Clima, guardianía de la Tierra y equidad intergeneracional: nuestras memorias del futuro

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Descripción

Hacia otro desarrollo

Perú Hoy Hacia otro desarrollo Germán Alarco T. Hilario Aquino Q. Atilio Arata P. Eduardo Ballón E. Eduardo Cáceres V. Álvaro Campana O. Alejandro Diez H. Fernando Eguren L. Omar Farfán L. Luis García-Calderón S. Ramiro García Q. Marisa Glave R. Carlos Loret de Mola

Jimena Lugon S. Rebeca Marces Aquilino Mejía M. Iván Mendoza V. Jaime Miyashiro T. César Olivares C. Erick Pajares G. Delmy Poma B. Dora Rubio B. Patt Santa Cruz Arnaldo Serna P. Katherine Tamariz C. Daniel Torres Z.

Compilador: Iván Mendoza V.

desco Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo - 2015

Código 14215 IVÁN MENDOZA V.; compilador Perú Hoy, Hacia otro desarrollo, Lima: desco, 2015. 454 p. Estado / Desarrollo / Desarrollo urbano / Desarrollo rural / Mercado /Camélidos / Organizaciones No Gubernamentales / Gobernabilidad /Geopolítica nacional / Ordenamiento territorial / Economía / Cambio climático / Trabajo infantil / Identidad / Salud / Agua / Agricultura familiar / Perú

Tirada: 1000 ejemplares. Primera edición. Corrección de estilo: León Portocarrero Iglesias Coordinación: Mónica Pradel S. Carátula y diagramación: Juan Carlos García M.  (511) 226-1568 Foto de carátula: Fotos interiores: Andina (Óscar Farje) / Mario Zolezzi ISBN: 978-612-4043-76-5 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2015-17863 Impresión: Roble Rojo Grupo de Negocios S. A. C. Américo Vespucio 110, Urb. Covima, La Molina © desco Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo León de la Fuente 110. Lima 17 - Perú  (511) 613-8300 www.desco.org.pe Diciembre de 2015

Clima, guardianía de la Tierra y equidad intergeneracional: nuestras memorias del futuro* Erick Pajares G. / Carlos Loret de Mola**

«El pasado nos ha revelado la estructura del futuro» Pierre Teilhard de Chardin

1. La crisis de la Tierra: recordar y conspirar1 en tiempo circular Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira. * El presente ensayo es el resultado de un pre-sentimiento compartido por los autores, que se inspira en el proceso de incidencia emprendido por Biosfera Investigación de Futuros, terre des hommes - tdh Alemania (Oficina Regional para Latinoamérica –ORLA–), la Comisión Tercera de Seguridad Regional y Desarrollo Sostenible del Parlamento Andino, y desco - Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, que tiene como fin altruista abrir esferas de conciencia sobre el deber de responsabilidad de las generaciones presentes con las generaciones venideras, en el contexto de la crisis ecológica de la Tierra. El objetivo tangible es propiciar la creación de un mecanismo defensorial para las futuras generaciones (ombudsman, relator o alto comisionado), a nivel internacional. ** Para el desarrollo del texto se ha contado con la información y pareceres facilitados por Javier Conde Langa, coordinador de la ORLA de terre des hommes - tdh Alemania, con las opiniones de la Lic. Milagro Brondi Zavala, coordinadora programática de la ORLA tdh Alemania, así como con las sugerencias del Lic. Darío Espinoza Massit, presidente del Centro de Investigación y Promoción Andino Amazónico (SAMI), de Cusco, y el resguardo que nos envía nuestro maestro Juan Huamán Quispe desde las alturas que gobierna el Apu Alanqoma (Ayllu quechua de Wiyoq, Ollantaytambo, Cusco). 1

Usamos los verbos «recordar» y «conspirar» en sus acepciones más profundas. Recordar deriva de re-cordis, que significa «volver a pasar por el corazón», mientras que conspirar implica «respirar juntos un mismo ideal».

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Esta percepción circular, intuición misteriosa de los fenómenos cíclicos de la vida –que el geólogo Jean Marc de Civrieux desvelara en su obra Watunna. Mitología Makiritare2– expone la latitud del pensamiento y el universo simbólico indígenas: no hay final, todo es un volver a empezar. Y es que la mitografía amerindia deviene en síntesis de visiones profundas que son comunes a las más importantes culturas ancestrales que emergieron en estas tierras milenarias que, desde finales del siglo XV, fueron renombradas como el Nuevo Mundo, América o también el Mundo al revés. El mito ancestral, ese relato mágico y poético, si se quiere, es la expresión compleja de conocimientos abstrusos, un enlace que religa la dimensión cósmica con la escala terrenal; que asocia la formación de soles, planetas y estrellas con la creación de la Tierra y la emergencia de la humanidad; que establece formas de comportamiento sin dejar de reconocer el poder del azar sobre la conducta, a la vez que une las experiencias vivenciales con aquellas otras comprehensiones que se internan en las dimensiones más hondas del espíritu y la conciencia humana. El tiempo, y la vida misma –desde aquellas percepciones ancestrales–, constituyen acontecimientos circulares, no son de modo algunos hechos lineales. Hablamos entonces del «eterno retorno»3, en palabras de Jorge Luis Borges. 2

