Cómo pensar el plurilingüismo en la Península Ibérica: reflexiones en torno a la lingüística románica

August 26, 2017 | Autor: S. Chávez Fajardo | Categoría: Historical Linguistics, Filologia romanza, Romanic Linguistic, Filologia Românica
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Cómo pensar el plurilingüismo en la Península Ibérica: reflexiones en torno a la Lingüística románica Por Soledad Chávez Fajardo48 1. Preámbulo Lejos quedan las antiguas cátedras de Lingüística románica, esas donde el alumno dominaba bien el latín y podía trabajar con más de dos lenguas que vinieran de este. Con estas herramientas no era complicado establecer derivaciones fonológicas, morfológicas, léxicas o sintácticas. En otras palabras: la capacidad de llevar a cabo reconstrucciones necesarias y poder ejemplificar, por lo tanto, el cambio lingüístico. En efecto, el cambio lingüístico como el concepto fundamental, no solo para poder comprender la romanística, sino que la lingüística histórica en general y poder trabajar en él y con él. Toda una epistemología. Los cambios que han sufrido las mallas de estudios a lo largo de los años49, las segundas lenguas que van interesando no solo a los estudiantes, sino que a las comunidades en general, iban dejando al curso de Lingüística románica como un fósil extraño, el que había que “pasar”, para poder lograr los créditos necesarios y llegar a los cursos de historia de la lengua española, última fase lingüística de la licenciatura. Hablo por la Universidad de Chile, para ser exactos: hablo de una de las pocas universidades latinoamericanas donde se enseña, todavía, este curso; una de las pocas universidades donde una cátedra con un toque marcadamente decimonónico debía ser manejada con maestría por sabios. Por allí pasaron Alfredo Matus, Rossana Soriani y Liliana Belmar para cautivar al lingüista, al políglota o al humanista 48

Mg. en Lingüística, mención Lengua Española, Universidad de Chile. Mg. en Lexicografía Hispánica, Real Academia Española. Académica Dpto. Lingüística, U. Chile. Contacto: [email protected] 49 Cambios que implican la reducción de los latines en las universidades, la desaparición de su enseñanza en la enseñanza escolar (salvo contados casos con dedos de una mano) o la desaparición del griego en carreras como literatura y lingüística. [83]

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extremo, al latinista o al erudito. El resto terminaba reprobando u odiando un curso maravilloso. Yo me formé con ellos y puedo dar fe de cada uno de los placeres y pesares de una cátedra de este tipo en los albores del siglo XXI. ¿Qué quedaba? Un sentimiento nuevo: el romanismo, romanismo que llevaba a comprender lazos que, en otras instancias, no hubiera sido posible leer, advertir. Quedaba, además, la historia de la lingüística en sus orígenes y, cómo no, las primeras herramientas para la técnica de la reconstrucción lingüística. Hace cuatro años me pidieron, como académica del área de lingüística histórica, hacerme cargo de este curso. Quizás uno de los retos más importantes de mi vida académica y una de las historias más apasionadas que he tenido. Tomé los clásicos manuales (Vidos, Tagliavini, Lausberg, entre otros) y confirmé mis sospechas frente a las reticencias del curso por parte del alumnado: los tiempos, los conocimientos, las expectativas son otras. No, no se piense que es acomodar un objeto al mercado estudiantil, sino que es renovar el objeto frente a las inquietudes de quien se está formando en la hispanística. En efecto, solo podría refocilarse un académico con joyas como Vidos o Lausberg siempre y cuando estuviera ante un alumno con claras nociones de latín, de fonología y el conocimiento de más de una lengua románica. Hice la prueba la primera clase: “¿Quién maneja una segunda lengua?” La mayoría levantó la mano; “¿Qué lengua?” El inglés. Frente a esta situación, absolutamente comprensible, había que cambiar la estrategia de enseñanza. Una alternativa frente a esta situación sería (y lo sigo haciendo) tomar estas temáticas clásicas y, pasadas cedazos, enseñarlas dentro de lo que se entiende como historia interna, es decir, historia sistémica, historia del cambio lingüístico; además de presentar toda la historia lingüística decimonónica, fundamental para comprender la romanística. Esto, sin duda alguna, ha resultado y siempre resultará un placer enseñarlo y practicarlo. ¿Por qué un preámbulo sobre esta problemática? Sobre todo porque la lingüística románica, como disciplina que debe enseñarse en un semestre, abarca una serie de temáticas para reflexionar y, cómo no, para aprender. Por un lado, desde la disciplina que trabajo, la teoría de la estandarización, la política lingüística, el estudio de las tradiciones discursivas o el análisis de la oralidad en la escritura; por otro lado, la atracción de otras disciplinas, como la historia europea, la [84]

