vargas, 2009; Álvarez y Pérez, 2012; Moreno y Goyri, 2009b). Son pocas las experiencias en este caso, por lo que es valioso conocer y documentar las que están sucediendo (ver la experiencia de la Psic. María Guerrero, 5

La mayor parte fueron diseñados en 2009 en proyecto de investigación y consultoría con el CEAVIM (Goyri y Moreno, 2009b). Posterior a este trabajo, hemos hecho uso de estos ejercicios tanto con usuarios-participantes de talleres como con funcionarios públicos, sea para sensibilizar o pilotear los instrumentos. No están estandarizados, por lo que pueden ser modificados según las necesidades del grupo. 6 Manuales del primer y segundo nivel del modelo de CORIAC, hoy Hombres por la Equidad, A.C.

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facilitadora en Hombres por la Equidad, A.C.7). Por su parte, en el trabajo de sensibilización y prevención de la violencia, así como de promoción de la equidad, existen diferentes propuestas que no son limitantes al trabajo de hombres facilitadores y que están dirigidas a niñas, niños, jóvenes y adultos (Salud y Género, 2005; Cultura Salud, 2010; CulturaSalud/SENAME 2011; UNFPA,

2011; Aguayo y Kimelman, 2012; Aguayo et al, 2013). En nuestro andar, hemos

coincidido con colaboradoras que están desarrollando talleres de derechos humanos, sexualidad, prevención de violencia y cultura de paz con niños, niñas y jóvenes de ambos sexos.

Retos y oportunidades desde el espacio público en relación con este trabajo. Finalmente compartimos algunos retos y áreas de oportunidad que hemos identificado en las instituciones gubernamentales. Estos retos no hacen referencia a una institución en particular, ya que pueden tener mayor o menor eco en aquellas con las que hemos trabajo o en cualquier otra enfocada a temas de género, y prevención y atención a la violencia. El primer reto tiene que ver con la motivación de funcionarios/as para empezar a trabajar con los hombres. Frases como “qué bueno que ya se va a atender a los hombres”, “hasta que les toca a ellos” o “el feminismo es lo opuesto al machismo; ningún extremo es bueno”, muestran visiones conservadoras y hegemónicas sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Es así que en el trabajo con hombres, e incluso con mujeres; es urgente desarticular ideas que sostengan relaciones desiguales de poder y estereotipos de género sobre varones y mujeres; es decir, es necesario que las instituciones y su personal se comprometan con una perspectiva crítica sobre las identidades y relaciones de género (Menjívar, 2004; Vargas, 2009; Garda y Bolaños, 2010). En segundo lugar, está lo que se documenta y no se documenta en el trabajo institucional. La totalidad de los/as servidoras con quienes hemos trabajado, expresa que el tipo de documentación 7

Consultar en www.hombresporlaequidad.org.mx

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que se les pide es cuantitativa: firmas de asistencia y fotografías como evidencias de asistencia y recursos utilizados. Nuestra propuesta es incorporar registros cualitativos, mínimos quizá, pero significativos en cuanto a las experiencias, significados y procesos de grupos, principalmente en temas donde aún son incipientes los pasos, estos registros potenciarían la comprensión de los fenómenos y la toma de decisiones sobre los proyectos, acciones y estrategias a desarrollar. A la par de lo anterior, la capacitación continua se vuelve también un reto y área de oportunidad, la cual no debe entenderse solo como la aplicación vertical de recursos y replicación de cursos federales a las instituciones estatales y municipales. Desde nuestra experiencia, es fundamental diseñar capacitaciones con base a las necesidades de la institución y del personal. Esto puede implicar más horas de trabajo pero vale la pena pensando en que el proceso sea de utilidad y no sume a la amplia lista de cursos sin sentido ni aplicación. Dada la complejidad de estos temas, es menester que el personal a capacitar acceda y lea textos que impulsen la capacitación; esto favorecería a la construcción continua de un acervo bibliográfico de los temas institucionales. Finalmente, cuando hemos trabajado con grupos donde converge personal de diferentes áreas, procuramos facilitar diálogos e intercambios entre ellos/as pues la mayor de las veces desconocen lo que sus compañeros/as hacen en sus departamentos. Esto no solo favorece la colaboración entre diferentes áreas, sino el intercambio de información por áreas que puede alimentar y retroalimentar las acciones de otras áreas o departamentos. Finalmente, si los aspectos antes mencionados se atienden, creemos que el resultado es un personal con un sentido de autogestión para aplicar programas, pero también para diseñar y gestionar los propios, de tal manera que las acciones en los espacios públicos estatales y municipales, no sean únicamente desde una lógica de operadores de programas a nivel nacional. Los fenómenos sociales que atendemos tato en el espacio público como en el privado, demandan

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un diálogo armónico entre lineamientos y modelos nacionales, con las necesidades, contextos e información generada en lo local.

