Cittadini R. 2002 Reflexiones de un sociólogo rural en el debate sobre el pensamiento económico. En \"La realidad económica actual y las corrientes teóricas de su interpretación\" Colección libros de la Revista Problemas del Desarrollo UNAM- México. Pag 245-279. ISBN 970-701-306-0

November 22, 2017 | Autor: Roberto Cittadini | Categoría: N/A
Share Embed


Descripción

REFLEXIONES DE UN SOCIÓLOGO RURAL EN EL DEBATE SOBRE EL PENSAMIENTO ECONÓMICO ROBERTO CITTADINI*

El marco social de la subjetividad y del comportamiento en los clásicos La sociología se ha caracterizado desde sus orígenes por incluir las condiciones sociohistóricas que proporcionan el marco para comprender la subjetividad y el comportamiento de los individuos. Para Comte, la razón no es un dato a priori del ser humano sino un producto de la evolución de la sociedad. Las categorías del pensamiento no son algo innato del individuo; son una construcción social e histórica (Comte, 1995). Una dimensión central de la obra de Weber consiste en analizar las condiciones sociohistóricas que permitieron el avance de la razón en occidente. Durkheim realizó estudios antropológicos específicos en los que muestra la relación entre tipo de sociedad y los sistemas de clasificación o categorías del pensamiento (Durkheim, 1996). El mismo autor analiza también la cultura individualista de la modernidad como un producto cultural de la sociedad y no como algo innato del ser humano. Desentrañar los marcos sociales que permiten la evolución del pensamiento no implica para estos autores caer en el relativismo científico, todo lo contrario, les permite justamente definir con más precisión cuáles son las condiciones institucionales, particularmente en el campo científico, para que la razón se exprese y para que sea legítima la aspiración a la verdad. La aspiración a la universalidad de la razón no sólo es el fundamento de la ciencia sino también de la moral. Durkheim analiza también el individualismo moral kantiano como un producto histórico valioso de la modernidad; sus principios fundamentaban la necesidad de luchar para lograr la plenitud de la dignidad de la persona humana en el conjunto de los seres humanos. No pensaba lo mismo Durkheim del individualismo utilitarista que fundamentaba la economía clásica. Esta racionalidad utilitarista no podía tener aspiración de universalidad por dos fuertes motivos: porque el afán de lucro como eje central del comportamiento humano no forma parte de la esencia del hombre sino que es una imposición cultural y segundo porque un comportamiento fundado en bases tan egocéntricas no podría jamás dar sustento a un sistema social capaz de lograr la dignidad de todos los seres humanos (Durkheim, 1993). Max Weber fue, entre los padres fundadores de la Sociología, quien se ocupó de caracterizar con más precisión el comportamiento humano y consideró que la acción social racional con arreglo a fines (el único tipo de acción que reconoce el paradigma neoclásico del comportamiento) era sólo uno de los cuatro tipos ideales de acción social que nos es posible distinguir. De hecho, en su obra cumbre Weber (1999) describe las condiciones de posibilidad para que este tipo de comportamiento sea el dominante. Carlos Marx nos planteaba la necesidad de distinguir el carácter relativamente autónomo de funcionamiento del modo de producción capitalista en relación con

las condiciones históricas que permitieron que éste se institucionalice. Fueron procesos sociales nada idílicos los que sentaron las bases para que el sistema capitalista funcione con base en las leyes del mercado: "se requirió una acumulación original de capital en pocas manos y la desposesión de la inmensa mayoría de la población de cualquier tipo de bien o instrumento que le permita su subsistencia" (Marx, 1997). Sin embargo, a pesar de estos antecedentes, en el pensamiento neoclásico, que ha sido el dominante en la ciencia económica del siglo XX, se desconocen estos marcos sociales e institucionales que encuadran la acción de los agentes y el funcionamiento del mercado y se postula, de manera abstracta, que la empresa es un agente maximizador de funciones de utilidad. Desde este enfoque, el sistema económico sería un sistema en equilibrio, basado en un mercado perfectamente competitivo. Los agentes son anónimos, no se conocen entre sí, y tienen perfecto conocimiento de la información de mercado en cuanto a cantidades, precios y factores disponibles, lo que les permite la toma de decisiones sin incertidumbre. La conducta microeconómica y las elecciones racionales de los individuos conducirían a soluciones óptimas en la asignación de recursos sin necesidad de la intervención de las instituciones. Aún más, a las instituciones se les atribuye un efecto pernicioso en el logro de la eficiencia económica. Las acciones entre las empresas sin mediación de los mecanismos de mercado no son objeto de estudio de los economistas neoclásicos. . En nuestra ponencia nos centraremos en tres insuficiencias clave del modelo neoclásico. La primera está en las pretensiones de universalidad del actor racional maximizador de beneficios, lo que nos lleva a no tener en cuenta sus particulares condiciones de posibilidad. La segunda limitación está en su falta de consideración de las condiciones institucionales y normativas que orientan el comportamiento de los agentes, independientemente del grado de racionalidad con la que los individuos tomen sus decisiones. La tercera está en la suposición de que, partiendo de una racionalidad instrumental centrada en la búsqueda individual del beneficio, sea posible construir un mundo equilibrado y sustentable. Partiremos de una sucinta exposición de situaciones del ámbito rural en las que, de acuerdo con nuestra experiencia, el paradigma neoclásico se revela limitado. Luego, a modo de síntesis de la tradición sociológica en la materia, presentaremos el enfoque de Pierre Bourdieu sobre el comportamiento de los agentes sociales. Posteriormente, analizaremos algunas similitudes y diferencias del enfoque de Pierre Bourdieu con las diversas corrientes que se engloban bajo el nombre de Economía Institucional. Finalmente, realizaremos una reflexión sobre las posibilidades que brinda la conceptualización desarrollada para interpretar mejor las situaciones de terreno expuestas en el segundo apartado.

Las insuficiencias del paradigma neoclásico para dar cuenta del comportamiento real de los agentes: algunas situaciones en el ámbito rural Presentaré seis situaciones en las que, desde mi experiencia de investigador en un organismo de generación y transferencia de tecnología, he podido observar distintos tipos de anomalías del terreno en relación con el paradigma neoclásico.

La lógica de la producción familiar El comportamiento del productor familiar fue una de las primeras áreas en las que los sociólogos rurales trabajamos para generar un aporte interpretativo superador del paradigma neoclásico. Cuando inicié mi actividad profesional, hacia los años ochenta, predominaba ampliamente en el INTA una concepción de empresa agropecuaria que no diferenciaba entre tipos sociales agrarios y que intentaba explicar el comportamiento del productor en función del paradigma neoclásico de maximización de beneficios. Nutriéndonos del pensamiento de los sociólogos rurales (Archetti y Stolen, 1976; Basco et al., 1981; Fomi y Tort, 1984) que desde otras instituciones mostraban esquemas de interpretación alternativos(1) pudimos integrar en los estudios socioeconómicos del INTA una visión sociológica capaz de dar cuenta de la racionalidad específica con que se mueven las explotaciones familiares, y por ende comprender mejor sus particulares estrategias así como su importante función en el logro de un desarrollo rural equilibrado (Cittadini, 1986 y 1991). La inadecuación de los paradigmas neo clásicos quedaba rápidamente en evidencia ya que si se aplicasen los criterios de rentabilidad empresarial muchas de estas explotaciones tendrían una rentabilidad negativa, y sin embargo persistirían. La racionalidad económica del productor familiar estaba centrada en la obtención del mayor ingreso global posible en función de su situación. Sus objetivos eran el sustento de la familia y la conservación y/o ampliación del patrimonio. Su estrategia valorizaba particularmente la mano de obra familiar disponible y minimizaba el riesgo. Las decisiones se toman a partir de un saber práctico y no de un cálculo formal de posibilidades de rentabilidad. Estamos lejos de los postulados de los economistas neoclásicos.

Construcción colectiva de normas y decisión individual o ¿qué es lo que hay entre el individuo y la sociedad? El modelo del mercado basado en individuos independientes es una imagen impuesta en el análisis de la sociedad. Los fenómenos sociales se representan habitualmente como agregados de individuos, posibles de representar mediante un esquema concéntrico en el que el individuo es el centro y los grupos e instituciones son sumas de individuos. Este individuo central participa y se relaciona con las distintas instituciones sociales que lo incluyen: la familia, la escuela, la fábrica, el Estado.

En realidad, los individuos no están solos enfrentados a la sociedad. Hay estadios intermedios entre el individuo y la sociedad. Los individuos son parte de relaciones sociales, redes y/o configuraciones de relaciones (Elias, 1981) que a su vez forman parte de la constitución del individuo, y que debemos considerar tanto por lo que le posibilitan como por lo que le limitan. Habitualmente distinguimos a los individuos, por ejemplo a los productores, por sus características intrínsecas: grande o chico, familiar o empresarial, capitalizado o no capitalizado, agricultor o ganadero, joven o viejo, innovador o tradicional, etc. Nuestras metas son dirigirnos a ciertas categorías de productores y discutir cuáles son las mejores formas de caracterizar nuestra población objetivo (la suma de los productores que comparten determinadas características), para llegar con nuestros paquetes tecnológicos. En cierto sentido esto es un avance, implica un reconocimiento de la diversidad, pero lo que aún no incorporamos en este tipo de enfoque es el reconocimiento de los vínculos, de lo que el individuo es en su red vincular. Cuando actuamos de esa manera estamos empobreciendo al individuo. Cuando separamos a un productor de su comunidad para convertirlo en nuestro adoptador de tecnología limitamos nuestra capacidad de llegada a la comunidad. La comunidad de productores -y cualquier realidad sociales una red de vínculos y es allí donde debemos actuar. Y quienes tienen experiencia de campo saben que es allí donde obtienen buenos resultados. Es justamente a nivel de la red de relaciones, de los grupos de diálogo, donde se discute y se construyen los cuadros conceptuales y valorativos que enmarcan las decisiones individuales. El pensamiento es una cuestión social. El productor tiene la representación de la realidad en función de su experiencia de trabajo y como cualquier agente social- a través del lenguaje, desde la socialización primaria, hasta en la participación en redes de diálogo con sus colegas y referentes significativos (Darre, 1996). Este tipo de enfoque fundamenta una línea de investigación en la que nuevamente se ponen de manifiesto las limitaciones del modelo neoclásico de interpretación del comportamiento. En investigaciones de campo con pequeños productores familiares lecheros pudimos mostrar la relación entre la pertenencia de los productores a ciertas redes de diálogo y la existencia de determinadas normas técnicas (Cittadini, 1993). Basándose en esta misma línea de investigación Ezcurdia (1997) mostró la respuesta diferencial que tuvieron los productores ganaderos del Partido de Ayacucho para el tratamiento de la enfermedad de la mosca de los cuernos, directamente asociada a la pertenencia a redes de diálogo específicas más o menos cercanas a la cultura técnica oficial. En un estudio sobre el cinturón hortícola rosarino se mostró también esta relación entre redes de diálogo y normas técnicas, y particularmente el hecho de cómo estas normas incluían una actitud negativa o positiva en relación con las posibilidades de realizar innovaciones (Rosenstein et al., 1997). Todos estos estudios también muestran que existen variaciones individuales de comportamiento; no estamos hablando de una imposición absoluta de la norma, hay un espacio para la estrategia individual, pero se trata de una estrategia que, generalmente, no implica un estricto cálculo de medios y fines y que se da en el marco de un campo de lo posible que está condicionado por la norma.

