Ciudad, música y crónica: una invitación a leer lo urbano

May 23, 2017 | Autor: Juan Lojo | Categoría: Representaciones Sociales, Música, Cronicas Urbanas
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Descripción

Ciudad, música y crónica: una invitación a leer lo urbano
B. Comunicación de experiencias

Lojo, Juan ([email protected])
Pojomovsky, Matías ([email protected])
Vespa, Claudia ([email protected])
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires


Resumen

En la siguiente comunicación nos propusimos compartir una experiencia de
lectura novedosa llevada a cabo en el Taller de Expresión I (Klein) de la
carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales
(UBA). El Taller, cuyo objetivo es que los alumnos se apropien de
herramientas cognitivas para luego desplegarlas en estrategias
procedimentales en su escritura, se plantea a su vez, como desafío
primordial, instalar la literatura como marco de referencia para una
lectura posible de la realidad.
En este sentido, promediando el año, después de haber incursionado en
diferentes géneros discursivos, proponemos a los estudiantes leer un
copioso corpus de crónicas urbanas (género híbrido nutrido tanto con lo
periodístico como con lo literario) con el objetivo de que luego produzcan
sus propios textos ciudadanos. La nueva experiencia ha tenido que ver con
la ampliación de ese corpus de lectura. Hemos propiciado el abordaje a este
escurridizo género discursivo a partir del análisis de letras de canciones
–conocidas y cantadas por los estudiantes- que cristalizan, de un modo u
otro, un relato citadino, una crónica urbana.
En este marco, nos interesó abordar, en particular, de qué modo los alumnos
pueden ampliar su mirada, su lectura de la ciudad a través de temas
musicales que les son conocidos pero de cuyas letras apenas se han
apropiado. Nos hemos detenido a observar los resultados de esta ampliación
que, en principio, han sido halagüeños.


Ciudad, música y crónica: una invitación a leer lo urbano
Ponencia

Las canciones, abren a la posibilidad de entrar en la literatura por una
puerta aleatoria. Los jóvenes se dejan atravesar por la poesía de los temas
que tararean, a veces sin hacer mella en su contenido. Más allá de ese
-quizá precario- diálogo con el decir de las canciones, la música como un
todo artístico, cautiva sin esfuerzo a un más que frondoso público.

En el Taller de Expresión (carrera de Ciencias de la Comunicación de la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, cátedra de la profesora Irene
Klein), promediando el año, después de haber incursionado en diferentes
géneros discursivos, proponemos a los estudiantes leer un copioso corpus de
crónicas urbanas con el objetivo de que luego produzcan sus propios textos
ciudadanos. Así es cómo los jóvenes alumnos comienzan a familiarizarse –con
mayor o menor dificultad- con esta irreverente literatura de los márgenes
que se empeña en darle espacio a lo efímero, voz al silente, grito a la
injusticia. Autores como Margarite Durás, Martín Caparrós, Pedro Lemebel,
Eduardo Galeano, entre otros, son leídos desde la sorpresa de lo nunca
transitado.

En esta comunicación nos interesó compartir la experiencia llevada a cabo
en el Taller: inaugurar el abordaje de este universo textual -tan ajeno en
principio para los estudiantes- desde un lugar familiar, cotidiano. Nos
hemos propuesto ampliar aun más la irreverencia de este escurridizo género
dando cabida en el corpus a letras de canciones que cristalizan, de un modo
u otro, un relato citadino, una crónica urbana.

A modo de introducción: una ciudad, múltiples lecturas


En el texto Semiología y Urbanismo (Barthes: 1997), el semiólogo Roland
Barthes inaugura una tradición de comprender a la ciudad como un fenómeno
semiótico que trasciende lo meramente arquitectónico y funcional e incluye
los sentidos asociados por la experiencia de vivir en la urbe. Desde su
perspectiva sería posible conformar un lenguaje de la ciudad a partir de
las diversas lecturas que sus habitantes hacen de ella, o como lo llama
Brenda Iglesias Sánchez, de nuestro "Ser-en-ciudad" a partir del cual
construimos una memoria de la ciudad (Iglesias Sánchez: 2008).
Profundizando esta línea, la autora postula que "La arquitectura y la
ciudad, (…) conviven y dialogan sobre sí mismos ante sus moradores,
construyen y producen un proceso continuo de significación y de
comunicación que trasciende y resulta difícilmente agotable en una única
lectura" (Sánchez: 2008 pag. 244). Y es esta imposibilidad de agotar los
sentidos de la ciudad en una sola lectura lo que motiva la búsqueda de
diversas formas de abordarla. En este sentido las letras musicales pueden
ser consideradas como una de las formas que asume esta memoria de la ciudad
que "con cada uno de esos relatos, signos de una comunicación viva donde
todos somos creadores, construiríamos una importante crónica urbana para
salvar del olvido nuestra experiencia de vivir en ciudad" (Sánchez: 2008
pag. 247).