De Civrieux, Jean-Marc. Watunna. Mitología Makiritare. Caracas: Monte-Avila Editores, 1970. Para revisar la segunda edición, en inglés, véase: De Civrieux, JeanMarc. Watunna: An Orinoco creation cycle. Austin: University of Texas Press, 1997. 3 El eterno retorno es un tema mítico que vuelve constantemente al pensamiento del hombre, a pesar de que San Agustín en el siglo V d. C. pretendería proscribirlo de la cosmovisión occidental a través de su obra La ciudad de Dios. Esta doctrina es una forma de concebir el tiempo, el cual se describe mediante la forma de un círculo, es decir, continuamente pasaría por los mismos puntos. Tal como lo ha señalado Mircea Eliade, el eterno retorno es una concepción muy antigua que proviene de tradiciones orientales y que también se desarrolló en la Grecia clásica, en la escuela pitagórica. Sin embargo, tal creencia fue desplazada por la concepción temporal lineal que rige actualmente nuestro imaginario. Véase: Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno. Madrid: Alianza Editorial, 1972.

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Al respecto, el escritor argentino nos dice: El número de los átomos que componen el mundo es, aunque desmesurado, finito, y sólo capaz como tal de un número finito (aunque desmesurado también) de permutaciones. En un tiempo infinito, el número de las permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el Universo tiene que repetirse4.

La física también se ha aproximado a esta concepción temporal desde una perspectiva físico-filosófica. Abel Rey, en El mito del eterno retorno y la filosofía de la física5, sugiere que: El Universo es una máquina ciega, de tal modo construida, que puede repasar una infinidad de veces por los mismos estados. La evolución es cíclica y la orientación de esta evolución en un momento dado, o durante un periodo dado, debe poder repetirse igualmente de manera indefinida. Dicho de otro modo: la máquina-Universo es susceptible de restaurar su estado inicial. Mejor dicho, no hay estado inicial, salvo aquel que tomamos arbitrariamente por origen, sobre la evolución de un ciclo. Hay ciclo y eterno retorno.

Rey luego enfatiza: La idea del eterno retorno no es, en definitiva, más que la afirmación de que toda evolución es relativa. Considerada en un tiempo suficientemente largo, se efectúa como si pudiese siempre recomenzarse: serpiente que se muerde la cola. Si nada se pierde y nada se crea no hay una evolución, hay una serie de revoluciones (en el sentido astrológico de la palabra), revoluciones que vuelven aproximadamente por los mismos puntos6.

4

Borges, Jorge Luis. Obras Completas (vol. II). Barcelona: Emecé Editores, 1989.

5

Rey, Abel. El mito del eterno retorno y la filosofía de la física. Madrid: M. Aguilar Editor, 1927. 6 Rey, Abel. El mito del eterno retorno y la filosofía de la física. Madrid: M. Aguilar Editor, 1927.

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En complemento a lo expuesto por Rey, cabe realizar aquí una digresión precisamente sobre lo que iconiza la «serpiente de dos cabezas», nombrada por culturas pretéritas como ouroborus (Mesopotamia), anfisbena (Egipto) o yawirka (Andes)7. Un significado fundamental, entre los varios que expresa, es el del tiempo que se reproduce perpetuamente8, el espíritu y la materia, el devenir entre materialidad pura y espiritualidad pura9. Y es que a lo largo de la historia de la humanidad, diferentes civilizaciones han creado y recreado sus propias concepciones del tiempo, por lo que la noción de tiempo lineal, propuesto por el Occidente actual, dista mucho de ser la única.

7 La yawirka es un símbolo recurrente en los petroglifos o pictogramas de los Andes sudamericanos. La serpiente de dos cabezas representa la vida después de la muerte, o bien, el eterno devenir, «la vida que invade todo». 8 A la serpiente, animal eterno a causa de su facultad de mudar la propia piel en primavera, se le comparaba con la vegetación que muere y vuelve a brotar, tanto más cuando se creía que se alimentaba de tierra. Por otra parte tiene, sobre todo en forma de lagarto, la facultad de encontrar su cola perdida. Por ello se creía que, replegándose sobre sí misma, y mordiendo su propia cola, recuperaba las fuerzas que le aseguraban la vida. En su cola habría un principio vital que, absorbido de esta suerte, le permitiría rehacerse de nuevo. Véase: Beigbeder, Olivier. Léxico de los símbolos. Madrid: Encuentro, 1989. 9 Véase: Pajares G., Erick. «Así en la Tierra, como en el Cielo. Sabidurías ancestrales para recrear los paisajes bioculturales y armonizar con el cambio climático en las montañas andinas». En: Manuel Guzmán Hennessey, comp. Cambio climático, cambio civilizatorio. Bogotá: Universidad del Rosario, 2012.

