Colombia y Brasil: posibles escenarios de transformación de las relaciones bilaterales en el marco de los diálogos de paz Colombia and Brazil: Possible scenarios of transformation of the bilateral relationship in the framework of the peace dialogues

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COLOMBIA Y BRASIL: POSIBLES ESCENARIOS DE TRANSFORMACIÓN DE LAS RELACIONES BILATERALES EN EL MARCO DE LOS DIÁLOGOS DE PAZ.*

COLOMBIA AND BRAZIL: POSSIBLE SCENARIOS TRANSFORMATION OF BILATERAL RELATIONS IN THE FRAMEWORK OF PEACE TALKSN

Paula Alejandra González Mateus**

* Artículo de Reflexión. ** Estudiante de V semestre, de la Carrera de Relaciones Internacionales Pontificia Universidad Javeriana. correo: [email protected]

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Resumen Las relaciones entre Colombia y Brasil han estado marcadas tradicionalmente por la indiferencia mutua, en parte debido a algunos factores internos de ambos países, en especial, del primero. En este sentido, el conflicto armado interno colombiano y las diferencias en las perspectivas políticas e ideológicas de los presidentes de los dos Estados han incidido en las interacciones entre ellos, tal y como se observa desde la visión del realismo neoclásico. Sin embargo, con el cambio de gobierno en Colombia y los diálogos de paz, la actitud del país hacia Brasil se ha venido transformando en una relación más cooperativa. Por tal motivo, dado el actual contexto en Colombia con los diálogos de paz, es posible que en el marco de un postconflicto se abran nuevas perspectivas de una relación cooperativa con Brasil que aporte a la construcción de Suramérica. Palabras clave: Colombia, Brasil, conflicto, diálogos de paz, postconflicto, relación Colombia-Brasil, cooperación, región, Suramérica. Abstract The relationship between Colombia and Brazil has been traditionally marked by the mutual indifference, in part due to some domestic factors of both countries, especially of the first one. In this sense, the Colombian internal armed conflict and the different political and ideological perspectives of the presidents of both States have influenced the interactions between them as it’s possible to see it from the perspective of the neoclassical realism. However, with the government change in Colombia and the peace negotiations, the country’s attitude towards Brazil has had a transformation willing for a more cooperative relationship. For that reason, given the actual context in Colombia of peace negotiations, it is probable that in the framework of a possible post conflict there could be new perspectives for cooperative interactions with Brazil which can contribute to the construction of South America. KeyWords: Colombia, Brazil, conflict, peace negotiation, post conflict, Colombia-Brazil relationship, cooperation, region, South America.

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Introducción Tradicionalmente, la política exterior colombiana se ha caracterizado por privilegiar las relaciones con los Estados Unidos, dándoles la espalda a los países más cercanos y aislándose de la región. Uno de los vecinos más representativos de ésta situación es Brasil, porque a pesar de que ambos países comparten una frontera de 1.645 Km, al observar la historia, se encuentra que sus interacciones han estado marcadas en mayor parte por la indiferencia mutua. La divergencia en la política exterior de cada uno de los países, no ha sido el único factor contribuyente para dicha indiferencia, sino que también ha cobrado relevancia la situación interna de cada Estado, por ejemplo las diferencias ideológicas entre los presidentes de ambas naciones han marcado momentos de más distancia. De igual forma, el conflicto armado interno colombiano por varias causas, ha desempeñado un rol fundamental, en los desencuentros entre Brasil y Colombia. No obstante, en los últimos tiempos, se ha visto un cambio en la configuración del poder mundial y regional que ha dado paso a nuevos polos de poder distintos a los Estados Unidos. Así, han surgido los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como potencias emergentes que por su capacidad de influencia, regional y también global, proyectan una mayor importancia dentro del Sistema Internacional. Esta es una realidad frente a la que Colombia no puede ser indiferente, sobre todo, si se considera que dentro de los nuevos polos de poder se encuentra uno de sus vecinos más cercanos en términos fronterizos y más lejanos en convergencia de políticas. De este modo, no sólo los cambios en el Sistema Internacional, sino también los que han tenido lugar dentro de Colombia, han generado un mayor acercamiento con Brasil, sin que todavía puedan llamarse socios estratégicos. Sin embargo, es posible que dado el actual contexto de diálogos de paz, esta sea una oportunidad para generar un compromiso de complementariedad en la región, dadas las fortalezas que ambos países proyectan (Amaris, 2013, pág. 117). Por este motivo, a continuación se analizarán las potencialidades de transformación que podría tener una firma de paz para la relación BrasilColombia, partiendo del lugar que ocupan en la región, la historia reciente de su relación, la influencia del conflicto en sus interacciones desde la perspectiva colombiana y los posibles intereses estratégicos de ambos Estados.

