Carlos V y Germana de Foix

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Descripción

Colegio Heráldico de España y de las Indias I JORNADAS SUPERIORES La Herencia Imperial de Carlos V Realizadas en nuestra sede durante los meses de Noviembre y Diciembre de 1997, con la colaboración de la Sociedad Heráldica Española, la Imperial Orden Hispánica de Carlos V, y la Universidad Moderna de Lisboa. Se debatieron las consecuencias de la Herencia Imperial que aportó a España Carlos V y sus repercusiones sobre la evolución española de los dos siglos posteriores. Se dieron cita diversos espertos que intervinieron en las tres mesas redondas que se convocaron, presididas por especialistas sobre el tema. 1º Carlos de Gante y Germana de Foix, por el Excmo. Sr. Dr. Don Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio; 2º Carlos de España y la Plenitud Imperial, por el Ilmo. Sr. Don Rafael Portell Pasamonte; 3º Carlos de Yuste y su Testamento Político, por el Ilmo. Sr. Don Manuel Ángel Lobeiras Fernández. Se concedió un diploma acreditativo y se publicaron las diversas ponencias presentadas en la Revista del CHEI.

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix Dr. Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, Marqués de Casa Real Director del Colegio Heráldico de España y de las Indias Gran Placa de la Imperial Orden Hispánica de Carlos V y Aspas de Borgoña de la Sociedad Heráldica Española

- El Destino Imperial de Carlos de Gante En el año 1496 desde el puerto asturiano de Laredo zarpaba con destino a Flandes una flota, bajo el mando del propio Almirante de Castilla Don Fadrique Enríquez, en la que acompañada de un brillante séquito viajaba la Infanta Doña Juana de Trastámara, tercero de los hijos de los Reyes Católicos, para contraer 2

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix matrimonio con el Archiduque Felipe de Habsburgo, hijo del Emperador Maximiliano II y de su esposa Doña María de Borgoña. El Archiduque salió a caballo al encuentro de su esposa y tan prendados quedaron de sí ambos jóvenes de 18 y 17 años que hubo de apresurar su enlace a fin de evitar que la novia pudiera no llegar entera al matrimonio. Más el apasionamiento de los primeros días duró poco tiempo, pues la inconstancia del esposo le hacía volverse y perseguir a cuantas mujeres se le cruzaran, y Doña Juana hubo de sufrir las frecuentes ausencias de su marido que fueron despertando en ella grandes celos que acabaron por acelerar la locura que la venía en los genes recibidos de su abuela materna Doña Isabel de Portugal. Estas desavenencias no serían obstáculo para que el matrimonio, en los apenas diez años que duró, tuviera seis hijos, dos varones y cuatro mujeres: Leonor (1498) que fue reina de Portugal por su matrimonio con Manuel II y de Francia al casar con Francisco I; Carlos (1500), Emperador Romano-Germánico y Rey de España; Isabel (1501), reina de Dinamarca al casar con Cristian II; Fernando (1503), Emperador Romano-Germánico, María (1505), reina de Hungría al casar con Luis I; y Catalina (1507), reina de Portugal por su matrimonio con Juan III.

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Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio En la ciudad de Gante, el día de San Matías, 24 de Febrero del año de gracia de 1.500, durante una de fiesta de las muchas que frecuentemente se celebraban en la alegre corte de los Archiduques, la Archiduquesa Doña Juana sintiose indispuesta en medio de uno de los bailes y apresuradamente hubo de retirarse a un excusado, en donde prematuramente daría a luz al que habría de pasar a la historia como Carlos V. Celebrose en la Corte el nacimiento del pequeño archiduque, al que si la suerte acompañaba podría heredar algún día la Corona del Imperio RomanoGermánico. Lejos estaban todos de pensar que también heredaría los reinos hispánicos pues éstos, incluida la corona portuguesa, corresponderían al Infante Don Miguel, hijo de la Infanta Doña Isabel, primogénita de los Reyes Católicos y del Rey Manuel II de Portugal. Más, la parca que caprichosamente teje y desteje el hilo de la Historia, habría de cebarse con el pequeño Infante al que arrebató la vida apenas cumplidos los 22 meses. Desaparecía así el tercer obstáculo que separaba a Carlos de la herencia española, primero había sido su tío el Príncipe Don Juan, fallecido prematuramente a los 19 años en 1497 sin dejar heredero, luego su tía la Princesa Doña Isabel, fallecida en 1498, y por último el hijo de ésta el Príncipe Don Miguel que ya había sido reconocido heredero de las Coronas de Castilla, Aragón y Portugal. Los Reyes católicos llamaron a su hija Doña Juana para que, junto con su esposo e hijos, retornase a España a fin de ser jurada heredera, más éstos con diversos pretextos retrasarían incomprensiblemente su viaje durante más de año y medio, hasta que el día 2 de Enero de 1502 entraban en España por la ciudad fronteriza de Fuenterrabía. A la vista de los esposos la Reina Católica sufriría una grave decepción y se la vio envejecer rápidamente, pues su hija Juana era muy desgraciada y ya 4

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix presentaba los síntomas de la locura en que se había sumido su infeliz madre y abuela la reina Doña Isabel de Portugal. y su yerno Don Felipe no merecía ni el desmedido amor de su mujer ni el trono de España. Sin embargo Doña Juana era la heredera y fue jurada como tal por los reinos hispánicos y con ello el niño Carlos vio reconocido su derecho a la herencia hispana.

Si bien esto se logró sin dificultad en las Cortes de Castilla, las Cortes de Aragón, pretextando que allí no era usual el que las mujeres fueran reinas desde que el testamento de la Reina Doña Petronila lo hubiera así dispuesto, hicieron la reserva que si de enviudar el Rey Don Fernando, llegase a contraer segundas nupcias y de ellas tuviera heredero varón, aquel reconocimiento de Doña Juana que ahora hacían sería nulo teniendo entonces al hijo de Don Fernando como heredero de la Corona de Aragón y demás reinos a ella vinculados.