La música, divino tesoro

Narrar en periodismo es el oficio de construir versiones
de los sucesos del mundo exterior a partir de un juego
de equilibrio entre los recuerdos y la voz de los testigos,
los datos dormidos en los documentos, los signos alojados en los contextos,

y la mirada contemplativa, creativa, reflexiva y comprometida del autor.
Patricia Nieto

Entre tantos caminos posibles para lograr desestructurar la percepción del
alumno que, ante la consigna de leer y, posteriormente, escribir una
Crónica Urbana, tiende, por lo general, a ordenar los hechos a través de
una matriz periodística tradicional, el de la música, específicamente las
letras de canciones parece ser uno de los más productivos.
Algunas canciones tienen la capacidad, desde la lírica, de construir mundos
posibles, de habilitar la voz a personas que de otra forma no la tendrían,
de revelar una fotografía de la ciudad que pasa inadvertida en la velocidad
cotidiana o, por el contrario, sus letras logran involucrarnos de un modo
diferente en acontecimientos que causan un cimbronazo en la rutina.
Constituyen una mirada urbana cargada de literatura, aunque carecen,
evidentemente, de elementos que son irrenunciables dentro del periodismo.
En este sentido, como mencionábamos más arriba, pueden ser la puerta de
entrada literaria a la Crónica Urbana.

Un recorrido por letras de canciones que narran la ciudad

El cielo es una autopista, la ciudad huele a formol.
Elefantes de metales y montañas de hormigón.
Nauseabundos policías. Pirotécnica función.
El teatro está repleto, y la muerte es el telón.
BSAS NY Don Lunfardo y el Señor Otario (2003)

En el cancionero acerca de la ciudad de Buenos Aires reservado en esa
memoria colectiva a la que refieren tanto Patricia Nieto como Brenda
Iglesias Sánchez, podemos destacar la letra de una de las canciones
elegidas por los estudiantes: "Yo vivo en una ciudad", single del año 1970
compuesto por Miguel Cantilo, como uno de los ejemplos más explícitos del
proceso de lectura de una ciudad desde el Ser-En-Ciudad. La letra de la
canción expresa cabalmente la contradicción entre un amar la ciudad y un
padecerla, al mismo tiempo que cuenta la historia de un personaje distinto
al resto, un personaje que la ciudad margina pero que sin embargo insiste
en apropiarse de ella, y en amarla. Estos elementos, juntos con cierto
grado de figuración poética propio de la poesía musical, y más propio aún
del rock nacional setentista argentino, permiten pensar a esta letra como
una proto-crónica urbana al darle voz a ese sujeto marginado al cual
"critican de loco y de mersa" que critica el conservadurismo de la ciudad
que tiene "una expresión boquiabierta para lo que es novedad" y lo obliga a
cortarse el cabello en un "coiffeur de seccional".
En el año 2011 el compositor Miguel Cantilo presentó una nueva versión de
la canción, en sintonía con su experiencia de la Buenos Aires del siglo
XXI. En la nueva letra puede leerse un nuevo Ser-En-Ciudad, una experiencia
y un padecer distinto: ya no hay una crítica a una ciudad conservadora,
sino a una desbordada y abandonada. La ciudad de la letra presentada en el
2011 es una gran megalópolis moderna, donde los peatones huyen de los
autos, "los baches parecen trampas" "los ruidos enferman oídos" y "el
tráfico es un carnaval". A su vez, vive una ciudad corrupta e insegura,
donde abunda la delincuencia y delitos como la trata. Por último destaca
una ciudad desigual, expresión del avance feroz del capitalismo neoliberal,
"que tiene un puerto madero, donde al turista extranjero le venden otra
ciudad", dejando en claro cómo la ciudad puede ser interpretada más allá de
sus funciones urbanas y su arquitectura, para conectarse con otros
discursos sociales que la atraviesan.

Ahora bien, ¿cuál es la lectura que los jóvenes estudiantes hacen de este
material? ¿Cómo registran esta mirada de la ciudad? En principio es
interesante compartir su azoramiento. Muy pocos se habían percatado del
decir de canciones que sí conocían pero que no se habían detenido a
analizar. Una vez más, el productivo espacio otorgado al intercambio entre
lectores opera el prodigio. El solo hecho de releer el texto, de focalizar
en uno u otro verso, colma el aula de expresiones de complicidad y
entendimiento.

