Celibato religioso: ¿sublimación o represión?

June 9, 2017 | Autor: Marcelo Lamas | Categoría: Pastoral Care and Counselling, Teologia, Psicoanálisis
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Universidad Adolfo Ibáñez Instituto Chileno de Psicoanálisis

Celibato religioso; ¿sublimación o represión? Marcelo Lamas Morales

1. El desafío del celibato

Es indudable, que a partir del escándalo de los abusos sexuales dentro de la Iglesia católica, uno de los elementos que se ha cuestionado es el sentido del celibato sacerdotal o religioso1. Los especialistas han expresado que no hay una relación directa entre abuso sexual y celibato. Sabemos que el abuso sexual puede ser cometido tanto por personas casadas o solteras y heterosexuales u homosexuales. Esto no quiere decir que la vivencia del celibato no sea siempre un desafío para el que lo vive. En primer lugar porque es un estado extraño para el hombre de hoy, donde la sociedad valora imperiosamente la necesidad de estar en pareja y formar familia. Por otra parte, en mi experiencia, no siempre se aprecia que sea una opción sentida y optada en libertad. A veces se vive como una imposición a causa de los grandes ideales que se quiere abrazar. Por último, porque nuestra condición biológica y psicosexual está ahí presente con sus tendencias y anhelos profundos. Con la elección del celibato, el sacerdote no renuncia a su sexualidad, sino a conformar una familia y al ejercicio en pareja de la pulsión sexual, que no sólo está profundamente radicado en su naturaleza humana sino que está conectado con el resto de su personalidad. Ello tiene consecuencias innegables a nivel de la armonía general de su persona. El célibe realiza esta renuncia para entregar la vida totalmente al servicio del anuncio del Reino de Dios, es decir, al proyecto valórico que Jesús inició en su paso por 1

Hay que distinguir entre el celibato sacerdotal diocesano y celibato de los hombres y mujeres, consagrados y consagradas a la vida religiosa. El primero, no es un voto, es una promesa hecha al obispo, de quien dependen jurídicamente. La norma del celibato se transformó en ley en la Iglesia latina en el primer concilio de Letrán hacia el año 1123. Por lo tanto esta ley podría cambiar, aunque la Iglesia Católica ha dispuesto su mantención, argumentando que ha favorecido una mayor entrega de los sacerdotes a su ministerio. En cambio, la vida consagrada o vida religiosa, es una forma de vida que se inicia en el siglo IV, con el nacimiento de los primeros cenobios y monasterios. El religioso, se consagra al servicio del Reino de Dios, colocando todos sus bienes en común, viviendo en comunidad con el acompañamiento de un superior y siendo célibe, es decir, no teniendo un amor exclusivo. No es una ley canónica que podría cambiar, como en el caso de los sacerdotes diocesanos, sino que es algo constitutivo a esta forma de vida.

este mundo. Un proyecto que tiene su centro en el amor a los marginados, en la vivencia de la justicia, la solidaridad y en la compasión y misericordia con los demás. El psicoanálisis freudiano nos puede ayudar a preguntarnos si es posible vivir sanamente esta forma de expresar la sexualidad y cómo podemos distinguir que la dinámica intrapsíquica en el sujeto está favoreciendo una expresión positiva de sus pulsiones a través del fenómeno sublimatorio o por el contrario una agudización de la angustia y la represión.

2. ¿Qué se entiende por sublimación? Es un acuerdo en los diversos autores, que Freud se queda sin la posibilidad de explicar satisfactoriamente el concepto de sublimación. Se preguntó permanentemente cómo el ser humano puede poner en actos de cultura tanta energía y pasión, que permita encontrar en ellos satisfacción y gozo. El concepto de sublimación ha variado poco en toda la obra freudiana y se sostuvo sobre dos pilares, uno metapsicológico: la sublimación es un destino de la pulsión; y otro valorativo, pero más problemático: la sublimación trabaja para alcanzar una meta pulsional apartada de la sexualidad. De este modo la pulsión quedaría purificada gracias a una supuesta valoración social. (Sales, 2009). Freud, en La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna sostiene que “Nuestra cultura se edifica sobre la sofocación de las pulsiones. Cada individuo ha cedido un fragmento de su patrimonio, de la plenitud de sus poderes, de las inclinaciones agresivas y vindicativas de su personalidad; de estos aportes ha nacido el patrimonio cultural común de bienes materiales e ideales” (Freud, 1908, p. 168). Siguiendo esta línea, Korman (2001) afirma que se podría indicar que la pulsión es un “concepto fronterizo”; si la pulsión es un concepto fronterizo entre lo somático y lo psíquico, la sublimación lo sería nada menos que entre lo psíquico y lo cultural En el texto Pulsiones y destinos de pulsión (1915), Freud por una parte indica algunos términos que se conectan con el concepto de pulsión y son: esfuerzo, meta, objeto y fuente de la pulsión. Además añade en este texto los cuatro destinos de la