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Imagen n° 1 Serpiente de dos cabezas

Evoca el tiempo que se reproduce perpetuamente.Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá. Septiembre, 2015. © Erick Pajares G.

El tiempo circular en las cosmovisiones ancestrales Hablar de la circularidad del tiempo es referirse a la primera noción que sobre él emergió en la historia de la humanidad. El ser humano, obediente a las leyes naturales, intuyó el tiempo en función de su entorno: las estaciones del año, los eventos climáticos (como grandes sequías y lluvias) o los sucesos estelares. Fueron especialmente las culturas orientales y americanas –y en general las culturas panteístas– las que desarrollaron la filosofía del tiempo cíclico, que en los pueblos nómadas y primeras civilizaciones resulta de la intensa interacción entre Naturaleza, Humanidad y Cosmos, al punto de proponer la idea de totalidad. En opinión de Guy Debord, el tiempo cíclico gobierna las vivencias de las sociedades nómadas, en tanto se enfrentan periódicamente con las mismas condiciones, en cada etapa de su periplo10. A la base de esta concepción del tiempo se ubica la idea del eterno retorno, a partir de la cual hasta el espíritu mismo 10  

Debord, Guy. La sociètè du spectacle. París: Editorial Buchet-Chastel, 1967.

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debe recomenzar. En la primera circularidad se aprecia, entonces, un tiempo mítico que prescinde de la temporalidad como valor. Esta fue, sin lugar a dudas, una característica permanente en las civilizaciones antiguas, y que a pesar de la aparición posterior de un factor rupturista como la agricultura, se mantiene hasta el presente en las sociedades agrarias –fuertemente condicionadas por los ritmos de la Naturaleza y la variabilidad climática– que perciben el tiempo como algo tangible, material y real. Imagen n° 2 Circularidad y tetraléctica en la sabiduría amerindia

Evoca la ciclicidad de la vida y el espacio-tiempo cuatridimensional Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá. Septiembre, 2015. © Erick Pajares G.

En efecto, en la concepción cíclica el tiempo no existe como abstracción. El tiempo es algo concreto, subjetivo, sensible, cargado además de valor afectivo. El tiempo se extiende al futuro inmediato, al pasado reciente y al presente actual.

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2. Pensamiento lineal y crisis climática: el tiempo es cíclico El pensamiento cíclico (tiempo cíclico o circular) tiene como fundamento la noción de que «todo se desarrolla por sí mismo». Su fin superior no es lograr sus propios objetivos, sino restablecer una vida en balance, en equilibrio, mediante la reintegración a la Naturaleza y sus leyes, en un alto grado. En el pensamiento circular, la intuición –es decir la percepción de conexiones– posee un mayor valor que el conocimiento exacto (pensamiento lineal). Todo lo material es solo una personificación temporal del espíritu o hálito creador del Cosmos. Esa es una perspectiva que actualmente es también representada en Occidente por físicos, químicos y biólogos de vanguardia, quienes denominan «energía» a esa fuerza invisible11. Ahora bien, la analogía entre los procesos de crecimiento social y biológico nos lleva a ensayar una nueva mirada acerca del pensamiento y conducta actuales: ¿analizamos y actuamos correctamente los seres humanos?, ¿podríamos conducirnos de manera distinta si consideramos las tendencias del cambio global? Las tensiones en los seres humanos, entre humanos, y entre humanos y el ambiente, crecen exponencialmente, ¿son acaso estas tensiones y conflictos crecientes imputables a un modo de pensar y actuar, errados en su origen? Las evidencias de la crisis de la Tierra nos llevan a una respuesta afirmativa. Es pues observable que el pensamiento lógico-lineal está en crisis, en tanto nos rigidiza cada vez más, condicionándonos a pensar de forma forzada, si acaso, contranatura. Y es que la Naturaleza es orgánica, expansiva, interconectada, sistémica, 11 Por ejemplo, la historiadora María Rostworowsky refiere que los grandes centros religiosos poseen kamaqen, la energía vital de su mundo. Para profundizar al respecto, véase: García Hurtado, Federico y Roca Palacio, Pilar. Pachakuteq. Una aproximación a la cosmovisión andina. Lima: Juan Gutemberg Editores, 2004.

