COMO AFERRARNOS AL ETERNO: El Judaísmo mesiánico ante el reto de los noájidas

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COMO AFERRARNOS AL ETERNO El Judaísmo mesiánico y el reto de los noájidas Rav Dr. Williams Pitter En cierta oportunidad escuché a alguien que estaba punto de casarse hacer la siguiente reflexión: “Yo lo único que le pido a mi futura esposa es que no me sea infiel, y si me es infiel que no me entere, y si me llego a enterar, bueno, que no me importe”. Aunque algunos dicen que lo que más duele es “la burlita”. A decir verdad, no sé si esa persona tenía la capacidad para asumir de la manera que decía la traición de su esposa, en caso que se presentara; pero la cruda realidad es que toda traición duele; y duele mucho más si esta traición proviene de tu círculo íntimo, ya sea tu conyugue, de un gran amigo o amiga, de un buen compañero de trabajo, de un amado hermano de la congregación o de un discípulo que uno tiene en alta estima. A lo largo de las tres primeras parashot del libro de Devarim, Moshé ha asumido el rol de consejero y guía espiritual de los benei Ysrael, y les resume y les entrega de forma magistral las lecciones que serán de beneficio para ellos, que están a punto de entrar a la tierra prometida, y para todas las generaciones futuras. Moshé les recuerda las diversas maneras como han traicionado a su propio liderazgo y al Eterno, particularmente en el episodio de la apostasía del becerro de oro en el monte Sinaí, y aprovecha estos nefastos episodios de rebelión para exhortarlos a centrarse más en los caminos del Eterno y les insta a recordar todos los milagros que el Eterno ha hecho a favor de los israelitas, y que las pruebas que han experimentando también han sido para el bien de ellos. Acompaña estas reprensiones animándoles a seguir fiel a la Torá y a sus preceptos con el anuncio de bendiciones y promesas de prosperidad a todo nivel. En el capítulo 11, hacia el final de esta parashat Ekev vuelve a insistir sobre el secreto ya revelado de vencer a las tribus hostiles y poderosas de la tierra de Canaán: cuidando y cumpliendo los preceptos del Eterno. Así está escrito: “Porque si habrán de cuidar todo este precepto que Yo les ordeno para hacerlo, amando al Eterno, vuestro Dios, andando en sus caminos y apegándose a Él. Entonces expulsará el Eterno a todas las naciones….” (11:22,23. Edición de Katz, Editorial Jerusalén de México, 2004). No debe ser muy difícil entender este pasuk pues en otras porciones de la Torá se ha repetido expresiones similares en diversos contextos. Sin embargo, debemos notar que este pasuk contiene un ingrediente extra que debe llamarnos la atención y es la expresión “y apegándose a Él”. En otras versiones, como la Biblia Textual por ejemplo, traduce casi igual: “y aferrándoos a Él” (Edición del 2007). La pregunta es. ¿qué quiere decir la Torá cuando nos invita a apegarnos o a aferrarnos al Eterno? La palabra hebrea que traducimos como “apegarse” o “aferrándose” es “davaq”, y ya ha aparecido antes en el mismo libro de Devarim. Por ejemplo, en esta misma parashat en el capítulo anterior dice: “Al Eterno, tu Dios temerás, a Él servirás, a Él te apegarás (davaq)” (10:20), y mucho antes en la parashat Devarim: “Pero ustedes que se adhieren (davaq) al Eterno, están vivos hoy” (4:4). Como ven, el mensaje de “apegarse/aferrarse” al Eterno se viene dando desde hace rato. Por lo que la Torá parece que nos está enviando un mensaje que encierra la idea que debemos estar unidos al Eterno para que nos vaya bien en el sentido hebreo; aunque surjan pruebas que involucren sufrimientos y pérdidas, todo al final será para bien. Este sentido de unidad se hace más claro cuando la Torá usa la palabra “davaq” cuando nos enseña acerca de la profundidad de la conexión del hombre y de la mujer en Bereshit 2:24: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá (davaq) a su mujer y será una sola carne”. De aquí es claro que, la idea y el sentido de unidad que debe existir entre el Eterno y el genuino creyente está forjado sobre la base de esa especial y única unión que hay entre el hombre y la mujer que se aman de acuerdo