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Seguidamente las últimas desgracias familiares fueron apagando el corazón de la Reina Católica y un 25 de Noviembre del año 1504, falleció en el Castillo de la Mota. Un mes antes el 12 de Octubre, fecha señalada en la vida de la gran reina, sintiéndose ya próxima al fin de sus días, había emitido su Testamento en el que instituye heredera de todas sus tierras, reinos y señoríos pertenecientes a la Corona de Castilla a su hija Doña Juana, Archiduquesa de Austria y Duquesa de Borgoña, la cual deberá tomar el título de reina desde el mismo día en que ella muriese. Pero deja bien dispuesto que si su hija no tuviera voluntad de gobernar, o manifestase su incapacidad para ello, el Rey Don Fernando debería administrar y gobernar Castilla hasta que su nieto el Infante Don Carlos tuviera a lo menos veinte años cumplidos y a condición que venga y resida en España. Y si éste muriera sin sucesión legítima pasarían sus derechos a su hermano Don Fernando y en su defecto a sus hermanas.

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Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix En cumplimiento del Testamento de la reina, Don Fernando hizo proclamar Reina de Castilla a su hija Doña Juana a la que mandó llamar viniera urgentemente y en ínterin se hizo nombrar Gobernador y Regente de Castilla por las Cortes reunidas en Toro. Envió embajadores a Flandes con una carta en que saludaba a su yerno como Rey de Castilla pero con la condición que viniera a residir en ella y acompañado de su esposa para hacerlos coronar como reyes, pero si viniera solo o su esposa la reina propietaria no estuviera en condiciones de reinar, por lo alterado de su mente haciendo realidad los rumores que acerca de ello corrían, según se disponía en el Testamento de la Reina Católica mantendría la gobernación de Castilla hasta que su nieto Carlos pudiera hacerse cargo de ella. Pensaba Don Fernando que si el Archiduque dejaba en Flandes a su esposa o la hacía recluir por su locura a fin de gobernar en solitario volvería Castilla contra Aragón rompiéndose así la unidad hispánica.

No le faltaba razón a Don Fernando pues estos eran los planes de su yerno quien nada más conocer la noticia se apresuró autoproclamarse en Bruselas Rey de Castilla y León, y a reconciliarse con Francia, en guerra entonces con España, mediante el Tratado de Lyon por el que se concertaba por separado la paz entre 7

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio Castilla y Francia dejando a Aragón aparte, lo que se ratificaba lo ya acordado anteriormente sobre matrimonio del joven Carlos de apenas 4 años de edad con la princesa Carolina de Francia, hija de Luis XII. El emperador Maximiliano cedía al rey francés el Ducado de Milán, feudo del Imperio, y el monarca francés terminaría la guerra que con Aragón tenía siempre que el Rey Católico reconociera a su yerno como Rey de Castilla y le cediera la corona de Nápoles. Había unas clausulas secretas, acordadas poco después en Hagueneau, por las que se acordaba también que el monarca francés le ayudaría a incapacitar a su esposa Doña Juana, por su ya manifiesta locura. Con esta incapacitación, el Archiduque podría asumir personalmente el gobierno de Castilla, apoyado por la mayor parte de la nobleza castellana, en contra del testamento de la reina Doña Isabel en el que se preveía que en caso de muerte o incapacitación de su hija Doña Juana sería Don Fernando el que gobernaría Castilla hasta que su nieto Don Carlos llegara a la mayoría de edad. Se acordó con el francés que en el caso de que Don Fernando intentara reclamar este gobierno y entrara con sus ejércitos en Castilla, los franceses apoyarían con sus tropas al Archiduque, para que éste hiciera realidad su gobierno de Castilla y , en contrapartida, a su apoyo les cedería el Reino de Nápoles. Éste se encontraba en aquellos días guarnecido con tropas castellanas y aragonesas al mando del Gran Capitán, al que el Archiduque se apresuró a escribir instándole que, como castellano que era, le reconociera como a su rey y señor obedeciendo cuanto le ordenase. El Archiduque una vez se hallara en poder de Nápoles se dividiría este reino con los franceses, a fin de ratificar la paz con Francia. Al mismo tiempo el Archiduque hizo recluir a su esposa en sus habitaciones, apartándola de toda su servidumbre castellana e impidiéndola así que pudiera escribir o recibir cartas de su padre, llegando incluso a someter al potro de tormento a unos enviados del Rey Católico que la habían visitado para conocer de 8

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix ellos el contenido de su embajada. Seguidamente preparó su viaje a Castilla, solo sin su esposa que se encontraba embarazada, acompañado de un ejército de lansquenetes para reclamar sus derechos. Mientras, negociaba con los grandes castellanos a los que prometió restituirles el poder y privilegios que tenían en tiempos del débil Enrique IV y que habían perdido por el enérgico gobierno de los Reyes Católicos. Éstos le ofrecieron sublevarse en su favor, el Duque de Medina Sidonia le ofreció un ejército de diez mil lanzas que levantaría en sus tierras andaluzas. En todas partes los nobles castellanos conspiraban abiertamente contra el enérgico gobierno de Don Fernando, incluso algunos Grandes se permitieran faltarle en público el respeto debido y le exigieron que abandonara el reino. Castilla no podía mostrarse más ingrata con quien durante treinta y cinco años tan dignamente había llevado el título de Rey de Castilla, logrando izar su pendón morado en las torres del Generalife, lo que sus monarcas anteriores no habían sido capaces lograr desde que dos siglos atrás Fernando III reconquistó Andalucía dejando solo el enclave granadino.

- Doña Germana de Foix, reina de la discordia o de la paz Difíciles se presentaban las cosas para España en el año 1505, la amenaza de guerra interior entre Castilla y Aragón unida a la invasión de las tropas de Francia y de los Habsburgo. Más no en vano el rey Don Fernando era el mejor político de toda Europa, según le reconocería años más tarde el italiano Nicolás Maquiavelo en su inmortal obra “El Príncipe”, por lo que lejos de amilanarse por el cerco al que le había sometido sus enemigos, reaccionó astutamente para romper la alianza entre el Imperio, Flandes y Francia a fin de salvar Nápoles, perteneciente a Aragón, y evitar la guerra con Castilla. Envió a fray Juan de Enguera, provincial de los Cistercienses de Aragón, a París para que negociara con Luis XII y le hiciera 9

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio comprender el grave error estratégico que cometía al engrandecer a Felipe y dejarse encerrar en una tenaza entre Castilla, Flandes y el Imperio, olvidando la herencia borgoñona que les separaba, pues Francia había absorbido gran parte de las tierras de este ducado que por herencia le correspondían al archiduque Felipe y que éste sintiéndose fuerte en el futuro no tardaría en reclamárselas.