pulsión, siendo estos: el trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión y la sublimación, cuyo abordaje lo deja para más adelante. En los Tres ensayos de teoría sexual (1905), hablando de las perversiones desarrollos de gérmenes contenidos en la disposición sexual indiferenciada del niñocuya sublimación o sofocación hacia metas más elevadas, indica que esta última estaría destinada a facilitar la fuerza motora de un buen número de los logros culturales. En el mismo texto, Freud sostiene que a través de la sublimación, “las excitaciones hiperintensas que vienen de las diversas fuentes de la sexualidad se les procura drenaje y empleo en otros campos, de suerte que el resultado de la disposición en sí peligrosa" es un incremento no desdeñable de la capacidad de rendimiento psíquico. Aquí ha de discernirse una de las fuentes de la actividad artística; y según que esa sublimación haya sido completa o incompleta, el análisis del carácter de personas altamente dotadas, en particular las de disposición artística, revelará la mezcla en distintas proporciones de capacidad de rendimiento, perversión y neurosis.” (Freud, 1905, p. 218) De forma semejante lo expone Freud cuando aborda esta temática en La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna, de 1908, donde leemos: “La pulsión sexual (…) pone a disposición del trabajo cultural unos volúmenes de fuerza enormemente grandes, y esto sin ninguna duda se debe a la peculiaridad, que ella presenta con particular relieve, de poder desplazar su meta sin sufrir un menoscabo esencial en cuanto a intensidad.” (Freud, 1908, p. 168) Es el artículo Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci, de 1910, donde Freud analiza perfectamente cómo los seres humanos consiguen guiar hacia su labor profesional porciones muy considerables de sus fuerzas pulsionales sexuales. La pulsión sexual estaría dotada para sublimar, es decir, puede permutar su meta inmediata por otras, que pueden ser más estimadas y no sexuales. Podemos decir entonces, que la sublimación, expresa la dinámica de un deseo que se transforma para permitir en nosotros la encarnación de los valores de una cultura, que insertos en el movimiento pulsional, se alimentan de su fuerza y se despliegan en una dimensión de finalidad que nunca acaba. Podemos concluir que la sublimación y la perversión son comprendidas como dos posibilidades en sí mismas, que trabajan como una alternativa a la represión.

Por lo tanto sería posible considerar que las diversas dimensiones de la vivencia del celibato religioso pueden ser expresiones sublimatorias que favorezcan el desarrollo y la satisfacción de aquellos que se entregan a la causa del Evangelio. 3. Celibato y represión La sublimación como la represión son dos mecanismos psíquicos que, desde los comienzos del psicoanálisis, fueron contrastados en sus modos de funcionamiento como, sobre todo, en sus resultados finales. No es fácil distinguir cuando está jugando uno u otro en la dinámica del sujeto. Es probable que en el término sublimación se pueda estar ocultando inconscientemente una huida de la pulsión sexual. Más aún, cuando en el ambiente religioso, se tiende a hacer uso del mecanismo de la racionalización, donde es bastante fácil recurrir a hermosas y elevadas razones para ocultar motivaciones menos honrosas y, a veces, bastante alejadas de los principios que supuestamente las movilizan. En el texto freudiano “Inhibición, Síntoma y Angustia” de 1926 nos puede ayudar a no sólo a comprender el fenómeno de la angustia, que puede estar presente en la vivencia celibataria de varios religiosos, sino que también cómo ella ser se relaciona con la represión. Freud inicia su reflexión haciendo la distinción entre inhibición y síntoma. La inhibición sería una restricción de la función y pasaría a ser síntoma cuando la restricción funcional fuera grande. En la inhibición habría una desviación de la libido y el objetivo que se persigue es evitar la angustia, ya que cumplir esta función sería angustioso. Por otro lado, el síntoma nace del impulso instintivo obstaculizado por la represión. Cuando debido a la señal de displacer o angustia el yo logra dominar el impulso, no logramos saber nada de la represión. Sólo cuando ésta fracasa podemos saber algo de ella. El problema no se acaba con la formación del síntoma. Surge una lucha con el síntoma mismo. El yo busca suprimir el síntoma porque es algo extraño a su vida anímica y además busca integrarlo con ella. Para Freud, el síntoma sería un sustituto de una satisfacción instintiva no lograda, es decir, un resultado de la represión. Por la represión, el yo consigue que la representación sustentadora del superyó rehúse hacerse consciente. Por esta represión,

