CERRO COLORADO, UNA NECRÓPOLIS DE LOS PRIMEROS POBLADOS DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO. Congreso Audema

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Descripción

Editores científicos: Jorge Morín de Pablos Dionisio Urbina Martínez Diseño y Maquetación: Carmen Elisa Narro Sánchez. Esperanza de Coig-O’Donnell Magro Edición: Auditores de Energía y Medio Ambiente S.A. Avenida de Alfonso XIII, 72. 28016, MADRID www.audema.com

1ª edición: Septiembre 2012. ISBN: 84-616-0349-4 Depósito Legal: M-29884-2012 Impreso en España - Printed in Spain.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni todo ni en parte, ni registrada, transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de Auditores de Energía y Medio Ambiente S.A.

EL PRIMER MILENIO a.C. EN LA MESETA CENTRAL De la longhouse al oppidum

VOLUMEN 2: II EDAD DEL HIERRO

ÍNDICE APERTURA t

El Primer Milenio en la Meseta Central. Jorge Morín y Dionisio Urbina

PRIMERA EDAD DEL HIERRO. VOL. 1 CONTEXTOS t

Bronce Final - en el Tajo superior. Rosa Barroso

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Las Primeras Necrópolis de incineración en tierras de Madrid. María Concepción Blasco, José Chamón y Joaquín Barrio

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El final de Cogotas I y los inicios de la Edad del Hierro en el Centro de la Península Ibérica (1200- 800 a.C.). Alfredo Mederos

NUEVOS YACIMIENTOS t

El yacimiento de Las Camas (Villaverde, Madrid) Longhouses en la Meseta Central. Ernesto Agustí, Jorge Morín, Dionisio Urbina, Francisco J. López Fraile, Primitivo J. Sanabria, Germán López, Mario López, José Manuel Illán, José Yravedra Sainz de los Terreros e Ignacio Montero

t

La Cuesta, Torrejón de Velasco (Madrid): un hábitat singular en la Primera Edad del Hierro. Raúl Flores y Primitivo J. Sanabria

t

El yacimiento de Las Lunas, Yuncler (Toledo): una ciudad de cabañas. Dionisio Urbina y Catalina Urquijo

t

Las cabañas de la I Edad del Hierro del yacimiento de Dehesa de Ahín (Toledo). Juan Manuel Rojas y Antonio J. Gómez Laguna

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Palomar de Pintado, Villafranca de los Caballeros (Toledo): territorialización y sociedades del primer hierro en la Mancha toledana. Jesús Carrobles y Juan Pereira

LA CULTURA MATERIAL t

La cerámica de transición del Bronce al Hierro y del Hierro Antiguo en el Área de Madrid y Norte de Toledo (850/800- 500/400 a.C.). Juan Francisco Blanco

t

Metalurgia en la meseta sur: síntesis sobre el primer milenio a.C. Ignacio Montero y Martina Renzi

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Conjuntos líticos de la Edad del Hierro en la Meseta Central. Germán López López

t

Industria lítica del yacimiento de Las Camas”(Villaverde, Madrid). Germán López López

t

Un brazalete de marfil del yacimiento de Las Camas (Villaverde, Madrid). Thomas X. Schuhmacher

t

Grafitos fenicios en el centro peninsular. Luis A. Ruiz Cabrero

SEGUNDA EDAD DEL HIERRO. VOL. 2 CONTEXTOS t

Los yacimientos celtibéricos del Alto Tajo y Alto Jalón: el I Milenio a.C. en la Meseta Oriental. María Luisa Cerdeño

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Plaza de Moros y los recintos amurallados carpetanos. Dionisio Urbina

t

El final de la Edad del Hierro: el hábitat fortificado del Cerro de la Gavia. Jorge Morín, Dionisio Urbina, Francisco J. López Fraile, Marta Escolà, Amalia Pérez-Juez, Ernesto Agustí y Rafael Barroso

NUEVOS YACIMIENTOS t

Hoyo de la Serna, poblado y necrópolis de los inicios de la II Edad del Hierro en la meseta de Ocaña. Dionisio Urbina y Catalina Urquijo

t

Cerro Colorado, una necrópolis de los primeros poblados de la II Edad del Hierro. Dionisio Urbina y Catalina Urquijo

t

La Guirnalda: un yacimiento de la Edad del Hierro en la provincia de Guadalajara. Ernesto Agustí, Dionisio Urbina, Jorge Morín, Ruth Villaverde, Antxoka Martínez Velasco, Enrique Navarro, Rui de Almeida, Francisco J. López Fraile y Laura Benito

LA CULTURA MATERIAL t

Imágenes de la Segunda Edad del Hierro en el Centro Peninsular. Dionisio Urbina

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Estudio de material cerámico en el yacimiento del Cerro de la Gavia, Villa de Vallecas (Madrid). Jorge Morín y Dionisio Urbina