El francés supo ver las razones de su oponente y temeroso del poder de los Habsburgo acordó el Tratado de Blois (12.10.1505), comprometiéndose a cesar en sus ayudas al archiduque pero exigiendo duras condiciones del aragonés y una cuantiosa indemnización por los gastos de guerra realizados por Francia en la campaña napolitana. El acuerdo se sellaría mediante el matrimonio de Germana de Foix, hija de Juan Gastón de Foix, Vizconde de Narbona, y de María de Orleans, hermana del rey Luis XII de Francia. El monarca francés cedería a su sobrina los derechos que Francia decía tener sobre Nápoles, en virtud a la herencia angevina, así como el título de Rey de Jerusalén. El hijo que tuvieran Don Fernando y Doña Juana heredaría los reinos de Nápoles y de Aragón, y si no tenían heredero todo Nápoles y el titulo de Rey de Jerusalén retornarían a Francia. Es decir, si había un heredero Francia lograría la separación de Castilla y Aragón, a cambio de perder Nápoles, pero si no lo había recuperaría incluso el Nápoles aragonés sin necesidad 10

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix de combatir por ello. Pocos días después los firmantes del Tratado concertaron el matrimonio por poderes, aunque la ceremonia se postergo hasta el 18 de marzo de 1506 en tierras castellanas de la villa de Dueñas, consumándose poco después en Valladolid.

El matrimonio causó una triste decepción entre los muchos partidarios que aún tenía Don Fernando en Castilla, pero permitió llegar a la Concordia de Salamanca (1505) entre suegro y yerno. Viendo Don Felipe que sus planes contra su suegro habían fallado por la alianza de éste con los franceses pensó que mejor era congraciarse con Don Fernando y pactar con él la gobernación de Castilla, no fuera que crecido por su triunfo diplomático fuera a reclamar el cumplimiento del testamento de la Reina Católica que le concedía la administración de Castilla y la mitad de todas las rentas obtenidas en las Indias. Se estableció que los reyes de Aragón y de Castilla habrían de reunirse para tratar personalmente sus desavenencias, y Don Fernando abandonó a su joven esposa apenas un mes después de luna de miel para dirigirse a tierras castellanas para encontrarse con su yerno.

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Los cronistas nos han relatado la entrevista que se celebró el 23 de Junio de 1506 en la puebla de Sanabria, en el mismo aparece el rey de Castilla rodeado de un lucido séquito de nobles castellanos y flamencos así como un ejército de nueve mil hombres de armas, seis mil castellanos y tres mil lansquenetes que había traído de Flandes, pertrechados todos ellos como si hubieran de librar una batalla. Mientras que el rey de Aragón aparece vestido con sencillas ropas de viaje y acompañado por un pequeño grupo de nobles aragoneses, sin otras armas que sus espadas de caballero. Frente a la insegura arrogancia del austríaco, fiaba Don Fernando, según nos dice Zurita, en el prestigio ganado en su prolongado y prudente gobierno de los reinos de España. Ambos reyes se acogieron para dialogar al interior de una pequeña ermita allí existente, a la que llegaron sin otra compañía que la de sus consejeros: el intrigante Don Juan Manuel por parte del archiduque y el prudente cardenal Cisneros por parte del Rey Católico. El resultado de tales conversaciones sería el Convenio de Benavente del 28 de Junio de 1506, por el que el Rey Católico supo ser muy generoso con su yerno y, en vez de aprovecharse de su situación de poder, renunció a su Regencia entregando toda la soberanía de Castilla a sus hijos Don Felipe y Doña Juana, sin 12

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix reservarse otra cosa que los Maestrazgos de las Ordenes Militares que administraba por concesión papal, y las rentas sobre los beneficios obtenidos en las Indias que la Reina Católica le asignara en su testamento. A todo el poder que aún conservaba en Castilla renunció Don Fernando a cambio de evitar la guerra civil, sin obtener a cambio más que la palabra de su yerno de abandonar su alianza con los franceses en contra de Aragón. Incluso no lograría entrevistarse con su hija a quién hacía tiempo que no había visto, pero a ello el archiduque se opuso tajantemente, pretextando problemas de salud de la reina de Castilla, pues la intención no confesada del archiduque era recluir a su esposa alegando para ello los trastornos mentales que padecía y gobernar el solo Castilla, para lo que ya recogía firmas entre la nobleza, a cambio de la promesa de restituirles los privilegios que les habían limitado los Reyes Católicos. Deseaba que los nobles le apoyaran en las Cortes del reino, en las que pensaba obtener la declaración de incapacidad de su esposa a fin de recluirla de por vida y poder gobernar sin limitación alguna y al tiempo entregarse a sus devaneos amorosos con sus múltiples amantes. Abandonado por todos, él que tantas victorias había conseguido para España, Don Fernando de Aragón abandonó Castilla para siempre y retornó a sus tierras aragonesas en donde se reunió con su joven esposa Doña Germana, con la que se embarcó con destino a Nápoles, el 4 de Septiembre de 1506, acompañados de un numeroso y brillante séquito. Tras una penosa travesía, a causa de la tempestad que zarandeaba las naves de la armada real en la que viajaban, los regios consortes llegaron a Nápoles el día primero de Noviembre de 1506 en donde fueron solemnemente recibidos entre el repicar de campanas y salvas de artillería. Al desembarcar le esperaba una carta enviada por el Cardenal Cisneros con la grata nueva de que su yerno el archiduque Don Felipe, rey de Castilla, acababa de fallecer en Burgos, víctima de la desordenada vida que llevaba, lo que 13

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio le libraba de un peligroso enemigo. En la misiva recibida del cardenal se le encarecía retornara lo antes posible a Castilla en donde su presencia era muy necesaria pues su hija Doña Juana había perdido totalmente la razón con el fallecimiento de su esposo y, trastornada, vagaba de ciudad en ciudad acompañada por el cadáver de éste negándose a separarse del mismo, pues a todos decía que el rey no había muerto, que sólo estaba dormido...

