Celestina: lecturas éticas

June 30, 2017 | Autor: R. Bazan Bonfil | Categoría: Celestina, Literatura española del Siglo de Oro, La Celestina
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Descripción

México, Distrito Federal I Agosto-Septiembre 2010 I Año 5 I Número 26

SOBRE LAS LECTURAS ÉTICAS DE LA CELESTINA Rodrigo Bazán Bonfil Universidad del Estado de Morelos

['Cause] Philosophy is the talk on a cereal box [and] Religion is the smile on a dog God will [only] remind us what we already know: that the human race is about to reap what's sown. [Maybe that's why] I don't know. I don't care. And it doesn't make any difference. Edie Brickell, Matt Johnson & Jack Kerouac

A

l cerrar La Celestina todo lector siente que ha leído más que el desarrollo de una serie de acciones, que en el texto hay un "extra" que poco o nada tiene que ver con la fábula narrada por Rojas. 1 Las formas en que se ha intentado despejar esta duda que Menéndez y

Pelayo dividía en "amenas, impresionistas y trascendentales" 2 son tan variadas como haya lectores en el mundo: mucha tinta derramada en torno a la función o disfunción del amor en la obra, mucha más alrededor de la intención del autor. Esta última forma de leer es la que ahora me importa; con Marcel Bataillon a la cabeza, puede identificarse un grupo que defiende el didacticismo de la Tragicomedia en oposición a las huestes de Gilman que, aunque lo niegan, siguen hallando en ella reflejos de un mundo sin esperanza. 3 Y en ambos grupos hay quienes en este afán por

No es asunto de este trabajo discutir la personalidad biográfica de quien escribió la obra. Me parece, sin embargo, que los argumentos de Stephen Gilman ("El tiempo y el género literario en La Celestina en RFH VII (1945), pp. 147-159) sobre la unidad de concepción son suficientes para validar una suspensión metodológica de la discusión, la consideración de que quien recibió un aucto y escribió otros veinte fue un mismo individuo y la identificación de éste como "Fernando de Rojas". 2Marcelino Menéndez y Pelayo, La Celestina, 4a ed. (Madrid: col. Austral, 1970), p. 131. Los textos cuyas fichas no estén en la bibliografía (porque no fue posible consultarlos) son referencias tomadas de los que ésta incluye. 3Véase Esperanza Gurza, Lectura existencialista de "La Celestina" (Gredos, Madrid, 1977 (Biblioteca RománicaHispánica, Estudios y Ensayos, 257)), p. 131, n. 171; y Angel Alcalá, "El Neoepicureísmo y la intención de La Celestina" (Romanische Forschungen 88:2/3 (1976), pp. 225-245), pp. 227-228: "podríamos tomar a Bataillon, Lida de Malkiel y Gilman como corifeos de tres actitudes dispares que podríamos apellidar didáctico-moral, 1

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desvelar el misterio recurren, con una frecuencia que asusta, a argumentos tan sorprendentes y extremos como identificar algún malestar con El Mal y éste con El Maligno, suponiendo intervenciones satánicas en el desarrollo de la personalidad de los personajes y sus hechos. 4 Todos estos acercamientos comparten, en cambio, la coincidencia en que el "extra" tiene, de una u otra forma, carácter ético, lo que en muchas ocasiones genera lecturas que pretextan la historia de Calisto y Melibea y giran en torno a manifestaciones filosóficas específicas, contemporáneas o no a su creación. 5 No hay en todo esto sino dos problemas: primero, leer así La Celestina renuncia la posibilidad de encontrar algo distinto a lo que se ha ido a cazar (como "salían "a caza" de placer y de ciencia Isócrates y Platón, y el severo Aristóteles "a caza" de los principios de los silogismos" 6) porque se cree saber qué se busca, lo que implica no cuidar "que las ideas se desarrollan en un continuum cuyas raíces están en el pasado y cuyas ramas tienden al futuro" (Gurza, Lectura existencialista, p. 31); segundo, todas estas interpretaciones tienen como mejor clave inicial de lectura una necesidad, que a ratos peca de inocente, de hallar un sistema estable de valores (absolutos y trascendentes) en lo narrado por Rojas. humanístico-psicologista y filosófico-estoica, respectivamente". Sólo daré la ficha completa la primera vez que cite una fuente; luego, las referencias se harán, entre paréntesis, en el texto. 4No es difícil convencerse de la necedad de tales argumentos leyendo, por ejemplo, lo que dicen Ramiro de Maeztu ("Don Quijote", "Don Juan" y "La Celestina". Ensayos en simpatía, Calpe, Madrid, 1926, p. 221), Manuel J. Asensio ("El tiempo en La Celestina" en HR XX:1 (enero, 1952) pp. 29-30), Azorín ("La Celestina", "La Celestina, la pelegrina" y "Dejemos al diablo" en Los valores literarios (Obras completas, Madrid, 1959, t:III, pp. 994-1015)), Angel Alcalá ("El Neoepicureísmo y la intención de La Celestina" en Romanische Forschungen 88:2/3 (1976), pp. 225-245, p. 237) y Gilman (Op. cit.) pero, para mostrar la popularidad de tales ideas, queden aquí algunos ejemplos: Michael J. Ruggiero, The Evolution of the Go-Between in Spanish Literature Throught the Sixteen Century; Marcelino Menéndez y Pelayo, orígenes de la novela, p. xcv; Adolfo Bonilla y San Martín, Las Bacantes o del origen del teatro, p. 100; Peter E. Russell en la "Introducción" a su edición de la obra (p. 80) y el "La magia como tema integra de la Tragicomedia de Calisto y Melibea" (Homenaje a Dámaso Alonso (Madrid, 1961, t:III, pp. 337-354); Julio Cejador y Frauca en la "Introducción" a su edición de 1931; Franz Rauhut, "Das Dämonische in der Celestina" (Festgabe für Karl Vossler, München, 1931, p. 118); Otis H. Green, "La furia de Melibea" (Clavileño, IV:20 (marzo-abril, 1953), pp. 1-3); Rachel Frank, "Four Paradoxes in the Celestina" (RR XXXVIII (1947), pp. 53-68); Erna Ruth Berndt, Amor, muerte y fortuna en "La Celestina" (Gredos, Madrid, 1963), p. 168. Y con menos pasión o dejando espacio a que la duda cuele y permita otras interpretaciones: Otis H. Green, "La furia de Melibea" (Clavileño XX:1, marzo-abril, 1953), p. 3, n. 1. 5Cándido Ayllón, La visión pesimista de "La Celestina"; Esperanza Gurza, Lectura existencialista de "La Celestina"; Angel Alcalá, "El neoepicureísmo de La Celestina"; Carlos Blanco Aguinaga et al, "La Celestina o el nihilismo"; Juan David García Bacca "Sobre el sentido de "conciencia" en Las Celestina"; D.W. McPheeters, "Alegorismo, epicureísmo y estoicismo escolástico en La Celestina", por citar sólo aquellos que, incluidos en la bibliografía, directamente plantean una lectura filosófica. 6Juan David García Bacca "Sobre el sentido de "conciencia" en La Celestina" (Revista de Guatemala VI:2 (oct-dic, 1946), pp. 52-66), p. 52.