la liberación del instinto aparece como displacentera en lugar de placentera. El yo saca la energía de la representación a reprimir y la convierte en displacer. El afecto reprimido es transformado en angustia, y así el yo resulta ser la sede de la angustia. No se crea aquí nueva energía: se toma la energía de lo reprimido y se la convierte en angustia. Por lo tanto, la represión es un mecanismo ejercido por el yo de modo totalmente inconsciente. La pulsión ha quedado prohibida de antemano. Puedo preguntarme, hasta qué punto el celibato sería una forma inconsciente de vivir inhibiendo o reprimiendo la función sexual, por la angustia que supone la relación con un otro. Aunque ha habido una renovación de la teología moral dentro de la Iglesia, aún existe una tendencia a considerar una falta moral en algunos sectores, aun cuando no esté explicitado ni reconocido, actos que tengan connotaciones sexuales explícita o implícitamente. Dice Freud, que “el yo no tiene permitido hacer esas cosas porque le proporcionarían provecho y éxito, que el severo superyó le ha denegado. Entonces el yo renuncia a esas operaciones a fin de no entrar en conflicto con el superyó”. (86) Se aprecia en la vivencia celibataria que muchas veces un estímulo latentemente erótico pierda toda su fuerza para el sujeto y ni siquiera llegue a sentirlo en su conciencia como “tentación”. No le supone problema. Problema en su vivencia consciente, claro está. El problema, y serio, se sitúa a otro nivel. Al nivel de inconsciente, donde el deseo permanece vivo, actuante, sin ceder a su pretensión de emerger a la conciencia y de ser reconocido como tal. El problema es que lo reprimido no es una realidad muerta o anulada. Lo pulsional se sitúa a otro nivel y sigue operando activamente La sublimación, según lo que hemos presentado, transforma la pulsión, no la aniquila en la conciencia ni la expulsa de sí. Le ofrece una vía, mediante la transformación de su objeto y de su finalidad. El objeto, en el caso del celibato, será el Reino. La finalidad: la plenitud y satisfacción consiguiente a ese trabajo emprendido. 4. ¿Es posible sublimar la pulsión sexual a través del celibato?

La pregunta de investigación de nuestro trabajo implica indagar si el celibato religioso, es siempre o en parte un producto de la represión o puede realmente vivirse de

una forma sublimada que permita relacionarse armoniosamente consigo mismo y con los demás. Me pregunto entonces, qué síntomas se denotan en la vida de los religiosos que pueden ser señal de un vivencia mal sana y represiva del celibato.

Lo que he podido observar en mi práctica como acompañante y facilitador

formativo de jóvenes que se preparan a la vida religiosa, es que hay una señal fundamental que se da en la tensión entre angustia y satisfacción a riesgo de un desequilibrio intra-psíquico. La renuncia al ejercicio del acto sexual, normalmente es una realidad dolorosa. Muchas veces no consciente en el sujeto. No es solo la renuncia a un instinto sino a un conjunto de gratificaciones. Junto con ello, sostener cualquier elección supone el descubrimiento del aspecto positivo de lo que se elige. En este caso, el célibe descubre en su servicio a la construcción del reino de Dios en este mundo como y en su entrega incondicional a los demás, el gran tesoro de su vida. (Cencini, 2009). Esta opción no significa que lo no elegido sea desechable, pero no mantiene la misma fuerza que para la persona ha significado la elección por la entrega al Reino. Por lo tanto, cuando más costosa es la renuncia, más motivada debe ser la elección, sobre todo en términos afectivos. Pero cuando esto no se realiza se crea un desequilibrio intrapsíquico entre la angustia de lo perdido y la gratificación que implica entregar la vida al servicio a los demás. Los síntomas de la tristeza, la frustración, el aislamiento, la agresividad, la rigidez, la intolerancia, el autocontrol obsesivo, las dificultad para establecer relaciones sanas y fecundas con los demás, la búsqueda permanente de gratificaciones y compensaciones con las cosas o con las búsqueda de status y poder, la caída compulsiva en conductas sexuales, los problemas psicosomáticos, serán señales para que la persona tome conciencia que hay que realizar nuevamente una opción y analizar cómo está viviendo realmente su vocación. Esta sintomatología puede indicar que los deseos pulsionales no han logrado ser derivados por la vía de la sublimación, sino que han sido rechazados como intolerables, mediante diversos mecanismos represivos. Por lo tanto, puedo afirmar que el celibato optado por los valores evangélicos, no asegura una adecuada sublimación y una vivencia no represiva de la sexualidad. Esta