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historia de las ideologías o la historia literaria, muestran que ya no podemos, como profesores, enseñar la lingüística románica tal y como se ha venido haciendo en las últimas décadas. El desafío es mayor y fascinante: es mucho más transversal, más filológico dirán algunos, más humanista, dirán otros. 2. Romanística, hoy Más que presentar la distinción entre lenguas y dialectos románicos, preferimos hablar de sistemas lingüísticos románicos con devenires diversos, desde el momento en que se integran todos los factores anteriormente señalados. Estos sistemas inicialmente surgen como variedades dialectales y algunos de ellos logran imponerse como medios de comunicación internacional. En este caso se entrecruzan diversos aspectos: poderes, formaciones de estados, historias, guerras, invasiones, textualizaciones, imposiciones de normas, cambios de límites geopolíticos, entre otros. ¿Cómo ejemplificarlo? El caso de la Península Ibérica es un buen referente. La ya discutida y estudiada fragmentación del latín vulgar en la Romania derivó en un plurilingüismo al cual solo puede accederse por medio del acopio textual: indagar en los primeros testimonios de cada uno de estos nacientes romances. La historia textual, si bien puede prestarse a arbitrariedades y a falsificaciones50 ayuda muchísimo a dar cuenta de la variedad que se va generando. Esta historia textual, sin embargo, forma parte de una lógica subyacente mucho más amplia e interesante, la cual es la base de la forma de pensar y de reflexionar acerca de la lingüística románica: los procesos que hacen que estos sistemas lingüísticos se difundan o no: que se hable de lenguas como “el español” o de “dialectos en peligro” como el bable. Estos procesos no se dan solo en las lenguas que nos interesan, sino que se dan, con mayor o menor semejanza, en todos los sistemas lingüísticos.

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No es extraño el hecho de “adelantar” un testimonio textual de una variante románica con tal de instalarla como “el primer referente”. [85]

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Estos procesos van de la mano de la formación de un Estado 51 y su organización: con lo que decida, imponga o dictamine una elite, claro está. ¿Cómo se puede extender esto a la lingüística? 52Con la aplicación del concepto de “estandarización”53 a las lenguas románicas. En efecto, esta elite sea una monarquía, un condado o un grupo de poder, en un momento determinado de la historia, opta por un sistema lingüístico en vez de otro. Esta opción requiere de la aplicación de una serie de medidas que logran establecer a este sistema como la lengua de los medios de comunicación nacional y de referencia internacional, frente a otras que quedan relegadas a ámbitos particulares. ¿Cómo se inicia este proceso estandarizador? En primer lugar, se toma conciencia de la diferencialidad: la “concienciación”. Esto sucedió con el rebelde condado oriental de Castilla, el cual, entre los siglos IX y XI, se independiza del reino de León, estableciéndose como un reino independiente. Desde un punto de vista lingüístico, esta diferencialidad se da frente a otro sistema el prestigioso, en este caso, el latín clásico al requerir de traducciones y, con ello, la proliferación de glosarios como las Glosas Emilianenses y Glosas Silenses, del siglo XI. En este proceso se inicia el acto de autodenominación: ¿Qué somos nosotros frente a otros? ¿Cómo nos llamamos? ¿Qué hablamos? El interés de los reyes portugueses D. Alfonso II54y, sobre todo, su hijo D. Dinis (s. XIII) por estos quehaceres es digno de nombrarse: me refiero al hecho de que un rey sea escritor (D. Dinis) y difunda la variante a partir de sus propias creaciones. En efecto, este rey fue uno de los trovadores más importantes de su tiempo y el impulsor de una serie de medidas fundamentales para la estandarización del portugués como, por ejemplo, la ordenanza de usar el portugués en vez del latín en los 51

