Carnaval, teatro y cine: espacios de socialización en San Antonio de Areco durante los siglos XIX y XX

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Carnaval, teatro y cine: espacios de socialización en San Antonio de Areco durante los siglos XIX y XX

Lic. Nemesia Hijós San Antonio de Areco, Provincia de Buenos Aires, Argentina Ciencias Antropológicas, orientación sociocultural Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG), Facultad de Ciencias Sociales (FSOC), Universidad de Buenos Aires (UBA) / Archivo Histórico Municipal de San Antonio de Areco [email protected]; [email protected]

Introducción En el marco del Proyecto Específico PE 2012 denominado “Puesta en valor turístico rural y cultural del Casco Histórico, la Estación de Vagues y la Vieja Usina de San Antonio de Areco”, con el apoyo y la financiación otorgada por el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología (COFECyT), perteneciente al Ministerio de Ciencia y Tecnología (MINCyT) y la Fundación Banco Credicoop, se ha conformado un grupo de investigación interdisciplinario para el abordaje y la coordinación de contenidos museográficos, históricos y de comunicación conjunta, con los objetivos de poner en valor el patrimonio cultural, sociocultural y productivo, y generar espacios de genuina conexión con su propia historia a los habitantes del Partido de San Antonio de Areco. Como resultado del proceso de investigación realizado durante los últimos tres años, fueron surgiendo distintos ejes temáticos que sirvieron como aportes para refuncionalizar la Usina Vieja, transformándola en el Museo de la Ciudad, un espacio que permite contar la historia urbana y el desarrollo local del pueblo. Entre los ejes más relevantes,

he

encontrado

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reconstruir

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través

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relatos,

fuentes

documentales, periodísticas, fotográficas y bibliográficas– y poner en valor para esta ponencia, la historia del carnaval, el teatro y el cine como espacios de socialización en la localidad de San Antonio de Areco durante los siglos XIX y XX.

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Los comienzos del Pago de Areco Las tierras comprendidas entre los ríos Arrecifes y Areco fueron conocidas por los conquistadores españoles a partir de las primeras expediciones que se realizaron en el siglo XVI. Sobre ese territorio, los indígenas habían surcado senderos para sus interacciones e intercambios. Con el tiempo, ese camino devino en Camino Real, y su extensión comunicaba Buenos Aires con Córdoba, y con las rutas hacia el Alto Perú y Chile. El mismo era transitado por los conquistadores para su empresa colonial y la circulación del comercio y, consecuentemente con su desarrollo, se impulsó la cesión de “mercedes1” en las orillas del río Areco. En Contribución al estudio de la fundación y desarrollo del pueblo de San Antonio de Areco (1936), el historiador Juan Carlos Burgueño rememora que los indígenas –con su “guerra salvaje y sin cuartel”– han sido durante trescientos años la causa inmediata de la fundación de varios pueblos en el territorio argentino y particularmente en la provincia de Buenos Aires, debido a la necesidad de establecer núcleos de población urbana a manera de centinelas avanzados que sirvieran de contención a los malones de las hordas2. Las fuentes también indican que los indios querandíes3 ocupaban el territorio de la actual ciudad de Buenos Aires y desde allí extendían sus dominios hacia el norte, cuyos límites eran el río Carcarañá y el río Salado al sur. Se los caracteriza como un

La “merced de tierra” era una donación de bienes y títulos efectuados en nombre del rey a quienes se distinguían por prestar servicios a la Corona, a la alta nobleza o al clero. Estas instituciones nacieron en la Corona Castilla en el siglo XV y XVI y fueron aplicadas a las colonias de América como métodos de incentivar la colonización de las tierras conquistadas. En Pastores y labradores de Buenos Aires: una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 (1999), Juan Carlos Garavaglia define merced como concesión de título de propiedad sobre tierras realengas otorgadas a un personaje influyente. 2 Burgueño, J. C. (1936). Contribución al estudio de la fundación y desarrollo del pueblo de San Antonio de Areco. 2ª. ed. Según la Sinopsis histórica del Censo General de la Provincia de Buenos Aires del 9 de octubre de 1881 (citado en Burgueño, 1936: 72 y 73), “las poblaciones que se desarrollaban al norte de la campaña sufrieron por esa época (después de 1714) una gran invasión de diversas tribus que llegaron hasta los que son actualmente los partidos de Arrecifes y San Antonio de Areco”. Ejemplificando esta situación, se menciona que “el maestre de campo Don Juan de San Martín salió a perseguirles, logrando sorprender y exterminar la tribu de Caleliyan. Un hijo de este cacique reaccionó enseguida, cayendo sobre lo que hoy es el partido de Luján, donde hizo diferentes estragos a causa de la situación anterior”. 3 Los querandíes son una etnia que tomó tal nombre de la lengua guaraní, cuyo significado se traduce como “hombre de grasa”, asociado a la gran cantidad de grasa que comían proveniente de la carne de pescado. 1

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grupo semi-nómade y belicoso, responsable de la destrucción del primer caserío de Buenos Aires. El primer asentamiento poblacional en estas tierras está datado en 1609. Los indígenas que vivían en este territorio (antes de que este lugar fuese Areco) se llamaban charrúas, mbeguás y guaraníes; eran comunidades temporales, ya que se instalaban en los territorios sólo por un tiempo, durante las épocas del año más favorables para sus tareas. Un malón de indígenas –posiblemente querandí– encabezados por el cacique Juan Bagual4, fue derrotado y los sobrevivientes tomados como prisioneros. Frente a este episodio y previendo una contienda permanente entre blancos y aborígenes, el gobernador del Río de la Plata, Diego Martín Negrón, fundó una reducción o reservación en las inmediaciones del Río Areco. Setenta indios la poblaban y fue conocida como “Reducción San José de Areco”, como así también “del cacique Bagual”. La administración de la reducción fue confiada a los sacerdotes de la Compañía de Jesús (franciscanos), quienes nunca se hicieron cargo. Según señalan las fuentes, muchos de ellos resistieron a ser reducidos y rechazaron el bautismo. Tubichamini, yerno del Bagual, se opuso sin éxito ya que fue apresado y alejado de estas tierras hacia el sur, por el río Santiago. En el año 1615, Hernandarias de Saavedra (sobrenombre por apócope de Hernando Arias de Saavedra, 1564-1634, conquistador del Perú) visitó la reducción y la confió a los sacerdotes franciscanos. Siete años después, este asentamiento tenía una capilla y su población alcanzaba los doscientos veintiocho indios. No obstante, la orden franciscana tuvo inconvenientes a raíz de las prohibiciones en cuanto al aprovechamiento de la tierra, por lo cual no pudieron sostener la administración del pequeño poblado. En consecuencia, en 1660 el caserío fue abandonado.

