Changó el Gran Putas de Manuel Zapata Olivella

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Descripción

Changó el gran putas de Zapata Olivella: irrupción de un pueblo en el debate cultural hispánico

Antonio Jiménez Morato Tulane University, Spanish & Portuguese Department

Hay una novela, aunque permanece todavía muy poco conocida entre el gran público, que traza la trayectoria de los pueblos negros en América. La narración parte desde la prehistoria de la esclavitud en América, antes incluso de la captura y venta en África y su posterior partida en los barcos negreros de españoles y portugueses hasta el Nuevo Mundo, y alcanza hasta los enfrentamientos por los derechos civiles en los Estados Unidos de los años sesenta. Presenta así de modo claro el recorrido histórico de un pueblo que llegó ya sometido y sigue aún luchando por lograr una libertad plena y real en un continente al que no escogieron emigrar. En el trayecto la novela se va deteniendo en diversos hitos históricos que ponen en evidencia el periplo del pueblo negro en las Américas: en la vida en cautiverio de los esclavos en la Cartagena de Indias del Virreintato de Nueva Granada, en la exaltada y sugestiva realidad de la revolución haitiana que tantas páginas ha generado y sigue sin ser comprendida en toda su extensión y profundidad como ya señalase

Antonio Jiménez Morato

Ponencia leída dentro del marco de la Conferencia Mobilizing at the Margins: Citizenship, Identity and Democrazy, organizada por LAGO en la Universidad de Tulane del 5 al 7 de febrero de 2015.

Susan Buck-Morss en Hegel and Haiti, en los procesos de emancipación o independencia, elijan la versión que más les guste, de la corona española que se desarrollaron a lo largo de todo el siglo XIX, incluyendo a la figura más determinante de los mismos: Bolívar, que fue amamantado y criado por una sirviente de raza negra, y, también, en las revueltas internas protagonizadas por las reclamaciones de índole racial que socavaron la imagen de una ingenua arcadia que pretendían ofrecer los emergentes gobiernos criollos en países tan lejanos y al mismo tiempo parecidos como Brasil, Colombia o México. En resumen: una epopeya grandiosa –y quiero dejar claro que usar este adjetivo no es una apreciación subjetiva, sino una descripción valorativa que no sólo viene justificada por la extensión de la novela, ya que se extiende a lo largo de más de setecientas páginas– que permite redescubrir y meditar sobre muchos aspectos de la Historia del pueblo negro en el Nuevo continente. Se hace evidente que debiera ser, sí, una lectura obligada, tanto en los currículums académicos de Literatura como en los de Historia. Quizás en más disciplinas. Y, sin embargo, sigue siendo, hoy, una novela prácticamente desconocida, cuya existencia ha sido difundida más mediante el boca a boca o a través de puntuales, y quizás poco promocionadas, iniciativas como la del Banco Nacional de la República de Colombia y su Biblioteca de Autores Afrocolombianos, que a través del reconocimiento unánime de la crítica o su incorporación al canon oficial. La novela de la que hablo es Changó el Gran Putas y su autor es Manuel Zapata Olivella. Y si para algo pretende servir esta intervención es para difundir la existencia de esta obra y animar a todos a acercarse a ella, ya que si de algo anda escasa la producción literaria hispanoamericana es de textos que se hayan atrevido a visibilizar la existencia del pueblo negro en la Historia del continente. No cometeré la osadía de resumir una novela de semejante complejidad en apenas un cuarto de hora. Sería una descortesía hacia su autor y, sobre todo, hacia ustedes, de hecho el esbozo que 2

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he realizado del argumento me parece suficiente atrevimiento. Pero no está de más detenerse en unos puntos para hacerse una idea cabal de los logros de este libro. Desde el mismo inicio de la narración, Zapata Olivella pone en evidencia la principal dificultad a la que se enfrentará el lector para transitar por la novela: el desconocimiento generalizado de los referentes culturales y míticos sobre los que se ha de sustentar la historia del pueblo negro. El primero de los cinco libros de que se compone la novela se abre con la narración de una leyenda, donde se habla de la condena que debe cumplir Changó y sus descendientes y, como toda gesta destinada a cimentar una mitología, está escrita en verso. Pero lo que hace más hermética esta sección de la novela no es la métrica, sino el desfile de todo un panteón, el de los orishás que es muy poco conocido, todavía hoy, en la cultura hispanoamericana. Desde el mismo inicio se recuerda al lector que este libro pretende, sobre todo visibilizar a un pueblo que ha sido marginado a lo largo de la Historia. Víctima involuntaria del choque entre los pueblos originarios y los colonizadores, su cultura ha permanecido poco atendida. El escaso conocimiento que se tiene de ella es, por ejemplo, a través del desarrollo sincrético de la misma, fusionada con la cultura invasora, que se pretendió civilizadora, o las existentes en el continente, que en un oxímoron sorprendente pasó a ser denominada barbarie por los gobiernos criollos que surgieron tras los procesos independentistas. Así que el primer salto al que se invita al lector en la novela es a conocer unos mitos desconocidos, a asumir su condición de lego para entrar en el universo que se le propone, a sentir en carne propia la sensación de los primeros “migrantes forzados” que llevaron la negritud al Nuevo continente y se vieron obligados a integrarse en una cultura que no era la suya, a hacerla suya a la fuerza. El resto de la novela, dividida en cinco libros, va desarrollando una narración histórica. Por eso está escrita en prosa y no en verso. Comienza por el viaje en los barcos negreros, y las revueltas que 3

