Civilizando la violencia. La prohibición de los duelos en la España Moderna

September 21, 2017 | Autor: Ignacio Ampudia | Categoría: Violence, Early Modern History, Social History, Historia Social, Social Conflict
Share Embed


Descripción

Civilizando la violencia. La prohibición de los duelos en la España moderna1

Ignacio Ampudia de Haro UCM

RESUMEN El objetivo de la presente comunicación es ofrecer una aproximación a los duelos por honor en la Edad Moderna desde una perspectiva civilizatoria exponiendo sus orígenes, su funcionalidad en el marco del ordenamiento estamental y los motivos de su prohibición. El proceso de creciente estatalización llevado a cabo por las monarquías europeas se basó en la apropiación de administración de justicia. Las diferentes disposiciones legales contrarias a los desafíos tendrán que luchar contra la utilidad y arraigo de una costumbre que contribuye al desarrollo en el proceso de la civilización. ABSTRACT The aim of this paper is to offer an aproximation to duelling in Early Modern Age from a civilizational perspective putting forward its origins, its funcionality inside of the estate system and the reasons for its prohibition. The growing process of nacionalization carried out by the European monarchies was based on the appropiation of justice administration. Different laws opposite to duelling will have to fight against the utility and the roots of a custom that contributes to the development of civilization process.

1

Trabajo publicado en JIMÉ EZ ESTRELLA, Antonio y LOZA O AVARRO, Julián (eds.): Actas de la XI Reunión científica de la Fundación Española de Historia Moderna. Vol II: Conflictividad y violencia en la Edad Moderna. Granada: Universidad de Granada, 2012. pp. 265- 275.

1

1. Introducción La civilización excluye cualquier fenómeno violento, o al menos eso es lo que comúnmente se sostiene acerca de cualquier comunidad pretendidamente civilizada. La noción generalmente aceptada del concepto sobre el que se ha edificado buena parte de la identidad occidental desde la Edad Moderna indica que, cuanto más civilizada es una comunidad, menos violencia tiene que soportar, idea que ha pasado a formar parte de una suerte de imaginario ideológico imprescindible para la progresión de cualquier grupo humano, un precepto que ha rebasado la difusa línea que en ocasiones separa la ciencia de la creencia: es un precepto con trazas de certeza. Sin embargo, la historia y la sociología han proporcionado sobradas muestras que invitan a pensar que la relación entre violencia y civilización no siempre debe ser evaluada en términos estrictamente negativos puesto que la una no puede entenderse sin la otra. Ambas han mantenido (y lo siguen haciendo) una relación secular, intensa y en ocasiones contradictoria, pero lo cierto es que, por extraño que parezca y a pesar de la civilización, la violencia sigue siendo un mecanismo global para la resolución momentánea de conflictos. Nuestra convivencia con la violencia es constante y se puede experimentar en sus múltiples variantes, desde un plano subjetivo, en tercera persona o como espectador de la violencia diferida, convenientemente editada y servida por los medios de comunicación de un conflicto que está sucediendo en cualquier lugar del mundo. Todas estas experiencias contribuyen a la integración de la violencia en la cosmovisión occidental como un elemento negativo pero irremediablemente irreductible. Después de asumirlo, el siguiente paso suele consistir en preguntarse si el ser humano es violento por naturaleza. Aunque es una duda constante y esencial que persigue la explicación total y definitiva de la condición humana, no parece que sea el camino más adecuado para la resolución del problema porque, en primer lugar, habría que desentrañar cuál es nuestra verdadera naturaleza y, en el improbable caso de

2

hallar la respuesta a tan bizantina cuestión, habría que determinar qué queda de aquella en nuestros comportamientos después de milenios de socialización2. Lo que sí es posible y viable es analizar la violencia desde una perspectiva social entendiéndola como un efecto inevitable de la vida colectiva, un fenómeno que ha evolucionado a medida que los grupos humanos lo han hecho y que se ha manifestado de modos muy diferentes a lo largo de la historia. Dejando a un lado guerras multitudinarias, batallas más modestas o guerrillas imposibles de erradicar, el duelo o desafío constituye una forma específica de la violencia de sumo interés por las implicaciones que tiene en la estructura moral y cultural de las sociedades modernas y las justificaciones que encuentra en la misma.