El fallecimiento del archiduque afectaría gravemente a la situación de la reina Doña Germana, pues el matrimonio dejaba de ser necesario y la joven reina se convertía en un incordio para su esposo. Seguidamente se convocó al Parlamento napolitano para que renovara el juramento de fidelidad a su monarca el rey Don Fernando. Tras el que se reconoció como herederos a su hija Doña Juana y a su nieto el joven Don Carlos de apenas siete años de edad, apartándose así de la sucesión al trono napolitano a la posible descendencia que Doña

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Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix Germana pudiera tener con Don Fernando, según estaba previsto en sus capitulaciones matrimoniales y en el Tratado de Blois, al que daba por nulo. Su matrimonio con la Reina Católica había sido por amor, cuando ambos eran fogosos jóvenes, con la convivencia habían llegado a tan gran unión entre ellos que los sueños de uno eran los del otro, por lo que yerran aquellos que creen que el rey Don Fernando deseaba volver a partir España. Ya a los pocos días de contraer matrimonio con Doña Germana, Don Fernando

había

manifestado

ante

notario,

delante varios testigos, que la boda se había realizado por razones políticas coaccionado por el temor a una guerra entre Castilla y Aragón, por lo que su compromiso así asumido con el francés no era válido, ya que no pensaba renunciar a sus derechos sobre Nápoles, de tal modo que cuando él falleciera, ese reino no pasaría a manos de Germana, ni de Francia, sino que le sucedería el príncipe que ostentara la Corona Aragonesa. A mayor abundamiento obtuvo del Papa Julio XII la anulación de sus capitulaciones matrimoniales, por las que, de no tener descendencia de Germana, debía restituir a Francia el reino napolitano. Al mismo tiempo que concertaba con él una alianza contra el rey francés. Ahora, en el momento culmen del reconocimiento por el Parlamento entregaba Nápoles a los herederos de Isabel. La pobre Doña Germana quedaba postergada, aunque la caballerosidad de su esposo hizo que siempre la tratase con todo afecto y consideración. Ya no importaba si le daba o no un hijo, pues éste no sería más que un Infante de España cuyos derechos a la Corona de Aragón serían siempre postergados ante la preeminencia de sus dos nietos Carlos y Fernando.

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El Rey Don Fernando se vio así obligado a acortar su viaje y regresar a Castilla en donde su presencia era indispensable, desembarcando en Valencia, en donde se desembarazó de su esposa a la que dejó como Lugarteniente General del Reino, cargo que satisfacía mucho los anhelos de ésta pues la permitía vivir con todo lujo en la hermosa ciudad mediterránea rodeada de una regia corte, mientras que su Don Fernando marchaba solo a tomar posesión del gobierno de Castilla, sin la inconveniente compañía de su esposa que era muy mal vista en Castilla. Quien había salido como un apestado de Castilla, apenas meses antes, regresaba ahora de nuevo en el culmen de su poder. Le esperaba su atribulada hija quien cayó en brazos de su padre y como una niña desvalida solicitó su protección. Doña Juana solo pensaba en su difunto esposo y era incapaz de gobernar por lo que Don Fernando logró de las Cortes de Castilla que de acuerdo con el testamento de la Reina Católica le reconocieran Regente del reino en tanto la reina Doña Juana no recuperara la razón o su nieto Don Carlos llegara a su mayoría de edad. Es en estos momentos donde mejor se mide la grandeza del Rey Católico pues lejos de aprovechar para vengarse de quienes tanto le había 16

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix agraviado perdonó a los nobles castellanos partidarios del fallecido archiduque y trató por todos los medios de atraérselos permitiéndoles conservar las mercedes recibidas de su antiguo señor. Lo importante era lograr la paz y restablecer la unidad de España reparando las grietas causadas por las torpes maniobras del archiduque. Una vez asegurada la sucesión de sus reinos en la persona de Doña Juana y su hijo el infante Don Carlos, el rey Don Fernando volvería a reunirse con su joven esposa y reanudar la vida marital con ella, fruto de estas relaciones sería el nacimiento del infante Don Juan de Aragón, nacido en Valladolid el día 3 de Mayo de 1509 y fallecido prematuramente a las pocas horas de nacer. Doña Germana ya no volvería a tener más hijos de su matrimonio con Don Fernando, ni después de ninguno de los otros dos matrimonios que más tarde contraería. Se equivocan quienes especulan con lo que habría sucedido de haber vivido este niño, pues nunca hubiera podido reinar ni en Aragón ni en Nápoles pues ambas coronas habían jurado ya como única heredera a Doña Juana y a su hijo Don Carlos, el futuro emperador. No existe duda alguna en ese aspecto pues el anciano monarca Don Fernando sólo esperaba vivir hasta poder pasar sus reinos a su nieto Don Carlos deseando que viniera a España a fin formarle a su lado para que pudiera ser un gran rey; sin embargo, su otro abuelo el emperador Maximiliano retenía junto a él a su nieto cuya tutoría ejercía por el testamento del archiduque Don Felipe. Años más tarde nuevamente el destino quiso que la figura de Doña Germana pasara a primer plano en la vida política y así que esta egregia dama pudiera prestar un nuevo gran servicio a España al recaer en ella los derechos dinásticos a la Corona de Navarra. En aquellos tiempos este pequeño reino había salido totalmente de la égida aragonesa y se había convertido en un juguete de la política francesa por las veleidades del rey navarro (consorte) Juan de Albret, caballero francés casado con la reina de Navarra Doña Catalina de Foix, sobrina 17

