Coevolucion: el caso de la UCIRI en el movimiento autonomo campesino mexicano, un ejemplo exitoso de adaptabilidad

October 6, 2017 | Autor: Carlos Chavez Becker | Categoría: Rural Sociology, Rural Development, Sustainable Rural Development, Desarrollo rural
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Descripción

acción colectiva y organizaciones rurales en méxico Bruno Lutz • Carlos Chávez Becker

5 Coevolución: el caso de la uciri en el Movimiento Autónomo Campesino Mexicano, un ejemplo exitoso de adaptabilidad 39

Carlos Chávez Becker40

Introducción El movimiento campesino autónomo mexicano en las últimas décadas, ha transitado por diversas fases que dan cuenta de un intenso y continuo proceso de transformación: alzas y bajas en la intensidad de las protestas, cambios en las estrategias de movilización, ajuste y reajuste de marcos, discursos e identidades, creación, metamorfosis y desaparición de organizaciones dentro del propio movimiento, priorización de unas demandas sobre otras, etc. ¿Cuál es la fuente o fuentes explicativas de estos cambios y transformaciones en un movimiento tan amplio, diverso y complejo como lo puede ser el movimiento campesino autónomo en México? ¿Estas transformaciones son decisiones estratégicas 39 Agradezco los útiles y sugerentes comentarios de Bruno Lutz, Silvia Jurado, Artemisa López, Cristina Steffen, Armando Sánchez, Francis Mestries, Karina Sánchez y Fredyd Oregón a versiones anteriores de este trabajo. De igual manera, valoro las observaciones que hicieron a una versión preliminar de este texto Blanca Rubio y Hubert Carton de Grammont. 40 Profesor-Investigador del Departamento de Procesos Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Lerma. Correo electrónico: [email protected] 203

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tomadas enteramente por los propios miembros del movimiento y sus organizaciones y son estos quienes definen por completo su forma y naturaleza? ¿O son el producto de un proceso de intercambio, interacción y adaptación ante un entorno complejo y cambiante? O más aún ¿son simplemente reflejo de un proceso teleológico de transformación? En el presente trabajo trataremos de ofrecer algunas aproximaciones para dar respuesta a estas interrogantes. Nuestro planteamiento principal es que el movimiento campesino autónomo en México se ha transformado en las últimas tres o cuatro décadas en función de una serie de cambios estructurales que han modificado radicalmente la realidad mexicana y a partir de las múltiples interacciones del propio movimiento con una serie de actores de la sociedad y el Estado. En particular, pensamos que dichos cambios han transfigurado el aparato productivo nacional y han modificado el papel del campesino ante la sociedad mexicana. Ante ello, el movimiento se ha tenido que adecuar y transformar continuamente en un lapso breve de tiempo; lo que ha generado la creación de diversas alternativas de adaptación y evolución. Dichas alternativas de adaptación y cambio le han permitido al movimiento, partiendo de permanentes procesos de interacción con múltiples actores sociales, primero subsistir y luego, desarrollarse y desenvolverse como una fuerza activa en el país. Un claro ejemplo de la capacidad de adaptación y de la importancia de la interacción con diversos actores por parte de los movimientos sociales (y sus organizaciones), en particular en el movimiento campesino en México, nos lo ofrece la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (uciri en lo sucesivo). uciri es una organización de productores de café localizada en el Estado de Oaxaca conformada por socios de 58 comunidades indígenas. Dicha organización, a través de su vinculación con el movimiento global del Comercio Justo, ha permitido a sus socios mejorar sus ingresos en un contexto de severa marginación y pobreza regional. La idea en este trabajo es mostrar someramente cómo esta organización, siendo parte del movimiento autónomo campesino, ha logrado adaptarse a condiciones extremadamente adversas para su desarrollo y supervivencia. Pretendemos exponer cómo la organización supo entender el entorno para aprovechar las nuevas condiciones que éste le presentaba, sobre todo a finales de la década de los ochenta, cuando se liberaron los precios internacionales del café, lo que supuso un duro 204

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golpe para los productores primarios, principalmente los de pequeña escala como los miembros de uciri. Para ello, la idea de coevolución planteada por Oliver y Myers (2003) resulta sumamente útil; porque contribuye a mejorar el entendimiento de diversos aspectos de la acción colectiva (y particularmente de los movimientos sociales y sus organizaciones), rompiendo esquemas de análisis basados en determinismos históricos, pero sin perder la oportunidad de encontrar ciertas regularidades en dicho comportamiento. El trabajo consta de cuatro partes, en la primera se plantea de forma general la discusión sobre la idea de coevolución propuesta por Oliver y Myers. Posteriormente, se propone una discusión sobre la naturaleza, composición y definición del movimiento autónomo campesino en México. En seguida, explicamos las distintas fases del movimiento campesino autónomo en México, y la forma en la que uciri participó en ellas. Finalmente, ponemos a discusión algunas conclusiones sobre cómo la organización coevolucionó para seguir siendo no sólo una propuesta de organización viable y hasta cierto punto exitosa. Por último, conviene señalar que este trabajo presenta dos particularidades: la primera es que se trata del análisis de una organización de productores y no de un movimiento social. Si bien es cierto que la uciri ha sido partícipe de las distintas fases que presenta el movimiento campesino autónomo mexicano en las últimas décadas, también como organización ha tenido políticas y directrices propias que la convierten en un objeto de estudio por sí misma. No obstante, trataremos de explicar en función de su vínculo con el movimiento campesino autónomo, el fenómeno de coevolución que esta organización ha experimentado en sus veinticinco años de vida. Por otro lado, pero en este mismo sentido, también resulta conveniente advertir que aunque en el movimiento campesino autónomo hemos encontrado algunos elementos que nos pueden permitir hablar de coevolución en los términos de Oliver y Myers, también es cierto que dicho movimiento no es monolítico ni unidimensional, por lo que conviene pensarlo como un movimiento que en su momento y más aún en la actualidad, tiene múltiples vertientes, expresiones, organizaciones, demandas, alternativas de movilización, discursos e identidades.

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Prueba de lo anterior, es que para efectos analíticos y ciertamente de forma esquemática in extremis, Bartra propuso subdividirlo, al menos, en cuatro frentes de lucha principales (1985: 103): a) Iniciativas de los pequeños productores por los precios b) Luchas de los jornaleros agrícolas por los salarios c) Acciones por la democracia y contra la imposición política d) La lucha por la tierra En particular uciri cabría, por la naturaleza de sus demandas y acciones, en el primer frente, pero por la propia dinámica del movimiento, y en congruencia con lo señalado por Rubio (1996: 113 y 114), la faceta contemporánea del movimiento campesino autónomo desde la década de los setenta, se ha desarrollado “bajo la hegemonía de una vertiente dominante, el predominio de una demanda principal y el amparo de un proyecto representativo de la mayoría de las organizaciones”, que sucesivamente es remplazado por otras. Por ello, y en coincidencia con la propia trayectoria de la uciri, no es conveniente limitar el análisis en un frente de lucha, puesto que la organización ha participado, desde su formación, en acciones coordinadas con organizaciones y grupos campesinos que podrían ser definidos en los cuatro diferentes frentes. Más aún, las propias banderas y acciones de la organización, desde sus inicios, tocan puntos relativos a dichos frentes, aunque su bandera principal ha sido la lucha por la mejora de los precios, por los precios justos.

1. Coevolución: una propuesta teórica para el análisis de los movimientos sociales y sus organizaciones ¿Cómo y porqué una organización como la uciri (en buena medida como organización perteneciente al movimiento campesino mexicano) logró adaptarse a un contexto sumamente complejo y difícil para consolidarse como una organización hasta cierto punto exitosa41 en el campo mexicano? 41 Tipificamos a la uciri como una organización exitosa por tres razones: desde su creación en 1983 ha aumentado enormemente su membresía, ha ampliado exponencialmente su presencia territorial al igual que las 206

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El planteamiento fundamental de nuestro trabajo radica en que la uciri, a través de un proceso de coevolución, supo aprovechar las oportunidades abiertas por las nuevas condiciones y características de un entorno complejo, extremadamente adverso y cambiante. En este sentido, supo, sin dejar de formar parte activa de un movimiento (el movimiento campesino autónomo) muy amplio y, por momentos, reacio al cambio, separar agendas de corto y mediano plazo, de las de largo plazo; y demandas particulares (propiamente organizacionales), de las demandas generales del movimiento. La idea es que esta organización coevolucionó de manera distinta y a diferente ritmo que una buena parte de los actores del movimiento autónomo campesino. Sin embargo, esto no significó que dejara de formar parte de dicho movimiento. Por el contrario, se ha convertido en una organización referencial para un creciente número de organizaciones pertenecientes al mismo. Lo interesante e importante del caso estudiado aquí está en que el proceso coevolutivo que la uciri ha experimentado desde su creación en 1983 se dio a través de un proceso complejo, fluido y en el que las interacciones estratégicas con otros actores de la sociedad y del sistema político a nivel local, regional, nacional y global jugaron un papel fundamental (Cobo y Bartra 2007: 82). Estas interacciones fueron positivas y negativas, sin embargo, creemos que motivaron y determinaron (no desde una visión teleológica y de la lógica de la necesidad, sino desde la contingencia) el proceso de coevolución de la organización. Más en general, parece que el caso es importante porque ejemplifica con claridad una experiencia exitosa de adaptación y coevolución en un movimiento sensiblemente a la baja (Rubio 1996), que aunque, ha mostrado crestas y cuestas intermitentes en los ciclos de protesta, en el análisis de más largo plazo, revela dicha trayectoria.

ventas del café producido por sus socios. Una explicación más profunda de este proceso se puede encontrar en Chávez y Natal (2012). Entendemos que esta discusión es mucho más extensa y que los indicadores de éxito son múltiples y dependen de numerosos factores. No obstante, al menos desde una lógica incremental o instrumental y con respecto a los objetivos y fines propios de la organización, se puede hablar de éxito. En este trabajo esta es la definición de éxito organizacional que empleamos. 207

