Como un abismo negro. Relatos desde los bordes del campo clandestino Olimpo.pdf

May 23, 2017 | Autor: Ariel Hernán Farías | Categoría: Representaciones Sociales, Territorio, Subjetividad, centros clandestinos de detención en Argentina
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Cátedra Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas, 2009, pp. 1-26.

¿Cómo un abismo negro?: Relatos desde los bordes del campo clandestino "Olimpo". Farías, Ariel Hernán. Cita: Farías, Ariel Hernán (2009). ¿Cómo un abismo negro?: Relatos desde los bordes del campo clandestino "Olimpo". Cátedra Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas, 1-26.

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¿Cóm o u n a bism o n e gr o?: Re la t os de sde los bor de s de l ca m po cla n de st in o “Olim po” 1 Ariel Hernán Farías2 [email protected] .ar

Pr oble m a : En el siguient e t rabaj o, int ent arem os realizar una aproxim ación de caráct er explorat orio, acerca de las resonancias del proceso genocida argent ino sobre las subj et ividades de aquellos suj et os que habit an act ualm ent e – y habit aron o no durant e los años ´ 70- en las inm ediaciones de un cam po clandest ino ubicado en la Ciudad de Buenos Aires: el “ Olim po” . Est e avance individual es la cont inuidad de una invest igación ant erior, la cuál const ó de una prim era et apa, en la que se realizaron cient o cincuent a encuest as. Los avances de dicho m at erial fueron present ados en Congresos y organism os de Derechos Hum anos3 . La segunda et apa, com enzada en diciem bre de 2008, est á abocada a la realización de un inform e audiovisual a part ir de las ent revist as realizadas a habit ant es del barrio. El m at erial em pírico ut ilizado en est a m onografía surge de las doce prim eras ent revist as desgrabadas. La m uest ra abarca habit ant es4 que han vivido durant e el Proceso de Reorganización Nacional, habit ant es que se han m udado luego, m ilit ant es y no m ilit ant es5 .

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Ést a es una v ersión corregida de la m onografía final present ada, en Agost o del 2009, en la m at er ia de la Carrera de Sociología de la Univ ersidad de Buenos Air es: Análisis de las Práct icas Sociales Genocidas ( Feierst ein) . 2 Est e t rabaj o le debe a las ideas y debat es plant eados en el sem inario Las reconfiguraciones de la subj et iv idad social ( Vega Mar t ínez) , 2009; a las discusiones realizadas j unt o con el grupo de est udio de la cát edra: Mercedes Vega Mart ínez; Adr ián I ozzi; Ariel Fernández; Carla Bert t ot i; Juliet a Lam pasona; María Casalins; María Maneiro; Pam ela Colom bo y Sebast ián St avinsky ; y a las reflexiones y t rabaj o conj unt o realizado con m is com pañeras y com pañeros del proyect o Mem orias de Vecindad: relevam ient o audiovisual de las m em orias de los vecinos pasados y act uales del ex Cent ro Clandest ino de Det ención Tort ura y Ext erm inio “ Olim po” : Mar ía Mendizábal; Ay elén Mart ínez; Cecilia Goldberg; Em anuel Bonfor t i; Flav ia Affranchino; María Méndez y Paula Ram ír ez. 3 Se present aron los avances de est a inv est igación en el “ Olim po” ( Agost o de 2008) y en la Asociación de ex Det enidos Desaparecidos, Capit al Federal ( Sept iem br e de 2008) . A su vez, se present aron ponencias en la I Jornada sobre experiencias de t ransm isión de la m em oria, I nst it ut o Espacio para la Mem or ia, Buenos Aires, Oct ubre de 2008 y en las Jornadas Espacios, lugares, m arcas t errit or iales de la violencia polít ica y la repr esión est at al, I nst it ut o de Desarrollo Económ ico y Social, Buenos Aires, Mayo de 2009. Un r esum en del prim er avance se encuent ra en Affranchino, Flavia; Bonfort i, Em anuel; Far ías, Ariel; Goldber g, Cecilia; Mart ínez, Ayelén; Méndez, María José; Mendizábal, Mar ía y Ram írez, Paula; Mem or ias de v ecindad. Relev am ient o de las m em or ias de los v ecinos del ex CCDTy E " Olim po" en El ex CCDT y E “ Olim po” , I nst it ut o Espacio para la Mem or ia, Buenos Aires, 2008. 4 Por habit ant es ent endim os a t oda persona que t iene un vínculo est recho con el barrio, en est a cat egoría no solo ent ran quienes viv en allí, sino, aquellos que desem peñan su t rabaj o en las inm ediaciones del “ Olim po” ( Affranchino, Flav ia; Bonfort i, Em anuel; Farías, Ar iel; Goldberg, Cecilia; Mart ínez, Ayelén; Méndez, María José; Mendizábal, Mar ía y Ram írez, Paula, 2009) . 5 La m uest ra est á const ruida en base al crit er io de sat uración t eór ica. Muchos de los ent rev ist ados fueron seleccionados luego de realizada la encuest a ( aquellos que eligieron dar sus dat os para un

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En est e t rabaj o buscarem os describir la relación exist ent e ent re cam po clandest ino y barrio, indagando acerca de las m em orias const ruidas por habit ant es de las inm ediaciones del “ Olim po” . Para ello: 1 - Realizam os en un prim er apart ado una cont ext ualización del “ Olim po” en el barrio. 2 - Luego, nos avocam os a delim it ar el concept o de genocidio. 3 – Finalm ent e realizam os un acercam ient o a los procesos acaecidos en t orno al cam po. N u e st r a h ipót e sis de t r a ba j o con sist e e n qu e e l ca m po cla nde st in o pr odu ce r e sona n cia s e n e l “a fu e r a ” qu e se r e a ct u a liza n e n e l pr e se n t e , t odo lo cual, llam a a const ruir una m irada que com plej iza las ideas de “ adent ro” y “ afuera” y de proceso t ram it ado o cerrado.

El “Olim po” e n e l ba r r io Ent re 1974 y 1983 se produj o en Argent ina un proceso de aniquilación sist em át ico de personas. Cuerpos6 insum isos at ravesaron una cadena de procesos que fueron desde su negat ivización, aislam ient o, búsqueda, capt ura, t ort ura, deshum anización, hast a su desaparición. El espacio de producción final de la figura del desaparecido fueron los cam pos de concent ración. El t errit orio argent ino fue at ravesado a lo largo y lo ancho por aproxim adam ent e 500 cam pos clandest inos. El “ Olim po” const it uye un espacio de producción de det enidos- desaparecidos que funcionó desde el 16 de agost o de 1978 hast a fines de enero de 1979. Est e cam po ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Florest a, fue part e de un circuit o que lo vinculó con ot ros dos cam pos, el “ Club At lét ico” 7 ubicado en San Telm o, y el “ Banco” 8 ubicado en La Mat anza ( Alt am irano; Casalins; Solano; Tram a, 2009; Messina, 2008) . Est os t res funcionaron con los m ism os represores e incluso algunos m edios m at eriales que fueron llevados de uno a ot ro.

cont act o post erior) . El obj et iv o en est a segunda et apa es la const rucción de un archivo oral de m em or ias de los habit ant es de las inm ediaciones del “ Olim po” . 6 Ent endem os al cuerpo com o una const rucción hist órica en la que se expr esan confront aciones sociales. El est ado, alineam ient o, desplazam ient o, de los cuerpos, son indicador es, ent onces, de la form a que asum en dichas confront aciones. “ En principio creo que si en algo se art icula con cier t a claridad el program a de invest igación de Foucault con el de Marx , es que t ant o uno com o el ot ro se plant ean radicalm ent e al hom br e. Y la radicalidad que se plant ean involucra, t iene que ver con el cuerpo com o una t errit orialidad en que se ej erce, se expr esa, la lucha de clases” ( Marín, 2009: 46) . 7 El m ism o funcionó ent re febrero y diciem bre de 1977, y est aba ubicado en el sót ano de una dependencia policial. El edificio fue dem olido a fines del 77 para com enzar a const ruir la aut opist a Buenos Aires – La Plat a. 8 Est e cam po, por su part e, funcionó desde fines de 1977 hast a agost o de 1978.

