Cartografía de la memoria en la literatura vasca actual

May 24, 2017 | Autor: Mari Jose Olaziregi | Categoría: Basque Studies, Memory Studies
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Cartografía de la memoria en la literatura vasca actual Por Mari Jose OLAZIREGI1 (in Cecchini, Leonardo & Lauge Lansen, Hans (eds)., Conflictos de la Memoria/ Memoria de los conflictos. Modelos narrativos de la memoria intergeneracional en España e Italia, Copenhaghen: Université de Copenhague, Col. Études Romanes 62, ISBN: pp. 219-230. )

Resumen: Tras unas breves reflexiones sobre la evolución que ha tenido el tratamiento de la Guerra Civil en la narrativa vasca contemporánea, el presente artículo analiza la presencia que lugares de la memoria vascos como los montes Intxorta, Gernika o la rivera navarra tienen en la novela vasca más reciente. Trataremos de analizar los objetivos que, en nuestra opinión, persigue la rememoración de la contienda civil y la función que la referencia a dichos lugares de la memoria tiene en la novela vasca actual. El análisis de las novelas de Ramon Saizarbitoria, Bernardo Atxaga o Jokin Muñoz, revelará que la invocación de dichos lugares sirve, también, para reflexionar sobre las consecuencias que la dura posguerra tuvo en la radicalización del clima político en el País Vasco y, en especial, en la irrupción del terrorismo de E.T.A. en plena dictadura franquista. Una narrativa de espaldas a la convulsa realidad política. La lentitud con que la novela en lengua vasca fue abordando la representación de la Guerra Civil ha sido uno de los aspectos que se han subrayado a propósito de la evolución de la novela vasca reciente (Olaziregi 2009: 1034; Olaziregi & Otaegi 2011). Apenas se publicaron novelas durante la contienda, e incluso autores exiliados como Jon Andoni Irazusta eludieron el relato de la tragedia bélica en publicaciones como Joanixio (1946), la primera novela publicada en la posguerra. La entrada en la modernidad en la década de los 60 y la consiguiente fase experimental que siguió en la narrativa vasca hasta mediados de los 70, tampoco impulsaron novelas históricas o de claro corte realista (Olaziregi 2011) y, en consecuencia, el representante más relevante de la crítica académica

1Artículo redactado dentro del proyecto de investigación financiado por el Gobierno Vasco IT 806-13.

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vasca, el catedrático Jesús María Lasagabaster, no dudó en señalar, en 1988, que la literatura vasca seguía viviendo de espaldas a la realidad (1990: 22). En efecto. Lasagabaster se refería, no a la limitada representación que la Guerra Civil española tenía en nuestra narrativa, sino a la escasa presencia que la convulsa realidad vasca de la época, tristemente marcada por la actividad del grupo terrorista E.T.A. (1959-), tenía en la literatura vasca. El grupo tuvo su pico de víctimas en la década de 1980, con acciones terroristas como el tristemente célebre atentado de Hipercor en 1987, atentado que se saldó con 21 muertos. Justo en aquella época, el panorama de la novela vasca venía presidida por una novela negra o por relatos de corte fantástico que deconstruían el bastión de la novela costumbrista vasca, a saber, el mundo rural, marcado por un nacionalismo de corte muy tradicional, basado en la fe católica, la raza y la defensa de los derechos forales. Junto a ello, un incipiente realismo que ahondaba en la vida cotidiana de los urbanitas vascos comenzaba a enriquecer el panorama de poéticas narrativas de la época (Olaziregi 2011). Lo cierto es que, al igual que lo que ocurrió con la representación de la Guerra Civil, el terrorismo de E.T.A. también irrumpió en la novela vasca sobre todo a partir de la década de 1990 (Zaldua 2012: capítulos V y VI). En esto coincide con la tendencia que presenta la novela en lengua inglesa (Appalbaum & Paknadel 2008: 395), aunque hay algunas peculiaridades que la distancian claramente de ésta por cuanto, aunque también manifieste una diversidad de enfoques y tipologías novelescas reseñable, parece que no presenta, al menos hasta época muy reciente, una tendencia tan clara a focalizar los hechos narrados desde el punto de vista de la víctima como en la novela anglosajona, sino desde el punto de vista del victimario, el terrorista. Si, como arguyó Blessington (2007:117), toda novela que trata el terrorismo busca saber y experimentar por qué alguien elige el terror, cuál es la mente del terrorista, ése ha sido el objetivo de la mayoría de las casi 60 novelas vascas que han abordado el tema y, en este sentido, podríamos decir, en la línea de lo afirmado por los antropólogos Joseba Zulaika y William Douglass (1996) que dicho enfoque busca, ante todo, destabuizar el terrorismo de sus elementos fetichistas y ritualizados. Es ésta una estrategia intelectual que ya Joseba Zulaika apuntó como plausible para quebrar la remitificación terrorista (Zulaika 1999: 88). Uno de los conceptos clave que utilizaremos para analizar las novelas será el de lugar de memoria, en el sentido en que lo entendió Pierre Nora. Para el historiador de mentalidades Nora, la memoria es algo vivo, algo que permanece en constante evolución: “open to the dialectics of remembering and forgetting, unconscious of its successive deformations, vulnerable to

