Chapa, T.; Pereira, J.; Madrigal, A.; Mayoral, V. y Uriarte A. 2015.- La necrópolis de Castellones de Céal (Hinojares). Jáen, tierra ibera. 40 años de investigación y transferencia. Universidad de Jaén. 145-160

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Descripción

Figura 1.- Yacimientos de época ibérica del Alto Guadalquivir: 1. Cástulo. 2. Úbeda la Vieja. 3. El Pajarillo. 4. Toya. 5. Castellones de Ceal. 6. Galera. 7. Baza. Núcleos de población: A. Linares. B. Úbeda. C. Jódar. D. Huelma. E. Cazorla. F. Hinojares. G. Pozo Alcón. H. Huéscar. (Uriarte, 2003).

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La necrópolis de Castellones de Céal (Hinojares) Teresa Chapa, Juan Pereira, Antonio Madrigal, Victorino Mayoral, Antonio Uriarte

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l yacimiento ibérico de Los Castellones de Céal se localiza en el término municipal de Hinojares, en pleno valle del Guadiana Menor, al pie de la Sierra de Cazorla. Ocupa la parte alta de un espolón, que domina la confluencia del río Guadiana Menor y el arroyo Céal, existiendo a sus pies un vado estratégico en las comunicaciones entre el Alto Guadalquivir y las alti-

planicies granadinas (Figura 1). En el espolón destacan unos afloramientos calizos de los que recibe el topónimo de “Los Castellones”. El área del hábitat, se localizó en la parte más alta del cerro y los habitantes del poblado escogieron para situar su necrópolis su vertiente septentrional, a un nivel de media ladera, inmediatamente sobre el barranco que se forma sobre el arroyo Céal (Figura 2).

Figura 2.- Localización del poblado y la necrópolis en el yacimiento de Los Castellones de Ceal.

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HISTORIOGRAFÍA

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l yacimiento fue descubierto en 1955 durante la construcción de la antigua carretera que une Huesa e Hinojares. Tras la notificación al Instituto de Estudios Giennenses, se encomendaron los trabajos arqueológicos a Concepción Fernández Chicarro que realizó cinco campañas entre 1955 y 1960 (Fernández Chicarro 1955a, b y c; 1956), a las que se unió más tarde Antonio Blanco Freijeiro (Blanco 1959 a y b; 1960). El número de tumbas excavadas se cifra en las 90 y los materiales obtenidos en estos trabajos fueron depositados en el Museo Provincial de Jaén. Los trabajos arqueológicos fueron retomados en los años 80 por Teresa Chapa Brunet, Juan Pereira Sieso y Arturo Ruiz Rodríguez, dentro del proyecto “El poblamiento ibérico en el valle del Guadiana Menor”, al que luego se incorporaría Antonio Madrigal. El objeti-

vo principal era excavar en la zona del hábitat, pero en el desarrollo del mismo se decidió contextualizar los hallazgos funerarios realizados entre 1955 y 1960 mediante la revisión de las áreas excavadas, lo que permitió documentar 9 tumbas, 13 ustrina y los restos de algunas tumbas alteradas por distintas causas. Desde el inicio de la segunda fase de las intervenciones se desarrollaron una serie de estudios y publicaciones sobre distintos aspectos de la necrópolis que culminaron con la publicación de la memoria final de la necrópolis en la que se incluyó la revisión de las excavaciones desarrolladas entre 1955 y 1960 con sus respectivos diarios de campo (Chapa et al. 1998). Este conjunto de publicaciones han contribuido a fijar las principales aportaciones de esta necrópolis en el panorama de la cultura ibérica del Alto Guadalquivir, que pasamos a reseñar.

