Claves interpretativas del nuevo (des)orden mundial

July 10, 2017 | Autor: Celestino del Arenal | Categoría: International Relations, International society, New World Order, Representation of News Actors
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Descripción

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CLAVES INTERPRETATIVAS DEL NUEVO (DES)ORDEN MUNDIAL Celestino del Arenal En los últimos tiempos, estamos asistiendo a tres decisivos procesos de cambio en la sociedad internacional, que están transformando radicalmente los principales actores, estructuras y dinámicas de las relaciones internacionales, generando crecientes problemas en la gobernanza global y obligando a los Estados a repensar sus políticas exteriores y a reposicionarse en el actual escenario internacional. En suma, se está conformando un nuevo modelo de sociedad internacional muy diferente a todos los existentes anteriormente. Por un lado, hemos asistido a un decisivo proceso de cambio en el ámbito de los actores de la sociedad internacional. Hemos pasado de una sociedad internacional en la que los Estados eran actores casi exclusivos de las relaciones internacionales y sujetos exclusivos del derecho internacional, hasta una sociedad internacional en la que los actores trasnacionales y subestales, de la más diversa naturaleza, y los propios seres humanos, han pasado a tener una importancia y un protagonismo igualmente decisivo y creciente en todos los ámbitos de las relaciones internacionales. Por otro lado, estamos asistiendo a un segundo proceso de cambio radical en el ámbito de las interacciones. Hemos pasado desde una sociedad internacional en la que las relaciones no tenían alcance universal y planetario y estaban condicionadas decisivamente por el espacio y el tiempo a una sociedad mundial y global, caracterizada por su carácter planetario, por la transnacionalización y la instantaneidad, ubicuidad e interconectividad de una parte importantísima de sus interacciones, como consecuencia de las dinámicas de creciente interdependencia y globalización, que han transformado radicalmente las relaciones de poder, las pautas de comportamiento de los actores internacionales, la naturaleza de los conflictos y los retos y amenazas a la seguridad. Estos dos procesos de cambio profundo, que han afectado a la naturaleza misma de la sociedad internacional, se han visto acompañados, además, a partir de finales de los años ochenta del siglo XX, de un tercer proceso de cambio, igualmente decisivo, a nivel en este caso del propio sistema político-diplomático. Este cambio ha sido consecuencia, primero, del derrumbamiento de la Unión Soviética y el consecuente final de la Guerra Fría y del sistema bipolar; después, consecuencia de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, que han acelerado el cambio del sistema político-diplomático y puesto claramente de manifiesto las profundas transformaciones de la sociedad internacional, derivadas de los dos primeros procesos señalados, y finalmente, ha sido consecuencia de la emergencia de nuevas grandes potencias, que disputan a las grandes potencias tradicionales occidentales su papel central en la actual sociedad global. Desde finales del siglo XX y, muy especialmente, desde principios del siglo XXI empieza a conformarse un nuevo sistema políticodiplomático en el que Occidente empieza a perder el protagonismo indiscutible que ha tenido en los últimos cinco siglos.

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De un sistema político-diplomático, primero, multipolar, y desde 1945, marcadamente bipolar, en el que las relaciones político-diplomáticas y estratégico-militares se estructuraban fundamentalmente en términos de enfrentamiento ideológico Este-Oeste, con todas las consecuencias que de ello se derivaban para el funcionamiento de la sociedad internacional, se ha pasado a un sistema político-diplomático, a partir de 1989, extraordinariamente difícil de caracterizar en términos de polaridad, que es calificado de muy distinta forma, según la dimensión y los actores que se tomen en consideración. Unos, en concreto algunos especialistas estadounidenses, califican a este nuevo sistema político-diplomático de unipolar, por entender que, tanto en términos políticos y militares como económicos, existe una única superpotencia, los Estados Unidos. Otros, también estadounidenses, lo califican unimultipolar, por entender que se mueve entre la unipolaridad desde el punto de vista militar, de la mano de los Estados Unidos, y la multipolaridad desde el punto de vista político, económico y cultural. Otros, hablan de una sistema bipolar, en base a una creciente bipolaridad protagonizada por los Estados Unidos y China. Otros lo califican de multipolar, por considerar que Estados Unidos ya no pueden imponer su hegemonía y que la naturaleza del poder ha cambiado y se reparte entre los Estados de forma muy diferente al pasado, como consecuencia de la emergencia de nuevas potencias y bloques regionales. Lo que parece claro es que el valor de la polaridad, es decir, el reparto de poder entre los actores internacionales, y, con ello, la cuestión del orden internacional, entendidos en el sentido tradicional, que se limita a considerar exclusivamente el poder de los Estados, es necesario replantearla. Ello es consecuencia del creciente protagonismo y poder de los actores transnacionales y subestatales a costa del poder de los Estados en el funcionamiento de la sociedad global. Consecuentemente, la consideración de la sociedad internacional exclusivamente desde el punto de vista del sistema político diplomático, como tradicionalmente se viene haciendo, está totalmente superada, debiendo asumirse el protagonismo creciente del sistema transnacional y de la sociedad humana en cuanto realidades con creciente presencia, protagonismo y poder en la sociedad global. En este sentido, algunos especialistas, al caracterizar a la misma, hablan de un sistema apolar, al entender que han desaparecido los tradicionales polos de poder, sin que exista de momento un referente claro en este punto, como consecuencia de la difusión del poder a nivel de actores, estatales y no estatales. Finalmente, los menos, lo calificamos de heteropolar, por considerar que los cambio en la naturaleza y la distribución del poder entre los actores internacionales, sean Estados o actores no estatales, nos sitúan ante una nueva sociedad internacional y nos obligan a superar la exclusiva consideración del sistema político-diplomático en cuanto elemento definidor de la misma y a tomar en consideración el creciente poder y protagonismo del sistema transnacional y la sociedad humana. La creciente heterogeneidad, en términos de actores protagonistas, de los polos de poder de la actual sociedad global nos inclinan por el