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múltiple, dinámica y está en constante movimiento y adaptación. Por lo tanto, nos ubica frente al desafío de construir otras políticas de conocimiento que no solamente propicien nuevas formas de pensar, sino que también desvelen los saberes antiguos, disruptivos, desbordantes, resilientes, retroprogresivos frente al grave deterioro de la biosfera del planeta, y que se almacenan en nuestra ancestralidad contemporanea Así las cosas, si nos enclaustramos en los límites del tiempo lineal –del pensamiento lineal– el colapso civilizatorio se asoma como nuestro futuro inevitable. En el estudio Planetary Boundaries: Exploring the safe operating space for humanity (Los Límites planetarios: Explorando el espacio seguro de operación para la humanidad), de Johan Rockström et al.12, exponen la magnitud de la presión antropogénica sobre el sistema de autoorganización de la Tierra, enfatizando que la actividad humana ha alcanzado una escala a partir de la cual el cambio ambiental global abrupto ya no puede ser descartado. Donde las posibles consecuencias de transgredir uno o varios de los límites planetarios califican desde deletéreo hasta catastrófico, considerando el grave riesgo de la translimitación de umbrales que puedan desencadenar cambios ambientales no lineales y repentinos. Según este estudio, la humanidad ya ha transgredido tres límites planetarios: 1. El ciclo global del nitrógeno, 2. La pérdida de especies (biodiversidad) que nos está llevando a un colapso funcional y 3. La acidificación de los océanos. No cabe duda, además, que la crisis ambiental global está entrelazada con las crisis económicas y sociales. La búsqueda desenfrenada del desarrollo nos enfrenta ahora con el crecimiento exponencial de la población humana; la violencia estructural

12

Rockström, Johan et al. «Planetary Boundaries: Exploring the safe operating space for humanity». Ecology and Society, vol. 14, n.° 2. Nueva Escocia: Acadia University, 2009, pp. 32. Disponible en: goo.gl/9RK47h

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asociada al acceso inequitativo en la toma de decisiones, la educación, la salud y la justicia; la homogenización cultural y erosión de la diversidad cultural; la economía del desperdicio y de la destrucción; la crisis financiera; entre las más resaltantes. La acumulación de los daños que estamos generando a nivel planetario se manifiesta en el cambio climático. La perspectiva es apocalíptica: si mantenemos las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) como hasta ahora, existe la posibilidad de un aumento de la temperatura media de la Tierra de 4 °C hacia el año 206013. Sin embargo, el pensamiento prospectivo, llevado a la acción, nos propone la posibilidad de adoptar las decisiones necesarias en el presente para modificar el futuro, como reto individual y sobre todo como trayecto colectivo. A nivel de la política, la economía o en cualquiera de las ciencias actuales, el ser humano debe tomar conciencia de que puede empezar a producir los cambios futuros desde el tiempo actual. Producir las transformaciones –sobre todo en una etapa de cambio de época como el que atraviesa la Humanidad– puede parecer un reto descomunal, tanto como proyectar los futuros deseables o alternativos (futurables) en las próximas dos o tres décadas.

3. Tiempo lineal, políticas de desarrollo y crisis planetaria La noción de tiempo lineal ha sido un factor relevante para las políticas desarrollistas y su concepción industrializadora, a nivel global. Así, el crecimiento económico, desde las perspectivas del

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Potsdam Institute for Climate Impact Research and Climate Analytics (PIK). Turn Down the Heat: Why a 4°C Warmer World Must be Avoided. Washington D.C.: World Bank, 2012.

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capitalismo, tendría un desarrollo lineal con distintos estadios de superación, en el afán por conquistar el tan ansiado desarrollo14. De la misma forma, el «progreso del saber» se da paulatinamente tras el cambio de paradigma que viró hacia la modernidad, para lo cual la idea cartesiana del método resultó central en la creación de las bases del «pensamiento racional»; con él se dividió la historia del mundo en modernidad y premodernidad. Las ciencias sociales y naturales cayeron también en este influjo: la historia y el darwinismo elaboraron sus marcos teóricos pensando en la evolución como matriz, expandiendo aquel saber colonizador mediante las conquistas territoriales de Occidente. El método científico fue absorbiendo una serie de disciplinas, bajo un estudio predeterminado en el cual la linealidad (y el progreso) era un ingrediente común. Esa misma noción de linealidad influyó también en el marxismo, fuente inspiradora del comunismo. El desarrollo industrial llegaría a los bordes de su optimismo hacia finales del siglo XIX, cuando los teóricos positivistas empezaron a proyectar invenciones capaces de lograr, supuestamente, el dominio del ser humano sobre la Naturaleza. El reloj mecánico ayudó a determinar el tiempo de producción en el sistema capitalista emergente. Las máquinas definieron el tiempo productivo, que adquiría cada vez mayor rapidez frente al tiempo de la vida (Naturaleza), a diferencia del viejo sistema artesanal en el que el hombre controlaba totalmente las horas asignadas al trabajo. Augusto Comte ilustrará con precisión el «espíritu» de la época, entendido como la valoración del positivismo, en tanto etapa del triunfo final del hombre sobre sí mismo (la historia proyectada infinitamente)15. 14

Véase: Pajares G., Erick. «Crisis climática ¿o crisis del desarrollo?: Enunciados disruptivos desde los Andes Sudamericanos». Boletín de la Asociación Latinoamericana de Organizaciones para el Desarrollo (ALOP), n.° 36. México D.F.: ALOP, 2015. Disponible en: goo.gl/dl9lmu 15

Stuart Mill, John. Augusto Comte y el positivismo. Buenos Aires: Aguilar, 1972. 