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El “ Olim po” 9 est á sit uado en plena t ram a urbana, ent re las calles Ram ón Falcón, Lacarra, Rafaela, Olivera y Fernández. El predio en el que funcionó el cam po fue un garaj e const ruido hacia principios del siglo XX, ut ilizado com o t erm inal de t ranvías. Hacia la década del 60 com enzó a funcionar com o t erm inal de colect ivos hast a que, con el golpe cívico- m ilit ar de 1976, pasó a m anos de la Policía Federal ( Mesa de Trabaj o y Consenso del Ex CCDTyE “ Olim po” , 2008a) . El cam po ocupa una m anzana com plet a, t enía capacidad para unos 150 det enidos y según t est im onios, se est im a que pasaron por allí aproxim adam ent e 500, de los cuales sobrevivieron alrededor de 50. Tenía un port ón de acceso sobre la calle Lacarra, el ingreso de los det enidos se realizaba por la guardia y los t raslados, desde una puert a de dos hoj as. En la ent rada se podía leer un cart el que decía “ Bienvenido al Olim po de los Dioses. Los Cent uriones” ( Alt am irano; Casalins; Solano; Tram a, 2009) . Las paredes del predio poseían abert uras que fueron t apiadas, a su vez, se dispusieron una serie de t orret as de vigilancia 10 . Hacia 1979 se habían regist rado denuncias acerca del funcionam ient o del cam po. El caso del det enido- desaparecido Alfredo Giorgi, la búsqueda de sus fam iliares, fue cent ral para los prim eros reconocim ient os del lugar. El 3 de febrero de 1984 el Juez que llevaba la causa de Giorgi, ordenó un reconocim ient o al que asist ió el padre de Giorgi j unt o con sobrevivient es del cam po. A su vez, la CONADEP realizó una inspección del espacio durant e m ayo de 1984 para la realización de su inform e ( Mesa de Trabaj o y Consenso del Ex CCDTyE “ Olim po” , 2008b) . El predio cont inuó en m anos de la Policía Federal y ret om ó la función de Plant a Verificadora de Aut om ot ores. A principios de la década del 90, algunos vecinos del

“ Olim po”

com enzaron

a

realizar

acciones para

denunciar

est a

sit uación 11 , se organizaron una serie de m archas y, en est e proceso, se fue conform ando la lucha vecinal por el desaloj o de la policía. Est a lucha cobra fuerza luego del proceso de asam bleas em ergent e hacia el 2001, un grupo de vecinos de la Asam blea de Florest a ret om ará la lucha por el desaloj o, y const it uirán, en m arzo 9

Ver la ubicación del cam po en la Ciudad en el Anexo. “ Después bueno, porque era un lugar feo, porque con las casam at as, las t orret as de v igilancia, eran bast ant e prom inent es y obv iam ent e un lugar que t iene t orret as de vigilancia, com o est aban dispuest as y por lo m enos eran en las esquinas y m e par ece que a m it ad de calle t am bién” ( Francisco, no viv ía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” ) . 11 “ ( …) dent ro de est as discusiones, allá por el año 93 así, est aba el t em a del Olim po… est aba acá en la esquina, nos había pasado, reflexionábam os, est aba la plant a ver ificadora, nos indignaba que sigan est ando ahí y ent onces, se nos ocurr ió, por lo m enos est a es m i idea y m i recuerdo ( ...) Se nos ocurr ió un día, y siendo m ilit ant es con años…. convocar a una m archa para desaloj ar a la policía del Olim po y hicim os una publicidad escasa, fue nuest ra prim era m ar cha. Y lo que sí yo m e acuerdo que nos at endió m uy bien Pergolini, pasó t oda la sem ana la convocat or ia. La cuest ión es que fue un día de sem ana a las cinco de la t arde, las seis de la t arde…. Yo no sé cuánt a gent e… est aba t odo cort ado, est aba t odo cort ado… Todo el per ím et ro de unas dos m anzanas alr ededor… no se podía acceder , había t odo un grupo de gent e en Lacarra y Rivadavia pero yo no sabía si er an vecinos que no podían ent rar, gent e que pasaba a ver qué est aba pasando… lo que sí que éram os 5” ( Juan, no vivía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” ) . 10

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de 2003, la organización “ Vecinos por la m em oria Florest a- Parque Avellaneda” . Las m archas, act os y act ividades t ienen en est e período una presencia hegem ónica de organizaciones barriales y polít icas, por ot ro lado, com ienza a t rat arse a nivel nacional el t em a de la “ recuperación” 12 de los cam pos. Finalm ent e, hacia m ediados de 2005, se desaloj a a la policía, pasando el predio a m anos de una Mesa de Trabaj o y Consenso 1314 . A cuat ro años de est e proceso se realizan en el predio del “ Olim po” una serie de act ividades t endient es a “ recuperar” la m em oria hist órica, así com o act ividades que aglut inan a algunas organizaciones barriales. A diferencia de ot ros cam pos “ recuperados” , por su hist oria y caract eríst icas, se t rat a de un espacio dinám ico y con ciert a vinculación con el barrio. Part icipan del la Mesa de Trabaj o y Consenso: Abuelas de Plaza de Mayo, Asociación de ex Det enidos- Desaparecidos, Cent ro de Part icipación Crít ica y Polít ica, Fam iliares de Det enidos- Desaparecidos vist os en el “ Olim po” , Colect ivo Art íst ico “ paredón y después” , Com isión de Derechos Hum anos uruguayos en Argent ina, Fam iliares de Det enidos- Desaparecidos por Razones Polít icas, Herm an@s de Desaparecidos por la Verdad y la Just icia, H.I .J.O.S., Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, sobrevivient es, Grupo R.E.I .R. – Red de Espacios e I nt ervenciones Recreat ivas, Agrupación Sim biosis Cult ural, Cooperat iva Sabino Navarro, Red GAO, Vecinos por la Mem oria “ Olim po- Orlet t i” , Generación por la Em ancipación Nacional ( GEN) , Equipo de Trabaj o del Proyect o de Recuperación de la Mem oria Hist órica sobre el ex CCDTyE “ Olim po” .

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La idea de recuperación y los ex, ut ilizados para hablar sobre los cam pos clandest inos, asum en, desde nuest ra perspect iva, com plej idades que explicit ar em os m ás adelant e. 13 Ver: Mesa de Trabaj o y Consenso del Ex CCDTyE “ Olim po” , 2008c; Ficha Et nográfica. Mar cha por la Recuperación de los CCDyT “ Orlet t i” y “ Olim po” del 18/ 03/ 2005, en ht t p: / / est at ico2.buenosaires.gov.ar/ areas/ cult ura/ cpphc/ buscador / descar ga/ FI CHA_MARCHA_POR_LA_R ECUPERACI ON_DE_ORLETTI _Y_EL_OLI MPO1.pdf; Página 12; La elección que ganó el Che Guev ara ( 11/ 12/ 2003) ; Marcha por “ el Olim po” ( 20/ 03/ 2004) ; Reclam o por El Olim po ( 08/ 09/ 2004) ; El fut uro de El Olim po ( 26/09/2004) ; El Olim po de la m em oria ( 17/ 05/ 2005) . 14 Un año después de la “ recuperación” , la organización “ Vecinos por la m em or ia Florest a – Parque Avellaneda” decide ret irarse de la m esa debido a razones polít icas, disolviéndose com o organización. No realizam os aún un análisis det allado de la hist oria de luchas barriales y del proceso de recuperación, sin em bargo, no podíam os dej ar de dar cuent a de lo novedoso de la em ergencia de una organización barrial pionera en los procesos de “ recuperación” de cam pos. Los procesos conflict ivos de const rucción de m em oria que im plicó la lucha por est e espacio podr ían ser un int eresant e problem a para invest igar en desarrollos post erior es. Agradecem os en est e punt o las char las j unt o con Marcela y Pablo, ex m ilit ant es de la organización “ Vecinos por la Mem oria Florest a- Parque Avellaneda” , y el cúm ulo de docum ent os que donaron para el archivo de m em orias.

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H e r r a m ie nt a s pa r a pe nsa r e l ge nocidio El genocidio com o product o de la m odernidad: A pesar de los diversos procesos de aniquilación en m asa que se habían producido durant e la hist oria de la hum anidad, el concept o de genocidio va a t om ar form a durant e la Segunda Guerra Mundial, fuert em ent e ilum inado por los procesos de aniquilación perpet rados por los nazis en Europa. En 1943, el j urist a Raphaël Lem kin present a en su obra Axis Rule in Occupied Europe, el t erm ino genocidio. El m ism o est á const it uido por la palabra del griego ant iguo, genos ( raza, t ribu) y la palabra lat ina, cide ( m at ar) , ident ificando en dicho t rabaj o los procesos de dest rucción de una nación o un grupo ét nico. El 11 de Diciem bre de 1946 ( luego de los j uicios de Nürem berg donde el concept o es ut ilizado por prim era vez com o figura j urídica) la Asam blea General de las Naciones Unidas, iniciando las t areas de elaboración de la Convención sobre el Genocidio, dict a la Resolución 96 ( I ) que sost iene que “ el genocidio es la negación del derecho a la exist encia de grupos hum anos ent eros, com o el hom icidio es la negación del derecho de vida de seres hum ano individuales ( …) Muchos crím enes de genocidio han ocurrido al ser dest ruidos com plet am ent e o en part e, grupos raciales, religiosos, polít icos y ot ros” ( Folgueiro, 2004: 32) . Se t rat a ést a de una definición “ polém ica” de genocidio, que incluye a grupos polít icos, dicha inclusión será m ot ivo de discusiones y vet ada finalm ent e en la Convención sobre el Genocidio ( 1948) , obt urándose así, en el Derecho I nt ernacional, la m irada sobre las m at rices polít icas de los procesos de aniquilación en m asa ( Maneiro, 2005: 22) . El concept o de genocidio poseerá ent onces, algunos problem as de origen. La fuert e ident ificación con el Holocaust o signará una serie de const rucciones invisibilizadoras: por un lado, el plant eo de que dicha cat egoría sólo podría ut ilizarse en el m arco de los procesos de aniquilación perpet rados durant e la Alem ania nazi, por ot ro, que se t rat a de un fenóm eno que irrum pe en el proceso de civilización m oderno, com o fract ura y no com o cont inuidad de t endencias. A su vez, el vet o sobre la aniquilación por m ot ivos polít icos, podría im plicar la legit im ación de crím enes com et idos por esas causas. Diversos est udiosos brindarán herram ient as

para

problem at izar

dichas

const rucciones,

veam os

algunos

elem ent os: - El paso de sociedades donde predom ina el poder de soberanía, hacer m orir y dej ar vivir, a sociedades en donde predom inan disposit ivos de biopoder, hacer vivir y dej ar m orir, provocará dificult ades de legit im ación, dent ro de los Est ados m odernos, para m at ar. El biopoder t iene a su cargo la regulación y opt im ización de