2. Origen y funcionalidad social del duelo.

Los orígenes del duelo se localizan en las regiones del norte de Europa occidental3 donde se encuentra el principio de la organización feudal que se extendió por todo el continente consagrando el ascendente y relevancia en el ordenamiento social de una aristocracia guerrera que se remontaba hasta las narraciones mitológicas para justificar su preeminencia4. En el mismo sentido, y con cierto desprecio y resentimiento, el siglo XIX español también explicó el origen del duelo:

“Cuando los pueblos del Norte inundaron por decirlo así las provincias del Mediodía y se hundieron repentinamente las

2

“Like a combat, the duel leaves us to ask whether human nature is innately violent. But the individual is always conditioned by his social environment, and the duel is an object-lesson in aggression aroused by social incitements, as well as in aggressiveness brought under social regulation”. Víctor Gordon Kiernan, The duel in european history. Honour and the reign of aristocracy, Oxford: Oxford University Press, 1988, pág. 12. 3 “Ni Grecia con su cultura […] ni Roma con su civilización, pudieron ser la cuna de la estravagante (sic) institución del duelo. Los guerreros romanos que conquistaron el mundo, llevando por dó quiera sus victoriosas armas, tenían sentimientos más elevados, y sabían que su patria necesitaba de sus brazos, y que nunca debieran verter su sangre en inútiles combates personales”. José Mª Jimeno de Lerma, Sobre duelos y desafíos. &ovísima Recopilación, Madrid: Imprenta de C. González, 1859, pág. 6. 4 Víctor Gordon Kiernan, The duel in european… op. cit. pág. 13.

3

ciudades de los Césares, cuya capital era Roma, se trocaron todas las costumbres, la civilización se eclipsó, y en medio de ese cataclismo parecía desmoronarse el estado social […] se rompieron todos los vínculos del respeto, de la obediencia, destruidos los ídolos, debilitados los poderes públicos, no se conocía mas derecho que el de la fuerza ni otro medio de terminar todas las contiendas. Cada uno se erigía en juez de su propia causa y encomendaba a la fuerza de su brazo el hacer valedero el derecho que le asistía, o creía asistido5”.

El recurso a la mitificación del pasado es una constante en la producción historiográfica en todas las épocas y por ello no es extraño que los ilustrados españoles desdeñaran las condiciones que dieron lugar al periodo medieval y, por el contrario, elevasen, glorificasen y envidiasen los constituyentes de la civilización grecolatina. Según esta línea discursiva, la palabra duellum 6 en ningún momento quiso significar el combate entre dos particulares sino más bien la contienda desatada entre dos pueblos. El concepto de honor entre griegos y romanos no opera del mismo modo que lo hace en la Europa moderna y, del mismo modo que para la época clásica el honor es un concepto colectivo, en la modernidad aquél pasa a formar parte del patrimonio del individuo7. El duelo no es más que un combate personal y privado entre dos hombres, un mecanismo sancionado y reglado para dirimir y limpiar cuestiones relativas al honor. En este sentido, podemos comprobar cómo el desafío no es más que la consecuencia lógica cuando alguien vulnera y quiebra el inestable equilibrio que proporciona el honor, uno de los más importantes constituyentes 5

Sinforiano Torriente y Sierra, Discurso sobre el duelo, Madrid, Imprenta del Colegio de Sordomudos y ciegos, 1849, pág. 7. 6 “Duelling spread over Europe, taking on varying colours, and sometimes different names. Most countries, from England to Romania, made do with a form of the Italian duello; Spanish and Portuguese added another word, desafío, German adopted also Zweikampf, Swedich envig, also tvekamp which it shared with Danish; in Russia the name that came into use was poyedinok”. Víctor Gordon Kiernan, The duel in european… op. cit. pág. 68. 7 “Dos son los grandes principios que alternativamente predominan en cada época, el socialismo y el individualismo; y así como éste reina en nuestra generación actual así aquél era el que predominaba en aquella era antigua […] así es que en los siglos anteriores a la destrucción del Imperio romano, el desafío no tuvo lugar por estar ocupados los ánimos en las ideas que dominaban en aquella época; esto es, el bien de la patria, en el cual como ya hemos dicho cimentaban todos su honor, su mayor orgullo.”Sinforiano Torriente y Sierra, Discuro sobre… op. cit, págs. 9-10.