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Interacción Colombia-Brasil: un acercamiento desde una perspectiva teórica Para hablar sobre Colombia y Brasil, los intereses estratégicos que tienen ambos y la incidencia del conflicto armado en sus relaciones, resulta útil identificar el rol que desempeñan cada uno de estos actores en el contexto de la región suramericana, caracterizada por la presencia de una potencia líder y varias potencias secundarias, cuya interacción se analizará a la luz del realismo neoclásico. La definición de potencia líder o secundaria, puede estar dada a partir de diversas variables ya sean materiales o ideológicas, sin embargo, para el presente texto, se utilizará la caracterización que hace Flemes, identificando a una potencia líder como un Estado que “forma parte de una región geográfica delimitada, está dispuesto a asumir el liderazgo, demuestra la cantidad necesaria de capacidades materiales e ideales para proyectar poder regional, y es muy influyente en los asuntos regionales” (Flemes, 2013, pág. 33), no obstante, también es importante destacar la relevancia de la aceptación de su liderazgo por parte de los demás países. Las potencias secundarias, por su parte, ocupan la segunda posición dentro de la jerarquía de poder en la región y su lugar está determinado por sus capacidades materiales y de ideas, es decir que de algún modo tienen el poder para hacer un contrapeso a la potencia líder regional, pero diseñan su política exterior a partir de una conciencia propia de inferioridad frente a ésta y de superioridad respecto a los demás Estados (Flemes, 2013, pág. 34). Es así, como posteriormente Flemes identifica en Suramérica a Brasil como la potencia líder regional y a Colombia, Venezuela, Chile y Argentina como las potencias secundarias regionales. Brasil, como líder de la región se caracteriza por tener intereses tanto regionales como globales, pero para alcanzar estos últimos, debe recurrir a la región, al apoyo de sus vecinos. Sin embargo, la interacción entre estos actores está caracterizada por lo que el autor determina como la impugnación por parte de las potencias secundarias hacia la líder, es decir, por la contraposición que le hacen Colombia, Venezuela, Chile y Argentina a Brasil. De este modo, dicha impugnación, no depende sólo de cada uno de los actores sino que el contexto regional y otras variables tienen una alta influencia en ella. Así, el autor identifica cuatro factores que van a determinar Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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el grado de impugnación que habrá dentro de la región: los estructurales, los históricos, los domésticos y los conductuales (Flemes, 2012, págs. 22-26). Los estructurales hacen referencia a la forma en la que está distribuido el poder dentro de la región y lo cómodos o incómodos que puedan estar los actores frente al statu quo de dicha organización, éste factor puede tornarse más relevante en regiones que presenten un alto grado de conflictividad, pues a lo que se refiere es a una búsqueda de equilibrio de poder, por ende, en donde un solo actor concentre demasiado poder es más factible que los demás Estados busquen impugnar. En este sentido, se puede decir que en Suramérica hay una relativa multipolaridad, es decir que la distribución del poder no presenta amplias brechas entre los Estados. Los históricos, son aquellos factores relacionados con los antecedentes existentes en la relación de los actores, ya que pueden impulsar a la impugnación a partir de experiencias de rivalidad o conflicto y sus legados. Así las cosas, cuando las potencias secundarias han sufrido agresiones o se han sentido amenazadas de algún modo por la potencia líder, es poco probable que exista cooperación entre ellas y legitimen sus acciones. Por lo contrario, aumentan las posibilidades de que le hagan contrapeso a partir de sus estrategias de seguridad y doctrinas militares. Sin embargo, por lo menos entre Colombia y Brasil, no se encuentra alguna rivalidad o conflicto histórico que pueda ser determinante en sus relaciones actuales. Muy en consonancia con los factores históricos anteriormente descritos, se encuentran los conductuales, que se refieren al hecho de que las potencias secundarias pueden buscar impugnar las acciones de la potencia líder, si se sienten amenazadas por su conducta. Dicha amenaza, no necesariamente debe ser directa contra su territorio o políticas, sino que también se puede manifestar a través de alianzas con otros Estados que se consideren enemigos externos para las potencias secundarias. Es decir, estas últimas impugnarán la potencia líder si sus acciones amenazan, intencionalmente o no, los intereses vitales de las potencias secundarias. Finalmente, se encuentran los factores domésticos, que destacan el hecho de que los Estados se encuentren presionados tanto por actores internos como por influencias del Sistema Internacional, lo que resulta determinante en su conducta dentro del marco internacional. Así las cosas, en este punto cobran relevancia no sólo los tomadores de decisiones, sino también los grupos de interés domésticos que pueden ejercer presión para que se legitime o se impugne a la potencia líder regional, de acuerdo a sus intereses. Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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De este modo, actores domésticos que puedan tener un impacto relevante sobre el gobierno a través del veto, del golpe de Estado o cualquier otro medio, tienen la capacidad de realizar exigencias a los tomadores de decisiones para que sus intereses no se vean afectados o amenazados por las acciones de la potencia líder regional impulsando a la potencia secundaria a impugnarla, ya sea en el ámbito económico, político, militar, social o cultural. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esto ocurre igualmente en el sentido contrario, dado que si los grupos de interés con influencia en los tomadores de decisión consideran beneficioso seguir o apoyar medidas de la potencia líder, impulsaran a la potencia secundaria a hacerlo. Por otra parte, al tener en cuenta la relevancia de los actores internos en el diseño de la política exterior de un estado, también es fundamental resaltar la importancia que toma el constructivismo, ya que no son solo los intereses de dichos grupos los que influencian a los tomadores de decisiones sino que sus ideas desempeñan un rol fundamental, puesto que como lo señala Velosa, éstas pueden servir como hoja de ruta, contribuir al logro de ciertos resultados y cuando se institucionalizan, logran proveer espacios de acción (Velosa, 2013, págs. 59-60). De este modo, la ideología de los actores no gubernamentales domésticos y de los tomadores de decisión desempeña un rol fundamental en la política exterior, debido a que junto con sus intereses, las ideas pueden impulsar el alineamiento con una u otra potencia dentro del Sistema internacional, así como también la afinidad en modelos de desarrollo y económicos puede llevar a la oposición con otros Estados o a la búsqueda de espacios de participación en determinadas Organizaciones Internacionales, definiendo así la hoja de ruta en términos de política exterior del país o contribuyendo a la construcción y formalización de instituciones. Es por