Ciudad de migrantes, ciudad para quedarse. Prácticas culturales y relaciones institucionales de los grupos indígenas en Tijuana, México

May 24, 2017 | Autor: L. Urbalejo Casto... | Categoría: Religiosity, Migración, Etnicidad, Espacio Urbano
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Descripción

Revista del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo Universidad Autónoma de Baja California

Época II - Vol. IV - Núm. 2 julio - diciembre de 2016

ISSN 1870-1191 ISSN electrónico 2448-539X

Mexicali, Baja California, México www.iic-museo.uabc.edu.mx

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA Dr. Juan Manuel Ocegueda Hernández Rector Dr. Alfonso Vega López Secretario general Dra. Blanca Rosa García Rivera Vicerrectora Campus Ensenada Dr. Ángel Norzagaray Norzagaray Vicerrector Campus Mexicali Dra. María Eugenia Pérez Morales Vicerrectora Campus Tijuana Dra. Patricia Moctezuma Hernández Coordinadora de Posgrado e Investigación Dr. Christian Alonso Fernández Huerta Director del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo Mtro. César E. Jiménez Yañez Coordinador editorial del iic-Museo

Revista del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo Universidad Autónoma de Baja California Director Mario Alberto Magaña Mancillas Comité editorial iic-Museo Raúl Balbuena Bello, Norma Cruz González, Christian Fernández Huerta, Maricela González Félix, Norma Iglesias-Prieto, María del Rosario Maríñez, Alejandra Navarro Smith, Servando Ortoll, Kenia Ramírez Meda, Laura Velasco Ortiz. Consejo editorial Robert R. Álvarez, University of California San Diego (Estados Unidos) Jesús Becerra Villegas, Universidad Autónoma de Zacatecas (México) José Ángel Bergua, Universidad de Zaragoza (España) Charles Briggs, University of California San Diego (Estados Unidos) Mike Davis, University of California San Diego (Estados Unidos) Ezequiel Escurra Real de Azúa, San Diego Natural History Museum (Estados Unidos) Enrique Florescano, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (México) Jesús Galindo Cáceres, Universidad Veracruzana (México) Jorge A. González, Universidad Nacional Autónoma de México (México) Lawrence A. Herzog, San Diego State University (Estados Unidos) María Fernanda Paz Salinas, Universidad Nacional Autónoma de México (México) Rosana Reguillo, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (México) Jean-Claude Riquelme, San Diego’s Regional Planning Agency (Estados Unidos) Rosa Elba Rodríguez Tomp, Universidad Autónoma de Baja California Sur (México) José Manuel Valenzuela, El Colegio de la Frontera Norte (México) Stefano Varese, University of California, Davis (Estados Unidos) Ana Isabel Zermeño, Universidad de Colima (México) Hugo Salcedo, Universidad Autónoma de Baja California (México) Editor: Luis Enrique Medina Gómez

Diseño de portada: Rosalba Díaz Galindo

Culturales es integrante de las siguientes: Bases de datos y repositorios: Emerging Sources Citation Index (esci), Web of Science Core Collection de Thomson Reuters (http://wokinfo.com/products_tools/ multidisciplinary/esci/); Scientific Electronic Library Online/Scielo México (www.scielo.org); Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc) (www.redalyc.org); Directory of Open Access Journals (doaj) (www.doaj.org); Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) (www.clacso.org.ar); Fundación Dialnet (http://dialnet.unirioja.es); LatAm Plus Estudios Latinoamericanos (http://www.latam-studies.com/); ebsco Information (www.ebsco.com); Cengage Learning (www.cengage. com.mx); Academic Journals Database (http://journaldatabase.org); Biblioteca Digital de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (www.oei.es). Catálogos: Bibliografía Latinoamericana (Biblat) (http://biblat.unam.mx/); Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (Clase) (http://clase.unam.mx/); Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Latindex (www.latindex.org); Sistema de Información del Consejo Nacional para la Cultural y las Artes (Conaculta); Base Bibliográfica Nacional Publindex A1 por homologación; Matriz de Información para el Análisis de Revistas (miar) (http://miar.ub.edu/es); Catálogo de Publicaciones Periódicas del Sistema Bibliotecario de la unam/Seriunam (www.dgbiblio.unam.mx/index.php/catalogos); Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura (rircyc); Asociación de Revistas Académicas de Humanidades y Ciencias Sociales/Latinoamérica (http://revistaslatinoamericanas. org/); Ulrich’s International Periodicals Directory (www.ulrichsweb.com).

Culturales es una revista de publicación semestral editada por el Instituto de Investigaciones CulturalesMuseo de la Universidad Autónoma de Baja California, que difunde las temáticas de la cultura desde las múltiples disciplinas y perspectivas de las ciencias sociales y las humanidades a través de trabajos originales de investigación, de reflexión teórica y metodológica, así como de análisis temático. En su carácter de revista arbitrada e indizada, cuenta con un grupo de evaluadores tanto internos como externos —nacionales e internacionales—, especialistas en los tópicos que aborda esta publicación. Todos los trabajos recibidos son dictaminados de forma anónima por lo menos por dos evaluadores, cuya valoración favorable es requisito indispensable para la publicación de los artículos. Culturales, época II, vol. IV, núm. 2, julio�diciembre de 2016, es una publicación semestral (impresa y digital) editada por la Universidad Autónoma de Baja California a través del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, ubicado en Av. Reforma y calle L sin número, Colonia Nueva, Mexicali, Baja California, C.P. 21100, teléfonos: (52) 686 554�1977 y 686 552�5715. Editor responsable: Mario Alberto Gerardo Magaña Mancillas. Sitio web: http://www.iic-museo.uabc.edu.mx/ Correo electrónico: [email protected] Edición impresa: Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04�2013�041511520200�102 e ISSN 1870�1191, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor con fecha 15 de abril de 2013 y 19 de junio de 2013, respectivamente. Licitud de Título y Contenido “en trámite”. Impreso por Impresora San Andrés, S. A. de C. V., Río Mocorito y Vasco de Quiroga 801, Col. Pro Hogar, Mexicali, Baja Cali� fornia. Este número se terminó de imprimir el 30 de septiembre de 2016, con un tiraje de 300 ejemplares. Edición digital: Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04�2015�100909434500�203 e ISSN electró� nico: 2448�539X, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor con fecha 9 de octubre de 2015 y 4 de marzo de 2016, respectivamente. Licitud de título y contenido “en trámite”. Responsable de la actualización del último número: Carlos A. Romero Ramírez, Coordinación Editorial del IIC-Museo. Av. Reforma y calle L sin número, Colonia Nueva, Mexicali, Baja California, C.P. 21100. Última actuali� zación: 30 de septiembre de 2016. Sitio web: http://www.iic�museo.uabc.edu.mx/ Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura institucional de la publica� ción y son responsabilidad exclusiva de los autores. Culturales permite la reproducción y distribución total o parcial, sin fines de lucro ni comerciales, en cualquier medio o formato, proporcionando un enlace a la licencia e indicando si se han realizado cambios.

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La publicación de esta revista se financió con recursos del Profocie 2015

Sumario Editorial ..............................................................................................................9 Artículos temáticos Presentación sección temática .................................................................... 19 Ciudad de migrantes, ciudad para quedarse. Prácticas culturales y relaciones institucionales de los grupos indígenas en Tijuana, México................................. 21 Olga Lorenia Urbalejo Castorena Migración y urbanismo transnacional en un pueblo originario urbano................ 43 Daniela Reyes Lara Retornos sin familia: El caso de migrantes jubilados.......................................... 79 Óscar Ariel Mojica Madrigal Artículos Aproximaciones a la cotidianidad de las mujeres del valle del Yaqui, Sonora, México ........................................................................ 103 Hiram Félix Rosas, María G. Soltero Contreras, Heidy A. Zúñiga Amaya Necesidad y condiciones de la democracia líquida: los primeros pasos en México ............................................................................ 135 Jorge Francisco Aguirre Sala Diversidad y estructura. Articulación narrativa en tres libros de historia mexicana escritos para el 2010 .......................................................................... 163 Aarón Grageda Bustamante Buen vivir hacia la naturaleza en las instituciones educativas: una necesidad en Boyacá, Colombia ......................................................................................... 185 Aracely Burgos Ayala De muñecas a dueñas. La aparente inversión de roles de género en las narcoseries de Telemundo .................................................................................. 209 Ainhoa Vásquez Mejías

Reseñas Gays en el desierto. Paradojas de la manifestación pública en Mexicali, de Raúl Balbuena Bello ..................................................................................... 231 Guillermo Núñez Noriega La casa de la Mema. Travestis, locas y machos, de Annick Prieur ................... 239 Jesús Méndez-Reyes El poder de la agenda. Política, medios y público, de Natalia Aruguete .......... 247 Ángel Manuel Ortiz Marín Cuetzala: su mural y su historia, de Macrina Rabadán Figueroa ...................... 253 Ana Lilia Nieto Camacho

Editorial

Sobre las buenas prácticas editoriales. De lo inconsciente a lo consciente Cuando hablamos sobre buenas prácticas editoriales, de manera regular los editores asumimos (malamente) que todos los autores las conocen y, si no, creemos que por lo menos se toman un tiempo para leer las normas que establecen todas las revistas académicas donde optan publicar. Sin embargo, la realidad dista bastante de la reflexión ética que se puede hacer en este sentido. Asumimos que, como en muchos de los casos, los autores son docentes e investigadores bien formados e informados y que, por lo tanto, también son buenos formadores; es decir, dirigen tesis y guían a estudiantes en sus procesos de investigación. Todo esto indicaría que jamás se tendría que dudar del trabajo que recibimos para ser incluido en nuestras revistas porque son personas que conocen las reglas al revés y al derecho. Sin necesidad de hurgar mucho (ya que la prensa mexicana se ha encargado de hacer “famosos” algunos casos) y considerando la aparición masiva de empresas que desarrollan software “antiplagios”, el escenario que se presenta nos indica que las buenas prácticas, al parecer, no son tan conocidas como creíamos (o quizás son conocidas, pero no consideradas), y que en el afán de conseguir los puntos necesarios que los eleve a conseguir los indicadores —que de forma personal e institucional le son exigidos—, los autores llegan a tomar decisiones que cada vez más los aleja de la ética profesional. En cierto modo los entendemos, pero no los justificamos, ya que las revistas también nos vemos envueltas en esta vorágine de indicadores que a más de una ha seducido, llegando a desvirtuar por completo la práctica de la divulgación y difusión académica (véase el caso brasileño). En un ejercicio de reflexión interna, Culturales ha sido crítica en sus procesos, cuestionando las políticas impuestas sobre los criterios de calidad y la forma en que son evaluadas las revistas. A pesar de ello, la revista no 9

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ha estado exenta de lidiar con malas prácticas editoriales por parte de sus autores. Si bien en algunos casos los hemos detectado a tiempo, en el inicio del proceso, en otros, el artículo ya ha sido publicado. Con respecto a esto último, hemos tenido dos casos: en el primero pasaron cuatro años desde la publicación del artículo y la denuncia formal sobre����������������������������������������������������������������� el “plagio”, caso que abordamos de forma inmediata y que fue resuelto después de unos meses a través de una fe de erratas publicada en el volumen 2, número 2 del año 2014, donde también publicamos parte de las cartas de los involucrados. No fue fácil enfrentar esta situación, ya que implicaba a nuestra institución. El proceso nos hizo crecer, conocer, entender y aprender en qué consiste esta idea sobre buenas prácticas editoriales y cómo se deben abordar. Una de las cosas importantes que hemos descubierto es que los software “antiplagios” no son “antiplagios” y que, finalmente, sólo nos entregan información �������������������������������������������������������������� referente a coincidencias en Internet del texto sometido a revisión, por lo que luego del análisis del software, nos toca revisar y evaluar cada una de las coincidencias, ya que los programas informáticos no consideran todas las variables que se deben razonar en estos casos. Por una parte, nos dimos cuenta de que no podemos atribuir responsabilidades a priori (aunque las evidencias digan lo contrario) y que debemos confiar, de inicio, en lo que el autor nos señale. De igual forma, independientemente del nivel o porcentaje de coincidencias, no podemos juzgar de buenas a primeras, ya que debemos hacer una revisión de coincidencia por coincidencia para establecer alguna intencionalidad. Gracias a esta revisión, hemos detectado que por lo menos existen tres niveles de coincidencias que debemos considerar. La primera tiene que ver con lo más fácil de resolver y que se relaciona con una cita mal anotada o un error al transcribir los datos de la cita, cuestiones que en el fondo no distorsionan la calidad del artículo. El segundo es cuando el autor copia de otro trabajo algunos pasajes y las citas no son claras o inexistentes, atribuyéndose la redacción, sin dejar de reconocer que son omisiones u errores. La tercera es cuando pasajes del texto ya se encuentran publicados en otros medios (sea del propio autor o de otros) y están copiados textualmente sin hacer ningún tipo de referencia (cita o nota al pie) y, además, el autor no reconoce la copia. Todos los casos son rechazables y representan una mala práctica, pero a nivel de juicio editorial, sí es importante establecer el nivel y tipo de coincidencia, más cuando las normas y las leyes no son tan claras. 10

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El segundo caso que mencionábamos es el que nos lleva a escribir este editorial, en un afán por transparentar nuestros procesos y de poner en evidencia la experiencia que nos deja esta situación. Se trata del artículo “La economía feminista y la división sexual del trabajo”, de los autores Ignasi Brunet Icart (Universidad Rovira i Virgili, España) y Carlos A. Santamaría Velasco (Universidad de Guadalajara, México), publicado en Culturales, volumen 4, número 1, del año 2016. Es un artículo que pasó por todo el proceso editorial y fue aceptado para su publicación. Finalizado este proceso, los autores firmaron las respectivas cesiones de derechos patrimoniales donde se establece en su primera cláusula que “el autor garantiza que el trabajo es original [...] y que no ha sido publicado ni sometido a evaluación [...]”. A partir del segundo semestre del año en curso [2016] nos dimos la tarea de hacer una revisión de forma aleatoria de algunos artículos publicados a través de los softwares Turnitin e Ithenticate. El resultado llamó nuestra atención, ya que nos encontramos con algunos casos en el primer nivel de coincidencia —que no fue significativo—, pero para este caso el nivel de coincidencia superaba 75% del trabajo. Bajo estas circunstancias, hicimos la revisión de cada coincidencia y nos vimos frente a un artículo que aparte de tener errores y omisiones en las citas, gran parte del trabajo ya se encontraba publicado en otros medios y revistas. Por tal motivo, contactamos a los autores y les presentamos el caso a través de un oficio fechado el 10 de agosto de 2016 [anexo 1], para el que emitieron una breve respuesta donde reconocen los errores y omisiones. Luego de un par de reuniones y reflexión sobre esta situación, emitimos un segundo oficio [anexo 2] a través del cual les informamos a los autores de nuestra resolución: hacer público el caso a través de esta editorial. Ante este documento recibimos una nueva misiva de parte de los autores solicitando dar de baja el artículo y que la editorial fuera sólo una nota aclaratoria. Antes de publicar esta editorial, el Dr. Mario Magaña Mancillas, director de Culturales, se reunió personalmente con el Dr. Santamaría (uno de los autores de este artículo) el día viernes 7 de octubre en las instalaciones del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (cucsh) de la Universidad de Guadalajara, para explicarle e informarle sobre esta situación. Presentadas todas las evidencias e informados los autores sobre el caso, les enviamos la galera de la editorial para su conocimiento y aceptación, recibiendo una nota aclaratoria firmada sólo por el Dr. Brunet, expresando su desacuerdo con la publicación editorial de la correspondencia entre Cul11

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turales y los autores, reiterando su solicitud de dar de baja el artículo. En atención a que nuestra revista respeta la privacidad de sus autores, hemos decidido sólo anexar la correspondencia emitida por nuestra institución con el ánimo de transparentar nuestros procesos y que sirva de ejemplo o base para otras revistas donde se presenten situaciones similares. Es importante destacar que las normas editoriales son reglas que no tienen fronteras, al igual que las buenas prácticas. Para finalizar, consideramos que hemos avanzado significativamente en la profesionalización del personal académico comisionado a la revista Culturales, tratando de estar actualizados en las recomendaciones técnicas, así como en las discusiones sobre el presente y futuro de las revistas académicas, siempre buscando un equilibrio para crear y mantener una línea editorial, académica, profesional y ética en la medida de nuestras posibilidades, pero, además, sin caer en la denostación y el señalamiento. Por ello, esperamos que este tipo de editoriales sirvan para fomentar las buenas prácticas editoriales. Equipo editorial

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Anexo 1

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Anexo 1 (continuación)

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Anexo 2

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Anexo 2 (continuación)

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Presentación sección temática Migraciones nacionales e internacionales: Apuntes desde contextos socioculturales diversos es el nombre de la presente sección temática, que inicialmente proponía un número temático con siete trabajos que abordaban aspectos emocionales y psicológicos, culturales, migración laboral y de paso, y finalizó con tres, debido al proceso de dictamen de la revista. Sin embargo, los trabajos dictaminados negativamente presentaban aportes relevantes y el tiempo que restaba para la publicación del número no les permitía a los autores realizar las correcciones en tiempo y forma. Por tal motivo, se prescindió de su participación. Aun así, los tres artículos que forman parte de esta sección es la labor de jóvenes investigadores que retoman sus trabajos de tesis con sus proyectos de investigaciones actuales para la elaboración de los artículos presentados. Los trabajos, aunque consideran el tema migratorio como eje central, resultan diversos en el abordaje y resultados, de ahí el título de la sección temática. Desde migración interna e internacional, de grupos indígenas, rural-urbana y urbanaurbana, y de retorno con impactos socioculturales en los sitios de recepción. Asimismo, el lector encontrará trabajos realizados en zonas rurales tradicionales de expulsión migratoria, como Michoacán, pero también de zonas tradicionales de recepción migratoria, como Tijuana. A pesar de señalar lo diverso que son los trabajos, se presentan en un orden que encamina la discusión a través de vínculos existentes en los mismos. Primero, el trabajo de la doctora Lorenia Urbalejo Castonera lo resalto por tres cualidades: migración nacional (1) de indígenas (2) que salen de sus comunidades de manera permanente (3). La doctora Urbalejo señala la importancia de las prácticas culturales y fiestas patronales como parte de la apropiación de espacios en la ciudad de recepción en que se ha convertido Tijuana; pero lo interesante del trabajo es el análisis que hace no sólo a la reproducción de la celebración, sino al uso que hacen de ésta como un elemento de negociación frente a autoridades del estado de Baja California y Tijuana. La celebración como elemento de identidad y de negociación entre los grupos indígenas que llegan para permanecer y autoridades locales. Precedido de un trabajo que considera la apropiación de espacios como parte de prácticas culturales y políticas relacionadas con migrantes, el artículo de la maestra Daniela Reyes centra la atención en la conformación de espacios transnacionales a través de los vínculos entre localidades, o barrios, en ambos lados de la frontera. El riesgo que toma la autora lo hace con creces, y utiliza el concepto de urbanismo transnacional, que le permite ir más allá del análisis tradicional de efectos transna-

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cionales entre comunidades con acotaciones a lo local y a espacios pertenecientes a grandes ciudades globalizadas. Con el término utilizado por la autora, el análisis es llevado, podríamos decir, entre comunidades localizadas en espacios globales con otros iguales. Entonces, es un estudio de espacios, pero con un análisis distinto al del artículo precedente y que incorpora la espacialidad como un elemento importante en las migraciones. Por último, el artículo del doctor Ariel Mojica aborda el tema de la migración de retorno reciente con el caso de una familia de migrantes con retorno. El caso que utiliza para su análisis es el de una familia que tenía planeado el retorno a su comunidad de origen, sin embargo, ésta se reencontró en Estados Unidos. El autor parte de las tipologías realizadas sobre retorno y cómo éstas son puntos de partida de análisis. El caso que aborda es un ejemplo de qué este tipo de migrante. Con retorno planeado podría considerarse dentro de la tipología de migrantes exitosos, sin embargo, en su análisis detalla problemas que enfrentan en la comunidad de origen, y cómo ese éxito se diluye ante nuevas problemáticas. Los trabajos reúnen metodologías y enfoques distintos para abordar el tema migratorio, pero, sobre todo, son parte del trabajo que realizan jóvenes investigadores en procesos de consolidación. Coordinador: Dr. Ariel Mojica Madrigal

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Ciudad de migrantes, ciudad para quedarse. Prácticas culturales y relaciones institucionales de los grupos indígenas en Tijuana, México City of migrants, town to stay. Institutional relations and cultural practices of indigenous groups in Tijuana, Mexico Olga Lorenia Urbalejo Castorena El Colegio de la Frontera Norte ([email protected]) Resumen: Se analiza la situación de los indígenas en Tijuana, quienes se distinguen por practicar la migración permanente, y que como parte de dicho proceso se han establecido en esta ciudad fronteriza, desde la que, entre la diversidad de pobladores, se observan como un grupo que comparte características, como son las prácticas culturales; un ejemplo de éstas es la celebración que realizan a sus santos patronales. Se efectúa un análisis del establecimiento de los indígenas en la ciudad a través de dos ejes: las relaciones institucionales y el uso de algunas de sus prácticas. Dichas relaciones quedan mediadas por las lideresas y los líderes de las organizaciones, sin embargo, se puede suponer que no todos los indígenas pertenecen a alguna asociación, ni que éstas son representativas de todos. Palabras clave: indígenas, Tijuana, migración permanente, fiestas patronales, relaciones institucionales. Abstract: The goal is to analyze the situation of indigenous people in Tijuana, who are distinguished by the permanent practice of migration. They have been established in the border town and from there they are seen as groups that share some characteristics with the inhabitants’ diversity, such as cultural practices; an example of these as celebrating the patron saints. Celebrations are what will lead us to analyze how people built community ties and express their indigenous being, and at the same time they are an approach used to set up relations with governmental institutions. These relations are mediated by the leaders of associations, which characterize part of their organization, notwithstanding it may be assumed that not all indigenous people being to an association, neither these organizations represent them all. Keywords: indigenous, Tijuana, permanent migration, Patron Saint Festivals, institutional relations. Fecha de recepción: 15 de diciembre de 2015 Fecha de aprobación: 1 de marzo de 2016 Fecha de recepción de versión final: 18 de abril de 2016

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Olga Lorenia Urbalejo Castorena Mexicana. Doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Maestra en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, y Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Baja California. Actualmente se encuentra realizando su estancia posdoctoral en El Colegio de la Frontera Norte. Sus áreas de interés están relacionados con temas de fronteras, espacio, transnacionalismo, indígenas y ciudad, y jóvenes con adscripción étnica. Entre sus últimas publicaciones destacan: Un santo de mi devoción. El festejo a San Francisco de Asís entre los mixtecos de Guerrero en Tijuana, en R. Díaz, C. Díaz y M. Martínez (Coords.) (2013), Migración y cultura popular (pp. 99118), México; y Modos de vida indígena en la ciudad transnacional, en F. Besserer y R. Nieto (Eds.) (2015), La ciudad transnacional comparada. Modos de vida, gubernamentalidad y desposesión (pp. 115-147), México.

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Introducción Los movimientos migratorios —grupos y personas insertos en éstos—, así como el estudio del mismo hecho como un fenómeno social, han variado. Hoy, las múltiples aristas de una práctica que involucra movimiento espacial, subjetividades y aspectos estructurales de los contextos y lugares, van presentando diversos acercamientos académicos que debieran responder a la variedad de motivos para migrar y también a la pluralidad de las situaciones una vez que se ha concretado. Nos encontramos así con una diversidad de movimientos espaciales como lo son: una migración que es temporal, otra que se hace permanente, y tenemos, de la misma forma, la migración de retornados (regularmente forzada), lo que sucede tanto en espacios agrícolas como urbanos. Las tres se complejizan porque se encuentran en un entramado de procesos económicos, políticos y socioculturales (en los últimos es que haré énfasis a lo largo del texto), y conllevan, a su vez, a ciertos cambios; por ejemplo, una de sus consecuencias es que dichas migraciones conforman de manera distinta a los habitantes (respecto a aquellos que no migran) tanto en los lugares de origen como cuando se regresa periódicamente (migración pendular), y de la misma forma, donde se establecen. Las ciudades receptoras de migrantes en ocasiones pueden ser señaladas como lugares de paso, espacios con una movilidad regular de personas que llegan a ocuparlas sólo por algún lapso. Sin embargo, con mayor frecuencia puede observarse que los llamados migrantes hacen ciudad, y que desde distintos ejes pueden establecer relaciones, una de éstas son las institucionales. De tal manera que de la variedad de habitantes, me interesa referir a aquellos que actúan desde su condición étnica: indígenas urbanos que mediante prácticas socioculturales instituyen sus formas de vida en sus ahora espacios. Tijuana es una ciudad fronteriza eminentemente reconocida como escenario de la migración nacional; ahí han llegado miles de indígenas que poco a poco han reconfigurado a la ciudad y sus prácticas en lo urbano. En la actualidad, es cada vez más perceptible que el proyecto migratorio no incluye un regreso y que la experiencia de la comunidad permita hacerse de algunas herramientas para tener una relación entre los grupos y una presencia en la vida social y política, precisamente desde su condición étnica. Es la migración laboral la que, de manera primordial, se ha afianzado entre los grupos indígenas haciendo uso de las redes migratorias, constituyendo, a su vez, una migración cultural, pues no sólo se movilizan para ser una fuerza de trabajo, sino que sus referentes como lengua, prácticas, relaciones sociales, entre otros, se reorganizan en este contexto.

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Bajo esta consideración, lo que se presenta enseguida es un análisis en torno a las relaciones que hay entre prácticas culturales, organizaciones indígenas e instituciones de gobierno, lo cual ha sido importante en el contexto de una migración que se ha hecho estable y que conlleva a otras concepciones de lo étnico, que involucra a la personas con esas adscripciones y a la ciudad como sujeto. Así, en el presente artículo también se expone cómo, a través de los festejos patronales que los indígenas realizan en Tijuana, hay aspectos que permiten tener lazos grupales, y cómo, de la misma manera, se hace un acto performativo de la identidad étnica al poner en escena de una manera magnificada las tradiciones. Lo anterior resulta una herramienta de negociación para, mediante la práctica y lo que se obtiene de ella, denotar el sentido de indígena urbano. Es importante señalar que el trabajo es sobre un sector de la población indígena y que las formas organizativas no resultan tan estructuradas en todos los casos. La información con la que se elabora el artículo es resultado de las investigaciones que he realizado con distintos grupos indígenas desde 2007, para lo cual he utilizado el método cualitativo, lo que me ha llevado a participar en eventos sociales y religiosos, así como acudir a reuniones con funcionarias y funcionarios públicos, y realizar diversas entrevistas.1 Indígenas migrantes, haciendo ciudad La migración de indígenas a Tijuana durante las décadas de los setenta y ochenta se caracterizó por la procedencia de espacios rurales2 y con experiencias de vida relacionadas con el campo. Quienes migraron fueron, en algunos casos, trabajadores en una diversidad de labores y espacios, como en los corredores agroindustriales del noroeste. La literatura sobre indígenas migrantes en las ciudades los ubica principalmente en las zonas metropolitanas de Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, y en las ciudades de la frontera norte como Ciudad Juárez y Tijuana. Entre la extensa bibliografía donde se da cuenta del tema, encontramos los trabajos de Arizpe (1985) y Oehmichen (1999) en la Ciudad de México; Martínez (2000) en el caso de Guadalajara; Durin, Moreno y Sheridan (2007) en Monterrey, y Les-

1 Concretamente, las entrevista de 2014 corresponden a mi participación en la elaboración del Diagnóstico de las condiciones de vida e integración social de la población indígena en Baja California y Baja California Sur, coordinado por Laura Velasco. 2 A pesar de que la migración de población indígena posterior a los años señalados puede conservar estas características, actualmente hay un creciente número de indígenas nacidos en la ciudad que siguen considerándose como tales, por lo cual podría hacerse referencia a indígenas tijuanenses.

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tage (1998, 1999, 2011), Urbalejo (2011, 2014, 2015) y Velasco (1995, 2002) en Tijuana. En dichos estudios se documenta el uso de las redes sociales migratorias para insertarse en las dinámicas en los lugares de arribo, mismas redes mediante las cuales se han podido establecer y que involucran a otros actores como las instituciones de gobierno, lo cual es posible por la permanencia de los diversos grupos de indígenas en las ciudades y por su experiencia para organizarse. En Tijuana, las migraciones indígenas se intensificaron en la década de los setenta con mixtecos provenientes del estado de Oaxaca; a esto le siguió un importante arribo de miembros de diversos grupos, entre los que se destacan zapotecos (Oaxaca), mixtecos (Guerrero) y purépechas (Michoacán), quienes han ido dejando su impronta en la ciudad. Pueden reconocerse por su desempeño en ciertos nichos laborales como en el sector maquilador, la venta ambulante, el empleo doméstico, la docencia y la albañilería. También se les podría distinguir por haberse establecido —sobre todo la primera generación que llegó a la ciudad— en ciertas colonias, donde se agrupan personas de un mismo pueblo o de la misma etnia, y las caracterizan aspectos como el tener proyectos comunes, entre los que se encuentran los de mejoramiento de infraestructura urbana, o bien la organización de algún festejo que refiera a sus lugares de procedencia. En algunos de los casos, el establecimiento en colonias con las características mencionadas ha sido producto de reubicaciones, como el de la colonia Obrera, donde mixtecos de Oaxaca llegaron a vivir luego de un desalojo del área llamada “Cartolandia”, en el río Tijuana (Zona Río, actualmente). Esta situación de reubicación se repite en el fraccionamiento Valle Verde. Ahí habitan mayormente mixtecos de Guerrero, establecidos en el lugar con apoyo del gobierno municipal tras haber perdido sus viviendas después de las fuertes lluvias de 1993. Dichos eventos trajeron otras repercusiones debido a que a partir de las reubicaciones, estos grupos aumentaron el diálogo y las relaciones con funcionarios municipales. La población indígena ha tenido participación en el crecimiento demográfico y urbano de Tijuana, y el establecerse hace que pasen a ser habitantes, aun con la denotación constante de tratarse de personas que no son del lugar y que el ser migrante se vea como un estigma.3 Los factores para dicho establecimiento son 3 No obstante la migración es parte de la historia de la ciudad, recientemente ha cobrado fuerza la opinión estigmatizada sobre esta población, y a los migrantes se les ve desde otro acontecimiento: el incremento de las deportaciones de Estados Unidos hacia México (tras la crisis de 2008, entre otros factores). Los “deportados” —como se les llama— tenían una concentración “habitacional” en la zona que se denomina El Bordo, canalización del río Tijuana, en el área que va de la Zona Centro a la Zona

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variados y se encuentran en un entramado de aspectos vistos como estructurales, por ejemplo, las consolidaciones económicas de las ciudades. Asimismo, en la migración internacional se encuentran las políticas que hacen posible que “migrantes ilegales” residan con documentación. Respecto al último punto, el caso del Inmigration Reform and Control Act4 (irca) de 1986 es una de las más significativas para la zona fronteriza. Otro de los factores son las propias decisiones de vida que se toman ante un escenario que involucra a la familia y que tiene explicaciones recurrentes como, por ejemplo, el que los hijos e hijas no quieren irse del lugar donde crecieron. De igual manera, contar con una propiedad incentiva la permanencia. Así lo comenta Berta , mixteca de Guerrero que vive en la colonia Valle Verde: “mucho tiempo estuvimos así, que nos íbamos a regresar; [estábamos] que nos íbamos a regresar, [pero] como nos dieron el terreno, estuvimos pagando el terreno, y [de] ahí el contrato del agua, contrato de la luz, todo eso; [luego] ahí vino el pavimento, y ya entraron los niños a la escuela y ya no pudimos; y hasta la vez [que no] nos volvimos [a] ir porque los niños están [en] la escuela y ya nos hicimos el pueblo aquí en Tijuana” (Berta, entrevista, 2008). Este testimonio permite comprender que el quedarse no refiere solamente a un estímulo economicista, y que la posibilidad de trabajo no es la única respuesta para permanecer en la ciudad. Es oportuno señalar que esto se presenta pese a la distancia social que ha distinguido a la historia y socialización entre la población indígena y quienes no lo son, lo cual resulta significativo porque esas relaciones también median las dinámicas de vida en una ciudad multicultural.

Río. Después de una campaña de atención médica, la actual administración municipal decidió intervenir haciendo una reubicación de quienes ahí vivían, explicando que a las personas se les destinó a distintos albergues para “migrantes” en zonas aledañas; algunas más fueron llevadas a centros de rehabilitación, y a otras personas les pagaron el viaje para regresar a los lugares de donde son originarios en México (a pesar de que entre la población que habitaba El Bordo podrían encontrarse quienes tenían más de ocho años viviendo ahí), esto, como una acción de apoyo, según el presidente municipal, pero que para empresarios y encargados del turismo en la ciudad se trataba de no dar mal aspecto a los visitantes. En algunos otros momentos de la historia tijuanense se han realizado limpias de los y las vendedoras ambulantes, principalmente del centro de la ciudad y del área de la garita de San Ysidro, donde hay una cantidad considerable de indígenas —mujeres, en su mayoría— realizando esta actividad, ello para mejorar la imagen que, al parecer, podría dignificar a un migrante trabajador, pero no es visibilizado al tratarse de empleadas(os) de baja calificación, por lo que las acciones aportan a esa figura ya de por sí desvalorada de los migrantes. 4 irca fue una amnistía migratoria en Estados Unidos que regularizó el trabajo de indígenas mexicanos en ese país. Además de laborar legalmente en Estados Unidos, se tenía la opción de la reunificación familiar; a pesar de ello, algunos mixtecos decidieron mantener sus viviendas en Tijuana y trabajar en California, haciendo de la ciudad mexicana un espacio de permanencia. .

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Así, hay complejidades al tratar de hacerse de los lugares. Y en la frontera hay una enfática distancia entre migrantes y tijuanenses, creando una situación un tanto similar a lo que Norbert Elias (1998) llama los establecidos y los marginados (esto para hacer una presentación muy sencilla sobre su propuesta), donde los primeros tienen los privilegios y el poder, y los últimos viven en los márgenes urbanos y sociales, que en el caso de los indígenas es más evidente porque, además, son discriminados por raza, iniciando por la distinción diferenciada de su fenotipo. De esta forma, lo que podría llamar marcadores fronterizos (entre los que son y no son de la ciudad), se interioriza para establecer jerarquías que son vividas de diferentes maneras. Por estas condiciones por las que se diferencian a los habitantes, los llamados migrantes están en la búsqueda por pertenecer al lugar donde se encuentran, un derecho a la ciudad entendido como un derecho común, que para Ansay y Schoonbrodt (1998) incluye la reivindicación legítima del individuo, quien participa en una forma de vida colectiva cada vez más socializada con los recursos institucionales necesarios. Las instituciones tienen un papel importante, y es de notar que en un contexto neoliberal, donde Harvey (2008) ubica el derecho a la ciudad, que se caracteriza por una fragmentación por grupos, se hace énfasis en la vida colectiva y en el Estado nacional, por componerse del conjunto de instituciones controladas por sectores de la sociedad nacional (Segato, 1999) para regular las formas de vida o el acceso a bienes, como la vivienda y los servicios, no obstante se pretenda que las satisfacciones deban de ser en lo individual. Así que es en el establecimiento en las ciudades iniciado por hombres adultos (para el caso que se expone) donde Sánchez distingue que Podemos marcar el primer momento de rompimiento de las “fronteras étnicas”. Se deja el universo cultural y étnico y el entorno en el que se materializa, para crear uno nuevo. La convivencia con el “otro” y la vida en el nuevo medio ya no es temporal. Es en la ciudad en donde habrá que recrear o reinventar la identidad. Es ahí en donde crecerán los hijos y estarán en contacto con un nuevo horizonte cultura. (Sánchez, 2014, p.16)

Estos nuevos universos aparentes tienen una referencia en el territorio del cual se ha migrado, por tal motivo, pueden resignificarse en relación con la ciudad y sus instituciones. Así, que con los movimientos poblacionales se hacen más amplias las posibilidades de relaciones con un referente cultural propio, mismo que va cambiando. Como lo explican Giarracca, Bidaseca y Mariotti:

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El migrante cruza límites, no sólo una frontera física entre provincias o naciones, sino también aquellas que definen las culturas regionales o locales (pautas de vida, consumos, costumbres, etc.), y también las emociones y las pautas afectivas. Pero, asimismo, la migración puede producir una ampliación de los horizontes sociales, económicos y culturales. (2001, p. 329)

En una perspectiva más amplia de quien migra, actualmente se debe considerar al indígena urbano, que entre sus planes en las ciudades no considera dejar su cultura detrás, sino en relación con ella y como un uso de su diversidad, busca encontrar las herramientas que le permitan, además, adscribirse a la ciudad. Es en este intersticio que los indígenas recomponen sus formas y sus relaciones, con referentes en sus territorios de origen y atendiendo la socialización en Tijuana, de tal forma que los lazos y lo relativo a sus pueblos son bases para sus reconfiguraciones, lo que complejiza su vida urbana por tratarse, entre otras, de una relación política y cultural. El uso de la diversidad étnica: prácticas y relaciones sociales Las prácticas que entre los grupos se consideran definitorias de su ser indígena, son de la misma forma las que los enlazan con las ciudades donde viven; dichas prácticas no se reproducen con la exactitud del lugar de origen, sino que adquieren otros significados y se agregan elementos, Alejandro Grimson menciona: Cuando cambian los contextos, las culturas no pueden permanecer inmunes y es imperioso —continúa el autor— convertir ese supuesto en un interrogante de toda investigación: ¿qué aspectos de la cultura persisten y cuáles cambian? ¿En qué grupos, en qué sociedades y en qué condiciones se producen esas continuidades y rupturas. (2011, pp. 37-38)

Habrá entonces que referir a los grupos indígenas desde su situacionalidad, en un contexto sociohistórico, y con base en esto, considerar las circunstancias que los llevan a seguir proyectando una comunidad. Es importante mencionar que los cambios y resignificaciones no sólo se dan en una dirección, y que con el establecimiento de los indígenas Tijuana también tiene reconfiguraciones y la ciudad se hace étnica (Urbalejo, 2014). Estas transferencias se dan igualmente en otros destinos migratorios. Por ejemplo, Lilia Solís refiere a la relación en el espacio trasnacional formado entre Tacache de Mina (Oaxaca) y Nueva York (Estados Unidos); menciona que el resultado de dicho espacio ha sido

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La configuración de nuevas formas de ruralidad en lugares de destino y urbanidad en el lugar de origen. Un ejemplo de ello son los nuevos barrios que se empiezan a edificar en el municipio de Tacache de Mina en Oaxaca: El Manhattan y Santa Rosa, o las festividades religiosas en las que se venera a la Virgen de Juquila y se respeta el Miércoles de Ceniza. (Solís, 2015, p. 186)

Se infiere que esta población no padece con todo los efectos de ser los otros en la ciudad. En su proceso de hacerse habitantes, han apropiado algunos de los discursos del cómo debe ser un indígena, resultando de esto que puedan continuar con prácticas que consideran los distinguen como tales en una identificación con su comunidad y que, al mismo tiempo, tengan algunas estrategias para hacer peticiones a las instituciones de gobierno, que son precisamente las que contribuyen a la configuración de dicho perfil. Una forma activa de ir tejiendo otras redes en Tijuana es la lograda por asociaciones como Sentimiento Purépecha, Mixtecos de Valle Verde y La Mixteca San Miguel el Grande Oaxaca Suu ni marii, por mencionar algunas de las cuales tienen una relación con el gobierno de la ciudad, que durante varias administraciones ha integrado instancias para la atención de los indígenas. En el actual ayuntamiento (XXI, 2013-2016) se cuenta con la Comisión de Derechos Humanos, Grupos Vulnerables y Asuntos Indígenas, que preside la regidora Refugio Lugo Jiménez. De esta comisión se ha desprendido la instalación de subcomités que tienen el objetivo de tratar de manera específica a cada uno de los grupos. Quiero ser enfática en cómo entre las relaciones mencionadas están aquellas que los llevan a cierto grado de acción para ser indígenas y serlo en una ciudad en apariencia incompatible, que son más visibles para el gobierno, y que para el resto de la población aparecen aun difusos. Pero ¿cómo se sobrelleva esto? ¿Qué se hace? Una de las respuestas que propone este texto es que las relaciones que se tienen con las instituciones de gobierno representan uno de los ejes que les ha permitido exponerse como indígenas con un referente nacionalista y que, al hacerlo, a la vez que fortalecen posturas institucionales e institucionalizadas, pueden reconstituirse como indígenas urbanos pobladores de la ciudad y obtener ciertos apoyos. Al ser un medio que pareciera conveniente, algunas de las asociaciones de reciente formación siguen ese método y su primer paso ha sido constituirse legalmente.5 La institucionalización de las organizaciones se observa en una relación 5 Un antecedente de la constitución de asociaciones civiles entre los grupos indígenas se encuentra durante el periodo presidencial de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) al poner en marcha el programa Solidaridad, el cual distinguió al sexenio. Mediante el programa se instituyeron los Fondos

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dialéctica entre las instituciones de gobierno y los líderes/lideresas.6 El Estado, por su parte, reconoce el pluralismo étnico del país e intenta resguardar la expresión de esa diferencia con eventos y programas que permitan sus manifestaciones culturales. Por otro lado, los grupos se reconocen en esa relación y algunos realizan un acto performativo para establecer y mantener las relaciones. En este sentido, el reconocimiento de lo étnico presenta una serie de requisitos a cumplir y los indígenas se reconocen y construyen en correspondencia a lo solicitado; es lo que Rita Segato llamara las formaciones nacionales de alteridad (2007, p. 47). Desarrollo de las fiestas patronales Las ritualidades y la vida cotidiana generan sentidos de pertenencia, de lugar, y permiten identificaciones, de tal manera que los festejos no son sólo una formalidad, sino que definen una parte de las actividades anuales de los grupos y sus asociaciones. Las fiestas, señala Prat, informan sobre las realidades fundamentales para cualquier cultura, “abarcan aspectos ecológicos e históricos, hasta expresivos, estéticos o religiosos, pasando por los económicos, sociales y políticos” (1982, p. 159), por ese motivo las relaciones cambian y en un tiempo sociohistórico distinto adquieren otros significados. No obstante, en este propósito de “rescatar y mantener” una cultura que los ha llevado a tener las relaciones que he señalado, puede ser utilizado con otras intenciones, puesto que en un contexto de migración hay más aspectos que se ponen en juego, como lo indica Alejandro Grimson, al referir las fiestas de los migrantes bolivianos viviendo en Buenos Aires: La fiesta no es la conservación de un pasado ancestral, sino la puesta en relación de esa historia con el presente de la migración en la fiesta se intersecta la construcción de una tradición que se asume como conocida desde tiempos inmemoriales con las dificultades de una realidad percibida como ajena. La fiesta en una intersección entre el pasado y el presente permite establecer un puente entre lo que es vivido como propio y como ajeno, como conocido y desconocido, como Regionales Solidaridad, gestionados a través del Instituto Nacional Indigenista (hoy Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas [cdi]). La misma institución administró el programa para apoyar a los productores de café, en su mayoría indígenas; después serían las cajas Solidaridad a las cuales se accedía al organizarse como asociación civil (Rentería, 2009, pp. 152-153). 6 No en todos los casos el presidente de la organización es quien lleva el liderazgo, como el caso de la asociación civil Sentimiento Purépecha, en la que su secretario es el organizador de sus actividades y se encarga de mantener las relaciones con el gobierno municipal.

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previsible e imprevisible, como controlable e incontrolable. De este modo el ritual en el contexto migratorio se relaciona con el presente. (Grimson, 2011, p. 77-78)

De todas las prácticas que tiene el catálogo étnico���������������������������� , se eligen algunas que contribuyen a la construcción de sus modos de vida y a las relaciones sociales institucionalizadas, entre la cuales destacan las celebraciones de los santos patronos de los pueblos. En algunos casos, como con los mixtecos de Guerrero, que celebran a San Francisco de Asís a pesar de no todos ser originarios de Xochapa, de donde es santo patrón, el resto de los guerrerenses se unen a la fiesta, lo que la hace representativa de su grupo como una generalización. En las fiestas patronales hay algunas características que comparten los grupos, además de considerar que esta práctica los define y los mantiene relacionados con los pueblos y sus poblaciones (ya sea en el lugar de origen u otras ciudades a donde han migrado). Al ser un evento religioso, en todas se realiza una misa. En el caso de los mixtecos de Xochapa (Valle Verde) y los purépechas de Janitzio (Rosarito) se han construido iglesias para realizar ahí sus misas y celebraciones, las cuales se muestran en las figuras 1 y 2. En el caso de Valle Verde no hay un reconocimiento por parte de las autoridades de la iglesia católica, por tal razón, cuando se realiza alguna celebración, es atendida por sacerdotes que están asignados a otras parroquias. El sistema de cargos es un medio de organización de las fiestas; entre los mixtecos lo encabeza la figura del mayordomo, y entre los purépechas, el organizador principal es llamado carguero. Estos son los cargos principales y son elegidos regularmente entre los integrantes de los grupos, quienes tienen como tarea principal dirigir y financiar la fiesta; para apoyarlos se realizan comisiones donde hay otros encargados de, por ejemplo, la música, el arreglo de la iglesia, por mencionar algunas responsabilidades. Debido a que las fiestas requieren un gasto monetario y de una distribución minuciosa, se intenta que su planeación lleve un año; con esa consideración, durante el festejo se da a conocer quién será él o la encargada del siguiente año, a esto se le refiere como hacer entrega del cargo. No obstante los recursos suelen provenir del mismo grupo, también se gestionan apoyos entre el gobierno municipal o se aplica a convocatorias en otras dependencias, por ejemplo, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi) y la Unidad Regional de Culturas Populares. Las procesiones donde el santo es expuesto en las calles es otra de las actividades frecuentes, aunque no se realiza en todas los festejos; aun así, el santo se mantiene a la vista de los asistentes. Entre los mixtecos de San Miguel El Grande,

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Olga Lorenia Urbalejo Castorena / Ciudad de migrantes, ciudad para quedarse / págs. 21-41 Figura 1. Iglesia construida por mixtecos, Colonia Valle Verde. Tijuana, 2014

Fotografía tomada por Lorenia Urbalejo. Figura 2. Iglesia durante el festejo a San Jerónimo, santo patrono de los purépechas de Pátzcuaro Colonia Constitución, Playas de Rosarito, 2014

Fotografía tomada por Lorenia Urbalejo.

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Oaxaca,7 que festejan a San Miguel Arcángel en septiembre,8 la figura es transportada en algún vehículo particular que se dirige de la iglesia hasta el parque Doctor Aubanel (espacio donde se llevan a cabo algunas actividades de su celebración y que llaman popularmente Sorpensador). Este recorrido se realiza en compañía del mayordomo. Los mixtecos de Guerrero que viven en la colonia Valle Verde y festejan en octubre a San Francisco de Asís, caminan entre las calles, como se puede apreciar en las figuras 3 y 4. Los torneos de basquetbol, considerados por algunos como el deporte de sus comunidades, son también parte de las actividades. En la fiesta a San Arcángel Gabriel (de San Miguel), el torneo de la fiesta es parte de otra serie de eventos deportivos donde participan mixtecos de Oaxaca. Cabe destacar que los competidores pueden no ser indígenas, cualquier equipo que se inscriba tanto en categoría femenil como varonil puede participar, y, además, esta actividad deportiva trasciende los días de los festejos, pues hay torneos (de hombres y de mujeres) durante varios meses al año. Los más jóvenes y pequeños de los grupos, que crecieron o nacieron en Tijuana, en ocasiones no se sienten atraídos a participar en las celebraciones a los santos patronales, pero se ha logrado incorporarlos encargándoles tareas, como la música o el adorno de la iglesia. De la misma forma, las danzas tradicionales han desempeñado un papel importante para involucrarlos con las prácticas; éstas generalmente son enseñadas por un miembro adulto y tienen lugar en los festejos patronales u otro evento donde haya representación de la diversidad cultural de la región. Las danzas cambian cada año: en 2014 participaron niños en las danzas de soldados, moros y caballito entre los purépechas; en 2015, el festejo se concentró en la realización de la misa. Los de San Miguel el Grande, además de danzas tradiciones, presentan bailables de la Guelaguetza, como flor de piña, que si bien no es distintiva de los pueblos, sí es una apropiación mestizada (T. Pérez, comunicación personal, 14 de noviembre de 2014). Un aspecto importante de la organización es mantener los lazos comunitarios, por tal motivo, en algunos grupos es poco importante el reconocimiento legal como asociación civil. Así, las personas de la extinta asociación Saanji ñuu, una vez que consideraron que sus planteamientos podían realizarse como los habían 7 Los mixtecos de San Miguel El Grande, Oaxaca, llegaron a Tijuana en la década de los ochenta y se establecieron en un primer momento en la Zona Centro de Tijuana; actualmente, una concentración importante de san migueleños se encuentra en la colonia Camino Verde (Lourdes, entrevista, 2014). 8 En Tijuana, la fecha para realizar los festejos se modifica y se celebra un fin de semana antes de la fecha marcada en el calendario oficial (en caso de ser entre semana).

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Figura 3. Arribo de la figura de San Gabriel Arcángel al parque Sorpensador. Festejo Patronal de San Gabriel Arcángel, de San Miguel el Grande, Oaxaca. Tijuana, 2014.

Fotografía tomada por Lorenia Urbalejo. Figura 4. Procesión festejo a San Francisco de Asís, patrono de Xochapa, Guerrero, colonia Valle Verde. Tijuana, 2010.

Fotografía tomada por Lorenia Urbalejo.

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desarrollado inicialmente (antes de constituirse como asociación civil), decidieron no continuarla y seguir priorizando sus actividades que no tienen relación con la gestión de recursos, que es una de las ventajas de tener dicho reconocimiento. Quienes integran la organización dan más importancia a las actividades de recreación, a reunirse sólo para mantener el contacto y conservar lo que, a decir de Jaime, se vive en Benito Juárez (localidad del municipio de San Miguel el Grande, Oaxaca): una relación más cercana de amabilidad, por lo cual convive entre ellos, que los integra como un nosotros, aunque ese nosotros incluye a las personas que viven en California y en su pueblo, adonde envían apoyo económico para su fiesta patronal (Jaime, entrevista, 2014). Así, podemos observar que no es solamente que los festejos se realicen de manera racional —considerando los beneficios que se pueden obtener al dar muestras de la diversidad cultural—, sino que, de igual forma, son vistos como medios de cohesión entre los grupos, a los que pueden incorporarse niños y jóvenes, o bien persistir en que se involucren; por ese motivo se intenta que no sólo sean asistentes, sino que se integren como danzantes, músicos, o sean quienes adornen la iglesia y las calles y, de ser posible, que el involucramiento trascienda los días de festejo. Sin embargo, sí se encuentran en un contexto en el que sus ritualidades se resignifican en relación con el Estado (representado por las instituciones), y éste crea una normativa que legitima lo indígena. Relaciones institucionales mediante las prácticas culturales Son las formas organizativas y las prácticas culturales lo que puede distinguir a los indígenas de otros habitantes de Tijuana, y sus identificaciones, lo que logra coordinarlos y mantenerlos próximos. Por otro lado, si se considera que “el grupo étnico se conforma en torno a una identidad diferenciada y contrastiva, como un sistema que define las relaciones sociales entre los miembros del grupo y entre éstos y los que no lo son” (Bonfil, 1978, p. 217), se puede decir que cuando es necesario, se permiten potencializar la exaltación de la parte contrastiva. Al tener en cuenta que hay una institucionalización y que la redefinición de identidades se hace en esa relación (organizaciones-instituciones), hay que agregar, además, que es en la ciudad donde son “más indígenas”, por eso las prácticas culturales también se vuelven instrumentos de negociación y se realiza una suerte de esencialismo estratégico (Spivak, 1988) donde se generaliza la forma del grupo.

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Que suceda de esa forma no indica que no tengan una base y que de fondo no se encuentren las motivaciones principales para realizarlas, tales como la añoranza, la conservación de lazos comunitarios con el lugar de origen —como ya he mencionado— y la permanencia de la diversidad étnica. Como señala Claudio (mixteco de Oaxaca), es la continuación de sus prácticas lo que les ha permitido sobrevivir al grupo social (C. Hernández, comunicación personal, 28 de noviembre de 2014). De la misma forma, Pérez refiere a las resignificaciones entorno a los indígenas y sus interacciones: Aunque la identidad indígena ha sido reapropiada y resignificada políticamente como una identidad transétnica y transcultural para aglutinar la gran diversidad de poblaciones con orígenes prehispánicos y que luchan para obtener sus derechos como pueblos, para estos actores es claro que su identidad como indígenas (heterodenominación impuesta en la Colonia y apropiada en la actualidad) no sustituye ni es equivalente a la identidad que consideran como la propia (autodenominación) y que han construido históricamente desde ciertos criterios para marcar su pertenencia a un lugar, a una cultura y a una lengua, y que hacen evidente y ponen en acción en ciertos contextos de interacción para diferenciarse de otros a quienes consideran ajenos. (Pérez, 2011, p. 67)

En Tijuana, algunas prioridades han sido la vida comunitaria y encauzarla a beneficios mutuos, por tal motivo, al trabajar en conjunto se han planteado proyectos amplios y trascendentes llevados a buen término; como ejemplo está la escuela intercultural de Valle Verde, que en 1994 se realizó en una coordinación entre los mixtecos de Guerrero que ahí viven y los profesores de Oaxaca que laboraban en la primaria El Pípila de la colonia Obrera. Lo anterior es muestra de la facultad colaborativa de los grupos indígenas y de la forma efectiva de relacionarse con las instancias pertinentes para plantear propuestas, aun sin tener una conformación legal como asociaciones. De hecho, la constitución en organizaciones civiles se hizo como una recomendación del gobierno municipal para el acceso a recursos; algunos ejemplos de quienes se integraron a esta indicación los encontramos en las organizaciones Sentimiento Purépecha, Mixtecos de Valle Verde, Saanjiñuu y Grupo Étnico Ñuusavi Baja California (las dos últimas desparecidas). El registro de las organizaciones les da acceso a un mundo más ordenado, donde las instituciones pueden tenerlas en consideración. Actualmente nos encontramos con una exigencia cada vez mayor para pasar del discurso de inclusión a tener una participación política más posicionada, por eso la exigencia desde varios flancos para que se constituyan dentro del gobierno

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los organismos que estén representados por indígenas, aspecto aún más complicado en la frontera, donde no hay un conocimiento de fondo de cómo se manejan estructuralmente con base en los llamados usos y costumbres. Lo que el gobierno municipal conoce sobre la vida indígena es través de los mismos grupos y en lo que se puede participar, eventos generalmente relacionados con festejos religiosos y ferias culturales. Lo anterior es precisamente el contraargumento para decir que son ellos quienes deben coordinar oficinas, y decidir sobre y entre ellos mismos. La solicitud de partidas presupuestales sólo para los grupos indígenas es también un punto importante. A pesar de que pueden reconocerse en otros grupos —porque están adscritos a varias categorías como la de clase social—, es su condición étnica lo que los hace distintos de los demás, de lo contrario, los grupos indígenas serían parte de una generalidad. En este sentido, la consideración es que tras años de “negociaciones” demandan apoyos más concretos, por ejemplo, un mercado artesanal solicitado por una de las integrantes de la asociación Cultura Indígena Baja California, y la insistencia de espacios propios para alguna actividad laboral. Se trata prácticamente de cumplimientos de una parte y de otra. Al respecto, Lourdes refiere a la Ley de Derechos y Culturas de los Pueblos Indígenas en Baja California que desde el año 2007 se hizo pública y que los municipios deben atender. ¿Cómo? “Aplicándolas, empezando por etiquetar recursos propios para los pueblos indígenas; no hay, estamos englobados en grupos vulnerables, pero no hay, para poder detonar una acción importante” (Lourdes, entrevista, 2014). Desde el ayuntamiento se otorgan recursos económicos para la organización de ferias, mismas que se consideran un medio de difusión de la cultura (al presentar danzas y bailes regionales) y una oportunidad de comercializar los productos que elaboran, artesanía o comida. La regidora de la comisión encargada se refiere al tema de las peticiones de las organizaciones y lo que se hace desde el gobierno municipal actual: Entonces ellos piden no perder su cultura ni sus tradiciones y obviamente para nosotros pues menos, para que nuestras culturas sigan vivas. […] lo que yo no puedo hacer económicamente por que ya se me acabó mi partida social, si alguien viene y ocupa un medicamento, me doy a la tarea de conseguirlo, donde lo podamos conseguir y se apoya. (María del Refugio, entrevista, 2014)

Sin embargo, los eventos culturales no son agendas prioritarias de las organizaciones indígenas, se tienen otras ambiciones y se plantean espacios políticos que después de varios años en la ciudad y con relaciones institucionalizadas ya se con-

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sideran ganados, pero el recorrido puede ser todavía amplio y es una de las razones por las que no cesan las participaciones donde públicamente se expone lo étnico. Consideraciones finales En este artículo se observaron las circunstancias de los indígenas en Tijuana, cuando sus proyectos futuros y su actualidad les han permitido asentarse en la ciudad. Conforme a lo que se ha abordado, se puede concluir que la permanencia de los indígenas en Tijuana y su involucramiento con las instancias de gobierno son dos de las razones por las que las organizaciones se han institucionalizado (afianzándose una situación que no es unidireccional), y esto influye en sus proyectos de vida que se reflejan en una continuidad en la frontera. Asimismo, se ha logrado un diálogo en el que las organizaciones se reapropian de los discursos institucionales, aunque permanecen las jerarquías, tensiones y conflictos que se encuentran en el plano de lo discursivo y que intentan llegar a la acción política. La presencia de funcionarios públicos en algunas de las fiestas que se realizan en Tijuana afianza las redes entre gobierno y grupos indígenas, sin embargo, se denota que a nivel local persiste la idea de una diversidad cultural que se difunde, pero que hay poco trabajo en respaldar a estos grupos. No existen, por ejemplo, campañas para prevenir la discriminación, a pesar de que sea parte del Plan de Desarrollo Municipal en el eje 2 de calidad de vida, donde se hace referencia a “promover el respeto por los derechos, la cultura, y la formación de vida de las comunidades indígenas” (Plan de Desarrollo, 2014-2016). Lo anterior en referencia a que la socialización con una población no indígena interfiere de manera negativa en su socialización en y con la ciudad, y que no obstante se ha logrado un vínculo con los gobiernos locales —a través de los años— de manera política, éstos no contribuyen a la desestigmatización de lo migrante o lo indígena. Por otro lado, entre los aportes del texto encontramos que la situaciones social y geográfica quedan insertas en procesos y contextos multiconectados y que sus festejos son parte de la negación constante entre la membresía de permanecer indígenas y ser de Tijuana. De este modo, las fiestas son integradoras en la movilidad, ayudan a definir la vida social y a apropiar espacios; sostienen, además, el intento por mantenerse en comunidad, lo que da la idea de cohesión. Encontramos también que las prácticas culturales observadas en las fiestas patronales adquieren múltiples significados, y que Tijuana es un escenario para expresar lo étnico y una plataforma para, en su exhibición, continuar la inserción a la vida política de las instituciones.

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Los hallazgos nos muestran que las reapropiaciones discursivas se utilizan en función de los intereses propios, donde no sólo lo étnico queda explícito, sino el cómo se intersecta con clase y género en las relaciones de poder donde las instituciones políticas tienen un papel importante, aspecto que podría analizarse a la luz de los resultados de esta investigación. De la misma manera, lo que se presentó puede servir de argumento en la discusión sobre si la población que llamamos migrante tiene un desarraigo por los lugares que habitan, cuando se ha expuesto en los líneas precedentes que se vive en una disputa por permanecer y pertenecer desde la diferencia. Referencias Ansay, P. y Schoonbrodt, R. (1998). Penser la ville. Choix de textes philosophiques. Bruselas: aam Editions. Arizpe, L. (1985). Campesinado y migración (Colección Foro 2000). México: Secretaría de Educación Pública. Bonfil Batalla, G. (1978). Las nuevas organizaciones indígenas (Hipótesis para la formulación de un modelo analítico). Journal de la Société des Américanistes, 65, 209-219. Durin, S., Moreno, R. y Sheridan, C. (2007, enero-abril). Rostros desconocidos. Perfil sociodemográfico de las indígenas en Monterrey. Trayectoria, 9(23), 29-42. Elias, N. (1998). La civilización de los padres y otros ensayos. Colombia: Editorial Norma. Elias, N. (2003). Ensayo acerca de las relaciones entre establecidos y forasteros. Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 104, 219-251. Giarracca, N., Bidaseca, K. y Mariotti, D. (2001). Trabajo, migraciones e identidades en tránsito: los zafreros en la actividad cañera tucumana. En N. Giarracca (Comp.), Una nueva ruralidad en América Latina (pp. 307-337). Argentina: Clacso. Recuperado de http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/ gt/20100929125458/giarraca.pdf Grimson, A. (2011, mayo-junio). Doce equívocos sobre las migraciones. Revista Nueva Sociedad, 233, 34-43. Harvey, D. (2008). El derecho a la ciudad. New Left Review, 53, 23-39. Lestage, F. (1998). Crecer durante la migración, socialización e identidad entre los mixtecos de la frontera norte (Tijuana, Baja California). En R. Barceló y M. J. Sánchez (Coords.), Diversidad étnica y conflicto en América Latina. México: Plaza y Valdés Editores.

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Migración y urbanismo transnacional en un pueblo originario urbano Migration and transnational urbanism in an urban original town Daniela Reyes Lara ([email protected]) Resumen: El objetivo de este artículo es explicar cómo se ha dado la articulación de dos escalas, lo global y lo local, a través de los vínculos transnacionales que se tejen entre los migrantes y sus familias, a partir de prácticas sociales transnacionales entre las localidades de origen y destino. El concepto de urbanismo transnacional ha permitido salir del enfoque dicotómico global-local desde donde se ha analizado casi siempre el fenómeno migratorio. Dicho concepto permite dar cuenta de que lo local, al igual que lo global, son procesos de construcción complejos y en los cuales ambos están imbricados, no es que uno sea resultado del otro, además de que se encuentran atravesados por múltiples dinámicas sociales y diferentes individuos, en donde aspectos como género, clase y etnia deben ser considerados a la hora de hacer el análisis para no esencializar tanto lo local como lo global. Palabras clave: urbanismo transnacional, pueblo originario urbano, urban original town, migración. Abstract: The purpose of this article is to explain how has the articulation of the global and the local transnational links between migrants and their families generate social practices in the towns of origin and destination creating specific links and thus changing the way time and space of urban dwellers are organized. The concepto of Transnational Urbanism has allowed to leave the global-local dichotomous approach, being cognizant that both, the local as well as the global, are complex construction processes that are traversed by dynamic multiple and different individuals, where issues such as gender, class and ethnicity should be considered to avoid esentializing the local as a homogeneous space. Keywords: transnational urbanism, pueblo originario urbano, migration. Fecha de recepción: 15 de diciembre 2015 Fecha de aprobación: 28 de marzo de 2016 Fecha de recepción de versión final: 4 de abril de 2016

Época II - Vol. IV - Núm. 2 / julio-diciembre de 2016 ISSN 1870-1191 / ISSN electrónico 2448-539X

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Daniela Reyes Lara Mexicana. Maestra en Antropología Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas), y Licenciada en Antropología Social por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Actualmente se desempeña como asesora en el Instituto Nacional Electoral. Sus temas de investigación abordan estudios transnacionales, urbanos y de género, así como organización territorial de las relaciones de género y su relación con la migración urbana. Como parte de su trabajo destaca su publicación “La comunidad indígena urbana transnacional”, en F. Besserer y D. Oliver (Coords.) (2014), Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía especular de los espacios urbanos (pp. 129-193), México.

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Introducción El texto que el lector tiene en sus manos forma parte de la investigación que realicé en el último trimestre de 2012 y principios de 2013, en la que me concentré en el estudio de la migración de los habitantes del barrio de San Juan, que pertenece al pueblo de Culhuacán, ubicado en la Ciudad de México, México. El flujo migratorio es principalmente de hombres en un rango de edad aproximado de entre 18 y 55 años; las mujeres se han sumado de manera muy paulatina; el lugar de destino en el que se insertan es Long Island, en el estado de Nueva York, Estados Unidos. El objetivo de esa investigación fue entender cómo se articulan dos localidades discontinuas con base en las conexiones transnacionales de los migrantes y sus familias, comprendiendo así la manera en que esas conexiones modifican las prácticas sociales1 de los habitantes del barrio de San Juan, lo que me permitió dar cuenta del urbanismo transnacional a partir de la migración transnacional. Para explicar el urbanismo transnacional del barrio de San Juan utilizaré la propuesta de Michael Peter Smith a partir de incorporar al análisis las variables propuestas por este autor: el crecimiento de la ciudad como parte del proceso de la localidad, y el mantenimiento de los vínculos transnacionales entre los migrantes y sus familias, que me permitieron afirmar que el urbanismo transnacional varía en el tiempo y en el espacio y, por lo tanto, se materializa de distintas formas en cada lugar. Cada uno de estos trabajos está enfocado en una parte distinta de la migración transnacional. Hirai, por ejemplo, explica la manera en que se articulan: el proceso de construcción del paisaje étnico2 de los migrantes mexicanos en las ciudades de Estados Unidos y la transformación de su lugar de origen, por medio del enfoque en distintos niveles de la nostalgia (Hirai, 2009, p. 17). En su investigación, realizó trabajo de campo tanto en el lugar de origen como el lugar de destino de los migrantes. En el caso del trabajo de Michael Peter Smith (2001), analiza la historia de la construcción social del barrio coreano en la ciudad de Los Ángeles, a partir de la migración de los coreanos que se consolidó con la formación de un empresariado El habitus es la interiorización de las estructuras o instituciones a partir de las cuales la sociedad en la que un individuo ha sido educado produce sus pensamientos, percepciones y prácticas sociales (Bourdieu, 1980). 2 Hirai se refiere al paisaje étnico como la formación de comunidades étnicas en el interior de las ciudades receptoras de migrantes, en donde los migrantes reconstruyen y representan sus identidades colectivas, que son signos que evocan imágenes, imaginarios y memorias de sus países de origen y de sus terruños. 1

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étnico y de hogares transnacionales. Smith se centró en el lugar de destino de los migrantes coreanos. Como ya señalé líneas arriba, en el caso que trabajé mi investigación, centré el análisis en las prácticas sociales de los migrantes y sus familias. Me concentré en el lugar de origen de los migrantes, siendo ésta una de las principales diferencias a la hora de analizar el urbanismo transnacional con respecto a los dos trabajos previamente mencionados. ¿Pueblo originario o urbano? El concepto de pueblo originario surgió en 1996 en el marco del Primer Foro de Pueblos Originarios y Migrantes Indígenas del Anáhuac. El uso de este concepto asume a los miembros de estos pueblos como legítimos herederos de los antiguos pobladores del Anáhuac, por lo que tienen derecho incuestionable a su territorio. Los pueblos originarios tienen un origen prehispánico que persistió y fue transformado en la época colonial. Dichos pueblos han mantenido una relación histórica con la Ciudad de México. No sólo han logrado permanecer en sus formas de organización sociocultural frente a los procesos de urbanización, sino que a lo largo de estos siglos han sido incorporados a la urbe, constituyendo un modo particular de habitar la metrópoli. El concepto de pueblo originario nace cargado de un significado político, ideológico e identitario que implica una delimitación geográfica, dado que se refiere únicamente a los pueblos ubicados en la cuenca de México. En este sentido, el término permite hacer una distinción frente a los pueblos indígenas del resto del país (Portal y Álvarez, 2011, p. 10). Se han realizado un gran número de investigaciones (véase Medina, 2007; Mora, 2008, entre otros) sobre los pueblos originarios. En dichos trabajos se ha definido y analizado a estos pueblos con base en las siguientes características: a) Tienen un origen prehispánico reconocido. b) Conservan el nombre que les fue asignado durante la época colonial, compuesto por el nombre de un santo o santa patrona y un nombre náhuatl, aunque hay algunos casos en el que sólo conservan uno u otro. c) Mantienen un vínculo con la tierra y el control sobre sus territorios, así como los recursos naturales. d) Reproducen un sistema festivo centrado en las fiestas patronales, organizados a partir del sistema de cargos. e) Conservan estructuras de parentesco consolidadas.