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Así, ante la imposibilidad de leer de manera sincrónica, parece más productivo

abrir

la

lectura

a

todos

los

elementos

de

nihilismo,

escepticismo, pesimismo, existencialismo, (neo)epicureísmo, estoicismo (escolástico o no), cinismo, hedonismo, pragmatismo o etcétera que una lectura (pretendidamente) desprejuiciada encuentre y una argumentación textual sostenga 7 porque confrontar la Tragicomedia con determinado modelo filosófico posterior es tan artificial (y válido) como hacerlo con otro cualquiera; no escojo, entonces, y "salgo a la caza" de todo lo que hallare, en vez de "ir al encuentro" de lo que sé de antemano aunque ello implique abandonar el objeto de estudio que se me planteó originalmente: "Nihilismo y Pesimismo en La Celestina". En cuanto al punto en que ha de arrancar esta lectura, si en buena lógica he de empezar por el principio, debo resolver antes lo que "dize aquel gran sabio Eráclito: todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla", 8 porque así también, y desde el principio mismo, La Celestina. ¿Debo pensar que empieza con "En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios" (I-1:211) porque este parlamento, que abre diálogo y acción, estaba ahí antes de meter la pluma Rojas? ¿Puedo permitirme un año de duda suponiendo que la edición de Burgos de 1499 corresponde al año de escritura de sus primeros quince auctos "otros" y empezar a leer en la carta 9 de "El autor a un su amigo" que precede a los versos acrósticos con que se aumentó la edición de 1500? ¿O, puesto que mi lectura se pretende crítica y los prólogos son aparatos de esta especie, he de 7Aunque viendo la bibliografía es claro que se puede "hacer decir" al texto casi todo lo que se quiera, la idea de que así se estudia "el pensamiento" y/o "la visión de mundo" de Rojas me parece insostenible. Voy a tratar, pues, de exponer mi lectura de la eticidad que rige el mundo de Celestina, entendiendo éste como virtual, paralelo a- e independiente de- el mío, de forma que si en él hay Providencia o Fatalidad éstas no dependan de un Demiurgo sino, como en lo cotidiano de la "realidad", más que de sí mismas, de la forma en que percibimos sus manifestaciones. 8Cito por la edición de Peter E. Russell (Castalia, Madrid, 1991, p. 195). En el texto, entre paréntesis, indico la página, y el aucto y escena, cuando sea pertinente, para facilitar la ubicación de una u otra acción en el desarrollo de la obra. 9Aunque Russell festeja aquí la "primera alusión textual al tema de la hechicería" porque dice Rojas que la obra contiene "avisos y consejos contra [...] falsas mugeres hechizeras" (p. 185, n. 17), la idea de que aparentemente de golpe y por un hechizo el ánimo de Melibea se torna favorable a Calisto no me parece acertada: en primer lugar porque en la misma frase se califica (¿a algunas? ¿a las?) "mugeres" como "falsas hechizeras" y es contra esta falsedad que el autor advierte a su amigo y lectores posteriores; en segundo y como se verá luego, porque mantiene un esquema maniqueo de valores absolutos y trascendentes (El Bien / El Mal) que me parece inadecuado para la lectura.

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considerar válido, como tanta gente hasta ahora, lo que el autor dice en él aunque sea parte (junto con cinco autos nuevos) de lo añadido a la edición de 1502 10? El problema sería menos contencioso si los prolegómenos de las ediciones posteriores a 1500 no terminaran con una declaración que en los más de los casos ha sido primera y más fuerte clave de lectura para quienes buscan estabilidad ética en La Celestina, aquello de que está "compuesta en reprehensión de los locos enamorados que [como Calisto desde el principio 11], vencidos de su desordenado apetito, a sus amigas llaman e dizen ser su dios" (205). Y, sin embargo, quienes parten de este punto han olvidado que la observación es de los editores 12 y por ello, si no falsa, sujeta a discusión como clave de lectura por ser ajena a la (también discutible) intención de Rojas. Peor aún, puesto a leer con ellos, buscando intencionalidades resulta que con igual impunidad han decidido pasar por alto la otra "intención" declarada: subsanar "la necesidad que nuestra común patria tiene de la presente obra por la muchedumbre de galanes y enamorados mancebos que posee [...] cuya juventud de amor ser presa se me presenta [...] y de él cruelmente lastimada, a causa de le faltar las defensivas armas" (184). 13 Entonces quizá es mejor, partiendo "agora por medio la porfía" (202), leer la obra como es: un texto narrativo dialogado 14 al que, como tal, resultan del todo ajenos prolegómenos, cartas y versos acrósticos. Voy, pues, a leer la Tragicomedia de Calisto y Melibea intentando olvidarme de lo oído en

