CARTAS DE MANUELA ZIMMERMAN (2014)

September 23, 2017 | Autor: Juli Lizkno | Categoría: Literature, Love, Novela Latinoamericana, Manuela Zimmerman, Julie Lizcano
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Descripción

CARTAS DE MANUELA ZIMMERMAN Carlotta de Borbonet Novela epistolar

Julie P. Lizcano Roa

Julie Paola Lizcano Roa alias Carlotta de Borbonet, nació en Bogotá, Colombia, en 1989. Psicóloga de la Universidad Santo Tomás y estudiante de Filosofía y Letras de la Universidad de la Salle; escribe desde los 14 años poesía, ensayos, monólogos y cuentos, en donde ha sido participe de diferentes

concursos,

sus

primeras

publicaciones

encuentran en el Magazine, de El Espectador.

Julie P. Lizcano Roa

se

Para los amantes de la Literatura y el amor.

Julie P. Lizcano Roa

8 junio de 1987 CARTA Nº 1

Deje la felicidad cuando aún era una niña, en la adolescencia me quede al lado inmóvil de la vida buscando en la lectura y la escritura alguien que con un verso me consolara, y de repente la nada se convirtió en mi todo (hasta hice un ensayo sobre ella cuando tan solo tenía 11 años de edad). El único club de amigos al que pertenecía eran a los pocos escritores que en los baños del colegio y en mi habitación a escondidas podía leer, solo para no sentirme sola, y apenas era feliz. La vida desde entonces ha sido una sombra errante, así como el túnel solitario de Sábato, la celda de Caicedo y el paracaídas de Vicente Huidobro. Ahora creo que mi libertad está en la muerte, como todo aquel humano mediocre que no desea la vida. Me pregunto entonces ¿Y cuántos años más debo esperar, amor mío?

Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

10 junio del 1987 CARTA Nº 2 He pasado tres días sin escribirte, y han sido los peores días de mi vida, es que necesito tanto de ti. Quiero decirte que en estos días me he perdido en la voz alucinada del alcohol y la marihuana, ayer estuve con un tal Ed, pero me di cuenta después de haber hablado con él 5 horas, que era un árbol de esos tantos que hay en el Parque Nacional. Y entonces, cerré los ojos y quede sumergida en un gran humo de desesperanza, lloraba sin parar y sentía como la tristeza se localizaba justo en mi estómago, allí donde la ponzoña del amor nos hace trizas, y Ed me decía, ven amor mío, acércate, déjame acariciarte por un rato, déjame escribirte un poema con mis ramas sobre tus senos, ven acércate un poco más, que la vida dura poco, pero el dolor toda una eternidad, ven déjame abrazarte un rato, ven hablemos de nuestros amaneceres bajo la lluvia de noviembre, ven no tomes tanto, ¿sabes? me encanta esa blusa que traes esta noche, pero de repente me dieron ganas de cortarme las malditas muñecas, ganas de desangrarme allí en el Parque Nacional mientras Ed me hablaba de los perros que lo orinaban cada vez que se le acercaban, y entonces sentí pena por él, nos abrazamos, le di un beso de esos que no tienen mucho Julie P. Lizcano Roa

significado y partí a casa. Llegue con la noche sobre mis parpados, aun cuando el sol no se vislumbraba en la ventana de la sala, y me sentía triste, así que me fume otro cacho de marihuana, luego escribí tu nombre en un papel dándole un beso a la hoja para dejar la marca de mis labios, con ese colorete rojo que a ti tanto te gusta, lo puse sobre mi almohada y dormí sintiéndote el resto de la noche a mi lado, y es que mi soledad es tan grande amor mío. Por eso te pido, que por favor, no me olvides.

Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

28 de junio 1987 CARTA Nº 3 Necesito verte esta noche, quiero saber que no eres como yo que necesita de la oscuridad para poder desnudarse, que necesita de las estrellas y la luna para poder besar con seriedad, y que necesita del tiempo para aprender a abrazar. Quiero saber que te sirve esta forma de sentir, que no me rechazaras y que me cambiaras por una cualquiera a quien le pagas 25 pesos la noche, dime por favor, que te gusta esta forma de amar, quiero saber que te gusta mi perfume olor a jazmín, que te gustan mis poemas que son alegoría del idilio que los dos necesitamos. No puedo ocultarte esta forma sincera de quererte, y la importancia que ha tenido tu sonrisa en mí, no negare esto de ninguna forma, quiero pensarte a cada momento, la verdad es que tú me haces feliz, amor mío, estamos hechos a la medida, por eso te escribo, porque así existes cada día más para mí. Eres mi mejor creación. Nos vemos pronto. A las 8 pm, ¿te parece bien? cerca al parque de la 72.

Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

3 de julio de 1987 CARTA Nº 4 ¿Sabes una cosa?, me encantan los parques y los bares oscuros iluminados con velas blancas, y armonizados con música de los 80s. Me encanta verte y saborear cada una de tus palabras a través de besos y caricias, me encanta cuando escribes poemas sobre las servilletas dedicados a la Luna mirando nuestro amor nacer tras la lluvia. Es cierto que se acabaran mis pesadillas, se ira de mi la andrajosa melancolía, y mi juventud será un ejemplo para la vejez que llega tras de mí, porque ahora te tengo a ti. Ya no quiero ser una poeta marginal, que se esconde detrás de la puerta de su habitación para sentarse a llorar cada vez que se asoma la noche, ya no quiero ser esa mujer sonámbula que ha olvidado que la luz es para ver lo imposible y que los brazos no son solo brazos sino que también son alas para volar, ya no quiero ser esa mujer, a la que se le ha olvidado respirar a través de los sueños y la inspiración de quien cree en los santos y profetas como Mandela y Gandhi. Como sabrás, y como te lo he pronunciado, nada de esto es una necesidad, es una casualidad llena de encantos y de momentos inolvidables, y además aun no estoy preparada para la muerte. Te quiero, estoy absurdamente enamorada de ti, me lo delata mi cuerpo Julie P. Lizcano Roa

y mi corazón, pues cada vez que te veo siento como la piel se me eriza y mi corazón se paraliza por un instante, mi olfato me indica que estás en camino hacia mí, y te juro, amor mío, que allí, yo vuelvo a nacer, como lo dice Sabines, “te recuerdo en mi boca, y en mis manos a cada instante, y en cada segundo de mi existencia”. Es tarde, y estoy leyendo tu última carta que no he podido parar de leer por varias horas, y es que necesito leerte para no sentirme sola. También he salido hoy a comprar algunos libros, y los he leído con frenesí, sin cansancio y sin fatiga he pasado desde Pizarnik, luego por Cortázar hasta Bolaños, terminando con Galeano. Y aquí estoy ahora, escribiéndote de nuevo, e insisto en que deberías venir estar noche. Te espero. Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

19 de julio de1987 CARTA Nº 5 He recibido tu carta, y la he leído sin parar una y otra vez, hasta que mis ojos se enrojecieron y mis parpados se entumecieron. Me encanto esa parte en que hablaste de mí, y me describiste diciéndome que era la musa de tus deseos y que era como una flor que nunca se marchita. Gracias por tus letras, mi boca está llena de palabras de elogio para ti y para esto que estamos construyendo; me quedo sin aliento cada vez que haces temblar el universo con tus versos, sabes dibujarme en el papel y en el aire cada vez que no estás conmigo, puedo cerrar mis ojos y verme junto a ti cada vez que te expresas dándome forma en la nada y convirtiéndome en tu todo. Poemas, es el alimento extra para los que vivimos del amor.

Debo decirte que cada día confió más en ti, y en tu forma de quererme, si algún día nos separamos será difícil tu olvido, eres el hombre al que me encanta mirar a la luz de la madrugada y te hago mío con solo escribirte versos, es que me encanta descifrarte en letras. Y recuerda, no es posesión, sino que yo hablo a través de letras en vez de los actos, es lo único que sé hacer, aunque a veces fracase en ello. Julie P. Lizcano Roa

Amor, dimensión de montes y selvas, Oh, amor, inspiración de dioses y diosas, no es posible imaginar una vida sin ti en un mundo donde tiemblan las montañas cada vez que Zeus se agita bajo su sombra. Amor, de deseos y pasiones por cumplir, te amo más de lo que amo a mi propia vida, te aposentas bajo el tiempo y el recuerdo, yo no sé expresarme, y lo siento por ello, pero me has dado la oportunidad de elegirte, eres el rayo de luz que necesitaba sobre mi jardín, eres el bote que va contra el viento y la marea, eres el sismo que necesitaba mi alma y mi corazón. Amor, no me atormenta tu cariño, porque eres el puente que une nuestras almas con un cuerda, apenas nos conocemos, pero eres el Todo que necesito para respirar, eres la Golondrina que nada sobre el rio de mi corazón, condenados a vivir juntos irremediablemente para siempre. Quiero verte. Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

