Carlos IV mecenas y coleccionista, cat. exp., Palacio Real de Madrid, 23 abril al 19 julio 2009, com. con José Luis Sancho, Madrid, 2009, pp. 53-74 [ensayo], y cat. 2, 5-6, 12, 18-19, 25-26, 41, 43-44, 47, 60, 78, 88, 92, 93, 94-96, 97, 106, 131, 132, 134, 136, 140, 141, 158, 160 y 161.

June 8, 2017 | Autor: J. Jordán de Urríes | Categoría: History of Collections, Collecting and Collections, Mecenazgo, Carlos IV / Charles IV of Spain
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Descripción

C a r l o s IV MECENAS Y COLECCIONISTA

DHL 23 DE A B R I L AL 19 DE J U L I O DE 2009

Palacio Real de Madrid

EXPOSICIÓN

CATÁLOGO

ORGANIZAN Patrimonio Nacional Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales

EDITAN Patrimonio Nacional Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales

COMISARIOS Javier Jordán de Urríes y de la Colina José Luis Sancho

COORDINACIÓN Isabel Moran Suárez

VOCAL A S E S O R A D1- P R O G R A M A S C U L T U R A L E S Pilar Martín-Laborda y Bergasa DIRECTOR DE ACTUACIONES HISTÓRICO ARTÍSTICAS Juan Carlos de la Mata González J E F E DE DEPARTAMENTO DE i'ROGRAMAS CULTURALES Carmen Cabeza Gil-Casares COORDINACIÓN Isabel Moran Suárez (Patrimonio Nacional) Monique Lambie (SECO

PRODUCCIÓN Ediciones El Viso DISEÑO Subiela FÓTOCOMPOSiC.IÓN Y FOTOMECÁNICA Lucam IMPRESIÓN Brizzolis ENCUADERNACIÓN Encuademación Ramos

JEFE DEL D E P A R T A M E N T O DE MUSEOS Elena González Poblet JEFE DEL SERVICIO DE A C C I Ó N C U L T U R A L María del Prado Dégano Alejo JEFE DEL ÁREA DE CONSERVACIÓN Paz Cabello Carro JEFE DEL D E P A R T A M E N T O DE R E S T A U R A C I Ó N Ángel Balao González DIRECTORA DE LA REAL B I B L I O T E C A María Luisa López-Vidriero Abelló DIRECTOR DEL A R C H I V O G E N E R A L DE P A L A C I O

Juan José Alonso Martín J E F E S DEL S E R V I C I O DE CO N S E R V A C I Ó N Alvaro Soler del Campo José Luis Valverde Merino JEFES DEL SERVICIO DE RES'I'AÜ RACIÓN Lourdes de Luis Sierra Pilar Baglietto Rosell TRASLADOS INTERNOS Sonsoles Castillo Aguilar

Cubierta: Francisco de Goya, Carlos IV, cazador, 1799, óleo sobre lienzo, 205 x 129 cm. Patrimonio Nacional, Madrid, Palacio Real, Antecámara de Gasparini [inv. 10002934], del. fig. 26 Pag. 2: Antón Raphael Mengs, Carlos Antonio cíe Barbón, Príncipe de Asturias. Parma, Gallería Nazionale [inv. 20771, dct. cat. 12

RESTAURACIONES Talleres de Restauración del Patrimonio Nacional

COLABORADORES PROYECTO Y D I R E C C I Ó N DEL M O N T A J E Pedro Moleón Gavilanes DOCUMENTALISTA Eva Pol de Dios MONTAJE Exmoarte TRANSPORTE MAPA / SIT SEGUROS Garantía del Estado / Aon Gil y Carvajal / Axa Seguros

ISBN Patrimonio Nacional 978-84-7120-427-1 ISBN SECC 978-84-96411-85-2 ÑIPO 006-09-004-7 D.L. M-16241-2009 © de la edición, Patrimonio Nacional / Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2009 © de los textos, sus autores © de las fotografías facilitadas por Patrimonio Nacional, laboratorio fotográfico de Patrimonio Nacional © de las fotografías, sus autores © cié las obras, sus propietarios