a las leyes de la Torá. En virtud de esto, la sabiduría judía llama al enlace matrimonial: kiddushim; que se refiere a santidad; dado que esta unión implica que cada uno se consagra al otro en exclusividad. Esto queda demostrado porque las Escrituras se inspiran siempre en el modelo de la relación entre el hombre y su esposa para aludir a la relación entre Ysrael y el Eterno como bien lo muestra el libro del profeta Oseas, y en particular, para referirse a la relación entre el Eterno y el creyente. Y es por esta razón que la idolatría es siempre presentada en las Escrituras como un adulterio, en analogía a la infidelidad de la esposa a su marido, que trastorna el shalom bait o crea, como en muchos casos, una ruptura irreparable en la pareja. Este tema de la unión del Eterno con el creyente genuino es mucho más profundo que el de la unión entre el hombre y la mujer, que ya de entrada es profundo. De hecho, Rav Shaul al tratar estos temas nos enseña que es un “misterio” en Efesios 5:21-33. La teología, históricamente divorciada de sus raíces judías, apela a sus raíces griegas e invocando sus conceptos y lenguaje enseña sobre esta clase de unión como de una “unión mística”, frase que ayuda poco a esclarecer o explicar. Por tanto, en relación al tema de la unión con el Eterno, el pasuk crucial de esta parashat llega a ser: “Al Eterno, tu Dios temerás, a Él servirás, a Él te apegarás (davaq)” (10:20), pues contiene la doctrina de una triple relación con el Eterno, siendo la última de ellas, la más profunda y difícil de captar, pero de la cual dependen el temor y el servicio a Hashem. Parece claro entonces que, por medio de la analogía tomada del matrimonio este “apegarse” o “aferrarse” al Eterno podemos tener una vislumbre de lo que el Eterno requiere de Ysrael y de nosotros como individuos creyentes en Su Nombre. Es decir, así como la esposa ama y se sujeta a su esposo, así nosotros debemos amar y sujetarnos al Di_s de Ysrael, para que nos vaya bien. La sujeción y el respeto a la autoridad del esposo ha de mantenerse aunque la esposa tenga diferencias con su esposo, y en cualquier otra circunstancia difícil de la vida matrimonial. Ninguna dificultad interna en el hogar, por difícil y desagradable que sea, no debe ser tomado como una excusa para la infidelidad. Y en este sentido, y en el nivel de nuestra relación con el Eterno, las Escrituras nos dice: “si fuéramos infiel, él permanece fiel” (2 Tito 2:13). En otro contexto, en un episodio bien conocido volvemos encontrar la palabra “davaq”. Cuenta la Torá que Shejem, un príncipe cananeo se enamoró de Dina, hija de Yaacob, y la Torá describe ese amor en los siguientes términos: “Y se apegó su alma a Dina…y amó a la muchacha y habló al corazón de la muchacha” (Bereshit 34:3). Así como el esposo se apega en profundo amor por su esposa, igualmente desea que su esposa se apegue a él; y así también el Eterno desea que Ysrael y cada uno de sus hijos nos apeguemos con la devoción de un amor indivisible como Su amor que se apega a nosotros. Con estas explicaciones, a mi parecer, queda bastante claro la intención de la Torá al instarnos a “apegarnos” al Eterno, ya que nos invita a separarnos del mundo y unirnos a Él en amor exclusivo, como el de los esposos que guardan Torá. Sin embargo, necesitamos profundizar un hecho básico: ¿cómo nos apegamos al Eterno? Podemos decir que hay varias maneras de apegarnos al Eterno, por ejemplo, por medio de la oración. La pregunta que podemos hacer aquí es la siguiente: ¿oramos al Eterno