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f) Tienen un panteón sobre el que conservan el control administrativo. g) Reproducen un patrón de asentamiento urbano particular caracterizado por un centro marcado por una plaza a la que rodean, principalmente, la iglesia, edificios administrativos y comercios (Portal y Álvarez, 2011, pp. 11-12). En el caso de Culhuacán, nos encontramos frente a un pueblo originario, el cual si bien conserva la mayoría de las características mencionadas, algunas otras han desaparecido, debido a la incorporación de éste a la urbe. Recientemente, Portal y Álvarez (2011) han señalado la importancia de repensar el concepto de pueblo originario ya que estos pueblos han mantenido una compleja dinámica con la ciudad, la que ha permeado la vida cotidiana de estos pueblos. Considerarlos como originarios implica esencializarlos y no permite dar cuenta de la conexión y relación con lo urbano. Es por ello que Portal y Álvarez describen cuatro aspectos necesarios a reflexionar: a) No todos los pueblos tienen un origen netamente prehispánico. Muchos de ellos fueron creados durante el periodo colonial, y casi todos fueron refundados después de la revolución de 1910. b) Aun los pueblos de origen prehispánico sufrieron fuertes transformaciones durante el periodo colonial y adquirieron estructuras institucionales y simbólicas diferentes a lo que se pudiera considerar como “original”, es decir, han soportado procesos de hibridación y sincretismo que los han llevado a incorporar prácticas y elementos mestizos, transformando así su carácter clásicamente indígena. c) Muchos han perdido control sobre su territorio y sobre todo de sus recursos naturales (el agua, la tierra, etcétera), lo que los ha despojado de sus principales elementos constitutivos. d) Es muy diferente la experiencia histórica de los pueblos del norte de la ciudad que de manera muy pronta se incorporaron a procesos industriales y urbanos, que los del sur, sur oriente y sur poniente, que conservan una estructura agraria que en ocasiones todavía opera y cuyos procesos de urbanización son sumamente tardíos (Portal y Álvarez, 2011, p. 12). En la propuesta de las autoras, se busca romper con el esencialismo y comprender la multitemporalidad y heterogeneidad espacial de estos pueblos. Plantean que es el modo en que los habitantes de cada lugar conciben, ordenan y consumen el espacio que éste adquiere su particularidad. Por lo tanto, los pueblos que se han conceptualizado como originarios también son urbanos, porque una de las dinámicas que ha marcado la vida de estos pueblos ha sido su incorporación a la vida urbana debido al crecimiento de la Ciudad de México. En este sentido, lo urbano y

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lo originario no se contraponen, sino que forman parte del mismo proceso histórico que ha transformado a los pueblos originarios. Para el caso del pueblo de Culhuacán, me referiré a éste como un pueblo originario urbano, dado que cuenta con antecedentes prehispánicos, y al incorporarse a la dinámica urbana, la vida de estos pueblos se vio transformada en sus dimensiones social, política y económica. En este sentido, tanto el proceso de urbanización como las características culturales que los define como originarios, son parte de un mismo proceso histórico, y por ello he propuesto la definición de pueblo originario urbano para el caso de Culhuacán. Culhuacán, “lugar de los colhuas”, es uno de los pueblos originarios urbanos que ha sido integrado a la mancha urbana de la Ciudad de México como resultado del acelerado crecimiento de la misma desde 1940. Este crecimiento se dio a partir de la inserción de la industria en la ciudad, dando paso a intensos procesos de urbanización (véase figura 1). Culhuacán pasó por tres grandes etapas de urbanización, la más intensa fue la que se vivió durante la década de los sesenta, cuando las tierras agrícolas fueron expropiadas para la construcción de nuevas colonias y unidades habitacionales. El entorno y la vida de los habitantes del pueblo, la cual estaba vinculada al trabajo agrícola, a la cría de ganado y una forma de organización socioterritorial basada en el parentesco y el sistema de cargos, pronto se transformó por la llegada de nuevos habitantes, construcciones de unidades habitacionales, ejes vehiculares, la incorporación de los habitantes del pueblo a trabajos urbanos y la partición del pueblo en dos delegaciones, Iztapalapa y Coyoacán. Los habitantes del pueblo preservaron su organización social a partir de los complejos sistemas de cargos que articulan a los once barrios y el parentesco, que sigue estando vigente. Por lo tanto, el caso de Culhuacán que presento aquí, debe ser comprendido desde las múltiples relaciones que las personas del pueblo establecen con la ciudad y recientemente con otras localidades como Long Island, en Nueva York, a partir de la migración transnacional. El barrio de San Juan, pueblo de Culhuacán El pueblo de Culhuacán se ubica en el sur-oriente de la Ciudad de México. Se encuentra atravesado por dos delegaciones: Coyoacán e Iztapalapa, y está conformado por once barrios, que son: San Juan, San Francisco, Santa Ana y La Magdalena (que se ubican del lado de la delegación Coyoacán), y San Simón, Tula, San Antonio, San Andrés, Santa María Tomatlán, Los Reyes y Culhuacán Centro (en Iztapalapa). Es importante precisar que hago una distinción entre barrio y pueblo debido a

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Figura 1. Barrios San Francisco y San Juan, Culhuacán, Coyoacán, D.F.

que los habitantes de Culhuacán se refieren a sus barrios como pueblo, es decir, para ellos no hay una distinción tajante entre lo uno y lo otro. En términos analíticos, es necesario hacer esta distinción, porque el trabajo de campo que realicé no fue en todo el pueblo de Culhuacán; no sólo eso, si bien todo el pueblo comparte las mismas pautas culturales, la manera en que cada barrio se apropia de ello difiere y es esto lo que le da la particularidad a cada barrio, articulando la vida cotidiana

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de los que ahí residen. Cuando hablo del pueblo, me refiero al conjunto de los once barrios que conforman Culhuacán, y por barrio, a cada una de las once localidades. Entiendo el concepto de barrio a partir de la definición de Ernesto Licona (1994), quien lo define de la siguiente forma: “el barrio es gente y espacio. O mejor dicho es una manera diferenciada de consumir el tiempo y el espacio urbano. Es un ‘modo de vida’. Es fundamentalmente un espacio vivido. Y es precisamente en estas maneras de ‘hacer’ y de ‘ser’ cotidianas es donde se construye una identidad” (Licona, 1994, p. 264). El pueblo de Culhuacán cuenta con dos panteones comunitarios que forman parte de los pocos recursos que les quedan y que son administrados por los habitantes del pueblo. Uno de los panteones se ubica en la delegación Iztapalapa, y el otro en la delegación Coyoacán, en el barrio de Santa Ana, y lleva por nombre Panteón de San Francisco Culhuacán. Para hacer uso de los panteones se siguen reglas muy estrictas, lo que les permite mantener la administración y control de éstos, para que sean las familias originarias del pueblo quienes puedan hacer uso de ellos. El señor Humberto Sosa, quien es miembro del comité que administra el panteón de San Francisco Culhuacán, señala dos características para poder hacer uso del panteón: Aquellas personas que tienen un difunto enterrado en ese lugar, pueden hacer uso del panteón. Esas personas son las familias originarias o nativas del pueblo. Los habitantes del pueblo pueden transferirle o donarle su lugar en el panteón a otro miembro de su familia, pero tiene que ser un pariente en línea directa. Esto tiene como finalidad que el panteón siga siendo de uso exclusivo para los nativos del pueblo; la manera en que se mantiene y se comprueba este uso exclusivo, es a partir de los apellidos. El hecho de que el panteón sea administrado por los habitantes no sólo pasa por la dimensión política, sino principalmente por la dimensión social. Los panteones comunitarios son uno de los espacios que sintetizan la vida social del pueblo, donde parentesco, territorio y cosmovisión se unen. Los habitantes mantienen el vínculo con sus ancestros mediante el mantenimiento que le dan a las tumbas. En las fiestas de los “santos difuntos”, las personas pasan la noche del 1 de noviembre en el panteón, conmemorando a los difuntos, montan la ofrenda, llevan comida y “celebran” en familia. En este sentido coincido con María Teresa Romero (2010) cuando señala que la relación que las familias nativas mantienen con los difuntos de la comunidad remite al concepto dual vida/muerte de la cosmovisión mesoamericana, del que López Austin daba cuenta,

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siendo esta cosmovisión modificada y adaptada a la situación contemporánea que atraviesan estos pueblos originarios urbanos en la Ciudad de México (Romero, 2010, p. 5). Vida religiosa del barrio de San Juan En los pueblos originarios urbanos el parentesco consanguíneo no es el único vínculo fuerte e importante, sino también el parentesco simbólico que se da a través del compadrazgo, principalmente a partir de la vida religiosa. El ser mayordomos de una imagen religiosa los convierte en compadres a todos aquellos que han pasado por el cargo religioso, de ahí que sea fundamental entender cómo funciona la vida religiosa en el barrio. La vida religiosa permite comprender la manera en que funciona el barrio y las relaciones que en éste se dan, porque es esto lo que une a los habitantes tanto del barrio como del pueblo; es la vida religiosa la que sirve como ordenador del tiempo y el espacio. Uno de los aspectos que distinguen a los pueblos originarios urbanos de otros modos de organización social y de otros espacios urbanos es que la continuidad del pueblo se basa en formas de organización comunitaria y un sistema festivo en torno a un santo o santa patrona. Es desde el sistema festivo que se organiza el tiempo y el espacio; territorio y organización comunitaria se encuentran totalmente articulados. El hecho de considerar la organización festiva religiosa como la vida misma es porque la vida cotidiana se vive a partir de las festividades religiosas. En el caso del pueblo de Culhuacán estamos hablando de la celebración de 85 festividades a lo largo de todo el año. En Culhuacán, cada barrio tiene sus fiestas patronales, y una vez al año se reúnen los once barrios para celebrar la Santísima Trinidad, entre mayo y junio; es la fiesta religiosa más importante y de la cual se sienten muy orgullosos los culhuacanenses. Es mediante la religión que la vida en el pueblo se articula y genera un fuerte vínculo de pertenencia, compadrazgo y vecindad entre los habitantes. Como ya ha señalado María Ana Portal (1997), en la relación entre el pueblo con el santo patrón lo que está en juego no sólo es el vínculo con lo sagrado, sino el conjunto de la estructura social y la posibilidad de reproducción del pueblo con base en los valores culturales. Y agregaría que es a partir de la relación pueblo santo patrón que se dan las prácticas sociales que le otorgan sentido y significación al territorio. En concordancia, la vida religiosa, al funcionar como una estructura social, genera cohesión en los habitantes.

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Como ya se mencionó líneas arriba, la organización festiva no es un momento de excepción, sino que es la vida misma, y es en torno a ésta que se condensan prácticas sociales, parentesco y territorio. Cada barrio cuenta con una capilla en honor a un santo o santa patrona. En el caso del barrio de San Juan, el santo patrón es San Juan Bautista y la fiesta se celebra el 24 de junio. Sin embargo, hay tres celebraciones religiosas que son consideradas las más importantes para el pueblo de Culhuacán, y son las que se dan en torno a la imagen del Señor de Chalma, el Señor del Calvario y la Santísima Trinidad. En las tres celebraciones participan los once barrios que conforman el pueblo de Culhuacán, pero la que genera mayor cohesión social y un sentimiento de identidad al pueblo es la festividad del Señor del Calvario. Sin embargo, solamente me referiré a la fiesta del Señor de Chalma, en el barrio de San Juan. Cada una de las celebraciones religiosas tienen una fecha específica en que se realiza la festividad, pero durante todo el año hay una serie de ritos que se llevan a cabo, como el cambio de ropa de las imágenes, las visitas que realizan las imágenes —en el caso del Señor de Chalma— a familias del barrio o fuera de éste, y las posadas en el mes de diciembre. Es a partir de las actividades cotidianas que se llevan a cabo alrededor de las imágenes religiosas que se genera un habitus (Bourdieu, 1980), que es un sistema de disposiciones transferibles de generación en generación y duraderas. El habitus es la interiorización de las estructuras o instituciones desde las cuales la sociedad en la que un individuo ha sido educado produce sus pensamientos, percepciones y su vida cotidiana. De esta manera, las prácticas sociales son aquellas actividades que se realizan en la vida cotidiana y que están presentes en todos los ámbitos de la vida. Siguiendo a Portal (1997), señala que el sistema de cargos trasciende el acto ritual mediante actividades cotidianas que impiden que los elementos culturales básicos que cohesionan al grupo se “disuelvan” una vez terminada la fiesta del santo o santa patrona. Cada uno de los barrios que conforman el pueblo de Culhuacán cuenta con una mayordomía que realiza la festividad a la imagen del Señor de Chalma. En el barrio de Culhuacán Centro se encuentra la imagen del Señor de Chalma, el señor mayor, como le llaman, y al cual todos los barrios le llevan una cuelga3 días antes de irse a Chalma. 3

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Así le llaman a la ofrenda que cada barrio le lleva.

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En agosto, que es cuando peregrinan al santuario de Chalma, lo hacen todos los barrios y las doce imágenes del Señor de Chalma. Cada barrio sale a una hora distinta, dado que es organizado por diferentes mayordomías y, por lo mismo, cada peregrinación llega al santuario en diferentes horarios, pero todos llegan el mismo día. La fiesta se realiza la última semana de agosto, pero los preparativos comienzan con un mes de anticipación. Uno de los primeros eventos que se realiza es la procesión o recorrido en cada barrio, que significa el aviso de que se avecina la peregrinación. Migración y ciudad En las últimas dos décadas, los flujos migratorios en México se han modificado de manera significativa en cuanto a duración, trayectoria, destino y tipo de población. Es a partir de la década de los noventa que la población urbana se ha sumado a los intensos procesos migratorios, a lo que se le ha denominando migración urbana. Los estudios sobre migración internacional han señalado que una de las modificaciones que ha variado en los flujos migratorios ha sido el tipo de población que se ha ido incorporando a éstos, debido a que anteriormente la población que migraba al vecino país lo hacía casi siempre desde contextos rurales. La migración de individuos con orígenes rurales se ha estado modificando porque éstos ya no estaban migrando para trabajar sólo en campos agrícolas, sino también se emplean en trabajos de servicios, los cuales se encontraban en las ciudades estadounidenses, lo que significó un cambio en los lugares de destino de los migrantes. Entre las investigaciones que se centraron en documentar este proceso se encuentran las realizadas por Patricia Zamudio (1999), Judith Boruchoff (1998) y Robert Smith (2006), entre otras. Fue hasta principios de la década de los noventa que el patrón migratorio era predominantemente rural. Sin embargo, un número importante de individuos que residían en contextos urbanos comenzaron a incorporarse al proceso migratorio. Desde entonces, ha habido un creciente interés por parte de los estudiosos de este fenómeno en comprender las diferencias entre la migración desde localidades rurales y urbanas. El patrón migratorio se modificó debido a las crisis económicas que se vivieron en el país durante la década de los ochenta, las cuales afectaron principalmente a las ciudades, aunado a la demanda de mano de obra migrante en los sectores industriales y de servicios en el vecino país. Por tal motivo, diversas perspectivas teóricas analizaron este hecho, entre las cuales podemos ubicar tres corrientes. La primera perspectiva planteó que la incorporación de la población urbana a la

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migración internacional fue resultado directo de la urbanización del país durante las tres últimas décadas (Corona, 1998). El aumento de migrantes urbanos se debió a que la población que residía en localidades urbanas ascendió de 40% a 58% (Lozano, 2001). La segunda perspectiva enfatizaba en los efectos negativos de las crisis económicas de la década de los ochenta, que afectaron principalmente a las ciudades, lo que incentivó la migración desde las zonas metropolitanas y las urbes. Alejandro Canales (1995) señaló que la Ciudad de México fue una de las más afectadas con las crisis económicas, siendo esto el factor que desencadenó la incorporación de migrantes urbanos y de “nuevos” estados4 a la migración internacional. Para Canales, esto explicaba en parte la creciente expansión de la economía informal, a la par del incremento de la migración interna e internacional desde las metrópolis (Lozano, 2001) Cornelius (1992) coincidió con Canales, pero sugirió otra hipótesis al respecto. Planteó que fue debido a la crisis económica de la década de los ochenta y a la saturación del mercado de trabajo en las grandes ciudades que a finales de los noventa la mayoría de los migrantes “primerizos” tuvieron su origen en el México urbano. En suma, la incorporación al proceso migratorio de comunidades, entidades e individuos desde las ciudades, no contaba con una tradición migratoria. Richard Jones (1995), a diferencia de Corona, señaló que en los ochenta la participación de migrantes urbanos creció a un ritmo mucho más acelerado que la población urbana mexicana. Además, en ese mismo periodo, la migración de los estados del norte de México disminuyó, dándole paso a la migración desde el sur. Esto se debió, en gran medida, a la inversión extranjera que se dirigió principalmente al norte del país y la relocalización de la industria manufacturera, lo que significó un cambio en los patrones de migración interna (Rivera y Lozano, 2006). Jones concluyó que la recesión económica afectó de manera más fuerte al sur que al norte del país, ya que en el norte la inversión extranjera permitió aminorar los efectos negativos de la crisis. En la tercera perspectiva de análisis, Roberts y Hamilton (1998) plantearon que la migración urbana se encontraba vinculada al proceso de globalización. Sostenía que el modelo de desarrollo económico adoptado en México centrado fundamentalmente en las exportaciones, alteró de forma significativa la distribución espacial 4 Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Sinaloa, Sonora y Tamaulipas. La subregión Centro, que incluye al Distrito Federal, Guerrero, Hidalgo, México, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro y Tlaxcala. Y la subregión Periférica, que comprende a los estados de Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo, Veracruz y Yucatán.

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de la economía mexicana. Fue debido a esto que en las zonas metropolitanas se dio una disminución en trabajos estables y bien remunerados, lo que provocó la inserción de la población en los flujos migratorios (Lozano 2001). En este contexto se desarrollaron diversas investigaciones (Arias y Woo, 2004; Corona, 1998; Durand, 1994; Lozano, 2001; Santibáñez, 1998) que comenzaron a llamar la atención sobre la migración de origen urbano a Estados Unidos. Estos trabajos buscaban documentar el patrón migratorio, entender la conexión entre la migración interna e internacional de los lugares de origen de los migrantes, así como los motivos que incentivaron esa migración en ciudades y colonias específicas. En estas investigaciones podemos ver una preocupación por entender los procesos migratorios desde zonas urbanas o metropolitanas que tienen como destino otras ciudades fuera de México. Debido a que no sólo está cambiando la población que migra, sino los destinos en los que se insertan los migrantes, la inquietud no únicamente se centra en la migración, sino en pensar y problematizar el espacio urbano, así como saber si éste también influye en el proceso migratorio y de qué manera lo hace. Si las investigaciones sobre migración urbana son de algún modo recientes, los trabajos que se han realizado en un pueblo originario urbano incorporando un análisis sobre la migración son aún más recientes. En el libro Pueblos urbanos: Identidad, ciudadanía y territorio en la ciudad de México (2011), coordinado por Lucía Álvarez Enríquez, podemos encontrar trabajos como el de la propia coordinadora sobre el pueblo de San Pedro Tláhuac, ubicado en la delegación Tláhuac, y el de María Ana Portal y Cristina Sánchez Mejorada sobre el pueblo de San Pablo, Chimalpa, ubicado en la delegación Cuajimalpa, que hablan sobre la migración interna y la explican como uno de los factores que ha propiciado el crecimiento de estos pueblos a partir del asentamiento de nuevos pobladores o fuereños. Con ello, podemos ver que ni la migración interna ni la internacional han sido estudiadas a profundidad en estos pueblos originarios urbanos. Y es que analizar la migración internacional en un pueblo originario urbano aportaría al tema de migración, desde un enfoque transnacional, una comprensión más amplia sobre la ciudad y la manera en que el sistema capitalista afecta de modo desigual la vida de los habitantes de contextos rurales y urbanos. Además, permitiría entender que las transformaciones en una localidad no siempre pueden ser explicadas por la incorporación de la población a la migración internacional y por los flujos transnacionales de ésta. De igual forma, estudiar la migración de la población urbana desde distintos espacios como colonias, pueblos originarios urbanos y unidades habitacionales, entre otros, ayudaría a entender que el proceso migratorio urbano se comporta de manera diferente en cada caso debido a la particularidad que esos lugares tienen.

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Los estudios urbanos ya han señalado que la particularidad que adquiere cada espacio urbano se debe a la forma en que los habitantes conciben, ordenan y consumen el tiempo y el espacio. Si los espacios urbanos desde donde migran los sujetos no son entendidos, probablemente el proceso migratorio tampoco pueda ser comprendido en su totalidad. Para el caso de la migración urbana, es fundamental entender cómo funciona y se organiza la ciudad, así como el espacio urbano desde donde salen los sujetos, porque esto permitirá entender con mayor profundidad el proceso migratorio. Estudios transnacionales, perspectiva teórica Antes de adentrarme en la descripción de la migración transnacional de los habitantes del barrio de San Juan, explicaré lo que los estudios transnacionales han definido como migración transnacional. El enfoque de los estudios transnacionales surge a finales de la década de los ochenta e inicios de los noventa. El trabajo que sentó las bases de dicho enfoque fue el desarrollado por Nina Glick-Schiller y colaboradoras (1992) sobre los migrantes centroamericanos en la ciudad de Nueva York. Ellas definieron el transnacionalismo o la migración transnacional como “[…] el proceso por el cual los inmigrantes construyen campos sociales que articulan su país de origen con el país de destino” (p. 1). Lo que ellas encontraron es que estaba emergiendo un tipo de población migrante distinta a la que se había descrito hasta ese momento; esto se debía principalmente al contexto histórico y a los procesos globales que se estaban viviendo. Este tipo de población migrante, que vincula a la sociedad receptora con la sociedad de origen a través de redes, actividades y patrones de vida, para adecuarse a la experiencia y consciencia de estos sujetos, propusieron conceptualizarlos como transmigrantes. “Los transmigrantes toman medidas, toman decisiones, tienen intereses y desarrollan identidades dentro de las redes sociales que los conectan con dos o más sociedades simultáneamente” (Glick-Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992, p. 1). Con ello, estaban cuestionando la idea de que los migrantes, una vez que migraban, rompían todo vínculo con sus localidades de origen. El transnacionalismo contribuyó no sólo a describir un tipo de existencia migrante distinta hasta ese momento, sino que también plantearon una reformulación teórico-metodológica para analizar la migración. Debido a ello, propusieron desarrollar una detallada perspectiva global que diera cuenta de la experiencia de la migración transnacional de los transmigrantes, y de esta manera se podrían comprender mejor las semejanzas y diferencias entre migraciones pasadas y presentes.

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Asimismo, el enfoque transnacional ha permitido comprender las migraciones contemporáneas, tomando en cuenta los procesos económicos globales y la contradictoria presencia de los Estados nación que se articulan a partir de las múltiples relaciones sociales que los sujetos mantienen entre el país de origen y destino. Dentro de esta perspectiva, es necesario reconocer que el mundo está articulado por un sistema global capitalista, que permite observar la forma en que las fuerzas económicas estructuran los flujos de la migración internacional. En este proceso, se puede ubicar a los migrantes con sus estrategias de supervivencia, prácticas culturales e identidades, dentro del contexto mundial histórico de poder e inequidad (Glick-Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992, p. 73). Otra de las características de los estudios transnacionales, señalada por Portes (1997), es que el transnacionalismo es un fenómeno de base que se articula desde las prácticas sociales cotidianas en los ámbitos económicos, sociales, políticos y culturales, el cual podemos llamar transnacionalismo desde abajo, dado que se da a partir de la agencia de los sujetos. La constitución de las comunidades transnacionales se establece desde abajo hacia arriba, desde lo local a lo global, desde los vínculos transnacionales, uniendo dos o más espacios discontinuos y desde las solidaridades populares (Castro, 2005). El transnacionalismo también tiene un impacto en lo social. Peggy Levitt (2001) y Judith Boruchoff (1999), entre otros, argumentan que se puede ser transnacional sin haber migrado. Las repercusiones que se dan en el lugar de origen no sólo afectan a las familias de los migrantes, sino a toda la localidad, a partir de los intercambios simbólicos, las pautas de consumo y la circulación de bienes culturales. Los estudios transnacionales no reconocen únicamente que son las fuerzas económicas, es decir, la movilización del capital, lo que ha estructurado y transformado los flujos migratorios en distintos niveles, sino que, además, el mundo se encuentra articulado a un sistema global capitalista. Y es que el transnacionalismo se encuentra cimentado en la vida cotidiana, las actividades y las relaciones sociales de los migrantes. Los migrantes con conexiones transnacionales confrontan, experimentan y rehacen diferentes conceptos identitarios, nacionales, étnicos y raciales debido a que sus prácticas sociales transcurren en dos o más Estados nación. Son estas experiencias las que trastocan las categorías de nacionalismo, raza y etnicidad, obligando a una reconceptualización de tales, permitiendo contribuir a la reformulación del entendimiento de cultura, clase y sociedad (Glick-Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992, p. 73).

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Urbanismo transnacional en la ciudad de Los Ángeles El concepto de urbanismo transnacional es una propuesta de Peter Smith (2001) con la que pretende dar cuenta de las conexiones que se generan entre dos localidades en diferentes escalas. Propone este concepto para salir del enfoque dicotómico global-local, mostrando que lo local, al igual que lo global, son procesos de construcción complejos que se encuentran atravesados por múltiples dinámicas e individuos diferentes, en donde aspectos como género, clase y etnia deben ser considerados para no esencializar lo local. Utiliza el concepto de urbanismo transnacional debido a la existencia de conexiones translocales y la construcción social de lazos sociales transnacionales que requieren del mantenimiento de las relaciones sociales que se sustentan de las siguientes dos maneras: 1. Los actores sociales transnacionales están materialmente conectados a las oportunidades socioeconómicas, estructuras políticas o prácticas culturales que se encuentran en las ciudades en algún momento de su circuito de comunicación transnacional. Ejemplo de esto son el capital físico y cultural, las prácticas de consumo, el estilo de vida etcétera. 2. El mantenimiento de las conexiones transnacionales mediante el uso de medios avanzados de actores transnacionales en una órbita de la ciudad cosmopolita: ideas, imágenes, tecnologías, prácticas socioculturales y estilos de vida que normalmente suelen ser asociados con la cultura de las ciudades. La ciudad de Los Ángeles ha sido presentada como una ciudad global a partir de la inversión de capitales transnacionales. Debido a ello, Smith hizo una crítica a estos trabajos señalando que cuando se habla de ciudad global se alude a una especie de descripción economicista. Consideraba que observar e interpretar la ciudad desde el enfoque propuesto por la escuela de Los Ángeles reedificaba a la ciudad, lo que significaba que las transformaciones urbanas fueron producto de la lógica del capitalismo tardío (Jameson, 1984). Su propuesta ofrece una lectura político-económica y sociocultural de la ciudad de Los Ángeles, que ha permitido captar ciertas características del urbanismo transnacional desde abajo, que se refiere a incorporar la acción sociopolítica del sujeto frente a los procesos globalizadores y a las políticas estatales del lugar, a diferencia de los trabajos realizados por la Escuela de Los Ángeles (la) de estudios urbanos,5 que han analizado a la Fue en la década de los ochenta que surgió una corriente teórica conocida como la Escuela de Los Ángeles, a partir de las preocupaciones por los efectos socioespaciales de la reestructuración 5

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ciudad de Los Ángeles como una ciudad global, dejando fuera de los análisis de la economía política a la dimensión política, y tratando a la cultura derivada de importantes transformaciones económicas. Esto tuvo consecuencias en la manera en que se estudió el crecimiento de la ciudad. Edward Soja —uno de los principales exponentes de la escuela de Los Ángeles—, junto con Allen Scott, en 1980 atribuyeron el crecimiento de esta ciudad por ser uno de los centros más importantes del capitalismo internacional contemporáneo, tomando el carácter de una ciudad verdaderamente global: My reading highlights past influences of state policies and the practices of transnational sociocultural networks on Los Angeles’s current racial and ethnic relations and tries to retell its economic development story in less teleological terms. My purpose is to provide a historical context for interpreting the character of transnational urbanism in contemporary Los Angeles. (Smith, 2001, p. 73)

Por esto, pone énfasis en que a la hora de analizar las ciudades y la inserción de los migrantes en éstas, es necesario tomar en cuenta la política del lugar, y entender lo local como parte de la globalización, la construcción social del lugar y la vida cotidiana. El trabajo realizado por Smith se centró en entender el crecimiento y desarrollo de la ciudad de Los Ángeles dentro del sistema capitalista. Uno de los principales factores de crecimiento han sido las migraciones transnacionales a esta ciudad, entre las que destacan la de los mexicanos, junto con los coreanos, filipinos, camboyanos, salvadoreños y guatemaltecos. La ciudad no puede ser analizada sin tomar en cuenta a estos migrantes debido a que Los Ángeles es ahora el hogar de la mayor concentración de coreanos, guatemaltecos, salvadoreños y mexicanos, entre otros, fuera de sus países de origen. Smith ha señalado que en las décadas de los setenta y ochenta, cuando la migración transnacional a Los Ángeles se había intensificado, su vitalidad económica se vio socavada por dos reestructuraciones económicas a nivel global. La primera se dio a partir de la relocalización de las empresas globales en el sector industrial primario, y la segunda, por una reducción en la industria de defensa, debido a que la guerra fría había llegado a su fin. Paralelamente, el despido de trabajadores en el sector automotriz y de fábricas manufactureras en la década de los noventa, así como el crecimiento de la industria del entretenimiento, generaron nuevos empleos. económica en el espacio urbano como consecuencia de la globalización y el postfordismo. Su nombre se debe a que el análisis se centró en la ciudad de Los Ángeles.

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A la par de este sector, otros dos sectores de la economía política de Los Ángeles crecieron. El primero fue el servicio empresarial avanzado, sector que empleó a las élites empresariales. Mientras que el segundo sector fue el de la especulación inmobiliaria global, promovido por el alcalde Tom Bradley, que tuvo como objetivo el desarrollo urbano del centro de la ciudad, atrayendo principalmente el capital de las corporaciones japonesas. Por estas inversiones y la reconstrucción de campaña de Los Ángeles, la ciudad fue representada como una ciudad global propicia para la inversión extranjera. Sin embargo, la burbuja inmobiliaria reventó y con ello la máquina de crecimiento local en Los Ángeles; esto se debió a una desregulación de la banca nacional, el crecimiento no regulado, exceso de construcción comercial y la caja de ahorros, aunado al escándalo del préstamo a Saving and Loan (s&l)6 (Smith, 2001). Un catalizador del crecimiento significativo en el sector terciario en Los Ángeles fueron las y los migrantes transnacionales. El trabajo se concentró en el sector de servicios como el manufacturero, restaurantes, hoteles y trabajo en el servicio doméstico; estos empleos se concentraron dentro y fuera de las comunidades transnacionales. En este contexto fue que la migración coreana fue uno de los principales impulsores de una concentración espacial, comercial y residencial de un barrio coreano en Los Ángeles; esto se dio gracias a las redes sociales y a las asociaciones empresariales de las empresas transnacionales coreanas: “Koreatown may thus be viewed initially as a social construction of transnational migrant networks whose place-making sociospatial practices in la began by the opening up of a cluster of small businesses including ethnic restaurants, retailing, and small manufacturing” (Smith, 2001, p. 91). La mano de obra para los negocios del barrio coreano surge de la propia comunidad migrante, es decir, contratando a sus paisanos. Además, las asociaciones de coreanos establecidas en Los Ángeles generaron una especie de sistema bancario informal que otrogaba crédito a los paisanos para comenzar a establecerse en la ciudad. Smith señala que estos actores sociales confiaron en los medios étnicos de la radio, el periódico y, en algunos casos, la televisión, para darle identidad cultural y un lugar de decisiones a su proyecto. La presión política local de la Asociación de Desarrollo del barrio coreano aseguró la identidad de éste en la ciudad.

6 Se refiere a la crisis de ahorros y préstamos de la década de los ochenta y noventa, que fue comúnmente llamada Saving and Loan. Fue el fracaso de alrededor de 747 de las 3 234 asociaciones de ahorros y préstamos en los Estados Unidos.

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Al lograrse la consolidación del barrio coreano, las redes empresariales de los desarrolladores a pequeña escala, los contratistas de manufactura y los dueños de negocios comerciales utilizaron sus recursos y vínculos permanentes con su país de origen para atraer grandes inversiones de capital financiero. Las empresas con sede en Corea invirtieron en el barrio coreano de Los Ángeles. El gobierno estadounidense jugó un papel fundamental en este caso, ya que la embajada de ese país en Corea se unió al periódico transnacional coreano con el fin de organizar una reunión entre los empresarios transnacionales que operaban en Los Ángeles para expedirles visas temporales. En este sentido, la geografía escalar ha contribuido a entender los cambios recientes en la economía y el territorio, ya que han propuesto que es necesario entender éstos como un re-escalamiento de ciertos procesos socioeconómicos y políticos. A partir del concepto de escala, la geografía permite comprender que las relaciones entre escalas no se dan exclusivamente como oposiciones, sino que son interacciones y una especie de jerarquías anidadas que se relacionan entre sí. La migración transnacional es uno de esos procesos que articulan lo global y lo local, por ello es necesario entenderlo desde una perspectiva que integre ambas escalas. Peter Smith sigue la propuesta de la geografía escalar y la política de escalas para estudiar lo global-local, que señala que las escalas se construyen socialmente, son fruto de nuestra propia interacción social y, por lo tanto, cambian a lo largo del tiempo a través de la contestación sociopolítica (González, 2005, p. 100). La propuesta de Smith para analizar lo local es una concepción dinámica de este espacio, permitiendo la posibilidad de capturar las conexiones que unen a personas y lugares por medio de los dispersos circuitos de comunicación transnacionales, circuitos que afectan de manera íntima la forma en que la vida urbana es cotidianamente experimentada y vivida. Smith considera que es necesario tomar en cuenta que la vida asociativa local incluya a las redes transnacionales de significado y el poder que con regularidad cruzan las fronteras nacionales y locales del territorio. Las redes transnacionales no operan en un espacio de flujos, sino que se encuentran ancladas y localizadas en determinados lugares y a determinadas horas, siendo esta característica fundamental para el análisis del urbanismo transnacional. Cuando se dan estas conexiones transnacionales se cruzan con las redes más puramente locales de significado y poder, generando una transformación política local del lugar de las decisiones, es decir, no es sólo desde lo global desde donde se toman decisiones y se transforma o modifica la realidad.

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Para analizar el urbanismo transnacional, Smith propone tomar en cuenta lo siguiente: • El crecimiento de las ciudades de destino en las que se insertan los migrantes, entendiendo el crecimiento de éstas como parte del sistema capitalista, y que responden a las políticas de las instituciones transnacionales históricamente específicas que persiguen una agenda neoliberal, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y, en fechas más recientes, la Organización Mundial del Comercio. • Es necesario entender las localidades de origen desde las que los migrantes se movilizan y no sólo como la influencia que ejercen los migrantes a partir del flujo transnacional, de objetos, imágenes y estilos de vida. • El papel del Estado como parte de la aplicación de las políticas institucionales ya sea transnacionales y nacionales. • El contexto histórico de las escalas de lo global y lo local, es decir, comprender que las políticas institucionales que se promueven desde lo global, responden a momentos específicos de implementación de modelos económicos de corte neoliberal y crisis económicas,7 que permiten la reproducción del sistema capitalista. Al movilizarse el capital se moviliza la mano de obra al incorporarse los sujetos a la migración internacional. Por consiguiente, la vida cotidiana en el espacio local se ve transformada a partir de las prácticas sociales de los migrantes con sus familias, es decir, las políticas institucionales tienen un efecto en la vida de los sujetos. Es importante considerar que los sujetos tienen una acción sociopolítica frente a los procesos globales, aun cuando su radio de acción no pueda responder en la misma escala, lo que significa que los sujetos no son pasivos frente a las grandes transformaciones globales. Retomo la propuesta de Smith para analizar el proceso migratorio y la relación del barrio con la Ciudad de México en la estructuración de la vida cotidiana de los habitantes de San Juan. Para ello, no sólo retomo el caso de estudio que analicé, sino parte del trabajo que realizó Hirai (2009) en Jalostotitlán para mostrar la forma en que el urbanismo transnacional se expresa de manera distinta en cada contexto, aun cuando las variables que se tomen sean estructurales.

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David Harvey señala que las crisis económicas son contradicciones internas del capitalismo.

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El caso de Jalostotitlán En los estudios migratorios que han investigado la relación migración-ciudad, también podemos ubicar el trabajo de Shinji Hirai (2009), quien analizó la migración de la población de la ciudad de Jalostotilán, que se ubica en la región de los Altos, en el estado de Jalisco. En este caso, Jalostotitlán fue transformado por los flujos y prácticas transnacionales, pasando de ser un pueblo a una ciudad, y, en la actualidad, es un lugar en donde se sobreponen prácticas de la vida rural con las de la vida urbana. En el trabajo realizado por Shinji Hirai (2009) se muestra que el paisaje de Jalostotitlán (Jalos) se ha transformado debido a que este pueblo ha dejado la rusticidad de lado para darle paso a un entorno urbano, ello como resultado de una intensa migración desde las primeras tres décadas del siglo xx. Cuando las primeras generaciones de migrantes salieron, Jalostotitlán era un entorno rural y la vida de sus habitantes estaba ligada a la producción agrícola y ganadera. Esa rusticidad y un estilo de vida ranchera fue la que quedó grabada en la memoria e imaginación de los migrantes. El pueblo de Jalostotitlán se urbanizó, principalmente por el proceso migratorio y los flujos transnacionales de circulación de personas, dinero y estilos de vida. El envío de remesas fue invertido en la construcción y ampliación de casas con materiales finos y un estilo arquitectónico distinto al del lugar y en el establecimiento de negocios (Hirai, 2009). Hirai señala que la transición del campo a la ciudad también se observa en las actividades económicas de los habitantes de Jalostotitlán. En un inicio, se dedicaban a labores agrícolas y ganaderas; fue a partir de la década de los sesenta y setenta que se registró una disminución en esas actividades y un aumento en los trabajos en la industria manufacturera, construcción, servicios y comercios. La transición del campo a la ciudad también se dio en el sur de California, lugar de destino de los migrantes jalostotitlenses. Aunque en un principio migraron para trabajar en el sector agrícola, el cual fue el principal destino laboral de un número importante de migrantes mexicanos, al finalizar el Programa Bracero en 1964, los lugares de destino hacia donde se dirigían los migrantes cambió. Desde los años setenta, la demanda de mano de obra en el sector de la industria, la construcción y servicios ha aumentado (Hirai, 2009). La inserción de los migrantes de Jalostotitlán en trabajos urbanos les permitió regresar en temporada de vacaciones de verano a su ciudad natal para la celebración de las fiestas religiosas. Esto fue posible porque el calendario laboral urbano

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les permitía tomar vacaciones en el mes de agosto, a diferencia del trabajo en el campo, que está vinculado al ciclo agrícola y era en la época de invierno que el trabajo disminuía, tiempo en el que los jalostotitlenses podían tomar sus vacaciones, pero éstas no coincidían con las celebraciones religiosas. Hirai señala que la cuestión religiosa no es el único motivo del retorno temporal de los migrantes a Jalostotitlán: las fiestas religiosas les ofrecen a los migrantes la posibilidad de liberarse de la cotidianidad sujeta al trabajo, a normas sociales estrictas y estilos de vida. Es necesario comprender los motivos del retorno temporal desde la perspectiva de la diferencia de edad y la etapa de vida, dado que no es lo mismo para los migrantes en edad económicamente activa que regresan con sus hijos y esposa, ni para los migrantes solteros y los jubilados (Hirai, 2009, p. 207). Migración transnacional en el barrio de San Juan En el caso del barrio de San Juan, la migración transnacional estuvo motivada por las crisis económicas que afectaron principalmente a la ciudad, aunado a la desindustrialización de la Ciudad de México. Estos factores abonaron a la pérdida de miles de empleos, lo cual influyó en la búsqueda de trabajos fuera del país. Fue a partir de la década de los noventa que habitantes de los barrios de Santa Ana, La Magdalena y San Juan comenzaron a sumarse a los flujos migratorios internacionales. Como en casi todos los lugares con índices de migración, los primeros en salir del barrio fueron los hombres. Hoy en día, muy pocas mujeres han migrado para acceder a trabajos remunerados; aquellas que lo han hecho ha sido con sus cónyuges. Los hombres del barrio que contaban con un empleo en la ciudad, al ser despedidos, encontraron en la migración una opción laboral. Los jóvenes del barrio, que tenían entre 18 y 23 años de edad, al ver que la migración les permitía acceder a un mejor nivel de vida, comenzaron a incorporarse a ésta. Con ello, el fenómeno migratorio comenzó a tener mayor fuerza debido a la falta de empleos y la cada vez más complicada situación económica en la ciudad. Uno de los primeros hombres en salir del barrio hacia Long Island en Nueva York fue el señor Gabriel Fernández.8 Él decidió migrar porque en 1995, en la empresa Ricolino9 en la cual laboraba, hubo recorte de personal y a él le tocó ser de los empleados despedidos y liquidados. Para esos años ya había un número importante de hombres de la generación del señor Gabriel que se iban a Long Is8 9

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Habitante nativo del barrio de San Juan, 54 años, carpintero. Empresa que se dedica a la producción, distribución y venta de dulces.

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land, la mayoría de éstos pertenecían al barrio de Santa Ana,10 y algunos de ellos eran familiares cercanos a él. Fue así como la combinación de factores alentó la migración del señor Gabriel, es decir, que al quedarse sin empleo y contar con una red que le “facilitaba” la inserción laboral y de vivienda en Nueva York, motivó su incorporación al flujo migratorio. La migración en el barrio de San Juan desde que se inició ha sido circular, esto es, se van por temporadas que duran entre siete y ocho meses. El cruce fronterizo lo realizan por el estado de Sonora, entre los meses de enero hasta mediados de marzo, debido a que el frío en esos meses del año es más intenso, lo que evita que la patrulla fronteriza salga a buscarlos y los detectores de movimiento son menos sensibles, lo que les permite cruzar la frontera de manera más “fácil”. Los meses en los que regresan al barrio son octubre o noviembre, ya que en Long Island disminuye el trabajo en temporada de invierno. Al disminuir el trabajo resulta complicado poder sostener su estancia en Long Island, pues el nivel de vida es muy alto, sobre todo el alquiler de la vivienda. A principios del año 2000, el flujo migratorio se intensificó, siendo los jóvenes varones de entre 18 y 26 años de edad quienes se incorporaron a éste. Mientras unos tomaron la decisión de migrar como una opción laboral que les permitió a su regreso montar un negocio en el barrio, otros jóvenes —la gran mayoría— argumentan que lo hicieron por curiosidad, al ver que sus tíos y algunos de sus primos migraban, querían experimentar el hecho de vivir en otro país. Además, veían que los migrantes y sus familias tenían acceso a otro nivel de vida, al remodelar el interior de sus casas, y tener acceso a automóviles y aparatos electrodomésticos. Por lo tanto, la migración era percibida como la oportunidad de pasar a un nivel de vida distinto al de aquellos hombres que no migraban. La vida en Long Island es muy distinta a la que están acostumbrados los hombres de San Juan en el barrio. Mientras en el barrio cuentan con una vivienda propia y cada miembro de la familia duerme en una recámara, al llegar a Long Island viven en condiciones de hacinamiento. Los lugares en los que residen son principalmente los basement o sótanos, aunque también llegan a rentar casas o departamentos que comparten. Estos lugares albergan entre 15 y 20 personas, lo que tiene como finalidad abaratar los costos de la vivienda, porque aunque Long Island se encuentra en las afueras de la ciudad de Nueva York, el nivel de vida —sobre todo la vivienda— es demasiado costoso. En las recámaras de las casas, departamentos o los sótanos acondicionados llegan a dormir hasta siete personas; 10

Barrio contiguo al de San Juan.

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cada una de ellas tiene espacio sólo para el colchón individual o, en su defecto, el hule espuma, que sustituye el colchón. Los hombres del barrio que han migrado son aquellos que han tenido las posibilidades económicas para hacerlo, porque cada vez el cruce de la frontera se ha encarecido. Sin duda, estos migrantes hacen un esfuerzo para poder juntar el dinero para el viaje, ya que el cruce cuesta alrededor de cincuenta mil pesos,11 pero hay otros hombres del barrio que no podrían pensar siquiera en la posibilidad de migrar porque sus ingresos no les permiten ahorrar para pagar por cruzar la frontera. Fue a mediados de década de los noventa al año 2005 aproximadamente, la época en que migraron un mayor número de hombres jóvenes, entre los 18 y 25 años de edad. Debido a la intensa movilidad que mantenían entre el barrio y Long Island, casi ninguno de los migrantes aprendió a hablar inglés. Aunado a ello, algunos de estos jóvenes decidieron irse al concluir sus estudios de nivel medio superior y migraron sin ningún tipo de experiencia laboral; al regresar a la ciudad —ya sea de manera temporal o definitiva— se vieron en la necesidad de poner un negocio o, como ellos mismos lo refirieron, se volvieron “microempresarios”. Emilia Ruiz12 señala que en los años de mayor migración (1990 a 2005) se pudo ver una transformación en el barrio, sobre todo en las casas, ya que éstas comenzaron a ser modificadas en cuanto a su estructura, y las familias comenzaron a tener un nivel adquisitivo distinto, porque ya contaban con un automóvil. Las transformaciones en las casas de los migrantes en San Juan, aunque son evidentes, no pueden asumirse de manera inmediata como parte de la migración, es decir, no se puede considerar que el hecho de que una casa tenga dos o tres pisos o construcciones de estilos californianos, es porque en ellas habitan familiares de migrantes, lo que muchas veces en un contexto rural sí se deduce. Al ser un barrio que forma parte de un pueblo originario urbano, implica que esté sometido a procesos internos que vinculan actividades propias del pueblo con prácticas citadinas (Portal y Álvarez, 2011), adicional a la incorporación de éste a la ciudad por el crecimiento de la misma. En este sentido, el proceso de remodelación o transformación de las casas no puede ser considerado como resultado directo de las remesas sino, también, como la relación del barrio con la ciudad, que tiene un efecto “modernizador”.

En el 2012, tiempo en el que se realizó la investigación. Nativa del barrio de San Juan, hermana de un migrante retornado, dueña y encargada de una tlapalería, 38 años. 11

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En la actualidad, la intensidad del flujo migratorio ha disminuido debido a varios factores. Uno de ellos es el reforzamiento de la frontera norte a partir del derrumbe de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, lo que significó un cambio en las rutas migratorias, aunado al encarecimiento del cruce. Otro factor ha sido la implementación de la estrategia de seguridad nacional de combate al narcotráfico que se puso en marcha en el sexenio de Felipe Calderón, lo que derivó en una escalada de violencia en el país. Debido a ello, la violencia ha afectado de manera directa a todos los grupos de migrantes que han sido víctimas de secuestros, asesinatos y torturas. Migración y prácticas sociales El mantenimiento de los lazos sociales y culturales de los migrantes de San Juan se da no sólo a partir de los vínculos que mantienen con sus familias en el barrio, sino también por la participación de ellos en las fiestas religiosas. Es principalmente para la fiesta del día de San Juan, que se celebra el 24 de junio, que los migrantes participan enviando dinero para la compra del cohete con el que se arman los toritos. Sin embargo, algunos de los migrantes retornados señalaron que la fiesta de San Juan era tan importante como la de Chalma, pero fue a partir de que la migración a Long Island se intensificó, que en el barrio esta festividad se vio trastocada en cuanto a la asistencia de personas y la organización de la misma. En este sentido, los habitantes del barrio señalaron que muchos migrantes dejaron de participar enviando dinero para la compra del cohete, porque siempre eran los mismos los que cooperaban, y si no mandaban dinero para el cohete, era para el hospedaje en Chalma, antes de que compraran el terreno. Las celebraciones religiosas son un momento en el que se genera unidad entre todos los participantes y se dan cooperaciones en especie, económicas y de mano de obra; a pesar de ello, el conflicto siempre está latente. Ese conflicto o tensión no se manifiesta el día de la fiesta sino días después, y se hace evidente a partir de los comentarios que se dan respecto a cómo estuvo la fiesta, de lo que se dio de comer, de los adornos, la música, el alcohol, y si el evento terminó en pleito por el exceso de bebidas alcohólicas. De igual forma, la participación económica siempre genera cierta tensión por la cuestión de en qué y cómo se gasta ese dinero. Uno de los migrantes refirió que, estando en Nueva York, siempre cooperaba para la fiesta de San Juan y la de Chalma, pero cuando se fue a Phoenix dejó de hacerlo porque no había quien recolectara el dinero y porque allá no hay tanta gente de San Juan y era más fácil desligarse de eso. Pero en Long Island

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[… ] es difícil desligarte porque te vas a un lugar donde es un San Juan pequeño otra vez, llegas al mismo lugar pero en otra parte del mundo. Llegas donde hay 50 o 60 conocidos del mismo barrio o hasta 200 personas de la misma colonia, y cada que se acerca la fecha [de una fiesta] se empieza a hacer la cooperación. La primera [fiesta] es la de San Juan; se hace una cooperación para mandar para los toritos, ya sea para eso o para otras cosas. Y para lo [de la fiesta] de Chalma es más difícil desligarte, porque la tradición de irte a Chalma la vives más apasionadamente que el día de San Juan. Creo que el irte a Chalma es otra aventura, es muy distinto, quieres estar aquí, quieres irte caminando, quieres llegar a Chalma, vivir lo que es estar ahí, todo eso porque sí es una aventura muy, muy, muy bonita. (31 años, dueño y encargado de una jarcería)

Como se puede apreciar, la vida religiosa ayuda a mantener las relaciones en el barrio a pesar la distancia. La participación de los migrantes no es únicamente en el plano económico, pues sus familias colaboran con mano de obra, ya sea ayudando a repartir comida o a adornar. Aspectos del urbanismo transnacional en el barrio de San Juan y en la ciudad de Jalostotitlán El barrio de San Juan y Jalostotitlán comparten la característica de que ambos tuvieron un pasado rural que fue transformado. En el caso de San Juan, por su incorporación a la Ciudad de México. Fue debido a la inserción de la industria a partir de la década de los treinta en el centro del país que ésta atrajo a un número importante de mano de obra barata, lo que significó una migración intensa del campo a la ciudad. El crecimiento de la población se aceleró por el aumento de los flujos migratorios, creciendo a tasas de 4% anual en la década de los treinta, y aumentando a 6% entre la década de los cuarenta y cincuenta, y a tasas de 5.5% hasta inicios de la década de los setenta, cuando las tasas de natalidad comenzaron a descender de manera importante (Ward, 2004, en Sánchez, 2012). En el caso de Jalostotitlán, la transición del pueblo a ciudad que vivió este lugar se debió principalmente a la migración y los flujos transnacionales de personas, estilos de vida, imágenes y objetos. En este sentido, es que hay una diferencia importante entre el barrio de San Juan y Jalostotitlán, porque la transición de un entorno rural a un entorno urbano no se dio por la migración transnacional, sino por un modelo económico que impulsó y financió la inserción de la industria en la ciudad, con lo cual ésta creció de forma vertiginosa incorporando a los pueblos originarios urbanos como el de Culhuacán, al que pertenece el barrio de San Juan.

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Debido a que Jalostotitlán se convirtió en una ciudad, la población se incrementó rápidamente, y dado que muchos vecinos que se conocían unos a otros se fueron a Estados Unidos y otras ciudades de México, formando familias en los lugares de destino, las personas ya no se conocen “cara a cara” (Hirai, 2009). En el caso del barrio de San Juan esto ha sido distinto porque si bien se crearon nuevas colonias alrededor de éste y llegaron nuevos vecinos a residir ahí, una de las características del pueblo es que en cada barrio existe un grupo de familias originarias, es decir, pertenecientes a sus espacios por nacimiento (Romero, 2009), y por la reproducción de las prácticas sociales locales, como es la participación en la organización festiva del sistema de cargos. Esta noción de pertenencia va más allá de la sola residencia en el lugar; alude a la idea de que tanto ellos como sus ancestros nacieron y crecieron ahí; la narrativa de su historia se construye en relación con el territorio, a partir de las prácticas sociales que se dan en torno a la vida religiosa y al espacio, tejiéndose así la vida cotidiana. Las familias originarias se reconocen por los apellidos, es ahí en donde se manifiesta el parentesco. En Culhuacán, difícilmente los habitantes originarios han dejado de conocerse “cara a cara”, debido al parentesco que se manifiesta tanto en el territorio como en los apellidos de las personas. En el territorio, porque casi siempre los vecinos son familia, esto se debe a que los terrenos en su pasado rural eran ejidos y la extensión de éstos era vasta. Por lo tanto, esos ejidos se fraccionaron para que los padres pudieran heredarle a cada uno de sus hijos, lo que significó la residencia de la familia en un mismo terreno. El otro aspecto que ha impedido que los habitantes se conozcan y mantengan una relación es la vida religiosa, misma que se encuentra vinculada a los santos patronos del pueblo en torno a los cuales se organiza un sistema de cargos. El reciente proceso de transformación de la ciudad de Jalostotitlán en un ambiente de “pueblo rural” se debe a las nostalgias de los migrantes por el espacio rural, al que contribuyen los habitantes locales, al apropiarse de esa nostalgia. El uso del sombrero por parte de los habitantes, por ejemplo, se da sobre todo en la época en que se celebran las fiestas patronales, que evoca un estilo de vida “ranchero”; es una idealización de un estilo de vida tradicional. La imagen del rancho se representa también en la mercantilización de servicios, prueba de ello es un salón de fiestas que un ex migrante construyó a partir de sus experiencias y memorias, recreando el caso del rancho de su abuelo. Otro aspecto a través del cual los habitantes reconstruyen el pasado rural de su tierra natal es el “paseo al campo”, en el cual la mayoría de las familias se trasladan de la ciudad a los ranchos que aún quedan, para convivir con sus parientes que

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viven en Jalos y los que llegan de Estados Unidos (Hirai, 2009). La imagen campirana que han construido los habitantes de Jalostotitlán ha sido apropiada por la presidencia municipal para presentar y representar a la ciudad en el exterior como un destino turístico. Respecto al Pueblo de Culhuacán, en el caso específico de San Juan, hay una diferencia importante, ya que el estilo de vida del pueblo originario urbano está asociado a las prácticas sociales de los habitantes: las redes de parentesco, el territorio, la organización comunitaria basada en el sistema de cargos y las festividades religiosas. La transición de la vida laboral del campo a la ciudad en Estados Unidos ha sido un factor fundamental para el cambio en la práctica temporal de los migrantes jalostotitlenses, porque les ha dado la oportunidad de insertarse en el calendario laboral urbano. Esto les ha permitido a los migrantes regresar a su tierra natal en el periodo vacacional de verano, que es cuando se realizan las fiestas patronales, dado que el periodo vacacional de la época de verano coincide con los calendarios laboral y escolar en Estados Unidos, fechas que concuerdan con celebración de las fiestas religiosas en Jalos. En cambio, cuando los migrantes se empleaban en los campos agrícolas en el vecino país, les era difícil poder asistir a las celebraciones religiosas de Jalostotitlán porque el tiempo laboral estaba sujeto al ciclo agrícola; en este caso, el periodo de menor trabajo era en la época de invierno (Hirai, 2009). En el caso de San Juan, la asistencia de los habitantes a las fiestas religiosas del barrio se vio trastocada cuando el calendario escolar se modificó. Una de las fiestas más importantes del pueblo, que es la peregrinación al santuario de Chalma, registró menor asistencia, ya que coincide con el inicio del ciclo escolar. Los migrantes difícilmente regresan para asistir a esta celebración, dado que muchos de ellos no están legalizados o no tienen visa. El volver al barrio no es el problema, sino regresar a Estados Unidos, debido a que el pago por cruzar la frontera se ha encarecido en los últimos años, aunado al reforzamiento del muro fronterizo y a que la violencia que se registra es cada vez mayor. En resumen, una parte fundamental para entender el modo en que se materializa y expresa en la vida cotidiana el urbanismo transnacional, es tomar en cuenta la historia migratoria de los habitantes de cada localidad. Mientras los migrantes jalostotitlenses comenzaron a migrar desde la década de los veinte, los habitantes del barrio de San Juan se incorporaron a la migración internacional hasta 1994; esto ha influido de manera directa en el proceso de transformación tanto de la localidad como de la vida de los migrantes, sus familias y aquellas personas que no migran.

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En 1986 fue aprobada la Immigration Reform and Control Act (irca), conocida como la Ley Simpson-Rodino, que permitió la legalización de 2 300 000 migrantes mexicanos (González y Latapí, 1990). Fue gracias a la aprobación de esta reforma que miles de migrantes que entraron en décadas anteriores a territorio estadounidense obtuvieron su residencia legal. Los migrantes jalostotitlenses se vieron beneficiados con esta reforma, lo que les permitió establecerse en los lugares de destino y poder regresar periódicamente a su tierra natal para visitar a sus familiares y asistir a las festividades religiosas. Hirai señala que el retorno temporal debe ser entendido a partir de la edad, la etapa de vida, y yo agregaría que desde el género, porque esto influye en los motivos de cada grupo para regresar a Jalostotitlán. En el caso de los migrantes jubilados, volver para las festividades religiosas significa liberarse de la experiencia de alienación y soledad de la vida cotidiana en Estados Unidos y transformarse en seres socialmente revalorados y respetados (Hirai, 2009, p. 205). Para los migrantes en edad económicamente activa, que regresan con sus esposas e hijos, significa la posibilidad de transmitir las costumbres y tradiciones de su tierra natal a sus hijos nacidos y crecidos en Estados Unidos. Para los hombres solteros es la posibilidad de ver a sus novias o empezar una relación. Aunque Hirai no señala qué significa el retorno temporal para las mujeres, lo que sí ha mostrado es que los migrantes jubilados que les han hecho explícito el deseo de volver de manera definitiva a Jalostotitlán a sus esposas, éstas se niegan porque significa la pérdida de empoderamiento y autonomía dentro de la familia. En el caso de los migrantes de San Juan, el retorno temporal al barrio ya sea para las fiestas religiosas o para pasar un tiempo con la familia no es una práctica común. Esto se debe a varios motivos, el principal es que no cuentan con papeles que les permitan cruzar la frontera legalmente, lo que implica hacer un viaje arriesgándose a ser detenidos en la frontera. Sin embargo, aunque en el barrio no hay un retorno masivo de varias generaciones de migrantes como el que describe Hirai, lo cual se debe a que es una migración reciente —alrededor de 20 años—, encontré dos casos de retorno temporal particulares: el de una niña de 4 años de edad que nació y ha crecido en Estados Unidos y se encontraba de visita, y su abuela, quien desde hace tiempo cruzó la frontera y en la actualidad reside y trabaja en Estados Unidos. El retorno de ambas fue en el mes de agosto y coincidió con la peregrinación a Chalma. La niña quería quedarse más tiempo en el barrio porque tiene primos de su misma edad con quienes interactúa, a diferencia de su vida en Estados Unidos, en donde la mayor parte del tiempo la pasa en el interior del departamento o en una guardería porque los padres trabajan. Aun cuando he encontrado algunos

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casos de retorno, todavía no es posible entender de qué manera impacta en sus vidas y en el barrio el tema del retorno. Respecto al caso de las mujeres, mientras las mujeres casadas de Jalostotitlán que residen en Estados Unidos se oponen al retorno definitivo, las mujeres de San Juan, aun cuando migran paulatinamente, ya sea para emplearse en trabajos asalariados o para trabajar en el hogar, prefieren vivir en el barrio que establecerse de manera definitiva en Estados Unidos. Para ellas, establecerse allá significa que su vida cotidiana se vea supeditada al uso del automóvil y a que alguien puede llevarlas y traerlas; en cambio aquí, ellas pueden salir a pie para ir al mercado, a la tienda, y llevar a sus hijos a la escuela, pero, sobre todo, desean que sus hijos no crezcan lejos de la familia, es decir, de sus tíos, abuelos y primos. La propuesta del concepto o metáfora que hace Peter Smith sobre el urbanismo transnacional es más bien un proceso en donde la articulación de lo local y lo global es parte fundamental de éste. En los casos que he comparado en este artículo, podemos ver que el urbanismo transnacional es un proceso histórico en el nivel local y global que encuentra su articulación a partir de la intervención del Estado e impacta en la vida de los individuos porque esta intervención se expresa en políticas públicas, reformas migratorias y programas, como el 3x1,13 en donde los individuos tienen una acción sociopolítica. Por lo tanto, el urbanismo transnacional no se materializa ni impacta en la vida de las personas de la misma forma en todos los lugares en donde se registran flujos migratorios, por lo que es fundamental tomar en cuenta el contexto sociohistórico local y entenderlo a la luz de los procesos globales. Por su parte, la geografía escalar ha propuesto entender a las escalas en interacción constante y no como contenedores de las relaciones social, de ahí que Swyngedouw plantee entender los procesos escalares de manera vertical, es decir, que cruzan todas las escalas y, al hacerlo, reestructuran y recombinan el territorio, en lugar de delimitar los procesos sociales a las unidades territoriales (González, 2005). Asimismo, Swyngedouw señala que “la prioridad teórica y política entonces nunca reside en una escala geográfica particular sino en el proceso por el que escalas particulares se crean y subsiguientemente se transforman” (Swyngedouw, 2004, p. 33, en González, 2005. Énfasis añadido por la autora).

13 El programa 3x1 para migrantes apoya las iniciativas de los mexicanos que viven fuera del país y les permite invertir sus recursos económicos en obras de impacto social que beneficien su localidad de origen. Se llama 3x1 porque por cada peso que aportan los migrantes, los gobiernos federal, estatal y municipal aportan tres pesos.

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El proceso del urbanismo transnacional en el barrio de San Juan se encuentra entreverado en las prácticas sociales locales como el sistema de cargos, el parentesco y el territorio, aunado a la relación que mantiene el barrio con la metrópoli y la migración transnacional. El transnacionalismo no puede entenderse fuera del sistema capital global porque es desde éste desde el cual se han promovido “modelos económicos” que se han introducido en los países del “tercer mundo”, lo que ha motivado los flujos migratorios, permitiendo que los migrantes se inserten como mano de obra barata en las principales economías del mundo. Por lo tanto, concluyo que el urbanismo transnacional es resultado de momentos históricos particulares. En el caso de la migración mexicana, se impulsó por varios motivos, entre los que destacan la creación del Programa Bracero, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), y las crisis económicas que se vivieron en la década de los ochenta, entre otros. Aunado a lo que Smith señala, que han sido las políticas de las instituciones transnacionales históricamente específicas que persiguen una agenda neoliberal, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y, en fechas recientes, la Organización Mundial del Comercio. En este sentido, la construcción específica del lugar es producto de la articulación de lo global y lo local y el entrelazamiento de relaciones, flujos, prácticas e intercambios que varía en tiempo y espacio, por lo tanto, ésta es producto del urbanismo transnacional. A manera de conclusión Las ciudades se transnacionalizan desde abajo, desde la acción sociopolítica de los sujetos, que al tener vínculos transnacionales y construir redes genera un circuito de comunicación que conecta dos o más espacios discontinuos. El urbanismo transnacional se refiere a una forma urbana que se concreta a partir de la articulación de lo global y lo local en donde los procesos históricos de ambas escalas son fundamentales para la construcción de esta formación urbana, al mismo tiempo que también se refiere a una construcción social del lugar. En cada uno de los casos que presenté, son los migrantes, a partir de los vínculos transnacionales, quienes logran articular dos espacios discontinuos, transnacionalizando las ciudades en ese proceso. Sin embargo, también se puede hablar de lo transnacional a partir de los propios procesos locales y regionales que se han dado en esos espacios, como han sido los procesos de urbanización en el caso de Jalostotitlán y el barrio de San Juan, y en el caso de la ciudad de Los Ángeles, la

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incorporación de ésta a las ciudades globales. Una formación urbana que construye lo que Massey (2004) señala como un sentido global del lugar, que se refiere a la especificidad de cada lugar, la cual es el resultado de la mezcla distinta de todas las relaciones, prácticas, flujos e intercambios que se entrelaza dentro de éste y es producto de lo que se desarrolle dentro de este entrelazamiento. En suma, el urbanismo transnacional es un proceso inacabado y dinámico que se construye socialmente y que varía en el tiempo y en cada lugar debido a que depende de la acción sociopolítica de los individuos. Es necesario analizar las fronteras urbanas en cada lugar porque éstas no son estables y permite entender la particularidad y construcción de cada lugar. Referencias Álvarez, L. (Coord.). (2011). Pueblos urbanos: identidad, ciudadanía y territorio en la ciudad de México. México: Miguel Ángel Porrúa/unam. Arias, P. y Woo Morales O. (2004, octubre-diciembre). La migración urbana hacia Estados Unidos. Tres ejemplos de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Papeles de Población, 10(42), 37-72. Recuperado de http://www.redalyc.org/ pdf/112/11204203.pdf Boruchoff, J. (1998). Creating continuities across borders: Reconfiguring the spaces of community, State and culture in Guerrero, Mexico and Chicago. (Tesis doctoral). Universidad de Chicago, Chicago, Illinois. Boruchoff, J. (1999). Equipaje cultural: objetos, identidad y transnacionalismo entre Guerrero y Chicago. En G. Mummert (Ed.), Fronteras fragmentadas. México: Colmich. Bourdieu, P. (1980). El sentido práctico. México: Siglo XXI Editores. Canales, A. (1995). De la Ciudad de México a Los Ángeles. Un nuevo componente en la emigración a los Estados Unidos. (Ponencia presentada en la V Reunión Nacional de Investigación Demográfica en México). Castro, Y. (2005). Teoría transnacional: revisitando la comunidad de los antropólogos. Política y Cultura, 23, 181-194. Cornelius, W. (1992). From Sojourners to Settlers: the changing profile of Mexican immigration to the United States. En J. Bustamante, C. Reynolds y R. Hinojosa (Eds.), us-Mexico Relations: Labor Market Interdependence, Stanford, California: Stanford University Press. Corona, R. (1998). Modificaciones de las características del flujo migratorio laboral de México a Estados Unidos. En M. Á. Castillo, A. Lattes y J. Santibáñez (Eds.). Migración y fronteras. México: El Colef/Alas/Colmex.

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Retornos sin familia: El caso de migrantes jubilados Returns without family: The case of retiree’s migrants Óscar Ariel Mojica Madrigal El Colegio de Michoacán, A.C. ([email protected]) Resumen: El presente artículo es el resultado preliminar del trabajo de campo realizado entre agosto de 2012 y mayo de 2013 en diez municipios de Michoacán que abarcan la zona del noreste, de manera principal en Penjamillo, cuyo objetivo fue conocer los efectos de la migración de retorno en comunidades rurales del estado. El artículo tiene como finalidad dar a conocer las situaciones que enfrenta una familia de migrantes con retorno planeado, y cómo, a pesar de ser planeado, éste nunca lo es debido a los distintos objetivos trazados por los miembros de las familias en Estados Unidos. Palabras claves: migrante de retorno, mito del retorno, migración michoacana. Abstract: This article presents the preliminary research results of a recent fieldwork in some municipalities of Michoacan where the goal is to understand the causes of return migration in the state. The purpose of this article is to present the issues that withstand a family of migrants who planned a definitive return to Mexico, and how despite of planning it, it never happens because of the goals already set by other family members in the U.S. Keywords: return migrant, myth of return, Michoacan migration. Fecha de recepción: 15 de diciembre de 2015 Fecha de aprobación: 14 de enero de 2016 Fecha de recepción de versión final: 1 de febrero de 2016

Época II - Vol. IV - Núm. 2 / julio-diciembre de 2016 ISSN 1870-1191 / ISSN electrónico 2448-539X

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Óscar Ariel Mojica Madrigal Mexicano. Doctor y Maestro en Ciencias Sociales con Especialidad en Estudios Rurales por El Colegio de Michoacán, y Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Baja California. Entre sus temas de estudio se encuentran: religiosidad popular en contextos rurales, formación de sujetos políticos, migración internacional de comunidades rurales y migración de retorno a contextos rurales. Actualmente realiza una investigación sobre migración de retorno en el noroeste de Michoacán. Entre sus publicaciones recientes destacan: Niños y jóvenes ante el retorno en Michoacán, en C. Leco y L. Navarro (Coords.) (2015), Migración vulnerable en Michoacán, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; y Contextos para el retorno. El caso de Penjamillo, Michoacán, en Migración a debate, surcando el Norte (2015), Unidad Académica de Estudios Regionales-unam/Universidad de la Ciénega de Michoacán.