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El cacique Juan Bagual es una figura de relevancia para la construcción de la memoria histórica de Areco. De filiación querandí, junto con sus seguidores, representan la vertiente cultural de los pueblos originarios que, junto con las otras vertientes de los primeros españoles, los criollos y los posteriores inmigrantes europeos, contribuyeron a la conformación social y la historia de San Antonio de Areco. Su existencia y sus andanzas están registradas en las fuentes escritas y permiten reunir una breve pero significativa trayectoria de vida.

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El historiador Juan Carlos Burgueño comienza a señalar la existencia de propietarios de tierras costeras al río Areco a partir del año 1635, próximas al lugar donde se levantaría el pueblo de San Antonio de Areco5. En San Antonio de Areco, 1660-1880: un pueblo de la campaña, del Antiguo Régimen a la modernidad argentina (2009), Juan Carlos Garavaglia sostiene que la primera mención a Areco6 (que dará nombre a una capilla y más tarde al pago y al pueblo) surge de una merced otorgada en 1588 por Juan Torres de Vera y Aragón a Antón Higueras de Santana (quien libró en estos lugares una batalla contra los indios, momento en el cual se descubre el Camino Real a Córdoba y por primera vez se utiliza el río Areco). La merced refiere parte de los servicios del agraciado –fue uno de los compañeros de Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires– y, en especial, el hecho de haber acompañado al capitán Rodrigo Ortiz de Zárate a “descubrir el dicho camino de Córdoba con gran riesgo de vuestra persona”; esta estancia del río Areco, cuya extensión era de 3.000 varas de frente por legua y media de fondo (esta es la extensión de las mercedes originarias, tanto en Luján, como en Areco y Arrecifes), sería una de las cuatro que Higueras recibiría por esta merced en el camino de Córdoba, estando las otras en Luján y Arrecifes7. Las mercedes reales más relevantes en lo que hoy constituye el partido de San Andrés de Giles fueron otorgadas en todos los casos tomando como referencia fundamental a una corriente fluvial. De este modo, la merced entregada a Antón

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Burgueño, J. C. (1936). Contribución al estudio de la fundación y desarrollo del pueblo de San Antonio de Areco. 2ª. ed. En los próximos apartados se hará referencia a este acontecimiento. Es oportuno destacar que la aparición de San Antonio de Areco está ligada también a la refundación de Buenos Aires por Don Juan de Garay en 1580, quien distribuye las tierras de la traza urbana en manzanas y solares, para extender posteriormente el reparto en la campaña. Aquí se aplicó el sistema primitivo de “estancias”, que consistía en sorteos entre los vecinos para evitar los favoritismos. Del mismo modo, también podían obtenerse tierras por favores o “mercedes reales” en casos de latifundios extensos. Justamente, a raíz de esta manera, fueron repartidas las tierras de nuestra localidad. 6 Con respecto al vocablo Areco es difícil precisar de dónde proviene, que puede ser de una palmera llamada “Areca”; de un funcionario militar llamado “Areco”; que es una voz araucana: “Arunco” – “Arenco” (sapo verdoso que vive en las aguas calientes); que es una voz araucana-guaraní: “Areco” – “Areuco”; que puede ser una palabra francesa “Arequier”, que significa palmera o Areca, y puede invertirse o cambiar la vocal “a” por la “o”, que puede provenir de una voz araucana: “Arenco”: agua que quema; que es un vocablo mapuche; vocablo tupí-guaraní: “Areco” – “Arecó” – “Arecutá” (tener – haber – pez: vieja de agua). 7 Garavaglia, J. C. (2009). San Antonio de Areco, 1660-1880: un pueblo de la campaña, del Antiguo Régimen a la modernidad argentina. Rosario: Prohistoria Ediciones, página 21.

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Higueras de Santana tuvo como eje central a la Cañada de la Cruz, las concedidas al Capitán Lorenzo de Lara (1636) y al general José Ruiz de Arellano (1740) adoptaron como punto referencial al río Areco8, en cuanto a las tierras dadas al Capitán Juan de Vergara (adquiridas luego por Pedro Díaz de Vivar), centraron su medición en el río Luján. La mensura de esas propiedades era dificultosa en sus comienzos por la falta de técnicos y de elementos apropiados para señalar los límites precisos de cada heredad. Por esa razón, las líneas de los ríos y arroyos, abundantes en esta zona bonaerense, se emplearon como datos esenciales para la división de las posesiones rurales. De este modo, se conoce que la historia de la ocupación espacial de la tierra se inicia con las mercedes o con la adquisición de una parcela, como primer acto de ocupación (no necesariamente realizado en primera persona por el titular). Pero, a su amparo, comienzan lentamente a instalarse otros ocupantes que no poseen derechos de propiedad y que son albergados, arrendatarios o meramente tolerados por el propietario legal o sus capataces. Otros recién llegados lo hicieron en tierras realengas y en tierras “desconocidas” (con status jurídico incierto y en las cercanías de los anteriores). Garavaglia (1999) sostiene que si bien el Pago de Areco ya era conocido con este nombre desde fines del siglo XVI, no existen datos seriados sobre su población antes de 17269. En septiembre de dicho año, se realiza un primer censo que incluye el área del río Areco, arrojando como resultado unas 546 personas y de éstas, más de un 75% se hallan en Cañada de la Cruz. La mayor parte de las poblaciones (nombre que recibirían durante los siglos XVIII y XIX las modestas casas de los habitantes de la campaña) se ubicarían a lo largo de los ríos, como el de Areco, o de las cañadas, como Cañada de la Cruz o Cañada Honda10.