índice

«Tan perfectas corno corresponde al gusto y grandeza de sus majestades». Las artes en la corte de Carlos IV José Luis Sancho

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El gusto de Carlos IV en sus casas de campo J a v i e r J o r d á n de U r r í e s y de la C o l i n a _

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Hacia las parejas reales de Goya. Evolución de la iconografía oficial cíe Carlos IV y María Luisa de Parma a través de sus pintores de cámara José M a n u e l de la M a n o

Fiebre de seda en los palacios de Carlos IV Pilar Benito García

93

Catálogo Formación del príncipe Príncipes de Asturias

119 145

Arte y devoción privada _

177

El palacio de El Pardo, Goya y los tapices

197

Las casas de campo del príncipe en El Escorial y El Pardo La colección de p i n t u r a del p r í n c i p e

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La influencia francesa

243

La c u l t u r a anticuarla

265

La imagen de la Majestad .

281

Las casas de recreo del rey

__305

Arte cíe Corte.

337

Roma .

_363

Bibliografía_

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índice onomástico

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Javier Jordán de Urríes

EL G U S T O

DE

C A R L O S IV

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CASAS

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En las casas de campo de Carlos IV encontramos reflejadas las preferencias artísticas del Monarca, su forma de entender las decoraciones interiores y el sentido del lujo, a un nivel no alcanzado en los palacios heredados, condicionados como estaban por la etiqueta y las intervenciones de sus antepasados. La trascendencia para el conocimiento del gusto de don Carlos Antonio de Borbón de esas nuevas arquitecturas y, sobre todo, cíe los adornos de sus salas, radica en que obedecen a encargos directos del Príncipe de Asturias, y luego rey de España, para su disfrute personal, que fueron pagados de su bolsillo y realizados bajo su estrecha supervisión, pues no quiso limitarse a la recepción de esas obras y en la práctica ejerció de director de las mismas marcando las líneas de actuación que debían seguir arquitectos, decoradores, artistas y artesanos, imponiendo con ello sus ideas acerca del «decoro que nos corresponde»1. En ese contexto se han de interpretar las ampliaciones cíe las casas de campo de El Escorial y Aranjuez y las numerosas redecoraciones llevadas a cabo, que en el caso de Aranjuez afectaron al conjunto de la casa a partir de 1798, hasta el punto de dejarla irreconocible. Para hacerse cargo del grado de intervención de tan refinado mecenas conviene recordar algunas de sus iniciativas, como que en 1789 protestara con buen sentido por el empleo de la pintura para el sombreado de las figuras bordadas de la colgadura de la saleta pompeyana en la casa de campo de El Pardo (fig. 13); que en 1796 desestimara por el tono de los «matices» algunas espiguillas angostas para encuadrar colgaduras; que en 1798 se fabricara una artesa «para hacer barias pruebas de dorar delante del Rey» y mandara hacer una escalera portátil, con su pasamanos, para ver cómo pintaban Mariano Maella y Zacarías Velázquez en la bóveda de la sala de trucos de la Real Casa del Labrador de Aranjuez; que en 1803 ordenara rehacer las patas traseras de una sillería, pues quería que fuesen