Pienso en el concepto de “Estado moderno” que trabaja Anthony Giddens (1997). 52 Para un estudio más detallado, remitirse a Metzeltin (2007: 147-197), de donde se tomó el concepto y la estructuración del proceso estandarizador. 53 Es decir, la transformación, dentro de estos sistemas lingüísticos, de variedades dialectales a medios de comunicación. 54 Bajo su reinado se logra la primera Reconquista en la Península Ibérica, en 1249 y se logra, además, fijar los límites con el reino de Castilla. Con estos dos hitos, se genera una estabilización en el reino de Portugal, necesaria para una estandarización. [86]

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escritos públicos; todo gracias a la estabilidad que logró su padre, D. Alfonso II, con una serie de medidas políticas. También es relevante rastrear la primera mención de una lengua en un texto. Por ejemplo, en sus Regles de trobar (siglo XIII), Jofre de Foixà señala: “alcunmot que sia francés o catalanesch” 55 o el fraile dominico Antoni Canals, en el siglo XIV, afirma: “nostravulgada lengua materna valenciana”56. En segundo lugar, se inicia toda una producción textual que va desde la literatura, crónicas, pasando por leyes y decretos: la “textualización”. Por ejemplo, el portugués se inicia con un testamento, el de D. Alfonso II, y la Noticia de Torto (ambos del siglo XIII); y, en el conjunto de cantigas de amor Cancioneiro da Ajuda (siglo XIII), se encuentra su primera producción literaria. El castellano, por su parte, se inicia y consolida en el siglo XIII. Entre otras textualizaciones, a principios de siglo con el Poema del Cid y el primer texto oficial escrito totalmente en romance: el Tratado de Cabreros. En este siglo el castellano se establece como la variedad para cancillerías, crónicas y literatura, algo que se impone, con Alfonso X, por sobre el leonés, aragonés y gallego: “tolló las razones que entendió eran sobejas et dobladas et que non eran en castellano drecho et puso las otras que entendió que conplian, et quanto en el lenguaje endreçolo él por sise”57. Este proceso tiene su cristalización literaria en Gonzalo de Berceo, primer gran autor literario en escribir en romance, a principios del siglo XIII: “Quiero fer una prosa en roman paladino, en qual suele el pueblo fablar con so vezinoca non só tan letrado por fer otro latino” 58. En el caso del catalán, su uso se encontraba ya en la historiografía en el siglo XIII, con el Libre dels fets o Crònica de Jaume I o el Llibre del rei en Pere e dels seus antecessors passats de Bernat Desclot; y en la jurisprudencia, en el siglo XII, con los Usatges de Barcelona, entre otros. Pero es la producción de Ramón Llull, en el siglo XIII, la más relevante. Es considerado el padre del catalán literario y uno de los primeros intelectuales en usar una lengua romance para escribir obras 55

Tomado de L. Nicolau D’ Olwer 1907: 240. Tomado de Puerto Ferre, T. y Culla Hernández, J. 2007. 57 Tomado de A. D. Deyermond, Alan 2001: 166. 58 Tomado de R. Wright 1989: 364. 56