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Introducción Es una realidad el incremento, en años recientes, de la migración de Estados Unidos a México, ya sea de manera voluntaria después de cumplir objetivos, o forzada, ante la situación económica del vecino país y la criminalización del inmigrante irregular. Por tal motivo, los estudios sobre la temática han aumentado y empiezan a ser abordados desde distintas líneas de investigación. En este sentido, el objetivo es dar a conocer las situaciones que enfrenta al volver a las “comunidades de origen” una familia de migrantes oriundos de Patámbaro, Michoacán, con retorno planeado y definitivo, que se estableció en Estados Unidos en la década de los ochenta, y cuya intención de retornar a la comunidad después de lograr capital (vivienda e inversión en el campo) siempre estuvo presente. Cabe mencionar que los nombres de los miembros de la familia entrevistada no corresponden con los reales debido a que la pareja de jubilados pidió discreción en sus nombres. El motivo es que en estas comunidades existe una constante búsqueda de datos de la comunidad a través de Internet y no querían que supieran su historia. Hubo el compromiso a no utilizar nombres y, en caso de hacerlo, usar ficticios. Por tanto, la pareja será Carmen y Juan; el resto de los nombres, así como los sitios, son reales. El trabajo está dividido en tres apartados. Inicia con una breve exposición de las investigaciones recientes en torno a la migración de retorno y una puesta en común de los motivos por los que regresan los migrantes de acuerdo con Durand (2006), Fernández (2011) y Mestries (2013), quienes centran su trabajo, en especial los dos últimos, en casos mexicanos. En el segundo apartado se muestran los datos empíricos recabados en campo durante agosto de 2012 y mayo de 2013 con una familia michoacana. Por último, el tercer apartado expone las reflexiones finales a modo de conclusión. Migración de retorno: Breve introducción En la actualidad, ha sido percibida una movilidad migratoria de norte a sur de la que académicos, instituciones gubernamentales y no gubernamentales, además de distintos medios de comunicación, han dado cuenta, llevando incluso el tema a debates por la interpretación hecha a los números y a los casos encontrados dentro del enorme número de personas que son parte de estas movilidades. Ante ese escenario, se debe ser cautelosos con la información, ya que existen recovecos por donde se escapan movilidades clandestinas tanto a norte como a sur, y aquellas

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que se mueven dentro de una “legalidad”, que utilizan pasaporte con visa de turista para entrar a Estados Unidos y terminan trabajando, así como la de quienes salen sin ser deportados. La situación económica en Estados Unidos no muestra un panorama claro para la estabilidad de migrantes. Al respecto, Aarón Terrazas (2012) señala que la economía estadounidense tendrá recuperación paulatina, pero sin empleos. Lo anterior ha generado que la emigración al vecino país disminuya, tal como lo detalló Alejandro Canales: “A finales de los noventa se iban alrededor de 270 mil personas al año. Ahora 150 mil [se refiere a 2013]. Esto es efecto de la crisis económica iniciada en 2008” (s.a., nota periodística consultada el 14 de abril de 2013). La migración mexicana se encuentra en un punto donde hay retornos considerables, pero continúa la emigración hacia Estados Unidos, a pesar de los datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), quien, en sus datos de 2010, señaló la disminución de emigrantes al vecino país, en comparación con el año 2000, tanto a nivel nacional como a nivel estatal, tomado como estado a Michoacán (véase cuadro 1). Cuadro 1. Hogares/viviendas con emigrantes en Estados Unidos, 2000-2010 Entidad

Porcentaje de hogares/viviendas* con emigrantes en Estados Unidos del quinquenio anterior

Nacional

4.14% en 2000 1.94% en 2010

Michoacán

10.37% en 2000 4.36% en 2010

*Para 2000 se utilizó como unidad de análisis el hogar, y en 2010, la vivienda. Fuente: Conapo, 2002, 2012.

En el trabajo de campo, en 2013 se encontró el interés de personas por ir al norte de manera inmediata, debido a que la reforma migratoria representaba la oportunidad de arreglar la situación migratoria en los Estados Unidos para un número considerable de migrantes mexicanos. Al respecto, el periodo marzo-mayo de 2013 se tuvo a cargo la coordinación del trabajo de campo en diez municipios de Michoacán,1 donde fueron realizadas encuestas y entrevistas que arrojaron infor1 Copándaro de Galeana, Chucándiro, Puruándiro, Villa Jiménez, Numarán, Churintzio, Charo, Panindícuaro, Angamacutiro y Chavinda, todos en la región noreste del estado, excepto Chavinda, que se encuentra al oeste de la ciudad de Zamora.

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mación, a manera de diagnóstico, sobre la migración de retorno posterior a 2008 en Michoacán. Al momento de hacer las encuestas se programaban entrevistas a realizar en un futuro cercano una vez finalizada la primera parte del trabajo. Las personas a las que se entrevistaría tendrían que tener experiencia migratoria reciente, haber retornado de Estados Unidos después de 2008, y no contar con documentos para vivir o trabajar en el país vecino. Para el mes de mayo de 2013, fecha en que inició la segunda fase del trabajo de campo, el levantamiento de entrevistas, de un total de 15 personas que habían dado su consentimiento para ser entrevistadas, diez ya habían migrado de nueva cuenta a Estados Unidos en busca de legalizar su estatus migratorios en dicho país. Por otro lado, en el municipio de Penjamillo se encontraron también algunos casos que apuntaban a una migración próxima: la decisión de un padre de familia de truncar la educación de dos mujeres jóvenes nacidas en Estados Unidos, de entonces 18 y 17 años de edad, para enviarlas de nuevo al norte, así como el interés de otros migrantes por irse a Estados Unidos lo antes posible con la misma intención. En los casos señalados —tanto de los encuestados como de las personas del municipio de Penjamillo—, su interés por migrar lo antes posible era por la reforma migratoria en discusión y la posibilidad de lograr legalizar su situación migratoria en el vecino país. Incluso, un migrante del municipio de Penjamillo preparaba su viaje para “ver cómo estaba” el norte, es decir, paraa saber qué se decía sobre la reforma migratoria en Estados Unidos, y mandar posteriormente por su esposa y tres hijos para “arreglarse” todos. Aprovecharía que sus hijos mayores eran nacidos en el norte. Bajo esta consideración, a pesar de registrar en los datos oficiales un descenso en viviendas con emigrantes en 2010 (Conapo, 2002, 2012), esto pudo cambiar en el contexto actual de migración de retorno y la entonces movilidad ocasionada por la reforma migratoria en discusión en años recientes. Al respecto, cabe destacar que el panorama que se vislumbra no es favorable para aquellos que migren en busca de arreglar su situación migratoria, e incluso para aquellos que están en Estados Unidos, debido a que se prevé aumento de la seguridad fronteriza ante acontecimientos binacionales y por los hechos ocurridos en Europa en la lucha de Occidente contra el Estado Islámico. De acuerdo con la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (Emif) realizada por El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), los estados con mayor expulsión de migrantes con destino a Estados Unidos, en 2010, fueron: Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Chiapas y Oaxaca, que representaron 49%, de los cuales, 15.7% eran michoacanos, y de éstos, 61% iba con la finalidad de trabajar

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(El Colef, 2012, pp. 63, 67, 86). Como puede apreciarse, Michoacán fue el estado que más migrantes hacia Estados Unidos reportó. De igual forma, en cuanto a migración procedente de Estados Unidos, Michoacán se mantuvo como el estado con mayor número de inmigrantes, con 11.4%, seguido de Guanajuato (10.7%), Jalisco (6.7%) y Oaxaca 5.5%. Por su parte, el Conapo registró a Michoacán como el segundo estado con más migrantes de retorno por vivienda en 2010, y el segundo en intensidad migratoria (2014). El panorama delineado hasta el momento y el que se perfila marca una continuidad de las migraciones a pesar de la crisis económica en Estados Unidos, que si bien se han dado pausas, no se han presentado altos en las movilidades. Por ejemplo, las estancias en el Norte se han reducido; la Emif lo señala, con 81.3% de migrantes procedentes de Estados Unidos con temporalidades menores a los tres años. Por otro lado, en la Encuesta sobre Migración y Sociedad en Michoacán (Emsom) llevada a cabo por El Colegio de Michoacán entre agosto y septiembre de 2012 en cinco rancherías y la cabecera municipal de Penjamillo, 61.8% de los encuestados había tenido estancias en Estados Unidos menores al año. Esto prueba que es una realidad que la migración continúa, pero con nuevas estrategias y dentro de patrones migratorios cambiantes (López y Mojica, 2013a). Por tal motivo, se deben tomar en cuenta esos cambios en los patrones migratorios y la existencia hoy en día de las movilidades de norte a sur, además de ver las implicaciones que esto empieza a generar en los contextos rurales a los que retornan. A continuación, se muestran algunos estudios sobre migración que tocan el retorno a comunidades mexicanas que, aunado a los números señalados, las aportaciones de los autores a mencionar dan pauta para que los trabajos sobre el tema continúen en aumento y se realicen aportes a sus propuestas. Migrantes de retorno: De los números a las tipologías Durante el trabajo de campo para la tesis doctoral a fines de la década de 2010, se encontró en Patambarillo, localidad rural perteneciente al municipio de Penjamillo y poblado vecino de Patámbaro, casos de migrantes que habían sido deportados de Estados Unidos y que en sus propias palabras decían haber “hecho” su vida o por lo menos la habían planeado en el norte. Al volver a Patambarillo, estos migrantes enfrentaban problemas como el desconocimiento parcial de la comunidad, aprendizajes en el norte que les resultaban inútiles en la comunidad, y la estigmatización por haber estado en la cárcel previo a su deportación, por mencionar algunos. Enfrentaban, y aún lo hacían, situaciones similares a las que habían hecho

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frente cuando migraron a Estados Unidos por primera ocasión. Esa migración “a la inversa” fue lo que despertó el interés por el tema de retorno, donde los motivos para estar de vuelta en la comunidad juegan un rol importante para la reinserción a la comunidad y la familia. No es lo mismo volver luego de cumplir metas, que hacerlo sin tener la intención de regresar, por deportación y sin planificación. Para el caso de México, algunos trabajos que abordan el tema del retorno se han enfocado en la reinserción laboral de los migrantes en zonas urbanas, como los de Papail y Cota (1996), Papail (1998, 2005), y Cobos (2008). Recientemente, Eduardo Fernández (2011), Jesús Gil (2012), Francis Mestries (2013) y Renato Salas y Miguel Cruz (2013) han puesto atención a la reinserción laboral e inversión de los migrantes en los sitios de origen, pero a diferencia de los primeros autores, los segundos lo hacen en zonas rurales, donde la inversión va al campo o a negocios aptos para zonas del campo. En el caso de Salas y Cruz, ellos enfocan también su análisis en el impacto de las habilidades adquiridas en el norte, lo que los estructuralistas llamarían “retorno de innovadores” (Cassarino, 2004, p. 258). Por otro lado, los trabajos que se han centrado más en efectos de tipo sociocultural de los migrantes que vuelven a sus comunidades son pocos: Aznar Molina (2009), Marroni (2009) y Espinoza (1999), por lo menos en México. Otros, como Mestries (2013), Fernández (2011) y Durand (2006), lo han hecho realizando tipologías. Aznar (2009) analiza la integración del migrante de retorno desde la construcción de identidad y su relación con el entorno. La autora hace mención a los problemas que enfrentan los migrantes al volver, tanto a nivel familiar como comunitario, dos de los espacios de mayor relevancia al momento de retorno, además del ámbito laboral (p. 10). Las dificultades enfrentadas están relacionadas, de acuerdo con la autora, con el tiempo de permanencia en Estados Unidos, para lo cual tienen que buscar mecanismos para “ganarse” de nuevo a su familia y cierto sector de la comunidad (Aznar, 2009, pp. 16-17). Lo que la autora señala es ejemplo vivo de la migración “a la inversa” que enfrentan los retornados, donde la permanencia en Estados Unidos pareciera descontextualizarlos, a pesar del flujo de información y “el aquí y allá” manejado dentro del transnacionalismo. Lo puntualizado por Aznar, en el sentido de “ganarse” a la gente, resulta interesante debido a que ocurre en comunidades rurales en Michoacán. Por ejemplo, el rechazo e incluso violencia simbólica contra migrantes conlleva a una conflictiva o nula adaptación tanto a la comunidad como a la propia familia, lo que potencializa los cuadros depresivos en los migrantes ante el rechazo enfrentado.

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Al respecto, Achotegui (2008) estudió en España cuadros de depresión en los migrantes laborales que se encontraban fuera de los sitios de origen, a los que llamó “síndrome del inmigrante de estrés crónico y múltiple” o “síndrome de Ulises”. Sin embargo, esos Ulises están regresando a las comunidades y enfrentan procesos conflictivos para su reinserción de nuevo al sitio de origen en México, el cual, como se señaló, en ocasiones no reconocen y no son reconocidos en el mismo, por lo que el síndrome ha dejado de presentarse en la lejanía y empieza a mostrarse en los migrantes que vuelven a sus comunidades. Este es un tema pendiente en las investigaciones sobre migración de retorno, que lleva a cuestionar la noción de sitios de origen y retorno. El trabajo de Marroni (2009), aunque no centra su atención en la migración de retorno, hace aportaciones interesantes al tema a través de su trabajo en Atlixco, Puebla. La autora realiza una tipología de motivos por los que regresan a México, la mayoría basados en factores de tipo sociocultural. Los motivos por los que regresan, apunta Marroni, son aquellos ligados al proyecto migratorio, socioafectivos familiares, familiares-comunitarios, de salud y jurídicos (pp. 158-169). Sin embargo, algunos de los motivos señalados por la autora no son definitivos o a largo plazo, sino temporales, como volver a la comunidad por los hijos o a visitar. Pero como se mencionó, lo importante de lo señalado por Marroni es el énfasis que demarca en los aspectos socioculturales centrados en la existencia de una base familiar sólida y estable, así como también comunitaria, en la que se toman valoraciones de dónde es mejor vivir y, por tanto, la decisión de retornar o no (2009, pp. 156-158). Espinoza, por su parte, hace referencia al retorno, pero más a uno de tipo festivo-social a través del cual se llegan a observar disputas por el poder local y conflictos en las comunidades de origen (1999). El autor centra atención en el papel que desempeñó la Diócesis de San Juan de los Lagos a través de sus sacerdotes en la región de los Altos de Jalisco para reincorporar a los migrantes a la comunidad. Es un estudio pionero en la migración de retorno, aunque ésta sea temporal. Asimismo, es interesante considerar su trabajo para pensar los motivos por los que se llevaron a cabo mecanismos para la reinserción de esos migrantes de retorno temporal, y cómo eso fue llevado a otros lugares más allá de Jalisco, como en Cotija, Michoacán, por ejemplo. De manera reciente, a través de ese reconocimiento por parte de instituciones religiosas y autoridades municipales, han sido desarrollados mecanismos para reconocer y reincorporar, por lo menos durante el desfile o la misa, a los llamados “hijos ausentes”. Sin embargo, esas estrategias han servido también para dar re-

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conocimiento al ideal de migrante: aquel que tiene una situación migratoria que le permite el viaje año con año, que le posibilita participar económicamente en la celebración religiosa, y rechazar a quienes han sido deportados. Estos últimos no desfilan como hijos ausentes. Fernández (2011), por su parte, encontró que las personas, para el caso de Huadancareo, Michoacán, regresan por tres motivos: a vivir la jubilación, como inversionistas y bajo condiciones no favorables como deportación, enfermedad o muerte (pp. 204-227). A pesar de que no lo menciona, en el último motivo se encuentran aquellos que retornan de manera voluntaria debido a condiciones coyunturales, como la crisis económica en el vecino país. Además, un aspecto interesante de su trabajo radica en que considera el retorno no sólo a México, sino a Estados Unidos, lo que denomina “remigración”. En esta migración influyen motivos socioculturales expresados en “no me hallo ya aquí”, lo cual no había sido abordado hasta el momento y que, para el presente trabajo, es importante, debido al interés de los migrantes por retornar a Estados Unidos porque allá “hicieron vida”. A esto se referirá más adelante el presente trabajo. Para Mestries (2013) existen dos tipos de retorno: voluntario y forzado. Para aquellos que vuelven de manera voluntaria, los motivos tienen que ver con causas psicológicas, culturales y económicas. En las primeras entra el factor de reunificación familiar. Esto sobre todo porque en Veracruz, donde realizó su trabajo, la migración es reciente y el establecimiento de familias en el vecino país aún no se da como en el caso de Michoacán. En las causas económicas, encuentra el cumplimiento de metas que tienen que ver con ahorro, aprendizaje de nuevos oficios, aumento del costo de vida en Estados Unidos, y por una mejoría en la economía en el país expulsor ( pp. 188-195, 202). Por su parte, Durand (2004) señala dos tipos de migrantes: aquellos que entre sus objetivos también se encuentra retornar, y quienes incluso al momento de partir, no les interesa volver a su comunidad (p. 110). Sin embargo, incluso los que tienen pensado volver, el retorno se transforma en un mito, queda como un ideal, y la vuelta a la comunidad se va posponiendo, similar a lo señalado por Achotegui (2009). Al respecto, Serrano (2006) señaló la dificultad de “¿cómo se define lo mínimo necesario para una vida digna?” ¿Cómo se definen los materiales de una casa y el diseño de la misma? Siguiendo a Serrano, los objetos materiales toman un valor simbólico dentro de campos específicos, donde estos valores deciden quién es quién a nivel comunitario (pp. 7-8), y con ello la planificación de un retorno exitoso. Para ahondar en lo señalado, en 2009, en el trabajo de trabajo de campo en Patambarillo, Michoacán, se encontró a un migrante que radicaba en ese momento en

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Chicago, contaba con residencia legal en Estados Unidos y se encontraba de vacaciones en la comunidad, lo que aprovechaba para supervisar la construcción de su casa. Después de saludarle, se pasó a su casa y ofreció un recorrido por la misma, centrando la conversación en lo avanzada que iba la construcción, pero aún hacían falta algunos detalles, mismos que quería se terminaran lo antes posible porque ya pronto se jubilaría y retornaría a la comunidad. Solo así, con la vivienda finalizada, el retorno sería exitoso, habría valido la pena su estadía en Estados Unidos. La casa del migrante de Patambarillo era de ladrillo, tenía tres recámaras, una sala amplia, pensaba poner cocina integral, y el baño, que se encontraba afuera de la casa, tenía calentador de gas. Señaló un tinaco sobre el baño que sería usado sólo para la regadera. La presión del agua no era suficiente, por eso optó por el tinaco sobre el baño, para ejercer presión y así tener una regadera funcional. El baño era su construcción más importante debido a que no se bañaría más “a jicarazo”,2 y con el calentador de gas evitaría utilizar la estufa o fogón. La casa representaba parte de su trabajo en Estados Unidos, además, sería donde viviría su jubilación, y por eso se apresuraba a acondicionarla antes de volver de manera definitiva. ¿Era necesario el baño con esas características o manejar la cocina integral como parte del proyecto a futuro? Como señala Serrano (2006), la casa representaba en cierta forma el éxito de su carrera migratoria y le otorgaba estatus en la comunidad, mismo que el migrante persiguió con la construcción. Sin embargo, a pesar de pensar en tres recámaras, sus hijas no piensan volver de Estados Unidos, y si lo hacen, sería sólo para visitar a sus padres. Así como le ocurrió a esta familia, algo similar le sucedía a una familia de Patámbaro y en la cual se centra el presente artículo. A continuación se detalla el caso de esta familia que retornó a raíz de la jubilación de ambos padres a su comunidad, invirtiendo en el campo, en la reconstrucción de casa, un aspecto que Mestries señala como motivo para retorno exitoso a la comunidad (2013), pues se cumplen objetivos. Migrantes con retorno voluntario: El caso de los jubilados Lo anterior ha servido de introducción para centrar el análisis en los migrantes retornados y los elementos no económicos que conlleva la reinserción a la comunidad y las negociaciones familiares.

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Consistía en utilizar una jícara, recipiente para verter agua sobre el cuerpo.

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Al tomar como base a los autores señalados, se podrá discutir a partir de sus hallazgos y el análisis de lo encontrado en campo para contribuir al estudio de las migraciones de retorno. A continuación, el análisis buscará determinar si los migrantes que vuelven a sus comunidades luego de cumplir metas, regresan a vivir plenamente y de manera cómoda su retiro como migrantes exitosos. Existen factores que deben de ser considerados, como lo es la familia a la hora de tomar la decisión de volver, al momento de la jubilación, y lo que implica regresar con la familia completa, dividida, o sin ésta. Cuando se cumplen metas, ¿se retorna sin conflictos? Es común que, al conversar con migrantes deportados o con retorno voluntario, la charla esté permeada de las experiencias del migrante; como dice el dicho popular: “Cada quien habla de la fiesta de acuerdo como le fue en ella”. Existen migrantes deportados cuya experiencia migratoria no fue favorable, sin embargo, a pesar de vivir una deportación o problema con la ley, prosigue el interés por volver a Estados Unidos, tal como fue constatado en la Emsom (2013) en el municipio de Penjamillo. De los encuestados, 13.6% de aquellos con interés en volver a Estados Unidos lo representaban deportados y quienes habían tenido algún problema con la ley. Pero también 9.1% de quienes habían perdido su trabajo estaban interesados en volver a Estados Unidos. Esto evidencia que el pasar por una experiencia migratoria negativa no era motivo para que el deseo de migrar de nueva cuenta desapareciera. Bajo esta consideración, surge la interrogante: ¿Qué condiciones socioeconómicas y culturales presentan las comunidades de origen en México que los hace pensar volver a Estados Unidos? Sería una pregunta a la que se debe poner atención en las investigaciones sobre migración de retorno actual. No obstante, pareciera que no toda migración hacia México implica situaciones desagradables. Entre los trabajos recientes, como los mencionados con anterioridad, que han abordado el tema, se pueden encontrar tipos de migrantes de retorno conceptualizados a partir de los motivos que tuvieron para volver al terruño. Pero aclaro, los retornos siempre han estado presentes, sólo que en la actualidad existe un contexto político-económico que ha permitido dar cuenta de deportaciones a gran escala. Encontramos entonces retornos de tipo social y políticos, donde volver a la comunidad en momentos de la fiesta patronal implicaba negociar membresía y pertenencia a la comunidad; eso lo retrata bastante bien Espinoza (1999) en su trabajo en los Altos de Jalisco. Los retornos festivos aún pueden observarse en comunidades rurales, sólo que en menores cantidades, debido al problema que

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implica cruzar la frontera sin documentos que acrediten la situación migratoria, a diferencia de años atrás, donde la porosidad en la frontera era mayor. Los tiempos en los que se volvía para participar en la fiesta e incluso organizarla, han cambiado, por lo menos en Patambarillo, Michoacán. Jesús, un migrante jubilado de Patambarillo, radicado en California, comentó durante una charla en la comunidad en 2008 que, durante la década de los setenta, él, desde California, empezó a organizar la fiesta patronal. En el norte juntaba dinero y a finales de noviembre regresaba a Patambarillo para organizar la fiesta, contratar el grupo musical, ver el lugar donde llevarían a cabo el baile, convenir con aquellos que les facilitarían mesas, sillas y bebida. Él iba cada año a pesar de que no tenía documentos para vivir en Estados Unidos, pero cruzar la frontera era “fácil”, y más si se contaba con las redes, como en su caso era tener familiares en Tijuana y en California, por ejemplo (Mojica, 2012, pp. 219-220). En la actualidad, los migrantes de Patambarillo nombran a un encargado que lleva el dinero a la comunidad para la fiesta patronal, la persona encargada de transportar el dinero debe tener “papeles”, situación migratoria legal en Estados Unidos, para evitar que en caso de ser detenido, el dinero pudiera perderse, y que el migrante no tenga problemas para volver a Estados Unidos. Además, la cantidad de migrantes en la celebración, de acuerdo con el trabajo de campo de 2005-2010 y a los testimonios recabados en la comunidad, es cada vez menor, y quienes vuelven, son aquellos que cuentan con documentos que les facilita el viaje. Entonces, la migración con retorno es un hecho que siempre ha estado presente, sólo que en la actualidad presenta características que marcan una diferencia con el retorno de hace algunas décadas, como lo es la seguridad en la frontera, y que hoy se tornan más definitivas las estancias en Estados Unidos de quienes viajan con la familia. Pero además de realizar retornos para actividades cívico-sociales, ¿por qué se vuelve a las comunidades? De acuerdo con Durand (2006), se vuelve de manera voluntaria cuando existen proyectos claros y específicos, como arreglar “documentación” y con ello obtener pensión para poder volver a vivir en el terruño o posterior a reunir determinada cantidad de dinero que se destinará para la compra o mejorar algún bien en México. Pero también están los casos donde se decide retornar luego de una mejora en la situación económica o política en el país de origen, en el caso de los refugiados o exiliados. También se regresa cuando finaliza el trabajo, como ocurrió con los braceros3 y como ocurre con los trabajadores temAsí se le llamó a los trabajadores temporales mexicanos que fueron contratados por empresas estadounidenses durante los años de 1942 a 1964. 3

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porales que van contratados a los campos y fábricas de Estados Unidos y Canadá, donde el retorno es condicionado desde el momento en que salen de México debido a que cuentan con un permiso con fecha de caducidad. Están también aquellos que vuelven de manera forzada debido a que fueron deportados por problemas con la ley o cambios en la misma. Existen además los casos de los que regresan de manera un tanto voluntaria al no cumplir con las metas trazadas, ya sea porque no pudieron encontrar trabajo o no lograron adecuarse a las condiciones del país receptor (Durand, 2006, pp. 168-174). En la mayoría de los casos señalados, el retorno es a partir de cumplir metas, aunque en los últimos, se debe a factores que los obligan a volver. Sin embargo, ¿habrá diferencia entre volver luego de cumplir metas y los que lo hacen sin haberlas cumplido, por una deportación, por ejemplo? Migrantes jubilados: El caso de una familia de Patámbaro, Michoacán Patámbaro es una comunidad del municipio de Penjamillo, Michoacán. Al igual que las otras localidades del municipio, la principal actividad económica es aquella relacionada con el campo: agricultura y trabajo como jornaleros. El ejido se formó a mediados del siglo xx, y un aspecto a tomarse en cuenta desde su creación hasta la actualidad, es el crecimiento poblacional, pese a que datos oficiales señalan lo contrario.4 Patambarillo es una comunidad con tradición migratoria, situada dentro de un municipio con alta intensidad migratoria (Conapo, 2012). Con el crecimiento de las familias, las oportunidades para ser propietario de parcela disminuyeron; aun cuando la opción de comprar era una posibilidad, la cantidad de tierra no tuvo incremento considerable posterior al reparto agrario. Para un jornalero, el ingreso oscila entre 100 y 150 pesos diarios cuando existe trabajo. La actividad como jornalero es esporádica y depende de la cantidad de mano de obra que requiera el agricultor. En este caso, las redes sociales son importantes para acceder al trabajo. Por otro lado, para el agricultor, la viabilidad del campo depende del temporal, clima, precio de la semilla, cantidad de hectáreas sembradas y la inversión. Para muchos, lo que genera la parcela como ganancia es “apenas para pasarla”. Jesús Gil, en su trabajo en el valle de Ixtlán de los Hervores, Michoacán, señala que para los productores agrícolas adultos, el beneficio no es económico, sino tiene una estrecha relación con la identidad, ocupación y apego 4 De acuerdo con el inegi, en 1950, el total de habitantes era de 745, y para 2010, se contaba con 557. Recuperado de http://www.inegi.org.mx/geo/contenidos/geoestadistica/consulta_localidades. aspx

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emocional (Gil, 2012, pp. 191-192). Entonces, en estas comunidades, la migración es parte de la economía, las remesas llegan como una extensión del salario o ingresos de la comunidad. En la región de Penjamillo la migración se dio de manera importante a partir del Programa Bracero y se fortaleció en la década de los ochenta con la migración familiar producto del Immigration Reform and Control Act (irca). Es justo a través del irca que la familia de Juan y Carmen5 lograron arreglar su situación migratoria en Estados Unidos, y con ello reunificar a su familia. Juan y Carmen se casaron en la década de los sesenta. Carmen era originaria de Patambarillo y Juan de Patámbaro. Ambos iniciaron su historia migratoria desde la década de los setenta; utilizaban redes familiares para trasladarse hacia Estados Unidos. La frontera utilizada era Tijuana, donde Carmen tenía familia, la cual era referencia para patambarillenses, comunidad contigua a Patámbaro. En Tijuana, se le recomendaba a la persona que los cruzaría a Estados Unidos de forma segura. Juan trabajó en el campo, sus viajes tenían como finalidad ofrecer mejor vida a su familia. En su comunidad no tenía tierra de cultivo, era de su padre. Las estancias en el norte eran por un par de años y volvía a México a ver a su familia: madre, padre, esposa e hijos, y luego regresaba a Estados Unidos. En 1986, en vísperas de la reforma migratoria, su esposa e hijos se encontraron con Juan en Chicago y arreglaron su situación migratoria, logrando entonces la permanencia prolongada, y definitiva para algunos, en el norte. El hecho de arreglar la situación migratoria a la familia no implicaba para Juan una estancia definitiva en Estados Unidos, sino la reunificación familiar mientras llegaba a la meta trazada: la construcción de casa para la familia e invertir en el campo, o como menciona Serrano: acondicionar el terruño para el retorno (2006, p. 2). En Estados Unidos la familia creció, un hijo nació y el resto, a excepción de los dos menores, contrajeron matrimonio con personas de distintas nacionalidades y tuvieron descendientes, todos nacidos en Estados Unidos. Los hijos realizaron estudios equivalentes a primaria, secundaria y preparatoria en el norte. El estudio les permitió aprender inglés, lo que les llevó a incorporarse a una cultura distinta a la de Patámbaro. Carmen dice que ella no aprendió el idioma, pero supo lo suficiente para vivir en Aurora, Illinois. En cambio, sus hijos, ellos sí lo aprendieron, y de acuerdo con ella, eso les llevó a encontrar mayores oportunidades tanto laborales como de formación académica. Mientras la familia crecía, Carmen y Juan continuaban con planes para retornar, 5

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Nombres ficticios de los informantes.

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pero éstos fueron aplazados hasta conseguir la jubilación y tener capital, tierras y casa en su comunidad. De esta forma, a partir de 2007 la construcción de la casa fue la prioridad debido a que Juan había obtenido tierras para sembrar, pues la parcela familiar fue dividida entre los hijos. La casa, hasta antes de 2007, era pequeña: tres cuartos, techo de lámina, pero bastante recia. Perfilaron una casa para toda la familia; la hicieron de dos pisos, separaron el terreno que comprendía un predio que compartían con la hermana mayor de Juan y que perteneció a sus padres. Los pisos fueron de mosaico, cuenta con sala, comedor (aunque utilizan uno tradicional construido fuera de la casa), tiene cuatro recámaras, y un traspatio amplio techado que sirve para realizar comidas familiares grandes, celebraciones o área de descanso; el baño cuenta con calentador de gas y la fachada denota una migración exitosa. Juan regresó de forma inmediata luego de lograr su jubilación debido a que el clima frío de Aurora, Illinois, le ocasionaba complicaciones a su salud (padece asma). A Carmen le hacían falta dos años para poder obtener su jubilación, sin embargo, las complicaciones en la salud de su esposo le hicieron tomar la decisión de no esperar una pensión total y volver en pareja a su comunidad. Su situación económica es estable, tienen ingresos producto de las pensiones, y Juan, además, es productor agrícola, tienen casa propia, vehículos. Son lo que Durand (2006), Mestries (2013) y Fernández (2011) llamarían migrantes con retorno voluntario que cumplieron metas, y que podrían ser de los llamados exitosos. Aunque las metas se lograron en una temporalidad extensa. Sin embargo, a pesar de cumplir con sus objetivos, la pareja de migrantes de Patámbaro no encuentra éxito en esos objetivos, debido a que hijos y nietos no tienen intención de retornar de manera definitiva a México, ni se visualiza esa remota posibilidad ante su situación migratoria, legal, prestaciones que tienen en el vecino país y trabajo. Además, ellos tienen familia e hijos que no son del contexto rural mexicano, y para éstos, México queda en lo bonito y como un sitio al cual ir a vacacionar, mas no en el cual podrían vivir. Sólo las parejas de dos de las hijas de Carmen y Juan han estado en Patámbaro, así como los nietos de dos hijas más, y les gusta, pero para vacacionar. El caso de la pareja de Patámbaro es similar al del migrante mencionado de Patambarillo que se fue con su familia y que al momento de plantear el retorno definitivo, lo hará únicamente con su esposa debido a que sus hijas y nietos tienen planes en Estados Unidos y, por tanto, el interés por volver a la comunidad es poco probable.

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Por otro lado, el mercado laboral donde está inserto Patámbaro no da opciones para los hijos de esta familia cuyos saberes no encontrarían fácilmente fuentes de empleo en un contexto rural. Al respecto, en 2007 se encontró un migrante deportado en la comunidad de Patambarillo; entonces tenía 28 años de edad y había sido criado en Estados Unidos. En la comunidad enfrentaba problemas para encontrar trabajo debido a que sus habilidades laborales no estaban relacionadas con las del contexto rural, él tenía conocimientos en el arreglo de vehículos: pintura, laminado, “arreglarlos” para car shows, algo que en una comunidad rural no es necesario, y sus habilidades resultan inútiles. De igual forma, los hijos de Carmen y Juan tienen aproximadamente 28 años fuera de Patámbaro, en contextos no rurales en Estados Unidos, donde han adquirido distintas habilidades laborales. Aunque sea a la comunidad de origen y la familia, el migrante de retorno con larga estadía en Estados Unidos suele enfrentar dificultad al momento de insertarse a contextos rurales, y eso ocasiona que el proceso de incorporación sea traumático. Lo anterior ha sido constatado en campo, con casos en los que hay sentimientos de desubicación al no percibirse “parte de”, y donde los cuadros de depresión están presentes bajo expresiones como “mal de la cabeza”, “agüite”, o “ausentes”, que son utilizadas para referirse a la situación en la que se encontraban en la comunidad rural. Para éstos, sus planes fueron truncados con la deportación o con el retorno “voluntario” a causa de falta de empleo o pérdida de casa y trabajo, y eso conlleva a replantear el futuro en contextos donde hay carencias, las mismas que los orillaron a partir a Estados Unidos, pero en algunos casos, estos migrantes tienen familia, lo que aumenta la ansiedad y problemas de identidad relacionados con su deber como hombres en contextos rurales donde el hombre es concebido y construido como el proveedor. Fernández (2011) aborda la opción de remigrar, proceso de volver a migrar cuando las condiciones del contexto no permiten que el migrante, a pesar de retornar con la visión de asentarse de manera definitiva, no encuentra los elementos (como la familia, nietos, etcétera) que le permitan permanecer de forma definitiva; en palabras de los propios migrantes: “no se hallan” (p. 206). Sin embargo, para la familia de Juan y Carmen la opción de remigrar no entra en sus planes debido a que su capital económico y social ha sido construido en un espacio específico, en el que construyeron su historia como migrantes, que les remite a su identidad y pasado. Tanto Durand (2006) como Serrano (2006) señalan el constante anhelo e intención de los migrantes de volver a su tierra y c��������������������������������� ó�������������������������������� mo eso se posterga hasta convertirse en un “pienso” (Durand, 2006, p. 175) o en “un sueño” (Serrano, 2006). Sin embargo, no es que se busque extrapolar el mito de un retorno bajo características

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que empiezan a presentarse en algunos migrantes que regresaron bajo condiciones favorables, como los mencionados. Para Carmen y Juan, migrantes con un aparente éxito al concretar metas específicas, éstas no les resultan igual que haberlo hecho con la familia completa. Pasan a ser migrantes que vuelven a su comunidad con un retorno anhelado, donde los objetos materiales y metas no son suficientes si la familia, hijos, nietos, permanecen en Estados Unidos, por lo que el retorno anhelado queda en “asegunes” y aceptan las condiciones en las cuales se lleva a cabo. Además, no serán percibidos como migrantes con retorno definitivo; podrán tener su domicilio en Patámbaro, pero con familia en Estados Unidos, la movilidad entre dos naciones será constante. En 2014, Carmen fue a Estados Unidos a conocer y a ayudar a su hija a atender a su nieta recién nacida; es posible que en poco tiempo decida volver de nuevo para ver su crecimiento. Asimismo, ella va por lo menos dos veces al año a Aurora a visitar a sus hijos. A pesar de volver, entró a una dinámica migratoria distinta a la imaginada cuando salió de Patámbaro, donde sólo era ir al norte a trabajar para posteriormente regresar con su familia a vivir de nuevo en Patámbaro. En este sentido, a pesar de retornar de manera exitosa, para algunos migrantes que se encuentran en las condiciones de Carmen y Juan, el retorno no es como lo imaginaron y, por tanto, se transforma en uno anhelado, donde el “hubiera” está presente de manera constante como “de haber podido, por mí, me hubiera gustado que mis hijos estuvieran conmigo”, comentó Carmen. Para finalizar La situación de los migrantes de retorno, como lo señala Durand, podrá entenderse a través del trabajo etnográfico sobre los motivos que generan esas vueltas a las comunidades (2006, p. 173), pero también considerar las condiciones a las que vuelven, el contexto político, económico y social en que se encuentran los sitios a los que retornan y que, en ocasiones, conllevan a problemas más allá de los económicos, como pueden ser padecimientos emocionales. En los estudios sobre migración, los aspectos psicológicos a los que refiere Mestries ya han empezado a ahondarse. Desde los Ulises que Achotegui (2008) detectó entre migrantes hasta las Penélope señaladas por Gustavo López (2007) y María da Gloria Marroni (2009). Sin embargo, poca atención se ha puesto al retorno de esos Ulises en situaciones triunfales, como el propio personaje mitológico, y en aquellos que no lo son. En ese sentido, las tipologías realizadas sobre los migrantes de retorno resultan interesantes, pero no hay por qué apegarse a éstas, sino

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ponderarlas con los hallazgos realizados en campo y generar nuevas variantes que puede haber en éstas. Considerarlas como puntos de partida analíticos. El caso de Carmen y Juan muestra una migración de retorno luego de cumplir metas, pero éstas no otorgan la felicidad al migrante, generando un tipo retorno anhelado que se da y contrasta con la realidad. En este sentido, el aporte, aunque es el resultado reciente de trabajo de campo y hace falta analizar más casos, es interesante porque es un tipo de migrante de retorno exitoso, pero incompleto y frustrante. La reunificación familiar fue importante para Carmen y Juan, sin embargo, a pesar de que parte de la vida es que los hijos crezcan y partan del hogar, o tomando un dicho popular, “los hijos son prestados”, éstos quedaron esparcidos en una geografía lejana, Estados Unidos: cuatro en Chicago, uno en Arizona y uno en Texas, lo que genera un mayor anhelo por tenerlos “por lo menos más juntos”, como comentó Carmen. La decisión de retornar implica resoluciones semejantes a las del momento de migrar (Durand, 2006, p. 168). ¿Cómo decide la familia de Juan y Carmen regresar a su comunidad y resolver que será definitivo? ¿Fue fácil dejar a la familia, hijos, nietos, en Estados Unidos? Para Carmen, éstos no se dejan, porque siempre estará en contacto con ellos, lo que implica que su retorno, a pesar de ser físico, se mantendrá entre dos espacios. Situación similar a lo mencionado por un migrante de Guadalajara deportado en 2011 por la frontera de Tijuana: el corazón se parte y deja una parte en el norte, mientras que el resto acompaña al migrante en su andar. A pesar de ser migrantes con una situación económica estable, la realidad es que se mantendrán en varios espacios siempre y cuando sus hijos permanezcan en Estados Unidos, con lo que la migración de retorno definitiva no queda del todo asentada. Por tanto, el mito del retorno señalado por Serrano (2006) y Durand (2006) se mantiene, pero bajo una noción no tanto de un sitio, sino de la forma en que les hubiera gustado volver: con la familia. Como se ha mencionado, el trabajo presentado es el resultado preliminar de una investigación en curso, misma que muestra algunas aristas en trabajos venideros. Por un lado, se debe cuestionar el propio término retorno, debido a que el sitio de origen ha sido conceptualizado y construido en un espacio alterno al lugar de origen, lo que genera que cuando se habla de retorno, es al espacio en el que se ha pensado la vida, tal como Angels Pascual (1983) lo señala, y poco se ha puesto atención al mismo. Fernández lo hace de alguna manera al hablar de remigración, pero sin profundizarlo (2011). La desarticulación familiar que viven los migrantes en la actualidad se da tanto en aquellos que, como en el caso de Carmen, vuelven de manera “exitosa”, en cuan-

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to a metas materiales, después de una larga estadía en Estados Unidos, y en quienes son deportados. En los últimos, la posibilidad de reunificación es menor debido a la dificultad de cruzar por la frontera, tanto de seguridad física como por lo económico, y porque la familia, a pesar de quedar separada, una parte prefiere permanecer en el norte que volver a México, donde las oportunidades para los hijos se reducirían. Al respecto, en Numarán, Penjamillo y Copándaro de Galenana, municipios de Michoacán, se conversó con migrantes que se habían divorciado o separado debido a que la esposa no quiso volver a México luego de la deportación del marido, argumentando que allá tenía trabajo y los hijos asistían a escuelas, y eso en México sería difícil de lograr, más aún en comunidades rurales, según comentaron. Por último, los cuadros de depresión o estrés crónico y múltiple observados por Achotegui podrían no sólo apreciarse durante la estadía en Estados Unidos, para este caso, sino también al momento de volver con una experiencia migratoria negativa, deportado, con metas truncadas y familias separadas. Al preguntar en 2013 al regidor de Migración de Penjamillo sobre migrantes deportados en el municipio, respondió que los había, pero éstos llegaban y permanecían en sus casas encerrados y tiempo después se les veía ya en calles y plaza. En entrevista con dos migrantes deportados de ese municipio, éstos dijeron que se sentían mal de la cabeza, tristes, sin asimilar su deportación y pensando de forma constante qué iban a hacer ahora que estaban de vuelta en su comunidad. Para el caso de Michoacán, ¿qué apoyos están recibiendo los migrantes de retorno? ¿Basta con el fondo de apoyo al migrante? Espinosa señaló los mecanismos implementados en los Altos de Jalisco para incorporar al migrante, pero para aquellos que venían de manera temporal. Pero ¿qué se hace para reincorporar de manera prolongada o definitiva a quienes vuelven deportados? Se considera que debe atenderse la salud emocional de los migrantes y llevar a cabo mecanismos de reinserción, no sólo de los migrantes productivos o exitosos, sino de aquellos que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad y que retornaron sin planearlo, ni tierra, ni trabajo o expectativa de encontrarlo. Es esa la importancia de los estudios sobre migración de retorno en las comunidades de expulsión: entender las problemáticas que se están generando con los migrantes a su regreso, sean exitosos o no. Ambos presentan afecciones emocionales. Con el caso abordado no se quiere plantear que eso ocurra a todos los migrantes, que como Carmen y su esposo regresan después de varios años en Estados Unidos. Sin embargo, sí se han encontrado casos similares a los de la familia mencionada, que contrastaban con las tipologías de migrantes, donde los migrantes como Carmen son considerados como aquellos que lograron éxito en sus metas materiales

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socioeconómicas, y que vuelven a las comunidades a vivir el retiro. Pero no están del todo libres de conflictos a pesar de cumplir sus metas, como se señaló: su retorno se convierte en uno anhelado y añorado que genera conflictos al cuestionar si valió la pena migrar para acondicionar un terruño para la soledad. Los trabajos sobre migración de retorno tienen enfoques distintos que dependen del objeto de estudio y del interés del propio investigador. En México son recientes, a diferencia de los trabajos realizados en Europa. Sin embargo, aún hacen falta trabajos sobre este tipo de migración, más cuando se están tornando definitivas; se vuelve después de una larga estadía en el país vecino donde se fijaron planes de vida que se truncan ante políticas antimigratorias y faltas administrativas cometidas por los propios migrantes, sin contar la tensión generada por la reforma migratoria en discusión desde 2013, la cual representa para muchos mexicanos radicados tanto en Estados Unidos como en México, la última oportunidad próxima. Pero también es una realidad que ésta podría aumentar el número de retornados, deportados y aquellos que vuelvan de manera voluntaria a las comunidades de origen debido a lo fallida que les resulte la reforma. Ante esa situación se debe estar preparados para lo que pudiera ocurrir, y es en ese sentido que los trabajos sobre migración de retorno podrían ayudar a detallar el panorama que ya enfrentan los migrantes al volver a las comunidades, sobre todo en zonas rurales. Referencias Achotegui, J. (2005). Estrés límite y salud mental: El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (síndrome de Ulises). Norte de Salud Mental, 5(21), 39-53. Achotegui, J. (2008). Migración y crisis: el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Avances en Salud Mental Relacional, 7(1), 1-22. Achotegui, J. (2009). Migración y salud mental. El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Zerbitzuan. Revista de Ciencias Sociales, 46, 163-171. Aznar Molina, Y. (2009). Identidades de retorno: La experiencia migratoria y su integración en el lugar de retorno (Ponencia presentada en el Congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos. Brasil: Latin American Studies Association). Recuperado de http://lasa.international.pitt.edu/members/congresspapers/lasa2009/files/aznaryesica.pdf

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Aproximaciones a la cotidianidad de las mujeres del valle del Yaqui, Sonora, México Approaches to everyday life of women in the Yaqui Valley, Sonora, Mexico Hiram Félix Rosas Universidad de Sonora ([email protected])

Heidy A. Zúñiga Amaya Universidad Autónoma de Baja California ([email protected])

María G. Soltero Contreras Universidad de Sonora ([email protected]) Resumen: El estudio de las mujeres ha sido un tema marcado por un relativo abandono, especialmente para el caso sonorense, donde es evidente la carencia de acercamientos desde una perspectiva histórica. Si nos referimos al área rural, el vacío historiográfico es mayor, pues el análisis del proceso de colonización del valle del Yaqui, espacio que nos ocupa, se ha concentrado en el reparto agrario. Este artículo recupera las características de la vida cotidiana de las mujeres del ejido José María Morelos (Cajeme, Sonora) como punto de partida para la construcción de una visión integral de las condiciones experimentadas durante el siglo xx. Los resultados que se exponen son producto de entrevistas y observaciones realizadas de forma sistemática entre 2011 y 2015. Exploramos sus distintas facetas, teniendo como ejes la infancia, el noviazgo, la vida matrimonial y el trabajo en el campo, para identificar los elementos cotidianos que contribuyen a la formación de su identidad como mujeres. Palabras clave: vida cotidiana, mujeres, valle del Yaqui. Abstract: Women studies had been a limited subject, particularly in the Sonoran research, where is evident that they lack of historical approaches. But in the rural area is worst, because the analysis of colonization process of the Yaqui Valley is based in the distribution of land as the main subject. This article recovers the characteristics of everyday life of some women that live in the farming cooperative José María Morelos (in Cajeme, Sonora). It is an important view of the conditions experienced during the 20th century. The results of the research are the outcome of interviews and ethnography. We were interested in these central aspects, childhood, engagement, marriage and field work, which are aspects that contribute to forge their identity as women. Keywords: everyday life, women, Yaqui Valley. Fecha de recepción: 12 de agosto de 2015 Fecha de aprobación: 24 de noviembre de 2015 Fecha de recepción de versión final: 10 de febrero de 2016 Época II - Vol. IV - Núm. 2 / julio-diciembre de 2016 ISSN 1870-1191 / ISSN electrónico 2448-539X

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Hiram Félix Rosas Mexicano. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora, y Maestro en Ciencias Sociales por la misma casa de estudios. Licenciado en Historia por la Universidad de Sonora. Cursó el Diplomado en Desarrollo de Proyectos Documentales en la Universidad de Sonora y el Instituto Sonorense de Cultura. Actualmente es profesor de asignatura en la Universidad de Sonora. Entre sus temas de estudio aborda: epidemiología histórica, vida cotidiana, identidades, medios audiovisuales, divulgación histórica, así como enseñanza de la historia. Como parte de su publicación se encuentra: Cuando la muerte tuvo alas. La epidemia de fiebre amarilla en Hermosillo (1883-1885) (2010), El Colegio de Sonora/Universidad de Sonora. Fue coordinador de la obra Barrios y pueblos de Sonora. Historias por contarse (Colección “Caudal de Historias”), Universidad de Sonora. Heidy Anhely Zúñiga Amaya Mexicana. Maestra en Docencia por la Universidad Autónoma de Baja California y Licenciada en Historia por la Universidad de Sonora. Realizó el Diplomado en Competencias Docentes en la Universidad del Valle de México. Actualmente se desempeña como profesora de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California. En su área de investigación destaca la enseñanza de la historia y la historia de la educación. Dentro de sus publicaciones destacan: Las escuelas lancasterianas en México. Una reflexión al sistema educativo de ayuda mutua (2014) y La enseñanza de la historia del arte: un acercamiento a través del enfoque constructivista (2014). María Guadalupe Soltero Contreras Mexicana. Doctora en Antropología, Maestra en Historia y Etnohistoria, y Licenciada en Antropología Social, todas cursadas en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah). Realizó el Diplomado en Técnicas de Investigación en Sociedad, Cultura y Comunicación en la Universidad de Sonora, así como el Diplomado en Museología en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Actualmente es profesora investigadora en la Universidad de Sonora. En su área de investigación aborda temas de minería, mineros, vida cotidiana, identidades culturales, antropología, antropología de la alimentación e historia cultural. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: O’ob/Pima, en Etnias de Sonora (2011) Conaculta; y Significados culturales de la crisis económica, en Tópicos de economía: Un enfoque global (2010), Pearson/Universidad de Sonora.

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Presentación

Este ejercicio de investigación histórica busca recuperar las características de la vida cotidiana de las mujeres del ejido José María Morelos, en el municipio de Cajeme, Sonora. Flora, Ofelia, Socorro, María de los Ángeles y Bertha son cinco mujeres que a través de anécdotas personales nos narran las particularidades de su vida en el campo. En cada una de las entrevistas, los recuerdos las invaden y de inmediato nos trasladan a su infancia, su juventud, el primer amor, los hijos, la familia y su relación con la tierra. En su discurso se describen a sí mismas y exponen qué piensan de ser mujer, madre, esposa, vecina y amiga, enmarcado siempre por los diferentes tiempos históricos y su arraigo a la tierra.1 No podríamos entender la vida de nuestras protagonistas sin una breve historia del ejido, por ello, la primera parte del trabajo se dedica a describir la manera en que se constituyó y cuáles han sido sus principales transformaciones a través de estos 79 años de existencia. Luego de esta contextualización, entramos de lleno a la historia de nuestras entrevistadas; cada una explora en su memoria para recuperar los diferentes aspectos que dan cuenta de su cotidianidad, de la vida del ayer, de sus distintas etapas como mujeres. En su narrativa identificamos el arraigo a la vida en el campo. Ninguna de ellas muestra interés por vivir en la ciudad. La paz, la tranquilidad y el amor a su familia son elementos que, a pesar de las adversidades, las hacen sentir orgullosas de su vida, de su pueblo, de su historia. Finalmente, a través de este acercamiento cualitativo buscamos comprender una perspectiva del espacio rural a través de la mirada femenina. Morelos, un ejido en el valle del Yaqui Con el reparto agrario realizado por el presidente Lázaro Cárdenas se inició lo que podría nombrarse como la tercera etapa de apertura del valle del Yaqui. Luego del cultivo de las tierras aledañas al margen del río y los proyectos de colonización durante el siglo xix, la formación de ejidos (promesa y producto del proceso revo-

1 La observación y las entrevistas se realizaron entre los años 2011 y 2015, de forma individual y en las viviendas de las mujeres analizadas, todas ubicadas en el ejido Morelos.

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lucionario) hizo posible la intensificación y ampliación del área cultivada en este valle, perteneciente a los actuales municipios Benito Juárez, Bácum, Guaymas, San Ignacio Río Muerto y Cajeme, en el estado de Sonora.2 El ejido estudiado se formó con la dotación del 27 de octubre de 1937; en ésta se asignaron un total de 50 516 hectáreas para 13 grupos de campesinos peticionarios, de las cuales, 2 716 hectáreas (416 de cultivo y 2 300 de agostadero) se destinaron al Campo 1402, que fue el nombre con el que se registraron los solicitantes que años después se renombrarían como ejido José María Morelos.3 La figura 1 muestra la parte del valle del Yaqui que se repartió, ubicada al sur de los pueblos habitados por esta etnia. El área que se identifica como “llanuras” carece de asentamientos formales y era ocupada por algunos ranchos o campos de terratenientes que resultaron afectados por la resolución presidencial de 1937. La fiesta popular generada por el reparto duró varios días y Pueblo Yaqui, asentamiento fundado por colonos en 1895, fue el escenario en el que el general Cárdenas hizo pública la acción que en julio de 1938 ratificaría en el Diario Oficial y que hasta agosto de 1941 concretaría el presidente Manuel Ávila Camacho, por medio de la entrega de certificados agrarios.4 Los 13 ejidos constituidos, entre los que destacaban el Campo Yaqui, Quetchehueca, Campo 47, Providencia y Campo 60, funcionaron colectivamente hasta 1949-1950, cuando se dio el proceso de separación entre los que deseaban seguir trabajando como grupo y quienes preferían ser parcelarios, sin que esto significara la desintegración de estas unidades productivas.5 Para el caso del ejido José María Morelos, la diferencia fue mínima, pues de los 51 beneficiarios, 25 decidieron seguir colectivamente y 26 estuvieron a favor de trabajar como parcelarios, lo cual implicó que la dotación ejidal se dividiera en partes exactas y que cada ejidatario “identificara el pedazo de tierra que le pertenecía”. Esta transformación ayudó, según nos relatan algunos entrevistados, a evitar 2 Los textos de José Carlos Ramírez, Ricardo León y Óscar Conde (1997) y Rocío Guadarrama, Cristina Martínez y Lourdes Martínez (1997) brindan un panorama preciso de la aplicación de las políticas cardenistas en el contexto sonorense. 3 Para profundizar en los detalles del proceso de reparto agrario, véanse los trabajos de Gustavo Lorenzana Durán (1991, 1993, 2006), María del Carmen Castro Vázquez (1989), Claudio Dabdoub (1995) y Melchor Soto (1977). 4 Una descripción acerca de los preparativos y desarrollo de la ceremonia de reparto agrario se puede observar a través de la recuperación de testimonios que realizaron Mayo Murrieta y María Eugenia Graf (1991) en el libro Por el milagro de aferrarse. Tierra y vecindad en el valle del Yaqui. 5 En Pueblo Yaqui, el centro poblacional más grande, 84 campesinos continuaron en colectivo, mientras que poco más de 280 decidieron hacerlo individualmente. Gracias a este dominio por parte de los parcelarios fue posible la creación de asociaciones crediticias como la Unión de Crédito Agrícola Industrial del Noroeste (Murrieta y Graf, 1991, pp. 81-82).

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Culturales, época ii, vol. iv, núm. 2, julio-diciembre de 2016 Figura 1. Valle del Yaqui, Sonora (1924)

Fuente: Fragmento del mapa “Estado de Sonora” (1924), elaborado por la Secretaría de Agricultura y Fomento. Colección General de la Mapoteca Manuel Orozco y Berra. Colección General. Recuperado de http://w2.siap.sagarpa.gob.mx/mapoteca/mapas/CGSON10-45-CGE-7215-A.jpg

la corrupción en la administración de los recursos, pues cuando se trabajaba en colectivo, las ganancias las aprovechaban únicamente los integrantes de la mesa directiva y el resto vivía “al día”, como jornalero de sus propias tierras.6 Los 26 ejidatarios que se decantaron por ser parcelarios se vieron obligados, luego de serias y ásperas discusiones, a abandonar el fundo legal del ejido (ubicado en la calle 1300 y 200) y establecer un poblado en la confluencia de las calles Meridiano y 1600 (a siete kilómetros del anterior asentamiento, véase figura 2). De esta manera, desde septiembre de 1950, el ejido quedó separado físicamente en dos poblados: Morelos 1 (colectivos) y Morelos 2 (parcelarios). Esta es una particulaEntrevistas realizadas a Teodosio Salazar (poblado José María Morelos 1, diciembre de 2011 y agosto de 2012). 6

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ridad del espacio analizado, pues las diferencias en la organización productiva se dieron en todos los ejidos, pero sólo en éste provocó el surgimiento de un nuevo pueblo. Actualmente, cuando los habitantes del Morelos 2 recuerdan dicha separación, argumentan que además del asunto relacionado con la administración de sus tierras, era muy difícil atender los trabajos que exigían los cultivos, especialmente porque, en la mayoría de los casos, sus parcelas estaban a seis y hasta nueve kilómetros de distancia. Por lo anterior, muchos optaron por construir sus pequeñas casas de adobe en las mismas tierras, echando mano de los elementos que había alrededor, como el mezquite, la pitahaya, el carrizo y el baiquillo.7 El proceso de consolidación del proyecto ejidal fue lento, pues los trabajos de desmonte, nivelación del terreno, construcción de caminos, canales, drenes e instalación de servicios básicos como electricidad y agua potable, se dieron paulatinamente en los primeros treinta años de existencia. Los años “dorados” del ejido Morelos, como los del resto de la región, se gozaron entre las décadas de los cincuenta y setenta, cuando se resolvieron problemas relacionados con la distribución del agua y la oferta de opciones crediticias favorables para los novatos agricultores. Esto, evidentemente, era consecuencia de condiciones macroeconómicas —como las necesidades generadas durante el periodo de la posguerra— y las medidas proteccionistas —como los precios de garantía y créditos por parte del banco ejidal—. La crisis del ejido Morelos coincide con la crisis del campo y la economía mexicana durante la década de los ochenta, marcada por el inicio de políticas de corte neoliberal, las constantes devaluaciones, la reorientación productiva y la tecnificación de los procesos agrícolas.8 La combinación de estos factores provocó la ruptura de dinámicas como la pizca (cosecha) de algodón, que atraía una gran cantidad de mano de obra de otras regiones del país, generando una importante derrama no sólo para los ejidatarios que levantaban el llamado “oro blanco”, sino también para los avecindados que laboraban como jornaleros y ofrecían servicios los trabajadores migrantes, así como para comerciantes foráneos y hasta para compañías de circos y cines ambulantes. A casi ochenta años del reparto agrario, el panorama en el ejido Morelos no es diferente al del resto de los poblados rurales del municipio de Cajeme. Sus dos 7

2012).

Entrevista realizada a Marco Antonio Félix Aldama (poblado José María Morelos 2, agosto de

8 Un jornalero veterano asegura que la “llegada de las máquinas” provocó la crisis del campo, pues “antes [décadas de los cincuenta y sesenta] todo el trabajo se hacía manualmente y hasta las trilladoras ocupaban seis o siete personas para funcionar”, en cambio, ahora, “una persona en una cabina refrigerada puede levantar toda una cosecha”. Entrevista realizada a Porfirio Armenta (poblado José María Morelos 1, enero de 2012).

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Figura 2. Ubicación de los poblados Morelos 1 y Morelos 2, del ejido José María Morelos (antes Campo 1402), municipio de Cajeme, Sonora

Fuente: Colección del ejido San Ignacio Río Muerto, Sonora.

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asentamientos (Morelos 1 y Morelos 2) suman alrededor de 1 500 habitantes y existe una notoria ausencia de jóvenes, quienes han migrado hacia la ciudad en busca de opciones de trabajo.9 Por otro lado, el recambio generacional en la tenencia de la tierra y la falta de programas de apoyo efectivos para la obtención de créditos han provocado que la mayor parte de los ejidatarios renten sus parcelas a grandes terratenientes, quienes disponen de maquinaria, recursos económicos y conocimiento estratégico de los circuitos de comercialización, para sembrar ya no los productos tradicionales como trigo, algodón, soya, maíz o sorgo, sino elementos orientados al mercado exterior, como espárragos, legumbres, cítricos y frutos secos (especialmente la nuez) que empiezan a modificar, además de la orientación productiva, el paisaje y la dinámica económica del valle.10 Cotidianidades femeninas Luego de este breve panorama histórico del ejido, a continuación se presenta un esquema general para comprender la condición de género, y posteriormente se exponen las particularidades de los cinco casos, a través de las cuales se buscan identificar las características de la vida cotidiana y las variaciones en su percepción y expectativas como mujeres y parte de una comunidad rural sonorense: Socorro (1930), Ofelia (1933), Flora (1946), María de los Ángeles (1955) y Bertha (1957). Condición femenina, la mirada teórica Explorar los procesos de significación en torno al género, es decir, la forma en que se define individual y socialmente qué es ser hombre o mujer, nos permite comprender, como lo señala Guillermo Núñez (2007, p. 150), la configuración del “ámbito de la reproducción biológica y social” en los proyectos personales de masculinidad o feminidad.

9 La migración generalmente se dirige hacia Ciudad Obregón, cabecera municipal de Cajeme, ubicada a 36 kilómetros del ejido, la cual permite que se mantenga el vínculo con el lugar de origen y las visitas al ejido sean con frecuentes, sobre todo los fines de semana. Otros polos de atracción son las ciudades fronterizas mexicanas, donde se emplean en la industria maquiladora (principalmente Nogales, Sonora y Tijuana, Baja California) y las entidades estadounidenses de Arizona y California, adonde migran de forma ilegal para trabajar en el campo. 10 La información acerca de las circunstancias actuales del ejido (obtenida a través de la observación y de las distintas entrevistas realizadas a los pobladores) será la base para el desarrollo de un artículo orientado al estudio de las problemáticas socioeconómicas del valle del Yaqui.

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El género es el escenario en donde se manifiesta la dialéctica de la construcción social (interiorización-exteriorización-objetivación), por esto es indispensable analizarlo mediante el escrutinio de los elementos estructurales y las subjetividades de los agentes (Berger y Luckmann, 1968). El género se puede considerar como un sistema generador de sentido; en otras palabras, como un marco en el que los sujetos construyen formas o mecanismos para evaluar, categorizar y categorizarse en medio de símbolos y significados a través de los cuales se define y redefine (permanentemente) lo masculino y lo femenino. La propuesta de Alejandro Cervantes (1994), quien explora la dimensión social de la estructuración y renovación de la identidad de género de la mujer, resulta útil para acercarse al análisis de nuestros casos. Cervantes identifica cuatro tesis: 1) las desigualdades sociales entre hombre y mujer están socialmente construidas; 2) las mujeres comparten una misma condición opresiva,11 la cual es producto de una sociedad estructurada patriarcalmente; 3) las mujeres construyen su identidad genérica basándose en factores vivenciales comunes y experiencias simbólicas compartidas,12 y 4) las formas de identidad genérica están estrechamente vinculadas con la definición social de su ser y de su cuerpo como un ser-de-otros y como un cuerpo-para-otros. Las mujeres en su quehacer cotidiano es en donde hacen, deshacen y rehacen el vínculo social, es decir, en donde ellas se enfrentan al otro, es el lugar en “donde la alteridad es metabolizada”, donde se le da un lugar, un sentido, una interpretación, al otro, al acontecimiento, a lo desconocido, a lo diferente (Bellasi, 1985, p. 11).13 A partir de estos elementos, y con una perspectiva anclada en el género y la cotidianidad, se describirán las características de la infancia, la juventud y el matrimonio, tres etapas determinantes en las historias de cinco mujeres del ejido José María Morelos, mismas que se exponen, como casos, a continuación.

11 Si bien la opresión es generalizada, ésta presenta variaciones de acuerdo con la clase social y al lugar dentro de la estructura desigual de oportunidades, aunque también es importante agregar la condición étnica, edad y nación, entre otros factores. 12 Los ejes que definen la identidad de género son: a) la maternidad y el ser madre; b) el matrimonio o la unión y el ser esposa o compañera, y c) el trabajo o la profesión, y el ser trabajadora o profesionista. 13 Para el espacio analizado, los artículos publicados en el libro Sonora. Historia de la vida cotidiana (López Soto, 1998), brindan un panorama puntual de distintas regiones y etapas del caso sonorense.

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Cotidianidad, miradas femeninas Socorro14 Socorro Zárate Castro nació el 28 de diciembre de 1931 en Pueblo Yaqui, Sonora, asentamiento formado por colonos y vecinos procedentes de las comunidades mestizas del sur de la entidad, Durango y Chihuahua. Jesús Zárate Cruz, su padre, nació en Ameca, Jalisco, y su madre, Manuela Castro Armenta, era originaria de Chínipas, Chihuahua. De su unión nacieron nueve hijos, cinco hombres y cuatro mujeres; Socorro fue la tercera. Luego de una estancia de diez años en Bacobampo y Navojoa, en 1947 la familia de Socorro vivió en el primer asentamiento del ejido Morelos (actual poblado Morelos 1). En ese lugar conoció a Eufemio Palafox, con quien mantuvo un noviazgo de tres meses, para luego fugarse y vivir juntos durante 61 años, hasta que la muerte los separó. De la unión de Socorro y Eufemio nacieron diez hijos, ocho hombres y dos mujeres. En 2010, a raíz de la muerte de Eufemio, las 45 hectáreas de terrenos de cultivo, principal sustento de la familia Palafox Castro, empezaron a ser administradas por Samuel, uno de los hijos menores, con lo cual la dependencia de Socorro cambió de nombre y ahora sus necesidades materiales son cubiertas por su hijo, en lugar de su pareja, como sucedió de 1949 a 2010. Socorro vivió en Pueblo Yaqui hasta 1936. Cuando a su papá se le “acabó el trabajo”, salieron en busca de otras opciones rumbo al valle del Mayo. Se trasladaron a pie, con los burros cargando las cosas de la familia. De lonche llevaron un “montón” de tortillas de maíz, nixtamal, salsa y unas ollas con frijoles y garbanzos cocidos. Tardaron mucho tiempo en cruzar porque se paraban a descansar en medio del monte. En Bacobampo, su papá consiguió trabajo vendiendo café. En ese lugar les prestaron una casita sin muebles; trabajó unos tres meses y de ahí se fueron a Navojoa, donde consiguió trabajo en la fábrica de jabón de las familias Salido y Zaragoza, haciendo moldes de madera. Socorro y su familia vivieron cerca de una década en esa ciudad. A la edad de 15 años, Socorro salió de la primaria y de manera puntual señala: “Me acuerdo que me dieron el papel con mi calificación y salí con chance de trabajar, pero mi papá no quiso que yo trabajara, no quiso y no quiso […]. Prefirió mejor perder su trabajo en la fábrica y venirnos al Morelos, donde vivía mi tío Norberto 14

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Márquez (hermano de mi mamá)”. Ante la pregunta directa si le hubiera gustado laborar como maestra, Socorro respondió: “Uuuuuh, sí, me hubiera gustado trabajar y desempeñar ese cargo, porque a mí me gusta mucho, pero él [su papá] no quiso. Cuando ya llegamos al Morelos, don José Orozco (presidente del ejido) se dio cuenta de que sabía y quería que trabajara en la escuela del ejido, pero mi papá le dijo ‘ya les dije que ella no va a trabajar’… y aquí he estado”. Socorro recuerda a su papá como un “hombre muy posesivo, era un hombre que decía no y no”. En la primera ocasión que le ofrecieron un trabajo como profesora, su papá recibió a sus ex maestros de primaria y les dijo: Pues no crean que no les agradezco, pero yo no quiero que trabaje, ella no tiene necesidad de trabajar, miren, asómense al baúl, ella tiene ropa para salir, tiene ropa para andar en la casa, tiene sus zapatos; asómense a la olla, ahí hay frijoles, y hay veces que le agregamos quelititos, lo que sea, pero comemos… les agradezco, pero yo no quiero que trabaje.

Nuestra entrevistada refiere que a sus 15 años de edad no tenía opción para pensar en sentido contrario a los designios de su papá, y recupera su experiencia: Yo me sentí muy mal y quise hablar, pero en ese tiempo con los ojos nos hablaban nuestros padres, no nos dejaban decir o alegar como ahora, que muchas veces se defienden los hijos. Yo quería hablar, pero él con los ojos me decía: “Nomás hablas y verás cómo te va a ir”. Así se quedó; él ha de haber pensado: “Si me quedo aquí, va a seguir terqueando”, por eso mejor dijo: “Nos vamos a ir de aquí”. Yo le decía “¡Ay, papá!”, y me dijo: “Sí, ya sé que quieres irte a trabajar, eres capaz de pedir el papel e irte”. Yo le dije: “Tanto así no, yo siempre lo he respetado”. Pero siguió en lo mismo y dijo: “Alisten todos los cachivaches, voy a rentar un carro y nos vamos a ir”. Obedecimos, y en 1947 nos vinimos al Morelos.

A los dos años de llegar al actual Morelos 1, Socorro encontró a Eufemio, su pareja de toda la vida. Así recuerda la primera vez que platicaron: A mi viejo lo conocí en una fiesta de la escuela. Pero ya había días en que andaba rondando, pasaba por la casa con un morralito. En ese tiempo se usaban los morrales de ixtle; hacían sus morrales con un mecatito torcido, amarraban su morral y se lo colgaban del hombro, ahí llevaban su lonche o lo que fueran a cargar. Había días que pasaba por la casa y yo pensaba: “Este muchacho, ¿para dónde irá? ¿dónde trabajará?”. A mí siempre me han gustado las matas y un día dije: “Voy a ver pa’ dónde agarra”, y me puse detrás de las matas, y en eso pasó y

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me dijo: “¿Viendo las matas?”. “Sí”, le dije, “aquí ando, viendo las matas”. “¿Pa’ dónde camina usted?”, le pregunté. “Pues voy al trabajo”, me dijo, y entonces me preguntó: “¿Va a ir a la fiesta?”. “No sé”, le dije. “Vaya, va a estar bonita”, me contestó. “Pues a ver”, le dije yo. No le aseguré que fuera a ir, pero otras muchachas pidieron permiso a mi papá para que yo fuera a la fiesta, ahí lo conocí y a partir de ahí nos aferramos, duramos tres meses de novios y 61 años de casados.