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iguales a las de delante, o que en 1804 decidiera cambiar el color de unas molduras, de «porcelana» a rosa, cuando éstas ya estaban pintadas2. Las primeras casas de campo comenzaron a ser construidas en los Sitios Reales pocos años después de los desposorios del príncipe don Carlos Antonio cíe Borbón con su prima María Luisa de Pariría, celebrados en la Real Colegiata cíe San Ildefonso en la noche del 4 de septiembre cíe 1765, aunque el proceso arranca en las vísperas de la boda, como veremos. El matrimonio encontraría en esos «caprichos» campestres, reflejo de su amor a la naturaleza y a la vicia al aire libre, un espacio adecuado para aislarse y divertirse con sus amigos en alguna mayor libertad, un refugio al margen del protocolo y de la monotonía que regía la existencia del monarca viudo, el apacible Carlos III, que vivía en sus rutinas y responsabilidades ajeno a los despreocupados pasatiempos de juventud de sus hijos. Aunque no tenían carácter de residencias, y en cierto modo eran dependientes de los palacios reales, pues carecían de dormitorios y de otros complementos necesarios para la vicia acomodada de las personas reales, las casas de recreo de los Príncipes de Asturias, con su entorno de huertas, jardines, fuentes y estanques, reunían las condiciones adecuadas cíe privacidad para que el heredero a la Corona pudiera desarrollar en plenitud sus aficiones botánicas, ornitológicas y cinegéticas, y celebrar en ellas almuerzos, veladas musicales o «academias», tertulias, juegos cíe los trucos y del revesino, y en sus inmediaciones luminarias y otros festejos, incluidas las esporádicas ascensiones de globos aerostáticos y, en Aranjuez, las travesías por el Tajo en la flotilla construida a emulación de la Escuadra de su tío Fernando VI, que don Carlos Antonio capitaneaba personalmente, al decir de Antonio Ponz3. Las cocinas de esas casas y los almuerzos que en ellas se preparaban fueron sin duda importantes. En las jornadas se realizaban matanzas de puercos y reses y en las cuentas han quedado registrados los gastos en migas «a la española», menestras de brócoli «a la napolitana», quesos parmesanos, croquetas de salpicón, huevos, liebres, gazapos, jabalís, criadillas de carnero, sesos salteados, mollejas de ternera, costillas de ternera y de puerco adobadas, jamones, chorizos, morcillas, salchichas, perdices, higadillos de gallina, pollos en marinada, pavo «relleno de macarrones y salchicha», que en ocasiones, corno señalara el novelista y crítico de arte William Beckforcl, don Carlos cocinaba «con sus propias y reales manos y para su propia y real tripa»4. Pero esas casas de campo nos interesan sobre tocio como escenarios en los que don Carlos Antonio de Borbón desplegó sus inquietudes artísticas, con diferentes ensayos en las formas arquitectónicas y en las decoraciones interiores, variadas y cambiantes, aunque ajustadas en todo momento a un ideario estético que fue evolucionando a lo largo del periodo. En la década de 1760 el Príncipe de Asturias manifestaba ya las aficiones culturales que debían adornar a un heredero a la Corona. Hay abundantes noticias de compras cíe libros cíe los más diversos asuntos, incluidas las artes, que le permitieron mantenerse al tanto de las novedades producidas en el resto de Europa y de las cuales resultaría la «librería» o biblioteca de 1783, abierta a nuevas incorporaciones bibliográficas. Estas publicaciones, sobre todo españolas, francesas e italianas, fueron tomadas en su mayor parte de los libreros madrileños, como Bartolomé Ulloa, Miguel Copine y Antonio de Sancha, también de testamentarías, y en ocasiones llegó a emplearse el cauce diplomático5. Desde fechas tempranas dio muestras del amor a las bellas artes que presidió tocia ,

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su vida. Durante decadas practico el clrbujo ' bajo ' la dirección de Carlos Ruta,Jincluso llego O a hacer

Vista de la saleta pompeyar de |a Casa c(e campo j e j Pr

sus pinitos con los pinceles6, y en los años setenta inició una importante colección de cuadros en