4

de la sociedad estamental. Toda sociedad presenta una ordenación jerárquica que no responde a voluntades individuales sino a la estimación que se hace de todos los niveles que resultan distinguidos dentro de ella. El estamento aparece como un ámbito de distribución de la función social, de los derechos y obligaciones de cada individuo con arreglo a la posición que ocupa dentro del cuerpo social y que determina la valoración de su calidad. El sistema estamental dicta que un individuo es lo que es en función del puesto que ocupa en el ordenamiento, por lo que la adscripción estamental es la que confiere la identidad siendo el honor el método para solidificar dicha estructura en la que el privilegio se sanciona positivamente8. La honra y el honor se encuentran por encima de cualquier otra variable y su pérdida es equivalente a la muerte social. En este contexto, la propia vida será menos valorada que el restablecimiento del honor mancillado por la ofensa de un par porque el cuerpo no sirve de nada si en él la honra no está intacta. Cuando dos caballeros se retan en un duelo, el retador cuenta con la posibilidad de restablecer su honra mientras que el retado puede salir del embate con la suya intacta. La valoración superlativa de la honra y el honor es propia de contextos sociales en los que el recurso a la justicia se encuentra restringido por lo que es imprescindible entender el duelo como un mecanismo esencial en la aplicación de una justicia que no busca dirimir la culpabilidad y la inocencia sino simplemente restablecer el statu quo previo. Un hombre honorable es el único capacitado para determinar qué es una ofensa y qué no lo es así como el método que debe ser empleado para limpiar la falta. Un desafío es un efecto claro e inmediato de la asunción y ejercicio de un ethos estamental que marca claramente la distinción que se produce entre los dignos y los indignos, entre los que son capaces de regirse por un código y los que ni siquiera tienen uno9. 8

“El honor es el resultado de la inquebrantable voluntad de cumplir con el modo de comportarse a que se está obligado por hallarse personalmente con el privilegio de pertenecer a un alto estamento. Honor es el premio de responder a lo que se está obligado por lo que socialmente se es”. José A. Maravall, Poder, honor y élites en el siglo XVII, Madrid, Siglo XXI, 1979, pág. 33. 9 “El hombre de mala índole no se bate; asesina, se venga; se bate el que se estima a sí propio, el que es incapaz de cometer una villanía, una mala acción […] para batirse en desafío se necesita más que valor el sentimiento de la virtud”. Cirilo Álvarez Martínez, Ensayo histórico-filosófico-legal sobre el duelo, Madrid, Sociedad Tipográfica- Literaria Universal, 1847, pág. 28; Rafael Marques, “Von Braunmühl’s conjecture: the civilizational dimensión of Duelling”, 38º Congreso Mundial del Instituto Internacional de

5

Al

igual

que

otros

tantos

discursos

historiográficos,

en

esta

reconstrucción del uso de la violencia de las sociedades modernas es imprescindible llevar a cabo un análisis diferenciado de género puesto que el modo de solucionar los conflictos no es el mismo entre hombres y mujeres. El duelo es un terreno puramente masculino que escenifica a la perfección una de las muchas tensiones que se producen en la estructura patriarcal que sobre la que se basa nuestra cultura10. Entre los múltiples motivos esgrimidos para retar en desafío a algún infractor del código, es muy común encontrar cuestiones relativas a la honra de las mujeres. En algunos casos se ha tratado de cargar a las propias mujeres con la responsabilidad y culpabilidad del duelo pero la cuestión es algo más compleja. Una de las principales dimensiones de la honra y la deshonra descansa en los actos de las mujeres pero su defensa es un patrimonio masculino ya que la honra del varón se define por su condición y papel social que, en un determinado momento, se ve amenazado. Un varón puede ser un marido engañado, un padre ultrajado o un hermano que debe salvaguardar la pureza de su hermana. Las mujeres son objeto de admiración y desprecio, pero también de protección y en ocasiones de temor porque la honra masculina está asociada a la femenina y ésta, a su vez, ligada al decoro y su correcto proceder en materia sexual. De este modo, la honra femenina queda irremediablemente fundida con la masculina y nunca llegará a poseer una dimensión realmente autónoma. Por este trágico mecanismo en el que los actos de unos vinculan sus consecuencias en las vidas de otros, en los círculos aristocráticos era bastante frecuente culpabilizar a las mujeres por los combates de los hombres cuando en realidad, parte de la educación femenina, consistía en generar situaciones en las que los varones pudieran demostrar que lo eran. Es un sistema de funcionalidad recíproca: las mujeres son mujeres y con su determinado ser Sociología. Budapest, Central University, 26-30 de junio de 2008. Sesión “Civilising and decivilising Processes. Sesion I. Paths to the present”, en prensa, págs. 10-14. 10 “Duelling was a male institution, emphasizing the gulf between the sexes, as well as the classes. Affrays very often concerned women, and so constituted a link, but far oftener than not of an unedifying kind. Psychical strength gave the man his superiority, physical courage was its justification; the duel, still more than the massed battlefield, was the acid test of fear or bravery, and its record sheds much light on their psychology”. Víctor Gordon Kiernan, The duel in european… op. cit. pág. 327.

