Co/lección de pintura

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Descripción

Co/lección de pintura

Prácticas pictóricas desde la Escuela de Arte UC 30 jul _ 27 sep 2015 Ala sur, primer piso Curador José de Nordenflycht1 Creadores Carlos Ampuero • Gonzalo Cienfuegos • Ricardo Fuentealba–Fabio Voluspa Jarpa • Gastón Laval • Hernán Miranda • Francisco Schwember Alejandra Wolff • Iván Zambrano

El conjunto de obras que reúne esta co/lección es el índice de una acción colectiva en el tiempo en torno a la práctica de la enseñanza de la pintura desde la Escuela de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Desde esa convocatoria, tenemos a la vista un conjunto de trabajos específicos que se reconocen desde la necesidad de montar una exposición que pretende exponer algunas ideas sobre cómo se enseña la pintura y cómo se podría aprender el arte. Esto último es un punto de partida para explicarse el extrañamiento de la mirada de un espectador, el que la mayor parte de las veces se instala desde una zona de comodidad que lo tiene acostumbrado a que otros resuelvan sus expectativas a través de una imagen perpendicular a la pared. Lo que muestran estos trabajos por separado no podría explicarnos lo que en su conjunto representan. Y esto no es poco, pues sabemos que las disciplinas artísticas entran en conflicto desde su institucionalización, de ahí que para unos estar al lado de los otros se invoque la necesidad del mito, como han observado varios, y de ese modo tener un punto de fuga en común que les dé sentido al origen.2 Por lo que si coleccionar es la acción inicial que supone el reconocimiento de un conjunto asociado a los imaginarios posibles de quien reconoce las relaciones entre las partes, no será éste el momento de entrar en los detalles de cada uno de los trabajos, sino más bien instalar algunas de las reflexiones que surgen desde esas relaciones.

1. Doctor en Historia del Arte, Profesor Asociado Facultad de Arte Universidad de Playa Ancha. 2. GONZÁLEZ, Francisco “El mito en pintura (acto fundacional)” en Revista de Arte UC, año 5, nº 8, otoño 1992.

Las exposiciones que incluyen las obras de varios artistas suelen denominarse “colectivas”. Eso viene de colección. En ningún caso de colaboración. Y no es porque los artistas no colaboren entre ellos, sino que más bien porque hacer reductible el espaciamiento de una obra con otra es siempre una violencia de la cual dista la colaboración y la cooperación. De ahí la importancia del coleccionista. Ese “otro” que no siendo el autor de cada una de las obras, puede tener la pretensión de llegar a serlo desde la mirada de su conjunto. De ahí que el “coleccionista-autor”, sea parecido a eso que hoy día ronda en el sentido común de la palabra curador. Como si la disociación propia de los roles y actores del sistema de arte moderno se encuentren hoy día difusamente contaminadas en una sola y gran comedia del arte. Al final las exposiciones colectivas no son más que el exponer los nombres que se hacen responsables de autorías de obras específicas. Donde ni la muerte del arte, ni la muerte de la pintura, ni la muerte del autor –anunciados por varios- puede olvidar la muerte del que profesa cuando su trabajo deviene en enseñanza, más allá de su función como curador. Para aprender hay que creer, en este caso creer en la pintura, y para enseñar hay que profesar la pintura, en esta caso ser profesor de pintura. Profesar y creer podrían tener aquí un curioso sentido que va más allá de una cierta literalidad con que se pudiera entender en este contexto institucional, lo que amén de ser una coincidencia nominal no impacta en absoluto sobre lo que funcionalmente podrían entenderse el sentido de esas palabras en la forma y el contenido de estos trabajos, más allá del proceso de enseñanza. Profesar y creer en la pintura es parte de un fundamento metodológico, donde el problema inicial es reconocer que antes de la enseñanza no hay pintura como arte. Por lo que la comprobación de que se aprendió es la única mirada posible sobre lo que inaugura la pintura que viene. Así la simple contemplación pasiva no sirve, y

se debe entender que enseñar es mostrar y aprender es relevar al arte en tanto sistema de conocimiento que permite expandir la conciencia de los que se asoman a esta práctica por primera vez, de ahí que la teoría sea siempre una acción que se disuelve en la práctica de pintar. Un modelo de trabajo es un modelo de enseñanza, aquí la práctica de la pintura es la que articula una convicción sobre la convergencia en torno al proyecto de una Escuela de Arte. Una de la cual lentamente el mito va dejando paso a la historia, de mano del empeño de sus sostenedores así como de su asistencia técnica en la ruta de abundar el relato que se merece.3 Y será en base a la estructura del curriculum de su proceso regular de enseñanza donde se aloje una hoja de ruta que, más allá de los modos y sus tránsitos, coloca a los sujetos cooperando para que en medio de sus afanes la pintura tenga lugar, más allá de la evidencia de ésta como mancha, borde y superficie. Esta exposición asume los tránsitos de ese diagrama curricular para confrontarlo con la práctica y sus efectos concretos. Por lo que los géneros, tipologías y taxonomías suspenden sus nominaciones canónicas, para dar paso a la pregunta de cuando estos objetos singulares funcionan como pintura. En el posible reconocimiento de ellos es donde se les refiere a su propia historia institucional a través de la necesaria construcción de un relato historiográfico. Así como también referirlos a las posibilidades que ellos mismos inauguran en tanto testimonios de la nostalgia por un futuro en donde se devela el profesar que hay detrás. Decir los objetos, decir los cuerpos, decir lo que los contiene y contextualiza es lo que podría hacer una pintura. De ahí que transmitir al otro sería una posibilidad incierta. Ahí están las pinturas que a través de la historia imponen su propia subjetividad sobre los otros. Persuasivas, seductoras y retóricas parece que nos reclaman desde el “qué quiso decir” al “qué quiere hacernos”, insistiendo con “lo que yo he pintado es lo que tú debes mirar” o “lo que yo he mirado es lo que tú debes pintar”. De ese modo se ha resuelto históricamente el paradigma académico en una forma de enseñar que tiene sus mejores resultados en la imagen y semejanza de unos sobre otros. En algún momento eso se consideró “hacer escuela”, dando como resultado imágenes reconocibles que se aglutinan en torno a secuencias declinatorias. Producto de lo cual el

3. NORDENFLYCHT, José de “Del Mito a la Historia: prácticas, enseñanza y políticas de la pintura.” en AA. VV. Pintura Chilena Contemporánea. Práctica y desplazamientos disciplinares desde la Escuela de Arte UC, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2015.

malestar, la incomodidad, o la insatisfacción pareciera que están en la base de los argumentos de quienes creen que más que enseñar a pintar, se aprende a pintar. Coleccionarlos a todos con la mirada será tarea para la casa, aprender a enseñar es la lección permanente. Summary The group of pieces in this co/lection is the index of a collective action in time regarding the practice of teaching painting at the School of Arts of the Pontificia Universidad Católica de Chile. From that point of view, we are looking at a specific set of work which is recognized from the need to develop an exhibition that exposes some of the ideas of how painting is taught and how art can be learnt. The latter is a starting point in explaining the estrangement in the eyes of a spectator. What these pieces separately show could not explain what they collectively represent. Because if collecting is the initial action that implies the recognition of a set associated to the possible imaginaries of those who recognize the relationship between the parts, this will not be the moment to get into the specific details that each piece suggests, but rather install some of the reflections that arise from these relations.

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