Con el mismo planteamiento de investigación se analizó el diferente ritmo con el que se establecieron prácticas de agricultura sustentable (curvas de nivel y labranza reducida) entre partidos vecinos del sudeste bonaerense. El porcentaje muy superior de adopción que se da en algunos de estos partidos no logra ser explicado por las características físicas del partido ni por una racionalidad individual abstracta o por las características individuales de los productores. La explicación es mucho más plausible cuando se analizan las tramas vinculares que se dan entre los productores y otros agentes de la comunidad, las cuales han permitido la instalación de una cultura local facilitadora de este tipo de innovación (Sarlangue, 2000). Si ampliamos esta reflexión a un nivel regional podemos observar que hay zonas en Argentina (por ejemplo el área geográfica próxima a Marco Juárez) en las que la siembra directa cubre prácticamente 100% del territorio y en las que la posibilidad de labrar la tierra es vista como un crimen, y otras como las mencionadas del sudeste bonaerense en donde la siembra directa alcanza sólo 20% del territorio. Todos estos ejemplos muestran los límites de las explicaciones sobre el comportamiento de los productores cuando se acotan a una interpretación reducida a la racionalidad individual.

La racionalidad de la gestión versus la racionalidad de los productores En el año 1993 se llevó a cabo en Argentina un Programa de Intervención orientado a los pequeños y medianos (PM) productores agropecuarios, basado en la organización de grupos de productores para la asistencia técnica y la capacitación en gestión como objetivos centrales. El programa fue muy exitoso, sobre todo en sus primeros años de puesta en práctica, con progresos organizativos e innovativos evidentes (Cittadini et al., 1996). Sin embargo, el componente de gestión fue escasamente adoptado como práctica permanente por parte de los productores. Resultaba más significativo para la toma de sus decisiones el intercambio de opiniones en el grupo y la realización de cálculos burdos que la realización de un estricto análisis de gestión. Esto no significa que a estos productores no les interesase tomar decisiones lo más razonables posibles; solamente que los criterios para garantizar la razonabilidad de sus decisiones no incluyen necesariamente una racionalización estricta de la gestión. Tampoco implica que la práctica de la gestión no les pueda ser de utilidad, pero tal vez ésta deba hacer un mayor esfuerzo para comprender y adaptarse a las prácticas de gestión de los propios productores (Cerfy Sebillotte, 1997; Hamdan, 1997). En un trabajo interdisciplinario de investigación de las prácticas de productores ganaderos pertenecientes a este programa de intervención (Cittadini et al., 2001) se pudo constatar justamente la razonabilidad de los diferentes sistemas de manejo establecidos por ellos. Existe desde hace muchos años un sistema de manejo desarrollado por el INTA y que se intenta difundir por considerarlo como el más racional y adaptado para las condiciones de producción de la región en estudio: la pampa deprimida bonaerense. Sin embargo, cuando realizamos un

análisis detallado de campo nos encontramos que entre los productores coexisten al menos cuatro sistemas de manejo, de los cuales solamente uno se asemeja al modelo oficial difundido. Estos sistemas de manejo difieren entre sí por los productos principales buscados, las épocas de servicio, el grado de complejidad en el manejo de los lotes de animales y la complejidad de la oferta forrajera; cada sistema realiza una determinada articulación de estos componentes, coherente con sus particulares objetivos. Ahora bien, es imposible evaluar la razonabilidad de cada uno de estos sistemas de manejo mediante criterios abstractos de productividad o de rentabilidad, aunque aun con estos criterios, algunos de los sistemas locales se revelaron competitivos con el modelo oficial. Sin embargo, la razonabilidad de los sistemas de manejo locales queda completamente en evidencia cuando se integran en el análisis las características de cada sistema familia-explotación que estamos considerando y podemos así ver la importancia que tiene la dotación (cuantitativa y cualitativa) de recursos productivos, la disponibilidad o no de trabajo familiar calificado para la implementación de uno u otro sistema, así como la presión que implican las necesidades de consumo del grupo familiar (dependientes del nivel consumo propiamente dicho y de la existencia o no de ingresos extraprediales). Los criterios de productividad por hectárea (ha) que utilizan la racionalidad técnica no tienen ninguna importancia para los productores; lo que les interesa es la obtención de un ingreso suficiente para sus necesidades, en equilibrio con sus capacidades de dedicación y con el menor nivel de riesgo posible. Nuevamente queda en evidencia la limitación del concepto abstracto de racionalidad maximizadora de beneficio para comprender el comportamiento concreto de los agentes.

Racionalidad instrumental y sustentabilidad Los graves problemas de sustentabilidad que podemos observar en el sector agropecuario nos permiten reflexionar también sobre la necesidad de superar la racionalidad instrumental que domina el pensamiento económico y que se ha inculcado en el comportamiento de la mayor parte de los agentes, los cuales se ven coaccionados a seguir determinadas reglas del juego y a realizar ciertas prácticas con las que la sustentabilidad resulta afectada. Cloquell et al. (1997) muestran con claridad esta situación en un estudio realizado en la Región Pampeana: el sector de productores agrícolas familiares que analiza está económicamente obligado a realizar determinadas prácticas, aun sabiendo que éstas tienen consecuencias serias en la sustentabilidad de su propia explotación a mediano plazo. Es evidente que para resolver los problemas de sustentabilidad debemos situamos en un marco global institucional, normativo y cultural que haga coherente el comportamiento individual con el interés de la sociedad, y esto estará lejos de producirse si se confía tan sólo en los mecanismos automáticos del mercado. Ya habíamos analizado en el segundo apartado que no podemos explicamos los cambios de comportamiento, en relación con las prácticas sustentables, desde una visión limitada al análisis del decisor individual.

Racionalidad instrumental y biotecnología

La cuestión de la biotecnología tiene una particular importancia para nuestro país dado que actualmente más de 90% de la producción de soya se realiza con semilla transgénica. La racionalidad instrumental se manifiesta en el comportamiento de los principales actores implicados. Esto es claro en el comportamiento de las compañías semilleras que impusieron la nueva semilla atada a un paquete tecnológico que incluye la provisión del herbicida correspondiente. También lo es el comportamiento de los productores que realizaron una rápida y masiva adopción, seducidos por los mayores márgenes de rentabilidad y por una engañosa publicidad que los volvía repentinamente ecologistas, ya que la nueva semilla se ató a un paquete tecnológico que incluyó la siembra directa que atenuaba los problemas de erosión de la agricultura convencional. Desde el sector público se favoreció la introducción de estos nuevos procedimientos, compartiendo los criterios de mayor competitividad y sustentabilidad. Por su parte, el sector científico, a través de su participación en la Conabia (Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria), garantizó la inocuidad de las nuevas tecnologías. Éste es un buen ejemplo de los límites de la racionalidad instrumental para la toma de decisiones fundadas en el nivel de una sociedad. El énfasis en la racionalidad instrumental tiende a escamotear los datos del problema. En Argentina casi no se debatieron los aspectos fuertemente controvertidos de los transgénicos.(2) Esto hubiera requerido una racionalidad comunicativa,(3) la gran ausente en el tema de transgénicos en Argentina. Faltó racionalidad comunicativa en un ámbito que la supone en su esencia: la comunidad científica. N o hay unanimidad en la comunidad científica argentina y sin embargo la parcial representación disciplinaria (ingeniería molecular) e ideológica por parte de la comunidad científica en la Conabia permitió una justificación unánime a las decisiones tomadas, fundándose en el valor universal de las verdades científicas. Por otro lado, creemos que éste es un tema que no corresponde resolver sólo con base en el dictamen científico. En todo caso los científicos sólo pueden describir los hechos y analizar los niveles de riesgo para la salud, para la ecología y para la economía. En un tema de tanta trascendencia la sociedad toda es la que debiera estar implicada en las decisiones. Sin embargo, ésta ha sido la gran ausente tanto en su papel de ciudadano como de consumidor. Los debates han sido escasos y tardíos, los ciudadanos no están suficientemente informados y a los consumidores no se les permite distinguir los productos que incluyen organismos genéticamente modificados (Cittadini, 2001). Es evidente que estamos ante temas cuyo análisis y cuya resolución no pueden manejarse en el nivel de una racionalidad instrumental. Es necesario ligar estos temas, y el conjunto de temas ligados a la sustentabilidad, con la ampliación de los espacios de participación ciudadana, es decir, con el ejercicio de una democracia cada vez más plena basada en la racionalidad comunicativa Y en la construcción democrática de sistemas regulatorios que enmarquen los comportamientos de los agentes.

Las condiciones socioestructurales de un capitalismo no virtuoso en Argentina El paradigma neoclásico fue el sustento de los discursos predominantes (o excluyentes) para la aplicación de las políticas económicas en Argentina a partir de 1976. Sus consignas fueron: privatización, apertura, desregulación comercial, desregulación salarial, etc. Menos intervención estatal y más mercado permitiría a la iniciativa privada desplegar su vocación de creatividad y de inversión. Se planteaba que primero hay que invertir para crecer y así, más tarde, poder distribuir. Sin embargo, y a pesar que las referidas políticas fueron aplicadas cada vez con mayor rigor por los sucesivos gobiernos, desde 1976 hasta hoy en día, la productividad de la sociedad argentina cayó. Azpiazu y Nochteff (1994) analizan cómo desde 1976 la economía argentina se atrasó en lugar de modernizarse. La caída de la tasa de inversión produjo a su vez una caída de la productividad y un atraso tecnológico, y esto a pesar de que la caída del salario real generaba, supuestamente, condiciones para mejorar la tasa de ahorro y de inversión del sector capitalista. La virulencia que tomó el proceso de desregulación y privatización en la década de 1990 no mejoró el diagnóstico que realizaban los autores en 1993. De hecho, Argentina se encuentra actualmente, desde hace más de tres años, en una prolongada recesión, con deterioro de las condiciones de trabajo y con altas tasas de desocupación. La concentración de la riqueza no ha hecho más que acentuarse y sin embargo esto no se ha traducido en inversión, tal como lo preveía la teoría. El error ha estado en creer que liberando la economía según los dictados de los fundamentalistas del mercado estaría garantizado un comportamiento económico y tecnológico orientado al desarrollo -en sentido schumpeteriano-, con una fuerte dinámica de innovaciones generadas (o demandadas) por los entrepeneurs, que buscarían cuasi rentas tecnológicas creando, mediante la Innovación, monopolios que la competencia y la difusión tecnológicas tornan transitorios. El proceso de desarrollo se completaría con los sectores que compiten por esas cuasi rentas mediante procesos de imitación, adaptación tecnológica temprana, aprendizaje acelerado e innovaciones menores. Azpiazu y Nochteff nos dicen que ésta sería, para la élite económica, una opción dura en términos de cambio técnico, de inversión y de cambio social. Sin embargo, la economía argentina no sigue esta opción. Su comportamiento es el de una economía de adaptación cuyos periodos de expansión se asemejan a "burbujas", en las cuales la élite económica y el Estado impulsan el ajuste de la economía a cambios en los datos externos producidos por impulsos exógenos, creando monopolios no innovadores ni transitorios, amparados en la competencia por las políticas públicas.