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De esa forma irrumpe un nuevo acto de liberación (siempre lineal) que sería la liberación del género humano. Las revoluciones obreras y el surgimiento de las clases medias en el siglo XX lograron desviar el interés por el progreso hacia el entusiasmo por la acumulación capitalista, en un contexto de transformaciones sociopolíticas. Las bases sobre las que en ese momento se estructuró el proyecto industrial sostienen las actuales formas del capitalismo y el mercado, a pesar de la crisis que los atraviesa a través de todas sus instituciones sociales.

La urgencia de un cambio en la concepción del tiempo Uno de los rasgos que caracteriza la coyuntura actual es el predominio del presentismo, esa desesperante premura por alcanzarlo todo y de inmediato, por apresurar los procesos naturales de maduración, por acelerar el devenir de los acontecimientos, por vivir el presente a la mayor velocidad posible, sin ponderar las consecuencias de nuestras acciones en el futuro. Hoy por hoy, en la realidad de la vida humana, tomamos más conciencia del presente que vivimos, dejando el pasado gradualmente en el olvido y evadiendo internarnos en la incertidumbre e indeterminación del futuro. Y es que el orden global dominante, que encadena el concepto de desarrollo a la aspiración por formar parte de la «sociedad de mercado», se ha configurado para que le tengamos miedo al futuro. Y para superar aquel temor al futuro, necesitamos perpetrar un cambio en la idea de tiempo con la que hemos vivido hasta ahora. Luego, la clave de las transformaciones venideras estará determinada por el tipo de decisiones y la oportunidad con las que asumimos el presente. Podemos reprogramar el futuro desde ahora, desde el presente, a condición de que analicemos críticamente los contextos que configuran las crisis y elijamos hoy aquellos cursos de acción que nos permitan arribar a nuestra comunidad de destino, hacia

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nuestro futuro común. La inercia de la costumbre, de las miradas corticales y de los hábitos instalados, atentan con frecuencia contra una visión prospectiva, responsablemente disidente. La historia, en este sentido, no es un lastre de hechos pasados sin remedio, sino que es una fuente de experiencias, lecciones y aprendizajes que pueden iluminar la toma de decisiones en el presente. Además, el futuro, de signo positivo o negativo, se produce tanto porque en el presente acontecen hechos azarosos e imprevisibles que se proyectan hacia el porvenir, como por el efecto amplificado y complejo de las medidas adoptadas en el pasado o en el presente.

4. Porque el tiempo gira y el futuro es elíptico, y múltiple Las concepciones lineales del tiempo, fuertemente arraigadas en el mundo occidental y de raíces judeo-cristianas, presumen el tiempo como una línea única «pasado-presente-futuro», de manera que el pasado ya ocurrió, el presente está sucediendo y el futuro es desconocido16. Pero, para alcanzar una memoria prospectiva17 y para construir una «política del tiempo», necesitamos recuperar culturalmente una visión cíclica del tiempo, una concepción que lo internalice como un ciclo elíptico de sucesos que determinan 16

Uno de los efectos más reconocidos de la globalización es el de haber homogeneizado las creencias y los modelos mentales de las sociedades que transitan por este periodo de la historia. 17 La memoria prospectiva se define como el recuerdo de hacer algo en un momento concreto del futuro y la ejecución del plan previamente formulado (planificación), puesto que la memoria no consiste únicamente en conocer y rememorar eventos del pasado, sino que, además, nos permite almacenar planes e intenciones para el futuro. La memoria prospectiva forma parte de la memoria episódica o autobiográfica, que puede dividirse en retrospectiva (hacia el pasado) y prospectiva (hacia el futuro). Véase: Einstein, Gilles O. «Remembering to Perform Actions in the Future: Can Intentions Pop Into Mind?». Journal of the South Carolina Academy of Science, vol. 12, n.° 1. Greenville: South Carolina Academy of Science, 2014. Disponible en: goo. gl/ChI17w

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procesos que han ocurrido, continúan ocurriendo y seguirán sucediendo una y otra vez. Cabe precisar que el tiempo lineal corresponde a una revolución filosófica del zoroastrismo18, heredada por el judaísmo, que se presentó como oposición a la teoría del tiempo cíclico. Es así que el cristianismo y su visión lineal del tiempo ha jugado un papel fundamental en la construcción de la idea del desarrollo y el progreso en Occidente, y lo que actualmente conocemos como modernidad. En contraste, uno de las aportes más valiosos de las culturas ancestrales de América –en sincronía y consonancia histórica con las culturas tradicionales del África y del Asia– es la concepción circular del tiempo, esa lógica propia de las sociedades originarias que postula que la vida fluye desde las propias fuerzas de la Naturaleza y que gira permanentemente en forma de ciclos vitales. En cambio, cuando se produce la invasión de América, el Occidente trajo consigo, e impuso, una concepción lineal del tiempo, basada en la estructura escatológica cristiana: el tiempo comienza en un «paraíso perdido», pasa por el presente, que es un período de sacrificios, para luego concluir en un final apocalíptico, ya establecido como destino inevitable. Es así que la religión europea, trasplantada a América, instaló en nuestra cultura un temor paralizante frente al pasado –también debido al rechazo y negación de la alteridad– así como un dramático miedo a las incertezas del futuro. Si el tiempo es cíclico, y gira, entonces podemos recuperar del pasado aquellos sucesos que han ocurrido y extraer de ellos

18 El zoroastrismo es una religión fundada por Zoroastro (o Zaratrusta), entre los años 700 y 600 antes de nuestra era, y desarrollada a partir de sus enseñanzas en lo que ahora es Irán. El zoroastrismo pone el acento en el libre albedrío del hombre para elegir entre el bien y el mal. El hombre tendrá que rendir cuenta de sus actos en el momento de pasar de la vida a la muerte. Al respecto, véase: Nietzsche, Friedrich. Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial, 1982.