PRIMERA OCUPACIÓN

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l primer nivel de ocupación de la necrópolis fue detectado en la campaña de 1959 (Blanco, 1960) revelando la existencia de un pequeña comunidad que implanta y practica el ritual de la cremación aparentemente de forma exclusiva en las postrimerías del Bronce Final (Molina 1978) en la segunda mitad del siglo VII o inicios del siglo VI a.C.. En el reducido espacio funerario excavado se documentaron cuatro tumbas en las que junto a la zona de cremación fue depositada la urna funeraria con un ajuar metálico de bronce que consistía en algunos adornos personales, como aros o collares, y fíbulas de doble resorte (Figura 3). Las tumbas de esta fase quedaron sepultadas, debido a un fuerte proceso de

erosión, que las protegió de las que se erigieron en la segunda fase de reocupación del Cerro de los Castellones en la transición del siglo V al siglo IV a.C. El caso de Céal, paralelizable a los contextos funerarios de la transición del Bronce Final-Hierro I de Porcuna, Mengíbar, Cástulo, Cerro Alcalá, Toya, y Baza, se enmarca en la tendencia de una cierta unificación del ritual funerario, con enterramiento individual y predominio del rito de incineración que constituyen el arranque de necrópolis de secuencia amplia en la Alta Andalucía que perduraran durante toda la Edad del Hierro hasta la romanización (Pereira et al. 2001: 259).

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Figura 3.- Ajuares de la Fase inicial de la necrópolis de Los Castellones de Ceal, según Chapa et al. (1998).

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EL RITUAL FUNERARIO

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a necrópolis de Castellones de Céal nos ha proporun extremo de la fosa y a la recogida de los mismos. En cionado un conocimiento más detallado sobre disCéal se seleccionaron los fragmentos de mayor tamaño tintos aspectos de la que se depositaron cremación del difuntodavía calientes en to, ritual mayoritario el interior de recien la Segunda Edad pientes cerámicos del Hierro Peninsu(Figura 5), que prelar, que utiliza dos sentan sus paredes tipos de estructuras deterioradas por la atendiendo al deacción del calor de pósito posterior de los restos recién colos restos cremados: gidos. Otros presenQuemadero con detan la base exterior pósito primario o in ennegrecida, probasitu que suele recibir blemente por haber la denominación gesido depositados nérica de bustum. sobre los carbones Figura 4.- Ustrinum/Quemadero de la necrópolis de Ceal. Quemadero con y cenizas del quedepósito secundario, que se suele denominar ustrinum. madero, mientras se hacia la selección de los fragmentos Los restos cremados en este segundo tipo de estructubien a mano o utilizando algún tipo de instrumento (Peras se depositan en el interior de un recipiente cerámico reira y Madrigal 1993: 387). para ser llevados posteriormente al interior de la tumba. En otras necrópolis del área ibérica se ha señalado Castellones de Céal es uno pocos los casos en que se que junto con los huesos se recogían carbones y cenizas ha podido estudiar pormenorizadamente este tipo de (Rafel 1985: 386) lo que parece indicar una recogida no quemadero/ustrinum, al haberse localizado y excavado selectiva. Sin embargo en las tumbas de Céal se docudetalladamente 10 de estos en el interior de la necrópomentaron exclusivamente restos óseos en el interior de lis (Chapa et alii; 1998: 142-3). Los quemaderos de Céal las urnas lo que se interpreta como una recogida selecticonsistían en fosas alargadas revestidas de adobes y pieva. La excavación de los quemaderos permitió constatar dras (Figura 4). Cada quemadero parece haberse usado que la recogida de los restos no siempre fue exhaustiva, una sola vez y una vez retirados la mayoría de los restos ya que en algunos casos los restos recuperados, permide la cremación se tapaba con adobes y piedra y se constieron una identificación más o menos aproximada del truían al lado nuevos quemaderos, que en ocasiones se difunto/a, si bien el volumen y variedad de los restos cresolapaban con los anteriores. Una vez terminada la cremados es mayor en las tumbas que en los quemaderos mación, se procedía a acumular los restos de la misma en (Figura 5).

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Figura 5.- Gráfico comparativo de restos óseos cremados en 10 ustrina y 6 urnas de la necrópolis de Ceal, según Chapa et al. (1998).