esto que, los actores domésticos (élites económicas, tomadores de decisión, sociedad civil, etc.) y sus ideas son un importante factor de impugnación en la relación entre potencia líder regional y potencia secundaria. Por otro lado, a pesar de que Colombia ha sido líder de iniciativas e instituciones regionales como el Grupo Contadora y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), a partir de la agudización del conflicto armado interno y de la caracterización de grupos armados al margen de la ley como terroristas junto con la guerra contra el terror llevada a cabo por los Estados Unidos, Colombia tuvo un profundo acercamiento a la potencia del norte y un amplio distanciamiento de los espacios regionales. Por ello, al pensar en una posible firma de la paz y un eventual postconflicto, toma importancia el reflexionar Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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sobre el tipo de región que se está construyendo en la actualidad bajo el liderazgo de Brasil, y el rol que Colombia podría desempeñar en ella como potencia secundaria. Así las cosas, para observar potencialidades para Colombia en términos de su relación con Brasil y la construcción de la región en un eventual postconflicto, resulta útil examinar dicho concepto, dados los procesos que actualmente se llevan a cabo en Suramérica. Según Flemes, la región puede ser considerada como un espacio geográfico delimitado, aunque no necesariamente su definición debe estar limitada a los términos geográficos, sino que también puede incluir el compartimiento de valores culturales, sociales, políticos, económicos o militares entre varios Estados, sin embargo, hay también una tendencia a entender las regiones en términos de ideas (Flemes, 2013, pág. 32) En este sentido, se propone la construcción social de la región, lo que indica que son los miembros de ésta los que a través de sus interacciones construyen de forma consciente o inconsciente la región en distintos ámbitos (ibíd.). Para el presente texto, dicho concepto no se limita solamente a los términos geográficos o de un ámbito específico, sino que se acoge la perspectiva constructivista, resaltando también el rol que pueden desempeñar los actores Estatales y No Estatales, las ideas y las instituciones en la construcción de la región a través de sus interacciones (Riggirozzi, 2010, pág. 4). Por otro lado, para comprender la importancia de los procesos actuales y el tipo de región que se construye bajo el liderazgo de Brasil, cobran relevancia los procesos de regionalización que se han dado con anterioridad en Latinoamérica. Así, en el marco del “viejo” y “nuevo” regionalismo, se dieron varias oleadas de regionalización, partiendo desde los años 60 en donde se adoptó el modelo cepalino de industrialización por sustitución de importaciones que buscaba crear un mercado interno de carácter proteccionista para hacerle frente a la Comunidad Económica Europea. Posteriormente, se dio un modelo de regionalización enfocado en las medidas neoliberales de apertura económica y levantamiento de fronteras al comercio. De este modo, uno de los principales tipos de región que se dieron en Latinoamérica estaba enfocado netamente en el comercio ya fuera proteccionista o abierto (Lockhart, 2013, págs. 98-100). Otra forma, fue la del panamericanismo que se institucionalizó en el marco de la Organización de los Estados Americanos (OEA), proveniente de la Doctrina Monroe promulgada por los Estados Unidos buscando la Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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autonomía en las Américas, frente a influencias extranjeras, especialmente europea. Así, la OEA se constituyó como un modelo de región en la cual sus miembros estaban liderados por un hegemón, en este caso, EE. UU. e incluso, se podría decir que la mayoría de ellos eran dependientes de la potencia del norte. De este modo, es posible afirmar que los tipos de región que se dieron en América Latina estuvieron basados principalmente en el comercio y en el alineamiento, dependencia o posición frente a un hegemón, cuestión que difiere del proceso actual en el subcontinente del Sur (Lockhart, 2013, págs. 100-105). La región suramericana, se está construyendo en la actualidad a partir de unos postulados diferentes, puesto que más que buscar el levantamiento de las fronteras para el libre comercio, se puede decir que está en búsqueda del desarrollo de nuevas instituciones que incluyan el aspecto económico, social, político e identitario común y aunque existe una potencia líder (Brasil), no se puede hablar de un hegemón como en el caso del panamericanismo, sino que de algún modo, busca una autonomía frente los Estados Unidos, sin que esta sea la base de su integración (Riggirozzi, 2010, págs. 5-8) Ésta nueva construcción de región, ya no basada solo en el desarrollo comercial y económico, ni tampoco en el alineamiento u oposición hacia un hegemón, sino más basada en la gobernanza regional, la construcción, formalización y fortalecimiento de instituciones regionales, en abrir más espacios a la interacción y participación de actores no gubernamentales, en la integración infraestructural y el desarrollo de políticas conjuntas, en nuevos temas que abarcan especialmente cuestiones socio económicas y culturales, es lo que Riggirozzi considera se puede enmarcar dentro del regionalismo post hegemónico (Ibíd.). Dicho regionalismo no se construye a partir de intereses meramente económicos ni tampoco desde una posición frente a un hegemón, sino que busca darle espacios a nuevos actores a través de cuya interacción se va forjando la comunidad regional y se van generando políticas comunes que incluyan lo institucional, lo social y lo político que de igual modo, ayudan a la construcción de la región. En el regionalismo post hegemónico, sin embargo, no se niega que haya intereses económicos, sino que distinto al regionalismo comercial, ésta no es la base de la integración ni tampoco es el objetivo fundamental. Lo mismo, se puede afirmar respecto a la cuestión de la existencia de un hegemón, ya que aunque hay una potencia líder en la región, no es en torno a una posición frente a ella que se da la regionalización, ni tampoco se trata de una autoridad superior con carácter unilateral de dicho Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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Estado, ya que debe contar con la legitimidad de sus vecinos. En resumen, del realismo neoclásico se toman las categorías de potencia líder regional y de potencia secundaria, al igual que los cuatro factores de impugnación para analizar la interacción que se da entre las potencias, sobre todo considerando los factores domésticos y su incidencia en la política exterior. Con este mismo fin, y para resaltar el rol que desempeñan las ideas y la interacción de los actores en la construcción de la región se utiliza el constructivismo. Finalmente, se toma el concepto de regionalismo posthegemónico para comprender el tipo de región que se está construyendo en Suramérica bajo el liderazgo de Brasil, y en dicho contexto actual, observar los posibles escenarios tras un eventual postconflicto en Colombia en relación a Brasil y las potencialidades que esto podría tener para la construcción de la región.