3 uso del término heteropolaridad. Término, sin lugar a dudas, no excesivamente preciso pero que entendemos refleja la realidad del reparto del poder en la sociedad global de nuestros días. Es esta la perspectiva de análisis de la actual sociedad global que vamos a seguir en esta conferencia, por cuanto que entendemos que es la única que nos permite aprehender en toda su complejidad y multidimensionalidad las características y problemática de la actual sociedad global. Estos tres procesos de cambio paralelos, que acabamos de destacar, que afectan tanto a la naturaleza de la sociedad internacional, en el caso de los dos primeros, como a la naturaleza del sistema político-diplomático, en el caso del tercero, están íntimamente interrelacionados. Por ello y por coincidir en el tiempo, al menos en la década de los años noventa y a principios del siglo XXI, han provocado un cambio en las relaciones internacionales, tanto a nivel de realidades como de percepciones, de tal magnitud y profundidad como no se había producido anteriormente en la historia de la humanidad. Los fenómenos de instantaneidad, ubicuidad e interconectividad, que derivan de la globalización, han revolucionado las relaciones sociales, al superarse, por primera vez en la historia con alcance sistémico, el tiempo y el espacio como elementos condicionantes de la actividad humana, conformándose un modelo de sociedad internacional nuevo y radicalmente diferente, la sociedad red o global, a todos los modelos históricos de sociedad internacional anteriores. La sociedad internacional westfaliana y etnocéntrica, nacida a partir de la Paz de Westfalia de 1648, que entronizó a los Estados como actores y referentes casi exclusivos, que hizo de Occidente el único referente y que estaba decisivamente condicionada por el tiempo y el espacio, está dando paso a una nueva sociedad internacional, a una sociedad internacional postwesfaliana y multicéntrica, de características y problemas en muchos aspectos nuevos, en la que el etnocentrismo, derivado del dominio occidental sobre el mundo, empieza debilitarse, y en la que las instituciones internacionales creadas a partir de la Segunda Guerra Mundial y las políticas y estrategias anteriores, seguidas por los Estados para buscar la seguridad y la estabilidad, ya no sirven o al menos deben replantearse para hacer frente adecuadamente a las nuevas realidades internacionales. En suma, se está conformando con fuerza una nueva sociedad internacional multicéntrica y heteropolar a nivel de actores, marcada por la instantaneidad, ubicuidad e interconectividad de las interacciones, crecientemente multidimensional y extraordinariamente compleja y problemática, con nuevas estructuras, dinámicas e interacciones y nuevos retos y problemas y en la que el etnocentrismo dominante, es decir, la dominación occidental, está puesta cada vez más en entredicho. Todo ello nos obliga, si queremos entender la actual sociedad internacional y formular y ejecutar políticas exteriores nuevas y diferentes, a repensar las ideas, conceptos, percepciones, interpretaciones e intereses con los que tradicionalmente hemos venido analizando las relaciones internacionales y formulando las políticas. Los fenómenos claves, todos ellos íntimamente interrelacionados y en ocasiones paradójicamente contradictorios, necesarios para entender estas profundas transformaciones son, en nuestra opinión, las siguientes:

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a) Creciente interdependencia, instantaneidad, ubicuidad e interconectividad Estamos ante cuatro fenómenos íntimamente vinculados, que son centrales en el proceso de globalización y en la emergencia de una nueva sociedad internacional y que son consecuencia directa de la revolución científico-tecnológica en el campo de la comunicación e información que se ha producido a partir principalmente de la década de los años setenta del siglo XX, si bien la creciente interdependencia venía ya de mucho antes. Por interdependencia, entendemos una situación de mutua dependencia entre dos o más actores. Con otras palabras, para que exista una situación de interdependencia, con los importantísimos efectos que se derivan de la misma, no basta con que se produzca un incremento cuantitativo de las interacciones entre los actores, sino que además es necesario que de ese incremento cuantitativo se deriven efectos de coste recíproco para los mismos. Si no hay efectos de coste recíproco no habrá interdependencia. Lo anterior no supone que de una situación de interdependencia no puedan derivarse beneficios recíprocos. La interdependencia tiene como uno de sus principales efectos el incremento del grado de vulnerabilidad de los actores y, muy especialmente, de los Estados, con lo que ello supone en orden a la articulación de sus políticas diplomáticas, de seguridad y defensa, económicas, sociales, culturales, etc. La interdependencia será siempre más o menos asimétrica, lo que supone que el reparto de costes y eventualmente de beneficios estará siempre más o menos desequilibrado en el sentido de que un actor o actores obtendrán más beneficios y otro u otros soportarán más costes. Esto supone que la interdependencia es una importantísima fuente de poder. Los efectos de esta creciente interdependencia están en la base de algunas de los profundos cambios que han experimentado las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, con el proceso de globalización, el espacio y el tiempo se superan como condicionantes de la actividad humana, en ámbito claves de la misma, perdiendo la importancia decisiva que tuvieron en el pasado. Con la superación del tiempo y la “instantaneidad” en las interacciones, la sociedad internacional entra en una nueva dimensión que podemos calificar de tiempo global, diferente al tiempo tal como se ha entendido a lo largo de la historia, puesto que supone una especie de muerte virtual del tiempo como separación temporal irreversible y obstáculo físico a la comunicación y a la presencia. Un tiempo global que no supondrá la desaparición de los diferentes tiempos históricos en los que se encontrarán algunas sociedades, como consecuencia de sus particularidades políticas, económicas, sociales y culturales y de sus diferentes niveles de desarrollo e integración en la globalización. Con la superación del espacio y la “ubicuidad”, que implica la posibilidad de que los actores puedan hacerse presentes virtualmente en distintos lugares al mismo tiempo, se hace necesaria una reconsideración del territorio, es decir, una superación del concepto tradicional del espacio como algo ligado indisolublemente al Estado. Con la globalización se produce una desterritorializacion de los espacios de poder tradicionales y una reterritorialización de los mismos de acuerdo con nuevos criterios y referentes, en muchos casos identitarios, que dan lugar a la pérdida de importancia del territorio, como referente para el ejercicio del poder, dan lugar al debilitamiento de las fronteras estatales y el surgimiento de nuevos límites o fronteras de naturaleza religiosa, étnica, cultural, nacional, económica o social.

5 La interconectividad supone, a su vez, la interconexión de todos los sistemas y redes de comunicación e información y, consecuentemente de poder, tanto verticales como horizontales, que conforman la sociedad internacional. Es precisamente la interconectividad la que proporciona carácter y efectos sistémicos a la instantaneidad y la ubicuidad, permitiéndonos hablar de la conformación por primera vez en la historia de una sociedad red o global. Una interconectividad que, a su vez, deriva directamente, en su dimensión y efectos sistémicos, de la revolución en el campo de las tecnologías de la comunicación e información, es decir, de la instantaneidad y ubicuidad en las interacciones, que hemos destacado. Sin lugar a dudas, estos cuatro fenómenos constituyen la clave principal para entender las profundas transformaciones que están experimentando las relaciones internacionales, que veremos a continuación. b) Cambios en las formas de ejercer el poder y en la distribución del mismo. Estamos asistiendo a importantes transformaciones en la forma de ejercer el poder y en la distribución del mismo entre los distintos actores. Como consecuencia de los fenómenos de creciente interdependencia, instantaneidad, ubicuidad e interconectividad, las formas de ejercer el poder se han ampliado de forma revolucionaria respecto de épocas anteriores. Frente a la concepción tradicional que, tratando de reflejar la realidad, identificaba el poder con el Estado y con el poder militar, basaba principalmente el ejercicio del poder en el control del territorio y de los espacios terrestres y lo conceptualizaba como un fenómeno relacional, consistente en la capacidad del Estado A para obligar al Estado B a hacer algo que de otra forma no haría, la realidad de nuestros días es que el poder es un fenómeno multidimensional y de naturaleza cambiante en función de los distintos escenarios, que se expresa, por un lado, cada vez más en términos económicos, científico-técnicos, culturales y de información, por otro lado, se ejerce bajo formas nuevas y de manera distinta y, finalmente, se reparte de forma diferente entre los distintos actores, estatales y no estatales. El poder es, cada vez más, un fenómeno estructural, mucho más sutil, menos visible, consistente en el control o la capacidad para influir o determinar las estructuras y dinámicas de la sociedad o conseguir que los demás quieran lo que uno quiere. Nuevos conceptos como los de "poder estructural y de "poder blando han tratado de conceptualizar estas nuevas formas de ejercer el poder. Al mismo tiempo, el poder se distribuye, se reparte cada vez más, y se hace más difícil de identificar, no solo como consecuencia de la naturaleza cambiante del poder, de la multiplicación de los Estados que participan en la distribución del mismo y de las oportunidades que ese cambio de naturaleza proporciona a Estados considerados tradicionalmente como secundarios, sino sobre todo como consecuencia de la proliferación de actores transnacionales y subestatales, hasta hace poco secundarios o periféricos desde el punto de vista de las relaciones internacionales, que de forma creciente participan también en el reparto y en el ejercicio del poder. En definitiva, en la sociedad global las relaciones de poder se amplían, por un lado, de forma espectacular, ya que no necesitan basarse, como en el pasado, en la proximidad