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La cuidadosa excavación de los quemaderos de Castellones de Céal ha permitido también comprobar una incidencia importante en la interpretación del rol social del difunto, ya que personajes que fueron depositados en el quemadero ricamente ataviados, su ajuar funerario se vio significativamente afectado por una recogida incompleta de los elementos de adorno personal, condicionada por el pequeño tamaño y temperatura de los objetos metálicos y la dificultad de localizarlos en la masa de carbones y cenizas. El caso más claro corresponde al ustrinum nº 11/126 (Chapa et al. 1995) en el que se documentó un numeroso conjunto de pequeños remaches de bronce, apliques rectangulares y triangulares de bronce con

lámina de plata dorada con decoración zoomorfa y fitomorfa y botones de bronce con lámina de plata dorada que debieron formar parte de una vestimenta de gran espectacularidad (Figuras 6a y 6b). Por último, cabría señalar qué en alguno de los quemaderos de Céal se pudo no solo identificar el combustible sino también el procesado y disposición de la leña en la construcción de la pira. Es el caso del ustrinum nº 11/151 de Céal en el que se seccionaron y dispusieron longitudinalmente los troncos y ramas de pino albar y fresno con los que se construyó la pira (Chapa et al. 1998: 142-3), en la que se incluyeron ramas de genista y piñas para facilitar la combustión.

Figura 6.- a Planta y dispersión de restos metálicos del quemadero 11/126 de Ceal, según Chapa et al. (1998). b Materiales metálicos del quemadero 11/126. (Museo de Jaén).

LAS ESTRUCTURAS FUNERARIAS

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as dos fases de intervenciones arqueológicas en Castellones de Céal (Figura 7) han proporcionado un

repertorio de tumbas de variada morfología (Chapa et al. 1993 b) que se resumen en cinco tipos:

Figura 7.- Tumbas y quemaderos de la segunda fase de intervenciones en la necrópolis de Ceal, según Chapa et al. (1998).

Hoyo: De planta circular, oval o subcuadrangular, pueden presentar un enlucido de barro y piedras como elemento de sujeción de los recipientes cerámicos. Cista: de piedras, adobes y/o yeso. Empedrados tumulares: Son estructuras cuadrangulares de aspecto cúbico, construidas con piedras y adobes, formando capas sucesivas. El espacio funerario que se localiza en el interior de la estructura y no debajo de la misma, se configura con adobes, con las paredes enca-

ladas, dividido en dos alturas mediante un banco que se localiza en el lado oriental donde se depositan las urnas con los restos cremados, separadas del resto del ajuar. Las paredes de la estructura se siguen levantando sobre el espacio interior finalizando con una cubierta de adobes, pudiendo estar encaladas y pintadas en especial los zócalos. Fosa de adobe o mampostería: Consiste en una fosa excavada en el terreno de planta cuadrada o rectangular.

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El suelo y las paredes están revestidos de adobe, madera o mampostería, que en ocasiones pudieron estar pintados. La cubierta puede ser de losas de piedra o vigas de madera. Las de mayor tamaño se diferencian de las cámaras por carecer de puerta o pasillo de entrada, por lo que el acceso se haría por la parte superior. Cámara: Es la construcción más compleja que se documentó en esta necrópolis. Es de planta rectangular con el suelo por debajo del nivel del terreno y enlosado con piedras trabadas con cal. Las paredes de son de piedra con un aparejo irregular, de gran solidez, fueron encaladas y se han conservado restos de pintura tanto en el zócalo del interior como en exterior. La techumbre se cerraba por aproximación de hiladas, hasta que el hueco se cubrió con losas horizontales. Se rodeó de una acumulación de piedras y arena revestida de adobes formando una pequeña estructura tumular (Chapa et al. 1990). Un caso especial es el representado por una construcción -5/719- que se localizó en el ángulo sureste de la necrópolis, señalizando quizás el punto de acceso a la misma (Chapa et al. 1998: 96-7; 2002-3). Esta estructura, con las mayores dimensiones de las documentadas, consiste en un recinto rectangular de bloques de piedra, con sus caras más lisas al exterior, relleno de piedras más pequeñas, sobre el que se realizó un alzado de adobes, de aspecto escalonado, cubiertos con lechadas de yeso pintadas de rojo. En el centro de la cubierta superior se aprecia una superficie rectangular rellena de piedras que pudo ser el soporte de algún elemento escultórico como la escultura de un toro hallada en el yacimiento (Chapa et al. 2002-3). La estructura permaneció en uso largo tiempo, sobreviviendo a distintos momentos de deterioro (Figura 8), en los que se procedió a rehacer los pasillos exteriores que de nuevo son enlucidos y pintados de rojo. En un momento posterior a su construcción se realizó un ente-