Socorro y Eufemio se fueron a vivir juntos en 1949, como el común de los jóvenes del ejido. Acerca de esto, recuerda: No me casé porque no me tocó casarme, hasta las bodas de oro, cuando cumplimos 50 años. De novia no tuve el gusto de casarme de señorita. Yo me fui con él […]. Nos íbamos a casar, pero no hubo chance. Yo quería casarme de blanco, era mi deseo, pero él me dijo: “¿Qué dices? Anda el pleito en el ejido y la liquidación no llega, ¿te vas conmigo?”. Yo le dije: “Me da sabe qué dejar a mi madre, a mi padre, yo soy la que les hago el lonche”. “¿C���������������������������������� ómo le vamos a hacer�������������� ?”, me preguntó, y así la dejamos. Volvió al otro día y me dijo otra vez: “¿Qué dices?”, y uno, como muchas veces se toma las cosas a pecho, ese día andaba enojada mi mamá y me dijo: “No has lavado la ropa, que acá y que allá”, y dije “¡Ay, me voy a ir!”. Yo era la que le lavaba a mis hermanos, hacía la comida, me puedo considerar una mujer trabajadora, me gustaba mucho el trabajo, el negocio en la casa, era la que hacía todo, siempre le decía a mi mamá: “Deja, yo lo hago”. Sigo siendo trabajadora, no puedo estar de oquis,15 siempre busco la manera, busco qué hacer. [...] Me fui con mi viejo; no me tocó casarme, pero sí deseaba, hasta me soñaba con mi vestido blanco, me soñaba porque él ya me había dicho que nos íbamos a casar con el dinero de la liquidación, y como ya había visto otras bodas […], decía: “¡Ay, qué bonitas se ven! Así también me voy a ver yo”. Pero no me tocó, hasta que cumplimos 50 años de casados, que fue un momento muy feliz porque, gracias a Dios, tenía a mi lado al padre de mis hijos.

Casarse de blanco era una ilusión que Socorro tenía desde niña; nos contó que desde los 10 años de edad estaba entusiasmada con las bodas y las quinceañeras, con ver los vestidos, tocarlos, por eso disfrutó sus bodas de oro, porque fue el cumplimiento de un sueño añejado (véase figura 3). Al momento de entrevistarla y tocar el tema, se le vienen los recuerdos, las pausas y las lágrimas, y nos dice: “Las bodas de oro fueron muy bonitas, me sentí muy feliz porque a mi esposo lo tenía a un lado [silencio, lágrimas], pero aquí estamos esperando, para ver qué más viene, 15

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Desocupada, sin realizar alguna actividad productiva.

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Figura 3. Boda religiosa de Socorro Zárate y Eufemio Palafox.

Fuente: Colección particular de Socorro Zárate Castro.

porque Dios nos concede vivir para hacer lo que tenga propuesto. Cuando veo la foto empiezo a echar a andar mi mente y recuerdo cada momento de ese día”. La entrevista con Socorro fue un momento especial, pues sus hijos le preparaban una fiesta por sus 80 años de vida, y esto la lleva a reflexionar acerca de la fortuna de llegar hasta esta edad. Señala: “Dios me va a conceder llegar a los 80 años, porque 80 años pesan, es mucho tiempo, están pesaditos los años [risas], hay veces que uno amanece rengueando y quejándose de las reumas, pero son los años…”. No obstante el peso de los años, se siente una mujer fuerte, porque aunque sufre de taquicardia, no es enfermiza y dura “años y más años sin ir con el médico”. En medio de la felicidad por su próximo cumpleaños, Socorro no deja de pensar en sus hijos, especialmente en los dos que tienen problemas de salud, y se lamenta:

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Así como estoy en esta edad, yo quedé sola, porque la casa quedó para el ejidatario. Cuando me muera, ¿cómo van a quedar mis hijos Elías y Tomasito? A la deriva, van a depender de que la cuñada los quiera. Yo no tengo nada, la parcela pasó a manos de Samuel, mi hijo; si él no es hijo malo y no nos desampara, pues comemos, vestimos y todo lo demás. No es igual que si estuviera mi esposo, porque Samuel tiene su mujer y uno pide con pena […]. Yo pienso: “Señor, si llego a faltar, ¿cómo le van a hacer mis hijos Elías y Tomasito?”. Tengo los dictámenes del doctor, pero batallé mucho para que les dieran seguro y tuvieran su pensión. A veces me dan ganas de ir al Palacio Municipal y platicar con los grandes, para que les hagan un cuartito aparte, para que cuando falte yo, tengan donde meterse cuando los corra la mujer de Samuel.

Ofelia16 Ofelia Reyna Padilla nació en 1933, en Navojoa, Sonora. Su padre era originario de Monterrey, Nuevo León, y su madre, de Empalme, Sonora. Ofelia es hija única, situación poco común para una época en la que las familias se formaban por un gran número de hijos. Aunque para Ofelia vivir sin hermanos fue un hecho privilegiado, pues, señala, “todas las atenciones eran para mí”. Llegó al ejido Morelos a los 11 años de edad, después de vivir algún tiempo en Ciudad Obregón, ya que sus papás decidieron radicar en el valle para trabajar en el campo. Ofelia refiere una infancia “muy bonita”, pues “jugaba a las muñecas, a las comadritas y hacía casitas de palo”. En lo académico, no tuvo la oportunidad de terminar la primaria, sólo completó el tercer año escolar. Su juventud se desarrolló de manera reservada. En el ejido no había muchas opciones para divertirse, siendo lo más común la organización de bailes entre ellos mismos, principalmente para festejar los cumpleaños. “Los bailes eran pura música, no había bailables locos como ahora”, señala. Cuando la hora de festejar se acercaba, era Miguelito Armenta quien sacaba su guitarra y empezaba a tocar. A la festejada se le obsequiaban ramitos de flores cortados de las casas, acompañados de una tarjeta de felicitación. A Ramón García, su esposo, lo conoció en 1948. Su familia llegó de Navojoa por problemas de salud de uno de sus miembros. La mamá de Ofelia tenía una tienda de abarrotes y Ramón llegaba al local a comprar “cositas”. Entre risas, Ofelia explica: “Lo conocí cuando iba a la casa, pues ahí lo despachaba y empezamos a platicar, ahí nos echamos el ojo”.

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Entrevista realizada en el poblado Morelos 2, diciembre de 2011.

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Figura 4. Ofelia Reyna durante la entrevista.

Fuente: Colección particular de Hiram Félix Rosas.

La trayectoria de Ofelia no es distinta a la de otras mujeres del valle. Se casó muy joven, cumplió 15 años de edad estando casada; Ramón tenía 20. De la unión de Ofelia y Ramón nacieron 14 hijos, siete hombres y siete mujeres. “Al primer hijo lo tuve en 1949, a las cuatitas en el 50, después sigue Amalia, Ramón, María de los Ángeles y… se me olvida [risas]”. De los 14 hijos que tuvo, no sobrevivió una de sus cuatitas. Al preguntarle por el número de nietos, responde, “mmm… algunos”, pues no lo recuerda con exactitud. Una de sus hijas, quien se encontraba presente en la entrevista, aclara que son 42 nietos. Cuando a Ofelia se le pregunta sobre los primeros años de casada, suspira y dice: La vida en el ejido fue muy difícil los primeros años. A veces comíamos, a veces no. Ramón y Emilio [amigo, también ejidatario] se iban a Obregón, lo que conseguía el Emilio para su casa, me convidaba la Trini [su esposa]. Y si Ramón me traía frijoles, yo les convidaba a ellos. Fue una amistad muy bonita entre ellos y pues yo con la Trini. No teníamos casa, vivíamos con mi mamá, después tuvimos una de pitahaya y enjarrada, así como eran antes.

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Explica que los mejores años del Morelos llegaron cuando empezaron a sembrar en lo individual. Cada uno empezó a cultivar en sus pedazos de tierra y el valle se llenó de cártamo, trigo y algodón. A pesar de que los problemas de salud le impiden a Ofelia recordar su pasado con exactitud, cuando hace un balance de su vida en el Morelos, detalla: La historia del ejido fue muy dura al inicio, pera ya estando aquí nos adaptamos, a todo se adapta uno. Adonde yo no me adaptaría nunca es a vivir en [Ciudad] Obregón,17 ya una vez me fui para allá, pero sólo duré dos meses. Yo aquí estoy muy a gusto, desde chamaca, desde niña soy de campo. La vida en el campo me ha gustado, hay mucha tranquilidad, no hay cholos, ni malvivientes.

Por último, después de un largo suspiro, reflexiona y nos comparte: “mi mayor satisfacción son mis hijos, que gracias a Dios a todos los tengo, igual que a mis nietos y bisnietos, y a ver qué más sigue”. Flora18 Flora López Limón nació en el municipio de Choix, Sinaloa, el 23 de diciembre de 1946. Llegó al ejido Morelos a los 7 años de edad, por lo que se define como “más de aquí que de allá”. Su infancia se desarrolló de manera similar a la del resto de las niñas de su época, no así su vida adulta. Su familia se trasladó de Sinaloa al valle del Yaqui para trabajar en la pizca del algodón. La intención de su madre no era quedarse de manera permanente, sólo la temporada de trabajo y luego regresar a Sinaloa. Los planes cambiaron cuando uno de los fundadores del ejido les regaló un pedazo de tierra para que construyeran su casa. Rápidamente su padre hizo dos cuartos y se instalaron en el Campo Nuevo, como se le conocía al ejido Morelos. Flora cursó hasta el sexto año de primaria, porque sus padres no tuvieron la oportunidad de seguir pagando sus estudios. Por esto, desde muy temprana edad se dedicó a ayudarle a su mamá en su pequeño negocio familiar. Recuerda con cariño a sus maestros. Uno de ellos, a quien apodaban “El Pollo”, se quedaba dormido en su escritorio y se despertaba sólo después de una caída. Relata que la mayoría de los maestros del ejido se trasladaron a Hermosillo, después 17 Ciudad fundada a principios del siglo xx y cabecera del municipio de Cajeme. Para 2010 contaba, según el censo de población, con 298 625 habitantes. 18 Entrevista realizada en el poblado Morelos 1, enero de 2012.

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de instalar en aquella ciudad una colonia para maestros. Una pareja de profesores le pidió que se fuera con ellos para que les ayudara a cuidar a su hijo que aún era un bebé; a cambio, le ofrecieron cuidarla y ayudarla para que continuara sus estudios. Su madre no la dejó. “Lloré, pataleé, pero dijo que no. Mi padre no dijo nada. Le guardo cierto resentimiento a mi padre, porque si él hubiera querido, yo hubiera estudiado”. Flora se arrepiente de no haber tomado esa oportunidad, pues se define como una mujer inteligente que hubiera podido llegar más lejos si la hubieran dejado terminar por lo menos la secundaria. Acudir a la escuela no era una actividad sencilla, advierte nuestra entrevistada. Era complicado conseguir los útiles escolares. Los cuadernos, por ejemplo, se los elaboraba su mamá con papel de despacho, papel que se ocupaba de manera regular en las tiendas de abarrotes para empacar azúcar o frijol. Como su madre era costurera, tomaba un buen tramo de papel, lo cortaba en trozos iguales y lo cosía por un lado hasta formar el cuaderno. Lo que sí cuidaban mucho era el lápiz “porque era muy difícil conseguir otro”, señala. La diversión para los jóvenes en el ejido Morelos consistía en acudir a las funciones del cine que organizaban los “húngaros”,19 a las refresquerías y los bailes, aunque Flora acepta que bailar no era una práctica que le gustara mucho. Los bailes no contaban con una gran organización, se llevaban a cabo cuando don Poli, el único que tenía tocadiscos, “lo ponía afuera de su casa y ahí se arrimaban las parejas a bailar. La música era muy alegre, llegaba al corazón, no como ahora”, explica nuestra entrevistada. Además de estas actividades, los hombres jugaban a la baraja y visitaban el billar que había en el ejido. Después de concluir la primaria a los quince años de edad, Flora conoció al que pronto se convertirá en su esposo, José. Recién cumplió los 16, decidieron casarse. Aunque era común la práctica de “robarse a la novia”, Flora nos cuenta que ella se “casó bien”, pues como su novio y su familia provenían del sur del país, eran “más formales que los de aquí”, por lo que decidieron unirse hasta estar “bien casados”. Pepe, como apoda de cariño a su difunto esposo, siempre se hizo cargo de proveer todo lo necesario para su familia. Tuvieron un total de cinco hijos, dos mujeres y tres hombres. Dos de sus hijos varones radican en Ciudad Obregón, y las hijas actualmente viven en el poblado Morelos 1. El más pequeño, aún soltero, acompaña a Flora. 19 En el valle del Yaqui, como en otros lugares del noroeste mexicano, emplean la palabra “húngaros” para referirse a las personas que operaban los cines itinerantes que recorrían la región en camiones de carga, donde transportaban lo necesario para proyectar películas durante unos cuatro o cinco días, para luego partir al poblado más cercano.

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Lamentablemente, a José le diagnosticaron diabetes y fue víctima de sus complicaciones porque no se atendió a tiempo. Flora señala que perdió la visión completamente y padeció un derrame, por lo que ella era la responsable de “cargarlo” para todos lados: a Ciudad Obregón, cuando le tocaba consulta médica, y a las reuniones de los ejidatarios, cuando era necesario. Después de ocho años de lidiar con la enfermedad, José perdió la batalla y la vida. Para Flora, la muerte de su esposo fue un golpe muy difícil. “Se me vino el mundo encima; él era el encargado de traer todas las provisiones a la casa, yo no sabía nada, menos de agricultura”. Los problemas aumentaban, pues sus ahorros se terminaron con las atenciones a la enfermedad de José, ya que éste nunca quiso acudir a una institución de salud pública. Además, el banco le requería a Flora un pago resultado de un préstamo. Los siguientes años fueron arduos para nuestra entrevistada. Sin su esposo y sin saber cómo administrar la parcela, la única opción para salir adelante junto a sus hijos fue aprender; “me fajé las enaguas y empecé a meterme en donde sea para saber”, nos cuenta. Las tareas agrícolas las hizo suyas. Aunque reconoce el apoyo que recibió por parte de sus compañeros ejidatarios, Flora señala que todo lo aprendió poco a poco: “Empecé aprendiendo en el grupo; entramos a la Unión de Crédito de Río Yaqui, ahí duramos 13 años. Sembré maíz, cártamo, algodón y trigo. Yo me iba a las tierras en bicicleta; le llevaba lonche al chamaco que andaba con los sembradores, y también les ayudaba a deshierbar”. La experiencia que poco a poco adquirió en las actividades agrícolas y las relaciones que empezó a tejer le ayudaron a convertirse en comisariada ejidal, puesto que generalmente era ocupado por hombres. Hasta el momento, Flora es la única mujer que ha estado al frente de la organización del ejido (véase figura 5). El pronóstico de algunos hombres y mujeres acerca del desempeño de Flora como comisariado no era alentador; muchos de ellos pensaban que terminaría perdiendo sus tierras, ya que era una práctica común que las mujeres vendieran sus parcelas cuando quedaban viudas. Cuando le cuestionamos a Flora si alguna vez pensó en vender sus tierras, responde firmemente: Habemos muchas mujeres que somos medio inútiles, que se nos viene el mundo encima y no tratamos de salir adelante, nos quedamos ahí. Yo me aferré, me aferré… Yo quería demostrar que una mujer tiene los mismos derechos de trabajar la parcela igual que un hombre. Todos tenemos igualdad de derechos… Fíjate que es muy tentador vender, pero yo le pido a Dios que no lo permita, que no me trastorne la cabeza; yo le pido a Dios que no me tiente el diablo, estoy firme.

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Figura 5. Ejidatarias y ejidatarios en la conmemoración del 62 aniversario del reparto agrario.

Nota: En la fotografía están Flora López (segunda de izquierda a derecha) y Ofelia Reyna (primera de derecha a izquierda) y otras ejidatarias que asistieron al festejo. Fuente: Colección particular de Flora López Limón.

Al finalizar la charla, Flora hace un balance de su vida en el campo y reflexiona: “Gracias a Dios y a mi tenacidad y a todo mi esfuerzo pude salir adelante. No soy rica, pero no duermo en el suelo, tengo mi cama, tengo mi techo, soy millonaria. Me gusta la vida en el campo, mis hijos se enojan porque nomás estoy dos días en [Ciudad] Obregón y me regreso, no puedo vivir allá, me siento ahogada, encerrada y aquí no, aquí soy libre”. María de los Ángeles20 María de los Ángeles García Reyna, mejor conocida como Gelo, nació en 1955, en el ejido José María Morelos. Es hija de Ramón García (qepd) y Ofelia Reyna, quienes procrearon catorce hijos,21 donde ella ocupa el quinto lugar en el orden de nacimiento.

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Entrevista realizada en el poblado Morelos 2, enero de 2012. Una hija falleció al nacer.

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Gracias a su desempeño académico, Gelo tuvo la oportunidad de viajar a la ciudad de México y visitar al presidente Gustavo Díaz Ordaz; sin embargo, por distintas circunstancias, sólo estudió hasta el primer año de secundaria. A los 18 años de edad se la “robó” su novio, y de esa unión nacieron cuatro hijos varones, dos de los cuales viven en el ejido, uno trabaja en Ciudad Obregón y el mayor en Hermosillo. Algún tiempo tuvo la idea de irse a vivir a Tijuana o Hermosillo, pero toda su vida la ha pasado en el poblado Morelos 2, dedicada a atender a su familia, decisión de la que no se arrepiente, pues considera que a pesar de las carencias, el campo ofrece tranquilidad y el contacto permanente con su madre y sus hermanos. Esos elementos a los que hace referencia se notan en su sonrisa y en la forma relajada en la que ve la vida. En una charla realizada en el patio de su casa, debajo de los árboles frutales y rodeados de los gallos que cría su hijo, Gelo recuerda su infancia con alegría: Tuve una niñez muy bonita porque jugábamos mucho, puros juegos sanos, no andábamos como ahora, diciendo “Ay, no voy a jugar con ella porque me repugna”; jugábamos todos, chamacos y chamacas, hombres y mujeres, todos los del barrio, porque éramos muchos […]. Jugábamos a los encantados, a la roña, a los colores, a la salta la piedra, a la cebollita o al chicotón. Eran juegos de andar saltando y brincando, no como ahora. Jugábamos en los árboles. En la casa de mi mamá está un nacapule alto; ahí jugábamos a la roña, brincando de un palo a otro, como chivas, y así nos divertíamos nosotros. Era una infancia más sana; jugábamos hombres y mujeres, y nos encaramábamos a los árboles igual hombres y mujeres.

Con su privilegiada memoria, Gelo recuerda los nombres de los profesores, todos varones, las materias, las actividades, los castigos, aunque reconoce que a ella “no le tocaron tantos castigos”. Su fuerte eran las matemáticas, y nos cuenta que mientras el profesor les dictaba los problemas, ella los iba resolviendo mentalmente, pues le gustaba mucho “sacar cuentas”, sobre todo “de quebrados”. Como siempre era el primer lugar de la escuela, obtuvo la oportunidad para concursar a nivel zona escolar; la llevaron al Campo 60 (ejido que también se formó con el reparto agrario de 1937) y ahí ganó el primer lugar, que consistió en un viaje a la Ciudad de México. Esto, recuerda, fue “doble mérito” porque la escuela del Morelos era “incompleta”, es decir, no tenía un maestro para cada grado. En 1967 se subió al camión que la llevó (junto con niñas y niños de distintas partes de Sonora) hasta la capital de la república, adonde llegaron también estudiantes de otros estados (véase figura 6). Parte del premio era conocer al presidente Gustavo Díaz Ordaz, visitar el palacio nacional, recorrer una refinería y pasear en

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Figura 6. Delegación de estudiantes sonorenses en su visita a la Ciudad de México.

Nota: Gelo se encuentra hincada en la segunda fila (tercera de derecha a izquierda) Fuente: Colección particular de María de los Ángeles García Reyna.

Chapultepec, lugar donde probó alimentos hasta entonces desconocidos para ella. En medio de risas, Gelo contó: “nos dieron sándwiches, abrí el lonche y vi la verdura y una carne rosa y dije: ‘Esto está crudo’, y lo tiré. Yo no conocía el jamón”. A pesar de su capacidad académica, sólo estudió un año de secundaria. Al salir de la primaria se fue a vivir con una señora a Pueblo Yaqui (ubicado a 15 kilómetros del Morelos 2), la cual era amiga de Romana Atienzo, madre de Jesús Rosas, amiga y compañera de generación de Gelo. El ánimo les alcanzó para terminar el primer grado, pero dice que no se acostumbraron y ambas se regresaron, decisión que la justifica señalando que antes “no había la oportunidad y uno estaba más apegada a los papás”. En este recuento de su vida escolar y aspiraciones de ser profesora, asegura que no se arrepiente de no haber estudiado y dice: “Ya pa’ qué echar ‘amalayas’,22 porque tuve oportunidad de estudiar. En aquel entonces eran contados los que estu22

Ideas de lo que pudo pasar.

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diaban y mi papá pudo darme estudios, pero no lo aproveché. Yo quería ser maestra de primaria, pero sólo me quedó el sueño”. La trayectoria de Gelo no es diferente a la del resto de mujeres de su familia, pues de las seis, “nadie estudió una profesión”, sólo dos de ellas aprendieron corte y confección. En contraparte, los varones sí estudiaron, el mayor es auxiliar contable, uno es profesor, otro ingeniero, y el resto al menos terminaron el bachillerato. Después de abandonar sus estudios, Gelo se dedicó a ayudar en el quehacer de la casa, pues trabajo sobraba en una familia de 14 hermanos. Bailar era una de las actividades que más disfrutaba en sus ratos libres, nos cuenta: “Cuando estaba soltera bailaba mucho. Había muchos bailes. Antes se usaban los bailes con tocadiscos. Había candidatas a reina y para apoyarlas hacíamos bailecitos con tocadiscos y cobrábamos dos pesos, lo que quisieran cooperar para la candidata. La verdad lo hacíamos, para andar bailando”. Tratando de recordar sus alimentos en un día normal en su vida, Gelo indica: Yo no conocía el jamón, en la casa no comíamos winis23 o bolonia.24 En las mañanas comíamos huevos; a medio día casi siempre comíamos sopa, arroz blanco con frijoles; no me acuerdo haber comido albóndigas o cocido. Comíamos caldo de gallina cuando mataban alguna. Cuando compraban carne o alguien mataba una vaca, la ponían a secar, para hacer machaca, porque no había refrigeradores. En la cena, lo más común eran los frijoles con tortillas de harina. Yo tendría unos catorce años cuando aprendí a hacer tortillas.

Pedro, su esposo, también es originario del Morelos 2, pero como es mayor y “era muy vago”, se conocieron hasta que Gelo tenía 16 años. “Yo lo miraba, porque es hermano de una amiga mía, pero no le ponía atención, hasta que cumplí 17”, nos cuenta mientras ríe. Su noviazgo empezó en 1972, durante una zafra de algodón y fue de la siguiente manera: Él venía de las pizcas de Sinaloa. Yo iba por la calle y llevaba un kilo de frijol. Pedro pasó en un carro con otros pizcadores y se me quedó viendo, y yo también lo miré y ahí quedó. Ya en las pizcas, yo le ayudaba a mi papá a pagar. Él no fallaba a las pizcas, mañana y tarde andaba pizcando, era el primero que se encaramaba en el carro. Él traía una novia de Sinaloa, pero yo no sabía que traía novia. Ella llegó a casa de su mamá. Hubo un baile y bailamos. La muchacha iba a las pizcas y me hacía mala cara, pero yo ni en cuenta, le pagaba y ella me volteaba la cara.

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Salchichas. Mortadela.

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Nomás andábamos de volados, no éramos novios. Un día vinimos al cine y el Pedro estaba con la novia y otros amigos, pero a mí no me extrañó porque yo no sabía que tenía novia. Había tres hileras de bancas en el cine; él estaba en la fila del medio, yo me senté en la orilla, en la misma dirección, pero sin querer queriendo, como dijo el Chavo [risas]. Entonces cuando él vio que me senté, vino a sentarse conmigo, me regaló unos chicles y me empezó a hacer plática, y ahí me preguntó si quería ser su novia, pero yo no sabía que la novia estaba ahí. La muchacha se levantó y se fue. Yo no le contesté; hasta el siguiente baile empezamos a andar de novios. La muchacha se fue. Duramos un año y dos meses de novios. [...] Se acabaron las pizcas en septiembre y el Pedro se iba a ir para seguir trabajando porque después del algodón, las pizcas seguían hasta Baja California. Había habido baile en la noche y me empezó a decir: “Ya mañana me voy a ir”. Y que fue y que vino. No, pues ahí me convenció y ya no se fue [risas], pero yo sí me fui; se acabó el baile y yo me fui con él. Mi papá estaba despierto [su casa está frente al lugar donde se hacían los bailes] y estaba viendo un pleito que se hizo cuando se acabó el baile. Yo estaba esperando que mi apá se acostara y no se acostaba por estar viendo el pleito [risas], pero de repente se acercó al pleito y en eso aproveché y me fui. Ya cuando volvió del pleito, mi amá le preguntó: “¿Qué andas haciendo, Ramón?”, y mi apá le dijo: “Pues andaba viendo el pleito, pero mientras yo fui, la Gelo también se fue con el Pedro” [risas]. Y pues ya me había ido.

Esa noche empezaron a vivir juntos en la casa de don Paulino y doña Lola, papá y mamá de Pedro. Esto significó un cambio “drástico” para Gelo, pues con sus suegros estaban “muy amolados”. Cocinar con leña fue el primer problema que enfrentó. Nos cuenta que “atizaba y lloraba cada vez que atizaba, pero no lloraba porque me pusiera triste atizar, lloraba por el humo, porque no sabía atizar [risas]. Fue un cambio muy drástico, pero pues el amor todo lo puede”. A los quince días de haberse ido con Pedro, Gelo regresó a su casa “con la colita entre las patas a pedir perdón, porque todavía se usaba que pedía perdón uno, no como ahora”. Acerca de las razones para “irse” o “robarse”, que era lo normal en su juventud, señala que nunca pensaron casarse formalmente, pese a que duraron un año y dos meses de novios. En un ejercicio de retrospección, Gelo dice sentirse satisfecha, y entre las principales razones nos comenta: Tengo una familia con mis cuatro hijos que están buenos y sanos; tengo a mi esposo; ya tengo 12 nietos y todos tranquilos. Le digo al Pedro que ya que cumplamos 40 años nos vamos a casar por la iglesia, pero nomás se ríe y me dice: “Estás loca. ¡Cómo nos vamos a casar!”. Tenemos 38 años juntos, “ya nos faltan dos”, le digo.

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Eso sí deseo yo, casarme por la iglesia cuando cumplamos 40 años, pero él no quiere. Quién sabe [risas].25

La tranquilidad y la cercanía a la familia son un par de factores que hacen que Gelo valore positivamente vivir en el Morelos 2; sin embargo, dice que siempre ha alentado a sus hijos para que salgan del pueblo porque la vida en el campo es “muy trabajosa” y tienes que vivir meses sin trabajo, “muy duros, muy críticos”. Dos de sus hijos viven en ciudades (Obregón y Hermosillo), y a los dos que están en el campo, confiesa que siempre les dice: Que se vayan a buscar trabajo a Obregón, a las fábricas, un trabajo donde les den un seguro, donde los puedan pensionar, porque en el campo no hay nada de eso. Pedro se hizo viejo, tiene 63 años y no tiene ni una pensión, porque nunca quiso salirse a buscar un patrón. Él decía que no, que a él no lo iba a andar mandando nadie, que él iba a trabajar como pudiera, a él le gustaba mucho irse pa’l otro lado. Pero pues se hizo viejo y aquí nos quedamos.

Bertha26 Bertha nos recibe con una sonrisa, que nunca perdió en toda la charla. Nos invita a sentarnos y cordialmente empieza el relato. Nació el 18 de febrero de 1957 en el poblado Morelos 2. Sus padres fueron Felizardo Castro Zamora, originario de Navojoa, y Emilia Escalante Domínguez, de Huatabampo; ambos llegaron caminando desde Navojoa a vivir en ese lugar. Muy jóvenes, con 17 años de edad, se acoplaron a la caravana familiar de los Castro; todos tenían el deseo de tener tierra para trabajar y vivir; a pesar del esfuerzo que les ocasionó caminar por varios días, al final pudieron encontrar un espacio que sería de su propiedad. La familia entera se dio a la tarea de desmontar para que poco a poco se fueran asentando las casitas que construyeron primero con carrizo y con cartón negro, que en tiempos de lluvia se filtraba el agua y se mojaban las cosas. Bertha recuerda una infancia feliz a pesar de la pobreza. Fueron seis hermanos, pero dos de ellos murieron muy pequeños, uno de espasmo,27 en tanto que la niña enfermó de sarampión. Sus hermanos Magdalena, Albertina y Rubén fueron los compañeros de juegos. 25 Ya cumplieron 40 años de casados (la entrevista se realizó en enero de 2012) y no se llevó a cabo la ceremonia religiosa. 26 Entrevista realizada en el poblado Morelos 2, febrero de 2012. 27 Señala que por el riego de la tierra entró el agua al cuarto y se generó mucha humedad y el niño murió.

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La alimentación se podría decir que era limitada, si se ve desde los estándares normales, pero para su familia y ella era muy saludable comer quelites, frijoles, sopa, huevos de gallina y carne de puercos criados en el patio familiar. Aprendió el arte de hacer y moler el nixtamal para hacer las tortillas que acompañarían los platillos. Todos los hermanos fueron a la escuela; ella cursó hasta sexto año, no alcanzaba el dinero para seguir los estudios. No se arrepiente; con una sonrisa acepta que en ese momento era hasta donde podía llegar, pero, además, agrega que no le gustaba mucho asistir a clases. Con la cabeza y la mirada ligeramente elevada hacia el techo, recuerda a algunos de sus maestros: Ernesto Guillén, Francisco, Brígida, Carlos (joven normalista) y Esthela. Aclara que de todos aprendió. En el ejido todos se conocían (y se conocen). Las amigas de la juventud fueron para ella personas muy importantes, porque podían ir al cine una vez a la semana, ir a los juegos mecánicos o ver a su hermano con amigos jugar a los futbolitos. Bertha señala que esperaba con ansias el domingo para arreglarse y reunirse con las amigas para dar la vuelta por el pueblo; era un encuentro de jóvenes y de formas de relacionarse y establecer nuevas amistades. Los bailes organizados por el grupo de muchachas era otra manera de convivir, de hacer presencia. El tocadiscos de la Junta de Mejoras era un objeto codiciado, iban por él para poner los discos de acetato de Los Muecas y Los Freddy’s, esperando que algún muchacho las sacara a bailar. En algunas casas también ya tenían consolas, y de la misma manera había un intercambio de música para ambientar la fiesta. La pieza musical La bala, por su larga duración, era el anuncio obligado que el final del festejo estaba muy próximo. Bertha no hace más que reírse de esos años, seguro que tiene gratos recuerdos. Los muchachos y muchachas del ejido Nueva Casa de Teras28 participaban de las fiestas o bailes del Morelos, como ella le llama a su pueblo. El carnaval era motivo para que vinieran y se incorporaran a los festejos; la coronación de la reina y las carreras de caballos eran el fuerte en los cuatro días del evento. Un lamentable accidente de un joven lugareño sembró de luto al pueblo y se cancelaron futuras fiestas carnavalescas. En estos encuentros de los dos ejidos conoció a su marido. Benjamín no fue amor a primera vista, él era novio de una conocida del Morelos, pero la casualidad, después del rompimiento amoroso, hizo que bailaran en Teras toda la noche, y desde ese momento se volvieron inseparables. La risa le vuelve a brotar cuando se acuerda de la anécdota; el noviazgo duró un año y tres meses.

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Ubicado en la confluencia de las calles 200 y 1600, a dos kilómetros al oriente del ejido Morelos.

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Después de un baile en Teras regresó al Morelos. Avisó a sus padres que ya estaba de regreso y se fue a su casa; hizo una maleta con toda su ropa y se fueron a vivir con una tía de Benjamín. La madre de él no aceptó que así fueran las cosas, ella quería que su hijo se casara por todas las leyes, pero para los dos jóvenes fue más importante irse a vivir juntos. Así han vivido los últimos años. Con Benjamín tuvo cuatro hijos: Mayra, Osvaldo, Lupita y Víctor. Todos viven fuera del ejido; para Bertha es mejor que no estén aquí con ella, pues no hay oportunidades. Tres de ellos viven en Ciudad Obregón y el menor emigró a Phoenix, Arizona, a buscar cumplir su sueño del otro lado de la frontera. Los años le han llegado viviendo al lado del esposo y no quiere dejar el ejido; la tranquilidad no la cambia por nada ni nadie, prefiere dormir y soñar en su casa construida con el esfuerzo, que estar en casa ajena con los hijos y nietos. Para ella el campo es mejor que ���������������������������������������������������������� la ciudad; el ruido y la violencia que hay en Ciudad Obregón la aferran más a su pueblo. Cotidianidades femeninas, a manera de balance A través del análisis de las experiencias de las habitantes del ejido José María Morelos, se busc�������������������������������������������������������������������� ó������������������������������������������������������������������� aportar elementos para construir una explicación acerca de las características de la vida cotidiana de las mujeres del valle del Yaqui. Consideramos que sólo a través de acercamientos sucesivos es posible comprender la complejidad de la interiorización de su identidad genérica y el papel de la vida cotidiana en este proceso. Socorro, Ofelia, Flora, Gelo y Bertha, nacidas entre las décadas de los treinta y cincuenta, y desarrolladas en un ambiente rural, son nuestro vehículo, nuestro punto de enlace con este pasado inmediato que busca contarse desde la perspectiva de sus protagonistas. Aunque es un asunto que merece un estudio especial y detallado, los casos presentados, vistos desde una perspectiva de género, dan cuenta del proceso de construcción y arraigo de lo que socialmente se identifica como “lo femenino”. Las cinco mujeres tienen claros sus alcances, mismos que están condicionados por una estructura claramente patriarcal que les marca fronteras específicas y espacios de acción ligados a las labores domésticas y el cuidado de los hijos e hijas. Al retomar a Alejandro Cervantes (1994), la identidad de género proporciona sentido a los roles definidos socialmente. La marcada desigualdad entre hombre y mujer, especialmente en las tareas relacionadas con el trabajo para hacer producir la tierra, provoca que la mujer se apropie de su rol doméstico y considere que su compromiso está en la hornilla o la estufa, haciendo el lonche para su marido, y no en la parcela, regando o deshierbando la siembra.

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Con respecto a la vida cotidiana, la infancia es una etapa que las cinco entrevistadas recuerdan con especial importancia. Aunque se hace referencia constante a las carencias propias de un espacio recién colonizado, situación que implicaba, entre otras cosas, la falta de servicios básicos (agua, energía eléctrica y drenaje), que se sumaban a la relativa pobreza de la vida de estas comunidades recién formadas con el reparto agrario de 1937, su niñez está relacionada con tiempos gratos. Gelo, por ejemplo, nos habla de lo limitado del menú diario, de la vida lejos del confort actual del aire acondicionado; sin embargo, de la infancia no refiere negativamente el hambre ni la muerte de su hermana. Como el resto de las entrevistadas, Gelo bloquea los malos ratos y se queda con las anécdotas de los juegos, sus días de escuela, sus amigas y las tardes que disfrutaba jugando a la “roña”, trepada en el viejo nacapule de la casa materna. Es importante anotar que originalmente las entrevistas buscaban recuperar pequeñas anécdotas para construir un relato colectivo que contara la historia del ejido. Afortunadamente, las ganas de contar su historia y el tiempo que se dispuso para escucharlas y observarlas generaron un cúmulo de información con la que se integró este artículo. Así como la infancia guarda un espacio relevante en la memoria de estas mujeres, el cortejo amoroso, la vida matrimonial, la maternidad y el trabajo, que a continuación se perfilarán, son temas presentes en los relatos de Socorro, Ofelia, Flora, Gelo y Bertha.29 En las acciones para formar una relación de pareja y posteriormente una familia, es posible identificar el papel pasivo de la mujer. Deseaban el encuentro con el hombre que les resultaba atractivo; no obstante, sus pasos eran discretos. Socorro, por ejemplo, coqueteaba tímidamente y se ocultaba entre las plantas para ver el rumbo de Eufemio, pero siempre esperó que él se acercara. Ofelia, por su parte, despachaba la tienda, platicaba y le “echaba ojitos” a Ramón. Gelo, hija de Ofelia, se dejaba cortejar por Pedro y colaboraba, “sin querer queriendo”, para hacer posibles sus acercamientos. Una vez logrado el noviazgo, la vía común para el matrimonio era la unión libre o como se conoce coloquialmente en el ejido, “robarse” a la mujer. Sólo dos de los cinco casos tuvieron una boda en su juventud, Ofelia y Flora se casaron “bien”, a los 14 y 16 años de edad, respectivamente. Quienes tuvieron que irse con el novio, lo hicieron porque era la opción más práctica para formar su familia. Sin embargo, esto no implicó renunciar al sueño de casarse “de blanco”. Socorro, quien de niña Las cinco historias tocan los tres ejes que Alejandro Cervantes (1994) define como elementos identitarios del género femenino: maternidad, matrimonio y trabajo. 29

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soñaba con su boda, lo concretó luego de vivir 50 años con Eufemio. Gelo, con más de 40 años de vida al lado de Pedro, aún conserva la ilusión de casarse. En las cinco mujeres se observa la interiorización de un discurso que integra su rol como mujer en las relaciones afectivas y del papel simbólico del acto matrimonial. Si bien se apropian y anhelan participar de este ritual, también poseen (tanto las mujeres como los hombres) una visión práctica, que aparentemente depende del contexto en el que se desenvuelven. La situación del ejido, los problemas relacionados con la producción agrícola en sus primeros años de funcionamiento, así como las carencias provocadas por vivir en un espacio de reciente formación, hicieron que la formalización de las uniones de pareja fuese algo postergable para mejores momentos. La falta de recursos para festejar y legalizar un matrimonio, por lo menos en los casos estudiados, no fue impedimento para vivir en pareja. El sueño de la boda religiosa y del “casarse bien” se suspendió indefinidamente. La aspiración interiorizada de llegar de blanco al altar se cambió por la “vida posible” en el contexto rural; el caminar pausado, con vestido largo, un velo en el rostro y de la mano de su padre, se sustituyó, como fue el caso de Bertha y Benjamín, por una caminata nocturna de dos kilómetros, en la que tuvieron que brincar canales para evitar ser descubiertos y llegar a su nuevo hogar, la casa de los papás del novio. La maternidad, como dimensión generadora de identidad de género, permite observar claramente la manera en que las mujeres se conciben como un “ser-deotros” y un “cuerpo-para-otros”, tal como lo indica Alejandro Cervantes (1994). El largo recorrido de la vida, el hecho de que los hijos o las hijas sean adultos, si bien relaja el “compromiso” de la madre, no modifica el sentido de responsabilidad para contribuir a su bienestar. Un caso que ilustra esta situación es el de Socorro, quien a sus 80 años de edad manifiesta su preocupación y realiza acciones contundentes para asegurar el destino de sus hijos con problemas de salud. Elías y Tomás tienen alrededor de 60 años de edad, pero Socorro no deja de verlos como seres que dependen de ella y se pregunta qué será de su vida cuando llegue a faltar. La madurez no rompe la obligación de cumplir con sus tareas como madre; su ser y su cuerpo siguen considerando la atención al otro, en este caso, los hijos. Analizar el discurso que ellas han construido a lo largo de su existencia permite observar que son mujeres que asumieron la tradición familiar de velar por los otros, ya sea el padre, la madre, el esposo o los hijos. Son mujeres que no critican ni se sienten incómodas de su rol, aceptan las tareas y, en su propio sentido de vida, se sienten bien en donde están y con lo que hacen y su relación con la familia y comunidad.

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El trabajo en el campo, especialmente en el ejido Morelos, por tratarse espacio relativamente “nuevo”, requiere de la colaboración de la mayoría de los brazos disponibles. Las cinco entrevistadas han sido testigos de las diferentes etapas de su proceso de poblamiento. Flora, Gelo y Bertha refieren con cierto detalle sus experiencias en el trabajo agrícola. Gelo, por ser hija de un ejidatario y hábil con las matemáticas, colaboraba en tareas relacionadas con el pago de los pizcadores durante la zafra del algodón; pero era una actividad temporal, pues cuando ésta concluía, regresaba a cumplir sus tareas en el hogar, como apoyo para su madre. Flora y Bertha son hijas de jornaleros que llegaron al ejido, por ello les tocó un compromiso diferente y en algún momento de sus vidas tuvieron que trabajar en las tierras para apoyar la economía familiar. El trabajo se identifica como un eje productor de identidad de género, pero para el caso del ejido Morelos, el trabajo no es solamente la parte física que implica las diferentes tareas para hacer producir la tierra. Dentro del universo del trabajo, también consideramos la manera en que las mujeres asumen roles propios de “lo masculino”. La tenencia de la tierra es un asunto de hombres, pero ¿qué ocurre cuando falta el hombre? ¿Quién sustituye el liderazgo del esposo/padre? Entre los casos analizados se identifican dos respuestas ante esta ausencia del hombre: una es “tradicional”, apegada lo esperado por el hecho de ser mujer, y la otra es “transgresora”, porque rompe con el esquema socialmente aceptado y reproducido. Socorro y Ofelia corresponden a esta forma tradicional; al faltar su pareja, cedieron los derechos a la tierra a uno de sus hijos, quien se encarga de administrarla y distribuir los eventuales beneficios. Ambas decidieron quedarse en el hogar, continuar con sus roles, y que fuese otro hombre quien asumiera la jefatura de la familia. Por su parte, Flora es una mujer que rompe con este esquema tradicional y es un caso extraordinario porque fue contracorriente, desafió la desigualdad y la opresión propias de un espacio con una estructura claramente patriarcal. Es un caso extremo y atípico, pues no es común que además de asumir el control de su tierra, la mujer ocupe el cargo más importante del ejido, que es la presidencia de la asamblea, la cual recae en el comisariado ejidal. Estas cinco mujeres han superado la adversidad de la vida en el campo sonorense; han participado, al lado de sus familias, en el proceso de apertura de las tierras de cultivo en el valle del Yaqui. Es por esto que se reconocen orgullosas del lugar donde viven. El ejido Morelos es donde han construido su identidad, desean continuar disfrutando de sus casas y de sus vidas, aunque no están rodeadas de todos los hijos y nietos porque en su mayoría migraron a la ciudad. Todas sienten el ahogo del encierro citadino y ninguna visualiza su vida en un lugar diferente a su poblado.

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Paradójicamente, el espacio al cual se sienten arraigadas, no es lo que desean para sus hijos. Describen la vida en el campo como una experiencia dura, donde el trabajo escasea y los servicios son limitados; por esto, sobre todo las dos mujeres más jóvenes (Gelo y Bertha), alientan a sus hijos para que salgan del ejido y busquen un trabajo en la ciudad, “donde les den un seguro, donde los puedan pensionar, porque en el campo no hay nada de eso”. Concluyendo, este deseo de que los hijos hagan su vida fuera del ejido contrasta con la forma idealizada de ver su pasado y quizá se deba a que consideran que sus buenas experiencias, sobre todo de la infancia y la juventud, son momentos que corresponden a otra época, cuando se requerían pocas cosas para vivir y ser felices. Aunado a esta brecha entre la vida que desean para sí mismas y la que proyectan para sus hijos, nos parece que los actos violentos que se han presentado en los años recientes, producto de las actividades del narcotráfico, le han sumado otra razón para salir o no regresar al ejido. Desafortunadamente, el espacio que otrora era caracterizado por una paz y tranquilidad, que les permitía vivir sin cercos o protecciones, dormir afuera de tu casa y transitar sin peligros, actualmente ha sido el escenario de “levantones” y “ajustes de cuentas” por parte de la delincuencia organizada, que ha provocado zozobra entre sus habitantes. Pero ese es tema que merece ser analizado detalladamente en otro momento. Referencias Bellasi, P. (1985). Evenement et quotidien. Sociétés: la rhétorique du quotidien, 1(3), 11. Berger, P., y Luckmann, T. (1968). La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. Castro Vázquez, C. (1989). El Conflicto agrario, la organización campesina en el valle del Yaqui y sus principales fuentes de estudio (1940-1960). (Tesis de licenciatura en sociología). Universidad de Sonora, Hermosillo. Cervantes, A. (1994, julio-diciembre). Identidad de género de la mujer: tres tesis sobre su dimensión social. Frontera Norte, 6(12), 10-20. Dabdoub, C. (1995). Historia de el valle del Yaqui. Hermosillo: Gobierno del Estado de Sonora. Guadarrama, R., Martínez, C. y Martínez, L. (1997). La integración institucional. En G. Cornejo (Coord.), Historia general de Sonora, tomo v (pp. 125-140). Hermosillo: Gobierno del Estado de Sonora.

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Necesidad y condiciones de la democracia líquida: los primeros pasos en México Necessity and conditions of the liquid democracy: the first steps in Mexico Jorge Francisco Aguirre Sala Universidad Autónoma de Nuevo León ([email protected]) Resumen: Se proponen tres objetivos: mostrar la necesidad de la democracia líquida, describir sus condiciones y características, y analizar la viabilidad que, de jure y de facto, tiene en el marco jurídico mexicano a partir de las reformas políticas más recientes. Para lograr estos propósitos, se expone el parecer de las encuestas ciudadanas y el marco teórico general sobre las limitaciones de la representatividad política, el marco teórico particular y las versiones de la democracia líquida para revelar sus alcances participativos, y la recopilación, interpretación y proyección de los elementos jurídicos y políticos existentes en México que darían pauta al modelo líquido. Finalmente, se esbozan algunas líneas para seguir desarrollando la democracia líquida en México a partir de la reciente emergencia de las candidaturas independientes, la inclusión del voto electrónico y otros instrumentos de participación ciudadana. Palabras clave: deliberación, candidaturas independientes, apoderados, revocación, democracia electrónica. Abstract: Three objectives are proposed: to show the need of the liquid democracy, to describe their conditions and characteristics, and to analyze the viability, de jure and de facto, in the Mexican legal framework based on the most recent political reforms. To achieve these purposes is exposed below: the citizen surveys and general and theoretical framework on political representativeness and its limitations, the specific theoretical framework and liquid versions of participatory democracy to reveal their scope, and the compilation, interpretation and projection of the legal and political elements existing in Mexico that would guide to the liquid model. Finally, some lines, which can keep developing the Liquid Democracy in Mexico, are outlined. To do this, we take into account the recent emergence of independent candidates, including electronic voting and other instruments of citizen participation. Keywords: deliberation, independent candidates, proxies, revocation, electronic democracy. Fecha de recepción: 9 de octubre de 2015 Fecha de aprobación: 27 de enero de 2016 Fecha de recepción de versión final: 9 de marzo de 2016

Época II - Vol. IV - Núm. 2 / julio-diciembre de 2016 ISSN 1870-1191 / ISSN electrónico 2448-539X

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Jorge Francisco Aguirre Sala Mexicano. Doctor en Filosofía por la Universidad Iberoamericana, Maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México, y Licenciado en Filosofía en la Universidad Iberoamericana. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (sni). Actualmente es investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Sus líneas de investigación conjugan la democracia electrónica con los aportes de Internet para la participación política. Entre sus publicaciones recientes destacan: Los límites de la representatividad política y las alternativas de la democracia líquida, Revista Internacional de Pensamiento Político, época i, 10, 193-216, 2015; The model of participatory democracy powered by new media en Archiv für Rechts- und Socialphilosophie, Franz Steiner Verlag, Stuttgart, arsp Band No. 101, Heft, julio 2015, Deutschland; Las aportaciones de Internet a la democracia a través del presupuesto participativo electrónico en Telos, Cuadernos de Comunicación e Innovación, España, 2015; Riesgos y ventajas de la gobernanza electrónica y el estatus del estado de Nuevo León, México, en Enclaves del pensamiento, itesm, México, 2015. Su vida y trabajo académico están consignados en 2000 Outstanding Intellectuals of 21st Century, The International Biographical Centre, Cambridge, Inglaterra.

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Introducción El ciudadano común no se siente suficientemente atendido por los poderes públicos. Por su parte, los representantes legislativos no siempre pueden satisfacer las necesidades de los electores tomando en cuenta sus preferencias. Ambas circunstancias evidencian la insuficiencia representativa entre gobernantes y gobernados. Esta condición ha sido denunciada por teóricos de las ciencias políticas y activistas, al tiempo que también ha sido constatada por los resultados de múltiples encuestas. El pronóstico no es alentador, porque la insuficiencia representativa provoca el desencanto de los ciudadanos para intervenir en los asuntos públicos, y ese desinterés, a su vez, incentiva la indiferencia entre los representantes legislativos y sus electores. El resultado final es el distanciamiento entre gobernantes y gobernados mientras no acontece un nuevo periodo electoral para ratificar o cambiar a los representantes políticos. Ello pone en riesgo de extinción a la democracia como un modelo de organización política y social donde se considere, respete y atienda a la soberanía ciudadana más allá de ser depositada en los órganos de gobierno. Ante las dificultades de la insuficiencia representativa han emergido instrumentos de participación ciudadana que pretenden influir en la elaboración, ejecución, transparencia y rendición de cuentas de las políticas públicas. Sin embargo, no todos los instrumentos de participación ciudadana alcanzan dicho propósito. Mecanismos como el plebiscito, referéndum o revocatoria de mandato presentan las mismas limitaciones que el voto. Es decir, no superan los límites de la representatividad, pues son los funcionarios públicos quienes los convocan y se realizan bajo el esquema reduccionista de un “sí” o un “no”. Por otra parte, los mecanismos distintos a la mera elección de un “no” o un “s����������������������������������� í���������������������������������� ”, como las iniciativas de ley populares, la consulta ciudadana y los presupuestos participativos, se enfrentan a las objeciones de viabilidad de la democracia deliberativa. Llegados al punto de superar las limitaciones del modelo representativo y de algunos de los instrumentos participativos, este ensayo se propone exponer la necesidad y condiciones de nuevas fórmulas democráticas. Al mismo tiempo, busca recuperar los elementos más democráticos del modelo representativo y participativo para no tirar al niño junto con el agua sucia de la bañera. Eso permitirá que la soberanía ciudadana no se extinga bajo el agalma de una representación política o el subterfugio de una participación simulada. Las nuevas fórmulas democráticas se aluden con la denominación de democracia líquida. La democracia líquida, como su propio adjetivo lo sugiere, no se basa en una sola forma de representación política o de encauzar a la soberanía ciudadana. Para

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comprender su necesidad, condiciones y viabilidad, en un primer apartado se expondrá el estado que guardan las insuficiencias representativas en el aspecto empírico y teórico. Acto seguido, se establece un marco teórico general sobre los pormenores de los tipos de representación y los alcances participativos. Desde ahí se sientan las bases para el marco teórico particular de la democracia líquida en tres de sus versiones. Desde ese contexto se abordan las recientes reformas políticas mexicanas y sus efectos sociales con el objeto de exponer las posibilidades que de jure y de facto puede tener dicho modelo. Para finalizar, se esbozan algunas líneas para seguir desarrollando la democracia líquida en México a partir de la reciente emergencia de las candidaturas independientes. Fundamento teórico La insuficiencia de la representación legislativa provoca en los ciudadanos el desencanto hacia sus representantes y el mínimo involucramiento en la política, más allá del acto de votar. La poca o nula incidencia de los electores en la definición y ejecución de las políticas públicas se encuentra testimoniada en varios datos empíricos, como por ejemplo: sólo 3.4% de los mexicanos tiene mucha confianza en el Congreso de la Unión mexicano, mientras que 39% no tiene mucha confianza, y 30.3% carece totalmente de ella, según la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey, 2014). De entre todas las instituciones públicas, los partidos políticos en México tienen el menor porcentaje de confianza, según el reporte de Parametría (2012). Por su parte, Corporación Latinobarómetro (2013) indica que “45% de los encuestados afirman que puede haber democracia sin partidos políticos […] el 38% cree en la posibilidad de la democracia sin congreso nacional” (p. 36). Esta misma medición colocó a México en el penúltimo puesto de Latinoamérica en satisfacción con la democracia. El gobierno mexicano no desconoce estas circunstancias, pues la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de la Secretaría de Gobernación (2012) reportó que 65% de los entrevistados tienen poco interés en la política, y eso se puede explicar porque 80% de los encuestados considera al voto como el único mecanismo para expresar si el gobierno hace bien o mal las cosas. Si los porcentajes son alarmantes, no lo es menos el hecho mismo de constatar que la concepción de la política se reduce al voto como medio único de incidencia ciudadana. Las evidencias de la representatividad política deficiente también es patente en las investigaciones sociales. “[…] según los últimos datos de la cepal, la gente que cree más o menos en los partidos políticos está en el 20%”, indica Castells (2012),

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quien vuelve a encontrar un resultado equivalente dos años después (2014): “Las encuestas muestran que entre el 50 por ciento y el 80 por ciento de los ciudadanos, según países, no se consideran representados por partidos y gobernantes y ponen en cuestión las reglas institucionales de funcionamiento democrático”. Con base en esto, se puede conjeturar que la representatividad política de los órganos de gobierno no tiene un sustento sólido, ni ampliamente demográfico, que le otorgue cabal legitimidad y, por tanto, no posee un carácter suficientemente democrático. Cabe mencionar que la representatividad política no hace sustentable a la democracia porque su actual forma no puede garantizar políticas públicas originadas desde las preferencias ciudadanas. En este sentido, el Congreso y las legislaturas estatales tienen por misión otorgar esa garantía, pero sus estructuras, procedimientos e instrumentos no están diseñados para seguir y acatar las preferencias de los ciudadanos, y tampoco para que el parecer de los mismos impacte en las decisiones de quienes han sido elegidos como sus representantes. Destacados teóricos de la ciencia política coinciden entre sí y a priori con las encuestas aludidas respecto a la insuficiencia o crisis de la representatividad. Por ejemplo, Manin (1997) advirtió graves problemas de comunicación, organización y legitimidad de los gobernantes hacia los gobernados. Su diagnóstico puntualiza cuatro dificultades para los modelos de la democracia representativa (trátese de democracias de parlamentarismo, de partidos o de audiencia). Esos problemas son: a) la forma de elegir a los representantes y las características personales que marcan su preferibilidad; b) el grado de autonomía otorgado a los representantes; c) el rol de la opinión pública, y d) el espacio de la deliberación política. Y es, en efecto, la forma de elegir y de tener representantes, aunadas a la autonomía de los mismos, lo que genera la pérdida o inicial disolución de la soberanía ciudadana. La percepción de una falsa representatividad política y su consecuente pérdida de soberanía es descrita lacónicamente por el afamado constitucionalista estadounidense Cass Sustein (1999): “en cualquier democracia representativa, hay simplemente demasiada discrepancia entre los resultados legislativos y los deseos de los votantes” (p. 351). Desde 1915, antes de que existieran los partidos políticos en muchos países de Latinoamérica, Michels (1915) ya había formulado la “ley de hierro de la oligarquía”. Según esta ley, los partidos políticos, inevitablemente, desarrollan la tendencia oligárquica. La oligarquía sobrevive porque los gobernantes no son verdaderos delegados de la soberanía de los ciudadanos, sino “representantes” desvinculados, y porque el proceso deliberativo y consensual que lleva a la construcción las polí-

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ticas públicas es exclusivo para las élites de los grupos registrados por sí mismos como partidos políticos y excluye la participación ciudadana. Si la participación ciudadana llega a existir en la democracia representativa, generalmente se hace presente en consejos y comités ciudadanos sin vinculación a las decisiones de las cámaras. Además, dichos organismos se prestan a una simulación soterrada que los enajena en la conformación de la agenda política. Si a ello se suman las limitaciones que padece la ciudadanía al carecer de instrumentos para ejecutar la rendición de cuentas, los juicios políticos y las garantías de las promesas de campaña, entonces la necesidad de nuevas formas de representación y participación se vuelven más apremiantes. Bajo esta consideración, las nuevas propuestas requieren influir en los órganos de representación y decisión, y para ello la soberanía ciudadana ha de fluir democráticamente por esos cauces. Marco teórico general Dentro del marco teórico general de la representación política no puede ignorarse una de las causas remotas que provocan las inconformidades con la representatividad: la traición a la naturaleza misma de la libertad, la igualdad y la fraternidad como médulas de la democracia, porque se ha obligado al ciudadano a declinar su soberanía en los representantes políticos. En la historia moderna, el ejercicio de la soberanía se instrumentalizó con el advenimiento de la democracia. La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (que, como es sabido, corresponde a la declaración aprobada por la Asamblea Nacional Francesa el 26 de agosto de 1789) expresó el poder soberano de índole político con toda claridad en su artículo 6o: “La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen el derecho de concurrir a su formación personalmente o por representantes” [la modalidad de las cursivas no existe en el texto original]. Es decir, en el origen de las democracias modernas se planteó la disyuntiva, no excluyente, de la democracia directa y/o la democracia representativa, al reconocer el derecho a concurrir en persona o por representantes a las sesiones donde habrían de deliberarse y definirse las políticas públicas. En pocas palabras: se daba pauta a establecer las políticas públicas en una expresión directa de la voluntad soberana que resultaba potestativa. Y, en consecuencia, la representación no era forzada. La idea de construir la voluntad general personalmente o por representantes ha tenido muchos cambios porque los escenarios demográficos, multiculturales, ideológicos y económicos se alejaron de las circunstancias de 1789. Inclusive, las con-

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diciones actuales privilegian al modelo representativo, alegando la imposibilidad informativa, comunicativa, deliberativa y consensual entre una amplia demografía de representados y la complejidades de los asuntos a definir. El debate sobre las bondades de la representación política es amplio. En un ensayo considerado fundacional, Pitkin (1972) clasifica la representación política en cinco categorías, destacando la representación como autorización, como responsabilidad y actuación sustantiva. En la autorización, el representado autoriza al representante y, por ende, debe responsabilizarse de las acciones que éste realice. En la representación con responsabilidad, el representante debe rendir cuentas (accountability) ante su representado. La representación sustantiva es muy parecida a la primera, a la de autorización, pues el representante actúa en nombre de los intereses o como agente del representado. Obviamente, en la representación sustantiva cabe cuestionar quién define mejor los intereses a representar y defender, y qué tanta responsabilidad puede fincársele al representante en la medida en que haya actuado con total autonomía o lo haya hecho bajo directrices definidas con precisión de parte de su representado. Sartori (1999), en defensa de la representación, hace una clasificación en la que considera dentro del derecho privado a la representación jurídica y en el derecho público a la política. La representación política no posee instrucciones vinculantes de prohibición o de mandato imperativo hacia el representante, y tampoco posee la revocabilidad inmediata, sino hasta que expire el plazo de ejercicio de su función. Cabe entonces preguntarse: si el representante no tiene limitaciones, ni instrucciones obligatorias de decisión y actuación, y tampoco revocabilidad, ¿se trata de una representación o de una sustitución? Con 32 años de reflexión, Pitkin (2004) responde: “el resultado predominante ha sido que la representación ha suplantado a la democracia en lugar de servirla” (p. 340). En el otro extremo podría considerarse que si el representante tiene un mandato vinculante imperativo (tanto para hacer como para omitir) y, a su vez, es susceptible de revocabilidad y sustitución, entonces la representación deviene una reproducción de la voluntad. Si así fuere, ¿qué caso tiene la representación política con funcionarios de carrera o, al menos, con preparación y acopio de experiencia? La respuesta debe ser lúcida: los representantes deben ser expertos en los asuntos a decidir en representación de los electores, y aceptar el compromiso de rendir cuentas con transparencia y la posibilidad de ser removidos según el interés o deseo de los representados. Ferrajoli (2007) toma las nomenclaturas de Sartori, pero las dota de su propio núcleo semántico y las hace derivar en representación voluntaria, necesaria o legal,

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y orgánica o institucional. El derecho público, en el ámbito de la política, utiliza la institucional porque, según este autor italiano, el funcionario o institución, como persona jurídica, considera al representado como incapaz. De la misma opinión es Schumpeter (1976): “[…] el elector común no tiene capacidad para discernir sobre los temas públicos de manera autónoma y racional y tampoco pueden obtener soluciones claras para los problemas” (p. 262). Bobbio (1988) también apunta a dos tipos de representatividad dependiendo de las funciones del representante: como delegado o como fiduciario. El delegado tiene un designio preciso, limitado y revocable, lo cual aplica para el derecho privado. Es decir, posee el perfil de un apoderado, que también se conoce como delegado proxy. El representante fiduciario posee libertad para actuar en nombre del representado y, por tanto, no tiene una representatividad vinculante ni la obligación de ejecutar mandatos; según Bobbio este tipo de representatividad ha de corresponder al derecho público. Urbinati (2006), por su parte, muestra también dos tipos de representación: la formal y la informal. La primera es la representación necesaria y forzada de los electores por sus representantes políticos. La informal es aquella donde los electores pueden auto-rrepresentarse fuera de las reglas de los parlamentos, hasta el punto que podrían constituirse ante éstos como los únicos representantes de sus propios intereses. Esta posibilidad constituye el germen de la democracia líquida al reconocer en los electores, fuera de las limitaciones reglamentarias de los parlamentos, el derecho a representarse por sí mismos, lo cual, de manera implícita, hacen para sí los representantes políticos cuando participan en las cámaras. Así entonces, las principales opciones para que la soberanía ciudadana pueda ser representada en los órganos de gobierno son delegación o fideicomiso. En la primera, el representante está obligado a seguir imposiciones o mandatos vinculantes de parte de sus representados y a dar cuenta de sus acciones. Además, es corresponsable de las decisiones y acciones tomadas. En la representación por fideicomiso, o fideicomisaria, los representantes políticos pueden tomar decisiones según sus propias perspectivas, no están obligados a rendir cuentas de sus pareceres y están exentos de sanciones por no seguir la opinión de sus representados. En la representación por delegación, los representantes políticos actúan en nombre de los representados y también por cuenta de ellos. En la representatividad fiduciaria se actúa en nombre de los representados y a cuenta de ellos. En nombre de los representados, porque se cumple con los requisitos formales y procedimentales para representarlos, dado que la elección popular supone el reconocimiento de la

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mayoría de electores para que los representantes puedan ejercer funciones públicas. Sin embargo, el problema radica en que esa capacidad (probada solamente por la victoria electoral) no es equivalente al nivel de responsabilidad técnico-jurídico y moral que los representados esperan cuando delegan el poder de su soberanía y las cosas no resultan conforme a sus deseos. Y por ello, al momento de enfrentar las consecuencias, los representantes fiduciarios han actuado sólo a cuenta de los representados y no por cuenta de ellos. Al suponer que los representantes actúan por los electores y a cuenta de los electores, el supuesto debe fundarse en que los representantes actúan en el mismo sentido político, técnico-jurídico y moral en que los representados desean dirigir la política, y que para ello han instruido a los representantes con instrucciones de acciones y alcances precisos. Bajo esta consideración, los representantes son responsables de cumplir las órdenes, y los representados serán los responsables solidarios de las indicaciones y sus consecuencias. Así entonces, los representantes serían más delegados que fiduciarios, pues reciben instrucciones y mandatos para realizar ciertas acciones y cuando, por razones políticas, operan como fiduciarios, los electores deberían tener derecho al veto, a los derechos diferenciados y, en última instancia, a revocar su delegación o representación. La representación de la soberanía por medio de la representatividad delegada debe presentarse como constitutiva y regulativa. Por constitutiva ha de entenderse que las acciones del representante son responsabilidades de los representados y también de los representantes. Y por regulativa entiéndase que se concede al representante el derecho de actuar con un margen de autonomía por tener la responsabilidad de hacerlo oportuna y técnicamente en el sentido de los intereses de los representados. Sin duda, el equilibrio es difícil porque los casos concretos pueden exigir un estricto apego al mandato emitido por los representados y recibido explícitamente por el representante. Pero, por otra parte, los representantes podrían tener necesidad de actuar más allá de las instrucciones recibidas para defender los intereses de los representados o alcanzar mayores beneficios de aquellos inicialmente previstos. O, inclusive, pueden existir circunstancias extremas donde los representantes omitan los mandatos recibidos en razón de emergencias o motivos precautorios, siempre y cuando dichas omisiones resulten justificables en un juicio político, acepten el veto ciudadano y, eventualmente, pueda ejercerse la revocación de mandato. En lo concerniente al involucramiento ciudadano para superar las limitaciones de la representatividad, las dificultades no se hacen esperar por los teóricos que argumentan contra la democracia participativa, la deliberación y las formas de

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participación. Entre ellos hay críticos moderados y radicales. En el grupo de los primeros se encuentran Macpherson (1982) y Sartori (1999, 2005); entre los últimos destacan Dahl (1993) y Schumpeter (1976). La participación ciudadana en la política posee un alto grado de dificultad, pues los asuntos de las agendas parlamentarias son tan complejos que no pueden plantearse en una esquemática consulta popular, y tampoco caben en las escalas locales, como se hace notar por los asuntos que rebasan al presupuesto participativo. Problemas como el equilibrio entre el crecimiento económico que requiere de la explotación de recursos naturales y los compromisos mundiales ecológicos, o la explosión demográfica y la migración vinculadas al desempleo, son cuestiones tan sofisticadas que los ciudadanos no pueden generar, según alega Macpherson (1982): “las respuestas [que] constituyeran una directriz clara dada al gobierno” (p. 116). Por lo tanto, no es viable una democracia donde los ciudadanos indiquen a sus representantes los imperativos bajo los cuales actuarán en nombre de ellos, ni siquiera por ellos o a cuenta de ellos. Consecuentemente, Macpherson (1982) afirma: “no podemos prescindir de los políticos elegidos” (p. 118), quiénes deben dominar la agenda pública y el procedimiento para tomar decisiones. Del mismo tenor son las objeciones de Dahl (1993) al referirse al tamaño y composición del demos, pues debe considerarse “la diversidad, el conflicto, la poliarquía, el pluralismo social y organizativo, y la expansión de los derechos individuales” (pp. 259-260). Todas estas son condiciones que dificultan la participación igualitaria y sin consignas, pues son efectos de la inevitable multiculturalidad contemporánea. Y por tanto, según estas premisas, queda justificada una poliarquía por encima de una democracia participativa. La participación ciudadana, por otro lado, al requerir mayor involucramiento de ciudadanos diferentes y diferenciados, resta poder a la soberanía de cada uno de ellos en la medida en que no se aglutinan en una misma decisión política. Sartori (2005) describe esta situación advirtiendo: “la participación puede hacerse operativa limpiamente como una relación expresada mediante una fracción. A medida que aumenta el denominador, la ‘prorrata’ (la porción, el peso, la importancia) de cada participante disminuye proporcionalmente” (p. 153). Esta observación constituye una objeción fuerte a la modalidad de la democracia directa cuando ésta carece de deliberación. También es una objeción contra la democracia líquida en la versión Democracia 4.0. En efecto, amén de la información y conocimiento que requiere la participación activa por parte de los ciudadanos, cuando dicha participación se ejerce a través de mecanismos como el referéndum —que la mayoría de las veces no tiene espacios

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para la deliberación—, resulta que, como el plebiscito, la consulta ciudadana o la revocación son insuficientes porque quedan reducidos a un modo de elección (no de un candidato o un partido, tampoco de los representantes fiduciarios) por el cual se “pondría sobre la opinión pública una carga inconmensurablemente mayor que la que soporta en las democracias representativas” (Sartori, 2005, p. 158). En otras palabras, los mecanismos de la democracia participativa —a excepción del presupuesto participativo que propone sus propios planes de política pública— quedan reducidos a las votaciones plebiscitaria, refrendaria o revocatoria propuestas por quienes tienen el control de la agenda política. Por ello, Macpherson (1982) advertía: “[…] no se presta suficiente atención a un requisito ineludible de todo procedimiento de adopción de decisiones: alguien debe formular las preguntas” (p. 115). Y desde ahí hacia la estocada final al modelo participativo: “las decisiones políticas no se generan normalmente en el pueblo soberano, sino que se someten a él. Y los procesos de formación de la opinión no se inician desde el pueblo, sino que pasan a través del pueblo” (Sartori, 2005, p. 166). De ahí entonces la importancia de la formación de la opinión pública más allá de la mera información para votar con un llano “sí” o “no”. Se requiere de un conocimiento decantado por el proceso deliberativo capaz de abordar con seriedad la complejidad de los asuntos públicos. Pero, en efecto, participar con los mecanismos hasta ahora descritos, no es deliberar, y las deliberaciones ciudadanas, a su vez, todavía están lejos de la capacidad técnica, jurídica, financiera y moral reales que implica decidir correctamente por el bien general. Cabe discutir que los argumentos de Sartori, en especial respecto a la opinión pública, no son del todo vigentes. La opinión pública, sobre todo aquella formada a través de los mass media, no es una fuerza autónoma como lo pretende el pensador italiano (Sartori, 2005). Tampoco el poder electoral es siempre efectivo, pues de ser así, no hubiera entrado en crisis de legitimidad el modelo representativo creando la necesidad emergente del modelo participativo a pesar de las deficiencias deliberativas. Además, con los new media se ha demostrado que no sólo muchas opiniones, sino también muchas peticiones, inician desde el pueblo y no meramente transitan a través de él. Por estas razones, en la evolución de los medios de participación también se han generado instrumentos más sofisticados a pesar de su dificultosa implementación. Como por ejemplo, la denominada advocacy planning o planificación abogadil, por la cual un abogado profesional busca representar los intereses de los ciudadanos políticamente débiles o que serán afectados por las decisiones gubernamentales. Esta figura (con variadas modalidades del conocimiento especializado y mayor

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entrega a la confianza técnica, moral y política) es la médula de los representantes delegados proxies apoderados que constituyen una de las modalidades de la democracia líquida. Otro instrumento igualmente sofisticado —y muy cercano a la experiencia de deliberación en asambleas o votaciones barriales de los proyectos del presupuesto participativo— es el llamado Taller del Futuro, que, según sus autores (Jungk y Müllert, 1987), es una técnica social de solución de problemas y un instrumento de trabajo grupal creativo. A pesar de los new media, la Advocacy Planning y los Talleres del Futuro, las objeciones que enfrentan el modelo representativo y los instrumentos participativos generan la������������������������������������������������������������ búsqueda de nuevas����������������������������������������� formas de democracia en una complementariedad que emerge de manera gradual. Bobbio (2005) ilustra esto cuando explica: […] entre la democracia representativa pura y la democracia directa pura no hay, como creen los partidarios de la democracia directa, un salto cualitativo [… sino que] un sistema de democracia integral puede abarcar a las dos, a cada una de acuerdo con las diversas situaciones y las diferentes necesidades, porque son, en cuanto adaptables a diversas situaciones y a diferentes necesidades, perfectamente compatibles entre ellas. (pp. 60-61)

Por lo tanto, se requiere la apertura de los espacios participativos, directos o semidirectos dentro de las cámaras para hacer oír las voces ciudadanas independientes de los representantes políticos fijos por todo un periodo electoral y que se encuentran consignados o dogmatizados a través del partido político gracias al cual ocupan su escaño. La constitución de estos espacios es propuesta por la democracia líquida. Marco teórico particular Así como es cierto que el tránsito de la democracia representativa a la participativa no es un salto cualitativo, también es cierto que el modelo líquido posee gradualidad, sobre todo porque requiere superar circunstancias históricas como la crisis de legitimidad del modelo representativo al aprovechar la apertura legal a los espacios de participación directa, tal y como lo permite la adhesión de prácticamente todos los países del orbe al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos promulgado el 16 de diciembre de 1966 por la Organización de las Naciones Unidas (onu). En lo particular, ha de atenderse el artículo 25, sección a), que otorga a todos los ciudadanos el derecho y la oportunidad de “Participar en la dirección de los asuntos

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públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos” (onu, 1966, p. 11) [la modalidad de cursivas no se encuentra en el texto original]. Aunadas a las condiciones históricas y jurídicas para superar la crisis de legitimidad del modelo representativo, existe la gradualidad del desarrollo de las redes sociales cibernéticas en una web de tercera generación. Ésta busca ir más allá de los límites informativos, comunicativos y deliberativos que han enfrentado los modelos representativos y participativos. A reserva de describir algunas formas concretas, cabe definir a la democracia líquida como el modelo de organización política por el cual los ciudadanos no declinan su soberanía en representantes fiduciarios, sino que la delegan en espacios múltiples. Dicha delegación puede hacerse en una o varias de las siguientes alternativas: representarse a sí mismo por medio de la presencia electrónica en las cámaras o parlamentos; representarse a sí mismo participando y contabilizando su parte proporcional de soberanía en el espacio correspondiente al representante de su distrito electoral o político; representarse a través de apoderados proxies ad hoc según el asunto de la agenda política. Estas tres alternativas permiten comprender distinciones avanzadas sobre la representatividad política, como las denominadas arriba, haciendo referencia a Urbinati (2006), o la representatividad giroscópica y sustitutiva que Mansbridge (2011) ha planteado a lo largo de su extenso derrotero para superar la distinción de la representatividad por delegación y por fideicomiso. Por la representación giroscópica los electores designan un representante cuya constitución asegure su satisfacción sin necesidad de elementos externos (es decir, sin necesidad de partidos políticos que resultan ajenos a la relación de representatividad entre electores y representantes, como el caso de los apoderados proxies); y por la versión sustitutiva se permite que un legislador represente a electores fuera de su distrito y hasta de su competencia electoral (y, en definitiva, que sólo sea el mediador en las cámaras o el parlamento). En el fondo, Mansbridge propone que un ciudadano pueda ser representado por proxies apoderados, pues no hay razón para oponerse a que un ciudadano sea representado por un sujeto elegido expresamente para un tema específico de la agenda política en el cual el representante sea un experto. En este sentido, Mansbridge abre un sendero para imaginar el modelo de democracia líquida gracias a la forma giroscópica, es decir, la selección de representante en vez de la elección de representante. La selección motiva a la participación autónoma de quiénes pueden seleccionar y ser seleccionados sin necesidad de pertenecer a un partido político; exige que los ciudadanos posean información; evita la corrupción y da cabida a la

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flexibilidad de candidatos independientes, candidatos que serán independientes no sólo de partidos políticos, sino también de los plazos fijos de representatividad, y serían seleccionados según los asuntos de la agenda pública. La primera forma de la democracia líquida es la representación de los electores por sí mismos en las cámaras o parlamentos. Democracia 4.0 constituye una postulación contemporánea de este tipo de democracia directa. Bajo la premisa de que cada representante político vota en las cámaras utilizando un tablero electrónico, cabe la posibilidad de que cada elector también lo haga de modo remoto, representándose a sí mismo, a través de los instrumentos que ofrece Internet, de manera que cualquier elector ejerza su correspondiente porcentaje de soberanía en las votaciones, porcentaje o cuota que no tiene por qué deponer en los representantes legislativos, sobre en todo, con base en la estipulación de participación directa señalada en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ya mencionado. Para los promotores del modelo Democracia 4.0, la democracia deja de funcionar como la elección temporal de unos representantes que definirán y/o ejercerán las políticas públicas por un periodo fijo, y se convierte en una práctica centrada en “la participación detallada en contenidos, no en identidades [partidistas]” (Jurado, 2014, p. 149). Sin embargo, esta modalidad no contempla el procedimiento por el cual la participación se volcará sobre los detalles de los contenidos, pues carece de espacios para la discusión de la agenda pública y los procesos deliberativos. Aunque la versión Democracia 4.0 nace ceñida a que cada elector se represente a sí mismo dentro del espacio soberano que corresponde a su representante distrital y no contempla el escenario de una asamblea general o votación nacional, podría ampliarse a una representación allende a dicha potestad distrital o partidista. No obstante, sus promotores la limitan a la “desrepresentación” del funcionario legislativo en turno del sector o distrito del elector participante (Jurado, 2013). En ese mismo sentido, como ya había visualizado Sartori, a mayor participación ciudadana, el mayor denominador acarreará la disminución del peso proporcional de cada participante. Por lo tanto, la fórmula deriva en un ejercicio de referéndum o veto inmediato donde la mayor coalición espontánea obtendrá el triunfo. Y, como es obvio, esta fórmula tendrá mayor éxito participativo en los asuntos más generales que en los más puntuales, por ejemplo, cuando se trata de presupuestos o tasas tributarias en lugar de reglamentos de poca amplitud demográfica. La segunda forma de la democracia líquida, la versión de representación a través de los espacios ganados por partidos, no desplaza a los representantes partidarios o ejerce la “desrepresentación”, sino que permite designar, desde un inicio, a los delegados y tomadores finales de decisiones, sin considerar a los funcionarios

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de los partidos. Esta modalidad permite delegar —y no transferir fiduciariamente— la soberanía a través del voto sustituyendo temporalmente la autonomía de los partidos según se lo demanden sus electores o lo requiera la agenda pública (como lo hizo el 12 de septiembre de 2013 el diputado español Joan Baldoví —de la coalición de los partidos Equo-Compromís—, que dispuso de su curul en el sentido de la votación abierta en Internet que tuvieron sus electores). Esta modalidad es muy distinta a la de los candidatos independientes, pues éstos, habiendo obtenido la victoria electoral, no tienen una representatividad vinculante con su electorado. Es decir, operan en el modelo representativo fiduciario sin compromisos hacia un partido ni con los ciudadanos. Dicha modalidad de la democracia líquida no está exenta de algunos inconvenientes: los partidos políticos no declinarán sus espacios en las cámaras porque en ellos sus funcionarios defienden los intereses corporativos de partido. A su vez, los miembros de partidos electos no tienen obligación vinculante con sus electores, sino, precisamente, con sus partidos; si bien pueden dimitir de sus adscripciones partidarias sin hacerlo de sus cargos de elección cuando éstos les han sido asignados. Inclusive, existen legislaciones que permiten a diputados y senadores renunciar al partido, cambiarse de partido o ubicarse entre los independientes sin renunciar al cargo representativo. El ejercicio constante y fluido de la soberanía no puede dejarse al arbitrio de algunos representantes políticos que, gozando de la representación fideicomisaria, puedan declinar su filiación partidista. O peor aún, no atiendan los imperativos vinculantes de los intereses de sus electores. Para evitar éste y los demás vicios del modelo representativo, la democracia l������������������������������������������� íquida propone una ���������������������������� tercera forma: los escaños o curules que poseen los partidos en la cámaras, y también los representantes independientes, habrán de ser ocupados por los delegados o representantes proxies apoderados elegidos expresamente para definir las política públicas contempladas en la agenda pública. Esta fórmula eleva en una síntesis superior las diferencias y bondades de los modelos representativos y participativos, pues normaliza la legitimidad al exigir una nueva “articulación de la democracia representativa con la participativa” (De Sousa, 2004, p. 80). Síntesis que Pérez (2014) puntualiza: […] la democracia representativa […] resulta imprescindible para asegurar la deliberación, mientras que la democracia directa es más eficaz para garantizar la participación. Por eso… no se debe optar por uno de esos tipos alternativos de democracia, sino que debe reforzarse su complementariedad. (p. 20).