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1.1 La idea de coevolución de Oliver y Myers La idea de coevolución se ha discutido poco en la literatura de los movimientos sociales. En los hechos, significa una nueva y recientemente abierta veta de análisis de los movimientos sociales, en la medida en que se preocupa por rescatar los planteamientos de la teoría de movilización de recursos, de ajuste de marcos y de procesos políticos de manera conjunta, pero va más allá al tratar de explicar bajo una lógica estocástica42 y no determinista los cambios y transformaciones (procesos coevolutivos) de los movimientos sociales. En este sentido, y de acuerdo con Oliver y Myers (2003: 2), los movimientos sociales, “coevolucionan con los regímenes y otros actores del entorno” conforme avanza el tiempo. Esta novedosa idea permite reconocer tanto el carácter volátil y contingente de los movimientos sociales, como su apego a ciertas líneas de desarrollo por las que, no necesariamente, pero de manera factible, pueden transitar. La idea central en el planteamiento de la coevolución es ver a los movimientos sociales como “poblaciones de acciones coevolutivas” y no como organismos coherentes, determinados por las interacciones, relaciones y vínculos con múltiples y cambiantes actores en el sistema político y más en general, en la sociedad. Cadena-Roa sintetiza el planteamiento general de la teoría de la coevolución de la siguiente manera: Los movimiento sociales no dependen solamente de sus acciones sino de lo que hagan (o dejen de hacer) sus oponentes, aliados, y otros públicos. Las acciones de los movimientos sociales provocan reacciones de sus oponentes y de diversos públicos. Así, sus interacciones no consisten en interacciones repetitivas con oponentes que resisten al movimiento y con otros públicos indiferentes, sino que hay fenómenos emergentes, 42 Con esto nos referimos a un proceso en el cual las fases subsiguientes no están definidas o determinadas por las condiciones y características de las fases previas. En los procesos estocásticos priva la contingencia, más que una lógica teleológica (lógica de la necesidad), para su entendimiento. En los procesos estocásticos, intervienen elementos aleatorios y acciones predecibles combinados para definir los futuros estados de los sistemas o de los procesos analizados. 208

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mutaciones, y respuestas adaptativas, muchas veces imprevistas en cada uno de ellos” (Cadena-Roa 2008: 269).

Por ello, es necesario reorientar la mirada hacia mecanismos y procesos que ocurren en los movimientos sociales más que en los inputs y outputs o los detalles históricos. En este punto podemos señalar que la idea de coevolución no tiene un signo positivo o negativo, es decir, cuando hablamos de coevolución no evaluamos el desarrollo de un movimiento, sino sólo se describe y analiza la forma en la que se transforma y, más importante, porqué se transforma. Más específicamente, esta perspectiva teórica abreva del análisis de los movimientos sociales vistos como ciclos de protestas y repertorios estratégicos de movilizaciones (Tarrow 1991 y 1995, Traugott 1995, McAdam 1995, Meyer 1993). Desde este enfoque los movimientos sociales son percibidos como sucesiones de eventos que, observados como conjuntos más amplios, muestran crestas y cuestas en su comportamiento. Usualmente, desde esta interpretación de los movimientos sociales, se plantea que prácticamente ninguna protesta se hace de manera aislada y como un proceso absolutamente desconectado de otros eventos, movilizaciones, protestas o interacciones. Por el contrario, se retoma la idea de los ciclos, pero sobre todo de la sucesión de eventos de protesta como procesos lógicos, no necesariamente coherentes desde un análisis estratégico o de la racionalidad con respecto a medios y fines, a partir de las decisiones de los movimientos y en función de los cambios en su entorno y de las interacciones con los demás actores. Lo novedoso desde este enfoque es que a los movimientos se les ve como procesos y sujetos fluidos, no lineales ni estáticos. La teoría coevolucionista descansa en los conceptos de “difusión” y, por supuesto, en el de “coevolución”. Ambos conceptos nutren sus dos supuestos clave. Uno es que en los movimientos sociales “las acciones afectan otras acciones” y a través de un proceso de “difusión”, la acción previa impregna de su esencia a otras acciones y procesos similares, incluidos el lenguaje y las ideas. Así, se desencadena, por parte de los movimientos sociales (y los otros actores del sistema político), un proceso de “interacción estratégica” (Oliver y Myers 2003: 1). El segundo supuesto, plantea que la mezcla de acciones emitidas por los actores evoluciona (cambia) a lo largo del tiempo y, por consiguiente, el conjunto 209

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de acciones por parte de los otros actores involucrados, coevoluciona en respuesta a estos cambios y modificaciones estratégicas. Por ejemplo, se ha observado que las estrategias de negociación de algunos movimientos coevolucionaron en función de las acciones y posicionamientos de sus interlocutores (Cadena Roa 2008, López Leyva 2008, Chávez 2005a). Lo mismo ocurre con los cambios en las estrategias de protesta en relación con las transformaciones en la política pública llevada a cabo por las autoridades o las tácticas de defensa y protección de algunos movimientos frente a contramovimientos y otras amenazas del entorno. Lo interesante en este planteamiento teórico es que, tomando como base ambos supuestos, los movimientos son vistos como núcleos dinámicos, fluidos y poco homogéneos de actores que evitan que las organizaciones actúen como entidades decisorias plenamente coherentes y racionales, aunque “estos actores están relacionados unos y otros por medio de algún tipo de identificación”. Por ello, los movimientos sociales “no son como organismos, sino más bien como las especies”, ya que aunque cada actor tiene una serie de atributos particulares y propios, hay otros que le son comunes a toda o a una buena parte de la población (Oliver y Myers 2003: 2). Tomando en cuenta lo anterior, se puede decir que un movimiento social es “la distribución de eventos de protesta a lo largo de una población de actores” diversos y heterogéneos (Oliver y Myers 2003: 3), a lo largo del tiempo. Estos actores cambian, “entran y salen” del movimiento, se agrupan de manera diferente por dentro y por fuera de su perímetro, proceso que lo modifica y transforma. Este dinamismo de los actores nos hace pensar sobre todo en los procesos de más largo plazo; en la ubicuidad y falta de nitidez en los límites que definen a los movimientos y su membresía. Sin embargo, persisten algunas carácterísticas muy generales que le son afines a conjuntos de actores y que, en algunos momentos los llevan a hacer algunas protestas o movilizaciones en conjunto. Es ahí cuando es posible pensar en movimientos sociales amplios, con una larga duración, como en este caso, el movimiento autónomo campesino43. Por último, se debe decir que los supuestos teóricos de la teoría coevolucionista, aunque parecen cercanos a los planteamientos de la 43 En el siguiente apartado discutimos este punto con mayor amplitud. 210

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teoría de redes, sobre todo en el énfasis que se pone a los vínculos e interrelaciones entre los actores de la sociedad, los movimientos sociales, el Estado, etc., no son los mismos. La razón fundamental para sostener esto está en que la teoría de redes funciona sobre todo para describir interacciones sociales o, en otras palabras, dibujar mapas de interacciones y vínculos en las sociedades; o, según Burt, “patrones de relaciones” (citado en Emirbayer y Goodwin 1994: 1415). Así, una de las deudas fundamentales de la teoría de redes está en que “tan solo puede llegar a proveer no más que una descripción de la realidad social”, una instantánea, mientras que “falla en definir conceptualmente, el dinámico proceso de transformación de la realidad a través del tiempo” (Emirbayer y Goodwin 1994: 1413), no contribuye a explicar el cambio social. Por el contrario, el enfoque coevolucionista, a través del pensamiento estocástico, puede llegar a conclusiones sobre el cambio y las transformaciones en los movimientos sociales, a través de la observación acumulada de procesos, interacciones y relaciones entre dichos actores. Muy probablemente, este es el punto más atractivo de la teoría de la coevolución de Oliver y Myers: nos permite observar a los movimientos sociales como entes abiertos a los demás actores del sistema social, quienes los hacen transformarse a la vez que ellos mismos se van transformando en un proceso dialéctico y permanente a lo largo del tiempo.

2. El movimiento campesino autónomo en México 2.1 ¿Movimiento autónomo campesino en México? La visión de los movimientos sociales construida desde la perspectiva coevolucionista es útil para pensar al movimiento autónomo campesino mexicano de las últimas décadas. En efecto, más que una realidad, “el movimiento autónomo campesino” es una figura analítica que permite hablar de una porción de los esfuerzos de acción colectiva que han existido en el medio rural en las últimas décadas en México. No es, por supuesto, un conglomerado humano o un movimiento con una membresía rígida, uniforme, definida nítidamente y que se mantiene como una constante a lo largo del tiempo; y difícilmente se puede hablar de que sea sólo “uno”. Tampoco es homogéneo, unívoco ni unitario. Por el 211

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contrario, el movimiento autónomo campesino es una conglomeración de asociaciones y organizaciones bastante ubicua, indefinida, diversa, dispersa, plural y, por momentos, incluso contradictoria. Entonces, ¿por qué insistir en hablar del movimiento autónomo campesino? La respuesta a esta interrogante es fundamentalmente contextual y producto de la necesidad de generar herramientas útiles para analizar la acción colectiva rural no clientelar-corporativa contemporánea en México. Recordemos que la gran mayoría de las organizaciones rurales en México en las últimas cuatro décadas ha formado parte del sistema patrimonialista, corporativo y clientelar, que definió el sistema político mexicano en su conjunto. Sin embargo, por fuera de este sistema ha existido una serie de organizaciones y asociaciones que, no con pocos esfuerzos, se mantuvieron orgánica y programáticamente alejadas de las redes corporativas del pri. El desarrollo de ese “afuera” del perímetro organizacional del corporativismo-clientelismo del partido del régimen, es muy complejo y ha tomado rutas diversas. En los setenta, el llamado “movimiento indpendiente”, defendió principalmente la demanda por el acceso a la tierra y sus organizaciones resistieron radicalmente las distintas y constantes tentativas gubernamentales por cooptarlas. Estas organizaciones negaron cualquier contacto o relación con el gobierno mexicano durante un largo periodo de tiempo. Más adelante, en los ochenta, surgió un grupo de organizaciones que no pertenecían al ala corporativa del movimiento pero que eventual y ocasionalmente cooperaba con el gobierno en políticas y estrategias particulares. Este grupo fue denominado en algunos espacios el “movimiento autónomo”44. Más recientemente, otro grupo de organizaciones han elegido una ruta en la que sin confrontarse con el gobierno de manera directa, han establecido mecanismos de cooperación y solidaridad con organizaciones y asocia44 Conviene hacer explícito que la idea de movimiento autónomo campesino, por un lado hace referencia al proceso en el que en 1984, “unas cincuenta organizaciones rurales se constituyeron en la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (unorca)” (Bartra y Otero 2008: 409). Por el otro, hace referencia al cúmulo de organizaciones y asociaciones rurales que, de una u otra forma, se mantuvieron por fuera de las redes del clientelismo-corporativismo priísta. Es esta segunda ascepción la que interesa en este trabajo. 212