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio del rey Católico. Don Juan de Albret se había declarado a favor de Francia y en contra de España y de la Santa Sede en la guerra que por la supremacía en Italia enfrentaba desde antaño a ambas monarquías, incluso había tenido el atrevimiento de aliarse con los turcos, grandes enemigos de la cristiandad, por ello el Papa les excomulgó y privó de su reino por las Bulas Pastor ille coelestis de 21 de Julio de 1512 y Exigit contumacium de 18 de Febrero de 1513. Ante esta circunstancia el único heredero legítimo que quedaba de la Corona de Navarra era Doña Germana, esposa del rey Católico, a quién el Papa autorizó expulsara de Navarra a los destronados y excomulgados monarcas tomando posesión del reino en nombre de su esposa. La ocupación de Navarra se llevó a cabo por las tropas castellanas sin apenas encontrar resistencia, luego la habilidad política del rey Católico y su respeto a las instituciones navarras lograron que este reino quedara indisolublemente incorporado a España. El día 23 de Enero de 1516 Doña Germana quedó viuda por el fallecimiento de su esposo el rey Católico. En su testamento Don Fernando dejaba a su hija Doña Juana, habida en su matrimonio con Doña Isabel, la Reina Católica, como heredera universal de sus reinos de Aragón, Sicilia, Nápoles, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Córcega, así como de sus condados de Barcelona, Rosellón y Cerdaña..... y de la parte que a Don Fernando perteneciera en las Indias del mar océano. La administración de todos éstos la dejaba encomendado a su hijo natural Don Alonso de Aragón, Arzobispo de Zaragoza. Así mismo declaraba la incorporación de Navarra a la corona de Castilla cuya regencia y administración dejaba al cardenal Cisneros, actuando ambos regentes como tales en tanto su nieto el infante Don Carlos no pudiera venir a España para hacerse cargo de la administración de todos sus reinos en nombre de su madre Doña Juana. En dicho testamento Don Fernando justificaba las razones que le habían llevado a su segundo matrimonio con Doña Germana a la que dedicaba delicados 18

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix y caballerosos elogios. También la dejaba abundantes recursos para que pudiera vivir conforme a su condición de reina o la sirvieran de dote para que dada su juventud pudiera dignamente contraer un nuevo matrimonio. Por último encomendaba a su nieto el príncipe Don Carlos “que velara por la Serenísima Reina Doña Germana, nuestra muy cara y muy amada mujer por el mucho y entero amor que en ella hemos conocido, y que mire mucho por ella y por todas las cosas que le cumplen tratándola en todo como Reina y mujer nuestra que ha sido.., y que la consintiera estar en la ciudad que ella eligiera de sus reinos...”. Debemos destacar que todos los cronistas que tratan sobre la reina Doña Germana, coinciden en alabar su prudencia y falta de ambición personal pues, tras la prematura muerte de su único hijo y presintiendo que no habría de tener más herederos, no pondría ningún reparo en que la corona de Navarra, que por derecho de sangre la correspondía, pasase a su hijastra Doña Juana en vez de reclamarla para sí.

La infancia de Carlos de Gante Su infancia se encuentra truncada por el signo de la desgracia pues rápidamente se vio privado de sus padres, el uno por que falleció repentinamente y la otra por que enloqueció por completo, por lo que a los seis años se encontró solo en la vida y convertido en el rehén de las ambiciones su abuelo paterno el Emperador Maximiliano II que contaba con él para perpetuar a su dinastía en el trono imperial. Se cree que Carlos nunca más volvió a ver a su madre hasta que ya fue regresó a España para hacerse cargo de su gobernación. Su educación se confió al cuidado de su tía Margarita de Austria, nombrada por su padre el emperador Gobernadora de los Países Bajos, cuya residencia se estableció en su palacio de 19

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio Malinas, allí viviría Carlos desde los seis hasta los quince años junto con sus hermanas Leonor, Isabel y María, pues Fernando y Catalina habían quedado en España con su otro abuelo.

Margarita era una verdadera princesa renacentista que gustaba de rodearse de artistas y que daría a su sobrino una educación humanista. Actuaban de preceptores del joven Guillermo de Cröy, Señor de Chievres, que le iniciaba en los asuntos de estado y le enseñaba las artes de la guerra, y Adriano de Utrecht, Deán de Lovaina, que le enseñaba el conocimiento de los clásicos, si bien el niño no prestaba mucha aplicación, ni sacaba mucho provecho del estudio prefiriendo dedicarse a los ejercicios corporales que fueron robusteciendo su cuerpo. Según el historiador Carlos Brandi, la lengua que mejor se le daba era el francés, aunque conocía también discretamente el italiano, el alemán y el inglés. Hasta que llegó a España no conocía el castellano aunque con el tiempo llegó a aprenderlo bien. Se cuenta de él la anécdota que siendo ya el emperador de avanzada edad, un embajador se interesó en su conocimiento de idiomas a lo que el Cesar Carlos le contestó: “Yo hablo en italiano con los embajadores, en francés

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Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix con las damas, en alemán con los soldados, en inglés con los caballos, y en español con Dios”. Los embajadores venecianos en sus relaciones que periódicamente enviaban a la Señoría de Venecia, según nos dice Orestes Ferrara en “EL SIGLO XVI A LA LUZ DE LOS EMBAJADORES VENECIANOS”, nos aportan valiosas descripciones sobre la figura y el carácter del joven Carlos. A los seis años el embajador veneciano Vincenzo Quirini lo conoció en la corte de Bruselas y lo describe: “El Príncipe Carlos es un niño bello y resuelto, muestra en sus actos vehemencia y crueldad, se parece a su abuelo el viejo Duque Carlos de Borgoña, “El Temerario” del que lleva el nombre” .En el Museo del Louvre se conserva un retrato infantil de Carlos de Habsburgo de la escuela flamenca en el que aparece como un niño apuesto de mirada soñadora, expresión suave, aspecto espontaneo y sensual. Al cumplir los quince años Chievres consiguió que se proclamase la mayoría de edad de Carlos, a fin de sustraerle a la tutela de Margarita de Austria y poder controlar él solo al inexperto muchacho. Es en esas fechas cuando el embajador veneciano Marino Gioirgi nos dice que el Duque Carlos no es hombre de mucha inteligencia y el Señor de Chievres gobierna los Paises Bajos y dirige al Príncipe a su antojo haciéndole firmar todo lo que quiere a favor de Francia, pues Chievres es muy francófilo.