6 espacial o geográfica y no están condicionadas por el tiempo. El ejercicio del poder no se ve constreñido por el espacio y el tiempo, ampliando revolucionariamente su campo de acción, tanto para los Estados como para los actores transnacionales y subestatales. La interdependencia, la instantaneidad, la ubicuidad y la interconectividad amplían de forma revolucionaria las posibilidades, formas de ejercer y distribución del poder. Por otro lado, en una sociedad global el poder se materializa en ámbitos e interacciones nuevas a las tradicionalmente considerados, ampliándose también las dimensiones del mismo. El poder ya no se expresa exclusivamente a través del dominio y el control de los espacios terrestres, sino de forma creciente a través el dominio y control de las estructuras, redes y nudos esenciales, financieros, comerciales, productivos, informativos y comunicacionales. c) Debilitamiento de la centralidad del Estado en las relaciones internacionales y creciente protagonismo de los actores transnacionales, subestatales e individuos Tradicionalmente, el Estado, en cuanto forma de organización político-territorial ha desempeñado un papel fundamental tanto en la configuración y funcionamiento de la sociedad internacional. Hoy, aunque el Estado continua siendo un actor esencial, sin embargo, su autonomía, su protagonismo y exclusivismo anterior, se han visto debilitados, como consecuencia de la creciente interdependencia, la transnacionalización y la globalización y del desarrollo de nuevas fuerzas y actores, que han erosionado su soberanía, sus fronteras, sus funciones y su relación con los ciudadanos. Los Estados, en general, son cada vez menos independientes, más dependientes y más vulnerables frente a otros Estados, otros actores no estatales y los acontecimientos internacionales. En consecuencia, el Estado se ve obligado cada vez más a compartir el protagonismo interno e internacional con otros actores y ya no es siempre el único o el principal actor a la hora de conformar las estructuras y dinámicas tanto de las propias sociedades estatales como, muy especialmente, de la sociedad global. Una expresión muy concreta de este fenómeno la encontramos, por ejemplo, en la proliferación de Estados débiles, fallidos y narco-Estados, que constituye uno de los problemas mas importantes de la sociedad global. Paralelamente al debilitamiento de los Estados, los actores no estatales, transnacionales, subestatales e individuos, han conocido un espectacular desarrollo y un creciente protagonismo, pasando a desempeñar papeles y funciones cada vez más significativas en la sociedad global. Hoy, la sociedad global, sus estructuras, dinámicas e interacciones, no son comprensibles sin tomar en consideración el protagonismo de los grupos empresariales y empresas transnacionales; de los medios de comunicación; de las Organizaciones No Gubernamentales y de los grupos sociales de muy distinto alcance y naturaleza que actúan a nivel internacional, muy especialmente las fuerzas religiosas; del crimen organizado transnacional, concretado, entre otros, en el papel de los cárteles del narcotráfico, las mafias internacionales, las redes de blanqueo de dinero y los piratas informáticos; de los