elección de esta forma de vida puede ser el resultado de conflictos arraigados en su historia de vida, o por dificultades para asumir la condición sexuada con todos sus riesgos.

Muchas

veces

estos

sujetos

encuentran

en

la

institución

religiosa,

especialmente en modelos eclesiales rígidos, un lugar de refugio ante los fantasmas de la vivencia afectiva-sexual. Esta afirmación no niega la posibilidad que uno pueda vivir su celibato con sentido y logrando con este estilo de vida una realización personal. Es necesario entonces preguntarse, qué puede ayudar a que una persona que siente el llamado a entregar su vida al proyecto valórico de Jesús, pueda vivir con alegría su existencia. Descubro que pueden ayudar los siguientes caminos: hacer memoria afectiva de su historia afectiva sexual, tomando conciencia de sus conflictos y heridas experimentadas

y de los síntomas y tendencias que han marcado este itinerario

biográfico; construir relaciones interpersonales sanas y amistosas, aprendiendo a dar y recibir afectos adecuadamente; poseer una vida pastoral activa y apasionada, que no se transforma en compensación, sino que conscientemente se asume como un camino para encauzar la pulsión sexual; discernir si el proyecto de vida y su concreción en el trabajo pastoral logra un estado de satisfacción y realización personal; suscitar la autoconciencia de los límites y fragilidades humanas y de la tensión que implica la condición sexuada para todo ser humano. A modo de conclusión Al finalizar este trabajo puedo considerar que: si no se generan procesos formativos en donde los aspirantes a la vida religiosa asuman su condición de ser sexuados, tomen conciencia de lo que implica realmente la renuncia al ejercicio exclusivo de la sexualidad y aprendan a encauzar este energía en todas las dimensiones de su vida, lo más probable es que vivan su celibato como una carga pesada que angustia y que mantiene, inconscientemente, un conflicto no resuelto. Por otra parte, concluyo, que a través de un buen proceso de acompañamiento espiritual y terapéutico, es posible que una vida entregada a los demás, sea satisfactoria y plena. Será necesario que la motivación principal de la vida –desde los límites y

fragilidades propios de lo humano- sea apasionarse por vivir el servicio y la entrega a los demás, desde la humildad, la compasión y la misericordia. Bibliografía Cencini, A. (2001). Por amor, con amor, en el amor: libertad y madurez afectiva en el celibato consagrado. Salamanca: Sígueme. Cencini, A. (2011). Celibato e compensazione. Tredimensioni, 8(22), 43-52. Clancier, P. (1997). Freud. Barcelona: Gedisa. Domínguez, C. (1992). Creer después de Freud. Madrid: Paulinas Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Freud, S. (1908). La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna. En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. IX. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Freud, S. (1910). Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci. En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. XI. Buenos Aires: Amorrortu, 2003. Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de la pulsión. En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Freud, S. (1926). Inhibición, Síntoma y Angustia. En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. XX. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Freud, S. (1926). Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis. En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Korman, V. (2001) Jornadas ·Psicoanálisis y literatura”. ETP, Tarragona. Nasio, J. (1999). El placer de leer a Freud. Barcelona: Gedisa. Sales, L. (2009, Noviembre 14). Reflexiones sobre el concepto de sublimación en Freud. Recuperado el 10 de Mayo de 2013, de http://www.gradivabarcelona.org/gi694.pdf



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