22 de julio de 1987 CARTA Nº 6 Tocar el violín, escuchar The Beatles y escribir a luz de la madrugada es un hábito que no quisiera perder. Creo que los dos tenemos un poco de esa locura que combinada con el arte nos permite sobrepasar montañas y empapar el ama al ritmo de las notas musicales. Estamos siendo a cada momento, y juntos o a la distancia trascendemos el tiempo, ese es el acto de nuestro amor. Despojada y desnuda esta mi alma hoy, ya no tengo miedo, ya no me siento tan sola como la ave que ha perdido el rumbo, ya no siento frío, y nuestras citas

casuales

crean

la

armonía

que

tanto

hemos

buscado. Creo que hemos ido comprendiéndonos letra por letra, beso por beso, paso por paso, los dos buscamos algo que aún no sabemos qué vamos a encontrar, pero por ahora disfrutamos del camino. Quisiera ver tu rostro cada vez que lees mis cartas, así como ves el mío cada vez que tocas el piano. Cuando me recuesto, te recuerdo, y veo en tus ojos ese Azulejo que vuela por las islas Bolivianas, volando alucinado por el aire y las brisas, dejándose maravillar por el aroma de las flores y los mares que recorre. Yo deseo ser el aire que cubres para sentir tus alas tocar mi cuerpo. Yo iría a buscarte, para mirarte desde Julie P. Lizcano Roa

lejos y maravillarme de cómo sobrepasas el viento y la marea haciendo temblar montañas y selvas con el aleteo de tus alas. Amor mío, el solo hecho de que pueda abrazarte, tenerte a mi lado, sentir el palpitar de tu corazón, sentir el ritmo de tu respiración, hace que esta vida sea mucho más llevadera. Yo te quiero porque vos sos el túnel iluminado que necesitaba mi vida, te quiero porque vos sos el Yin yang que une mi puente con el tuyo, te quiero porque vos sos mi cuento de amor favorito, te quiero porque sos el reflejo que quiero ver cada día al mirar al espejo, te quiero porque ese esa es mi condena: amarte cada día de mi vida. Valoro la vida por darme la oportunidad de haberte conocido, eres el canal que deseo cruzar para llegar a la Luna. Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

24 de julio de 1987 CARTA Nº 7 Anoche salí a caminar, me fume un cigarrillo y de repente, me detuve frente a un parque, vi un árbol hermoso, tan frondoso que parecía un Sicomoro como esos que hay en la India, veía entonces como este se asomaba sobre una pequeña colina, iluminado por la luz de la Luna y entonces me senté sobre él, y empecé a escribirte, te lo dejo para que lo leas. Tengo ganas de escribirte un poema que te lleve más allá del universo; quiero escribirte un poema porque el tiempo se desvanece demasiado rápido y temo olvidar tu rostro y nuestros cuerpos, como los suspiros lo hacen con la alegría; quiero escribirte un poema porque deseo evitar que tu corazón sufra, y no viviré en vano, si puedo aliviar el dolor o sanar una herida, será mi juramento, la carta que certifique mi amor por vos. Quiero escribirte un poema porque quiero que mi corazón se dé el gusto de caminar junto a ti, ya somos dos, esa es la dicha que sienten las

Julie P. Lizcano Roa

colinas cuando un sueño se nutre de silencio y paz; quiero escribirte un poema que construya murallas en tus sueños, donde no hayan pesadillas que puedan instalarse en tu alma y destruirte; quiero escribirte un poema, porque los poemas trascienden más allá de cualquier juramento, y en donde sobreviven lo suficiente, atravesando los ríos y los mares, y es que tú sabes que la vejez también llega a quienes se enamoran. Tengo ganas de verte otra vez. Te espero mañana a las 11 am, frente a la Iglesia de San Francisco.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

6 de agosto de 1987 CARTA Nº 8 Así son los paisajes azules primavera que marcan el cielo con tu sonrisa y en las noches, mi silueta es alumbrada por una luna imaginaria donde renacen mariposas fosforescentes que parecen cortadas a la medida de nuestro amor. Ha llegado la hora de dejar de prometernos cartas vacías, y de elegir algún camino, pues navegar es lo que quiero hacer contigo; embellecer los recuerdos, vivir por ellos, y morir por ellos. Supongo que el viento nos complacerá, tú sabes que la vida es frágil, silenciosa e inagotable como los sueños y yo soy demasiado joven para pensar en el futuro. A fuerza de querer suscitar estos hechos, debemos encontrarnos en la nube que con el vuelo de las aves suele escoger el rumbo de los hombres que caminan sin superficies claras e ideológicas concebidas por la propia existencia. Me interesan aquellas nubes con alas asignadas por Dios para escoger el rumbo de los hombres silenciosos que cuestiona la vida con humor, de ese que le falta a los sabios y a los pobres de corazón. Es cierto que no retornaremos, leeremos y escribiremos libros que hablarán de nosotros y de nuestras aventuras, llegaremos a la vejez solo para contarle al mundo, que el amor eterno si existe y que vivir en la cima de una montaña Julie P. Lizcano Roa

sin pensar en que hay más colinas por recorrer como lo decía Mandela también es posible, al fin y al cabo amor es lo que nos sobra.

Nos vemos mañana a las 11 pm, estación 13, puente 7. Te gusta caminar de noche, ese es mi regalo. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

13 de agosto de 1987 CARTA Nº 9 Anoche tuve un sueño terrible, parece que la muerte ha llegado hasta allí también, tan real como los cuentos de fantasía. Ahora, mientras me tomo un café contemplando las calles frente a mi ventana me ha entrado una intriga que se posiciona justo en mi garganta y en la ponzoña de mi estómago. Empiezo a escarbar entonces esta peroratas de emociones infalibles que en resumidas cuentas son epitafios clementes que nunca llegan, porque ahora tú te encuentras lejos cuando las montañas de mis senos desean con ganas tus pasos de besos arrolladores e infalibles sobre mi cuerpo. Desde que te fuiste, los días han dejado de ser días, y las noches sin luna y sin estrellas han dejado de iluminar los valles que con tu mirada hacías brillar, pareciera que ahora todo lo que habíamos vivido fuese una historia imaginaria contada por un niño; sé que no demorarás pero tu espera es mi exilio. La verdad es que me siento infeliz a la sombra de mi habitación pensando en tu silueta y en una imagen que no logro recrear, aunque tu loción en las almohadas me hacen recordarte

cada

vez

que

estoy

bajo

las

sabanas.

Mi único aliciente es escribirnos, pues es una forma de recordarnos, de saborearnos a través de las palabras, de Julie P. Lizcano Roa

sentir nuestro amor en intervalos de tiempos, ese es el misterio que aguardamos y que nos hace únicos. Pronto llegará la noche, y empiezo a sentirme como una grano de polvo triste, melancólico y desgraciado. Mi alma se siente enferma cada vez que te apartas de su lado y en mi rostro se dibuja una expresión de incalculable desconsuelo, dime amor mío ¿en qué otro sitio puedo estar cuando tú no estás conmigo? Regresa pronto.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

19 de agosto de 1987 CARTA Nº 10 Han transcurrido muchos días sin ti, y a veces los recuerdos parecen un cumulo de dolorosas ensoñaciones que aletean en torno mío, que llenan de tristeza las profundidades de mi alma y que hacen que mis ojos se llenen de lágrimas; sé que en este momento debería estar absorta en profundos pensamientos y contemplaciones, aprovechando de mi hermosa juventud y tratando de entender la vida a través de la revelación de los libros y de las enseñanzas de mis padres, pero amor mío, amargos sentimientos han enredado mi corazón arrastrándola hacia una negra desesperanza, quizás es tu ausencia hecha carne. Hoy tengo ganas de dibujar tus cartas sobre mi cuerpo, -amor mío- cuánta falta me has hecho; los días trascurren tan vacíos de ausencia que hasta la tristeza ha terminado suicidándose. Seguro que ahora te estarás preguntando sobre qué ha hecho mi soledad, y cómo han transcurrido mis días, pero me bastan tus cartas y tus fotografías para que vuelvan a mi memoria todos los recuerdos de los dos sentados en el parque de la 87 mirando hacia el cielo y creando historias con las

nubes,

viendo

toda

esa

gente

pasar

y preguntándonos qué se sentirá ser ellos tan solo por un

Julie P. Lizcano Roa

instante de nuestras vidas, comiendo helado de chocolate y viendo traspasar la luz de la luna entre los árboles que tanto aguardan nuestros encantos de amor de verano. Dicen que cuando dos almas están separadas pueden encontrarse en lo más remoto de los sueños para allí revivir los actos de amor que en la realidad no es posible. Sé que el tiempo transcurre rápidamente; sé que nos veremos pronto aunque falten cinco meses para ello; sé que el destino suele dar demasiadas vueltas, aunque a veces es incierto

y

traicionero;



que

el

amor

lo

soporta

todo, aunque la soledad este tras su espalda; sé que no debo temer porque eso me los has reiterado en tus cartas y que tampoco debo perder la esperanza porque nuestra despedida nunca fue suficiente para decir lo que realmente es un adiós; y sé que la carne lo soporta todo, pero amor mío, y mi alma qué? Gracias por las fotos que me has enviado, parece ser que Dusseldorf es hermoso.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

21 de agosto de 1987 CARTA Nº 11

Cuatro días he pasado sin escribir una sola palabra, la vida está tan abarrotada de cosas que a veces es difícil distinguir la noche del día. Quiero decirte que me han llegado algunas fotos tuyas ayer y un poema que devore hasta la madrugada. A veces siento que no soy digna de tu amor, realmente no soy una mujer fuerte para gustar de los placeres y dulzuras que tiene la vida, y por favor no me menciones la felicidad, porque los recuerdos me hacen sufrir, ni me menciones la esperanza y la Paz, de esas que sienten las aves cada vez que están en el cielo. Ojala pudieras verme ahora, para mostrarte las cenizas que la tristeza ha dejado en mi corazón, empero cada vez que leo tus cartas, te conviertes en ese instante en el sol que alumbra mi alma, que hace que las siluetas de mi corazón se abran como una rosa cuando abren sus pétalos mirando al firmamento. Desde que estoy junto a ti amor mío, siento que volví a nacer, siento que los dioses me miran desde lejos a través de tus ojos negros hechos fuego, ahora mi espíritu no está vacío de afecto.