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la vida ¿Qué t ecnologías se producen cuando al poder le result a necesario aniquilar part e de la población? Es en est e punt o que se irá configurando el racism o com o posibilit ador de la m uert e, se m at a para purificar y dignificar la vida, m ient ras m ás se m at a la raza inferior, m ej or y m ás fuert e la que queda viva. El racism o se present a ent onces com o const it ut ivo de los m ecanism os em ergent es a part ir de los cam bios en las m at rices de poder y no com o fract ura15 ( Foucault , 1996) . - El racism o ej erce, desde el siglo XI X, una fuert e influencia en t orno a las const rucciones ideológicas de las naciones m odernas. Cum ple la función de arm a polít ica y no se t rat a, m eram ent e, de un nacionalism o de caráct er exacerbado. Algunos procesos acaecidos en Europa han aport ado elem ent os para el desarrollo del racism o, ent re los que consideram os m erecen ser dest acados: •

El surgim ient o del pensam ient o racial alem án: luego de las derrot as con los ej ércit os bonapart ist as, em erge la unidad racial com o un elem ent o aglut inant e de los dist int os est ados, la ausencia de una hist oria com ún haría de la idea de raza un recurso para resolver la fragm ent ación. El rom ant icism o alem án realizará un cult o de la personalidad, cent rándose en la idea de personalidad innat a con la que cont arían desde el nacim ient o.



A m ediados del siglo XI X, Gobineau, se pregunt a por qué la raza que al int erior de Francia debería ser dom inant e, es en realidad la dom inada. La respuest a que const ruye es que dicha sit uación se asociaría con la decadencia de la hum anidad, se produciría una degeneración de la raza debido a las m ezclas de sangre. La solución a est e proceso de degeneración sería posible a t ravés de la form ación de una raza de príncipes: los arios.



En la I nglat erra colonial se legit im an las polít icas de ext erm inio sobr e las poblaciones nat ivas a t ravés de la idea de evolución cont inua de la hum anidad y de la supervivencia del m ás apt o. I nglat erra t endría así, la m isión de colonizar el m undo para que la hum anidad evolucione ( Arendt , 1998) .

- La m odernidad est ruct ura una m aquinaria burocrát ica y un desarrollo indust rial que generó las condiciones de posibilidad del genocidio. En el caso del Holocaust o, la Solución Final est aría preñada por la lógica racional m oderna, fue perpet rado por personas prom edio, ni fanát icos que disfrut aran de la m at anza, ni afligidos, sim plem ent e hom bres que realizaran su t rabaj o de form a ordenada y m et ódica. Es así com o el proceso de burocrat ización de la m at anza produce una 15 “ El nazism o solo llevo a su paroxism o el j uego ent re el derecho sober ano de m at ar y los m ecanism o de biopoder. Pero est e j uego est á inscript o efect ivam ent e en el funcionam ient o de t odos los Est ados, de t odos los Est ados m oder nos, de t odos los Est ados capit alist as. Y no solo de ést os ( Foucault , 1996: 211) .

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inhibición m oral, que se encuent ra posibilit ada porque: la violencia est á aut orizada; las acciones se encuent ran dent ro de una rut ina; y las víct im as de la violencia han sido deshum anizadas. Por ot ro lado se desarrolla un proceso de invisibilización m oral: al form ar part e de la m aquinaria aniquiladora un gran núm ero de personas que cum plen pequeñas t areas, se obt ura la visualización de la conexión ent re la volunt ad y la acción. Aquel que da la orden no la lleva a la práct ica y quien la lleva a la práct ica es inst rum ent o de una volunt ad aj ena 16 ( Baum an, 1997) . Recapit ulando, int ent am os realizar una prim era delim it ación del concept o de genocidio. Uno de nuest ros supuest os consist e en que se t rat a de un proceso que sint et iza t endencias producidas por la m odernidad: en nuest ras sociedades se han est ruct urado las condiciones de posibilidad de los procesos sist em át icos de aniquilación en m asa. Por ot ro lado, creem os que el genocidio, com o concept o, no debe ser m onopolizado por los procesos acaecidos durant e la Segunda Guerra Mundial. Finalm ent e, advert im os respect o de las lim it aciones que present a la definición est ablecida por la ONU, al vet ar a los grupos polít icos para asir los procesos de aniquilación que se dieron en Am érica Lat ina en el m arco de la Doct rina de la Seguridad Nacional, de m anera t al que el Derecho, com o espacio en el que se producen y reproducen relaciones de fuerzas, const ruye un saber que obt ura la m irada sobre las form as que adopt an las práct icas sociales genocidas dent ro de las sociedades capit alist as.

El genocidio com o dest ruct or y reorganizador de relaciones sociales: Las form as a t ravés de las cuales se han concept ualizado los procesos genocidas son diversas y no realizarem os en est e t rabaj o un análisis det allado de las m ism as17 . Buscarem os, en cam bio, ret om ar el abordaj e de Feierst ein ( 2007) cent rándonos en una de las t ipologías de genocidio m oderno que const ruye el aut or, el genocidio reorganizador. Con el inicio de la Guerra Fría em ergen form as de confront ación que irán produciendo un cam po de saber legit im ant e de las práct icas de aniquilación de pueblos insurgent es que ya no eran las colonias clásicas. Las colonias o sem i colonias que, luego de la Segunda Guerra Mundial, se rebelan al dom inio de sus m et rópolis serán el laborat orio de nuevas t ecnologías y disposit ivos que las fuerzas 16

“ Com o casi t odas las acciones socialm ent e significat ivas se t ransm it en por una larga cadena de dependencias causales y funcionales m uy com plej as, los dilem as m orales desaparecen de la vist a, al t iem po que cada vez se hacen m enos frecuent es las oport unidades para realizar un exam en de conciencia y que las elecciones m orales sean m ás conscient es” ( Baum an, 1997: 33) . 17 Para una descripción de las form as en las que se ha concept ualizado al genocidio v er Feierst ein, 2007.

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del régim en export aran a diversos t errit orios. I ndochina y Argelia ( Francia) , Viet nam ( Est ados Unidos) , por nom brar los casos m ás conocidos, irán prefigurando un saber y un poder que a fuerza de derrot as se irá perfeccionando. Francia será pionera

en

la

producción

de

las

t eorías

y

práct icas

ant isubversivas

y

cont rainsurgent es. Est ados Unidos im port ará a post eriori est os conocim ient os, am plificándolos hacia las Fuerzas Arm adas lat inoam ericanas, pero ya hacia fines de la década del 50, eran los oficiales franceses quienes enseñaban est as form as de pensar las confront aciones cont ra un enem igo que poseía nuevas caract eríst icas. El enem igo no era, en est os casos, un Est ado consolidado sino una fuerza insurgent e en em ergencia que buscaba liberarse del dom inio de la m et rópoli, pero que asum ía caract eríst icas novedosas, alineándose con el “ cam po socialist a” . Los genocidios reorganizadores t endrán elem ent os de los procesos de aniquilación dados en los m arcos de las cam pañas de liberación nacional, pero a diferencia de aquellas, se darán en Est ados ya const it uidos buscando rediseñar a la sociedad en su conj unt o: lenguaj e, cot idianeidad, m ediaciones sociales y polít icas, form as de poder ( Feierst ein, 2007) . El nazism o, sería la experiencia art iculadora que daría em ergencia a est a t ecnología, la dest rucción y reorganización de relaciones sociales a t ravés de la aniquilación sist em át ica, y a est e disposit ivo en part icular, el cam po de concent ración 18 . Se t rat a de una t ecnología que busca dest ruir un conj unt o de relaciones sociales de t ipo cooperat ivo, asent adas sobre cuerpos aut ónom os, sut urar ese conj unt o de relaciones int ent ando im posibilit ar una nueva em ergencia, y const ruir ot ras relaciones asent adas en la producción de cuerpos het erónom os. El genocidio reorganizador cont iene una cadena de procesos: la ident ificación del ot ro, su negat ivización, el host igam ient o, el aislam ient o, el debilit am ient o, el aniquilam ient o m at erial y la realización sim bólica del genocidio. Son m om ent os de est a m odalidad que nos rem it en a la serie de m ecanism os y t em poralidades necesarias para producir una sociedad dom est icada. Sin em bargo, nunca se t rat a de un proceso t ot al, est á siem pre som et ido a resist encias, incluso en aquellas sit uaciones donde pareciera que no quedan rendij as. En est e sent ido, los discursos de nuest ros ent revist ados nos perm it en aproxim arnos al cam po desde una m irada que no se sit úa sólo desde su “ int erior” . Las resonancias son diferenciales, y nos perm it en dar cuent a de

un proceso que

at raviesa al conj unt o social. Veam os qué form as adopt an est os procesos de dest rucción de relaciones sociales en el relat o de los ent revist ados: 18