¿Reconfiguración de la relación Colombia-Brasil en el marco del post-conflicto? Suramérica es una región en construcción dentro de la cual se están dando distintas dinámicas de integración impulsadas por diversos actores y sus interacciones. En este escenario, aparece Brasil como potencia líder regional al ser uno de los principales interesados en la consolidación institucional de la región a través de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Por su parte, Colombia siempre ha sido también un importante actor dentro de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), pero más recientemente, como potencia secundaria en la región, ha mostrado su intención de liderazgo en la Alianza del Pacifico. De esta forma, la región se va consolidando a través de las interacciones que se dan entre las unidades que la componen y tienen como base la intención y el liderazgo de alguno o varios Estados. En el caso de Suramérica, esto se ha visto principalmente con la apuesta de la política exterior brasileña por la integración regional con sus vecinos, lo que ha hecho que mientras Colombia lidiaba con un conflicto interno armado y un absoluto privilegio en la relación con los Estados Unidos, Brasil fuera consolidándose como un país autónomo frente al coloso del norte, a través de la diversificación de sus relaciones comerciales y construyendo una imagen de vocero de los países de la periferia. Además de una política exterior organizada, planificada e institucionalizada, Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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Brasil cuenta con varias características que le permiten ser considerado como la potencia líder regional. Geográficamente, es el quinto país más grande del mundo al contar con 8.514.877 Km2 de extensión territorial (incluyendo aguas territoriales), respecto a su densidad demográfica, también ocupa el quinto lugar con 205.716.890 habitantes. En el 2010, fue catalogado como un país de renta media-alta y para el 2011, presumiblemente fue la sexta economía del mundo con un PIB de 2.087.889.553.822 dólares. De igual forma, según el SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute), Brasil ocupó el undécimo lugar dentro de los veinte países con mayor gasto militar en el mundo (Pastrana & Vera, 2012, págs. 618-619). Por otra parte, la política exterior brasileña siempre ha estado ligada a una identidad propia de liderazgo (Erazo, 2013, págs. 76-78) que ha ejercido en negociaciones como la del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con Estados Unidos en donde Brasil tomó una posición de búsqueda de un tratado más equitativo, haciendo que se frenara la iniciativa norteamericana a pesar del favoritismo que países como Colombia y Chile tenían hacía ésta (Pastrana & Vera, 2012, pág. 619). De otro lado, la política exterior colombiana ha sido siempre una política de gobierno y no de Estado, sumado a esto, el conflicto armado interno colombiano ha llevado al país a supeditar sus acciones a los intereses de los Estados Unidos, por lo que durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) hubo una securitización de la agenda internacional del país anulando sus escenarios de proyección de liderazgo (Dallanegra, 2011, págs. 60-63). Sin embargo, Colombia posee características materiales que permiten entenderla como una potencia secundaria regional. En cuanto a extensión territorial, Colombia ocupa el lugar 26 en el mundo con 1.138.910 Km2 (incluyendo aguas territoriales), tiene una densidad demográfica de 45.239.079 personas, siendo el 28 en el mundo. En términos económicos, Colombia es el número 29 al poseer un PIB de 288.188.988.124 dólares. Respecto a lo militar, tiene la posición 33 en el mundo, ya que tiene un gasto militar que oscila entre el 3.4% y 3.7% del PIB; Finalmente cabe resaltar que Colombia tiene una posición estratégica al contar con salida al océano Pacífico y el Atlántico, y al ser un puente de conexión entre Sur y Centro América (Pastrana & Vera, 2012, págs. 623-624). Respecto a su liderazgo, Colombia ha intentado mostrarlo en distintos espacios, como han sido las variadas giras de la cancillería y presidencia, la mediación en conflictos de países vecinos como la que hizo junto a Venezuela Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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para que Manuel Zelaya regresara a Honduras, su aspiración a nuevas Organizaciones Internacionales y la dirección de la secretaria general de la UNASUR, entre otros (Pastrana & Vera, 2012, pág. 625). Así, el hecho de que la política exterior colombiana haya estado tradicionalmente ligada a los Estados Unidos y aislada de la región, junto con el conflicto armado interno y la divergencia de intereses e ideologías, hacen parte de los principales motivos por los que la relación con Brasil se ha caracterizado por la indiferencia. Sin embargo, dado que en la actualidad Colombia y Brasil son potencia regional secundaria y potencia líder respectivamente, es importante observar la historia de sus relaciones durante las últimas dos décadas como un factor