Cicero philosophus. Un análisis histórico del estatus filosófico de Cicerón

June 26, 2017 | Autor: C. Pineda-Pérez | Categoría: Philosophical Scepticism, Hellenistic Philosophy, Cicero, Roman Philosophy, Cicero's philosophical works
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Descripción

Cicero philosophus. Un análisis histórico del estatus filosófico de Cicerón Christian Felipe Pineda Pérez Universidad del Valle

Recibido: octubre de 2013; aprobado: enero de 2014 Revista Légein N° 19, julio - diciembre 2014: 61 - 93

ISSN 1794-5291

Christian Felipe Pineda Pérez Egresado del programa de Licenciatura en Filosofía de la Universidad del Valle. Su trabajo de grado titulado Las relaciones entre filosofía y retórica en el pensamiento de Cicerón obtuvo la mención laureada. Asistente del grupo de investigación Daimôn-Ágora del Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle. Sus temas de interés son la filosofía ciceroniana, la filosofía romana, el escepticismo antiguo y las relaciones entre filosofía y retórica. Correo electrónico: [email protected]

Cicero philosophus. Un análisis histórico del estatus filosófico de Cicerón Christian Felipe Pineda Pérez Universidad del Valle

Resumen

Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a. n. e.) es uno de los pocos pensadores de la antigüedad cuya imagen ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. Después del infortunado silencio al que fueron condenadas sus obras y planteamientos filosóficos por más de dos siglos, la filosofía de Cicerón se ha convertido en objeto de numerosos estudios y ha suscitado múltiples debates entre los especialistas en los últimos años. Así pues, en el presente artículo trataré de dar cuenta del modo en que ha evolucionado la valoración de la figura de Cicerón en la Historia de la Filosofía. Para tal fin me detendré en los tres momentos históricos más relevantes por los cuales ha caminado Cicero philosophus: i) el desprecio por la filosofía de Cicerón, ii) el eclecticismo de Cicerón, y iii) la revalorización del estatus filosófico de Cicerón. Palabras Clave: Cicerón, eclecticismo, Nueva Academia, escepticismo académico, filosofía romana.

Abstract

Marcus Tullius Cicero (106 – 43 BC) is one of the few thinkers from antiquity whose image has radically changed in recent decades. After the unfortunate silence to which his philosophical works and approaches were condemned for over two centuries, Cicero’s philosophy has turned into the subject of numerous studies and has provoked multiple debates among the specialists in recent years. Thus, in this article I will try to account for how the assessment of Cicero’s figure has evolved in the History of Philosophy. For this purpose I will focus on the three most relevant historical moments through which Cicero philosophus has walked: i) the disdain of Cicero’s philosophy, ii) Cicero’s eclecticism, and iii) the revaluation of Cicero’s philosophical status. Keywords: Cicero, eclecticism, New Academy, Academic Scepticism, Roman philosophy.

REVISTA LÉGEIN N° 19 • JULIO - DICIEMBRE 2014

Muchas veces rogaba a sus amigos no le llamaran orador, sino filósofo, porque la filosofía la había elegido por ocupación, y la oratoria no la empleaba sino como un instrumento útil en el gobierno. —Plutarco, Cicero XXXII—

Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a. n. e.) es uno de los pocos pensadores de la antigüedad cuya imagen ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. Después del infortunado silencio al que fueron condenados sus obras y planteamientos filosóficos por más de dos siglos, la filosofía de Cicerón se ha convertido en el objeto de numerosos estudios y ha suscitado múltiples debates entre los especialistas en los últimos años. Así pues, en el presente artículo trataré de dar cuenta del modo en que ha evolucionado la valoración de la figura de Cicerón en la Historia de la Filosofía. Para tal fin me detendré en los tres momentos históricos más relevantes a través de los cuales ha caminado Cicero philosophus: i) el desprecio por la filosofía de Cicerón, ii) el eclecticismo de Cicerón, y iii) la revalorización del estatus filosófico de Cicerón. Vale aclarar que en este artículo no tomaré ninguna postura en relación al estatus filosófico de Cicerón, pues este análisis histórico es meramente descriptivoexplicativo.

1. El desprecio por la filosofía de Cicerón

El desprecio por la filosofía de Cicerón fue —o es— un fenómeno que apareció tardíamente a finales del siglo XIX. De hecho, el valor y la importancia de la filosofía y de las obras filosóficas de Cicerón no fueron puestas en duda en un principio. Durante la antigüedad, en el medioevo y el renacimiento, las obras y planteamientos filosóficos de Cicerón fueron analizados y discutidos. Cien años después de su muerte, el rétor latino Marco Fabio Quintiliano siguió y discutió, en su obra Institutio Oratoria, las tesis retórico-filosóficas que Cicerón había consignado en De oratore, Brutus y Orator, en especial aquella tesis que defendía la alianza entre la filosofía y la retórica (Cfr. Inst XII, 2). En los albores del medioevo, San Agustín fue uno de los mayores admiradores y, al mismo tiempo, detractores de los postulados filosóficos de Cicerón. Incluso llegó a preguntarse, no sin la reserva propia de un hombre cristiano, lo siguiente: “¿No fue sabio Cicerón, cuando él introdujo y elevó a su perfección la filosofía entre los romanos?” (Con. Ac. I, 8). En todo caso, el 64

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propio Agustín aseguró que la lectura del Hortensius de Cicerón provocó en él una suerte de prima conversio previa a su conversión definitiva al cristianismo: [S]iguiendo el orden usado en la enseñanza de tales estudios [i.e. los retóricos], llegué a un libro de un cierto Cicerón, cuyo lenguaje casi todos admiran, aunque no así su fondo. Este libro contiene una exhortación suya a la filosofía, y se llama el Hortensius. Semejante libro cambió mis afectos y mudó hacia ti, Señor, mis súplicas e hizo que mis votos y deseos fueran otros. De repente apareció a mis ojos vil toda esperanza vana, y con increíble ardor de mi corazón suspiraba por la inmortalidad de la sabiduría, y comencé a levantarme para volver a ti (Conf. III, 4, 7).

Si nos detenemos en algunas de las obras de Agustín descubriremos la presencia perenne de la filosofía de Cicerón. Por ejemplo, el Contra academicos fue una obra que escribió Agustín con el fin de atacar y derribar los pilares del escepticismo académico, doctrina que fue defendida por Cicerón y que había expuesto en sus Academica. En el libro IV de De doctrina christiana, Agustín sigue y discute muchas de las tesis retórico-filosóficas de Cicerón, sirviéndose de la figura del Orator perfectus ciceroniano para constituir su ideal del orador-predicador eclesiástico. Finalmente, a lo largo de su obra maestra De civitate dei podemos encontrar múltiples referencias a las tesis políticas desarrolladas por Cicerón en De re publica. Otro de los pensadores cristianos que leyó ávidamente las obras filosóficas de Cicerón fue Lactancio, quien fue llamado durante el Renacimiento “Cicero christianus” [el Cicerón cristiano] (Cfr. Schmitt 1972: 25). Pese a que Lactancio fue admirador de Cicerón, como buen cristiano y al igual que Agustín, atacó fuertemente las tesis del escepticismo académico defendido por Cicerón. De hecho, en su obra maestra Divinae institutiones, Lactancio cita pasajes del corpus filosófico ciceroniano para criticar la filiación filosófica de Cicerón y exaltar la sabiduría cristiana (Cfr. Div. Inst. III, 14, 9-21). En la Edad Media, durante el Renacimiento Carolingio, sucedió lo que podría denominarse “la segunda aculturación cristiana de Cicerón” (Grellard 2013: 1) —la primera vendría a ser la instituida por San Agustín y Lactancio. En este periodo encontramos que el máximo seguidor de la filosofía ciceroniana fue Juan de Salisbury, miembro de la Escuela de Chartres, un caso 65

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atípico en el pensamiento cristiano. Sus obras Polycratus y Metalogicon están atravesadas por el interés de conciliar el escepticismo académico ciceroniano y la doctrina cristiana, al punto de llegar a constituir una suerte de “escepticismo cristiano”1. En el Metalogicon, por ejemplo, discute las tesis ciceronianas acerca del conocimiento, la simplicidad y la inmortalidad del alma (Cfr. Metal. IV, 20).