- Sus primeros años en España Es en estos tiempos cuando, el 22 de enero de 1516, falleció Don Fernando “El Católico” y en su testamento dejaba a su hija Doña Juana, habida en su matrimonio con Doña Isabel, la Reina Católica, como heredera universal de sus reinos de Aragón, Sicilia, Nápoles, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Córcega, así como de sus condados de Barcelona, Rosellón y Cerdaña..... y de la parte que a Don 21

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio Fernando perteneciera en las Indias del mar océano de cuya administración dejaba encomendado a su hijo natural Don Alonso de Aragón, Arzobispo de Zaragoza. Así mismo declaraba la incorporación de Navarra a la corona de Castilla cuya regencia y administración dejaba al cardenal Cisneros, actuando ambos regentes como tales en tanto su nieto el infante Don Carlos no pudiera venir a España para hacerse cargo de la administración de todos sus reinos en nombre de su madre Doña Juana. Hasta entonces su abuelo Maximiliano le había mantenido totalmente separado de los temas hispánicos e impedido que marchara a España, incluso se negó a que aprendiera sus lenguas, pues consideraba no sin razón que su vinculación con España le perjudicaría en su camino hacia el Imperio. No le importó el que su otro abuelo volviera a casarse para obtener descendencia a quien dejar Aragón e incluso le escribió para que guardara consigo y educara a su antojo a su hermano menor Fernando a quien podría dejar Castilla, mientras que Carlos quedaba libre para ser emperador a la muerte de Maximiliano lo que ocasionó que Don Fernando en su primer testamento realizado en Burgos en 1515 dejara la gobernación de España a Don Fernando, más recapacitando poco después juzgó que no era conveniente causar discordias entre los hermanos por que mejor era dejarle la gobernación a Carlos y que éste viniera a España

para

hacerse

cargo

de

ella,

emitiendo un nuevo Testamento en este sentido.

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Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix Nada más llegar a Bruselas la noticia del fallecimiento del Rey Católico, Chievres hace que imprudentemente Carlos se autoproclame en Bruselas Rey de Castilla y León como antaño lo había hecho su padre, según nos relata el cronista Alonso de Santa Cruz, lo que provocaría una airada respuesta del Consejo del Reino, formado por el Cardenal Cisneros, el Almirante de Castilla y el Duque de Alba, por lo que su portavoz el Cardenal Cisneros hará saber a Adriano de Utrecht, Deán de Lovaina y futuro Papa Adriano VI, aconseje al Príncipe Carlos que por temor a Dios y a la verdad no se proclame rey pues la soberanía es única e indivisible perteneciendo solo a su madre la Reina propietaria Doña Juana y sería faltar a la obediencia que como hijo y como súbdito la debe tanto por ley divina como humana. En carta dirigida a Carlos le dicen: “Tenga Vuestra Alteza la gobernación del reino, como antes la tuvo vuestro abuelo el Rey Católico, pero evite llamarse Rey y venga a Castilla”. Insistiendo en el error Carlos, influido por Chievres, les responderá que si se ha llamado Rey de Castilla y león ha sido aconsejado por el Emperador y el Papa, lo que empeorará aún más las cosas pues el Consejo del Reino le respondió que España no era feudataria ni del Emperador ni del Papa que no tienen por qué inmiscuirse en sus asuntos, si no que ha sido siempre un reino exento que instituyó su propio Imperio hace ya varios siglos. Al fin los consejeros de Carlos reconocen su error y cuando llegan a Castilla se conforman con que éste en las Cortes de Valladolid sea jurado por Rey pero solo a título honorífico pues su madre Doña Juana conservaba entero el derecho y el dominio de los reinos de Castilla, por lo que habría de conformarse por obtener la Gobernación General en nombre de su madre y con la condición que si algún día ésta recuperaba la razón habría de restituirla la gobernación del reino. Es pues de observar, según nos dice Canovas del Castillo, en su “HISTORIA DE LA CASA DE AUSTRIA”, que Carlos I no llegó a ser monarca propio de Aragón y de Castilla sino 23

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio por cortos meses, puesto que su madre Doña Juana vivió hasta el 11 de abril de 1555 y el 16 de enero del año siguiente Carlos, sin haber regresado a España, renunció ya al trono español en beneficio de su hijo Felipe II. Según Cánovas del Castillo, Carlos nada útil hizo en España en el breve tiempo que en ella estuvo, desde su desembarco en Asturias el 19 de septiembre de 1517 hasta que el 20 de mayo de 1520 se embarcó en la Coruña para Flandes, con el fin de tomar allí el camino de Aquisgrán en donde debía recibir la corona imperial. Mal comenzó evitando encontrarse con Cisneros que ya moribundo trataba de verle para entregarle la gobernación del reino y aconsejarle como tratar a sus gentes. Mal se comportó no preocupándose de comprender las necesidades de sus nuevos súbditos sino en exprimirlos al máximo a fin de recaudar las sumas necesarias para comprar la voluntad de los Príncipes-Electores. Mal obró autorizando el que Chievres impusiera a su joven sobrino como Arzobispo de Toledo sucediendo en la sede primada al gran Cardenal Cisneros. Mal hizo confiando en Monseñor de Chievres y sus consejeros flamencos a los que entregó el gobierno del reino y permitió que realizaran todo tipo de exacciones y abusos que serían la causa fundamental de los levantamientos de las Comunidades de Castilla y las Germanías de Valencia. Sin embargo, cuando ya coronado Emperador

el 16 de julio de 1522

desembarcó en Santander de nuevo, 26 meses después de su salida, la sublevación ya estaba vencida y ajusticiados sus principales cabecillas por lo que sorprendió por su acierto en conceder una amplia amnistía que sería muy bien recibida por todos.