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manipulation and apropiation, susceptible to being long dormant and periodically revived” (Nora 1989:8). Frente a ella, la Historia es una reconstrucción “always problematic and incomplete, of what is no longer” (Nora 1989:8). La memoria, por tanto, es un proceso que arranca en el pasado, pero que llega hasta el presente. Es colectiva, plural e individual, al contrario de lo que ocurre con la Historia que reclama una autoridad universal. “Memory attaches itself to sites, whereas history attaches itself to events” (Nora 1989:22). Es, precisamente, en esos lugares que Nora denomina lugares de la memoria, les lieux de mémoire, lugares que pueden ser materiales, simbólicos y/o funcionales (un archivo, una bandera, un testamento) donde la memoria se materializa y cohabita con la Historia. Pero, además, tal y como han destacado Resina y Winter (2005:9), el término lieux de mémoire acuñado por Nora a principios de los 80, ha permitido también que el lenguaje historiográfico de la época tuviera un instrumento apto para analizar el imaginario iconográfico y simbólico de las identidades colectivas. En las líneas que siguen nos centraremos en algunos de los lugares de la memoria que aparecen en el conjunto de novelas vascas sobre la Guerra Civil, tales como, Gernika, el lugar de la memoria vasca par excellence (Mees 2007: 531), los montes Intxorta2 o la ribera navarra. Todos ellos presentan una memoria sedimentada que promueve el consenso social en el contexto nacional (Nora 1997: 2210). Pero además, veremos que algunos de estos lugares, como es el caso de Gernika, se erigen en escenario de una doble memoria, la de la guerra civil y la del terrorismo, una duplicidad que busca plantear una reflexión sobre las causas y desarrollo de la violencia en el País Vasco. Ramon Saizarbitoria, o la dignidad de los viejos gudaris en Intxorta Debemos a Ramón Saizarbitoria, considerado por la crítica vasca como el gran renovador de la novela en euskera (Olaziregi 2009), la primera novela que tematiza la problemática de E.T.A. En efecto, 100 metro (1976, Cien metros) narraba los últimos cien metros de un miembro de E.T.A. antes de caer abatido por la policía en la Plaza de la Constitución de Donostia-San Sebastián, hecho que condicionó poderosamente las lecturas politizadas que en su día se hicieron de la novela. Para cuando fue escrita, E.T.A. ya tenía tras de sí una lista de asesinatos, entre ellos, el del almirante

2 Lugar donde el frente nacionalista consiguió detener el avance de las fuerzas franquistas gracias a los combates que se libraron en octubre de 1936 y en abril de 1937. Los montes Intxorta están en la localidad gipuzkoana de Elgeta. El primer Gobierno Vasco, liderado por José Antonio Agirre, se pudo constituir el 7 de octubre de 1936 y fue posible, según el propio Agirre, gracias a la lucha librada en estos montes.