Durante el Renacimiento hubo un gran entusiasmo por la figura de Cicerón, tanto como filósofo como orador, al punto de convertirse en un arquetipo para el humanismo renacentista. Durante este periodo las obras filosóficas de Cicerón fueron ampliamente leídas, comentadas, discutidas y criticadas, convirtiéndose en el centro de innumerables discusiones entre los pensadores renacentistas. Sería difícil numerar los comentarios y los autores que desde Petrarca en el siglo XIV siguiendo hasta el siglo XVII se ocuparon del pensamiento de Cicerón2. De paso consideremos a uno de los renacentistas franceses más importantes que más se acercó a Cicerón: Michel de Montaigne. Al igual que Agustín, Montaigne fue tanto un seguidor como un duro crítico de la filosofía de Cicerón. La influencia del escepticismo ciceroniano fue especialmente fuerte en Montaigne, tal como parece revelarlo su Apologie de Raimond Sebond (Cfr. Schmitt 1972: 105). Por otra parte, resulta bastante diciente el hecho de que en sus Essais decida realizar una “considération sur Cicéron” (libro I, ensayo XL) y que, además, Cicerón sea el autor antiguo más citado por Montaigne (Cfr. Lévy 2001: 370).

La situación del pensamiento filosófico de Cicerón en la modernidad es un poco más difusa. Algunos modernos como David Hume y Montesquieu leyeron ávidamente las obras filosóficas de Cicerón, de modo que podemos encontrar en sus obras la influencia de la filosofía ciceroniana. En el caso de Hume, su obra Dialogues Concerning Natural Religion sigue la estructura del De natura deorum de Cicerón. Para un análisis más amplio de “la segunda aculturación cristiana de Cicerón” y de la influencia de Cicerón en la filosofía de Juan de Salisbury véase, Grellard 2013; Schmitt 1972: 36-39. 2 Por ello remito a los trabajos eruditos de Hans Baron, especialmente su artículo (1938) “Cicero and the Roman Civic Spirit in the Middle Ages and the Early Renaissance”, Bulletin of the John Rylands Library, Nº 22, pp. 3-28. También remito a la obra de Charles Schmitt que se ha citado en este trabajo (1972). Mientras la obra de Baron se centra en la influencia de las tesis ético-políticas de Cicerón en el Renacimiento, Schmitt se centra en la influencia del escepticismo ciceroniano en el mismo periodo. 1

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Hume se basa en los personajes del De natura deorum para construir los interlocutores de su obra, emulando incluso los nombres de los personajes3. En el caso de Montesquieu, vemos en su Discours sur Cicéron una bella apología a la filosofía ciceroniana de la cual vale la pena citar un fragmento: Él no merece menos el título de filósofo que el de orador romano. Incluso se puede decir que se destacó más en el Liceo que sobre la tribuna: mientras es original en sus libros de filosofía, tiene varios rivales en su elocuencia. Es el primero, entre los romanos, que extrajo la filosofía de las manos de los sabios, y la liberó de las dificultades de una lengua extranjera. La hizo común a todos los hombres, como la razón, y, en medio de los aplausos que recibió, la gente de letras se encontró de acuerdo con el pueblo. [...] ¡Qué placer verlo, en su libro De la naturaleza de los dioses, pasar revista de todas las sectas, confundir a todos los filósofos, y señalar cada prejuicio de alguna deshonra! [...]Con qué satisfacción se le ve, en su libro De la adivinación, liberar el espíritu de los romanos del yugo ridículo de los arúspices y de las reglas de este arte [...] (Montesquieu 1940: 4-5).

No obstante, los elogios que Hume y Montesquieu promulgaron por Cicerón no son el común denominador en la modernidad. Muchos estudiosos se han consagrado a analizar y determinar la influencia de la filosofía ciceroniana en los filósofos modernos más importantes como Descartes, Hume y Kant, y en otros menos conocidos como La Mothe le Vayer, Huet y Simon Foucher4. El veredicto general de estos estudios afirma que, en efecto, hubo una fuerte influencia de la filosofía de Cicerón, en especial de su escepticismo académico, en los pensadores modernos. Sin embargo, el hecho de que estos estudiosos En De natura deorum los interlocutores son el estoico Balbo y el académico Cotta. En Dialogues Concerning Natural Religion, un interlocutor lleva el nombre de uno de los representantes del estoicismo: Cleantes; otro el de uno de los académicos más reconocidos: Filón (de Larisa). 4 Me gustaría mencionar el estudio más reciente sobre esta cuestión: (2013) “La réception des Académiques à l’Âge moderne” (dir. S. Giocanti), en Astérion, Nº 11. Recuperado de http://asterion.revues.org/2332. La influencia del pensamiento de Cicerón en el siglo XVII ha sido estudiada por Alain Michel en su artículo (1973) “L’influence de l’académisme cicéronien sur la rhétorique et la philosophie au XVIIe siècle: La Mothe le Vayer, Huet, Pascal, Leibniz”, en: P. Tuynman, G. Kuiper y E. Kessler (eds), Acta Conuentus Neolatini Amstelodamensis. Munich: W. Fink, pp. 758-774. 3

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tengan que esforzarse por hacer explicita esta influencia, tratando de remediar la escasez —y muchas veces la ausencia— de referencias directas a Cicerón en las obras de los modernos, nos enfrenta a la siguiente situación: los filósofos modernos recibieron la influencia de Cicerón de modo indirecto o, si fue de modo directo, no la reconocieron. En cualquier caso, pareciese que la filosofía de Cicerón no era digna de ser mencionada, tratada, discutida ni siquiera de ser criticada. Así pues, encontramos que en la modernidad empezó a instalarse poco a poco un silencio sobre la figura de Cicerón en el plano filosófico. Este Hecho ya había sido advertido con certeza por Hume cuando, en Of the Standard of Taste, afirma que: “la filosofía abstracta de Cicerón ha perdido su crédito; la vehemencia de su oratoria aún es objeto de nuestra admiración” (Hume 2005: 573. La traducción es mía).

A finales de la modernidad, G. W. F. Hegel se encargó de dar la estocada final al paulatino olvido de la filosofía ciceroniana, condenándola al desprecio y a un deshonroso silencio. En sus Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, Hegel llama “filosofía popular” (Populärphilosophie) a cierto modo de filosofar que, en palabras de Zande, puede ser entendido como una suerte de combinación de filosofía práctica y habilidades literarias, cuyo fin es educar moralmente a los ciudadanos letrados para que sean útiles al Estado (Cfr. Zande 1995: 421). Hegel consideraba que dicho modo de filosofar —junto con su fin meramente moralista— no era digno de considerarse en la reconstrucción de la Historia de la Filosofía. Más aún, Hegel consideraba que éste debía ser completamente abandonado (Cfr. Hegel 1965: 8990). Hegel consideraba a Cicerón como el máximo representante de la “filosofía popular”, razón por la que no dudó en asestar fuertes críticas contra la filosofía ciceroniana. Al respecto, Hegel afirma lo siguiente: “la manera ciceroniana de filosofar: es una filosofía eminentemente popular y superficial, sin ningún valor especulativo [...].” (Hegel1965: 165). En otro lugar añade con cierta ironía: “el bello latín ciceroniano no se presta tampoco para hundirse en profundas especulaciones” (Hegel 1965: 105). Así pues, Hegel motivó el desprecio por la “filosofía popular ciceroniana” con el fin de promover un modo único y auténtico de filosofar, a saber, la filosofía especulativa, la cual se ocupaba de cuestiones de carácter eminentemente metafísico. Para Hegel, entonces, la filosofía de Cicerón era superficial, poco profunda y no tenía ningún un valor especulativo. En suma, 68

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el pensamiento de Cicerón no era filosofía stricto sensu, pues no reflexionaba sobre lo esencial —llámese lo eterno, lo infinito o la Idea—, aquello que es lo propio de la actividad filosófica5. A esto se le suma el hecho de que Cicerón fue un orador y que sus obras filosóficas abundan en elementos retóricos. Esto fue ampliamente despreciado por los pensadores modernos, quienes veían en las obras ciceronianas pura sofistería y retórica en lugar de una reflexión filosófica seria y rigurosa. Ello explicaría finalmente por qué los pensadores modernos condenaron paulatinamente al olvido la filosofía de Cicerón. Siguiendo esta línea argumentativa, Fox señala lo siguiente: El desarrollo de la idea de una forma científica de filosofía, por su puesto, constituye una seria ruptura en la supervivencia de Cicerón como un modelo para la filosofía: esto es expresado más claramente en la actitud de Hegel, para quien Cicerón fue casi un emblema de una especie de perezosa popularización de la filosofía, la cual no tiene nada en común con la filosofía científica que él estaba realizando [...]. Hegel estaba siguiendo una postura poco desarrollada y poco visible en Kant, quien ya había condenado al modo ciceroniano de filosofar al considerarlo como una rama más de la literatura que de la filosofía, quien había reprimido resueltamente el ideal isocrático y ciceroniano de una retórica filosófica, y cuyas ideas sobre la retórica y el estilo le impidieron tomar mucho interés por Cicerón. (Fox 2007: 74. La traducción es mía).

