Cómo Hacer Teología Hoy - Diego Agudelo, Jesús Carrasquilla y Leonardo Rojas

August 14, 2017 | Autor: J. Vázquez Pérez | Categoría: Teologia Contemporânea
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Cómo Hacer Teología Hoy - Diego Agudelo, Jesús Carrasquilla y Leonardo Rojas La

teología tiene una doble finalidad: primero, un sentido de saber que impulsa la vida y que asume la

dimensión espiritual y afectiva como horizonte de la existencia; y segundo, estudiar sistemáticamente el acontecimiento de Dios en la historia, normativizado en la revelación cristiana, que exige de las comunidades fe y responsabilidad con su propio presente. Para clarificar su propia naturaleza, la teología debe tener en cuenta el fundamento de la verdad eterna y los acontecimientos propios de la historia de los pueblos. Cuando Dios se revela en la historia suscita también la fe como la capacidad de desentrañamiento y de respuesta por parte del hombre. Respuesta que no es unívoca sino que se manifiesta de diversas maneras de acuerdo con la necesidad y la lógica propia de la cultura. La revelación del Antiguo Testamento puede tomar una de las varias formas de lenguaje a través de las mediaciones semánticas, del encuentro de Dios con los patriarcas, de la revelación del nombre de Dios a Moisés, de la expresión de la voluntad de Dios en el Decálogo, de la inspiración de los profetas (Wolfhart Pannenberg, Teología sistemática). Igual sucede en el Nuevo Testamento. Existen diversas perspectivas con las que se enfoca el conocimiento de Jesús que dan lugar a diferentes cristologías: las de la parusía, las sapienciales, o las pascuales “cada una de las cuales se funda en determinadas facetas de la vida terrena de Jesús” (Schillebeeckx). Esta pluralidad teológica tiene como principio de unidad la fe. Esto quiere decir que la teología se encuentra en una constante redefinición de su quehacer, que plantea diferentes perspectivas teológicas y métodos. En consecuencia, ningún modo de hacer teología puede ser absolutizado; sólo se puede considerar como una mediación contextualizada para acceder al misterio de Dios. De igual forma, existen diferentes aproximaciones al concepto de teología en la historia de nuestra cultura. Indiquemos algunos: la teología como inteligencia de la fe; la teología como reflexión crítica sobre la praxis histórica; la teología como saber sistemático, metódico y crítico de la acción de Dios en la historia humana. Es la teología fundamental la que ha de proporcionar la base metodológica para que desde su objeto se determine el horizonte y la estructura interna del discurso teológico. En otras palabras, se trata de una tarea de hermenéutica teológica (Peukert). Es obligado asumir una postura conceptual aproximativa frente a la pregunta de qué es y cómo se hace teología. En este estudio se entiende la teología como una hermenéutica crítica y simbólica de la realidad humana y social a la luz de la revelación cristiana para la liberación integral del ser humano y de la sociedad. Esta definición integra las tres funciones especializadas de la teología: la función kerigmática, la función histórico-hermenéutica y la función social liberadora (Alberto Parra). El eje articulador de vínculo es el método hermenéutico común y la finalidad es la liberación integral del hombre en cuanto es posible de realizar y vivir por la gratuidad del amor revelado y por la fe testimoniada (Alberto Parra). La teología es disciplina científica si cumple con dos requisitos fundamentales: primero, que las mediaciones de las que se valga sean ellas mismas de tal consistencia y rigor que hagan parte del ámbito del debate universitario. Las mediaciones de la razón y la historia en la teología se hacen evidentes con los diversos estudios teológicos que desarrollan metódicamente y exponen sistemáticamente los contenidos del mensaje cristiano. Segundo, que la teología tenga claridad frente a su objeto y el método para llegar al mismo, de tal