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El Río Areco actúa como límite entre San Antonio de Areco y San Andrés de Giles desdel dictado de la ley N° 541 del año 1864, reglamentada en 1865, por la que se fijó la demarcación territorial de los partidos situados al norte del Salado. 9 Garavaglia, J. C. (1999). Pastores y labradores de Buenos Aires: una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Buenos Aires: Ediciones de la Flor. En este texto el autor afirma, como se ha indicado anteriormente, que la primera mención a su nombre surge de una merced otorgada en el año 1558 por Juan Torres de la Vera y Aragón a Antón Higueras de Santana. 10 Garavaglia, J. C. (1999). Pastores y labradores de Buenos Aires: una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830, página 54.

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Años más tarde, en el censo realizado en el año 1726, el total de los habitantes llega a 1.266 (la población se ha más que duplicado en menos de veinte años). Sólo la existencia de una oferta de tierras fértiles como la imperante de ese entonces podría explicar estos índices de crecimiento. Asimismo, se destaca un predominio altamente masculino, lo cual se explica a través de las relaciones productivas, y la concentración de la mayoría de los migrantes y las castas. Afirma Garavaglia que los censos de los años 1778 y 1779 realizados en Areco son bastante pobres, por lo cual es preferible dar un salto en el tiempo y pasar a los efectuados en los años 1813 y 1815 en una sección de Areco denominada “Areco Arriba”, un área de nueva colonización. La población en ese entonces alcanzaba los 5.490 individuos y en 1883, 5.868 personas; es decir que la población ha seguido creciendo, pero, a un ritmo cada vez menor (lo que el autor denomina “ritmos regionales diferenciales”)11. Las diferentes olas inmigratorias que en cada período y con sus especialidades, según los trabajos realizados en sus lugares de origen, se insertaron en estas pampas bonaerenses para convertir a la Argentina a principios del siglo XX, en el 4º lugar exportador de granos. Los descendientes de aquellos inmigrantes, que todavía hoy permanecen en el pueblo, han aportado una fuerza multifactorial que nos pone hoy en un pueblo que se moderniza, sin perder la ruralidad. Se reconoce en su imagen sus orígenes poblacionales y hasta en sus nombres y apellidos como un pueblo con impronta inmigrante. Siguiendo a Garavaglia, se conoce que a comienzos del siglo XIX en Areco sólo había españoles, establecido por los censos económicos realizados, evaluado a partir de la actividad que desarrollaban (agricultura o ganadería) y las viviendas que poseían respectivamente, los españoles eran considerados “Don” con tierras propias, otras eran arrendadas, agregados, tierras desconocidas. En 1869, con el primer censo nacional, se destaca una clara presencia de inmigrantes europeos, el 16% de la población total, arrojando en primer lugar a los irlandeses, luego franceses, y en tercer lugar, españoles e italianos. Para el año 1838, Areco contaba con 83 estancias, 43 chacras, dos pulperías en la zona rural y 961 habitantes rurales

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Garavaglia, J. C. (2009). San Antonio de Areco, 1660-1880: un pueblo de la campaña, del Antiguo Régimen a la modernidad argentina. Rosario: Prohistoria Ediciones.

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(llamando cuarteles a aquello que no pertenecía al casco urbano). La actividad de estos establecimientos era netamente de labranza y pastoreo. Quienes realizaban estas actividades se dividían en estancieros (patrones o propietarios), quinteros, chacareros, peones (carreros, troperos de carros, que eran quienes iban a Buenos Aires), acarreadores, acopiadores, corredores de frutas, labradores, comprador de hacienda). Con cierta frecuencia en los distintos procesos de ocupación del espacio de la campaña, se denota que la piedad religiosa de alguno de esos primeros propietarios o de sus descendientes ha llevado a fundar una capilla (generalmente establecida dentro de su establecimiento), la cual funcionaría como elemento multiplicador y aglutinador de la población rural del entorno (como es el caso de las capillas de Luján, San Isidro, San Antonio de Areco, Nuestra Señora del Camino de Merlo, San Nicolás de los Arroyos, Capilla del Señor, Arrecifes, Pilar, Magdalena, San Vicente). Es así como los pobladores se irían ubicando en las proximidades de esas humildes capillas rurales, núcleos en tornos a los cuales los hombres estarían seguros de hallar asociación. En esta misma línea, la historia del Pago de Areco, primero; y de San Antonio de Areco después, está ligada también a la iglesia, primero capilla y posteriormente parroquia. Según mencionan las fuentes históricas, entre los años 1710 y 1714 hubo varias invasiones de indígenas, que hacían estragos sobre las poblaciones de los partidos de San Antonio de Areco y Arrecifes. Como consecuencia de ello, los pobladores de Areco hicieron la promesa a San Antonio de Padua de construir una capilla en su honor si se veían libres de los malones que los azotaban. Esto se llevó a cabo debido a la obra que impulsaron Joseph Ruiz de Arellano y María Rosa de Giles y Monsalvo, alrededor del año 1730, ya que el pueblo se encontraba ubicado dentro de su perímetro 12. Esta tierra y otras fracciones de la misma procedencia fueron adquiridas un siglo después por Don

Ruiz de Arellano dice a su vez (1740): “Declaro que por el fallecimiento de dicho Don Pedro de Giles, su padre y mi Señor, quedó entre otros bienes una estancia en el pago de Areco, tripulada con ganados mayores y menores que no tengo presente los que fueron, porque entonces no se hizo inventario jurídico (…)”. Los títulos de transmisión de dominio que se otorgaban en aquella época eran difusos en su redacción, pero poco explicativos de los datos esenciales respecto de las dimensiones, superficie y orientaciones de la tierra vendida, lo que hace difícil poder determinar la verdadera ubicación de los mismos (Burgueño, 1936: 61). 12