10Véase la "Introducción" preparada por Gilman para la edición de Dorothy S. Severin (Alianza, Madrid, 1981), p. 13, n. 10 (en p. 242). 11"¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo" (220), y "¿Muger? ¡O grossero! ¡Dios, Dios! [...] Por Dios la creo, por Dios la confieso, y no creo que ay otro soberano en el cielo aunque entre nosotros mora" (222). 12"El propósito del autor ha sido confundido con la opinión de sus editores, quienes escribieron el incipit moralizante, como el propio Rojas dice en el nuevo prólogo: "Que aun los impresores han dado sus punturas, poniendo rúbricas o sumarios al principio"". Véase Dorothy S. Severin, "Prólogo" a La Celestina (ed. de..., notas en colaboración con Maite Cabello, Cátedra, Madrid, 1994 (Letras Hispánicas, 4)), p. 19. 13Desde aquí resulta claro, me parece, que la intención rojana, en caso de existir, más bien es advertir a los jóvenes para que amen asertiva e independientemente pues, como dice en los versos acrósticos, "estos amantes les pornán temor / a fiar de alcahueta, ni de mal sirviente" (191). 14Aunque, por el desarrollo psicológico de sus personajes a lo largo de las acciones, llamarla "novela" es tentador, hacerlo es un anacronismo de defensa harto ardua y, al margen de la extensa bibliografía que se ha generado en torno al género, la posibilidad de representar La Celestina y si Rojas la concibió o no como teatro, hay un dato en el prólogo que me permite definir con cierta tranquilidad la obra como lo he hecho: "Assí que, quando diez personas se juntaren a or esta comedia" (201, subrayado mío).

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más de un curso y de los artículos y libros consultados para escribir lo hasta aquí dicho (que ha sido bastante poco, por cierto). La modernidad de La Celestina estriba, grosso modo, en la profundidad psicológica de sus personajes y en la sencillez con que ésta es presentada por Rojas; nada de largos trazos contando el origen e historia de cada personaje, un nombre emblemático a cada uno 15 y la acción fluida, ágil como el diálogo mismo en que se van presentando al mismo tiempo que se convierten en personas. 16 Ahora bien, "hacerse persona" es entrar en relación con otros y es esta primera marca de la alteridad y sólo ella, lo que permite que un individuo cobre conciencia de sí, situándose lo mismo "a oriente del Edén, frente a los querubines y la espada llameante que oscila cerrando el camino al árbol de la vida" (Génesis 3:24) 17 que en posibilidad de gozar y gozarse, puesto "que de ninguna cosa es alegre possessión sin compañía" (I-10:262), ni "se puede dezir nacido el que para sí solo nasció" (IV-5:313). Resulta claro, pues, que lo primero que la Tragicomedia cancela es la posibilidad de la ataraxia si, al pie de la letra, se la entiende como "imperturbabilidad derivada del dominio sobre las pasiones o de su extirpación" (Abbagnano, Diccionario, s.v.), lo que, a su vez, hace dudar sus posibles implicaciones estoicas y, quizá también, las epicúreas. 18 Y, sin embargo, tras las pasiones bullentes en la historia queda, quizá muy 15Pleberio: un nombre que, para cualquier persona culta, evidentemente olía a plebeyo (lat. plebeius, "de la clase inferior"). Celestina: en latín scelestus, "malvado", "infame" o, con un tratamiento irónico como el que implica llamar Pleberio a un padre de "alta y sereníssima", de caelestis, "perteneciente al cielo", "celestial". Calisto: puede ser reminiscencia del nombre del padre de Philogenia (protagonista de la obra homónima de Ugolino Pisani), o recuerdo de un esclavo (Callistus) sujeto de una anécdota recordada por Séneca en la Epistula XLVII. Ver Russell, pp. 51 (n. 78) y 208 (nn. 5 y 7). 16"En el sentido más común, el hombre en sus relaciones con el mundo y consigo mismo. En el más general (en cuanto la palabra ha sido aplicada a Dios y no sólo al hombre), un sujeto de relaciones. El término significa máscara (en el sentido de personaje) y precisamente en este sentido fue introducido en el lenguaje filosófico por el estoicismo popular para indicar los papeles representados en la vida por el hombre" (Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, FCE, México, 1966, s.v.). 17La conciencia cristina es "conciencia de creatura, lo cual es dejar, en rigor, de tener conciencia de sí, como en sí y para sí; es conciencia agónica" y a ella se opone la de (algunos) de los personajes: Mel.- Así goce de mi (IV5:309, Sosia: XI-1:562); Cel.- así goce de esta alma pecadora (IV-4:305; IV-5:310); Are.- Pues assí goze de mi alma ( VII-2:371; VIII-1:386; IX-3:414), pues "gozarse uno de sí es la manera más potenciadamente real que puede adquirir la conciencia. Cuando la conciencia es conciencia sentimental, cuando es conciencia sentimental gozosa, cuando llega a ser conciencia sentimental gozosa de sí, de la propia alma, llega la conciencia a su máximo real" (García Bacca, "Sobre el sentido...", pp. 59-60 y 61). 18Sobre la errónea identificación "crítica" entre hedonismo y epicureísmo, ver Alcalá, "El Neoepicureísmo...", p. 240.