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Conjunto cerámico de una estructura doméstica de la II Edad del Hierro en el yacimiento de la Guirnalda (Quer, Guadalajara). Sandra Azcárraga, Jorge Morín y Dionisio Urbina

t

Estudio de la industria lítica en el yacimiento del Cerro de la Gavia, Villa de Vallecas (Madrid). Germán López

TÉCNICAS APLICADAS t

Zoorarqueología. La fauna en la Primera Edad del Hierro. José Yravedra Sainz de los Terreros

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Paleoambientes y dinámica antrópica en la Meseta Sur (Madrid) durante la I y II Edad del Hierro. José Antonio López y Sebastián Pérez Díaz

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Estudio arqueobotánico de Las Camas (Villaverde, Madrid): un ejemplo de interdisciplinariedad para el conocimiento del paisaje vegetal y los usos de las plantas en la Meseta durante el 1er Milenio a.C. Ethel Allué, Dan Cabanes, Isabel Expósito, Itxaso Euba, Anna Rodríguez, Mario Casas y Francesc Burjachs

INTERPRETACIÓN, DIVULGACIÓN Y DIFUSIÓN t

De la arqueología al Patrimonio arqueológico: cuestiones a debate. Isabel Baquedano

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Ética frente a los medios. Destruir y conservar con criterio. El yacimiento de Cerrocuquillo como ejemplo (Villanueva de la Sagra- Toledo). Montserrat Cruz, Alicia Torija e Isabel Baquedano

t

Museos Arqueológicos del siglo XXI. El Museo Arqueológico de la Comunidad de Madrid y la difusión de la Edad del Hierro. Antonio F. Dávila

t

La utopía del acondicionamiento del Cerro de la Gavia. Un viaje al pasado desde el paisaje postmoderno. Jorge Morín y Esperanza de Coig O’Donnell

t

Modelización en 3D como método de investigación y conocimiento de las arquitecturas de la Edad del Hierro. Francisco J. López Fraile

CERRO COLORADO, UNA NECRÓPOLIS DE LOS PRIMEROS POBLADOS DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO

Dionisio Urbina y Catalina Urquijo

Segundo Simposio Audema EL PRIMER MILENIO A.C. EN LA MESETA CENTRAL De la longhouse al oppidum

Madrid

2009

ISBN:

Recibido: 01-12-2008 Aceptado: 15-12-2008

CERRO COLORADO, UNA NECRÓPOLIS DE LOS PRIMEROS POBLADOS DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO TÍTULO EN INGLÉS

D. Urbina y C. Urquijo

PALABRAS CLAVE: Segunda Edad del Hierro. Mesa de Ocaña, incineración, necrópolis. KEYS WORDS: Second Iron Age, Ocaña Plateau, incineration, necropolis.

RESUMEN:

Se presenta en esta comunicación los resultados preliminares de los trabajos realizados en la necrópolis de incineración de Cerro Colorado, perteneciente a los inicios de la Segunda Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña. Esta necrópolis viene a unirse a otras conocidas desde antiguo en la zona como Esperillas y Madrigueras. El periodo de utilización del cementerio se inicia al final del Hierro I y abarca hasta mediados del Hierro II, ca. Siglo IV a.C. ABSTRACT

It is presented in this communication the preliminary results of the works carried out in the incineration necropolis of Cerro Colorado, in the table of Ocaña, belonging to the Early Second Iron Age. This necropolis comes to be join with other acquaintances since old in the zone as Esperillas and Madrigueras. The period of utilization of the cemetery began at the end of the Iron I and covers to the middle of the Iron II, ca. IV Century B. C.

CERRO COLORADO, UNA NECRÓPOLIS DE LOS PRIMEROS POBLADOS DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO Dionisio Urbina Catalina Urquijo

INTRODUCCIÓN Durante el verano de 2002 se llevó a acabo una excavación de salvamento en el paraje conocido como “Cerro Colorado”, en las inmediaciones de la localidad de Villatobas, Toledo. Este lugar se había inventariado como asentamiento del Hierro II en 1994, con motivo de la prospección que realizamos entonces, y que se recogió más tarde como la base del trabajo de investigación de uno de nosotros sobre el poblamiento de la Segunda Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña (Urbina, 2000), en donde aparece denominado como “Villatobas”. (Fig. 1) La necrópolis se localizó casualmente al observar desde la contigua carretera manchas de ceniza bien visibles, gracias a las labores agrícolas de arranque de un viñedo que habían destrozado la mayoría del lugar. No nos cansaremos nunca de invitar a la reflexión sobre los daños que las prácticas agrícolas vienen produciendo en los yacimientos arqueológicos, ya que estas prácticas no están reguladas y los agricultores pueden libremente plantar olivos con excavadora o arrancar vides como en este caso, con arados de 1 m. de profundidad, sobre yacimientos arqueológicos inventariados. (Fig. 2) El arado había dejado unos surcos con forma de V de 80 cm. de profundidad, sobre un suelo de arcillas rojas arenosas, que tan sólo tienen 60 cm. de potencia antes de llegar al nivel de las rocas de arenisca, fragmentos de