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Manuel José de Guerrico, tierras que aún siguen en poder de los sucesores de éste: Estancias “La Florida”, “La Merced”, “La Santa María” y “La Carolina”. Burgueño (1936) asegura que existió también otra pequeña capilla, la cual estaba dedicada a Nuestra Señora de Begoña en la estancia que poseían los reverendos padres de la compañía de Jesús, en los márgenes del arroyo Lavallén (a 12 kilómetros aproximadamente de San Antonio de Areco), en campos que pertenecieron a la familia Falcón, dentro de los límites de lo que fue la gran estancia de los Giles-Ruiz de Arellano, subdividida y enajenada después del fallecimiento del último. Narra Fagnani que, hace algunos años, existían en el lugar restos de las construcciones, los viandantes y vecinos del lugar la veían sola y abandonada, hasta que la hicieron demoler para utilizar los materiales (1981: 20)13. Así fue como desapareció el edificio más antiguo del Pago de Areco. Lo desarrollado en los párrafos previos sirve como contexto para enmarcar el surgimiento del pueblo y los primeros espacios de asentamiento en el lugar. Si bien en el siglo XVIII la parroquia erigida en honor a San Antonio de Padua constituía un espacio de encuentro entre los primeros pobladores de la zona, para el siglo XIX – habiéndose asentado con mayor magnitud el poblado, junto con los grupos de inmigrantes que habían llegado a la zona– se conforman nuevos espacios de socialización y expresión popular, tales como los festejos de carnaval, la representación teatral y la inauguración de dos espacios cinematográficos en la localidad. Estos ejes serán los analizados a continuación en la presente ponencia.

El carnaval El carnaval en San Antonio de Areco puede considerarse una fiesta popular con más de cien años de historia. Los documentos históricos oficiales que disponemos para el análisis datan del período enmarcado entre los años 1875 y 1921 y dan cuenta de la participación social de un conjunto de personas que intenta conformar un sólido espacio de interacción y, asimismo, el interés del Estado por canalizar estos festejos dentro de la órbita municipal u oficial.

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Fagnani, C. O. (1981). San Antonio de Areco: una comunidad que piensa y trabaja. Buenos Aires: Intercop Editora Cooperativa, página 20.

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En la campaña bonaerense se celebra el carnaval desde la época de la colonia siguiendo la tradición europea, donde se mezclan los tiempos religiosos con los ritos paganos, las jerarquías se borran, los disfraces y las máscaras permiten el anonimato y el control social se distiende ampliándose las libertades de los participantes14. Durante todo el siglo XIX el carnaval preocupó al Estado y a la Iglesia. El gobernador Juan Manuel de Rosas en sus primeros gobiernos promovió estos festejos pero en 1844 los prohibió. En la segunda mitad del siglo XIX en San Antonio de Areco, el crecimiento del pueblo hace del carnaval una verdadera expresión popular que se despliega en las calles y se prolonga hasta altas horas de la noche. Analizando las investigaciones realizadas por Milita Alfaro (2008) sobre los festejos de carnaval en Uruguay, se evidencia una caracterización de estas celebraciones con elementos “bárbaros”. En consonancia con lo que había definido anteriormente José Pedro Barrán respecto a la imperiosa presencia de la cultura “bárbara” durante buena parte del siglo XIX en Uruguay (en vinculación también con lo analizado por Mijail Bajtín respecto al realismo grotesco), todavía a finales de dicho siglo la prensa montevideana daba cuenta de la “barbarie” carnavalesca de los antepasados a través de incidencias que denotan, por ejemplo, “la afición al juego con agua de los corredores de Bolsa que, en vísperas de carnaval del año 1892, interrumpieron la actividad bursátil de los viernes para trabarse en una descomunal guerrilla que provocó la inundación del edificio”; o de “la irresistible atracción despertada por las serpentinas en un alto jerarca del Telégrafo Nacional que, ante la escasez en plaza de las novedosas espirales de papel importadas de París, en 1895 echó mano a la cinta telegráfica que había en depósito, agotando en su totalidad las reservas que disponía el organismo”15. A través de la lectura y exploración de las fuentes oficiales se puede vislumbrar (desde la perspectiva de hoy) que aquellos festejos se parecían menos a una fiesta que a una guerra donde cada casa se convertía, siguiendo las palabras de Milita Alfaro, “en un cantón preparado para resistir los asaltos del carnaval heroico” (Ibídem). Ante este clima de carcajadas y corridas, es fácil imaginar el saldo de accidentes y desgracias Bajtín, M. (1987). “Introducción. Planteamiento del problema” en La Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento. Madrid: Alianza. 15 Alfaro, M. (2008). Memorias de la bacanal: vida y milagros del Carnaval montevideano 1850-1950. Uruguay: Ediciones de la Banda Oriental. 14