6

provocan que los hombres sean hombres. Mientras para éstos está permitido durante la juventud las aventuras amorosas, el catálogo de libertades femeninas es mucho más restringido. En algunos países se les permite participar en la caza, juegos de pelota e incluso bailar con otros hombres pero lo realmente importante es cumplir el código para preservar la reputación, ser casta y guardar fidelidad al marido11. La honra femenina puede ser destruida con una palabra, con una insinuación que cuestione su integridad pero ellas nunca podrán ser las que limpien personalmente el agravio. La irrupción de mujeres en los duelos se sanciona negativamente porque, por un lado, trivializa una práctica que se basa en la restricción y exclusividad y, por otro, implica una evidente feminización del varón que deja en manos de su mujer la limpieza del honor familiar. Además se piensa que, al igual que la naturaleza pecaminosa de la mujer la condiciona hacia la infidelidad y el rijo desmedido, la feminidad introducirá en el duelo el histerismo, los llantos y las risas12. La idea de la mujer como un sujeto potencialmente vengativo es común en toda Europa. El duelo no es venganza; el duelo es reparación, y hay unos códigos que deben ser respetados13.

3. Legislación contra el duelo. La norma contra la costumbre.

El duelo es un espacio que reacciona a la lógica mercantilista y estatalista que empieza a imperar en los estados europeos de la Edad Moderna. En el desafío no hay intermediarios ni árbitros ni autoridades que intentan colocarse por encima de la voluntad plena de los caballeros que entran en lucha. No se buscan pruebas materiales ni testimonios en un estrado; no hay apelaciones, reflexiones de derecho, fiscales, abogados defensores ni, por 11

Víctor Gordon Kiernan, The duel in european... op. cit, pág. 156. “O duelo honrado deve ser neutro do ponto de vista emocional. No duelo não têm lugar nem a paixão, nem o ódio, nem a amizade, nem o receio, nem os pensamentos na família. No seu estado puro, o duelo deve estar liberto de emoções de vingança ou de retaliação, pela simples razão de a honra do adversário ser fundamental para o enaltecer da nossa honra”. Rafael Marques, “Von Braunmülh’s conjecture...” op. cit. pág. 14. 13 Ibidem, pág. 23 y ss. 12

7

supuesto, reconocimiento de una autoridad suprema. El duelo resuelve taxativa y definitivamente el conflicto sin necesidad de clarificar las culpas y responsabilidades en un plano jurídico porque el único objetivo es restablecer los lazos sociales sin importar la razón o la moral. Este posicionamiento del duelo al margen de la razón y del progresivo crecimiento jurídico y legislativo de las monarquías europeas, lo convirtió en un fenómeno susceptible de persecución por dos motivos: porque escapaba al control del monarca y porque en su propia esencia se localizaba un cierto poso subversivo que atentaba directamente contra el poder temporal y el poder espiritual. Antes que el poder civil se pronunció al respecto el poder espiritual denunciando la práctica en los Concilios de Valencia de 855 y Limoges en 994 entre otros. Sin embargo será el Concilio de Trento finalizado en 1563 el que anatematice definitivamente la práctica imponiendo la excomunión para los que hicieren uso del desafío. El capítulo XIX de la Sesión XXV es claro al respecto: “Extermínese enteramente del mundo cristiano la detestable costumbre de los desafíos, introducida por artificio del demonio para lograr a un mismo tiempo que la muerte sangrienta de los cuerpos, la perdición de las almas. Queden excomulgados por el mismo hecho, el Emperador, los Reyes, los Duques, Príncipes, Marqueses, Condes y señores temporales, de cualquier nombre que sean, que concedieren en sus tierras campo para desafío entre cristianos; y ténganse por privados de la jurisdicción y dominio de aquella ciudad, castillo o lugar que obtengan de la iglesia, en que, o junto al que, permitieren se pelee, y cumpla el desafío; y si fueren feudos, recaigan inmediatamente en los señores directos. Los que entraren en el desafío, y los que se llaman sus padrinos, incurran en la pena de excomunión y de la pérdida de todos sus bienes, y en la de infamia perpetua, y deban ser castigados según los sagrados cánones, como homicidas; y si muriesen en el mismo desafío, carezcan perpetuamente de sepultura eclesiástica. Las personas también que dieren consejo en la causa del desafío, tanto 8