las cuales fueron llevados a la superficie del terreno. La anchura de los surcos en superficie era de 80-90 cm. de ancho y tan sólo había entre surco y surco un ancho de 20 cm en superficie y unos 60-80 cm. en profundidad, sin alterar por el arado. A todo esto había que añadir el peligro real que suponía la presencia de un excavador furtivo bien conocido en la localidad, capaz de saquear en una noche la necrópolis entera, de modo que los trabajos se realizaron con la premura y la intranquilidad que caracterizaba a las actuaciones arqueológicas de otras épocas que creíamos olvidadas. (Fig. 3) Para complicar más las cosas, el estrato de tierra sobre el que se asentaban los enterramientos estaba formado por una capa homogénea de arcillas rojas mezcladas con arena, de las que los 20-25 cm más superficiales ofrecían un aspecto de coloración más clara y consistencia más suelta debido al continuado laboreo de la antigua viña. En esta capa superficial, los elementos intrusivos eran abundantes, como manchas de color negro correspondientes a la basura con la que se había venido abonando la vid, esqueletos de animales como gatos, entre esas manchas, y otros restos de plásticos, de botellas de vidrio, latas, etc. (Fig. 4) Metodológicamente, hubimos de adaptarnos a las líneas que definían los surcos del arado, en un intento por determinar con precisión el desplazamiento que el arado había producido sobre los materiales de las urnas reventadas por el mismo. De esta forma, se pudo “seguir el rastro” a las destrucciones causadas por el arado y asociar numerosos

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Fig 1 Necrópolis excavadas en el contexto de los yacimientos más antiguos del HII en la Meseta de Ocaña.

materiales a su enterramiento original. Se excavaba primero

de los restos óseos ya que, como tendremos ocasión de ver, se utilizaron al efecto contendores muy variados.

la parte del surco alterado por el arado y a continuación la franja contigua sin alterar. El miedo al saqueo del lugar

Al igual que sucede en la vecina necrópolis de Las Esperillas (apenas a 10 km al Este de Cerro Colorado), parece que se aprovecharon las cavidades de las piedras de arenisca que conforman la base del terreno para depositar las urnas y sus ajuares, en aquellas ocasiones (Tumba 25) en las que el nivel de arcillas rojas sobre las piedras tenía escasa potencia.

nos indujo a tomar la precaución de ir tapando las partes excavadas, de modo que éstas no fueran evidentes desde la carretera, para lo cual se procedía a excavar tramos de 10m. de largo en el sentido del arado, y taparlos con la tierra procedente de los próximos 10 m. Aunque de este modo se perdió la oportunidad de contemplar toda el área excavada en su conjunto, las alteraciones producidas por las labores

Por lo que respecta al tipo de contenedores de los restos óseos, predominan en general las vasijas a torno de tamaños medios, entre las que se encuentra tinajillas con bases en ónfalos y bordes con pico de ánade, copas de gran tamaño, urnas ovoides con estrechos cuellos y algún ejemplar para el que apenas existen paralelos en los repertorios tipológicos conocidos en la región. En menor proporción aparecen las vasijas a mano, entre las que se constatan grandes vasos de base plana con mamelones sin perforar en el borde, de una tipología muya abundante en necrópolis antiguas como la de Arroyo Culebro (Penedo et alii, 2001) o la levantina de Les Moreres (González Prats 2002).

agrícolas le restaban interés y además conseguimos que la actuación pasara desapercibida en general para posibles saqueadores. (Fig. 5) La mayoría de los enterramientos estaban, como decimos, destruidos por los arados, lo cual nos impidió conocer el tipo de cubrimiento original de las urnas o la disposición de las mismas: formando alineamientos, en torno a ciertos lugares centrales, o completamente al azar. Ciertos restos dispersos, como los fragmentos de tres pequeños adobes juntos a los huesos y objetos metálicos del enterramiento 49, nos hacen plantearnos la posibilidad de la existencia de algún tipo de cubrición para algunas urnas,

Eran varios los ejemplos en los que los huesos se depositaron directamente sobre hoyos practicados en el terreno, existiendo algún ejemplo de revoco del hoyo

incluidos los cubrimientos tumulares, si bien, no se puede descartar que estos adobes funcionasen como receptores

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Fig 2 Fotograf ía aérea (SIGPAC) con la disposición de la necrópolis de Cerro Colorado.

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Fig 3 Paisaje de Cerro Colorado.

Fig 4 Excavación

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Fig 5 Tumbas de guerrero” en Cerro Colorado con restos pertenecientes a escudos.