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que podía dejar el carnaval, desde cabezas rotas de una pedrada, ojos machucados o vaciados por un certero huevazo, hasta caderas y piernas quebradas por innumerables caídas. A esto se debe consecuentemente la intención de “controlar” o poner “orden” a los festejos del carnaval que se daban durante el día y se prolongaban hasta la noche, por parte del Estado, para impedir el uso de objetos que puedan dañar a las personas y/o prohibir el uso de disfraces sin autorización. El primer documento correspondiente al Archivo Histórico Municipal que poseemos data del año 1875 y lleva el sello oficial del gobierno municipal caracterizado con la imagen de una oveja, símbolo de la actividad económica de la zona pampeana hasta el período de “la conquista del desierto”, momento en el cual dicho símbolo sería desplazado para representar el sur del país y su reemplazo sería el cultivo del trigo, dando expresión al arribo masivo de inmigrantes europeos del sur (“los campesinos”). En febrero de 1875 un aviso municipal mencionaba las disposiciones en relación al próximo festejo de carnaval, estableciendo que “queda absolutamente prohibido el juego con huevos u objetos que puedan dañar a las personas”. Del mismo modo, se disponía que nadie pudiera disfrazarse “sin el correspondiente permiso, el cual debe solicitarse en la comisaría y por el que se abonara cinco pesos”, y se establecía que los contraventores a las precedentes disposiciones serían “castigados con una multa de cincuenta pesos”16. En los siguientes documentos, correspondientes a febrero del siguiente año, el municipio establece que “es necesario tomar algunas medidas al respecto”, con el propósito de intentar controlar y regular el festejo. Como medida, se dictamina que “toda persona que se disfrace está obligada a sacar una licencia, la que le será expedida por el oficial de policía y pagar un derecho municipal de cinco pesos cada una”. El documento expresa que “esta medida es tomada a fin de contrastar los abusos a que pudiese haber lugar”. A estas disposiciones se suma un edicto de policía, el cual sostiene que el Juzgado de Paz, de acuerdo con lo dispuesto por la Municipalidad de San Antonio de Areco, había acordado y ordenar que: “Las horas de juego en los días de carnaval serán desde las doce hasta las seis de la tarde; pasado dichas horas

La información analizada es la contenida en los documentos sobre el “Carnaval entre 1875 y 1921” pertenecientes al Archivo Histórico Municipal de San Antonio de Areco. 16

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queda absolutamente prohibido”. En segundo lugar, se recuerda que las personas que quieran disfrazarse estarán sujetas a sacar la licencia otorgada por el oficial de policía, llevando un número de orden y dejando anotado su nombre en un libro, como una forma de registrar aquellos individuos que formaran parte del festejo, y poder identificarlos en caso de que cometieran algún delito. En febrero de 1883 una disposición del Juez de Paz indicaba que “en atención a las desgracias y desórdenes a que dá lugar el juego de carnaval, la Municipalidad ha resuelto prohibir en él, el uso de cáscaras de huevo, legumbres, bombas (de) orina y en general de todo aquello que pueda perjudicar a las personas en su salud o vestidura”. Al año siguiente un nuevo edicto municipal “recuerda al vecindario que está en vigencia la ordenanza que prohíbe en el carnaval el uso de cáscaras de huevo, legumbres, pinturas y en general todo aquello que pueda perjudicar a las personas (…)”. Se indica también que “los contraventores sufrirán una multa de cien pesos sin perjuicio de las indemnizaciones a que hubiera lugar”. En el año 1887, algunos vecinos y negociantes de la localidad de San Antonio de Areco solicitan al Honorable Concejo, a través de un comunicado, el permiso conveniente para “dar baile de disfraz en los días del próximo carnaval en el salón de la Sociedad Española, para lo cual se someterán a las indicaciones que al respecto tenga a bien hacerle el Honorable Concejo (…)”. Contando con el permiso correspondiente, los nuevos inmigrantes comienzan a incorporarse a los festejos populares, que se distinguían de las costumbres de las elites. El carnaval pasa a integrar las fiestas públicas mediante un comunicado del intendente Alberto Casco, quien destina fondos a una comisión especial que se dedica a la decoración las calles. Ese mismo año, antes de que se diera lugar al festejo de carnaval, el Concejo Deliberante de San Antonio de Areco vuelve a emitir una ordenanza correspondiente a cómo debe ser la celebración, ampliando las limitaciones y explicitando en detalle qué es lo que puede o no realizarse, evitando así las atribuciones personales. En primer lugar establece que “queda absolutamente prohibido en el juego de carnaval arrojar harina, polvos de colores, confites, legumbres verdes o secas, huevos, frutas naturales o imitadas en cera, o globos de goma”. En el segundo artículo se menciona que “quedan exceptuadas de la anterior disposición las flores sueltas y el agua arrojada con

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pomos o bombas solamente”. No obstante, se permitía la infracción de este acuerdo dentro de los domicilios, “a puertas cerradas”, siendo responsabilidad exclusiva de los dueños de casa. Dicha ordenanza expresa también que “los contraventores pagarán una multa que no exceda de dos pesos, sin perjuicio de los daños que causare a terceros”. Respecto a las aprobaciones, se indica que “se permitirá el disfraz a toda persona que de antemano haya provisto el permiso respectivo, quedando prohibido el uso de vestiduras sacerdotales y uniformes militares de la época, de funcionarios públicos, etc.”. En la misma línea la ordenanza prohíbe en su artículo sexto “las vestiduras indecorosas y los cantos, discursos y danzas indecentes como también el uso de armas aunque lo requiera el traje que se use”. Estas disposiciones contaban con el conocimiento de la policía local y la intendencia para asegurar su cumplimiento. Ese mismo año el Concejo presidido por J. C. Burgueño dispuso al intendente Alberto Casco contribuir con la suma de treinta pesos para ayudar a los gastos que originaba el arreglo de las calles durante los días de carnaval, además de la intervención y/o ayuda que harían los peones de la Municipalidad. Esa suma se pondría a disposición de la comisión encargada de dichas fiestas, imputándose al inicio de las “fiestas públicas”. En relación a la solicitud presentada por los señores Pedro Solana y Cipriano Aristi dirigida al intendente para establecer bailes de disfraz en los días de carnaval (19, 20, 22 y 27 de febrero de 1887) y en el local Sociedad Española, los miembros del Honorable Concejo Deliberante conceden finalmente el correspondiente permiso. En 1888, el Concejo Deliberante dispone seguir contribuyendo con la suma de treinta pesos para ayudar a los gastos que se originan en torno al arreglo de las calles en los días de carnaval. Asimismo, ese mismo año se dio lugar a un programa que establecía la disposición de la fiesta, la cual sería encabezada por la banda de música la localidad y la entrada a la misma sería por la calle Lavalle esquina Arellano. En caso de que hubiera comparsas con carrozas, éstas tenían preferencia e ingresaban por orden de llegada (tomando la acera de la derecha, a excepción de los médicos). El corso tenía un horario de inicio a las 17 y de finalización a las 21 horas. Sólo estaba permitida la entrada al corso a caballo a las máscaras y personas que llevaran trajes de fantasía, quienes debían seguir igualmente la dirección del corso. El trayecto que recorría el mismo comprendía las calles Lavalle desde Arellano hasta Alsina, o desde