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Por lo tanto, al combinar representación con participación, la deliberación se da entre expertos, y la delegación soberana alcanza los modos impositivos, vinculantes y revocatorios propios del modelo líquido. Como no es práctico convocar a miles de ciudadanos para decidir cada asunto, o al menos, como cada elector no es experto ni está interesado en el sinnúmero de asuntos que es menester decidir, para cada tópico que debe tratarse en las cámaras habrá de convocar a los ciudadanos para que elijan representantes ad hoc. Al elegir representantes, la representación tendría carácter vinculante por la intervención de los delegados proxies apoderados ad hoc. Además, al delegar el voto para que otro decida desde la confianza que se le deposita en su experiencia, conocimiento y calidad moral, con independencia de los partidos políticos y de los plazos electorales, se atiende a los asuntos y contenidos, y no a las identidades partidistas. La democracia líquida, instrumentada por medio de las redes sociales cibernéticas, permite expresar el por qué se delega el voto en otro, qué se le pide al delegado y qué se muestra a los demás para unírsele. Y dicha exhibición es potestativa. Ello equivale a que los ciudadanos propongan y desarrollen públicamente soluciones de acuerdo con estándares democráticos deliberativos, tanto en la delegación como en los contenidos, que dotarán de legitimidad a las políticas públicas construidas por ellos mismos. De esta forma se evita que la redacción legislativa se reduzca a élites partidistas o de representantes independientes. En opiniones de algunas versiones españolas (El Partido de Internet. Disponible en: http://www.democracialiquida.org/), alemanas (The Liquid Democracy Journal, disponible en http:// www.liquid-democracy-journal.org) y, en general, de las expresiones mundiales que han manifestado los llamados por sí mismos “Partidos piratas” (http://www. pp-international.net/), todo esto es equivalente a establecer un parlamento temporal para cada problema o política a definir. La democracia líquida respeta la secrecía del voto, pero otorga la oportunidad de hacerlo público y, sobre todo, fundamentado en la deliberación, para que las razones que un ciudadano considera buenas, también puedan parecer válidas a otros. La delegación pública del voto obliga al representante proxy apoderado a conservar la línea comunicativa con sus representados y a rendir cuentas de su actuación final. De esta manera se llega a la representatividad constitutiva y regulativa, y la incapacidad de los electores para tomar decisiones políticas es superada por los expertos que los votantes elijan y no en quienes los partidos políticos les impongan. Internet, por su parte, hace viable la instrumentación de estos procesos para las macroescalas demográficas, informativas y comunicativas.

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Recapitulando los motivos, medios y oportunidades, en referencia a evitar la representación política desvinculada entre representantes y representados, cabe resumir: los motivos obedecen al deseo de no obsequiar la soberanía, sino hacerla valer con una representación delegada y no fiduciaria; los medios conciernen a los apoyos instrumentales de Internet; y las oportunidades se hacen posibles en el ejercicio de la parte proporcional de soberanía que cada ciudadano ejerce a través de su intervención electrónica directa o por proxies apoderados ad hoc en sustitución total o parcial de los representantes fijos de los partidos o distritos. Estudio de caso: las posibilidades líquidas para México El modelo democrático mexicano es representativo. Ello se establece en el artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que a la letra dice: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa”. La representatividad política mexicana, como representatividad pública, es fiduciaria y no delegada. En consecuencia, se trata de una representatividad a cuenta de los ciudadanos y no por cuenta de ellos, dado que no tiene poder imperativo, ni vinculante, ni de mandato. Sin embargo, en la totalidad del marco jurídico mexicano existen importantes elementos que dan pauta al modelo líquido. El primero corresponde a la potestad de autorrepresentación ciudadana. Ésta se halla en la adhesión de México al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (onu, 1966), por la suscripción que el presidente José López Portillo hizo el 24 de marzo de 1981 como un acuerdo internacional, razón por la cual tiene la misma calidad jerárquica que la Constitución. Consecuentemente, la adscripción se promulgó en el decreto del Diario Oficial el 20 de mayo de ese mismo año, dando derecho, como ya se ha dicho, a cualquier ciudadano mexicano, a “[…] Participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente”. Sobre este fundamento, la ciudadanía mexicana tiene derecho a recuperar de los representantes políticos la cuota o proporción de soberanía que había declinado y participar directamente en las cámaras cuando lo desee. Pero este derecho no se ha instrumentalizado en las cámaras cuando éstas se dan a la tarea de los debates deliberativos o de recoger los resultados de las votaciones, a pesar de contar con los avances cibernéticos que podrían utilizar los ciudadanos que deseen participar. El segundo elemento jurídico consiste en la capacidad de revocatoria tácitamente expresada����������������������������������������������������������������������������� en el artículo 39 constitucional, el cual señala: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo […] El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar

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la forma de su gobierno” [la modalidad de cursivas no se encuentra en el texto original]. La estipulación “en todo tiempo”, aplicable al derecho de “modificar la forma de gobierno”, da lugar tanto a la modificación de los periodos como a las formas de representación. Con fundamento en ello, puede establecerse la opción de la representación delegada, la revocatoria para la misma y/o la autorrepresentación. Obviamente, el derecho democrático a la potestad de autorrepresentación fundado en la participación directa de los asuntos públicos y el derecho a la revocatoria representativa como dinamismos que exige el modelo líquido, resultarían imposibles para las dimensiones del demos mexicano sin la instrumentación de Internet. La presencia de Internet para el uso ciudadano en el sistema electoral mexicano aparece por primera vez gracias a la reforma política de 2013, que culminó con la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (lgipe), publicada el 25 de mayo de 2014 en el Diario Oficial de la Federación. En esta ley se contempla la utilidad de Internet sólo para el voto electrónico, el cual es exclusivo para el ejercicio del sufragio que puedan emitir los connacionales residentes en el extranjero (artículos 1 y 330), y está limitado a la elección del presidente, senadores, gobernadores y jefe de Gobierno del Distrito Federal (hoy Ciudad de México), y no se contempla para las escalas de diputados federales y estatales, ni para las presidencias municipales. Ante este escenario cabe cuestionar: ����������������������������������������� ¿���������������������������������������� Por qué hacer uso de las nuevas tecnologías sólo para el sufragio? ¿Por qué permitir el voto electrónico exclusivamente en la elección de algunos representantes y no para participar en la construcción de las políticas públicas? Este punto interpela de jure y de facto la instrumentación del modelo líquido como derecho ciudadano, en especial para aquellos ciudadanos que deseen participar directamente en la dirección de los asuntos públicos, como señala el ya citado Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. No obstante lo anterior, el uso de Internet, más allá de la instrumentación para el voto en una mera acción electoral, también aparece con especial relevancia en la Estrategia Nacional Digital (Gobierno de la República, 2013) que contempla el desarrollo político y la participación como elementos de la digitalización política, participación ciudadana que, en el tono general de la Estrategia Nacional Digital, se presenta bajo la idea colaborativa de la gobernanza, tomando en cuenta la adopción de una “comunicación digital centrada en el ciudadano” (Gobierno de la República, 2013, p. 18), como parte fundamental del objetivo de la transformación gubernamental, es decir, reconociendo que la transformación gubernamental apunta hacia una gobernanza donde la soberanía del ciudadano tiene el papel capital en las relaciones con el gobierno.

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Y quizá en lo más significativo dentro de la gobernanza que busca la Estrategia Digital, se hallan las aplicaciones de Internet con el objetivo de obtener los medios “para el uso de datos como sustento empírico al proceso de diseño de las políticas públicas” (Gobierno de la República, 2013, p. 20). Es decir, que si se reconocen las bondades de Internet para el uso de datos empíricos, entonces también se reconocen en miras al ulterior diseño de las políticas públicas. En otras palabras: la Estrategia Nacional Digital busca aprovechar los avances de la era digital para desarrollar la democracia, la gobernanza y la participación ciudadana. Por tanto, con el aprovechamiento de las tecnologías de información y comunicación (tic), la Estrategia Digital apunta hacia la democracia líquida de fondo y forma. De forma, por la instrumentación electrónica que permite abarcar una amplia demografía, salvar los obstáculos de información, y las asimetrías de comunicación e interacción —entre los representantes políticos como gobernantes y los representados como gobernados—. De fondo, para desarrollar y ejecutar la agenda política sin las carencias delegativas, participativas y deliberativas, no sólo en el sistema electoral mexicano, sino en su organización política general. Ante la limitación del voto electrónico para uso exclusivo de los connacionales residentes en el extranjero, estipulada por la lgipe, por un lado, y los amplios objetivos del cambio gubernamental de la Estrategia Nacional Digital, por el otro, no huelga hacer hincapié en la controversia de facto: ¿Por qué sólo los residentes en el extranjero tienen opción al voto electrónico? Es decir, ¿por qué la tecnología electrónica no se pone al servicio de la democracia de una manera igualitariamente democrática para todos los ciudadanos? La Estrategia Nacional Digital de 2013, a través del programa México Incluyente, explícitamente considera de sí misma que “Permite, además, el ejercicio de los derechos humanos que están directamente relacionados con las tic” (Gobierno de la República, 2013, p. 32). Y, sin lugar a dudas, dentro de esos derechos humanos se hallan los derechos políticos democráticos y, en particular, si se reitera la primera fracción del artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que implica el derecho a participar en el gobierno del propio país de manera directa. Luego entonces, existen condiciones incipientes de jure y algunas extensivas de facto, junto con el reconocimiento parcial de los medios y oportunidades tecnológicas, para añadir y complementar a los modelos representativos y participativos algunas de las versiones del modelo líquido. Por otra parte, como resultado de los procesos electorales mexicanos de junio de 2015, la atención se ha concentrado en las candidaturas independientes; figura de participación electoral que inicialmente se había reconocido por la reforma política

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del presidente Felipe Calderón, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 9 de agosto de 2012, y cuyo marco jurídico fue renovado por la reforma del presidente Enrique Peña Nieto, decretada en el Diario Oficial de la Federación el 10 de febrero de 2014, siendo complementada con la lgipe (2014). Las candidaturas independientes han llamado particularmente la atención por el caso de la gubernatura estatal de Nuevo León, conocida como el fenómeno “Bronco” (por el sobrenombre del gobernador Jaime Rodríguez Calderón), y por los casos de Manuel Clouthier y Pedro Kumamoto, candidatos a diputado federal por Culiacán y local en Jalisco, respectivamente. En las elecciones de junio de 2015 hubo 125 postulaciones independientes, de las cuales 29 contendieron para ganar curules en congresos locales y 22 en el nivel federal; es decir, las funciones legislativas mostraron una preferencia minoritaria entre los candidatos independientes. Las candidaturas legislativas independientes, a pesar de necesitar 2% de apoyo de la lista nominal de electores para postularse, poseen un aspecto democráticamente ambiguo y otro francamente líquido. La ambigüedad consiste en que los candidatos independientes, no obstante en su condición de no pertenecer a ningún partido, al ganar los puestos de elección todavía ostentan una representación fiduciaria. No están sometidos a la revocatoria de mandato ni se encuentran bajo ningún imperativo vinculatorio de los electores que los postularon y de todos aquellos que los llevaron a la victoria electoral. Es decir, los ciudadanos que logran un cargo de elección por vía de una candidatura independiente, estrictamente hablando, sólo se representan a sí mismos en los congresos locales o en el Congreso de la Unión. Sin embargo, por ello mismo, poseen un importante aspecto líquido: desplazan a los partidos políticos. Sin embargo, ¿qué ventajas democráticas posee un candidato independiente si se encuentra ejerciendo una representación fiduciaria equivalente a la de los representantes que pertenecen a partidos políticos? Cabe esperar que no actúe bajo consignas partidistas ni por la coacción de otros intereses, pero tampoco existen garantías de que actúe en miras al interés general. No obstante, las candidaturas independientes son un paso inicial en el modelo líquido que desplaza a los partidos políticos y debería dar pauta a la revocatoria y, sobre todo, a la ocasión de ser sustituidos en las cámaras por representantes proxies apoderados ad hoc según la agenda legislativa.

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Comentarios finales El modelo de democracia líquida no puede ser instaurado de manera inmediata en la organización política mexicana. Existen razones técnicas, políticas y jurídicas todavía pendientes de solventar para lograrlo. En lo concerniente a Internet, la brecha digital es enorme y quizá no sea superada próximamente a pesar de las intenciones de la Estrategia Digital Nacional de 2013 y del compromiso que contrajo el presidente de la nación en 2014 al asumir el liderazgo en la Alianza para el Gobierno Abierto, que está conformada por 65 países del orbe. Además, la brecha digital no sólo consiste en las condiciones reales de acceso a Internet, sino también en la alfabetización político-digital que implica la participación en un gobierno abierto, cuestión que, a todas luces, rebasa la gestión administrativa del gobierno electrónico y exige propiciar la democracia electrónica. La tecnología electrónica —que, en efecto, permite extender el voto desde la acción electoral hasta la propia actuación legislativa del cotidiano acontecer parlamentario— requiere de la alfabetización político digital para alcanzar un proceso riguroso de deliberación, sobre todo porque muchas legislaturas operan por el método de votaciones escalonadas “cuestión por cuestión” para concluir con la aprobación de toda la construcción del paquete final. La alfabetización político digital es imprescindible para la deliberación que permite definir las políticas públicas democráticamente, así como para permitir que el modelo líquido difunda las razones por las cuales un ciudadano delegaría su soberanía en un representante partidista o en un representante proxy apoderado o, avanzando en la deliberación, en una secuencia de proxies apoderados. Los procesos deliberativos por Internet no están exentos de las críticas que se han hecho a la deliberación en sí misma y las que se han hecho en general contra la teoría de la acción comunicativa habermasiana. Para soslayar dichos alegatos, autores como Lincoln Dahlberg (2014) han buscado transformar la teoría de la acción comunicativa en indicadores analíticos consistentes aplicables a Internet, lo cual abona enormemente a favor de la democracia líquida cuando intensifica las variables positivas y neutras, así como cuando reduce las variables negativas. Las variables positivas son: reciprocidad, validaciones externas e internas, persuasión, progreso, respeto implícito y explícito. Las variables neutras son: posición y el acceso a Internet. Y las variables negativas son: tematización monológica, radicalización, incivilidad o no respeto. Por su importancia y por razones de espacio, sólo se describen las tres primeras, esperando que las demás resulten fácilmente conjeturables debido a su denominación.

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La reciprocidad tiene un fondo y una forma. El fondo consiste en el ejercicio democrático de la escucha y la consideración del otro dentro del debate. La forma es electrónica y se ejerce al constatar que los usuarios de las plataformas electrónicas y/o redes sociales cibernéticas han leído los mensajes de los demás y los han respondido, pero no sólo por el acto de responder, sino con la formulación seria de una réplica. De este modo se garantiza que las intervenciones no caigan en la variable negativa de la tematización monológica, la unilateralidad o la costumbre de los mass media tradicionales que eran unidireccionales y que colonizaban una esfera pública en espacios particulares de la participación ciudadana. Las variables de las validaciones externas e internas constituyen la constatación de verdaderos actos deliberativos, pues muestran que los participantes dan justificaciones a sus argumentos, tanto de fuentes informativas externas a sí mismos (consultadas motu proprio en bases informativas contrarias a sus posturas o sugeridas por los interlocutores) como de fuentes que son afines a su propio punto de vista, haciendo referencias y coincidencias a sus estándares, valores, experiencias personales y tradición. La persuasión quizá sea el elemento más importante en el proceso deliberativo democrático. Se manifiesta cuando las intervenciones de los usuarios aportan evidencias de ser persuadidos por el argumento de otros participantes o por la tendencia general que el ejercicio de deliberación va tomando hacia la construcción de consensos. Dejar de lado los prejuicios, las consignas y hacer caso omiso de los intereses particulares es, sin duda, el trabajo más arduo contra el dogmatismo y el fanatismo ideológico al que se enfrenta la política deliberativa. Dos objeciones de otro tipo han sido alegadas por Susan Stokes (2001). Esta autora señala que la deliberación por sí misma no mejora la calidad de las decisiones colectivas, ni tampoco enriquece a la democracia. Esta opinión considera que la democracia no se enriquece porque no se logra el respeto a la igualdad (adviértase, totalmente distinta de la noción de identidad) democrática de los electores. En referencia a la calidad de las decisiones, debe reconocerse que los representantes políticos fijos en el sistema de partidos pueden equivocarse y las enmiendas serán difíciles de aplicar. Mientras que en el modelo líquido los errores son prácticamente auto-corregibles, no sólo por la revocatoria de los representantes, sino también por la pluralidad de expertos entre sus participantes y porque en el procedimiento mismo se dan las condiciones de su mejora al hacer públicas las razones y los resultados para elegir representantes proxies apoderados en sucesión (proxies de proxies; es decir, tanto cambio de representantes sobre la marcha de la deliberación, como delegación sucesiva de la delegación recibida).

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En el modelo representativo, con representantes fiduciarios que pertenecen a partidos, los tomadores de decisiones excluyen de manera definitiva a quienes podrían tomar decisiones������������������������������������������������������������� más acertadas����������������������������������������������� . En contraste, la alternativa deliberativa líquida permite elegir a representantes expertos en su competencia que no sólo serán sustituidos al cambiar de asunto, sino que también, a medida que la calidad deliberativa se incrementa, decantar���������������������������������������������������� á��������������������������������������������������� a los mejores expertos. Con ello cabe resumir, siguiendo el argumento epistemológico a favor de la mayor calidad de las decisiones en la democracia líquida de Blum y Zuber (2015): la excelencia política depende de generar las ideas más verdaderas sobre el bien común y elegir la política pública correspondiente; a su vez, esas ideas y elecciones dependen de la movilización del conocimiento al ámbito pol�������������������������������������������������������� ítico; y el modelo deliberativo-líquido posee ���������� flexibilidad, capacidad y revocabilidad de mayor movilización del conocimiento hacia la política que el modelo representativo fijo. Por tanto, el modelo deliberativo líquido es mejor que el representativo, pues aunque éste utilice a expertos consultores, los consultores son sólo asesores que no toman las decisiones finales. En lo concerniente a la igualdad democrática de los electores, que de suyo es salvada por la libertad de elegir representantes proxies apoderados, puede alegarse: es cierto que todos los electores desean su bien y que éste no puede desligarse del bien general, pero no todos coinciden en qué consiste el bien general. Por ello, cada elector desea hacer valer su interés de manera superior, pero para evitar la dictadura de un leviatán, reconocen que deben hacer valer su igualdad. Por ende, a mayor igualdad —incluyendo en la igualdad la capacidad de elegir apoderados más capaces—, mejor es el procedimiento deliberativo. Es decir, en la medida en que un elector puede poner a su representante apoderado proxy —más capaz de sí mismo— en el foro de la deliberación, se dará mayor igualdad de oportunidades y mejor conocimiento en el proceso deliberativo, y el elector común puede llegar hasta a identificarse secuencialmente con otro representante apoderado proxy que le parezca aún más capaz y cambiar su delegación inicial. Esto no sucede en el modelo tradicional representativo, porque sólo es posible elegir del listado de candidatos que ha impuesto un partido político, de modo que la igualdad y la superación de la calidad participativa siempre están limitadas. Lo anterior también puede resumirse siguiendo a Blum y Zuber (2015) cuando consideran que la excelencia democrática de los procedimientos deliberativos decisorios está sujeta a la igualdad participativa y ésta depende de la igualdad de recursos para quienes están en una comunidad; y a la vez, el modelo deliberativo flexible de índole líquida (gracias a los representantes proxies apoderados más capaces que el elector que en ellos delega su representación) facilita el mayor alcance

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e igualdad de recursos con respecto a las formas tradicionales representativas de hacer valer los intereses. De donde se infiere que dicho modelo deliberativo y líquido es superior al procedimiento meramente representativo. La democracia líquida no sólo requiere de Internet para que el fluir de la soberanía pueda movilizarse entre representantes independientes, secuencias de los mismos y revocaciones. También exige las condiciones políticas que darán cauce a las estipulaciones jurídicas que posibiliten la condición de la revocabilidad y la representatividad política delegada y no fiduciaria. En México, las condiciones políticas son incipientes y las jurídicas son mínimas. Así, por ejemplo, la revocación de mandato no existe en la escala federal, pero s������������������������������������������������������������������������������� í������������������������������������������������������������������������������ para el ejecutivo municipal, según el artículo 115 constitucional. En lo concerniente a las escalas estatales, la revocación ha fluctuado entre iniciativas, decretos y derogaciones. Algunos casos notorios ocurrieron en 2011, pues mientras la figura de revocación fue derogada en la Constitución del estado de Chihuahua, fue adicionada en la Constitución del estado de Baja California con escenarios muy completos, facultando a los ciudadanos —y no sólo a los órganos representativos— para ejercerla. Las legislaciones estatales que cuentan con la revocación son mínimas, y por si ello fuera poco, a inicios del año 2016, todavía entidades como Puebla y el Estado de México no contaban con una ley de participación ciudadana desde donde pudiera anidarse. Así entonces, las condiciones políticas y jurídicas se influencian mutuamente e impactan en el desarrollo del modelo participativo y, en consecuencia, en la viabilidad del modelo líquido. Por ello, para lograr en el largo plazo una democracia líquida, es necesario un marco jurídico completo que garantice la vinculación y transparencia de la representación soberana que el ciudadano deposita en sus gobernantes. Y ello sólo se alcanza con una representación delegada, revocable, constitutiva y regulativa. En la actual arena política mexicana, los actores con mayor incidencia para transitar hacia la democracia líquida siguen siendo las asociaciones ciudadanas que conforman la sociedad civil participativa y los activistas, ya que son las instancias que pueden apoyar las postulaciones —y después las candidaturas— de la reciente figura de los independientes. Éstos deberían ofrecer a los ciudadanos los espacios deliberativos y el peso del voto que tienen en las legislaturas, pues con ello evitarían representarse sólo a sí mismos y ejercerían la transparencia de manera casi automática. Obviamente, los legisladores independientes se encontrarían mucho más inclinados a tales disposiciones si fueran susceptibles de recibir una revocatoria de mandato antes del término electoral.

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El camino de la democracia hacia el modelo líquido es largo, pero no imposible. Las pocas experiencias y proyectos internacionales son inspiradores, así como las semillas que se hallan en las recientes reformas políticas mexicanas. Aunque dilatado y tortuoso, el modelo líquido parece ser lo más legítimo para vencer las dificultades que la soberanía exige solventar. Mientras tanto, es menester recordar: no se es ciudadano para participar, sino que se participa para llegar a ser un ciudadano soberano. Referencias Blum, C. y Zuber, C. I. (2015). Liquid Democracy: Potentials, Problems, and Perspectives. Journal of Political Philosophy, 24(1). doi: 10.1111/jopp.12065 Bobbio, N. (1988). Rappresentanza e interessi. En G. Pasquino (Comp.), Rappresentanza e democrazia (pp. 1-27). Bari, Italia: Gius, Laterza & Figli. Bobbio, N. (2005). El futuro de la democracia. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica. Castells, M. (2012, septiembre). El poder en la era de las redes sociales. Nexos [en línea]. Recuperado de http://www.nexos.com.mx/?p=14970 Castells, M. (2014, enero-marzo). El poder de las redes. [Selección del artículo]. Recuperado de http://www.cetr.net/es/articles/sociedad_en_cambio/el_poder_ de_las_redes Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Diario Oficial de la Federación (t. dccxxv, núm. 6). México: Secretaría de Gobernación. Corporación Latinobarómetro. (2013). Informe 2013 [Informe estadístico]. Recuperado de http://www.latinobarometro.org/documentos/LATBD_INFORME_ LB_2013.pdf Dahl, R. (1993). La democracia y sus críticos. Barcelona, España: Paidós. Dahlberg, L. (2014). The Habermasian public sphere and exclusion: An engagement with poststructuralist-influenced critics. Communication Theory, 24(1), 21-41. De Sousa, B. (2004). Reinventar la democracia. Ecuador: Ediciones Abya-Yala, Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales Friedrich Ebert Stiftung. Ferrajoli, L. (2007). Principia Iuris. Teoria del diritto e della democracia (2 vols.). Roma-Bari, Italia: Laterza & Figli. Gobierno de la República. (2013) Estrategia Digital Nacional [documento oficial]. Recuperado de http://cdn.mexicodigital.gob.mx/EstrategiaDigital.pdf

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Diversidad y estructura. Articulación narrativa en tres libros de historia mexicana escritos para el 2010 Diversity and structure. Narrative articulation in three books of Mexican history written for 2010 Aarón Grageda Bustamante Universidad de Sonora ([email protected]) Resumen: La presente contribución se enfoca en el reconocimiento de la diversidad cultural en México. Para ello, se analizan algunos ejemplos de la manera en que el pasado mexicano es narrado en tres libros de historia escritos en el marco de las celebraciones del bicentenario nacional en 2010. Las conclusiones sugieren que, contrario a lo expresado por sus promotores (editores, presentadores y autoridades), la estructura narrativa de las tres obras no enfatiza la pluralidad ni la inclusión o la apertura a la expresión de grupos excluidos o minorías. Contrario al espíritu de la sociedad moderna global, los libros promocionan, como fue a finales del xix, valores morales básicos asociados con el patriotismo, tales como el orgullo nacional, la unidad racial y el liberalismo. Palabras clave: educación intercultural, enseñanza de la historia, historia de México, libros de texto. Abstract: The following contribution focuses on the debate on the recognition of cultural diversity in Mexico. By analyzing three national history books written for the bicentennial celebrations in 2010, it presents to the readers examples of the way the Mexican past is officially narrated. The conclusions suggest that, contrary to what is expressed by their promoters (editors, presenters and national authorities), the narrative structure of these history books does neither emphasize plurality nor inclusion or openness to excluded groups and minorities. Instead, and contrary to the spirit of a modern global society, all three books promote, as it was common at the end of the 19th century, basic moral values related to patriotism, such as national pride, racial unity and liberalism. Keywords: intercultural education, history teaching, history of Mexico, history textbooks. Fecha de recepción: 17 de noviembre de 2015 Fecha de aprobación: 24 de febrero de 2016 Fecha de recepción de versión final: 10 de marzo de 2016

Época II - Vol. IV - Núm. 2 / julio-diciembre de 2016 ISSN 1870-1191 / ISSN electrónico 2448-539X

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Aarón Grageda Bustamante Mexicano. Doctor en Historia por la Universität Witten/Herdecke en Alemania. Profesor-investigador del Departamento de Historia y Antropología de la Universidad de Sonora. Fundador del Posgrado Integral en Ciencias Sociales en la misma institución (pnpc). Investigador invitado en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, así como del Departamento de Etnografía y Estudios de la América Antigua en la Universidad de Bon, Alemania. Miembro del Sistema Nacional de Investigación (sni) nivel i, y especialista en historia global. Entre sus publicaciones se encuentran: Aarón Grageda Bustamante (Coord.) (2014), Intercambios, actores, enfoques. Pasajes de la historia latinoamericana desde una perspectiva global, Hermosillo, México, Universidad de Sonora; y con María de Lourdes Herrera Feria (2013), Historia, lingüística y conocimiento. Interacciones, reflexiones y acercamientos, Hermosillo, México, Universidad de Sonora.

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Most history text are written as if their authors did not exist, as if they were simply instruments of a divine intelligence transcribing officials truths. Lowenthal, D. (1997). History and Memory, The Public Historian, 19(2), 36

Introducción México, al igual que otros países de América Latina, celebró en 2010 el bicentenario de su independencia nacional. A diferencia de otras naciones, en el país se coincidió simultáneamente con el centenario del inicio de la revolución mexicana de 1910. En este doble marco, no fueron pocos los escenarios en los que el sentimiento de júbilo abrió paso a la discusión del pasado nacional. Baste citar exposiciones artísticas temáticas (Mustienes, 2011) y revaloraciones de personajes históricos e instituciones (Ferreira, 2010; Mayer, 2011; Tenorio, 2009). También recorridos histórico-turísticos (Vitienes, 2010), pero sobre todo la edición de monografías, obras monotemáticas y la reedición de textos clásicos (Alcántara y Hernández, 2009; Córdoba, 2009; Puente, 2010). No faltaron tampoco revaloraciones de la función de la enseñanza y la memoria histórica (Plá, 2011; Ríos, 2013). En ese entusiasmo, hubo quienes concluyeron optimistamente que “ambos aniversarios se han prestado a diversas reinterpretaciones académicas, plurales y críticas, de los procesos históricos que antecedieron, culminaron y siguieron a los dos marcadores del tiempo en el devenir de México” (Spencer, 2010, p. 7). No obstante, si se observa con detenimiento, pocos fueron los esfuerzos “plurales y críticos” que llegaron a cuestionar el orden territorial y multiétnico que es constitutivo del país (Filippi, 2010; Stavenhagen, 2011). La presente contribución tiene como objetivo ofrecer un análisis comparativo de la estructura narrativa y tratamiento temporal de la historia de México en tres libros de texto producidos en el marco de los festejos del bicentenario de la independencia y centenario de la revolución mexicana. Ello complementa estudios previos y contemporáneos centrados en la función de los libros, las políticas educativas y el sentido de mexicanidad que hasta ahora ha sido tematizado,1 no así la función de la estructura narrativa, el contexto que le dio origen y las limitaciones que hoy posee.

1 Destacan, en este sentido, contribuciones relativas a la política educativa, al papel de los libros de texto gratuito en la conformación de la nación y su actualidad como proceso con más de cincuenta años de funcionamiento (Anzures, 2011; Greaves, 2001; Villa 1998), así como la crítica y los límites de la mexicanidad que con ellos se construye (Álvarez, 1992; Cardoso, 2006).

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Se procederá primero a describir la intención de las obras en voz de sus presentadores, y después se contrastará en los libros la dimensi������������������������������ ón���������������������������� secuencial utilizada, equiparándolas entre sí para determinar la tradición historiográfica a la que se remontan como esquema narrativo. Una vez realizado lo anterior, surgirán elementos para responder la pregunta en torno a la importancia u omisión que la historia nacional refleja respecto a la diversidad étnica y las regiones, factores de importancia central al momento de explicar qué son México y la sociedad mexicana del siglo xxi. Libros de historia: breve definición de un campo de estudio Ha sido propuesto que a nivel internacional, el uso de los libros de texto para apoyar el aprendizaje de los estudiantes es una práctica casi universalmente aceptada (Foster y Crawford, 2006, p. 2). Se puede apreciar el poder y la importancia que éstos poseen, al observar que en cualquier cultura existen siempre repositorios de ideas, valores y conocimientos. Entre las funciones que ��������������������������� éstos realizan, ��������������������� está precisamente ser importantes “lugares de la memoria” (Hein & Selden, 2000, p. 4). Este último concepto denota, según su creador (Nora 1992), el proceso por el cual la “memoria real” o viva, la de los contemporáneos, se transforma con el paso de las generaciones, en las sociedades modernas, no sólo en “historia”, sino también en manifestaciones u objetos como archivos, monumentos, museos, libros de texto, basados en acontecimientos del pasado entendidos como “lugares” presignificados. Los “lugares de la memoria” no son monolitos, sino “sitios abiertos a significación” y, por lo tanto, invitan a diferentes sujetos a “producir diferentes historias, memorias alternativas que pueden [...] reclamar validez”. (Schröder, 2004, p. 419). Los libros de texto pueden entenderse en esta lógica como “repositorios de conocimiento histórico legítimo, o como materialización de lo que los estudiantes pueden esperar aprender razonablemente de la enseñanza de la historia” (Thornton, 2006, p. 15). Al respecto, se ha afirmado que “debido a su naturaleza, son empleados como si hubieran sido bien investigados, cuidadosamente verificados, libres de toda distorsión, seleccionados por docentes y paneles de educación competentes en sus campos particulares, y con apego a la teoría educativa” (Barnard, 2003, p. 167). El libro de texto, por el solo hecho de ostentar dicho título, posee cierta aura de veracidad y autoridad. Su aplicación en el nivel primaria “puede ser concebida metafóricamente como un filtro a través del cual se diseminan preceptos específicos de identidad nacional, su correspondiente historiografía (ideológicamente congruente) y su socialización” (Gutiérrez, 1999, p. 70). Se ha propuesto que “son los soportes

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más utilizados para la transmisión de los contenidos y ejercen una enorme influencia sobre los docentes y alumnos” (Blanco, 1994). Por ello, se afirma que “aunque la conciencia histórica transmitida y construida en el aula es mucho más compleja que los contenidos de los libros de texto, éstos la documentan y permiten analizar las representaciones y competencias que se promueven” (González, 2006, p. 21). Más allá de su supuesta condición objetiva, y hablando específicamente de su contenido histórico, “los libros de texto son ideológicamente importantes porque buscan regularmente, imbuir en los jóvenes conjuntos de valores compartidos, un ethos nacional y un sentido de ortodoxia política no sujeta a controversia” (Foster y Crawford, 2006, p. 2). Vistos así, se ha reprochado, no obstante, que su forma y estructura no garantizan un procedimiento neutral de presentación de contenido histórico, sino que, en contrapartida, constituyen en sí “una determinante de sentido” (Thorton, 2006, p. 15). En cuanto a su función, han sido denunciados como “artefactos culturales que en su producción y empleo implican un amplio rango de problemas asociados con ideología, política y valores, lo cual en sí mismo funciona en una variedad de diferentes niveles de poder, estatus e influencia” (Foster & Crawford, 2006, p. 3). Desde dicha lógica se comprende que existen en ellos narrativas y relatos que el Estado nación desea transmitir a sus ciudadanos, para explicarse a sí mismo (a través de su uso) y hacerlo también de cara a las demás naciones. Según evidencia reunida a través de diversos sistemas de educación nacionales alrededor del mundo, el contenido impreso en los libros de texto de historia es parcialmente explicable como “resultado de la competencia entre grupos poderosos que los consideran centrales para la configuración de la memoria colectiva nacional, diseñada para hacer frente a imperativos culturales, económicos y sociales específicos” (Foster & Crawford, 2006, p. 4). Por lo tanto, si bien el uso del libro de texto ha sido una práctica casi universalmente aceptada, ha sido en ese mismo nivel, particularmente a partir de la década de los ochenta, un recurso educativo sujeto a persistentes críticas (Appleby, Hunt y Jacobson, 1995). Se ha propuesto interpretarles como objetos concebidos, diseñados y autorizados por gente real con intereses reales, publicados en el marco de limitaciones económicas y políticas, impuestas por los mercados, los recursos y el poder. Al radicalizarse el escepticismo en torno a los libros de texto de historia, se ha procedido a emplearles como observatorio, para evaluar “los medios obvios con que se lleva a cabo la hegemonía en educación”, llegándose a la conclusión de que “en los textos de historia, la omisión de hechos y puntos de vista cruciales, limita profundamente las maneras en las cuales los estudiantes perciben los eventos históricos” (Griffen y Marciano, 1979, p. 35).

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Al arribar a este extremo, es posible considerarlos como vehículos a través de los cuales los grupos hegemónicos introducen y refuerzan su idea de diversidad u homogeneidad cultural, a través de la promoción de actitudes y memorias históricas impuestas o compartidas. Se ha propuesto que para el caso mexicano, a través del análisis de los libros de texto “es posible obtener pistas sobre la manera en la que el Estado intenta dirigir la imaginación de lo nacional, la producción de sujetos nacionales (ciudadanos), la idea de un territorio compartido y la versión de su pasado” (Vargas, 2011, p. 518). Una vez expuestas algunas de las funciones que el libro de texto conlleva para el Estado, debe recordarse que dicho recurso didáctico existe en México desde 1880, sólo que en sus inicios éstos no eran un esfuerzo coordinado, como tampoco eran universales ni gratuitos, pero cumplían su función básica: ofrecer un destilado de opiniones, ideas e imágenes de la identidad nacional y la función del patriotismo (Vázquez, 1970, p. 64). No es posible ofrecer aquí una síntesis de la historia de los libros de texto en México, tan sólo apuntar que en 1959 fue creada la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos en el país (Gutiérrez, 1999, p. 68). Tres fueron sus objetivos fundamentales: ofrecer libros de historia que expresaran “el sentimiento y deberes de la patria a los niños que alguna vez serán ciudadanos”; poner fin a la proliferación de versiones de la historia patria; y “hacer accesible los contenidos educativos a niños de áreas remotas” (Neumann y Cunningham, 1984, p. 14). A partir de entonces, y no sin rechazos y acaloradas discusiones (como sucedió en 1992), diferentes sexenios han impulsado versiones actualizadas de libros de texto de historia, promoviéndose incluso recientemente, la confección y divulgación de obras locales de corto tiraje, escritas e impresas en distintas lenguas indígenas de México,2 las cuales incluyen, de manera propia, aspectos diversos de la historia nacional (Cadena, 2013). Ya que otras contribuciones han estudiado recientemente la historia de los libros de texto de manera crítica (Ortiz, 2005), algunas poniendo énfasis en el peso de la idea de nación y su historia (Sigüenza, 2005; Vargas, 2011), queda pendiente realizar una aproximación en torno a la manera en que es tratada la identidad nacional y cómo se da cuenta de su desarrollo en el tiempo a través de la dimensión narrativa.

2 Al respecto, véase el interesante debate publicado en la Revista Mexicana de Investigación Educativa (rmie), sostenido entre Elba Gigante, Ernesto Díaz Couder, Alejandra Pellicer Ugalde y Eleuterio Olarte Tiburcio (2001).

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Los libros de texto son un prisma que permite observar el tratamiento de la diversidad, toda vez que respecto a las regiones, minorías y grupos étnicos del interior del país, éstos han funcionado como “uno de los más importantes mecanismos de vinculación de las comunidades con la nación” (Gutiérrez, 1999, p. 69). Lo que es más, se puede evaluar la relación centro-periferia, o, si se desea, la compleja interacción región-nación, atendiendo a la intención historiográfica que el libro de texto de historia presenta en un momento dado, como el propiciado en los festejos del bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución mexicana. Se ha sugerido que el estudio de los libros de texto muestra o puede ayudar a conocer en doble partida “las formas de ver el mundo (tanto del pasado como del presente) que se intenta transmitir en un momento dado, o como un espacio desde donde analizar la circulación de determinadas ideas y su impronta en la conformación de un imaginario colectivo” (Dobaño et al., 2001 p. 12). Pasado, presente y futuro de México en tres libros de historia nacional En los últimos años han surgido diversas propuestas metodológicas para analizar el contenido y la forma de los libros de texto de historia. Algunas de ellas, las más cercanas a nuestro interés, parten de cuestionar el empleo de conceptos específicos (Bond, McCrone y Brown, 2003), en tanto que otras abordan las funciones estructurales y narrativas que las obras implican (Rüsen, 1992). Existen aquellas que privilegian la utilización de los libros de texto analizándolos en el contexto general de la educación pública (Vargas, 2011); otras, por el contrario, dan preferencia a observar los ámbito de la ideología, su uso y desarrollo al interior de los mismos (Johnsen, 1996). Del mismo modo, se han realizado propuestas que dan prioridad al análisis de contenido (Ortiz, 2005), dejando los ámbitos de producción, circulación y recepción de los libros de texto de historia, para enfoques��������������� má������������ s comprensivos o de largo aliento. La manera como se procede en la presente contribución, en tanto que retoma aspectos de los anteriores enfoques, puede definirse como ecléctica. Se establece primero de manera sucinta, de qué se habla cuando se habla en México de libros de texto de historia. Seguidamente, se hace un repaso de los conceptos historia y nación, observando en la parte medular la estructura temporal o cronológica con que se segmentan las etapas del pasado nacional mexicano. Simultáneamente, se toman en cuenta los objetivos expresados por las entidades, autores o instituciones involucrados en la producción de dichos libros de historia. Las tres obras, al anunciarse como iniciativa educativa para todo público, al ser financiadas en parte o en

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su totalidad por el Estado y ser reconocidas como aptas para su uso en el sistema educativo nacional, asumen en la práctica funciones de libros de texto. La condición social de producción de los mismos, es decir, la circunstancia que dio vida a las tres obras de historia de México aquí escogidas, fue impulsada por la opinada necesidad de los mexicanos, de reflexionar críticamente sobre su pasado y futuro como país, algo que se promovió por los diferentes niveles de gobierno en el marco del bicentenario de la independencia de México y el centenario de la revolución mexicana. Al proceder cronológicamente y como se muestra en las portadas de la figura 1, la primera de las obras a describir tiene como coordinador a Enrique Florescano y se intitula Arma la Historia. La nación mexicana a través de dos siglos, misma que fue publicada por Grupo Editorial Grijalbo (2009). La segunda, coordinada por Gisela von Wobeser, tiene el sintético título de Historia de México, siendo publicada por el Fondo de Cultura Económica y la Secretaría de Educación Pública (2010). Finalmente, publicado también por la Secretaría de Educación y Cultura, en colaboración con el Instituto Nacional de Historia y Antropología y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se aborda el libro intitulado Viaje por la historia de México, edición póstuma de Luis González y González (2010). Más allá de su indiscutible calidad como obras intelectuales, una serie de aspectos hacen posible comparar los tres libros antes referidos. Entre ellos destaca que: 1) son, a su modo, libros de historia general o síntesis de la historia de México; 2) son publicados para o en el marco de las conmemoraciones nacionales de 2010; 3) constituyen un esfuerzo educativo coordinado desde el centro del país para el Figura 1. Portada de los tres libros de historia

Fuente: Elaboración propia.

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resto; 4) van dirigidos primero al público general y especialmente a los jóvenes de México; 5) fueron escritos por historiadores pertenecientes a la élite cultural del país; 6) en todos ellos se vieron relacionados (por lo menos en algún momento de su financiamiento, diseño, producción o difusión) intereses de la Secretaría de Educación Pública, y 7) en todos ellos se emplea la categoría “mexicanos” como entidad no definida normativamente. Para conocer ahora los objetivos que pretendieron alcanzar las instituciones, instancias o agencias que los hicieron posibles, se da paso a una serie de opiniones, tanto de los presentadores oficiales como de los propios coordinadores de las obras, con el ánimo de conocer la importancia que se les adjudicó como obras centrales en el contexto conmemorativo. Enrique Florescano resume el pasado nacional en su libro como inventario de etapas, y afirma que el México actual es producto de la independencia: “Arma la Historia es un recuento de los hechos históricos que en doscientos años han convertido a México en la nación que es ahora” (2009, p. 9). En la confección de su estructura narrativa, busca hacer partícipe al lector e involucrarle en el armado de lo que �������������������������������������������������������������������������� éste ��������������������������������������������������������������������� considere que fue el pasado nacional. Según Florescano, no es necesario definir la identidad nacional, ni hacer mención a la diversidad que la cuestiona, toda vez que “México ha logrado desde hace poco más de un siglo crear y mantener un sentimiento de pertenencia a la nación, el cual ha fungido como un poderoso punto de unión para los distintos sectores sociales, políticos y regionales” (p. 9). Por lo tanto, lo que ofrece en Arma la Historia es ampliar y profundizar: “En el contexto del bicentenario de la independencia y centenario de la revolución, las nuevas generaciones de mexicanos pueden conocer una visión más rigurosa de los hechos fundamentales de nuestra historia” (p. 10). Al mencionar la relevancia de dicho libro, la historiadora de El Colegio de México, Josefina Zoraida Vázquez, suscribe en la solapa de la obra: “Arma la Historia ofrece una nueva interpretación del pasado desde las preocupaciones actuales. Es una aportación oportuna para celebrar el centenario y bicentenario, reflexionando sobre el presente”. Como puede deducirse de los puntos de vista antes mencionados, respecto a la historia de México coordinada por Florescano, destaca primero el ser entendida como recuento de etapas encadenadas por un sentimiento general de pertenencia a la nación. Si bien el México actual surge hace doscientos años, esa unidad se crea y mantiene en los últimos cien. El aporte original consiste, según expresan su coordinador y presentadora, en ofrecer una visión rigurosa de los hechos fundamentales desde las preocupaciones actuales.

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Gisela von Wobeser, por otro lado, en Historia de México declara que la obra que coordina está dirigida a todos los mexicanos y “tiene la finalidad de ayudar a fortalecer nuestra identidad y unidad nacionales”. Afirma que “los autores del libro son historiadores reconocidos por su destacada trayectoria profesional”, todos ellos “miembros de la Academia Mexicana de la Historia” (2010, p. 15). “Los hechos históricos a los que se refiere su análisis están basados en estudios académicos, realizados por los propios autores u otros especialistas”. Afirma que se trata “de una síntesis de la historia de México y ello explica la ausencia de muchos temas” (p. 15). El entonces presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, presentador de la obra, expresó a su vez: “la conmemoración de las principales gestas históricas del país es una oportunidad única para reflexionar sobre nuestro pasado, pero también sobre nuestro presente y futuro”. Desde su punto de vista, Historia de México “tiene la finalidad de ayudar a fortalecer nuestra identidad y unidad nacionales”, sin dejar de considerar que, “como lógica consecuencia de la pluralidad cultural e ideológica que venturosamente caracteriza a México, las reflexiones serán variadas, incluso algunas encontradas” (p. 7). Respecto a la supuesta unidad nacional que refleja el pasado, refiere que todos se hallan obligados a luchar por “un México donde la pluralidad, gracias a la cual este libro es posible y sin la cual no puede entenderse la libertad ni la dignidad humana, sea la constante en cada rincón del país” (p. 8). Así expresada, la obra coordinada por von Wobeser es, de acuerdo con las anteriores opiniones, de corte académica, y plural, tanto cultural como ideológicamente; es decir, una narración que como síntesis selecciona determinadas etapas o sucesos centrales, “gestas” del pasado nacional. Ello es abordado por historiadores profesionales y su reflexión pretende ser útil al presente y futuro. En esta obra, la escritura del pasado es medio de un fin último, a saber: fortalecer la identidad y unidad nacionales. En el caso del libro de Luis González y González, Viaje por la historia de México, se dedica a los jóvenes, aunque su autor afirma que su lectura no sienta mal a los adultos. Como álbum, su esquema procede enumerando biografías selectas de próceres nacionales, lo cual se justifica, ya que “a pesar de las modernas teorías y leyes generales del desarrollo histórico puestas en boga por los científicos sociales, es innegable que”, afirma su autor, “la historia la hacen los individuos, y es innegable también que estos individuos no son inmunes a las pasiones del común de los mortales” (2010). El libro empieza con la descripción sintética de las antiguas civilizaciones y los grandes imperios del actual territorio mexicano, para abrir paso a la narración

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continua de personajes de la historia nacional, iniciando con Tlacaélel en 1480, y culminando con Carlos Monsiváis quinientos años después. Respecto al elenco biográfico, justifica su autor: La elección podría parecer arbitraria [...], pero hay que recordar que una de las características de la historia es que cada persona la ve desde una perspectiva diferente, y no es posible imponer una visión única al pasado [...] Lo que menos pretende esta obra es ser un texto oficial o una guía de nuestro nacionalismo. Aquí se han evitado en lo posible los juicios de valor y las expresiones sonoras, se ha cuidado la veracidad de los datos y el equilibrio de los distintos puntos de vista. (González y González, 2010).

Felipe Calderón, al redactar también la presentación de este libro, apuntó: “nuestra patria es la suma de muchas ‘patrias chicas’, de muchas ‘matrias’, como él gustaba de llamarlas, que juntas hacen un hogar construido por millones de personas que han vivido en pueblos como el suyo y en ciudades grandes o pequeñas, creando y recreando los valores materiales y espirituales (éticos, religiosos, artísticos, intelectuales) que nos distinguen”. Y concluye señalando: “Ojalá las familias mexicanas disfruten de este paseo por el pasado y encuentren hospitalaria su visión generosa, plural, abierta y constructiva” (2010). Puede afirmarse que Viaje por la historia de México, según su autor y el presentador, entienden a la nación como la suma de sus regiones. Así como su historia es la suma de acciones personales trascendentes, en su explicación se sigue una secuencia temporal encadenada por biografías de, como su autor expresa, “héroes y villanos nacionales”. Está centrada, por lo tanto, en individuos, no en procesos, y afirma no pretender ser la versión última de la historia nacional, sino una narración veraz y equilibrada, con lo que pretende hacer justicia al carácter plural, abierto y constructivo que busca ofrecer a los lectores. Crítica respecto al objetivo y estructura de las tres obras escogidas Como se evidencia en las declaraciones anteriores, hay coincidencias en las dimensiones epistemológica, didáctica y fenomenológica presentes en las tres obras. En términos epistemológicos, todas y cada una de las versiones declaran regirse, invariablemente, ya sea por el ideal de un conocimiento objetivo, por un tratamiento académico riguroso o, por lo menos, ofrecer al lector información “veraz y equilibrada”. En torno a lo didáctico, buscan, invariablemente, fortalecer la identidad nacional, brindando ejemplos de conflictos, rupturas y pertenencias para y con la

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nación. Tratan, sin embargo, a México y al mexicano de forma nominalista y de manera homogénea; es decir, no le definen, mas lo asumen como identidad común al espacio nacional, al grado que, en el caso de reconocer entre mexicanos alguna diferencia regional, el objetivo de la obra hace innecesaria su diferenciación. Por último, fenomenológicamente hablando, las tres versiones del pasado nacional declaran su pretensión de ubicar al mexicano en su circunstancia temporal; en otras palabras, ayudarle a reflexionar sobre su pasado desde el presente, para que, con ello, construya un futuro acorde con lo que ha sido como expresión sociocultural. Sin embargo, cada una de estas dimensiones, como mostraremos, devienen en contradicción si se les observa desde su condición estructural (sincrónica o cronológica) como narración. A continuación se expondrán las estrategias narrativas empleadas en las tres obras, con el ánimo de exhibir con ello si, en efecto, pueden considerarse novedosas, abiertas, plurales y ontológicamente útiles a los mexicanos del siglo xxi. La atención que en lo subsiguiente se brinda a la cronología, se justifica en el hecho de que, precisamente, en la sucesión de eventos, actores y procesos es donde se plasma la causalidad explicativa del libro de texto; ello se materializa en la concatenación de eventos diplomáticos, guerras, cambios de gobierno y órdenes políticos, así como (en menor medida) en la noticia de ciclos económicos, indicadores, aspectos culturales o sociales. En este sentido, el esquema que se presenta a continuación (véase cuadro 1), intersecta las etapas de la historia nacional que son comunes en las tres obras estudiadas. Demuestra, a su vez, cómo en cada uno de los tres libros de historia, el nacimiento de lo que se considera México y los mexicanos se narra siguiendo una secuencia sincrónica por etapas, las cuales incluyen, invariablemente, antecedentes coloniales, independencia nacional y la conflictiva época de la formación del Estado nacional, y así en lo sucesivo, hasta épocas más contemporáneas. Dependiendo del libro y de sus alcances, la narración puede remontarse hasta la prehistoria o extenderse a la etapa más contemporánea, pasando todos, sin excepción, por la independencia, la revolución mexicana y el México moderno. Para determinar dónde surge el esquema narrativo por etapas utilizado en los tres libros, valga adelantar que, en esencia, éste coincide con la estrategia de narrar siguiendo compartimentos temporales tomados de la teleología del estado político nacional; algo ya utilizado en el país hace más de ciento veinte años. Como se conoce, en 1884, Espasa y Ballescá publicaron la enciclopedia México a través de los siglos, descrita entonces como “obra única en su género”, la cual pretendía ser “historia general y completa del desenvolvimiento social, político,

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Cuadro 1. Esquema comparativo de la estructura narrativa en las tres obras analizadas Arma la historia (2009)

Historia de México (2010)

Viaje por la historia de México (2010) Los orígenes de Mesoamérica Las primeras civilizaciones de México La época de los imperios Los pueblos indígenas a la llegad de los españoles Las exploraciones geográficas europeas La ocupación militar española

El espacio mexicano

La evangelización

Origen y desarrollo de Mesoamérica

La expansión de la Nueva España

La conquista de México

La sociedad novohispana

El virreinato de la Nueva España en el siglo xvi

La etapa barroca (sor Juana Inés de la Cruz)

El virreinato de la Nueva España en el siglo xvii

El Siglo de las Luces

El virreinato de la Nueva España en el siglo xviii

Antecedentes de la independencia (Josefa Ortiz de Domínguez)

La independencia (ca. 1808-1820)

La independencia (1808-1821)

La revolución de independencia

El México de las posibilidades (ca. 18231867)

El establecimiento del México independiente (1821-1848)

La consumación de la independencia y el primer imperio

Para construir un Estado (ca. 1867-1910)

La consolidación nacional (1853-1887)

El México de Santa Anna

La revolución 1910-1920)

(ca.

El porfiriato (1876-1911)

Las invasiones estadounidenses

Los gobiernos revolucionarios 1921-1945)

pos(ca.

Los años revolucionarios (1910-1934)

La reforma

México entre 1984 y 1988

La intervención francesa

México contemporáneo (1988-2008)

La república restaurada

La construcción de un país moderno (ca. 1945-2000)

La pacificación porfiriana La época del orden y el progreso El ocaso de Porfirio Díaz La revolución maderista La revolución constitucionalista La época de los cuadillos La consolidación del poder revolucionario La revolución se vuelve institución Los cachorros de la revolución La generación de medio siglo Fin de siglo Fuente: Elaboración propia.