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con una delgada capa (1cm.) de arcilla decantada de color amarillento, a semejanza de los revocos de yeso que se

Sólo hemos encontrado un disco similar de la necrópolis de La Olmeda, en Guadalajara, publicado hace años (García Huerta, 1980:Fig. 1). (Fig. 6 y 7)

documentaron en los hoyos de algunas de las tumbas de Madrigueras (Almagro, 1969) y Palomar de Pintado

Las dos placas de cinturón se conservaban especialmente bien. La placa macho se remata con doble S de fuerte inspiración lateniana que son conocidas en Europa Central desde inicios del siglo V a.C. Se ha recuperado buena parte del alma de bronce sobre la que iría cosido el cuero del cinturón. Un pequeño cuenco con líneas pintadas y la base de otro a mano, también de pequeño tamaño, son los únicos elementos cerámicos, aunque hay que destacar la presencia de media fusayola.

(Pereira et alii, 2001). A este respecto hay que señalar la excepcionalidad del enterramiento 53, en el que se depositaron directamente sobre un hoyo, los restos óseos, un disco de bronce hacía la veces de tapadera, y bajo él se disponían las dos piezas de un broche de cinturón de tipo ibérico, junto a otras piezas metálicas. A un lado aparecía el borde de una vasija de acompañamiento. La manilla de hierro que aparecía sobre el disco de bronce nos hizo pensar que se trataba de un umbo o agarradera de un escudo, pero una vez restauradas ambas

Para no repetirnos demasiado sobre lo ya publicado anteriormente (Urbina y Urquijo, 2007 y Urbina et al., 2007), haremos hincapié en aquellos nuevos detalles que la restauración de las piezas nos va mostrando. Por lo que respecta a los elementos que nos podrían indicar la presencia de guerreros en los enterramientos, un cuchillo afalcatado bien conservado se halla junto a dos arandelas de escudo en la T49. Se trata de otra tumba de guerrero sin restos de urna, sino algunos fragmentos de pequeños adobes que tal vez formaran una caja para contener los huesos.

piezas se puede comprobar cómo se trata efectivamente de una manilla de escudo pero el disco tiene un diámetro menor, es plano y sólo ofrece un agujero en el centro. Con estas características pensamos que se trata de una especie de rodela o disco que iría en la cara externa de este del escudo, tal vez sobre la superficie de madera a modo de embellecedor o con doble función decorativa y para sujetar tal un recubrimiento de cuero sobre la madera. En cualquier caso, la disposición en el enterramiento encaja, ya que se dispondría el escudo boca abajo y así ha aparecido primero la manilla y luego el disco mirando hacia abajo.

Hallamos otros elementos que se pueden relacionar con tumbas de guerrero como arandelas de hierro que debieron pertenecer a escudos, concretamente en las

Fig 6 Cerro Colorado. Ajuar de la T53, broche de cinturón de tipo ibérico con decoración incisa, lámina de bronce del cinturón, disco de bronce del escudo con manilla, arandela para sujetar la correa y cuenco de acompañamiento.

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Fig 7 Detalle del disco del escudo y la manilla de hierro.

constituyen una evidencia de la existencia de ciertos elementos de guerrero en las tumbas del Tajo Central. Por lo que a armas se refiere, en esta área sólo seguimos contando

tumbas 13, 47 y 49. Más abundantes son los cuchillos de hierro afalcatados, que aparecen en tumbas con urnas realizadas a mano: Tumbas 1, 2, 4, 23, 35, 37, 39, 41, 49, 51, además de dos fragmentos de superficie, aunque no puedan ser considerados como armas en sentido estricto, en varios enterramientos van asociados a arandelas de sujeción de la correa del escudo. Otro indicio indirecto de posibles ajuares de guerrero lo constituyen las láminas de bronce de los cinturones, similares a las halladas en la T53, que aparecen en las tumbas 8, 24, y restos de una manilla de escudo en la T34. (Fig. 8)

con la falcata de Palomar de Pintado (Ruiz Taboada et al., 2004) y el mango de puñal o espada de antenas atrofiadas de las Esperillas (Urbina, 2000:lam III.2).. (Fig. 10) Como ya hemos dejado dicho en ocasiones anteriores (Urbina y Urquijo 2007 y Urbina et al. 2007), los ajuares se depositaban en la parte alta de la urna, es decir, primero se echaban los restos óseos y una vez llenas las 2/3 partes de la urna, se ponían encima los ajuares, imaginamos con sumo cuidado, ya que en varios enterramientos aún se

También se han venido relacionando con ajuares de guerrero las pinzas que aparecen en buen número en Cerro Colorado. Las hay de diferentes tipos, profusamente decoradas o sencillas, incluso contamos con en ejemplar en hierro de la T47. Son 5 ejemplares en las tumbas 4, 23, 39, 47 y 49. (Fig. 9)

hallan por encima de los huesos y así se disponían en la 47 que estaba intacta. De estos ajuares las f íbulas son las más abundantes. Se han hallado restos de más de medio centenar de ejemplares, lo que equivale a casi una f íbula por enterramiento, probablemente más ya que es posible que hayamos separado algún enterramiento que formaba un conjunto, y dimos un número como medida cautelar a varios fragmentos de vasijas y ajuares que no podían

Aunque sin duda nada tienen que ver estos ajuares con la profusión de armas que se halla por ejemplo en los enterramientos del Alto Tajo (Cerdeño y Juez, 2002),

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Fig 8 Cuatro de los cuchillos hallados en diferentes ajuares de la tumbas de Cerro Colorado.