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- La Elección Imperial Estando en España, a Carlos le llegó la noticia del fallecimiento de su abuelo paterno, el Emperador Maximiliano, el 3 de enero de 1519 con lo que se abría la sucesión al Imperio. Su nombramiento no estaba asegurado, pues su abuelo aunque electo emperador no había llegado a ser coronado por el Papa, como Rey de Romanos, esperando a que lo fuera su hijo el Archiduque Felipe, pero la prematura muerte de éste había trastocado todo. En consecuencia no había heredero reconocido por lo que cualquier príncipe europeo podía optar al Imperio. En estos casos había que seguir el procedimiento de elección previsto por la Bula de Oro de 1356, por la que se sometían las diversas candidaturas que pudieran presentarse a la decisión de los siete Príncipes Electores alemanes en representación de todos los demás Príncipes, Margraves y Señores que constituían los diversos estados que formaban el Imperio. La Europa Central fue durante toda la Edad Media una constelación de pequeños estados soberanos regida por un Emperador desde los tiempos de la restauración imperial del antiguo Imperio romano realizada el día 2 de febrero del año 962 por Otón I al ser coronado por el Papa como Emperador de Romanos, en un intento de lograr la unidad de la cristiandad occidental como un siglo antes había intentado ya Carlomagno. El problema sería que la sucesión imperial sería disputada entre varios candidatos a la muerte de cada emperador, lo que provocaría guerras que ensangrentaron Europa, hasta que en el año 1356 el Emperador Carlos IV de Luxemburgo con habilidad y paciencia logró que la Dieta Imperial acordara la llamada Bula de Oro que regiría los destinos del Reich durante toda la época moderna. Según la cual al fallecer el Emperador se habría un período de interregno durante el cual el Conde Palatino del Rin como Provisor del Imperio asumía la administración del mismo y en el plazo de treinta días el Príncipe-Arzobispo de 25

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio Maguncia convocaba a los siete Príncipes Electores para que se reunieran en la ciudad de Francfort y eligieran por votación simple entre ellos quien entre los diversos pretendientes al imperio habría de ser el nuevo Rey de Romanos, el cual en el plazo de un mes habría de ser solemnemente coronado Emperador en Aquisgrán por el Papa. Estos Príncipes Electores eran siete, tres religiosos: los Arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris; y cuatro laicos: los Electores de Bohemia, Brandemburgo, Palatinado y Sajonia. La costumbre era que los diversos candidatos a cada elección se esforzaran en presionar o halagar con todo tipo de dádivas o promesas a los Electores más proclives a fin de obtener el apoyo a su candidatura. Los pretendientes fueron dos: el Rey Francés Francisco I, quien cubrió de regalos y de oro a los Príncipes Electores para ganar su voluntad; y el Archiduque Carlos de Gante, quien aportó unas letras que pagarían los Fuggers, importantes banqueros alemanas que garantizaban su pago para el caso de la victoria de Carlos. Carlos Brandi nos dice que cerca de un millón de florines costaría la elección de Carlos. Tanto los Electores como sus consejeros recibirían importantes sumas: El Arzobispo Príncipe de Maguncia para sí y sus consejeros recibió 113.000 florines; el Arzobispo de Colonia 152.800 florines. El Príncipe-Elector del Palatinado 184.000 florines, el Príncipe-Elector de Sajonia 170.000 florines, los demás se inclinaban por la candidatura del rey francés lo que hacía peligrar la elección, especialmente porque el Príncipe Elector de Brandemburgo rehusó aceptar cantidad alguna y dado que era hermano del Arzobispo de Maguncia podía influir para que éste cambiara su voto dándole así la mayoría a Francisco I. El tercer candidato era Federico de Sajonia que contaba con el apoyo del propio Papa León X, quien no deseaba tener por emperador ni a Carlos que era rey del Sur de Italia ni a Francisco que era duque de Milán, por lo empezó a incordiar presionando a los tres Electores arzobispos para que le votaran. 26

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix

- La eficaz intervención de Doña Germana En su citado testamento el Rey Católico justificaba las razones que le habían llevado a su segundo matrimonio con Doña Germana a la que dedicaba delicados y caballerosos elogios. También la dejaba abundantes recursos para que pudiera vivir conforme a su condición de reina o la sirvieran de dote para que dada su juventud pudiera dignamente contraer un nuevo matrimonio. Por último encomendaba a su nieto el príncipe Don Carlos “que velara por la Serenísima Reina Doña Germana, nuestra muy cara y muy amada mujer por el mucho y entero amor que en ella hemos conocido, y que mire mucho por ella y por todas las cosas que le cumplen tratándola en todo como Reina y mujer nuestra que ha sido.., y que la consintiera estar en la ciudad que ella eligiera de sus reinos...”. Debemos destacar que todos los cronistas que tratan sobre la reina Doña Germana coinciden en alabar su prudencia y falta de ambición personal al renunciar a sus derechos sobre el reino de Nápoles, además tras la prematura muerte de su único hijo y presintiendo que no habría de tener más herederos, no pondría ningún reparo en que la corona de Navarra pasase a su hijastra Doña Juana, en vez de reclamarla para sí ya que por derecho de sangre la correspondía por su padre Juan de Foix, hijo de la reina Leonor I de Navarra, quién había sucedido en el trono de Navarra en el año 1479 a la muerte de su padre el rey Juan II de Navarra y de Aragón.

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Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio Doña Germana tenía el prestigio que la concedía el haber sido reina y además gozaba de una saneada fortuna que su esposo el rey la había dejado en herencia, por lo que el astuto Chievres la convenció para que casase con un príncipe alemán, Juan de Brandemburgo, tan pobre como despilfarrador pero que tenía el gran valor de ser hermano del Margrave de Brandemburgo y del Arzobispo de Maguncia, ambos Electores del Imperio que agradecieron les librara así de la presencia de la oveja negra de la familia que tantos disgustos les producía, por lo que agradecidos a sus votos recayeron en la candidatura de Carlos. En consecuencia el Archiduque Carlos de Habsburgo fue electo Emperador en Fráncfort el 28 de junio de 1519 y coronado luego Rey de Romanos en Aquisgrán, el 24 de octubre de 1520.