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ciones de la sociedad civil en México y en otros países prescindiendo completamente de cualquier apoyo por parte del Estado mexicano. Aún más, hay organizaciones y asociaciones rurales que han adoptado éstas y otras vías de conducción e interacción con el entorno de manera diferenciada en distintos momentos de su propia historia organizacional. Lo que queda claro, es que en México en el siglo xx y sobre todo en las últimas décadas, desde el punto de vista de lo social organizado, “para los campesinos… la tensión entre rebelión y cooptación ha marcado su historia” (Bartra y Otero 2008: 407). Todavía más, en el último cuarto de siglo, “autonomía” se volvió el grito de unión entre las organizaciones de oposición y populares-democráticas (Bartra y Otero 2008: 409). Así, una de las pocas características que podría hacer similares a todas estas organizaciones es su oposición (diferente en todos los casos) a formar parte de las redes de control corporativo del pri. Y no es una decisión menor, en la medida en que durante décadas, prácticamente la única manera de tener acceso a recursos gubernamentales de diversa índole era a través del entonces llamado “partido oficial” o “PRI-gobierno”. Incluso, por momentos, en los que la represión gubernamental se recrudecía, hubo dudas de la prevalencia del derecho de libre asociación. Otra de las características comunes entre este numeroso y complejo grupo de organizaciones que se mantuvo alejado con éxito variable de los tentáculos del otrora partido hegemónico (el PRI), era su búsqueda por establecer mecanismos organizativos internos que se diferenciaran de los que usualmente se practicaban (los cuales en muchos casos siguen funcionando) en las organizaciones cercanas y pertenecientes a la Confederación Nacional Campesina y, ulteriormente, al pri. En efecto, durante el régimen autoritario estas organizaciones, pero incluso actualmente muchas de ellas, se caracterizaban por tener una afiliación automática, como organizaciones y, muy a menudo, de todos sus miembros, al pri. Eran así, “correas de transmisión de las directivas gubernamentales vertidas a través” de dicho partido a sectores más amplios de la sociedad mexicana. De manera general, Carton de Grammont y Mackinlay (2006: 698), explican que estas organizaciones tenían, … un aparato organizativo fuertemente centralizado que permitía controlar la representación popular pero también negociar con el Estado la resolución de sus demandas. Uno de los recursos más hábilmente 213

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empleados por el régimen del pri fue la cooptación de los dirigentes opositores o el reconocimiento de la legitimidad social de los mismos cuando éstos asumían posiciones políticamente “manejables”. Cuando no era así, se recurría al uso de la violencia en contra de las organizaciones disidentes o de sus dirigentes.

Los mecanismos de control empleados por las organizaciones campesinas afiliadas al pri para maniatar y dominar a sus miembros son muy variados. Lo importante reside en que estas organizaciones, de manera general, carecían de democracia interna. La defensa de los intereses de los agremiados se realizaba sólo en la medida en que los líderes podían negociar recursos con el gobierno y el pri, mismos que se acortaron drásticamente cuando se inició el programa de ajuste estructural en México, desde principios de la década de los ochenta, lo que provocó que los controles autoritarios se endurecieran. De esta forma, numerosas organizaciones campesinas, han permanecido fieles al pri. Algunos de los rasgos distintivos de estas organizaciones son los siguientes45: • Liderazgos fuertes y vitalicios. • Estructuras verticales de gobierno. • Control y dominio a través de prácticas burocráticoadministrativas. • Élites organizacionales separadas y muy alejadas de las bases. • Mecanismos poco claros para la toma de decisiones y la elección de dirigentes. • Control por parte de la dirigencia de los procesos de elecciones de las propias dirigencias. • Pocos o nulos espacios y oportunidades para la deliberación. • Nulos o deficientes mecanismos de transparencia y rendición de cuentas. Tomando en cuenta lo anterior y pensando en los objetivos particulares del presente trabajo, se puede definir de manera operativa al movimiento autónomo campesino como el conglomerado de asociaciones, agrupaciones, colectivos, organizaciones y demás esfuerzos de acción 45 Esta lista es de autoría propia pero realizada con base en Mackinlay y Otero (2006), Carton de Grammont (2008) y Carton de Grammont y Mackinlay (2006). 214

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colectiva rural que se han mantenido por fuera de las redes de control corporativo del pri y que, hasta cierto punto, han logrado implementar mecanismos propios de organización. También es importante señalar en esta discusión que lo que aquí llamamos movimiento autónomo campesino, es un nombre genérico para denominar una serie de procesos y acontecimientos muchas veces independientes entre sí y otras tantas efectivamente interrelacionados, en los que se hizo presente y visible públicamente la acción de organizaciones que, hasta cierto punto responden a las características que mencionamos previamente. Si bien los temas, agendas, motivaciones, repertorio de movilizaciones y estrategias de protesta, marcos discursivos e identitarios varían sustancialmente en una buena parte de estos procesos y acontecimientos, algunas de las organizaciones que los protagonizaron comparten los elementos señalados en nuestra definición. En síntesis, nos inclinamos por usar de manera operativa la idea del movimiento autónomo campesino en México, pero sólo como un recurso conceptual análitico para el estudio de las organizaciones no priístas y medianamente autónomas en sus procesos internos de organización que han tenido presencia en México en los últimos años. 2.2 La uciri y el movimiento autónomo campesino Ahora bien, para poder explicar el proceso de coevolución que ha vivido la uciri, como una organización inserta en el movimiento campesino autónomo, conviene recordar muy brevemente cuáles han sido las fases de la época contemporánea de dicho movimiento y encontrar cuáles han sido las diferencias entre cada fase. En este sentido, y como ya hemos señalado más atrás, coincidimos con Rubio (1996: 113) en que el movimiento campesino autónomo se desarrolló a partir de la década de los setenta, momento en que sus luchas cobraron un carácter nacional y “se inicia la formación de las grandes centrales campesinas independientes”. Se debe decir que, de manera general, la gran transformación del movimiento campesino autónomo en México, (y a veces de manera inercial también el movimiento oficialista), estuvo definido desde la década de los setenta, por una paulatina “transición de la lucha por la transformación de las estructuras sociales y políticas hacia la búsqueda de la integración del campesino al desarrollo económico y político del país” (Rubio 1996: 215

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114). En este lapso, se ha observado un proceso de des-radicalización de las demandas y de las organizaciones del movimiento campesino autónomo que lo llevaron de la lucha por la tierra a la lucha por los precios y los recursos públicos o a la lucha por la identidad indígena más recientemente. La transformación del movimiento en cuestión se dio a través de un proceso de coevolución motivado fundamentalmente por la transformación estructural del aparato productivo nacional. En efecto, esta transformación se observó en los cambios en la política agraria impulsados, ya con mayor claridad (aunque hay algunas versiones que sostienen que desde la década de los setenta se puede observar un cambio en este sentido), por el gobierno de Miguel De la Madrid a partir de 1982. En este sexenio, como es ampliamente reconocido, en México se inició el viraje neoliberal, cambio que estuvo definido por la apertura de la economía, la contracción del gasto público, el control de la inflación y el impulso del crecimiento hacia afuera, es decir, el impulso a las exportaciones como motor del desarrollo nacional. La política agraria gubernamental inaugurada por el gobierno de Echeverría y que hasta ahora prevalece, se centró de acuerdo con Bartra (1985: 98), en: a) el desarrollo de la agricultura de riego sobre la de temporal b) el impulso a la producción agropecuaria de exportación a costa de la del mercado interno c) la extensión de la ganadería y la producción forrajera, en detrimento de la agricultura y de la producción de granos para el consumo humano d) la expansión monopólica y transnacional de las agroindustrias que interceptan, desvían y encarecen los bienes de consumo popular. Ante un escenario de “ruina generalizada de los pequeños campesinos, el empobrecimiento progresivo de muchos agricultores medianos y el rápido crecimiento de la masa de campesinos sin tierra” (Bartra 1985: 98 y 99), estos cambios fundamentales, fueron resentidos por el movimiento, el cuál tuvo que adaptarse a una política productiva (y más en general a un nuevo proyecto de país) inédita, a un discurso gubernamental posrevolucionario paulatinamente menos radical y al fin del reparto agrario. En estas condiciones, el movimiento campesino autónomo, como ya señalábamos, vivió una serie de transformaciones

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en los últimos cuarenta años, que en este trabajo planteamos como un proceso de coevolución y que a continuación explicaremos brevemente.

3. Las fases del movimiento campesino autónomo en México 3.1 El movimiento de la lucha por la tierra Según Armando Bartra, el movimiento de la lucha por la tierra se extendió de manera general en el país a partir del inicio de la década de los setenta. Si bien hasta ese momento, la demanda por la tierra era constante en distintas regiones y zonas del país; es a partir del inicio del sexenio de Luis Echeverría cuando el movimiento se hace nacional y se convierte en un fenómeno social de primera importancia en la agenda política. Recordemos que hasta entonces, a través de la reforma agraria, los campesinos sin tierra (y sobre todo a partir de las redes y organizaciones clientelistas y corporativistas del régimen priísta) tenían cifradas sus esperanzas en el gobierno revolucionario. Sin embargo, la pretensión de tener un “pedazo de tierra” de casi cuatro millones de campesinos sin tierra46, paulatinamente se había maniatado y administrado a través del control burocrático que impedía, casi como regla general, el cumplimiento de esta pretensión. Por ello, a partir de la década de los setenta, aún a pesar de que el discurso oficial planteaba la reforma agraria, para una buena cantidad de campesinos sin tierra la palabra del gobierno perdió toda credibilidad. Así se explica la enorme expansión del movimiento por la tierra en aquellos momentos. En los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo el común denominador en las relaciones entre las organizaciones regionales y locales del movimiento campesino autónomo y el gobierno fue el enfrentamiento permanente. Las tomas de tierra se hicieron la constante en prácticamente todos los estados, pero casi cada toma estuvo seguida por el desalojo. En primera instancia, se observó que las invasiones de predios se hacían de manera aislada y sólo como parte de una necesidad inmediata que había que resolver. Sin embargo, la permanencia y constancia del movimiento durante toda la década de los setenta hizo ver a 46 En la década de los setenta (Bartra 1985: 99). 217

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diferentes analistas (Bartra 1985 y Rubio 1996) una serie de conexiones e interacciones entre las diferentes organizaciones locales y regionales que, en principio se pensaba, no existían. Aún a pesar de los esfuerzos de los gobiernos de Echeverría y López Portillo por mitigar y disminuir la intensidad del movimiento a través de las centrales campesinas oficialistas, en particular la cnc47, y a través de medidas (algo limitadas) para dar cumplimiento a la reforma agraria, el movimiento no sólo se mantuvo en un alto nivel de acción, sino que aumentó de intensidad conforme avanzó la década. La razón de esto, para Bartra, está en que las promesas gubernamentales sólo motivaban a los campesinos sin tierra a exigir con mayor fuerza la tierra prometida desde el final de la revolución en la década de los veinte (1985: 119): Frente al movimiento campesino, la demagogia oficial surte un efecto contrario al que pretenden lograr sus autores. Lejos de tranquilizarlo y reducirlo a una pasividad esperanzada de los trámites de sus adalides priístas, los nuevos planteamientos de la política agraria estimulan al movimiento y colaboran a generalizarlo. El simple hecho de que de que se admita que el trámite agrario ha sido bloqueado por años y debe agilizarse, desata una verdadera avalancha de comisiones que se apoyan en el demagógico reconocimiento oficial del burocratismo y la corrupción, para exigir soluciones legales y expeditas.

