Comentario libro Memorias del Diplomado en Desarrollo Cultural y Políticas Públicas (2014)

July 7, 2017 | Autor: Jaime Chavolla | Categoría: Gestion Cultural, Políticas culturales, Desarrollo Cultural
Share Embed


Descripción



José Jaime Chavolla Mc Ewen Morelia, Michoacán, 4 diciembre, 2014

Comentario libro Memorias del Diplomado en Desarrollo Cultural y Políticas Públicas (Margarita Regina García H. Pimentel, coord., Morelia: SECUM-CDIA, 2014)

25 minutos

Estructura

La compilación de ponencias/artículos en el libro tiene varias formas de organizarse lectivamente. Una que propongo es sociológica, según la historia de las ideas. Las primeras cuatro colaboraciones siguen una tendencia de la ilustración. Carlos Javier Villaseñor, Rodolfo Aguilera, Ernesto Piedras y Julio César Moreno dan las bases generales, siguiendo los preceptos culturales legales, económicos y diplomáticos internacionales. No obstante fieles a las premisas de la modernidad en cuanto a los conceptos de desarrollo, progreso, nacionalismo y bienestar.

Los siguientes textos, del quinto al noveno, contestan a la modernidad ilustrada con nuevas perspectivas. Correspondiendo a Arcelia González, Raúl Vidales, Rigoberto Fabelo, Hilda Julia, José Antonio Mac Gregor, Francisco Javier Fuentes y Cristina Ramírez Barreto, es en donde lo global se vuelve local, lo cultural como sagrado se cuestiona y se amplían las cargas de responsabilidad a todos los actores involucrados. González y Vidales inician este giro con introducir diferentes modelos económicos alternativos, que igual que el neoliberal imperante, también coinciden en responder y a la vez generar nuevas dinámicas culturales que parten de modos de producción y de organización laboral (75), pero se distinguen por su interés en crear una sociedad e individuos autogobernables. De hecho confiesan que su postura implica un giro ideológico al cuestionar el "el objetivismo de la toda la tradición positivista, tan enraizada en nuestra sociedad moderna" (78). Esta autoreflexión de la sociedad moderna hacia su pasado llega a un ápice con Ramírez Barreto cuando afirma que la "'cultura' no puede entenderse más como un blindaje que hace incuestionable una práctica y la empaqueta para su consenso o su venta como si algo inocuo se tratara" (130). Y más adelante provoca preguntas sobre el "carácter dogmático, la circularidad argumentativa y su falta de atención a los proceso de entrecruzamientos, imbricaciones, intercambios y arbitrariedad histórica y conceptual de las llamadas identidades [culturales]" de la modernidad (131).

Si bien innovadoras para el campo de discusión como la nuestra, académica y política mexicana, no lo son históricamente internacionalmente. La escritora Cristina Peri Rossi, uruguaya exiliada en España desde la era inconclusa de las Guerras Sucias en Latinoamérica, escribió, a partir de su experiencia escapando la amenaza de golpe de Estado en Uruguay y luego otra vez del franquismo, que "el multiculturalismo corre el riesgo de convertirse en una caja de Pandora que todo lo encierra, que todo lo admite… Lo quiero decir con toda claridad: en nombre del multiculturalismo no se pueden tolerar costumbres que atentan contra los derechos humanos o de los animales, contra la integridad física y psíquica de las personas" (El Mundo, 2004). Pero incluso antes de Peri Rossi, estuvo Madame de Stael, amiga y luego enemiga de Napoleón durante la revolución francesa en el siglo XIX y también Olympe de Gouge a finales del XVIII, con sus posturas de ética cultural y moral, que hacen de este llamado de atención al humanismo ilustrado una constante histórica.

Discusión

Aunque no asistí al Diplomado en Desarrollo Cultural y Políticas Publicas en el 2011, estoy muy agradecido por la compilación de las ponencias en este libro de Memorias. De gran importancia, puede considerarse una herramienta no sólo para el abordaje crítico sobre la condición cultural actual, sobre algunos de los grandes retos que se enfrenta su reconocimiento en los campos políticos y económicos. Pero también para el pensamiento estratégico de cómo participar en ellos.