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Fig 9 Cinco de las pinzas halladas en diferentes ajuares de la tumbas de Cerro Colorado.

relacionarse con ninguna de las tumbas. En concreto se documentan f íbulas en los enterramientos: 2, 3, 4, 5, 7, 11, 13, 16, 31, 32, 34, 35, 37, 39, 40, 41, 42, 50, 51, 52, 54, 57, 59, 60, 61 y 64; prácticamente en casi la mitad de los

Bencarrón y Acebuchal (Argente, 1994; García Cano et al.,

enterramientos. (Fig. 11)

más antiguos de las anulares hispánicas. Ejemplares

En su inmensa mayoría corresponden a la tipología de anulares hispánicas en todas sus variantes, siendo las

similares son aquellos hallados en la prospección de la

más escasas los tipos de puente de timbal. Por las vasijas y ajuares con los que se relacionan, podemos establecer que aquellas de mayor tamaño, casos de la T5, T13, T16

Esperillas (Urbina, 2000:lam III.2), con el puente de

o T31 son las más antiguas, contemporáneas de la f íbula de pie vuelto o de resorte bilateral de la T59. Estas f íbulas

conserva decoración en la parte alta del puente una f íbula

tienen estrechos paralelos formales con las de los tipos

afalcatado y un broche de cinturón de tres garfios, y datada

2002; González Zamora, 1999), y creemos que constituyen el estadio cronológico inmediatamente posterior al de las f íbulas de doble resorte, enlazando con los ejemplares

Carta Arqueológica de Santa Cruz de la Zarza, en Las sección cuadrangular decorado con dos líneas onduladas incisas en ambas caras laterales y en la superior. También de Carratiermes de la tumba 291 asociada a un cuchillo

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Fig 10 Distintos elementos de tumbas destruidas en Las Esperillas (1998). Vaso jaspeado, posible urna de orejetas perforadas, cuenta de pasta de vidrio, mango de puñal de antenas atrofiadas y f íbula de pie vuelto o de resorte bilateral.

a finales del siglo VI a.C. (Argente et al., 2001). Fíbulas similares se hallan en las necrópolis de Alto Tajo como Valdenovillos (Cerdeño, 1976:Lam II).

algunas particularidades locales, como el aprovechamiento

Junto a las f íbulas los elementos más abundantes entre

en las llanuras manchegas o en el fondo de valles y arroyos

los ajuares de los enterramientos son las pulseras. Las hay de sección cuadrada y laminar, con anchos de apenas 2mm hasta 1cm. Varias de ellas presentan restos de decoración consistentes en zig-zags y líneas entrecruzadas imitando

como el Valdejudíos de Las Madrigueras, la ausencia de

las escamas de un serpiente, especialmente en los remates que se suelen agrandar imitando con ello la cabeza del

material empleado aquí sean arcillas con caliza de color

ofidio. Distintos tipos de fragmentos de pulseras están presentes en las tumbas 2, 4, 11, 12, 19, 28, 30, 31, 33, 35, 37, 42, 44, 49, 50, 51, 52, 54, 55, 59, 60, 62, 63 y 66; en

con particularidades como los anillos para contener

total en 24 enterramientos lo cual significa un porcentaje ligeramente por debajo de la representación de las f íbulas

et al., 2004) o los huecos múltiples en forma de cruz (El

en los ajuares, que en todo caso se acerca al 50% de las tumbas.

Se puede concluir que el contenedor de los huesos no

de las oquedades de los afloramientos de piedra arenisca, donde los hay: Esperillas, Cerro Colorado. Sin embargo,

piedras determina la excavación de hoyos en las arcillas y su revoco usualmente con yeso (Almagro, 1969), técnica de la que quedan indicios en Cerro Colorado, aunque el anaranjado. Ya en La Mancha la construcción de nichos huesos (Palomar de Pintado: Carrobles 1995; Carrobles y Ruiz Zapatero, 1990; Pereira et al., 2001; Ruiz Taboada Vado, Marín Bañón, 2007), parce práctica común. poseía una especial significación dentro del mundo simbólico

