Charlie Hebdo - Juzgados, sentenciados y desaparecidos de las sociedades decentes

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Descripción

Charlie Hebdo: Juzgados, sentenciados y desaparecidos de las sociedades decentes
Rodrigo Contrera
Vivo en Brasil y escribo también en Marruecos. Soy de Chile y tengo amigos de vários países. Leo en portugués, español, inglés y francés. Un poco en alemán. No vivo en Taboao da Serra, ciudad del entorno de San Pablo, Brasil. Vivo en el mundo, que es de todos. Estoy sujeto a las leyes brasileñas, es certo, pero éstas tienen fuerte conexión con las leyes internacionales. Mis artículos pueden ser leídos en todas partes del mundo. Mis piezas teatrales empiezan a salir de mi país.
Soy periodista. Soy actor. Soy traductor. Soy diretor de teatro. Estoy profundamente irritado, cansado, emocionado y furioso con los ataques al Charlie Hebdo. Vivo en país contradictorio, fruto de una colonización europea – brasileña – que mató muchos nativos – y que todavía nos viene matando. En el país adonde nací – Chile – pasó lo mismo – tal vez peor. Pero estudié en la tradición académica local y acepto los frutos de la civilización de orígen europeizante. Pero busco nuestra originalidad. Vivo en un régimen de libertad de expresión y de prensa.
No todo el mundo vive igual, y desde que hice mi post-grado sé de todas las discusiones relativas a valores, del mundo occidental contra al mundo no-occidental. Entiendo el pluralismo y sus presuposiciones. Acompaño diuturnamente los embates entre las potencias occidentales y grupos o países de otras orientaciones políticas y religiosas. Convivo en un país multireligioso y de vez en cuando veo manifestaciones religiosas radicales, que parece que no admiten cuestionamientos en contra sus creyencias. Este sábado fuí a un culto religioso presbiteriano, y no pude comungar porque eso es admitido solo a sus miembros. Entiendo el mensaje de Jesús y no admito ese tipo de discriminación – pero no discutí y acepté que hicieran como hicieron.
No acepto que maten quien vive en su país y se dedica a publicar sea lo que quiera. No me interesan las opiniones en contrario. Matar por cualquier motivo, en Francia, es crímen – y eso se transmuta en algo todavía mas grave cuando se refiere a libertad de expresión. Mataron a amigos que yo no conocía, pero cuya énfasis satírica entiendo – porque los éxitos en términos de libertades y luchas vinieron hasta nosotros de esos países, y eso nos trajo muchos benefícios – y algunos cuestionamientos. Si los mataron allá, podrían matarme aquí, y no lo admito – ni admito que los gobiernos que yo elijo para mi país acepten que me maten en territorio brasileño por motivos similares. Mi oposición también abarca las actitudes de potencias imperialistas como Estados Unidos en contra supuestos criminales de origen islâmica por intermedio de drones. No acepto que maten, aquí o en cualquier lugar, por motivos de orden política o religiosa.
No vivo en un lugar seguro. Sé que muchos de mis vecinos no están de acuerdo conmigo. Identifico en las miradas de vecinos y mismo de amigos una oposición violenta en contra mí siempre que hago chistes sobre religión u otros assuntos. Pero no admito que piensen en hacer algo en contra mí por ese tipo de motivo. Creo en la Justicia, que en Brasil es demasiado lenta y muchas veces injusta, porque cualquier otra supuesta forma de solución de conflitos es arbitraria, autoritária y no merece ser classificada como legítima. No vivo sólo – vivo en un Estado de Derecho, construído con muchas muertes en siglos de Historia. No me considero un ingenuo – acepto que en determinados casos la solución incluye el uso de la fuerza – pero, como todo ciudadano, me niego a usarla en nombre de su monopolio por el Estado.
Al leer sobre la muerte de 12 personas al ataque a Charlie Hebdo, cuya orientación satírica y/o política no me agrada tanto, me puse a llorar en silencio. Nadie lo vió. Me decidí a poner en práctica una de mis piezas de teatro en Marruecos por causa de eso. No acepto que los trogloditas nos traten, a todos nosotros, que somos gente honesta, educada, civilizada y que sabe reconocer sus limites, como enemigos que deben ser eliminados. No niego a dar guarida al poder de la fuerza para erradicar esos idiotas de la Historia de los países con que vivo y de las sociedades con que convivo. Todo eso debe darse por intermedio de la fuerza de la Ley, amparada por el monopolio de la fuerza por la policía y otros órganos debidamente equipados. Toda mi vida está amenazada por esos imbéciles y animales que piensan que ganan algo intentando cambiar el rumbo de la Historia. Esa amenaza funciona también en contra mis pares – y pares de los países de estas bestias – de cualquier parte del mundo – Perú, Grecia, Japón, Chile, Guinea, Marruecos y también Estados Unidos. Los pasos de esas bestias son direccionados por un pasado que no existe más y que nadie defiende. Por lo menos nadie que sabe lo que dice. Los periodistas y cartunistas muertos son más amigos míos que muchos de mis amigos personales. Exijo que los asesinos que intentan afectar una tradición que cambió la Historia en todo el mundo sean presos y condenados a las penas máximas. Si las autoridades no lo hacen ellas están en deuda conmigo y con todos mis semejantes en todo el mundo. Y por eso también serán punidas ejemplarmente.
Y no me digan que me hago de idiota al escribir esto. Hay quién diga que la Historia la hacen los que defienden las posiciones más atrasadas, que insistir en intentar influir es estupidez y que la gran masa poco importa – o poco se importa. Puede ser a corto plazo. Pero a mediano y largo plazo la Historia demuestra que, pese a no existir un progreso inabalable al final del camino, existen conquistas que se imponen a todos y que para manternerlas se necesita luchar sin cesar. Si lo contrario fuera la verdade, no tendríamos derechos de trabajo, derechos humanos y ni siquiera la política sería posible. Creo en los frutos de la civilización, lo que no me impide de criticarla. Esos idiotas quieren impedirme – y a todos en todo el mundo – de criticar. Que se queden en el pasado y que se vayan a la mierda – yo vivo el presente.



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