de incidencia en la relación entre ambas potencias. Durante el gobierno del presidente Cesar Gaviria en Colombia (1991-1994), hubo un distanciamiento de Brasil debido a la divergencia en las perspectivas que tenían ambos países frente al Amazonas, puesto que mientras Brasil ha sido claro respecto a su soberanía en ésta zona, Colombia expresó en la Asamblea General de la ONU, que entendía que el Amazonas era también un patrimonio de la humanidad. Sin embargo, dicha diferencia fue solucionada posteriormente con una visita oficial del presidente a Brasilia (Erazo, 2013, págs. 86-87); Adicionalmente, se creó la Comisión de la Vecindad en 1993 cuyo objetivo era fortalecer la relación y la cooperación entre ambos Estados, propendiendo por la integración en infraestructura y la colaboración de Brasil con los asuntos internos de Colombia (Cancillería). Posteriormente, en el gobierno de Ernesto Samper (1994-1998), con todo el problema de la descertificación por parte del coloso del norte hacia Colombia, la política exterior del país se alejó un poco de la mirada hacia a Brasil y se concentró en Estados Unidos y otros lugares más lejanos. No obstante, se intentó tener una política de cooperación fronteriza y en 1998 hubo un encuentro oficial entre los presidentes Cardoso y Samper (Erazo, 2013, pág. 87). Durante el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), además de un estancamiento en las relaciones con Brasil, hubo un retroceso debido a dos hechos. El primero, fue la utilización sin autorización de la base militar brasileña de la unidad de río Negro por parte del ejército colombiano durante la toma de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Mitú (Erazo, 2013, pág. 88). El segundo, fue la aceptación del Plan Colombia que significaba una gran cantidad de ayuda económica para el país de parte de los Estados Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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Unidos con el fin de llevar a cabo una lucha exclusivamente militar contra la insurgencia, cuestión que Brasil observaba con recelo, por significar esto una forma de influencia del coloso del norte en la región. En el 2002, la llegada de Álvaro Uribe al poder trajo consigo un alineamiento todavía más fuerte con los Estados Unidos y una securitización de la agenda de política exterior en Colombia llevando al país a un fuerte distanciamiento con la región (Dallanegra, 2011, págs. 60-63), y a constantes enfrentamientos con vecinos como Ecuador y Venezuela. De este modo, mientras Lula Da Silva en Brasil propendía por un orden multipolar, Colombia seguía encerrada en su problema de seguridad y aunque se firmaron algunos acuerdos de cooperación con Brasil, cabe resaltar que posteriormente el presidente Lula afirmaría que con Uribe las relaciones se habían caracterizado por la desconfianza (Elespectador.com, 2011), lo cual no es de extrañar si se tiene en cuenta que en el 2009 Colombia firmó secretamente con Estados Unidos un acuerdo en el cual se le daba la posibilidad de utilizar libremente siete bases militares en territorio colombiano, tema que alarmó a los vecinos y fue llevado al Consejo de Defensa Suramericano de UNASUR (Candeas, 2013, pág. 294). No obstante, la política exterior colombiana y las relaciones con Brasil dieron un giro con la llegada del presidente Santos al poder en el 2010, ya que se han diversificado las relaciones comerciales del país, tratando de obtener mayor autonomía respecto al coloso del norte y se ha ejercido mayor liderazgo en foros multilaterales internacionales y regionales, así como también ha tenido más apertura hacia la participación en organizaciones regionales como la UNASUR (Candeas, 2013, págs. 286-287). Sumado a esto, se le dio una solución a las divergencias que heredó de Uribe con Ecuador y Venezuela y el hecho de que la primera visita oficial luego de la posesión de Juan Manuel Santos como presidente de Colombia fuera a Brasilia, tiene un impacto simbólico de cambio de perspectiva (Amaris, 2013, págs. 109-110). Luego de la breve revisión histórica, es posible afirmar que los factores domésticos de ambos países han tenido gran incidencia en las relaciones Colombia-Brasil. Desde la perspectiva del primero, la ideología de los presidentes y el conflicto armado interno han desempeñado un rol fundamental en el direccionamiento de su política exterior y por ende, en sus interacciones con la potencia líder regional de Suramérica. La cuestión ideológica, se hizo fuertemente visible durante el periodo presidencial de Álvaro Uribe (2002-2010) en Colombia y Luiz Inácio Lula Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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Da Silva (2003-2009) en Brasil, ya que el primero fue un gobernante de corte derechista que asumió el discurso contra el terrorismo global promovido por los Estados Unidos y tomó distancia de la región, sobre todo de vecinos con ideas de tendencia izquierdista. Por su parte, Lula llegó a la presidencia por el PT (Partido de los Trabajadores), con una clara propensión ideológica hacia la izquierda, consolidando