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queda pero no menos clara, la tranquilidad de haberlas satisfecho: Celestina obtuvo dinero, Calisto y Melibea amor, Pármeno y Sempronio ambos, Elicia y Areúsa, además, venganza; "¿Más provecho quieres, bova, que complir hombre sus desseos?" reprende Celestina a Lucrecia en el aucto IV (2:301). Es totalmente secundario, así, cuánto durara a cada uno el gozado gozo que, conscientes del paso del tiempo, todos los personajes reconocen fugaz, sin por ello dejar de gozarlo ni aprovechándolo menos. 19 En La Celestina la preocupación no gira, entonces, en torno a la angustia de la muerte, ni a la del paso del tiempo y/o la fugacidad de la vida buena. La obra propone como vida por vivir aquella en que cada individuo ha de procurarse el bien por propia mano, 20 lo que ya se ve que han hecho, y gozarlo hasta que ya no sea posible, aceptando la muerte como viene... tan callando. "Pues no havemos de vivir para siempre, gozemos é holguemos [...] en este mundo [sin querer] sino día y victo y parte en paraso" (Elicia, VII-4:383; subrayado mío) que, habiendo cumplido el deseo podemos morir y con ello no hay realmente razón para la queja de nadie que tal haya hecho; sólo hay angustia en quienes no han entendido que "la impaciencia vital en que se resuelve el sentimiento del paso del tiempo y la cercanía de la muerte se debe al temor de que la muerte los arrebate antes de que puedan satisfacer sus deseos". 21 ¿Quiénes son ellos? Alisa y Pleberio, porque creyendo alcanzada la descuidaron el tiempo en que “lo que otras veces principiaron en este negocio” pudo haber ejecución, por ejemplo, porque la inoportunidad de sus acciones es bien clara: mientras Celestina actúa siempre como quien sabe que "quien tiempo tiene y mejor le espera, tiempo viene que se Sempronio (I-6:238; II-2:271-72), Pármeno (VIII-3:390), Celestina (IX-2:413), Areúsa (XV-3:524), Melibea (XIX6:576), 20La cantidad de veces que la obra insiste en que el mundo es de los esforzados no es para contarse, ni ha de explicarse la voluntad de hacerse que ello lleva aparejada; quede aquí una lista de ejemplos: "Mas di, como Marón, que la fortuna ayuda a los osados" (259); "jamás al esfuerço desayudó fortuna" (300); "¡O buena fortuna, cómo ayudas a los osados y a los tímidos eres contraria!" (328); "Ninguna cosa a los hombres que quieren hazerla es impossible" (439); "A los coraçones aparejados con apercibimiento rezio contra las adversidades, ninguna puede venir que passe de claro la fuerça de su muro" (462); "Lo que no haze espada y capa y coraçón, no lo fazen coraças y capacete y covardía" (574). O, con signo inverso e igual sentido: "Yo temo, y el temor reduze la memoria y a providencia despierta" (247), la cual no es de fiar, como puede verse en la obra. 21Erna Ruth Berndt, Amor, Muerte y Fortuna en "La Celestina" (Gredos, Madrid, 1963 (Biblioteca RománicaHispánica, Estudios y Ensayos, 68)), p. 98. 19

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arrepiente" (IX-2:413), Alisa espera que Dios conserve a Melibea discreta, honesta, virgen, hermosa, con alto origen y rica "porque nuestros desseos veamos complidos en nuestra vida" (XVI-1:534). Atar la felicidad personal al cumplimiento de tantas condiciones en otro y la pasividad irresponsable de esta actitud que finalmente tampoco puede considerarse como basada en la fe o consecuencia de una religiosidad seria 22 no escapa ni de Lucrecia (que, aunque advertida, tampoco se distingue por su actitud activa ante la vida) quien, casi a renglón seguido y cerrando la escena, advierte: "¡Tarde acordas! ¡Más avíades de madrugar!". La constante tardanza de las advertencias de Alisa, que vive en la despreocupación porque cree saber bien lo que tiene criado en su guardada hija (XVI-2:539), pero aún peor, su nula acertividad, son igualmente patentes cuando, en el décimo aucto (5:440-441) dice a Melibea: "Guarte, hija della, que es gran traydora [... y sabe] con sus trayciones [...] mudar los propósitos castos", acordando tarde nuestra ama, como dice Lucrecia, pues ya hace mucho que la dejo sola y aún le pidió "contentar a la vezina en todo" (IV-4:306). Alisa está ciegamente aislada del mundo que la rodea porque cree que éste se ordena de concierto con cosas distintas al azar y la voluntad humana y por ello no sabe manejarse en él; en una incomunicación que ella cree certidumbre, igual que no discutió jamás con Pleberio la forma de educar a Melibea, 23 tampoco ha visto que ésta se halla muy lejos de la "virginidad simple" que la hubiera salvado del "torpe desseo de lo que no conosce ni ha entendido jamás" (XVI-2:539) ni ve que Melibea sabe y quiere seguir aprendiendo (de ahí su furia ante el concepto No voy a entrar a discutir aquí si es la condición de converso de Rojas lo que aparta La Celestina de las formas canónicas de moralidad cristiana, que para eso están los artículos de Otis H. Green "The Celestina and the Inquisition" y "Fernando de Rojas, Converso and Hidalgo" (ambos en HR, XV (1947), pp. 211-216 y 384-387); simplemente pienso que cualquiera que recordara la parábola de los talentos habría tenido una actitud más activa. Más aún, si se considera que la verdad es subjetiva pero "radica en la tensión, en la intensidad de nuestra relación con aquello en que creemos" (Gurza, Lectura existencialista, p. 61), la religiosidad de Alisa resulta tan tibia como irresponsable. 23"Melibea ha sido educada por sus padres con gran esmero, pero de acuerdo a criterios no coincidentes: la educación moral y religiosa ha estado a cargo de la madre, para quien la obediencia a la autoridad de los padres es en sí misma una virtud y la ignorancia de las cosas de mundo su protección; la intelectual, en cambio, a cargo de su padre que, si bien tuvo éxito en aguzar su ingenio, actúo en contra de la educación materna porque la exaltada y cálida imaginación de Melibea, al leer los "antiguos libros", se detuvo en particular sobre los pasajes relativos al amor, cuya mayor parte, como es sabido, estaban lejos de ser edificantes" (Daniel E. Zalazár, "La misión de Celestina" (Ensayos de interpretación literaria, Crisol, Buenos Aires, 1976, pp. 11-26), pp. 18-19. 22