El hecho de que se reconozca por parte del gobierno que la lucha por la tierra es justa, “basta para que cientos de miles de campesinos, aún indecisos, se animen a movilizarse” (Bartra 1985: 119). La intensidad del movimiento, sobre todo después de 1973, generó que el gobierno hiciera algunos cambios en la política agraria; pero estos cambios, por su parte, desataron una intensa movilización, primero de la burguesía agrícola y después de los empresarios del país, en defensa de la propiedad privada. Así, el gobierno de Echeverría tuvo un margen de maniobra muy estrecho, en el que, por un lado, se colocó un movi-

47 Confederación que en aquella década, debido a la enorme presión del movimiento y de sus propios agremiados, tuvo que reconocer y dar cobertura a algunas tomas de tierra e invasiones. 218

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miento radicalizado y en expansión y, por el otro, una burguesía agrícola intransigente en la disminución de latifundios y en el reparto agrario. Con el cambio de gobierno en 1976, la política oficial endureció su posición en contra del movimiento y desató una ola represiva muy intensa. Aún así, el movimiento continuó, pero se vio en la necesidad de adaptarse a un entorno mucho más hostil. Así se explica la formación de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (cnpa) en 1979, como un esfuerzo por aglutinar orgánicamente a una serie de esfuerzos locales y regionales que tenían en común la lucha por la tierra y que vieron en la actitud del nuevo gobierno una amenaza a su supervivencia. Al respecto Bartra comenta que (1985: 149): La nueva organización expresa la urgencia objetiva de coordinación entre una serie de agrupaciones campesinas regionales, cuyo eje es la lucha por la tierra y que están en repliegue, forzadas por una represión generalizada que amenaza con extinguirlas… La cnpa se constituyó con quienes dependían de la coordinación para sobrevivir y avanzar políticamente.

En este mismo periodo (más concretamente en el año de 1975) una organización ya existente, la Central Campesina Independiente (Roja) se transforma en la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (cioac), con lo que también alcanzó presencia nacional (cioac 2008). Esta organización concentra la lucha por la “sindicalización y la producción” pero ambas organizaciones, la cioac y la cnpa “constituyen proyectos socialistas” (Rubio 1996: 120). De manera particular, en el estado de Oaxaca, la lucha por la tierra fue encabezada por organizaciones como la Coalición Obrero-Campesina-Estudiantil de Oaxaca (coceo) y la Coalición Obrero-Campesina-Estudiantil del Istmo (cocei), organizaciones que después se integrarían a la cnpa. En la década de los setenta se dieron numerosas tomas de tierra, en distintos años y en diferentes zonas del estado48. De igual manera, la represión encabezada por el gobierno y la llamadas “guardias blancas” o

48 Bartra (1985: 137), reporta, por ejemplo, que en el Istmo de Tehuantepec se tomaron más de mil hectáreas en octubre de 1976. 219

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grupos “paramilitares” provocaron la muerte a varios líderes campesinos, violentos desalojos y quema de pueblos. En el movimiento por la tierra desarrollado con gran amplitud en la década de los setenta, la uciri no estuvo directamente relacionada, debido a que la organización se formó hasta 1983. Sin embargo, los entonces futuros socios de la organización, resintieron enormemente las políticas antiagraristas de los gobiernos de Echeverría y López Portillo. Según Bartra (1985: 101), en la década de los setenta se vivió una persistente y sistemática reducción de los precios de los productos agrícolas, que combinados con el aumento de los insumos agropecuarios y los bienes de consumo de origen industrial, profundizaron el deterioro de la producción campesina y llevaron a millones de minifundistas a niveles de “infrasubsistencia”. Esto sin duda afectó a los miles de pequeños productores de café de la Región del Istmo de Tehuantepec, que años después conformarían a la uciri. Durante los setenta, de manera paralela al movimiento por la tierra y muy comúnmente ligado con él, se desarrollaron numerosas luchas aisladas (que hasta la década siguiente tendrían un carácter nacional) por la mejora de los precios de los productos agrícolas en distintos estados de la República: Puebla, Veracruz, Coahuila, San Luis Potosí y Oaxaca, principalmente. En particular para Bartra, resultó llamativo el conflicto que se desarrolló en este último estado, sobre el que señala que: Se movilizan durante 1972 en la sierra de Juárez de Oaxaca, 15 mil campesinos de doce poblados que cortan madera para la Papelera Tuxtepec. Las demandas son el aumento en el precio del producto y el cumplimiento de los servicios prometidos por la empresa; la forma de lucha es la suspensión de entregas (Bartra 1985: 104).

Lo interesante para Cobo y Bartra (2007: 45), es que este movimiento es un importante antecedente de la uciri debido a dos razones: la primera es que el tipo de lucha, las demandas que perseguían y las estrategias de movilización tuvieron el mismo carácter y fondo que las que la organización ha empleado desde su nacimiento. La segunda es que todas las comunidades que participaron en el movimiento son comunidades con membresía en la uciri en la actualidad.

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La situación en aquel momento fue que se estableció una compañía maderera italiana que, a cambio de la explotación de los bosques de las comunidades, llevaría infraestructura como caminos y puentes a las localidades de la región. La baja productividad del negocio hizo que la compañía se retirara y fuera asumida por la Fábrica de Papel Tuxtepec (Fapatux) de propiedad estatal. Tanto la empresa privada como la pública pagaban muy bajos precios a los cortadores de madera e incumplieron los acuerdos de construcción de la infraestructura prometida. No fue sino hasta 1992 que las comunidades pudieron expulsar a las compañías madereras que explotaban los montes de la región, pero desde aquellos momentos (1973) los indígenas de la Sierra Juárez crearon los primeros aserraderos comunales. De acuerdo con algunas entrevistas realizadas recientemente en la zona de influencia de la uciri, se pudo corroborar que una parte de los futuros socios fundadores de la organización participaron en el movimiento por la tierra en Oaxaca, particularmente en la zona del Istmo de Tehuantepec, lugar en el que la organización ahora tiene una amplia presencia y en el que dicho movimiento presentó una gran intensidad y amplitud y un alto nivel de agitación. A finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, a decir de varios de los entrevistados, numerosos socios formaron parte de la cioac y la cnpa y con dichas organizaciones participaron activamente en tomas de tierra y vivieron enfrentamientos con el ejército, que trataba de recuperar las tierras invadidas o “recuperadas”, de acuerdo con el punto de vista de cada uno de los diversos actores involucrados49.

3.2 El movimiento de productores Según Rubio (1996: 123), “a mediados de la década de los ochenta, se empezaron a evidenciar los signos del repliegue del movimiento por la tierra”. Este reflujo se dio por las siguientes causas, entre otras: 1. Escisiones, divisiones ideológicas y el consiguiente desgaste de las organizaciones nacionales, que encabezaron la lucha por la tierra. En particular la cnpa y la cioac. 49 Entrevistas realizadas en septiembre de 2008 en Ixtepec, Santa María Guienagati y Guevea de Humboldt, Oaxaca, México. 221

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2. Creciente represión y “mano dura” por parte del gobierno frente a cualquier intento de ataque a la propiedad privada y en general hacia el movimiento campesino autónomo. 3. Olvido y despreocupación del gobierno frente a la reforma agraria y los temas campesinos. Por otro lado, el gobierno de Miguel De la Madrid Hurtado (19821988) inauguró el proyecto agroexportador, centrado en la tesis de las ventajas comparativas y optó por abrir las fronteras (aunque de manera moderada en comparación con sus sucesores) para someter “a la producción nacional a la competencia internacional”, con lo que los productores de alimentos para la población quedaron fuera de las prioridades nacionales (Rubio 1996: 124). Aunado a lo anterior, hubo un importante descenso en los precios de los alimentos, que sumados a los importantes y crecientes subsidios agrícolas en los países desarrollados, abrieron la importación de productos agrícolas y de insumos para el campo en detrimento de la producción nacional. Si en la década anterior el movimiento campesino fue encabezado por los demandantes de tierra, quienes exigían el cumplimiento de la promesa agraria revolucionaria, los productores ejidales medios y grandes no se vieron demasiado afectados por la política encabezada por el gobierno. Por ello, es posible decir que el movimiento de los setenta fue encabezado y desarrollado por las clases más bajas y depauperadas del campo. No obstante, con las nuevas condiciones establecidas por el gobierno de De la Madrid, la crisis general de “la vía campesina se manifestó en toda su dimensión y los campesinos pobres y medios fueron relegados de la política económica” (Rubio 1996: 125). Ante la llegada de los alimentos extranjeros baratos, dichos campesinos se hicieron prescindibles en el proyecto productivo nacional y de paso, junto con la lucha por la tierra, quedaron en segundo plano. En este contexto, la “lucha en el campo por la producción, la comercialización y el abasto se convirtió en los años ochenta en el eje del movimiento campesino a nivel nacional” (Hernández 1991: 108). En efecto, la idea de coevolución encaja perfectamente en este punto debido a que el movimiento campesino autónomo, se ve en la necesidad de hacer frente a un nuevo entorno, en el que el régimen se transformó