En resumen y como ya hemos dicho en ocasiones anteriores (Urbina y Urquijo 2007) por lo que respecta a los rituales de enterramiento, parecen que existe cierta

que expresan los enterramientos, al menos no existe una

estandarización presente también en otras necrópolis de la

contenedor. A veces se emplean contenedores realizados

zona, a pesar de que las condiciones del terreno determinan

ex profeso para contener los huesos, como la caja de barro

relación directa entre lo que nosotros suponemos urna de mejor calidad, ausencia de urna o el empleo de cualquier otro

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Fig 11 Tres f íbulas anulares hispánicas de los tipos más antiguos y una de resorte bilateral.

con cuentas se dan en las tumbas 2, 3, 19, 31, 39, 41, 45, 51, 55, 57, 59 y 62.

apenas cocido de la T16 o el recipiente ovoide de barro sin cocer de la T51, mientras que en otros casos se utilizan vasijas que han tenido un usos anterior imaginamos que en el desarrollo de la vida cotidiana en el poblado, a juzgar por los agujeros de lañas que se documentan en varias de las urnas funerarias. Por otro lado, tumbas con elementos que podemos considerar como parte de panoplias de guerreros, como los de la T49 y la T53, tiene los huesos directamente en hoyo sobre el suelo. (Fig. 12)

En conjunto, llama la atención la abundancia de ajuares, especialmente los metálicos, si comparamos sus proporciones con las de lugares cercanos en donde se excavó una cantidad de tumbas similar, como Esperillas o Madrigueras. Parece claro que a pesar de ciertas similitudes en las características generales del modo de enterramiento, aún existen fuertes particularidades de unas comunidades a otras, por muy cercanas que éstas se encuentren.

Algo similar cabría decir de los vasos de ajuar, para los que no encontramos una clara vinculación entre el número de vasos en una tumba y la riqueza o abundancia del ajuar de la misma, si bien hemos de ser cautos en este sentido, ya que las condiciones en las que se realizó la excavación en Cerro Colorado pueden inducirnos a error, ya que somos conscientes que es probable que hayamos separados como enterramientos diferentes algunas tumbas que formaron un mismo conjunto. (Fig. 13, 14, 15, 16 y 17)

LAS NECRÓPOLIS Y SU CONTEXTO ARQUEOLÓGICO REGIONAL Las tumbas excavadas en la necrópolis de Hoyo de la Serna, a pesar de su escasa cantidad son un dato más que confirma lo que venimos repitiendo en los últimos años (Urbina, 2001; 2007a y b; Urbina y Urquijo 2007; Urbina et

Las cuentas de collar de pasta vítrea en su mayoría azules, gallonadas o lisas, están asimismo presentes en buen número de tumbas, y con más rareza aparecen cuentas oculadas y algunas de bronce. Muchas de ellas presentan signos evidentes del efecto del fuego. Los ajuares

al. 2007). Hoy ya son muchos los datos que nos confirman la llegada de los ritos de incineración en fechas tan tempranas como el s. X a.C. si hacemos caso de las dataciones radiocarbónicas (Pereira et al., 2003). Los repertorios

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en este primer momento de la llegada de los productos a torno. Se trata de vasos a mano de mamelones dobles con paralelos en la TXXIV de Madrigueras, caliciformes grises a torno similares al de la T23 de Cerro Colorado, cuencos grises también a torno para los que existen paralelos en la T54 de Cerro Colorado, TIII de Madrigueras, en el Navazo (Galán, 1980:Lám. IX), Esperillas (sin publicar) o el poblado de Villar del Horno (Gómez, 1986:Lám. V). Las cronologías publicadas hasta la fecha por los excavadores de estas necrópolis nos llevan al siglo VII a.C. en Las Madrigueras (Almagro, 1996), finales del mismo siglo en Arroyo Butarque (Blasco y Barrio, 2001-2), y un momento anterior para algún enterramiento de Las Esperillas (García Carrillo y Encinas, 1990a). Pero esta unanimidad cronológica es más aparente que real, ya que las cronologías posteriores se basan en las más antiguas de modo que no existen datos objetivos para establecer una cronología absoluta mínimamente fiable. De hecho, atendiendo al C14 los inicios de Palomar de Pintado se han llevado al siglo IX ó X (Pereira et al., 2003). Paradójicamente el conocimiento de los poblados de este momento es mucho menor. En la mayoría de publicaciones sobre necrópolis no se hace referencia a los poblados de Fig 12 Contenedores de huesos poco frecuentes. Receptáculo ovoide formado con carro sin cocer endurecido por efecto del calor de los huesos quemados, y caja con tapadera de barro ligeramente cocido.

los que forman parte, parece olvidarse que una necrópolis es en realidad una parte más de un núcleo de población. No se hacía referencia al poblado de Las Madrigueras que se halla contiguo al cementerio junto al cauce del

cerámicos de poblados como Las Camas o Las Lunas (ver comunicaciones en este mismo volumen), especialmente los más modernos de este último lugar, enlazan sin