porque necesitamos unirnos con Él o porque ya estados unidos con Él? Para aquel que ha nacido de nuevo, su unión con el Eterno es un hecho espiritual enseñado en las Escrituras, por tanto, oramos al Dios de Ysrael porque así lo siente nuestro corazón en virtud de nuestra unidad con Él. Si recuerdan, yo he enseñado ya sobre este asunto en mis conferencias sobre el Ayuno y la oración, y allí utilicé la palabra “daveikus”, que viene de “davaq”, es decir, oramos porque estamos unidos al Eterno. En este sentido, la oración más bien fortalece esta unidad vital entre el Eterno y el creyente. 2

Otra manera de apegarnos o unirnos a Hashem es por medio del estudio de la Torá, y acá también aplica lo mismo que hemos explicado con respecto a la oración: amamos estudiar la Torá porque estamos unidos con él. Del mismo modo, las obras de caridad, el afecto y respeto hacia nuestros padres o al prójimo también son un fruto de la unión que tenemos con el Eterno. Por tanto, la oración, el estudio de la Torá, la tzedaká, etc., contribuyen a fortalecer nuestra unión con el Eterno, y en el caso de una persona que no ha nacido de nuevo, estos caminos contribuyen a forjar la unidad con el Eterno, cuando la persona acepte el yugo del reino de los cielos sobre su vida. Todo esto es verdad, sin embargo, la sabiduría judía nos trae una respuesta sorprendente a la pregunta: ¿Cómo apegarse o aferrarse al Eterno? Deseo darle los méritos al Rabino Yehonatan Gefen, pues en su comentario a la Torá que publica por internet encontré en bandeja de plata la respuesta a esta pregunta. El Rav Gefen, cita a su vez a Rashí, cuyo comentario a su vez se basa en el Midrash Sifré Devarim. Dice Rashí en su comentario al pasuk 11:22: “Y apegarse a Él. ¿Acaso es posible decir esto, que el hombre puede apegarse a Él? ¿Acaso no es Él “un fuego devorador”’. En realidad esto significa que debes apegarte a los estudiosos de Torá y a los sabios, y entonces se te considerará como si te hubieras apegado a Él”. Esta sorprendente respuesta del Midrash podría chocar en la mente de muchos, ya que es muy claro que el Midrash está colocando a los estudiosos de Torá y a los sabios como los mediadores o intermediarios entre Dios y los hombres; de modo que, si nos apegamos a ellos, ellos nos apegarán o nos unirá al Eterno. Aun más, el Rav Gefen, citando antiguos comentaristas sobre este pasuk, infieren que es una mitzvá obligatoria de apegarse a los talmidei jajamim y desarrollar una conexión con ellos para aprender Torá con el enfoque correcto, pues ellos, por medio de sus enseñanzas, exhortaciones y guía espiritual nos apegan al Eterno. Una persona debería entender que apegarse a los jajamim no sólo es algo bueno, sino que hacerlo es una obligación de la Torá. El Rav Gefen comenta que esta visión e interpretación de la Torá en casi inaceptable “para las personas que crecieron en ambientes donde la idea de hombres sabios y rectos no está muy difundida. En algunos círculos, no existe el concepto de preguntarles a hombres sabios respecto a asuntos de la vida... Como resultado de esto, puede que a una persona le resulte difícil consultar con rabinos sobre asuntos de la vida. En relación a esto, Rav Noaj Weinberg zt”l señaló que muchas personas pasan años estudiando para obtener un título universitario. Sin embargo, en temas básicos de la vida como el matrimonio, la educación de los niños y la satisfacción personal casi no invierten tiempo para aprender a tener éxito. Los resultados de este fenómeno son muy claros: la tasa de divorcio es altísima, las relaciones familiares fracasan constantemente y la insatisfacción general es algo muy común. La Torá enseña que en todos estos temas es esencial aprender de los jajamim, personas que entienden el enfoque de la Torá para enfrentar los desafíos de la vida y lo viven en carne propia”.