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la que predominaba el pequeño formato, fruto de compras a particulares en España y el extranjero. En aquellos años encargó obras a artistas españoles sobre los cuales ejerció su mecenazgo, como el pintor de miniatura Eugenio Ximénez de Cisneros [cat. 77] y el escultor de marfil Celedonio cíe Arce, que en 1769 le presentaba «el retrato de S. A. a cavallo, todo de marfil» —grabado en lámina por Juan Antonio Salvador Carmona, según dibujo de Manuel Muñoz y Matarranz—, y en los años siguientes otras tallas menudas, siempre en marfil, que al igual que las miniaturas de Cisneros decoraron el piso alto de la casa de campo de El Escorial7. También gustó de la música, como demuestra la adquisición de diversos instrumentos, entre los cuales descuellan los Stradivarius [cat. 27], no siendo los únicos. En fin, en palacios y casas de campo fueron organizados con frecuencia conciertos de cámara, uno de ellos, en el carnaval de 1765 en El Párelo, con cuatro violinistas ciegos8. El príncipe fue un apasionado de este instrumento, y no estará tle más recordar la carta de Goya en la que describe cómo fue recibido por Carlos IV, y tras una breve conversación le dio la mano «y se ha puesto a tocar el violín»9. Es asimismo conocido su interés por la relojería y la ebanistería, disponiendo para ello una «pieza del torno» en el palacio de San Lorenzo, en cuya «primera pieza» posaría María Luisa de Parma para el retrato ecuestre (fig. 24) pintado por Goya en 179910. Esa «pieza del torno» contaba con una máquina traída de París que se trasladaba a los otros Sitios Reales y a Madrid siguiendo el itinerario de las jornadas, es decir los desplazamientos de la Familia Real a El Pardo, Aranjuez, San Ildefonso y San Lorenzo cíe El Escorial, puesto que en la capital apenas permanecían unas diez semanas a lo largo del año en esa «vida filipina de monte en monte» mantenida por Carlos III11. En septiembre cíe 1767 fueron adquiridos diversos géneros en Hyett & Barclay, cíe Inglaterra, «para uso de el torno cíe S. A.». En los años siguientes se compraron e hicieron herramientas cíe ebanistería, como formones, cartabones, sierras y buriles de marquetería, berbiquíes y gubias, empleadas en maderas diversas —haya, boj, palo de china, maderas finas...—, como también fueron adquiridos utensilios de relojero para que el Príncipe de Asturias pudiera aplicarse a esos trabajos12 tan sintomáticos de su carácter meticuloso y amante de las cosas pequeñas pero primorosas, lo cual explica el espíritu de sus casas cíe campo, concebidas a escala humana. El torno estuvo primero al cuidado de Cayetano Cortinilla y desde noviembre de 1768 al «cuidado y manejo» de Jean Baptiste Lecouflet, aunque éste ya cobraba por su «asistencia en el torno de S. A.» desde el 17 cíe febrero de ese año. A partir de enero de 1770 también estuvo al cuidado de Diego Rostriaga, entregado por completo al servicio del príncipe en aquel tiempo, para el cual había comprado en diciembre de 1768 el libro «Arte de tornear con sesenta y nueve láminas de marca». Este Rostriaga tenía la patente de ingeniero honorario por merced de su mecenas e hizo los instrumentos «que usa S. A. y el torno con que se divierte, que cuida actualmente, y ha ayudado a formar el Gavinete de Historia natural que tiene S. A.»13. En efecto, en esos años don Carlos Antonio se había mostrado interesado por las ciencias naturales, adquiriendo en 1767 el gabinete de historia natural que fue de Tiburcio de Aguirre, encargando al mallorquín Cristóbal Vilella «recoger y remitir producciones cíe la naturaleza y otras cosas curiosas», como colecciones marítimas y terrestres para el gabinete, y ejerciendo su poderosa protección sobre Luis Melénclez, que emprendería la serie de los Cuatro elementos [cat. 79, 80], es decir los cuarenta y cinco bodegones pintados para el príncipe «a fin de componer un divertido Gavinete con toda la especie de comestibles que el clima espa56

ñol produce», que estuvieron primero colocados en la casa de campo de El Escorial y de 1785 Javier

