CARRICABURO, NORMA \"Del fonógrafo a la red. Literatura y tecnología en la Argentina\", Buenos Aires, Ediciones Circeto, 2008, 190 páginas

September 18, 2017 | Autor: Inés de Mendonça | Categoría: Literatura argentina, ORALIDAD Y ESCRITURA
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Descripción

CARRICABURO, NORMA Del fonógrafo a la red. Literatura y tecnología en la Argentina, Buenos Aires, Ediciones Circeto, 2008, 190 páginas

La impresión de los avances tecnológicos en la trama y procedimientos literarios y las transformaciones constructivas que la tecnología configura en los relatos son el eje de preguntas fundamental de este libro de Norma Carricaburo, publicado el año pasado. Aunque la relación entre tecnología y arte podría rastrearse desde la dramaturgia griega y, tal vez, sea constitutiva de aquello que aun hoy llamamos literatura; es evidente que las modificaciones en los modos de re-producción y, en especial, en los últimos años, la expansión del uso de los medios digitales, apunta insidiosamente hacia el estatuto mismo de lo ficcional. Siguiendo con la línea de trabajo que la caracteriza (tal como podemos leer en sus libros, Las fórmulas de tratamiento en el español actual [1997], El voseo en la literatura argentina [1999], La literatura gauchesca: una poética de la voz [2004)] y diversos artículos), Carricaburo orienta, en esta ocasión, su preocupación por los tránsitos entre oralidad, escritura y texto literario hacia la incidencia que la tecnología tiene en el modo de narrar de distintos escritores argentinos desde fines del siglo XIX hasta la actualidad. La transformación de las habilidades cognitivas y perceptivas de los lectores, así como su transición hacia nuevos roles de “oyentes” y “espectadores” también será una cuestión que, aunque no tratada de modo autónomo, organiza el recorrido que propone el libro acerca de lo escriturario en tensión con la tecnología. En su diálogo con las diversas tecnologías estudiadas -del fonógrafo a la red- el libro presenta lecturas sobre Fray Mocho, Manuel Puig, Cesar Aira, Julio Cortazar, las blogonovelas de Hernán Casciari y otros, Alejandro Lopez y Daniel Link. Como es característico de la autora, junto con el análisis literario de las obras, su trabajo nos brinda un detallado relevamiento de las torsiones y variaciones de la lengua escrita: la trasposición de códigos, las transformaciones fónicas y tipográficas, el ingreso de la jerga, los procedimientos en el nivel grafémico, así como también algunas variaciones morfológicas, los giros propios de la oralidad, los cruces con otras lenguas y diversas manifestaciones lingüísticas de los cambios sociales y estéticos en el texto literario. La aparición del fonógrafo y la fotografía como dos hitos fundamentales de cambio en la percepción de la vida urbana del novecientos, la posibilidad de la acumulación de un archivo y el vínculo con esas nuevas textualidades visuales y sonoras serán puestas en contrapunto con las escenas de Fray Mocho, donde el costumbrismo abre un espacio de multiplicidad sonora, de imbricación de lenguas inmigratorias; de encuentros y desencuentros, entre hablantes nativos, citadinos y migrantes. La inclusión de formatos melodramáticos en la novelística de Manuel Puig y en el proyecto de César Aira serán leídos prestando especial atención al código compositivo, la yuxtaposición de registros y la ironía en el uso de los géneros populares. También será objeto de su análisis la aparición de la radio, tanto en el devenir histórico, como en los argumentos y procedimientos de ambos novelistas. Junto con los géneros radiales, en Puig, el trabajo con el tango y el bolero es rastreado tanto a nivel lexical como en la incorporación de una estética que afectará lo discursivo y la trama novelesca. De este modo, lo mediático irrumpe en la literatura como material y objeto, manifestando también, un estado de lengua. Dice la autora: “el tango y el bolero conformaban junto con otros géneros menores, el idioma de los argentinos de clase media y baja”. La flexibilidad con la que Puig moldea estos discursos extra literarios (el tango, el bolero pero también el cine de Hollywood) es destacada como una “reelaboración pop de productos mediáticos”. En ese sentido, los monólogos interiores serán juegos escriturarios que remedan esa polifonía atravesada por lo oído e imaginado. Tal vez sería interesante, siguiendo lo propuesto, continuar profundizando algunas de las líneas que la autora señala, como los vínculos entre subjetividad, deseo y discursos masivos. O los cruces entre canción popular, orden social y trasgresión. Carricaburo está atenta a las reproducciones sonoras, las voces evocadas, los registros dialectales y las imaginaciones que producen pero también se preocupa por otra posibilidad tecnológica: la reproducción masiva de imágenes y su potencia literaria. En este sentido, elige a Cortazar “como pionero en la inserción de la imagen en sus libros”. La inclusión de referencias y de modelizaciones de las artes plásticas, la fotografía y el cine conforman un aspecto central de la estética cortazariana y son estudiadas por la autora en distintos niveles: argumentales, estructurales, lexicales y temáticos. La propuesta arquitectónica y fragmentaria de Rayuela puede leerse, en esta perspectiva, como anticipación de funcionamiento del texto en soporte electrónico. Leyendo a Cesar Aira, Carricaburo propone que algunas de las cualidades que el autor otorga a la radio, en sus novelas El Tilo y Yerma, son similares a las que posteriormente le atribuirá a la televisión y, en éstas, encuentra una clave para entender su proyecto literario. Es interesante el modo en que analiza, en el capítulo dedicado a lo que Sandra Contreras denomina “segundo ciclo novelístico” de Aira, los formatos y procedimientos de producción y consumo televisivos como motores narrativos de la maquina aireana: una literatura pensada para espectadores de tv. El zapping, el avance y retroceso acelerado de la trama, la continuidad o la repetición, el cambio abrupto de clima, género y progresión dramática como modos de producir textualidad y como clave de identificación con sus lectores “ideales”. Televisión, oralidad e improvisación ingresan en el motor aireano que aparenta ir hacia delante sin corrección posible. La saturación televisiva se traduce en Aira en método compositivo que cuestiona en su mismo hacer la