“ Es así que el análisis del genocidio nazi en est e t rabaj o cobra sent ido en t ant o et apa fundadora de una nueva m odalidad genocida. Ya no sólo el surgim ient o de un nuevo Est ado, ya no solo una polít ica colonialist a, ahora el genocidio se est ruct ur a com o un m odo de t ransform ar un Est ado pre- ex ist ent e. El aniquilam ient o de grupos de población j uega un rol en la t ransfor m ación del conj unt o dent ro del cual esos grupos ex ist ían ( Feierst ein, 2007: 63)

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“ Y nosot ros

vivíam os en el barrio, hast a las t res de la m añana est ábam os en el Parque

con la guit arra, y de repent e, nos dij eron, no vayan m ás al Parque, y com o que nos fuim os encerrando en las casas porque com o que, ya t us m ism os padres no t e daban la m ism a libert ad” . ( Paula - v ivía en el barr io dur ant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

Es not orio el cort e en la cot idianeidad y el repliegue sobre las relaciones sociales m ás cercanas. El encierro en el hogar com o m ecanism o de defensa es un relat o recurrent e en aquellos ent revist ados no m ilit ant es o m ilit ant es periféricos ( Maneiro, 2005: 89- 90) . La sociedad m ilit arizada, en est e sent ido, im plicó un cont rol ret icular del espacio público urbano, sut urándose un conj unt o de relaciones sociales preexist ent es, concent rándose en el núcleo prim ario: la fam ilia. Por ot ro lado, el “ ya t us m ism os padres no t e daban la m ism a libert ad” , ej em plifica un proceso de reproducción am pliada de la lógica persecut oria, est os m ecanism os exceden las acciones de las personificaciones de la fuerza aniquiladora, adquiriendo una dinám ica propia luego de iniciados. En las sociedades donde el t error t iende a cubrir un conj unt o am plio del t ej ido social, la am enaza de m uert e va produciendo un t ipo de relación que se asem ej a a la lógica perseguido- perseguidor const it ut iva de la paranoia 19 . La am enaza efect iva de m uert e, producida por la fuerza genocida, ext endía sus efect os m ás allá de las personificaciones prim arias de dicha am enaza, produciendo una lógica circular am pliada del binom io perseguidoperseguidor. En el caso de los m ilit ant es, sobre t odo en aquellos que at ravesaron sit uaciones de clandest inidad, el t error provocado por las caídas de com pañeros, el despegue de las organizaciones, la soledad y el aislam ient o, el exilio, escenifican las form as en las que la m odalidad genocida iba cubriendo, obt urando, quebrando, el conj unt o de relaciones sociales que hacía de soport e a dichos cuerpos. A diferencia de los m ilit ant es periféricos o los no m ilit ant es, el hogar era el lugar del m iedo ya que represent aban el espacio que las fuerzas del régim en habían ident ificado para buscarlos. La calle, por ot ro lado, se present aba com o el lugar “ seguro” ya que allí se indiferenciaban con la m asa ( Maneiro, 2005: 94) . Es decir, el lugar seguro era

19 “ [ H] allam os est e dilem a en ese t ipo de sociedades donde el poder desem peña el papel de una fuer za alienant e que am enaza efect ivam ent e de m uer t e a t odo oposit or . Est a am enaza, cuya reciprocidad vam os a ver, va a est ablecer un sist em a de relación que se acer ca a ese sist em a propio de la problem át ica perseguido- per seguidor que define la paranoia. Pero par a que t al sist em a funcione y alcance su fin sería falso creer que la fuerza de las bayonet as, inst rum ent os necesario, sea suficient e: la part icularidad y la fuerza de t al sist em a r eposa en su capacidad de difracción y de infilt ración en el conj unt o de las relaciones pr esent es ent re los suj et os ( …) Su her m ano, su vecino, t al desconocido con el que ust ed se cruza, puede ser el delat or pot encial o real, aquél al que deberá su m uer t e y vicever sa. Va a operarse así una < < sist em at ización> > de la relación perseguido- perseguidor , gr acias a que cada suj et o part icular ret om a la r elación present e ent re él y los det ent ador es del poder” ( Aulagnier , 1984: 39) .

9

aquel que los desem barazaba de su ident idad m ilit ant e, allí donde se volvían seres “ norm ales” . Est os procesos iban colonizando las acciones solidarias, en palabras de uno de nuest ros ent revist ados: “ O sea, de alguna m anera, no los t enem os que culpar por que est ábam os presos los de adent ro y los de afuera. O sea, los que nos fuim os éram os per seguidos, los que est aban adent ro que se t enían que callar , est o nosot ros lo hem os conversado ¿no? que el país se había conver t ido en un gran cam po de concent ración. Est e…y ya era un m om ent o en que la solidar idad se daba en pequeñas dosis com o la que le dieron a los que se escapar on, a la gent e que se escapó de Seré que los ayudó unos vecinos. Más de eso no le podes pedir a la gent e” . ( Juan - no vivía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

El golpe sobre los soport es relacionales iba desarm ando resist encias y posibilit aba el avance en el m odelaj e de los cuerpos, buscando const it uir un cuerpo nuevo, pasible de ser ordenado, sum iso: “ ( …) las influencias dict at oriales se hicieron sent ir t am bién enseguida, se dej ó personal cesant e, se prohibieron t ext os, se prohibieron cant ant es, se est ableció un m odo de v est im ent a, no se podía usar bar ba, no se podía usar j ean, las m uj eres no podían usar pant alones ni calzar sandalias” . ( Rocío - no viv ía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

El poder genocida busca reorganizar a la sociedad en su conj unt o, int ent a arrasar con aquellos suj et os que denot an un uso aut ónom o de sus cuerpos. Cont em poráneo al proceso de aniquilación m at erial de las fracciones sociales no norm alizadas se irá const ruyendo un saber que acom pañe el cincelado de cuerpos het erónom os, cuerpos infant ilizados, suj et os a los que se les ordena qué leer, qué escuchar, cóm o vest irse, qué aspect o deben t ener, en fin, suj et os alineados a la lógica del poder reorganizador 20 . Finalm ent e, lo t rascendent e del genocidio reorganizador es su capacidad de golpear sobre el conj unt o, dest ruir relaciones sociales de cooperación y const ruir un saber capaz de obt urar dichas relaciones, la producción m at erial del genocidio no es com plet a si no es acom pañada de la producción de represent aciones en t orno al pasado recient e que habilit en a la const it ución de una sociedad dom est icada. A post eriori de la aniquilación m at erial se const ruye una narrat iva en t orno al proceso t raum át ico, que realiza –en la dim ensión del m undo sim bólico- lo que se había 20

“ En est e sent ido, es posible incluir una nueva cat egor ía operat oria. Se int ent a dest ruir los suj et os en t ant o suj et os para sí para quit arles esa condición y escindir los en suj et os en sí, sin capacidad de apropiarse de su m ism a experiencia y práct ica. La lucha se desarrolla al int er ior de cada uno de los cuerpos de las víct im as, buscando despoj arlos de la capacidad de cont rol sobre el propio cuerpo, de su aut o- det erm inación, y de la noción de ser m iem bros igualit ar ios de una m ism a especie” ( Feierst ein, 2007: 87)

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producido con la m at anza en el ám bit o de la realidad m at erial. Creem os, sin em bargo, que est e proceso de realización de la vict oria 21 ( I zaguirre, 1992) o realización sim bólica de las práct icas sociales genocidas22 ( Feierst ein, 2007) , se encuent ra at ravesado por m últ iples com plej idades y form as de resist encia, que en algunos m om ent os pueden abrir brechas, punt os de fuga.