Gracias a la profunda influencia de Hegel, no sólo en la filosofía sino en el mundo académico en general, se inauguró una tradición de desprecio por la figura de Cicerón que terminó por negarle todo valor filosófico a sus planteamientos y a sus obras (Cfr. Zande 1995: 442). Esta tradición de desprecio asumió, por lo menos, dos formas que dieron origen a dos tradiciones diferentes: i) la tradición inaugurada por Theodor Mommsen; ii) la tradición inaugurada por Eduard Zeller. Ambos fueron historiadores profundamente influidos por el

Cabe aclarar que Hegel no desdeñaba al pensamiento de Cicerón completamente, sólo consideraba que no era filosófico en sentido estricto. De hecho, Hegel apreciaba el pensamiento de Cicerón por su valor eminentemente moral. Al respecto Hegel dirige las siguientes palabras: “Cicerón vivió múltiples experiencias de vida y del ánimo y sacó de ellas lo que juzgó verdadero, después de ver cómo marchaban las cosas en el mundo; habla, con un espíritu cultivado, acerca de los más importantes problemas del hombre y es acreedor, por ello, a nuestra consideración y a nuestro amor.” (Hegel 1965: 89). 5

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pensamiento hegeliano y ambos fueron muy influyentes en la cultura occidental. Mientras el primero se encargó de desacreditar y silenciar la figura de Cicerón, el segundo acuñó el término “eclecticismo” para calificar a la filosofía ciceroniana y, mediante este término, acusarla así de falta de originalidad, profundidad y coherencia. Detengámonos ahora en Mommsen, ya que Zeller será objeto de discusión en el siguiente apartado.

Theodor Mommsen, el historiador alemán ampliamente reconocido por sus estudios de la cultura romana, veía en el hecho de la filosofía romana un signo de decadencia: “en filosofía, los romanos no pasaron, pues, de ser malos maestros de discípulos aún peores.” (Mommsen 1993: 575). Con esta visión negativa de la filosofía romana no era de extrañar que lanzase duras críticas contra la filosofía de Cicerón. Así pues, en su obra capital Römische Geschichte —publicada en varios tomos entre 1854 y 1856—, Mommsen nos presenta una imagen negativa de Cicerón: Tenía un temperamento de periodista en el peor sentido de la palabra, riquísimo en palabras como él mismo nos dice6, pero inconcebiblemente pobre en ideas, y pocas disciplinas habría que, con ayuda de unos pocos libros no fuese capaz de componer a prisa y corriendo, con las artes del traductor y el compilador, un ensayo legible […]. Huelga decir que, considerado como hombre, este político y este literato no podía ser otra cosa que la superficialidad y el egoísmo en persona, recubiertos con un brillante y delgado barniz (Mommsen 1993: 740).

Mommsen consideraba que Cicerón fracasó completamente al dedicarse a la filosofía, calificando a las obras filosóficas ciceronianas de “abortos literarios” que no merecían ninguna estima, resaltando el hecho de que éstas fueron escritas “[…] a prisa y con todo descaro” (Mommsen 1993: 744). Para Mommsen los diálogos que constituyen las obras filosóficas de Cicerón eran meras imitaciones burdas y groseras de los diálogos filosóficos de Platón y Aristóteles. Señala, Aquí Mommsen se refiere a la polémica y bastante discutida afirmación que Cicerón en una carta a su amigo Ático: “[mis obras] son ‘transcripciones’ (πόγραφα), se realizan con menor esfuerzo; sólo aporto las palabras, que tengo en abundancia.” (Att. XII, 52, 3). Para contrastar la interpretación negativa de este pasaje con interpretaciones positivas, véase Reyes 1990: 415; y Thorsrud 2009: 89. 6

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además, que no hay una gota de originalidad en dichas obras, pues son sólo transcripciones casi literales y acríticas de sus fuentes. Mommsen remata este juicio negativo de Cicerón afirmado que sus obras están pobladas de confusiones y son pobres en contenido, ello debido a la escasa cultura filosófica que poseía Cicerón (Cfr. Mommsen 1993: 744745) 7. El devastador juicio de Mommsen configuró una imagen fuertemente negativa de Cicerón, no sólo en tanto filósofo, sino también como hombre, motivando así un gran despreció por el pensamiento ciceroniano. La gran autoridad en la que se convirtió Mommsen y su Römische Geschichte, merecedora además del Premio Nobel de Literatura en 1902, aseguraron que esta imagen negativa se mantuviera durante mucho tiempo. Ello provocó que fuese negado totalmente el valor filosófico de las obras y los planteamientos de Cicerón durante varios años. En palabras de Morford: La autoridad de Mommsen garantizó que las obras filosóficas de Cicerón fuesen infravaloradas por más de un siglo, tal como sucedió en Alemania, Reino Unido y Norteamérica hasta (al menos) hace menos de 20 años. A excepción del De Oratore y Topica, la serie estándar inglesa de textos clásicos, Oxford Classical Texts, no incluyó ni una sola obra filosófica de Cicerón hasta 19948, y sólo De Senectute y De Amicitia fueron incluidas regularmente como lecturas en las escuelas y las universidades (Morford 2002: 90. La traducción es mía).

Un sucesor inmediato de la valoración negativa de Cicerón desarrollada Mommsen es la Quellenforschung, que literalmente significa “investigación de las fuentes”. Este movimiento filológico consistió, grosso modo, en un excesivo interés por descubrir cuáles eran las fuentes que un autor clásico utilizó a la hora de escribir su obra. Ello Es importante destacar que entre sus contemporáneos no faltó quien, aunque con poco éxito, se opusiera a Mommsen. Se trata de Tadeusz Zielinski en: (1908). Cicero im Wandel der Jahrhunderte. Leipzig: B. G.Teubner. Dicha obra, que fue originalmente elaborada como un ataque a las tesis anticiceronianas de Mommsen, resalta la fuerte influencia del pensamiento de Cicerón en tres periodos históricos: el desarrollo de la cristiandad, el renacimiento y la revolución francesa. 8 La traducción de De Officiis fue realizada por M. Winterbottom y publicada en 1994, seguida de la de De Finibus realizada por L. D. Reynolds y publicada en 1998 (Cfr. Morford 2002: 245, n. 256). 7

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con el fin de determinar qué fuentes transcribió o parafraseó, cuáles le sirvieron sólo de inspiración o de influencia, y qué es original en el contenido de su obra. Así, este movimiento desarrolló un método que, pretendiendo emular a las ciencias exactas, buscaba eliminar todo componente subjetivo del escritor con el fin de que se revelasen con claridad y en su “pureza” las fuentes que había utilizado (Lévy 1992: 61). Gracias al minucioso análisis de los textos clásicos que desarrolló la Quellenforschung, nuestra compresión de las doctrinas antiguas, en especial de aquellas que sólo conservamos fragmentariamente, progresó considerablemente. A ella le debemos, por ejemplo, los Stoicorum veterum fragmenta. No obstante, el Quellenforschung llegará a valorar muy negativamente las obras y el pensamiento filosóficos de Cicerón. En palabras de Lévy: Lamentablemente, [con la Quellenforschung] se llegará a presentar a Cicerón como el testigo privilegiado de una cultura filosófica que sobrepasa ampliamente sus capacidades de reflexión. Su divisa podría ser […]: más allá del diletantismo romano, hay que tratar de descubrir la profundidad del pensamiento griego (Lévy 1992: 61. La traducción es mía).

Debido a que la Quellenforschung privilegió las obras de Cicerón como testimonios valiosos para reconstruir muchas doctrinas antiguas (e.g. el estoicismo y el escepticismo académico), este movimiento solamente vio en Cicerón un mero transmisor de fuentes. Así pues, sus obras se analizan sus obras como si no hubiese nada original en Cicerón, como si fueran la transcripción literal de las obras griegas que tenía en su biblioteca, las cuales no comprendió adecuadamente. De ahí la frustración de los partidarios Quellenforschung por tener que extraer con gran dificultad la “pureza” del pensamiento griego en medio de las tergiversaciones, contradicciones y del latín pomposo de las obras de Cicerón (Cfr. Lévy 1992: 61-62). Entre los estudios de la obra ciceroniana a partir de la metodología Quellenforschung podemos destacar la monumental y clásica obra Untersuchungen zu Cicero’s philosophischen Schriften de Rudolf Hirzel —publicada en tres tomos entre 1877 y 18839. Hirzel. R. (1877/83), Untersuchungen zu Cicero’s philosophischen Schriften, 3 tomos. Leipzig: S. Hirzel. 9

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Para comprobar estas afirmaciones no es necesario ir a la pesquisa de obras en las que se repita el juicio negativo de Mommsen y del Quellenforschung, pues basta con leer algunas de las Historias de la Filosofía más reputadas para notar no sólo la ausencia de un apartado dedicado a Cicerón, sino la completa omisión de referencias al filósofo romano. En este caso el silencio nos demuestra el despreció por la filosofía ciceroniana, pues callar sobre ella en una Historia de la Filosofía también es una forma de despreciarla. Aquí el silencio es muy sugestivo: los historiadores de la filosofía han considerado que el pensamiento de Cicerón no es digno de considerarse y que su influencia en la historia del pensamiento occidental es nulo o exiguo. Consideremos aquí dos de las Historias de la Filosofía más reconocidas y consultadas, cuyos autores gozan de una gran autoridad en el campo académico: en primer lugar la Histoire de la philosophie de Émile Bréhier —publicada entre 1926 y 1932. En ella Bréhier sólo usa a Cicerón como una de las fuentes de su presentación del helenismo, citándolo ocasionalmente como referencia (Cfr. Bréhier1962: 445-545). En segundo lugar A History of Western Philosophy de Bertrand Russell —publicada en 1945. En ella Russell usa a Cicerón como una fuente ocasional en su exposición de las escuelas helenísticas, referenciándolo un par de veces en su obra (Cfr. Russell 1971: 270 y 282). En ambos casos Cicerón aparece como una mera fuente o referencia, muchas veces odiosa, usada a falta de otra “más fiel”. En cualquier caso, no hay ningún tratamiento de la filosofía o el pensamiento ciceroniano, ni siquiera para una breve crítica de pasada, como es común en aquellos que sostienen que Cicerón era un filósofo ecléctico.

