CASAS Y CENTROS CULTURALES: Una mayoría silenciosa

August 11, 2017 | Autor: Carlos Villasenor | Categoría: Cultural Studies, Cultural Heritage, Culture, Culture and Development
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Descripción

CASAS DE CULTURA Y CENTROS CULTURALES: Una mayoría silenciosa. Carlos J. Villaseñor Anaya Febrero 20151 Después de casi quince años de estar familiarizado con el proceso de aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación para el Sector Cultura, hay ya varias cosas que me resulta evidente que debieron cambiar; y que –sin embargo- siguen igual que hace 15 años o muchos más. Uno de esos temas recurrentes es el de la asignación de recursos para la construcción, rehabilitación o equipamiento de casas de cultura y/o centros culturales. Con sus variaciones, pero la figura de CASA DE CULTURA es un modelo omnipresente en el territorio nacional y, a no dudarlo, un concepto que se resume claramente el “qué hacer” cuando una autoridad local (ingenua o no tanto) decide de atender el tema de cultura en su comunidad. También funciona muy bien cuando un político en campaña desea congraciarse con la comunidad de posibles votantes, a través de una promesa de corte cultural. Con base en esa necesidad –más de origen político, que ciudadano—y que no siempre viene acompañada de un diagnóstico o de la previsión de un presupuesto de mantenimiento posterior (sueldos, materiales, luz, agua, teléfono, internet, etc.) se han asignado gran cantidad de recursos para la construcción o rehabilitación de casas de cultura, en todos los PEF que van –al menos- del 2009 al 2015. Simplemente en el PEF 2015 se menciona el término CASA DE CULTURA (55) o su prácticamente equivalente CENTRO CULTURAL (41), en no menos de 96 ocasiones. Podemos decir que en promedio, los recursos asignados a las CASAS DE CULTURA han rondado en los 3 millones, con fluctuaciones entre los 400 mil y los 8 millones para cada una. Vale la pena recordar que el Atlas de infraestructura y patrimonio cultural de México 2010 contabilizó 1,795 espacios genéricamente denominados CENTROS CULTURALES, de los cuales 1,205 (70.26%) son casas de cultura y los restantes 510 son centros culturales (29.74%).

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Una primera versión de éste texto apareció en diciembre del 2014, en el portal del CONACULTA, en la siguiente dirección: http://www.politicasculturales.mx/casas.html

El Sistema de Información Cultural, consultado el 19 de noviembre del 2014, reconoce la existencia de 1,892 centros culturales en todo el país. Si confiamos en los datos, podemos suponer que en 5 años se añadieron 97 centros culturales, lo cual contrasta con las casi 350 menciones que se hacen a esa figura en lo que va del PEF 2010 al PEF 2015. En él Programa Especial de Cultura y Arte 2014-2018, se menciona en tres ocasiones el término centro cultural, como parte de la infraestructura con la que se cuenta, en los siguientes términos: “Para el aprovechamiento, cuidado y disfrute, así como para el enriquecimiento de su legado cultural, México ha construido a lo largo de décadas una extensa infraestructura cultural, la mayor de América Latina. Esa infraestructura comprende, entre otros bienes, 187 zonas arqueológicas abiertas al público, alrededor de 108,000 monumentos históricos, más de 1,200 museos, 22,630 bibliotecas (7,388 de las cuales integran la Red Nacional de Bibliotecas Públicas), 1,567 librerías y puntos de venta de libros, 620 teatros, 1,873 casas y centros culturales, 402 galerías y 654 auditorios.” Así también, en la Encuesta Nacional de Consumo Cultural de México (2012) se menciona el término casas de cultura en dos ocasiones y únicamente como uno de los sitios culturales seleccionados para realizarla. Cito las cifras anteriores, para hacer evidente que las casas y centros culturales han sido y siguen siendo los espacios en donde mayor número de actividades artísticas y culturales se llevan a cabo en el país. Si bien es cierto que el número de bibliotecas es muy amplio, éstas cumplen mayoritariamente la función de espacios de consulta y estudio, en los que el silencio es una conducta procurada; mientras que la característica de las casas de cultura es precisamente la de vincular al público con las actividades artísticas y culturales. Por otra parte, con base en su función y localización, son también el más habitual punto de contacto institucional con el público local, con la particularidad adicional de que atiende a niños, jóvenes y adultos; es decir, un público intergeneracional que difícilmente se reúne como tal, de manera habitual, en otros espacios. Y no obstante la importancia que tienen por su volumen, por su localidad y por la amplitud de públicos que atienden, no encuentro que exista o se instrumente una política cultural nacional que reconozca esas características y establezca una metodología para su aprovechamiento como un medio estratégico de la política cultural; máxime, en estos tiempos en los que es indispensable colocar espejos de futuros posibles y de alternativas de vida buena, que sean apropiables por el mayor número de mexicanos.

Desde mi perspectiva, las casas y centros culturales son espacios de encuentro que, mediante una política pública pertinente y oportuna, podrían ser facilmente empoderados como espacios de diálogo intercultural y para el aprendizaje de alternativas para la resolución pacífica de las controversias. ¿Significa eso que la Federación debería imponer un modelo nacional? No, bajo ninguna circunstancia. Lo que pienso es que existen muy numerosas posibilidades de acción subsidiaria, que pueden fortalecer mucho al conjunto. Una primera idea: ¿Por qué no una especie de PAICE de Casas de Cultura? Bastaría asignar 54 millones de pesos a un programa de rehabilitación y equipamiento de casas de cultura, para que hubiere una disponibilidad promedio de $30 mil pesos para cada una de ellas, en todo el país. Otra idea: Una plataforma abierta de recursos de capacitación, iniciación artística y conocimiento de la diversidad cultural nacional y mundial. Otra más: Organización de circuitos de gira para grupos artísticos; ya sea con subsidio o con los beneficios de precio, que sean producto de las economías de escala. En fin, no es mi objetivo agotar el tema, ni integrar un amplio repertorio de propuestas, sino simplemente destacar que han sido muchos años de asignar recursos a una figura que, por otra parte, ha pasado desapercibida en el diseño de las políticas públicas federales; y que, especialmente en estos tiempos, sería un instrumento muy importante de política para la paz. Ojalá y se tome el reto.

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