Esto parece interesante, pero, ¿es cierto? ¿Hay base bíblica para sostener esta interpretación que pone a los sabios como intermediarios entre la unidad de Dios y sus hijos? Si la hay, de hecho, la sabiduría judía fundamenta esta interpretación en una enseñanza muy clara de la Torá. Todos deben recordar el episodio en el monte Sinaí, los israelitas hacían cola delante de Moshé. Yitró, el suegro de Moshé, impresionado por aquel evento le pregunta a Moshé la razón de esas largas colas de la mañana hasta la noche, y Moshé le dice: “Porque viene el pueblo a mí para consultar de Dios, cuando ellos tienen un pleito, éste viene delante de mí; entonces juzgo entre un hombre y su compañero, y les hago saber la ley de Dios y sus enseñanzas” (Shemot 18:16). Aclarado este asunto, de aquí entonces se desprende la enseñanza general, que en las iglesias cristianas la gente debe acudir a sus pastores, pues muchos de ellos son personas íntegras y han dedicado sus 3

vidas a servir y a aconsejar a sus ovejas; que en las sinagogas los judíos deben acudir a sus rabinos, a los sabios de Torá y consultarles sobre las inquietudes de sus vidas y pedirles orientación. Pero es necesario hacer una precisión, a fin de conocer a que clases de sabios debemos aferrarnos nosotros como judíos mesiánicos, pues muchos pueden llegar a pensar que son los sabios y rabinos ortodoxos los hombres autorizados para aconsejarnos, para ayudarnos a apegarnos a Hashem, y para interpretar la Torá y definir halajot y aun para definir la identidad espiritual de cada creyente. Reconocemos, que hay mucha sabiduría en los rabinos antiguos y modernos, y de hecho, nosotros como judíos creyentes en Yeshua nos servimos y tomamos muchas de sus enseñanzas y consejos y las filtramos con la revelación que tenemos en el NT, pero ellos, no son nuestra cabeza y autoridad. El ámbito de competencia de su autoridad está restringido a los judíos que no aceptan la revelación de Yeshua como Mesías. Esto debe ser muy claro para nosotros. La razón por la cual no aceptamos como nuestra autoridad a los rabinos ortodoxos se basa en la revelación que tenemos en el Nuevo Testamento, si la desechamos, quedamos a merced de hombres, que si bien pueden ser muy sabios y honorables, no conocen ni reconocen a Yeshua como Mesías. Las decisiones de los sabios de Ysrael (antiguos o modernos) sobre doctrina y halajot no tienen validez alguna sobre los creyentes en Yeshua. Es imposible sostener la creencia en Yeshua como Mesías y al mismo tiempo creer que los sabios de Ysrael, que no entienden el Nuevo Testamento y desprecian a Yeshua como Mesías, son la única autoridad para “atar y desatar”, y entre otras cosas, definir quién es judío. Quien así piense está confundido y no entiende la revelación del Mesías Yeshua y se está deslizando hacia un camino peligroso que lo llevará a negar, primero Su deidad y luego Su mesianidad. Tenemos una interpretación profética, que se ha convertido en un cuchillo en la garganta de los judíos ortodoxos, me refiero a Génesis 49:10: “No se apartará el cetro de Yehudá, ni el legislador entre sus pies; hasta que venga Shiló, y él congregará a los pueblos” (Tanaj, Edición de Katz). Aunque hay varias opiniones en cuanto al significado de la palabra “Shiló”, lo cierto es que todos concuerdan que “Shiloh” es una alusión al Mesías. La interpretación histórica de los rabinos, hasta el día de hoy, es que la primera parte de la profecía entonces se refiere que el Mesías será el heredero legítimo al trono de David, lo que concuerda con otras profecías mesiánicas, como por ejemplo la de Ys 9:6,7. La segunda parte de la profecía, “ni el legislador entre sus pies” es entendida como una referencia a los sabios judíos que tenían la autoridad para emitir leyes, autoridad que también está especificada en Devarim 17:8-13. En esta parte anuncia que el Mesías asumiría la autoridad para interpretar la Torá y decretar halajot, asunto que también concuerda con otra alusión mesiánica de Ysaías: “He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y maestro a las naciones” (55:4). Nosotros, a los que nos ha sido revelado a Yeshua, hijo de David, como el Mesías, creemos que el Nuevo Testamento avala completamente el derecho incuestionable de Yeshua al cetro de Yehudá y además, desde el inicio de su ministerio ungido, en revelación que hizo pública en una sinagoga en Nazaret (Lc 4:16-21), asumió su privilegio y responsabilidad para legislar como Maestro de Torá. Esto es muy claro, pues el mismo Yeshua, reveló y aclaró a los judíos de su tiempo, que él venía a darle la recta interpretación a la Torá: “No penséis que he venido para abrogar la