Chantal Jaquet. Los transclase (Entrevista)

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Descripción

Los transclase. Entrevista a Chantal Jaquet Autor: Lucie Fougeron Fuente: Humanité Dimanche (5 de febrero de 2015).

URL original:

---------------------------------------------------------------------------------------------------------www.humanite.fr/chantal-jaquet-le-transclasse-est-une-exception-qui-confirme-la-regle-sociale-564807

---------------------------------------------------------------------------------------------------------Disponible en UniNómada:

---------------------------------------------------------------------------------------------------------http://www.uninomada.co/inicio/index.php/biblio

---------------------------------------------------------------------------------------------------------Para citar este artículo:

---------------------------------------------------------------------------------------------------------Fougeron, Lucie. « Los transclase. Entrevista a Chantal Jaquet ». URL: http://www.uninomada.co/inicio/index.php/biblio Fuente: Humanité Dimanche (5 de febrero de 2015)

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Los transclase Entrevista a Chantal Jaquet Por: Lucie Fougeron Humanité Dimanche 5 de febrero de 2015 Traducción: UniNómada, Colombia Los individuos que se desprenden de su condición de origen para alcanzar el “éxito” parecen desafiar la ley de hierro de la reproducción social. Encarnados en la figura del selfmade-man, esos recorridos singulares se resisten al estudio sociológico constituyéndose en objeto de recuperaciones políticas. ¿Pero pueden realmente contradecir las grandes determinaciones sociales? Chantal Jaquet, filósofa especialista en Spinoza, dedica a esta cuestión su libro Les transclasses ou la non-reproduction (PUF, 2014, 248 pp). ¿Cuáles son las razones que predominan en el tránsito –raro– de individuos de una clase social a otra en un sentido “ascendente”? ¿Qué nos dicen esos recorridos sobre el funcionamiento de nuestra sociedad? Con el ánimo de completar y enriquecer los trabajos sobre la reproducción social mediante la comprensión filosófica de esas trayectorias, la autora forja un método en el cruce de la historia colectiva y de la historia íntima, lo que implica establecer el lugar del individuo en la clase, el juego de los afectos y de los encuentros, el papel de las diferencias sexuales y raciales. La autora invita a romper las limitaciones disciplinarias para aprehender la singularidad en la intersección de la filosofía, la sociología, la psicología social y la literatura. Reclamando la desconstrucción de los conceptos de identidad social y personal, en provecho de un pensamiento de la complexión y del mestizaje de las determinaciones, ella procura alcanzar una nueva mirada de la condición humana.



Versión en francés disponible en: http://www.humanite.fr/chantal-jaquet-le-transclasse-est-une-exceptionqui-confirme-la-regle-sociale-564807

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¿Qué puede decirnos la filosofía cuando se ocupa de los fenómenos sociales? Reivindicando los aportes interdisciplinarios, la autora invoca ya no estadísticas inoperantes, sino materiales literarios ficcionales (Rojo y negro, entre otros) y autosociobiográficos (Annie Ernaux, Didier Eribon...). Esto con el fin de analizar en toda su complejidad lo que aliena, para contribuir a liberarse de eso.

*** HUMANITE DIMANCHE (HD). Para designar la cuestión tratada en su libro, usted recurre a un neologismo: los “transclase”. ¿Por qué?

CHANTAL JAQUET (CJ). Las formulaciones empleadas para describir esos recorridos, esos cambios sociales implican juicios morales o normativos: se habla de “ascenso social”, lo cual presupone una promoción, mientras que en sentido inverso se habla de “desclasamiento”, de gente “advenediza”... Y en la sociología francesa, la fórmula más rigurosa de “tránsfuga de clase” conduce a una idea de deserción. En inglés se habla de class-passing, del hecho de pasar de una clase a otra, lo cual es mucho más neutral. He forjado la palabra “transclase” para indicar un movimiento en el que uno no se eleva, sino que pasa de un lado a otro.

HD. Los transclase son ignorados por la investigación académica, y sensiblemente en el campo de las ciencias sociales. ¿Qué problemas son los que ellos plantean? CJ. Cuando los investigadores hablan de “movilidad social”, eso encubre la existencia de las clases sociales: se tiene con ello la impresión de pensar en una sociedad en estado de fluidez. Esta es una concepción ideológica, pues sugiere que en sociedades inmóviles hay movimientos a pesar de todo, ya sean lentos o acelerados, lo cual permite a fin de cuentas mantener el inmovilismo. Y los investigadores que tienen sensibilidad para pensar los cambios sociales estiman, con toda razón, que es la no-reproducción colectiva lo que resulta interesante y consideran entonces los casos singulares como anecdóticos, temiendo que esos casos sean reapropiados por la ideología dominante como aprovechables para el buen funcionamiento de la sociedad. 2

HD. En el centro de su aproximación figuran la filosofía y el material literario. ¿Qué aportan ellos al esclarecimiento de la cuestión?

CJ. Las estadísticas no son ninguna garantía cuando se trata de pensar trayectorias que, en un momento dado, implican tomar en cuenta la particularidad y las diferencias sutiles. La filosofía puede esclarecer la sociedad política y sus fenómenos, pues un concepto permite aprehender la realidad ya no como si estuviera desde siempre constituida, sino considerándola de otro modo, tomando en conjunto una serie de datos. Y no se trata de una producción puramente teórica: para que el concepto de transclase tenga sentido, debe alimentarse de los casos singulares. Por eso me he apoyado en esos dominios, los que podemos presentar con mayor probabilidad: la literatura y las auto-sociobiografías, como la de Annie Ernaux, entre otros.