rramiento intrusivo individual con un ajuar de guerrero en la esquina noreste de la estructura buscando una clara asociación con el monumento (Chapa et al. 1998: 98100) (Chapa et al. 2002-3). Un segundo túmulo se construyó en paralelo a éste, pero solo pudo documentarse algún sector de la cara vista del perímetro del túmulo y una mínima parte del alzado de adobes. En todo caso y a lo largo del tiempo tanto las tumbas como los quemaderos nunca rebasaron el muro que delimitó el cementerio y lo separaba de la vía que ascendía al poblado.

Figura 8.- Estructura tumular en el acceso a la necrópolis, según Chapa et al. (1998).

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UNA LECTURA SOCIAL: AJUARES, TUMBAS Y QUEMADEROS

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or regla general los ajuares a pesar de ser variados y llamativos no incluyen elementos de verdadera riqueza, como vajillas y aderezos de metales preciosos que debían reservarse como patrimonio de herencia familiar (Chapa y Pereira 1991), no existen pautas que discriminen unos grupos de ajuar frente a otros, y si bien aparece una tendencia que asocia armas y cerámica ática con tumbas dobles o múltiples no siempre sucede así. En cuanto a la valoración jerárquica el estudio de los objetos acumulados en cada sepultura, proporciona una visión sin cortes bruscos, entre los enterramientos más sencillos y los más complejos o de mayor riqueza. La existencia de varios individuos en una misma tumba sesga esta primera lectura, ya que hace destacar a las tumbas múltiples. La división del número de elementos por el número de individuos de cada enterramiento nos da una visión en la que se hace más evidente la diferencia entre los ajuares con menos elementos y dos tumbas individuales caracterizadas por su poder de acumulación (Chapa et al.1998). La relevancia del proceso de cremación en la valoración de la riqueza de las tumbas permite concluir que los únicos elementos de ajuar que serán depositados en las tumbas sin verse afectados por la cremación son los recipientes cerámicos. En segundo lugar que las armas pesar de ser afectadas por el fuego o inutilizadas, se integran en el ajuar y se sitúan al exterior de la urna. Por último, matizar que la ausencia de otros elementos no implica su no participación en el ritual pudiéndose dar ajuares desproporcionadamente reducidos por una recogida deficiente. Esta circunstancia no es tan importantes en las sepulturas más ricas, que presentan más variedad de elementos y probablemente una recogida más cuidadosa,

pero si cobran relevancia para delimitar diferencias en el resto de la capas sociales. La valoración de los elementos de ajuar no es el único factor a tener en cuenta para detectar la jerarquización de un grupo social. La propuesta de Tainter (1978) del “principio de gasto de energía” relaciona los datos proporcionados por el ajuar, con la complejidad constructiva de la tumba y también correlaciona el tamaño de cada tumba y el número de individuos enterrados en ella. En el primer apartado en Castellones de Céal, las sepulturas ricas en ajuar tienden presentar una estructura más compleja y los tipos más sencillos suelen estar ligados con ajuares de menor volumen. En el segundo apartado cuando hay tumbas múltiples, éstas corresponden a las de mayor tamaño, con lo que este rasgo no estaría vinculado con la escala social, sino con un aspecto funcional: las tumbas que acogen al mayor número de individuos serían también las tumbas de mayor tamaño. En el caso de Castellones de Céal, los resultados de las excavaciones en la segunda fase (Chapa et al. 1998.), han permitido establecer salvedades importantes a la formulación anterior. La tumba 11/145, a pesar de ser una de las tumbas mayores, tuvo un uso individual. Otra de las tumbas bien conservadas como la 5066, era doble y la 5617 una de las más pequeñas de la excavación, era triple. Por último, la cámara funeraria descubierta en las primeras campañas de Fernández-Chicarro (1956, láms VIII-XIX) era una sepultura doble y su estructura era de gran tamaño ya que contaba con un túmulo que la cubría y protegía (Chapa et al. 1990). No se puede, por tanto, establecer en Céal una relación directa entre el número de personas enterradas y el tamaño de la tumba. Sin embargo hay otros factores