Consideremos, finalmente, la Historia de la filosofía antigua dirigida por el reconocido filósofo español Carlos García Gual. En dicha obra, como en los casos anteriores, Cicerón es mencionado y citado eventualmente como una fuente de las doctrinas de las escuelas helenísticas (Cfr. García Gual 1997: 238, 201 y 326). No obstante, a menudo se cuestiona su comprensión de las doctrinas a las que sirve como fuente, imputándosele la tergiversación de algunas doctrinas y cuestionándose la fidelidad de usar su obra como fuente (Cfr. García Gual 1997: 323 y 326). Así pues, se repite lo que a grandes rasgos fue el juicio de Mommsen, y de los partidarios del Quellenforschung, aun después de más de un siglo de la publicación de su obra. Este hecho es bastante diciente si tenemos en cuenta que la obra de García Gual 73

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se publicó en el año de 1997, es decir, casi una década después de la revaloración de la filosofía ciceroniana y la proliferación de estudios encargados a estudiarla seriamente.

2. El eclecticismo de Cicerón

La tesis según la cual Cicerón fue un filósofo ecléctico, representante del eclecticismo filosófico en la antigüedad, tuvo gran acogida entre los académicos del siglo XX. Esta tesis encuentra su génesis en la obra Die Philosophie der Griechen in ihrer geschichtlichen Entwicklung del filósofo alemán Eduard Zeller —publicada en varios tomos entre 1856 y 1868. En dicha obra Zeller realiza un análisis sobre el origen y carácter del eclecticismo en la antigüedad, deteniéndose a examinar el pensamiento y la obra de varios filósofos eclécticos. Para Zeller, el eclecticismo fue la característica esencial de la filosofía desarrollada entre finales del siglo II a. n. e. y el auge del Neoplatonismo. De este modo, Zeller califica de ecléctico, sin distinción, al pensamiento de muchos filósofos de la más diversa índole y a los defensores de doctrinas muy diferentes. Entre ellos podemos contar a Posidonio, Eudoro de Alejandría, Antíoco de Ascalón, Séneca, Plutarco, Dión Crisóstomo y, por su puesto, a Cicerón. Dejando de lado lo amplísima que esta generalización nos pueda llegar a parecer, es importante resaltar que los términos “eclecticismo” y “ecléctico” tienen, para Zeller, una fuerte carga peyorativa: considerar o calificar a un filósofo de “ecléctico” no es más que reprocharle su falta de originalidad y profundidad, su escaso rigor científico y falta de genio filosófico. Esto devendría del hecho de que el “filosófico ecléctico” adhirió arbitrariamente y sin innovación a diversas doctrinas filosóficas, muchas de ellas contradictorias, yuxtaponiéndolas superficial y artificiosamente.

Según Zeller, el eclecticismo filosófico antiguo fue el resultado de un proceso natural por el que atravesaron las escuelas filosóficas en los últimos siglos antes de nuestra era. Este proceso consistió en que, después de varios años de irresoluble y permanente conflicto entre las diversas escuelas filosóficas, éstas empezaron a reconocer sus principios comunes. Disminuyendo gradualmente sus oposiciones, las escuelas intentaron una mediación y fusión de doctrinas (Cfr. Zeller 1883: 1-2). Ahora bien, este proceso de “fusión de doctrinas” sólo 74

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sucede cuando hay un declive en el pensamiento filosófico, cuando se ha agotado el espíritu científico y, por lo tanto, no hay lugar para innovaciones. Si el espíritu filosófico estuviese vivo, en lugar de que se “infectase” con el eclecticismo, se daría lugar a nuevas creaciones y las escuelas filosóficas aventurarían nuevas salidas. El eclecticismo, por lo tanto, no es más que un signo de decadencia en el pensamiento filosófico. En palabras de Eduard Zeller: Tan pronto [...] como el espíritu científico se ha agotado y, durante un largo espacio de tiempo, se encuentra meramente lleno de discusiones entre las escuelas filosóficas existentes, carente de nuevas creaciones, el resultado natural de estas discusiones —i.e. la fusión parcial de las partes en conflicto— aparecerá en mayor medida, y la filosofía asumirá ese carácter ecléctico que, en su difusión universal, es siempre un signo premonitorio de una profunda revolución o de una decadencia científica. Esta fue precisamente la posición en la que se encontraba la filosofía griega en los últimos siglos antes de Cristo (Zeller 1883: 2-3. La traducción es mía).

Durante este periodo, continua Zeller, la producción filosófica se interrumpió, no surgió ni una nueva escuela filosófica y se perdió el interés por las cuestiones de orden teórico, asumiendo la filosofía un carácter meramente moral. Dicho esto, Zeller se dedica a estudiar la naturaleza y los principios de esa mezcla o fusión de doctrinas filosóficas que provocó el eclecticismo en la antigüedad. En primer lugar, señala que dicha mezcla no hubiese sido posible si los filósofos no hubiesen abandonado los principios más radicales y “sectarios” de sus doctrinas filosóficas. De este modo se limitaron a seguir únicamente unos pocos principios de indefinida universalidad. Ello provocó, en segundo lugar, que no hubiese una harmonía interna real entre las doctrinas filosóficas mezcladas, sino, más bien, una conexión meramente externa y superficial (Cfr. Zeller 1883: 17). Así pues, tenemos que la filosofía ecléctica es una filosofía “carente de principios”, ya que es capaz de albergar en su seno doctrinas excluyentes e incompatibles. Ello no sólo revela el carácter contradictorio de la filosofía ecléctica, sino que también revela el tratamiento acrítico de la filosofía que hacían los filósofos eclécticos (Cfr. Zeller 1883: 21-22). La valoración que Zeller hacía del eclecticismo era fuertemente negativa y desfavorable desde todos los ángulos: su origen, la situación 75

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histórica en donde surgió, su modo de filosofar, sus principios, etc. En palabras de uno de sus más duros críticos, Pierluigi Donini10: Quien lea la descripción de Zeller de las características generales del eclecticismo no puede tener dudas sobre su juicio fuertemente desfavorable. En ella encontramos gran número de expresiones como: “la desaparición de una actitud científica”, “decadencia científica”, “una conexión meramente superficial entre diferentes posturas”, “un filosofar acrítico” (Donini 1988: 23. La traducción es mía).

A partir de esta visión negativa del eclecticismo, Eduard Zeller realizó su valoración tanto de la obra como del pensamiento de Cicerón, a quien consideraba como el mayor representante del eclecticismo en su modalidad romana y a quien dedica varias páginas de su obra (Cfr. Zeller 1883: 146-161). En primer lugar, Zeller señala que el eclecticismo fue muy bien acogido entre los romanos debido a que éstos no se interesaban por las reflexiones teóricas. Además de carecer de todo genio filosófico y ser discípulos acríticos de los filósofos griegos, los romanos sólo buscaban en la filosofía reglas morales y de utilidad práctica (Cfr. Zeller 1883: 146; 14-16). Ese fue expresamente el caso de Cicerón. De este modo se conjuga en Cicerón lo peor de dos mundos: romano y ecléctico; al juicio negativo de la filosofía ecléctica se le suma el juicio negativo de la filosofía romana. En segundo lugar, cuando pasa a evaluar las obras filosóficas de Cicerón, Zeller toma el mismo pasaje de Epistolae ad Atticum que tomó Mommsen (i.e. Att. XII, 52, 3)11 para resaltar que no hay nada original en las obras ciceronianas. Éstas son meras transcripciones de las fuentes que Cicerón tenía a la mano, pero que, sin embargo, se dedica a representar, comparar y elucidar (Cfr. Zeller 1883: 148). En ese sentido el juicio de Zeller es más positivo que el de Mommsen, ya que le otorga, al menos, méritos a Cicerón por su labor literaria. Finalmente, cuando se detiene a analizar el carácter del eclecticismo que expresa Cicerón, Zeller sostiene que el fundamento de dicho eclecticismo se halla en su adhesión al escepticismo de la Nueva academia, específicamente a la teoría probabilística desarrollada por Para un análisis crítico del concepto de eclecticismo acuñado por Zeller, véase Donini 1988: 22-27. 11 Véase más arriba, píe de página 6. 10