Valdejudíos, tampoco se menciona que el poblado de Las Esperillas se halla contiguo a la necrópolis, al noreste de la

solución de continuidad con formas de necrópolis de incineración sin cerámicas a torno como la de Arroyo Culebro (Penedo et al., 2001) o la conocida de más antiguo

misma. En ambos casos existe un asentamiento romano en

de El Mazacote en Ocaña (González Simancas, 1934). A su vez las formas de Arroyo Culebro parecen prácticamente

Pintado, es bien poco lo que de él se conoce, aparte del hecho

contemporáneas de otra necrópolis cercana como la de Arroyo Butarque (Blasco et al., 2007, Blasco y Barrio, 2001-2), y a su vez, varios de los vasos de acompañamiento de Arroyo Butarque son idénticos a los hallados en Hoyo

a Cerro Colorado ya hemos descrito en publicaciones

de la Serna. Del mismo modo, encontramos tipologías que apuntan hacia el mismo momento en las tumbas más

las necrópolis de Arroyo Culebro ni Arroyo Butarque. Por

antiguas de necrópolis conocidas desde hace más tiempo como Madrigueras, Esperillas, Palomar de Pintado y Cerro Colorado. A ellas habría que añadir la necrópolis

un desarrollo del yacimiento desde momentos del Hierro

de Santa María de Salvanés, excavada hace más de 15 años, y prácticamente sin publicar hasta las escasas notas

los momentos más modernos de yacimientos como Las

aparecidas recientemente (Pérez Vicente y Bueno, 2007), de la que no se aporta una clara cronología, aunque algunos de los materiales publicados tienen estrechos paralelos

corroborarlo los hallazgos cerámicos del poblado de

parte sobre el yacimiento de la Edad del Hierro. A pesar de que se hacen algunas referencias al poblado de Palomar de de que se halla junto al cementerio. Por lo que respecta anteriores suficientemente su emplazamiento al noreste de la necrópolis (Urbina y Urquijo 2007; Urbina et al., 2007). Tampoco se conocen los poblados relacionados con lo que respecta a Santa María de Salvanés, parece existir Inicial (Pérez Vicente y Bueno, 2007). Es tentador suponer el inicio de la Incineración sobre Lunas (ver comunicación en este volumen), y así parecen Palomar de Pintado (ver también comunicación en este volumen). Los materiales del Sector I9 de Las Lunas

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Fig 13 Tumba 16, enterramiento doble, una de las urnas a mano y la otra a torno. Entre el ajuar, dos f íbulas anulares y dos arandelas de correa de escudo con parte de las hembrillas.

Fig 14 Tumba 23. Otro enterramiento doble. Urna con caliciforme gris a modo de tapadera,

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Fig 15 Tumba 12. Urna jaspeada a bandas y caliciforme a modo de tapadera.

Fig 16 Tumba 32. Entre el ajuar de la tumba f íbula anular, anillo y sello. Presenta tres vasos de acompañamiento con tapadera todos realizados a mano entre los que destaca un fragmento con decoración de flor de loto, y copita a torno.

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Fig 17 Cuenco de la tumba 54 con paralelos en Esperillas, Madrigueras, Villarejo de Salvanés, El Navazo y Villar del Horno.

podrían relacionarse perfectamente con los hallazgos de necrópolis como la Arroyo Culebro o El Mazacote. En el propio Arroyo Butarque se constata la llegada del torno manifestada por la presencia de una sola urna no fabricada a mano en la Tumba I. Algo similar podría decirse de Hoyo de la Serna donde vasijas similares a las de Arroyo Butarque se asocian a cerámicas a torno.

la Serna, y la necrópolis de Cerro Colorado (aun con la parcialidad de los datos que manejamos), parece incluso ligeramente más moderna. Este momento en el que parecen finalizar algunos poblados y nacer otros nuevos, sería un buen momento para establecer una etapa cronológica como la Segunda Edad del Hierro, mientras que el período anterior desde el comienzo de la incineración correspondería a la Primera Edad del Hierro. Con esta propuesta nos alejaríamos de las semejanzas con las divisiones europeas de Hallsttatt y La Tène, y adecuaríamos la nomenclatura de estos períodos a los restos arqueológicos hasta ahora conocidos en este área de estudio.