Los ca m pos: Habíam os plant eado previam ent e que el genocidio reorganizador se asient a sobre el disposit ivo cam po de concent ración. I nt ent arem os avanzar en est e apart ado en una definición acerca del m ism o y en las narrat ivas const ruidas por los habit ant es de las inm ediaciones del “ Olim po” en t orno a dicho cam po. Exist en m últ iples abordaj es sobre las condiciones int ernas del cam po, m uchos de ellos const it uyen desarrollos/ aport es t est im oniales de los sobrevivient es: Bet t elheim , 1973; Calveiro, 2004; Calvo, 1997; Levi, 1988, por cit ar algunos. No obst ant e, y aun cuando los consideram os im prescindibles, result an insuficient es para nuest ro abordaj e, ya que no nos concent ram os en el “ adent ro” del cam po sino en las resonancias que produce en el “ afuera” . Los cam pos fueron los espacios de producción de la m uert e en m asa en la Alem ania nazi, allí se dividían en cam pos de concent ración, de t rabaj o y de ext erm inio. Hacia 1943 la presencia de los cam pos era not oria. Lo m ayorit ario fue el silencio de la población alem ana, la parálisis y el alineam ient o con la propaganda nazi. Se dio una im port ant e art iculación ent re los cam pos y las ciudades o pueblos que los cont enían o de los que eran vecinos. La producción y reproducción del t error, los procesos de dest rucción de relaciones sociales solidarias de los que

21 “ A part ir de la derrot a, com ienza un segundo m om ent o de est e pr oce so du a l, el m om ent o de r e a liza ción de la vict or ia : la ar t iculación de nuevas relaciones sociales que rem plazan a las ant er iores, en las que se r econoce quién es el vencedor, y que t ransform arán en est able la nueva sit uación de paz. Es el m om ent o del de sa r m e , aquella condición del derr ot ado que gar ant iza por lar go t iem po su no recuperación para rebelar se cont ra el vencedor. Es el inicio de un proceso de colon iza ción –al m enos subj et iva- , de fundación de una hist oricidad nueva, de una m em oria nuev a, het erónom a” ( I zaguirre, 1992: 22) . 22 “ El aniquilam ient o m at er ial – efect uado en el cam po de la producción, en est e caso de la “ producción de m uer t e colect iva o m uert e seriada” – debe obligat oriam ent e realizar se - para logr ar sus obj et ivos – en el cam po de las r epresent aciones sim bólicas, a t ravés de det er m inados m odos de narrar - y, por lo t ant o, de r e- pr esent ar se – la experiencia de aniquilam ient o” ( Feierst ein, 2007: 106) . Si bien la definición de Feierst ein est á fuer t em ent e ilum inada por las concept ualizaciones de I zaguirr e, el concept o de “ vict oria” ut ilizado por est a últ im a, im plica un m arco int erpret at ivo dist int o, que t iene com o sopor t e, la concept ualización del pr oceso prev io al genocidio com o una guer ra ent re fuerzas sociales. No es obj et ivo de est e t rabaj o realizar una descr ipción de las narrat ivas en t or no a las causalidades del proceso de aniquilación v ivido en Argent ina, pero es necesario dest acar la im por t ancia de los t rabaj os de Marín e I zaguirre par a el est udio sobre el genocidio argent ino, aunque exist an rupt uras post eriores con los m ism os.

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hacíam os

m ención

ant eriorm ent e,

com plicidad en algunos casos

23

posibilit arán

est a

pasividad,

alienación

y

( Gelat elly, 2001) .

A part ir de relat os de sobrevivient es se han realizado est udios acerca del int erior del cam po, allí se organizaba un proceso de deshum anización de los suj et os, el int ent o era el arrasam ient o, convert ir suj et os cargados de relaciones sociales en m usulm anes, cuerpos inert es que se encuent ran ent re la vida y la m uert e. El cam po represent a un espacio que em erge cuando el est ado de excepción se conviert e en regla, llegan allí suj et os vinculados a un t errit orio y un orden j urídico que los const it uye y son reducidos a nuda vida, puro ser biológico. Est e espacio social, const it uye el nom os polít ico de la m odernidad 24 ; en est e sent ido, la desconexión ent re nacim ient o y Est ado- nación no se present aría ya com o un hecho m arginal sino com o m at riz ocult a de la polít ica m oderna ( Agam ben, 2001) . Est e desarrollo result a sugerent e, aunque en ocasiones pareciera const ruirse una cat egoría dem asiado am plia, si un cam po se abre en cualquier espaciosit uación en la que se m at erializa el est ado de excepción, cabe pregunt arse, si dichas sit uaciones son com parables: ¿Pueden form ar part e de un m ism o concept o, el est adio de Bari, en el que la policía puso a inm igrant es clandest inos albaneses ant es de deport arlos en 1991, el cent ro clandest ino argent ino o el Lager alem án? En cont rapart ida, es im port ant e dest acar que est as cat egorías am plias son m uy út iles para salirse de una m irada fet iche del cam po que se concent ra en su m at erialidad sin bucear sobre las relaciones sociales que dest ruye y const ruye, el cam po produce efect os en el “ afuera” , y es hacía su abordaj e que nos dirigim os 25 .

23

“ Result a difícil saber qué es lo que pensaban realm ent e los ciudadanos de los prisioneros de los cam pos. Teniendo sim plem ent e en cuent a la m agnit ud de las cifras y los rum ores que corrían cada vez con m ás frecuencia en t or no a la sanguinar ia crueldad de los nazis, result a difícil cr eer que los ciudadanos alem anes no sospechaban lo que sucedía en los cam pos y que se cr eyeran a pie j unt illas la propaganda sobre el const ant e aum ent o del núm ero de < < crim inales peligrosos> > que debían ser encerrados y m ant enidos a buen recaudo. Por supuest o, había gent e que est aba convencida del fundam ent o de t oda aquella propaganda ( …) En m uchos casos, sin em bargo, los alem anes m ost raron una absolut a falt a de int erés e indiferencia hacia ellos, por lo que encont r aron en la propaganda nazi una salida cóm oda” ( Gelat elly, 2001: 298- 299) . 24 “ La cr ecient e desconex ión ent re el nacim ient o ( la nuda vida) y el Est ado- nación es el hecho nuevo de la polít ica de nuest ro t iem po, y lo que llam am os cam po es est a separ ación. A un or den j urídico sin localización ( el est ado de excepción, en el que la ley es suspendida) cor responde ahora un localización sin orden j ur ídico ( el cam po com o espacio perm anent e de excepción) ” ( Agam ben, 2001: 42) . 25 “ Bet t elheim había t enido una prefiguración al im aginar que, en verdad, en el cam po de concent ración salía a la superficie algo de lo m ej or pero, en m ayor escala, m ucho de lo peor de nosot ros. Quizás el cam po de concent ración fue necesario para crear las condiciones de dicho cam po en la sociedad general. Podem os t ener m illones de personas deseando ser Kapos, deseando som et er a su pequeño grupo en el t rabaj o, a su pequeña fam ilia, ar t iculando delaciones y t raiciones, y esperando a cam bio pequeñas recom pensas o, quizás, evadir el cast igo. El posgenocidio, la realización sim bólica de cier t os m odos de represent ar al genocidio puede perm it ir cr ear las relaciones sociales de un cam po de concent ración sin la inver sión m at erial y m oral que im plica m ant ener en funcionam ient o un cam po de concent ración. Ese aparece com o el obj et ivo final, com o la r eorganización definit iva – aunque, com o hem os aprendido, nunca nada es definit ivo- de las relaciones sociales” ( Feier st ein, 2007: 115) .

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Cam po y cercanías: “ Gerardo Gat t i o Adriana Gat t i no sólo son m is desaparecidos: desengáñense, t am bién son suyos, pues son product os de las cosas que los, que nos, hacen, del viej o Est ado social bat llist a, del viej o sueño populist a del peronism o, de la viej a y querida vocación de hom ogeneidad social, del sueño del país civilizado, de la ret órica del proyect o civilizat orio… Son, sí, asum ám oslo, product o de lo que nos conviert e en excepcionales. Les est oy int erpelando, en efect o: si respect o a la desaparición forzada la m ía es una posición m arcada, la suya t am bién lo es. Exact am ent e lo m ism o. I ncluso m ás si se cree neut ra o inocent e o aj ena.” 26 . Gabriel Gat t i Desde la perspect iva de Gat t i se ha producido en Argent ina un proceso de inst it ucionalización

de

la

figura

del

det enido- desaparecido.

Movim ient os

e

inst it uciones sociales, lenguaj es, producciones art íst icas, se anudan a esa figura evanescent e.

Diversas personificaciones j alonan

est a inst it ución,

pelean

por

delim it arla, “ por hablar de los desaparecidos y en nom bre de ellos” , por const ruirse un lugar legít im o dent ro de ese espacio, que es cam biant e, pero exist e. ( Gat t i, 2008: 19) . Diversas ident idades que se const ruyen desde “ dent ro” del cam po clandest ino, producen narrat ivas que no se llevan del t odo bien con el “ afuera” , aquel espacio sospechoso y carent e de legit im idad. I nt ent arem os avanzar, aunque precariam ent e, en lo que sucede allí, ret om ando esas voces e int erpelándolas. La clandest inidad del cam po argent ino, lej os de eclipsarlo a la m irada social, los const it uye com o espacios product ores de t error. Una realidad sabida a m edias que paraliza, el saber – no saber sirvió com o caj a de resonancia del poder concent racionario. El cam po, por est ar en m edio de la sociedad, solo puede exist ir si ést a decide no ver, se t rat aba de una sociedad anonadada y pet rificada. Se producía así, una lógica circular de producción de parálisis ( Calveiro, 2004: 147) . En palabras de una de nuest ras ent revist adas: “ Doblaba acá, en Ram ón Falcón y Lacarra. Ent onces, nosot ros siem pre pasábam os por acá, un lugar m uy t enebroso, en época de dict adura t odavía. Me acuerdo de pregunt arm e, pero clarísim o, ¿qué pasa acá? ¿Qué es est o? Y m i abuela en ese m om ent o m e decía, no sé, no m ires, no m ir es porque no sé que pasa, pero ya en época de dict adura… De chica, t endría 8 años…en el 78, 79 por ahí…80. Es com o que

26

Gat t i, 2008: 23.