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significativamente. No tanto en el aspecto político50, como desde el ámbito económico, puesto que nos referimos a los años del viraje neoliberal. Algunos autores Hernández (1991), Rubio (1996), De Ita (1991) coinciden en señalar que las organizaciones que tejieron una red en torno a la lucha por la producción se gestaron (la mayoría de ellas) desde la década de los setenta en el ámbito regional y local; sin embargo, es hasta mediados de la década de los ochenta cuando se agrupan y le dan una proyección nacional al movimiento. Casi por lo general, se trataba de grupos de “campesinos que habían obtenido tierras durante el conflicto agrario de la década, o bien de ejidatarios ya dotados que se aglutinaban para obtener créditos y recursos públicos” (Rubio 1996: 126). Hasta 1982, la relación de esta serie de grupos con el gobierno, si bien no había sido del todo amistosa y de intensa colaboración, no llegó a tener el encono que tuvo la relación entre los grupos demandantes de tierra y las administraciones de Echeverría y López Portillo. Incluso, en algunos momentos y bajo diversos mecanismos, dichos gobiernos trataron de apoyar, en la medida de lo posible, a los grupos de campesinos y ejidatarios medios y grandes. Pero una vez que entró la administración de De la Madrid la “alianza se rompió” (Rubio 1996: 126). La caída de los precios de garantía fue uno de los detonantes más importantes para el desarrollo de esta nueva vertiente del movimiento campesino, pero también otros factores como la disminución de subsidios y apoyos gubernamentales al campo generaron un enorme descontento entre los productores. La construcción de la red “combinó el conocimiento entre organizaciones, el intercambio de experiencias y la discusión sobre problemas comunes” (Hernández 1991: 109). La red tomó forma operativa entre septiembre de 1983 y marzo de 1985, lapso en el que se organizaron “siete encuentros nacionales que culminaron con la formación de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (unorca)” (Hernández 1991: 109 y 110). En la agenda del movimiento estaban incluidas numerosas demandas, entre las que destacan: a) Precios de garantía b) Apoyo gubernamental para disminuir los costos de producción 50 Continúa el gobierno autoritario y, aunque con menor intensidad, la llamada “guerra sucia” desatada en los setenta. 223

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c) Mejoras en los mecanismos de comercialización d) Atención general de la problemática agraria Hernández (1991: 110) señala que la unorca principalmente “agrupó a organizaciones de campesinos medios51 o a grupos orientados a la agricultura de exportación”, la gran mayoría del norte del país, preocupados por temas de producción y no agrarios. En un periodo de tres años, a partir de su fundación, la unorca convocó a numerosas reuniones regionales y nacionales, hizo innumerables gestiones ante oficinas públicas, fomentó la creación de uniones de crédito entre sus agremiados, libró importantes luchas por el aumento de los precios de garantía o impulsó diversos proyectos productivos entre sus miembros, desde una posición externa al sistema corporativo tradicional del régimen priísta. Así, frente a un movimiento menos radical que el movimiento por la tierra, “diversos funcionarios federales estuvieron dispuestos a sacrificar control corporativo de ciertos núcleos campesinos a cambio de productividad y apoliticismo partidario” (Hernández 1991: 111). En efecto, la política de De la Madrid fue aceptar la concertación con los “unorqusitas”, en buena medida con la intención de aislar un movimiento por la tierra, en declive por cierto, mucho más radical y con abiertas banderas socialistas. En este punto conviene aclarar que la concertación tiene que ser entendida más como una victoria del movimiento que como una generosa política gubernamental, puesto que la unorca nació y se desarrolló como una organización ajena a los controles corporativos históricos en el campo mexicano. En este sentido, la idea era establecer una nueva relación entre el movimiento campesino no oficialista y el Estado, basada en el reconocimiento mutuo, el respeto a la autonomía y el intercambio a través de la racionalidad instrumental que relacione medios y fines. La apuesta de la unorca fue el desarrollo de un modelo productivo en el campo que permitiera insertar al país en el ineludible proceso de globalización que interconecta las economías del mundo. No se trataba de cuestionar o negar la existencia o formas de operación del modelo 51 Rubio (1996: 127) señala que la unorca reunió a ejidatarios y pequeños propietarios que se agrupan analíticamente en la categoría de campesinos medios, que son “aquellos a quienes el ingreso de la parcela les alcanza para vivir y no se ven obligados a vender su fuerza de trabajo”. 224

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capitalista instaurado y defendido por las administraciones de De la Madrid, primero, y de Carlos Salinas De Gortari (1988-1994) después, sino simplemente defender el papel del campesino como un componente más del proyecto productivo nacional y, más en general, del Estado Mexicano. Rubio afirma que el proyecto productivo de la unorca descansaba en dos planteamientos fundamentales: a) La propuesta de un “proyecto de desarrollo rural integral sustentable” b) La idea de asumir “como una realidad inocultable los principios fundamentales del neoliberalismo” (1996: 128 y 129). Sin embargo, lo problemático, según la autora es que ambos planteamientos entraban en contradicción porque significaban que la unorca pretendía que los campesinos se insertaran “en un modelo de desarrollo que de entrada excluía a los campesinos como productores” (Rubio 1991: 128). La postura de la unorca resultaba contradictoria debido a que, por un lado, reconocía que el neoliberalismo como modelo económico imperante era prácticamente incuestionable, pero del otro, planteaba la inserción del campesino en dicho modelo, lo que, de por sí, se contraponía con el programa oficial. La falta de legitimidad con que Carlos Salinas asumió la presidencia del país en 1988, bajo graves acusaciones de fraude electoral, así como el retiro de la gestión productiva por parte del Estado, dio un enorme impulso a la unorca, que de 1989 a 1992 se convirtió en el “interlocutor privilegiado del gobierno” (Rubio 1996: 134). Sin embargo, a partir de 1992, año en que se modificó el artículo 27 constitucional (que puso fin al reparto agrario y abrió la posibilidad de venta y enajenación de las parcelas de los campesinos), la unorca perdió preponderancia en la escena nacional en beneficio de una cnc reorganizada y revitalizada desde el salinismo, que se convirtió en el interlocutor predilecto del gobierno, por cierto, un interlocutor mucho más a modo. En efecto, la propuesta gubernamental dividió a una buena parte del movimiento autónomo campesino. Por un lado, las organizaciones que encabezaban la lucha por la tierra se aglutinaron en el Movimiento Nacional de Resistencia Campesina (Monarca), opuesto a la reforma constitucional. Por el otro, el movimiento por la producción, encabezado por la unorca, decidió dar un “apoyo crítico” a las reformas. En estas condiciones la unorca entró en crisis, lo que puso de manifiesto las contradiccio-

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nes inherentes “que contenía su proyecto alternativo” para el campo mexicano (Rubio 1996: 141). Ante la falta de una oposición fuerte a las reformas al campo emprendidas por Salinas, el proyecto neoliberal se profundizó, lo que redundó en un retroceso muy agudo en las condiciones económicas de los pequeños y medianos productores. Las crecientes importaciones de alimentos y productos primarios más baratos, la apertura indiscriminada de la economía, el retiro del apoyo estatal a la producción, la caída de los precios de garantía, entre otros factores, hicieron que la ya de por sí deteriorada situación de los productores, empeorara. Teniendo como contexto el movimiento de productores encabezado por la unorca52, en el mismo periodo y con una destacada participación de uciri, se articuló el movimiento autónomo de productores cafetaleros. Así, en 1989, se creó la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (cnoc): “una red de organizaciones de productores, pero en cierto sentido (…) también una coordinadora pluriétnica de agrupamientos indígenas”, que por cierto ha sido tipificada como, “la más grande y beligerante que hubiera existido en el país” (Bartra 2002: 101). Esta organización agrupa a “75 mil pequeños productores de café de 126 organizaciones regionales y locales de los estados de Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí y Veracruz” (cnoc 2008). En el mismo año, y nuevamente con una importante participación de la uciri, se conformó la Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (cepco)53 (Cortés 2008: 235). Bartra señala que ambas organizaciones (cepco y cnoc), son producto “del fin del sistema de cuotas, de la crisis cafetalera y de las negociaciones que pretenden amainarla” (Bartra 2002: 115).

52 Organización con membresía a la Vía Campesina, que se integra por un amplio número de organizaciones en el mundo. Ver el trabajo de Sánchez en este mismo volumen para un análisis profundo de dicha organización. 53 Esta organización también ha tenido un importante rol en el movimiento de productores a nivel local, contribuyendo a generar condiciones para la apropiación del proceso productivo por parte de los grupos de pequeños productores de café del Estado, sin insertarse a las estructuras corporativas de la cnc. 226

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En este punto conviene señalar que al interior de la cnoc, confluyen dos corrientes: una más cercana a la cioac y otra más proclive a la central que encabezó el movimiento de productores en el último año de la década de los ochenta y los primeros años de la década de los noventa, la unorca. Sin embargo, aunque ha habido algunas diferencias sobre la estrategia que debe seguir la cnoc, esto no se ha traducido en divisiones o escisiones. Por el otro lado, esto no ha significado un problema al interior de la unorca debido a que, desde su formación, no ha mantenido una estructura de afiliación “fuerte”, “renunció a funcionar centralizadamente”, no mantuvo un esquema de afiliación orgánica (al estilo de las centrales corporativas) que permitió a sus miembros un funcionamiento autónomo (Hernández 1991: 110). Así muchos de los miembros de la cnoc y de la cepco, decidieron formar parte de la unorca sin perjuicio de su autonomía, ni posibilidad de autogobierno. Como vemos, el movimiento de productores encabezado por la unorca, se vinculó fuertemente con el movimiento de los pequeños productores de café. Este último, además de agruparse y tener una creciente participación desde finales de los ochenta, logró algunos triunfos, frente a un reacio gobierno que se negaba a toda costa a apoyar la producción del aromático. Como producto de estos esfuerzos, desde 1989, junto con otras organizaciones del Estado de Oaxaca como la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (ucizoni), Cien Años de Soledad, Pueblos Unidos del Rincón, Comunidades Forestales de la Sierra Juárez, entre otras, la uciri logró arrancar al gobierno estatal y la cnc local el control de una buena parte de los recursos del Programa Nacional de Solidaridad (pronasol). Con ello, destaca Hernández (1991: 121), se están “construyendo beneficios secos para el café, implantando proyectos de pesca, fábricas de cajas de empaques, aserraderos, etc.” de propiedad comunal. Es interesante observar que en el lapso comentado hasta aquí, la uciri, estableció una agenda dividida en el corto y en el largo plazo, debido a que efectivamente se integró en el movimiento nacional de apoyo a la producción defendiendo demandas generales concernientes a todas o una buena parte de las organizaciones de productores (y de productores de café). Pero también en el corto plazo, y esto es lo que