sobre el derecho, como sobre el hecho, o persuadieren a alguno a él, por cualquier motivo, o razón, así como los espectadores, queden excomulgados, y en perpetua maldición; sin que obste privilegio ninguno, o mala costumbre, aunque sea inmemorial14”.

Las disputas entre Reyes y Papas son un lugar común durante la Edad Moderna, pero en el caso de los duelos sus intereses parecen converger a la perfección y entre ambas instituciones se explora una línea de pensamiento que concibe a todo duelista como un malísimo cristiano que ha sido seducido por las diabólicas artes del Maligno. De este modo, la religión, la moral y la ley hacen frente común a la honra y el honor. La iglesia comienza criticando el incumplimiento de la tregua de Dios que impedía la celebración de un duelo hasta que no hubieran transcurrido seis días desde la ofensa. Se suponía que ése era el tiempo necesario para que la cordura y la sensatez se apoderasen de los ánimos de los duelistas y decidiesen suspender el desafío. Pero como el asunto de la tregua de Dios no parecía importar demasiado a los duelistas, la intensidad de la reprobación fue in crescendo. El siguiente argumento empleado fue la asociación del duelo con la embriaguez y la barbarie. El desafío no era más que una burda excusa para justificar la violencia que naturalmente caracterizaba a estos desviados. Para terminar se recurrió al pecado. El duelista incurría en la soberbia cuando se batía porque pretendía con sus actos sustituir a Dios y a los reyes en la administración de justicia que por derecho les pertenecía15. A pesar de todos los esfuerzos intelectuales y sancionadores de la iglesia, los duelos seguirán gozando de buena salud durante el siglo XVII. El poder de los monarcas también se pondrá al servicio de la prohibición desde finales del siglo XV16 pero las diferentes disposiciones no lograrán hacer desaparecer la 14

Mariano Latre, El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento. Barcelona, 1845, págs.. 347-348. Las actas de los decretos conciliares también pueden ser consultadas online en la web multimedios.org. 15 Rafael Marques, “Von Braunmülh’s conjecture…” op. cit. pág. 43. 16 “La ley prohibitiva del duelo que se registra como más antigua en nuestro cuerpo de derecho, es la 1ª, tit. 20, lib. XII de la Novísima Recopilación, expedida en Toledo por los Reyes Católicos en el año de 1480. Prohíbe el duelo bajo las penas del aleve, que eran la confiscación de bienes y la muerte al retador homicida, y el destierro perpetuo en caso de herida grave. Castiga esta ley a los mensajeros y padrinos con la confiscación; y era tal su rigor, que alcanzaba hasta a los que le habían presenciado, imponiéndoles

9

costumbre. En el siglo XVII se llevó a cabo una consulta a los prohombres del reino para legislar con mesura y equidad tratando de comprender cuáles eran los fundamentos del duelo. En este sentido se expresan los duques de Santa Cruz y Villahermosa en un expediente de la junta creada exclusivamente para la evaluación de la ley del duelo en 1636:

[…] “la ynfamia en toda ley siempre ha de caer sobre aquel a quien condena el derecho y que le contrabiene y en este caso el transgresor de la ley no es [quien] rezive la ynjuria sino el que la causa y es iniquidad que estén obrando contra el derecho q[ue]de honrrado y el otro sin haver a el contravenido afrentado […] porque conforme a natural discurso siempre la honrra o la deshonrra ha de resultar de las propias aciones y sin culpa mia no quedo ser deshonrrado ni sin mérito honrrado17”.