De entre las múltiples lecturas posibles de esta serie de artículos, la mía se centra en esta última posibilidad: de pensar a la cultura estratégicamente.

Parto de la aclaración que hace Lourdes Arizpe sobre el informe de Nuestra diversidad creativa (1988), citado por Villaseñor. En ese documento que varios reconocen como la pauta de mayor efectividad argumentativa hasta ahora para lograr el reconocimiento de lo cultural, Arizpe afirma que "no se refiere exclusivamente a la creatividad necesaria para la producción individual de un objeto al que se atribuye un valor estético… sino a la creatividad necesaria para inventar nuevas formas de organizarse en sociedad y crear nuevos sentidos" (27).

Se subraya el carácter dinámico de las nuevas formas de entender a la cultura, que rebasa su sentido artístico y derrama en lo profundamente antropológico. Siguiendo mi lectura por los consecuentes artículos, identifiqué tres posturas fundamentales para el quehacer cultural. Aplicable a las prácticas del campo de poder más obvios como los gobiernos y sus políticas públicas, pero también a las acciones de los gestores culturales, como a nivel individual, casi como una filosofía de vida. Estas tres propuestas son el localismo o la atención a las micronarrativas, la prospectiva o la sociología de los futuros y finalmente, la constitución de un Estado-red o de una política transversal interinstitucional.

El localismo

De igual manera que la instancia más importante para las políticas públicas es el problemático nivel municipal, el sitio de mayor contenido útil para la gestión cultural es el espacio íntimamente local. Desde una perspectiva económica, interesada en lo tangible y lo concreto, es donde se arraigan las prácticas culturales de diferentes índoles que pueden ser o no de interés para las políticas públicas.

El ensayo de Piedras, por ejemplo, nos revela que el lugar del trabajo alberga importantes fenómenos culturales. Enfocado a aquellos lugares donde el arte se industrializa, afirma que "las industrias culturales presentan formas específicas de producción… que aproxima a la cultura no solo como un bien sujeto a una producción, sino como una 'forma de vida' significativa por el valor [de las] piezas" (45). Los autores González y Vidales amplían esta visión a los modelos económicos en general, en que la dignidad de las industrias culturales es equitativa con otros subsectores, apoyando que todo modelo económico productivo, sea neoliberal o alternatioa, transmiten valores entre sus participantes que son capaces de reproducirse fuera del ámbito estrictamente laboral (78).

De manera más específica, y ya dentro del debate neoliberal, González y Vidales proponen que modos de producción, especialmente cuando se revolucionan, son capaces de "incorporarse a las prácticas fundamentales" de la ciudanía, y llevar a "nuevas tensiones que induzcan nuevos desarrollos" (78).

Fabelo y Julia por su parte, afirman esta relación entre la realidad material y la vida simbólica, subrayando al espacio local como revelador de las actualidades y necesidades culturales más esenciales, y que deben constituir el espíritu de cualquier observación, evaluación o diseño de acción cultural: "los elementos socioculturales… caracterizan y condicionan los procesos de desarrollo…en los contextos locales. Se transforma no sólo la realidad material de un territorio, sino también cambios y transformaciones en los sujetos y las maneras y formas que interpretan su realidad" (91).

En referencia al hogar, entendido no sólo como el más íntimo de los espacios colectivos, sino al lugar apropiado significativamente a través de vínculos materiales e intangibles diversos, Fuentes profundiza la idea de lo local recordando que el espacio cultural es el espacio habitado por un humano, donde "se comparte un espacio de vida y se transmiten de una generación a otra los significados y símbolos asociados con la indumentaria, la alimentación, los valores y las normas de comportamiento, las costumbres y hasta una lógica económica que forma parte del modo de vida" (112).