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a 1796 en el Pabellón grande del Embarcadero del Jardín del Príncipe en Aranjuez, junto a cuadros de animales de Mariano Nani y escenas napolitanas de Alexander de Anna; en ese último año serían trasladados al palacio de aquel Real Sitio, cuando la Real Casa del Labrador estaba ya habilitada14. Las casas campestres no eran novedad en la arquitectura española, aunque recibieron un renovado impulso en tiempos de Carlos III por la influencia de la moda francesa de las casas de campo de los monarcas, como el Petit Trianon o el Hameau de María Antonieta, y de los casinos italianos conocidos por el rey y sus hijos en sus años napolitanos, que facilitaban una relación cómoda y placentera con la naturaleza, en cierto modo bucólica, como refugio del gran mundo. También tuvo su casa de campo el mayordomo mayor del príncipe y ayo de los infantes, el duque de Béjar, «nombrada la Moraleja», que conocemos por un cuadro de Toribio Álvarez (Patrimonio Nacional, inv. n.° 10066898). En ella el príncipe y su hermano el infante don Gabriel «lograron su acostumbrada diversión de la caza» y la princesa se animó a cantar un aria en una velada con orquesta, baile y espléndida cena celebrada el 17 de febrero de 17Ó715. Esta vida despreocupada y ociosa, más propia cíe un diletante que de un heredero a la Corona, sería mantenida por Carlos IV en sus años de rey, pues, como explicaba Beckford en 1795, «nada complace al bienintencionado monarca tanto como fingir que ha descendido a la vida del pueblo y ha perdido de vista a su Corte, a su consejo y a sus subditos; por lo tanto tiene a Madrid casi abandonado y en muchos rincones apartados de los parques y jardines reales están construyéndose edificios caprichosos», al tiempo que recordaba «haber contemplado con gusto los casinos que hizo construir cuando era príncipe de Asturias en el Escurial y en el Pardo»16. En la primera concentraría la colección de pinturas formada como príncipe y acrecentada de rey, que alcanzó los cuatrocientos setenta y ocho cuadros en el inventario de la casa formado por Manuel Muñoz de Ugena17. Esa colección, diferente en algunos aspectos de la atesorada a lo largo de los siglos por los reyes de España, tendría una segunda sede en la Real Casa del Labrador, construida y alhajada durante el reinado. En ella reunió en torno al medio millar de cuadros tal vez, pues sólo el ebanista Pablo Falencia llegó a hacer cuatrocientos treinta y cinco marcos para cuadros de esa casa de campo, desde 1804, en que empezaron a ser colgados en el ala oriental, hasta 1808, todos cíe un mismo tipo —de dos órdenes de talla, «la una de [hjojas picadas y el collarino de bolas con [h]ylo pasado», en diseño entregado por Isidro Velázquez—, pero cíe diferentes tamaños, más bien pequeños como en El Escorial, aunque éstos eran en su mayoría de maestros antiguos españoles, flamencos e italianos, y en Aranjuez abundaban al parecer los autores «de l'école moderne» francesa, como Sweback, Lafontaine, Demarne, Meunier, Duval, Boilly, Bertin, Le Roy, Debucourt y otros petits maítres de moda, pues había floreros del holandés Gérarcl van Spaendonck y del flamenco Piat Sauvage, si bien esos cuadros, muchos de paisaje y escenas de género, estaban mezclados con obras antiguas. Ese afán coleccionista, germinado en su juventud, sería cultivado por Carlos IV a lo largo cíe su vicia. De hecho las adquisiciones de cuadros para la casa de campo de Aranjuez se mantuvieron hasta el mismo mes de marzo cíe 1808 cíe su abdicación y en el exilio romano reanudaría las compras, formando en los seis años y medio de residencia en la Ciudad Eterna una notable pinacoteca que alcanzó los seiscientos ochenta y ocho cuadros, en su mayor parte para adorno de la villa de Sant'Alessio en el Aventino romano18. Tenemos noticia de julio de 1775 de una de las primeras compras cíe pinturas para el príncipe, dieciséis en total, representativa de la colección escurialense, K 1 g u .s l o

