Cerámica horaciana

June 9, 2017 | Autor: Luque Moreno Jesús | Categoría: Horace, Ceramics, Hystory of Art
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Descripción

Cerámica horaciana Jesús Luque Moreno

0. Con sumo gusto y sincera gratitud a los organizadores acepté en su día la invitación a participar en este homenaje que aquí se tributa al Prof. Domingo Sánchez Mesa, al que me unen lazos que van más allá de nuestra larga convivencia en la universidad: hemos compartido ilusiones, proyectos, frustraciones y desengaños; hemos tenido ocasión de conversar largo y tendido sobre muchas cuestiones de dentro y de fuera de nuestro mundo académico; hemos intercambiado con frecuencia puntos de vista sobre las obras de arte de que nos ocupábamos uno y otro en nuestros respectivos campos de historiador del arte y de latinista y estudioso de la literatura latina. Es más, su inagotable curiosidad estimuló en su momento algún trabajo mío 1 y por iniciativa suya he realizado algún otro 2. Todos estos lazos de colegialidad, se han visto, además, adobados por la admiración que desde siempre le he tenido como experto en muchas cuestiones de pintura, de escultura, de arquitectura, en las que yo no he pasado nunca de observador devoto; no en vano mi primer contacto con él fue como alumno que tuvo el privilegio de visitar y admirar de su mano muchos de los tesoros artísticos de nuestra querida Granada.

Luque Moreno, Jesús. «Dos epígrafes latinos de la catedral de Granada». En: Argente del Castillo, Concepción (coord.). Homenaje al profesor Antonio Gallego Morell. Granada: Universidad, 1989, págs. 273-288. 2 Texto de la inscripción que con motivo del centenario Alonso Cano se colocó en la Catedral. 1

1. Recibí, pues, con satisfacción la noticia de que se le tributaba este homenaje y agradecí a los organizadores que se acordaran de mí. Y, por si fuera poco, no tuve mucha dificultad en encontrar para esta colaboración mía un tema de mi especialidad que no estuviera demasiado lejos de la suya. Casualmente, en efecto, cuando me llegó la invitación estaba yo dándole los últimos retoques a un análisis y traducción de las Odas y los Epodos de Horacio que, con ocasión del final de mi vida académica activa en la Universidad, he dado recientemente a la imprenta tratando de recoger la experiencia de muchos años de clase y de estudio sobre dicho monumento de la lírica de todos los tiempos y latitudes 3. Centrado mi trabajo principalmente en el análisis del texto latino, va acompañado de una traducción que pretende hacer llegar a posibles lectores no avezados en latín la inconmensurable belleza de las composiciones horacianas. No era mi propósito una traducción elegante, poética; más bien, al contrario, puse en él por completo la lengua española al servicio de la expresión latina, de modo que pudiera transmitir al mayor número posible de lectores no ya el fondo, el contenido de los poemas líricos horacianos, sino incluso, dentro de lo posible —que, por cierto, no es mucho— su forma, los complejos entresijos de esa obra de arte universal construida a base de materiales lingüísticos: de sonidos, fonemas y prosodemas, de sílabas, de palabras, de frases.