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tenían lugar en ellos, y, desde el inicio, impone una terminología nueva, la de los ekobios (forma en que se denominan entre sí los negros emigrados forzosamente), donde los blancos esclavizadores pasan a ser «las lobas» y los negros esclavizados, donde cada individuo es denominado «muntu» que no es sino el singular de «bantu», palabra que denomina la unión de todos los entes, vivos o muertos, humanos o animales, incluso minerales, realidades que comparten una energía que une al hombre con sus ascendentes y la tierra que ocupa. Resulta llamativo que todo este vocabulario se incluye en el discurso de la novela sin aclaraciones, tan sólo un glosario final y una advertencia preliminar, que invita a dejarse llevar por el lenguaje e imaginar o intuir el significado de esas palabras, hace referencia a esa nueva dificultad, recalcando de nuevo la necesidad de abandonar los moldes culturales para poder sumergirse en la cosmovisión que ofrece la novela. El vocabulario es un medio más para sumergir al lector en un nuevo enfoque de la existencia. En todo caso, quien transite por sus páginas no se encontrará tan sólo con dificultades, astutamente el autor ha sabido graduar también la mudanza a una mirada diferente en el discurso y, para poder dar el salto a esta inédita visión del mundo, la novela registra en esos primeros pasos de la narración en prosa, la que se adhiere a la reescritura de la historia, una presencia simultánea del discurso del blanco colonizador, representado en el cuaderno de bitácora del capitán del navío negrero, junto a la voz múltiple del pueblo negro que comienza a abocetar su Historia desde la bodega de carga del barco, y que es la encargada a posteriori de contar el resto de los acontecimientos de la novela. Digo múltiple porque aunque la narración es, siempre, en primera persona, va saltando de un personaje a otro, y en muchos casos esos personajes parecen sucesivas reencarnaciones o posesiones de los personajes que aparecían en el mito originario que desencadenó la novela. Y, de esa serie de mitos originarios es sobre todo Changó el que alza la voz de 4

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modo más recurrente. Todos estos elementos evidencian la sofisticación narrativa de la novela, que además va introduciendo diversos aspectos de la cosmogonía de los pueblos africanos de la zona situada entre el río Níger, Guinea y Senegal, espacio geográfico de dónde procedía la mayoría de los esclavos llevados a América, tales como su concepción propia del devenir temporal, basada en la repetición de ciclos, o la simultaneidad de diversos planos temporales que cuestionan la idea misma de la sucesión en que se basa la mirada histórica. Lo que viene a hacer Zapata Olivella a través de la novela, para explicarlo de modo más claro, es reubicar el foco de la Historia en América, que tradicionalmente había marginado a los pueblos negros, para, en palabras de Didi-Huberman al releer a Walter Benjamin, visibilizarlos. Muchas veces se ha señalado, pero conviene recordarlo una vez más, que las matanzas llevadas a cabo para someter las revueltas de los trabajadores de las compañías bananeras a finales de la década de los años 20 del siglo pasado en Colombia fueron especialmente virulentas con los individuos de raza negra. Pese a haber sido retratadas como uno de los episodios determinantes de Cien años de soledad, nada se dice en la novela de Gabriel García Márquez sobre la raza de dichas víctimas. ¿No mencionar el hecho ha ser leído, como se ha hecho durante muchos años, como síntoma de la falta de racismo en la sociedad? Pensar algo así sería ingenuo. No, se trata tan sólo de una cuestión de invisibilización. Didi-Huberman habla de pueblos sobreexpuestos y subexpuestos, y quizás no haya mejor ejemplo de esa circunstancia que el pueblo negro en Latinoamérica. La sobreexposición del cliché, donde no hay lugar para la singularización, deviene en una asimilación como pueblos borrosos. Y, ante la ausencia de una singularización de los mismos en la historia, Zapata Olivella decide volver sobre figuras reales del pasado para transformarlas en mitos, sublimarlas, como bien señala Dorita Piguero de Nouhaud en la introducción que hizo a la edición de Changó en 1992. De hecho, la 5