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Carrero Blanco, ocurrido en diciembre de 1973, y ya se habían celebrado juicios como el denominado Proceso de Burgos. Tras unos inicios narrativos donde la aventura de la escritura marcaba el tono y la poética de las novelas, Saizarbitoria retomó su trayectoria literaria en la década de los 1990, con novelas donde la recuperación de la memoria histórica se erigía en eje central de su escritura. Ahí están, Hamaika pauso (1995) (Los pasos incontables, traducido por Jon Juaristi, Espasa-Calpe, 1998), una novela en torno a la generación de los años 70 que participó en ETA; o Bihotz bi. Gerrako kronikak (1996) (Amor y guerra, traducido por Bego Montorio, Espasa-Calpe, 1999) en la que, las escenas de la Guerra Civil narradas por unos jubilados, sirven de contrapunto narrativo interesante para la guerra doméstica entre la pareja protagonista de la historia. Ambas novelas fueron galardonas con el Premio de la Crítica y aplaudidas por la institución literaria vasca por la inestimable contribución que realizaron al panorama narrativo vasco de los 90. Lo mismo podría decirse del volumen Gorde nazazu lurpean (2000) (Guárdame bajo tierra, traducido por la Fundación Eguía Careaga, Alfaguara, 2001), galardonada con el Premio de la Crítica y el Premio Euskadi en 2001. En ella, el autor presenta 5 narraciones que tienen como hilo argumental las obsesiones que presiden su literatura más reciente: los problemas de comunicación entre hombres y mujeres, por un lado, y las nefastas vivencias de los gudaris, soldados vascos, en la Guerra Civil, por otro. Gorde nazazu lurpean trata con más detenimiento uno de los aspectos que ya se señalaba en 100 metro, a saber, el del nexo ideológico que algunos veían entre los gudaris (soldados) vascos que lucharon en la Guerra Civil en el bando nacionalista, y los miembros de E.T.A.3. Narraciones incluidas en el libro, tales como, Asaba zaharren baratza (El huerto de nuestros antepasados), presentan un protagonista que trata de “liberarse” de la herencia nacionalista familiar, una herencia que es vivida como carga. Por su parte, en la narración Rossettiren obsesioa (La obsesión de Rossetti), se afirma que el nacionalismo ha generado una atrofia sentimental en los vascos (Olaziregi 2009). Pero lo cierto es que, como recuerda Saizarbitoria (Olaziregi & Otaegi 2011: 5859), la instrumentalización de la memoria de los viejos gudaris de la guerra, ha servido, también, para poner de relieve el abismo entre éstos y los futuros terroristas de E.T.A. Creemos que es otra de las narraciones incluidas en Guárdame bajo tierra, Gudari zaharraren gerra galdua (La guerra perdida del viejo gudari), la que más acertadamente nos acerca al sentimiento de pérdida que asoló a los soldados nacionalistas vascos que vivieron la derrota en la guerra. El texto cuenta las vicisitudes de un viejo gudari que perdió su pierna en la Guerra Civil y 3 El protagonista recuerda, justo antes de morir, la predicción que hizo sobre él su padre: “éste será gudari” (Cien metros, 1979, p. 81).

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acude al notario para solicitar un acta notarial con la intención de poder reclamar una pensión. A medida que avanza la narración, descubrimos que el gudari cayó herido por una imprudencia suya, al asomarse a la trinchera para ver a su amada Miren del caserío cercano, tras lo cual la metralla del Heinkel 51 que barría la zona le alcanzó e hirió gravemente. Los hechos acontecieron el 20 de abril de 1937, en el monte Intxorta, cuando el miembro del batallón Martiartu y protagonista de la historia es herido en su pierna y trasladado al hospital de Durango y posteriormente al de Basurto, en Bilbao. Los comentarios metanarrativos incluidos en el texto (“Le ocurría mucho aquello de no saber por dónde empezar a contar algo”, p. 38)4, nos sitúan ante una metaficción historiográfica plagada de referencias a hechos y personas reales, un relato sólo interrumpido por los constantes vaivenes de la memoria y por las exclamaciones del notario (“¡al grano, al grano!”) que considera absolutamente prescindibles todos los detalles que el viejo soldado va aportando en su narración, detalles que van revelando su “despertar” ante una realidad largo tiempo negada. En cualquier caso, lo que la narración de Saizarbitoria pone de manifiesto es que todo intento de recuperar el pasado nos lleva a reinventarlo (Lowenthal 1985: 410). En efecto, el detallismo con el que intentan narrar los hechos los dos testigos que el interesado lleva ante notario así como las constantes interrupciones del propio notario solicitando que abrevien y se ciñan al relato de los hechos, nos transmiten la idea de que cualquier intento de objetividad es vano. No sólo el acta notarial está llena de errores (los nombres de los batallones, por ejemplo, p. 22), sino que los testigos que el interesado aporta no estuvieron realmente en el lugar de los hechos en el momento señalado. Y es que en realidad poco importa todo ello para este viejo gudari que no se puede quitar la guerra de la cabeza (p. 46), porque, tal y como repite obsesivamente (i.e. “la perdí en la guerra”,p. 27), lo que perdió en la contienda, su pierna, es una señal exterior de lo que también perdió en su foro interno, su amada Miren, una pérdida a todas luces irreparable. Es por ello que el reloj del viejo gudari se paró a las 4:30 (p.23), porque esa fue la hora en la que ocurrieron los hechos, la hora en la que su vida se paró para siempre. Las palabras de Adolfo Suárez que se invocan en el texto: “Hay que restañar las heridas de la guerra” (p. 27), subrayan la imposibilidad de tal intento. Cuando al final de la narración el gudari trata de recuperar su pierna en el monte donde la enterró su amigo, se da cuenta de que tal acto es imposible, y al aceptar la pérdida de su pierna, es decir, la de su amada, muere. Gernika. 4 De la primera edición en castellano por Alfaguara, en el 2001.