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Carnéades de Cirene12 (Cfr. Zeller 1883: 149-151). Siguiendo esta teoría, Cicerón se adhirió a las tesis y doctrinas que se le revelaban como las más probables después de examinar y comparar todas las teorías filosóficas que tenía a su disposición. El criterio con el que Cicerón lograba determinar el grado de probabilidad de una tesis o doctrina filosófica era la utilidad que éstas pudiesen comportar a los fines prácticos de la vida y de la cultura romana. De esa manera, Cicerón se adhirió a diversas tesis del estoicismo, el peripatetismo, el platonismo y el escepticismo, siempre que estas se le revelasen útiles. Esta excesiva preocupación por la utilidad práctica llevó a que Cicerón descuidara la elaboración de un sistema filosófico coherente. Así pues, Cicerón: i) transgredió la coherencia interna de las doctrinas a las que se adhirió, contradiciéndose a menudo; ii) no siguió un escepticismo coherente, pues se adhería dogmáticamente a algunas doctrinas (Cfr. Zeller 1883: 155-157). Debido a la gran influencia de los planteamientos de Zeller en la historiografía de la filosofía, su valoración negativa del eclecticismo, en general, y de la filosofía ciceroniana, en particular, se reprodujo en muchas de las Historias de la Filosofía más importantes del siglo XX. En palabras de Donini: “Zeller fue el principal responsable de la difusión de un concepto negativo y desfavorable de eclecticismo, el cual prevaleció completamente hasta hace pocos años en los estudios de la filosofía antigua” (Donini 1988: 26. La traducción es mía). Y en otro lugar agrega: Hoy en día todo el mundo está de acuerdo con que el eclecticismo, visto como una característica general de una etapa del pensamiento antiguo, fue una cosa muy mala; que esa filosofía desde finales del siglo II a. n. e., o comienzos del siglo I a. n. e., hasta Plotino fue mala, mala sobre todo porque fue ecléctica, es una convicción generalizada incluso entre los especialistas de los estudiosos clásicos (Donini 1998: 18. La traducción es mía).

La tesis que sostiene que Carnéades fue un probabilista ha sido fuertemente criticada por muchos comentaristas en los últimos años. Actualmente, dicha tesis goza de poco crédito y son muy escasos los especialistas que la defienden al píe de la letra. No obstante, dicha tesis era ampliamente aceptada en la época de Zeller. De hecho, Zeller fue uno de los encargados en consolidar la tesis del probabilismo de Carnéades, resaltando su estrecha relación con el fenómeno del eclecticismo en la antigüedad.

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Prolongando las afirmaciones de Donini, podemos decir que Zeller fue responsable, al mismo tiempo, de la difusión de una visión negativa y desfavorable de la filosofía de Cicerón, visión que dominó la escena filosófica hasta la década de los años 90. Y esta visión negativa se deriva, precisamente, del hecho de que la filosofía ciceroniana haya sido ecléctica y, a su vez, romana. Ahora bien, para comprobar la veracidad de estas afirmaciones basta con leer qué dicen las Historias de la Filosofía más reputadas del siglo XX. Consideraremos algunas de ellas:

En History of Philosophy —cuyo volumen dedicado a la filosofía antigua fue publicado en 1946—, Frederick Copleston califica a Cicerón como “el más famoso de los eclécticos romanos” (Copleston 1993: 418). Copleston cita nuevamente el pasaje de Epistolae ad Atticum para señalar que en las obras filosóficas de Cicerón no hay nada original. Empero, ensalza la habilidad de Cicerón para expresar con claridad las doctrinas de los filósofos griegos en lengua latina. En cuestiones éticas, señala Copleston, Cicerón fue adepto del estoicismo, aunque también se mantuvo cercano al peripatetismo, especialmente en su valoración de los bienes externos. En cuestiones físicas fue decididamente escéptico (Cfr. 1993: 418-419). Cicerón, además, defendió el ideal de confraternidad humana expresado por Platón en la Carta VII. En suma, Copleston encuentra en Cicerón la defensa de diferentes doctrinas filosóficas, lo que es muestra tangible de su eclecticismo. En Geschichte der Philosophie —publicada entre 1949 y1952—, el filósofo alemán Johannes Hirschberger sostiene que Cicerón fue un representante del giro ecléctico que sufrió la Nueva Academia en sus últimos años (Cfr. Hirschberger 1994: 249). Por esta razón, Cicerón aceptó la suspensión del asentimiento (εποχή) que defendía el escepticismo académico, según lo cual se podría decir que está fue la doctrina epistemológica que defendió. Por otra parte, enfatiza Hirschberger, en las cuestiones éticas, antropológicas y teológicas Cicerón siguió al estoicismo. Del peripato tomó alguno que otro concepto o teoría. Hirschberger también cita el polémico pasaje de Epistolae ad Atticum para afirmar que Cicerón no es un pensador original, pero valora grandemente sus obras como fuentes históricas únicas e inigualables de las doctrinas filosóficas de la antigüedad (Cfr. Hirschberger 1994: 249-250). 78

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Analicemos ahora la obra del filósofo italiano Giovanni Reale Storia della filosofia antica —publicada en 1976. En dicha obra, Reale hace un análisis del fenómeno del eclecticismo en la antigüedad y para ello sigue las tesis de Zeller sobre el origen y características de la filosofía ecléctica (Cfr. Reale 1987: 523-528). A partir de este marco conceptual analiza la filosofía de Cicerón, a quien cataloga como el representante más característico del eclecticismo académico en Roma. Según Reale, la filosofía de Cicerón se ubica entre el eclecticismo dogmático de Antíoco de Ascalón y el eclecticismo escéptico de Filón, sin aportar nada realmente original ni esencialmente innovador (Cfr. Reale 1987: 543-544). Al igual que Zeller, Reale sostiene que Cicerón se adhirió a la teoría probabilística de la Nueva Academia, viendo en ella el fundamento mismo del el eclecticismo académico que defendía Cicerón, postura a la que se refiere con el nombre de probabilismo ecléctico (Cfr. Reale 1987: 545-548). En relación a las cuestiones metafísicas, cosmológicas y ontológicas, dice Reale, Cicerón se muestra fuertemente escéptico (Cfr. Reale 1987: 550), mientras que en las cuestiones morales se acerca a la tesis de Aristóteles y las del estoicismo mitigado de Panecio y Posidonio (Cfr. Reale 1987: 555). Reale concluye diciendo que Cicerón no dio ideas nuevas al mundo, pero que su gran valor fue haber divulgado y difundido con su pluma la cultura griega (Cfr. Reale 1987: 556). De ahí que lo califique como “[…] el más bello paradigma de la más pobre de las filosofías [i.e. la ecléctica]” (Reale 1987: 544. La traducción es mía). Finalmente consideremos A New History of Western Philosophy —publicada en el 2004— del filósofo inglés Anthony Kenny. Según este autor, la filosofía de Cicerón fue ecléctica, lo que es muy valioso para un historiador de la filosofía, pues sus obras proveen información de una variedad de doctrinas filosóficas. En cuestiones epistemológicas, señala Kenny, Cicerón aceptó el escepticismo moderado de la Nueva Académica, mientras que en cuestiones morales aceptó el estoicismo (Cfr. Kenny 2004: 103). Al final, concluye Kenny, “Cicerón escribió filosofía sin profundidad, pero sus argumentos son a menudo agudos, su estilo es siempre elegante, y es capaz de una gran calidez.” (Kenny 2004: 104. La traducción es mía). Es importante resaltar que la obra de Anthony Kenny fue publicada casi siglo y medio después de la obra de Zeller, lo que nos revela la pervivencia de las tesis del filósofo alemán. Empero, las afirmaciones de Kenny son inconcebibles, pues son publicadas quince años después de la renovación de los estudios de la 79