lógica mediática. Desde esta perspectiva, la autora, considera que Aira reformula lo oral en su escritura. Una oralidad secundaria mediatizada por la tecnología audiovisual. Saltando de la televisión a la web, el texto propone una lectura de las dos novelas de Alejandro López (La asesina de Lady Di y Wan to fak/ Keres coger?) y dos obras de Daniel Link (La ansiedad y Montserrat). En ambos, aunque con diferencias, la simulación de “una oralidad digital a través de los medios electrónicos” es parte constitutiva de la fábula novelesca. Como una suerte de nuevo epistolario, las conversaciones escritas se espacializan a la manera de una pantalla. Mails, Messenger y canales de chat serán el soporte emulado para los vínculos entre los personajes y una suerte de sutura entre fragmentos que no exhiben un supuesto narrador que los organice. El código de lectura que piden estos textos está ya intrínsecamente definido por la conectividad y requiere una actitud lectora de búsqueda y participación para dilucidar la trama. La interactividad, el hipertexto y el soporte electrónico de la escritura son objeto del último apartado del libro que aporta interesantes preguntas sobre el futuro de la literatura y su circulación, los límites de lo ficcional, las trasposiciones de géneros e, incluso, los cambios en la figura autoral y su relación con los lectores. Rastreando los orígenes del hipertexto como escritura-lectura fragmentaria, de entrada múltiple y condensada en nodos, Borges y Cortazar funcionan como precursores que imaginaron una posibilidad futura para la literatura, hoy tal vez realizada. En las nuevas “hiperficciones” el soporte parece presionar al “objeto literario” con una fuerza similar a la que generó la invención de la imprenta sobre la literatura en el pasado. En este aspecto, aun sin certezas, la autora describe el fenómeno de la blogonovela y previene sobre la volatilidad de los límites de lo que consideramos “literatura” en estos nuevos formatos, una “zona difusa” entre el libro y la web. Problemas de orden, cierres, comienzos o progresión argumental se añaden a la lectura por casualidad, la multilinealidad y las consecuentes modificaciones que estos saltos imprimen en el texto leído (y escrito). Los textos estudiados, sin embargo, siguen siendo aq uellos que “han pasado de la pantalla al libro”, tanto Diario de una mujer gorda de Hernán Casciari, como Abzurdah de Cielo Latini o Naughty Bites de Lola Copacabana surgieron primeramente como blogs exitosos que, más tarde, fueron editados en papel. En el caso de Monserrat de Daniel Link, aunque el proyecto literario es evidentemente diferente, también el proceso de escritura y publicación fue de la web al papel. En palabras de la autora “pareciera que aun el destino último de la novela no puede ser otro que el libro y así lo entienden incluso quienes escriben en la red”. El vínculo con otros formatos mediáticos (prensa, televisión, cine) es explícito en la red y en los textos que trabajan con este soporte como contexto de producción o como universo narrativo (en las novelas de Alejandro López por ejemplo o en La ansiedad de Link) y manifiestan la efervescencia del estado actual en los pasajes entre unos y otros soportes. La tecnología de la escritura y, más aun, de la escritura digital, con sus giros, juegos en el nivel gráfico, ficcionalizaciones, hibridaciones y otros procesos que se expanden en la dimensión escrituraria de las voces son fundamentales en los textos de Alejandro López y Daniel Link aun cuando sigan funcionando en soporte analógico. En relación a la performance erótico-genérica en la “literatura electrónica” y a la ficcionalización discursiva e icónica de identidades, Carricaburo considera que estos elementos ya están presentes (realizados) en las posibilidades de uso de la web y que “las novelas simplemente recogen expresiones del mundo actual”. De este modo, a la hora de pensar el futuro de la relación entre tecnología digital y novela, la autora apuesta, aunque con prevenciones, hacia la perduración del formato electrónico (con todo lo que esto implica) como definitorio hacia lo que un día llamaremos literatura. Carricaburo está atenta, en ese sentido, a señalar las innovaciones y zonas aun “lábiles” en su determinación genérica y su libro es una buena ayuda para investigadores interesados en las cuestiones de oralidad, escritura, nuevos formatos, cruces genéricos y tecnología. INÉS DE MENDONÇA Universidad de Buenos Aires INSTITUTO LITERATURA HISPANOAMERICANA

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