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engañoso que tiene de su ignorancia) ni, por supuesto, alcanza a imaginar el punto a que ha llegado este saber en su hija. No es mucho mejor la situación del padre quien, en su lamentación final (prácticamente todo el auto XXI), no tendrá siquiera el consuelo de la dignidad, pues "Pleberio's speech is much too personal, much too anguished in its search for consolation, to be equated with the planctus". 24 Y, por supuesto, totalmente ajeno a la visión de mundo que le hubiera permitido vivir en el suyo porque —aunque alguno, partiendo de la idea de que "para Rojas los caracteres de todos los pecados resultan de una falta absoluta de caridad o buenas obras", ve a Pleberio como un epicuro (sic) que falla en su búsqueda de la ataraxia porque "la falta de caridad cristiana y el materialismo confiado le dejan sin preparación espiritual para la catástrofe" 25— no cabe duda de que en realidad la mayor falla de Pleberio está en creer, como él mismo dice, que la vida del hombre se rige por un orden trascendente de fuerzas ajenas a sí mismo: "Yo pensava en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por alguna orden; agora [...] me pareces [...] juego de hombres que andan en corro" (599). La necedad de un orden superior que dé a los hechos una secuencia "lógica", sumada al ansia de trascendencia, articulan el resto de su queja y se manifiestan tanática y temporalmente. Mientras Celestina sabe que "ninguno es tan viejo que no pueda vivir un año, ni tan moço que oy no pudiesse morir" (IV-5:309), Pleberio supone más dignos de la sepultura sus sesenta años que los veinte de su hija y cree que "turbóse la orden del morir" (595). Es la Muerte personalizada y, ella sí, volitiva ("quexarme he de la muerte, incusarla he su dilaçión quanto tiempo me dexare solo después de ti", 596) quien se ha llevado a Melibea y, como Pleberio no edificó torres, adquirió honras y plantó árboles por gozarse en ellos sino para perpetuarse, sin su heredera todo esto pierde sentido. Por último, tan Bruce D. Wardropper, "Pleberio's Lament for Melibea and the Medieval Elegiac Tradition" (MLN 79 (1964), pp. 140-152), p. 143). 25D.W. McPheeters, "Alegorismo, epicureísmo y estoicismo en La Celestina" (Actas del IV Congreso Internacional de Hispanistas (Salamanca, agosto de 1971), AIH / Consejo General de Castilla y León / U. de Salamanca, s.l., 1982, 2 tomos, t:II, pp. 251-262), pp. 254 y 262. Subrayados míos. 24

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indispuesto como su mujer para hacerse a sí mismo, cuando no la niega "no lloro, triste, a ella muerta, pero la causa desastrada de su morir [...] ¿quién forçó a mi hija a morir, sino la fuerte fuerça de amor?" (602) , Pleberio descalifica la voluntad humana y casi se hace portavoz de la ortodoxia católica y su condena al suicidio, que el caso de Anaxágoras no es comparable al suyo: "porque mi Melibea mató a sí misma de su voluntad, a mis ojos, con la gran fatiga de amor que la aquexava; [mientras al] otro [el hijo único de Anaxágoras] matáronle en muy lícita batalla" (601) y en su desconcierto y anulación de voluntad pregunta al mundo "¿Cómo me mandas quedar en ti conosciendo 26 tus falacias, tus lazos, tus cadenas y redes, con que pescas nuestras flacas voluntades?(603). En resumen, y si la Tragicomedia se llevara a escena, seguramente Alisa y Pleberio por apostar a un futuro que en La Celestina simplemente no existe porque en su mundo, que es este mundo, se ha destruido todo valor tradicional establecido sin sustituirlo por otra cosa, quedando en su estado natural, sin ser por ello ni absurdo ni responsable de nada, como tampoco la Naturaleza o la Fortuna o Dios pueden serlo 27 estarían sentados con el necio público de la humanidad que huye su responsabilidad de vivir y hacerse, "del que se burlarían desde las tablas Celestina, Calisto, Melibea, Areúsa y todos los demás porque ellos sí son inteligentes y, además, son sanos, cínicos y amorales". 28 De los cuatro adjetivos de Anderson quiero desechar el segundo, poner entre paréntesis el tercero (cínicos) para discutirlo adelante y con los extremos asentar la calidad a-moral de la inteligencia en— y los personajes de— La Celestina.

Lo

primero es quitar de "la

inteligencia" las

implicaciones socio-culturales porque en la Tragicomedia se presenta con su sentido más práctico de savoir faire, de acertividad, y por ello pueden 26Habría que estudiar con calma la función que cumplen en el desarrollo de la obra verbos como "comprender", "saber", "creer" y "conocer" y las marcas de personalidad que implican para los personajes. 27Véase Carlos Blanco Aguinaga et al, "La Celestina o el nihilismo" (Historia social de la literatura española (en lengua castellana), Castalia, Madrid, 1981, 3 tomos, t:I, pp. 200-210), pp. 209-210. 28Enrique Anderson Imbert, "La Celestina" [1949] (Los grandes libros de Occidente, Ediciones de Andrea, México, 1957 (Literaria, 5), pp. 30-44), p. 33.