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Lavalle hasta Buenos Aires; Buenos Aires desde Alsina hasta Arellano y Arellano desde Buenos Aires hasta Lavalle. La salida del corso sólo se podía hacer en la calle Alsina o Arellano, esquina a la de Buenos Aires. Dichas calles eran adornadas con álamos, banderas y gallarditas, y por la noche, iluminación a la veneciana. En el artículo sexto del año 1889 se establece que “queda absolutamente prohibido arrojar agua en el corso, pudiendo tan solo permitirse el juego con pomos y flores, debiendo los infractores a este artículo, ser severamente castigados”. En relación al final de la celebración, el día domingo, último día de la fiesta, se disponía el entierro de carnaval. En el marco de la disposición de las fiestas de carnaval, la comisión encargada para organizarlas rogaba cooperación al comisario de la policía, con el propósito de guardar el orden y conservar las banderas y gallarditas que se colocaban en las calles. También solicitaba hacer componer algunas zanjas que existían en las calles por donde debía transitar el corso. Para este período se denota una sólida conformación de la llamada “Comisión de fiestas del carnaval”, el grupo de organizadores de la celebración en la localidad, quienes tenían a cargo cada mes de febrero comenzar con la gestión de los arreglos de las calles y los cuidados necesarios, mediando con el municipio (a través de la cesión de personal de peones para ayudar a efectuar los trabajos) y la comisaría local (para asegurar el orden durante los festejos). Los documentos históricos del Archivo Municipal de San Antonio de Areco anuncian el comienzo de las celebraciones de carnaval cada mes de febrero, sin tener registro de ninguna notificación adicional hasta el año 1906. En relación a quienes desarrollan la organización de la fiesta, persiste la estructura de “un grupo de jóvenes constituidos en comisión para iniciar el trabajo de organización del corso”, los cuales solicitan al intendente municipal de dicho período (Don F. Raúl Laplacette) la autorización correspondiente para efectuar la disposición como así también “el precioso apoyo de la autoridad que tal inviste”.

El teatro Enmarcado en el lento proceso de recuperación y ordenamiento después de la batalla de Caseros (1852), se inicia esporádicamente la emigración desde Italia de pequeños grupos familiares que vienen a Argentina en busca de paz y trabajo. Los

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primeros inmigrantes llegan de la península en 1860, incrementándose ampliamente las olas migratorias entre los años 1870 y 1890. Varios de ellos quedan en Buenos Aires y otros tantos se aventuran a la pampa (Luján, Areco o Arrecifes), quienes se instalaron, agrupándose por hablar el mismo dialecto, hasta que a alguno de ellos se le ocurrió que debían aprender el castellano. Esta necesidad, como así también las espirituales, los llevó a congregarse en una entidad y es así como en el año 1881 en San Antonio de Areco se fundó la “Sociedad Italiana de Socorros Mutuos”. Ese año la unión de inmigrantes italianos y sus descendientes tuvo también otra entidad representativa que se denominó “Sociedad Colonia Italiana de Socorros Mutuos XX de septiembre”. Ambas instituciones se crearon con fines sociales, anhelando y trabajando para que la vida en el nuevo territorio tuviera reminiscencia de la patria que habían dejado. El 19 de julio de 1900 el rey de Italia Humberto I es asesinado y, en su homenaje, las dos entidades se fusionan con la denominación de “Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Humberto I”. Con el correr de los años esta entidad fue creciendo, alcanzando sus objetivos sociales y culturales. Hacia fines del siglo XIX se crean la Sociedad Española y la Sociedad Italiana, las cuales ambas contienen en sus edificios los escenarios sociales más relevantes que perduran hasta la actualidad. En esos tiempos las compañías de teatro recorrían los pueblos bonaerenses con sus espectáculos, como la de Ernesto Dodero (un afamado titiritero, quien solicitaba al municipio una quita al impuesto de espectáculo teniendo en cuenta la “modicidad” en el precio de las entradas y las “morales” reflejadas en su trabajo que traía exitoso de su recorrida en pueblos vecinos). Sobre las tablas de estas salas se presentaban diversas orquestas sinfónicas y se realizaban obras teatrales organizadas por artistas locales. Las señoritas que participaban eran invitadas formalmente por el organizador, dirigiéndose a sus padres o tutores. Muchos de estos negaban la participación de sus hijas, aludiendo a luto o compromisos asumidos, mientras que otros gustosos apoyaban el evento que luego tendría lugar en el teatro de la Sociedad Italiana. Estos espacios también albergaban a los conciudadanos a recordar fechas históricas, como “Las Romerías”, los festejos realizados en abril por la Sociedad

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Española donde se recreaban bailes y costumbres típicas de España. Las fuentes indican que la actividad teatral fue constante durante todo el siglo XX, momento en el cual diversos grupos se constituyeron y actuaron en San Antonio de Areco. El Centro Recreativo de Artesanos, fundado en el año 1900 por un conjunto de vecinos, formó un grupo de teatro dirigido por Pedro Marconato en la década de 1930. Sus obras teatrales se representaban en el Cine Teatro Vieytes. En los años cuarenta un grupo de egresados de la Escuela N° 4 se organizó para realizar distintas puestas teatrales en la Sociedad Española. El Teatro Vocacional del Círculo Teatral Mariano Moreno comenzó su actividad en mayo de 1958 con la puesta en escena de “Los ojos llenos de amor” de Abel Santa Cruz. Después de varios años de labor teatral en San Antonio de Areco y localidades vecinas, y tras un período de inactividad; regresaron en 1984 con “Tute Cabrero” de Roberto “Tito” Cossa. Esta puesta, bajo la dirección de Pilar Lozano, recibió una mención en el festival provincial de Saladillo. También en la década del sesenta se formó el grupo “Juvenilia” y en la década del setenta se inicia la labor del exitosísimo grupo “El Sótano”, que recorrió escenarios de pueblos vecinos realizando puestas de Juan Carlos Gorostiza, entre otras. A fines del siglo XX surge el grupo del teatro independiente “El Garaye”, creado a partir de un grupo de un taller de actuación coordinado por Fabiana Devereux y José María Irazú en el año 1993. Fue en ese año que se puso en escena “Made in Lanús” y hasta la fecha lleva realizados más 34 espectáculos para adultos, teatro y títeres para niños, clown y narración oral; recibiendo consecuentemente 29 premios regionales y/o provinciales en distintos rubros.