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con obras cíe Brueghel, Brill, Snayers, Schalcken, Rosa de Tívoli, Caffi, Solimena...19, dentro del gusto por la pintura flamenca e italiana cíe su abuela Isabel de Farnesio. En 1777 Ponz mencionaba en la Casa de campo del Príncipe en El Escorial el cuadro cíe Mengs «que alegóricamente representa el amor de virtud» [cat. 78], presidiendo la sala de entrada, junto a otros «cíe Murillo, de Solimena, de Arpiño, y cíe otros autores: variedad de países, floreros, perspectivas, miniaturas, &c.»; en el inventario formado dos años después por Joaquín Vayuco los cuadros de esa casa cíe campo rondaban ya los tres centenares20. Así, el académico comentaba en la siguiente edición de su Viage de España, de 1788, que «sería muy largo referir una por una las pinturas, con que el Príncipe N. S. ha adornado su casita de campo», aunque menciona obras de Ribera, el Domenichino, Andrea del Sarto, Cano, Murillo, Tiziano, Rembranclt —en realidad firmadas por Léonard Bramer—, Arpiño, Tintoretto, Reni, Joanes, Van Dyck, Le Brun, Giordano, Teniers, Snayers, Brueghel, Seghers, Tilborch, Van Thielen, Artois, Panini, informando también cíe «un gabinete adornado con pinturas de Vernet, otro de miniaturas, en que ha copiado los mejores quadros del Palacio de Madrid D. Eugenio Ximénez Cisneros, y varias esculturas en marfil de D. Celedonio de Arce»21. Esas pinturas llevan al dorso la inscripción que establecía su propiedad: «P.c N."' S."1», del Príncipe Nuestro Señor, y las distinguía de otras cíe las colecciones reales22. En fin, en la saleta de cuadros bordados cíe Robredo cíe esa casa encontramos recreada en hilos de seda y oro la disposición abigarrada de las pinturas en tiempos de Carlos IV (fig. 14), al reproducir en singular artificio algunas de las que colgaban de trenzas de seda en las saletas del piso bajo23. Como adelantábamos, el origen de esas casas cíe campo se sitúa unos años antes cíe los desposorios de los Principes de Asturias, y nacen de la afición cíe don Carlos Antonio de Borbón a las actividades al aire libre: la equitación, la caza, la pesca y la cria de animales24. Sabemos que en agosto de 1763 el príncipe y sus hermanos habían ordenado la formación de un nuevo jardín, en torno a un «estanquillo» que fue cercado en aquel tiempo en las cercanías cíe San Ildefonso, el llamado Jardín de Robledo o del Príncipe, en donde quedaba edificada dos años después una «Casita» de fábrica, en las vísperas cíe la boda de los Príncipes de Asturias23. A finales de 1767, clos años después del casamiento, dio comienzo la construcción de una «pajarera nueva cíe fábrica» en el Jardín de Francia del Buen Retiro para la cría de canarios, gorriones de Indias, tórtolas, perdices, palomas torcaces y caseras, buhos, cigüeñas, ánades, gallos de Valencia, «un buitre», también de peces, liebres y conejos. En el mismo tiempo se dispuso en el Buen Retiro «una barraca de madera que se deshaze y se buelbe a poner», pintada al óleo «imitándola a piedra», «para la diversión cíe la caza del referido Señor Príncipe de Asturias», que estaba vestida en su interior con una colgadura cíe damasco de lana verde guarnecida con galón de cotilla del mismo color26. Al año siguiente clon Carlos Antonio disfrutaba ya de una modesta «cabana» en el Real Sitio de San Lorenzo cíe El Escorial, que tenía entre otras cosas su retrete y gallinero, «donde están los pájaros hortelanos», una escalera, un reloj y «un tablero labrado que sirbe de asiento para Su Alteza»27; también ordenó levantar una «cabana de cojer pájaros» en El Pardo, en donde se estuvo trabajando en 1768, que contaba con una escalera, una ventana «de tabla de solapa», el retrete, sus «trastos de cocina» y «piezas de plata», que serían la sartén y cuchara labradas en 1770 por el artífice platero Juan Parquet, con mangos de madera, en fin cacharros dignos de un príncipe-cocinero28. Tras esos ensayos iniciales, de «pajareras», «garitas», «barracas» y «cabanas», humildes de plan58

teamiento, en 1769 fueron levantadas las primeras construcciones que merecen el nombre de casas J a v i e r