Torá, no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Esto implica, que a partir de estas revelaciones del Mesías Yeshua había llegado a su fin la autoridad que detentaban los rabinos para “atar y desatar”, es decir, para “prohibir y permitir”. Autoridad que también delegó a sus discípulos (Mt 16:13-20). No sólo había llegado a su fin la autoridad de los sabios de Ysrael para legislar en asuntos de Torá, sino que además, por el rechazo que manifestaron a Su mesianidad y deidad, el Eterno puso un velo sobre el entendimiento de ellos, el cual les será quitado cuando reconozcan a Yeshua como el Rey Mesías (2 Co 3:12-16). Pues la cabeza de todo creyente no son los sabios ni los rabinos ortodoxos de Ysrael, sino Rabí 4

Yeshua, el Rey de Ysrael, como bien lo explica Rav Shaul en 1 Co 11:3. Aun más, el Mesías es la cabeza de toda la congregación de los creyentes en Su santo Nombre (Ef 5:23). Y ahora nosotros, como los Rabinos creyentes en Yeshua, en línea hereditaria con la tradición de los apóstoles de Yeshua, tenemos la autoridad para “atar y desatar”, es decir, para “prohibir y permitir”; y si alguno reta esta autoridad, por las razones que sea, está violentado el orden establecido por Yeshua. Ud. tiene que decidir si somos nosotros o los rabinos ortodoxos los intérpretes del Nuevo Testamento. Ud. tiene que decidir si somos nosotros o los rabinos ortodoxos los que definen la identidad del creyente. Ud. tiene que decir a que tipos de rabinos debe “apegarse” o “aferrarse” para que lo oriente y le ayude “a pegarse al Eterno”. Por ejemplo, los ortodoxos enseñan que un judío lo es porque tiene una madre judía o lo es por conversión ante un tribunal rabínico; y además de eso, guarda Torá y asiste a una sinagoga y está bajo la cobertura de un Rebe o de un Rabino ortodoxo. Cuando el Eterno en el libro de Ysaías 49 revela que Ysrael es una luz para las naciones es para que ellos, por medio de su vida y de las enseñanzas de la Torá conviertan a los gentiles al Dios de Ysrael y guarden su pacto, el shabbat y sus festividades. También el Talmud Pesajim 87b enseña que el Eterno permitió el exilio de los judíos para que estos dieran a conocer a los gentiles al Di_s de Ysrael. En una oportunidad, yo estaba con el Roé Alfredo Pérez en una sinagoga de los Lubavicht un viernes en la noche, allí el Rabino citó esta porción del Talmud y añadió que el pueblo judío no estaba imitando a Abraham Avinu que atraía a los paganos para que conocieran al Dios verdadero y vivieran bajo sus leyes. El Eterno puso a Ysrael como una luz para las naciones para que se convirtieran al Dios de Ysrael, abrazaran su Pacto, guardaran Torá y tuvieran promesas de redención; no llamó al pueblo judío para convertir a los gentiles en nóajidas en un grupo de personas que creen en el Dios de Ysrael y les niegan la entrada a la fe judía para que guarden los preceptos de la Torá, y los limitan a guardar las 7 leyes de Noaj, leyes e interpretación que ellos inventaron. Esto es un error gravísimo. Si uno se da cuenta, el noájida ni es cristiano ni es judío! Como dicen por allí, no es chicha ni limonada! ¿Pero que dice el NT? Col. 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Mashiaj. Col. 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados. Esta es la misma circunsición del Mesías que la habla Rav Shaul en Romanos: Somos verdaderamente judíos, no por una operación hecha en la carne ni por conversión en un tribunal rabínico, sino por medio de una operación en la Ruaj HaKodesh que nos hace nace de nuevo! (Rm 2:28,29). Y en Efe 2:11-22 se nos dice: Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. Y ahora tenemos, pacto, pero no el Pacto de Noé, el Pacto de Abraham, promesas, y al Mesías. Los ortodoxos al igual de ciertos grupos llamados los benei Noaj o nóajidas no tienen al Mesías Yeshua, la gloria de Ysrael. Los que ya conocen al Mesías y andan con los noájidas, van a tener que tomar una decisión o se apegan al Eterno por medio de nosotros los rabinos, o se apegan a los errores de los ortodoxos y de los nóajidas. Claro, el asunto es que muchos desprecian o subestiman a Rabinos como yo y no se aferran a nosotros como sus guías espirituales porque creen y piensan que los rabinos ortodoxos son más sabios y piadosos. Esto puedo ser verdad, pero no me considero inferior a ninguno de ellos, ni muchos menos superior a ellos, porque conocemos el Nombre del Mesías y tenemos en Él y en el NT una revelación superior que complementa la Torá. Más temprano que tarde conoceremos a quien nos hemos aferrado, cuando el Eterno envíe al Mesías Yeshua, y esperemos que sea pronto y en nuestros días, y decid Amén!! 5

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