Nuestra élite económica no genera cuasi rentas tecnológicas ni compite por ellas. En consecuencia, la ciencia y la tecnología, amén de las políticas científicas, tecnológicas e industriales que las impulsan, están ausentes de su agenda.

Los autores citados concluyen que los hechos muestran la ineficacia que han demostrado las políticas neoliberales surgidas del denominado Consenso de Washington y se pregunta: En resumen, ¿es el problema de la transición hacia un sistema económico dinámico un problema puramente económico o es un problema social y político más amplio que requiere, en una sociedad democrática, un nuevo y diferente equilibrio de poder y un consenso distinto entre los actores y las fuerzas sociales, similares a los que constituyeron durante la posguerra, la base última del desarrollo socioeconómico de países como Alemania Federal, Suecia, Italia y la mayoría de las naciones europeas?

El no considerar las condiciones estructurales en las que se desenvuelve la élite económica argentina y el pretender que el libre mercado todo lo resuelve es lo que llevó al fracaso al conjunto de políticas basadas en los mismos principios. Sin embargo, teníamos antecedentes de estudiosos como Jorge Federico Sábato (1979), quien ya había analizado con gran lucidez el carácter especulativo y cuasi rentístico de nuestra elite económica, desde sus mismos orígenes: fue siempre más comerciante que productora y siempre vinculó sus ganancias a los favores e influencias con el Estado. La actividad productiva que cimentó la formación de la Argentina moderna, es decir, la actividad agropecuaria, fue dominada por esta élite dirigente que se apropió de grandes extensiones de tierra al momento de nuestra constitución como país y en la medida en que se fue desplazando la población indígena, hacia mediados del siglo XIX. La actividad económica que devino dominante hacia el final del siglo fue el engorde de novillos para la exportación. Ésta fue, a su vez, una actividad claramente especulativa. El gran productor invernador manejaba sus márgenes en función de los precios internacionales y trasladaba al sector de los criadores los eventuales deterioros que podrían sufrir los precios de la carne en el mercado internacional. A su vez, arrendaba parte de sus tierras a los agricultores familiares, quienes estaban obligados a dejarles sembrada una pastura al término de los tres años que duraba el contrato. De esta manera, el invernador delegaba los procesos de inversión que su actividad requería. Además, los cambios de los precios relativos entre la agricultura y la ganadería le permitían ganar especulando con la cantidad de tierra que arrendaba para agricultura (ya que la renta subía con el aumento de los precios agrícolas) o que retenía para la actividad ganadera en caso de que los precios le fueran favorables. Es decir, lo que predominó fue el componente especulativo. Sábato muestra que el predominio de una orientación comercial y financiera de los sectores agrarios dominantes no se limitaba a la agricultura pampeana, sino que ella influía también sobre los otros sectores productivos del país. El gran propietario de tierras obtenía excedentes por medio de un abanico complejo de inversiones que trascendían al sector agropecuario y que eran una importante fuente de acumulación de capital en la economía nacional. Los grandes propietarios de tierras han tenido a menudo también inversiones en el sector financiero, comercial e industrial. Esta gran movilidad de capitales entre diferentes sectores, sumada a la inestabilidad económica que ha caracterizado a la

Argentina, tuvieron una influencia negativa que marcaría la economía del país, y que daría origen al tipo de crecimiento por burbujas que describen Azpiazu y Nochteff. En efecto, los sectores productivos no han estado motivados en especializarse ni en luchar por su propio crecimiento, dado que normalmente ha sido más beneficioso y menos arriesgado especular invirtiendo los excedentes en los sectores que coyunturalmente podían ofrecer más ventajas económicas. En el próximo inciso haremos un recorrido por los principales desarrollos teóricos de Pierre Bourdieu, particularmente aquellos ligados al mundo económico, a efectos de volver posteriormente a reflexionar sobre los temas que acabamos de enunciar.

Hacia una integración teórica de mayor capacidad explicativa que el modelo neoclásico: la síntesis de Pierre Bourdieu Realizando una original síntesis, el sociólogo contemporáneo Pierre Bourdieu elabora un modelo sociológico para explicar el comportamiento humano, en el cual incluye las actividades que los agentes desarrollan en el campo económico, que entendemos es más explicativo que los modelos basados en el actor racional y en el mercado de competencia perfecta. Su posición epistemológica (el estructural constructivismo) parte de reconocer la doble estructuración que se da en el mundo social: una primera estructuración está dada por la posición objetiva que los agentes ocupan en el espacio social, según sea su dotación de capitales. Los capitales son los diferentes recursos de que disponen los agentes para lograr una determinada posición en el espacio social, siendo los principales en la sociedad moderna: el capital económico, el capital cultural, el capital social y el capital simbólico. Pero en el mundo social existe además una objetividad de segundo orden; es el mundo de la subjetividad, de las representaciones que los agentes tienen de la realidad, la visión que tienen de sí mismos y de los demás. Veremos que estas representaciones (ligadas al habitus, para Bourdieu) tienden a ser coherentes con la posición que los agentes objetivamente ocupan en el espacio social, debido a que están determinadas, parcialmente, por esta posición objetiva. Las ciencias sociales deben integrar como objeto de estudio ambos tipos de fenómenos y particularmente la relación entre uno y otro. Nuestros comportamientos reales no tienen el grado de racionalidad que nos sugieren todas las teorías económicas o sociológicas que remiten a las teorías de la acción racional. Sin embargo, los comportamientos pueden comprenderse, son razonables. Pierre Bourdieu (1971 y 1995) nos habla de una economía general de las prácticas, capaz de explicarlas todas, incluso las prácticas económicas. Considera que todos actuamos por interés, pero éste no es necesariamente o solamente un interés económico. Los seres humanos participamos en campos específicos (áreas de interés o esferas de juego) en los que luchamos para mejorar nuestra posición y para que se nos reconozca. Podemos hablar del campo económico, del campo cultural, del campo religioso, del campo deportivo, etc. Dentro de estos campos es posible diferenciar campos más específicos, por ejemplo dentro del campo cultural tenemos el campo artístico, el campo científico, etc.; dentro del

campo económico podemos considerar como subcampo cada sector económico, o rama de actividad. Cada campo tiene sus propios valores y reglas de juego, y hay intereses por los que se lucha en el campo. Para competir, cada participante dispone de una cierta cantidad de recursos o capitales (económicos, culturales, etc.) más o menos eficientes según sea el campo de que se trate. En todo campo hay dominantes y dominados y luchas por mantener o mejorar la respectiva posición. Estamos hablando de un mundo de relaciones, de estructuras que se constituyen en la dinámica de la evolución social y que condicionan al agente según sea el lugar que ocupa en esta estructura. Pero no lo determinan, sólo constituyen el contexto en que el agente debe desenvolverse. En los campos no existe competencia perfecta pues hay posiciones de poder, manejo de información, capacidad de manejo de las reglas de juego, etc. que son diferentes según la posición que tenga cada agente en el campo. Las estrategias más pertinentes para cada agente también varían según sea dicha posición. Todos participamos en distintos campos y los intereses y las acciones que realizamos en función de ellos se interpenetran. Las leyes que postula la teoría económica neoclásica simplifican la realidad y suponen que a partir del campo económico pueden entenderse todos los comportamientos. Y siempre tienen la alternativa de condenar como irracionales las conductas que no se entienden a partir de sus postulados. Para el análisis de la objetividad de segundo orden, el mundo de la subjetividad y de las representaciones, Bourdieu recurre al concepto de habitus. Se trata de un concepto clave para entender la razonabilidad de los comportamientos. Los habitus son esquemas de pensamiento y de acción, producto de la historia de los sujetos, incorporados en el lenguaje y en el cuerpo. Los habitus de cada agente tienden a corresponder o a guardar coherencia con la posición que cada agente ocupa en el campo social global y en los campos específicos en los que actúa. Los habitus se forman en el seno de la familia, en la escuela y en nuestra experiencia de vida y de trabajo. Quienes han pasado por condiciones similares de existencia tienden a tener habitus similares, que corresponden al sector social o a la clase social a la que pertenecen, aunque también hay una trayectoria individual que particulariza el habitus de cada agente. Los habitus son la consolidación automatizada (especies de rutinas) de las respuestas más apropiadas que los sujetos han encontrado para enfrentar determinadas situaciones, de acuerdo con sus posibilidades. En la medida en que persisten las condiciones que produjeron dicho habitus el comportamiento generado por el mismo puede ser muy apropiado para el agente. El habitus es un operador de la racionalidad, pero de una racionalidad práctica que permite comprender la razonabilidad de muchas prácticas y estrategias productivas, a pesar de que las mismas no estén totalmente racionalizadas en términos de medios y fines. En lo que hace al ámbito de la economía, Bourdieu nos propone analizarla como un campo. Un sector económico lo podemos analizar como un subcampo. Un campo o sub campo económico está constituido por empresas, las cuales por su sola presencia (sabiendo que cada empresa tiene una posición de acuerdo con el volumen y la composición de sus capitales) conforman la estructura del campo, el cual condiciona, a su vez, el tipo de estrategia que puede ser más adecuada para cada empresa, según sea su posición relativa en el campo.

Bourdieu analiza, por ejemplo, el campo de la industria editorial en Francia. Mediante la herramienta estadística del análisis factorial de correspondencia caracteriza tres grupos de empresas posicionadas diferencialmente en el campo por sus características estructurales (o capitales): tamaño, antigüedad, prestigio, etc. La posición particular de cada empresa en el campo determina, o condiciona, la implementación de estrategias específicas respecto a los autores a publicar, la tirada de las ediciones, el tipo de lectores a los que llega, etc. Cada grupo compite y va defendiendo o avanzando sobre espacios del mercado, pero debe hacerlo a partir de su respectiva posición en el campo (Bourdieu, 1999). Otro de los campos económicos analizados por Bourdieu se refiere a la industria de la producción de viviendas individuales en Francia. Nuevamente el agrupamiento de empresas que ocupan posiciones claramente diferenciadas es lo que permite entender la dinámica del campo. Tenemos así un importante grupo económico dedicado a la producción industrializada de viviendas que hacia los años 1970, logró el dominio del campo. En el polo subordinado del campo tenemos una gran cantidad de pequeñas empresas (con escasa dotación de capital económico), cada una de las cuales mantiene pequeños mercados de ámbito local y realiza una producción artesanal de viviendas. En el área dominante del campo tenemos también una empresa que en la década de 1980 logró desplazar al primer grupo de su antigua posición dominante. Su estrategia consistió en combinar la producción en serie con la imposición de una imagen de marca que los situaba como productores de vivienda artesanales, de mayor calidad e imagen simbólica que la producción industrial de vivienda (Bourdieu, 2001). En este estudio Bourdieu analiza además la importancia crucial que tiene para las empresas contar con políticas propicias a sus propios intereses por parte del Estado. En efecto, la política de crédito de subsidios e impositiva no resultó neutral para los intereses de los diferentes tipos de empresas. Las empresas no se mueven en un mercado de competencia perfecta, las empresas no son equivalentes o intercambiables (cada estrategia está condicionada por su posición en el campo) y las reglas del juego o los marcos institucionales no son neutrales, son parte de la lucha en el campo. En este mismo estudio se muestra además por qué las unidades constitutivas de un campo (en este caso las empresas) no son elementos simples (por ejemplo un actor racional) sino que una empresa es, a su vez, un campo en el que participan agentes con intereses más o menos convergentes y que el resultado de las relaciones de fuerza y/o cooperación entre los agentes puede determinar comportamientos empresariales más o menos razonables para una eficaz competencia en el campo. En este caso, Bourdieu analiza los conflictos al interior del campo de la empresa y cómo impidieron a la primera empresa analizada la adecuación de sus estrategias a las necesidades que el campo le estaba requiriendo, razón por la que dicha empresa ha sido progresivamente desplazada de su antigua posición dominante. En relación con el campo económico, Bourdieu nos dice que éste tiene la característica de ser el que más autoriza y propicia el cálculo racional de posibilidades, lo cual no implica que esta característica sea una invariante del comportamiento de los agentes.