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filosofía ciceroniana y la revalorización del estatus filosófico de Cicerón. Así pues, parece que Kenny pasa por alto los innumerables trabajos que muchos estudiosos han consagrado a la filosofía de Cicerón, lo cual es imperdonable para un renombrado filósofo. Para finalizar este apartado en donde hemos analizado la tendencia de catalogar a Cicerón como un filósofo ecléctico, en la Historia de la Filosofía, me gustaría exponer una de las críticas más fuertes que se le ha hecho a esta postura y que motivó, en parte, el reflorecimiento de los estudios de la filosofía ciceroniana en los años 90. Esta crítica está en el artículo de Pierluigi Donini The history of the concept of Eclecticism, artículo en donde el autor hace un análisis del uso del término “eclecticismo” en la historiografía de la filosofía. Dicho análisis, que es más amplio que el nuestro, en la medida en que no se focaliza en la figura de Cicerón, revela que no ha habido un uso univoco del término “eclecticismo”, pues los historiadores han empleado este término para indicar diferentes actitudes filosóficas con un número diferente de sentidos. La raíz de esta confusión se origina en Zeller, quien, dice Donini, “[…] ni siquiera intenta definir exactamente el eclecticismo filosófico, sino que parece asumir que su existencia, así como el alcance de este concepto, es evidente” (Donini1988: 23. La traducción es mía). Así las cosas, Donini lista seis sentidos diferentes en los que ha sido usado el término “eclecticismo” y el adjetivo “ecléctico” (Cfr. Donini 1988: 31-32). Veámoslos: i. El eclecticismo tiene un sentido negativo, originado en Zeller, que denota una combinación de elementos heterogéneos. Esta combinación resulta ser substancialmente acrítica y más o menos deliberada. ii. El eclecticismo se refiere a una cuestión de hecho, sin implicaciones positivas ni negativas, que consiste en que la doctrina de una escuela filosófica determinada se combine, en el pensamiento de un autor, con elementos de origen diferente. iii. El eclecticismo se refiere a la actitud más o menos arbitraria de ciertos autores que aceptan dentro de la doctrina de su propia escuela elementos de otras doctrinas, pues están honestamente convencidos de que éstos son compatibles con la suya. iv. El eclecticismo fue la actitud asumida por Potamón y Clemente de Alejandría que resultó en una filosofía cuyo carácter estructural 80

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v. i. ii.

iii.

consistía en: la planificación deliberada de seleccionar elementos de diversas doctrinas de diferentes escuelas filosóficas y hacerlos encajar entre sí. El eclecticismo refiere a una actitud exactamente igual a la anterior pero que, a diferencia de ésta, es motivada por un espíritu antidogmático y antisectario. Esta actitud se presenta, por ejemplo, en el proceder de Galeno. La postura sui generis de Antíoco de Ascalón, quien provocó un acuerdo entre el platonismo, el aristotelismo y el estoicismo, haciéndolos coincidir y conformar una doctrina común. De esta clasificación debemos señalar dos cosas importantes. En primer lugar, cabe resaltar que el sentido (i) es en donde se ha solido ubicar la filosofía de Cicerón, tal como lo hemos corroborado en las Historias de la Filosofía antes consultadas. En segundo lugar, el único sentido legítimo, históricamente hablando, del término “eclecticismo” es (iv), pues su defensor, Potamón de Alejandría (c. 40 a. n. e.), fue el primer y único filósofo en la antigüedad en autoproclamarse ecléctico y denominar a su método filosófico ἐκλεκτικόν. Diógenes Laercio, quien es la primera fuente antigua que usa el término “ecléctico” en sentido filosófico, afirma: “[…] hace poco que una cierta secta, la Ecléctica (ἐκλεκτική τις αἵρεσις), fue introducida por Potamón de Alejandría, escogiendo (ἐκλεξαμένου) lo que le agradaba de cada una de las sectas.” (DL I, 21). Así pues, Potamón de Alejandría fundó una escuela que seleccionó los principios que consideraba mejores de todas las escuelas existentes y, por esa razón, recibió el nombre de ἐκλεκτική αἵρεσις (i.e. escuela seleccionadora o electiva), expresión proveniente del verbo ἐκλέγειν que traduce “elegir, “seleccionar”, “escoger”.13 Este eclecticismo genuino fue muy raro y poco usual en la antigüedad, y también resulta ser esencialmente extraño a las tradiciones y costumbres filosóficas de la época helenística y romana. De igual manera encontramos que sus exponentes no dejaron huellas profundas en las tradiciones filosóficas griegas y romanas (Cfr. Donini 1988: 18 y 32-33). Una vez hechas estas

Para un análisis más detallado de esta escuela filosófica puede consultarse la novedosa obra de Myrto Hatzimichali: (2011) Potamo of Alexandria and the Emergence of Eclecticism in Late Hellenistic Philosophy. New York: Cambridge University Press. 13

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aclaraciones difícilmente se podría calificar a Cicerón de filósofo ecléctico, pues: (i) no ha habido un sentido unívoco y preciso del término “eclecticismo” en la historiografía de la filosofía, lo cual impide usar legítimamente este término para calificar un filósofo o una filosofía. (ii) Cicerón no se autoproclamó ecléctico ni perteneció a esa inusual y extraña escuela seleccionadora que, por demás, surgió en Alejandría un par de décadas después de su muerte. Cicerón se consideró siempre un partidario de la Nueva academia y nunca sintió que en sus obras estaba sosteniendo o añadiendo algo extraño a la doctrina de esta escuela.

3. La revalorización del estatus filosófico de Cicerón

La tendencia a valorar negativamente la filosofía ciceroniana decayó progresivamente a partir de la década de los años 60, periodo en el que la renovación de los estudios sobre el pensamiento helenístico provocó, a la par, la revalorización de la obra y el pensamiento ciceroniano. Esta tendencia revitalizadora llegó a su cúspide en los años 90, época en la que proliferaron una multiplicidad de estudios, serios y rigurosos, dedicados a tratar diversos aspectos y problemas en torno a la filosofía de Cicerón. Este boom de los estudios ciceronianos nos ha permitido tener un mayor conocimiento y una comprensión más amplia del pensamiento de Cicerón, y, como habría de esperarse, también ha dado lugar a numerosos y puntillosos debates entre los especialistas. Por ejemplo, el clásico debate sobre la continuidad de la filiación filosófica de Cicerón. Hoy en día, el interés por el pensamiento filosófico de Cicerón no parece decrecer, por el contrario, constantemente se publican nuevos trabajos, se descubren y estudian nuevos aspectos del pensamiento ciceroniano, y se ensayan nuevos enfoques y rutas investigativas. Dicho esto, comencemos por el principio y veamos el modo en que se desarrolló esta revalorización del estatus filosófico de Cicerón. El repentino interés por el pensamiento ciceroniano no fue espontaneo o producto del azar, sino que fue provocado por el entusiasmo que suscitó la celebración del bimilenario de la muerte de Cicerón en 1959. Tal como reporta Jonathan Powell, en 1959 y en los años subsiguientes se publicaron un número considerable de artículos dedicados a la filosofía ciceroniana en las revistas académicas de 82

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estudios clásicos más importantes a nivel mundial, e. g. Greece & Rome, Gymnasium, Revue des études latines, Museum Helveticum, Hermes, etc. (Cfr. Powell 1995b: 1, n. 3)14. Con el fin de realizar los preparativos para celebrar los dos mil años de la muerte de Cicerón, fue fundado en 1956 en Roma el Centro di Studi Ciceroniani [Centro de Estudios Ciceronianos] por el profesor Gino Funaioli (Cfr. Dorey 1959: 214). Los objetivos y actividades del Centro di Studi Ciceroniani son enunciados por Dorey así: 1. La publicación de ediciones críticas autorizadas de toda la obra de Cicerón.

2. La publicación de una traducción italiana de todas las obras de Cicerón, con el texto original y su respectiva traducción en las páginas opuestas. 3. La publicación semestral de la revista Ciceroniana, cuyo número I ya fue publicado.

4. La publicación periódica de artículos que contribuyan a una mejor comprensión de los estudios ciceronianos. (Dorey 1959: 214. La traducción es mía).

En el marco del bimilenario de la muerte de Cicerón, el Centro di Studi Ciceroniani organizó la celebración el Primer Congreso Internacional para la Promoción de los Estudios Ciceronianos. Dicho evento, que fue realizado en Roma del 2 al 7 de Abril de 1959, contó con cerca de 250 delegados de la mayoría de los países europeos y con la presentación de más de 60 ponencias (Cfr. Dorey 1959: 214). Actualmente, el Centro sigue promoviendo los estudios sobre el pensamiento de Cicerón15. Entre sus actividades más importantes se encuentra la realización del Colloquium Tullianum y la continua publicación de la revista Ciceroniana. Esta última, además de encargarse de la publicación de las actas del Colloquium, cuenta con varios artículos reputados sobre la filosofía ciceroniana. El Colloquium Tullianum, un encuentro académico que Vale la pena mencionar los tres artículos más importantes publicados en este año: i) Knoche, U. (1959), “Cicero: Ein Mittler Griechischer Geisteskultur”, en Hermes, Nº 87, pp. 57-74. ii) Fuchs, H. (1959), “Ciceros Hingabe an die Philosophie”, en Museo Helveticum, Nº 16, pp. 1-28. iii) Kumaniecki, K. (1959), “Tradition et apport personnel dans l‘oeuvre de Ciceron”, en Revue des Etudes latines, Vol. 37, pp. 171-183. 15 Actualmente puede consultarse su sitio web en: http://cisadu2.let.uniroma1.it/cicerone/ 14

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reúne a los especialistas más destacados en el estudio del pensamiento de Cicerón, ha sido realizado trece veces —el último en 2008— desde su inauguración en 1972, teniendo lugar en países como Italia, Estados Unidos, Polonia y España. Así pues, las actividades realizadas por el Centro di Studi Ciceroniani han sido de suma importancia en el proceso de revalorización de la filosofía de Cicerón.