Con los conocimientos actuales, parce que existe cierta tendencia de los poblados del Hierro Antiguo, muchos de los cuales inician su andadura en el Bronce Final, como es el caso de Las Lunas, a cortar sus secuencias de poblamiento prácticamente en el momento en el que comenzarían a llegar las cerámicas fabricadas a torno, pero cuando ya la incineración está bien asentada como costumbre funeraria

Así pues, todos los indicios apuntan hacia la existencia de un cambio, al menos significativo, en el patrón de asentamiento. Un cambio que se produciría momentos antes de que llegaran los primeros productos a torno, o cuando éstos eran aún una mera mercancía exótica. Una vez producido el cambio, estas comunidades aceptarán con relativa celeridad el torno y el horno de altas temperaturas amén de todos los cambios que parecen llegar con ellos. Es probable que en este momento comiencen a generalizarse también los edificios a base de zócalos de piedra y paredes

(sería de gran interés conocer las posibles necrópolis de Las Lunas o del nivel más antiguo de Villar del Horno, o los poblados de El Mazacote). El único caso que mostraría una pervivencia mayor sería Palomar de Pintado, pues por lo que respecta a Madrigueras o Esperillas, los materiales de sus necrópolis no permiten llevarlos más allá del Hierro Inicial, precisamente del momento en que parece desaparecer el hábitat en lugares como Las Lunas. Algo similar podría decirse de Arroyo Butarque y Hoyo de

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de adobe. Lamentablemente para evaluar este cambio apenas contamos con los datos de Villar de l Horno, una

serían las de la estructura con zócalos de piedra del poblado

excavación de hace más de 20 años (Gómez, 1986) y los escasos indicios aportados por el sondeo realizado por nosotros en Hoyo de la Serna en 1994. En Villar del Horno

1999). En el Alto Tajo a la fase I de El Ceremeño (Cerdeño

se documentaron una serie de bases de muros de piedra con cierta tendencia a formar estancias cuadradas en

representar uno de los primeros intentos en este sentido,

torno a lo que podría ser una calle. En el dibujo publicado nada está muy claro, las estancias no presentan ángulos rectos ni parece existir un orden de ningún tipo (Gómez,

interior revestido con barro, permitiéndonos deducir una

del Hierro I de Argamasilla de Alba (García Huerta et al., y Juez, 2002), por ejemplo, se la lleva al s. VII a.C. La estructura del sector I9 de Las Lunas, podría ya que el fuego permitió conservar la parte baja del zócalo planta rectangular y al menos tres muros construidos con adobes. Estas paredes no presentan zócalo de piedra, por

1986:276). Tal vez este caos aparente sean los primeros balbuceos de una estructuración urbana a base de células

lo que da la impresión de que se está utilizando un modelo cuyo funcionamiento aún no se conoce en profundidad,

cuadrangulares en torno a calles, o se deba a deficiencias del registro. En Hoyo de la Serna tan sólo se localizaron los restos de un zócalo de piedras de un trozo de pared y un hogar cuadrado con base de fragmentos cerámicos

pues la ausencia de zócalo de piedra debió generar fuertes humedades en las paredes. En conclusión, la excavación de algún poblado a los que corresponden necrópolis como Hoyo de la Serna o

de una tinajilla pintada con jaspeado y semicírculos. Sin duda se trata de una estancia cuadrada o rectangular, pero probablemente corresponda al último nivel de ocupación que, de acuerdo a los restos hallados, se fecharía por la base del cuenco ático de barniz negro, en torno a mediados del siglo IV a.C.

Cerro Colorado, se convierte en una de las prioridades de la investigación arqueológica, ya que se trata del momento peor conocido en toda la secuencia del primer Milenio antes de nuestra Era; y este es precisamente el momento en el que cristalizan todos los influjos venidos de Oriente dando origen a un cambio drástico en el

Aunque el aspecto más visibles de estos cambios, y en realidad el hecho arqueológico que determina el inicio de la Segunda Edad del Hierro es la aparición de la cerámica a torno, hemos insistido desde hace años en que este fósil guía debe tomarse tan sólo como un síntoma de otros cambios más profundos, como son los las reestructuraciones en el patrón de asentamiento y la adopción de una arquitectura de piedra y adobe y el concepto urbanístico que ya vemos

registro arqueológico, cuyos efectos en los patrones de asentamiento permanecerán durante siglos, en realidad hasta el cambio de Era.

desarrollado en los recintos amurallados como Plaza de Moros y el Cerro de la Gavia, es decir, casas y estancias de módulos rectangulares de tamaños y subdivisiones internas variados, ordenados de acuerdo a ciertos ejes que constituyen las calles. En otras palabras, estamos hablando de lo que entendemos por pueblos, del momento en el que a las estancias les llamamos casas en vez de cabañas. Sabemos que en el siglo IV a.C. este paso ya está dado y el modelos de piedra y adobe totalmente consolidado: Hoyo de la Serna, Cerro de La Gavia, Plaza de Moros, pero desconocemos el momento en el que arranca. Los datos de Villar del Horno parecen sugerir que se pueda retrotraer incluso hasta el siglo VI a.C.; algo que no tiene mayores dificultades si atendemos a la cronología asignada a yacimientos manchegos como los de Cerro de las Cabezas o Alarcos. Una cronología de inicios del V .C. se dio hace años a las estructuras del Cerro de las Nieves en Pedro Muñoz (Fernández Martínez, 1988), pero más antiguas

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