Julie P. Lizcano Roa

Porque esto amor mío, es a lo que yo llamo Amor, ese que canta en nuestros silencios profundos, aun estando en el abismo de la tristeza, y la soledad. Y cuando sonreímos, el amor alumbra nuestras noches, y nos libera de nuestras cadenas,

cuando

nos

sentimos

amargados

y

desesperanzados. Y a veces la juzgamos mal, y hablamos de ella sin ni siquiera conocerla, pero solo cuando hay amor, el alma es capaz de vagar por lugares desolados sin caer de rodillas frente al mundo que la atormenta. El amor es profundo, y aunque parezca lejana siempre está cerca, convirtiéndose en el otoño y la primavera de nuestro espíritu. Y cuando ella canta, los sordos la escuchan y los ciegos la presencian,

quedando

esplendorosa

belleza,

atónitos y

la

y

cautivados

siguen

de

maravillados

su y

conmovidos. Perdóname amor mío, por estas letras que acabo de escribirte, pero es lo único que tengo para darte esta noche, y no creas que me he abandonado a mí misma, pero a veces la vida te cuestiona tanto que caes en un abismo derrochador de desesperanzas ilusorias. Cuento y marco los días de mi calendario para verte. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

29 de agosto de 1987 CARTA Nº 12 -Manuela, Manuela, Ma… gritaban repetidamente anoche mientras

intentaba

conciliar

el

sueño,

y

abrazando

temerosamente y conmocionada la almohada por lo que allí me sucedía, decidí vestirme y salir a caminar. Recorrí la séptima con 57, hasta llegar al Parque Nacional, donde me fume algunos cigarrillos y le escribí al firmamento que me miraba cautelosamente en esa soledad que me abarcaba, pensando al mismo tiempo en cuándo regresarás. Tú sabes, me siento desesperada, pues aún no han llegado tus cartas, aunque el cartero me ha dicho que ha sido por retrasos de la empresa y que parece que las cajas de los correos las confundieron, las cuales no llegaron a Bogotá, sino a otra ciudad. Las llamadas internacionales también son un caos, y las líneas se caen con facilidad, además su costo es muy elevado, y tú sabes que yo solo vivo de la escritura. De paso, estos días he mandado algunos escritos a la Revista PLP, hable con un tal Marcos Rodríguez quien se ha interesado por mis cuentos cortos, aun así el pago no es bueno, quedo de llamarme este mes para confirmarme lo del trabajo.

Julie P. Lizcano Roa

Estos días me he dedicado a la escritura, a la lectura y a pensar en ti, muchas veces he deseado desesperadamente que una voz interrumpa mis silencios, pues es la única forma de liberarme del miedo y de esas voces en mi cabeza que me atormentan. Pero, se me magulla el alma de pensar que quizás tú estés empezando a olvidarme; pero no te preocupes, aún no he caído en la tristeza absoluta del abandono, pero amor mío, me hace mucha falta tu cariño, porque el mío empieza a agotarse y a endurecerse, y no quiero echar a perder nada de esto, es que no quiero volver a los caminos de antes, esos que recorría antes de conocerte, ese mundo lejano en que la vida me arrastraba y me azotaba sin permiso. Espero algún día llegues a comprender cuanto te quiero, y lo repito sin vergüenza ¡Te quiero!, esta es nuestra aurora, que nos calienta cuando tenemos frio, que nos da esperanza en nuestra soledad, y donde los poemas se convierte en el himno de nuestro amor. Nunca creí que esta separación temporal, me fuera a atormentar tanto. Y ahora, no sé con qué conformarme, solo tengo pedacitos de pensamientos tuyos envejecidos en mi armario, aunque solo las abro para besar tu nombre. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

8 de septiembre de 1987 CARTA Nº 13 No ha llegado el correo aún, parece ser que ha habido problemas serios con la llegada de mercancía a Bogotá, pero por ahora no han habido problemas con la salida de esta, lo que es supremamente raro, además de eso el gerente de la empresa ha renunciado, y quien ha tomado el cargo ahora, no ha logrado organizarse; eso me lo ha dicho Ana, quien es la que siempre me entrega el correo. Lo que me hace pensar que has estando leyendo mis cartas. La semana pasada Marcos por fin acepto algunos escritos míos, le han gustado y me dijo que empezarán a publicarlos prontamente en el periódico de los martes en la última sección, estoy ansiosa de ver mi nombre allí. En verdad no tienes idea, de cuánto tiempo les he dedicado, han sido horas y horas de escritura, y cada uno de mis cuentos los he pegado en las paredes de mi habitación para seguir la secuencia y así, mantenerme al tanto con la escritura. Verás cuando regreses que mi apartamento está hecho un caos, hojas escritas a máquina por todos lados, y libros en el suelo que no paro de leer y releer. Pero esto es lo de menos ahora, te enviaré apenas pueda el primer ejemplar que me llegue del periódico del martes para que lo leas; te lo prometo. Julie P. Lizcano Roa

Quiero contarte que las noches han sido como un torbellino ausente de desolación, y creo haber visto tu sombra recorrer a pasos lentos los pasillos de mi habitación, percibo tu aroma en las paredes, en el piso, en los tapetes, en las hojas de mis libros y revistas, en la comida…y me pregunto, ¿Si esto que siento es culpa del aislamiento, o si es simplemente una forma que tiene mi alma de desahogarme de ti? Llevo días sin salir de aquí porque te veo en la calle, en los buses, en los restaurantes, en todo lugar al que voy, y no soporto esa desdichada sensación. La soledad es como un puñal que atraviesa mi ser, y no basta escribirle a la nada, porque tú no estás aquí, tus fotos se han convertido en una imagen alucinada que mis sentidos no logran entender. Creo que la vida me está haciendo pedazos, y no sé cómo evitarlo. Esta es la hora que no sé si es de día o si es de noche, porque mi cuerpo solo te espera a ti. El poco dinero que tengo y que me ha dado por adelantado Marcos por mis cuentos, lo he gastado en libros, que afortunadamente la librería no ha tenido inconveniente de enviarme, también en alcohol, cigarrillos y un poco

de

marihuana, solo porque deseo recordar viejos tiempos, cuando los dos nos sentábamos en algún parque a hablar con los árboles, y de tu gato rojo llamado Thomas. Dirás que vivo

Julie P. Lizcano Roa

en los recuerdos, pero yo creo que todos vivimos de ellos, aunque odio mi pasado, más de lo que odio a mi propia vida; ayer llego una carta de mi madre, diciendo que mi padre ha fallecido, me ha enviado dinero para el pasaje (y supongo que también lo ha hecho con mi hermano), pero en verdad no me importa nada, estoy acostumbrada a la muerte, y sé que él ahora está mejor sin nosotras. Yo no quiero que te conmuevas por esto que te estoy contando, ni que me digas que necesito un puto loquero, pues no hay presente más soportable que una vida sin ellos, conozco la muerte y no necesito verla en él. Amor, realmente estoy ansiosa de saber cómo estas, miro el reloj cada segundo y el teléfono esperando esa llamada que me diga que han llegado los correos, y que puedo ir a recogerlos; y es que solo necesito escuchar tu voz cantar en mi cabeza, no soporto más mis pensamientos, y necesito con urgencia alguien que las acompañe, no quiero llegar sola a la inanición que trae la existencia del cuerpo humano. Mi alimento eres tú, mi vida es contigo. Y es que no sé cuánto tiempo más soportare la ponzoña que trae el destierro de la ausencia. Esperándote de algún forma, imposibilitada para llorar cuando la soledad observa. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

15 de octubre de 1987 CARTA Nº 14

Un mes sin escribirte, amor mío, esto en verdad me parece un desatino. Pero créeme que no he dejado de pensarte. Quiero recordarte que he adjuntado todos mis escritos que he publicado en el periódico en este mes y medio, también quiero decirte que tus cartas han llegado en buen estado, sin embargo se han perdido algunas en el estrecho viaje hasta aquí. Llevo noches pariendo y abortando letras que no son más que peroratas amargas, y por eso he acortado las cartas. Pareciera a veces que estuviera alimentando las palabras de una mariposa sin alas, y jubilando las letras de una joven sin memoria. Pero el alud de tus cartas reaviva mi sentir, apagado a veces por la rutina y la desesperanza, tú sabes cómo es Bogotá cuando el sol no brilla. Oprimiendo entonces este lápiz contra el papel deseo atiborrar la urbe de mi desolada juventud, diciéndote que te extraño, y que el terciopelo de mis lágrimas se acentúa por mis pómulos cada vez que no te tengo a mi lado, y el resplandor de mi vida poco a poco se apaga. Quisiera