7 grupos terroristas; no es comprensible sin tomar en consideración el protagonismo de los individuos e, incluso, de una incipiente sociedad civil global, sin olvidar a los actores subestatales, como los movimientos nacionalistas y étnicos, los señores de la guerra y los movimientos guerrilleros, por poner algunos ejemplos. d) Universalización de lo local, lo particular y lo no occidental. Es evidente que la globalización, al hacer cada vez más evanescentes las fronteras y debilitar el control del Estado sobre su territorio y su población, supone la expansión y universalización de determinados valores y costumbres propios de aquellos actores, en concreto, occidentales, que desempeñan en la misma un papel más protagonista, favoreciendo la homogeneización en todos los órdenes y la configuración de una cultura global. Tiene, en este sentido, importantes efectos homogeneizadores desde la perspectiva de los valores occidentales. Sin embargo, al mismo tiempo, como expresión de su ambivalencia, al existir redes y sistemas globales de comunicación, abiertas a todos, favorece también que los valores y costumbres locales o particulares puedan globalizarse, impulsando al mismo tiempo la heterogeneidad y el relativismo en lo que se refiere a los valores, las ideas y las creencias y contribuyendo a debilitar el etnocentrismo dominante en la sociedad internacional. Es decir, la proximidad planetaria va acompañada por una especie de localismo. La globalización ha consagrado también la universalización de los particularismos. Lo que supone que, en adelante, al contrario de lo que ha sucedido anteriormente, al menos desde el siglo XVI, ya no será sólo Occidente el actor de lo universal, sino que habrá varios lugares y otros actores no occidentales a partir de los cuales se enuncie lo universal. Este hecho se manifiesta no sólo en el ámbito de la cultura, los valores y las ideas, sino en todos los ámbitos y en relación a todos los actores, sean Estados o actores no estatales, sean actores occidentales o no occidentales. Se manifiesta también muy especialmente en el ámbito de la información. Estamos asistiendo a una reapropiación de la información global por parte de medios de comunicación locales y a una aparición de nuevos actores de la información. e) Declive de las Grandes Potencias tradicionales y emergencia de nuevas Grandes Potencias. ¿Hacia un mundo post-occidental? Los cambios en la naturaleza y la distribución del poder, la creciente interdependencia, la transnacionalización económica, la globalización, la universalización de lo particular y lo no occidental, que acabamos de señalar, están provocando importantes cambios en la distribución del poder entre los Estados, en el sentido de una progresiva pérdida de protagonismo y centralidad de las tradicionalmente grandes potencias y de la emergencia de nuevas grandes potencias, en muchos casos no occidentales, que disputan a las primeras el papel absolutamente hegemónico que han venido desempeñando en las relaciones internacionales hasta finales del siglo XX. Estamos ante un profundo cambio en algunos de los principales ejes ordenadores de las relaciones internacionales.

8 Nos encontramos ante un proceso sin precedentes, desde el siglo XVI, de desplazamiento de la riqueza hacia Asia y otros países emergentes, al que se ha sumado la crisis económica experimentada por los países occidentales, que altera radicalmente las tradicionales divisiones y jerarquías entre el Norte y el Sur. Este reequilibrio del poder supone también un visible desplazamiento del centro de gravedad de la economía y de la geopolítica global. No se trata sólo de que en pocos años, algunos Estados emergentes estarán entre las mayores economías del mundo o de que, en particular, el PIB de China pueda superar al de Estados Unidos. Se trata también de que el área noratlántica pueda perder su centralidad frente al ascenso de la región Asia-Pacífico, prefigurando una posible sociedad global “post-occidental”. Este ascenso de los países emergentes, la mayor parte no occidentales, comporta el lógico cuestionamiento de los regímenes, las instituciones y las normas en las que se basa el actual orden internacional. Frente el “multilateralismo defensivo” anterior, ahora emerge un “multilateralismo revisionista”, por el que los Estados emergentes quieren dejar atrás el papel de receptores pasivos de reglas ajenas y erigirse en hacedores de reglas y, con ello, del orden global. En algunos casos se trata solamente de incrementar el peso político en las instituciones, pero en otros se promueve un programa radical de “descolonización” de las mismas. f) Creciente institucionalización de la sociedad internacional. La creciente interdependencia y la globalización, en cuanto que reducen la autonomía de los Estados, incrementan su vulnerabilidad, multiplican los canales de relación y generan intereses comunes, han dado lugar a un proceso de creciente institucionalización de las relaciones internacionales y al desarrollo del multilateralismo. Cuando los costes de evitar las consecuencias de la interdependencia y la globalización son demasiado elevados para un Estado en términos individuales, puede ser más rentable para ese Estado no tratar de cambiar el nivel de interdependencia y globalización en los que se encuentra, sino alterar la forma en que le afectan, es decir, establecer procedimientos de toma de decisiones conjuntos. Esta toma de decisiones conjuntas adoptará formas muy diferentes, que irán desde la simple concertación, pasando por la cooperación, hasta la integración y se materializará desde el desarrollo del derecho internacional y los regímenes internacionales, pasando por la creación de organizaciones internacionales, hasta la puesta en marcha de procesos de integración. En definitiva, la elevación de los niveles de interdependencia entre los Estados y otros actores y la globalización están contribuyendo decisivamente, junto a los efectos anteriormente destacados, a la institucionalización y al desarrollo y progreso de la sociedad internacional. g) El regionalismo como respuesta a una sociedad crecientemente global y heterogénea. La sociedad internacional se ha ido heterogeneizando a medida que se producía su globalización, afirmándose cada vez con más fuerza una dinámica de fragmentación, que ha reforzado los particularismos políticos, económicos, sociales, culturales, religiosos,