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Múltiples obras vascas han escogido Gernika como epicentro incuestionable de la reflexión sobre nuestro pasado y presente (Olaziregi & Otaegi 2011). Hay, incluso, quien se ha atrevido considerar Gernika como “un signo de la historia”, en el sentido kantiano (Resina 2012)5, y lo han elevado, de ese modo, a símbolo universal de la infamia y sacrificio de inocentes. Éste es el significado que también el autor vasco más traducido y premiado, Bernardo Atxaga, imprime a la pequeña localidad vasca en obras como Gernika. Markak (2007, Gernika, marcas), o en creaciones literarias como la emblemática novela Soinujolearen semea (2003, El hijo del acordeonista)6, donde la rememoración de las consecuencias del bombardeo de Gernika por la Legión Cóndor el 26 de abril de 1937 da aliento a una historia de traiciones y utopías, historia que, como se sabe, ha sido merecedora de los premios Mondello y Grinzane Cavour en el año 2008, y que ha sido adaptada por la compañía donostiarra de teatro Ttanttaka en 2012. La evolución literaria de Atxaga viene marcada por el giro poético que supuso en los años 80 el paso de un universo literario fantástico erigido en torno a la geografía imaginaria de Obaba (cf. la premiada y traducida Obabakoak, de 1988), a un registro mucho más realista en la década de los años 90, con novelas como Gizona bere bakardadean (1993) (El hombre solo, Ediciones B, 1994) y Zeru horiek (1995) (Esos cielos, Ediciones B, 1995), que buscaban una aproximación ética al conflictivo contexto político vasco (cf. Olaziregi: 2005, capítulos 12 y 13). Soinujolearen semea muestra un tema recurrente en la obra de Atxaga, el de la utopía (Olaziregi: 2005, capítulo 14). El protagonista de la novela David, hijo de un falangista y posteriormente miembro de E.T.A., “traiciona” a la organización terrorista y se autoexilia a California. América, como en el conocido relato de Kafka, supone para David un nuevo comienzo, y dicho locus amoenus queda solo enturbiado por la conexión que se establece desde el inicio con la Guerra Civil española. Su rancho, Stoneham Ranch, nos recuerda a Stoneham Fields, cerca de Southampton, Reino Unido, lugar que fue el destino de los 4.000 niños exiliados vascos que huyeron de la Guerra Civil el 21 de mayo de 1937, a bordo del barco Habana, y fueron acogidos al

5“Although Guernica pales in comparison with the number of victims and the material damage in these other cities, (…) it stands for a symbolic landmark in the history of aerial attacks on civilian populations. Guernica’s significance does not lie principally in the tonnage of explosives dropped on its inhabitants. (…) Guernica’s enduring importance lies above all in the fact that, unsuspected by the Spanish nationalists and the German air command, it was to become [one] (…) of those uniquely revealing experiences that Kant called “signs of history”. (..) Guernica was thus a privileged sign of history in that, by revealing the removal of the last holds on unlimited destruction, it also affirmed the moral disposition in humanity, not only through the outcry it provoked in the conscience of the common being but perhaps even more so in the failure of cynical nerve among those who were unable to rise to the teleological significance of their own actions” (Resina 2012: 3). 6 Utilizaremos la primera edición del libro por Alfaguara en el año 2004 para nuestro comentario.