No solo sería éste el servicio que Doña Germana prestaría al emperador sino que su prestigio en Aragón y su buen juicio hicieron que éste la nombrara Virreina de Valencia a comienzos de 1523 en cuyo gobierno Doña Germana supo acabar con las últimas alteraciones causadas por la sublevación de las Germanías y lograr la pacificación del reino. Dos años más tarde se la encomendaría actuar de 28

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix anfitriona del derrotado rey francés Francisco Y aconsejarse se aviniera a llegar a un acuerdo de paz con el emperador, lo que se obtendría gracias a la diplomacia de Doña Germana. Tras lograrse la Concordia por el Tratado de Madrid Doña Germana fue llamada a la Corte para agradecerla los servicios prestados y allí fue recibida con toda consideración de su estado de reina viuda. Luego retornó a valencia en donde organizó una corte literaria de poetas y dramaturgos, sin descuidar por ello sus deberes de gobierno pues la cupo la fama de acabar con una peligrosa rebelión morisca que había estallado en las montañas de Valencia. Hasta que en 1536 fallecía la última reina medieval de Aragón, tras trece años de gobierno como Virreina del Reino de Valencia.

- Los españoles y el Imperio Los españoles no apreciaron el Carlos fuera elegido emperador pues temían que ello le hiciera abandonar sus obligaciones y ausente de la misma dejara que fueran extranjeros los que gobernasen. Además los españoles se consideraban que sus reyes eran ya también emperadores desde que los Reyes de León se había proclamado emperadores y sus reinos exentos de la tutela del imperio franco o germánico, por lo que la elección de Carlos provocaría el rechazo de sus súbditos hispanos que se manifestaron su rechazo al Imperio. Más Carlos ya no estaba en manos de sus intrigantes consejeros flamencos sino que su inestimable tía Margarita de había provisto de un nuevo consejero el italiano En el año 1518 su inapreciable tía Margarita envió a España para orientarle al italiano Mercurino de Gattinara, célebre jurisconsulto y humanista, que lograría irle apartando de la seducción en que lo mantenía Chievres y que llegaría a prestarle valiosísimos servicios como Canciller del emperador.

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Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio Nos sorprende la rápida decisión del Cesar Carlos que demuestra por primera vez que no es tan simple como todos le creían, pues rápidamente el 12 de julio de 1519 dio una Pragmática dirigida a todo el Imperio en la que da a conocer a todos que la libertad y exención que siempre han tenido los Reinos de España y sus Reyes de no reconocer ningún poder superior les sea de aquí en adelante observada y guardada inviolablemente, desde finales del siglo IX con Alfonso III el Magno, “Imperator Hispaniae”. Quedaba claro que salvo tener un mismo monarca no existía ninguna subordinación entre los Reinos Hispánicos y el Imperio, lo que venía a ratificar que España seguía siendo su propio Imperio. Frente a la idea medieval del Imperio romano anclada en el pasado que representaban Chievres y Adriano de Utrecht, Gattinara le traerá la idea de un Imperio Universal, que se extendía por todos los continentes y en el que jamás de ponía el sol, ello unido a las cartas de Hernán Cortes que recibiría contándole la epopeya americana serviría para excitar la imaginación del joven Cesar y prepararle para poder ostentar sobre sus sienes la doble corona imperial.

- La Plenitud del Cesar Carlos A los 25 años el embajador Gasparo Contarini lo describe como de estatura mediana, cuerpo bien proporcionado, cutis blanco, nariz aguileña y ojos miopes. No encuentra defecto físico en él, salvo la quijada que es tan ancha y tan larga que no parece natural resultando que al cerrar la boca no concuerdan los dientes superiores con los inferiores. Al hablar balbucea a veces pero muestra un aspecto grave y reposado. Es muy justo en sus actos, sin tendencia a la voluptuosidad 30

Carlos de Gante: sus primeros años y sus relaciones con Germana de Foix propia de los jóvenes. Es de pocas palabras y muy modesto, no se entusiasma cuando los acontecimientos le van bien, ni se deprime cuando le son adversos. Se desenvuelve bien a caballo y en las justas y juegos de cañas. Le gusta jugar al ajedrez y a veces va a cazar aunque raramente pues prefiere asistir a los consejos, pues lo que más le gustan son los asuntos públicos. No muestra ambiciones de nuevos territorios, aunque le gusta guerrear y encontrase en el campo de batalla, especialmente contra los infieles. En el pasado lo gobernaron Chievres y Gattinara pero a los 30 años Carlos ha alcanzado su plena madurez y comprende las cosas por si mismo, por lo que a la muerte de Mercurino Gattinara no cubrió el cargo de Canciller, sino que dividió sus funciones para no dar tan gran autoridad a un hombre solo. El emperador interviene en todos los asuntos y nada se resuelve sin que él lo conozca y lo apruebe. Se encuentra ya en el culmen de la gloria, habiendo vencido a sus dos grandes adversarios el Papa y el rey francés. Dos coronas imperiales lleva sobre sus sienes, la del antiguo Imperio Romano-Germánico instituido por Otón I en el año 962 y la del Imperio Hispánico cuyos orígenes se remontan al antiguo Reino de León y cuyo futuro se ofrece esplendoroso. Solo el Cesar Carlos podrá ostentar a la vez ambas coronas, pues ninguno de sus descendientes heredará sus cualidades de estadista, por lo que al retirarse a la tranquilidad interior de Yuste separará ambos Imperios repartiéndolos entre su hijo Felipe y su hermano Fernando, basándose para ello en la Pragmática imperial a la que antes nos hemos referido.

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Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio

El 25 de octubre de 1555 Carlos V abdicaba en Bruselas como Duque de Borgoña y Señor de los Países Bajos, junto con la jefatura de la Orden del Toisón de Oro, a favor de su hijo Don Felipe, quien ya era Rey de Sicilia y Rey consorte de Inglaterra. Meses después, El 15 de enero de 1556 Carlos V abdicaría en Bruselas de la Corona Hispánica a favor de su hijo Don Felipe y renunciaría también de su título de Emperador a favor de su hermano Don Fernando, a quien los Príncipes Electores confirmarían su aceptación como emperador dos años más tarde el 24 de febrero de 1558. Se separarían así los dos Imperios europeos, aunque sus destinos permanecerían unidos durante ciento cincuenta años más, aliados en una continua guerra en defensa de la religión católica, en la que no solo hubieron de enfrentarse a protestantes y otomanos, sino también al cristianísimo rey francés. Hasta que a comienzos del siglo XVIII el testamento del rey Carlos II enfrentaría ambos Imperios en una fratricida guerra. En adelante vivirán de espaldas uno al otro. FINE 32

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