Posiblemente fue González y Vidales que sintetizaron mejor la idea, en que la referencia primordial debe ser "la vida real de los seres humanos reales… [en] la corporalidad del sujeto en comunidad" (79).

Claro está que este no es un espacio libre de problemática metodológica ni política. Fuentes también se ve obligado a hacerse la pregunta de ¿cómo se puede proteger algo dinámico? (110) en reconocimiento de la esencia natural de la cultura. Y yo le agregaría, ¿cómo se puede proteger el mismo dinamismo, al derecho e inevitabilidad de la transformación?

Moreno también encuentra problemáticas en el espacio local, especialmente políticos. Él por su parte, al reconocer la simultaneidad de culturas locales y globalizadas (56) en tanto su circunferencia de influencia, se pregunta sobre la viabilidad y las maneras en cómo la importación de símbolos y productos con cargas culturales propias entran en competencia con los históricamente arraigados a un espacio localizado y delimitado: "Nuestra sociedad se encuentra ante una tendencia mundial que conlleva una profunda contradicción [en que su] milenaria realidad pluricultural se encuentra en… constante desafío por reafirmarse y expresarse ante la incidencia de otras expresiones culturales" (52).

La prospectiva

La sociología de los futuros es poco conocida en las academias mexicanas, incluso en las más destacadas que toman voz a través de revistas científicas internacionales. De cierta manera, "brilla por su ausencia" en el pensamiento cotidiano popular, científico y político en nuestro país. No obstante, destaca aquí como parte de las ideologías de la globalización que llega a nuestros círculos a través de la interconectividad mundial de investigadores y gestores culturales.

Recordando la frase de Arizpe sobre la necesidad de buscar condiciones óptimas para la creación de nuevas formas de organización y de nuevos sentidos, el actuar cultural en sus diferentes niveles debe considerar el beneficio estratégico de pensar hacia el futuro.

Y es que no necesariamente evitamos pensar en el futuro. Siempre lo hacemos de una u otra forma, como afirma el prospectivista Wendell Bell, de la Universidad de Yale (2003): "las imágenes del futuro están entre las causas del comportamiento actual". Pero, es importante recalcar que la información que deriva de esta prospección puede serle útil a corto, mediano y largo plazo, ya que más adelante también afirma que "en la medida en que la gente intenta bien adaptarse a lo que piensa que deviene, bien actuar en la forma que creará el futuro deseado" (Bell, 2003).

Igual escenario debe tomar el diseño de decisiones y de acciones. Es, claramente, en cuanto a políticas públicas, un distanciamiento de la forma tradicional de actuar, pensando en los teóricos presentados en el artículo de Aguilera que introduce las premisas de diseño legislativo, de que: "El inicio de toda Política Pública [debe ser] la definición del problema que afecta de manera negativa a una determinada sociedad y que se pretende resolver" (38). Implicando, con ello, que la realidad presente y actual es lo determinante para el actuar político en el espacio público.

No obstante, la continua lectura de los sucesivos artículos lleva a identificar lo crucial de pensar en problemas inexistentes, subterráneos, invisibles pero en todo caso, posibles. Mac Gregor, por ejemplo, propone la prospectiva en sentidos de interés nacional, en que la cultura se pueda entender y vivir como la "posibilidad de nuevos futuros, como la construcción de ciudadanía, como opción de desarrollo y como vía para el diálogo y la resolución pacífica de conflictos en nuevos contextos de violencia" (102).

Otros artículos, como el de Moreno, recurren a la prospectiva basada en evidencia observada en la cotidiana interacción con plataformas tecnológicas digitales. Como oportunidad de acción preventiva ante un posible futuro, Moreno ilustra esta idea con revelar el incipiente desarrollo de redes paralelas de comunicación en que la fluidez de dominio simultánea será necesaria para evitar cierto tipo de marginalización social (58). Otro caso que presenta es la posibilidad de que las industrias culturales puedan intensificar su colusión con intereses económicos trasnacionales al punto de volverse "medios de control social" dirigidos a regular formas de consumo material (60).