Conclusiones y propuestas: agenda política para hombres, con perspectiva de género Frente a la pregunta: “¿Cómo tendría que ser el proceso de cambio en los hombres?” (Goyri y Moreno, 2014), estamos comprometidos con el mismo y creemos en él, y reconocemos que trabajar con hombres es un reto y se cuestionan sus resultados (Moreno, 2010). Por tal razón, hemos reflexionado sobre cómo entendemos las llamadas nuevas masculinidades o nuevas formas de ser hombre, y el proceso de cambio. Empezando por las concepciones de masculinidad y nuevas masculinidades, Menjívar (2004) ha hecho un análisis de los supuestos teóricos e implicaciones políticas de éstas. Retoma el trabajo de Clatterbaugh, para distinguir aquellos estudios de masculinidad conservadores de los críticos. Los primeros definen la masculinidad como una serie elementos culturales de los hombres, sin un análisis histórico ni de poder, lo cual suma a una visión esencialista y casi naturalista de la masculinidad, como si fueran parte de un inconsciente social, que no se cuestiona ni se imagina necesario cambiar. Los enfoques críticos, pro-feministas, analizan el poder de manera histórica y política, debatiendo si se debe hablar de masculinidad (especificidad) o de masculinidades (diversidad); la masculinidad no es un listado del “deber ser”, ya que tiene un aspecto relacional que “le brinda su carácter de género” (2004, p.101). Como expusimos anteriormente, nuestra comprensión de la masculinidad está basada en una visión crítica que nos permite mirar las relaciones de poder. Nos apoyamos en el movimiento feminista reconociendo el carácter histórico y político del género, donde lo masculino y lo femenino están ligadas (Badinter, 1993). Por ello, hablamos de masculinidades reconociendo la

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diversidad de historias, identidades, relaciones e incluso resistencias, de hombres que no siempre viven desde lo dominante o hegemónico (Montoya, 1998; Pineda, 2003; Menjívar, 2004). Sobre el cambio, creemos que la “clave” para promover nuevas identidades y relaciones, no es la definición de un nuevo modelo per se, ya que sería contraproducente el transitar de uno hegemónico-dominante, hacia otro que sin ser violento, termine volviéndose hegemónico y motivo de competencias homosociales (Amuchástegui en Careaga y Cruz, 2006; Kimmel, en Menjívar, 2004; Goyri y Moreno, 2014). Nuestra propuesta es mirar el cambio en los hombres no como un lugar al cual se deba llegar, sino como un proceso relacional en el que desarrollemos nuevas formas de relación basadas en la equidad, los derechos y la salud, que impacten en nuestras historias e identidades. No se trata de quitarles responsabilidad sobre sus acciones, sino acompañarlos en un proceso que les “regrese” la responsabilidad de su propio cambio. Retomando la importancia de generar información y conocimiento local que sustente acciones y proyectos públicos en espacios gubernamentales, resulta pertinente que en éstos ser sistematicen sus experiencias. Puede ser retador cuando el personal no cuenta con los recursos metodológicos para hacerlo, razón por la que una propuesta es que las instituciones académicas acompañen esta construcción de conocimiento local, desde la práctica cotidiana y no solo desde la teoría. Esta recomendación no es nueva; existen experiencias favorables de colaboración entre academia, sociedad civil y gobiernos locales. Por tal motivo, nos hemos sumado a estos esfuerzos conjuntos, en donde el objetivo no sea “vender” una propuesta, sino construirla, dando respuesta a necesidades reales, desde las características y recursos de cada institución. En este tenor, el uso de recursos federales en la implementación de proyectos sociales, demanda un tamizaje teórico-metodológico común, que enmarque éticamente las intervenciones

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comunitarias8. Hemos observado a nivel operativo, cómo el personal se debate entre la aplicación profesional de los programas y el reporte de indicadores cuantitativos, habiendo una inconsistencia entre los impactos reales y los reportados oficialmente, dejando de lado el seguimiento. El desarrollo de indicadores tendría que ser menos numérico y más cualitativo, cuidando que la medición de impactos también evidencie los procesos sociales. Nos hemos cuestionado ¿cómo desarrollar políticas públicas que tengan impactos sociales reales, cuando conviven con políticas gubernamentales asistenciales? (Figueroa, 20149). Nos referimos a la repartición de bienes y dinero en comunidades necesitadas. En la experiencia de facilitadores del IMM, convocando a hombres de comisarías de Mérida, hablan de la dificultad de comprometer a autoridades locales y población en general, cuando supeditan su participación a la presencia de beneficios materiales, situaciones que por lo general vienen de políticas federales o estatales10. Creemos que la mayoría de las estrategias que se buscan implementar en materia de salud, educación y desarrollo social, se enfrentan o anclan a una lógica asistencialista que menosprecia la capacidad autogestiva de la personas. Así, la asistencia aleja a la gente de una sensación de agencia y autonomía para ser responsables sobre la propia vida. Lejos de pensar en la eliminación de la asistencia social cuando se requiere (desastres naturales, desnutrición, etc.), nos toca ser cuidadosos/as en su implementación, evitando usarlas de manera indiscriminada ante cualquier necesidad social, y más bien acompañar la generación de procesos reflexivos con la gente, para la toma de decisiones pensadas para sus propias vidas.

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En 2013, un grupo de organizaciones que desarrollaban proyectos comunitarios con fondos de la CDI en materia de género (entre ellas, Kóokay), nos reunimos para definir principios teórico-metodológicos desde los cuales llevar a cabo nuestros proyectos, pues se detectó que algunas de dichas organizaciones, no contaban en sus intervenciones con una perspectiva de género, ni de derechos humanos ni metodologías participativas o interculturales. 9 Sobre la distinción que hace entre las políticas gubernamentales VS las públicas. 10 Entrevista con Psic. Carlos Puga y Antrop. Rafael Alfaro; así como experiencias comunitarias de los autores.

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