Completamos el desarrollo teórico sobre Bourdieu con un anexo en el que se expone una selección de párrafos clave en los que el autor explica su conceptualización del habitus y del campo, y particularmente del campo económico.

Similitudes y diferencias con los economistas institucionalistas Si analizamos las posturas de los distintos autores que es posible englobar en la corriente denominada economía institucional (regulacionistas, evolucionistas, teoría de las convenciones e institucionalistas propiamente dichos) encontramos semejanzas Y diferencias con el enfoque de Bourdieu: Todos los institucionalistas coinciden en que los mercados son organizados de acuerdo con los arreglos institucionales existentes, y admiten que el mercado no es el único mecanismo asignador de recursos, sino las instituciones y especialmente las estructuras de poder que organizan a los mercados, y los mercados, a su vez, ayudan a preservar esas estructuras (Ayala Espino, 1999: 28). El mercado es una forma de coordinación de las actividades económicas mucho más organizado y sofisticado de lo que suponen las teorías neoclásicas que, en lo referente a este punto, confunden hipótesis y resultados: una vez constituido e inserto en una red de controles y de reglas, el mercado puede operar con una gran eficacia y parecer autorregulado, pero es incapaz de autoinstituirse (Boyer y Saillard 1997: 11-12).

Esta postura de los institucionalistas es muy compatible con el modelo de campo que plantea Bourdieu para analizar la economía. A su vez, así como Bourdieu nos habla de que los campos tienen estructuras y reglas del juego que los hacen más o menos virtuosos, los economistas institucionalistas hacen referencia a la diferente calidad que pueden tener las instituciones de la economía para lograr el desarrollo de las naciones: Los niveles de desempeño de las naciones dependen en parte de la densidad de las interacciones, de las capacidades de aprendizaje intra e interfirmas y, por tanto, de la calidad de los arreglos institucionales que los sostienen (Villeval, 1997: 138). Los regulacionistas buscan las condiciones del crecimiento y la estabilidad estudiando las formas institucionales capaces de orientar y de estabilizar el mercado y de conducir a los agentes, "como a pesar de ellos", hacia círculos virtuosos de acumulación (Coriat y Dosi, 1997: 155). La teorías de la regulación insisten en el hecho de que los mercados no son autoinstituidos, en la medida en que su funcionamiento cotidiano supone una completa red de reglas y de "jueces de paz" que garanticen la honestidad de las transacciones. También es necesario que terceros organismos, o reglamentos definan criterios de calidad, que una autoridad delimite a los actores de transacciones autorizados a intervenir en el mercado (porque a falta de ella éste resultaría destruido por la multiplicación de comportamientos oportunistas de agentes para quienes es racional ser deshonestos), que un sistema monetario garantice los pagos futuros en un contexto legal que permita un recurso jurídico

contra la falta de pago. En otros términos, la teoría de la regulación insiste en el hecho de que el mercado es una institución como otras, y no una alternativa para una economía sin instituciones: sin un sistema jurídico, sin poder coercitivo del Estado, sin un sistema de pagos bien determinado, sin codificación de la calidad y reglas de admisión los mercados son incapaces de funcionar de manera eficaz (Boyer, 1997: 187).

El concepto de campo se corresponde a su vez con el énfasis que ponen los institucionalistas respecto a la teoría de las organizaciones: Tanto los regulacionistas como la teoría evolucionista tienen el paso obligado por la teoría de las organizaciones. En tal sentido la organización debe ser considerada como: - un lugar de coordinación de agentes (de individuos) provistos de capacidades cognitivas y computacionales diferentes y de poderes desiguales. La organización es un lugar de competencias para afrontar y resolver los problemas planteados por ambientes cambiantes; - un lugar de poder y de gestión de conflictos que se expresan en un marco jurídico y contractual dado, es un lugar de implementación de procedimientos iniciativos y de enfrentamientos por el reparto de la rentas internas y el excedente (Coriat y Dosi, 1997: 158).

Los economistas institucionalistas dan a su vez gran importancia al conocimiento práctico, al que consideran un importante activo de las organizaciones: G. Williamson desarrolla las siguientes categorías para explicar los problemas de inversión especializada: el conocimiento transmisible es aquel que puede transmitirse de una persona a otra; el conocimiento tácito, en cambio, se adquiere por la práctica y sólo parcialmente se transfiere, depende crucialmente de las habilidades del individuo. El aprender haciendo en las organizaciones significa que éstas adquieren habilidades de coordinación y desarrollan rutinas que funcionan como consecuencia de la interacción repetida. Para la organización, el conocimiento tácito y el aprendizaje son activos que no se encuentran en el mercado, por ello hacen más valiosa la organización, en tanto ha sido capaz de conjuntar a los individuos exactos en un tiempo y lugar, aprovechando sus características particulares (Ayala, 1999: 309).

Las similitudes con el habitus son evidentes, al igual que en las siguientes frases: En lenguaje evolucionista, los fundamentos micro de la macro son aprehendidos en términos de rutinas, de procesos de aprendizaje y de selección, con la hipótesis fundamental de que los comportamientos de los agentes pueden ser captados en trayectorias que dependen del camino adoptado [...] El evolucionismo tiene un núcleo duro "cognitivo", que incluye un análisis de los procesos mentales por medio de los cuales los agentes forman sus representaciones (imperfectas) del mundo, sus rutinas de comportamiento y la manera en que se van osificando con el transcurso del tiempo (Coriat y Dosi, 1997: 157).

La noción de interés presenta también similitudes entre el tratamiento de Bourdieu y el de los economistas institucionalistas: La Teoría Estándar estipula que los individuos persiguen en primer lugar su interés (lo que implica, tal vez, seguir reglas), la Economía de las Convenciones y las Teorías Regulacionistas afirman que los individuos siguen en primer lugar reglas (lo que no excluye que persigan, por eso mismo, su interés). [...] Para la Economía de las Convenciones una característica crucial de la racionalidad limitada (que la opone totalmente a la racionalidad estándar) es que integra la preocupación por la coordinación con los otros. Las reglas van a ser la manifestación natural de esta integración. [...] La Teoría Regulacionista llega a las reglas por la macroeconomía y la Economía de las Convenciones por la microeconomía (Favereau, 1997: 168-169).

El tema de las reglas ha sido ampliamente tratado por Bourdieu y más genéricamente por la sociología. Weber afirmó que "los agentes sociales sólo obedecen a la regla en la medida en que el interés que tengan en obedecerla supere al que tengan en desobedecerla". Bourdieu rescata, en principio, este planteo materialista de Weber en contra de las tendencias a caer en un determinismo de la regla, que veía por ejemplo en los análisis de Lévi-Strauss. Para Bourdieu no existen las conductas desinteresadas; si seguimos la regla es porque nos interesa, porque creemos que es lo mejor para nosotros, para nuestros valores, para justificar nuestra conducta ante los demás, es decir, porque se dan las condiciones sociales para que la regla sea eficaz. Bourdieu muestra cómo, aun en las sociedades tradicionales (sociedad campesina argelina de los años cincuenta), los agentes podían seguir fielmente las normas comunitarias o llegado el caso flexibilizarlas cuando las circunstancias lo hacían necesario (Bourdieu, 1980). Sin embargo, Bourdieu se opone también a la frase de Weber y analiza el efecto social de la regla. La regla actúa por la fuerza de la forma. [...] Pero la forma, la formalización no actúa solamente por su eficacia específica, propiamente técnica, de clarificación y de racionalización. Hay una eficacia propiamente simbólica de la forma [...] cuya realización por excelencia es sin duda el derecho (Bourdieu, 1987).

La cuestión de las reglas está directamente ligada a las teorías de la justificación (Boltanski y Thévenot, 1991); los agentes siempre intentamos actuar según buenas razones, es decir, según razones que pueden ser explicadas y comprendidas por los otros. Ésta es una de las causas que hacen que toda acción social tenga una dimensión normativa, y un punto de convergencia entre la sociología y los economistas de las convenciones. Podemos fácilmente observar, a partir del conjunto de citas transcritas, que hay numerosas convergencias entre las posturas de los economistas institucionalistas y el enfoque de Bourdieu. En relación con las divergencias, creo que las dos principales son las siguientes:





La mayor parte de los economistas, aunque incorporen el criterio de racionalidad limitada y la consideración de las instituciones y las normas, siguen partiendo de la teoría del actor racional para la construcción de sus modelos explicativos. Para Bourdieu, por el contrario, sólo vale el análisis de las conductas razonables, que sólo en determinados casos puede corresponderse con el sentido estratégico y el cálculo propios del actor racional. La segunda diferencia es que para Bourdieu el funcionamiento de un campo económico no es más que una especificación de las leyes universales que se dan en cualquier campo social. Desde la economía, por el contrario, se tiende a trasladar al conjunto del mundo social las categorías de análisis que se utilizan para explicar el mundo de la economía.