las relaciones con vecinos como Venezuela y proyectando a Brasil como un nuevo polo de poder en el Sistema Internacional. De esta forma, la presidencia de Uribe se concentró netamente en llevar a cabo una lucha armada contra los grupos al margen de la ley, para lo que dirigió al país a un absoluto alineamiento con las posturas de los Estados Unidos a cambio de ayuda económica y militar para continuar la lucha contra el “terrorismo” adoptada por el presidente. En términos de política exterior, Uribe llevó a Colombia a un aislamiento regional pues se mostraba indiferente frente a los acontecimientos internacionales (Erazo, 2013, pág. 89), y mantuvo constantes fricciones con sus vecinos, especialmente con Ecuador y Venezuela cuyos presidentes tienen una marcada ideología de izquierda y a quienes acusaba frecuentemente de nexos con las FARC, cuestión que empeoró en el 2008 con el bombardeo al campamento de Raúl Reyes en la frontera ecuatoriana (Candeas, 2013, pág. 295) Mientras Colombia estaba empeñada en la lucha armada contra los grupos armados al margen de la ley, especialmente las FARC, ELN y paramilitares, el Brasil de Lula se preocupaba por ejercer un rol más activo en la región y en espacios globales, enfocando su política, como lo señalan Pastrana y Vera, en seis áreas primordiales: “a) La integración regional; b) El diálogo con otros grandes Estados periféricos; c) La ampliación de la presencia y de las relaciones, incluso comerciales, de Brasil en el mundo; d) La reforma de la ONU, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y otras instituciones de Bretton Woods; e) La reivindicación de un asiento permanente para Brasil en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; y f) La protección de los intereses nacionales en las instituciones de negociaciones multilaterales” (Pastrana & Vera, 2012, pág. 620). Así, las ideas del presidente Uribe con una fuerte tendencia derechista que llevaron al país a la estricta alineación con los Estados Unidos, no encontraron muchos puntos en común con las ideas de Lula que intentaba darle a su país más autonomía respecto al coloso del norte fortaleciendo las relaciones con los vecinos con los que Colombia las rompía. Por otra parte, mientras que Uribe insistía en una salida armada para el conflicto, Lula continuaba apoyando un fin negociado (Erazo, 2013, pág. 91) Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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Sin embargo, aunque las ideas o visión política de los presidentes de ambos Estados ha tenido una cierta influencia en el desarrollo de las relaciones bilaterales, es el conflicto armado interno colombiano el que posiblemente ha tenido mayor incidencia en las interacciones de Brasil y Colombia, no obstante, cabe resaltar que entre los dos países no ha habido ninguna tensión diplomática similar a las que sí tuvo Colombia con Ecuador y Venezuela en la era Uribe (Tarapués, 2013, pág. 434). Uno de los motivos por los cuales el conflicto armado interno preocupa a Brasil, es porque en la amplia frontera que comparten, se encuentra una de sus regiones más preciadas y simbólicas en términos de identidad y soberanía: el Amazonas, que al ser una zona fronteriza se convierte en un lugar ideal para el desarrollo de las actividades del crimen trasnacional organizado (Cabrera, 2012, pág. 11). Sin embargo, dado que como potencia líder regional, Brasil necesita de la legitimidad de sus vecinos y una región mayormente pacífica para alcanzar sus proyecciones globales, el conflicto colombiano también se torna un tema preocupante al ser causante de desestabilidad en la región y una de las razones por las que Colombia se aferra más a las ayudas provenientes de la potencia del norte, dándole la espalda a la región. La frontera con Brasil, es una zona con poca cantidad de habitantes, una baja presencia del Estado, una espesa selva tropical y numerosas fuentes fluviales, lo cual hace que el acceso allí sea difícil (Tarapués, 2013, pág. 428). Todas estas características, han hecho de la zona un lugar privilegiado para la explotación de los recursos, el tráfico ilegal de especies silvestres, el transporte de contrabando y materiales para el narcotráfico, así como también para la movilidad de los grupos criminales (Cabrera, 2012, pág. 12) que se aprovechan de vías fluviales como el río Amazonas. Además, luego de la intensificación de los ataques militares por parte del Estado colombiano a los campamentos de las FARC en las fronteras con Ecuador y Venezuela, se ha evidenciado una mayor movilidad de estos grupos hacia los departamentos de Guainía, Vaupés y Amazonas (Cabrera, 2012, pág. 3), a tal punto que en el 2010 la policía federal de Brasil, publicó un informe en el que señalaba que las FARC tenían bases secretas dentro su territorio amazónico, que aprovechaban para realizar tráfico de cocaína, adquirir nuevos equipamientos y devolver dinero en efectivo a los centros de control en Colombia. Así mismo, dichas bases dentro de Brasil, les permitía evitar los enfrentamientos armados con el ejército colombiano (Elespectador. com, 2010).