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que permiten matizar, el tamaño de las tumbas como indicio de jerarquización. En la necrópolis de Céal el espacio funerario estaba limitado, por lo que a lo largo de su utilización era habitual la superposición de tumbas y quemaderos, y por lo tanto el espacio disponible en los primeros momentos no era el mismo que al final.

La construcción de una tumba de gran tamaño, como la cámara sepulcral antes citada, que se fecha en el siglo III a.C. debe ser valorada más significativamente que en un momento inicial, cuando las cuestiones de espacio no eran tan acuciantes (Figura 9).

Figura 9.- a Propuesta de recreación de la tumba de cámara, según Chapa et al. (1998). B. Recreación del depósito del ajuar en la tumba de cámara (Dibujo de V. Mayoral).

Los análisis forenses en la necrópolis de Castellones de Céal, han permitido comprobar que los restos óseos depositados en las urnas de una misma sepultura, son de individuos distintos. Esta característica tiene gran importancia ya que permite valorar aspectos como las asociaciones familiares o las muertes simultáneas en algunos casos. En la necrópolis Castellones de Céal los datos obtenidos solo permiten destacar indicios de estas agrupaciones horizontales a partir de similitudes entre las características de tumbas y ajuares pertenecientes a la misma fase de utilización del espacio funerario y que podemos detectar en tres casos diferentes.

En primer lugar las agrupaciones de tumbas dentro de una misma fase, como las tumbas A, D, E, F y G de la campaña de Mayo de l955 (Fernández-Chicarro 1955; Chapa et al. 1998), que presentan una nueva estructura constructiva de planta rectangular de mampostería y/o adobes, cerrada con losas. Se trata de un grupo que modifica el tipo de sepultura habitual en la necrópolis, consistente en empedrados tumulares en un momento fechado en el siglo III a.C. No se han conservado los restos antropológicos correspondientes a estas tumbas, pero es bastante probable, que se trate de personas relacionadas entre sí, y con ajuares de guerreros muy completos

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Figura 10.- Tumba 11/145 de rango aristocrático, según Chapa et al. (1998).

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en casi todas ellas. La existencia de tumbas similares en Baza a partir del siglo IV a.C. plantea la hipótesis de que o bien se han establecido una serie de conexiones entre Céal y su entorno de la zona granadina, o se trata de grupos con un componente guerrero que se vinculan por lazos familiares o clientelares con algún personaje principal del yacimiento de Céal (Chapa et al. 1998: 168-9). Un segundo caso estaría representado por una serie de 4 tumbas fechadas en los inicios del siglo IV a.C., que ocupaban el sector central de la necrópolis. Solo una de estas tumbas pudo ser excavada con detalle, una fosa de mampostería con cierre de tablas de madera, con dos ámbitos, el superior con ofrendas formadas por platos y recipientes de cerámica gris y huevos de gallina y la cámara inferior donde se realizó el enterramiento propiamente dicho (Figura 10). En su ajuar funerario aparecen elementos que se corresponden con el adorno y exhibición de estatus de un personaje masculino: pendientes de oro, anillo de plata, cuenta de collar, botón decorado con una svástica y