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resulta muy novedoso, estableció mecanismos propios para resolver la precaria situación económica en la que estaban sumergidos sus socios. Es en este punto en donde su vinculación con el movimiento global del Comercio Justo resulta un ejemplo de adaptabilidad, debido a que si bien plantearon la necesidad de establecer un proyecto de desarrollo rural inclusivo y nacional, a través de su participación en el movimiento de productores, tuvieron la capacidad para crear e insertarse en cadenas productivas que les ofrecieron, casi desde los primeros años, mejores condiciones de comercialización54. 54 El Comercio Justo es un movimiento global que representa una opción de participación en el mercado bajo condiciones de menor desigualdad económica y social. Es un sistema creado por pequeños productores en países en desarrollo y consumidores solidarios en países desarrollados, con la finalidad de que los productores reciban un precio que tenga relación directa con sus costos de producción y los consumidores puedan obtener productos saludables y de buena calidad. El supuesto fundamental del Comercio Justo es la disminución de los intermediarios que participan en la cadena de comercialización de productos provenientes del Sur Global (Arditi y Chávez 2006). La uciri es una organización pionera del Comercio Justo, ya que en el año de 1985 comenzó a exportar de manera directa el café producido por sus socios a través de una alianza con la organización holandesa ecuménica Solidaridad. Del convenio entre uciri y Solidaridad, surgió la iniciativa Max Havelaar, que se convirtió en la primera iniciativa de mercado alternativo. Con criterios definidos y una normatividad consensada se consolidó un comercio alternativo entre consumidores socialmente responsables, conscientes del producto que adquieren y entre pequeños productores organizados que ofrecen un producto de alta calidad. Es así como se hace visible la relación social establecida entre el productor y consumidor, antes que la compra-venta del producto. Una de las características importantes del CJ es lo que se conoce como premio social, que es un porcentaje que se suma al precio de producción y que debe ser destinado a proyectos de desarrollo social dentro de las organizaciones. Así, el comercio justo es una propuesta que no sólo apuesta por el aumento en el ingreso económico de los pequeños productores sino, además, pugna por el desarrollo social al interior de las mismas organizaciones. Una muestra de ello es el hecho de que su impacto va más allá del sobreprecio traducido de manera concreta en mejores ingresos económicos para los pequeños productores, los efectos de esta dinámica se han traducido, entre otras formas, en proyectos 228

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De esta manera, el hecho de que en 1988, se terminaran los acuerdos internacionales del café entre los países productores y los países consumidores y se liberara el mercado internacional del aromático, no fue demasiado problemático para la uciri. Ya que al liberarse el mercado no tuvo que solicitar más permisos al gobierno federal para exportar su producción y pudo aprovechar con mayor amplitud un mercado que comenzó a abrir desde su formación, el mercado alternativo del Comercio Justo, en el que recibían mejores precios. Al respecto, en el texto editado por Cobo y Bartra se puede leer: Para muchos hermanos cafetaleros de otras regiones y otros estados, el fin de los acuerdos internacionales, la caída de los precios del grano y la desaparición del Inmecafé fueron grandes desgracias. Algunos de plano se arruinaron y dejaron las huertas, mientras que otros, que estaban más o menos organizados, o lograron organizarse, tardaron años en medio acomodarse a la nueva situación: un sistema que llaman de “libre mercado”, pero donde mandan las transnacionales y los acaparadores dominan la comercialización. En cambio a nosotros, que desde 1984 habíamos estado trabajando por crear nuestro propio mercado, nos benefició que se terminara el viejo sistema de permisos (Entrevista a líder de la uciri, en Cobo y Bartra 2007: 82). sociales y, de alguna manera, este contexto ha sido coadyuvante para que se puedan mantener otros procesos dentro de las organizaciones campesinas. Uno de estos procesos es la apertura y configuración de espacios de participación femenina. Lo anterior va de la mano con los principios que enarbola el CJ como la solidaridad y la democracia, de tal manera que las organizaciones que trabajan con este sistema constituyan un espacio en el que todos los actores tienen plena libertad de participación sin importar las diferencias de género, étnicas etc. Es justamente esto último lo que ha sido un factor coadyuvante para la apertura de los espacios de participación femenina, además de haberse concretado ya en una parte de la norma de comercio justo internacional. De tal suerte que cuando se hace referencia a los impactos del CJ es importante hacer hincapié en aquellos que no son estrictamente económicos pero que impulsan o detonan procesos de otra índole y que serán duraderos aunque no siempre vayan de la mano con la historia de las organizaciones de base. 229

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Haber definido, a pesar de los múltiples rezagos sociales y económicos de la región, que el principal problema de los socios de la uciri era el bajo precio del café y haber concentrado los esfuerzos organizacionales en mejorar dichos precios, redundó en beneficios directos y casi inmediatos para los socios de la Unión. Esto explica en parte que la organización, desde su nacimiento, ha vivido una expansión permanente en términos de membresía y de extensión territorial. Demuestra también una visión estratégica por parte de los socios de uciri, quienes, a diferencia de otros grupos de productores de café, decidieron no hacer mucho caso a las políticas y recomendaciones hechas por el Inmecafé55, como el uso de agroquímicos o la plantación al sol. La consecuencia de todo esto, es que si bien la uciri reivindica un proyecto de productividad y de reactivación de la vía campesina como uno de los motores de la producción nacional, a través del Comercio Justo ha podido construir estrategias de supervivencia para sus miembros en un entorno muy complicado y desfavorable.

3.3 El movimiento de deudores A partir de agosto de 1993, otra faceta del movimiento campesino autónomo se expresó con creciente fuerza en el territorio nacional. En este caso el sector de los empresarios agrícolas, empresarios medios y ricos concentrados fundamentalmente en la producción nacional (aunque también algunos dedicados a la exportación), comenzó a sufrir con creciente fuerza la reestructuración neoliberal impulsada por los gobiernos priístas desde finales de la década de los setenta y con mayor claridad a partir de la década de los ochenta (Rubio 1996: 142). Este sector, aglutinado en este movimiento en una organización denominada El Barzón, tradicionalmente apoyado por el régimen, resintió con fuerza el reencauzamiento agroexportador que se convirtió en el motor del 55 Otra interpretación sobre esto es que muchas organizaciones, sobre todo las de los productores indígenas localizadas en zonas remotas, simple y sencillamente no tuvieron acceso al apoyo que prestaba dicha institución (Vander Hooff y Roozen 2002). Simplemente quedaron aisladas y no formaron parte de la llamada “revolución verde”. 230

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proyecto gubernamental para el campo desde la década de los ochenta. Para Rubio (1996: 143), “el Barzón surgió como consecuencia de la exclusión, en este caso de los medianos productores y los empresarios orientados al mercado interno, así como de algunos exportadores marginados de los estímulos públicos”. Según la autora, “al definirse la estrategia de desarrollo en el campo como aquélla centrada en la producción para la exportación, los productores que abastecían la demanda nacional recibieron un duro golpe” (Rubio 1996: 143). Durante los años de 1993 y 1994, a través de una combinación de espectaculares movilizaciones callejeras en las que se emplearon tractores y otros vehículos para la producción, con un llamado constante para la negociación de las deudas con las agencias gubernamentales y la banca privada, este movimiento, reflejó con toda claridad la profunda crisis del campo mexicano a fin de siglo. Demostró que no sólo se trataba de una crisis que involucraba a los demandantes de tierra o a los pequeños productores, las clases más pobres del campo, sino que dicha crisis había alcanzado a los productores más grandes, en quienes durante décadas el régimen posrevolucionario fincó el desarrollo del campo mexicano, pero que a últimas fechas también había abandonado. En este periodo el movimiento de deudores alcanzó una dimensión nacional y rápidamente aglutinó a grupos de deudores de numerosos estados del país, principalmente del Norte y del Bajío, aunque también hubo representaciones barzonistas en estados sureños como Oaxaca y Tabasco. En particular, este movimiento resulta relevante debido a que planteó una agenda que primero urgía a la solución del problema de la cartera vencida, en el que se encontraban sumergidos sus agremiados, pero además (al menos un sector del movimiento) defendía la necesidad de rearticular y reincentivar la producción campesina (en buena medida para el mercado nacional56), es decir, reincorporar al aparato productivo nacional a los productores mexicanos. El movimiento no se “cierra a la integración agrícola al mercado mundial” pero propone un proyecto que permita a los campesinos conservar una participación en 56 Incluso algunos sectores del movimiento señalaban la necesidad de establecer un proyecto de autosuficiencia alimentaria en el país (Carton de Grammont 2001: 96). En el trabajo de Oregón se explican los ejes de un proyecto de soberanía alimentaria. 231

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la producción nacional (Rubio 1996: 145). Las principales demandas del Barzón muestran esto con elocuencia (Carton de Grammont 2001: 108): Para hacer rentable el campo: a) Promover la igualdad de condiciones de los productores nacionales con los productores extranjeros, para lo que se necesitaban: Créditos suficientes y subsidios directos. b) La creación de agrupaciones campesinas no corporativas, que cuenten con sus propios canales de comercialización nacional e internacional. c) Que dichos grupos participen en la toma de decisiones de la producción nacional agropecuaria (tema muy vinculado con la política de importaciones alimentarias) Con respecto a la cartera vencida del sector: d) Suspensión de acciones legales y embargos e) Reestructuración de la deuda f) No judicialización del problema de la cartera vencida g) La formación de un fideicomiso como mecanismo para aliviar la deuda Coincidimos con Rubio (1996: 145) y Carton de Grammont (2001: 133) en señalar que este movimiento se opone al neoliberalismo, al menos en su faceta campesina, debido a que defiende la producción nacional y el regreso a las políticas de control de importaciones y de planificación estatal de la producción. Como el movimiento encabezado por la unorca, el movimiento de los deudores es un movimiento antineoliberal pero no anticapitalista, como lo llegó a ser el movimiento por la tierra de los setenta. En este movimiento debemos observar que la deuda, como efecto de la disminución de apoyos gubernamentales para el campo, funcionó como cemento aglutinante para una pluralidad de grupos de productores muy diversos que incluso, comenzaron a organizarse con grupos urbanos de deudores, encabezados por los tarjetahabientes (Carton de Grammont 2001: 129). Lo interesante de esta faceta del movimiento campesino autónomo radica en que se movilizó un sector que prácticamente no se había movilizado. En este sentido resulta muy claro, como lo deja ver Carton de Grammont (2001: 83), que una de las primeras tareas del movimiento fue sacudirse el control corporativo del que muchos de los propios miembros del movimiento barzonista eran víctimas. 232