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De igual forma, Mantilla-Valbuena destaca que “el territorio fronterizo colombo-brasileño se ha constituido en los últimos años en zona de tráfico de precursores químicos y de lavado de dinero mediante la compra, por parte de narcotraficantes brasileños, de oro a indígenas, colonos y buscadores ilegales en las zonas auríferas de los departamentos de Vichada y Amazonas, y a través de la provisión de armas y recursos de las guerrillas colombianas a cambio de droga y protección” (Mantilla, 2009, pág. 593). De allí resulta, que respecto al conflicto colombiano, las principales preocupaciones de Brasil estén enmarcadas en tres puntos principales: “Las acciones de los actores armados en su territorio; que los cultivos ilegales erradicados en Colombia se desplacen hacia el Suroriente; la contaminación de ríos y selvas por químicos usados en Colombia” (Tarapués, 2013, pág. 431) (Moreano, 2005, pág. 178). Además, aunque Brasil no es uno de los principales destinos para los refugiados colombianos, sí tiene que hacer frente a los desplazados que llegan a su territorio y a aquellos que viven del empleo informal en la frontera. De este modo, aunque el Estado brasileño tiene una posición pragmática frente al conflicto colombiano y estuvo presente como mediador en la liberación de secuestrados (Candeas, 2013, pág. 299), es evidente que el carácter transfronterizo de los grupos criminales colombianos y sus conexiones con traficantes brasileños sí constituyen una preocupación para Brasil, sobre todo si se considera que a diferencia de éste, para Colombia la región del Amazonas no es tan representativa y por ende las movilizaciones de las instituciones del Estado colombiano hacia esa zona para controlar las acciones criminales no ha sido muy efectiva, dado que está mayormente concentrado en las fronteras con Ecuador y Venezuela. Adicionalmente, el uso de químicos formulados en el plan Colombia por los Estados Unidos para erradicar los cultivos de coca es una de las políticas frente a las que Brasil ha expresado su apoyo a la alternativa de sustitución por otros cultivos, debido al impacto ambiental de dicha técnica (Clarín.com, 2001). En este sentido, frente al conflicto colombiano que por ser trasfronterizo ha tenido repercusiones para el Estado brasileño, una de las cuestiones frente a las cuales no ha habido punto de encuentro es en el método de resolución definitivo para el conflicto. Así, como ya se expresó anteriormente, mientras Colombia le apostó durante mucho tiempo a las directrices militaristas del Plan Colombia, Brasil insistía en el diálogo. Sin embargo, no se puede desconocer que el conflicto también ha generado acuerdos, como ha sido las movilizaciones de batallones de ambos lados de la frontera, la coordinación Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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en la entrega de información para capturar miembros de las organizaciones criminales e incluso en el 2000 se puso en marcha el plan COBRA (Colombia y Brasil) para activar bases de control en la frontera y de algún modo, como respuesta al plan Colombia; igualmente en el 2003 se celebró el convenio de cooperación firmado por los ministros de defensa de ambas naciones para trabajar en coordinación, apoyo logístico, intercambio de información y medidas de confianza (Tarapués, 2013, pág. 438). Por otra parte, el conflicto interno colombiano, fue la puerta abierta para la intromisión de países externos en la región a partir de la puesta en marcha del Plan Colombia por parte de los Estados Unidos, que marcó desde su inicio el futuro alineamiento del Estado con las políticas del coloso del norte, a tal punto que incluso se vinculó a la guerra global contra el terrorismo. En este sentido, la necesidad de recursos materiales para la lucha contra los grupos insurgentes llevó a Colombia a darle la espalda a su región, dado que sus vecinos no compartían ni la injerencia de los Estados Unidos en Suramérica, ni la salida militar al conflicto. Sumado a esto, la estrategia militarista de Colombia para hacer frente a las guerrillas y paramilitares, han generado también desestabilidad en la región, dado que fue en medio de una operación militar que el ejército colombiano terminó bombardeando la frontera ecuatoriana en el 2008, hecho que prendió las alarmas frente a los alcances del gobierno Uribe, especialmente, en Venezuela. Posteriormente, se presentó también el permiso para el uso de siete bases norteamericanas en territorio colombiano, caso que sacudió a la región y permitió evidenciar el liderazgo y preocupación de Brasil al llevar la discusión al Consejo de Defensa Suramericano para expresar el rechazo que en términos generales tenían los países de la región hacia la presencia física de los Estados Unidos en Suramérica. Así, es posible evidenciar que ya sea por los intereses estratégicos de Brasil en el Amazonas y las repercusiones negativas que tiene el crimen transnacional en esta zona, o por la importancia que tiene para Brasil la región para su proyección como potencia líder, dada la intromisión de los Estados Unidos en Suramérica y la alteración a las buenas relaciones en el vecindario, el conflicto colombiano ha constituido de algún modo, un factor importante para que las relaciones entre Brasil y Colombia no se hayan constituido aún en una sociedad estratégica. Sin embargo, desde el inicio de la presidencia de Juan Manuel Santos y la puesta en marcha de los diálogos de paz con las FARC, la relación entre ambos Estados ha venido cambiando y vale la pena Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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preguntarse qué más espacios de transformación lograría la firma de la paz. La firma de la paz, no es una solución mágica que termine instantáneamente con todos los problemas de narcotráfico y violencia que vive el país, sin embargo, si significaría el fin político del conflicto, lo cual implicaría desmovilizaciones guerrilleras y entrega de armas, que le permitirían a Colombia reducir su dependencia de material militar y económico de los Estados Unidos, obteniendo mayor autonomía para la toma de decisiones y la ejecución de acciones. Es decir que, la firma de la paz, traería consigo el fin o la disminución de la necesidad de la presencia del coloso del norte en la región, de tal forma que se abrirían nuevos espacios de cooperación con Brasil, al ser este hecho muy importante para la profundización de medidas de confianza mutua. Así, como ya lo ha evidenciado la presidencia de Juan Manuel Santos, la desecuritización de la política exterior colombiana, la diversificación de las relaciones internacionales y el inicio de diálogos con las FARC para resolver el conflicto interno (decisión que cuenta con el respaldo de los vecinos, incluyendo a Brasil), ha resultado en una mayor participación dentro de la integración regional y el fomento de las interacciones cordiales con los vecinos. Lo anterior permite pensar, que con la firma de la paz, la cooperación que ya se ha puesto en marcha con el gobierno Santos entre Brasil y Colombia, puede profundizarse, especialmente en términos de seguridad y defensa; la protección del Amazonas y los recursos naturales; la transferencia de tecnología y conocimiento; y la construcción de la región con un rol más activo por parte de Colombia. En cuanto a la seguridad y defensa, ambos países ya han llegado a varios acuerdos y compromisos sobre compartir información, coordinación de operativos, cooperación tecnológica, etc. De esto, el mayor ejemplo es el reciente COMBIFRON que se puso en funcionamiento en el 2011 (Candeas, 2013, págs. 296-298). Sin embargo, al finalizar el conflicto y disminuir la presencia en la región de EE. UU., Colombia podría buscar más cooperación con Brasil, no sólo en términos de acciones conjuntas en las fronteras, sino también en la transferencia del know-how para la implementación de una industria militar propia o la colaboración de ambos en el desarrollo de tecnología, como es el caso de la futura participación de Colombia en el proyecto del avión KC-390 para transporte militar (Candeas, 2013, pág. 298).