El entusiasmo de los años 60 no sólo dio lugar a artículos y eventos, también dio lugar a muchos libros. Algunos de ellos se convirtieron en clásicos, otros han inaugurado tradiciones dedicadas a estudiar ciertos aspectos puntuales de la filosofía de Cicerón. Consideremos tres de ellos. En primer lugar, Rhétorique et philosophie chez Cicéron de Alain Michel16. En esta obra monumental, Michel hace un amplio análisis de la filosofía y la retórica en la obra y el pensamiento de Cicerón, a partir de la consideración de tres facetas distintas de Cicerón: el filósofo, el orador (político) y el rétor. Dicha obra no sólo tiene el valor de tomar en serio los planteamientos filosóficos de Cicerón, sino que además trata de resaltar la estrecha relación que había entre la filosofía y la retórica en el pensamiento ciceroniano, aspecto que nunca antes se había estudiado. Esta tesis ha sido prolongada, no sólo por Alain Michel con sus numerosos trabajos y artículos posteriores, sino por muchos de sus discípulos directos e indirectos que, en la actualidad, buscan nuevos puntos de encuentro entre Cicero philosophus y Cicero orator. En cualquier caso, es notorio que el trabajo de Michel ha dejado una profunda impronta y ha abierto una línea investigativa en los estudios ciceronianos. En segundo lugar, tenemos la obra colectiva Studies in Cicero editada por John Ferguson en 1962 bajo el auspicio del Centro di studi ciceroniani17. De dicha colección de artículos sobre Cicerón se destaca el del propio Ferguson Cicero’s Contribution to Philosophy. Finalmente, contamos con la obra colectiva Cicero dirigida por Thomas Dorey y de 196518, de la cual sobresale el artículo de Alan Douglas Cicero the Philosopher. En ambos artículos, Ferguson y Douglas hacen una defensa de las obras filosóficas de Cicerón y critican la tesis que sostiene que Cicerón no fue original. Ambos autores, además, tratan de demostrar, Michel, A. (1960), Rhétorique et philosophie chez Cicéron: essai sur les fondements philosophiques de l’art de persuader. Paris: PUF. 17 Ferguson, J. (ed.) (1962), Studies in Cicero. Roma: Centro di Studi Ciceroniani. 18 Dorey, T. A. (1965), Cicero. Londres: Routledge. 16

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cada uno con sus propios argumentos, que en la obra ciceroniana se hallan considerables novedades, algunas de ellas de suma importancia. De hecho, Ferguson afirma sin reparo que las contribuciones que Cicerón hizo a la filosofía son sus “[…] contribuciones más importantes a la humanidad” (Cfr. Ferguson 1962: 99. La traducción es mía)19. Estos dos trabajos dejaron una fuerte impronta en los estudiosos del pensamiento ciceroniano, no sólo porque fueron los primeros en defender alguna originalidad en la filosofía ciceroniana, sino porque asumieron un carácter eminentemente apologético frente a la imperante actitud hostil hacía la filosofía de Cicerón que tenían los académicos de la época. Esta tendencia apologético es mencionada por Powell: [...]los ciceronianos en este tiempo [i. e. en 1959: la fecha del bimilenario], y durante (al menos) la década subsiguiente, a menudo se sintieron obligados a asumir un aire defensivo cuando discutían el corpus filosófico [de Cicerón], ello debido al menosprecio al que éste era aun frecuentemente sometido (Powell 1995b: 1, n. 3. La traducción es mía).

Así pues, Ferguson y Douglas tuvieron el valor de romper directamente con las tendencias imperantes de Mommsen y Zeller, convirtiéndose así en los pioneros del campo de estudio del pensamiento y la obra filosófica de Cicerón. Sus obras, además, se han convertido en referencia obligada para cualquier estudio que verse sobre la filosofía ciceroniana.

Gracias al trabajo de los apologistas, la tendencia revitalizadora que inició en la década de los 60 ganaba terreno y, en la medida en que iban decayendo progresivamente las tendencias negativas, aparecían nuevos especialistas que avanzaban cada vez más en la comprensión de la filosofía ciceroniana. Dado que sería imposible mencionarlos a todos, mencionemos rápidamente a dos de los más reconocidos: el francés Pierre Boyancé y el alemán Woldemar Görler. El primero compiló en la obra Études sur l’humanisme cicéronien —publicada en 1970— los artículos que a lo largo de su carrera había consagrado a la filosofía ciceroniana20. El segundo ganó autoridad gracias a su obra Las tesis Douglas son prolongadas en su libro: Douglas, A. E. (1968), Cicero. Oxford: Clarendon Press. 20 Boyancé, P. (1979) Études sur l’humanisme cicéronien. Bruselas: Latomus. 19

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Untersuchungen zu Ciceros Philosophie —publicada en 197421. Ambas obras se caracterizan por el hecho de no asumir un carácter apologético, sino que de entrada dan por supuesto que Cicerón es un filósofo cuya obra merece ser estudiada rigurosamente. De ese modo, ambos se centran en aspectos y problemas internos del pensamiento ciceroniano como, por ejemplo, la tensión entre la vida práctica y la vida contemplativa, su estrecha relación con Platón y la supuesta (o no) contradicción entre su escepticismo y el tono dogmático de algunas de sus obras. Además de la influencia que han ejercido estas y muchos otros trabajos de Boyancé y Görler en los estudios ciceronianos, es importante resaltar que en ellas se revela una mayor profundización, especialización y tecnicidad. De manera especial, con estos autores se inauguraron muchos de los debates actuales en el estudio de la filosofía ciceroniana. La cúspide de la tendencia revitalizadora del estatus filosófico de Cicerón se dio en la década de los años 90, periodo en el que se vio la mayor proliferación de trabajos consagrados a la filosofía ciceroniana. Una de las causas de esta proliferación se halla en una obra que, si bien es cierto que no está dedicada completamente a Cicerón, ha tenido una fuerte repercusión en el ámbito académico. Se trata de Philosophia Togata, editada por Miriam Griffin y Jonathan Barnes en 198922. Como señalamos anteriormente, parte de la actitud negativa hacía la filosofía de Cicerón se debe a cierto desdén por la filosofía romana, la que, al compararse con la filosofía griega, se mostraba pobre, carente de rigor y originalidad, y puramenta moralista. Por esta razón, una revalorazión de la figura de Cicerón debía pasar primero por una revalorización de la filosofía romana. Esto es, precisamente, lo que logró Philosophia Togata. Obra que no sólo ha promovido los estudios de Cicerón, sino la de otros filósofos poco estudiados pero muy importantes en el contexto romano, como Antioco de Ascalon y Plutarco. Muchos de los estudios que posteriormente se han tratado de un modo u otro con la filosofía romana se consideran deudores de este trabajo23. Görler, W. (1974), Untersuchungen zu Ciceros Philosophie. Heildelberg: C. Winter Universitätsverlag. 22 Barnes, J. & Griffin, M. (eds.) (1989), Philosophia Togata: Essays on Philosophy and Roman. Oxford: Clarendon Press. 23 Ese es el caso de Morford, autor cuya obra hemos citado aquí (Cfr. Morford 2002: ix y 1). 21

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Entre las obras que se consideran deudoras de Philosophia Togata, se encuentra una de las obras que ha marcado un hito en la historia de los estudios de la filosofía ciceroniana: Cicero the philosopher editada por Jonathan Powell y publicada en 1995 (Cfr. Powell 1995a: v). Una obra de tal índole, en la que se estudiase la filosofía ciceroniana y se afirmase categoricamente que Cicerón fue realmente un filósofo, era impensable un par de decadas antes de su publicación. Tal como señala Powell en el prefacio, la obra nace de la conciencia del crenciente interés entre los académicos por las obras filosóficas de Cicerón y con el objetivo de promover este interés. De ahí la importancia de realizar una obra unitaria, pues, dice Powell, no sólo sería más accesible, sino que tendría un impacto inmediato en la comunidad académica (Cfr. Powell 1995a: v). Esto impacto, de hecho, fue logrado con éxito. De ello da cuenta, más de diez años posteriores a su publicación, el profesor Carlos Lévy al comentar lo siguiente: Progresivamente, el mundo anglosajón, el más reacio a admitir que Cicerón no fue un amateur […], evolucionó en un sentido más favorable, hasta la publicación de una obra colectiva [...] cuyo título era impensable hace algunas décadas: Cicero the Philosopher. De repente, los estudios ciceronianos evolucionaron. Sin dejar de lado los grandes problemas éticos, éstos se volvieron mucho más atentos a los problemas del lenguaje, a la filosofía del conocimiento, a la doxografía en todas sus formas, adquiriendo una mayor precisión y tecnicidad. Todo ello sucedió simplemente porque Cicerón fue integrado al mundo filosófico en su época, el cual se encontraba entre las fronteras de los naturalismos helenísticos y del deseo de transcendencia del platonismo medio (Lévy 2008: 3. La traducción es mía).