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religioso, militar, artístico, científico y literario de México, desde la antigüedad más remota hasta la época actual” (Riva Palacio, 1884). En el cuadro 2 se describe el empleo de estas mismas etapas, especificando, además, sus autores responsables y los tomos correspondientes. La calidad y manejo cronológico de esta historia de México, cuidada por su editor general, Vicente Riva Palacio, mereció en la segunda mitad del xix el reconocimiento de uno de los más importantes intelectuales mexicanos de la época, Justo Sierra, quien afirmó: “Después de un cuarto de siglo de analizar las épocas y los hombres que viven en nuestra historia, aplicando los modernos métodos de investigación y examen, después de un cuarto de siglo de monografías fundadas en documentos libre y profundamente estudiados”, expresa, “pudiera hacerse una obra que resultaría no mejor, tal vez, pero de seguro diferente” (Sierra y Yáñez, 1948, p. 181). Fallecido en 1912, Sierra alababa de México a través de los siglos (obra histórica base del orgullo nacional mestizo), el uso de sus “épocas y hombres”. Lo curioso es que las tres historias aquí comparadas, escritas en el marco de las conmemoraciones de 2010, retoman de ella el mismo patrón constructivo utilizado como esquema narrativo, introducido por primera vez por el equipo de trabajo coordinado por Riva Palacio, para explicar México y lo mexicano a la generación de hombres y mujeres nacida entre 1828 y 1840 (Matute y Trejo, 1991, p. 90). Por ello, puede afirmarse que al emplear los tres libros la misma concatenación cronológica introducida historiográficamente hace más de ciento veinte años, estas obras exhiben de manera irremediable un carácter repetitivo, tradicionalista, teleológico y centralista. Si bien las etapas clásicas son nombradas de forma distinta o son desagregadas, en cada uno de los libros se emplean los mismos periodos como “tipos ideales” indispensables para narrar con ellos la historia de un pasado Cuadro 2. Etapas de la historia nacional en México a través de los siglos (1884) Etapa

Autor

Tomo

Historia antigua y de la conquista (desde la

Alfredo Chavero

i

Historia del virreinato (1521-1807)

Vicente Riva Palacio

ii

La guerra de independencia (1810-1821)

Julio Zárate

iii

México independiente (1821-1855)

Juan de Dios Arias/

iv

antigüedad hasta 1521)

Enrique Olivarría y Ferrari La reforma (1855-1867) Fuente: Elaboración propia

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José María Vigil

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homogéneo, común a todo mexicano. Desde esa lógica, si la independencia tuvo sentido para el mestizo y el criollo (lo que justifica su centralidad), deberá tenerla también para el yaqui, el negro, los menonitas o cualquier otro grupo social para quienes la independencia no contribuye a la explicación de quiénes son o cuál es su condición sociocultural. Aspectos controversiales, o por lo menos historiográficamente debatibles hoy en día, hermanan a los tres libros de historia creados para los festejos nacionales de 2010, con su antecesor de 1884. Por cuestiones de espacio, apuntaremos aquí tan sólo seis de ellos: 1. La revolución de independencia se asume, por la base social, racial y de intereses sectoriales que en ella confluyeron, como el evento y mecanismo productor de la identidad plural del y lo mexicano hasta nuestros días. 2. Los periodos, etapas, procesos o acontecimientos de la historia narrada a partir de ese acontecimiento fundador, se entienden y emplean extensivamente como la historia política común a todos. 3. Los principales protagonistas de esos procesos son por antonomasia, salvo escasas excepciones, predominantemente varones criollos y mestizos. En la obra de Luis González, por citar un ejemplo, de 157 biografías, sólo dos corresponden a mujeres. 4. Cuando en algunos casos se celebra el papel de mujeres, minorías religiosas, étnicas o de cualquier otra calidad, se les otorga un lugar no central en la épica del estado político nacional. Siguiendo con Luis González, salvo cuatro reyes mexicas del siglo xvi, sólo un indígena más, junto con Juárez, merece ser incluido en su historia. 5. Tanto el hilo conductor como el fin de la trama narrativa sigue la lógica de una teleología. Ésta describe la consolidación en el tiempo del Estado mexicano moderno y liberal. 6. Los valores que implican las tres historias aquí comparadas son, en correspondencia, derivados de ambos regímenes ideológico-políticos: orden, progreso y legalidad para finales del siglo xix; en tanto que pluralidad, democracia, reconocimiento, tolerancia y derechos humanos para 2010. De esta forma, la narración histórica que relata el devenir de México y los mexicanos en estos tres libros de historia es esencialmente política (centrada en explicar la consolidación del Estado nación y sus valores). Es también elitista (en el sentido que se centra en la actuación y protagonismo de próceres), al tiempo que es costumbrista (al emplear en su estructura las mismas etapas históricas decimonónicas). Estas historias refuerzan, por si fuera poco, un protagonismo predo-

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minantemente masculino, y valoran como superiores las culturas ancestrales con patrimonio monumental sobre las que no lo poseyeron. Así caracterizadas, implican por lo menos seis factores que hacen imposible construir con ellas interpretaciones plurales de la historia del conglomerado nacional; es decir, de forma no teleológica, con enfoques más culturales que políticos; en otras palabras: historias incluyentes, guiadas por la diversidad, inacabadas como narración, centradas en la superación de los retos traídos por el multiculturalismo y conscientes de la pérdida de la referencialidad axiológica que implica hoy la globalización. Al considerar lo anterior, historias como las aquí comparadas son incompatibles con: 1. Interpretaciones del pasado como la étnica, que al no necesitar a la independencia como evento fundador de México, posibilita narrativas donde la diversidad no se ve reprimida por el surgimiento de la homogeneidad racial expresada en el uso permisivo del concepto “mexicanos”. 2. Interpretaciones del pasado socialmente relevantes respecto a los esfuerzos de los distintos grupos étnicos y minoritarios del país por lograr su reconocimiento y supervivencia cultural. Si bien las historias los mencionan como conjuntos sociales diferenciados, subordinan el sentido de su existencia al interés mayor del resto de la comunidad nacional, dando cuenta de ellos a través de protagonistas, procesos y etapas de la historia política del grupo racial dominante: el mestizo. 3. Aceptar que tiene un papel significativo en la narrativa maestra del conglomerado nacional, la lucha contra protagonistas, procesos y etapas que de una forma u otra amenazaron la supervivencia de la diferenciación cultural que representaron los distintos grupos raciales, minoritarios o religiosos. 4. Interpretaciones del pasado que restituyan legitimidad a valores y prácticas constitutivas de los pueblos indios que —como sucede con la subordinación del voto individual al gobierno de los ancianos, la división sexual del trabajo o el trabajo infantil— contravienen no sólo preceptos básicos de la modernidad y el liberalismo, sino que confrontan también la esencia de la cultura occidental. 5. Una narración del pasado que no sólo se aparte de la teleología consistente en narrar las etapas clásicas, la consolidación del Estado nación mexicano y el orden político dominante en el país, sino que, haciendo justicia a la diversidad, sirva para explicar el funcionamiento de órdenes políticos alternativos. 6. Una vivencia permanente de la memoria social y su cultivo, mediadas por el ritual, la tradición y los significados religiosos, tal y como es transmitida de

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manera colectiva por los pueblos originarios, aceptando de paso, en plano de igualdad (lo mismo para aspectos jurídicos que para historiográficos), los testimonios orales respecto a las fuentes documentales. Al narrar la historia de México en 2010 siguiendo un esquema de sucesión de épocas creadas para explicar la consolidación del Estado nación (empleada por primera vez por Chavero, Riva Palacio y Vigil en la segunda mitad del siglo xix), se reitera con ella, irremediablemente, la misma explicación del mexicano y lo mexicano como mestizaje, lo cual nada tiene que ver con la definición actual de nación, misma que emana de la diversidad que aportan los pueblos originarios. Para decirlo concretamente, las tres historias aquí comparadas, por la concatenación de estructuras narrativas por épocas que efectúan, están imposibilitadas de explicar lo que el artículo 2o de la Constitución mexicana explica como característica esencial de la nación; es decir, “la composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas” (Cámara de Diputados, (1917/2014, p. 2). Por ello, más allá de su mera enunciación, lo pluricultural no encuentra expresión en sus esquemas narrativos, como tampoco el reconocimiento a las “formas de convivencia y organización” que las comunidades indígenas poseen, ni proyectan los valores de “sus sistemas normativos”. Son, como lo fue en su tiempo México a través de los siglos, materializaciones de una nueva imposición de sentido respecto al lugar que el mestizo otorga a los indígenas en el tramado nacional. Son historias que a los pueblos originarios les vienen impuestas, despreciando lo que constitucionalmente se expresa como “consulta a los pueblos indígenas”, ya que no se incorporan siquiera “las recomendaciones o propuestas que realicen” al respecto. Conclusiones Arma la historia, Historia de México y Viaje por la historia de México representan, sin duda, tres libros rigurosos, cuidados con ahínco y exactitud, los cuales, en mayor o menor medida, incorporan avances significativos de la investigación histórica reciente del país. Por sus características, representan esfuerzos de articulación de las regiones, espacios y comunidades por parte del Estado nacional, sus agencias e intereses. No obstante, contrario a la pluralidad, apertura y actualidad que como explicación de México y los mexicanos del siglo xxi pretenden sus autores y presentadores, los tres libros emplean estructuras y esquemas narrativos que reeditan la misma historia de la grandeza mestiza, “indigenista”, empleada en el siglo xix. Por ello, no requieren ser innovadores en su construcción narrativa, al grado que se sustentan en un concepto de nación que es anacrónico (por lo me-

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nos quince años) respecto a la definición de nación consignada actualmente en la Constitución mexicana. Lo anterior confirma la tesis de Gutiérrez (1999, p. 73), en el sentido de que el nacionalismo oficial depende de una historiografía del pasado indígena que sigue siendo percibida como fuente de orgullo nacional; es decir, que es “selectiva”, está a disposición y es “revisionista” del pasado indígena. Más que la inversión de haber sido impresos y distribuidos por la sep en más de veintisiete millones de hogares en todo México (Lujambio, 2010), dos aspectos relacionados con estas obras son particularmente lamentables: por un lado, el no poder explicar lo que efectivamente somos como nación pluricultural a principios del siglo xxi; y por el otro, al verter vino nuevo en odres viejos, desaprovechar la excelente oportunidad que los festejos de 2010 representaron para reconciliarnos como mestizos con los pueblos originarios y las minorías, superando de paso no solamente los agravios propiciados a las regiones por el centralismo, sino, en lo general, narrar finalmente la historia de un pasado oficial que sigue estando caracterizado por la negación, consciente o no, de la diversidad. Las conclusiones aquí elaboradas traen a la memoria, por último, los análisis comparativos entre narración y discurso hechos por Robert Eyerman (1999) hace algunos años. En ellos sugería que tanto la narrativa como el discurso tienen en común el hecho de que son marcos estructurales que incluyen o excluyen, que dan voz o silencian; condicionan lo que puede ser visto o dicho y por quien. “Mientras los discursos son ejercicios del poder y empoderan a esos que se posicionan adecuadamente”, concluía, “las narrativas pueden proporcionar los medios para las ‘contrahistorias’ para una minoría o un grupo oprimido, en el cual, alguno de los conceptos centrales del discurso de la dominación pueda llegar a ser apropiado y resignificado” (p. 162). El presente aporte, con sus limitaciones, desea contribuir a la crítica de los artefactos educativos a través de los cuales expresamos y difundimos lo que somos como nación y agregado cultural en el siglo xxi. Referencias Alcántara Sáez, M. y Hernández Norzagaray, E. (Comps.). (2009). México: el nuevo escenario político ante el bicentenario. Salamanca, España: Ediciones Universidad de Salamanca. Álvarez de Testa, L. (1992). Mexicanidad y libro de texto gratuito. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Anzures, T. (2011). El libro de texto gratuito en la actualidad. Logros y retos de

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Buen vivir con la naturaleza en las instituciones educativas: una necesidad en Boyacá, Colombia Buen vivir with nature in educational institutions: a need in Boyacá, Colombia Aracely Burgos Ayala Fundación Universitaria Juan de Castellanos ([email protected]) Resumen. El actual modelo de desarrollo económico ha logrado desequilibrar la relación entre los humanos y los restantes seres de la naturaleza. Su mitigación es posible a través del desarrollo de prácticas del buen vivir (bv) en dos de sus variables y dimensiones derivadas: los derechos humanos (educación y participación) y los derechos de la naturaleza (respeto, protección y restauración) en las instituciones educativas (ie). Estos son escenarios de impacto social que posibilitan nuevas generaciones de ciudadanos hacia una vida humana y ecológicamente más justa; el desafío es construir esta sociedad con educación. Con tal propósito, se realizan aproximaciones teóricas hacia: 1) comprender el bv con la naturaleza; 2) articular variables y dimensiones del bv en las ie, y 3) presentar la necesidad de indagar por el estado actual del bv con la naturaleza en las ie de Boyacá, Colombia. Palabras claves: sociedad-naturaleza, Sumak kawsay, educación, comunidad educativa, Boyacá. Abstract: The current model of economic development has unbalanced the relationship between humans and the other beings of nature. Its mitigation is possible through the development of practices from the “Buen Vivir” (bv) in two of its variables and derivative dimensions: human rights (education and participation) and the rights of nature (respect, protection and restoration) in the educational institutions (ei). These are scenes of social impact that enable new generations of citizens towards a more humane and ecologically life; the challenge is to build this society with education. For this purpose, theoretical approaches are made to: 1) understand the bv towards nature; 2) articulate variables and dimensions of bv in ei, and 3) present the need to inquire about the current state of bv towards nature in the ei Boyacá, Colombia. Keywords: society and nature, Sumak kawsay, education, educational community, Boyacá. Fecha de recepción: 19 de noviembre de 2015 Fecha de aprobación: 25 de febrero de 2016 Fecha de recepción de versión final: 18 de marzo de 2016

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Aracely Burgos Ayala Colombiana. Estudiante de Doctorado en Medio Ambiente: Dimensiones Humanas y Socioeconómicas en la Universidad Complutense de Madrid, España, y Magister en Ciencias Biológicas por la Universidad de Chile. Es profesora investigadora del Centro de Investigaciones de la Facultad de Educación de la Fundación Universitaria Juan de Castellanos de Colombia. Sus áreas de investigación están enfocadas a la conservación biológica, educación ambiental, ecología humana y ecología de ambientes fragmentados. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: La educación ambiental: impacto y conocimiento de sus fines y sus formas (2013); Diversidad funcional, Servicios ambientales en Páramos y Bosque Altoandino de Boyacá (2012), y Pobladores de los Andes: entre la riqueza y la pobreza (2011), todas en la revista Cultura Científica.

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Introducción1 El actual modelo de desarrollo económico, generador de una crisis de vida, expresado en el cambio climático, pérdida de ecosistemas, y por tanto, de biodiversidad y fuentes hídricas, entre otros, ha aportado, en gran medida, al actual desequilibrio en la relación humanidad-naturaleza. Su mitigación amerita cambios estructurales a largo plazo y a nivel civilizatorio; ejemplo de ello es la propuesta de prácticas como el Buen Vivir (bv) o Sumak kawsay. Este concepto, que existe desde la antigüedad, emerge recientemente en la sociedad y la política indígena ecuatoriana y boliviana, al buscar reivindicar y armonizar los derechos humanos y de la naturaleza (Arias, 2014; Tortosa, 2009). El bv es una concepción de vida andina donde prima lo comunitario y se elimina la visión de desarrollo económico como progreso; se plantea más bien como una alternativa al desarrollo. Su concepto, al ser único para cada comunidad y trascender los típicos indicadores de vida, se halla en permanente construcción; sin embargo, se considera como una “forma de vida en armonía del ser humano consigo mismo, de este ser humano con el resto de la humanidad y de cada individuo y la comunidad con la Naturaleza” (Acosta 2015, p. 1). Igualmente, éste “expresa la idea de una vida no mejor, ni mejor que la de otros, ni en continuo desvivir por mejorarla, sino simplemente buena en los términos definidos por la propia cultura” (Tortosa, 2011, p. 14). En escenarios como las instituciones educativas (ie), el bv posibilitaría una verdadera transformación ciudadana al articular dos de sus dimensiones: los derechos humanos (educación y participación) y los derechos de la Naturaleza (respeto, protección y restauración), desde lo objetivo (según evidencias externas) y lo subjetivo (opiniones o percepciones de las personas respecto a determinada situación). Esto urge en Colombia, donde la educación no ha sido garante de equidad de la vida en todas sus manifestaciones, y las aproximaciones educativas entre humanidadnaturaleza han sido exclusivamente desde el currículo de ciencias naturales y los Proyectos Ambientales Escolares (Prae) en las ie (Ley 115 de 1994: Art. 23, 30, 31; Decreto 1743 de 1994), pero sin resultados de impacto en unas nuevas ciudadanías. Así, el bv con la naturaleza en las ie contempla la relación entre el derecho a una educación que sea de todos, permanente, circular, con evaluación comunita1 Esta investigación es financiada por el Instituto de Investigaciones Científicas de la Fundación Universitaria Juan de Castellanos, a través del Macroproyecto “Instituciones educativas vivas: la ecología humana y el bienestar en la provincia centro del departamento de Boyacá” (código CI01-5). De igual forma, agradezco los comentarios del profesor Fernando Vega, investigador del Programa Interdisciplinario de Población y Desarrollo Local Sustentable (Pydlos-Universidad de Cuenca, Ecuador).

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ria, metodología natural, intercultural, productiva y de capacidad natural (Huanacuni, 2010), y donde se viva el derecho a la participación de la comunidad educativa2 (ce), ambas articuladas con los derechos de la naturaleza: respeto, protección y restauración. El caso particular del departamento de Boyacá (Colombia), de abundante riqueza natural, pero devastado por las acciones humanas en las últimas décadas, evidencia la inexistencia de generaciones de ciudadanos que vivan culturalmente en una relación de convivir con su ambiente natural. Esto podría explicarse, en parte, por los pocos niños que llegan y culminan su etapa escolar (5%) (Guía para la prevención y atención, 2011), quienes estarían ausentes de diversas iniciativas ambientales (por ejemplo, los Prae). También pareciera ausente la participación de la ce en la relación sociedad-naturaleza. Al respecto, cabe indagar, de forma general, ¿cuál es el estado del bv con la naturaleza en las comunidades de las ie de Boyacá, según la relación entre los derechos humanos, educación y participación con los derechos de la naturaleza? Su respuesta requiere: 1) establecer la condición del derecho a la educación de los niños en las ie de Boyacá, de forma que este sea un medio para la estructuración del bv con la naturaleza en la zona de vida donde se halla cada ie; 2) identificar allí la condición del derecho a la participación de la ce, y 3) describir la vivencia de los derechos de la naturaleza en sus ce. El buen vivir con la naturaleza El desarrollo económico de las últimas décadas ha modelado la intensidad y velocidad de la producción-consumo a nivel mundial, hasta superar la capacidad de restauración de la naturaleza (Álvarez, 2011; Gudynas, 2011a, 2011b). El modelo que salva al dinero y no a la gente (Estermann, 2012) pareciera no tener límites y llevará a la extinción a muchas formas de vida, incluida la humana. Este desequilibrio en la relación humanidad-naturaleza, llamado un suicidio colectivo (Acosta, 1992), un colapso ecológico civilizatorio (Estermann, 2012), o una “crisis de vida” (Huanacuni, 2012), está en búsqueda de respuestas y cambios estructurales civilizatorios (León, 2008), armónicos entre los sistemas: político, social, cultural y natural. El desequilibrio corresponde con impactos a mediano, largo plazo y tardíos ocasionados por la humanidad, quien en su consumo-producción no diferencia 2

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Comunidad de la ie: estudiantes, docentes, padres de familia, directivas, comunidad educativa

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—o desconoce— entre lo imprescindible (necesario) y lo superfluo (prescindible). Otros impactos son el uso no selectivo y la sobreexplotación, que no dan tiempo a la recuperación de la naturaleza (Estermann, 2012). Aun así, han surgido y resurgido acciones y movimientos sociales hacia su protección, y aunque muchos son sectorizados (Tobasura, 2007), marcan el inicio de nuevas generaciones transformadas socialmente, para dar respuesta a un desarrollo sustentable y biocéntrico, como menciona Maya-Ángel (2013), donde el hombre se comprenda dentro del sistema ambiental; un ejemplo de ello es el Buen Vivir (bv) (Gudynas, 2011b). Como se mencionó antes, el bv o Sumak kawsay existe desde la antigüedad, en la integralidad y espiritualidad del mundo andino indígena (Álvarez, 2011; Huanacuni, 2010), aunque algunos de sus fundamentos ya habían sido registrados por filósofos de la antigüedad y modernos (Abdallah, 2010). Es un paradigma y concepción radicalmente diferente de la vida del ser humano, la naturaleza, el trabajo, la economía y el “progreso” o “desarrollo”, donde prima lo colectivo (Estermann, 2012; Huanacuni, 2012; Reynolds, 2013). En esta visión, el desarrollo, según su concepción actual de índices e indicadores, es innecesario para el bienestar, pues olvidó que la vida es lo fundamental (Phélan, 2011). El bv no es una alternativa al desarrollo, tampoco concibe un “subdesarrollo” a superar o por lograr, según la posesión de bienes, que conlleve a una condición humana superior o inferior (Acosta, 2010). No admite una buena vida de pocos —acumuladores—, sostenida por muchos que no logran, o no les interesa tal abundancia destructora de las condiciones biofísicas de vida (Acosta, 2010; Álvarez, 2011). Aquí la única forma aceptable de desarrollo es, como lo sugieren Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (2010), un desarrollo dirigido hacia el crecimiento de las personas y no a la acumulación de cosas. El concepto de bv es único para cada cultura y su relación con la naturaleza, cuya conflictividad es justo donde surge el problema ambiental (Amaya-Ángel, 2013); de ahí que se requiera generar su permanente construcción en complementariedad comunitaria (Huanacuni, 2010, 2012) o cultural en los diversos territorios, entendidos como “el resultado de las interacciones permanentes entre las dinámicas de los ecosistemas y las dinámicas de las comunidades que confluyan a un mismo tiempo en un mismo espacio físico” (Wilches-Chaux, 2013, p. 4). Así, la definición de Alberto Acosta (2015) para el bv es, tal vez, las más aproximada: “El bv es la vida en armonía del ser humano consigo mismo, de este ser humano con el resto de la humanidad, y de cada individuo y la comunidad con la naturaleza” (p. 1); en ese sentido, la armonía con la naturaleza es el principal interés de esta apuesta investigativa.

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Acosta lideró la inserción del bv en la última Constitución nacional de Ecuador (2008), donde aparecen principios para una sociedad justa, libre y democrática, en igualdad de condiciones óptimas de vida (Phélan, 2011). Un logro importante fue consagrar la protección y el cuidado del ambiente como un estilo de vida, al elevar a la naturaleza a “sujeto de derechos” en cuanto a su respeto, protección y restauración (Prieto, 2013). Se demuestra así, la protección de toda forma de vida a través de legislaciones y políticas a partir de la participación y el diálogo de los ciudadanos y organizaciones locales, generando responsabilidad social (Avendaño, 2012), incluso con empresas (Bustos y Chacón, 2009). El bv permea, igualitariamente, aspectos que integran el desarrollo de la vida: políticos, sociales, económicos, educativos, ambientales, participativos y de libertad (Arias, 2014; Hernández, 2009), hacia un bien-estar, bien-ser y bien-actuar. Ahora bien, desde el bv se hace necesario explorar la percepción de la vida y la naturaleza. En éste, la vida, en cualquiera de sus manifestaciones, supera la concepción meramente biológica; se configura de forma interconectada, donde cualquier acción individual y/o colectiva tendrá consecuencias en sí mismo y en los otros. También se le comprende y respeta como valor universal, sin reduccionismos o aislamientos; se aleja de cualquier antropocentrismo (Álvarez, 2011). El concepto naturaleza, por su parte, corresponde a una creación social y, en su más amplio sentido, a un producto cultural que ha sido moldeado a través de la historia. Desde la colonia se propuso su dominio y manipulación para el crecimiento económico. Actualmente, sus componentes se ven como recursos, y el ser humano sigue viéndose separado de ella. Contrario, en el bv, la naturaleza es la integralidad de todas las manifestaciones de la vida y los elementos que la componen se interrelacionan e interactúan entre sí (Macas, 2011), así como las aceptación de todas las concepciones multiculturales. En consecuencia de lo expuesto, la propuesta del bv con la naturaleza contempla la relación entre dos variables del bv: 1) derechos humanos, y 2) derechos de la naturaleza, como garantes del equilibrio en la relación sociedad-naturaleza (Arias, 2014). Particularmente, los derechos humanos abordarán “la educación”, al ser promotora de transformación social, y “la participación”, que contribuye con la autonomía democrática de las comunidades para la construcción de una sociedad humana y ecológicamente más justa. Los derechos de la naturaleza, por su parte, serán abordados desde las dimensiones de “respeto” integral a su existencia, la “protección” de sus ciclos de vida, estructura, funciones y procesos evolutivos, y la “restauración” de sus ciclos de vida, en caso de haber sido maltratados (ver figura 1). El siguiente numeral ampliará esta propuesta, específicamente en las ie.

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Adicionalmente, habrá indicadores de cada variable, tanto objetivos y subjetivos. Los primeros se basan en evidencias externas independientes del informante (nivel educativo); los segundos son juicios, casi siempre en modo y en concepto, y reflejan percepciones y opiniones de la población con respecto a su situación, a la de la sociedad o al país (Mondragón, citado por Arias, 2014, p. 44).

Referente al bv, los indicadores objetivos miden el acceso a determinados beneficios que debe brindar el Estado (por ejemplo, acceso a la educación y a la participación), así como su garantía y medición, que comúnmente ha sido agrupada en áreas regionales, nacionales y desde lecturas locales. Los subjetivos, abordaje esencial del bv y que ha sido prácticamente nulo, corresponderán a la percepción de cada individuo sobre las condiciones objetivas de la educación y la participación en relación con la naturaleza, según su propia vida; mide lo cualitativo (por ejemplo, la cotidianidad, la satisfacción de vida) (ver figura 1). Este tipo de medición es fundamental cuando uno quiere luchar por el reconocimiento de las identidades, por una educación inclusiva (López, 2012). Al ser el bv una propuesta reciente, resulta compleja su concepción y medición (Acosta, 2010; Arias, 2014); lo ideal es lograrlas simultáneamente (Tortosa, 2011). Es posible obtener aproximaciones conceptuales diferenciadas en cada localidad, y una medición que supere los tradicionales satisfactores de vida, con el objetivo de legitimar propuestas de políticas, programas y proyectos que lo hagan posible. Figura 1. Propuesta del buen vivir con la naturaleza

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El buen vivir con la naturaleza en las ie Derecho a la educación hacia la naturaleza en las ie En general, la educación ha sido antropocéntrica, individual, competitiva y descontextualizada (Huanacuni, 2010); se ha olvidado que su fin es educar para la vida. La educación en Colombia, de otra parte, goza de protagonismo gubernamental y social; a su vez, es criticada por los resultados ante estándares comparativos internacionales, la ausencia de espacios físicos adecuados, ineficacia en cobertura, calidad y garantía de permanencia de los niños en las ie, entre otros. Adicionalmente, sólo está educando para el desarrollo económico (Torres, 2007). Tal situación se ha afrontado con reformas legislativas (Astorga, 2012), pero, en su mayoría, sin fundamento o impacto en las realidades individualidades territoriales concretas. De forma particular, la cercanía entre “educación y naturaleza” en las zonas de vida de las ie de Colombia se dio con la Ley 115 de 1994, ya que ésta incursionó en los currículos de ciencias naturales y planteó los lineamientos para los Proyectos Ambientales Escolares (Prae) (Decreto 1743 de 1994), reforzada con la Política Nacional de Educación Ambiental (pnea) (Ley 1549 del 2012; MinAmbiente y MinEducación, 2002). Sin embargo, ni currículos, Praes o la pnea lograron el impacto deseado (Burgos, 2015; Camargo y Chávez, 2010; Gómez, 2005; Guerra, 2002; Núñez, 2008). En consecuencia, resulta escasa la discusión e impacto de cada actor de la ce sobre la existencia de problemas relacionados con la riqueza natural en las zonas de vida de las ie (Maldonado, 2005; Pachón, 2012); lo cual sí es posible, según Damerell Howe y Milner-Gulland (2013), a través de una propia pedagogía. Adicionalmente, Vega (2013) propone la relación educación-naturaleza, que ha sido dispersa y aislada, como una práctica sociocultural que “piense tanto en la transformación de los individuos desde una formación crítica y reflexiva, como del sistema de educación que reproduce intereses, modelos y prácticas que refuerzan las causas sociales de los problemas ecológicos” (p. 74). Una educación pedagógica comunitaria del bv con la naturaleza, con una dinámica interna de la estructura educativa (relaciones dentro de, micro), y una externa entre los actores de la ie (relaciones con, macro) que, a su vez, involucre “una descentralización política de la educación sustentada por una autonomía regional que dinamice la ecología de saberes” (Vega, 2013 p. 75). Consistente con esto, la educación en el bv se concibe más allá de lo social y sus intereses comunes. El aprendizaje debe valorar todos los saberes culturales

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(Esquivel, 2013) en articulación y complemento a toda forma de vida individual y comunitaria, así como a su contexto (Huanacuni, 2010). Esta educación que propicie un cambio civilizatorio hacia futuras personas dirigentes, con conocimiento de su realidad, pensamiento crítico frente a la justicia y la equidad social humana y ambiental (Minteguiaga, 2012); que encuentren el sentido de su existencia (Meza, 2005) y con la disposición de educar y aprender constantemente (Crosso, 2012). También se espera que la educación en el bv sea una revolución de las ce hacia una construcción de lo común, con desarrollo de conciencia política y social en equidad, cuyo objetivo es que se eduque para la vida, para aprender a vivir, para aprender a aprender (Briones, 2010, p. 39; Bolaños et al., 2008, p. 137). Con esto, la educación comunitaria no puede estar aislada de la naturaleza, sino más bien, debe enseñar, comprender y respetar las leyes naturales. El desarrollo de esta dimensión —derecho a la educación— en el contexto de la ce toma la propuesta de Huanacuni (2010) sobre una educación para vivir bien: que sea de todos, permanente, circular, con evaluación comunitaria, metodología natural, intercultural, productiva y de capacidad natural. Educación de todos. Lograr los derechos de la naturaleza en el marco del bv en las ie (que se ampliarán más adelante), requiere involucrar a cada integrante de la ce. Así: Las directivas podrán, entre otros aspectos, replantear currículos según la pertinencia a sus zonas de vida; movilizar a la ce hacia la reproducción de una sociedad de justicia social y natural; y fortalecer las capacidades individuales y colectivas de la ce hacia los derechos de la naturaleza. El rol docente será de orientador y guía en los procesos de enseñar-aprender, según la realidad y el conocimiento previo de los niños sobre sus zonas de vida (por ejemplo, costumbres familiares y comunitarias frente al uso de recursos naturales, comportamiento de los animales, la vegetación o el clima). También debe conocer las problemáticas cercanas a la ie y, de esta forma, posibilitar la formación armónica e integral de cada niño (Esquivel, 2013). El bv con la naturaleza será responsabilidad de todos los docentes y no exclusivamente de los de ciencias naturales. Su lugar de desarrollo no será limitado al interior de la ie, y se acudirá a escenarios reales de cada contexto natural educativo. En cuanto a los estudiantes que logran ingresar a la ie, en quienes se proyecte educar en el bv con la naturaleza, se espera que se valore su conocimiento y sus capacidades previas respecto a la naturaleza. Su aprendizaje y evaluación será menos teórica y más vivencial. Tendrán la posibilidad de ser críticos, pero a la vez propositivos y responsables frente a sus acciones hacia los derechos de la naturaleza.

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Los padres de familia tendrán la posibilidad de ingresar a las ie y aportar en la enseñanza-aprendizaje de los niños, e intervenir para modificarlo si se requiriere. Educación permanente. No existe un lugar ni tiempo especial para aprender, se aprende durante toda la vida (Esquivel, 2013). En consecuencia, la educación del bv es una constante enseñanza-aprendizaje, cuyo eje central será convivir con la naturaleza de la zona de vida donde se desarrolla la ie; esta es clave al permear toda la estructura de vida generada en torno a ella (Huanacuni, 2012). Educación circular. Los integrantes de la ce participarán sin jerarquías, dominaciones o exclusividad de posesión del conocimiento (Esquivel, 2013). Reconocerán que los niños no llegan a la escuela vacíos de conocimiento sobre su naturaleza, más bien, potencian y articulan a un nuevo conocimiento explicativo y comprensivo del funcionamiento, causas y consecuencias del actuar sobre ella. Más que competencias, será descubrir y potenciar las capacidades individuales y colectivas para el beneficio mutuo, a partir de la construcción de conocimiento colaborativo de cada realidad local (Chacha, Granda y Jima, 2012). Educación con evaluación comunitaria. Si se piensa en enseñanza comunitaria, también lo debe ser sobre su evaluación; además, los estudiantes no son entes aislados, sino integrados a la comunidad. No se trata de despersonalizar a los estudiantes ni eliminar la evaluación individual; se trata de integrar y sensibilizar la responsabilidad comunitaria frente a quien se está preparando para la vida, y de quien se prepara para ésta. Educación con metodología natural. Es una enseñanza no sólo basada en la razón que tiene visión sujeto-objeto, sino que considera un mundo no lógico, intangible, invisible, el que realmente determina las formas de percibir la vida. Respecto a la naturaleza, las relaciones serán sujeto-sujeto entre todos sus seres y componentes, pues todos tienen energía y vida, y forman parte del equilibrio de la comunidad. Esta metodología aplicada hacia el bv en la naturaleza en las ie asume responsabilidad, pues todo contacto con alguien o algo produce su alteración, modifica su realidad. Educación intercultural. Esta educación se relaciona con el conocimiento de la cultura occidental (disgrega teoría y práctica) y la valoración propia comunitaria (integración enseñanza-aprendizaje vivenciales). Educación productiva. Se parte del principio de que la naturaleza es productiva. En el bv, la productividad está ligada a la acción complementaria de la comunidad. Así, una comunidad es productiva si comprende y practica valores en la cotidianidad de la vida (por ejemplo, siembra-cosecha), e integra lo racional y lo práctico hacia la obtención de resultados que sean fruto de la convergencia de muchas fuerzas.

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Derechos de la naturaleza en las ie Los derechos de la naturaleza, en general, no son nuevos, provienen de diversas luchas en torno al territorio y sus derivados maltratos y vulneraciones a los ecosistemas naturales. No son posturas conservacionistas, más bien proponen una relación equitativa de los humanos hacia la naturaleza. Aquí se revisa lo logrado por Acosta (2009) en la Constitución de Ecuador de 2008, donde la naturaleza adquiere el carácter de “sujeto de derechos”, esto es, a ser respetada, protegida y restaurada; para nuestro interés particular, estos derechos se revisarán en escenarios de las comunidades de las ie. Estos derechos, se pueden visualizar así: Respetada integralmente en su existencia por todos los integrantes de la ce; que conozcan sus componentes, estructura o funcionamiento ecológico, beneficios socioeconómicos y posibles problemáticas. Esto posibilitará respetarla y no verla como “algo” para dominar, explotar, o tomar como opción meramente económica y sin límites. Este será el principal reto del bv con la naturaleza en las zonas de vida en las ie. Protegida se relaciona, en primera instancia, con la normatividad e instituciones garantes de este derecho; en segunda instancia, con la responsabilidad de realizar acciones individuales y/o colectivas para protegerla, que eviten su vulneración. Su aplicabilidad será para comunidades de las ie que hayan o no vulnerado a la naturaleza. Como referente se tiene el Principio de responsabilidad humana hacia la naturaleza de Jonas (citado por Carvajal, 2013), quien alude que […] la responsabilidad de todo ser humano demanda atención por el mundo en el que vive, en donde construye la sociedad con la interacción mutua, y que es el hombre el único ser conocido que tiene responsabilidad, puesto que sólo los seres humanos pueden elegir consciente y deliberadamente sus acciones, por tanto, las consecuencias de las mismas. (p. 10)

Se parte, entontes, del respeto por la vida en todas sus manifestaciones, y del resultado de la expresión de la complejidad de la naturaleza, esto es, paisajes y ecosistemas, lo cual no se logra con la educación actual (De Castro, Cruz y RuizMontoya, 2009). Restaurada. La restauración se ejercerá una vez que la naturaleza ha sido violentada en algunos de sus ciclos vitales, estructura, funciones y/o procesos evolutivos. Por su complejidad, cumplir este derecho implicará la participación/interacción con otros actores externos a las ce; por ejemplo, universidades, empresas, entidades u organizaciones cuya finalidad es el logro de la restauración de la naturaleza.

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El ideal es que se cumplan los derechos de respeto y protección, para no tener que actuar mediante la restauración de los efectos violatorios, una vez producidos. También su cumplimiento aborda la justicia ecológica que articula los derechos humanos y los de la naturaleza; tal justicia asegura la persistencia de todas las especies, incluida la humana, así como la expresión de todos los sistemas ecológicos. Paralelamente, se desarrolla una justicia ambiental (Acosta, 2010) que implica una indemnización humana, o restauración, a cualquier uso ambiental. Ambas justicias ya comienzan a integrarse a la cotidianidad de las personas, sin embargo, su efectividad es lenta frente a la velocidad de agresión al ambiente; urge pasar de la teoría a la práctica. Si bien son tres dimensiones, varios autores sugieren una correlación entre conocimiento (respeto) y actitudes (responsabilidad) (Fernández-Manzanal, Rodríguez-Barreiro y Carrasquer, 2007; González y da Silveira, 1997), lo que también podría correlacionarse con la restauración. De esta interrelación no se tiene conocimiento en las ie. Derecho a la participación de las ie con la naturaleza El derecho a la participación, visto desde el bv, cuestiona y propone alternativas de desarrollo desde las comunidades, para este caso, de las ie. Genera nuevas dinámicas de diálogo y participación, pasando de una representación democrático-pasiva a una participación comunitaria dinámico-activa; no sólo se trata de delegar una representación, sino de tener una participación directa (Huanacuni, 2010). En Colombia, la participación en las ie no estará restringida a la acción de elegir y ser elegido, y las demás que contempla el artículo 40 de su Constitución; más bien se se trata de preparar participativamente a los individuos de la ce para la vida (Acosta, 2010), para garantizar la existencia y el estilo de vida de cada persona (Chacha, Granda y Jima, 2012) hacia una coexistencia colectiva (Acosta, 2010). Serán claves los espacios de diálogo, enseñanza y vivencia de los derechos a la educación, la participación y los de la naturaleza. Allí, la relación de este derecho con la educación y la naturaleza se aprecia en varios aspectos de la pnea (2012), donde se contempla como un “requerimiento del Prae para lograr la apertura de la escuela a la comunidad, como un actor social importante en los procesos de construcción de la región” (p. 11). Igualmente, afirma que se “requiere una escuela que permita la participación activa del niño y de toda la ce en la construcción del conocimiento para encontrar alternativas de solución acordes con su problemática ambiental particular” (p. 31). Dicha participación

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es con miras a la toma de decisiones para la resolución de problemas relacionados con las dinámicas ambientales particulares a cada contexto educativo, y que sería conducente a una verdadera formación en la responsabilidad sobre la naturaleza. Además, será clave que la ce comprenda y participe activamente en las formas de producción y consumo que rigen su vida actual y las consecuencias en la naturaleza para poder suplirlas, bajo la pedagogía de los límites de la naturaleza (Sempere et al., 2010). Desde esta perspectiva, la comunidad integrante de las ie de determinada zona de vida deberá participar en la dinámica de los procesos del uso de los recursos naturales, así como en los modelos de producción comunitaria (Huanacuni, 2010). Será urgente la necesidad de reinterpretar la forma de concebir a la naturaleza; quedará superada la mirada que la ve exclusivamente para su uso extractivo en cualquiera de sus formas para, más bien, comprender que se es parte y, a la vez, se depende de ella. Así, el mencionado diálogo y procesos de enseñanza-aprendizaje deben traspasar las fronteras escolares y ser extensivos a toda la comunidad (Esquivel, 2013) quien, de forma participativa, tendrá la tarea de planificar, ejecutar y velar por la educación con enfoque hacia el cuidado de la naturaleza de cada territorio, además de contemplar una conexión participativa intercomunitaria, sin perder la particularidad en cada territorio; más, cuando los componentes de la naturaleza (por ejemplo. ríos o ecosistemas) no discriminan delimitaciones humanas. Esta forma de educación y participación será un reflejo del funcionar de la naturaleza: conectada, recíproca y complementaria (Huanacuni, 2010). Finalmente, puede que queden ausentes varios elementos indicadores de las dimensiones expuestas, sin embargo, al ser esta una primera exploración y aproximación, se consideran suficientes. Necesidad del bv con la naturaleza en las ie de Colombia: caso Boyacá Relación sociedad-naturaleza en Boyacá Boyacá, departamento ubicado en la región altoandina colombiana, es uno de los que posee mayor diversidad de especies y ecosistemas (bosques y páramos) gracias a su variabilidad altitudinal y geográfica (Fernández-Alonso y Hernández-Schmidt, 2007; Geografía de Boyacá, 2009; Rodríguez y Peña, 1983). Estos ecosistemas ofrecen múltiples beneficios (regulación del recurso hídrico, producción de madera y medicinas, presencia de flora y fauna silvestre) (Carriazo, Ibáñez y García, 2003; Rudas et al., 2007). Sin embargo, en las últimas décadas han tenido

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modificaciones, particularmente por la acción humana, tanto de habitantes de la región como externos a ella, con la llegada de empresas multinacionales (Garzón, 2012; González, 2013). Los efectos de estas acciones normalmente concurren en disminuir la capacidad para suministrar sus beneficios, así como la posibilidad de recuperación (mea, 2005). Asimismo, en estos ecosistemas, considerados rurales, habita 49% de la población de Boyacá (dane, 2005); esta localidad se halla en un escenario de vulnerabilidad por razones tales como la escasez de los beneficios de la naturaleza y la destrucción del ambiente del cual depende su economía (Forero, 2002); además, ésta es considerada la despensa agrícola del país (ena, 2011), razón por la cual es una región prioritaria dentro de los planes nacionales (2010-2018) y departamentales de desarrollo (2012-2015), así como en “Visión Boyacá 2019”; sin embargo, de los informes de lo ejecutado, los impactos son mínimos frente a la gran desarmonía en la relación humanidad-naturaleza señalada por este departamento. Esta realidad genera la necesidad de una nueva forma social y cultural de amortiguar esta relación: el bv. De manera específica, con la articulación entre la educación y la participación (derechos humanos) con los derechos de la naturaleza, se plantea indagar lo siguiente: ¿Cuál es el estado del buen vivir con la naturaleza en las comunidades de las instituciones educativas de Boyacá, según la relación entre los derechos a la educación y la participación con los derechos de la naturaleza? Buen vivir con la naturaleza en las ie de Boyacá: derecho a la educación La educación en las ie es un escenario que posibilita una nueva civilización de seres que den cuenta de sus derechos y los de la naturaleza. Sin el cumplimiento de las leyes y los planes colombianos ese escenario queda sin aprovecharse si, por ejemplo, en Colombia, de 100 estudiantes de la zona rural que ingresan a la básica media, culminan 48 (Delgado, 2014), y en Boyacá lo logra 51% (Guía para la prevención y atención, 2011, p. 6). Para Boyacá, además, se desconoce el estado de la educación desde la aproximación del bv de acuerdo con Huanacuni (2010), según los indicadores: educación de todos, educación de forma permanente, circular, con evaluación comunitaria, metodología natural, intercultural, productiva y de capacidad natural, con enfoque hacia los derechos de la naturaleza. En este sentido, si a través de la educación se piensa lograr un bv con la naturaleza, cabe la interrogante inicial de: ¿Cómo se halla la dimensión del derecho

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a la educación en relación con los derechos de la naturaleza en las instituciones educativas de Boyacá? Buen vivir con la naturaleza en las ie de Boyacá: derecho a la participación En las ce de las ie de Boyacá, la información sobre el derecho a la participación es deficiente. Los referentes sobre elegir y ser elegidos para realizar acciones relacionadas con los derechos de la naturaleza son observables a través de los siguientes indicadores: la participación en espacios de diálogo, enseñanza y vivencia de responsabilidad en torno a problemáticas ambientales. La evidencia se podría establecer por el bajo número de comités ambientales escolares conformados al año 2014 (de 174 ie, solo 55% contaba con éstos) (Burgos, 2015), por tanto, se esperaría una participación estudiantil con porcentajes similares y tal vez inferiores de estudiantes en estos escenarios. Algo similar ocurre con la participación en la formulación de los Prae, que si bien se encontró que es de 90% (de 174 ie), en su desarrollo, tan sólo en 89 ie (50%) participan todos los estudiantes (Burgos, 2015). De igual forma, estos proyectos han sido poco articulados a los proyectos educativos institucionales y a modelos pedagógicos didácticos de la dimensión educativa ambiental (Pachón, 2013). Asimismo, no se cuenta con una base de datos consolidada que indique la participación comunitaria, ni proporcione detalles de los proyectos ciudadanos de educación ambiental, así como de los planes de educación ambiental municipales (López, 2013). Aún así, existe participación de actores clave a través de una cultura ambiental escolar; por ejemplo, en la formulación de los Prae de las ie se encontró que 20 de 174 contaban con participación de universidades (Burgos, 2015); las Corporaciones Autónomas Regionales han participado en 434 oportunidades (López, 2013); y también se ha reportado la participación de la Secretaría Departamental de Educación (MinEducación, 2010). Aún así, las evidencias de su operatividad e impacto no resultan visibles frente a una mejor relación de las comunidades educativas con su naturaleza. Por consiguiente, conviene revisar si los derechos de la naturaleza sólo son posibles desde la participación en un Prae, en proyectos ambientales ciudadanos y en planes locales de ea; y si éstos posibilitan la participación intra e intercomunitaria, así como un diálogo de saberes, indicadores propios del bv para establecer un vínculo asertivo entre cultura-naturaleza desde las zonas de vida de cada ce. Entonces, resulta necesario indagar lo siguiente: ¿Cómo se encuentra la

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condición del derecho a la participación de la comunidad de las ie de Boyacá en relación con los derechos de la naturaleza de la zona de vida donde se halla esta ie? Buen vivir con la naturaleza en las ie de Boyacá: derechos de la naturaleza En Colombia, la Constitución política aborda a la naturaleza en diversos artículos: el 277 estipula que hay que “Defender los intereses colectivos, en especial el ambiente”; los artículos 289, 310, 331, 334 y 361 abogan por la “… preservación del ambiente”; el 300 por la “… planeación del ambiente”; el 317 afirma que “… habrá tributo […] a las entidades encargadas del manejo y conservación del ambiente y de los recursos naturales renovables”. Infortunadamente, no menciona la posibilidad de la naturaleza con derechos, menos aún, propicia una cultura escolar hacia estos derechos. Se podría decir que la naturaleza de Boyacá se ha reconocido ampliamente en cuanto a su diversidad, composición y estructura (����������������������������� Álvaro y Zabala, 2006�������� ; Carrillo, 2009; Navas, 2009; Pulido y Burgos, 2009; Torres y Suárez, 2009), pero tal conocimiento, quizás, no ha permeado de forma contundente en las comunidades —educativas o no— que viven inmersas en ella. Si bien esto es una plataforma indispensable para gestionar los derechos de la naturaleza, el punto de partida para el derecho al respeto se centra en el grado de conocimiento que tienen los actores de las ce sobre la naturaleza de la zona de vida en cuanto a: 1) el funcionamiento ecológico; 2) los beneficios socioeconómicos, y 3) las problemáticas ambientales. El derecho a la protección, por su parte, requerirá revisar indicadores como el conocimiento de la normatividad que protege la naturaleza cercana a la ie y los encargados de velar por su cumplimiento, así como las acciones individuales y colectivas realizadas para protegerla. Al respecto, si bien Boyacá cuenta con una institucionalidad (Corporación Autónoma Regional de Boyacá) reconocida por algunos actores de la ce, es incierto si conocen la normatividad de protección a la naturaleza que emana de ella. Sumado a esto, existen reportes sobre acciones individuales y colectivas de los estudiantes en las que no reconocen la importancia ambiental de su contexto (Lesmes, 2015); aunque otros autores afirman lo contrario, pero las acciones que realizan no son coherentes con las necesidades ambientales de la zona de vida de las ie (Pulido y García, 2014). Por otro lado, la restauración se indagará a través de: 1) la responsabilidad, y 2) el interés por la restauración de los componentes, el funcionamiento ecológico y, por ende, de los beneficios socioeconómicos de la naturaleza de la zona de vida de la ie.

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Estos indicadores son las acciones que dan cuenta de la justicia ecológica o ambiental factible de realizar desde las ie en el marco del bv. Al respecto, en Tunja (capital de Boyacá) se demostró que sus habitantes estarían dispuestos a pagar para conservar las especies, esto es, a invertir en restauración de ecosistemas (Burgos, 2010), pero se desconoce esta percepción desde las ce. Más allá del pago, en el ámbito del bv, se trata de realizar acciones comunitarias restaurativas, como lo hace el Colectivo de Protección de la Provincia de Sugamuxi, donde está involucrado al sector educativo, pero el impacto social de y en la ce no es visible (Anaya y Echeverry, 2014). De esta forma, la pregunta aquí es: ¿Cómo se halla la vivencia de los derechos de la naturaleza por parte de los actores de las comunidades de las ie de Boyacá? Finalmente, se espera que el abordaje presentado en este documento y desarrollado a posteriori en fase de campo, permita iniciar un camino que favorezca el cómo abordar y, a futuro, poner en práctica estrategias para aportar a una cultura del bv con la naturaleza en las ie. Conclusiones El buen vivir, concepción cultural andina, es una forma de vida armónica del ser humano consigo mismo, de éste con el resto de la humanidad y con la naturaleza que lo rodea. Tal concepción se retoma en los últimos años, incluso a nivel de constituciones políticas nacionales, ante la desarmonía ocasionada por diversas acciones humanas, partiendo de las consecuencias del actual modelo de desarrollo, como una respuesta estructural civilizatoria para hacer una cultura de justicia socioambiental. Aquí se plantea que una aproximación del bv con la naturaleza es posible a través de la interacción entre las variables “derechos humanos —con las dimensiones: educación y participación—” y “derechos de la naturaleza —con las dimensiones: respeto, protección y restauración—”. Como otros autores lo han expresado, resulta complejo comprender y medir el bv con la naturaleza en ie, máxime cuando el bv resulta único para cada contexto de vida; sin embargo, se requieren aproximaciones que den cuenta de esta relación, con el fin de legitimar políticas, programas y proyectos que lo hagan posible. En este sentido, se propone el desarrollo del bv con la naturaleza desde las instituciones educativas, dados sus alcances estratégicos dentro de la sociedad, según los derechos y variables mencionadas.

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En cuanto al derecho a la educación, los indicadores serán: una educación de todos, de forma permanente, circular, con evaluación comunitaria, metodología natural, intercultural, productiva y de capacidad natural. Para el derecho a la participación, los indicadores son: participación en espacios de diálogo, enseñanza y vivencia de responsabilidad en torno a problemáticas ambientales. Los indicadores de los derechos de la naturaleza, por su parte, se dividirán así: “el respeto” a través del grado de conocimiento en cuanto a: 1) el funcionamiento ecológico; 2) los beneficios socioeconómicos, y 3) las problemáticas ambientales, “la protección” al conocer la normatividad, los actores y las acciones individuales y colectivas para protegerla. “La restauración”, por su parte, se indagará a través de: 1) la responsabilidad, y 2) el interés por la restauración de los componentes, el funcionamiento ecológico, y los beneficios socioeconómicos de la naturaleza. Todos los indicadores tienen un enfoque hacia los derechos de la naturaleza de la zona de vida de cada ie, desde la perspectiva de todos los integrantes de la comunidad educativa, y con aproximaciones objetivas y subjetivas. De forma particular, Boyacá requiere del desarrollo de prácticas de bv con su naturaleza, como una forma de mitigar los daños humanos ocasionados, con mayor intensidad en las últimas décadas, a la riqueza de sus ecosistemas y las bondades que ofrecen. Aquí, las ie son un escenario factible, al tener gran impacto social. Si bien en esta región se aprecia una interacción entre los derechos humanos con los derechos de la naturaleza en la zona de vida de las ie, resulta débil al indagar por el impacto deseado, tanto como por la realidad observada. Esto podría ser consecuencia de la inexistencia de la práctica de la vivencia de los derechos para el bv con la naturaleza en las ie, como por no considerarlos estratégicos dentro de políticas estructurales socioambientales en este lugar. Por último, el abordaje presentado en este documento corresponde a un desafío más hacia el desarrollo de una cultura donde el hombre se comprenda a sí mismo y a la naturaleza dentro del sistema ambiental. Referencias Abdallah, S. (2010). La revolución del bienestar. En J. Sempere et al., Enfoques sobre bienestar y buen vivir (pp. 29-42). Madrid: Centro de Investigación para la Paz (cip-Ecosocial). Acosta, A. (1992). Deuda externa y deterioro ecológico: hacia un suicidio colectivo. En A. Eichler, Deuda externa, desarrollo y ecología. Ecuador: Fondad. Acosta, A. (2009). La maldición de la abundancia. Ecuador: Abya-Yala.

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De muñecas a dueñas. La aparente inversión de roles de género en las narcoseries de Telemundo From dolls to owners. The apparent reversal of gender roles in the narcoseries of Telemundo Ainhoa Vásquez Mejías Centro de Investigaciones sobre América del Norte, unam ([email protected]) Resumen: Mientras las primeras narcoseries, como Sin tetas no hay paraíso y Las muñecas de la mafia, caracterizaron a sus personajes femeninos como víctimas, la cadena estadounidense Telemundo ha dado un vuelco a esta imagen incluyendo a protagonistas líderes del narcotráfico. Aparentemente, ello provoca una inversión en los roles de género, puesto que las mujeres se convierten en agente activo en un mundo patriarcal. Sin embargo, estas protagonistas se definen mediante elementos estereotípicamente femeninos, tales como la bondad, el sacrificio y la maternidad, que se concreta de manera literal y metafórica en dos narcoseries analizadas: La Reina del Sur y Camelia la texana. No obstante, el verdadero acto subversivo de estos personajes —para deslindarse de los prototipos de género— es su capacidad de analizar y decidir. Ellas, lejos de considerarse víctimas de sus circunstancias, asumen su responsabilidad por la vida que han escogido y la violencia con que actúan. Palabras clave: narcotráfico, narcoseries, roles de género, víctimas, violencia. Abstract: While the first narcoseries as Sin tetas no hay paraíso and Las muñecas de la mafia have had characterized female roles as victims, Telemundo (a broadcast television network) has changed this image by including leading female roles of the drug dealing. Seemingly, it provokes an investment in the traditional gender roles, because these women turn into an active agent in a patriarchal world. Nevertheless, these protagonists are defined by means of stereotypically feminine elements, such as kindness, sacrifice and maternity that are concreted, in a literal and metaphorical way, in two analyzed narcoseries: La Reina del Sur and Camelia la texana. Notwithstanding, the real subversive act of these characters —in order to depart from gender prototypes— is their abilities to analyze and decide. They, rather than consider themselves as victims of their circumstances, assume their responsibility for the life that they have chosen and their violent acts. Keywords: drug dealing, narcoseries, gender roles, victims, violence. Fecha de recepción: 5 de febrero de 2016 Fecha de aprobación: 9 de marzo de 2016 Fecha de recepción de versión final: 28 de marzo 2016

Época II - Vol. IV - Núm. 2 / julio-diciembre de 2016 ISSN 1870-1191 / ISSN electrónico 2448-539X

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Ainhoa Vásquez Mejías Chilena. Doctora en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magister en Letras Latinoamericanas por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Actualmente es becaria posdoctoral en el Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la unam. Se ha especializado en temas de violencia de género, feminicidios y narcotráfico. Sus últimas publicaciones en revistas son: Feminicidios en la frontera chilena: el caso de Alto Hospicio (2016), Revista Literatura: Teoría, historia, crítica; y Cuando los héroes fracasan. De la teleserie policial a las narcoseries (2015), Revista Punto Cero. Cuenta con la publicación del libro Feminicidio en Chile: Una realidad ficcionada (2016), Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio.

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Introducción. De muñecas a dueñas1 Las narcoseries son un producto televisivo que ha surgido en la última década como corolario cultural del interés suscitado respecto a la industria del narcotráfico en Latinoamérica. Personalidades reales como Pablo Escobar y Amado Carrillo han servido de inspiración para crear mitologías en torno a sus hazañas en el negocio de la droga, y se han convertido en ficciones televisivas. Colombia fue el país pionero, con producciones de Caracol tv que comenzaron a emitirse en el año 2006; sin embargo, televisoras estadounidenses, como Telemundo y Univisión, descubrieron un mercado latino afecto a este tipo de narraciones y, junto con guionistas y actores mexicanos y colombianos, crearon un corpus amplio que dio el nombre de narcoseries.2 Para el investigador Alfredo Cid (2012), las narcoseries son un subgénero situado entre la telenovela y la serie anglosajona. Para otros, como Lozano (2014) y Ordóñez (2012), es un subgénero de la telenovela clásica que sólo diverge en relación con su contexto dramático, que es el narcotráfico. De esta forma, pareciera que todos coinciden en su definición: una producción televisiva que mantiene los patrones de un melodrama tradicional, principalmente respecto a los personajes estereotipados: mujeres heroínas-víctimas, y hombres que se dividen entre héroes y villanos. Víctimas inocentes, ambiciosas, simples adornos…, esa es la imagen que las primeras narcoseries colombianas impulsaron respecto a las mujeres que se involucran en el mundo de las drogas. Víctimas de los villanos, hombres inescrupulosos y sanguinarios, envueltas en la violencia, obligadas a transportar sustancias ilícitas en sus cuerpos que sirven de recipientes; objetos de lujo que permiten a los capos ostentar un poder de adquisición. Un prototipo de mujer subordinada a un macho dominante; una visión que responde a una tradición cultural de una sociedad eminentemente patriarcal: “En ese pensamiento histórico-cultural, lo femenino se asocia e identifica con lo pasivo, lo inmanente, lo natural y lo negativo, versus lo masculino, que se considera activo, trascendente, creativo y positivo” (Lagunes y González, 2009, p. 13). La misma idea con que ciertos investigadores

1 Este artículo forma parte de la investigación “EE.UU. mira a México/México se mira a sí mismo: el narcotráfico como problema comparativo en las ficciones culturales estadounidenses y mexicanas”, la cual realiza como becaria posdoctoral unam, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte. 2 Con una audiencia que supera la de cualquier otro programa, el primer capítulo de la tercera temporada de El Señor de los Cielos, una narcoserie basada en la vida de Amado Carrillo, logró el mayor rating en la historia de Telemundo.

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(Denton, 2001; Ovalle y Giacomello, 2006) analizan la figura de mujeres que pertenecen a organizaciones delictivas: víctimas inocentes, víctimas del amor o de su condi��������������������������������������������������������������������������� ción humilde, de su precariedad; al contrario de lo que ocurre con los hombres del narco, siempre victimarios despiadados, pero que se mueven inspirados por un deseo de superación. No obstante, en los últimos cinco años, las narcoseries han dado un vuelco respecto a estos estereotipos de género. Sin tetas no hay paraíso (2006) y Las muñecas de la mafia (2009) fueron dos producciones colombianas que contaban la historia del narcotráfico desde sus protagonistas femeninas: subalternas de grandes mafiosos que las utilizaban como trofeos, expuestas a la violencia pero, a la vez, ambiciosas. La cadena de televisión Telemundo, sin embargo, ha resquebrajado esta imagen, dando real protagonismo a las mujeres, convirtiéndolas de muñecas en dueñas. La Reina del Sur (2011) y Camelia la texana (2014), al contrario de las protagonistas del melodrama clásico, son agentes activas, fuertes y violentas: son las dueñas del narcotráfico, y los hombres que las circundan se subordinan a su poder. Se ha escogido trabajar con las narcoseries producidas por Telemundo, dejando de lado las de Univisión —que también han tenido gran éxito de rating y presentan a mujeres como capos de la droga: La Viuda Negra (2013), por ejemplo—, por cuanto sus protagonistas mueren. El peso del melodrama castiga su maldad, al contrario de lo que ocurre en las series de Telemundo, en que sus mujeres no sólo triunfan, sino que se constituyen en salvadoras de sus familias, de su pueblo e, incluso —en su extremo—, salvadoras de su país, como el caso de Teresa, en La Reina del Sur. Con ello, nos sumamos a lo expresado por Rafael Molina, quien asegura que las series colombianas “no apologizan el narco pero sí captan y recrean visualmente sus códigos, sus reglas, sus lenguajes —y sus ajustes de cuentas—, así como sus formas de seducción desde el poder del dinero con todas sus consecuencias: la traición y la muerte” (en Santamaría, 2012, p. 13). Una muerte inminente, que diverge de las series que han producido en conjunto Telemundo y la productora mexicana Argos, que privilegian una visión idílica de las mujeres narco con un final feliz. Las mujeres en el narcotráfico Desde que la industria del narcotráfico se transformó en un negocio lucrativo a nivel internacional, son los hombres quienes han ostentado los más altos puestos, convirtiéndose en grandes capos, amados y temidos por sus pueblos, millonarios

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y perseguidos por la Drug Enforcement Administration (dea). Pablo Escobar y Amado Carrillo Fuentes, por ejemplo, son los narcotraficantes que han influido en la creación del mayor número de narcocorridos que relatan sus proezas desafiando a la ley.3 A la vez, fueron los primeros en transformarse en protagonistas de las pioneras narcoseries producidas en Miami: El patrón del mal (2012) y El señor de los cielos (2013). En torno a ellos se ha construido una épica con una visión casi����������������������������������������������������������������������������� mítica���������������������������������������������������������������������� , como si no se tratara de hombres de carne y hueso, sino de superhombres valientes y sanguinarios que se enriquecen ilícitamente pero que, también, contribuyen al bienestar de su gente que ha sido desamparada por estados fallidos (Jiménez, 2014; Ovalle y Giacomello, 2006; Rincón, 2009). En la narcocultura, la construcción masculina hegemónica es la del jefe o capo; hombres involucrados en el narco cuyas cualidades son la valentía, arrojo y poder, a quienes les agrada imponerse, sentirse respetados, y se exhiben magnánimos, eufóricos y briagos. Una característica en ellos es el repudio a la vida, que se constata en narcocorridos sanguinarios, el gusto por matar, la venganza. Ellos estarían acostumbrados a mandar, someter y controlar, imponer su voluntad a costa de dinero, influencias y armas. (Jiménez, 2014, p. 108)

En un mundo eminentemente masculino, resulta difícil encontrar narcocorridos o escuchar historias en que sean ellas las narcotraficantes poderosas, dueñas del negocio. El narcomundo, como indican los críticos Ovalle y Giacomello (2006), es “un sistema esencialmente machista, donde se reproduce en forma caricaturesca el ‘orden’ social instaurado artificialmente sobre la base del supuesto de la superioridad masculina. Por lo tanto, es común que en el mundo del narcotráfico se construyan las relaciones de género a partir de un conjunto de actitudes y comportamientos que discriminan y marginan a la mujer por su sexo” (pp. 300 y 301). Discriminadas, a ellas les corresponde fungir como ornamento, como símbolo de estatus cuando su atributo principal es la belleza. Amantes, esposas o madres o, si logran ingresar de una manera más activa en el crimen organizado, lo hacen como “mulas” que arriesgan su vida y su libertad para transportar una droga que no les pertenece (Cisneros, 2012). Así, lo común dentro del negocio es que las mujeres ocupen siempre las últimas posiciones en la división del trabajo: realizan las actividades más riesgosas, puesto que —como portadoras— son la cara visible y, por 3 Se llamó Pablo Escobar, El rey de los capos y Corrido de don Pablo Escobar Gaviria son algunos narcocorridos dedicados al capo colombiano. El corrido de Amado Carrillo, El señor de los cielos, Cayó el señor de los cielos y Carrillo en la sangre describen las aventuras del narcotraficante mexicano.

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lo mismo, son mucho más fáciles de apresar. Sin embargo, son también quienes menos dinero reciben por el trabajo realizado (Denton, 2001; Ovalle y Giacomello, 2006) y muchas mueren antes de lograr siquiera ganar unos centavos con ello (por ejemplo, Renata, en Las muñecas de la mafia). Así lo plasmaron las primeras narcoseries, consecuentes también con el rol tradicional que la mujer ha tenido en los melodramas televisivos: víctima, encarnación de la inocencia y la virtud, incluso hasta los límites de la estupidez (Monterde, 1994). La primera aparición de un personaje femenino clave y protagónico, según Rafael Molina, fue Catalina, en Sin tetas no hay paraíso, escrita como novela en el año 2005 por Gustavo Bolívar Moreno y transformada en narcoserie por Caracol tv. Catalina representaba el anhelo de muchas mujeres de escapar de la pobreza: “siliconear los pezones de manera fast track —pero no certera— en la esperanza de alcanzar los beneficios del poder monetario a cambio de satisfacer los delirios tetónicos de los narcos colombianos, en medio de sobredosis de bala y silicona” (en Santamaría, 2012, p. 11).4 Pronto vino Muñecas de la mafia, serie que también presentaba a estas mujeres como trofeo (Valenzuela, 2010), artículos decorativos (Jiménez, 2014), y cuya mayor aspiración era llegar a ser amantes o esposas de narcos que las llenaran de lujo. Si bien estos personajes femeninos protagónicos sí presentaban iniciativa y eran mujeres activas que buscaban una meta específica (llegar a ser esposas de narcos), no rompieron con el prototipo de la víctima, ya que eran objetos de villanos inescrupulosos y víctimas de sus propios deseos. Mujeres hermosas, afanadas por salir de la pobreza, y que gracias a sus atributos físicos conquistaban el amparo de narcotraficantes que las utilizaban como bienes de lujo: “un bien más al que pueden acceder para manifestar en el espacio público su poder adquisitivo y social. En este sentido, al interior del narcomundo presentarse en sociedad con el reloj más costoso y lujoso, con la ropa más prestigiosa, con el auto más costoso y llamativo es tanto o más importante que presentarse con la mujer más hermosa y voluptuosa” (Ovalle y Giacomello, 2006, p. 304). Mujeres víctimas, por cuanto eran un objeto mediante el cual un narco demostraba su poder y riqueza. Mujeres víctimas, ya que su final era la cárcel o la muerte, jamás el matrimonio con un héroe. De una u otra manera, estas mujeres víctimas, protagonistas de las narcoseries pioneras, se involucraban en el narcotráfico siempre por acción masculina: Para un análisis detallado de la mujer vista como trofeo en la telenovela Sin tetas no hay paraíso, cfr. Aguirre (2011). 4

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buscando el lujo se casaban con capos; en un intento por escapar de la pobreza moldeaban sus cuerpos para acercarse a ellos. Incluso, aquellas que no buscaban ser objetos de adorno, sino agentes activas en la industria, ingresaban mediante sus familiares masculinos, miembros de algún cártel. La mayoría como víctimas de las circunstancias y no por decisión personal, ya que se veían en la necesidad de implicarse cuando sus esposos o padres eran asesinados o encarcelados; así, recaía en ellas la responsabilidad de continuar con el negocio, muchas veces, para mantener a sus familias. Pero ello no sólo se dio en las primeras narcoseries colombianas, sino que muchos autores han llegado a esta misma conclusión luego de establecer contacto con mujeres reales que se han visto envueltas en las redes del narcotráfico (Cisneros, 2012; Denton, 2001). Según Edith Carrillo (2012), son tres las razones que las llevan a ingresar en el narcomundo: el consumo de drogas (ya que necesitan el dinero para seguir consumiendo), la necesidad de un empleo (y la urgencia por aportar dinero o, muchas veces, mantener a sus hijos5) y la dependencia afectiva (víctimas del amor), es decir, siempre víctimas: de sus adicciones, de sus condiciones sociales y de su corazón. Lagunes y González (2009) agregan sobre esta misma hipótesis: “La necesidad económica y las relaciones sentimentales han contribuido a que más mujeres sean parte de las filas de la delincuencia, pero el papel que desempeñan es el mismo: en condiciones que sólo son parte y reflejo de una cultura y una estructura social machista, patriarcal y misógina” (p. 9). Involucradas pero subalternas, involucradas pero victimizadas, la misma imagen que comparte el periodista Javier Valdez Cárdenas (2012) al circunscribir a la mujer vinculada con el narcotráfico en el terreno de la pasividad, víctimas de otros hombres o del destino. En su libro Miss Narco realiza un recorrido por historias reales. En el apartado titulado “Las Reinas”, aunque podría pensarse que son relatos de aquellas que llegaron a ser dueñas del negocio o líderes de ciertos grupos, nos encontramos con más víctimas: de hombres que las secuestraron, violaron, encerraron, pero que accedieron a un mundo de lujos donde otros las trataron como “reinas”. Reinas sin corona, ni sueños, ni dinero propio. A lo sumo, princesas donde los reyes siempre fueron otros, hombres fuertes y poderosos, y ellas simples amantes, enamoradas, burreras intermediarias entre señores del narco: “Algunas de ellas obligadas por el esposo o amante, quien generalmente forma parte de una

5 “Las razones que motivan a estas mujeres a realizar un acto delictivo obedecen a la imposibilidad de cumplir con su papel de proveedoras para sus hijos, los que justifica moralmente su decisión de involucrarse en este delito” (Carrillo, 2012, p. 68).

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red de distribución de drogas y armas al servicio de cárteles locales otras veces la mujer llega a estar al mismo nivel que hombres que las cooptaron. Incluso los superan en seguridad, aptitud y perseverancia” (Valdez, 214), nunca en poder.6 Este es el patrón clásico del melodrama y de las narcoseries que están modificando las nuevas producciones de Telemundo. Ya no son hombres quienes influyen en el hecho de que las mujeres ingresen en el mundo del narcotráfico, ellos ya no son los personajes principales; son ellas quienes entran en este mundo por voluntad propia y terminan ostentando el máximo poder, con un séquito de hombres a su cargo. Si bien constantemente se cuestionan su papel de víctimas —puesto que muchas sufren por amor—, asumen su responsabilidad en el negocio. Teresa, la Reina del Sur, a pesar del asesinato de su novio, el Güero Dávila, agente encubierto de la dea, no ingresa en la industria hasta que ella misma decide traficar hachís junto a Santiago Fisterra y, posteriormente, se transforma en la capo más importante gracias a que su amiga Patricia O’Farrel la hace partícipe de su tonelada de cocaína. Camelia, asimismo, se envuelve en el tráfico de marihuana porque su amiga Mireya la insta a lograr dinero con la venta de la hierba que le ha robado a su padre. Lejos de ser víctimas del destino, son ellas quienes, en determinado momento, optan por entrar en el narcomundo y empoderarse en él. Victimarias victimizadas En el mundo del narcotráfico, dicen Ovalle y Giacomello (2006), es común que los hombres utilicen la violencia para solucionar sus conflictos, ya sea respecto a sus enemigos, negocios, así como en sus relaciones familiares o afectivas. Amenazas, golpes y violaciones son comunes. El poder que ostentan involucra también un dominio sobre el cuerpo de los otros: torturan a quienes se les oponen y abusan físicamente de las mujeres que los rodean: “La violencia física puede llegar incluso al homicidio. En el mundo del narcotráfico la muerte es el castigo natural a la traición y si el valor de la vida se relativiza ante la presencia de una traición, en

6 Se pueden encontrar, sin embargo, algunas excepciones dentro de esta historia patriarcal. Mujeres que han pasado de ser las esposas, hermanas, madres e hijas de capos, a ser ellas las operadoras, líderes de cárteles; tal es el caso de: Dolores Estévez “Lola la Chata” e Ignacia Jasso “La Nacha” (cfr. Fernández, 2014) o Sandra Ávila Beltrán (cfr. Cisneros, 2012; Lagunes y González, 2009; Santamaría, 2012). Si bien Rafal Molina (en Santamaría, 2012) asegura que en Colombia sería inverosímil imaginar “jefas de narco”, Griselda Blanco fue una narcotraficante real que dio forma a la serie La Viuda Negra. Aunque murió asesinada a los 70 años de edad, en la telenovela se suicida al ser atrapada por la dea, consecuente con la visión moral que pretenden dar las narcoseries colombianas, en contraposición a las mexicanas.

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muchas ocasiones menos valor se le otorga a la vida de una mujer” (Ovalle y Giacomello, 2006, p. 313). De hecho, el feminicidio es una constante: Pablo Escobar, Buñuelo —personaje de El cártel de los sapos—, el Chema Venegas —personaje de El Señor de los Cielos—, mandan a asesinar a las mujeres con quienes sostienen relaciones sexuales para que sus esposas no lo descubran o cuando ya dejan de interesarles.7 En el análisis de las narcoseries de Telemundo, en cambio, si bien es cierto que las protagonistas, efectivamente, son definidas desde la victimización, pronto invierten este rol, transformándose ellas en victimarias. La Reina del Sur fue la primera, y así como se constituye también en “el despegue de la narcoliteratura de género en México con un personaje principal que inauguró un discurso literario inexplorado, reveló una realidad palpitante y un universo que comienza a desbordarse en todos los órdenes del negocio bajo la mano femenina: la organización financiera, el desenfundamiento de las armas, la distribución de la droga” (Molina, en Santamaría, 2012, p. 16).8 A ésta le siguió la serie Camelia la texana, personaje de un narcocorrido popularizado por Los Tigres del Norte en el año 1974 y que “inauguró el primer narcocorrido de género dentro de la industria” (Molina, en Santamaría, 2012, p. 18). Como anticipábamos, Teresa y Camelia comienzan la serie representando el papel de víctimas, susceptibles de ser ellas las asesinadas. Teresa se ve envuelta en el narcomundo porque su novio —quien ella cree era narco— es asesinado. Su vida corre peligro y debe huir, no obstante, en esta fuga que emprende, primero es testigo de la muerte violenta de sus amigos y es violada. Ramiro, el Rata, antagonista que busca por todos los medios acabar con ella, la amenaza: “Te voy a cortar en pedacitos, chiquititos, para que nadie los encuentre; los voy a esconder en todos lados” (cap. 2). Teresa, no obstante, no se deja amedrentar y ya desde los primeros capítulos se defiende de las agresiones, dejando atrás la pasividad: cuando el Gato la viola, ella le dispara en la cara, una ofensa que los machos del narco no pueden asentir, tal como le recrimina su padrino, Epifanio Vargas: “esa gente no puede

7 Un ejemplo concreto de este final de muerte se da constantemente en las narcoseries colombianas (Sin tetas no hay paraíso, Las muñecas de la mafia, Rosario Tijeras), ya que gran parte de los personajes femeninos mueren “Con las muñecas fantásticas (ingenuas y provincianas) se echan a volar los sueños por alcanzar el paraíso, pero también se diluyen las falsas expectativas, porque se descifran los signos del poder económico pero también los de la muerte” (Rafael Molina en Santamaría, 2012, p. 13). Una muerte dolorosa e inminente para todas aquellas que se atrevieron a soñar con una vida mejor. 8 La Reina del Sur: “se masificó —y universalizó— a través de la serie que alcanzó ratings insospechados en las comunidades latinas de Estados Unidos” (Molina, en Santamaría, 2012, p. 18).