9 étnicos, etc., existentes en el mundo de los Estados, y consolidado la existencia de sociedades internacionales particulares o regionales en el seno de la sociedad global. De esta forma, al mismo tiempo que se produce la globalización, como reacción frente al protagonismo y hegemonía occidental, pero sobre todo como reacción frente al proceso de homogeneización que se deriva de la misma o como respuesta multilateral ante la creciente interdependencia, se acentúa la tendencia hacia la regionalización. Se explica, en consecuencia, el auge que han conocido las organizaciones internacionales regionales, unas veces en cuanto expresión de la existencia de intereses comunes y de afinidades u homogeneidades políticas, económicas, culturales, geográficas, lingüísticas o religiosas, y otras veces en tanto que reacción defensiva u ofensiva, según los casos, ante las dinámicas de creciente interdependencia y globalización. Este regionalismo se plantea y se proyecta con diferentes alcances y objetivos, que van desde la simple concertación política y económica, pasando por la cooperación y por la gestión en común de determinados intereses económicos, políticos, militares y culturales, hasta la puesta en práctica de auténticos procesos que persiguen la integración a nivel regional. Esta tendencia hacia la regionalización se ha acentuado y redefinido de forma importante con el fin de la guerra fría. La decadencia de las alianzas geo-estratégicas y la creciente importancia de las alianzas económicas, impondrá a los Estados la necesidad de relocalizarse en el nuevo escenario global. De hecho, la región se transforma en la única referencia organizativa válida entre lo estatal y lo mundial. El regionalismo supondrá para los Estados el recurso privilegiado para revitalizar su protagonismo en un mundo crecientemente transnacional y globalizado. De esta forma, hoy la región se ha transformado en el nivel más adecuado para que los Estados puedan hacer frente a los diferentes retos y problemas que plantea la actual sociedad global, desde la articulación de políticas económicas o de seguridad hasta abordar los problemas de gobernanza internacional. h) Nuevas pautas de comportamiento estatal derivadas de la creciente interdependencia y globalización. ¿Hacia un mundo con menos violencia armada entre Estados? Los procesos de creciente interdependencia y globalización, que continúan, como es lógico, en pleno desarrollo, no afectan por igual a todos los Estados y demás actores internacionales, quedando además fuera de las mismas, con diferentes grados y por distintas razones, algunos de los Estados en desarrollo y partes importantes de la población mundial, con las consecuencias decisivas en todos los órdenes que ello tiene de cara al futuro de la sociedad global. Como consecuencia, se está produciendo una fractura decisiva entre los Estados y actores internacionales con elevados niveles de interdependencia entre sí y plenamente inmersos en la globalización y los Estados y actores internacionales con bajos niveles de interdependencia o que quedan marginados o se excluyen de la globalización. Esta fractura implica pautas de comportamiento diferentes tanto entre los primeros y los segundos como dentro de cada uno de esos grupos de Estados y actores.

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La importancia que este hecho tienen en orden al funcionamiento de la sociedad internacional es decisivo, pues la actuación de los actores responderá a criterios, intereses y valores diferentes y se orientará con mayor o menor facilidad, según el grado de interdependencia, hacia modos diferentes de solución de los conflictos, a través de la negociación o del enfrentamiento armado. Hay que destacar también, en esta línea, que la creación de muy elevados niveles de interdependencia y globalización entre determinados Estados, en concreto, entre los Estados occidentales desarrollados, al elevar de forma notable los costos derivados de un enfrentamiento armado, ha dado lugar a la desaparición de la guerra como instrumento de lucha y competición entre los Estados y a la formación de las denominadas “comunidades de seguridad”. El ejemplo claro de este hecho lo tenemos en la comunidad transatlántica. Por el contrario, la guerra continua siendo un instrumento frecuente en manos de los Estados u otros actores internacionales cuando esos niveles de interdependencia no son elevados o la interdependencia es marcadamente asimétrica, es decir, es simple dependencia. i) Nuevos tipos de conflicto armado. El tipo de conflicto armado dominante ha cambiado en relación a los conflictos armados que han caracterizado las relaciones internacionales en el pasado. Tradicionalmente, los conflictos armados tenían: 1) una naturaleza predominantemente interestatal, política estratégica-militar y económica; 2) se expresaban generalmente a través del enfrentamiento y de la guerra entre los Estados; 3) eran de relativamente de corta duración; 4) se basaban en el desarrollo de grandes batallas, y 5) finalizaban con un acto jurídico, normalmente un tratado de paz. Ahora, por el contrario, en la actual sociedad global, el nuevo tipo de conflicto armado dominante, que no quiere decir único, tiene como principales características las siguientes: 1) Proviene fundamentalmente de los problemas económicos, sociales y culturales, es decir, de antagonismos y problemas nacionales, étnicos, religiosos, culturales, económicos y sociales. 2) Se concreta en las llamadas guerras de baja y media intensidad. 3) Es en general de muy larga duración. 4) No se desarrolla con grandes batallas. 5) Tiene un carácter marcadamente asimétrico, tanto por parte de los Estados, cuando éstos intervienen, como por parte de los actores subestatales y transnacionales. 6) Se expresa en conflictos y guerras en los que en la mayoría de los casos los actores no son Estados, es decir, posee una naturaleza subestatal o transnacional. En estas nuevas guerras juegan un papel destacado las empresas de armamento y las empresas militares privadas, que han proliferado de forma espectacular en los últimos tiempos y que tienen la guerra como un negocio, contribuyendo de forma importante a la prolongación de las mismas. 7) Los actores tienen con frecuencia vínculos con el crimen organizado transnacional. 8) No finaliza con un acto jurídico, sino con un “proceso de paz”. 9) Tiene como sujetos pasivos sectores cada vez más importantes de la población civil. Mientras en la Primera Guerra Mundial las víctimas civiles no llegaban al 20 % de las victimas totales, en la Segunda Guerra Mundial