Julie P. Lizcano Roa

traducirte en letras, este mi mayor duelo, pero no hay huellas que desplieguen mi alma ante estos vulgares sentimientos. Cada mañana al extender mi mano sobre nuestro lecho, no encuentro más que mi sombra donde solo habitan fantasmas monótonos, pues buscarte a mí misma en ti, ha sido la peor profesión que he tenido que soportar, y me pregunto ¿cuántos días más, cuantos meses más estarás lejos de mí? Mi corazón es un vasto repertorio de heridas pasadas, no quiero que tú te conviertas en una de ellas, quiero tenerte cerca, para ver tu sonrisa iluminar mis días, porque no entiendo esta variedad de sutilezas, que no justifican mi existencia, ¿acaso es tarde para continuar?, pero si mi corazón es una verdadera amante, espero soporte tu ausencia que ha de continuar, y aunque muerta me encuentres, el amor no morirá jamás. Solo quiero que lo sepas, y no estoy desvariando, créeme que hablo con la mayor de mis sinceridades, mi alma resuena como el aleteo de un pájaro invencible, aunque huela a muerte y a olvido, mientras sepa que existes levantaré la cabeza al cielo, el escenario ahora es tu espera, y la obra aún no tiene un final. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

27 de octubre de 1987 CARTA Nº 15

Hubiese entregado mi vida a Dios, antes de nacer, para nunca haber ardido por dentro, como cuando la tristeza apuñala tus entrañas, buscando palabras que no encuentras bajo las sabanas de la vida. En este cuerpo sobrevivo, ante la inminente existencia, descifro mi dolor con letras que nadie lee, ni perfuma; la poesía compañera de noches inciertas resuena ante la tristeza de mi alma que carcome las angustias y las voces quebradas de versos que no llegan. Las noches hierben como sangre caliente, mientras mis manos que no logran escribir se quiebran ante el temblor de la desesperanza y la enfermedad, porque un dolor así no se quita con cualquier remedio, un dolor así se sufre con la mayor de las agonías, sin pastillas, ni recebo que magulle las heridas. La soledad abraza mis días, un cigarrillo y varios libros acompañan mis madrugadas cuando la luna se esconde para darle paso al sol, mi vela está por apagarse, y aun no escribo algo que valga la pena, mi desvelo parece durar para siempre, apoderándose de pensamientos que afligen mis sentidos, no conozco la vida, ni la alegría de la que suele hablar la gente, estoy condenada al desamor, al Julie P. Lizcano Roa

temor de mis noches, y de las sombras que persiguen mi vida, ya ni escucho los palpito de mi corazón que se esconden detrás de la oscuridad que habita mi ser. Yo solía pensar en mi infancia que la vida era vida porque valía la pena vivirla, pero ahora es solo una imagen bizarra e hiperbórea que rodea difusamente mi mente, ahora me meo sobre

un

asilo miserable de melancolía

sin

razón,

convirtiéndome en una carga para los que me rodean, no merezco la vida, no merezco ser ese alguien que deba estar a tu lado, no merezco tu cariño. Esta tristeza desolada es una característica de mi propio exilio, quiero gritar sobre cualquier montaña, llorar hasta quedarme dormida para nunca más despertar, dime amor ¿merezco tu cariño?, no quiero despertarme de nuevo con el alma vacía, llena de telarañas y pesares inciertos. Ahora me doy cuenta de cuanto me faltas, de cuanto extraño tu cuerpo, tus labios, tus manos, tus brazos... Quiero que sepas que todo este tiempo a tu lado ha sido algo esplendido, y maravilloso, y aunque esta espera inenarrable sea producto de mis amargos días, quiero que sepas que aun te espero con anhelo, aunque mi cabeza sea un laberinto incierto y oscuro, aunque mis piernas no sepan qué paso dar cada día que estoy frente a mi cama al despertar, aunque mi

Julie P. Lizcano Roa

corazón presiente soledad y desahucio, te espero amor mío, te espero.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

6 de noviembre del 1987 CARTA Nº 16

Acabo de llegar, he caminado desde el Parque Nacional, hasta el Parque Babaría, bajando hasta la U Nacional, la ropa me huele a calle, a desahucio, a soledad prematura, y melancolía sin sello de lágrimas. Esta semana recibí 100 pesos por parte del periódico por mis cuentos, los cuales guardaré para llamarte en estos días, solo porque deseo escuchar tu voz, aunque leerte es suficiente, pero quiero hablar contigo, escucharte de vez en cuando es bueno, en la lectura se tiende a perder la voz del otro, no sé si a ti te pase igual, pero a mi si, se me tiende a desvanecer la voz, y la lectura se convierte en un soliloquio prematuro. Es una lástima que estés tan lejos, quisiera recitarte poemas de Benedetti, para luego hacer el amor desenfrenadamente, y por ultimo salir a caminar tomados de la mano, beber alcohol, fumar marihuana, y mirar el cielo llorar con sus estrellas brillantes que solo nos muestran lo sola y apagada que se encuentra la luna. La muerte pulula ante mis pies, ¿será el encierro?, no lo sé. No he parado de escribir durante días, cuentos y poemas de toda clase, y está a punto de explotarse mi cabeza, quizás Julie P. Lizcano Roa

también es porque siento una gran preocupación por mi existir, y en verdad amor mío, lo único que deseo es escribir, escribir, escribir, escribir, escribir (bis)... Y luego, si puedo, dormir un poco. Amor, te llamaré pronto, te pido que en tu próxima carta me envíes la hora bogotana a la que puedo llamarte, tu sabes que yo no sé nada del cambio de horario. Adjunto una foto mía en el parque del virrey, y también una foto del árbol al que le solías hablar para no sentirte solo, me pregunto si te extrañará, dicen que los arboles tienen memoria; y tu amigo Fernando Rey, te manda saludes, me lo he encontrado hace dos días en el parque Lourdes, lo vi un poco triste, quizás su novia volvió a dejarlo, además tenía pinta de no haberse bañado en días, sin embargo me dijo que estaba bien, pregunto por ti y le dije que estabas bien, y que pronto regresarás, marco una leve sonrisa en su boca, se despidió de mí y se alejó con pasos lentos y tambaleantes.

Te dejo amor mío, no me olvides tan pronto y sigue esperando mis cartas. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

10 de noviembre del 1987 CARTA Nº 17 Cat cat cat cat...me encanta pronunciar esa palabra, se siente cómo la garganta y la lengua hacen unos movimientos extraños para pronunciarla, y cambia tu voz a un tono más grave. Amor mío, leí tu carta anoche, vi que te vas a quedar unos meses más, pero no olvides que yo aún sigo aquí, esperándote. También leí que ya no estás en Alemania, sino que pasaras unas semanas en París y luego te alojarás en Holanda, me encanta Holanda ¿sabías?, aunque deseo ir a París algún día, dicen que es el país de los artistas. Estos días he estado estudiando un poco, leyendo a Proust, y escribiendo para el periódico, desearía que me pagaran más, 100 pesos no es mucho y me estoy empezando a atrasar con lo de la renta (y tampoco deseo que me mandes dinero); como extraño los días de mi niñez, no existían preocupaciones, y no tenía tantos problemas, aunque siendo sincera, mi niñez fue absurdamente solitaria. Estoy pensando presentarme a alguna universidad y así dictar alguna cátedra en literatura, ¿qué te parece esta idea? También me he dedicado a la poesía, y he escrito unos cuantos poemas, hacía mucho que no escribía poesía, pero me siento bien

Julie P. Lizcano Roa

cuando lo hago, es como desnudar mi alma ante el papel, es no sé… cómo dejar que la lluvia roce mi rostro desnudo, y así confundir las lágrimas de dolor con la dulce agua del invierno. Creo que tú lo comprendes más que nadie, porque sabes qué es escribir en solitario, y además sabes lo que significa. Al menos, eso espero, porque hay escritores que acuden a ti en busca de que los elogies y los ayudes a mejorar con su escritura, por lo menos eso he oído. Esta mañana llego un paquete tuyo, gracias por el libro que me has enviado, me siento orgullosa de ti, y la dedicatoria simplemente me ha dejado sin palabras, espero que en Paris te vaya bien con la publicación, como lo ha sido aquí. Por eso también te he adjuntado las cartas de tus lectores, aún están llegando al apartamento, creo que para algunos ha sido difícil localizarte. Quiero pensar que aún hay personas allí afuera que te leen y te comprenden, y que no intentan lastimarte, pudiendo hacerlo. Espero empezar a leerte pronto Creo que ahora debería ir a descansar. Es muy tarde. Espero estés bien, y que te vaya bien en tu viaje a Holanda. Por cierto ya estoy terminando mi libro, espero mandarlo pronto a la editorial, sin embargo te mandaré una copia antes, para que lo leas.