13

la sociedad int uía que en est os lugares, en dist int os lugares o en det er m inados lugares sucedían cosas” . ( Sabrina - no v ivía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

El no ver no podía ser absolut o, en est e caso t enía que ser reforzado con un m andat o explícit o. El recuerdo de niña de Sabrina nos habla de un lugar t enebroso. El m andat o de silencio ( provocado por la am enaza de m uert e) , desorganiza al suj et o en su relación con el principio de realidad, los m ecanism os de defensa son diversos: negación, renegación, disociación. Est os golpes reform ulan los sist em as de percepción de los suj et os27 ( Vega Mart ínez, 1999) . Los ent revist ados que eran adult os y vivían en las inm ediaciones del cam po cuando ést e funcionaba, suelen reforzar sit uaciones de desconocim ient o o conocim ient o difuso del m ism o. Según una ent revist ada: “ Todo el m undo decía no conocer absolut am ent e nada… Que a lo m ej or, que t al vez, que habían vist o que se det enían personas… O que alguna sirena, o que ent raban m uchos aut os a ese espacio. Pero relat os así… con m ás cont enido no, no. En general la gent e era m uy renuent e a hablar sobr e el t em a” . ( Rocío - no viv ía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

Un dat o que arroj a luz sobre las represent aciones del pasado recient e y la const it ución de vacíos de sent ido en t orno al “ Olim po” es el haber obt enido, de las cuarent a encuest as realizadas en la prim era et apa de nuest ro t rabaj o a personas que vivieron

durant e el funcionam ient o del cam po, sólo

una que m enciona a

“ Olim po” com o lugar im port ant e del barrio, en cam bio, de los cincuent a y siet e encuest ados que com enzaron a habit ar el barrio de 1980 a 2000, m ás de un cuart o nom bró al cam po com o un lugar im port ant e de la hist oria barrial 28 ( Affranchino, Flavia;

Bonfort i, Em anuel;

Farías, Ariel;

Goldberg, Cecilia;

Mart ínez, Ayelén;

Méndez, María José; Mendizábal, María y Ram írez, Paula, 2009) . Se producen a su vez sit uaciones de cont radicción not orias en el m ism o relat o de los ent revist ados: “ Acá había m ucha gent e det enida, se v eían ent rar furgones, se sent ía quej idos, ruidos, yo pasaba cam inando por ahí y se iba por la vereda ( inaudible) había funcionar ios

del

ej ér cit o….

En

el

“ Olim po”

det uv ieron

m ucha

gent e.

( ...) Acá no hubo ningún pr oblem a, de ruidos que m olest arán al público, no. Y en el ot ro lugar donde hubo un cent ro clandest ino, ¿qué dist ur bio hubo? Dist urbio es que 27

“ La férr ea inducción al silencio, pret endió hacer que se ignoraran los hechos aberrant es im pulsando m ecanism os de renegación y disociación y const ruyendo una r ealidad pat ológica con am plia incidencia en la const rucción subj et iva de las personas afect adas que arrast ró a la sociedad en su conj unt o. La norm alidad est aba dada por la circulación de un discurso que om it ía lo esencial y que a la vez desinform aba, haciendo persist ir en el t iem po, la incert idum bre cuyos efect os son a la vez, devast ador es y acum ulat ivos, t ant o indiv idual com o socialm ent e” ( Vega Mart ínez, 1999: 178) . 28 De los cincuent a y t res rest ant es del t ot al de la m uest ra, cincuent a y uno residen desde el 2001 en adelant e, de ést os, el 13,7 % m enciono a “ Olim po” com o un lugar im port ant e del barrio. De los dos casos r est ant es no disponem os infor m ación del año en que com enzaron a habit ar el barrio.

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los det enidos se quisieron unir para hacer un escándalo ent re ellos y largárseles encim a a los que est aban, hubo golpes, no se si hubo líos” . ( Mario - viv ía en el barr io dur ant e el funcionam ient o del “ Olim po” ) “ Pasaban m uchas cosas, sacaban gent e m uert a. No hacían cosas lindas. En la par t e de at rás se veía ent rar personas. En realidad sólo sé que era de la policía. Me ent eré por los vecinos. Yo no veía nada” . ( Respuest a a pregunt a abiert a del cuest ionario, viv ía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

Por ot ro lado, desde un relat o m ilit ant e y no habit ando el barrio durant e el funcionam ient o se const ruye una narrat iva que plant ea un saber en el m om ent o en el que el cam po funcionaba: “ ( …) Aunque y o siem pre le dij e chupadero, y de alguna m anera pensando un poco… los vecinos y m ucha

gent e que no eran vecinos cuando decías que vivías a dos

cuadras del chupadero sabían m uy claram ent e a lo que t e est abas refiriendo y est aba claram ent e ident ificado. Más allá, est o t iene que ver con… los vecinos t enían claro lo que era un chupadero. Vos decías, en frent e del chupadero y t odo el m undo sabía a qué t e est abas refiriendo” . ( Francisco – no vivía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” ) “ El Olim po en el barrio, el Olim po en el barrio es algo t errible. Yo m e ent eré del Olim po est ando en el exilio en Suecia, est ábam os t rabaj ando, coordinando las acciones de denuncia de la dict adura m ilit ar y inform ación sobr e los det enidosdesaparecidos, coordinando con las m adres de Plaza de Mayo, m i m adr e era m iem bro de las m adr es ent onces perm anent em ent e coordinábam os inform ación hacíam os denuncia con las organizaciones int ernacionales y uno de ellos había sido Am nest y ” . ( Juan – no viv ía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

La sit uación result a paradój ica, por un lado aquellos que expresan relat os con un m ayor nivel de encarnadura: gent e det enida, ruidos, quej idos, m uert os, ent rada de personas, plant ea una posición m ás dist ant e; por el ot ro, quienes const ruyen un relat o con m enor precisión sobre el cam po, por no poseer un recuerdo vivencial, sost ienen una posición m ás cercana, de reconocim ient o. La sospecha de com plicidad, la cercanía con el horror no t ram it ado, el conocim ient o a m edias de la m uert e cercana, pone a aquellos ent revist ados que vivían en el barrio en un lugar com plej o, el relat o se ent recort a, present a vacíos, se cont radice. Buena part e de la población necesit ó, para preservarse, const ruir m ecanism os de invisibilización, se produj o así una lógica esquizofrénica, ent re el discurso de la fuerza aniquiladora y la m at erialidad de la práct ica desaparecedora 29 . 29 “ No obst ant e, una buena part e de las sociedad opt ó por no saber , no querer ver , apart arse de los sucesos, desapareciéndolos en un act o de volunt ad. Así com o ent re los secuest rados y lo secuest rador es los m ecanism os de la esquizofrenia perm it ían vivir con “ nat uralidad” la coexist encia de lo cont radict orio,

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Por ot ro lado, los procesos que art icula el cam po no pueden ser cubiert os de form a com plet a, hay part e de ellos que se escapa, se sabía de su exist encia, pero era y es im posible represent arse la ident idad que se anuda a ellos: el det enido- desaparecido se present a com o una cat ást rofe para el sent ido 30 ( Gat t i, 2008) . Desde la t eoría psicoanalít ica, m iedo y t error no son la m ism a cosa. El m iedo posee obj et o, est e puede ser real o fant aseado, pero al t ener cont ornos, el suj et o puede prepararse a su im pact o y disponer a ese obj et o dent ro de una cadena de represent aciones. El t error, en cam bio, no t iene obj et o, surge con un peligro lím it e para el cual no se est á preparado, se t rat a de un proceso que no se puede t ram it ar, esa sit uación queda circulando sin poder represent arse, no puede ser eslabonada a una cadena de sent ido. Se produce así una fij ación, dándose un proceso de react ualización de la sit uación t raum át ica, un ret orno que supone desplazam ient os, el t raum a social pasado produce efect os en el present e ( Vega Mart ínez, 1997: 192) . Est os efect os suponen m ecanism os de circulación social conscient es e inconscient es, no es necesario haber vivido en el barrio para que la presencia del “ Olim po” genere resonancias. En las palabras de una ent revist ada que vivía en el barrio cuando funcionó: “ Nunca m e anim e a ent rar , ent ré hace m uy poquit o y no pude avanzar m ucho porque m e t em blaban las piernas, qué sent í, sent í m ucha angust ia, sent í dolor” . ( María Laura - vivía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