3 Luque Moreno, Jesús. Horacio lírico. Notas de clase, Granada: Universidad, 2012.

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Desde una perspectiva así huelga decir que una de mis preocupaciones principales era la de la fidelidad al texto latino, la de la literalidad llevada al extremo; ello además, por supuesto, con plena conciencia de que paradójicamente la traducción es, en principio, tan necesaria como imposible; ahí reside, como con acierto dijo en su día Ortega y Gasset 4, la grandeza y la miseria de esta importante tarea lingüística y filológica. Esto es válido para la traducción de cualquier texto: lo que se dice en una lengua es imposible decirlo tal cual en otra, por la simple razón de que cada una es un complejo sistema de signos convencional que no tiene correspondencia biunívoca con el de la otra. Y lo es a fortiori cuando se trata de una obra tan elaborada y sutil como la lírica horaciana: no es posible, en efecto, reproducir en la tradución ni la forma métrica de los versos ni los infinitos recursos lingüísticos (sonoros, fonológicos, prosódicos, léxico-morfológicos, semántico-sintácticos) con los que dicha forma se implementa. Aun así, consciente de dicha imposibilidad, lucha el traductor por hacer llegar al destinatario de su traducción una parte lo menos pequeña posible de todo ese inmenso caudal. Ya simplemente en el terreno de las palabras y reduciéndome en él al contenido léxico-semántico de las mismas —prescindiendo de su entidad fónicoprosódica o morfo-sintáctica, de su ubicación en el entramado de la estructura métrica, etc.—, no son pocas las tribulaciones por las que confieso haber pasado al tratar simplemente de buscar en cada caso un término español que recogiera el sentido (propio o figurado) del término latino, de asignar dicha traducción sólo a ese término y no a otros más o menos próximos y de mantenerla en todas sus apariciones 5. Entre los infinitos problemas que dicho propósito supuso para mí voy a referirme aquí, a título de ejemplo, a los que me planteó el léxico (palabras latinas o griegas latinizadas) relativo a los recipientes

Ortega y Gasset, José. «Miseria y esplendor de la traducción». La nación (Buenos Aires, mayo-junio 1937), reproducido en Obras completas, vol. V. Madrid: Alianza, 1983, págs. 433-452. 5 Luque Moreno, Jesús. «Del latín al español: tribulaciones de un traductor de Horacio lírico», comunicación presentada en el VII Congreso de la Sociedad de Estudios Latinos: Del latín a las lenguas romances: lengua entre lenguas, cultura entre culturas [Toledo, 13-16 de junio de 2012].

—por lo general, cerámicos— a los que se alude en estos poemas horacianos. A la variedad y riqueza de dicho léxico se le suma, en efecto, el hecho de que, siendo en buena medida técnico, se emplea en una tesitura no técnica, sino abiertamente familiar, en la que, como es lógico, se impone lo poético, lo afectivo. Urna, por ejemplo, llama Horacio en carm. III 11,22 a la vasija de las Danaides y pocos versos después (carm. III 11,27) se refiere a ella como dolium. 2. Voy, por tanto, a presentar aquí, ordenados alfabéticamente, los casos más representativos con los que he tenido que enfrentarme en mi propósito de buscar en español en cada uno de ellos el término adecuado, de no aplicar dicho término español más que al término correspondiente de la lengua originaria y de mantenerlo siempre que dicho término aparezca en los poemas horacianos. He aquí la nómina: Acerra, -ae, palabra de dudosa etimología, parece ser un antiguo término del vocabulario litúrgico, tal vez de origen etrusco (λιβανωτρίς la llamaban los griegos). Según Paulo Festo (17,3), así se llamaba también un pequeño altar que se ponía ante el cadáver y en el que se quemaban sustancias aromáticas durante las ceremonias fúnebres (ara quae ante mortuum poni solebant, in qua odores incendebant). Pero acerra era, sobre todo, el nombre de un pequeño cofre destinado al incienso (alii dicunt arculam esse turariam, scilicet ubi tus reponebant) que se utilizaba en los sacrificios o en otras ceremonias 6. Corresponde, creo, a lo que en nuestra liturgia católica llamamos “naveta” y así lo he traducido. Amphora, -ae (ἀμφορεύς) fue entre griegos y romanos de todas las épocas una vasija de uso general, destinada, sobre todo, a líquidos (aceite, miel, vino, etc.). Tenía dos asas características 7. En Horacio aparece conteniendo miel:

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6 Cf. Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines. París: Crété, 1887-1919, s.v. Desconozco el material de que estaba hecha. 7 Isid., orig. XVI 26,13 amphora vocata quod hinc et inde levetur. Cf. Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités…, s.v.