El cine Frente al mencionado contexto de la oleada inmigratoria ocurrida en el siglo XIX en Argentina, se construyó el edificio del Cine Teatro Vieytes en una de las calles principales de San Antonio de Areco, siendo una sala que contaba en sus comienzos con una amplia platea y palcos al mejor estilo itálico. Años después fue remodelada, perdiendo en su interior aquel estilo (ya que sus palcos fueron retirados), pero que en parte se conservan en su fachada, con sólidas columnas que sirven de marco al pórtico

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de entrada, confeccionada con hierro forjado de doble hoja artesanalmente trabajado. Desde su fundación, el edificio era utilizado para presentar distintas puestas en escena de teatro, ópera, baile y demás eventos artístico-culturales. Actualmente es la única sala cinematográfica del pueblo, utilizada además por diversas entidades para espectáculos y reuniones sociales. “Palo a Pique” fue el otro cine de San Antonio de Areco. Según relata su hija María, Julio Speroni regresó a Buenos Aires después de vivir muchos años en el norte de Argentina dedicándose a la industria cinematográfica (tenía un cine en la ciudad de Salta llamado “Radar” y ya contaba con las conexiones con las distribuidoras). Instalado en Capital Federal, pero con ansias de radicarse finalmente en su pueblo natal, empezó a pensar seriamente en continuar con su ocupación preferida: empresario cinematográfico, ocupación que podría compartir con sus hermanos. Según narran sus familiares, Julio sufrió su primera desilusión cuando un estudio de mercado arrojó como resultado que la población de su querido San Antonio de Areco no crecía con la rapidez necesaria para que su sueño pudiera subsistir, por lo cual quedaría atrás la idea del edificio de dos pisos, donde también tendría la casa para su familia al radicarse definitivamente. Pero, como no quería de ninguna manera desechar su idea, con gran creatividad y poco dinero, pudo darle forma a su proyecto cinematográfico. En el año 1967, después de intentar comprar (sin éxito) el Cine Vieytes (que para ese momento no se encontraba en funcionamiento), inauguraba su propio cine en una antigua casa ubicada en la calle Alsina. Al poco tiempo, el Cine Vieytes reabriría sus puertas, fomentado por la aparición del nuevo espacio cinematográfico del pueblo. “Palo a Pique” fue el nombre que Julio Speroni eligió para el lugar, haciendo referencia al corral que se llama así, debido a que está hecho con los postes puestos de forma desordenada, y según él su cine había sido construido de esa forma, respetando la fachada de la antigua casa y modificando su interior lo menos posible.

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“Palo a Pique” tenía la particularidad de ser un cine con butacas al aire libre, algo que no existía en ningún punto del país en aquella época17. Teniendo en cuenta lo mencionado por su hija María, el pueblo entero se preguntaba cómo iba a ser el nuevo cine. El frente de la antigua casa mantuvo su estructura original, aunque el frente recibió una mano de cal rosada. Uno de los elementos distintivos y modernos del emprendimiento de Speroni fueron las sillas de la sala, hechas de fibra de plástico, un material totalmente nuevo en el mercado, traídas especialmente desde la ciudad de Rosario para “Palo a Pique”. Éstas eran multicolores y con un diseño anatómico, lo cual le otorgaron al cine el toque pop de la época. El equipamiento técnico (un buen equipo de sonido y dos modernas máquinas proyectoras) fue la inversión más costosa, adquirida en su mayoría del cine “El príncipe”, ubicado en Avenida Cabildo. Además, el lugar contaba con un bar, donde se podía tomar café y/o whisky, comer panchos y/o sándwiches de milanesas caseras, todo mientras se miraba cómodamente la película. La mayor particularidad del espacio era que allí se podía fumar. Con el ticket se podían observar dos películas. Entre cada una de ellas, se brindaba un intervalo en el cual los espectadores colmaban el bar del lugar. María relata que Julio tenía un sistema de aviso muy particular: a través de las luces del lugar, emitía señas para anunciar al público el inicio del film, la finalización del intervalo y otras notificaciones. El programa de películas proyectadas cambiaba semanalmente. Los programas se repartían en comercios y eran impresos en la imprenta del pueblo. Las funciones eran por la noche. Los jóvenes asistían mayormente los días sábados, domingos y lunes. La publicidad se realizaba a través de dos medios de difusión locales: Don Dámaso Odetto, que con un altoparlante sobre un automóvil recorría las calles del pueblo pasando avisos mechados con frases risueñas y pintorescas, y Radio Areco, que tenía un parlante en calle Alsina para transmitir los programas y sus publicidades.

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Si bien algunos vecinos decían haber visto un cine con las mismas características en la provincia de Córdoba, nunca se pudo comprobar.