Según un ent revist ado que se m udó en el año 2006: “ Cuando nos m udam os prim ero era la duda… est á ahí Olim po, es com o un coso, com o un m onst r uo que lat e ahí, que lo sient o, lo veo… y esa era la… lo que… por ahí t iene que ver con eso que decía, no lo veo yo y no exist e…. No, no es así” . ( Ger m án - no vivía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

Tant o en aquellos ent revist ados que vivieron durant e el funcionam ient o com o aquellos que habit aron el barrio después, est á present e la m arca del t raum a provocada por la sit uación t errorífica. A t reint a años el “ Olim po” es “ un m onst ruo que lat e ahí” , result an dificult osos ent onces los ex y los re para nom inarlo. Si bien, la idea de cierre social puede ser saludable para quienes int eract úan/ am os con el cam po, creem os que se t rat a de un espacio que inst it uye de form a radical una así la sociedad en su conj unt o acept ó la incongruencia ent r e el discur so y la práct ica polít ica de los m ilit ares, ent r e la v ida pública y la pr ivada, ent re lo que se dice y lo que se calla, ent re lo que se sabe y lo que se ignor a com o form a de preservación” ( Calveiro, 2004: 151) . 30 “ La hipót esis es ést a: si de lo que se t rat a es de pensar la desaparición en sus efect os, en el ent or no del det enido- desaparecido, lo haré conj et ur ando que la nat uraleza de est e fenóm eno es la propia de las cat ást rofes, est o es, la propia de aquellos acont ecim ient os que descom ponen un orden y no per m it en la posibilidad de su r eem plazo por ot ro. En est e caso, el or den de la desaparición forzada de personas devast a, es el que r ige, el que regía habría que decir para decir m ej or , la ident idad, el lenguaj e y las relaciones ent r e am bas cosas” ( Gat t i, 2008: 23- 24) .

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realidad novedosa que no puede volver a ser recom puest a. En est e sent ido, es adecuado el concept o de m agm a para explicar est e proceso. El m agm a es la sust ancia que se produce al fusionarse la piedra, el est ado de est a sust ancia no perm it e ya dist inguir las piedras que la com ponen debido a su alt a t em perat ura. Dicha sit uación im pide recom poner la sit uación inicial, el m agm a no puede volver a su sit uación previa, ni puede devenir nuevam ent e en sit uación m agm át ica. Se t rat a de una “ diversidad no suscept ible se ser reunida en un conj unt o, ej em plificada por lo social, lo im aginario o lo inconscient e” 31 ( Cast oriadis, 1999: 34) . Realizando una analogía, el cam po, se present a com o un fenóm eno im posible de ser explicado desde una lógica que busca volver a sit uar las part es que fract uró en un t odo. La lógica conj unt ist a ident it aria se lleva m al con est a realidad, ya que int ent a recom poner, rest aurar, recuperar, volver a la sit uación previa. El reconocim ient o de est a sit uación no rest aurable no es cat ast rofist a, se puede producir en t orno a est e espacio im posible de ser recuperado e im posible de ser convert ido en ex, pero el lenguaj e para producir allí no puede ser solam ent e un lenguaj e lineal, racional, pues es precisam ent e est o lo que el cam po fract uró.

Pr oducie ndo e n t or no a l va cío:

“ Me llam an el desaparecido Que cuando llega ya se ha ido Volando vengo, volando voy Deprisa deprisa a rum bo perdido Cuando m e buscan nunca est oy Cuando m e encuent ran yo no soy El que est á enfrent e porque ya Me fui corriendo m ás allá Me dicen el desaparecido Fant asm a que nunca est á” . Manu Chao Los abism os negros son fract uras en el espacio que se conform an cuando una cant idad considerable de m at eria ( la que represent arían varios m iles de soles por ej em plo) se concent ra, surgen luego del colapso de est rellas de gran t am año. Al ser una realidad t an densa la at racción gravit at oria que generan es sideral, t an fuert e es que la propia luz, cuya velocidad es de aproxim adam ent e t rescient os m il 31

Ficha realizada por est udiant es de sem inario Las reconfiguraciones de la subj et iv idad social, 2009.

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kilóm et ros por segundo, no puede escapar de ellos, por est a razón no se pueden ver. Sabem os de los aguj eros negros por los efect os que producen, la gravedad desm esurada curva el espacio y es posible capt ar est as curvat uras. Desde la m ecánica cuánt ica se ha plant eado que la m at eria que el aguj ero negro absorbe, vuelve a salir de él de alguna form a, pero no se logra saber aún, qué es lo que sucede cuando esa m at eria se encuent ra dent ro ( Feinst ein y Tignanelli, 1994: 8285; Reeves, 1993: 264- 265) . Es decir, el abism o negro es un vacío, im posible de ver, solo asible por lo efect os que produce en su ent orno, nos es posible observar o t eorizar acerca de lo que em erge de él, pero no podem os represent arnos a ciencia ciert a, lo que sucede dent ro. Creem os

que

con

el

det enido- desaparecido,

y

con

los

espacios

de

producción final de dichas ident idades, los cam pos clandest inos, sucede algo sim ilar a lo que le pasa a la física y a la ast ronom ía con los abism os negros. Nuest ra m irada sobre la ident idad de los det enidos- desaparecidos, nuest ra m irada sobre los cam pos clandest inos, los bordea, produce conocim ient o en t orno a las curvat uras que producen en la m em oria, en t orno a los efect os que produce en la psique, si el abism o disocia el espacio, la desaparición forzada disocia la relación ent re palabras y cosas. Se podría argum ent ar que ést a es una m irada ingenua, que sucede lo m ism o con cualquier proceso que no se haya experim ent ado. Por el cont rario, creem os que se puede decir, pensam os que los discursos que buscan recom poner, redit uar, llenar de sent ido algo cuya represent ación es precisam ent e la carencia de sent ido, posibilit an la delim it ación del vacío, se sabe que dicho vacío exist e porque se ha producido conocim ient o desde sus lím it es, logram os ver las curvat uras que ese proceso ha producido. Por ot ro lado, la desaparición posee especificidad con respect o a ot ros fenóm enos asibles, posibles de ser represent ados y puest os en palabras. Pensar a la desaparición de personas com o una cat ást rofe para el sent ido supone que se t rat a de procesos que han provocado disociaciones ent re las palabras y las cosas, lo que ha rot o est e proceso dura y no puede ser reem plazado 32 . No hay palabras convencionales para hablar de los vivos o de los m uert os que nos rem it an a la figura del det enido- desaparecido, se t rat a de un cuerpo sin ident idad y de una ident idad sin cuerpo, fenóm eno inasible para la lógica racional m oderna baj o la que hem os sido producidos. “ En t érm inos t eóricos podríam os decir que con la desaparición forzada de personas

las cosas que hacen a la ident idad m oderna

aparecen en t rozos. Est os despedazam ient os son t res: el de la alianza de un

32 “ ( …) la cat ást rofe es la quiebra de las relaciones convencionales ent re la realidad social y el lenguaj e que casa con ella para analizar la y par a vivir la; apar ece cuando est a quiebra se consolida y esa consolidación const it uye espacios sociales que, aunque con dificult ades para la r epresent ación, se represent an y aunque con pr oblem as para la const rucción de ident idad, ést a se hace” ( Gat t i, 2008: 29) .

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cuerpo y de un nom bre; el de la inserción de ese cuerpo y nom bre unidos en una cont inuidad; el de la inscripción de ese cuerpo y nom bre unidos y con hist oria en el espacio de la com unidad sancionada por el Est ado” ( Gat t i, 2008: 51) . La inst it ución del det enido- desaparecido provocó una profesionalización en t orno a él: sociólogos, ant ropólogos, arqueólogos, archivadores, se preocupan/ nos preocupam os, por recom poner, cargar de significaciones, rest it uir, aquello que fue disociado. Com o hem os dicho, creem os que est os discursos perm it en reconocer el vacío, pero por ot ro lado, se const ruye ot ro relat o que ya no int ent a recom poner, que reconoce esa ident idad difusa, que reconoce el vacío, y const ruye ident idad desde allí ( Gat t i, 2008) . Ést a es la m irada, por ej em plo, de Albert ina Carri en “ Los Rubios” , esos rubios que nunca fueron, const ruye en t orno a sus/ nuest ros desaparecidos desde una m em oria m enos lit eral, reconociendo sus lím it es: “ Quería im pedir que los diversos elem ent os com o los t est im onios, las fot os y las cart as dej en esa sensación t ranquilizadora, ese ya est á, conozco a Robert o y a Ana María y m e voy a m i casa. Lo que yo plant eo es precisam ent e que no los vam os a conocer, que no hay reconst rucción posible. Son inaprensibles porque no est án. Ent onces no se t rat a de hacerlos present es, que es lo que suele suceder. A los ausent es los dej o ausent es” ( Carri, 2003) . Los cam pos clandest inos, com o espacios product ores de est a disociación, m at erialización del est ado de excepción que rom pe la relación ent re cuerpo y ciudadanía, creem os nosot ros, de form a perdurable, no escapan a est e int ent o de rest it ución y recom posición. Se t rat a de un int ent o que se ha const ruido un lugar de legit im idad, se ha inst it ucionalizado, pero posee las com plej idades que plant eábam os. I nt ent am os “ recuperar” t odos los regist ros posibles: m ilit ant es, sobrevivient es, docum ent os, est ruct uras, en nuest ro caso, habit ant es de las inm ediaciones del cam po, el int ent o es llenar de sent ido, y sin em bargo, la búsqueda de lit eralidad de la m em oria fracasa, se produce en esa búsqueda un algo dist int o, que rem it e a ot ras cosas, en palabras de Gat t i: “ En un parque del par t ido de Morón –oest e de Buenos Aires- j óv enes arqueólogos y ant ropólogos excavan para r ecuperar los cim ient os de la Mansión Seré, un operador de devast ación. Para pr eservar las excavaciones se ha const ruido un perím et ro vallado alrededor de las ruinas del que fue CCD, per ím et ro que se recort a sobre lo que hoy es una cancha de fút bol. Los niños j uegan, los adult os pelot ean… la pelot a se cuela en el predio del ant iguo CCD. Mient ras hablam os del horror, pasa delant e de nosot r os. No es m uy pert urbador . Les pregunt o por las ruinas: no significan nada en sí m ism as; significan en un cont ext o que ellos reconst ruyen. Pero ¿no es el est at ut o ruinoso del edificio el dat o, no es ese el cont ex t o del CCD, no es el v acío al que señalan, lo m ás parecido a la devast ación que produj o? ¿Hay algún t est im onio m ej or que ese sinsent ido para dar cuent a de que lo que aquí se vino abaj o fue la posibilidad de represent ar?