Reflexiones finales Los aportes teóricos desarrollados nos dan herramientas para abordar en forma más sistemática las cuestiones de campo planteadas en el segundo apartado. A efectos de no abundar demasiado sobre un tema ya tratado, sólo vamos a enunciar algunos lineamientos de análisis e interpretación factibles de realizar a la luz de dichas teorías. El concepto de habitus es especialmente pertinente para tratar los primeros tres temas de nuestra presentación: 1) la lógica de la producción familiar; 2) la construcción colectiva de normas y decisión individual; 3) la racionalidad de la gestión versus la racionalidad de los productores. El concepto de habitus, en toda su complejidad, permite aclarar los mecanismos que determinan las prácticas de los agentes (en nuestro caso los campesinos, los farmers o los productores empresariales), los cuales guardan mucha más coherencia con los comportamientos realmente observados, en relación con la capacidad explicativa de los enfoques que parten del postulado del actor racional maximizador de beneficios. Además, el concepto de habitus acepta, al igual que lo hacía Weber, la existencia de este tipo de comportamiento, pero sólo como una posibilidad. Tan importante como comprender mejor es la posibilidad de intervenir mejor. En las prácticas de los organismos de generación y transferencia de tecnología domina una racionalidad instrumental cientificista que tiende a simplificar la complejidad de la realidad. La primera simplificación se da en la producción de tecnología y en la correspondiente oferta de los paquetes tecnológicos. Los organismos tienden a difundir paquetes tecnológicos que mejoran los niveles de producción, factibles de obtener en condiciones experimentales. Cuando a la racionalidad agronómica se agrega la racionalidad económica (lo cual no siempre se hace) se busca garantizar que la propuesta tecnológica garantice también una rentabilidad óptima, pero siempre en una situación de producción controlada. En nuestros estudios en el área ganadera de la pampa deprimida bonaerense pudimos observar que las condiciones que debe enfrentar el productor para llevar a cabo sus estrategias y tomar sus decisiones diarias son muchísimo más complejas que las que se dan en las situaciones experimentales. Existe un condicionamiento que va desde el medio físico-biológico específico de cada

productor -que nunca es tan homogéneo como tiende a suponerse cuando se plantean las estrategias de extensión- hasta la serie de factores ya analizados en el segundo apartado. Sin duda, para un productor medio, la racionalidad que deriva del habitus explica mucho más su toma de decisiones que la racionalidad simplificadora con la que se difunden los paquetes tecnológicos. Al integrar la conceptualización que estamos planteando nos damos la oportunidad de superar el cientificismo reduccionista y por lo tanto de poder desarrollar una actitud científica más abarcadora que integre el estudio científico de las prácticas,(4) sin limitarnos a juzgarlas de acuerdo con el grado de coherencia que puedan tener con un principio abstracto de maximización. Por otro lado, si partimos de que el conocimiento y los habitus son una construcción social, debemos también pensar en la generación de espacios sociales que permitan potencializar el diálogo y el enriquecimiento mutuo entre el conocimiento científico y el conocimiento práctico. De hecho, en nuestra experiencia en el seguimiento de programas de intervención (Cittadini, 1996) hemos podido observar que las respuestas más creativas y adaptadas a las circunstancias son las que han logrado los grupos de productores que han establecido una buena capacidad de diálogo entre sí y con un técnico asesor que no parta de imponer sus propios criterios sino, de manera primordial, de comprender los criterios de los productores. Con relación a los tres últimos aspectos tratados en el segundo apartado {racionalidad instrumental y sustentabilidad, racionalidad instrumental y biotecnología y las condiciones socioestructurales de un capitalismo no virtuoso en Argentina) creemos que pueden ser provechosamente analizados a través del concepto de campo. Cuando comprendemos que los comportamientos de los agentes se dan en el marco de las reglas del juego que rigen la lógica del campo, es evidente que si pretendemos propugnar cambios en los comportamientos de los agentes no tenemos que apuntar exclusivamente a la concientizaci6n del individuo sino, principalmente, a la mejora de las reglas del juego, y a lograr que estas reglas hagan al campo más virtuoso, logrando que el interés del agente en él coincida con el máximo beneficio para la sociedad. Un ejemplo de campo virtuoso es para Bourdieu el campo científico (Bourdieu, 1976). En este campo, que es un campo social como cualquier otro, con sus dominantes y sus dominados y con sus luchas más o menos descarnadas, se lucha por producir verdades. Las reglas del juego implican que cualquier engaño sería fuertemente sancionado, y son los mismos pares los que juzgan el mérito de nuestras producciones. Cualquier verdad está sujeta a ser refutada si otro científico prueba que no es consistente. Esto no quiere decir que en el mundo científico no haya intereses subalternos y trabas más o menos manifiestas para la confrontación en el campo (las cuales habría que tratar de ir superando para mejorar la virtuosidad del mismo), pero lo que importa es que el juez último que dictamina una disputa es la evidencia empírica, evaluada por los mismos pares. Si entramos en el mundo de la economía podemos analizar que las reglas del juego que rigen la economía de un país pueden hacer que el campo económico sea más o menos virtuoso. Un campo poco virtuoso ha sido justamente el de la economía argentina, donde los intereses de los sectores económicos dominantes

y las reglas del juego del campo han motivado conductas productivas especulativas de corto plazo que no han sido coherentes con los intereses de la sociedad en su conjunto, es decir, con las posibilidades de lograr un sendero de desarrollo y empleo productivo perdurable. Con relación a la promoción de prácticas agrícolas sustentables, nuevamente es claro que las posibilidades de éxito estarán muy relacionadas con el establecimiento de reglas de juego que premien la implementación de dichas prácticas. Sin embargo, en este punto, y particularmente en un tema como el de la biotecnología, está la cuestión previa de cómo determinar cuáles son las decisiones y las prácticas más apropiadas. Los estados son, en gran medida, los encargados de establecer las reglas del juego para la toma de decisiones (ya analizamos el papel que desempeñó el Estado argentino en la difusión de los procedimientos transgénicos). Ahora bien, el Estado puede ser considerado justamente como un" meta" (con especiales poderes para fijar las reglas del juego de los diferentes campos. El Estado está muy influenciado a su vez por el campo del poder, que es el de disputa entre los sectores dominantes de los diferentes campos para lograr ventajas para sus respectivas áreas: el sector de la cultura lucha para obtener medidas que lo favorezcan, el sector científico reclama más presupuesto, los sectores económicos aspiran a medidas que faciliten sus negocios, etc. Es decir, que las decisiones políticas están abiertamente influenciadas por la lucha de intereses. Sin embargo también tenemos en este campo un elemento clave de virtuosidad. Este elemento es el sistema democrático que, en la medida en que funcione, posibilita a los ciudadanos imponer sus preferencias por encima de los intereses particulares de un sector. Solamente que para que esta virtuosidad se manifieste en plenitud es necesario luchar por una participación ciudadana plena y esclarecida, que incluya la democratización de los medios de difusión. En este sentido, el ejemplo de los transgénicos puede ser paradigmático. Darle racionalidad a las decisiones políticas que se tomaron y a las que se vayan a tomar requeriría en primer lugar un amplio debate público entre los miembros de la comunidad científica que tienen posiciones encontradas en el tema y en segundo lugar generar foros de discusión en los que la ciudadanía toda pueda tener un lugar de esclarecimiento y opinión. Para finalizar queremos agradecer el espacio que nos han dado en este encuentro dedicado a reflexionar sobre el pensamiento económico y estaríamos muy contentos si esta ponencia da lugar a un espacio de discusión para avanzar en una mayor integración entre la economía y la sociología, en el ámbito de las ciencias sociales.

• • • •

Bibliografía Ayala Espino, J. (1999), Instituciones y economía. Una introducción al neo institucionalismo económico, México, Fondo de Cultura Económica. Archetti, E. y K. Stolen (1975), Explotación familiar y acumulación de capi tal en el campo argentino, Argentina, Siglo XXI.

• • • • • • • • • • • • •

• • • •





Astori, D. (1984), Controversias sobre el agro latinoamericano, un análisis crítico, Uruguay, CIEDUR. Azpiazu, D. y H. Nochteff (1994), El desarrollo ausente, Argentina, Grupo Editorial. Basco, M. L. et al. (1981), Esquema conceptual y metodología para el estudio de tipos de establecimientos agro pecuarios con énfasis en el minifundio, Buenos Aires, S.A.G. y P. ERS/137. Boltanski, L. y L. Thévenot (1991), Les économies de la grandeur, Francia, Gallimard. Bourdieu, P. (1963), "La société traditionnelle. Attitude a l'égard du temps et conduite économique", Sociologie du travail, núm. 4, Francia, pp. 313331. ______ (1976), Le champ scientifique. Actes de la recherche en sciences sociales, Francia. ______ (1980), Le sens pratique, Francia, Ed. Minuit. ______ (1995), Respuestas, por una antropología reflexiva, México, Grijalbo. ______ (1999), "Una revolución conservadora en la edición", en Intelectuales, política y poder, Argentina, Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires). ______ (2001), Las estructuras sociales de la economía, Argentina, Ed. Manantial. Boyer, R. (1997), "Del fordismo canónico a una variedad de modos de desarrollo", en R. Boyer e Y. Saillard (editores), Teoría de la regulación: estado de los conocimientos, vol. 2, Argentina, Eudeba. Cittadini, R. (1993), "Articulation entre les organismes de recherche et de développement et les collectivités rurales locales; L'action de l'INTA dans le Bassin du Salado en Argentine, le cas de la localité de Lezama", Tesis de doctorado, Formation Doctorale ESSOR, Université de Toulouse Le Mirail, École Nationale Supérieure Agonomique de Toulouse, Francia, p. 286. Cittadini, R. (2001), "El rol de los consumidores y de los ciudadanos en el debate sobre la producción de organismos transgénicos y derivados", Revista Ciencia Hoy, Argentina. _____ (1991), "Aspectos socioeconómicos del desarrollo agropecuario en la Pampa Deprimida", Revista Ruralia, núm. 1, Argentina, Flacso. _____, M. Mosciaro, A. Razquin y J. Fangio (1986), "Las formas de organización social de la producción y el desarrollo regional", en Diálogo XIV. Tipificación y clasificación de sistemas de producción, Montevideo, Uruguay, IICA-PROCISUR. _____, J. Burges, V. Hamdan, R. Pérez, H. Urcola, Natinzon, y B. Dedieu (2001), "Diversidad de sistemas ganaderos y su articulación con el sistema familiar", Revista Argentina de Producción Animal, vol. 21, núm. 2, Argentina, Balcarce, 2001. _____, M. Mateos, M. López et al. (1996), "Grupos de productores y sociedad local", Revista de la Asociación Argentina de Economía Agraria, vol. 11, Argentina.