Julie P. Lizcano Roa

Te dejo ahora sí, amor mío, ashh como odio dejarte… Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

14 de noviembre del 1987 CARTA Nº 18 Esta mañana me he encontrado con Marianita, ¿te acuerdas de ella?, será que todavía estará enamorada de ti, aunque yo creo que sí, porque cuando me preguntó por ti, se le iluminaron los ojos, yo le dije que estabas en París y que demoraras en llegar, me dijo que le avisara apenas llegaras para que le firmes el libro, también me dijo que lo ha leído dos veces y que ha quedado fascinada, además de eso me regalo la sección del periódico en donde han colocado una pequeña noticia tuya, te la adjunto, dice: "Colombiano escritor, por gira en Europa", si no fuese por ella, no me habría enterado, espero estés feliz con esto que te estoy contando. Después de que hable con ella, se vinieron a mi mente algunos recuerdos, aún tengo presente ese lugar donde te encantaba escribir, especialmente este último libro, tu teléfono marrón con terminados de oro, tu colección de ceniceros y briquets de todos los colores, tu biblioteca llena de libros viejos que te encantaba leer en las madrugadas y que me leías después de que terminábamos de cenar, tus dibujos en la pared junto a mis poemas de letras diminutas, casi microscópicas, ashh recuerdo estos días como si

Julie P. Lizcano Roa

estuviesen pasando en este momento, aunque a veces debía alejarme de ti, y de manera inconsciente tendía a resguardarme, especialmente de tu aura angustiante y mortecina en esos días en que no estabas bien de ánimo. Y cuando dedicábamos mucho tiempo a la escritura, parecía que teníamos la consciencia de estarnos pudriendo cada vez que alguna letra salía a flote en la máquina de escribir, hasta que el aliento débil y enfermizo, hacía que lentamente nuestros cuerpos se desvanecieran sobre el escritorio, y caíamos de repente en un sueño profundo que

azotaba

nuestros cuerpos, reclamando descanso. Luego despertabas intranquilo y asustado, y continuabas escribiendo sin parar, era incapaz de molestarte, y me conformaba con llevarte un café de vez en cuando silenciosamente, mientras fumándome un cigarrillo te miraba desde lejos. Parece que así es la vida de aquellos que se arriesgan a vivir con un escritor, el asilo, la ausencia y la soledad; sin embargo, me encantas, qué mayor regalo que tus letras cuando se posan sobre mi cuerpo, tus poemas son el arco iris que rodean la curva de

mis senos, el despertar es una

ofrenda al cielo cada vez que amanezco contigo, y aun en la lejanía tu suspiros son los versos que me dan el consuelo para seguir viviendo. Julie P. Lizcano Roa

Te dejo, sin dejarte. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

29 de noviembre de 1987 CARTA Nº 19 Me he levantado temprano hoy, he escrito un poema con letras pequeñas de versos irreales y de amores inciertos, camine desde la 51 con 13 hasta la 67, compre un libro a un hombre de barba larga y ojos castaños que me costó 3 pesos, enseguida tome un bus hasta la Calera, hacía un sol hermoso, tan hermoso era que los ojos se me aguaron de lágrimas al ver a mi hermosa Bogotá sobre un cielo azul marina, bordeada por una línea verde de hermosas montañas, que se pronunciaban desde la lejanía y que se difuminaban entre el cielo y la tierra, luego leí algunos versos de Bretón para hacerme compañía, al terminar de leer, abrace el libro fuertemente con mis brazos colocándolo justamente sobre mi pecho como si deseara sentir los latidos de este, al instante cerré mis ojos, dejando al aire refrescar mi rostro, marcado levemente por una sonrisa triste. Después de dos horas de andanza, fui a la pastelería, ¿creíste amor mío, que iba a olvidar celebrar tu cumpleaños? subí al apartamento, me senté en el comedor, abrí la caja que contenía un pequeño pastel de chocolate, de esos que a ti tanto te gustan, el cual iba marcado con una frase que decía:

Julie P. Lizcano Roa

"Arthur, feliz cumpleaños", saque una copa de vino, la coloque sobra la mesa junto al pastel, cante en solitaria tu cumpleaños, al terminar partí una rebanada de pastel, me la comí lentamente saboreando su exquisito sabor mientras miraba por la ventana al cielo deseando que estuvieses aquí para poder decirte "Te quiero amor mío, te quiero...", esto fue una de las únicas cosas que en definitiva me puso profundamente triste, esa rebanada de pastel parecía que tenía dentro de sí, no solo chocolate, sino una cantidad de recuerdos y sentimientos, que en mi boca se fueron desvaneciendo, tragándote en cada bocado disoluto. Finalmente prendí el último cigarrillo que me quedaba, me termine la botella de vino, me recosté sobre la cama, y dormí con tu imagen sobre mis parpados. Amor feliz cumpleaños, no abandones tus letras. Con cariño, Manuela Zimmerman

Julie P. Lizcano Roa

6 de Diciembre de 1987 CARTA Nº 20 Amor mío, estuve por fuera de Bogotá dos semanas, a veces me cansa la ciudad, tu sabes que aquí todo huele a mierda y marihuana, necesitaba salir y despejar mi mente, apartarme de tanta tristeza que recorre las calles y las autopistas, de los lugares oscuros, de los mendigos y de las prostitutas que dejan oliendo las calles a sexo sin cariño. Anoche apenas llegue me puse a la tarea de revisar el correo y leí tus cartas, parece que todo está bien contigo en la lejanía, esta semana quizás vaya a visitar a mi madre que no la he visto después de que falleció mi padre, pero quizás ni me necesite, sin embargo creo que ahora yo la necesito a ella, aunque ella nunca lo sepa. ¿Has sentido ese sentimiento en que no tienes ganas de escribir porque las letras se las lleva el viento, la mente no teje las palabras y la disonancia con el sentimiento es menos profunda? Me disculpo amor mío, por no comprender tu sentir. Te escribiré pronto. Con cariño, Manuela Zimmerman

Julie P. Lizcano Roa

17 de Diciembre de 1987 CARTA Nº 21 A veces creo que mi feminidad está determinada por la necesidad de tener un hombre a mi lado. Y cuando no estas junto a mí, siento como si yo por un instante desapareciera de la faz de la tierra, y entonces creo que de alguna forma estoy desperdiciando mi juventud, y mis esfuerzos por recuperarme es menester de una tarea profundamente espiritual, que empeora en mis periodos de total caos y ausencia emocional. Cuando creo sentirme segura, es decir cuando te leo de alguna manera o estoy junto a ti, mi cuerpo reacciona pavorosamente a tu cercanía afectiva que hace deshojar esta dualidad que se rebela justo cuando nuestras almas se encuentran desnudas, una junta a la otra.

Yo aspiro que mis dotes literarias, así como las tuyas nos permitan seguir encontrándonos en letras, y así acortar la distancia que hoy nos separa indescifrablemente; quiero pensar que no erre en la elección hoy de mis palabras, y que espero no temas de esta trágica descripción de una mujer inmadura que es absorbida por la aridez de la noche oscura que traspasa justo por las cortinas de su sala. Solo deseo que conozcas mis inquietudes y mis angustias, que son Julie P. Lizcano Roa

excesivamente desesperantes, siento culpa ahora, y no quiero pensar en lo que sucedería si tú te apartaras de mi lado, yo sigo soñando contigo cada día, eres mi delirio y mi mayor consuelo.

¡Dios mío! no sabes cuánto te necesito, deseo saciarme sobre tu cuerpo y no desearte más, pero todo esto es evaporado

por

la

distancia

y

tu

ausencia.

Aspiro

profundamente a que el tiempo me dará las respuestas, y me devolverá tu cuerpo intacto que tanto extraña mi ser. Creo que jamás desearé apasionadamente a hombre alguno que no seas tú, y quiero que lo comprendas. Me dormiré con la sensación plena y con una lucidez implacable, pensando que mis letras te harán compañía, al fin y al cabo ¿qué es un puñado de letras en un corazón desahuciado? Por ahora solo me queda seguir aceptando la distancia, espero que me sigas escribiendo.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

22 de Diciembre de 1987 CARTA Nº 22 He decidido viajar a New York, y quedarme a vivir allí por unos meses, me han ofrecido un trabajo en una revista literaria, y no quise rechazar la oferta, apenas llegue te escribiré y te mandaré la dirección para que mandes tus cartas a mi nueva residencia.

¿Sabes? el tiempo pasa, y lo único que escucho es resonar las manecillas del reloj que cuelgan sobre la pared de mi habitación, anoche camine bajo la lluvia mientras un silencio profundo, lleno de formas y visiones me hacían recordar los días en que los dos caminábamos por esas mismas calles, sin temerle a la distancia que hoy desafortunadamente nos separa. Aún me atrevo a pensar que el tiempo será la golondrina de nuestro destino y de nuestro refugiado amor, a veces siento que lo he perdido todo, y tengo miedo de perderte, pero mantengo la esperanza de que si existo es por algo, y en la soledad me limito a recoger los besos mojados y los abrazos que dejaste sobre mis sabanas.

Tal vez esta noche en sueños rezagados se tropezarán nuestras almas, el silencio será nuestro encuentro, llenarás Julie P. Lizcano Roa

mi corazón vacío y la vida dejará de doler, pues tú haces que las aves aleteen para que escalen lentamente los remolinos de aire que recorren nuestra ahogada respiración. He comprendido que escribiéndote acorto la distancia y abrazo sin naufragio tu vos, imploro a Dios que mañana pueda vestirme de blanco para recibirte, pues tu ausencia hace que los días sean más tensos, grito internamente, me confino, y me doy cuenta que cada día es más difícil hallarme. Estallará el destino, y las sombras serán cada día más negras, los miedos acariciaran mis insomnios, necesito de tus brazos que me levanten y me lleven a la otra orilla, donde el sol iluminará nuestros días, por fin juntos.