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epod. 2,15 aut pressa puris mella condit amphoris 8;

y, por lo general, vino: carm. I 36,11 neu promptae modus amphorae; III 8,10 hic dies … corticem … dimovebit amphorae; 16,34 nec Laestrigonia Bacchus in amphora || languescit; 28,8 cessantem Bibuli consulis amphoram.

Como el término ha pervivido en nuestra lengua con un sentido y unos usos similares, yo lo he traducido siempre por “ánfora”. Amystis, -idis (ἄμυστις) era la acción de beberse una copa de un trago, sin respirar; una costumbre considerada cosa de bárbaros, en concreto, de los tracios. De ahí pasó a significar la copa empleada en tales prácticas y, por extensión, cualquier copa que permitiera beber mucho y fácilmente. En los banquetes griegos y romanos se practicaba el juego de beberse las copas sin respirar mientras que otros entonaban una canción al son de una “tibia” / “aulós” 9. En este caso opté por no traducir el término, sino transcribirlo simplemente (“amístide”) y aclarar su sentido en una nota. Cadus (-um), -i (κάδος) era 10 el nombre de un recipiente, por lo común de arcilla, para conservar y transportar vino u otros líquidos (aceite, por ejemplo). Tuvo un uso muy extendido, hasta el punto de que se llegó a aludir con él a cualquier vasija de cerámica. Término en griego (κάδος) prácticamente sinónimo de “ánfora” (ἀμφορεύς), entre los romanos cadus y amphora alternaban para designar recipientes o envases del vino cuando se lo sacaba de otros de mayor capacidad (dolium, cupa). De tamaños muy diversos, su forma en general es la de una vasija de amplia boca cuyo diámetro va disminuyendo hacia la base: carm. I 35,26 diffugiunt cadis || cum faece siccatis amici; II 7,20parce cadis tibi destinatis; III 14, 18 si cadum Marsi memorem duelli; 15,16 nec poti vetulam faece tenus cadi; 19,5 quo Chium pretio cadum || mercemur; 29,2 Tyrrhena regum progenies, tibi || non ante verso lene merum cado || cum flore, Maecenas, rosarum et || pressa tuis balanus capillis || iamdudum apud me est; IV 11,2 Est mihi nonum superantis annum || plenus Albani cadus; 12,17 nardo vina merebere. || nardi parvus onyx eliciet cadum.

Cf. Watson, Lindsay C. A commentary on Horace’s Epodes. Oxford: Oxford University Press, 2003 [reed. 2008], ad loc. 9 Cf. Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités…, s.v. 10 Ibidem, s.v. 8

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Se suele traducir al español —a veces indistintamente dentro de un mismo texto, a lo largo de una misma obra—, por “cántaro”, “jarra”, “jarro” o incluso “ánfora”. Yo, fiel a los principios a los que me he referido, lo he traducido siempre por “cántaro” 11. Cantharus (κάνθαρος) era una gran copa muy ancha, provista de pie y de dos grandes asas en forma de orejas 12: carm. I 20,2 Vile potabis modicis Sabinum || cantharis, Graeca quod ego ipse testa || conditum levi 13.

El término griego latinizado ha pervivido luego en el español “cántaro”, pero con un sentido 14 que lo descarta en este caso como traducción. He preferido en su lugar “copa”. Ciborium, -ii (κιβώριον), propiamente “nenúfar”, era una copa con el cáliz menguante por la parte inferior, de manera que recordaba el fruto de la planta egipcia 15: carm. II 7,22 ciboria exple.

He preferido en mi traducción recurrir a su herencia española, “ciborio”, uno de cuyos sentidos sigue siendo éste de copa 16. Concha, -ae, “concha”, es la denominación de un recipiente con dicha forma: carm. II 7,23 funde capacibus || unguenta de conchis.