• • • • • • • • •

• • • • • • • • • • • • •

Cerf, M. y M. Sebillotte (1997), "Approche cognitive des décisions de production dans l'exploitation agricole", Économie rurale, núm. 239, Francia, mayo-junio. Cloquell, S., M. de Nicola y M. Gonella (1997), "Estrategias productivas y prácticas sustentables para la persistencia de la producción familiar", VIII Jornadas Nacionales de Extensión Rural, Catamarca. Comte (1995), Discurso sobre el espíritu positivo, Argentina, Ed. Altaza [1844]. Coriat, B. y G. Dosi (1997), "Evolucionismo y regulación: divergencias y convergencias", en R. Boyer e Y. Saillard (editores), Teoría de la regulación: estado de los conocimientos, vol. 2, Argentina, Eudeba, 1997. Darre, J. P. (1996), L'invention des pratiques dans l'agriculture. Vulgarisation et production locale de connaissance, París, Editions Karthala. Durkheim, E. (1993), La división del trabajo social, Argentina, Planeta [1893]. ______ (1996), Clasificaciones primitivas, España, Ariel [1902]. Elias, N. (1981), Qu'est-ce que la sociologie?, París, Éd. de l'Áube. Ezcurdia, E. (1997), "Proceso de comunicación, redes informales y adopción de tecnología entre productores agropecuarios del partido de Ayacucho", Tesis de Maestría en Extensión Agropecuaria, Universidad Nacional del Litoral e INTA, Argentina. Favereau, O. (1997), Convenciones y regulación, en R. Boyer e Y. Saillard (editores), Teoría de la regulación: estado de los conocimientos, vol. 2, Argentina, Eudeba, 1997. Forni, F. y M. Tort (1984), Las explotaciones familiares en la producción de cereales de la Región Pampeana Argentina, Argentina, CEIL-CONICET. Hamdan, V. (1997), lnformation et décision; contribution méthodologique pour l'élaboration d'outils de gestion agricole DEA, Francia, Université de Bourgogne. Landais, E. y G. Balent (1993), "Introduction a l'étude des pratiques d'élevage estensif', en Pratiques d'élevage estensif, núm. 27 du "Etudes et recherches sur les systemes agraires et le développement", INRA. Marx, K., (1997), Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, España, Siglo XXI editores [1858]. Rosenstein, S., R. Albanesi y R. Cittadini (1997), "La sociología comprensiva y la extensión rural", Cuadernos de desarrollo rural de la Pontificia Universidad Saveriana de Bogotá, núms. 38 y 39, Colombia, pp. 75-95. Sabato, J. F. (1979), Notas sobre la formación de la clase dominante en la Argentina moderna, Argentina, CISEA. Sarlangue (2000), "Adopción de prácticas conservacionistas en dos comunidades del sudeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina", Tesis de maestría, Universidad Internacional de Andalucía, La Rábida, España. Villeval, M. C. (1997), "¿Una teoría económica de las instituciones?", en R. Boyer e Y. Saillard (editores), Teoría de la regulación: estado de los conocimientos, vol. 2, Argentina, Eudeba, 1997.



Weber, M. (1999), Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica [1922].

Anexo El concepto de habitus Dado que el concepto de habitus es clave en la confrontación que realiza Bourdieu con la teoría del actor racional, a continuación transcribimos diferentes párrafos(5) en los que el autor pone en evidencia el alcance de su conceptualización: Bourdieu nos explica qué es y cómo funciona el habitus. Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen hábitus, sistemas de disposiciones durables y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, en tanto principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a sus metas sin suponer la intención consciente de alcanzar determinados fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente respondiendo a "reglas" y a "regularidades" sin ser en nada el producto de la obediencia a reglas (SP, p. 88). Si uno observa regularmente una correlación muy estrecha entre las probabilidades objetivas científicamente construidas (por ej., las oportunidades de acceso a tal o tal bien) y las esperanzas subjetivas (las motivaciones y las necesidades) no es porque los agentes ajusten conscientemente sus aspiraciones a una evaluación exacta de sus posibilidades de éxito, a la manera de un jugador que haría su juego en función de una información perfecta sobre sus oportunidades de ganar. En realidad, dado que las disposiciones durablemente inculcadas por las posibilidades y las imposibilidades, las libertades y las necesidades, las facilidades y las prohibiciones que son inscritas en las condiciones objetivas engendran disposiciones compatibles con esas condiciones y en cierta manera preadaptadas a sus exigencias, las prácticas más improbables se encuentran excluidas, antes de todo examen, a título de impensables, por esta suerte de sumisión inmediata al orden que inclina a hacer de la necesidad virtud, es decir, a rechazar lo rechazado ya querer lo inevitable. Las condiciones mismas de la producción del habitus, necesidad hecha virtud, hacen que las anticipaciones que él engendra tiendan a ignorar la restricción a la cual subordina la validez de todo cálculo de probabilidades, a saber, que las condiciones de la experiencia no hayan estado modificadas: a diferencia de las estimaciones teóricas que se corrigen después de cada experiencia según las reglas rigurosas de cálculo, las anticipaciones del habitus, suerte de hipótesis práctica fundada sobre la experiencia pasada, confieren un peso desmedido a las primeras experiencias (SP, p. 90). Producto de la historia, el habitus produce prácticas individuales y colectivas, por lo tanto produce historia conforme a los esquemas engendrados por la historia; asegura la presencia activa de las experiencias pasadas que, depositadas en cada organismo bajo la forma de esquema de percepción, de pensamiento y de acción, tienden más seguramente que todas las reglas formales y todas las normas

explícitas a garantizar la conformidad de las prácticas y sus constancias a través del tiempo (SP, p. 91).

Bourdieu cuestiona que sólo exista un tipo de interés: El concepto de interés, tal como lo concibo, es enteramente distinto del interés transhistórico y universal de la teoría utilitarista, universalización inconsciente de la forma de interés que genera y exige una economía capitalista. Lejos de ser una invariante antropológica, el interés es una arbitrariedad histórica, una construcción histórica que sólo puede conocerse mediante el análisis histórico, ex post, a través de la observación empírica, y que puede ser deducido a priori de una concepción ficticia y a todas luces etnocéntrica del "Hombre" (R, p. 80). A su vez, nos muestra que el actor racional es un producto histórico y que funciona condicionado por la estructura o campo específico en el que está inserto. La teoría de la acción racional sólo reconoce las respuestas racionales de un agente carente de historia, indeterminado e intercambiable. Esta antropología imaginaria pretende fundamentar la acción, económica o no, en la elección intencional de un actor libre de cualquier tipo de condicionamiento económico y social. Ignora la historia individual y colectiva de los agentes a través de la cual se constituyen las estructuras de preferencias que los caracterizan, dentro de una compleja dialéctica temporal con las estructuras objetivas que las producen y que ellas tienden a reproducir (R, p. 85).

Bourdieu recurre a sus investigaciones antropológicas realizadas en la década de 1960 para reflexionar sobre las condiciones sociales para la racionalidad de las conductas económicas. Como lo mostré en mis trabajos acerca de Argelia, el habitus "racional" o, mejor dicho, razonable, que es la condición previa de una práctica económica ajustada, adaptada y atinada, no puede construirse ni desarrollarse sino cuando existen ciertas condiciones de posibilidad, en particular económicas, y que la conducta racional, cuya posibilidad determina a priori, es el producto de una particular condición económica y social definida por la posesión de la cantidad mínima de capital económico y social necesario para percibir y aprovechar las oportunidades potenciales formalmente ofrecidas a todo el mundo. Todas las capacidades y disposiciones que esta teoría atribuye liberalmente a un actor abstracto --el arte de estimar y asumir riesgos, la capacidad de anticipar mediante una forma práctica de inducción y de aportar lo posible contra lo probable al costo de un riesgo calculado, la propensión a invertir, el acceso a la información económica, etc. no pueden adquirirse sino en ciertas condiciones económicas y sociales bien definidas; de hecho, aquellas siempre están en función del poder de que se disponga en y sobre una economía particular. Al postular la existencia de un interés universal y previamente constituido, la teoría en cuestión pasa por alto la génesis social de las diferentes formas de interés (R, p. 86).

Su cuestionamiento a la racionalidad es más radical que el desarrollado por Herber Simon:

La racionalidad es limitada no sólo porque la información disponible es limitada y la mente humana es genéricamente limitada, es decir, que no tiene manera de concebir integralmente todas las situaciones, sobre todo en la urgencia de la acción, sino también porque la mente humana es socialmente limitada, socialmente estructurada, ya que siempre permanece, quiérase o no, encerrada -salvo que tome conciencia de ello-- "dentro de los límites de su cerebro", como dijera Marx, esto es, dentro de los límites del sistema de categorías heredado de su formación (R, p. 87).

El habitus permite entender la razonabilidad de las conductas sin necesidad de postular la existencia de un actor racional. Por ser incorporación de lo social, el habitus se desenvuelve "a sus anchas" en el campo donde habita y al cual percibe de inmediato como provisto de sentido e interés. [...] La coincidencia entre las disposiciones y la posición entre el sentido del juego y el juego, conduce a la gente a hacer lo que debe sin planteárselo explícitamente como una meta, más allá del cálculo e, incluso, de la conciencia, más allá del discurso y la representación [...] Cuando el habitus entra en relación con el mundo social del cual es producto, se encuentra como pez en el agua y el mundo le parece autoevidente (R, p. 88). Sólo la noción de habitus puede explicar el hecho de que, sin ser propiamente racionales (es decir, sin organizar sus conductas a fin de maximizar el rendimiento de los recursos de que disponen o, dicho más sencillamente, sin calcular, sin plantear explícitamente sus objetivos, sin combinar en forma explícita los medios con los que cuentan para alcanzarlos, en fin, sin hacer combinaciones, planes o proyectos), los agentes sociales sean razonables, no sean insensatos, no cometan locuras (como cuando se dice que alguien "cometió una locura" al incurrir en un gasto "por encima de sus posibilidades): ellos son mucho menos extravagantes o ingenuos de lo que tendemos espontáneamente a creer, precisamente porque han interiorizado al término de un prolongado y complejo proceso de condicionamiento, las oportunidades objetivas que les son ofrecidas y saben identificar el porvenir que les corresponde, que está hecho para ellos y para el cual ellos están hechos (en oposición a aquello con respecto a lo cual decimos: "esto no es para nosotros"), mediante anticipaciones prácticas que les permiten reconocer de inmediato aquello que se impone sin mayor deliberación como "lo que se debe hacer" o "lo que se debe decir" (y que, en retrospectiva, aparecerá como "la única opción"). La dialéctica de las expectativas subjetivas y de las oportunidades objetivas opera por doquier en el mundo social y, las más de las veces, tiende a asegurar el ajuste de las primeras a las segundas (R, p. 90).

La adecuación de las estrategias no proviene de la racionalidad individual sino de la historia. El habitus encierra la solución de las paradojas del sentido objetivo sin intención subjetiva: está en la base de esos encadenamientos de hechos que son objetivamente organizados como estrategias sin ser el producto de una verdadera intención estratégica, lo que supondría al menos que ellos sean aprendidos como una estrategia entre otras posibles. Si cada uno de los momentos de la secuencia de acciones

ordenadas y orientadas que constituyen las estrategias objetivas pueden parecer determinados por la anticipación del futuro y en particular de sus propias consecuencias (lo que justifica el empleo del concepto de estrategia), quiere decir que las prácticas que engendra el habitus y que son comandadas por las condiciones pasadas de la producción, de sus principios generadores, están, por anticipado, adaptadas a las condiciones objetivas, siempre que las condiciones en las que el habitus funciona se mantengan idénticas -o parecidas- a las condiciones dentro de las cuales ellos se han constituido; el ajuste a las condiciones objetivas perfecta e inmediatamente logrado da la más completa ilusión de finalidad o, lo que viene siendo lo mismo, de mecanismo autorreglado (SP, p. 103).