He de partir ahora, acurrucada bajo los relojes sin manecillas, te espero.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

24 de Diciembre de 1987 CARTA Nº 23 Contemplo mi habitación, escribo mientras siento que la vida se me va, algo está por venir, no sé qué es, me escondo bajo las cobijas, lloro profundamente, siento el cansancio recorrer todo mi cuerpo, siento en mi alma la distancia, esta dolorosa realidad que me hace sentir tan angustiada y melancólica, el cielo se cubre de tristeza y toda esperanza se esfuma en el ahora. Los recuerdos de ti me hacen sentir tan vacía que empiezo a sentir que ya nada me sorprende, ni mucho menos me sostiene, es como si poco a poco estuviera empezando a perder la facultad de sentir, de disfrutar, de admirar, la vida se ha convertido en el depositario de mis culpas y penas. Esta necesidad absurda de retroceder el tiempo, para recobrar los recuerdos cuando sé que es ya demasiado tarde abruma y empeora mis sentimientos de soledad; no soporto no sentirte, la vida pasa con miles de poemas sobre mi espalda, llenos de incertidumbres y temores, intento aprender y distinguir estos estados que me ponen en la balanza entre la vida y la muerte que se reparten en la oscuridad de mis días, especialmente cuando el sol se oculta detrás de las montañas y el horizonte se torna oscuro sin probabilidades de narrarle a alguien lo que siento, sin un compañero con quien quejarme Julie P. Lizcano Roa

de las desgracias que se anudan dentro de mi garganta y en el interior de mi pecho. Solo se me ocurre pensar que esta sensación de soledad es tan grande, que lo único que deseo es huir despavorida a algún lugar donde no tema hallarme, y así encontrar la lucidez que tanto necesito. Hoy es navidad, y pensaba escribirte algo que demostrara mi amor por ti, pero solo he rociado esta hoja de angustias y melancolías baratas, esto realmente es una deshonra para nuestra relación idílica. Ahora solo deseo abrir mis brazos e imaginar que tú apasionadamente me abrazas y que la vida vuelve inesperadamente a mi cuerpo. ¡Feliz navidad! Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

1 de Enero de 1988 CARTA Nº 24 Mis lecturas se han vuelto tan lentas, al igual que mi escritura, veo pasar los días, vacía, desdichada por mi cruel existencia, angustiada, he llorado leyendo tus libros y recordándote en fotografías. Pero no puedo quejarme, porque la vida, aceptando mi llanto tal y como llega, me hace recordar con cada lágrima la estrecha relación que existe entre tú y yo; sueño con encontrarme contigo, ir al mar, y hacer el amor detrás de una gran roca con sabor a mar, donde las sirenas nos envidien por nuestros calurosos actos de afecto, ésta imagen es definitivamente la imagen de la felicidad. Esa sería la única poesía que podría tatuar en tu cuerpo, para siempre; la expresión de mi suceder anímico, que responde a una vida carente de cualquier manifestación del tiempo, sería la descripción de una novela ortodoxa, casi infantil que residiría en la suma de mis frustraciones, cuando todo se viste de miedo. No habría entonces verso salvador, que prolongue el infinito y que acalle mi dolor. Quizás este exagerando, no lo sé, no sé hablar mejor de mi vida, y lo sabes, sólo sé hablar bien de la literatura, a pesar de mi gran inexperiencia; esta distancia, ha creado entre nosotros una nueva forma de comunicarnos, no sé si tú te Julie P. Lizcano Roa

habías dado cuenta, pero se ha quebrantado el tiempo para encontrarnos de manera diferente, no de cuerpo frente a frente, pero si hemos hablado con nuestras almas, de una manera tan cercana, que ya no le temo a las sombras, y eso ahora se llama: «valentía». Esta realidad me está disolviendo en pedazos, al igual que lo hace el humo del cigarrillo con mi vigilia, siento una gran vergüenza, está loca y torpe manía que no se aparta de mí, como lo diría Benedetti, definitivamente necesito una tregua, quizás allí logre encontrarme a mí misma, entera, sin que la distancia sea el motivo de mi desarraigo interior, tanto llanto, tanta ausencia, tanto desazón está haciendo agonizar mi razón, esto no es la vida que elegí vivir contigo, ahora todo se reduce a silencios ensordecedores que se convierten en clavos que oprimen mi pecho, sé que las sombras empezarán a dejar de existir cuando el afecto deje de alimentar nuestra relación, y entonces quizás la muerte llegue y calle lo que alguna vez los dos construimos. Dime, ¿Cuánto más debo esperarte? esta es una prueba suprema, que consiste en apagar nuestros gritos, amarrar nuestros corazones e invocar a la Luna, para que intente iluminar en la oscuridad, lo que queda de nosotros.

Julie P. Lizcano Roa

Ya estoy en New York, al respaldo va la dirección. Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

16 de marzo de 1988 CARTA Nº 25 Han pasado tres meses desde la última vez que te escribí y aún no he recibido cartas tuyas, quiero pensar que has tenido problemas con la dirección de NY o que estás muy ocupado con el lanzamiento de tu libro por Europa. Quiero decirte, que no he parado de recorrer mi habitación de lado a lado, y me imagino perdiéndote a pedazos. Mientras lloro, hablo con mis pensamientos, esos que intentan consolarme ante la inminente separación de almas y corazones que dejarán atrás lo que alguna vez los dos construimos; Cómo sufro, mi alma se parte en trozos amorfos que despellejan mi ser, y siento que la vida se me va, suspiro profundamente esperanzada de tu regreso y semirresignada calculo el tiempo para así evitar que los arquetipos invadan mi desconsuelo. Las posibilidades son inciertas, de lograr acortar el tiempo y la distancia que durante un año nos han separado,

desearía

agarrar

o

apresar

el

mundo

infaliblemente, para decirte que aun, eres mío; y es que me imagino por las calles perdida, en un laberinto asfixiante donde nadie escuchará mis gritos de auxilio, y en la languidez del desierto del desamor la nada se vestirá con alas de

Julie P. Lizcano Roa

angustia, de vuelos dolorosos, donde sufriré una cruel metamorfosis, donde sé que nunca más volveré a ser la misma. Amor mío, ¿Dónde estás? fuerzas mi vigilia donde ya se me es imposible palpar el día de la noche, suspiro impotente, sin saber cómo descifrar este misterio que me está llevando al límite de mi existencia, la imaginación aguarda sombras oscuras, donde ya no logro imaginar el mundo en relieve de colores purpura, la soledad atraganta mis poemas, y mi rostro se reviste de lágrimas amargas temerosa de salir al exterior, a ese mundo indiferente que apretujan a los hombres que la recorren. Mi alma ruega por tu regreso, pero un torrente de palabras muertas aspiran mis recuerdos, soy un pedazo intangible que acaricia cansada al destino, toco tu rostro sobre fotografías vacías que me hacen dudar de tu existencia, es como estar en un plano desconocido e imaginario, donde poco a poco nuestra historia se desvanecerá. La angustia desdeñosa despega del tiempo una sensación nauseabunda, sé que algo está por venir (y sé que no es bueno), me quiebro en el sofá de la sala, inquieta a esta ilógica ansiedad que teme a ese futuro que llega sigiloso, y sin previo aviso. Amor, me siento cansada de aparentar esto que siento por dentro, y entre el cansancio y Julie P. Lizcano Roa

el miedo, sé que lo único que necesito es escribirte. Ruego al cielo y a los marineros para que te regresen completo, antes de que me deshoje y atente en contra de mi desganada y de esta dolorosa realidad. ¡No entiendes! que cada día sin ti, me muero un poco más. Por favor, escríbeme. Ya no sé de qué más formas pedírtelo. Con cariño, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

27 de junio de 1988 CARTA Nº 26 Tú no sabes lo que se siente llevar tatuado sobre la espalda tu nombre; tú no sabes lo que se siente cargar tus promesas sobre mis pechos; tú no sabes lo que se siente llevar tus poemas sobre mis labios; tú no sabes qué es la soledad, cuando nunca has extrañado a nadie; tú no sabes qué se siente morir por amor, porque nunca has amado a nadie; tú no sabes qué es perder la respiración cuando abrazas a alguien, porque nunca has necesitado afecto; tú no sabes qué es sentir angustia por ver a ese alguien que amas, porque a ti nunca te han importado las compañías; tú no sabes qué se siente escribirle a la luna para desear que alguien regrese a tu lado, porque tú nunca has sido capaz de mirarle la cara a los sueños; tú no sabes qué se siente buscar a alguien bajo tu almohada; tú no sabes qué se siente ver alejarse el tiempo mientras va consumiéndose los recuerdos; tú no sabes que se siente lamentar la ausencia de alguien cuando te sientes devastado; tú no sabes qué se siente soñar despierto mientras el sol intenta darle sentido a tu camino; tú no sabes qué se siente llorar por alguien cuando la ausencia gime de miedo; tú no sabes qué se siente dar la vida por alguien cuando has dejado tu propia vida a un lado; tú no sabes qué Julie P. Lizcano Roa

se siente despertar con el alma fría y cansada; tú no sabes que se siente ser una fracasada cuando he entregado mi vida para cumplir tus sueños sobre los míos; tú no sabes qué se siente cuando el silencio matutino me grita con desespero; tú no sabes qué se siente esperar a alguien atrás de una puerta cuando la vida misma se encarga de agrietar tus días; tú no sabes qué se siente ser despedazada por el abandono, cuando lo único que has hecho es alejarte a tientas; tú no sabes qué se siente perder, cuando nunca has amado; tú no sabes qué se siente perder la cabeza por alguien, mientras el corazón luchar para no detenerse; tú no sabes cómo me siento, porque simplemente tu nunca me has sentido.

El tiempo pasa, despierto angustiada pensando que en cualquier momento debo asumir la realidad, no hay nada que logre consolarme. Han pasado casi tres meses y no sé nada de ti, esta sensación de abandono me hace perder energía, los días son días de invierno enmantados por recuerdos y versos que se confunden con el silencio, tengo momentos de euforia que no duran mucho, y luego regreso a mi total estancamiento, llena de frustraciones, desearía cortarme las venas y enviártelas de a pedacitos, para que el resto de tu

Julie P. Lizcano Roa

vida recuerdes mi sufrimiento y digas "esta fue la mujer que al otro lado del mundo murió esperándome".