11 DRAE: «vasija grande de barro o metal, angosta de boca, ancha por la barriga y estrecha por el pie y por lo común con una o dos asas». 12 Cf. Richter, Gisela M. A. y Milne, Marjorie J. Shapes and Names of Athenian Vases. Nueva York: Metropolitan Museum of Art, 1935, págs. 25 y sigs., fig. 167; Cook, Robert Manuel. Greek Painted Pottery. London: Methuen, 1960, págs. 238 y sigs. 13 Copas especialmente asociadas a Baco, el término sugiere aquí [Cf. Nisbet, Robin G. M. y Hubbard, Margaret. A Commentary on Horace, Odes, Book I. Oxford: Clarendon Press, 1970, (repr. corr. 1975), ad loc.] un regocijo no sofisticado, al que ha de unirse el sibarita Mecenas. Una idea a la que apuntan las primeras palabras de la composición: vile, potare (en lugar de bibere) en ese característico “futuro de invitación”, modicus (“modesto”), etc. 14 DRAE: «Vasija grande de barro o metal, angosta de boca, ancha por la barriga y estrecha por el pie y por lo común con una o dos asas». 15 Cf. Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités…, s.v. 16 DRAE, s.v., 3: «Copa para beber usada entre los antiguos griegos y romanos».

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Para traducirlo he recurrido a “cuenco” 17, que, a través de “cuenca”, remonta al latín concha. Creterra, -ae (creteera, crateera, -ae, crater. -eeris —κρατήρ—) era un gran recipiente donde se mezclaba el vino con el agua: carm. III 18,7 larga nec desunt Veneris sodali || vina creterrae.

En este caso el español ha conservado el término (“crátera”) con su mismo sentido antiguo 18. Culillus / culullus –i; cululla, -ae (κύλιξ) sólo aparece en estos dos pasajes: carm. I 31,11 dives et aureis || mercator exsiccet culillis || vina; ars 434 Reges dicuntur multis urgere culillis || et torquere mero quem perspexisse laborent || an sit amicitia dignus.

Relacionable con el arcaico culigna, -ae (κυλίχνη), “pequeña copa”, culillus/culullus era propiamente el vaso de arcilla del que se servían los pontífices y las vestales en sus ceremonias:  19

Porph., ad loc., pág. 41,14 Holder Proprie autem culilae calices sunt quidam fictiles, quibus pontifices virginesque Vestales sacris utuntur; Ps.Acro, ad loc., pág. 115,10 Keller Poculis; proprie … sacris utebantur. Hic autem pro urceolis et conchis posuit.

Pero también, ya en un sentido más genérico, se designaron con este nombre otros vasos o copas (calix, κύλιξ, κάλιξ) para beber (poculum). Yo lo he traducido por “taza”. Cyathus, -i (κύαθος) era el nombre de una especie de “cazo” (el término español, al igual que el francés “casse”, remonta en último término al latino) para trasegar el vino desde las cráteras a las copas 20: stare ad cyathum (carm. I 29,8) 21, “estar al ciato”, “servir el vino”, era una función propia de los esclavos. El término ha pervivido en el español “ciato” 22, al que he recurrido en mi traducción. Diota, -ae (cf. gr. δίωτος) era, como su mismo nombre indica, una vasija (amphora) de dos asas,

17 DRAE: «Recipiente no muy grande de barro u otra materia, hondo y ancho, y sin borde o labio». 18 Cf. DRAE, s.v. 19 Cf. Nisbet, Robin G. M. y Hubbard, Margaret. A Commentary on Horace…, Book I, ad loc. 20 Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités…, s.v. 21 Cf. asimismo carm. III 8, 13; 19,12; 19,14. 22 DRAE: «Vaso usado por los romanos para trasegar los líquidos».

