Comentario de la obra de Fidolo Alfonso González Camargo

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Descripción

Comentario de la obra de Fidolo Alfonso González Camargo Miguel Gutiérrez-Peláez (2014)

La referencia al ojo, a la visión y la mirada que ha atravesado estas quimeras resuena y dota de nuevos timbres la frase de Angelus Silesius en su Peregrino querubínico: “Un ojo que jamás se priva del placer de ver se ciega al fin por entero y no se ve a sí mismo”. El ojo del artista ve el fenómeno, lo descompone y lo recompone, lo observa y lo inobserva, lo construye y lo deconstruye; es una mirada que desensambla su historia y también una mirada que anticipa. Esa anticipación de la mirada es la que quisiera comentar sobre un destacado artista colombiano, Fidolo Alfonso González Camargo. La breve biografía publicada en la página del Banco de la República nos dice que “A diferencia de otros artistas dedicados a la pintura de género, González Camargo tuvo un modo muy particular de acercarse a sus motivos, observaba la realidad no desde su apariencia externa, sino desde su interioridad. Su mirada no pretendía describir con minucia los detalles del espacio, sino transcribirlos de manera esencial y esquemática, dando una visión plástica e intimista del lugar”. Nos dice además que no salía de su casa en la calle 13. “En 1921 la muerte de su madre, centro de su vida afectiva, seguida de la muerte de su hermana Tulia, ocho días después, afectó de tal modo al artista, que comenzó a perder gradualmente el contacto con la realidad, hasta quedar totalmente sumido en la locura”. Morirá veintiún años

después recluido en el hospital de Sibaté. Se suma Fidolo al séquito de mentes descarriladas que hicieron del arte su hogar. No hay evidencia de que González Camargo haya seguido pintando posteriormente al desencadenamiento de su locura en 1921. El hospital de Sibaté me ha negado el acceso a su inventario para intentar reconstruir algo de las décadas finales de la historia de este artista. Es posible que no se conserve nada y que las directivas de esa institución, y su personal tratante, no hayan tenido idea del genio que hospedaban. Hay una obra particularmente inquietante de González: la esquina de su casa en la carrera 4 con calle 13 en donde vinieron a sembrar el primer poste de luz de la demencial Bogotá. González pinta este motivo en 1900 y vuelve a pintarlo en 1910. Es este motivo el que permite una conjetura y que se liga con la anticipación propia del artista: tal vez no fue la muerte de su madre y sus hermanas el disparador de su locura, o al menos no eso sin la incubación de algo anterior, que es precisamente la metamorfosis que viviría su ciudad con ese artefacto implantado en el frente de su casa. Esa electricidad, como un parásito, entraría a recorrer la ciudad, a apoderarse de ella y de sus habitantes y González, con la sensibilidad del artista, debió haber vivido con horror esa imagen. Por un margen de unos pocos años, se salvó Fidolo de un encuentro decisivo con la electricidad, pactado en ese cuadro de 1900, y que vería su realización en las descargas eléctricas que recibirían en las cienes algunos años después sus compañeros de internación en Sibaté. Se leyó ese poste en clave costumbrista, haciendo caso omiso a su dimensión profética. Tal vez González mismo no sabía lo que anticipaba sobre el diabólico destino que sellaba con la ciudad en un círculo perfecto. La visión de esa quimera, de esa Gorgona que se ensamblaba a la ciudad hasta convertirse en ella misma, hizo de nuestro artista piedra, no sin antes legarnos unas obras invaluables que, como las piedras, también hablan. Lo dijo Freud: Saxa loquuntur! ¿Habrá quién las escuche?

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