Necesitándote, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

2 de julio de 1988 CARTA Nº 27 No necesito que me regales el cielo y las estrellas para demostrarme cuanto te importo, ni que me hables del amor platónico que se encuentra entre los libros, ni que hagas promesas

que



que

ya

no

cumplirás

conmigo.

Probablemente de todos nuestros sentimientos lo único que nos queda es el olvido, fuiste mi esperanza y ahora solo eres el recuerdo inamovible que precede en mi memoria, sos inseguro, y lo sabes, ahora entiendo porque estas solo. Quiero que entiendas que es tarde, me has perdido, nunca te diste cuenta que lo único por lo que luche fue en abrir mi corazón para que entraras, pero ahora sé que ya no estás dispuesto a descentrarte, ni mucho menos a descubrirte, eres como esos hombres insaciables y temerosos, que pertenece a la vida evitándola. Ahora, solo nos queda decirnos adiós, porque ya no eres el presente que deseo arriesgar por un futuro.

Pero me niego rotundamente a dejarte, soy cobarde, lo sé. Sé que no tengo remedio, el amor esa palabra con múltiples definiciones que se encuentra en los diccionarios, siempre temerosa de salir de allí, llena de cursilerías; amor mío, yo no Julie P. Lizcano Roa

te amo simplemente por el tiempo que me dedicaste, o por las numerosas citas que tuvimos, ni por haber dedicado parte de tu tiempo a compartirlo conmigo, ni porque tus poemas hayan tenido mi nombre, te amo porque a pesar del silencio tu siempre estabas presente, porque a pesar de la oscuridad tú eras mi luz, porque a pesar de mi inexistencia, tú eras mi vida. Me atormenta tu amor que ya no sirve de olas para cargar las mareas, ni de bote para pasar sobre ellas, jamás vas a volver a ser el tiempo infinito de mi calendario, porque a vos el amor simplemente es un juego de ajedrez donde crees que las mujeres que pasan por tu vida, son los peones de tus deseos insatisfechos; realmente tu nunca vas a amar como yo te amé a vos, ni vas a querer como yo te quise.

¿Qué elección deseas tomar ahora, cuando nuestros destinos han quebrado el puente del tiempo y el desamor nos cala hasta los huesos? ¿Qué eliges amor mío, después de habernos deshojado? Me basta y me conformo con una sola palabra de respuesta, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

29 de julio de 1988 CARTA Nº 28

Este dolor que cubre mi alma con lágrimas de sangre solo tiene tu nombre escrito en las yagas de mi ser, ahora llueve en NY y mi cuerpo se cubre de un frío cruel, caminar ya no me sirve de nada, cuando lo único que deseo es recorrer las calles contigo cogidos de la mano; pero ya no estás, no sé nada de tu vida, pasan las semanas y ésta ausencia crece, tu silueta empieza a desvanecerse y el olor a ti ya no lo encuentro en nuestras sábanas. Dime amor mío, ¿qué debo hacer para poder soportar este destino magullado, que necesita ser escrito para no ser olvidado?, dime amor, porque a mí ya se me están acabando las ideas y el puente empieza a quebrarse por la mitad, mientras yo caigo a la profundidad de una abismo donde dragones me consumen entre destellos de fuego que no saborean mi cuerpo, ya un poco roto. De mala gana empiezo a esperarte, mientras paso horas fumando y escribiendo melopeas absurdas que fracasan cada vez que llego al final de algún punto suspensivo, basta suponer que el tiempo resolverá esta incógnita que ahora me ahoga, que me asfixia y no me deja respirar; pero ya que importa, morir quisiera para dejar de sentirte aquí dentro, Julie P. Lizcano Roa

donde nadie puede ver ni sentir cómo mi corazón se detiene entre un palpitar y el otro. Fuiste un egoísta al creer que lo que estabas haciendo era comprar mi cariño con versos, que ahora son simplemente palabras sin sentido; y entiendo que lo único que deseabas era usarme como una de tus putas, a las que hace meses te gustaba visitar para suplir tu vacío sexual, y yo ciega ante ti, me acorrale en un mundo al que no deseaba permanecer cuando creía que tú eras solo para mí. Este sexto cigarrillo se quema lentamente, mientras el insomnio me absorbe al destierro de la realidad, no sé ya cuánto tiempo llevo aquí encerrada, sin comer y lidiando con el alcohol que anestesia en instantes este dolor tan profundo que ni el abismo más grande podría compararse, pero insisto en protestar ante tu partida, lo único que deseo es encontrarte, que regreses a mi lado, que sigamos escribiendo nuestra historia en versos sobre nuestros cuerpos, hacer el amor desenfrenadamente, salir para beber y consumir marihuana y así ir a visitar a nuestros amigos, que aún nos esperan en el Parque Nacional, especialmente mi amigo el árbol, quiero hablar con él y hacer algo para que los perros dejen de orinarlo cada vez que se acercan a él, te extraño, quiero recobrar mi vida, pero ahora me desvanezco, porque mi vida depende de ti, y sin ti simplemente no soy nada.

Julie P. Lizcano Roa

Dame una señal, por favor. Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

4 de agosto de 1988 CARTA Nº 29

Se vuelve pesado el sentido cuando la única forma de seguir viviendo es obligarme a salir de este encierro al que tú me has

sometido,

con

una

gran

necesidad

de

seguir

escribiéndote a mares en un ahora, que no logro soportar. Parece que lo único que me queda, es intentar escribir solo para mí,

pues siento que a mis 32 años el siempre, ha

terminado en este momento desierto, curvo y desconfiado, es decir invisible y poco tangible, pues mi alma se niega a sentirse segura, aún en el más hermoso paisaje que pueda brindarme el mundo; muero de idealismos, pero no importa, ahora tomaré mis maletas y regresaré a Colombia, allí donde las calles tienen nuestro nombre y donde mi cama tiene sobre sus sábanas el olor de tu cariño. Como odio la ausencia, me has hecho a un lado escribiendo en mis labios tu entierro, que me limita en mi gran desinterés por la vida que desde niña soñé, esto es definitivamente una tristeza inenarrable que tiende a mi consumo de alcohol y drogas para silenciar en instante este dolor, sé que simplemente debería dejarte, darte la espalda y empezar a construir un nuevo camino, pero ¿qué camino puedo construir, cuando eras tú quien lo iluminaba? Julie P. Lizcano Roa

ahora debo caminar a tientas, mientras el silencio de nuestros cuerpos hospicia las contradicciones que me sumergieron a amarte. Soy una caricatura, y ya no puedo más con estos silogismos que eslabonan mi sentir, y que elevan el pasado que poco a poco se desmorona. Ojala pudiera condensar los recuerdos en una cajita de pandora, donde pueda entrar y seleccionar nuestros mejores capítulos; deseo encontrarme con la suerte, para deslumbrarme de nuevo, y así no caer dentro de mí, que es igual a caer en un abismo profundo, donde los miedo adyacentes enferman y me avergüenzan de haberte amado sin sentido, deseo alejarme del tu camino con la cabeza en alto, y así volverme a ilusionar de toda belleza que se equipare de confianza y seguridad, pues las paredes empiezan a abrirse y veo en sus hendiduras la mancha de tu indiferencia. Deseo quedarme dormida y soñar porque allí si te podré encontrar, los sueños son mi gran afición porque allí puedo encontrar lo que quiero, pero son frágiles al igual que la existencia humana, que intenta unificar, clasificar y ordenar los sentimientos entre abanicos, que sientan un leve desdén por vivir sobre la tierra; convendría amor mío, guardar las penas, reanudando en obras literarias nuestra historia. En este momento siento que debo ser fiel a mi sufrimiento, soy una joven prematuramente rebelde, fraccionada, e inmadura

Julie P. Lizcano Roa

que buscó en ti la forma de crecer y ser diferente, esperando que alguna vez mi madre se sintiera orgullosa, por haber logrado hacer algo bien en mi vida, pero fracasé de nuevo, y me fatiga pensar excesivamente que lo de nosotros solo fue un exceso de grandes encuentros sexuales, que eran inhibidos por las drogas y el alcohol, y hasta ahora me doy cuenta que en verdad nunca te entregaste como yo lo hice contigo. Me culpo por ser una literata romántica e irreal, de miedos indignos que soñó con una vida junto a ti y que ahora simplemente se encuentra sola, rodeada de amigos imaginarios que se suponen, debieron haberse ido muchos años atrás en mi vil niñez, pero eso es lo único que me queda...ahora que empiezo a despedirme.

Dejándote en pedazos, Manuela Zimmerman.