La prohibición de los duelos seguía su curso en pleno proceso de estatalización de la violencia en que los monarcas tratan de abarcar cada vez más competencias en la aplicación de la justicia. La Sala de Alcaldes de Casa y Corte se expresa en esa dirección con diferentes decretos prohibiendo el uso del acero en su jurisdicción a partir de 1621:

“En la villa de Madrid a veinte y cinco días del mes de junio de mil y seiscientos y veinte y un años los ss[eñor]e[s] alcaldes de la casa y corte de su magestad mandaron se pregone en esta corte que ninguna persona de qualquier estado calidad y condición que sea sea osado a meter mano a la espada daga cuchillo en esta corte ni acuchillarse so pena el que fuere noble de las penas contenidas en las Leyes Reales y que se executará en ellos y el que no lo fuere de berguença pública y lavar la mano por solo. Echar mano a las otras

la pérdida de las caballerías en que hubiesen ido, y muta de 600 marcos a lo de a pie”.. José Mª Jimeno de Lerma, Sobre duelos… op. cit. pág. 11. 17 Archivo Histórico Nacional [AHN]. Diversos- Colecciones, 155. Exp. 6.

10

armas y si yiriese o matase pena de muerte y de cincuenta maravedíes para los pobres de la cárcel y gastos de just[ici]a18”.

Seis años después la disposición vuelve a repetirse en los mismos términos aunque las penas que se imponen a los duelistas son más severas:

“En la villa de Madrid a veinte de febrero de mil y seiscientos y veinte siete años los señores del Consejo de su Mag[estad] dijeron que por quanto por la ley primera título 23 libro octavo de la nueva recopilación está prohibido que ninguna persona sea osado de echar mano a las armas en esta corte sopena que les corten las manos y si hierere con las dichas armas muera por ello. Mandaban y mandaron se cumpla y ejecute la dicha ley según y como en ellas se contiene 19”.

Sin embargo, la reiteración de la normativa que se lleva a cabo por la misma institución en años posteriores (163320, 163621 y 163722) demuestra que, lejos de verse atemorizados por penas de vergüenza pública, confiscación de bienes y destierro, los hombres siguen resolviendo sus conflictos en la Corte a golpe de espada y cuchillo. Como en otros tantos casos, la normatividad se encontraba retrasada con respecto a la vigencia de un comportamiento social de profundo arraigo. Y es que, cambiando la perspectiva de análisis y en contra de los dictados de la iglesia, un duelo tiene una dimensión que podría considerarse sagrada. A pesar de contravenir el quinto mandamiento del Decálogo, los duelistas encuentran en sus actos una estrecha comunión de intereses y sentimientos con su rival 23 . La sangre que probablemente se verterá en la

18

AHN. Consejos. Libro 1208. fol. 247r. AHN. Consejos. Libro 1212. fol. 102r. 20 AHN. Consejos. Libro 1217. Fol. 474r. 21 AHN. Consejos. Libro 1218. Fol. 7r.; AHN. Consejos. Libro 1221. Fol. 268r. 22 AHN. Consejos. Libro 1222. Fol. 208r. 23 “O duelo empurra um homem contra oseu duplo, contra a sua imagem espelho. Ambos desejam o mesmo, ambos se movem pelos mesmos valores, ambos vivem no mesmo mundo, ambos se inserem no mesmo círculo social. Todos os duelistas têm a consciência clara de que o embate que vão travar não opõe um bom a um mau, ou mesmo um justo a um injusto”. Rafael Marques, “Von Braunmülh’s conjecture...” op. cit. pág. 16. 19

11

refriega es la sangre que purificará sus faltas, es un sacrificio por la expiación de los pecados que, cierto modo, evita que un conflicto privado acabe convirtiéndose en una batalla abierta que envuelva a toda una comunidad. Bajo estos parámetros se puede interpretar la reacción de Carlos I de España ante el cartel de desafío que Francisco I, rey de Francia, le hizo llegar en 1528. En las misivas que el Emperador intercambió con algunos títulos castellanos puede observarse la preocupación por las posibles consecuencias derivadas del rechazo del desafío:

[…] “os hago saber que el lunes ocho del presente mes de junio llegó a esta villa de Monzón un I[nform]ante del Rey de Francia, con un cartel de desafío de su persona a la mía, dando por motivo ciertas palabras que supone haver yo dicho a sus Embajadores y al dicho I[nform]ante al tiempo q[u]e el, y el del Rey de Inglaterra hicieron el desafío general en Burgos; las quales palabras Yo les dije, aunque de distinto modo, viendo que con el Rey de Francia no havían aprovechado ningunos medios, ni cosas en que Yo he venido para asentar la paz en la Christiandad creyendo, que por esta maña se conseguiría más presto, pues assí se concluían nuestras diferencias y se escusaría la guerra, y efusión de sangre, que se espera; por cuya razón y por no ver más trabajos, muertes y daños en mis Reynos y servidores24”.

En las palabas del Emperador se pueden rastrear las dudas que surgen en la transición del caballero medieval al monarca moderno que, a pesar de haber sido educado y socializado en las armas y los torneos, encuentra serios problemas para gobernar sus reinos basándose en la lógica de los desafíos y los combates privados. La dimensión aristocrática del duelo es innegable y no solo los monarcas se ven envueltos en su dinámica. También los titulados de las grandes familias nobiliarias responden con desafíos a las faltas de honor como

24

Carta del Emperador Carlos V al duque del Infantado. 15 de junio de 1528. AHN. Consejos. Legajo 5780. Exp. 5.

12

en el caso que envolvió al duque de Alburquerque, al conde de las Amayuelas y al marqués de Mancera a cuenta de una riña entre sus criados en 1642:

“Las nobedades q[ue] por acá ay son muy pocas, q[ue] son las siguientes: q[ue] en Madrid ha havido unos desafíos y son el Duque de Alburquerque con el Conde de las Amayuelas; Don Félix de Cordova con Don Francisco de Toledo y el Marqués de Mancera con un cavallero de Córdoba, por el tratam[ien]to aunq[ue] también dizen fue la riña entre los criados a que obligo a los amos a sacar las espadas25”.

O el desafío que enfrentó años después, en 1699, al marqués de Alconchel con el Almirante de Castilla según el testimonio que Pedro González de Velasco, vecino de Granada, ofreció en el proceso judicial que concluyó con embargo de los bienes del marqués:

[…] “Dixo que lo que en razón de ella [su memoria] save y puede decir es que con el mottivo de hazer su jornada y día de la fecha el señor almirante para la ziudad de sanlucar de Barrameda y yr en su assisttencia el Padre Carlos Carnedí de la Compañía de Jesús el testtigo siendo hora delas seis de la mañana fue a las cassas que llaman de Don Juan Bartolomé donde possaua dicho señor Almirante y vio como se esttua previniendo todo el carruaxe y después su excelencia fue a missa y aviendo vuelto estuvo dettenido en su quartto asta más de las diez y media que se fue y a ttoda la xentte de la cassa y ottras personas que no hizo reparo oyó decir auia quartto con el marqués de Alconchel, Conde de Zifuentes […] vino a estta ziudad el dicho Marqués de Alconchel y se dezía era para el ajustto de las amistades con el dicho señor Almirante26”.

25 26

Carta de Félix de Pascual al duque de Gandía. AHN. Osuna. CT. 79. D. 1. AHN. Consejos. Leg. 26496. Exp. 5.

13

Pero el duelo no quedó circunscrito en exclusiva a los límites de los privilegiados. El efecto y beneficio social de la distinción en el orden estamental fue imitado por individuos que, buscando la excepcionalidad y sin tener su cuna en el estamento privilegiado, optaron por mimetizarse con los usos y costumbres de la aristocracia. El honor traspasó la férrea barrera aristocrática y permeó entre el estado llano. Si se trasplantaba el honor, también lo tenía que hacer el duelo. Por ese motivo, en agosto de 1680 se registra un proceso contra José de Haro, secretario del Consejo de Aragón, desafiado por Próspero Gorráiz. El informe fiscal es tajante:

“El fiscal acusa criminalmente a D. Joseph de Haro Secretario del Consejo de Aragón y le pone por acusación la culpa y cargo que de su confesión y demás autos contra el susodicho resulta: Porque estando prohibido por el derecho divino, natural, de las gentes, civil leyes y premáticas de los Reynos, Sagrados Cánones, Breves App[ostoli]cos y por el S[an]to Concilio de Trento debajo de graves penas el execrable delito de los desafíos, en que incurren no solam[en]te los que desafían, sino los que retados salen al sitio que les señalan el otro D[o]n Joseph contraviniendo a tan general prohibición aviendo reciuido un papel de D. Próspero Gorráiz en el que le desafiaba en la Casa del Campo […] no es justo que quede tolerado delito de tanta gravedad, y de consequencias tan perjudiciales, que se aumentan con las circunstancias de haberse cometido en la corte a vista del Con[sejo] y por persona que por razón de su empleo debe tener noticia de la prohibición y observar con más puntualidad lo dispuesto por todos los derechos y leyes y premáticas de los Reynos: Por tanto pido que se condene al d[i]cho D. Joseph de Haro en las mayores y más graves penas en que ha incurrido conforme a derecho y leyes del Reyno mandándolas executar en su persona y bienes27”.

27

AHN. Consejos. Leg. 26179. Exp. 1.

14

Otro ejemplo de esta trasposición de valores aristocráticos lo encontramos en el proceso que en 1671 abrió Sebastián de Almaraz, Corregidor de las Siete Merindades de Castilla la Vieja:

“D. Manuel de belasco y D. Diego corrilla becinos de esta villa despinosa Juan Ballesteros y pedro ballesteros el moço, becinos de aguera bartolmé ballesteros, becino de quintanilla y pedro ballesteros hixo de juan ballesteros becino de berecedo rretamos y desafiamos a Don Juan de belarde del corro y a otros cinco camaradas con espadas y dagas para el rreino de nabarra pasado el puente de Logroño, quinientos pasos en camisas y cada bando a de llebar un padrino para ajustar las armas y asegurar el campo para el día sábado treinta y uno de este mes de enero y para que sea notorio a todo se fixará en espinosa medina y billarcaio dicho día sábado entre nuebe y diez de la mañana, repto con todos28”.

4. Conclusión.

La generalización de los duelos que se produce en Europa durante el siglo XVIII y XIX es simplemente la prueba de que la costumbre está asistiendo a sus últimos estertores. El duelo se universaliza cuando el viejo orden estamental está tocando a su fin y ya no puede contener la exclusividad en el acceso a sus modos de vida. Por eso, para la aristocracia, el duelo ya no representa el mecanismo de reparación de la honra sino un espacio en el que seguir demostrando el coraje y el valor que fueron constituyentes de su identidad pasada. Del mismo modo, la nueva clase emergente, la burguesía, busca imponer una nueva visión del mundo sin renunciar a la exclusividad del privilegiado, utilizando el duelo como un mecanismo de acceso a un círculo restringido. A finales del siglo XIX, multitud de aristócratas entrarán a formar parte de las ligas anti-duelo abogando por su prohibición y desaparición. Los 28

AHN. Consejos. Leg. 25959. Exp. 1.

15

valores han cambiado y no hay ningún sentido para seguir manteniendo con vida algo que ya no tiene función y que además está siendo mancillado por aquellos que han destruido el viejo sistema. Sin embargo, este auge del desafío solo certifica lo anacrónico de un orden que se ha visto desplazado por nuevos ideales, por nuevos parámetros de estimación social. El dinero sustituye a la sangre y la distinción teórica desaparece a manos de una racionalidad jurídica que iguala a todos los individuos ante la ley. Ya no hay justificación para buscar la reparación en la propia acción; la justicia se universaliza y se deposita en manos de una instancia superior reconocida y respetada por todos los ciudadanos. El desafío ya no es un proceder jurídicamente adecuado aunque es evidente que el duelo no buscaba justicia porque no hay nada de justo en un acto que concede las mismas posibilidades de éxito al infractor que al perjudicado por la infracción. El duelo busca limpiar sin juzgar de qué lado está la razón, y eso constituye un auténtico disparate para cualquier planteamiento racionalista. A pesar de la imagen cruda, violenta y bárbara que se maneja del periodo moderno, se puede sostener que el duelo supone un avance en la civilización. La afirmación puede resultar chocante y paradójica pero es evidente que las posibilidades de ofensa en una sociedad son más elevadas cuando esa misma sociedad se rige por códigos más refinados y avanzados que otro tipo de comunidades con un nivel civilizatorio inferior que no han desarrollado espacios ni rituales para la escenificación de la competencia por la honra y el honor.

16

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.