Siguiendo en esta línea, otra de las canciones que oficiaron como puente
hacia la crónica urbana fue "BSAS NY" (Buenos Aires New York) del grupo Don
Lunfardo y el señor Otario (2003). Canción que da cuenta de cómo una letra
musical puede expresar una forma marginal de leer a la ciudad. De algún
modo puede considerarse como una síntesis entre ambas versiones de "Yo Vivo
en una ciudad". En la canción de Don Lunfardo también se narra la historia
de un sujeto alienado en una ciudad avasalladora. "El cielo es una
autopista", "elefantes de metales y montañas de hormigón", "pirañas de
corbata te estrujan el corazón", "ellos tienen oficinas yo solo te tengo a
vos", son algunas de los giros figurativos con que la canción da voz a este
sujeto marginal.

Que los estudiantes reparen en las figuras retóricas que construyen la
poética de estas letras abona concretamente a la posibilidad de despojarse
del corsé que la noción de las "cinco w" imprime en ellos. No porque la
precisión periodística del qué, el cuándo, el dónde, el cómo y el por qué,
no aparezcan en la crónica urbana (aunque no sea necesario responder a
todas las preguntas), sino porque la lógica de este género -un tanto
híbrido por cierto- se permite, o mejor aun, se completa con una impronta
diferente, la de lo literario. En este sentido, cuando los alumnos perciben
la voz cedida –en el caso de las canciones citadas- al sujeto marginal
comienzan a empatizar con una de las especificidades del género, como lo
define Graciela Falbo tomando a Monsiváis: "hacer elocuente la voz menos
visible de la sociedad" (Falbo: 2007 pag.12).


Entre la denuncia, la poesía y la prosa poética

Pienso en mi cara… se está quemando, ahora, mi cara... ¡Dios! 
Una explosión y los colchones se prenden fuego y nos quemamos vivos... 
Quiero salir, quiero escapar, las puertas siguen encerrojadas 
El pabellón... en un segundo se nubló todo y ya no vemos nada más... 
Pabellón Séptimo (relato de Horacio), Indio Solari

Otra canción elegida fue "Pabellón Séptimo (relato de Horacio)" del Indio
Solari del grupo Patricio Rey y sus redonditos de ricota. La letra,
conocida y cantada por los jóvenes estudiantes, refiere a un incendio en
una cárcel. En este caso nos resultó muy interesante proponer en diálogo
este tema con la crónica "La música y las luces nunca se apagaron" del
autor chileno Pedro Lemebel.

En ambos textos aparece tematizada la violencia, pero no del modo que lo
haría una "nota roja", nota definida por Anadeli Bencomo como "el género
informativo por el cual se da cuenta de eventos (o sus consecuencias) en
los que se encuentra implícito algún modo de violencia –humana o no – que
rompe lo común de una sociedad determinada y, a veces también, su
normatividad legal" (Bencomo: 2007 pag.22), sino por el contrario, y
siguiendo la explicación de Bencomo "la crónica periodística-literaria ha
figurado tradicionalmente como un género con una marcada vocación estética.
Sin embargo, en el caso particular de las crónicas sobre la violencia
urbana, la naturaleza misma del tema lleva al género a participar de una
evidente función comunicativa/interpelativa pues sus enunciados buscan
sacudir al lector a partir de la urgencia del mensaje de una crisis
histórica, que acecha los paradigmas mismos de la socialización
urbana"(Bencomo:2007pag.24). Es así que desnudan las emociones de los
sujetos a las que les da voz para establecer una relación de empatía.
Construyen identidades y desde ahí se focaliza, por lo que no buscan
arribar a una verdad objetiva.

De modo sucinto, "La música y las luces nunca se apagaron" relata a través
de un narrador omnisciente un incendio en la discoteca gay Divine de
Valparaíso en el año 1993. Brinda información periodística (explica incluso
el porqué del incendio: una bomba incendiaria de un grupo fascista, en
contraposición a la versión policial de un cortocircuito) además de dar
respuesta, en este caso sí, a las "cinco w". "Pabellón séptimo", por su
parte, es el relato de un motín en la cárcel de Villa Devoto en 1978, que
fue reprimido por la policía y terminó en un incendio en el que murieron
sesenta y cuatro presos. Si bien, tal como se mencionó anteriormente,
carece de elementos que son imprescindibles en el quehacer periodístico, la
dimensión literaria propone herramientas para que el alumno, como lector,
desarrolle una mirada desestructurante respecto de la visión maniquea que,
por lo general, ofrecen las "notas rojas".