manera que la unidad de objeto y método garantice la unidad del saber teológico, y éste sea asegurado por la racionalidad o luminosidad de Dios, a quien se le busca en su revelación en la historia humana. Además, por el dinamismo de la misma revelación, las realidades divinas se reflejan en las realidades humanas de manera recurrente y sinérgica como sucede en la encarnación: Dios mismo se manifiesta en lo humano (Pannenberg). Para aproximarnos a esta manifestación es necesario lo hermenéutico, por eso, más allá del debate entre ciencias duras y blandas planteado por la modernidad a partir de la objetividad y del positivismo, la teología se podría ubicar entre las ciencias hermenéuticas porque esta perspectiva permite conservar su carácter interdisciplinar. De ahí que cuando se plantea la cuestión del estatuto epistemológico de la teología sea necesario considerar el tipo de racionalidad que le corresponde y los elementos básicos que la constituyen. Estos elementos son cuatro: lo crítico, lo social, lo simbólico y lo evangélico. Lo crítico, porque es necesario pensar críticamente la fe y ser consciente de la carga ideológica de toda postura humana. Lo social es relevante en la medida en que forma parte integrante de la identidad cristiana; componente que se define por la praxis histórica de las personas y de los pueblos. Lo simbólico porque expresa con mayor profundidad la experiencia de Dios desde la condición humana (Heb 4, 12); experiencia que no es unívoca, sino polisémica. Lo evangélico porque es la forma de reivindicar la Palabra eterna de Dios que se revela en la historia humana, Palabra que genera nuevos dinamismos en el lenguaje humano y en las estructuras semánticas y epistémicas para reproducir ese lenguaje. Para hacer teología hoy, es necesario considerar que la teología es fundamentalmente una hermenéutica crítica de la acción de Dios en la propia existencia y exige como respuesta una fe liberadora. Se reitera que la teología tiene como texto normativo la Sagrada Escritura y como texto desafiante la historia, historia que lanza nuevas preguntas al quehacer teológico; y teología que interpela las situaciones de indignidad que viven los seres humanos y que van en contra del proyecto de Dios. Según la expresión habermasiana de conocimiento e interés, todo conocimiento tiene unos intereses pragmáticos y unos intereses ideológicos que se evidencian en Occidente con repercusiones negativas para la propia vida personal y el proyecto de humanidad. Al considerar sólo la racionalidad instrumental y pragmática propia de la ciencia y la tecnología, se olvida la racionalidad moral propia de la reflexión ético-política y la racionalidad simbólica propia de la reflexión religiosa, teológica y antropológica. De igual forma, se experimentan en el mundo actual fenómenos sociales que desvirtúan lo humano; fenómenos como la masificación, la cosificación, la alienación, la indiferencia y el individualismo; fenómenos que no llevan al progreso social y moral de las personas sino a su decadencia (Lonergan). Al considerar la teoría general de las ciencias propuesta por Jürgen Habermas (1982) es válido situar la teología en sus realidades, intereses y métodos desde los que se comprende a sí misma, como reflexión creyente para la trasformación de la historia, entendida ésta como una historia de salvación. De ahí que “la teología se comprende dentro de las ciencias humanas, ciencias del espíritu o ciencias hermenéuticas. Allí define más a gusto los campos de sus textos y de sus contextos” (Alberto Parra). Por tanto, es ciencia sui generis, precisamente porque su fundamento es la fe revelada, de donde surgen como principio objetivo la revelación, como principio subjetivo, la fe; y como sujeto comunitario la Iglesia. Su racionalidad habla de un Dios crucificado como amor agente actuando en la historia y en el hombre, no de un Dios metafísico que se piensa a sí mismo y alejado de la historia. Desde esta perspectiva, la “teoría de la acción comunicativa” se ha “convertido en el polo de convergencia de los problemas metodológicos de la teología y de la teoría de la ciencia” (Peukert). Estas ideas comparten la tesis clásica, de que el lugar social

que cada persona ocupa en un sistema establecido determina decisivamente el lugar epistémico a partir del cual se interpreta y valora la realidad (Boff; Castillo). El punto de partida de la teología será siempre la praxis histórica expresada de diversas maneras a partir de “signos, símbolos, monumentos históricos y de tradición, situaciones sociales, coyunturas históricas, grandezas y miserias” (Parra). El criterio definitivo de la interpretación es el Evangelio. El punto de llegada de la teología como reflexión crítica, como hermenéutica simbólica de la praxis histórica a la luz de la revelación no es tanto un saber como un hacer liberador (Mt 25). Según esto, para hacer teología hoy es necesario tener una nueva mirada sobre la realidad, donde el “lugar social” no es un añadido sino un elemento articulador para la teología, porque en los pobres y desde su exclusión se expresa una situación epistémica que capta, asimila y vive la verdadera imagen de Dios. En este sentido, retomamos el planteamiento de Jon Sobrino: El mundo de los pobres es una realidad que dá que pensar, es una realidad que capacita a pensar; y es una realidad que enseña a pensar. Por supuesto, y sobre todo, a pensar en Dios (Castillo). En relación con el proyecto de la modernidad, MacPherson afirma que éste se caracteriza por un individualismo posesivo, en contraste con el proyecto cristiano que postula a la praxis de la solidaridad como eje de una nueva humanidad y una manera nueva de hacer teología cuestionando las propias creencias y saberes de los seres humanos. Porque lo que define el discurso teológico no es el aparato crítico sino la praxis evangélica, que mantiene viva la novedad de la Palabra (González). De ahí que sea necesario tener en cuenta el lenguaje para la constitución de una praxis evangélica coherente.

En: Teología: su epistemología y los nuevos paradigmas Fuente: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=191017744002

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