dos “orejas” 23. El término se documenta una sola vez en Horacio: carm. I 9,7 sig. deprome quadrimum Sabina, || o Thaliarche merum diota

y nunca más en toda la latinidad antigua. Yo he traducido el pasaje en estos términos: “saca de una (vasija) sabina de dos orejas un vino puro de cuatro años”. Dolium, -ii era una vasija de barro o de madera, a veces de gran tamaño, en la que fermentaba y se conservaba el vino y se guardaba también aceite o trigo 24. En los poemas líricos horacianos este nombre aparece en dos ocasiones: epod. 2,47 et horna dulci vina promens dolio carm. III 11,27 inane lymphae || dolium fundo pereuntis imo 25;

yo lo he traducido por “tinaja”. Patera, -ae era 26 una especie de plato —una copa sin pie y sin asas— usado, sobre todo, en las libaciones a los dioses: carm. I 19,15, ponite turaque || bimi cum patera meri carm. I 31,2 quid orat de patera novum || fundens liquorem carm. IV 5,34 te multa prece, te prosequitur mero || defuso pateris, carm. IV 8,1 Donarem pateras.

El término se ha mantenido en el español “pátera” 27. Poculum, -i (*po-tlom 28) era la bebida, lo que se bebe: “poción” (ποτόν, ποτήριον, πότισμα), “bebedizo”, “filtro” (φίλτρον), “brebaje”, “copa”. Con tal sentido aparece el término con frecuencia en los Epodos horacianos:

Porfirión, ad loc. diotam amphoram dicit quod ansae eius velut aures sint; Isid., orig. XVI 26, 13 amphora vocata quod hinc et inde levetur. haec graece a figura sui diota dicitur quod eius ansae geminatae videantur aures imitari. 24 Cf. Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités…, s.v. 25 Aquí, como ya dije, Horacio, en aras de la imprecisión técnica propia del lenguaje poético, llama dolium a la vasija de las danaides, a la que unos versos antes se había referido como urna, “orza”. 26 Cf., por ejemplo, Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités…, s.v. 27 DRAE: «Plato o cuenco de poco fondo de que se usaba en los sacrificios antiguos». 28 Cf. Ernout, Alfred y Meillet, Alfred. Dictionnaire étymologique de la langue latine, París: Klincksieck, 19674, s.v. poto, “beber”. 23

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epod. 5,38 amoris esset poculum (pócima) 29; 78 maius infundam poculum (poción); 17,80 desiderique temperare pocula (pócimas) 30;

y en una ocasión en las odas: carm. IV 12,23 te meis … tinguere poculis (copas).

Otras veces no es posible determinar con claridad si pocula se refiere a las bebidas, a los tragos o al recipiente de las mismas (“copa”): epod. 14,3 pocula Lethaeos ducentia somnos 31; carm. I 20,12 mea … temperant … pocula; II 11,20 quis puer … restinguet … pocula; III 19,10 miscentur cyathis pocula commodis

En un par de ocasiones sí parece más probable la alusión, directa o indirecta, al recipiente: carm. I 1,19 veteris pocula Massici; 17,21 innocentis pocula Lesbii.

Scyphus, -i (σκύφος) era un vaso para beber, con forma de tronco de cono invertido, sin pie y con dos pequeñas asas horizontales 32: epod. 9,33 capaciores adfer huc, puer, scyphos 33; carm. I 27,1 Natis in usum laetitiae scyphis || pugnare 34.

Yo lo he traducido por “vaso”. Testa, -ae significó, en principio, “caparazón” (de tortuga: testudo). Luego, en un segundo paso, se llamó así a cualquier recipiente hecho de arcilla cocida o similares; en la baja latinidad se empleó incluso con el sentido de “cráneo”, “cabeza” 35. Era un término coloquial. En los poemas líricos de Horacio aparece en tres ocasiones: carm. I 20,2 Graeca quo ego ipse testa || conditum levi,

donde puede que Horacio se refiriera a uno de esos pequeños cántaros a los que se trasvasaba el vino después de haber fermentado en una gran