Las similitudes expresivas que pueden encontrarse en la canción y en la
crónica urbana dan cuenta de ese espacio compartido en el que la
rigurosidad periodística incorpora el sentido estético de la lírica
musical. Por ejemplo, así expresa Lemebel la desesperación ante la ausencia
de una vía de escape: "Atrapados en el choclón de locas gritando,
empujando, pisando a la asfixiada que prefiere morir de espanto. Buscando
la puerta de escape que está cerrada y la llave nadie sabe." Y así lo hace
Solari: "Una explosión, los colchones se prenden fuego y nos quemamos
vivos. Quiero salir, quiero escapar, las puertas siguen encerrojadas. El
pabellón, en un segundo se nubló todo y ya no vemos nada más."

El uso de figuras retóricas en ambas producciones también da cuenta del
efecto de sentido estético que las invisten. Por ejemplo, el uso de la
lítote en la crónica de Lemebel: "Apenas un paso empujada por la hoguera
que inflama el pelo en una antorcha". O el eufemismo en la canción de
Solari: "Por esa vez la vieja cosechera vino por mí y no quiso besar mi
vida". Es igualmente importante para la construcción de sentido la
utilización de intertextualidades en el texto de Lemebel: "Pisar las vigas
y espejos al rojo vivo que multiplican la Roma disco, de Nerón Jones,
atizando la fogata desde los parlantes. Sin mirar atrás las parejas gays
calcinadas en los carbones de Pompeya."


A modo de conclusión: a escribir se aprende leyendo

La mejor forma de aprender a escribir es leyendo, y esto no varía cuando el
objeto de la escritura es la ciudad. Los alumnos del taller de expresión
enriquecen sus perspectivas de la ciudad, aguzan el ojo pudiendo llegar a
lugares, pudiendo apreciar detalles más significativos y más ricos,
aprendiendo a identificarlos como material a desarrollar para sus propias
crónicas urbanas. Claro que esto no sucede en todos los casos, pero sí en
la mayoría. Lo sustancioso es que los estudiantes, a través de estas
canciones, comienzan a apropiarse de un repertorio de nuestra cultura
urbana que se permite construir una imagen colectiva de la ciudad,
resignificarla y promover nuevas formas de leerla. Al decir de Brenda
Iglesias Sánchez "La urbe constantemente está creando imaginarios y
legitimando comportamientos sociales para que sus habitantes la recreen;
esto lleva a aceptar la existencia urbana como una escuela de vida difícil
que amerita asumir la complejidad, la diversidad y la inevitable
conflictividad de la ciudad contemporánea." (Sánchez: 2008 pag. 254)
Desde el Taller de Expresión I buscamos incentivar la recreación de estos
imaginarios e intentamos propiciar la visualización de los diferentes
comportamientos sociales que en principio el estudiante se resiste a
legitimar (el otro casi por definición es a priori peligroso). La propuesta
es la confección de crónicas urbanas, el desafío es ampliar la experiencia
del Ser-En-Ciudad de los alumnos al instarlos a hacerse cargo de la
complejidad de la ciudad por la cual transitan a diario. Del mismo modo, al
aprender que la ciudad puede ser leída literariamente, y ese carácter de la
ciudad puede luego ser transmitido por escrito, los alumnos enriquecen sus
propias producciones con nuevas formas de decir lo urbano que exceden a los
géneros periodísticos.


Bibliografía:

Barthes, Roland (1997). "Semiology and the urban" en Neil Leach (editor),
Rethinking architecture: a reader in cultural theory. London: Routledge.

Bencomo, Anadeli (2007) "Violencia crónica o crónica de violencia" en
Falbo, G. Tras las huellas de una escritura en tránsito. La Plata:
Ediciones al Margen.

Falbo, G. (2007) Tras las huellas de una escritura en tránsito. La Plata:
Ediciones al Margen.

Iglesias Sánchez, Brenda (2008). "Crónica urbana, la experiencia de vivir
en la ciudad" en Marco Córdova Montúfar (coordinador), Lo urbano en su
complejidad: una lectura desde América Latina. Quito: Flacso.

Lemebel, Pedro (1998) "La música y las luces nunca se apagaron" en
De perlas y cicatrices, Santiago de Chile, Lom.

Nieto, Patricia, (2007) "El asombro personal" en Falbo, G. Tras las huellas
de una escritura en tránsito. La Plata: Ediciones al Margen.

Canciones:

"Yo vivo en una ciudad", Miguel Cantilo (1970)
"Yo vivo en una ciudad", Miguel Cantilo (2011)
"BSAS NY", Don Lunfardo y el Señor Otario (2003)
"Pabellón Séptimo (relato de Horacio)", Indio Solari (2005)
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