Tal como Mac Gregor sugiere que gestores culturales deben capacitarse apropiadamente para diagnosticar nuevas realidades oportunamente (104), Lucina Jiménez, otro consultor/miembro de expertos para la UNESCO y citado en el artículo de Fuentes, enlista recomendaciones importantes para el quehacer en el diseño y ejecución de proyectos y programas culturales, de donde se rescatan dos puntos: Punto 1: "Dejar de pensar sólo en el corto plazo e introducir escenarios a futuro", y luego, otro punto: "Tratar de imaginar… los escenarios de desarrollo del proyecto" (123).

No es de menospreciar la indicación de Jiménez de "imaginar". En varios sentidos, el gestor cultural, el político y el ciudadano cotidiano que no se ubican necesariamente, en su acepción estricta, como "artistas" o "creadores", sí lo son al momento de utilizar su imaginación. Utilizada conjunto a las deducciones tras observar el presente en su dimensión local y con base en la historia, la imaginación vuelve una herramienta estratégica poderosa. El desconfiar de ella, especialmente en la mentalidad del clasicismo ilustrado, puede resultar contraproducente, dadas las competencias mundiales por mercados de consumo. El artículo de Ramírez Barreto es ilustrativo de esto, al marcar el peligro de seguir con las formas tradicionales de hacer política; de esperar y no prevenir la aparición de una problemática que afecte negativamente a la sociedad. Refiriendo a la actuación tardía de políticas públicas que inciden en lo cultural, en la manera de regular la relación entre animales humanos y no-humanos, ella advierte que cuando finalmente se instalen pueden "llega[r] bastante tarde, cuando toda la maquinaria para blindar diferencias comerciables o criminalizables ya se ha echado a andar desde décadas atrás" (133).

El Estado-red

Según la Declaración Universal de la Diversidad Cultural (2001) en que "la diversidad cultural es tan necesaria a la humanidad, como la biodiversidad lo es para la naturaleza", se entiende como explica Ramírez Barreto, no es "bajo la idea del cultivo de las diferencias por el valor abstracto atribuido a la diferencia per se" (133). Es más por la riqueza y productividad generada tras sus encuentros y diálogos.

Similar es la importancia de políticas transversales sobre materia cultural. En su dimensión industrial, Piedras en su ponencia afirma notable "la presencia de 'efectos mulitplicadores', lo que implica no sólo un beneficio dirigido a cierto sector, sino la relativa facilidad que esta industria… tiene para transmitir dichos efectos al resto de la economía" (43). Apoyando esto, el autor recuerda que las industrias culturales interactúan con todos los sectores económicos mayores incluyendo desde campos agrícolas y aguas pesqueras hasta las tiendas departamentales y tienditas de la esquina (46).

Razón suficiente para justificar el diseño de un marco legislativo de cooperación entre las varias dependencias e instancias de gobierno. No obstante, casi todos los autores en este libro manifiestan que los usos y costumbres institucionalizados de la clase política pueden ser, a veces, los mayores bloqueos a la realización de derechos y desarrollos culturales.

Moreno, por su parte afirma que "gran parte del problema se encuentra en las instituciones públicas representativos de nuestra sociedad puesto que no han sabido mediar y limitar la penetración de… capitales [trasnacionales]" (56). Pero incluso cuando el gobierno interviene regulatoriamente sobre la competencia entre bienes culturales nacionales y extranjeras, este autor señala que todavía es "insuficiente" (167).

Mac Gregor también identifica la interferencia gubernamental como un recurso que necesita reorientarse, ya que "las culturas configuradas en el asistencialismo, el paternalismo y la verticalidad autoritaria generan individuos y colectividades dependientes, pasivos y sin capacidad de transformar ni modificar su entorno" (103-104). La condición de desvalido e inmovilizado inferido se repite en el texto de Fuentes, cuando releva testimonios de que algunas intenciones de acción cultural "se quedan en buenos deseos tras afrontar el aparato burocrático y el escaso interés por la cultura de los que hacen o practican la cultura en México" (125).