La lógica del habitus queda particularmente de manifiesto cuando éste se vuelve inadecuado, cuando cambian las condiciones históricas que lo produjeron: Con todo, surgen desfases en los que las conductas se tornan ininteligibles si no se hace intervenir el habitus y su inercia propia, su hisérisis: pienso en el caso que pude observar en Argelia, donde las personas fueron brutalmente arrojadas a un "cosmos capitalista" con habitus "precapitalistas". También en situaciones de cambios revolucionarios [...] El ajuste previo del habitus a las condiciones objetivas es sólo un caso particular (sin duda el más frecuente), y hay que cuidarse de universalizar inconscientemente el modelo de la relación casi circular de reproducción casi perfecta que nunca se aplica a cabalidad sino en el caso extremo donde las condiciones de producción del habitus y las condiciones de su funcionamiento son idénticas u homotéticas (R, p. 90).

El habitus es un principio generador y unificador de prácticas: La teoría del habitus no sólo tiene el mérito de explicar de una manera más adecuada la lógica real de las prácticas (económicas, en particular) que la teoría de la acción racional simple y sencillamente destruye. Es una matriz de hipótesis científicas que han sido objeto de numerosas confirmaciones empíricas [...] Permite entender y explicar la constancia de las disposiciones, gustos y preferencias, que tanto coloca en aprietos a la economía neomarginalista (numerosos economistas han debido constatar que la estructura y el nivel de los gastos no se ven afectados por variaciones a corto plazo del ingreso y que los gastos de consumo están influidos por una fuerte inercia, por el simple hecho de que dependen de actos previos de consumo). También permite construir y aprehender de manera unitaria dimensiones de la práctica que a menudo se estudian en un orden disperso, ya sea por la propia ciencia, como la nupcialidad y la fertilidad, ya sea por ciencias diferentes, como la hipercorrección lingüística, la baja fertilidad y la gran propensión al ahorro, propias de la pequeña burguesía en ascenso (para mencionar, un poco al azar, dimensiones muy diferentes de la práctica) (R, p. 91).

La teoría del habitus no eliminan la elección estratégica y la deliberación como posible modalidad de acción. El ajuste inmediato entre el habitus y el campo es sólo una de las formas posibles de acción, aunque sea, con mucho, la más frecuente [...] Las

orientaciones sugeridas por el habitus pueden ir acompañadas de cálculos estratégicos de los costos y beneficios tendientes a llevar al nivel de la conciencia aquellas operaciones que el habitus efectúa conforme a su propia lógica. Además, los periodos de crisis, durante los cuales los ajustes rutinarios de las estructuras subjetivas y objetivas son brutalmente trastornados, constituyen una clase de circunstancias donde la elección racional puede predominar, por lo menos entre aquellos agentes que pueden, por así decirlo, darse el lujo de ser racionales (R, p. 91).

El habitus no es inmutable, evoluciona con la experiencia del sujeto: Siendo producto de la historia, es un sistema abierto de disposiciones, enfrentado de continuo a experiencias nuevas y, en consecuencia, afectado sin cesar por ellas. Es perdurable mas no inmutable (p. 92). Además, dado que se trata de un sistema de disposiciones, es decir, de virtualidades o potencialidades, el habitus se revela solamente en relación con una situación determinada. Es menester concebirlo como una especie de resorte en espera de ser soltado y, según los estímulos y la estructura del campo, el mismo habitus puede generar prácticas diferentes e incluso opuestas.

Caracterización del ámbito económico como un campo Pierre Bourdieu ha utilizado su conceptualización sobre las propiedades de los campos para el análisis de numerosos ámbitos de acción. Dentro del campo cultural analizó entre otros los campos literario, científico, universitario y el de la fotografía. En el ámbito de la economía analizó, entre sus últimas producciones, el campo de la industria editorial y el campo de la producción de viviendas en Francia. Este último estudio acaba de ser editado en español e incluye un capítulo de síntesis conceptual titulado "Principios de antropología económica", del cual intentaremos extraer los principales conceptos para poder valorar el aporte que pueden significar con relación al debate sobre la teoría económica que hoy nos convoca. En primer lugar transcribimos, del libro Respuestas, la definición general de campo que da Bourdieu: En términos analíticos, un campo puede definirse como una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones, por su situación actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital) –cuya posesión implica el acceso a las ganancias específicas que están en juego dentro del campo- y, de paso, por sus relaciones objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación, homología, etc.). En las sociedades muy diferenciadas, el cosmos social está constituido por el conjunto de estos microcosmos sociales relativamente autónomos, espacios de relaciones objetivas que forman la base de una lógica y una necesidad específica, que son irreductibles a las que rigen los demás campos (R, p. 64).

Y ya refiriéndose específicamente al campo económico nos explica cómo se constituye y funciona de acuerdo con las empresas que participan en él: Los agentes -en este caso las empresas- crean el espacio, esto es, el campo económico, que sólo existe por los agentes que se encuentran en él y que deforman el espacio próximo a ellos confiriéndole una estructura determinada. En otras palabras, en la relación entre las diferentes "fuentes de campo", vale decir, entre las diferentes empresas de producción se generan el campo y las relaciones de fuerza que lo caracterizan. Más concretamente, son los agentes, esto es, las empresas, definidas por el volumen y la estructura del capital específico que poseen, los que determinan la estructura del campo que los determina, es decir, el estado de las fuerzas que se ejercen sobre el conjunto de las empresas dedicadas a la producción de bienes similares. Las empresas, que ejercen efectos potenciales variables en su intensidad y dirección, controlan una parte del campo (participación en el mercado) tanto más grande cuanto más importante es su capital. En cuanto a los consumidores, su comportamiento se reduciría por completo al efecto del campo si no tuvieran cierta interacción con él (en función de su inercia absolutamente mínima). El peso (la energía) asociado a un agente, que padece el campo al mismo tiempo que lo estructura, depende de todos los otros puntos y de las relaciones entre todos los puntos, es decir, de todo el espacio (ESE, pp. 221-222).

La idea de campo implica la existencia de una estructura y difiere totalmente de la idea de un mercado en el que interactúan agentes autónomos equivalentes: La fuerza asociada a un agente depende de sus diferentes cartas de triunfo [...] es decir, más precisamente, del volumen y la estructura del capital que posee en sus diferentes tipos: capital financiero, real o potencial, capital cultural (que puede especificarse como capital tecnológico, capital jurídico y capital organizativo, incluido en él el capital de información sobre el campo), capital comercial, capital social y capital simbólico (ESE, p. 222). En oposición a la visión interaccionista, que no conoce otra forma de eficacia social que la "influencia" directamente ejercida por una empresa sobre otra a través de un tipo cualquiera de "interacción", la visión estructural toma en cuenta efectos que se cumplen al margen de cualquier interacción: la estructura del campo, definida por la distribución desigual del capital, es decir, de las armas específicas, pesa, más allá de toda intervención o manipulación directa, sobre el conjunto de los agentes participantes en el campo, a quienes restringe tanto más el espacio de posibilidades abierto ante ella cuanto peor situados están en esa distribución. La tendencia a la reproducción de la estructura es inmanente a la estructura misma del campo: la distribución de las cartas de triunfo gobierna la distribución de las posibilidades de éxito y de ganancias a través de mecanismos diversos, como las economías de escala o las "barreras a la entrada" resultantes de la desventaja permanente que los recién llegados deben enfrentar o del costo de explotación que deben tomar en cuenta [...] (ESE, p. 223).

Cada agente actúa con naturalidad en el marco que le posibilita su posición en la estructura y su habitus, ligado, a su vez, a dicha posición en la estructura. En razón de las regularidades inscritas en los juegos recurrentes que en él se desarrollan, el campo propone un futuro previsible y calculable, y los agentes adquieren en él conocimientos prácticos y disposiciones transmisibles (a veces llamados "rutinas") que son la base de previsiones prácticas más o menos groseramente fundadas (ESE, p. 224). . Las estrategias más conscientemente elaboradas sólo pueden llevarse a cabo en los límites y las direcciones que les asignan las restricciones estructurales y el conocimiento práctico o explícito, siempre distribuido de manera desigual, de esas coacciones (el capital de información que se asegura a los ocupantes de una posición dominante -en especial a través de la participación en consejos de administración o, en el caso de los bancos, por medio de los datos suministrados por los solicitantes de crédito- es, por ejemplo, uno de los recursos que permiten escoger las mejores estrategias de gestión del capital) (ESE, p. 224).

La relación entre la estructura y los precios: La estructura de la relación de fuerza entre empresas que no sólo interactúan de manera indirecta, por intermedio de los precios, contribuye, en lo esencial, a determinar los precios al determinar, a través de la posición ocupada en ella, las posibilidades diferenciales de influir en su formación, por ejemplo, gracias al efecto de la economía de escala resultante del hecho de que la fuerza en la negociación con los proveedores se incrementa con el tamaño, o que el costo de inversión por unidad de capacidad disminuye cuando aumenta la capacidad total (ESE, p. 225).

En el marco de su análisis, Bourdieu plantea la necesidad de rescatar la tradición de Harvard (Joe Bain y Edward Mason), la cual presenta similitudes con su enfoque de campo. Edward Mason, en efecto, tiene el mérito de establecer los fundamentos de un verdadero análisis estructural (en oposición al interaccionista) del funcionamiento de un campo económico. En primer lugar, plantea que sólo un análisis capaz de tomar en cuenta la estructura de cada empresa, principio de la disposición a reaccionar ante la estructura particular del campo, y la estructura de cada sector (industry), una y otra ignorados por los partidarios de la teoría de los juegos [...] puede explicar todas las diferencias entre las firmas en materia de prácticas competitivas, en especial en sus políticas de precios, producción e inversión [...] (ESE, p. 227)

El campo económico como campo de lucha El campo económico es, como todos los campos, un campo de lucha:

El campo de fuerzas es también un campo de luchas, campo de acción socialmente construido donde los agentes que cuentan con recursos diferentes se enfrentan para tener acceso al intercambio y conservar o transformar la relación de fuerza vigente. Las empresas libran en él acciones que dependen, en sus fines y su eficacia, de su posición en el campo de fuerza, es decir, en la estructura de la distribución del capital en todas sus formas. Lejos de estar frente a un universo sin gravedad ni restricciones, en el que puedan desarrollar sus estrategias a voluntad, están orientadas por las restricciones y las posibilidades inscritas en su posición y por la representación que pueden hacerse de esa posición y la de sus competidores, en función de su información y sUs estructuras cognitivas (ESE, p.227).

Los precios son un aspecto central de la lucha, y los grandes, en principio, tienen ventajas. La empresa dominante tiene por lo común la iniciativa en materia de cambio de precios, introducción de nuevos productos y medidas de distribución y promoción; está en condiciones de imponer la representación más favorable a sus intereses en cuanto a la manera más conveniente de jugar y las reglas del juego, y por lo tanto sobre la participación en éste y su perpetuación. Constituye un punto de referencia obligado para sus competidores que, hagan lo que hicieren, se ven conminados a tomar posición con respecto a ella, activa o pasivamente. Las amenazas que penden sin cesar sobre ella -ya se trate de la aparición de nuevos productos capaces de reemplazar los suyos o del alza excesiva de sus costos, que pueden poner en riesgo su producción- la obligan a una vigilancia constante (en especial en los casos de dominación compartida, en que se impone la coordinación destinada a limitar la competencia). Contra esas amenazas, la empresa dominante puede implementar dos estrategias muy diferentes: esforzarse por mejorar la posición global del campo tratando de incrementar la demanda general, o defender o aumentar sus posiciones conquistadas en el campo (su participación en el mercado) (ESE, p. 229). Las fuerzas del campo impulsan a los dominantes a adoptar estrategias cuyo fin es perpetuar o redoblar su dominación: De tal modo, el capital simbólico con que cuentan gracias a su preeminencia y también a su antigüedad les permite recurrir con éxito a estrategias destinadas a intimidar a sus competidores [...] (ESE, p. 230).