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de carácter científico. Otras textualizaciones fundamentales dentro del catalán son la escritura poética de Ausiàs March (siglo XIV) y una de las fuentes del Quijote: elTirant lo Blanc (1490), de J. Martorell. En tercer lugar, encontramos el momento en que un grupo de intelectuales de este grupo empieza a sistematizar la lengua por medio de gramáticas, ortografías, diccionarios, poéticas, retóricas e historias; es decir, la “codificación” lingüística. Esta fase es fundamental en tanto proceso simbólico, ya que al sistematizar no solo se ayuda a una buena comunicación, sino que se instala la identidad por medio de la lengua codificada; muestra, en efecto, la conciencia que se tiene de ella. Tenemos, como ejemplos de ello, al Marqués de Santillana y su Prohemio e carta quel Marqués de Santillana envió al Condestable de Portugal (1438), el primer esbozo de una historia de la literatura castellana en la primera mitad del siglo XV; y a Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática de lengua romance, en 1492. La reunión de sabios cristianos, moros y judíos bajo el patrocinio de Alfonso X en el siglo XIII en lo que se conoce como Escuela de traductores fijó una nueva conciencia lingüística: la de transmitir el saber por medio del castellano. Algo similar ocurrió en la corte del rey D. Dinis en Portugal en el mismo siglo XIII, lugar donde se inicia la traducción al portugués del ciclo artúrico y la Crónica do Mouro Rasis, texto histórico del árabe. El caso del catalán surge con la adaptación del Lexicon y el Vocabulario de Nebrija por Gabriel Busa, en 1507, para relegarse a la lexicografía bilingüe hasta el siglo XIX con obras como el Diccionari de la llengua catalana ab la correspondencia castellana y llatina de Pere Labernia (1839-1840). En cuarto lugar, comienzan a organizarse academias y otras instituciones que regulan y unifican un sistema lingüístico: la “normativización”, la cual genera la conciencia colectiva de la diferencia dialectal dentro de la península. El ejemplo claro del poder de una lengua normada se puede encontrar en el Prólogo del Diccionario de Autoridades (1726): “El principal fin, que tuvo la Real Academia Española para su formación, fué hacer un Diccionario copioso

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y exacto, en que se viesse la grandeza y poder de la Léngua, la hermosura y fecundidad de sus voces”59. La problemática puede generarse en los dos siguientes segmentos del proceso estandarizador: por un lado, la “oficialización”, donde la elite opta por integrar un determinado sistema lingüístico en la legislación, para que esta variedad románica se utilice oficialmente en los medios de comunicación y sea la lengua que se utilice en los poderes públicos. Toma peso, en este punto, la reflexión que hizo Nebrija en el prólogo a su Gramática de la lengua castellana (1492): Quando bien comigo pienso mui esclarecida Reina: i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas: que para nuestra recordación & memoria quedaron escriptas: una cosa hallo & saco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio: & de tal manera lo siguió: que junta mente començaron. Crecieron.& florecieron.60

Por otro lado, resta la “medialización”, donde la elite se encarga de imponer o introducir esta lengua en los espacios de la enseñanza, por medio de textualizaciones como manuales de alfabetización. Son numerosas, por ejemplo, las publicaciones de cartillas que empiezan a aparecer desde el siglo XVI en la Península. Tal es el caso de Portugal y la política que se implantó frente a la persistente diglosia del portugués ante el castellano: en 1761, el Marquês de Pombal, el controversial

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Diccionario de Autoridades 1963: 1. En sus estatutos (1715) se establece: “Siendo el fin principal de la fundación de esta Académia cultivar, y fijar la puréza y elegancia de la lengua Castellana, desterrando todos los erróres que en sus vocablos, en sus modos de hablar, ò en su construcción ha introducido la ignorancia, la vana afectación, el descuido, y la demasiada libertad de innovar: será su empléo distinguir los vocablos, phrases, ò construcciones extrangéras de las próprias, las antiquadas de las usadas, las baxas y rústicas de las Cortesanas y levantadas, las burlescas de las sérias, y finalmente las próprias de las figuradas. En cuya consequéncia tiene por conveniente dár principio desde luego por la formación de un Diccionario de la lengua, el mas copioso que pudiere hacerse: en el qual se annotarán aquellas voces y phrases que están recibidas debidamente por el uso cortesáno, y las que están antiquadas, como también las que fueren baxas, ò bárbaras” (Metzeltin 2007: 159). 60 Nebrija, 1992 1492: 73-74 [89]