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las lecciones que se corresponden con el contexto y la trayectoria, o tendencias, de los acontecimientos en el presente, a fin de proyectar nuestras acciones futuras. Desde esta perspectiva, el tiempo no gira en un ciclo que se cierra sobre sí mismo, lo que ocasionaría la cesación de la vida y de la experiencia humana por agotamiento, sino que se asume que la ciclicidad circular del tiempo produce también espacios-tiempos de azar que introducen la incertidumbre en el acontecer humano presente, y que pueden expandirse en el futuro, de modo tal que no existe un solo futuro posible (futurible) sino diversos futurables.

5. Guardianía de la Tierra: una ética nueva por las futuras generaciones Desde nuestros abuelos somos nosotros los depositarios de aquellos que antes hablaron, de las primeras generaciones, y por eso estamos con ese pensamiento. Si no estás en ese pensamiento, en esa ciencia, tampoco podrías entender esas cosas19.

Tal es la reflexión que proviene de la milenaria sabiduría de Ciprian Phuturi Suni, sabio (yachaq o altomisayoq) de los ayllus quechuas de la Comunidad de Wiyoq, ubicada en las montañas sagradas de Ollantaytambo (Cusco). El mensaje de su decir es claro: un sabio no es dueño o propietario del conocimiento, es solo un depositario temporal, un mensajero, un guardián que tiene en el presente –como misión y deber ético– la vigilancia de la Tierra para legarla a las generaciones que vendrán.

19 Espinoza, Darío. Tanteo puntun chaykuna valen. Las cosas valen cuando están en su punto de equilibrio. Lima: Chirapaq, Centro de Culturas Indias, 1997.

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En esa misma perspectiva, cabe destacar los aportes de Edith Brown Weiss20, quien propone un conjunto de principios para garantizar la equidad, solidaridad y justicia intergeneracionales:

a. El principio de conservación de opciones. Cada generación

debe asumir el deber de conservar los recursos naturales y culturales a fin de no restringir las opciones disponibles a las futuras generaciones para la solución de sus problemas, y para la satisfacción de sus propios valores, así como también tener derecho a un nivel de diversidad comparable al disfrutado por las generaciones anteriores.

b. El principio de conservación de la calidad. Cada generación

debe asumir el deber de mantener la calidad de los recursos del planeta para que este sea transmitido en condiciones no inferiores a las recibidas por la actual generación, así como debiera tener derecho a una calidad comparable a la disfrutada por las generaciones anteriores.

c. El principio de conservación de acceso. Cada generación

debe proporcionar a sus miembros derechos equitativos de acceso al legado de las generaciones pasadas y debiera preservar ese acceso para las futuras.

Al respecto, Jorge Riechmann subraya que las relaciones entre las generaciones presentes y futuras se caracterizan, entre otros factores, por su asimetría, ya que el poder causal se da en un sentido único: de las generaciones presentes hacia las futuras. Es decir, la generación presente afecta (beneficia o perjudica) con sus acciones a las generaciones futuras y estas deberán padecer los efectos 20 Véase: Brown Weiss, Edith. «Our Rights and Obligations towards the Future Generations for the Environment». American Journal of International Law, n.° 84. Washington D.C.: The American Society of International Law, 1990, pp. 198-207. Ver también: Brown Weiss, Edith. Un Mundo Justo para las Futuras Generaciones, Derecho Internacional, Patrimonio Común y Equidad Intergeneracional. Madrid: Mundi-Prensa, 1999.

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derivados de decisiones en las que no han participado. Además, esta relación no es recíproca: de ninguna manera las generaciones futuras podrán afectar a las presentes21. Precisamente, durante el Seminario Internacional «Cambio climático, sustentabilidad y equidad intergeneracional», el titular del Ministerio del Ambiente (MINAM), Manuel Pulgar-Vidal Otárola, señalaría que: «(...) no será posible enfrentar el cambio climático sin equidad y sin ética, en tanto fundamentos intrínsecos al concepto de la sostenibilidad, que nos obligan a tomar en consideración a las generaciones futuras»22. A su vez, durante su disertación magistral, Eduardo Calvo Buendía, presidente adjunto del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) alertó que, en base a la mejor evidencia científica, actualmente ya se conoce que: «(…) entre el 15 y el 45% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) permanecerán en la Tierra en los próximos mil años». Ciertamente, la gravedad de la situación nos remite al necesario cuestionamiento sobre cómo las generaciones presentes estamos hipotecando la vida de las generaciones futuras en la Tierra. Recientemente, personalidades como el Papa Francisco, en su Carta encíclica Laudato Si´, del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común23, y el propio presidente estadounidense Barack Obama, se han referido al cambio climático como «la mayor amenaza para las futuras generaciones» y a la necesidad de proteger el planeta para esas generaciones venideras, tal como las que nos