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fin por el Gobierno británico, presionado por la repercusión internacional obtenida por el bombardeo de Gernika. Y es que, en la línea de lo que acontece en Soinujolearen semea (Olaziregi 2011), la representación del bombardeo de Gernika en novelas vascas recientes lleva consigo, además, una reflexión en torno a las causas que llevaron a la radicalización del clima político vasco. Cuando los personajes de la novela e integrantes de un comando de E.T.A., David, Joseba y Agustín, están delante de los restos del monumento destruido, Agustín recuerda el bombardeo de Gernika y todas sus víctimas, entre ellas, algunos parientes suyos. Es por ello que no duda en afirmar: “Que no tendremos derecho a caminar con la cabeza alta mientras no les hagamos pagar por aquello […]“ (p. 363). Tal y como recordó Benjamín Inal (2011), en este contexto la memoria del bombardeo sirve no solamente para legitimar la lucha contra el franquismo desde una perspectiva republicana sino desde una perspectiva nacionalista vasca. Decía Walter Benjamin que la tarea del historiador, y, por añadidura, la del escritor, es similar a la del coleccionista que deambula por las ruinas del pasado para reconstruir con algunos trozos valiosos, fragmentos de aquello que existió (Benjamin: 1997). Esos fragmentos, esos trozos valiosos, se concretan, en el caso de la novela de Atxaga, en objetos como el cordón para recordar (p. 65), los libros (p. 101), las cartas (p. 156), el cuaderno de Ángel (p. 159), las fotografías (la del día de la inauguración, la del encuentro con Mary Ann (páginas 233 y 368), la caja de cartón (p. 474), el sombrero Hotson (p. 168); espacios como el escondrijo (p. 89), el hotel Alaska; símbolos (como el monumento a los caídos en la guerra, p. 285). Todos ellos son lugares de la memoria que sirven para rememorar unos hechos traumáticos y proceder a la cura, al working through del que habla Dominique LaCapra (pp. 142-144), por medio de la creación literaria. Lugares que rompen la “hipnosis” (p. 84) o la inopia (p. 209) en la que vivía David en el utópico espacio de Iruain y que le permiten ver con otros ojos la realidad (se habla de los “segundos ojos”, p. 95). Lugares, en definitiva, que permiten el despertar de David (p. 83), y la asunción de que es el hijo de un colaborador de la falange. Estamos, en consecuencia, ante una novela de la meta-memoria (Ferrán 2007), es decir, ante un texto que revela, además de un intento de rememorar el pasado, el acto de escritura, de construcción del texto. La rememoración busca, en última instancia, denunciar un pasado para que no vuelva a repetirse (Assmann 2006: 133). Imaginando el terrorismo: la narrativa de Jokin Muñoz

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Jokin Muñoz ha consolidado el lugar que hoy en día ocupa en nuestro sistema literario. Inició su trayectoria en los 90 con novelas como Joan zaretenean (Cuando os habéis ido, 1997), donde se tematizaba el peso que el pasado ejerce en nosotros, y convenció a crítica y lectores con su libro de cuentos Bizia lo (2003) (Letargo, traducido por Jorge Gimenez Bech, Alberdania, 2004), compuesto por cinco cuentos que mostraban, desde puntos de vista diferentes, el conflicto político armado vasco. Tanto Bizia lo, como la novela Antzararen bidea (2007) (El camino de la oca, traducido por Jorge Gimenez Bech, Alberdania, 2008), fueron galardonados, entre otros premios, con el Premio Euskadi de Literatura. Antzararen bidea (2007) (El camino de la oca), que también obtuvo el Premio de la Crítica en el año 2008, narra la historia de Lisa, madre de un terrorista de E.T.A., Igor, que muere al explotarle la bomba que manipulaba en un apartamento de Salou (Tarragona), en 2003. Lisa está al cuidado de un anciano, Jesús, descendiente de una familia de terratenientes del pueblo imaginario de Trilluelos, en la Ribera Navarra, y que padeció la represión falangista durante la Guerra Civil. La memoria de la muerte de Igor se irá entrelazando con los testimonios de las terribles ejecuciones durante la contienda en Trilluelos. Planteada como un thriller de gran intensidad psicológica, Antzararen bidea es una novela de estructura impecable, plagada por protagonistas a los que la violencia les ha destrozado la vida y les ha arrebatado lo que más querían. Es una conmovedora galería de náufragos (Muñoz 2008) que vagan sin rumbo fijo, como las ocas decapitadas que inician la novela, esas ocas a las que el tío falangista de Jesús les corta la cabeza ante la mirada aterrada de los niños y que continúan caminando hasta caer desplomadas en un charco de sangre (p. 23). En cualquier caso, la novedad del texto de Muñoz radica en el lugar de la memoria elegido, la Ribera navarra, por cuanto la novela habla de las víctimas que se produjeron en esa zona, y que en su mayoría fueron debidas a la represión directa ejercida por los sublevados contra la Segunda República española, represión que algunos han calificado de bien planificada y calculada. Se trata de un lugar de la memoria que no ha tenido la repercusión simbólica que han tenido en la memoria colectiva vasca Intxorta o Gernika, un lugar que, como se dice en la novela, no se ha erigido en escenario de relatos épicos en el imaginario vasco (p. 154). Pero la novela de Muñoz va mucho más allá, al conectar la violencia ejercida por el bando ganador durante la contienda con la violencia terrorista de E.T.A.. La imagen del tiro en la nuca de los militantes socialistas en la Ribera en 1936 y la del tiro en la nuca a los militantes socialistas en 2003, nos van dibujando una sociedad, la vasca, en la que la violencia se ha convertido tristemente