11 alcanzaron el 50 % del total de victimas y en la actualidad las victimas civiles superan el 80 % del total. Toda una serie de nuevos o renovados tipos de conflictos armados, derivados de problemas como, entre otros, la pobreza, la marginación, la inmigración, la religión, el nacionalismo, el terrorismo, el narcotráfico, la xenofobia, el racismo y la búsqueda de la riqueza o los recursos, han pasado a marcar profundamente el escenario global, demandando una atención creciente de los actores estatales y no estatales. j) Cambio en el problema y en la concepción de la seguridad. El problema de la seguridad ha sido siempre uno de los ejes centrales a los que ha respondido el comportamiento de los Estados y, consecuentemente, su política exterior. Las nuevas realidades internacionales que venimos destacando, en concreto el incremento de la vulnerabilidad de los Estados, el cambio en la naturaleza y en la difusión del poder, los nuevos tipos de conflictos y los nuevos o renovados actores, estatales, transnacionales y subestatales han provocado cambios radicales en el problema de la seguridad. Se ha pasado de una concepción unidireccional y unidimensional de la seguridad, dominante durante siglos, que la interpretaba desde una perspectiva únicamente estatal y casi exclusivamente en términos militares, a una concepción compleja, multidireccional y muldimensional, en la que intervienen distintos actores, estatales, transnacionales y subestatales, que la interpreta en términos, por supuesto militares, pero también y cada vez más en términos económicos, sociales, culturales, comunicacionales, científico-técnicos, medioambientales, sanitarios, etc. Se ha pasado también de una concepción de la seguridad que la interpretaba en términos nacionales a una concepción que la interpreta en términos comunes y globales. Consecuencia decisiva de esta evolución del problema de la seguridad es que cada vez son más los retos frente a los cuales el uso de la fuerza militar ya no sirve o, cuanto menos, es excesivamente costoso en todos los sentidos, con todo lo que ello supone en la articulación de las políticas de seguridad, que exigen de forma creciente medidas de tipo político, económico, cultural, social, educativo, sanitario, científico-técnico, etc, que en muchos casos sólo a través del diálogo, la cooperación internacional e interregional y la integración es posible poner en marcha. En este sentido, las políticas de seguridad aparecen cada vez más directamente relacionadas con las políticas de cooperación y especialmente con la cooperación al desarrollo. Esto explica que cada vez con mayor frecuencia se postule la plena integración de la política exterior, la política de defensa y la política de desarrollo o las llamadas “tres D”, Diplomacia, Desarrollo y Defensa, como solución al actual problema de la seguridad. k) Conformación de un nuevo consenso internacional precario y limitado. Como consecuencia del final de la Guerra Fría, del fin del enfrentamiento ideológico, de la globalización y del papel hegemónico que a partir de ese momento ha jugado la ideología neoliberal, hay que destacar, como una nueva realidad, la conformación de un nuevo consenso internacional y, con ello, un nuevo orden internacional, de naturaleza imperfecta y limitada, dado que tiene como principal protagonista a Occidente, en torno