En cada uno de los artículos de Cicero the Philosopher encontramos una diversidad temática, en donde se tocan diversos problemas de la filosofía ciceroniana. Estos artículos van de la mano de grandes especialistas a nivel mundial en el estudio del pensamiento clásico, como los ya mencionados Douglas y Görler. De estos artículos me gustaría destacar el de Görler, Silencing the troublemaker: De Legibus I.39 and the continuity of Cicero’s scepticism, tiene el mérito y la trascendencia de haber abierto un debate ya clásico acerca de la filosofía ciceroniana: el debate sobre la continuidad/discontinuidad de la filiación filosófica de Cicerón. El artículo de Görler se estructura 87

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bajo la forma de réplica contra los argumentos esgrimidos por otros dos especialistas en el pensamiento ciceroniano: Peter Steinmetz, en Beobachtungen zu Ciceros philosophischem24, y John Glucker, en Cicero’s Philosophical  Affiliations25. En ellos Steinmetz y Glucker postularon, a su manera, la tesis de la discontinuidad de la filiación filosófica de Cicerón. Según esta tesis, Cicerón se adhirió al escepticismo académico en su juventud pero mudó al dogmatismo de Antíoco de Ascalón en el periodo de su esplendor político (c. 50 a. n. e.), lo cual explicaría el tono dogmático de las obras de este periodo. Finalmente, Cicerón habría regresado al escepticismo académico en los últimos años de su vida, lo que explicaría el indudable carácter escéptico de sus últimas obras. Contra ellos, Görler reivindica la tesis de la continuidad de la filiación filosófica de Cicerón. Görler sostiene que Cicerón siempre se mantuvo fiel al escepticismo académico y que el tono dogmático de algunas de sus obras es sólo aparente, ya que revelaría un modo diferente de expresar el escepticismo académico, desarrollado por Cicerón, y que puede ser denominado falibilismo ciceroniano. De este modo, todo aquel que posteriormente ha tratado con el escepticismo ciceroniano ha tenido que tocar de un modo u otro este debate, entre otras cosas, porque está estrechamente ligado a otras discusiones como, por ejemplo, la originalidad de si Cicerón.

Uno de los especialistas más renombrados e influyentes que merece ser mencionado, ya que ha consagrado su vida entera al estudio y la promoción de los estudios de la filosofía ciceroniana, es el profesor Carlos Lévy. Un autor cuya tesis doctoral, Cicero Academicus: recherches sur les Académiques et sur la philosophie Cicéronienne publicada en 1992, se ha convertido en un hito de los estudios del pensamiento ciceroniano. Sería dispendioso mencionar en unas cuantas líneas todos Este artículo aparece en uno de los libros sobre filosofía ciceroniana más importantes del boom de los 90: Fortenbaugh, W. & Steinmetz, P. (eds.) (1989). Cicero’s Knowledge of the Peripatos. New Jersey: Transaction publishers, pp. 1-22. Dicha obra, como su título indica, trata de establecer la influencia de la filosofía peripatética en el pensamiento ciceroniano en todos los niveles. 25 Este artículo fue publicado en: Dillon, J. & Long, A. (eds.) (1988), The Question of “Eclecticism”. Studies in Later Greek Philosophy. Berkeley: University of California Press, pp. 34-69. En esta obra aparece el artículo de Donini que tratamos en el apartado anterior. Es menester resaltar que todos los artículos de este libro cuestionan las tesis zellerianas sobre el eclecticismo, lo cual es importante debido a que una revalorización de la filosofía ciceroniana debe pasar, a su vez, por una crítica a las tesis de Zeller. 24

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los aportes que ha hecho el profesor Carlos Lévy en el conocimiento y comprensión de la filosofía ciceroniana: innumerables artículos en revistas, traducciones, dirección de obras colectivas, capítulos de libros y libros individuales. Todos ellos encaminados a mostrar que Cicerón es, en muchos aspectos, un filósofo tan importante y bastante complejo de estudiar, tanto como Platón y Aristóteles. Lévy no sólo ha formado toda una generación de especialistas en el pensamiento ciceroniano, sino que también fundó el Centre d’études sur la philosophie hellénistique et romaine [Centro de estudios sobre la filosofía helenística y romana], en donde las actividades para promover la filosofía romana y ciceroniana han contribuido a la revalorización de la figura de Cicerón. Otro de los especialistas más reputados en el campo de estudio de la filosofía ciceroniana es Walter Nicgorski, quien se destaca por sus estudios sobre la filosofía práctica de Cicerón. Mientras muchos otros, como Görler y Lévy, se han centrado en aspectos epistemológicos de la filosofía ciceroniana, Nicgorski se ha dedicado a profundizar en la filosofía política y moral de Cicerón. Alrededor de esta temática ha publicado innumerables artículos y recientemente dirigió una obra colectiva titulada Cicero’s Practical Philosophy —publicada en 2012—, en la que aparecen artículos de Powell y Lévy26. De esta obra cabe resaltar el apéndice de la propia mano de Nicgorski intitulado Cicero and the Rebirth of Political Philosophy. En este apéndice se hace un estudio similar al que aquí hemos hecho, pero con un enfoque diferente, centrado en la revalorización de la filosofía ciceroniana por parte de politólogos, teóricos y filósofos políticos. Nicgorski muestra cómo el renacimiento de la filosofía política, especialmente de la tradición republicana, ha permitido que la filosofía y las obras políticas de Cicerón hayan sido nuevamente valoradas y reactualizadas a la luz de la situación política de las actuales democracias. Cabe señalar que Nicgorski ha ejercido una notable influencia para aquellos que se han especializado en el aspecto político del pensamiento ciceroniano, el cual había sufrido un temporal olvido por parte de muchos de los especialistas antes mencionados.

Para finalizar, consideremos otro de los acontecimientos significativos en la revalorización de la filosofía ciceroniana: la creación de la Société Internationale des Amis de Cicéron (SIAC) [Sociedad Internacional de los Nicgorski, W. (ed.) (2012), Cicero’s Practical Philosophy. Notre DameN: University of Notre Dame Press. 26

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Amigos de Cicerón], una sociedad científica fundada en el año 2008 con el objetivo de promocionar el estudio de Cicerón y la cultura romana en todos sus aspectos: la filosofía, la literatura, la historia y su legado. Su proyecto incluye también una dimensión educativa y cultural, ya que en su página web pone a disposición las obras de Cicerón, estudios clásicos y material didáctico sobre Cicerón27. También produce bisemestralmente la Gazette de Tulliana, una gaceta en la que se publican noticias sobre las últimas publicaciones, los próximos coloquios y eventos sobre la filosofía ciceroniana y romana. La SIAC, que está asociada con el Centro di Studi Ciceroniani, está abierta a todo el público y se sostiene gracias a las membresías y las donaciones de sus miembros. La importancia de la SIAC puede comprobarse en la autoridad de los miembros que conforman su comité científico, entre los cuales hay tres mencionados en este trabajo: Walter Nicgorski, Woldemar Görler y Carlos Lévy, este último con el cargo de presidente honorario. Por otra parte, la diversidad de actividades que realiza el SIAC la hacen, desde mi perspectiva, una de las organizaciones que más ha contribuido a la difusión del pensamiento ciceroniano, especialmente por su accesibilidad y difusión. Quisiera concluir este apartado pidiendo excusas por las omisiones de especialistas y obras, que no sólo han sido muchas, sino también imperdonables. Como bien resalté al principio, son muchos los autores que se han inscrito en la tendencia revitalizadora de la filosofía de Cicerón y han contribuido a mejorar nuestro conocimiento del pensamiento de Cicerón, pero por cuestiones de espacio y en aras de la brevedad he mencionado tan sólo algunos de los más influyentes. Que sea muestra del éxito de todo lo que ellos han logrado la reciente publicación de un volumen dedicado a Cicerón en una de las colecciones más importantes en el ámbito académico, lo cual es la muestra palpable de la actualidad de esta tendencia revitalizadora iniciada en la década de los años 60. Me refiero al Cambridge Companion to Cicero, publicado en el año 2013.

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