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compartirla personajes que, con apego a la identificación tradicional de "nobleza = bondad / villanía = maldad", debían caracterizarse en forma polar. El ejemplo más claro de esto son Melibea y Areúsa, ambas seducidas por Celestina con el argumento de los bienes comunicables 29 pero, sobre todo, ambas conscientes de sí mismas e independientes de los demás a partir de su experiencia amorosa: "Are.- Assí goze de mí que es verdad; que estas que sirven a señoras ni gozan deleyte ni conocen los dulces premios de amor [...] Por esto me vivo sobre mí desde que me sé conocer [...] Por esto, madre, he quesido más vivir en mi pequeña casa, esenta y señora, que no en sus ricos palacios, sojuzgada y cativa" (IX3:414-17); "Mel.- No tengo otra lástima sino por el tiempo que perdí de no gozarlo, de no conoscerlo, después que a mí me sé conoscer. No quiero marido, [...] ni quiero padre ni parientes!" (XVI-2:536-39). Porque "una de las funciones del encuentro sexual es hacer que el individuo conozca su verdadera esencia, pues a la base del mismo no está un verdadero deseo de comunicación con el otro, sino un modo para conocerse" (Gurza, Lectura existencialista, p. 74), no hay sorpresa en que dos mujeres igualmente conscientes de sí, de manera similar demoren la entrega, alonguen placeres y lloren sus muertos, 30 lo que tampoco quiere decir que sean idénticas. De hecho están lejos de serlo, pues lo que diferencia a Melibea y Areúsa es su esencia, la que cada una ha descubierto para sí: una sensual al punto de no vivir si la razón de su gozo 29"no se puede dezir nacido el que para sí solo nasció [...] ¿Por qué no daremos parte de nuestras gracias y personas a los próximos, mayormente quando están embueltos en secretas enfermedades, y tales que donde está la melezina salió la causa de la enfermedad?" (a Melibea, IV-5:313-14) y "Por Dios, mal pecado ganas en no dar parte de estas gracias a todos los que bien te quieren [...] Ninguna cosa ay criada al mundo superflua, ni que con acordada razón no proveyesse della natura. Mira que es pecado fatigar y dar pena a los hombres, podiéndolos remediar" (a Areúsa, VII-2:372-73). 30Resistencia amorosa: "Are.- ¡Ay, señor mío, no me trates de tal manera! ¡Ten mesura, por cortesía; mira las canas de aquella vieja honrada, que están presentes! ¡Quítate allá, que no soy de aquéllas que piensas!" (VII3:379-80); "Mel.- ¡Por mi vida, que aunque hable tu lengua quanto quisiere, no obren las manos quanto pueden! ¡Está quedo, señor mío! [...] Cata que del buen pastor es propio tresquillar sus ovejas y ganado, pero no destruyrlo y estragarlo [...] Apártate allá, Lucrecia [...] Yo no los quiero [testigos] de mi yerro. Si pensara que tan desmesuradamente te avías de haver conmigo, no fiara mi persona de tu cruel conversación" (XIV:3:501). "Exquisitez amatoria" (?): "Pár.- No, cierto. Mas aunque hoviera, era bien empleado; de todo bien es capaz." (VIII3:392); "Cal.- acuérdate, Calisto, del gran gozo passado [...] pues ningún dolor ygualará con el rescebido plazer [...] ¡O bien sin comparación! ¡O insaciable contentamiento!" (XIV-7:512-13). Llanto al amante: "Are.- ¡O mi Pármeno y mi amor! ¡Y quánto dolor me pone su muerte! Pésame del grande amor que con él tan poco tiempo havía puesto, pues no me avía más de durar" (XV-3:524); "Mel.- ¡Mi bien y plazer, todo es ydo en humo! [...] ¡Tan tarde alcanzado el plazer, tan presto venido el dolor! [...] ¡O ingratos mortales, jamás conoscés vuestros bienes sino quando dellos carecéys!" (XIX-6:576-77).

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falta, la otra pragmática e individualista absoluta. "Quiçá por bien fue para entrambas la muerte de Celestina, que [...] por eso se dize que los muertos abren los ojos de los que biven, a unos con haziendas, a otros con libertad" (XVII-2:544). "Melibea se entrega sin asomo de palabra de casamiento" no porque "todo ha de ser ruinas y muertes en La Celestina", 31 sino porque su esencia "está, al fin y al cabo, tan llena de pasión como la entrega completa y sin reservas morales que hace de sí misma", 32 y porque, consciente del esfuerzo que le ha costado reconocerse así, no está dispuesta a volver a negarse, piérdase lo que se perdiera. 33 Melibea es, así, la personificación de una sensualidad inteligente que, aun si borda lo "perverso" (?), posee una amoralidad que excluye el sentimiento de culpa y la necesidad de justificarse. Y es esa conciencia lo que la agiganta frente a su amante y, al mismo tiempo, la hace paradójica pues Calisto es tal que, absorto en "la esencia que él mismo se ha creado desde el momento preciso en que se presenta: Melibeo", prácticamente se ha desprendido de la realidad por "esa ilogicidad de su lógica que sólo abarca la totalidad de su pasión" 34 (véase Gurza, Lectura existencialista, pp. 112 y 111, y 103) y en consecuencia ha dejado de hacerse, sujetando su oportunidad de triunfo a los otros, como Alisa y Pleberio. De sujeto semejante se enamora Melibea, y no puede ser más paradójica porque ella tiene, en cambio, la capacidad de saber desde el principio que su amor por él no es cortés cuando, ofendida o pretendiendo estarlo, exclama: "¡Vete, vete de a, torpe: que no puede mi paciencia Otis H. Green, "La furia de Melibea" (Clavileño, IV:20 (marzo-abril, 1953), pp. 1-3), p. 3. G.D. Trotter, "Sobre "La furia de Melibea", de Otis H. Green" (Clavileño, V:25 (ene-feb, 1954), pp. 55-56), p. 56. 33Trotter ("Sobre "La furia...", p.55) identifica este proceso de autoconocimiento con "la especie de psicoanálisis que sobre ella practicó Celestina" y Zalazár ("La misión...", p. 24) coincide, señalando que la castidad de Melibea "ha sido ya vencida por Celestina, quien ha realizado una verdadera desfloración mental, de la cual la corporal es sólo una consecuencia". Sin embargo, si ha de hacerse justicia a la amoralidad de Melibea, creo más adecuada la idea de Gurza (Lectura existencialista, p. 98) de que "es a través de su amor con Calisto que Melibea ha llegado a su propio conocimiento", porque de éstas es la única interpretación que no la reduce a pasiente del hacer celestinesco. 34No deja de ser interesante, sin embargo, la opinión de Ramiro de Maeztu: "Calisto es el místico español, quizás algo morisco, quizás algo judío, católico tal vez, el místico español, de todos modos, que necesita suprimir el mundo para amar a Dios" ("Don Quijote", "Don Juan" y "La Celestina". Ensayos en simpatía, Calpe, Madrid, 1926, p. 198). 31 32