12 a la democracia y los derechos humanos. Con ello se han introducido de forma clara en la dinámica internacional unos valores y un orden en cuyo defensa se justifican numerosas formas de injerencia humanitaria, que pueden llegar al uso de la fuerza militar. En todo caso, lo que caracteriza este consenso son algunos de los valores en los que descansa, como son la democracia y los derechos humanos. Es la primera vez en la historia de las relaciones internacionales, dejando de lado el intento limitado y puntual contenido de los Catorce Puntos del Presidente Wilson, hechos públicos en 1918, que la democracia y los derechos humanos tratan de erigirse en principios inspiradores del orden internacional. Sin embargo, este consenso internacional plantea importantes problemas en cuanto a su aplicación práctica y genera muchas contradicciones en el funcionamiento de la sociedad global. El primer problema que plantea es la instrumentalización que del mismo hacen en ocasiones las Grandes Potencias, valiéndose de la defensa de los derechos humanos y de la democracia para llevar adelante la defensa de sus intereses nacionales. El segundo problema es que ese consenso sobre los derechos humanos y la democracia, al estar basado en la ideología neoliberal, privilegia los derechos civiles y políticos y olvida, por lo tanto, los derechos económicos, sociales y culturales, con las consecuencias que tiene desde el punto de vista del orden mundial y de la vigencia de la idea de justicia, tanto a nivel interno como internacional. El tercer problema es que esos valores y ese orden no son aceptado sin más por el conjunto de la sociedad internacional, en la que existen Estados, actores trasnacionales, subestatales y pueblos que los identifican con Occidente y los consideran una manifestación de su hegemonía y dominio y un instrumento para su aculturación. El cuarto problema es que ese consenso en torno a la democracia, como forma universal de organización política es términos estatales, choca frontalmente con el funcionamiento no democrático de la propia sociedad global y con el papel de directorio que ejercen en la misma las grandes potencias. Finalmente, como último problema, esa contradicción relativa al funcionamiento no democrático del sistema político-diplomático mundial, adquiere aún mayor relevancia si se tiene además en cuenta que la democratización creciente del mundo interno de los Estados, que van perdiendo la centralidad y protagonismo que tuvieron en el pasado, se acompaña del reforzamiento y protagonismo creciente de unos actores transnacionales y subestatales cada vez más poderosos, que no funcionan democráticamente y que escapan a todo control democrático, con todo lo que ello supone de interrogantes para el funcionamiento de la sociedad global. l) Revalorización de lo humano y de lo humanitario. La globalización está produciendo importantes efectos en cuanto a la humanización de la sociedad internacional. La globalización favorece la toma de conciencia individual y colectiva del mundo como un espacio único, global e inmediato y supone en cierta

13 medida la superación del Estado, cambia nuestra percepción del mundo y favorece la adopción de conductas individuales y colectivas superadoras del referente estatal, situando al ser humano y sus problemas como puntos de referencia de la sociedad global y como actores de la misma. En este sentido, la globalización está haciendo mucho por la humanización de esa sociedad y por el empoderamiento de los individuos, que ya no son sólo receptores de información, sino también generadores de la misma, con el cambio revolucionario que ello supone. Una humanización de la sociedad global que refuerza el papel y el protagonismo de la sociedad humana, en cuanto una de las realidades conformadoras de la misma, y que está en la base de la emergencia de una incipiente sociedad civil global. En concreto, en la actual sociedad global, como consecuencia de la democracia y de la revolución en el campo de la información y de la comunicación, que permite a los individuos tener acceso libre a los sistemas de comunicación global, se ha producido, al menos en los Estados y poblaciones inmersos en la globalización, una revolución en las capacidades de los individuos. Hemos asistido a un proceso de empoderamiento de los individuos, que los ha hecho más partícipes e influyentes en las relaciones internacionales y les facilita un papel activo como actores tanto en la sociedad estatal como en la sociedad global. A partir de todo ello, al contrario de lo que sucedía en la sociedad internacional westfaliana, el mundo se presenta cada vez más en términos humanos que en términos estatales, con lo que ello supone desde el punto de vista de la humanización de la sociedad mundial, del desarrollo de la solidaridad y de la cooperación estatal y transnacional, del desarrollo de organizaciones no gubernamentales y del despunte de una sociedad civil global. Nunca como hasta ahora las corrientes de solidaridad internacional, tanto en lo referido a los Estados, como a las ONG y los individuos, han tenido el desarrollo y la importancia que conocen actualmente, lo que prueba los efectos de humanización de las relaciones internacionales que se derivan de la globalización. Sin embargo, no podemos olvidar que al mismo tiempo, y como efecto contrario, la saturación de imágenes recibidas en torno a los problemas de la sociedad mundial, hambrunas, catástrofes, guerras, acaba produciendo en muchos casos un progresiva insensibilización de los seres humanos y una trivialización del sufrimiento, con las consecuencias negativas que ello tiene para ese proceso de humanización. Estas son algunas de las claves que, en nuestra opinión, nos permiten interpretar la actual sociedad internacional y, consecuentemente, el futuro orden mundial. La consideración conjunta de todas ellas nos da idea de la magnitud de los cambios que se han producido y pone de manifiesto que nos encontramos ante una sociedad internacional muy diferente a todos las que han existido anteriormente y, consecuentemente, la necesidad, por un lado, de enfrentarnos a su análisis con conceptos, ideas e interpretaciones nuevas y diferentes a las que tradicionalmente hemos venido utilizando y, por otro, de enfrentarnos a su gobernanza con políticas igualmente nuevas y diferentes a las tradicionales. Santo Domingo, noviembre 2014

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