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identificación entre Malcolm X y Changó, orishá de la furia, de la combatividad, podría ser leída como uno de los objetivos programáticos de la novela. Zapata Olivella recrea o inventa un mito originario, africano, que sirve como profecía y detonante de la narración, pero más tarde genera los mitos del pueblo negro en el Nuevo mundo. Mitos que son encarnados por los mismos orishás que van ocupando los cuerpos de diversos personajes históricos. Esa mitificación de la Historia es uno de los procesos que realiza la novela, pero no el único. Sin duda no es menos determinante la aparición política, en el sentido de hacer visible, de aparecer, de los pueblos negros. Hannah Arendt, en su libro ¿Qué es la política?, habla de cuatro paradigmas para entender el mecanismo de la política, que no es sino el análisis de las relaciones entre humanos: rostros, multiplicidades, diferencias e intervalos. Esos cuatro paradigmas aparecen en la novela de Zapata Olivella. En primer lugar los rostros para singularizarlos, porque los pueblos no son abstracciones, están formados por cuerpos individuales que actúan, que protagonizan hechos históricos, que se tornan visibles cuando son narrados. A continuación las multiplicidades, hechas de diversos rostros, que deshacen la idea de establecer arquetipos singularizables, por eso no se puede hablar de «el pueblo» o «el hombre» sino de «los hombres» y «los pueblos». La historia de las Américas debe ser, pues, también, la de sus pueblos indígenas, colonizadores y esclavizados, pese a que no hayan ocupado, jamás, espacios similares, ni por cantidad ni por jerarquía. La política, como bien señaló Arendt una y otra vez a lo largo de sus textos, consiste en esas relaciones entre los individuos, los rostros, y las multiplicidades que forman, esto es, en la gestión de las diferencias. No existe la política en el hombre aislado, es en ese espacio externo al hombre e interno a la comunidad donde tiene lugar, donde se produce, la política. Y, por tanto, es posible pensar ese espacio político como la red de los intervalos que unen las diferencias. Cito a Arendt: «La política nace en el espacio-que-está-entre los hombres, y 6

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por consiguiente en algo fundamentalmente exterior-al hombre. No hay, pues, una sustancia verdaderamente política. La política nace en el espacio intermedio y se constituye como relación. (…) La política organiza de entrada a seres absolutamente diferentes, considerando su igualdad relativa y haciendo abstracción de su diversidad relativa.» Así, Zapata Olivella no está sólo construyendo mitos partiendo de las figuras históricas, sino que está integrándolos dentro del espacio de lo político, los está visibilizando frente a su inexistencia anterior. Y lo hace siguiendo el modelo de Arendt, conquistando una «parcela de humanidad» para la que se injerta la creación, por ejemplo la literaria, dentro de la corriente histórica. Como ha señalado Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica el valor cultual (Kultwert) se opone al valor de exposición (Ausstellungswert), y precisamente es a través del valor de exposición como avanza la presencia política a juicio de Benjamin. Mirada hegeliana, sí, que postula que los pueblos se hacen presentes al exponerse de un modo más radical y decisivo. Y es importante el hecho de que sea el mismo pueblo quien tome dicha decisión. No se podría realizar una lectura tan inequívoca de las intenciones de Zapata Olivella si él mismo no fuera negro. Es por pertenecer a la «tradición de los oprimidos» por lo que puede volver a exponer, a contrapelo, los valores de los pueblos negros de América. Por eso, a la postre, no creo que Changó el Gran Putas deba ser leído sólo como una novela, una producción que podemos encajonar dentro de la ficción sin meditar más en ella, sino que recoge y retoma el espíritu de la novela moderna de mayor exigencia, la de obras como el Quijote o Madame Bovary, al establecer su eje central en la tensión entre ficción e Historia, entre narración y experiencia. Y por eso sería cicatero hurtar al texto de Zapata Olivella su alcance histórico, privarlo de su verdadera vocación de devolver al primer plano de la historia a los que han sido escorados ¿por?/¿de? ella. Ruego que se permita, una vez más, recurrir a Walter Benjamin y 7

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leer sus palabras, en este caso extraídas de los Paralipómenos y variantes de las “Tesis sobre el concepto de historia”. Allí dice: «Es más difícil honrar la memoria de quienes no tienen nombre (das Gedächtnis der Namenlosen) que la de las personas reconocidas y festejadas, sin que poetas y pensadores sean una excepción. A la memoria de los sin nombre está dedicada la construcción histórica.» En una epopeya como la de Changó el Gran Putas, ¿qué otro objetivo puede leerse más allá del de alumbrar la presencia de toda una cultura, de un pueblo que ha sido marginado hasta entonces? En su uso de referentes y figuras históricas hay que leer algo más que una función estructural del libro, es la misma voluntad de reescribir la Historia lo que pretende Zapata Olivella a través de la narración. En sus manos está no el leerlo como un texto historiográfico, nada más pretencioso, sino dejarse influir por él para volver a escribir la historia de los pueblos americanos. Esta vez la de todos los pueblos americanos.

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