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primer ministro de José I, creó el Real Colégio dos Nobres, institución que velará por la enseñanza obligatoria del portugués. Un aspecto complejo dentro de este proceso es que deriva, en muchos casos, en una suerte de relatividad dentro del plurilingüismo: o a una solidaridad lingüística, o a una imposición altamente arbitraria o a una intolerancia hacia lo “otro”, lo “diferente”. O bien, a una diferenciación donde sí podría existir una convivencia lingüística. ¿Qué sucede con los sistemas lingüísticos relegados, regionales, algunos en proceso de franco retroceso? Muchas veces estos sistemas terminan por desaparecer o están en vías de estarlo. En estos casos, por razones de identidad61, se “organizan” los procesos estandarizadores. Lo relevante es que este proceso se ha acelerado durante la segunda mitad del siglo XX, y se relaciona directamente con la política integracionista y el desarrollo de la “planificación lingüística”62. Este proceso estandarizador parte con la fijación de una autonomía cultural, donde se reactiva la tradición popular y se organiza la actividad escritural. Esta actividad, en muchos casos, tenía una tradición simultánea a la de las variantes romances que tuvieron una estandarización más temprana. El paradigma es el catalán. Lengua con un desarrollo textual y codificador fundamental dentro de la Península, tiene en el poema Oda a la Pàtria, de Bonaventura Carles Aribau (1833), un punto de inflexión frente al debilitamiento que había sufrido en los últimos siglos. Este poema y su difusión genera un movimiento procatalanista que se cristaliza en la Renaixença, es decir, el renacimiento de las letras catalanas. Otro caso ejemplar es el aragonés. Al ser el romance hablado por uno de los reinos más poderosos dentro de la Península, tuvo una productividad enorme que empezó a limitarse solo al optarse por el castellano como lengua del Imperio. Su caso de estandarización en su fase de textualización es fecunda: la Fazienda de Ultramar, de primer cuarto del siglo XIII, es una guía de peregrinación a 61

Para ello tomo el concepto Volksgeist (“El espíritu del pueblo”) desarrollado por Herder. 62 Se entiende como el proceso absolutamente arbitrario y reglado respecto a una lengua. Por ejemplo, en casos de adquisición, estructura, norma o funcionalidad de una lengua. Es fundamental en el caso de variantes lingüísticas regionales o en casos de diglosia o bilingüismo. [90]

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Tierra Santa; el Libre dels tres reys d'orient de la primera mitad del siglo XIII; fueros como el Fuero de Aragón, el Fuero de Teruel o los Fueros de la Novenera. Dentro de su tradición historiográfica, bajo el reinado de Pedro IV (siglo XIV) se publica la Crónica de San Juan de la Peña: una historia del Reino de Aragón. La obra de Johan Ferrández d'Heredia, en el siglo XIV, es fundamental dentro del proceso de estandarización: cumple el mismo rol de Alfonso X para el aragonés. Por ejemplo, se encarga de traducir a Tucídides y Plutarco. Además, se dedica a escribir una historia europea en romance, abarcando Francia, Grecia y Bizancio: la Crónica de los Conquiridores, por solo dar un par de ejemplos. Otra política de los romances de estandarización tardía es el reactivar su normativización. Tal es el caso del trabajo que hizo Jovellanos para el asturiano, en el siglo XVIII, al redactar una instrucción para confeccionar un diccionario. Habrá que esperar hasta 1850 para que Juan Junquera redacte el primer diccionario y la primera gramática, inéditos hasta finales del siglo XX. Fundamental, dentro de este proceso, será el trabajo de lingüistas a cargo de las nuevas codificaciones. Hitos del asturiano en este punto son la Gramática bable (1976), de los lingüistas Cano González, Conde Saíz, García Arias y García González; el Dicionariu xeneral de la llingua asturiana (1979), de Novo Mier, o el Diccionariu de la Llingua Asturiana (1988), de Sánchez Vicente. Para la tradición gallega, su codificación es fructífera ya en el siglo XVIII y XIX: están el Compendio de gramática gallegacastellana de Francisco Mirás (1864); El habla gallega. Observaciones y datos sobre su origen y vicisitudes de Juan Cuveiro Piñol (1868); la Gramática gallega de Juan Antonio Saco Arce (1868), para gramáticas; y el Catálogo de voces vulgares y en especial de voces gallegas de diferentes vegetales (1745-1746); el Diccionario gallego-castellano de F. J. Rodríguez (1863); el Diccionario gallego de J. Cuveiro Piñol (1876) y el Diccionario gallego-castellano de M. Valladares, para la lexicografía. Esta producción se mantiene vigente en el siglo XX hasta la época de silenciamiento que se dio durante el franquismo. Fundamentales para generar una unificación lingüística fueron la Gramática do idioma galego (1922) de M. Lugrís Freire y El idioma gallego: historia, gramática, literatura (1935) de A. Couceiro Freijomil. El trabajo de codificación de lingüistas se ve con Gramática galega (1986) de R. Álvarez, H. Monteagudo y X.L. Regueira. En el caso del [91]