Julie P. Lizcano Roa

23 de agosto de 1988 CARTA Nº 30

Viajo en dos semanas para Colombia, y aun estoy esperándote

de

a

pocos,

el

tiempo

retrocede

desanimadamente y se diluye sin sombras de sol, quiero empezar a entender que tú no eres alguien metódico como una condición natural que hace parte de los que están enamorados, sino que vives la vida dejando pedazos llenos de agujeros en donde se hunden todos aquellos que alguna vez hemos estado contigo, pero voy a dejarle esto a los expertos, porque no tengo ganas hoy de decirlo todo, cuando el amor se ha osificado, en una terminología que es casi esquemática y restringida. Probablemente de todos nuestros sentimientos solo exista el miedo, como la única forma que tenemos para comunicarnos en este absurdo infinito, en el que usamos diferentes métodos para desinhibir todo eso que deseamos hacer, como el sexo. Todo esto lastimosamente duro muy poco, cuando yo deseaba construir una vida contigo, pero ahora todo está perdido, créeme que nunca te olvidare, eres el hombre que quedará tatuado en el centro de mi pecho, y cada vez que mire al cielo dibujaré con las nubes tu silueta, comenzando por tu boca entreabierta, tu cuerpo Julie P. Lizcano Roa

semidesnudo, tus poemas escritos sobre tus labios carnosos, tus manos delgadas, tu cara, y así mientras te dibujo sentirte recorrer todo mi cuerpo en un abrazo profundo y directo, para luego esperar otro día nubloso y volver a comenzar ese instante de muerte que es tan único y hermoso. Si por lo menos pudiera encontrarte en avenidas de carteles pintados, la vida sería buena conmigo, y no estaría llena de esta tristeza frente al destino que te raptó, esa tristeza de ser una mujer desahuciada, desesperanzada y desdichada que protesta y juzga sin apoyo de alguna ley divina mi existencia desde la antigüedad de mis días. Si debiera elegir un poeta, te elegiría a ti, y así partir a una isla desierta donde no me abandones por ser yo quien te ama, ni me aceptes de una forma mutilada como lo hacen los otros que quieren tener algo contigo; siento que la desesperación hace que me pierda un poco, y la soledad en cualquier momento hará estallar mi corazón; los temores se profundizan y me ahogan extinguiendo la mujer que yace en el camino. Nada me gustaría más, que saber que estás bien, que aun éxito en alguno de tus suspiros, que estas triunfando gracias a tu ingenio literario, y que gozas de ellos tanto como yo lo he hecho; yo por ahora necesito de la distancia para poder comprender la ausencia vestida de

Julie P. Lizcano Roa

túnel, mientras se alejan los delirios, y las presencias extrañas, producto del alcohol y las drogas.

Ahora lloro ahogadamente, porque sé que esta es la última carta que te escribo, sos tan diferente, que mi vida ahora es una miseria, y no puedo creer que esto esté sucediendo; quisiera que el amor fuera como la literatura, que dura para siempre y no te deja en la mitad del camino desnudo y creyendo que la vida puede ser mejor. Por eso, en dos semanas me voy de este país en el que nada tengo, me voy sin nada de ti, ni siquiera tus poemas que ya no deseo leerlos porque siento que todos ellos están marcados con mi nombre, me voy prematuramente rebelde para intentar volver a iniciar, si es que no muero antes. Lo único que deseo es aceptar y comprender el sentido de tu abandono, solo espero que no sea imposible continuar como si tratara de aplacar la realidad que habita en mi mundo, y que hace que me pare en la orilla del acantilado, con ganas de abrir mis brazos y dejar que el viento me lleve a algún lugar donde sentir, no sea tan abrumadoramente difícil. Quiero que sepas que ya no te necesito, cubriré mi rostro frágil, y feliz me iré a naufragar en el imposible emblema de la esperanza. Despidiéndome para siempre, Manuela Zimmerman.

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15 de Mayo de 1991 CARTA Nº 31 Para mi amada Manuela:

No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me senté a escribir, pero ahora siento que estoy preparado para despedirme de ti y de nosotros; y quizás mañana, pueda sentarme a escribir nuestra historia, porque vale la pena recordarla, porque vale la pena recordar cada segundo que viví contigo, porque vale la pena recordar de aquí hasta el infinito

nuestras

letras

escritas

en

besos,

porque

definitivamente, Valió la pena cada uno de tus suspiros y parpadeos sobre mi cuerpo.

Quiero contarte, que estoy sentado en el Parque Nacional bajo el árbol con el que te gustaba hablar, he dejado también junto a él, unas rosas rojas y enseguida pondré bajo sus raíces gruesas que se pronuncian sobre la tierra esta carta exclusivamente dedicada a ti, y la dejo aquí porque sé que siempre me encontrarás en este lugar, donde alguna vez nos conocimos. En este momento, lo único que quiero es deshacerme de recuerdos dolorosos y quedarme con lo que los dos hicimos cuando estabas viva; quisiera sacarme de la Julie P. Lizcano Roa

cabeza ese momento en que habíamos quedado de encontrarnos en el parque de la 63 y no llegaste, me preocupe y fui a buscarte a tu apartamento, donde había sido la ultimo vez que nos habíamos visto, cuando la noche anterior nos dejamos mientras silenciosamente y con una mueca de alegría ambivalente que pronunciaba en tus ojos una profunda tristeza, me cerrabas la puerta a la vez que yo te daba la espalda. Al llegar a tu apartamento, sentí que estabas allí, que algo había pasado, que algo había salido mal, y entonces abrí la puerta como pude y te encontré allí sobre el sofá, mientras de tu brazo se pronunciaba una jeringa que contenía ese poco de heroína que habíamos comprado para compartirla los dos, y así escribir ese instante prodigioso cuando el pasto color verde fosforescente empieza a salir del suelo y nos comienza a rodear con colores que no existen en el mundo real; ¡ay Manuela!, era nuestra promesa.

Según el expediente forense, falleciste a las 2:45 de la madrugada por sobredosis de una combinación excesiva de drogas y pastas, y ahora me pregunto dónde estarás, por qué no me esperaste para así habernos ido los dos cogidos de las manos mientras subíamos por nubes en formas de escaleras

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que nos llevaría al infinito de la fantasía, donde no sentiríamos más que el placer de estar vivos y putamente drogados. Por qué Manuela, por qué simplemente no me esperaste, por qué te fuiste sin mí, por qué te afanaste en el retiro de tu existencia, dime Manuela qué salió mal, dímelo que me muero de desconsuelo. Tu madre no fue al entierro, y tu hermano solo estuvo en la funeraria, donde se quedó junto a tu ataúd algunos pequeños instantes (me imagino que comprendiendo lo que estaba sucediendo), luego nos abrazamos y desde ahí no sé nada más de tu familia; yo he estado quedándome algunas noches en tu apartamento, porque es el único lugar donde siento la respiración de tu alma cada vez que me arropo con tus sabanas, han pasado dos largos años, hubiese deseado tantas cosas, pero ahora mi vida no hace parte de este mundo, y por ello he decidido escribir esto, porque quiero que sepas que te amaba con toda mi alma, que lo poco que compartimos simplemente fue maravilloso, que nunca creas que no te amé y que simplemente fuiste un juego del amor, como aquellos que juegan cartas al azar sin darse cuenta que han ganado algo valioso, pero que a la vez lo han perdido todo. Desearía en este instante, que el cartero llegara con una carta tuya con olor a jazmín, para ver tus letras curvas y hermosas sobre el

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papel rayado que tanto te gustaba para escribir, solo me queda de ti unas cuantas cartas, que solo narraban algo de lo que tu sentías por mí y de nuestros lugares de encuentro a las 8 de la noche en cualquier lugar que pudiésemos estar los dos,

para

admirar

a

la

Luna

y

luego

besarnos

apasionadamente, mientras ella era nuestro testigo. En la pared de tu cuarto dejaste algunos textos que supongo yo están organizados de alguna forma, y que hasta el momento no he podido descifrar, pero deseo llevármelos y hacerte una ofrenda literaria; he decidido irme de Bogotá, viajo a Europa, quiero empezar de nuevo a escribir. Antes necesitaba de ti para poder vivir, ahora necesito de la literatura para darme fuerzas y continuar, para mostrarte a ti que el amor existe, y que te seguiré esperando hasta el final de mis días, prometo que siempre estarás en mi corazón, en mis labios secos y en mi alma reconstruida a pedazos por un amor, que solo tiene tu nombre. Me voy sintiendo que la mejor parte de mi vida fue haber estado contigo, que no cambiaría esos momentos únicos por algo más, me voy creyendo que te dejo aquí, pero que si deseas puedes ir tras de mí, porque quiero pensar que eres un ángel que me acompañará en mis recorridos de ser un escritor libre, de esos desacostumbrados por el dolor, y rehuyente a aquello que no puede soportar; me obligaré a

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vivir hasta el final, hasta que la vejez acabe con mi existencia y Dios quiera compartir el cielo conmigo, también me obligaré a no olvidarte, pero con el permiso tuyo, de que algún día conoceré a otra Manuela, que podré enamorarme, y en ese instante tú sabrás que yo he empezado a ser feliz de nuevo.

Como los alaridos de un bebe que no desea seguir reglas pero que lo obligan, me despido de ti Manuela, de nuestras noches de insomnio, de nuestros días cargados de sexo apasionado, de nuestras tardes caminando por Chapinero con algo de LSD sobre nuestras cabezas, de nuestros días de escritura, de nuestras angustias y penas por estar tan separados, por nuestras noches de alcohol y noches desenfrenadas, me voy con el placer de sentir que te amé con toda mi alma, y que fuiste durante un largo tiempo el amor de mi vida, ¡por favor! No lo olvides, y no me olvides. Recuerda que donde haya un verso yo estaré, donde haya una sonrisa y una lágrima apasionada allí estaré, donde allá una vida alocada allí estaré, y sobre este árbol me sentaré a esperarte, cada vez que venga a Colombia… y aquí simplemente estaré para ti.

Con cariño y sin olvido alguno, Arthur L.

Julie P. Lizcano Roa

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