Efectos de la aparición de nuevos agentes y/o de la adopción de nueva tecnología. Las estrategias diferenciales según el tamaño de las empresas. La aparición de un nuevo agente eficiente modifica la estructura del campo. Del mismo modo, la adopción de una nueva tecnología y la conquista de una porción más grande del mercado modifican las posiciones relativas y el rendimiento de todos los tipos de capital en poder de las demás. Pero las firmas que ocupan un lugar secundario en un campo, también pueden atacar a la empresa dominante (y al resto de los competidores), de manera frontal, tratando por ejemplo de bajar sus costos y sus precios, en especial gracias a una innovación tecnológica, o de manera lateral, intentando colmar las

lagunas de la acción de la firma dominante y ocupar ciertos nichos al precio de una especialización de su producción, o volviendo contra ella sus propias estrategias, En ese caso, el éxito parece depender de la posición relativa en la estructura de la distribución del capital, y al mismo tiempo en el campo: mientras que las firmas muy grandes pueden obtener grandes ganancias gracias a economías de escala y las pequeñas pueden hacer otro tanto si se especializan para dedicarse a un segmento restringido del mercado, las empresas medianas tienen a menudo escasa rentabilidad porque, demasiado grandes para obtener las ganancias de una producción con un blanco bien preciso, son demasiado pequeñas para aprovechar las economías de escala de las mayores (ESE, p. 230).

La tecnología sola no alcanza, [...] se puede citar una serie de casos en que las empresas dominantes fueron reemplazadas a causa de una mutación tecnológica que, gracias a una reducción de los costos, le dio ventajas a empresas competidoras más pequeñas. Pero el capital tecnológico sólo es eficiente si se asocia a otros tipos de capital. Así se explica, sin duda, que los desafiantes victoriosos sean muy pocas veces pequeñas empresas nacientes y que, cuando no tienen su origen en la fusión de firmas ya establecidas, provengan de otras naciones o, sobre todo, de otros subcampos (ESE, p. 231).

El Estado no es neutral: Entre todos los intercambios con el exterior del campo, los más importantes son los que se establecen con el Estado. La competencia entre las empresas asume a menudo la forma de una competencia por el poder sobre el poder del Estado -en especial sobre el poder de reglamentación y los derechos de propiedad[...]

Refiriéndose a su estudio sobre la producción de viviendas en Francia, Bourdieu dice que: [...] en el caso, completamente ejemplar, del campo de producción de casas individuales, como en muchos otros, el Estado contribuye de manera decisiva a la construcción de la demanda y la oferta; ambas formas de intervención se efectúan bajo la influencia directa o indirecta de las partes más claramente interesadas (p. 232). 276

La empresa como campo Para Bourdieu los campos no están compuestos de "partículas elementales" sino de otros campos, de otras estructuras de relaciones. Esto sucede también en la economía. Los agentes económicos no son átomos individuales o actores racionales sino campos, organizaciones, estructuras.

Si entramos en la "caja negra" que constituye la empresa, no es para encontrar en ella individuos sino, una vez más, una estructura, la del campo de la empresa, que dispone de una autonomía relativa con respecto a las restricciones asociadas a su posición en el campo empresarial. Si el campo englobador afecta su estructura, ese campo englobado, en cuanto relación de fuerza y espacio de juego específico, define los términos y las apuestas mismas de la lucha, confiriéndole una fisonomía singular que a menudo los hace, a primera vista, ininteligibles desde afuera. [...] Los fines de una compañía son objeto de luchas y hay que sustituir los cálculos racionales de un "decisor" esclarecido por la lucha política entre agentes que tienden a identificar sus intereses específicos (ligados a su posición en la empresa y a sus disposiciones) con los intereses de la firma y cuyo poder se mide sin duda por su capacidad de identificar, para bien o para mal [...], los intereses de la empresa con los suyos propios en ella (234).

El habitus económico Para Bourdieu el homo economicus es una especie de monstruo antropológico y cita a Gary Becker quien propone que: El enfoque económico [...] supone hoy que los individuos maximizan su utilidad a partir de preferencias básicas que no cambian con rapidez con el paso del tiempo, y que el comportamiento de distintos individuos es coordinado por mercados explícitos o implícitos [...] El enfoque económico no se restringe a bienes y necesidades materiales o a mercados con transacciones monetarias, y conceptualmente no distingue entre decisiones mayores o menores o entre decisiones "emocionales" y de otro tipo. En rigor [...] el enfoque económico proporciona un marco aplicable a todo el comportamiento humano: a toda clase de decisiones y a personas de toda condición (ESE, p. 237).

En contraposición, a través del concepto de habitus, Bourdieu plantea que [...] si hay una propiedad universal, es la de que los agentes no son universales porque sus propiedades, y en particular sus preferencias y sus gustos, son el producto de su emplazamiento y sus desplazamientos en el espacio social, y por lo tanto de la historia colectiva e individual. La conducta económica socialmente reconocida como racional es el producto de ciertas condiciones económicas y sociales. Siempre que se la refiera a su génesis individual y colectiva, podrán comprenderse las condiciones económicas y sociales de posibilidad y, de ese modo, a la vez la necesidad y los límites sociológicos de la razón económica y de nociones aparentemente incondicionadas como las de necesidades, cálculo o preferencias (ESE, p. 239).

La practicidad del habitus:

El habitus es un principio de acción muy económico que asegura una enorme economía de cálculo (en especial del cálculo de los costos de investigación y medición) y también de tiempo, recurso particularmente escaso en la acción. En consecuencia, está especialmente adaptado a las circunstancias ordinarias de la existencia que, debido a la urgencia o en razón de la insuficiencia de los conocimientos necesarios, casi no dan cabida a la evaluación consciente y calculada de las posibilidades de ganancia (ESE, p. 241).

Las previsiones razonables del habitus: A la constancia (relativa) de las disposiciones corresponde la constancia (relativa) de los juegos sociales en que ellas se constituyen: al igual que éstos, los juegos económicos no son juegos de azar; exhiben regularidades y recurrencias de configuraciones semejantes en número finito que les confieren cierta monotonía. En consecuencia, el habitus produce previsiones razonables (y no racionales) que, por ser el producto de disposiciones nacidas de la incorporación sensible de la experiencia de situaciones constantes recurrentes, se adaptan de inmediato a situaciones novedosas pero no radicalmente insólitas. En cuanto la disposición a actuar que es el producto de experiencias anteriores de situaciones similares, asegura un dominio práctico de las situaciones de incertidumbre y funda una relación con el futuro que no es la del proyecto, como mira de posibilidades que pueden suceder o no suceder, sino la de la previsión práctica: al descubrir en la objetividad misma del mundo lo que se presenta como la única cosa por hacer, y captar lo por venir como un casi presente (y no como un futuro contingente), la previsión de lo por venir es por completo ajena a la lógica puramente especulativa de un cálculo de los riesgos, capaz de atribuir valores a las diferentes posibilidades enfrentadas (ESE, p. 242).

Una ilusión bien fundada Bourdieu muestra las causas que pueden inducir a error y dar crédito a la teoría del actor racional y concluye en el interés de reintegrar la economía al tronco de las ciencias sociales. Si una hipótesis tan irrealista como la que funda la teoría de la acción o la previsión racional puede parecer convalidada por los hechos es porque, en razón de la correspondencia estadística, empíricamente establecida, entre las disposiciones y las posiciones, los agentes forman, en la gran mayoría de los casos [...] esperanzas razonables, es decir, ajustadas a las posibilidades objetivas [...] (ESE, p. 242). Al dar una forma explícita y sistemática a la f1losofia del agente y la acción que la ortodoxia económica acepta las más de las veces de manera tácita [...] los partidarios de la Teoría de la acción racional (entre ellos algunos economistas como Gary Becker) y del

Individualismo metodológico (como James Coleman, Jon Elster y sus epígonos franceses) habrán prestado sin duda un servicio eminente a la investigación: su ultrarracionalismo estrechamente intelectualista contradice de manera directa, por su mismo exceso y su indiferencia a la experiencia, las conquistas más sólidas de las ciencias históricas de las prácticas humanas. Si pareció necesario mostrar que muchos de los logros de la ciencia económica son perfectamente compatibles con una filosofía del agente, de la acción, del tiempo y del mundo social completamente diferente de la que producen o aceptan por lo común la mayor parte de los economistas, no fue entonces para hacer sacrificios a una especie de pundonor filosófico, sino únicamente para intentar reunificar las ciencias sociales, con un esfuerzo por devolver a la economía a su verdad de ciencia histórica (ESE, p. 243).

NOTAS AL PIE * Investigador del Área de Economía y Sociología Rural, Estación Experimental Agropecuaria Balcarce del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP), Argentina. Correo electrónico: . 1 Esta interpretación del comportamiento del productor familiar no fue privativa de los sociólogos sino que alcanzó también a un sector de economistas (Astori, 1984). Ambos tuvieron como referente común a Chayanov, redescubierto en los años setenta, y crearon una fuerte corriente interpretativa sobre el comportamiento y la función del campesinado en América Latina. 2 Los aspectos más controvertidos están referidos al relativo desconocimiento de los efectos que pueden producirse a nivel de la salud humana y a las consecuencias negativas que podrían causarse a nivel de medio ambiente. 3 Usamos el término racionalidad comunicativa en el sentido de Habermas para indicar una situación de intercambio con base en argumentos, sin ninguna imposición por autoridad o prestigio. 4 Los investigadores del Departamento de Sistemas Agrarios y Desarrollo del INRA definen el término prácticas como "el conjunto de actividades materiales intencionales y regulares que los productores desarrollan en el marco del manejo de los procesos de producción agropecuaria. Las prácticas son del orden de la acción, se oponen a las técnicas que son del orden del conocimiento. La técnica, modelo conceptual transmisible para una acción finalizada para la producción, es descrita in abstracto, sin referencia a una situación concreta, bajo la forma de «enunciados enseñables». La práctica a la inversa se enraíza en un contexto particular, histórica, geográfica y socialmente situado. Si las técnicas pueden ser descritas independientemente del productor que las pone en práctica, no sucede lo mismo con las prácticas, las cuales se ligan al operador ya las condiciones en las que él ejerce su oficio" (Landais E. y Balent G., 1993). 5 Las citas corresponden a distintas obras de Bourdieu y se indican según las siguientes abreviaturas: SP: Sentido práctico (1980). R: Respuestas para una antropología reflexiva (1995). ESE: Estructuras sociales de la economía (2001).

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.