pinzas de depilar de bronce. Destaca el ajuar cerámico integrado por cuatro urnas de cuello acampanado de la forma 4 de Pereira (Pereira 1988), una de las cuales sirvió como recipiente de los restos cremados del difunto, mientras que los demás servirían de contenedores de ofrendas, presentando alguna de ellas restos de un tejido envolvente. Este tipo y número concreto de recipientes aparecen documentadas en enterramientos individuales de las elites locales de la Alta Andalucía como los de la tumba de la Dama de Baza o las tumbas 11 y 20 de Galera, como si existiera un canon en el ajuar cerámico funerario adscrito a los personajes de cierta preeminencia social (Pereira 2010). Completan el ajuar cerámico un cuenco sin decoración que pudo servir de tapadera de la urna cineraria y una copa ática de figuras rojas, decorada con un varón vestido, que fecharía el conjunto entre finales del siglo V y principios del IV a.C. (Chapa et alii. 1998: 106-109) (Figura 11). El individuo enterrado fue identificado con precisión como un varón de 40 años, no encontrándose ningún tipo de arma en el ajuar.

Figura 11.- Ajuar de la tumba 11/145. (J. Latova).

En el análisis de los niveles de estatus en los ajuares de deros superpuestos, con los restos de dos adultos -homla necrópolis de Baza, se determinó que los individuos de bre y mujer- y un infantil respectivamente, lo que podría mayor relevancia no llevaban armas, sino otros elemeninterpretarse como una cremación de carácter familiar tos de lujo: carros, braseros o cráteras áticas (Ruiz et al. En el segundo grupo se identificaron un adulto inde1992). Ninguno de estos objetos aparece en estas tumbas terminado y una mujer de unos 20 años. Vinculado a de Céal, pero no cabe duda que estamos ante personajes este último quemadero destaca el hallazgo de la inhuque portan otros símbomación de un neonato, los externos prestigio, (Figura 12), que podría que en el caso antes reponerse en relación con señado se ha vinculado a el quemadero adyacenfunciones de tipo sacerte. En cumplimiento de dotal (Chapa y Madrila costumbre funeraria gal 1997: 195-6). documentada en otros El último caso de territorios ibéricos, el localización de posibles neonato fue inhumado, agrupaciones corressolo que en este caso en ponde a los quemadeel interior de la necróros que se localizan en polis. Esta circunstancia Figura 12.- Inhumación infantil en el área de la necrópolis. el extremo norte de la si bien no es habitual necrópolis, 8 ejemplares y 2 en el límite de las antiguas cuenta con algunos paralelos como el caso de la necróexcavaciones. En el primer grupo destacan tres quemapolis de El Cigarralejo (Chapa 2003: 119).

CUESTIONES DE GÉNERO

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e ha discutido ampliamente sobre la posibilidad de identificar los personajes femeninos, masculinos o incluso infantiles a partir de la composición de los ajuares funerarios, cuando faltan o son incompletos los análisis antropológicos (Prados 2012; Chapa 2003). Los análisis detallados de los ajuares de la necrópolis de Castellones de Céal no revelan un comportamiento exclusivo para enterramientos masculinos o femeninos, pues ambos géneros presentan algunos elementos coincidentes. Las diferencias también pueden quedar enmascaradas por

la existencia de tumbas, dobles, tripes o múltiples, en las que se mezclan ajuares de personas diferente sexo y edad. En líneas generales parece que en Castellones de Céal se mantiene la asociación hombre/armas, de las tumbas en las que se ha podido realizar análisis antropológicos, cinco incluyen varones, en cuatro hay armamento y en un caso el rico ajuar del varón enterrado no presenta armamento. No siempre las armas están en las tumbas masculinas, pero cuando hay armas siempre hay un va-