21 Riechmann, Jorge. Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y tecnociencia. Madrid: Los libros de la Catarata, 2000. 22 Lima, Tercera Semana del Compromiso Climático, organizada por el Ministerio del Ambiente del Perú (MINAM), el 4 de noviembre del 2015. Para revisar la nota de prensa sobre las reflexiones inaugurales del Ministro del Ambiente del Perú, ingrese a: goo.gl/IixLBW 23 Véase: Francisco. Carta encíclica Laudato SI’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común. Ciudad del Vaticano: Tipografía Vaticana, 2015.

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antecedieron lo protegieron para las generaciones presentes24. Pese a ello, durante la Vigésimo Primera Conferencia de las Partes (COP 21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC)25, en la que se pretende alcanzar un nuevo acuerdo climático global, las cuestiones relativas a las generaciones futuras no se abordarán con la profundidad que el caso exige, como tampoco se discutirá sobre un presupuesto proyectado de emisiones de carbono por países (carbón budget)26, sugerido hace ya varios años por los expertos del IPCC. Y es que los científicos hacen esfuerzos por mostrarles a los gobernantes, desde los espacios convencionales, que el cambio climático es una amenaza grave y que tal coyuntura nos impone la necesidad de reaccionar al unísono, pero los políticos persisten en sostener las estructuras económicas y políticas del estilo de vida dominante.

6. Reflexiones conclusivas: construir nuestras memorias del futuro Decía Eduardo Galeano, ese molde de la reflexión comprometida, que en estos tiempos: «(…) La memoria es una especie en peligro de extinción, en lugar de recordar más, recordamos menos»27. A partir de estas palabras queremos plantear algunos cuestionamientos que pueden parecer poco prácticos, pero que resultan de necesidad vital para el proyecto de humanidad: ¿cómo imaginamos el futuro de nuestra existencia en la Tierra, a nivel individual y colectivo?, ¿cuáles serán nuestras memorias del futuro 24 The White House. Weekly Address: Protecting our Planet for Future Generations. Washington D.C.: Office of the Press Secretary, 2015. 25

París, Francia. 30 de noviembre - 11 de diciembre del 2015.

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Gillis, Justine. «Paris Climate Talks Avoid Scientists’ Idea of ‘Carbon Budget’». The New York Times, New York, 28 de noviembre del 2015. 27 Montaño Garfias, Ericka. «Necesitamos a los indignados; estamos hartos de los indignos». La Jornada, México D.F., 26 de octubre de 2012.

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y cuáles nuestros recuerdos?, ¿cómo pensamos restaurar nuestra relación con el planeta? En efecto, la noción lineal del tiempo –que subyace al cambio global, al cambio climático y a las políticas internacionales de desarrollo– nos dejan sin memoria. Las crisis antropogénicas, múltiples y convergentes, reclaman la reinvención de los esquemas de pensamiento fraccionado sobre los cuales se han construido los fundamentos centrales de la política, la economía, el conocimiento, el bienestar y las formas de vida que la sociedad moderna ha pretendido naturalizar en la Tierra. El sentido trascendente de la existencia humana ha sido pues secuestrado por un sistema que niega el pasado y difumina el futuro para encerrarnos solo en el presente; por una forma de vivir (estilo de vida le llaman) que ridiculiza la solidaridad, la cooperación y la construcción colectiva por convertir la competencia y la acumulación en ideales; pero también por una educación que busca someter los desbordes creativos –que brotan del sentido común y las preguntas críticas– a las carencias del personalismo que se origina en la monocultura de la mente. El cambio climático ha puesto a la sociedad humana en la necesidad de una dramática y profunda reinvención. Vamos a requerir no solamente otras políticas de tiempo, creación y recreación del conocimiento, sino sobre todo otra política de humanidad y de la mente humana. Por ello, a la luz de los acontecimientos que se siguen suscitando a nivel planetario, resulta impostergable proponer miradas diferentes para darle un giro a las inercias que están profundizando la crisis climática, que es la crisis de la sociedad humana: a. La mayor ambición proyectada para reducir los GEI de la atmosfera terrestre, a través del uso de la mejor tecnología disponible, no bastará para mitigar o adaptarse a los efectos del cambio climático. Eso es pretender resolver el problema