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permitir que una hembra le quiebre a alguno de sus hombres, y tú te echaste al Gato Fierros. Con una sola bala los convertiste en el hazmerreír de todo Sinaloa” (cap. 2). Camelia, entretanto, comienza su travesía al creerse perseguida por el narcotraficante Antonio Treviño (su padre). Su madre la ha convencido de que ese hombre asesinó a su padre y ahora va en su búsqueda para asesinarla también a ella. Camelia es víctima de las mentiras de su madre, de la omisión de Antonio y del falso amor que le promete Emilio Varela quien, secretamente, busca entregarla con su patrón para obtener la recompensa. De ser una niña ingenua, soñando con ser dentista, se convierte en una fugitiva de la justicia luego de vender kilos de marihuana (agenciados por su amiga Mireya) y asesinar a Emilio, por haberla traicionado. Emilio: Yo me voy a ir solo […]. Camelia, hoy te das por despedida, no va a haber boda. […] ¿Quieres saber la verdad? Tengo una esposa y un hijo, una vida antes de ti. Lo nuestro llegó demasiado tarde […] Necesitaba dar un gran golpe. Este dinero me va a ayudar. Con la parte que te toca, tú puedes rehacer tu vida. Yo me voy para San Francisco […] con la dueña de mi vida. (cap. 20)

Frente a esta declaración, Camelia, cual macho narco herido en su orgullo por la traición de quien amaba, le dispara sin piedad siete veces. Luego deja su cuerpo tirado en una calle abandonada. Al poco tiempo se arrepiente de haber apretado el gatillo, sin embargo, es este hito el que determina el vuelco de víctima a victimaria, el acto que la hace transformarse en una mujer dispuesta a todo. El primer asesinato de Camelia es porque Emilio la ha traicionado; el primer intento de Teresa (puesto que el Gato sobrevive) es en defensa propia. En otra narcoserie de Telemundo, a su vez, también somos testigos del primer muerto de una poderosa narcotraficante. Anastasia, en Dueños del paraíso, luego de ser abandonada por su esposo, Nataniel Cardona, de descubrir que él tenía una amante con quien esperaba un hijo y de ser violada por los enemigos de su marido, conscientemente decide eliminarlo y apropiarse de su negocio: “Mira lo que hiciste conmigo, Cardona. Me humillaste, me traicionaste y me abandonaste, pero no pudiste conmigo. Soy tan torpe que me convertí en una asesina. Pero una asesina que va a construir un imperio en tu nombre. Vas a estar bien orgulloso de mí, cabrón, te lo juro” (cap. 3). Al contrario de Camelia, Anastasia no se arrepiente, tal como se lo explica a un sacerdote: “Yo privé de la vida al único hombre al que he amado. Padre, yo maté a mi esposo. Yo lo maté […]. Que Dios me perdone, pero es que no me arrepiento” (cap. 8). Un primer acto de sangre que se constituye en la fuerza para convertirse en líderes: el poder de decisión sobre la vida y la muerte de otro ser humano.

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Valenzuela (2010) asegura que las mujeres involucradas en el narcotráfico generalmente son mujeres que se sacrifican a sí mismas en pos de sus hombres, las que se niegan para ofrecerse a otros: “la que acepta en silencio su invisibilidad y se conforma con el pago gratificante de saber que su destino en la vida es servir a otros […]. La mujer sacrificada es también la mujer sacrificable; condición límite del autoabandono, la mujer sacrificable se juega la vida por su hombre” (p. 171). Nada más contrario a estas protagonistas femeninas de las narcoseries, quienes no dudan a la hora de hacer pagar con sangre la traición. El tema romántico pierde preponderancia. El amor, motivo melodramático por excelencia, se desvanece. Las protagonistas no son las mujeres pasivas de las telenovelas clásicas, sino heroínas independientes, dispuestas a todo. Si bien no podríamos asegurar que se transforman en mujeres realmente sanguinarias, por cuanto, no matan por el gusto de matar, sino siempre por razones ligadas a la venganza y, en algunos casos, ni siquiera son ellas quienes aprietan el gatillo, puesto que tienen hombres a su cargo que se hacen responsables de ello, el primer asesinato resulta fundamental. Principalmente nos referimos a Camelia y Anastasia, ya que la muerte de sus parejas las hacen fuertes y les cambia la vida. Ellas mismas reconocen que es este acto fundacional el que las transforma, el que las hace perder el miedo a pecar, el miedo a los otros, asumiendo que tienen en sus manos el destino de quienes las rodean.9 De las mujeres como víctimas pasamos en las narcoseries de Telemundo a mujeres victimarias. Son ellas las que toman las riendas del negocio; ellas quienes dirigen y constituyen un grupo de subalternos que las obedecen; ellas las que utilizan las armas. Teresa se convierte en la Reina del Sur y Camelia crea una leyenda en torno a su nombre. En un narcomundo eminentemente machista, ellas deben actuar como hombres, apropiarse de la violencia para ser respetadas. Esto es lo que le cuenta La Nacha al policía Facundo García (personajes de Camelia…): que ella es una mujer entre hombres, “una vieja entre puro criminal. Pero a punta de fregadazos los puse a todos en cintura, no le iba a dejar el negocio a nadie. El que no se cuadraba, fuego. Y uno por uno fueron entendiendo quién mandaba, y ahora hasta los políticos se cuadran […] Los hombres no se acostumbran a que las mujeres manden, pero ahora, con la liberación femenina, se van a acostumbrar” (cap. 18). 9 El asesinato más importante de Teresa también le cambia la vida, sin embargo, no es el primero. Teresa asesina a Teo, su pareja y padre del hijo que espera, en el capítulo 61. Este asesinato puede funcionar como metáfora del asesinato de su vida pasada ligada al narcotráfico. Al contrario de Camelia y Anastasia, que forman su leyenda con la muerte de sus parejas, Teresa, después de asesinar a Teo, se retira del negocio a criar a su hijo en paz.

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Los hombres les temen. Camelia le quema el rostro a Arnulfo Navarro, un líder del narcotráfico, y Emilio le hace ver que esa actitud lo aterra: “Cuando te posesionas de Camelia la texana, das miedo […] Aunque no lo quieras, ya te estás transformando en una leyenda” (cap. 18). Teresa se pone al nivel de Oleg Yasikov, capo de la mafia rusa, a riesgo de ser ejecutada. La vacilación podría costarle la vida, por ello siempre se muestra firme, aunque en ocasiones reconozca dudar de sus agallas. “¡Qué huevos tiene!” es una expresión común para referirse a Teresa y Driss. En una oportunidad, le dice al Coronel Abdelkader: “Es muy dura con los hombres, yo no te recomiendo que te acerques mucho, porque te va a arañar” (cap. 7). Una actitud masculina de arrojo, valentía y violencia que se minimiza con una feminización. Como si la única arma que pudieran portar las mujeres fueran sus uñas y sus tacones. Acostumbradas a tratar entre hombres, el narcomundo machista y patriarcal debe ceder ante las nuevas dueñas, dispuestas a utilizar la fuerza, a asesinar y a responder con violencia cuando la situación lo requiere. No obstante, la victimización que hemos constatado en diversos autores que analizan historias reales de mujeres que se involucran en el narcotráfico, parece repetirse como patrón también en las narcoseries. El policía Facundo García, al enterarse de que fue Camelia quien asesinó a Emilio, se niega a creerlo, pues para él Camelia es la víctima: “Eres una mujer admirable, eres fuerte, y que tienes tu carácter, pero, al mismo tiempo, eres dulce. El problema es que te cruzaste con un estafador profesional que te desvió del camino” (cap. 28). Entretanto, Oleg, líder de la mafia rusa, apadrina y cuida a Teresa, evitado constantemente que ella se ensucie las manos asesinando. Consecuente con esta victimización e infantilización que realizan de ellas los hombres que las rodean —aunque las respetan y obedecen—, no dejan de ceñirlas en el terreno de los afectos, ámbito tradicionalmente femenino: “[Teresa] actúa como nosotros. Es práctica, no le tiembla el pulso, es una gran estratega, pero su corazón es femenino. Necesita amar para sentirse viva. No lo puede evitar” (cap. 52), asegura Oleg. Frente al terror que producen estas mujeres que se apropian de la violencia y la sangre como si fueran hombres, ellos se defienden minimizando su poder: las victimizan, las infantilizan, las feminizan. Así, estas protagonistas se debaten entre una imagen masculina y un prototipo femenino del que parece imposible desligarse. Teresa, a pesar de ser temida, audaz, valiente, a pesar de ser el cerebro de la organización y negociar de igual a igual con mafias rusas, italianas y españolas, es definida por sus características femeninas más allá de ser reconocida por su inteligencia y sus dotes de estratega. Cucho, el periodista, busca la primicia y la bautiza como la Reina del Sur, no obstante, no destaca su poder, sino su belleza: “¿Has

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visto la piel que tiene? ¡Qué cosa! Yo no sé, ella es tan rara y tan diva a la vez. Ha pasado por un atentado, por un interrogatorio, y sigue igual de divina. Es que ella es como una reina azteca” (cap. 38). Todos adoptan el seudónimo de Reina del Sur para referirse a Teresa, todos, menos ella, que se seguirá definiendo, orgullosamente, como “la mexicana”. Este comportamiento de feminizar a las mujeres es propio de una violencia epistémica,10 es decir, una violencia que no es física sino simbólica, en la que quienes consideran poseer un poder hegemónico se sienten con el derecho de hablar por el Otro. Al hablar por el Otro se les niega el derecho a la subjetividad y, con ello, se las transforma en esencia, en representaciones sociales, en estereotipos: reinas o víctimas. Lucía Guerra (2006) expone esta situación en otros términos: “Adscribir significados a lo femenino es, en esencia, una modalidad de la territorialización, un acto de posesión a través del lenguaje realizado por un Sujeto masculino que intenta perpetuar la subyugación de Otro” (p. 14). Al catalogar a las mujeres en ciertos signos predeterminados no sólo se intenta hablar por ellas, arrebatándoles la voz, sino que se transforma en un mecanismo para continuar con la subyugación, impidiendo que el Otro se desprenda de los márgenes en los que ha sido sepultado. Como si con este acto mágico de nombrar pudiera borrarse también el temor que la actitud agresiva de estas mujeres provoca. Mujer con pensamiento de hombre, pero sentimiento de mujer A pesar de la feminización y victimización con que pretenden caracterizarlas, ellas hacen alarde de su poder, ejercen la violencia y dominan un mundo manejado tradicionalmente por hombres; sin embargo, sus códigos morales las alejan de los cánones que rigen el narcomundo. Aurelio Casillas, de El Señor de los Cielos; Pablo Escobar, en El patrón del mal; los personajes de El cártel de los sapos, son machos que buscan el lujo; infieles y seductores que viven rodeados de prostitutas; traicioneros con los amigos, han perdido el respeto a las familias. Muchos de ellos son también drogadictos, sanguinarios por placer. Hombres egoístas que no tienen sentido de comunidad y buscan la riqueza y el poder a costa de su propia gente. Esta pérdida de valores parece ser algo reciente en el mundo del narcotráfico. Hasta hace algún tiempo existían todavía ciertas normas de conducta a las que ceñirse, líderes a quienes seguir, códigos que parecían inquebrantables, tales como el respeto a las familias, la contribución a las comunidades de las que surgían: 10

Concepto acuñado por la crítica Gayatri Spivak (1988).

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Los códigos de honor de los grupos delictivos en la región cambiaron de manera radical hacia los años ochenta y noventa, producto de una marcada pérdida de valores entre los protagonistas de la industria del narcotráfico […]. Lo que antes eran acuerdos se transformó en una guerra entre los llamados cárteles, que trajo como consecuencia una mutación de las prácticas y las relaciones internas de los grupos delictivos —una vez que se hubo extendido el consumo de drogas hacia lugares donde este fenómeno no tenía presencia anteriormente—, cuestión que a su vez desencadenó la violencia generalizada. En suma, los preceptos que en otro tiempo involucraron el respeto a la familia, los niños, las mujeres y los ancianos dejaron de tener sentido, pues se generó un círculo vicioso de venganza y muerte (Fernández, 2014).

Las líderes de estas series, en cambio, parecen regresar a este tiempo primigenio y derribar estos estereotipos. “El derroche, la opulencia, la transgresión, el incumplimiento de la norma y el machismo son, entre otras, prácticas sociales continuamente asociadas al narcomundo” (Ovalle y Giacomello, 2006, p. 299). Teresa y Camelia, por el contrario, invierten estos parámetros transformando las reglas vinculadas al tráfico de drogas. Se convierten en jefas a quienes todos respetan de la misma forma en que ellas respetan a los otros. Teresa, lejos de propiciar una guerra con los otros cárteles, realiza alianzas. Camelia y la Nacha son benefactoras y buscan el bien común más que el personal. Las protagonistas de estas narcoseries, a pesar de utilizar la violencia, presentan un código moral diferente. Al contrario de los capos que son infieles y traicioneros, incluso, con sus propias familias, estas mujeres son fieles y buscan un amor definitivo:11 “Siempre pensé que mi vida iba a ser una aventura. Siempre soñé con un amor de esos que solamente pasan una vez en la vida. De conocer a un hombre y que de verlo me quite el aliento y que cuando nos veamos a los ojos sepamos que estamos hechos el uno para el otro” (cap. 1), le dice Camelia a su madre, y consecuente con este anhelo, decide dejarlo todo para irse con Emilio. Teresa, a su vez, le dice a Patricia: “Tengo mucho tiempo ya sumergida en esta vida ocupándome de cosas que me enseñaron otros, que yo no pedí aprender y me estoy secando por dentro. Yo también soy una mujer y necesito sentirme deseada” (cap. 39).

11 El tema de la fidelidad/infidelidad por género, en relación con la narcoserie Muñecas de la mafia, ha sido analizado por el académico Jorge Lozano (2014), concluyendo que ello es coherente con la misma sociedad: “La fidelidad femenina es no sólo una virtud sino incluso una exigencia; en la sociedad patriarcal la mujer infiel no sólo resulta poco virtuosa sino incluso condenable. La infidelidad masculina, en cambio, es permitida, tolerada o al menos explicable por lo que se acepta como naturaleza masculina” (en línea).

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A pesar de que el amor no es el centro e, incluso, ha sido relativamente desplazado por las drogas y la sangre, son mujeres que desean amar y ser amadas, por esto, son capaces de asesinar a los hombres que las traicionan y enamorarse de quienes las cuidan: Teresa asesina a Teo, mientras Camelia se enamora del policía García.12 Otra característica diferente es que la familia del enemigo vuelve a ser intocable: “Bien sabes que la familia del enemigo es sagrada” (cap. 12), le recuerda la Nacha a Arnulfo. Teresa siente culpa por amenazar a Flores, el policía, enviando las fotos de sus hijas: “Lo hice nada más para que mordiera el anzuelo, pero nunca me voy a meter con gente inocente, Oleg. No se vale, con las familias no” (cap. 29), le asegura Teresa al ruso. Una moral que se condice con el actuar de las narcotraficantes líderes de cárteles mexicanos o, al menos, la misma conclusión a la que llega Cisneros (2012) luego de entrevistarse con ellas, sea la propia o la del enemigo: “para todas, la familia es mucho más importante que para los hombres […]. La familia es el punto nodal para ellas” (en Santamaría, 2012, p. 138). De la misma manera, separan claramente lo que venden y no están dispuestas a traficar con drogas de calidad dudosa.13 Existe en ellas, además, una actitud reprobatoria hacia los consumidores y toman la industria como un trabajo, distinguiendo que jamás deben transformarse en adictas. Hay una suerte de lástima hacia quienes la prueban. Camelia le dice a Mireya: “¡Pobre gente! Son adictos. Se mueren por culpa de esa porquería” (cap. 11), mientras Teresa constantemente insta a Patty a que deje la cocaína, argumentando el daño que le provoca. Tradicionalmente, como ya hemos analizado, tanto los capos como las mujeres vinculadas al narcotráfico se caracterizan por una estética del lujo, la opulencia y la ostentación (Fonseca, 2009; Rincón, 2009; Salazar, 1993; Villatoro, 2012).14 Al contrario, las mujeres de las narcoseries son relativamente austeras. No es posible negar que Teresa, por ejemplo, viste ropa de moda, sin embargo, no es ella quien invierte en esto, sino su amiga Patricia. Es ella a quien le preocupa el lujo y las joyas, y esta fascinación no se deriva del narcotráfico, sino de su ascendencia aristocrática.

12 En varias narcoseries ocurre que las líderes del narcotráfico se enamoran de sus subalternos, sus guardaespaldas o gatilleros, puesto que ellos son quienes las protegen. Cfr. Dueños del paraíso y La Viuda Negra. 13 Este mismo principio se repite en la narcoserie Dueños del paraíso, puesto que cuando Esparza le ofrece a Anastasia cortar la cocaína con laxante para que rinda, ella se niega: “Esparza, no has entendido nada. Si vamos a vender coca, vamos a vender la mejor coca” (cap. 9). 14 El crítico colombiano Omar Rincón ha sugerido, incluso, que el narcomundo impone en la sociedad una narcoestética caracterizada por la vistosidad, el abigarramiento y la estridencia, materializada en el uso estrafalario de la vestimenta, el oro, viviendas y vehículos (Lozano, 2014; Rincón, 2009).

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Teresa: No hay manera de que yo me gaste en eso en una bolsa. Además, ni uso bolsas. Patricia: Nos llevamos todo. El traje también. Teresa: ¿Cómo todo? No, eso es mucho dinero. Patricia: Por algo odio que seas tan rápida con los números. Nos llevamos todo. Y no pongas esa carita. Pago yo, es un regalo. (cap. 27)

El fin de Teresa no es el dinero, sino demostrar sus capacidades como analista y matemática, como contadora, en un mundo masculino. Camelia, por su parte, nunca gasta el dinero que le llega por la venta de marihuana, su preocupación principal es salvar su vida y cuidar a su familia y a los trabajadores. Su poder no se ostenta a través del lujo desmedido.15 Critican el producto que trafican, no buscan riquezas, respetan a las familias de los enemigos y, sobre todo, ayudan a su gente. Teresa, apenas consigue el negocio con Oleg, busca a Fátima y a Mohammed para que vivan con ella y disfruten de las comodidades económicas que ella posee. Es compasiva y sabe perdonar, tal como lo hace con el Pote, quien trató de asesinarla enviado por Epifanio, sin embargo, ella le agradece que no la haya violado y lo contrata como su guardaespaldas. La Nacha es la líder de su pueblo, amada y respetada por todos, puesto que con su dinero ha construido escuelas, orfanatos, iglesias, y le ha dado comida a quienes lo requieren, tal como indica Facundo García: “Esa mujer es una reina. Toda la gente la quiere y la cuida. Tiene comprada a toda la policía. Ella es la que se encarga de tapar todos los hoyos que el gobierno deja. Ella apoya a las escuelas, apoya orfanatorios, a la iglesia… ella le da a la gente todo lo que el gobierno no les da” (cap. 19). Camelia, por su parte, ayuda a los migrantes, a los jimadores y a la gente del rancho de su padre. De alguna manera, estas líderes del narcotráfico no sólo recuperan los valores de los antiguos narcos, en cuanto a la protección de las familias y del pueblo, sino que incluso van un paso más allá, convirtiéndose en justicieras. Ya que los gobiernos no otorgan las garantías de bienestar necesarias, son ellas las que los proveen. Así, el miedo a sus acciones sanguinarias se va desvaneciendo en admiración, gratitud y cariño por estas mujeres que ayudan a su gente. Y así como les temen, las respetan y las siguen, puesto que ellas y el pueblo son iguales y buscan los mismos derechos: “Que no les quiten lo único que tienen: su trabajo, su libertad y 15 Cisneros (2012) ha entrevistado a mujeres reales líderes de cárteles, quienes parecen actuar de la misma manera que los personajes de ficción, es decir, sin ostentar. Una de sus entrevistadas asegura: “no somos vistosas las mujeres […]. El hombre es más macho, según más poderoso, y quieren que todos lo miren” (en Santamaría, 2012, p. 129).

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su dignidad” (cap. 60), insta Camelia a los trabajadores de su padre, pidiéndoles, además, que peleen con ella en contra de Arnulfo Navarro. La lucha por el poder va acompañada de un sentimiento de colectividad. Los trabajadores se identifican con ellas, por eso están dispuestos a dar su vida. Todas estas características se ciñen a los estereotipos de género tradicionales en que las mujeres sólo pueden recurrir a la violencia cuando es en pos de un bien mayor, una imagen de género idealizada que no parece muy ajena a la propagada por el melodrama clásico. Conclusiones: Yo escogí mi vida y voy a escoger mi muerte A simple vista pareciera que estas producciones televisivas ponen en jaque al modelo melodramático, puesto que las protagonistas no son mujeres pasivas en espera de que un héroe las lleve al altar en el último capítulo. Sin embargo, es innegable que ciertos estereotipos de género se mantienen y que los mismos personajes masculinos son responsables de ello. Aunque, efectivamente, estas mujeres ya han dejado atrás el papel de muñecas y se empoderan como dueñas de un negocio de hombres, utilizan la violencia y pueden ser tan sanguinarias como cualquier macho, ciertas cualidades asociadas, tradicionalmente, a lo femenino, se perpetúan. Más allá de la muerte, ellas dan vida. Dan vida literal y metafóricamente. Dan vida a su pueblo, lo inspiran a luchar por un mayor bienestar, entregan orfanatos, clínicas, albergues, comida. Cuidan de sus amigos, de sus familias, de las familias de sus enemigos. El rol maternal no se ha perdido, sólo se ha trasladado a una colectividad. El sacrificio, rasgo tradicionalmente femenino, se expande a una multitud abstracta: “La mayoría de las mujeres se han definido como seres para los demás, y proyectan la construcción de su identidad en función de las necesidades, gustos e intereses de otras personas y en específico de los hombres a su alrededor; la figura de la madre-esposa abnegada, dócil, sufrida, la que protege, que se sacrifica por el bienestar de los demás” (Jiménez, 2014, p. 113). Ellas no son dóciles y abnegadas, no obstante, sí se sacrifican por su gente. Camelia, por ejemplo, es capaz de quedarse sin comer frente a la arbitrariedad del capataz que ha dejado sin alimento a todos porque ella lo ha humillado. Asimismo, gasta su dinero en enmendar esa injusticia dando almuerzo a los trabajadores temporeros (cap. 24). En mayor o menor medida, estas mujeres protagónicas de las narcoseries de Telemundo corren riesgos y se sacrifican por otros. Quien mayor cumple este papel es Teresa Mendoza, puesto que lleva también a la literalidad la maternidad. Casi al final de la serie queda embarazada y es por ello que decide retirarse del negocio, para criar a su hijo en tranquilidad. Junto con ello, la Reina de Sur no sólo salva a

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su futuro hijo de un negocio lleno de sobresaltos y violencia, sino que da a luz una nueva patria. Teresa salva a México —en conjunto con la dea— de convertirse en un narcoestado bajo la presidencia de Epifanio Vargas, senador y líder del cártel de Sinaloa: “No podemos permitir que Epifanio Vargas sea el próximo presidente de México. Su destino está en tus manos” (cap. 58), le dice Willy a Teresa. Y ella se sacrifica por su nación, aun sabiendo el riesgo que corre al regresar a México. Tal como asegura el crítico colombiano Omar Rincón (2009), “La telenovela es una esfera pública para pensarnos como sociedad y es el modelo narrativo para comprender la política en América Latina: el hombre puro (supongamos que hablamos de Chávez, Uribe, Correa, Evo…) salva a la mujer equivocada (el pueblo engañado y vilipendiado) (p. 159). Teresa, la líder pura, activa y violenta, pero de corazón bondadoso, salva al pueblo que ha sido engañado por el narcotraficante con aspiraciones presidenciales, mientras Camelia salva a los trabajadores de ser vilipendiados por el narcotraficante Arnulfo Navarro. Consecuente con el final melodramático de las heroínas, existe la salvación y final feliz para las protagonistas y para su gente. Mujeres con pensamiento de hombre pero sentimientos de mujer, tal como le recrimina Oleg a la Reina del Sur; de villanas devienen en justicieras. El espíritu de sacrificio se expande hacia los trabajadores, el pueblo, la patria. La maternidad sigue siendo un punto central en el melodrama y lo que, finalmente, determina la vida de estas mujeres. Teresa decide retirarse del negocio por su hijo, decide ayudar a salvar al Estado por su hijo. Camelia, aunque queda estéril, toma el liderazgo que su padre Antonio dejó al morir y se transforma en guía. Asimismo, decide asumir la maternidad de Emilito, el hijo de Emilio y Alison. Las narcoseries no dejan así de ser melodramas con una función moralizante. Las narcotraficantes líderes sobreviven y triunfan porque en el fondo son víctimas y, a pesar, de ejercer la violencia, tienen un alma pura, caritativa y bondadosa. La dinámica de premio y castigo, propia de toda telenovela, también en estas producciones —aunque llenas de violencia— funciona: Durante la trama narrativa, los personajes, sobre todo los protagónicos, sufren transformaciones de varios tipos. Una transformación de valores (que va de la ignorancia a la sabiduría, de la indecencia a la decencia, de la injusticia a la justicia), de clase (de la riqueza a la pobreza), de estética (de la fealdad a la belleza). Esto puede remitirnos a un ideal de nación donde los buenos son compensados y los malos son castigados, la honestidad, la decencia y la justicia son vistas como las mismas cualidades que la nación desea (Uribe, 2009, p. 183).

Estas mujeres que, a lo largo de la telenovela, han debido ejercer la violencia, a la vez han portado estandartes de valor como la justicia, la sabiduría, la inteligen-

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cia, la bondad y el sacrificio, ideales que no pueden ser castigados con el final de los villanos, sino con la redención. A esta idea se suma el hecho de que las protagonistas de estas narcoseries, en el último capítulo, dejan el narcotráfico, ambas apostando a un proyecto de familia: Teresa con su hijo que viene en camino, y Camelia al cuidado de Emilito. La maternidad es la caracterización más importante que se hace de estas líderes del narco. Los críticos Lagunes y González (2009) han analizado la imagen de mujeres narcotraficantes en los medios de comunicación masiva, concluyendo que siempre son construidas desde una perspectiva machista. Construcciones patriarcales, por cuanto, ven a las mujeres como objetos incorporadas a la vida social desde su corporalidad o su función reproductiva, nunca desde su verdadera interioridad. Y al parecer, así también han caracterizado al sujeto femenino los investigadores que trabajan en relación con el narcotráfico. Javier Valdez Cárdenas (2012), tal como indicábamos en un comienzo, insiste en presentarlas como débiles, víctimas de su destino, víctimas del amor, víctima de otros hombres. En su libro Miss Narco utiliza estereotipos puntuales para referirse a ellas: seductoras seducidas, víctimas inocentes que sufren la violencia del narco, esposas, madres, hermanas, miss de belleza compradas por capos. Incluso en el apartado en que podría invertirse este rol —o al menos cuestionarse— como “Heroínas”, la victimización permanece, puesto que su rol activo, su valentía y poder, se pierde en la descripción de sus cualidades físicas.16 El mismo estereotipo que se mantiene en estas narcoseries que, a primera vista, parecía romper con ellos. Violentas, sanguinarias y vengativas, pero en el fondo bondadosas, con un código moral inquebrantable, bellas y de corazón puro. No obstante, es importante rescatar que así como los personajes masculinos las victimizan e infantilizan, en varias ocasiones son ellas mismas quienes revocan esta comprensión y justifican su derecho a la violencia, asumen las consecuencias de sus actos y reconocen que el destino se lo han construido ellas. Mientras su padre victimiza a Camelia por haberse enamorado de Emilio, ella reconoce: “Emilio me engañó, me llenó la cabeza de mariposas, no me dijo que estaba casado y mucho menos que tenía un hijo, me prometió amor eterno para después venderme, pero la vida me la arruiné yo. Si yo hubiera bajado

16 Al referirse a la agente ministerial Alma Chávez, indica: “Alma tiene el cabello negro y lacio, y cuerpo de heroína de serie televisiva, llamativa y voluptuosa” (p. 177). “Encandila ella, ese andar de pasarela, esa coquetería macabra” (p. 178). Más importantes que sus triunfos como policía, más importante que el hecho de que se juegue la vida día a día en Chihuahua, uno de los estados con más alta tasa de homicidios ligados al narcotráfico, Valdez (2012) resalta su figura, sus jeans ajustados, su pelo suelto, sus lentes marca Chanel.

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la pistola ese día, nada de esto hubiera pasado, así que si hay un culpable, soy yo, por haber matado a Emilio Varela” (cap. 57). Teresa, a pesar de que en momentos se victimiza, también es clar al momento de culpabilidades: “Yo me equivoqué, yo los elegí mal” (cap. 51), le dice a Conejo respecto a sus parejas narcotraficantes. Victimizadas por otros, estereotipadas por los medios de comunicación, las narcoseries de Telemundo no rompen pero, al menos, resquebrajan un poco los roles de género tradicionales en este subversivo acto de hacer hablar y empoderar a las protagonistas. Con este gesto pierde relevancia el hecho de que otros las llamen reinas, que intenten por todos los medios paliar el miedo a la violencia feminizándolas, circunscribiéndolas a terrenos reconocibles como la bondad, el sacrificio y la maternidad. Ellas son las que, finalmente, aseguran que el destino no es escrito por hombres ni es producto de un azar sino de decisiones conscientes.17 Las muñecas de la mafia, como contraejemplo, son mujeres ingenuas, que jamás deciden, simplemente se dejan llevar por las circunstancias, aceptan las humillaciones de los narcos que las rodean, y como castigo terminan dañadas, encarceladas, asesinadas, violadas, embarazadas pero solas, como un efecto moralizante dirigido a las mujeres que pueden transformarse en víctimas del narcotráfico (Lozano, 2014). Camelia y Teresa, en cambio, son las que escogen su vida, por eso, en el melodrama triunfan y sobreviven, se ganan el derecho a ser ellas quienes escojan su muerte. Referencias Aguirre, L. (2011). Sin tetas no hay paraíso: normalización del cuerpo femenino en el mundo del narcotráfico. Taller de Letras, 1(48), 121-128. Carrillo, E. (2012). ¿Vinculadas al narco? Mujeres presas por delitos contra la salud. Desacatos, 1(38), 61-72. Cid Jurado, A. (2012). Violencia y ficción televisiva en las narcoseries colombianas: el caso del sicario. Versión. Estudios de Comunicación y Política, 2-18. Recuperado de http://148.206.99.66/version/index.php?option=com_content &view=article&id=194:violencia-y-ficcion-televisiva-en-las-narcoseries-colombianas-el-caso-del-sicario&catid=36:otras-versiones&Itemid=44

17 Christian Moreno Lizárraga entrevistó a mujeres ligadas al narcotráfico en Sinaloa y ellas mismas asumieron dedicarse a ello por decisión propia, sin embargo, consecuente con nuestra sociedad patriarcal, Moreno insiste en situarlas en el rol de víctimas: “La vida, el destino, la familia, el amor y la distribución injusta de la riqueza las obligó a estar aquí, en el narcotráfico. Dicen que eso no tiene nada que ver, que es cosa de cada quien elegir la vida misma. En realidad sucede lo contario, los factores son muchos y más cuando se vive en constante rechazo, maltrato y sumisión” (en Santamaría, 140).

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Cisneros Guzmán, J. C. (2012). La participación de la mujer en el narcotráfico. ¿A la sombra del hombre o empoderamiento femenino? En E. Montoya Zavala (Coord.), Migrantes, empresarias, políticas, profesionistas y traficantes de drogas. Mujeres en la esfera pública y privada. México: Universidad Autónoma de Sinaloa/Juan Pablos Editor. Denton, B. (2001). Dealing. Women in the drug economy. Australia: University of New South Wales Press. Fernández Velázquez, J. A. (2014). Las mujeres en el narcotráfico. Clivajes, 1(1), Recuperado de http://revistas.uv.mx/index.php/Clivajes/article/view/697/1518 Fonseca, A. (2009). Cuando llovió dinero en Macondo: literatura y narcotráfico en Colombia y México. (Tesis doctoral). Universidad de Kansas, Estados Unidos. Guerra, L. (2006). La mujer fragmentada: Historias de un signo. Santiago de Chile: Cuarto Propio. Jiménez Valdez, E. (2014). Mujeres, narco y violencia: resultados de una guerra fallida. Región y Sociedad, 1(4), 101-128. Lagunes, L. y González, I. (2009). Las mujeres en el crimen organizado: narcotráfico y secuestro. ¿Tema de información y disertación periodística? México: cimac. Lozano, J. (2014). Presencia del narcotráfico en las teleseries colombianas. Caso Las muñecas de la mafia”. alaic/pucp. Recuperado de http://congreso.pucp. edu.pe/alaic2014/wp-content/uploads/2013/12/Jorge-Botache-PRESENCIADEL-NARCOTR%C3%81FICO-EN-LA-TELENOVELA-COLOMBIANA. pdf Monterde, J. E. (1994). Dossier: El Melodrama. Dirigido, 1(223), 50-73. Ordóñez, M. D. (2012). Las narcotelenovelas colombianas y su papel en la construcción discursiva sobre el narcotráfico en América Latina. (Tesis de maestría en estudios latinoamericanos). Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador. Ovalle, P. y Giacomello, C. (2006). La mujer en el narcomundo. Construcciones tradicionales y alternativas del sujeto femenino. Revista de Estudios de Género. La Ventana, 1(24), 297-318. Rincón, O. (2009). Narco.estética y narco.cultura en Narco.lombia”. Revista Nueva Sociedad, 1(222), 147-163. Salazar, A. (1993). Mujeres de fuego. Medellín: Editorial Región. Santamaría, A. (Coord.). (2012). Las jefas del narco. El ascenso de las mujeres en el crimen organizado. México: Grijalbo. Spivak, G. (1988). ¿Puede hablar el sujeto subalterno? Selección de estudios de subalternidad. Nueva York: Oxford University Press.

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Reseñas Gays en el desierto. Paradojas de la manifestación pública en Mexicali Raúl Balbuena Bello

uabc/Mantarraya

Ediciones Mexicali 2015 isbn 978-607-607-244-8

Guillermo Núñez Noriega Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C./ Investigador visitante en el Departamento de Estudios México-Americanos, University of Arizona

Gays en el desierto o la inteligencia contra la homofobia Gays en el desierto. Paradojas de la manifestación pública en Mexicali, de Raúl Balbuena Bello y publicado por la Universidad Autónoma de Baja California, con apoyo de Mantarraya Ediciones es, de inicio, un libro con un diseño de portada atractivo, lleno de simbolismo y referencias a la cultura de masas: desde la llegada del hombre a la Luna, con lo que tiene de conquista (en este caso, una conquista con tintes eróticos, a decir por el hombre de espaldas y con el torso desnudo), hasta el discurso de la liberación gay representado por la bandera arcoíris, que en medio de la monotonía de blancos y grises parece sugerir, como en la película de El Mago de Oz, que una vez ondeada, podremos acceder a un mundo nuevo lleno de color. Por si

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fuera poco, la portada juega con la tipografía en una danza de letras que nos anuncian gráficamente que estamos ante algo que disputa las convenciones establecidas. El libro, de 204 páginas, tiene una hermosa factura: un tamaño cómodo para su lectura y manipulación; el papel de portada es agradable al tacto; el color de las páginas interiores y el tamaño y tipo de letra lo hacen cómodo a la vista y la lectura. Además, cuenta con dos solapas creativas: una ofrece información académica sobre el autor (una fotografía y un correo electrónico habrían sido un plus), y otra ofrece información sobre títulos de la colección del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, donde se fraguó la publicación. Finalmente, la contraportada nos dice, de manera breve y concisa, de qué trata el libro y su importancia para la población lgbtti en Mexicali. Mis felicitaciones para quienes participaron en el diseño, la fotografía, la edición y la impresión, y mis agradecimientos por ofrecernos un producto agradable para la experiencia lectora. En lo que respecta a su contenido, que se desarrolla a lo largo de siete capítulos más agradecimientos, índice, introducción, conclusiones, bibliografía y filmografía, podemos decir que el libro trata de dar una explicación sobre una paradoja que el autor identifica en relación con la condición homosexual en Mexicali y que expresa en estos términos: [R]esulta extraño […] que “muchos” homosexuales [de la ciudad de Mexicali] se mantengan en el anonimato en momentos en que las “ganancias ciudadanas” son evidentes. En este sentido se esperaría que los miedos comenzaran a disiparse y, por lo tanto, se fortaleciera la organización colectiva” […]. Para ser más claro en mis ideas, me pregunto si no resulta paradójico que en momentos en que se ha logrado el matrimonio entre personas del mismo sexo, muchos sujetos prefieran mantener su práctica sexual en secreto. (p. 12)

Unas líneas más adelante, Raúl Balbuena hace explícito el propósito del libro: “En este libro ofrezco explicaciones a este respecto, abordando la discusión entre homosexualidad (clóset) y gay (desclóset) e introduciendo una categoría central en medio de ella: la de sujeto” (p. 12). Uno, como lector, agradece que de manera tan clara un autor nos ofrezca la preocupación central que recorre el libro, esto es, el planteamiento del problema, así como los conceptos clave que definen el marco de la discusión para resolverlo. Sobre este último punto, podemos plantear la preocupación del autor, usando sus conceptos de la siguiente manera: por qué los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres se mantienen en el clóset, por qué no se salen del clóset y participan de la organización colectiva, esto es, por qué se viven como

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homosexuales y no se asumen como gays. La premisa aquí proviene del movimiento de liberación gay que distingue entre homosexual y gay. Homosexual es una identidad asignada desde la heteronormatividad y construida desde el discurso de la patología; gay, en cambio, es una identidad construida desde el movimiento de resistencia a ese discurso, como afirmación política de que se tiene el derecho a la inclusión y a la equidad. El tránsito de la identidad homosexual a la identidad gay es un cambio ontológico fundamental que involucra una revolución epistémica ya proclamada por el movimiento de liberación gay francés: los enfermos no son los homosexuales, sino los que piensan que los homosexuales están enfermos. Estos son los conceptos y planteos teóricos básicos que utiliza el autor para enmarcar la discusión. El telón de fondo es la emergencia del discurso moderno del siglo xix que crea la figura del homosexual como un enfermo o como un delincuente, un tema ampliamente reseñado por Michel Foucault; pero también los discursos que pretenden resistir la penalización de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, a veces biologizando la homosexualidad, a veces mostrando que no hay nada que permita distinguir ni biológica ni psicológicamente entre un hombre homosexual y uno heterosexual. El valor de la reflexión de Raúl Balbuena en lo que se refiere a este tema, reside en haber procurado las fuentes originales, haber rastreado autores significativos, así como novedosos, para el campo académico mexicano, todo esto, con notable claridad de exposición. Ahora bien, la premisa fundamental del movimiento de liberación gay es que para que se dé el tránsito de una posición de identidad a otra es necesario esa acción personal y política llamada “salir del clóset”. Pero ¿qué se necesita para que alguien se atreva a salir del clóset? ¿Por qué los homosexuales en Mexicali no salen del clóset o no salen de manera masiva? Raúl Balbuena nos adelanta un poco su respuesta, la cual no deja de ser también una respuesta paradójica: la organización colectiva es fundamental para desafiar las ideas que patologizan la homosexualidad y el desclosetamiento, nos dice. La pregunta siguiente es más que obvia: ¿Qué se necesita para que haya una organización política que desafíe las ideas que patologizan la homosexualidad y que ayuden al desclosetamiento? Se requiere de sujetos que deseen participar en organizaciones políticas. Sobre este último, nos adelanta el autor:“[E]n Mexicali no existe una organización política gay porque en muchos sujetos homosexuales no existe el deseo, ni la preocupación de organizarse políticamente o de desarrollar críticas hacia la heterosexualidad y algunas de sus instituciones como la del matrimonio” (p. 13). Parece que estamos atrapados: no hay desclosetamiento porque no hay organización política, y no hay organización política porque no hay desclosetamiento.

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La trampa es sólo aparente. Raúl Balbuena Bello, como un auténtico émulo del escapista Harry Houdini, nos propone una salida a esta trampa teórica: “entender la subjetividad y los sujetos que se adhieren o renuncian al proyecto identitario gay” (p. 14). Pero ¿cómo propone Raúl Balbuena entender a la subjetividad y a los sujetos que se adhieren y renuncian al proyecto identitario gay, con el fin de entender por qué no tienen el deseo de desclosetarse y no tienen preocupaciones políticas? Aquí de nuevo, el autor propone un recorte metodológico, una selección del ámbito de observación del sujeto y subjetividad: Mediante el análisis de “las circunstancias que rodean la vida cotidiana de los homosexuales mexicalenses y su conciencia política; […] su entorno sociocultural” (p. 13). Balbuena nos detalla: “Abordo al sujeto desde su subjetividad (experiencia de lo vivido); desde las experiencias que le permiten reconocerse como homosexual en lugares que son idóneos para ello. Recojo los ‘procesos’ sociales que devienen gusto, goce, aversión, aceptación o repudio a través de las cuales se generan o rechazan los vínculos identitarios” (p. 14). El estudio de la experiencia de los sujetos involucra, luego pues, su tránsito por los espacios del gueto comercializado (la disco, la sauna, los bares) y el gueto no comercializado (la calle, los parques, los baños públicos de centros comerciales). Ahora bien, el proceso de “escape de la trampa teórica” la realiza Raúl Balbuena en varios actos: el primero reside en analizar la historia de los discursos que patologizan la homosexualidad, así como aquellos que disputan desde la ciencia y el activismo su valor y su legitimidad. El segundo acto consiste en cuestionar las herramientas que le son dadas para salir de la trampa, esto es, una serie de supuestos epistemológicos, teóricos y metodológicos que están implicados en la trampa misma. El heterosexismo no está sólo allí actuando en la realidad y afectando la vida de los homosexuales en el día a día, también está presente en los supuestos filosóficos, en las teorías y en las metodologías que definen el discurso recto de la ciencia. El tercer acto consiste en ubicar conceptual y teóricamente el problema, no en los homosexuales per se, sino en el ámbito de las relaciones sociales, del poder que articula contextos, subjetividades y acciones en los sujetos, esto es, su capacidad para seguir o dejar el clóset, que un sistema heteronormativo le ha impuesto al sujeto homosexual. Los capítulos uno (“Miradas al pasado, dolencias del presente”), dos (“La ineludible responsabilidad académica”), tres (“Construyendo al sujeto”) y cuatro (“¿Existe un problema?”) dan cuenta de esta serie de maniobras intelectuales que realiza Raúl Balbuena para darle legitimidad académica a un objeto de estudio y a una metodología de investigación, al mismo tiempo de que se rompe el cerco

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homofóbico y heteronormativo de la ciencia que ha querido reducir la homosexualidad al terreno de lo abyecto, de la patología o de la irrelevancia. Lo que hace Balbuena para algunos puede parecer excesivo. Incluso mi madre podría decir lo mismo que dice sobre mis libros a sus amigas cuando se acercan a conocer lo que escribo: “bríncate el marco teórico, es muy aburrido; pásate al capítulo cinco, ahí está el mitote muy bueno”. Por mi parte, les recomiendo que no hagan lo que mi madre les sugeriría, sobre todo si tienen interés en formarse en el campo de las ciencias sociales y en la investigación. En esos capítulos, que ciertamente requiere de antecedentes conceptuales y teóricos para su mejor comprensión, podrán adentrarse en el proceso intelectual por medio del cual se va perfilando en las ciencias sociales y en la filosofía la posibilidad de pensar en el ser humano, en el gay, en este caso, no como centrado en la razón, estable, coherente y desde allí libre y dueño de sus actos y su destino, tampoco como un títere de estructuras que lo manipulan o un engrane en una maquinaria que lo determina, sino como un sujeto, un ser con una subjetividad que se construye en una experiencia de socialización continua, que lo sujeta a estructuras de poder complejas, pero también una subjetividad que construye posibilidades de agencia y reelaboración de los términos que le son dados. Esta historia filosófica y teórica que permite pensar desde parámetros más complejos al sujeto gay en su diversidad, vale decir, no sólo ha sido producto de la filosofía y la ciencia a secas, son producto de una gaya ciencia, de la labor de filósofos y teóricos que han tomado como punto de partida la experiencia gay-lésbica, como lo demuestra Balbuena en sus multicitadas referencias a Saint Foucault y Santa Butler, dos ángeles hermanos, entre muchas otras del santoral filosófico lgbtti. Los siguientes dos capítulos, el quinto, titulado “La identidad gay en Mexicali”, y el sexto, “Enclosetarse para no morir en el desclóset: paradojas de la identidad gay en Mexicali”, presentan el dato de campo a través de entrevistas en profundidad y observaciones realizadas por el autor a hombres homosexuales de la ciudad, con el fin de explorar cómo se constituye la experiencia homosexual desde los espacios de encuentro erótico y de convivencia, como una experiencia colonizada por el discurso heteronormativo, subordinada y abyecta. Una experiencia que acepta los límites que le son impuestos y desde allí gestiona sus dosis de placer y felicidad, incluso esa dosis de respetabilidad establecida desde el discurso moral dominante: “soy homosexual, pero sé respetar, por lo mismo mantengo mi orientación sexual en el ámbito de la vida privada o del espacio confinado del gueto comercializado o de ‘los no lugares’”, como los llama Balbuena.

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La experiencia cotidiana reproduce al nivel del sentido común la heteronormatividad, un sentido común que no es otra cosa, según Bourdieu, que el producto de pensar la realidad de acuerdo con los esquemas de percepción dominante, que a su vez son el origen de esa misma realidad. El sujeto homosexual reconoce en su propia historia, si se le pregunta, la presencia de la injuria, del insulto, de la burla, de la exclusión. Así lo dice Alberto, un entrevistado: Me acuerdo que los apedreaban. Por mi casa, los apedreaban. En colonias marginadas. Los apedreaban. ¿Que si yo llegué a ver a quién apedreaban? Sí. Se llamaba José; vivía por mi casa; de hecho es mi vecino. Un día se enteraron que se vestía de mujer y que trabajaba en el Mirage y lo apedrearon los vecinos. Se desapareció un tiempo y después regresó. (Luego) Cambio la actitud porque en la cuadra salieron como cuatro (risas)… entonces, fue como… ¿qué hacían? ¿apedrearlos a todos? (Alberto, 23 años, estudiante. Entrevista realizada el 5 de julio de 2006). (p. 103)

No obstante la evidencia de la persecución, esto que podría ser la materia prima para articular un discurso y una práctica de resistencia individual y colectiva frente al heteroesexismo, no alcanza a alimentar un discurso de rebeldía y de participación ciudadana. Al parecer, la socialización en la violencia homofóbica construye en los homosexuales de Mexicali un sentido de los límites, una claudicación anticipada con el ánimo de sobrevivir emocionalmente. El resultado es la solución individual y desde el ámbito privado a los problemas planteados por un sistema injusto. El autor lo dice así: Podemos ver que el sujeto gay enfrenta su realidad e identidad sexual luchando contra la atmósfera sociocultural dominante, donde ser gay es, por lo general, motivo de burlas, sobre todo en edades como la infancia, la adolescencia y la juventud, en las que la presión del entorno pesa demasiado e impacta en el bienestar de la persona. Ese temor, esa desconfianza, la amenaza de la humillación, acaba “ahogando” a la persona gay hasta llegar a desestabilizarse emocional y sicológicamente. (pp. 111-112)

Y no sólo eso. Acaba por acallar las posibilidades de rebeldía, acaba por robar la energía y el valor para disputar las ideologías y prácticas homofóbicas y excluyentes. Ante esa experiencia contradictoria, es común que los entrevistados racionalicen su situación de opresión, le resten importancia, digan que no es tanta, que no es necesario salir del clóset, o que los costos por desclosetarse tal vez sean mayores, o peor aún, que vivan en la ilusión de que mientras “respeten”, no

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sean locas, obvias, etcétera, “serán respetados”, un respeto que no deja de ser, en el mejor de los casos, la tolerancia para que sigan habitando en los márgenes o en la clandestinidad del gueto. Dice Eduardo, un entrevistado: ¿Alguna agresión? Sí, pero siento también que me excedí, pero no fue una agresión […] de un lugar que ya andaba muy borracho, nos dimos un beso con la persona que andaba y nos invitaban simplemente a retirarnos. Simplemente, sabes qué, pues como que no está bien eso. (Eduardo, 27 años, empleado de una compañía de seguros. Entrevista realizada el 15 de marzo de 2006). (p. 110)

Las racionalizaciones pueden adquirir otros matices, como cuando se dice que “no se está de acuerdo con las etiquetas, que por eso no se adopta la identidad gay”; incluso esta narrativa puede ser elaborada con alusiones a la teoría queer, y en esos casos se produce el clóset más sofisticado intelectualmente del que se tiene conocimiento. Por eso resulta pertinente el capítulo siete del libro de Raúl Balbuena, titulado “Gays en el desiserto. Lo queer, lo gay y el clóset”. Gays en el desierto. Paradojas de la manifestación pública en Mexicali es un libro importante y útil en varios sentidos, más allá del tema que trata. Lo recomiendo para quienes se interesen en teoría social, en filosofía política, o en el análisis concreto de los movimientos sociales y la razón de su existencia o inexistencia. Claro está, es un libro indispensable para quienes estamos interesados en entender las razones de la inmovilidad y la no participación ciudadana de la población lgbtti. El libro no ofrece todas las respuestas, ningún libro lo hace, incluso podemos discutir si hubiera sido más apropiado abrir el campo de visión en lo que respecta a las zonas de la subjetividad y sus procesos de constitución, esto es, no limitarlo al presente etnográfico, sino adentrarnos en los meandros del recuerdo, a las heridas de la injuria, o ampliarlo para estudiar propiamente el campo sexual como un campo de relaciones de fuerza y retratar con más detalle los elementos constitutivos del discurso dominante, así como detectar esos espacios de resistencia que se articulan lo mismo desde una obra de teatro, un poema, un artículo académico o un evento dancístico. Pero en eso radica el valor de cualquier buen libro, en lo que dice porque lo dice y en lo que nos permite pensar que se puede hacer, aunque no lo haga, para seguir avanzando en la construcción de ese rompecabezas interminable de compresión de la realidad. Eso es lo que hacemos en la investigación.

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Reseñas La casa de la Mema. Travestis, locas y machos Annick Prieur

Programa Universitario de Estudios de Género unam México, 2008 [1ª reimp., 2014], 343 p. isbn 978-970-32-4732-5

Jesús Méndez-Reyes Universidad Autónoma de Baja California

En los últimos veinte años, se ha extendido la discusión crítica sobre la noción de masculinidad hegemónica que desplegó Robert [Rawelyn] Connell para explicar y pensar el liderazgo, la violencia y la legitimación histórica del patriarcado en la sociedad, aquel “que garantiza la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres” (Connell, 1987/1997, p. 39). Bajo su interpretación, los seres humanos no estamos determinados por la química cerebral o nuestros órganos reproductivos, sino por las estructuras sociales en las que nos desenvolvemos, y “ahí es donde comienzan los problemas”. A la interpretación de hegemonía se sumó la diatriba entre masculinidades alternativas y cuáles son los elementos que constituyen lo varonil cuando se “entrecruza dos dimensiones: la pertenencia al mundo homosocial masculino y los ámbitos que comparte con las mujeres” (Guzmán y Bolio, 2010, p. 133). En la

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primera existe reconocimiento y competencia —el antiguo patriarcado—, mientras que la relación con las mujeres surge de la oposición, la complementariedad y el dominio. Reflejo de lo que Pierre Bordieu (1990) explicitó para la gente de Cabilia, Argelia, contraponiendo lo alto y lo bajo, la luz y la oscuridad, la derecha y la izquierda, etcétera. Connell argumentó entonces que las prácticas sociales para Bordieu solamente suceden, acontecen y no se producen, por tanto, el género nunca podría ser una práctica social, cuando en los hechos el género depende del momento histórico y la carga de sentido político que se asigna a las percepciones ¿Cómo ayudan entonces los conceptos de género, masculinidades o prácticas sociales para historiar comunidades subalternas alejadas del habitus masculino? La casa de la Mema. Travestis, locas y machos es la tesis de doctorado de la socióloga noruega Annick Prieur, presentada en la Universidad de Oslo en 1994 y publicada en inglés por la Universidad de Chicago con el título Mema’s House, Mexico City on transvestites, queens and machos (1998), y la traducción al español editada por el Programa Universitario de Estudios de Género (pueg) de la unam. La extensa obra se sustenta en un sólido herramental teórico desde la perspectiva de género, la disciplina sociológica y el tema de las masculinidades alternativas, acompañada de un minucioso trabajo de campo en ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, uno de los municipios del conurbano metropolitano, otrora ciudad perdida, en donde se instalaron la primera y segunda generación de emigrantes del campo, expulsados por la terminación del desarrollo estabilizador y las promesas populistas de los gobiernos de la década de los años setenta del siglo xx. El libro reconstruye un submundo poco estudiado por la academia de la década de los ochenta, pero ampliamente difundido por la prensa amarillista; el de las locas, los mayates, los travestis y los machos en un lugar determinado, Nezahualcóyotl —también llamado Neza—, que “atendía” el espacio urbano de la gran ciudad en casas particulares, estéticas y hasta en la azotea de las locas, en la famosa disco Spartacus, uno de los pocos lugares abiertos hasta el amanecer —el after, dirían hoy—, donde convivían trabajadores de la construcción, gerentes de empresa, militares, comerciantes, estudiantes y, por supuesto, las “vestidas”, hombres que se consideran mujeres con su propia filosofía de la vida y su propia estructura simbólica. El punto central del trabajo, en palabras de la autora, son “las representaciones del género en el habla, las apariencias y las prácticas, incluyendo las prácticas sexuales”, vinculadas con las condiciones biológicas, materiales y sociales. Esto es, captar el momento objetivo —campo— y el momento subjetivo—habitus— del que hablan los teóricos de la cultura. Los sujetos de estudio son las “jotas, un

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grupo que tiene identidad común como hombres femeninos con una preferencia homosexual y que utilizan el término para denominarse a sí mismos” (p. 65). Llama la atención que una mujer nórdica con referentes citadinos del habitus queer y gay de primer mundo haya decidido conocer y estudiar in situ —la casa de La Mema— a los personajes que habitaban, vivían y disfrutaban la femineidad en un espacio reducido, casi un refugio, abierto por La Mema, quien “antes se empleaba como sexoservidor” y que en el otoño de 1988, en un congreso académico, presentó un proyecto de educación para sexoservidores, en donde conoció a Annick Prieur. Ese encuentro fue el rudimento para el trabajo de campo de la socióloga noruega, cuyos resultados aparecen a lo largo de seis apartados en el libro que reseñamos. El relato de Annick instala el andamiaje para ir conociendo a sus entrevistados: travestis, bisexuales, homosexuales, mayates, así como la disquisición —a veces de manera poco clara— de epítetos que se asignan entre ellos y que forman sus rasgos culturales. Empero, como la misma autora señala, las aproximaciones constructivistas y las suposiciones teóricas no aciertan del todo o limitan una explicación más extensa del fenómeno. Por esto, cuando la autora escribe sobre los homosexuales de clase media, los identifica como “menos femeninos”, mientras que los de Neza se mueven sin tapujos en las calles, los lugares de baile, el mismo barrio: “en una sociedad con normas muy estrictas respecto a la complementariedad de los géneros y dominada fuertemente por hombres, en la misma sociedad en la que surgió la palabra machismo” (pp. 19-20). Pareciera ser que quien cruza la línea de la dimensión masculina cae en el reducto de lo marginal, de lo abyecto, de lo disímil, de la homofobia. Es cierto, el libro no busca tomar partido por unos o por otros, pero tampoco puede graduarse cuánto es ser más femenino o masculino. La masculinidad se construye y se entiende como un todo, no en pequeñas partes. De lo contrario, caemos en la masculinidad hegemónica explicada por Connell —un ideal—, o en el extremo que explica Banditer, que en algunas sociedades lo varonil está en relación con la huida de todo rasgo femenino, reprimiendo todo deseo homoerótico, odio a la diversidad sexual fuera de la heterosexualidad y el temor a ser signado como homosexual (citado en Guzmán y Bolio, 2010, p. 134). Por cierto, en el segundo capítulo del libro, “La vida cotidiana de una jota”, Prieur da cuenta de la concepción de la masculinidad de esa porción de México que ella conoció, donde “padres y madres intentan quitar a golpes la homosexualidad a sus hijos femeninos”, los profesores los humillan y los compañeros los molestan (p. 69). El recuento de las vivencias de La Flaca, rechazado por su madre,

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entre otras razones, porque no le gustaba que su hijo se vistiera de mujer, ya que ella conocía a muchos homosexuales “que se veían normales y se comportaban correctamente”. Connell podría ejemplificar, con este caso, el término de masculinidad alternativa: un homosexual “normal” no quebrantará la masculinidad. Pero que La Flaca se maquille y travista se aleja de la forma socialmente admitida de representar al varón. Annick agrega un detalle más. En México, la relación entre una madre y su hijo es tan importante, que un conflicto entre ellos es necesariamente doloroso. Es violentar la reproducción del machismo o de lo que debe representar un hombre en el futuro. De aquí que género sea un concepto relacional, con una fuerte carga de práctica política y social. En ese mismo capítulo se presenta el rechazo a Fifí por parte de su padre, quien al percatarse de las “maneras” de su hijo en la adolescencia, no lo dejaba dormir en la casa, debía dormir en el patio, y le negaba la comida. Al cabo de unos años, Fifí consiguió trabajo de estilista, aportaba dinero a su casa y su padre cedió en su postura, argumentando que “después de todo era su hijo y que lo quería como a los otros nueve” (pp. 80-81). Esta aceptación —explica Fifí— le dio el derecho de vestirse como él quisiera. ¿Cuánto influye la estructura material en el género y las prácticas? A la fascinación de los relatos le sigue un apartado débil, desde mi punto de vista, por tratar de generalizar los orígenes de la homosexualidad y el afeminamiento, a fin de proponer la identidad homosexual estable. Esta identidad, supone la autora, se da por el simple hecho de la preferencia sexual, sin matizar el ambiente y las estructuras sociales en las que vivían los entrevistados: el barrio, las creencias, los valores y las carencias materiales de las familias, así como la escuela, la persecución, la homofobia, el vih, entre otros elementos, que la misma autora suma a lo largo del libro. Annick afirma que la identidad de género no se forma sólo como respuesta a las fuerzas externas del individuo, sino como resultado de las estrategias y acciones de la persona. La reflexión en este punto se encuentra en el capítulo “Niñitos vestidos con la ropa de mamá. Sobre los orígenes de la homosexualidad y el afeminamiento”. La autora recurre nuevamente al testimonio de sus entrevistados para mostrar un amplio conocimiento de la literatura especializada de la época sobre los factores que llevan a una persona a declararse homosexual. Martín —luego Marta—recuerda que desde los seis años se sentía atraído por los hombres y sus primeros encuentros sexuales datan de ese momento, tanto por el gusto como de percatarse que algo no marchaba bien. El padre de Martín lo forzó a trabajar

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de obrero, y “aunque me llevó a trabajar con él, no se me quitó. Creo que así me hicieron, que así iba a ser. Nací así. Se lo dije al doctor que me trató, que me inyectó hormonas masculinas” (pp. 138-139), y el único efecto fue que las piernas se le llenaran de vello. Así que con el correr del tiempo, Martín decidió convertirse en Marta, un transexual que no quería cambiar de sexo quirúrgicamente, ya que se consideraba un homosexual, no una mujer. Prieur discute que este razonamiento es contrario a su perspectiva constructivista: “Nadie es transexual, ni jota, ni tampoco gay ni hijra (eunuco en India), ni berdache (transgénero según las personas indias de Norteamérica) en un sentido absoluto” (p. 140). Los factores biológicos y psicológicos son un ingrediente más del habitus social, las prácticas cotidianas, la cultura, el ejercicio del poder y su representación, y un largo etcétera que no puede limitarse —como aclara la autora del libro— a “una explicación exhaustiva de la homosexualidad” (p. 149). En la sociedad y ambiente de ciudad Neza de la década de los años ochenta, a la que se circunscriben los personajes estudiados, ¿existían estrategias para no ser femenino, sin tener claro qué era ser masculino? La respuesta no puede ser ajena a las condiciones materiales de aquel momento de crisis nacional, etapa de alta devaluación de la moneda y tasas de inflación superiores a 150%, de transformación social por el terremoto de 1985, por la conformación de la izquierda democrática de 1987, y por una tasa de defunciones muy alta ligada al vih. Es cierto, “las jotas forma[ba]n sus construcciones de identidad” (p. 179) en esos años, pero sobre las bases de sus propias condiciones objetivas, en el lugar donde se desenvolvían de manera cotidiana. Existen vínculos entre lo innato y lo social, lo biológico y lo material, de ahí que Annick busque “construir un modelo” que pueda relacionar dichos factores. Aquel ejercicio se presenta en el capítulo “Robando la feminidad. Sobre las construcciones corporales y simbólicas”. La autora reconoce que del universo de las personas que entrevistó, un rasgo particular fue la falta de privacidad, la carencia de un cuarto propio durante la adolescencia y los difíciles años que vivieron en la niñez. En definitiva, las condiciones materiales sí influyeron en las personas: el hacinamiento, la gran cantidad de hijos de las familias de Nezahualcóyotl en ese momento, los roles maternos/paternos, incluido el abuso infantil vivido por alguno de los interrogados. Justo por eso, “da la impresión de que las jotas aguantan mucho. Las encuentro nerviosas, agresivas, siempre a la defensiva y, en algunos casos, hasta perversas. Consumen mucho alcohol y drogas. Sin embargo no noté ningún caso de desór-

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denes psicológicos serios” (p. 160). Cabe preguntarse: ¿Sólo los homosexuales se suicidan o tienen desarreglos psicológicos? El libro cierra con dos temas acotados al análisis de género con que inicié esta recensión: la dominación y la subordinación, además de las prácticas y las representaciones del poder. “Machos y mayates. Masculinidad y bisexualidad”, así como “Sobre el amor, la dominación y la penetración”, recrean los encuentros homosexuales de los mayates, su lenguaje y la toma de posición para no dañar su sentido de masculinidad, el rol de dominador o penetrador, y también de quienes se definen como bisexuales: “A mí no me gustaría que un hombre tuviera relaciones conmigo —explica Ernesto— me gustaba estar con los puros homosexuales, hay mucha diferencia… Sí les he tocado todo, menos su pene, [tampoco] que me toquen mi parte trasera… ya no me sentiría hombre, sino gay, o sea ya no ser lo que soy.Ya no sería un mayate.Ya paso de ser un mayate a un joto” (p. 246). Annick Prieur deja abierta la incógnita de la bisexualidad cuando explica que algunos mayates mentían. “Las jotas me habían advertido que ningún mayate admitiría ser penetrado, es algo que no puede decirse, ser pasivo significa ser homosexual, no ser hombre… y si ha ocurrido no debe saberse...”, pero a muchos les gustaban los “viajes de ida y vuelta” (pp. 246-247). La discusión teórica y los ejemplos continúan, recrean el fenómeno de cualquier sociedad que experimente la violencia, el abuso, el poder; el rostro sin maquillaje de las relaciones entre las jotas y sus maridos; la reconstrucción de un grupo humano hace veinte años que pudiera replicarse en otra época o en otra geografía. En resumen, la lectura y consulta de La casa de la Mema.Travestis, locas y machos no tiene desperdicio. Referencias Badinter, E. (1993). xy. La identidad masculina, Madrid, España: Alianza. Bordieu, P. (1990). La domination masculine. Actes de la recherche en sciences socials, 84, 2-31. Connell R. (1987). Gender and power: Society, the person and sexual politics. eua: Standford University Press. Connell R. (1997). La organización social de la masculinidad. En T.Valdés y J. Olavarría, Masculinidad/es. Poder y crisis (pp. 31-48). Chile: isis/Flacso. De Martino Bermúdez, M. (2013). Connell y el concepto de masculinidades hegemónicas: notas críticas desde la obra de Pierre Bordieu. Estudos Feministas, 21 (1), 283-300.

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Guzmán Ramírez, G. y Bolio Márquez, M. (2010). Construyendo la herramienta perspectiva de género: cómo portar lentes nuevos. México: Universidad Iberoamericana. Prieur, A. (1994), Mema’s House, Mexico City on transvestites, queens and machos. eua: The University of Chicago Press.

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El poder de la agenda. Política, medios y público Natalia Aruguete

Editorial Biblos/Cuadernos de Comunicación Argentina, 2015. 200 pp. isbn 9789876913911

Ángel Manuel Ortiz Marín Universidad Autónoma de Baja California

La tarea de reseñar un texto, y en particular en las ciencias sociales, representa, en diversos sentidos, un reto. La empresa se dificulta cuando, además, el libro aborda aspectos relacionados con el poder y la política, lo cual se convierte en un desafío, tanto para la propia postura ideológica de quien reseña, como del intento comprehensivo de dar cuenta de su contenido. La obra El poder de la agenda…, cuya autora es la doctora Natalia Aruguete, propone un ejercicio singular: la posibilidad de analizar críticamente una de las teorías de la comunicación más exploradas, criticadas y utilizadas aún en los estudios sobre el campo de las ciencias sociales; me refiero a la agenda setting. Tarea poco frecuente en quienes abordan este campo de estudio; de ahí la importancia de este texto y sus aportes al conocimiento tanto de la investigación científica como en determinados ámbitos de las ciencias de la comunicación y de la ciencia política.