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“Palo a Pique” era atendido por la familia: Fito era el hermano de Julio y socio colaborador; Alberto, el otro hermano Speroni, estaba en la entrada; Elena, su hermana, en la venta de boletos, y Julio en la parte directiva y técnica. El bar estaba a cargo de Juan Subervié. Este emprendimiento no sólo generó sorpresa a nivel local, sino también a mayor escala. El diario “El heraldo del cine” publicó un artículo sobre el mismo, titulando “tradición y arte pop”, destacando “la original idea de Julio Speroni” y ponderando el equipamiento, los servicios, el sentido artístico, el excelente gusto, pudiendo mantener –al mismo tiempo– el respeto por la tradición característica del Casco Histórico del pueblo. Avanzaba el tiempo y la fama de “Palo a Pique” seguía creciendo, desde las estancias de los alrededores, los espectadores se acercaban con mantas y frazadas para soportar el tiempo frío del aire libre. Según relata su hija, Julio seguía siendo “un innovador” en la industria local ya que decidió incorporar una micro sala para la temporada de invierno, con una pared desmontable que se quitaba en verano para poder ver nuevamente las estrellas y la luna. María también menciona que los logros del emprendimiento de su padre “hicieron que Areco pudiera conocer el buen cine del momento, disfrutando de un lugar único, acompañados de amigos, familias, bebés en sus cochecitos, adolescentes que hacían rodar botellas de gaseosas hacia adelante, gatos que se cruzaban en el medio de la proyección y hasta el canto de un gallo que se confundía de hora”, además “enriqueció la cultura de todos los que lo conocieron, respetó la tradición en cuanto al nombre y al edificio, brindando la última tecnología en cuanto a equipamiento y comodidad”. En su relato, la hija de Julio destaca algunos hechos, como el artículo de la carta a los lectores del diario La Nación del año 1968 que ponderaba al cine. Entre las anécdotas que menciona la hija de Julio, se destaca, por ejemplo, que durante el estreno del film de terror “Espera en la oscuridad” (1967, protagonizado por Audrey Hepburn), un gato maulló fuertemente en la escena de suspenso más intensa, lo que generó nerviosismo en toda la sala; las barras de muchachotes que se tentaban durante la película, a los cuales Speroni echaba sin clemencia, aunque entre ellos estuviera su futuro yerno; las noches donde las películas de Stallone llenaban la sala de punta a punta; las mujeres que suspiraban por Alain

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Delon a la luz de la luna y las estrellas; los chicos que se quedaban afuera del cine por no tener documento de identidad y ser menores de edad; los vecinos que veían las películas sin pagar entrada desde los techos de sus casas, entre otras tantas que también recuerdan familiares y vecinos de la localidad. Si bien “Palo a Pique” fue un símbolo de una época en San Antonio de Areco, la aparición de la videocasetera y el VHS afectó los ingresos de la industria, comenzando a popularizarse –consecuentemente– el hecho de no salir y disfrutar de “las comodidades en las casas”. Julio juró seguir adelante mientras no tuviera que sacar dinero de sus ahorros para mantenerlo. Pero la invención tecnológica había afectado drásticamente las ganancias, por lo cual a la primera vez que el negocio dio pérdidas, sus puertas se cerraron en 1987 y el edificio fue vendido. Primeramente lo compró la familia Caresano, con el objetivo de instalar allí un boliche bailable, pero el negocio no fue posible, por lo cual lo vendieron a la familia Pieroni y actualmente allí funciona una sede de una iglesia evangélica.

Conclusión El espíritu de encuentro, socialización y festividad del siglo XIX, impulsado por los grupos de inmigrantes que llegaban al país e intentaban consolidar un espacio de identidad propio, fue sustancial para forjar y fomentar el crecimiento de los festejos del carnaval, la creación de dos espacios cinematográficos y la consolidación de distintos grupos de teatro exitosos en San Antonio de Areco. Estos tres ejes de congregación y representación, resultaron particularmente pródigos en transgresiones de la misma naturaleza: afianzar la expresión y celebración del pueblo. No obstante, en épocas de desbordes lúdicos y excesos, donde los encuentros populares asumían formas de diversión masiva y niveladora desde mediados del siglo XIX, el Estado Municipal se hizo presente para controlar, prohibir (aunque con poco éxito, por cierto) y regular –en primer lugar– el juego del carnaval, para posteriormente hacerlo también en los otros espacios, estableciendo desde su órbita (por momentos con una prédica disciplinadora) talleres de teatro, organizando festivales y espectáculos. A través del análisis de los relatos, las fuentes documentales, periodísticas, fotográficas y bibliográficas, es posible advertir que el surgimiento de estos tres

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espacios de socialización en San Antonio de Areco –carnaval, teatro y cine, y su posterior afianzamiento– se debe a la iniciativa de particulares y/o grupos de vecinos (como las Comisiones Organizadoras) con ideas de celebración y espíritu de encuentro, que si bien pueden haber sido catalogadas como bárbaras, impropias y turbulentas en su momento, hoy en día persisten al margen de cambios y permanencias, como consecuencia del accionar del Estado que llevó a cabo las reformas para su continuidad.

Bibliografía Alfaro, M. (2008). Memorias de la bacanal: vida y milagros del Carnaval montevideano 1850-1950. Uruguay: Ediciones de la Banda Oriental. Anales de la Junta de Estudios Históricos de San Antonio de Areco (1972). San Antonio de Areco. Volumen I. Archivo Histórico Municipal de San Antonio de Areco. Asociación PROEDUCAR (1998).San Antonio de Areco: Siglos de historia y tradición. Buenos Aires. Bajtín, M. (1987). “Introducción. Planteamiento del problema” en La Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento. Madrid: Alianza. Burgueño, J. C. (1936). Contribución al estudio de la fundación y desarrollo del pueblo de San Antonio de Areco. 2ª. ed. Fagnani, C. O. (1981). San Antonio de Areco: una comunidad que piensa y trabaja. Buenos Aires: Intercop Editora Cooperativa. Fagnani, C. O. (1995). San Antonio de Areco: Pago-Pueblo-Ciudad. 264 años de vida institucional. Buenos Aires: Intercoop. Garavaglia, J. C. (1999). Pastores y labradores de Buenos Aires: una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Buenos Aires: Ediciones de la Flor. Garavaglia, J. C. (2009). San Antonio de Areco, 1660-1880: un pueblo de la campaña, del Antiguo Régimen a la modernidad argentina. Rosario: Prohistoria Ediciones.

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