Cincuenta años de filología en Gredos

May 23, 2017 | Autor: O. de Emilio Alarcos | Categoría: History of Linguistics, Philology, Linguistics
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Descripción

CINCUENTA AÑOS DE FILOLOGÍA EN GREDOS

De la tetrarquía fundadora de Gredos hace medio siglo, el primer arconte que conocí fue Julio Calonge. Coincidíamos casi a diario sentados ante los pupitres a dos aguas vertientes de la biblioteca del Ateneo, unas veces contiguos de sillón, otras afrontados, bajo la alta luz cenital de la claraboya, algo polvorienta, o cobijados al resplandor de las pantallas eléctricas. Allí estaba Julio, atezado y enjuto, intensamente precipitado de mirada sobre los textos griegos, chupeteando nervioso de la boquilla en ristre, ajeno a las perturbaciones del ambiente. En las calinosas horas de la prima tarde, lector había siempre al que, víctima de la modorra, se le escurría de la manos ruidosamente el libro, y ora se desvelaba inquieto y temeroso de haber sido sorprendido en semejante reprobable desafuero, ora doblegando resignado la testa, densa de sueño y ciencia, se remontaba en rítmico ronroneo al empíreo. No era de estos Julio: sin descanso se daba a su tarea, mano vertiginosa hojeando el diccionario, la pluma cursiva y ágil sobre el papel, y humo y humo elevándose despacio en volutas irregulares y voluptuosas. Había recreos en que se hablaba de todo con cierta circunspección, pues nunca estaba uno seguro de que no 265

hubiera sicofantas del régimen ortóptero. El señor Matías, con sus barbas a lo gomezmoreno, nos aconsejaba servicial en nuestras inquisiciones por los ficheros. Fuera, hacía frío o calor, y los periódicos, en general, empezaban a hablar con cauta reticencia de germánicas defensas elásticas. Dentro de los bolsillos había por lo común penuria, y, a lo más, glomérulos de hilachas, tamo y pelusa (tal vez alguna brizna de tabaco). Pero la ilusión y la esperanza no se perdían. Con ilusión y esperanza, justamente, comenzó por entonces Gredos, en principio ocupada en editar textos latinos y griegos comentados; línea en la que, ampliándola, también ha proseguido hasta hoy. Sin embargo, el salto cualitativo que permitió a la capra hispánica de sus portadas (hoy sería casi obligado decir la "emblemática capra hispánica", pero me niego a sumarme a lo recibido), el salto, digo, que permitió a la capra salir de sus dominios de Gredos para sortear con ímpetu y eficacia todos los riscos del mundo, fue la acertada idea, que no sé quién de los tetrarcas concibió, de acercarse un buen día a Dámaso Alonso y confiarle la dirección científica de la serie Románica Hispánica, inaugurada cinco o seis años después de haberse puesto en marcha la editorial. Era una verdadera necesidad en el deshabitado panorama español de la filología. En tiempos que parecían remotos, algo se había intentado en el Centro de Estudios Históricos; pero el considerable trastorno que en aquella institución benemérita introdujeron las consecuencias de la esquizofrenia incivil de los tres años,

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había dejado desértico el horizonte filológico. Si los primeros pasos de Gredos trataban de abastecer la demanda de las lenguas clásicas en el bachillerato (dominio hoy, de nuevo, por desgracia, escuálido y decrépito), la idea de la Biblioteca Románica Hispánica era oportunísima ante el auge que estas disciplinas parecían revelar. La colección venía a ser una transposición al español de la Bibliotheca Romanica que por los años cuarenta empezó a publicar, en las ediciones Francke de Berna, el gran romanista Walter von Wartburg, muy apreciado de Dámaso, que lo había traducido con la colaboración de Emilio Lorenzo. La Bibliotheca del profesor helvético se componía de dos series: la Series prima de Manualia et Commentationes y la Series altera de Scripta romanica selecta. La adaptación damasiana ensanchó el área de intereses, y abarcó todo lo filológico, la lengua y también la literatura, y se desarrolló en cuatro series: l. Tratados y monografías (donde precisamente se tradujo uno de los libros de don Gualterio, La fragmentación lingüística de la Romania), II. Estudios y ensayos (que comenzó con Poesía española de Dámaso), III. Manuales (que empezó con mi Fonología española en 1950), y IV. Textos (que inauguró la Antología del latín vulgar de Manuel C. Díaz). Más tarde se agregaron otras cuatro series (diccionarios, antología hispánica, campo abierto y facsímiles). Dámaso Alonso, para empezar, se aseguró la colaboración de las figuras consagradas, pero también echó mano de los que entonces empezábamos y le merecíamos cierto margen de confianza. La colección prospe-