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interminable. A este respecto, es realmente llamativa la escena en la que los protagonistas, Lisa y su amigo Gigi, viajan a Trilluelos y se encuentran con las excavaciones de los restos de los fusilados en la Guerra Civil que la donostiarra Sociedad de Ciencias Aranzadi está realizando en la localidad. Ante la presencia de Lisa y Gigi, un campesino del pueblo realiza un comentario irónico al recordar que no es necesario trasladarse hasta tierras navarras para recuperar cráneos con un tiro en la nuca, pues éstas se encuentran fácilmente en la capital gipuzkoana. El anciano menciona al cocinero, nieto de un republicano anarquista, que asesinaron en Donostia. Se refiere, por supuesto, a una víctima, Ramón Díaz García, trabajador de la Comandancia de Marina de San Sebastián que fue asesinado por E.T.A. en un atentado con bomba lapa en el complejo militar del acuartelamiento del barrio donostiarra de Loiola, el 27 de enero de 2001. “Apostaría a que más de un nieto de requetés de aquella época anda hoy por ahí que si Euskadi para arriba, que si Euskadi para abajo. Lo llevan en la sangre” (Muñoz 2008: 164). La violencia se perpetúa y hereda entre victimarios, La vida sigue, y las demostraciones de apoyo a E.T.A. tienen su escenario y calendario en la cotidianeidad de la ciudad. Un día a día, plagado de actuaciones por ambas partes repetidas hasta la saciedad, repeticiones que en la novela de Muñoz logran quebrar el discurso nacionalista radical que los sustenta. Conclusiones La novela vasca actual que recupera la memoria de la Guerra Civil en Euskal Herria ha erigido su universo novelesco en torno a lugares de la memoria míticos como Intxorta, la ribera navarra y, sobre todo, Gernika. Pero, además, la invocación de esos lugares ha servido para quebrar la remitilogización del terrorista, contestando, de este modo, los diferentes tipos de representación ficcional que los medios de comunicación, los poderes políticos o la institución académica ha realizado durante décadas. Se trataría de su contribución a la construcción de una memoria colectiva vasca, a una identidad colectiva basada no (solo) en la conciencia de ser víctima, conciencia que ha alimentado actitudes y modelos de heroización, sino

una memoria colectiva que incluya el

sufrimiento de décadas de violencia terrorista y promueva la superación terapéutica de sus efectos paralizantes. Mari Jose Olaziregi, Universidad del País Vasco. Lista bibliográfica

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BREVE PRESENTACION BIO-BIBLIOGRÁFICA: Mari Jose Olaziregi es Doctora en Filología Vasca y profesora titular de Literatura Vasca en la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco (Vitoria-Gasteiz). Ha sido Assistant Professor en la University of Nevada, en Reno (U.S.A.) y Profesora Invitada en la Universität Konstanz (Alemania). Realizó masters en la Universidad Ramon LLull (Barcelona) y en la University of East Anglia (UK). Es la directora de la colección Basque Literature Series (Center for Basque Studies, University of Nevada), del portal: www.basqueliterature.com, y Directora del Área de Universidades del Instituto Vasco Etxepare (Gobierno Vasco). Ha publicado 7 libros, editado 8, y publicado más de 100 artículos en revistas y libros. Destacan su: Euskal eleberriaren historia (´Historia de la novela vasca´, Labayru, 2001), Waking the Hedgehog. The Literary Universe of Bernardo Atxaga (CBS, University of Nevada, Reno, 2005), o el libro editado: Basque Literary History (CBS: University of Nevada, Reno, 2012). Entre sus antologías literarias: Pintxos. Nuevos Cuentos Vascos (Lengua de Trapo, 2005) y Six Basque Poets (Arc, 2006).

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