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rón enterrado, esto no excluye la presencia de mujeres relacionar con los restos humanos que han sido consideen algunas de esta tumbas que son múltiples, pero en rados como posibles trofeos de guerra o restos de persogeneral asociamos el armamento con los guerreros. Solo nas privadas del estatus necesario para ser quemados y hay un elemento de ajuar que consideramos masculino enterrados (Oliver 1995) (Figura 13). con seguridad, y son los pendientes amorcillados de oro, En general podemos considerar que el grupo femenicomo los que aparecen en la tumba 11/145 y que tienen no queda enmascarado por un ajuar en el que dominan su confirmación de uso en la iconografía de personajes recipientes cerámicos semejantes a los que aparecen en masculinos de alto ranenterramientos masgo en el Cerro de los culinos, y por la escasez Santos, Cigarralejo, Alde elementos del atavío bufereta o el jinete del personal. En el caso de cipo de Jumilla (Aralas mujeres de alto rannegui 1994: 129-131). go, cuyos ricos ropaEn cuanto a las mujes y aderezos nos ha jeres, tenemos pocos transmitido sobre todo casos individuales y en la estatuaria en piedra, esos casos el ajuar se no hay constancia de limita a recipientes ceque llegaran a formar rámicos similares a los parte de los ajuares fuFigura 13.Tumba con enterramiento familiar 5/066. de los enterramientos nerarios, por lo menos En primer término fémur inhumado. masculinos. En el caso constituyendo juegos de la tumba 5066, en la que se identificaron una mujer completos (Chapa y Pereira 1991). Por último, con resjoven y un individuo infantil (Chapa, Pereira 1986) se pecto a un elemento de gran importancia en los ajuares documentaron elementos de sujeción de una espada funerarios del Alto Guadalquivir como es la cerámica pero ningún arma efectiva. Añade más complejidad a ática, en Céal no se puede asociar a un sexo concreto, si la interpretación de esta tumba el hallazgo de un fémur bien los recipientes relacionados con la bebida se suelen humano sin indicios de de haber sido quemado, utilizaadscribir al ámbito de las interacciones sociales de persodo para delimitar el espacio funerario, y que se podría najes masculinos (Chapa et al. 1998: 172).

ESCULTURAS ZOOMORFAS Y SIMBOLOGÍA

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rocedente de la necrópolis de Castellones Céal se conserva en el Museo de Jaén una escultura de cérvido de la que se desconoce su contexto exacto en el

espacio funerario. Incluida en el catálogo de esculturas zoomorfas ibéricas (Chapa 1980: 416-7) no había sido objeto de un estudio específico hasta que a principios del

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presente siglo, el conocimiento de otra escultura zoomorfa -un toro-, procedente también de la necrópolis que había permanecido inédita por estar depositada en una propiedad particular, ha propiciado un estudio en profundidad de las dos piezas, así como nuevas aportaciones a la hora de completar la reconstrucción del “paisaje funerario” de la necrópolis (Chapa et al. 2002-3). La escultura del toro probablemente remataba una de las dos grandes estructuras tumulares, que flanqueaban el acceso de la necrópolis y que fueron construidas en la transición del siglo V al IV a.C. Existe un amplio consenso sobre la importancia de este animal en las creencias de los pueblos prerromanos peninsulares, que en este contexto en particular remite a una divinidad, masculina o femenina, relacionada con la fuerza, la fecundidad y el dominio astral y que parece vincularse especialmente con los guerreros.. En el caso de la escultura del cérvido, los paralelos más próximos proceden de

Caudete, y Liétor en Albacete y Toya y Cerro Alcalá en Jaén. El ciervo y en especial la cierva, se relacionan con la naturaleza salvaje y su caza, pero también tienen un importante papel en el ámbito religioso ya que es el símbolo de una divinidad femenina como Artemis-Diana relacionada con los animales silvestres, la luna y la noche, que adquiere un especial sentido en el ámbito funerario al vincular un símbolo nocturno con la renovación de la vida y la diosa protectora. Se puede especular que la escultura de la cierva pudo tener una posición similar a la del toro en la estructura tumular gemela que junto con la del bóvido marcaba el acceso a la necrópolis. Otra opción sería la de su utilización como remate de una sepultura individual, con un paralelo a escala menor en las cajas-urna de Galera -trasunto de una tumba- en las que la imagen del animal actúa como protector de los restos del difunto que contienen (Chapa et al. 2002-3: 42).