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ró rápidamente, e incluso, a su imagen y semejanza, se crearon series sobre otras materias científicas. El éxito se debió sin duda a la autoridad irrebatida de Dámaso Alonso, pero no menos a la perspicacia y constancia admirables de los cuatro fundadores, hoy dichosamente vivos y coleando, aunque por coquetería de la edad relevados en sus quehaceres por la generación feliz de sus epígonos. Y asimismo, quiero decirlo hoy aquí, gracias a algunos encarnizados colaboradores en la sombra, en la trastienda menos brillante, que ejemplificaré en la persona de un compañero de la antigua juventud bernardino-universitaria: Agustín del Campo, cuyo ingenio, inteligencia, sabiduría y capacidad de trabajo le auguraban el mejor futuro. Pero circunstancias adversas, aquí fuera de lugar, y su carácter integérrimo, impidieron que alcanzara una cátedra, y hasta, sin duda alguna, un sillón académico. Voy a recordar brevemente lo que la Románica Hispánica significó en el campo de la filología española. Tuvo el mérito de hacer accesibles a estudiantes y estudiosos las obras más considerables que se habían publicado en el extranjero junto con los productos de los filólogos autóctonos, y hoy es la base a que debe acudir cualquier aficionado a la filología románica. Gredas ha sabido elegir, yo creo, lo más representativo de la labor filológica de este medio siglo, y ha cumplido una labor difusora innegable. Nunca hubo empresa semejante, ni otros intentos posteriores han podido acercarse a su calidad y su cantidad. Ha servido también para exportar lo que desde España se ha hecho en es268

te dominio desplegándolo no solo en los países de lengua española, sino también en tierras dominadas antes exclusivamente por el francés, el alemán y hoy sobre todo por el inglés. Dejaré de lado aquí lo que corresponde a la literatura y a la crítica literaria, para ceñirme sólo a lo referente a la lingüística. Al contrario que otras colecciones que nacen bajo el signo de alguna tendencia cerrada y exclusivista desde el punto de vista doctrinal, Gredos, con cierto eclecticismo bien temperado, se ha distinguido por la apertura a todos los horizontes que se han ido sucediendo en tan largo período. junto a las obras del más perfecto positivismo (Wartburg, Rohlfs, por ejemplo) y las del más acendrado idealismo (Spitzer y algunas de los dos Alonsos), no rehusó desde el principio editar lo que en aquellas calendas parecía sorprendente, como mi citada Fonología y sobre todo mi versión tempranísima de las doctrinas de Hjelmslev en la Gramática estructural, tan enteca de páginas como dura de roer, que, según contaba con mucha gracia Hipólito Escolar, era recomendada a los libreros por un delegado con estas palabras: "¿Ven esta gramática? Bueno, pues como si la hubiese escrito Dalí". Han pasado muchos años y hoy hay muchas y más frecuentes muestras de ese trovar clus exhibido entonces por la glosemática danesa, la cual casi nos parece ya juego de niños. Por eso, en las series de Gredos se encuentran obras de las diversas metodologías, incluída la generativa, aunque ciertamente no aparezca como la preferida. En

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la serie de Manuales, por ejemplo, se ha pretendido cubrir el campo fundamental de los intereses de un estudiante de filología con libros esenciales sobre el español, pero también sobre otras lenguas romances y sobre la historía y el método lingüísticos, desde los Elementos de fonética general de Gilí Gaya y la Dialectología Española de Alonso Zamora hasta la Sociolingüística de Humberto López Morales y la reciente traducción del libro diacrónico de Lloyd Del latín al español, pasando por los inevitables tratados introductorios o generales de Lausberg, Martinet, Coseriu, Adrados, Ruwet, Alvar, y, claro es, la Historia de la lengua Española de Lapesa. Es elogiable, y además indicio de la orientación latente de Gredos, el haberse intentado la edición casi completa de ciertos lingüistas extranjeros que constituyen la base de la lingüística de este siglo: L. Hjelmslev, A. Martinet, E. Coseriu. Si contemplamos el camino recorrido durante medio siglo, no podemos negar que la labor de Gredos ha sido síntoma de la prosperidad, hasta ahora, de los estudios filológicos en España. Nunca, aunque sea inmodesto afirmarlo, lo que España había realizado en estos terrenos había conseguido una repercusión tan compacta y sostenida como la de estas décadas. Porque, en efecto, es sólo en este campo de las humanidades, que incluye la filología, donde los españoles hemos logrado exportar algo, ya desde los tiempos, menos propicios a la expansión, pero dorados, de don Ramón Menéndez Pidal y sus discípulos. Gredos es sin duda el mejor exponente. 270

Y ahora, al mirar hacia atrás y desde allí atisbar hacia el futuro, en estos momentos de inseguridades, desavenencias y desbarajustes que amenazan sin tregua a las ciencias humanas, al talante humanístico, me pregunto, perplejo y con cierta zozobra, ¿qué pasará? No lo veremos, pero a veces me desasosiega el ánimo la sombra turbia de lo peor. Sin embargo, otras veces, optimista que es uno, me digo: después de este largo colapso del humanismo que estamos viviendo, ¿acaso no se regresará a él, dolorida la humanidad por la nostalgia? No lo sé. Pero, ahora, ante el quincuagenario de Gredos, ante su excepcional labor, que solo he esbozado, me parece justo que hagamos votos por su perduración y su aumento día a día, por consieglo.

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