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tollerar que aya subido en coraçón humano conmigo el ylícito amor 35 comunicar su deleyte!" (I-1:213). El "deleyte" merece aquí especial atención porque su única falta, a menos que Melibea esté sobrentendido de manera deliberada y con acuerdo a su propio deseo las palabras de Calisto, es ser "misto y alegre con recelo", pues no está sino en el acatamiento suyo, menor que el de "los gloriosos sanctos que se deleytan en la visión divina" (I-1:212) y es hasta ese momento, cualquier cosa sino carnal. Es pues, Melibea y no Calisto quien dirige la sensualidad de ambos. Y ello es posible porque es consciente de sus deseos (que proyecta llamándolo "loco saltaparedes, fantasma de noche" (IV-5:316) antes de la primera visita) y de su libertad sexual, punto éste que refuerza su contraste con Calisto. Él va de la hipérbole cortés ("que Melibea ángel dissimulado es que vive entre nosotros" (XI-3:452)) al ansia grosera, que ni siquiera puede pensarse desatado sensualismo dionisiaco, del "que quiere comer el ave [y] quita primero las plumas" (XIX-3:571), y aún es posible que fuera incontinente cuando "mora en [su] persona tanta turbación de plazer, que [le] haze no sentir todo el gozo" (XIV-3:500). Ella es, en cambio, capaz de tener fantasías de bestialismo y adornarlas con citas clásicas ("otras aun más cruelmente traspassaron las leyes de natura, como Pasiphe, muger del rey Minos, con el toro" (XVI-12:537-38)), va paso al placer porque éste no se haga "tan breve deleyte y en tan poco espacio" (XIV-3:500), y un mes después, quizá hastiada de la simpleza amatoria de Calisto, aún tiene ánimo de pedir alguna variante de su parte: "Holguemos y burlemos de otros mill modos que yo te mostraré; no me destroces ni maltrates como sueles" (XIX-3:571). 36 No puede explicarse, entonces, sin negar la división maniquea que se ha querido imponer a la Tragicomedia, que una persona tan "buena y bella" sea tan "tonta" como para enamorarse y cometer suicidio por un hombre así; luego, es mucho más 35"La expresión "ylícito amor" es reminiscencia del Laberinto de Juan de Mena, donde estas palabras se refieren "al adulterio, incesto y amor contra natura" (Lida de Malkiel, citada por Zalazár, "La misión...", p. 20). 36Sergio Fernández entiende, al contrario, los otros mil modos, "los que no maltraten el vestido", como rechazo de Melibea a "unas viriles manos que la fatigan, verbo que denota, en el contexto, una enorme dosis de placer". Véase "La Celestina" [1988], en "El estiércol de Melibea" y otros ensayos, UNAM, México, 1991, pp. 25-73, p. 50.

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razonable suspender los juicios morales y pensar que esto es posible aquí porque las características de Melibea, como las de cualquier otra persona del mundo (el celestinesco y éste), no pueden dividirse en bueno y malo, bello y feo, blanco y negro y, en el mejor de los casos, están llenas de matices de gris. El abandono (¿la ignorancia deliberada?) del maniqueismo cristiano no significa, sin embargo, que la certeza de una vida ultraterrena haya desaparecido en La Celestina; es el juicio de los otros hombres y las vías que proponen lo que dejó de importar porque son seres "liberados de todo orden moral" 37 (Gurza, Lectura existencialista, pp. 181) y a partir de su eticidad personal cada personaje construye de manera directa su relación con Dios. En esa amoralidad que no cinismo 38 , sólo necesitan que "Dios sea el testigo de [su] coraçón" (XII-10:482), y esta actitud, que permea toda la obra, 39 alcanza el cenit en el momento de la muerte: "¡Confessión!" claman Celestina y Calisto (XII-10:485, XIX-5:574); "Dios quede contigo y con ella. A él ofrezco mi alma se despide Melibea de su padre Pon tú en cobro este cuerpo que allá baxa" (XX-3:591). "No