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En primer lugar, explicaré la estructura del libro, para después desglosar su contenido de manera analítica. Texto recién editado en 2015, en términos del país que lo publicó, Argentina, tierra de vinos, sería un tempranillo. Publicado por la Editorial Biblos, en la serie Cuadernos de la Comunicación. Su composición temática consta de diez capítulos, y un breve apartado llamado “Palabras finales”. Ahora bien, ¿qué reseñamos del contenido del libro? Primero, me referiré a la autora, pues, a mi juicio, cada obra, en buena medida, es un reflejo de la formación académica y la trayectoria desarrollada de quien la escribe. Natalia Aruguete es doctora en ciencias sociales por la Universidad de Quilmes, Argentina; magister en sociología económica por la Universidad Nacional Sarmiento. Actualmente es investigadora del Consejo de Ciencia y Tecnología (Conicet); profesora de las universidades: Nacional de Quilmes, Nacional de Rosario y Austral, todas ellas en Argentina. Su línea de investigación se centra en el estudio de la agenda política, mediática y pública; además, es colaboradora del diario argentino Página 12 y de Le Monde Diplomatique. Vayamos entonces a la obra y reseñemos sucintamente, de cada capítulo, los aspectos más sobresalientes para el tema. En el primero, llamado “Cambio de paradigma: de la percepción selectiva a los efectos cognitivos”, la autora refiere las grandes tradiciones de una de las corrientes más importantes de la comunicación. El estudio de la percepción selectiva y sus efectos en los medios y en la opinión pública, y cómo esta perspectiva apunta a suponer que las audiencias son pasivas, para posteriormente discurrir en torno a la corriente de los efectos cognitivos en los individuos, sembrando el inicio de la función de los medios de comunicación de establecer la agenda pública. En el segundo capítulo, “Los padres intelectuales de la agenda setting”, a mi juicio hay una aportación importante al estudio de la comunicación política, pues describe los inicios fundacionales del trabajo en este campo. En este apartado se reconoce el aporte fundamental de Bernard Cohen a la teoría de la agenda setting, al igual que el de los esposos Lang, quienes serían los referentes más inmediatos al trabajo de Maxwell McCombs y Donald L. Shaw, a quienes generalmente se les reconoce la autoría o, por lo menos, la versión inicial de este enfoque. Cohen, refiere la autora, aporta a la agenda setting, a través de su libro The press and the foreing policy, una de las premisas para el desarrollo seminal de dicha teoría, esto es, el proponer que los medios de comunicación tienen éxito “al decirle a la gente qué tiene que pensar” (p. 32). El tercer capítulo se denomina “Fase i: El nivel inicial de la formación de la opinión pública”. En este apartado, la autora narra el proceso de surgimiento de

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la teoría de la agenda setting a partir del trabajo de McCombs en las aulas de la Universidad de California en Los Ángeles (ucla), relacionado con el análisis del diario Los Angeles Times, y de ahí su reflexión para la investigación, ya histórica, para la comunicación política, del experimento de Chapel Hill, que consistió en analizar la influencia de las noticias tanto de la televisión, prensa y revistas sobre la campaña electoral estadounidense de 1968, en la que compitió Nixon contra Humphrey. Para ello, McCombs y Shaw elaboraron un cuestionario dirigido a una pequeña muestra en esa ciudad (Chapel Hill) de Carolina del Norte, y a partir del análisis de las respuestas a la encuesta y de los resultados de las noticias codificadas, a McCombs y Shaw les permitió “reinstalar la creencia de que los medios son capaces de influir en la opinión pública” (p. 43), en cuanto a la instalación de una agenda temática en el imaginario de los votantes. Por supuesto que hubo más estudios sobre la agenda setting, e incluso una segunda versión de Chapel Hill sobre las elecciones de 1972 en Estados Unidos. El siguiente capítulo tiene por título “Metodología para el análisis del efecto de la agenda”. Este apartado refiere las dos metodologías más utilizadas para el análisis de los medios. Una de ellas, de larga tradición en la comunicación política, propuesta desde Bernard Berelson para el estudio de las campañas políticas; me refiero al análisis de contenido de corte cuantitativo, para determinar rasgos específicos de las notas periodísticas por analizar. Y la otra son las encuestas o entrevistas sobre temas puntuales en los cuales se indagan aspectos específicos de la opinión pública. Ambas metodologías y técnicas son complementarias para el trabajo de interpretación de la opinión pública en eventos significativos, como suelen ser las campañas electoraleselectorales de las cam. Asimismo, la autora puntualiza cómo McCombs clasificó, en una denominación peculiar (“la tipología Acapulco”), las investigaciones que abordan la agenda setting, en cuatro tipos de estudios, dando a cada uno de ellos una caracterización a partir de sus objetivos y metodologías. Esta referencia es muy útil para quienes realizan estudios de opinión pública y, en particular, si utilizan la agenda setting, a fin de reconocerse en cuanto al desarrollo de trabajos en comunicación política. El quinto capítulo se denomina “Fase ii: Factores que intervienen en la relación medios-público”. Este apartado documenta el desarrollo de los diferentes estudios realizados en torno a los efectos de la agenda mediática a partir de investigaciones en procesos electorales y la consecuencia que tuvo para el establecimiento de la segunda fase de la agenda setting. A decir de Aruguete, no es suficiente el medir la capacidad de influencia de los medios de comunicación masiva en los públicos, sino que habría que incorporar otras variables, como las dimensiones sociales y

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personales, lo cual es aún mayor con el desarrollo y utilización de las tecnologías de información y comunicación (tic) y su uso intensivo en las campañas electorales contemporáneas. El efecto de las actitudes es el siguiente capítulo, “Fase iii: El segundo nivel de fijación de la agenda”, en el cual se explica la evolución de la teoría de la agenda setting a partir de plantearse nuevas interrogantes de estudio. En particular, “en qué medida las noticias influyen en la importancia que las personas asignan a determinados temas” (p. 89). Y en este rubro, la relevancia de este segundo nivel de la agenda setting es determinar el nivel de influencia de los medios en las actitudes; es decir, aquellos aspectos que se acentúan de un objeto, tema o personaje por parte de los medios de comunicación. Para ello, la doctora Aruguete describe los diferentes estudios realizados que abordan dos dimensiones de estudio: la afectiva y la sustantiva o cognitiva. El capítulo 7, denominado “Fase iv: El proceso de construcción de la agenda mediática”, atiende aspectos que tienen que ver con la función que asumen los medios de comunicación como actores políticos en torno a determinado temas, en los cuales manifiestan sus intereses y objetivos, dado que son empresas, en su mayoría comerciales o dedicadas a la venta de información, pero con fuertes nexos con el poder. En los medios se expresa una fuerte relación de interdependencia con los grupos del poder público o privado y con la ciudadanía en una influencia recíproca en ciertos aspectos. Para explicar este proceso, la autora acude a una metáfora de McCombs denominada “las capas de cebolla” para describir los procesos para la elaboración de la agenda mediática a partir de los diferentes niveles de interacción de quienes participan de la información periodística, ya sea como fuentes informativas, ya en el contexto de la noticia o los periodistas y su postura ideológica, y los géneros periodísticos que propiamente permiten la construcción noticiosa. El octavo capítulo lleva por nombre “Derivaciones de la teoría de la agenda setting”. En este apartado se exponen las diferentes teorías a las cuales la agenda setting les ha tributado su ascendencia. En este sentido, hay diversas posturas al respecto, no todas coincidentes en cuanto a la influencia de la agenda setting en ellas. Se reconocen como derivaciones que si bien conservan su independencia teórica al partir de premisas y conceptualizaciones diversas, son frecuentemente utilizadas en el desarrollo de investigaciones sobre la opinión pública, como es la teoría del priming (preactivación); la teoría del framing (encuadre), la agenda cutting y la agenda melding.

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En el penúltimo capítulo, “Hallazgos recientes en la agenda setting”, la doctora Aruguete refiere el desarrollo de la quinta fase de la teoría de la agenda setting, relativa a las implicaciones del establecimiento de la agenda en virtud del surgimiento de elementos nuevos como el paulatino fortalecimiento de la opinión pública y la orientación que suele tener de determinado objeto de atención, así como las consecuencias en los comportamientos actitudinales de las personas para operar desde la teoría del priming, al vincular la relevancia de un objeto entre el público y la dirección de la opinión pública, ya sea como percepción positiva o negativa del tema de atención. Y finalmente, en el último y décimo capítulo del libro, que tiene por nombre “Nuevas fronteras en el establecimiento de la agenda: la emergencia de nuevos medios”, la autora reflexiona sobre las condiciones en que la teoría de la agenda setting puede continuar con sus postulados ante la emergencia de las tic y la disputa con los medios impresos y electrónicos. En ello está implícita la cultura del consumo de la información, pero también la potencialidad informativa de los diversos espacios virtuales surgidos a partir del desarrollo de dichas tecnologías. Un elemento que no puede pasar por alto es la inmediatez de la circulación en espacios como los blogs o Twitter. Ante todo ello, pareciera que los postulados básicos de la agenda setting se reformulan, pues las condiciones informativas, culturales y sociales hacen que los consumidores de las tic, ahora no constituyan su opinión a partir de una sola fuente, sino de una diversidad de ellas, y de esta forma surge el desafío a las agendas oficiales. Al final del libro El poder de la agenda…, la doctora Natalia Aruguete dedicó unas páginas para reflexionar sobre el recorrido que hace su texto sobre las distintas investigaciones y autores que han aportado elementos teórico-metodológicos para la instalación, desarrollo y diversificación de la teoría de agenda setting, y cierra este apartado con una frase significativa, no sólo para esta teoría, sino en general para el trabajo científico: “escribir sobre la agenda setting, ha sido un subterfugio, una excusa para poner en evidencia que ninguna teoría, es tan vasta como para dar respuesta a todas las inquietudes que surgen en su aplicación como herramienta para comprender la realidad” (p. 178). El comentario final que se puede hacer de El poder de la agenda… sería que es un texto que analiza, con un esmero poco común, el surgimiento de la teoría de la agenda setting, sus padres fundacionales y el desarrollo a lo largo de varias décadas de aplicación de dicha teoría en los estudios de opinión pública y análisis de los medios de comunicación, ya sea impresos, electrónicos o digitales.

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La postura que asume la doctora Natalia Aruguete ante este tema es de un análisis preciso y cuidadoso de los factores que han permitido la aplicación de la agenda setting, pero también indica sus limitaciones teóricas, contextuales y metodológicas. Por ende, a lo largo de los diez capítulos hace una revisión pormenorizada de los diversos enfoques y posturas teórico-metodológicas que han contribuido al posicionamiento de dicha teoría, pero también cómo ha tributado al desarrollo de la comunicación política desde una perspectiva crítica y analítica de la misma. No es un texto para leerlo y dejarlo en la memoria, sino un libro para trabajar con y sobre él, como un ejercicio intelectual de análisis de las diferentes teorías que nutren los campos de la comunicación masiva y de la opinión pública.

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Reseñas Cuetzala: su mural y su historia Macrina Rabadán Figueroa

Universidad Autónoma del Estado de Morelos/Artificio Editores México, 2015, 116 p. isbn 978-607-8434-12-1

Ana Lilia Nieto Camacho El Colegio de la Frontera Norte

El planteamiento inicial del libro es claro: la autora señala que el objetivo es presentar “una propuesta de lectura complementaria, visual e historiográfica” (p. 17) del mural titulado Las luchas sociales en el pueblo de Cuetzala, ubicado en la escuela primaria de ese pueblo, en el estado de Guerrero. El trabajo describe y da contexto histórico a la obra pictórica de dos artistas de renombre: Antonio Pujol y José Antonio Gómez Rosas, El Hotentonte, que, sin embargo, es prácticamente desconocida. Así, esta investigación es también la “reconstrucción” de dos historias: una que se encuentra narrada en el mural, y otra, la de la hechura del mural en sí. Con base en fuentes primarias novedosas, el libro señala la relevancia del agrarismo y el mural como obra de arte y expresión de aquel movimiento en la vida sociopolítica de Cuetzala. El uso de los documentos del archivo privado de la

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familia Rabadán y las narraciones de “dos testigos memoriosos” —entre ellas, la de una de las protagonistas principales, Macrina Rabadán Santana— dan al libro un aire de “historia de familia” en la que se enfatiza la agencia de los personajes en los procesos históricos. La dualidad temática se refleja en la estructura del libro. La primera parte ofrece un ejercicio de historia regional que profundiza en la investigación sobre el movimiento agrario en México. El tema se aborda con un planteamiento cercano a la microhistoria al estilo de Luis González, en la que “el actor colectivo es el círculo familiar” (Arias, 2006 p. 181), pues se teje a través de un grupo reducido de individuos “que se conocen entre sí, cuyas relaciones son concretas y únicas” (Arias, 2006, p. 181) y siguen el ritmo de la vida diaria. En esta parte, el mural es un punto de partida para describir y analizar las secuelas de la revolución, el cardenismo, la reforma agraria, la educación socialista y el papel de los maestros y los artistas en las luchas sociales en el ámbito local. La formación del ejido y los obstáculos que los campesinos tuvieron que sortear para lograrlo es el tema principal del mural, aunque también se incluyen algunos otros hechos relevantes para la comunidad campesina en sus disputas con la élite local porfiriana sobreviviente de la revolución. Si bien la obra pictórica es una “narrativa de injusticia”, también lo es del triunfo del movimiento agrario, y plasma para la posteridad las imágenes de los “líderes agraristas”, entre los que figuran varios miembros de la familia Rabadán. Nos enteramos, entonces, de las vicisitudes cotidianas del movimiento agrario en aquel pueblo de Guerrero. Los capítulos del libro siguen los temas principales que se plasman en el mural, en el orden en el que aparecen representados. En los apartados 1 y 2 se reseñan el origen de Cuetzala y los antecedentes de la lucha agrarista. En los capítulos 3, 5, y 6 se aborda de lleno la dinámica del movimiento agrario en el pueblo, la formación del ejido y la reacción de los propietarios afectados por el reparto de tierras, así como los proyectos de mejoras materiales que se gestionaron a finales de la década de los treinta. En estos apartados se narra la vida política y social de Cuetzala, en gran medida, a partir de las actividades de los hermanos Rabadán Santana como educadores, miembros del gobierno local o militantes del Partido Comunista Mexicano. Sabemos, entonces, que David presidió o fue miembro de la Junta de Mejoras Materiales en varias ocasiones; Francisco fue secretario del Ayuntamiento; Malaquías fue presidente municipal en 1931 y 1945 y “estuvo al frente de la Defensa Rural, un grupo de agraristas que tenía como misión defender el ejido de los ataques de sus opositores” (p. 39); en tanto que Macrina y Epigmenio,“pese a la

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precaria situación económica” de la familia, cursaron la secundaria en Chilpancigo. Epigmenio asistió a la Escuela Normal y ambos fueron directores de la primaria en Cuetzala. La intensa participación de la familia Rabadán en el proceso de dotación de ejidos y otros asuntos de interés para la comunidad, en especial de Macrina y Epigmenio, permite observar no sólo el compromiso y los ideales personales, sino la coyuntura en que esas preocupaciones sociales encontraron una vía de expresión como parte de un proyecto de Estado nacional. El gobierno de Lázaro Cárdenas sostenía algunos principios heredados de la revolución y buscaba consolidar la autoridad del gobierno federal estableciendo una relación más directa con la población, lo que se logró con la formación de las organizaciones gremiales y del Partido de la Revolución Mexicana. Estas instituciones alteraron la relación de autoridad entre los ciudadanos y los distintos niveles de gobierno dentro del sistema federal, pues la gestión de los asuntos se hacía desde los gobiernos municipales, mientras que algunos de los problemas más importantes para la �������������������������������������������������������������������� vida local, como el de la tenencia de la tierra o de infraestructura, se determinaban a nivel federal. En el capítulo dedicado al “ejido y la resistencia conservadora”, además de relatar la “notable tensión política y social a propósito de la formación del ejido” (p. 44), se ponen en evidencia estas nuevas relaciones de autoridad al señalar las estrategias políticas que emplearon los grupos de interés —los agraristas y sus opositores— para lograr sus objetivos. Resulta de particular interés observar que ambos bandos tenían comunicación directa con las autoridades federales para presentar su versión de los acontecimientos o corregir la versión del contrario, dando al gobierno federal la función de árbitro dentro de la arena política local. A través de un relato minucioso del caso de Cuetzala, el libro permite conocer la aplicación de las políticas del gobierno nacional en las últimas fases del proceso administrativo, lo que implica acercarse a las dinámicas sociales locales, así como a las preferencias de los actores encargados de aplicar las políticas, elemento fundamental para determinar su éxito o fracaso. En el marco del gobierno cardenista se esperaba que los maestros se convirtieran en líderes locales y agentes de cambio social, así como en intermediarios efectivos entre el gobierno federal y los campesinos y organizaciones gremiales. La trayectoria personal de los hermanos Rabadán se encontró con los objetivos gubernamentales y se les ve involucrados en actividades culturales, sociales, de gestión de peticiones y de dirección de comités diversos que buscaban mejorar las condiciones materiales del lugar. Entre los proyectos principales de la época destacan la construcción de vías de comunicación, la instalación de la energía

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eléctrica y el teléfono o la construcción de la escuela. En este punto, la historia del éxito agrarista plasmada en el mural es también la historia de la confluencia de intereses de los actores clave en los dos extremos del proceso de la toma de decisiones, en el ámbito local y nacional. Si la educación socialista, sus principios y el liderazgo de los docentes dentro de este esquema es uno de los temas más desarrollados dentro del trabajo, la autora hace notar que la investigación le permitió elaborar una perspectiva más detallada y matizada de las actividades del Partido Comunista Mexicano en una época en que este organismo político limitó su radicalismo a favor de la causa común en contra del fascismo. El Partido Comunista, la solidaridad, los ideales revolucionarios y los valores que aspiraban a ser universales forman parte de la explicación que la autora encuentra para la presencia de dos artistas plásticos en un pequeño pueblo de Guerrero que dio por resultado una obra de arte con tema político en la primavera de 1939. La segunda parte está dedicada al mural y sus creadores. Si la primera parte se refería a lo local y a la escala micro de las convicciones y los esfuerzos diarios por alcanzar los objetivos de la revolución, el planteamiento de la segunda nos introduce de lleno a la biografía del pintor Antonio Pujol y en el horizonte macro de un mundo artístico cosmopolita en que las luchas cotidianas corren paralelas a los conflictos internacionales. La presencia y la obra de artistas jóvenes en ascenso en Cuetzala vinculan la lucha local por la tierra con el movimiento internacional en contra del fascismo y la guerra civil española. La trayectoria de Pujol permite conocer una época en que, según diría David Alfaro Siqueiros, “el arte revolucionario es arte producido en consonancia con el ritmo de la diaria lucha revolucionaria” (citado en p. 123). Así, los artistas jóvenes como Pujol se esforzaban por “contribuir en cualquier forma con el pueblo” (citado en p. 126); esta convicción lo llevó a unirse a las brigadas internacionales que combatieron por la república durante la guerra civil española entre 1937 y 1938. A su regreso a México en 1939, se instaló varias semanas en Cuetzala y pintó, junto con Gómez Rosas, el mural agrarista en la escuela del lugar. Por otra parte, la biografía de Gómez Rosas es breve, pues la autora considera que, con todo y su talento, fue más bien un ayudante de Pujol durante la realización del proyecto. La narración de Macrina Rabadán se mueve entre lo local, lo nacional y lo internacional, y permite reflexionar sobre la fuerza del ideal revolucionario de la época, que vinculaba a los que lo compartían a través de lugares, actividades, geografías y espacios sociales.

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Si bien el trabajo permite acercarse a este entramado de relaciones múltiples, la decisión de acotar la investigación al archivo familiar y a los archivos locales obligó a dejar sin mayor análisis temas relevantes como los conflictos internos del movimiento agrario en Cuetzala o limitar la información sobre el movimiento agrario en Guerrero y en México, lo que permitiría comprender mejor la especificidad de la experiencia comunitaria en esa pueblo. Sin embargo, el deseo de rescatar fuentes poco exploradas para contar una historia poco conocida y casi olvidada ubica a esta obra en el marco de la estrecha relación que existe entre la historia como historiografía, el patrimonio cultural y la memoria colectiva. Aunque aparece casi como una nota al margen en el párrafo final del libro, el objetivo implícito de la obra es recuperar el significado del mural y sustentar su relevancia como “patrimonio cultural del municipio de Cuetzala, del estado de Guerrero y del país” (p. 147). En este sentido, la investigación es un ejemplo de la importancia de la historiografía para recuperar lo que Aleida Assman ha llamado la “memoria almacenada”. Un objeto extraño —el mural— que ya no guardaba una relación significativa con el presente —pues sólo unas cuantas personas conocían su origen y la historia que narra— puede, desde la historiografía y de la historia oral, recuperar la función de transmisor de conocimientos sobre el pasado, y articular el recuerdo social de un grupo o una comunidad. Una vez más, el libro oscila entre el nivel macro del patrimonio cultural como una obra de arte que debía ser sancionada y conservada por el Estado con base en los criterios tradicionales de excepcionalidad o renombre de los creadores, y el nivel de la microhistoria en que los recuerdos y experiencias de una familia son el primer paso para la recuperación de una experiencia colectiva. Este ejercicio podría ser el punto de partida para iniciar un proyecto de conservación en concordancia con el interés contemporáneo por definir el patrimonio “desde dentro”, en la localidad, y que implica el “conocimiento íntimo” del pasado que se desea recuperar sin requerir la sanción oficial del Estado. De este modo, tanto el libro como el mural son medios que permiten la transmisión de conocimientos acerca de un pasado común y elementos en la construcción de la memoria cultural de una comunidad. Referencia Arias, P. (2006). Luis González. Microhistoria e historia regional. Desacatos, 21, 177-186.

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Para los autores 1. El autor responsable del envío del documento debe incluir en un archivo anexo la ficha personal de cada autor, con una extensión no mayor de 300 palabras (para cada uno), que contenga nombre completo, nacionalidad, grados académicos (mencionando a la institución donde los obtuvo), institución de adscripción laboral, dirección laboral, número de teléfono, correo electrónico, página web de contacto —si la tuviese—, Facebook o Twitter. También debe especificar sus áreas de investigación y el título de sus dos últimas publicaciones. 2. El número máximo de autores por artículo no debe ser superior a tres. En el caso de que el artículo cuente con más de tres autores, se deberá adjuntar la documentación pertinente que acredite que el trabajo corresponde a un producto de integración de redes temáticas de colaboración entre cuerpos académicos de investigación. Esta situación será resuelta por la Dirección de Culturales, que revisará la documentación y decidirá la continuidad del artículo en el proceso de evaluación. II. Arbitraje de artículos a) Toda propuesta de artículo recibida se le asignará un folio y se le notificará al responsable de ésta vía correo electrónico para que pueda dar seguimiento al proceso. b) Una vez recibida la propuesta, la Dirección hará una revisión preliminar del documento para determinar si cumple con los requisitos establecidos por Culturales. De no cumplir con las normas editoriales, se notificará al responsable si su artículo es rechazado o se le deben hacer modificaciones. En este último caso, el responsable resolverá si realiza las modificaciones señaladas. c) De cumplir con los requisitos, el manuscrito iniciará el proceso de evaluación por pares académicos (sistema de doble ciego), en el que especialistas nacionales o internacionales evaluarán el trabajo de acuerdo con la pertinencia (que pertenezca al ámbito de los estudios socioculturales), originalidad (artículo inédito que no haya sido publicado ni esté siendo evaluado por otra revista) y relevancia científica y académica establecida por Culturales (avalado por los comentarios y observaciones de los evaluadores), y cada evaluador emitirá una resolución indicando si el artículo propuesto es publicable o no.

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Nota: Esta etapa tiene una duración aproximada de 60 días. d) Al terminar el proceso de evaluación, se le notificará y enviará al responsable el resultado de los dictámenes emitidos. En el caso de ser aprobatorio sin correcciones, el artículo seguirá el proceso editorial; si es aprobado con recomendaciones y/o correcciones, el responsable tendrá 30 días (a partir de la notificación) para enviar la versión final corregida. e) Una vez que el artículo sea aprobado para su publicación, Culturales enviará el formato de cesión de derechos en el que los autores otorgan permiso a la Universidad Autónoma de Baja California, a través del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, para la publicación, traducción, distribución, difusión y comunicación del material en medios impresos y digitales. Cada autor deberá llenar, firmar, digitalizar y enviar vía electrónica este documento al correo: [email protected] Nota: La no firma y envío digital de este documento será motivo de retraso en la publicación del artículo o de la exclusión del mismo. f) Finalizado el proceso de evaluación y corrección, se iniciará la etapa de edición y maquetación del artículo (a cargo del editor). En este momento se notificará al responsable el volumen y número de la revista en la cual se publicará su artículo. Nota: Durante el proceso de edición, cualquier modificación y corrección de estilo será notificada al responsable por el editor de Culturales. III. Normas editoriales Los trabajos remitidos a la revista deber ajustarse a las siguientes normas editoriales: a) Todo el texto del documento debe estar justificado y escrito en letra Times New Roman, tamaño 12, con interlineado doble. b) La hoja debe tener tamaño carta (21.59 por 27.94 cm u 8½ pulgadas por 11 pulgadas) y mantener los márgenes normales predefinidos por el procesador de texto (Word). Todas las páginas deben ser numeradas (abajo y al centro con números arábigos), y no deben tener anotaciones ni diseños en ninguna parte de la hoja (encabezados, membretes, etcétera).

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Normas para colaboradores

c) Todo documento debe contener un título principal (máximo 16 palabras y en negritas), seguido de la traducción del mismo, ya sea al español, inglés o portugués (según sea el caso). En la misma página debe contener el nombre del autor o autores, seguido de su adscripción institucional y del correo electrónico de cada uno. Todos estos datos deben estar centrados. Ejemplo: Entre la indiferencia y la satanización. Representaciones sociales del narcotráfico Between indifference and demonization. Social representations of drug trafficking Nombre y apellido del autor Nombre de la institución de adscripción [email protected]

d) El documento debe incluir un resumen no mayor a 150 palabras, acompañado de su respectiva traducción (español, inglés [abstract] o portugués [resumo], según corresponda). Nota: En el caso de que el resumen supere las 150 palabras, será motivo de devolución del documento para su ajuste. e) A la par del resumen, se deben incluir entre tres y cinco palabras clave (como máximo) que describan los campos de estudio en los que incide el trabajo (se deben anotar en español, inglés [keywords] o portugués [palabras-chave], según corresponda). Nota: No se aceptarán documentos que en su página inicial incluyan notas al pie con información relacionada o adicional al título, autor (autores) o resumen. f) Todos los datos adicionales relacionados con el título del trabajo, los autores, el resumen, los agradecimientos o referencias a un proyecto de investigación, deben anexarse al final del documento, especificando claramente a qué corresponde. g) Todas las contribuciones deberán presentarse siguiendo las normas establecidas por el Manual de Publicaciones de la American Psychological Association (apa), tercera edición en español, editado por editorial Manual Moderno (http://www. apa.org/pubs/books/4200073.aspx) o sexta en inglés: apa Style Guide to Electronic References, Sixth Edition (http://www.apa.org/pubs/books/4210512.aspx).

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Nota: No se aceptarán trabajos que no estén editados bajo el formato apa. Esto será motivo de devolución del documento para su ajuste. h) Presentación de tablas y figuras (cuadros e imágenes): En cuanto a la presentación de materiales gráficos, se requiere prestar atención a la organización y al contenido. Los cuadros, tablas, gráficas e ilustraciones deben estar integrados en el texto. En el caso de los cuadros y las gráficas, deben estar numerados usando el sistema arábigo: cuadro 1, 2, 3, etcétera, y gráfica 1, 2, 3, etcétera. Las ilustraciones deben presentarse en escala de grises, con una resolución mínima de 300 dpi, en formato jpg. Los apoyos gráficos deben ser originales o, en su caso, se debe citar la fuente original e indicar un título o encabezado de los mismos. Si se reproduce o adapta una tabla, una figura o un cuestionario de una fuente protegida por derechos de autor, el autor o autores del artículo deberán poseer el permiso por escrito del titular de los derechos para reimprimirlos y reutilizarlos. Ejemplos para citas: 1. Al hacer una cita textual, siempre indicar en el texto: apellido paterno del autor o autores, año de publicación y número de página donde se encuentra la cita. […] “la construcción de la asociación se inició en el año 1957” (Cañez y Hernández, 2010, p. 149). Para Cañez y Hernández (2010, p. 149), “la construcción de la asociación se inició en el año 1957”. En el año 2010, Cañez y Hernández, “la construcción de la asociación se inició en el año 1957” (p. 149).

2. Cuando la cita textual tiene menos de 40 palabras (tres líneas en un párrafo aproximadamente), se escribe como parte del texto, utilizando comillas dobles al inicio y cierre de la misma. No se escribe en cursivas. Al momento de hablar del manejo de aguas transfronterizas se debe recordar que “un momento clave en la historia reciente de las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos fue el acuerdo logrado para el establecimiento de un marco binacional de manejo del agua” (Cortez, 2010, p. 10).

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3. En el caso de las citas textuales mayores a 40 palabras (más de tres líneas aproximadamente) deberán separarse del párrafo en un bloque independiente del texto respectivo, agregar sangría a la izquierda (no a la derecha), sin comillas y sin cursivas. Toda la cita debe escribirse en tamaño de letra 11. En el caso de haber un corte dentro de la cita textual, éstos deberán ser identificados por puntos suspensivos entre corchetes. Giménez (2009) concluye su clasificación afirmando que […] las identidades colectivas constituyen una franja específica de la identidad de los individuos a través de su red de pertenencias […] no constituyen una especie de esencia o atributo específico del sujeto sino un sistema móvil de relaciones múltiples centradas en el sujeto en una determinada situación social (p. 11).

4. Al incluir una cita parafraseada es necesario mencionar el apellido del autor y el año de la publicación. No se utilizan comillas dobles ni se anota el número de página. De acuerdo con Meza (2010), en las relaciones de pareja el conflicto no siempre es negativo o positivo.

5. Cuando la cita corresponde a más de tres autores, la primera vez que se mencionan se anotan los apellidos de todos; en las subsiguientes se cita sólo el apellido del primero seguido de et al. “[…] en varios experimentos se evidencian esas circunstancias” (Reimers, Mckemmish, Mckenzie y Mark, 2009, p. 250). […] sin embargo, no se plantean otros caminos posibles (Reimers et al., 2009).

6. Cuando los autores son seis o más, se puede utilizar et al. desde la primera citación. Díaz et al. (2006) afirman que “[…] en varios experimentos se evidencian esas circunstancias” (p. 8).

7. Cuando el autor es anónimo, en el lugar del apellido y nombre del autor se debe colocar la palabra Anónimo, considerando todas las reglas anteriores.

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Ejemplos para referencias bibliográficas Libros con un autor Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título. Ciudad, País: Editorial. Goleman, D. (2000). La inteligencia emocional: Por qué es más importante que el cociente intelectual. Ciudad de México, México: Ediciones B.

Libros con editor Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres (Ed.). (Año). Título. Ciudad, País: Editorial. Wilber, K. (Ed.). (1997). El paradigma holográfico. Barcelona, España: Editorial Kairós.

Libros en versión electrónica Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título. Recuperado o Disponible en http://www.paginaweb.com. De Jesús Domínguez, J. (1987). La autonomía administrativa en Puerto Rico. Recuperado de http://memory.loc.gov/.

Libros en versión electrónica con doi (Digital Object Identifier) Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título. doi: xx.xxxxxxxx Montero, M. (Ed.). (2009). Psychology of Liberation. doi: 10.1007/978-0-387-85784-8

Capítulos de libros Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título del capítulo o la entrada. En A. A. Apellido. (Ed.), Título del libro (pp. xx-xx). Ciudad, País: Editorial. Guba, E. y Lincoln, Y. (2000). Paradigmas en competencia en la investigación cualitativa. En C. A., Denman y Haro, J. A. (Compiladores), Por los rincones. Antología de métodos cualitativos en la investigación social (pp. 113-145). Hermosillo, México: El Colegio de Sonora.

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Artículos impresos Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título del artículo. Nombre de la revista, volumen (número), pp.-pp. Chavolla, J. (2014). Reconciliando el patrimonio cultural religioso en Jiquilpan. Culturales, 2(20), 81-107.

Artículos electrónicos Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título del artículo. Nombre de la revista, volumen (número), pp.-pp. Recuperado o Disponible en http://www.nombredelarevista.com. Mota de Cabrera, C. (2006). El rol de la escritura dentro del currículo de la enseñanza. Acción Pedagógica, 15(1), 56-63. Recuperado de http://www.saber.ula.ve/accionpe/.

Tesis y trabajo de grado Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título de tesis (Tesis de maestría o doctorado). Nombre de la institución, Lugar. Hipólito, A. (2010). El Centro antiguo de Mexicali. Memoria colectiva de sus habitantes a inicios del siglo xxi (Tesis de maestría). Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, México.

Referencia a páginas de sitios web Nombre del autor (apellido y nombre) o Nombre de la institución. (Fecha). Título del trabajo o manuscrito [anotar una descripción del mensaje]. Recuperado o Disponible en http://www.nombredelurl.com. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal). (9 de marzo de 2015). cepal y Ciudad de México piden garantizar derechos, autonomía y dignidad de personas mayores [noticias]. Recuperado de http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/ mexico/noticias/noticias.xsl.

Notas generales 1. Las notas a pie se deben utilizar sólo para contextualizar o hacer algún comentario que amplíe o aclare algún dato presentado por el autor. Deben ir numeradas,

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y su anotación debe aparecer después de un signo de puntuación, salvo los casos que ameriten estar junto a una palabra. Los textos a pie de página deben estar escritos en tipografía Times New Roman, tamaño 10, a espacio simple. 2. Las referencias bibliográficas se incluirán al final del documento y corresponderán sólo a las obras citadas en el cuerpo del mismo. Deberán ir ordenadas alfabéticamente por el apellido de los autores (con sangría francesa). 3. En las referencias o notas a pie de página no usar idem, ibidem, op. cit. 4. En caso de citar varias obras de un autor del mismo año, diferenciarlas con letras, iniciando por la “a”. Ejemplo: 2014a, 2014b, 2014c. IV. Presentación de reseñas Las reseñas bibliográficas tendrán una extensión de 4 a 8 páginas y examinarán obras relacionadas con el estudio y la investigación de los fenómenos socioculturales. Las reseñas deberán incluir una ficha bibliográfica del libro examinado y los datos del reseñista: nombre completo y adscripción institucional. También deberá ser enviada en archivo aparte la imagen de la portada del libro en formato jpg, en escala de grises y de resolución mínima de 300 dpi. Todas las reseñas remitidas a la revista deben incluir el isbn de los libros reseñados. Culturales está en proceso de afiliación al Comité de Ética para Publicaciones (cope, por sus siglas en inglés), por lo que se compromete con su comunidad a garantizar, de acuerdo con el Código de Conducta y Buenas Prácticas del cope (http://publicationethics.org/files/Code_of_conduct_for_journal_editors.pdf), la ética y calidad de los artículos publicados. Revista Culturales Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, uabc. Reforma y Calle L, s/n. Colonia Nueva. C.P. 21100. Mexicali, Baja California, México. Teléfonos: +52 (686) 554-1977 y +52 (686) 552-5715, ext. 106. Correo electrónico: [email protected]

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Rules for partners Culturales is a biannual published magazine edited by the Cultural Investigation Institute-Museum of Universidad Autónoma de Baja California that spreads the cultural problems of multiple disciplines and perspectives of social sciences and humanities through original research, theoretical and methodological reflection works, as well as thematic analysis. In its capacity as refereed and indexed magazine, it has a group of evaluators, both internal and external -national and international- specialists in the topics addressed in this publication. All entries received are audited anonymously by at least two assessors, whose favorable assessment is an indispensable requirement for publication of the articles. I. Requirements for receiving originals The authors interested in publishing in Culturales must meet the following requirements: a) Culturales receives and publishes articles, essays and reviews in Spanish, English or Portuguese. b) Collaborations submitted to this magazine for publication must be original and unpublished. In this case, the authors undertake not to submit a simultaneous eval­ uation work involved in other printed or electronic publications. c) The document must have a length greater than 25 pages but less than 40. The extension must include tables (charts), figures (graphics, pictures, images etc.), footnotes and references (in alphabetical order). d) The document must have the structure and follow the editorial guidelines listed below. e) Proposals should be submitted via email to: [email protected]

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Normas para colaboradores

For authors 1. The author responsible for sending the document must include an attachment with the personal file of each author, with no longer than 300 words (for each) including full name, nationality, academic degree (mentioning the institution where were obtained), institution of labor affiliation, business address, phone number, email, website contact—if where the case, Facebook or Twitter. Must also specify their areas of research and the title of his last two publications. 2. The maximum number of authors per article should not exceed three. In the event that the article has more than three authors, it must attach the relevant documentation demonstrating that the work corresponds to a product of integration of thematic networks of collaboration between academic research bodies. This situation will be resolved by the Directorate of Culturales, which will review the documentation and decide the continuation of the article in the assessment process.

II. Article arbitration a) Every article proposal received will be assigned a sheet and a notification will be sent to the person responsible for this via email so he can monitor the process. b) After receiving the proposal, the Directorate will make a preliminary review of the document to determine whether it meets the requirements of Culturales. Failure to comply with editorial standards the responsible will be notified if the article is rejected or if it needs some changes. In the latter case, the responsible decides whether modifications pointed are done. c) Meeting the requirements, the manuscript will begin the process of academic peer evaluation (double blind system), where national and international experts will evaluate the work according to relevance (that belongs to the field of cultural studies), originality (article unpublished that has not been released or that is being evaluated by another magazine) and scientific and academic relevance established by Culturales (supported by the comments and observations of the evaluators) each evaluator issue a resolution stating whether the proposed article is publishable or not. Note: This stage lasts approximately 60 days.

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d) Upon completion of the evaluation process, the responsible will be notified and sent the results of the opinions issued. In the case of approving without corrections, the article will continue the editorial process; in the event it is approved with recommendations and / or corrections, the responsible will have 30 days (after notification) to forward the final version corrected. e) Once the article is approved for publication, Culturales will send the format of transfer of rights where the authors give permission to Universidad Autónoma de Baja California through the Institute/Museum of Cultural Research for publication, translation, distribution, dissemination and communication of the material in print and digital media. Each author must fill out, sign, scan and send electronically this document via e-mail to [email protected] Note: Non-digital signature and mailing of this document will be reason of delay in the publication of the article or rejecting it. f) Following the evaluation and correction process, editing and layout stage of the article will begin (done by the editor). In that moment, the responsible will be notified of the volume and issue of the magazine in which the article will be published. During the editing process, the editor of Culturales will notify any changes and proofreading to the responsible. III. Editorial standards The papers submitted to the magazine must meet the following editorial guidelines: a) All text of the document should be full justified and written in Times New Roman size 12 with double spacing. b) The paper should be letter size (21.59 by 27.94 cm or 8½” by 11”) and should maintain normal margins predefined by the word processor (Word). All pages should be numbered (bottom center with Arabic numerals) and should not have any notes or designs of the sheet (headers, letterhead, etc.). c) All documents must contain a main title (maximum 16 words and in bold) followed by its translation to either English, Spanish or Portuguese (as applicable). On the same page must contain the name of the author followed by the institutional affiliation and email of each. All these data should be centered. Example:

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Entre la indiferencia y la satanización. Representaciones sociales del narcotráfico Between indifference and demonization. Social representations of drug trafficking Name of the author or authors Name of the institution of affiliation [email protected]

d) The document must include an abstract no more than 150 words accompanied by translations (English, Spanish [resumen] or Portuguese [resumo], as appropriate). Note: In the event that the abstract exceeds 150 words, this will be reason for returning the document for modification. e) Along the abstract should include three to five keywords (maximum) describing the fields of study the work approaches (must be noted in English, Spanish [palabras clave] and Portuguese [palabras-chave] as applicable). Note: No documents that on its front page include footnotes or additional information related to the title, author or abstract will be accepted. f) All additional data related to the title, authors, abstract, acknowledgments, or references to a research project must be added at the end of the document, clearly specifying to which corresponds. g) All contributions must be submitted following the standards set by the Manual de Publicaciones of the American Psychological Association (apa), third edition in Spanish published by Editorial Manual Moderno (http://www.apa.org/pubs/ books/4200073.aspx) or sixth edition in English apa Style Guide to Electronic References, Sixth Edition (http://www.apa.org/pubs/books/4210512.aspx). Note: Any work not published under the apa format will not be accepted. This will be reason of return of the document for modifications. h) Presentation of tables and figures (charts and images): As for the presentation of graphic materials requires attention to organization and content. Charts, tables, graphs and illustrations should be integrated into the text. In the case of charts and figures, they should be numbered using the Arabic system: chart 1, 2, 3, etc. and figure 1, 2, 3, etc.

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The illustrations should be presented in grayscale, with a minimum resolution of 300 dpi, in jpg format. The graphics support must be originals or, where appropriate, should quote the original source and indicate a title of them. If a copy or adaptation of a table, figure, questionnaire protected by copyright source is used, the author of the article must have the written permission of the owner of the rights to reprint and reuse. Examples of quotations: 1. When making a quote, always indicate in the text: paternal surname of the author, year of publication and page number where the quote is located. [...] “Building the partnership began in 1957” (Cañez and Hernandez, 2010, p. 149). To Cañez and Hernandez (2010, p. 149), “building the partnership began in 1957”. In 2010, Cañez and Hernandez, “building the partnership began in 1957” (p.149).

2. When the quote is less than 40 words (three lines in a paragraph approx.), is written as part of the text, using double marks at beginning and ending of the same. It is not written in italics. When speaking of trans boundary water management should remember that “a key moment in the recent history of bilateral relations between Mexico and the United States was the agreement reached for the establishment of a binational water management framework” (Cortez, 2010, p.10).

3. In the case of quotations bigger than 40 words (more than three lines approx.), it must be segregated in a separate paragraph of the respective text block, adding left indentation (not right), without quotation marks or italics. All quotes must be written in font size 11. In case of a space within the quote, they must be identified by an ellipsis between bracket parentheses. Gimenez (2009) concludes its ranking, stating that, [...] Collective identities constitute a strip specifies the identity of individuals through its network of belongings [...] they are not a kind of essence or attribute specific subject but a mobile system of multiple relationships focusing on the subject in a certain social status (p. 11).

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4. When including a paraphrased quote is mandatory to include the author’s name and the year of publication. No quotation marks are used or the page number noted. According to Meza (2010) on the relationships, conflict is not always negative or positive.

5. When the quote is for more than three authors, the first time the names of all are written down; on subsequent quotes only the first name followed by et al. “[...] In some experiments such circumstances are evident” (Reimers, McKemmish, Mckenzie & Mark, 2009, p. 250). [...]

But

no

other

possible

paths

are

suggested

(Reimers

et

al.,

2009).

6. When authors are six or more, you can use et al. from the first quote. Diaz et al. (2006) state that “[...] in various experiments such circumstances are evident” (p.8).

7. When the author is anonymous, instead of the author’s name, place the word Anonymous considering all previous rules. Examples of bibliographic references Books with one author Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. City, Country: Publisher. Goleman, D. (2000). Emotional Intelligence: Why is it more important than IQ? Mexico City, Mexico: Ediciones B.

Books with editor Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. City, Country: Publisher. Wilber, K. (Ed.). (1997), The holographic paradigm. Barcelona, Spain: Editorial Kairòs.

Books in electronic version Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. Available or recovered at http://www.webpage.com

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Jesus Dominguez, J. (1987). The administrative autonomy in Puerto Rico. Recovered from http://memory.loc.gov/

Books in electronic version with doi (Digital Object Identifier) Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. doi: xx.xxxxxxxx Montero, M. (Ed.). (2009). Psychology of Liberation. doi: 10.1007/978-0-387-85784-8

Book chapters Paternal surname, name or names initials. (Year). Title of chapter or entry. In A. A last name. (Ed.), Title of the book (pp. xx-xx).City, Country: Publisher. Guba, E. Lincoln, Y. ((2000). Competing paradigms in qualitative research. In CA, Denman and Haro, J. A. (Compiladores), In the corners. Anthology of qualitative methods in social research (pp.113-145). Hermosillo, Mexico: El Colegio de Sonora.

Printed articles Paternal surname, name or names initials. (Year). Article title. Name of the magazine, volume (number), pp-pp. Chavolla, J. (2014). Reconciling the religious heritage in Jiquilpan. Culturales, 2(20), 81-107.

Electronic articles Paternal surname, name or names innitials. (Year). Article title. Name of the magazine, volume (number), pp.-pp. Available or recovered at http://www.magazine.com Mota de Cabrera, C. (2006). The role of writing within the curriculum of teaching. Pedagogical Action, 15 (1), 56-63.Recovered from http://www.saber.ula.ve/accionpe/

Thesis and undergraduate works: Paternal surname, name or names initials. (Year). Title of thesis (master’s or doctoral thesis).Institution Name, Location. Hippolytus, A. (2010). The old center of Mexicali. Collective memory of its inhabitants at the beginning of the xxi century (Master`s Thesis).Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, Mexico.

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Websites references Author’s name (surname and name) or name of the institution. (Date). Job title or manuscript [describe the message].Available or recovered url. Comisión Ecónomica para América Latina y el Caribe (cepal). (March 9, 2015). Mexico City and eclac ask guaranteeing rights, autonomy and dignity of older people [news]. Recovered from http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/mexico/noticias/ noticias.xsl

General notes 1. The use of footnotes should be used only to contextualize or make a comment that expands or clarifies any of the information presented by the author. They must be numbered and their entry should appear after a punctuation mark, except in cases that deserve being next to a word. The text footnotes must be written in Times New Roman, size 10 and single-spaced. 2. References are included at the end of the document and correspond only to the works quoted in the body of the same. They must be in alphabetical order by last name of the authors (with indentation). 3. In the references or footnotes page do not use idem, ibid, op. cit. 4. When quoting several works of an author the same year, differentiate them with letters starting with the “a”. Example: 2014a, 2014b, 2014c. IV. Presentation of reviews Bibliographical reviews will have a length of 4-8 pages and will examine works related to the study and research of the sociocultural phenomena. The reviews should include an index card of the book reviewed and data of the reviewer: full name and institutional affiliation. It should also be sent in a separate file, the image of the book cover in jpg, in grayscale and minimum resolution of 300 dpi. All reviews submitted to the magazine should include the isbn of the books reviewed.

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Culturales is in the process of affiliation to the Committee on Publication Ethics (cope), which is committed to their community to ensure, in accordance with the Code of Conduct and Best Practice of cope http://publicationethics.org/files/ Code_of_conduct_for_journal_editors.pdf ethics and quality of published articles.

Culturales Magazine Cultural Research Institute-Museum, UABC. Reforma y Calle L, s/n. Colonia Nueva, 21100. Mexicali, Baja California, Mexico. Phone: +52 (686) 554-1977 and +52 (686) 552-5715, ext. 106. Email: [email protected]

Culturales is member of the following indexes and information systems: Emerging Sources Citation Index/esci, Web of Science Core Collection de Thomson Reuters; Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica (Conacyt); Scientific Electronic Library Online/Scielo México; Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc); Bibliografía Latinoamericana (Biblat); Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso); Fundación Dialnet; LatAm Plus Estudios Latinoamericanos; ebsco Information; Academic Journals Database; Directory of Open Access Journals (doaj); Red de Revistas Mexicanas de Ciencias Sociales (red); Cengage Learn­ ing; Biblioteca Digital de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura; Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (Clase); Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex); Sistema de Información del Consejo Nacional para la Cultural y las artes (Conaculta); Ulrich’s International Periodicals Directory; Base Bibliográfica Nacional Publindex A1 por homologación; Matriz de Información para el Análisis de Revistas (miar); Catálogo de Publicaciones Periódicas del Sistema Bibliotecario de la unam (Seriunam); Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura (Rircyc);Asociación de Revistas Académicas de Humanidades y Ciencias Sociales/Latinoamérica.

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Regulamentos para os colaboradores Culturales é uma revista de publicação semestral publicada pelo Instituto de Pesquisa Cultural e Museu da Universidade Autônoma de Baja Califórnia, que divulga a problemática cultural desde várias disciplinas e perspectivas das ciências sociais e humanas por meio de diversos trabalhos originais, de reflexão teórica, metodológica e de análise temática. Na sua qualidade de ser uma revista arbitrada e indexada, tem um grupo de avaliadores, tanto especialistas internos quanto externos, nacionais e internacionais nos temas abordados nesta publicação. Todas as inscrições recebidas são auditadas de forma anónima por pelo menos dois avaliadores cuja avaliação favorável é indispensável para a publicação de artigos. I. Requisitos para a recepção de originais Os autores interessados em publicar em Culturales deverão atender aos seguintes requisitos: a) Culturales recebe e publica artigos, ensaios e resenhas em Espanhol, Inglês ou Português. b) Colaborações submetidas à revista para publicação deverão ser originais e inéditas. Neste caso, os autores se comprometem a não apresentar um trabalho para uma avaliação simultânea em outras publicações impressas ou eletrônicas. c) O documento deverá ter uma extensão maior que 25 páginas e menor que 40. A extensão deverá incluir tabelas (quadros), figuras (gráficos, imagens, etc.), notas ao pé de página e referências bibliográficas (em ordem alfabética). d) O documento deverá ser semelhante e seguir as diretrizes editoriais listadas abaixo. e) As propostas deverão ser enviadas via e-mail para: [email protected]

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Para os autores 1. O autor responsável pelo envio do documento deverá incluir num arquivo anexo, as informações pessoais de cada autor, com não mais de 300 palavras (para cada um), incluindo nome completo, nacionalidade, grau académico (mencionando a instituição onde o obteve), instituição de afiliação de trabalho, endereço comercial, número de telefone, e-mail, website de contato se tiver, Facebook ou Twitter. Também se deverá especificar as áreas de pesquisa e o título das duas últimas publicações. 2. O número máximo de autores por artigo não deverá exceder três. No caso em que o artigo tiver mais de três autores, dever-se-á anexar a documentação pertinente, demonstrando que o trabalho corresponde a um produto de integração de redes temáticas de colaboração entre entidades de pesquisa acadêmica. Esta situação será resolvida pela Direção de Culturales, que analisará a documentação e decidirá a continuação do artigo no processo de avaliação. II. Arbitragem de artigos a) Qualquer proposta de artigo recebida será atribuída com um número e se notificará a pessoa responsável por via e-mail para que possa monitorar o processo. b) Depois de receber a proposta, a Direção fará uma avaliação preliminar do documento para determinar se ele atende aos requisitos de Culturales. Caso não cumprir com os padrões editoriais, o responsável será notificado se o artigo for rejeitado ou deverá de fazer alterações. Neste último caso, o responsável decidirá se as modificações serão feitas. c) Caso atenda aos requisitos, o manuscrito iniciará o processo de avaliação pelos pares acadêmicos (sistema duplo-cego), onde especialistas nacionais e internacionais irão avaliar o trabalho de acordo com a pertença (pertencente ao campo dos estudos culturais), originalidade (artigo inédito que não foi publicado ou tenha sido avaliado por outra revista) e a relevância científica e acadêmica estabelecido por Culturales (apoiado pelos comentários e observações dos avaliadores), cada avaliador emite uma resolução indicando se o artigo proposto é publicável ou não.

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Nota: Esta etapa tem uma duração de 60 dias aproximadamente. d) Após a conclusão do processo de avaliação, o responsável será notificado do resultado das opiniões. No caso de aprovação, sem correções, o artigo seguirá o processo editorial; no caso de ser aprovada com recomendações e/ou correções, o responsável terá 30 dias (após a notificação) para encaminhar a versão final corrigida. e) Uma vez que o artigo seja aprovado para publicação, Culturales enviará o formato de transferência de direitos, onde os autores dão permissão para a Universidade Autônoma de Baja Califórnia, através do Instituto de Pesquisa Cultural e Museu para a publicação, tradução, distribuição, difusão e comunicação do material na mídia impressa e digital. Cada autor deve preencher, assinar, digitalizar e enviar este documento eletronicamente para o e-mail revista.culturales@ uabc.edu.mx. Nota: Não assinar e enviar digitalmente este documento será motivo para o atraso na publicação do artigo ou a rejeição dele. f) Após a conclusão da avaliação e correção, a fase de edição e montagem final do artigo será iniciada pelo editor. Neste momento o responsável será notificado do volume e número de revista em que o artigo será publicado. Nota: Durante o processo de edição, todas as alterações serão notificadas ao responsável pelo editor de Culturales. III. Padrões editoriais Os trabalhos submetidos à revista deverão atender as seguintes diretrizes editoriais: a) Todo o texto do documento deverá ter alinhamento justificado e com fonte Times New Roman tamanho 12, com espaçamento duplo. b) O formato deverá ser tamanho carta (21,59 por 27,94 cm ou 8½” por 11”) e deve manter as margens normais predefinidas pelo processador de texto (Word). Todas as páginas deverão ser numeradas (parte inferior central com algarismos arábicos) e não deverá ter notas ou desenhos na folha (cabeçalhos, timbres, etc.).

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Normas para colaboradores

c) Todos os documentos deverão conter um título principal (máximo de 16 palavras e em negritas) seguido da sua tradução em Inglês, Espanhol ou Português (conforme aplicável). Na mesma página deverá conter o nome do autor ou autores, seguido da afiliação institucional e o e-mail de cada um. Todos estes dados deverão ser centralizados. Exemplo: Entre a indiferença e a demonização. Representações sociais do tráfico de drogas Between indifference and demonization. Social representations of drug trafficking Nome e sobrenome do autor Nome da instituição de afiliação [email protected]

d) O documento deverá incluir um resumo de não mais de 150 palavras acompanhadas de uma tradução (Espanhol [resumen], Inglês [abstract] ou Português, conforme o caso). Nota: No caso de que o resumo for superior às 150 palavras, este, poderá ser motivo para devolver o documento para se ajustar. e) Além do resumo dever-se-á incluir 3-5 palavras-chave (máximo) que descrevem os campos de estudo que afeta o trabalho (deverá ser colocado em Espanhol [palabras clave], Inglês [keywords] e Português como aplicável). Nota: Não vão se aceitar documentos que incluam notas de rodapés ou informações adicionais para o título, autor (es) ou resumo na capa. f) Todos os dados adicionais relacionados com o título, autores, resumo, agradecimentos, ou referências a um projeto de pesquisa dever-se-ão adicionar no final do documento, especificando claramente a aquilo que corresponde. g) Todas as contribuições deverão ser enviadas seguindo as normas estabelecidas pelo Manual de Publicação da American Psychological Association (apa), terceira edição em espanhol publicada pela editorial Manual Moderno (http://www.apa. org/pubs/books/4200073.aspx) ou sexta em inglês apa Style Guide to Electronic References, Sixth Edition (http://www.apa.org/pubs/books/4210512.aspx).

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Nota: Nenhum trabalho não publicado sob o formato APA será aceito. Isto será a motivo de devolução do documento para se ajustar. h) A apresentação de tabelas e figuras (quadros de dados e imagens): como a apresentação do material gráfico, precisa atenção à organização e ao conteúdo. Os quadros, tabelas, gráficos e ilustrações deverão ser integrados no texto. No caso dos quadros e gráficos deverão ser numerados utilizando o sistema árabe: Quadro 1, 2, 3, etc. e Gráfico 1, 2, 3, etc. As ilustrações deverão ser apresentadas em tons de cinza, com resolução mínima de 300 dpi, em formato jpg. O suporte gráfico deverá ser original ou, se for o caso, deverá citar a fonte original e colocar o título deles. Se se reproduzir ou se adaptar uma tabela, figura, um questionário protegido por direitos de autor, o autor do artigo deverá ter a permissão por escrito do proprietário dos direitos para reimprimir e reutilizar. Exemplos de citações: 1. Ao fazer uma citação, indicar-se-á sempre no texto: o sobrenome paterno do autor, ano de publicação e número da página onde poder-se-á procurar a citação. [...] “A construção a parceria começou em 1957” (Canez e Hernandez, 2010, p.149). Para Canez e Hernandez (2010, p. 149), “a construção da parceria começou em 1957”. Em 2010, Canez e Hernandez, “ a construção a parceria começou em 1957” (p.149).

2. Quando a citação for menor de 40 palavras (três linhas em um parágrafo aprox.) esta, será escrita como parte do texto, utilizando aspas duplas de abertura e fechamento nas citações. Não se colocam em itálico. Quando se fala de gestão de águas transfronterizas deve se lembrar que “um momentochave na história recente das relações bilaterais entre o México e os Estados Unidos foi o acordo alcançado para o estabelecimento de um quadro de gestão de água binacional” (Cortez, 2010 , p.10).

3. No caso de citações com mais de 40 palavras (mais de três linhas aprox.) deverá ser segregado em um parágrafo separado do respectivo bloco de texto, adicione o

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recuo à esquerda (não à direita), sem aspas nem itálico. Todas as citações deverão ser escritas em fonte tamanho 11. No caso de um espaço na citação deverá ser identificada por reticências entre colchetes. Gimenez (2009) conclui sua classificação, afirmando que, [...] Identidades coletivas constituem uma faixa especifica a identidade de indivíduos através de sua rede de pertences [...] eles não são uma espécie de essência ou atributo específico assunto fic, mas um sistema móvel de múltiplas relações concentrando-se sobre o assunto em um certo status social (p. 11).

4. Ao incluir uma citação parafraseada será necessário incluir o nome do autor e o ano de publicação. Sem aspas nem número da página. De acordo com Meza (2010) sobre o conflito de relações nem sempre é positiva ou negativa.

5. Quando a citação for para mais de três autores, a primeira vez que se mencionam os nomes de todos serão escritos; na subsequente cita apenas o primeiro nome seguido por et al. “[...]

Em

vários

experimentos

tais

circunstâncias

são

eviden-

tes” (Reimers, McKemmish, McKenzie e Mark, 2009, p.250). [...] Mas há outros caminhos possíveis (Reimers et al., 2009) sugerem.

6. Quando os autores forem seis ou mais, você pode usar et al. A partir da primeira citação. Diaz et al. (2006) afirmam que “[...] em várias experiências tais circunstâncias são evidentes” (p.8).

7. Quando o autor for anônimo, no lugar do nome do autor, coloque a palavra Anônimo considerando todas as regras anteriores.

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Exemplos de referências bibliográficas Livros com um autor Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nome. (Ano). Título. Cidade, País: Editorial. Goleman, D. (2000). Inteligência Emocional: Por que é mais importante do que o QI. Cidade do México, México: Ediciones B.

Livros com editor Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ed.). (Ano). Título. Cidade, País: Editorial. Wilber, K. (Ed.). (1997). O paradigma holográfico. Barcelona, Espanha: Kairos Editorial.

Livros em formato electrónico Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ano). Título. Disponível ou recuperado em http://www.paginaweb.com Jesus Dominguez, J. (19 87). A autonomia administrativa em Porto Rico. Recuperado de http://memory.loc.gov/

Livros em versão eletrônica com doi (Digital Object Identifier) Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nomes(Ano). Título. doi: xx.xxxxxxxx Montero, M. (Ed.). (2009). Psicologia da Libertação. doi: 10,1007 / 978-0-387-85784-8

Capítulos de livros Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nomes (Ano). Título do capítulo ou a entrada. Em A. A. Sobrenome (Ed.), Título do livro (pp. xx-xx). Cidade, País: Editorial. Guba, E. Lincoln, Y. (2000). Competir paradigmas na pesquisa qualitativa. Em C.A., Denman e Haro, J.A. (Compiladores), Pelos cantos. Antologia de métodos qualitativos em pesquisa social (pp.113-145). Hermosillo, México: El Colegio de Sonora.

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Artigos impressos Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ano). Título do artigo. Nome da revista, volume (número), pp-pp. Chavolla, J. (2014). Conciliar o património religioso em Jiquilpan. Culturales, 2 (20), 81-107.

Artigos eletrônicos Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ano). Título do artigo. Nome da revista, volume (número), pp-pp. Disponível ou recuperado http://www.revista.com Mota de Cabrera, C. (2006). O papel da escrita no currículo do ensino. Ação Pedagógica, 15 (1), 56-63.Recuperado de http://www.saber.ula.ve/accionpe/

Teses e trabalho de graduação Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nomes(Ano). Título da tese (Tese de mestrado ou doutorado). Nome da Instituição, Lugar. Hipólito, A. (2010). O antigo centro de Mexicali. Memória coletiva de seus habitantes no início do século xxi (Tese de mestrado). Universidade Autônoma de Baja Califórnia, Mexicali, México.

Referência a páginas em websites Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Data). Título do trabalho ou manuscrito [anotar a mensagem]. Disponível ou recuperado em url. Comissão Econômica para a América Latina e o Caribe (cepal). (09 de março de 2015). Cidade do México cepal e pedir garantia de direitos, autonomia e dignidade das pessoas idosas [Notícias]. Recuperado de http:// w w w. c e p a l . o r g / c g i - b i n / g e t P r o d . a s p ? x m l = / m e x i c o / n o t i c i a s / n o t i c i a s . x s l

Notas gerais 1. As notas de rodapé deverão ser usadas apenas para contextualizar ou fazer um comentário que expanda ou esclareça qualquer uma das informações apresentadas pelo autor. Deverão ser numeradas e sua entrada deverá aparecer depois de um sinal de pontuação, excetuando casos que merecem estar ao lado de uma pa-

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lavra. As notas de rodapé deverão ser escritas em Times New Roman, tamanho 10 e espaçamento simples. 2. As referências deverão ser incluídas no final do documento e corresponder apenas às obras citadas no corpo da mesma. Deverão ir em ordem alfabética pelo sobrenome dos autores (com recuo deslocado). 3. Na página de referências ou notas de rodapé não se deverão usar idem, ibid, op. cit. 4. Ao citar várias obras de um autor no mesmo ano, diferenciam-se com as letras começando com a “a”. Exemplo: 2014a, 2014b, 2014c. IV. Apresentação de resenhas As resenhas bibliográficas deverão ter um comprimento de 4-8 páginas e examinarão trabalhos relacionados ao estudo e investigação dos fenômenos culturais. Deverão incluir um cartão de índice do livro resenhado e dados do revisor: o nome completo e instituição à que pertence. Também deverá ser enviada a imagem da capa do livro em formato jpg, em tons de cinza e resolução mínima de 300 dpi num arquivo separado. Todos os comentários submetidos à revista deverão incluir o isbn dos livros resenhados. Culturales está em processo de filiação ao Comitê de Ética das Publicações (cope, por sua sigla em Inglês), que está comprometida com sua comunidade para assegurar, em conformidade com o Código de Conduta e Boas Práticas do cope http:// publicationethics.org/arquivos/Code_of_conduct_for_journal_editors.pdf a ética e qualidade dos artigos publicados. Revista Culturales Instituto de Investigações Culturais–Museu, UABC. Reforma y Calle L, s/n. Colonia Nueva, 21100. Mexicali, Baja California, México. Telefone: +52 (686) 554-1977 e 52 (686) 552-5715, ext. 106. Email: [email protected]

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Culturales é integrante dos seguintes índices e sistemas de informação: Emerging Sources Citation Index/esci, Web of Science Core Collection de Thomson Reuters; Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica (Conacyt); Scientific Electronic Library Online/Scielo México; Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc); Bibliografía Latinoamericana (Biblat); Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso); Fundación Dialnet; LatAm Plus Estudios Latinoamericanos; ebsco Information; Academic Journals Database; Directory of Open Access Journals (doaj); Red de Revistas Mexicanas de Ciencias Sociales (red); Cengage Learn­ ing; Biblioteca Digital de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura; Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (Clase); Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex); Sistema de Información del Consejo Nacional para la Cultural y las artes (Conaculta); Ulrich’s International Periodicals Directory; Base Bibliográfica Nacional Publindex A1 por homologación; Matriz de Información para el Análisis de Revistas (miar); Catálogo de Publicaciones Periódicas del Sistema Bibliotecario de la unam (Seriunam); Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura (Rircyc);Asociación de Revistas Académicas de Humanidades y Ciencias Sociales/Latinoamérica.

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E conomía, S ociedad y T erritorio

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Vol. XVI, núm. 50, enero-abril 2016 Samuel I. Brugger-Jakob Una propuesta desde la teoría del decrecimiento para restaurar la Ciénega de Chapala, Michoacán Gustavo R. Cruz-Chávez, Víctor Hernández-Trejo, Gerzaín Avilés-Polanco y Ramón Valdivia-Alcalá Turismo extranjero y crecimiento económico en México. Evidencia empírica para Los Cabos Lisett Márquez-López Acumulación del capital inmobiliario y apropiación social del espacio público en el Paseo de la Reforma, Ciudad de México Cristóbal Mendoza, Anna Ortiz-Guitart Procesos migratorios y transiciones vitales de un grupo de jóvenes universitarios extranjeros en Barcelona (España) Xavier Oliveras-González Fiestas transfronterizas y representaciones espaciales en la frontera México-Texas Arturo Pérez-González El espacio público en el paradigma de la sustentabilidad social Domingo Rodríguez-Benavides, Miguel Ángel Mendoza-González, Francisco Venegas-Martínez ¿Realmente existe convergencia regional en México? Un modelo de datos-panel TAR no lineal Ma. Cecilia Zapata El rol de la institucionalidad pública en experiencias autogestionarias de vivienda en Argentina

Solicítela a El Colegio Mexiquense, A.C. Departamento de ventas y librería Exhacienda Santa Cruz de los Patos s/n, Col. Cerro del Murciélago, Zinacantepec, 51350, México Teléfono: (+52+722) 279 99 08 y 218 00 56 exts. 221 y 222 Fax: (+52+722) 218 03 58 ext. 200 E-mail: [email protected] Página-e: http://est.cmq.edu.mx/index.php/est

Reseñas Adriana Larralde-Corona De procesos metropolitanos y ciudades sustentables Guillermo Torres-Carral Luces y sombras del capital en el siglo. Las desigualdades del capitalismo patrimonial

VOL. XXIII, NÚM. 1

MÉXICO, D.F., PRIMER SEMESTRE DE 2016

CONFLICTO, VIOLENCIA Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA Editores invitados: Ana Arjona y Luis de la Calle ANA ARJONA Y LUIS DE LA CALLE  Conflicto, violencia y democracia en América Latina

ARTÍCULOS

GUILLERMO TREJO Y SANDRA LEY  Federalismo, drogas y violencia: Por qué el conflicto

partidista intergubernamental estimuló la violencia del narcotráfico en México

MIGUEL GARCÍA SÁNCHEZ  Control territorial y decisión de voto en Colombia:

Un enfoque multinivel

IMKE HARBERS, RIVKE JAFFE  ¿Una lucha por corazones y mentes? Percepciones Y VICTOR J.N. CUMMINGS ciudadanas y actores de gobernanza formales

e irregulares en la Jamaica urbana

MONA LENA KROOK  Género y violencia política en América Latina: Y JULIANA RESTREPO SANÍN Conceptos, debates y soluciones

NOTA DE INVESTIGACIÓN

RODRIGO MIGUEL MEDEL SIERRALTA  ¿Marchas, ocupaciones o barricadas? Explorando Y NICOLÁS MANUEL SOMMA GONZÁLEZ los determinantes de las tácticas de la protesta en Chile

ENSAYO BIBLIOGRÁFICO

ALFREDO ZAVALETA,  Una aproximación a las relaciones entre policías GABRIEL KESSLER, ARTURO ALVARADO y jóvenes en América Latina Y JORGE ZAVERUCHA

www.politicaygobierno.cide.edu

Nueva Época | Año LXI, Núm. 226 | Enero-Abril de 2016 Publicación cuatrimestral | ISSN-0185-1918

Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales

Editorial 60 años de la  rmcpys: instantáneas y miradas desde las ciencias sociales: Fernando Castañeda y Judit Bokser Misses-Liwerant Artículos Miradas a un mundo en cambio Explorando nuevos horizontes ante los desafíos globales

Codato | La crisis política, los movimientos sociales y el futuro de la democracia en México: Alberto Olvera Miradas a la ciudad, al espacio y el territorio Un lugar para las masas: ceremonia pública y rito político: Ricardo Pozas Horcasitas | Ciudad de México: el camino recorrido en la conformación de una ciudad global: Margarita Pérez Negrete Miradas múltiples

Una interpretación de la globalización: un giro en la teoría sociológica: Gerhard Preyer | Salir de la violencia. Una obra pendiente para las ciencias humanas y sociales: Michel Wieviorka | Incompletud y la posibilidad de hacer. ¿Hacia una ciudadanía desnacionalizada?: Saskia Sassen | El Estado laico y Occidente: Roberto Blancarte Pimentel | Iglesia romana y antisemitismo (1920-1940): Jean Meyer Miradas a una región y un país en cambio Fundamentos de la transparencia en la sociedad contemporánea: Ricardo Uvalle Berrones | La lógica práctica del dominio clientelista: Javier Auyero y Claudio Benzecry | Reclutamiento político en Brasil. Mujeres, negros y partidos en las elecciones federales de 2014: Bruno Bolognesi, Renato Monseff Perissinotto y Adriano

Apuntes para una cartografía (parcial) de la literatura latinoamericana a lo largo de los últimos cincuenta años. Del Boom a la nueva narrativa: Gilda Waldman | Racismo y educación en México: Saúl Velasco Cruz | Mujeres guerrerenses: feminismo y política: Marta Lamas Miradas a nuestro pasado La etapa inicial de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales a 60 años de distancia. Prácticas conmemorativas, legados, olvidos y nuevos pasados/presentes: Margarita Olvera Serrano | La Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. 60 años de apoyo a la producción científica: Alfredo Andrade | Moisés Ochoa Campos (1917-1985). El primer politólogo mexicano: Víctor Alarcón Olguín

Publicación cuatrimestral editada por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México | Circuito Mario de la Cueva S/N Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Edificio “G”, Ciudad Universitaria. Coyoacán, Distrito Federal, México | Tel.: (0052) 55.56.22.94.70 (ext. 1097) | Descargue gratuitamente los contenidos de la RMCPyS: . Costo de suscripción anual: $500 MX Para mayor información sobre suscripciones: [email protected]

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VOLUMEN XXV NÚMERO 1 MÉXICO, D. F. PRIMER SEMESTRE DE 2016

Gestión y política pública Guillermo M. Cejudo y Cynthia L. Michel Ma. Ofelia Camacho García

Gestión y organización María Elena Giraldo Palacio

Experiencias relevantes Francisca Quiroga, Néstor Guerrero y Sofía Schuster

Gestión regional y local Maite Hernando Arrese y Gustavo Blanco Wells

Daniel Klimovský, Uroš Pinterič y Petr Jüptner

Posiciones e ideas Andrés Rius

Saúl Hernández Rodríguez y Yolanda María de la Fuente Robles

Estudios de caso para la docencia

Coherencia y políticas públicas: Metas, instrumentos y poblaciones objetivo L a capacidad potencial de influencia del sector industrial manufacturero: Un análisis del Programa de Inspección y Vigilancia Industrial en México L a privatización de las telecomunicaciones en Colombia: El rol de las empresas públicas en el nuevo marco institucional Discurso público e institucionalización del conflicto político en Chile: El caso del reajuste salarial del sector público (1990-2014) Territorio y energías renovables no convencionales: Aprendizajes para la construcción de política pública a partir del caso de Rukatayo Alto, Región de Los Ríos, Chile Sistemas de gobierno local en países poscomunistas: Miembros de la Unión Europea Servicios públicos y reforma fiscal ambiental en América Latina: Oportunidades y desafíos A nálisis competencial de la atención a la dependencia en los adultos mayores desde el ámbito institucional de México Convocatoria

www.gestionypoliticapublica.cide.edu

Este número de Culturales se terminó de imprimir y encuadernar en septiembre de 2016 en los talleres de Impresora San Andrés, S.A. de C.V., Río Mocorito y Vasco de Quiroga 801, colonia Pro Hogar, Mexicali, Baja California, México. La edición estuvo al cuidado de la Coordinación Editorial del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, uabc. El tiraje consta de 300 ejemplares.

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