HD. ¿Cómo sitúa su reflexión respecto a la teoría de la reproducción social formulada por Bourdieu y Passeron?

CJ. La teoría de la reproducción tiene todas las de ganar considerando lo que parece estar a su favor. Se trata de mostrar, para completarla, que existen en ella puntos ciegos. Por lo demás, cuando el objeto de la sociología es estudiar una sociedad particular, la aproximación filosófica, que puede ser a la vez histórica y transhistórica, permite variar los puntos de vista, pues un concepto pertinente puede aplicarse a toda situación particular, como lo he mostrado recurriendo a la figura ficcional de Julien Sorel, el protagonista de Rojo y negro de Stendhal, pero también en el caso de Michelet, o incluso siguiendo los Treinta Gloriosos Años1 en Francia con los relatos de Annie Ernaux, de Didier Eribon, y del propio Bourdieu… De modo más general, a través de este objeto aparentemente limitado, me he esforzado por comprender lo que nos constituye, lo que se pone en obra en la condición humana. 1

Esta expresión, generalizada desde su utilización en 1979 por el economista Jean Fourastié, se refiere al boom de la posguerra conocido también como los años dorados o la Edad de oro del capitalismo. Designa el periodo socioeconómico comprendido entre 1945, final de la Segunda Guerra Mundial, hasta la crisis del petróleo de 1973. Sus dos rasgos distintivos fueron el crecimiento económico y el enfrentamiento de los Estados Unidos y la Unión Soviética que se reconoce como la Guerra Fría. [N. de T.].

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HD. ¿Eso no conduce a proponer una aproximación crítica de la noción de identidad, cuyo uso en todas direcciones infesta el campo político?

CJ. En efecto, pues el transclase es precisamente aquel que se caracteriza por un movimiento de desidentificación: al desprenderse de su medio de origen, debe deshacerse de hábitos, prácticas y supuestos para adaptarse a un nuevo medio. Es también un indicador del movimiento mediante el cual cada uno tiene que definirse en la existencia. El concepto filosófico de complexión –del latín “con” (con) y “plectere” (tejer)–, que he tomado prestado parcialmente de Spinoza, permite mucho mejor dar cuenta de esa trayectoria, pues designa el núcleo de todas las determinaciones tejidas en la historia de cada uno, donde los afectos –esas emociones salidas de nuestras confrontaciones con el mundo exterior– juegan un papel fundamental. Eso demuestra que uno no se define nunca como una singularidad separada del resto, sino siempre en relación con los otros, ya sea por mimetismo o por diferencia: uno se teje, se desteje y se mestiza de modo permanente. Toda la existencia está hecha de tránsitos de una determinación a otra, de un vínculo a otro, que nos “reconfiguran” a cada momento.

HD. De ahí su desconstrucción del mito del self-made-man, arraigado en el sueño americano desde su fundación por Frederick Douglass y Benjamin Franklin, y de modo más general, del discurso meritocrático emblemático de la ideología liberal contemporánea…

CJ. El self-made-man es el prototipo de la ilusión: cuando uno no sabe explicarse estos recorridos, se los imputa a una especie de genio personal. En nuestras sociedades marcadas por las mitologías del mérito o del don, el self-made-man es una representación totalmente errónea del cambio social, en la medida en que presupone que dicho cambio se da de la nada, sin percatarse de todo lo que está en juego: las condiciones económicas y sociales, familiares, sus modelos, las relaciones de fuerzas que están instauradas… Y además, la noción de mérito, esta figura, remite a la idea de que cada uno sería responsable de su destino (el famoso adagio “cuando se quiere, se puede”, con todo lo que eso implica…). 4

Ahora bien, no se empieza completamente solo a partir del propio medio: se está echado o arrojado de (y por) él.

HD. Entonces asociar los recorridos de los transclase a un ascenso o a la conquista del éxito representa para usted muchas dificultades…

CJ. Hay el dolor del desprendimiento, de la metamorfosis, de no sentirse en su lugar sino desplazado –por una especie de “inmigración del interior”, como dice Annie Ernaux–, de no pertenecer ni a su clase de origen ni a la clase a la que se arriba… La experiencia enriquecedora del descubrimiento de otro universo puede estar acompañada de una especie de alienación, pues uno puede querer imitar a los otros, probar su legitimidad, y tener siempre la impresión de ser señalado por su falta de gusto. Y se corre también el riesgo de volverse un arribista, el perro guardián de los valores de la clase a la que se arriba. Esta tensión está perfectamente resumida por Michelet cuando dice que lo más difícil no es ascender, sino, ascendiendo, mantenerse en sí. Uno se contenta con una conquista social sin que haya una transformación radical de la sociedad. Ese recorrido no es entonces un ascenso en el sentido noble del término, pues no ha contribuido en nada a hacer progresar la condición humana; al contrario, al servir de válvula de seguridad, demostrando que “eso es posible”, contribuye a mantener el conservadurismo del entorno.

HD. El transclase, concluye usted, no representa ningún porvenir para el hombre, pues el objetivo no puede ser superar solitariamente las barreras de clase, sino abolirlas para todos… CJ. La cuestión no es que la no-reproducción sea posible “en solitario”, sino que pueda serlo de manera generalizada y que las sociedades no queden fijadas bajo categorías sociales que nos encierran. Para mí, no hay ni libre albedrío –el pensamiento de los posibles es un lujo reservado a los que tienen los medios para elegir– ni fatalidad. Lo que importa es el análisis de lo que nos aliena y nos impide existir, a fin de promover una máxima potencia de obrar.

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