me

maravillo,

que

es

grande

el

mundo

y

pocos

los

esperimentados", dice Celestina (VII-2:375), si pese a todo hay quien piensa que "But unlike many writers of this period who portrayed death as a gateway to another and better life, the author of La Celestina does not concern himself with the after life". 40 Pues parece que estos críticos, En tanto moral deriva del "latín moralis "relativo a las costumbres", de mor-, tema de mos "costumbre; carácter; moda"" (Guido Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la lengua española, FCE / El Colegio de México, México, 1988, s.v.) y ha de entenderse, entonces, como una forma de conducta grupal, la eticidad "es la realización del bien mismo en realidades históricas [...] el concepto de libertad, convertido en mundo existente y naturaleza de la conciencia de sí" (Abbagnano, Diccionario, s.v.), por lo tanto estudiable en su manifestación individual como conducta en busca de la realización de un bien ideal; por eso prefiero usar aquí "eticidad", dejando para los moralistas las costumbres. 38Aún si puede verse en ellos "la ostentación del más radical desprecio por las convenciones humanas", ninguno de los personajes de La Celestina tiene, ni por acaso, "la simplicidad (y la desfachatez) natural de la que los animales dan ejemplo" como "ideal de vida" (véase Abbagnano, Diccionario, s.v.). 39Otras ocasiones en que Celestina manifiesta esta certeza: "Y aun, assí vieja como soy, sabe Dios mi buen deseo" (III-1:287); "Dios conoce mis limpias entrañas, mi verdadero amor (IV-4:304); "¡Que sabe Dios mi buen desseo!" (IX-2:414); "el sabidor solo Dios es" (X-2:428); "una vieja qual Dios me hizo, no peor que todas" (XII10:482); Calisto: "Pues mira, si mal has hecho, que ay sindicado en el cielo" (XIV-7:510); Melibea: "Tú, Señor, de mi habla eres testigo" (XX-2:585). 40Cándido Ayllón, "Death in La Celestina" (Hispania XLI:2 (may, 1958), pp. 160-164), p. 161). Véase, además, Visión pesimista de "La Celestina" (Ediciones de Andrea, México, 1965 (Studium, 45)), p. 14 (previas y 37

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simplemente, no han querido ver que están ante un mundo que, aunque ya no es vía al siguiente, no es lo único que existe para los personajes, como la última y "mista" preocupación de Melibea por alma y cuerpo demuestra. El problema está en asumir, o no, como propia la falsa dicotomía "eternidad vs mundo" y el inoperante absolutismo que implica, porque ello es actuar al revés que los personajes, negarse a comprenderlos en su ambigüedad y creer que, como lector, se posee EL sistema de valores que "explica las cosas"; cuando, en realidad, ninguno lo hace ni pasa de ser un sistema, cualquier sistema, el que cada quien sobrepone a su lectura y vida personales, pues aunque en verdad "el mundo no tiene sentido ni ha de esperarse que el justo prevalezca, al justo le queda su conciencia, y al codicioso su codicia, y al amante su amor, y aun es posible reírse un poco" (de Maeztu, "Don Quijote"..., pp. 259-260). La vida asusta, sin embargo. Y no porque sea un valle de lágrimas, sino porque puede no serlo. Tener conciencia de que el mundo puede hacerse a la medida de lo que se quiere es saberse libre; entender que ello no es sino una potencia más que ha de actualizarse (y que al hacerlo aún puede ser contraria a la voluntad y el deseo) es asumirse personalmente responsable y esa responsabilidad genera la angustia que completa la libertad. Así, no es que en "La Celestina, donde no actúa la divina providencia, los sucesos, faltos de significado trascendente, produzcan un mundo absurdo y sin sentido"; 41 sino que el asunto es mucho más grave, porque en el mundo (de La Celestina y de quienes la leemos) las cosas no suceden, 42 se hacen, y por lo tanto su significado inmediato es trascendente y determina lo que pueda hacerse después. Tanto así que las muertes de Celestina, Pármeno y Sempronio pueden explicarse como olvidos de esta regla, como "permisos" a la inconsciencia que dejan fuera de control los hechos; no así la de Calisto, que es un accidente, ni la de siguientes), en que, contradiciendo aún lo que en el mismo libro sostiene, Ayllón declara que "el pesimismo de Rojas no es actitud psicológica sino de época". 41Véase Joaquín Gimeno Casalduero, "El mundo de La Celestina" (NRFH, XL, pp. 99-116), pp. 104-105. 42suceder (Del lat. succedêre) 4. impersonal. Efectuarse un hecho, acontecer, ocurrir. (DRAE, 21a ed, s.v.).

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Melibea, manifestación última, extrema y en negativo de la decisión personal de hacerse. Ahora quizá debería recontar lo expuesto. Prefiero, intentando no morir sin haber cumplido mi deseo, parafrasear algunos textos. Si me busco en estas personas no puedo más que asumir que el hombre está en condición no sólo de entregarse a la ensoñación y a los recuerdos, sino en la de pensar y analizar la propia vida en relación al mundo, a la existencia en general, sin por ello poder llamarse a engaño: es el convencimiento de que las cosas son así, y no de otro modo ninguno, lo que cancela la desilusión; no hay entonces amargura, sino claridad. Celestina aconseja a Areúsa hacer el amor para aliviar el mal de madre y ella responde que el amante que la favorece y trata como a su señora ha partido con su capitán. ¿Para qué tantos datos? Para establecer que si se da a sí misma no es por necesidad, sino por afición; porque le gusta entregarse a un cuerpo joven y nuevo; porque todos somos así, en definitiva y porque en el mundo en éste o en “ese”, que la diferencia no es tanta se toca, naturalmente, lo que haya que tocar, pero sobre todo el cuerpo de los seres humanos, ya para amarlos, ya para asesinarlos 43... "cosas son que passan", dijo Celestina

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43Todo el texto base es de Sergio Fernández, y el orden a seguir para desarmar la "cita" es el siguiente: "La Celestina" (en Retratos del fuego y la ceniza, FCE, México, 1983 (Letras mexicanas, 91)), p. 292; "Areúsa", también en Retratos..., p. 61; y "La Celestina", en "El estiércol..., p. 55.

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