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Conforme se desarrolló el movimiento y en la medida en que ganó presencia nacional, por cierto de manera muy veloz, según Cadena-Roa (2008), se enfrentó en la disyuntiva de participar en la coyuntura electoral que se avecinaba (1994 era año de elecciones presidenciales en México). Por la pluralidad partidista de su filiación, tal coyuntura política se convirtió en la semilla que dividió al movimiento a mediados de 1994. Así, se conformó el Barzón-Confederación que se negaba a que los miembros de la organización participaran en las elecciones y que apoyaran a algún partido político57: esta fracción del movimiento también apoyó las modificaciones al artículo 27 constitucional impulsadas por Salinas en 1992. Por su parte, el Barzón-Unión tuvo una relación muy cercana con el Partido de la Revolución Democrática (prd) y varios de sus miembros y dirigentes participaron como candidatos en las elecciones intermedias de 1997 (Cadena-Roa 2008). Esta parte del movimiento fue muy crítica con las políticas gubernamentales hacia el campo. Si bien el movimiento alcanzó logros importantes en términos de la disminución y renegociación de la deuda, no modificó “sustancialmente las pautas de la política económica” (Rubio 1996: 145) ni las directrices generales para el campo. El proyecto neoliberal continuó su profundización en los siguientes sexenios. Como ya señalamos, este movimiento estuvo conformado por productores medios y ricos, provenientes principalmente de estados del Norte y de la región del Bajío. Por esta razón, probablemente este es uno de los movimientos en los que la uciri o algunos de sus miembros se vieron menos involucrados, debido a que sus socios son pequeños productores a los que el crédito estuvo cerrado durante mucho tiempo (ahora comienzan a ser sujetos de crédito debido a que la organización a la que pertenecen tiene buena solidez, solvencia y estabilidad económica). Con esto, no pretendemos afirmar que no estuvieran endeudados, pero su deuda no era ante la banca privada o las agencias gubernamentales como banrural, sino con los coyotes y agiotistas locales que se cobraban por su cuenta sin la intermediación de alguna autoridad. No obstante, el proceso de organización que vivió la uciri desde su formación y, de nuevo, su vínculo con el movimiento del Comercio Justo, les 57 Aunque su dirigente Maximiano Barbosa fue candidato a diputado por el pri algunos años antes. 233

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permitió salir de deudas desde la década de los ochenta. Así, cuando estalló el movimiento de El Barzón a mediados de los ochenta, este no era un problema acucioso en la organización. Hoy, las fuentes de financiamiento y crédito con que cuentan los socios de la organización y la propia uciri, son diversas58. Uno de los logros de la uciri y que comienza a ser extensivo a otras organizaciones, es el pago por adelantado de la producción cafetalera, en la medida en que se ha demostrado seriedad y seguridad en la entrega del café año con año. También ha tenido mucho éxito en la región la creación de Esperanza Indígena Zapoteca, una caja de ahorro formada inicialmente por la uciri y que ha llevado oportunidades de crédito y otras alternativas financieras a personas que nunca habían tenido acceso a este tipo de servicios. En Oaxaca sí se dieron movilizaciones barzonistas, sobre todo en la región de Tuxtepec, tal como reporta Carton de Grammont (2001: 104 y 105), debido a que en dicha zona “el sector agropecuario estatal tuvo su mayor índice de morosidad, principalmente entre los productores pecuarios con hatos de ganado bovino de doble propósito destinados al mercado interno, y los productores de maíz, arroz, tule y limón”. La lucha de los deudores en Oaxaca estuvo organizada por la Coordinadora Regional para Renegociar la Cartera Vencida que llegó a aglutinar a cerca de 600 productores, principalmente ejidatarios, quienes habían formado parte de la cnc local pero que no encontraron solución a sus problemas en la central oficialista. Sin embargo, en la Región serrana del Istmo, base territorial de la uciri, hasta donde hemos podido inves58 La organización como tal y una buena parte de sus socios, tienen acceso al crédito que ofrecen las instituciones bancarias establecidas en el país. De igual forma, en algún momento han contado con acceso a crédito internacional que ofrecen algunas organizaciones como Triodos Bank, un banco holandés fundado en 1980 que ofrece los servicios habituales de la banca (cuentas de ahorro, bonos y créditos) pero para proyectos de interés social y asociados con el desarrollo sustentable; Oikocredit, otra institución basada en Holanda y creada en 1975, la cual nació para brindar microcréditos a pequeños empresarios a nivel global; y Shared Interest, una cooperativa de préstamos que forma parte de la International Fair Trade Association y que fue creada en el Reino Unido en 1990 para apoyar al Comercio Justo (Arditi y Chávez 2006). 234

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tigar, no encontramos evidencia de movilizaciones ni participación de organizaciones en la lucha de los barzonistas. Organizaciones como la cnoc o la cepco en algunas ocasiones, dieron mensajes de simpatía y apoyo al movimiento de El Barzón, pero nunca se integraron directa u orgánicamente a él. Esto demuestra una separación clasista y programática del movimiento barzonista que nunca logró romper.

3.4 El movimiento indígena Ya sea que sea visto como un movimiento que nace ante la falta de representatividad y legitimidad del sistema político partidista-electoral (Cadena-Roa 2008), por la clausura legal de acceder a la tierra que significó la modificación al artículo 27 constitucional (Rubio 1996) o como un movimiento en contra del neoliberalismo, “por el reconocimiento de los pueblos indios” y por la mejora de sus “condiciones económicas y sociales” (Carton de Grammont 2006: 712, Harvey 2000: 209), lo cierto está en que la irrupción armada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln) el 1 de enero de 1994, sacudió a la sociedad mexicana y echó por tierra el espejismo modernizador que el presidente Salinas construyó durante su sexenio. De acuerdo con Rubio (1996: 147) el ezln, “no constituye, estrictamente hablando, un movimiento campesino”, pues se “trata de un movimiento revolucionario con base campesina e indígena”. En efecto, este movimiento, al aparecer en 1994 como una fuerza armada que le declara la guerra al Estado y al Ejército mexicano, se coloca por fuera de la institucionalidad alcanzando una presencia que ninguna de las organizaciones campesinas, revisadas hasta ahora, alcanzó. Podría ser catalogado, sólo desde esta lógica, como un movimiento incivil (Chávez 2005b). De manera sintética, la autora explica que el ezln es “un proyecto nacionalista democrático, que aspira al cambio de las estructuras de poder en el ámbito nacional como condición para reintegrarse mediante la apropiación de su territorio y el ejercicio de su poder, de sus leyes, de sus tradiciones” (Rubio 1996: 153). La lucha de los neo-zapatistas, se define por tener una base étnica indígena, por la defensa del territorio como su

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principal demanda59, la lucha por la autonomía y “por la integración de los marginados” al proyecto nacional de desarrollo, pero modificándolo, a través de la destrucción del neoliberalismo y el “surgimiento de un proyecto nacional democrático” (Rubio 1996: 152)60. La faceta indígena del movimiento campesino autónomo encabezada por el ezln, desde 1994 colocó en la agenda nacional el tema indígena. Junto con el Congreso Nacional Indígena (cni), el ezln “pretende construir sujetos con identidad cultural, territorio y autonomía política” (Bartra 2002: 90). Para ello, una vez que se decretó la paz en el Estado de Chiapas, el ezln impulsó una serie de acciones e iniciativas en el ámbito de la participación social pacífica apelando constantemente a la Sociedad Civil mexicana e internacional (Harvey 2000: 213). De hecho, una vez que se decretó la tregua (12 de enero de 1994), el status del conflicto es que se está en un periodo de negociación de la paz a través del diálogo, aunque este se encuentra roto. Uno de los logros más importantes del ezln fue forzar al gobierno a firmar los “Acuerdos sobre derechos y cultura indígenas” propuestos por la Comisión de Concordia y Pacificación (cocopa) en febrero de 1996. Sin embargo, pese a que los representantes del Gobierno de Ernesto Zedillo accedieron a dichos acuerdos, en los que se dota de autonomía a las comunidades indígenas del país, se promueve la inclusión de los grupos indígenas en el desarrollo nacional respetando sus usos y costumbres, entre otros puntos, el gobierno federal se negó a presentarlos como propuesta en el Congreso. De ahí, el ezln rompió el diálogo. En 2001, el entonces recién nombrado Presidente de México, Vicente Fox (miembro del Partido Acción Nacional), envió la propuesta cocopa al Congreso; pero allí los legisladores de los partidos más importantes (incluido el prd), le hicieron modificaciones sustanciales que le hicieron perder el sentido original, por ello los zapatistas se han negado a regresar a la mesa de negociaciones (Cadena-Roa 2008). 59 En una acepción amplia que rebasa la idea de la lucha por la tierra y se extiende a aspectos culturales, sociales, económicos, etc., comprendidos en la idea de territorio. 60 Lutz explica en su trabajo, que forma parte de este mismo volumen, con mucho mayor detenimiento el papel que ha jugado el ezln en la política nacional. 236

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Según Harvey (2000: 209), si bien este movimiento retomó una serie de luchas anteriores, también abrió nuevas formas de participación y movilización. Por un lado, reanimó el movimiento de la lucha por la tierra, en el que la creación del Consejo Estatal de Organizaciones Indígenas y Campesinas (ceoic) fue muy importante. Por el otro, animó y estimuló a numerosas organizaciones y movilizaciones indígenas, que si bien nunca habían planteado la distinción étnica como una bandera por sí misma, a partir del surgimiento del ezln, como el caso de la uciri, lo hicieron con orgullo, aunque estuvieran enfocadas en temas agrarios y de producción. Hasta hoy, la lucha del ezln sigue vigente y, aunque los gobiernos panistas (al frente del Gobierno Federal desde el año 2000 hasta el 2012) no pudieron y/o no quisieron resolver el conflicto, la organización zapatista hace mucho tiempo dejó de reconocer en el gobierno a un interlocutor válido y capaz de resolverlo y atender las demandas de la organización. El periodo de “paz armada” continúa y no se observan signos de que la situación cambie en el corto plazo (Cadena-Roa 2008). Si en algún momento en los años noventa el ezln se vio interesado en participar en la vía político-electoral-institucional del sistema político, toda oportunidad se perdió con las que, desde sus punto de vista, han sido groseras traiciones del gobierno y del prd a su causa y a la causa indígena en general. Probablemente el movimiento indígena sea uno en los cuáles se pueden encontrar vínculos más directos con la uciri, aunque en el movimiento de productores, e incluso en el de la lucha por la tierra, sospechamos que éstos son más fuertes de lo descrito en el presente trabajo. En efecto, cuando se desató la rebelión armada en Chiapas, el Ejército Mexicano tomó las instalaciones del Centro de Educación Campesina (cec) de la uciri. Aunque se señala (Bartra 2002: 114), que la vinculación directa de ambos grupos es “calumniosa”, la “relación profunda existe, pues la preocupación de los istmeños es la producción y la equidad pero también las reivindicaciones indígenas”. Desde el análisis de Bartra (2002: 90), en la actualidad hay dos vertientes del movimiento indígena: una que se encargó de colocar (y preservar) los temas de identidad cultural, lucha por el territorio y la autonomía política encabezada por el ezln y el cni y otra que se ha “encargado de la edificación de una economía autogestionaria y justiciera” en la 237