Cabe señalar que la resistencia del Estado en flexibilizar, descentralizar, desburocratizar y actualizar sus usos y costumbres en cuanto materia cultural no es enteramente una cuestión política o de conflicto de intereses, sino, como lo apuntan los autores de este libro, de una informativa y de sensibilización. Fuentes lo dice claramente al escribir que "los procesos socioculturales [o subjetivos] están insuficientemente estudiados por la administración del quehacer político" (125).

Un punto constante de delicada incidencia entre los artículos revela que el quehacer cultural y su necesario reflejo en las políticas públicas es hacia la necesidad de estudios serios, bien articulados e innovadores. Tanto para respaldar su importancia macroeconómica como su impacto en la cotidianidad local e íntima: simplemente falta información pertinente. Piedras, desde la economía afirma que si bien se ha demostrado una relación entre las industrias culturales y el crecimiento económico aún "no es evidente la relación que [tiene] para el desarrollo económico" (47), refiriendo a cómo se concatenan los flujos de dinero de nivel local a sistemas más regionales y nacionales. Moreno denuncia que "existe una nula o escasa presencia de estudios serios" (58), en cuanto tecnologías de la información y sus procesos socioculturales. En el artículo de Fuentes también encontramos indicios de que aunque la migración influye en la transformación de realidades locales no se ha abordado tampoco (124).

Fabelo y Julia, por su parte, reconocen asimismo que hay una ausencia del tratamiento sociocultural tanto en el diseño como en la evaluación de proyectos (90). Esta crítica en particular resalta porque ya no especifica al factor de autoridad, e incluye más bien a los diseñadores, que puede incluir una heterogeneidad de oficios y profesiones. González y Vidales, a manera de diálogo, contestan de manera muy sencilla a que los estudios no existen o son deficientes porque no se han generado los marcos de análisis apropiados; no se han planteado los "múltiples criterios para evaluar las diversas dimensiones de los beneficios y los costos de las actividades humanas" (84). El último artículo presentado en el libro de las Memorias del Diplomado, es interesante en que proporciona al lector un ejercicio para identificar posibilidades de análisis y de aprovechamiento de las pocas categorías y variables que hasta ahora se han desarrollado para el caso de Michoacán.

El Estado-Red, entonces, es inviable hasta desarrollar categorías de análisis específicos tanto a la relevancia de la cultura -generados desde distintos ámbitos locales como el laboral, el familiar, el escolar y desde los espacios públicos- en la vida diaria, cargadísima de valores y significados -tanto positivos como temorosos-. Estos marcos de observación, diálogo e interpretación pueden revelar la necesidad de transversalizar la discusión sobre cultura entre sectores administrativos y productivos y lograr la colaboración democrática que soslaya nombramientos jerárquicos y simplemente se enfoque en el quehacer de la vida.

Conclusión

Como conclusión, a partir de una lectura -de entre tantas posibles- de las Memorias del Diplomado en Desarrollo Cultural y Políticas Públicas, se ha repasado la constante presencia de intereses sobre la vida humana, integrada a su medio ambiente local; sobre la necesidad de ampliar la dimensión temporal de pensamiento e imaginación sobre posibilidades; y sobre las problemáticas y, a la vez, potenciales, de distribuir la responsabilidad cultural entre las comunidades creadoras, gestoras y legislativas.

La información presentada en el Diplomado y concentrado en este libro profundiza, actualiza y da herramientas para participar activamente en los desarrollos culturales. Distante de mero discurso académico o político, además de teoría, proporciona ejemplos de aplicación concreta e ilustraciones de consecuencias exitosas y fallidas. Notorio es, en esta última característica, que varios de los autores presentados que aunque expresan preocupaciones graves sobre las nuevas realidades socioculturales, económicas y hasta de conflicto que aquejan a países como México, todos comparten una visión estratégica de la cultura que da beneficio a los indicadores socioeconómicos y políticos más amplios hasta los más íntimos.








10 / 10


Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.