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aragonés, de 1836 es el Ensayo de un diccionario aragonés-castellano de M. Peralta; Diccionario de voces aragonesas (1879) de J. Borao; el Nuevo diccionario etimológico aragonés de J.P. Asso (1938) y el Diccionario aragonés-castellano y castellano-aragonés de R. Andolz (1977). El estudio lingüístico más reciente es el coordinado por F. Nagore Laín, el Endize de vocables de l’aragonés seguntes os repertorios lesicos de lugars y redoladas de l’alto Aragón (1999). Una reactivación interesante, sobre todo por los procesos que hicieron pausar su estandarización, es la del catalán. Por razones de historia política, el catalán inicia su normativización el siglo XVIII con el Epítome del origen y grandezas del idioma valenciano (1734), de Carles Ros i Hebrera, y con la Gramàtica i apología de la llengua catalana (1815), de Josep Pau Ballot; y logra su consolidación en una rica tradición lingüística, modelo dentro de la Península, con el Diccionari català-valencià-balear de A. M. Alcover y F. de Borja Moll (1926-1960). Además, se fundan institutos de cultura para la promoción y cultivo de la lengua, como la Real Academia Gallega, fundada entre 1905 y 1906, pasando por una fase de semiclandestinidad después de la Guerra Civil y reconocida como entidad normalizadora del gallego en 1983. En este punto, es fundamental mostrar cómo un hecho histórico puede cambiar el devenir de un sistema lingüístico. En pleno franquismo, la Universidad de Santiago de Compostela crea el Instituto da Lingua Galega, como una forma de normar desde un punto de vista académico y universitario sin alterar las prohibiciones existentes. Hasta que la Real Academia Galega no fuera reconocida, se dedicó a esta labor y hoy en día ambas entidades trabajan juntas y han publicado las Normas ortográficas e morfolóxicas do idioma galego (1982) y el Diccionario da lingua galega (1990). En 1907 se funda el Institut d’Estudis Catalans, que unificó la ortografía y organiza la Biblioteca Central (o de Cataluña), entre otras actividades. Pero es con el trabajo colegiado del Institut y de Pompeu Fabra que se logra la máxima normativización de la lengua, con la publicación de la Gramática catalana (1918), el Diccionari general de la llengua catalana (en 1932 su primera edición). Para el aragonés, tenemos el Consello d’a Fabla Aragonesa, organizado en 1976 y reconocido legalmente en 1978. Bajo el Consello se publica en 1977 la Gramática de la lengua aragonesa, de F. Nagore Laín. Para el leonés, tenemos la fundación de la Academia de [92]