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desde las consecuencias. Enfrentar el fenómeno global desde las causas exige bastante más que solo recursos financieros o técnicos. Necesitamos reinventar el mundo desde la base misma del proyecto civilizatorio, lo que implica pensar en superar las nociones del tiempo y pensamiento lineales, y asumir la profundidad del tiempo circular y cíclico. Tendremos también que trascender las miradas corticales fuertemente asociadas al conocimiento fraccionador, anclado en la división y la disciplinariedad. Tiempo lineal, conocimiento objetivo y mirada cortical son el alma de las nociones de desarrollo y progreso que han llevado a la transgresión de los límites de la Tierra. Para conquistar nuestro verdadero salto evolutivo debemos aspirar a la transformación radical de la mente humana y, en buena cuenta, a una educación para la reevolución (no para la revolución). b. Podemos cambiar el futuro, elegirlo, pues existen varios futuros posibles. Desde la neurobiología, investigadores como David Ingvar28 o William H. Calvin29 refieren que cuando el cerebro humano –buscando darle sentido al tiempo por venir mediante una actividad mental que se realiza cotidianamente, especialmente durante el sueño– elabora planes de acción y programas para el futuro, hace visitas al futuro que los humanos recordamos luego: tenemos así «una memoria del futuro», que nos proporcionaría una

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En 1985, David Ingvar, jefe del departamento de neurobiología de la Universidad de Lund, Suecia, publicó los resultados de una investigación que demuestra que el cerebro humano está siempre buscando darle sentido al futuro. Véase: Ingvar, David. «Memory of the future: an essay on the temporal organization of conscious awareness». Human Neurobiology, vol. 4, n.° 3. Suecia: Universidad de Lund, 1985, pp. 127-136. 29

Calvin, William H. The Cerebral Code. Thinking a Thought in the Mosaics of the Mind. Cambridge MA: MIT Press, 1998.

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guía subconsciente para conducir nuestras aspiraciones y motivar a otros para que se unan a una causa o ideal. Así, de alguna forma estamos haciendo predicciones que configuran el propio futuro. c. El concepto central de la nueva epistemología, a nivel de los paradigmas evolutivos, es la circularidad. En este contexto, la Hipótesis Sapir-Whorf30 postula que la forma de un lenguaje afecta directamente a los procesos cognitivos y a la percepción del mundo, siendo esto particularmente útil para la comprensión de los conceptos de espacio-tiempo y cuatridimensionalidad en las cosmovisiones ancestrales amerindias, lo que constituyen un aporte para la construcción de conocimiento nuevo para enfrentar la crisis biosférica. En efecto, en las lenguas indígenas como la quechua, la maya, la hopi o mapuche, por referir solo algunas, el tiempo no es un concepto independiente, sino que se asimila al espacio. En los Andes, por ejemplo, pacha se percepciona como espaciotiempo en quechua, mientras que en la vida mapuche el discurrir del tiempo tampoco es unidireccional (de pasado a futuro), sino bidireccional: el futuro puede estar atrás y el pasado adelante, o viceversa. A decir de John Earls e Irene Silverblatt, las representaciones de la cosmología andina no son comprensibles según el espacio tridimensional del paradigma euclidiano, siendo más apropiado emplear la teoría de la relatividad, pues el concepto pacha se refiere a cuatro dimensiones (tawantin, tetraléctica andina)31, lo que resulta consistente con los postulados posteriores de Albert Einstein sobre el espaciotiempo cuatridimensional. 30 31

Whorf, Beejamin. Language, thought and reality. Nueva York: Wiley, 1956.

Earls, John y Silverblatt, Irene. La realidad física y social en la cosmología andina. Actes du XLIIe Congrés International des Américanistes. París, 1976.

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Entonces, desde la noción cíclica-circular del tiempo, surge un conocimiento retroprogresivo, de movimiento espiral hacia adelante, pero también hacia la fuente, para mantener la conexión con el origen; un saber de dialéctica ascendente/ descendente que potencia lo individual cuando se proyecta en lo colectivo. d. En el escenario del cambio climático, se hace impostergable un diálogo equivalente y respetuoso entre saberes, cosmovisiones y civilizaciones, a fin de establecer vínculos nuevos, de solidaridad y cooperación entre las generaciones, y construir los consensos globales necesarios para alcanzar una transformación que evite consecuencias cada vez más graves en el futuro. Las interconexiones e interdependencias de la vida en la Tierra deberán mantenerse en salvaguarda de las presentes y futuras generaciones, y también para que podamos conquistar la justicia a nivel intrageneracional, intergeneracional e interespecies. Revertir la destrucción de nuestra hermana Madre Tierra –como la llama el jesuita Francisco– exige, sobre todo, sincronía y comunión entre alteridades, lo que implica conspirar (respirar juntos), comprender (aprender juntos), recordar (volver a pasar por el corazón), recrear (volver a crear) y religar (volver a juntar lo que está separado). Así las cosas, será imprescindible, siguiendo la intuición de Raimon Panikkar, asumir que: «El diálogo entre culturas exige no sólo el respeto mutuo, sino también un mínimo de conocimiento mutuo, que no es posible sin simpatía y amor»32.

32 Panikkar, Raimon. «Religión, filosofía y cultura». Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, n° 1. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1996, pp. 125-148.

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