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Frente a la protección del Amazonas y de recursos naturales, con la ausencia del conflicto podría disminuirse el uso de químicos por parte de Colombia para la erradicación de los cultivos de coca, lo que contribuiría a disminuir la desconfianza de Brasil dado su temor de contaminación por el uso de dichas sustancias en Colombia, abriendo así posibles puntos de convergencia para el cuidado conjunto de la frontera amazónica. De igual forma, ganar terreno en términos de la confianza con Brasil también implica obtener el apoyo de éste en foros multilaterales que promuevan los intereses de Colombia y de la región, identificando así posiciones comunes que generen nuevas propuestas y den mayor presencia a Suramérica en dichos espacios, tal y como ocurrió con la propuesta liderada por Colombia y apoyada por Brasil en la conferencia de Río + 20, para establecer objetivos de desarrollo sostenible a nivel mundial en materia de aguas, energía, ciudades limpias, océanos y seguridad alimentaria (Candeas, 2013, pág. 302). Por otra parte, “en el campo energético, tres subejes componen la estrategia brasileña: los biocombustibles, el petróleo y el desarrollo de la energía nuclear” (Herrera, 2010, pág. 486), por lo que como lo señala Candeas (2013, pág. 302) Colombia y Brasil podrían ser socios estratégicos dado el boom minero energético en el primero y su posición como quinto productor mundial de Carbón (portafolio.co, 2012). Así mismo, es importante tener en cuenta que Brasil podría ser un importante socio de Colombia en temas como la agricultura y la salud, debido a que en la actualidad, ya se recibe gran apoyo en transferencia de técnicas de agricultura familiar por parte de éste (Cancillería, 2013) y recientemente, se firmó un convenio de cooperación científica y tecnológica entre el Instituto Nacional de Salud de Colombia y el Instituto Butantan de Brasil para la trasferencia de conocimientos para la investigación y trato adecuado de envenenamiento por mordeduras de serpiente (Salud, 2012). Finalmente, el distanciamiento con Estados Unidos, debido a una eventual firma de paz, daría a Brasil más confianza para generar espacios de acercamiento con Colombia, lo que podría significar para éste último alcanzar una mayor proyección de liderazgo regional y una participación más activa en Organizaciones Internacionales con el respaldo de Brasil, lo que posiblemente conseguiría la consolidación de una alianza estratégica entre los dos países más biodiversos del mundo, contribuyendo así de forma positiva a la construcción de una Suramérica autónoma.

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Conclusiones Los factores domésticos de Brasil y Colombia, han ejercido una clara incidencia sobre la relación que ambos países han tenido a lo largo de la historia, pero sobre todo se observa con mayor claridad en sus interacciones durante las últimas dos décadas. En este sentido, el conflicto armado interno colombiano al desempeñar el rol de puerta de entrada para los Estados Unidos con su política militarista dentro de la región, le generó desconfianza a Brasil frente a Colombia. De igual forma, no sólo el conflicto sino también la divergencia de ideologías de los presidentes de la región, causó desestabilidad regional y fuertes tensiones diplomáticas, que de algún modo llevaron al aislamiento de Colombia frente a Suramérica y a un total alineamiento con las políticas de los Estados Unidos, generándole nuevamente, desconfianza a Brasil. Sin embargo, el cambio de gobierno en Colombia le dio un marcado giro a la política exterior del país y a la forma de buscar un fin al conflicto, ya no meramente militarista, sino a través de negociaciones y diálogos, lo cual ha permitido el acercamiento hacia los Estados de la región limando asperezas heredadas del gobierno Uribe y ejerciendo un rol más participativo dentro de instituciones como la UNASUR. Así, es posible afirmar que una eventual firma de la paz entre el Estado colombiano y las FARC, podría debilitar la presencia de los Estados Unidos en Suramérica y significaría un aumento de la confianza por parte de Brasil, por lo que se podrían abrir nuevos escenarios de cooperación y profundización de los ya existentes, sobre todo en términos de la protección de recursos naturales, seguridad energética para Brasil, transferencia de tecnología y conocimiento, y seguridad y defensa. De esta manera, el fin del conflicto permitiría observar con más claridad aquellos espacios que pueden consolidar una alianza estratégica entre ambos países, dado el amplio campo para la explotación de la cooperación que comparten y el potencial que juntos podrían aportar a la autonomía de la región. Con el acercamiento a Brasil y el trabajo en la profundización de las relaciones entre ambos Estados, Colombia podría ejercer un rol más activo de liderazgo en la región, apoyando las iniciativas de Brasil y tener más participación en Organizaciones Internacionales con el respaldo de éste, con miras a una política exterior de corte más pragmático que aporte a la consolidación de instituciones como la UNASUR y a la construcción autónoma de Suramérica. Bogotá (Colombia), Vol. 9, No. 1 y 2, 275-296, enero-diciembre de 2013

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