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Salgo con la sensación de haber est ado en un exceso de repr esent ación. Me da la im pr esión –y m e crea problem as- que el det enido- desaparecido y el CCD son coart adas para irrit ar al barrio y exigirle que piense y que se piense. Que m ás que represent ar el pasado, se t rat a de act ivar el present e. No est á nada m al la idea, nada m al. Pero es ot ra idea” ( Gat t i, 2008: 73) .

Est a convivencia de canchas de fút bol con cam po t iene algo m ás de paródico que de represent ación del horror, si el int ent o es la represent ación lit eral, se t opa con im port ant es escollos. La “ explosión de la m em oria” pareciera ser un sínt om a, su int ensidad pareciera ir de la m ano con la int ensidad de la rupt ura, de lo irrecuperable, buscam os producir m ult it udes de regist ros debido a la angust ia que produce el vacío. Se t rat a de un no- lugar en t orno al cual se puede producir ident idad, polít ica y conocim ient o, en palabras de dos ent revist ados que m ilit aron la “ recuperación” del espacio: “ Se nos fue el Olim po y endo cada vez m ás y sin poder nosot ros, dent ro del t orbellino est at al, poder cont r olar nada, ent onces era, o hacem os part e de est o, que puede haber cosas buenas, no digo que no sean cosas posit ivas, pero no es lo que nosot ros soñábam os, eso seguro. Para nosot ros falt a recuperar el “ Olim po” para la gent e. Falt a recuperar t odavía” . ( Pablo – no viv ía en le barr io durant e el funcionam ient o del “ Olim po” ) “ Yo lo que m e gust ar ía decir es que para m i fue herm oso par t icipar de esa experiencia.

Fue

r iquísim o.

Fue

m ucho

m ás r ica

de

lo

que

nosot ros

nos

im aginábam os en un principio. I m agínat e que éram os 5 o 6 personas en un rinconcit o en una casit a que nos prest aron en el parque que era de un t aller para chicos y nos sent am os y dij im os " che t enem os que hacer algo para sacar a la policía del Olim po" . Y dos años después se había ido... Y con t odo ese proceso... que lo rico fue el proceso, m ás allá de que la cana se fuera. Todo ese proceso de const r ucción social y de part icipación, par a m í fue un luj o part icipar fue un orgullo enorm e, no esperaba que eso sucediera, y sucedió y la verdad que no lo sient o com o una frust ración que eso no sucediera, m e par ece que era m uy am bicioso y m e par ece que no est am os m aduros ni com o sociedad ni com o barrio” . ( Marcela – no vivía en el barrio durant e el funcionam ient o del “ Olim po” )

En la búsqueda de la “ recuperación” de algo que es en realidad ot ra cosa de lo que se buscaba recuperar, se produce ident idad. El “ falt a recuperar t odavía” , nos rem it e a disput as en t orno al sent ido del espacio, ident idades m enos legít im as que las inst it ucionalizadas que int ent an producir en t orno a est e vacío que se cree recuperable. No int ent am os plant ear una m irada pesim ist a, sino, la hum ilde const rucción de un relat o que zarandee un poco las form as en las que se cree/ creem os que pueden ser pensados y act uados est os espacios, la dificult ad que

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present a la recom posición nos obliga a pensar ot ros t ipos de acercam ient os

e

incorporar, no de form a subordinada, ot ros relat os.

Pa la br a s fin a le s e n pr im e r a pe r son a :

“ ...una zona recién se conoce cuando se la ha experim ent ado en lo posible en m uchas dim ensiones. Hay que haber ingresado a una plaza desde los cuat ro punt os cardinales para poder poseerla y haberla abandonado t am bién en esas cuat ro dim ensiones” 33 . Walt er Benj am ín I ngresé al est udio del “ Olim po” desde diversos punt os, quizás superpuest os y en ocasiones desde una posición un t ant o esquizofrénica: en un m om ent o en el que hacía m is prim eras arm as com o aprendiz de invest igador de la “ Academ ia” ; m is prim eras arm as t am bién com o aprendiz de invest igador “ inform al” que reniega de la “ Academ ia” ; com o m ilit ant e; y com o part e de una fam ilia “ víct im a direct a de la desaparición de personas” . En el proceso, est as m últ iples ident idades iban riñéndose ent re sí y m odificándose, al producir, de form a absolut am ent e precaria, conocim ient o sobre est e espacio, iba produciendo a su vez m i propia conciencia. Creo, que est a posibilidad de m iradas superpuest as perm it ió enriquecer la form a bast ant e lineal con la que pensaba al det enido- desaparecido y al cam po. Si en un principio, la m irada m ilit ant e prim aba sobre las ot ras, una m irada que reivindico profundam ent e, pero dem asiado racional y dicot óm ica y m arcada fuert em ent e por la lógica am igo/ enem igo, fui incorporando en el proceso, m at ices y com plej idades. Por ot ro lado, m e di cuent a, gracias al aprendizaj e con ot ros, que algunas de las herram ient as con las que int ent aba com prender, desde la t eoría sociológica, est os procesos,

no

alcanzaban,

que

era

necesaria

la

art iculación

con

la

t eoría

psicoanalít ica para avanzar sobre las form as que asum e la m em oria, y t om e conciencia t am bién de las dificult ades que adquiere est a incorporación. En est e t rabaj o int ent é present ar los prim eros esbozos de lo que he ido aprehendiendo en t orno al cam po. Al leerlo regist ro m is dificult ades para art icular est as m iradas: una m ás sociológica que int ent a plant ear al genocidio y a los cam pos dent ro de un cont inuum y ot ra que incorpora elem ent os de la t eoría psicoanalít ica, que present a las rupt uras que supuso el cam po y la aniquilación por desaparición, y las dificult ades exist ent es para recuperar est e espacio y est a ident idad. Los salt os son visibles, aún m e falt an herram ient as t eóricas y t iem po de 33

Le debo el conocim ient o de est as her m osas palabras a María Mendizábal.

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sedim ent ación. Pero, es ciert o que hay dificult ades de índole m ás general, el yo sociólogo de probet a no quiere t oparse con aquello que no puede explicar, y la cat ást rofe nos rem it e precisam ent e a eso, algo que ha disociado palabras y cosas. Por ot ro lado, el reconocim ient o de los efect os producidos en el “ afuera” del cam po m e perm it ió reforzar algo que ya t enía present e pero sin t ant a claridad: la necesidad de salirse de una narrat iva solem ne y fam iliar de la figura del desaparecido, los cam pos vienen de la sociedad y van hacia ella. Si son absolut am ent e necesarias las inst it uciones const it uidas en t orno a est a ent idad: m adres, abuelas, hij os, herm an@s, t am bién lo es la producción de una narrat iva que se salga de est a m irada sit uada al “ int erior” del cam po, que refuerza el lazo genét ico y no las resonancias “ ext ernas” , int er e int ra subj et ivas, que t uvieron y t ienen. Est o im plica el reconocim ient o de códigos y sím bolos dist int os a los que est án/ est am os acost um brados los habit uados a est e relat o. Finalm ent e, est e breve ej ercicio, especie de rom pecabezas arm ado con piezas que no logra encaj ar del t odo, m e perm it ió salir de la plaza dist int o, con una noción un poco m as clara de m is lím it es com o j oven invest igador y con m ás pregunt as de las que t enía al ingresar, creo que eso ya es un avance…

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