29 Cf., por ejemplo, Watson, Lindsay C. A commentary on Horace’s…, ad loc. 30 Ibidem, ad loc. 31 Ibid., ad loc. 32 Cf. Daremberg, Charles y Saglio, Edmond. Dictionnaire des Antiquités…, s.v. 33 Cf. Watson, Lindsay C. A commentary on Horace’s…, ad loc. 34 Cf. Nisbet, Robin G. M. y Hubbard, Margaret. A Commentary on Horace…, Book I, ad loc. 35 Cf. Ernout, Alfred y Meillet, Alfred. Dictionnaire étymologique…, s.v.

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tinaja (dolium). Se los denominaba lagoenae 36– o amphorae 37. En el libro tercero vuelve a aparecer testa a propósito de un cántaro (cadus) al que se acaba de aludir: carm. III 14,20 i pete unguentum … et coronas || et cadum Marsi memorem duelli, || Spartacum siqua potuit vagantem || fallere testa.

A mi entender, el término a continuación del más técnico cadus, parece tener aquí un aire coloquial, familiar 38. Coloquial parece asimismo testa en la tercera de sus apariciones: carm. III 21,4 O nata mecum … pia testa,

donde el solemne pia parece acompañarlo en tono humorístico 39. Pues bien, de testa deriva el español “tiesto”, que, de acuerdo con lo que acabo de decir, he preferido para mi traducción, a pesar de ser consciente de que entre nosotros se ha especializado 40 con el sentido de “pedazo de cualquier vasija de barro ” o como “maceta”. Urna, -ae era una vasija más o menos grande de cuello estrecho y cuerpo ancho, que se usaba para agua, para cenizas funerarias, etc. y para votar. Como medida de capacidad equivalía a la mitad de un ánfora. En los poemas líricos horacianos aparece en tres ocasiones: carm. II 3, 26 omnium || versatur urna serius ocius || sors carm. III 1,16 omne capax movet urna nomen. carm. III 11,22 stetit urna paulum || sicca, dum grato Danai puellas || carmine mulces 41.

Término que Horacio no emplea en sus poemas líricos, pero sí en las sátiras (Serm. II 8,40 imi || convivae lecti nihilum nocuere lagoenis; 80 Vibidius dum || quaerit de pueris, num sit quoque fracta lagoena, || quod sibi poscenti non dentur pocula) y en las cartas (epist. II 2, 134 posset qui ignoscere servis || et signo laeso non insanire lagoenae, || posset qui rupem et puteum vitare patentem).  37 Cf. Nisbet, Robin G. M. y Hubbard, Margaret. A Commentary on Horace…, Book I, ad loc. 38 Cf. Nisbet, Robin G. M. y Rudd, Niall. A Commentary on Horace, Odes, Book III. Oxford: Oxford University Press, 2004, ad loc. 39 Ibidem, ad loc. 40 Cf. DRAE. 41 Según quedó dicho, a esta misma vasija de las Danaides la llamará Horacio dolium unos versos después (carm. III 11,27). 36

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El término latino ha pervivido tal cual en español, pero en nuestra lengua prácticamente ha perdido su sentido de “vasija” 42. Por ello en la traducción

he preferido el término “orza” 43, que remonta a urceus /-um, -i, término, sin duda, emparentado con urna.

42 DRAE, s.v.: «Arca que sirve para depositar las cédulas, números o papeletas en los sorteos y en las votaciones secretas. 2. f. Caja de cristales planos a propósito para tener dentro visibles y resguardados del polvo efigies u otros objetos preciosos. 3. f. Caja de metal, piedra u otra materia, que sirve para varios usos, como guardar dinero, los restos o las cenizas de los cadáveres humanos, etc. 4. f. Medida antigua para líquidos».

43 DRAE: «Vasija vidriada de barro, alta y sin asas, que sirve por lo común para guardar conserva».

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