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la Llingua Esturiana, en 1980, entidad que publicó las Normes ortográfiques y entamos normativos (1981 y en reediciones); una Gramática de la Llingua Asturiana (1998) y un Diccionariu de la Llingua Asturiana (2000). Otras medidas dentro de esta estandarización planificada son: la práctica de traducción de textos clásicos; las medidas para reconocerse la lengua desde un punto de vista legal, por ejemplo, para la enseñanza como primera o segunda lengua. En otros casos, hay mayor complejidad. Tal es el caso del mirandés, variante occidental del leonés que se habla en Terra de Miranda, Portugal, siendo la única variedad lingüística no galaicoportuguesa que se habla en este país. Fue descubierta por Leite de Vasconcellos en 1882 (“la lengua del campo, del trabajo, del hogar y del amor entre los mirandeses”63). En 1998, el Parlamento de Portugal promulga el decreto “Reconocimiento oficial de derechos lingüísticos de la comunidad mirandesa”; en 1999, el Ayuntamiento de Miranda do Douro y la Universidad de Lisboa elaboraron una norma ortográfica y, en 2003, se crea el Anstituto de la Lhéngua Mirandesa. El aranés, hablado en el Valle de Arán, Cataluña, es una variante occitana del gascón. El 2010, un decreto del Parlamento la declara cooficial en toda Cataluña. Lo interesante de este caso es que el aranés es la única lengua occitana que tiene un reconocimiento cooficial y protección constitucional. 3. A manera de conclusión Como se acaba de mostrar, el estudiar, reflexionar, enseñar y aprender acerca de la lingüística románica no se restringe a lo exclusivamente sistémico. Cada lengua es la punta de un iceberg de todo un contexto donde la historia política, social, geográfica; donde la historia de las textualizaciones y discursos; donde la historia de las ideologías e imposiciones arbitrarias y estratégicas la política lingüística, se coordinan como puntos fundamentales al momento de su enseñanza. Lo que aquí se presentó es un panorama panorama reducido a la Península Ibérica de cómo se puede comprender el proceso de “cambio lingüístico”; cómo se pueden comprender y tratar 63

L. Vasconcellos 19601889: 150. [93]

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cada una de estas variantes y cómo poder comprender bien sus devenires y actuales posicionamientos. Como vemos, cada una de estas variantes es un mundo de historia, ideología y poder, para llegar a su desentrañamiento estrictamente lingüístico: sus características, sus fonemas, sus realizaciones, su sintaxis, su léxico. Creo, como profesora, que el desafío que se viene es mucho más interesante y, cómo no, interdisciplinario. El poder comprender la enorme extensión de una variante como el castellano o la importancia de la cooficialización de una variante como el aranés ayudarían a resolver dudas que van mucho más allá de lo estrictamente lingüístico. Da cuenta de la misma historia europea y todas las relaciones que esta posee y que las disciplinas parceladas, si bien fundamentales, abren puertas, algunas veces, a otros espacios, a otras disciplinas. Solo de esta forma se podrá comprender bien un fenómeno como, en este caso, una lengua románica. Referencias bibliográficas Deyermond, Alan D. 2001 1973 Historia de la literatura española, vol.1, Barcelona: Ariel. Giddens, Anthony. 1987. Contemporary Critique of Historical MaterialismII.Cambridge: Polity Press. Metzeltin, Miguel. 2007. “Del Renacimiento a la actualidad (I). Procesos de codificación de las lenguas románicas”. José Gargallo y María Bastardas (coords.): Manual de lingüística románica. Barcelona: Ariel. Nebrija, Antonio de. 1992 1492Gramática de la lengua castellana(edición fascimilar). Madrid: Editora Nacional. Nicolau D’Olwer, Luis. 1907. “Notes sobre les Regles de Trobar de Jofre de Foixá y sobre les poesíes que li han atribuit”. Estudisuniversitariscatalans, I, 234-256. Puerto Ferre, Teresa y Culla Hernández, Joan Ignaci. 2007. Cronología Histórica de la Lengua Valenciana. Valencia: Diputación de Valencia. Real Academia Española. 1963: Diccionario de Autoridades (edición fascimilar). Madrid: Gredos. Vilares Cepeda, Isabel (comp.). 1960: José Leite de Vasconcellos, livro do centenário(1858-1958). Faculdade de Letras, Universidade de Lisboa: Imprensa Nacional Lisboa. Wright, Roger. 1989. Latín tardío y romance temprano en España y la Francia carolingia. Madrid: Gredos. [94]

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