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que los “protagonistas han sido las organizaciones de los campesinos de producción y servicios”, en el que tienen un lugar importante las organizaciones cafetaleras, entre las que destaca la uciri. Para el autor, si bien ambas vertientes del movimiento indígena son convergentes e incluso se traslapan en algunas demandas, “por ámbitos de incumbencia, por génesis histórica y hasta por táctica, se mantienen distantes”. Sin embargo, afirma, “esta lejanía ya no se puede sostener” (Bartra 2002: 90). Si bien desde su formación la uciri ha tenido como una de sus banderas la lucha por erradicar la desigualdad y la inequidad con que la sociedad mexicana trata a los indígenas, desde el surgimiento del ezln, esta bandera se potenció inusitadamente. Al estar conformada al cien por ciento por indígenas, muchas personas, organizaciones y agencias internacionales voltearon a ver a la uciri. Llamó la atención porque además de ser indígena, echó a andar, desde la sociedad civil, por fuera del mercado (o dentro de un mercado alternativo) y sin el apoyo del Estado, un proyecto que le ha permitido a sus agremiados subsistir en un entorno extremadamente difícil. Ha llamado la atención por su enorme capacidad de adaptabilidad en un proceso coevolutivo exitoso. 3.5 El movimiento campesino autónomo mexicano de principios del milenio61 En 2003, cuando se ha instaurado con mayor profundidad el proyecto neoliberal y se ha arrasado el campo mexicano, surgió de nuevo el movimiento campesino autónomo, que no lo había hecho desde la aparición de El Barzón en 1993 y el ezln en 1994 (Rubio 2007: 15 y Sámano 2004: 65). Bajo la elocuente expresión de “¡El campo no aguanta más!” (El Campo No Aguanta Más), doce organizaciones autónomas y de las llamadas “oficialistas”, se aglutinaron para denunciar la insostenible situación del campo mexicano. Este movimiento pretende atacar “el dominio que imponen las transnacionales a través de la apertura comercial, por lo que forma parte de los nuevos movimientos que enfrentan el neoliberalismo y la globalización” (Rubio 2007: 15). Este movimiento 61 Una explicación mucho más detallada sobre los movimientos campesinos mexicanos en el nuevo milenio, se puede encontrar en el trabajo de Oregón, incluido en este libro. 238

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inició con una serie de movilizaciones amplias en la Ciudad de México a principios de 2003 que generaron una importante expectación social. El planteamiento principal del movimiento era “una reforma estructural para el campo, centrada en la suspensión definitiva de las importaciones de bienes básicos y en un proyecto integral de desarrollo” (Rubio 2007: 17), debido a que los efectos del neoliberalismo se resienten con toda crudeza en el sector campesino, al no poder competir con los productos provenientes de otros países (Sámano 2004: 65). Dice Bartra (2003: 185): “Fue la airada protesta del mundo rural, primer damnificado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan) y víctima propiciatoria de nuestro presunto ingreso al primer mundo”. Las demandas puntuales del movimiento eran (Rubio 2007: 17): 1. Moratoria al apartado agropecuario del tlcan 2. Un programa emergente 2003 y otro de largo plazo para el 2020 3. Una verdadera reforma financiera rural 4. Asignación presupuestal de 1.5 por ciento del pib para el desarrollo social y ambiental del sector rural en 2003 5. Inocuidad y calidad agroalimentaria para los consumidores mexicanos 6. Reconocimiento a los derechos y la cultura de los pueblos indios Después de una serie de movilizaciones en la Ciudad de México y en otros puntos del país, como en la frontera con los Estados Unidos el movimiento obligó al Poder Ejecutivo a ser escuchado. El gobierno de Vicente Fox (2000-2006) que arribó al poder con un gran capital político al “haber sacado de Los Pinos” al pri, enfrentó al movimiento con la estrategia de tres pasos que ya había puesto en marcha con el ezln (Rubio 2006: 40): 1. Ignorar al movimiento 2. Aceptar sus demandas de manera pública 3. Sumergir al movimiento en la “maraña” burocrática hasta maniatarlo en discusiones técnicas y de recursos En efecto, las movilizaciones (muestra de un importante poder disruptivo de la heterodoxa alianza) derivó en la firma del Acuerdo Nacional para el Campo. Sin embargo el acuerdo, aunque el movimiento dejó fuera de él una parte de las demandas estructurales que lo originaron, no fue cumplido por el gobierno. Ante el incumplimiento del acuerdo, el movimiento se fracturó en 2004, dejando un sabor de boca amargo, 239

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debido a las altas expectativas con que arrancó tan solo un año y medio antes (Sámano 2004). Dentro del movimiento de El Campo No Aguanta Más, la uciri tuvo un papel relevante ya que participó en las negociaciones del programa emergente para cafeticultores que formó parte del Acuerdo Nacional para el Campo. A través de la cnoc y la cepco, estuvo presente en todas las movilizaciones y en las negociaciones con el gobierno. Cabe mencionar que este es el primer movimiento en el que se manejan demandas estructurales sobre el campo en el que la uciri participa cabalmente. Si bien en otros momentos, como ya hemos analizado, se da la participación en el nivel individual por parte de los socios, en este movimiento deciden actuar de manera orgánica. Esto demuestra que la organización ha avanzado en un proceso de politización (a su vez reflejo de un proceso de coevolución) que la ha puesto paulatinamente en un cada vez más importante lugar en el movimiento autónomo campesino. Las posturas y opiniones de la organización son cada vez más tomadas en cuenta. Sin embargo, aunado a su participación en este movimiento, la organización continúa con el desarrollo de diferentes proyectos productivos en las zonas donde tiene presencia. Continúa trabajando activamente en el desarrollo del Comercio Justo a nivel local y global, contribuyendo efectivamente a mejorar las condiciones de vida de sus agremiados y sus familias.

4. Conclusiones En el presente trabajo hemos hecho una breve revisión de las distintas fases del movimiento autónomo campesino en México en los últimos cuarenta años. Primero, los sectores más pobres y excluidos del movimiento (en lo amplio), lucharon por tener acceso a la tierra en una serie de movilizaciones que recorrieron casi toda la década de los setenta. Dichas movilizaciones fueron las más radicales que se observaron en todo el periodo contemplado en el presente trabajo, con excepción de los doce días de guerra que el ezln mantuvo en contra del Ejército Mexicano. Cuando disminuyó de manera significativa el movimiento por la tierra, poco tiempo después se intensificó el movimiento de los productores 240

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por mejorar los precios de sus productos. Las estrategias, mucho más institucionales o institucionalizadas, le permitieron algunos avances, pero significaron contradicciones tan agudas que terminaron por sepultarlo. En este movimiento los pequeños productores fueron los protagonistas. Posteriormente, vino el movimiento de los medios y grandes productores, quienes también se vieron afectados por las políticas de ajuste estructural encaminadas por los gobierno del pri. El nacimiento y expansión de El Barzón es una muestra clara de que prácticamente ningún grupo se salvaría de tales medidas. En plena efervescencia de dicho movimiento, surgió un movimiento no clasista sino categorial (el del ezln) que llamó poderosamente la atención a nivel nacional e internacional y que, en buena medida, le restó impacto. Diez años pasaron desde los atribulados momentos en que surgieron los movimientos del ezln y El Barzón para que el campo mexicano dijera de nuevo: “¡Aquí estamos!”. Y lo hizo a través de El Campo No Aguanta Más. Un movimiento que rápidamente se dividió (y se diluyó), pero que sirvió como recordatorio de que el tema campesino sigue siendo un problema y más que un problema una deuda histórica del Estado y la sociedad mexicana. Todavía, después de las diversas expresiones aquí comentadas, en los últimos años, se vivió la campaña “Sin maíz no hay país” que de nueva cuenta llevó el tema campesino a la agenda nacional. Por principio de cuentas, planteamos que este movimiento tiene distintas expresiones y frentes de lucha, al observar su desarrollo se aprecia que es un movimiento muy diverso y amplio. No es un movimiento monolítico que tiene una sola cara y una sola expresión. Es un movimiento en el sentido amplio del término, en tanto genera demandas, emplea distintas alternativas de movilización, plantea rechazo o aceptación del cambio social e involucra a distintos sectores de la sociedad en el debate de sus temas prioritarios. Las expresiones del movimiento campesino autónomo que hasta ahora hemos revisado, respondieron de una u otra manera a la paulatina agudización y profundización de las reformas neoliberales en el campo, impulsadas desde la parte final del sexenio de López Portillo y que afectaron a diferentes sectores que se movilizaron de manera separada (pero no desvinculada) cuando vieron afectadas sus condiciones de vida. En este sentido se observa un proceso coevolutivo interesante. El movimiento ha aprendido que la modificación estructural del proyecto 241

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económico y rural del país no se realizará de manera automática y después de una movilización coyuntural explosiva. Por lo pronto, parece que la pretensión es dejar constancia de un movimiento que no se muere, que sobrevive a pesar de cualquier embate de las fuerzas políticas gobernantes. También se observa, con mayor claridad, en este periodo, que la relación con el movimiento corporativo y clientelista siempre es y será benéfica en cuanto al ensanchamiento de la participación, pero nociva en cuanto al cumplimiento de demandas que planteen el cambio estructural. Por la parte de la uciri, podemos concluir que su participación en el movimiento ha sido paulatinamente más importante, desde que se formó en 1983. En este periodo se ha politizado y se ha involucrado con el movimiento campesino autónomo de manera creciente. Si bien supo distinguir las demandas de corto plazo (de supervivencia), que resolvió a través de la creación y participación en el movimiento del Comercio Justo, también se dio cuenta que en el largo plazo lo que se requiere es un proyecto de desarrollo para el campo de corte nacional orientado, primero, a fortalecer el mercado y la producción interna. Este manejo de la agenda, en términos de demandas y plazos, parece conveniente en tanto que les permitió resolver crisis agudas inmediatas por las fuertes caídas de los precios internacionales del café y, por el otro lado, proponer una visión de país que se comparte con otras organizaciones. Muy probablemente, esta mezcla de creatividad y visión les ha permitido adaptarse a un entorno muy desfavorable y hasta hostil con las organizaciones de productores. Por ello creemos que es un ejemplo de adaptabilidad.

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