RECAPITULACIÓN

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n la primera fase de utilización de la necrópolis de Castellones de Céal, la adopción del ritual incinerador, los tipos cerámicos y sobre todo la presencia en los ajuares individuales de elementos relacionados con la vestimenta, muestran modos de reflejar el estatus, que se desarrollarán en las ceremonias funerarias de plena época ibérica. Abandonado el lugar en la segunda mitad del siglo VI a.C. será a finales del siglo V a.C. cuando un nuevo contingente poblacional convertirá el lugar en un enclave más estable que perdurará hasta comienzos del siglo I a.C. En esta nueva refundación, hábitat y necrópolis ocuparan las anteriores localizaciones. En el caso de la

necrópolis, las primeras construcciones fueron las dos grandes estructuras tumulares, de planta cuadrada en las que al menos una se remató con una escultura en piedra de un toro. A corta distancia de estas construcciones, se situaron otras sepulturas de importancia, construidas a una cierta profundidad y junto a estas, se construyeron otras tumbas más sencillas. Los quemaderos se localizaban entre las estructuras y sobre estos, una vez amortizados se construirían nuevas tumbas (Figura 14). Las tumbas más complejas presentan estructuras y ajuares de rango aristocrático, que nos indican que Castellones de Céal tiene un papel estratégico en la ordenación territorial de la Alta Andalucía ligado al control y manteni-

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miento de un circuito comercial, por el que llegaban las importaciones mediterráneas al Alto Guadalquivir, y se canalizaban las materias primas objeto de exportación. La ruta del Guadiana Menor, a pesar de su complicada orografía era de las más cortas para conectar el Alto Guadalquivir con el Sureste peninsular. Las características de los recipientes cerámicos, la presencia de productos áticos –cráteras, escifos y copas- y algunas estructuras funerarias de Céal permiten vincularlas con las del cercano asentamiento de Toya, que pudo haber actuado como oppidum central del que pudo proceder el contingente demográfico responsable de consolidar el nuevo enclave. En Céal se reproduciría a pequeña escala el modelo de otros oppida, con una aristocracia local identificada en las tumbas de mayor volumen y ajuares complejos, en las que no es determinante la presencia de armas. Las últimas fases de ocupación de la necrópolis de Castellones de Céal se enmarcan entre los siglos III y II a. C., en los que aparecen consolidadas dos conglomerados étnicos que identifican las fuentes: Bastetanos y Oretanos. Los primeros tendrán su centro en la cercana Basti (Baza) mientras que para los segundos siendo su centro Oretum al norte de Sierra Morena, será Cástulo el centro

que adquiera mayor protagonismo para las comunidades del Alto Guadalquivir. Esta situación acentuará el carácter fronterizo tanto de Céal como del oppidum de Toya, en un periodo en el que el expansionismo cartaginés, tiene un impacto importante en las comunidades prerromanas del Sureste peninsular (Chapa et al. 1998: 177). En Céal tenemos evidencias que han sido valoradas como propias de la identidad bastetana (Almagro Gorbea 1982: 116) (Chapa y Pereira 1994), como la construcción de una cámara funeraria con paralelos en Toya y Galera, así como la introducción de nuevos tipos de tumbas, frecuentes en la vecina Baza, que conviven con estructuras similares a las de la etapa anterior. Cambios y pervivencias, transmiten las tensiones de un enclave fronterizo, responsable de una ruta que mantiene la conexión entre los territorios de Bastetanos y Oretanos. El final del asentamiento de los Castellones de Céal pudo deberse a algún episodio de las guerras sertorianas tras las que no se produce una nueva reocupación del lugar, quizás por una nueva reorganización política y económica del territorio a partir de los cambios en la administración de las minas de Cástulo. Lo cierto es que el poblado de Castellones se abandonó y cayó en el olvido durante veinte largos siglos.

Figura 14.- Distribución de tumbas y quemaderos de la necrópolis de Ceal, en el siglo IV a.C., según Chapa et al. (1998).

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