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de campo, entonces llamadas «gallineros», término derivado de la pajarera que había en el Buen Retiro madrileño y que luego sirvió de remoquete para referirse al palacio de Felipe IV en aquel sitio. Aunque nada queda de las casas «gallinero» de los Príncipes de Asturias, sabemos que las hubo en los Sitios Reales de San Ildefonso —construida bajo la dirección de Domingo María Sani—, El Escorial y El Pardo, estas últimas en las inmediaciones cíe donde pocos años después el arquitecto Juan de Villanueva edificara las casas de campo «del Príncipe Nuestro Señor» que han llegado a nuestros días29. El «Palaciette que se ha hecho en el Real Sittio del Párelo para la diversión cíe S. A.», obra del arquitecto Manuel López Corona concluida en 1772, que al parecer tenía una «caballeriza» contigua, apenas contaba con media docena cíe estancias: una «pieza» cíe comer, que era la principal en tamaño e importancia, un gabinete, una pajarera, una galería y dos habitaciones más pequeñas y retiradas, una de ellas destinada a cocina. Pese a sus modestas dimensiones, el interior no carecía cíe comodidades y de un lujo relativo, con muebles del ebanista José López y decoraciones pintadas por José Alarcón y Francisco Casado, correspondiendo a Antonio González Velázquez la pintura de «la bóbeda», que debemos pensar fuese la de la «pieza» cíe comer30. No muy distinto sería el El

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«gallinero» de El Escorial, poco tiempo después demolido para construir en sus cercanías una casa de campo bajo la dirección de Villanueva, mientras el mismo arquitecto emprendía la edificación de otra casa en aquel Real Sitio para el infante don Gabriel, en 1771-1773. Y es que los hermanos del príncipe, y su tío el infante don Luis, dispusieron cíe casas de campo o «gallineros» en algunos Sitios Reales, como Aranjuez, como puede apreciarse en la Topografía levantada por el ingeniero Domingo de Aguirre en 1775 y, parcialmente, en el plano del Jardín del Príncipe dibujado y ejecutado por Pablo Boutelou en 1784 (Madrid, Palacio Real, Real Biblioteca, signatura Map/90-15). La «Casa de campo de El Escorial del Príncipe Nuestro Señor», más conocida como Casita del Príncipe o Casita de Abajo, fue construida de 1771 a 1773, en un primer estado que le dio el aspecto de «cuadrilongo» descrito por Ponz el año de su conclusión, con columnas dóricas en sus dos fachadas, en la piedra berroqueña característica de la arquitectura de la zona y cubierta de plomo31. En su planta se ha visto la influencia de la arquitectura neopalladiana inglesa32, si bien resulta novedosa la forma de resolver el piso superior, con dos grupos de tres saletas cada uno, de escasa altura y abovedadas, flanqueando la sala de la torre, a un nivel más alto, lo cual provoca el absurdo descenso a las saletas del lado sur, que fueron reformadas a raíz de la compra cíe maderas finas efectuada en 1781 por el conde de Fernán-Núñez durante su embajada en Lisboa33. Esta casa de campo estuvo destinada «para diversión de Su Alteza» en los meses de octubre y noviembre de la jornada escurialense, y la primera comida fue celebrada el domingo 16 de octubre de 1774, sirviéndose en aquella ocasión pavo asado y adobado, cochinillo de lechal, jamón, capones, «pollas de cebo asadas», lomo de ternera asado, y de postre gofres, huevos moles, dos trincheros de tartaletas cíe dulces y otros dos de huevo hilado «con sus tapas de crocantas», todo regado con buen vino34. Por desgracia no encontramos tanta evidencia cuando se trata de los primeros adornos interiores, ya que las decoraciones conservadas corresponden en su mayor parte al reinado de Carlos IV debido a las continuas renovaciones llevadas a cabo por iniciativa del monarca, siempre atento a la evolución de las modas. En los inicios intervinieron diversos artistas y artesanos al servicio del príncipe e infantes, como los pintores José Sala y Vicente Gómez, este último autor de las primeras decoraciones de las bóvedas, seguramente sus peculiares motivos derivados de las Logias vaticanas. Bernardo Pascual Lascarro pintó sobre tafetán y raso la «Piesa del Gabinete», el retrete y la «Piesa grande cíe arriba», que ha de ser la sala de la torre, y en 1774 dirigió los trabajos de doradores y pintores en el resto de la casa, como Isidro Carnicero, que en ese año completaba la pintura de «unos tapices» para una de las piezas cíe la casa cíe campo. También consta la participación de Antonio Velázquez, pintor de cámara del rey, que a final de agosto de 1773 percibía veinte mil reales de gratificación por «haver pintado tres piezas de la Casa de campo que tiene S. A. en el Real Sitio de San Lorenzo para su diversión». Otras obras corrieron a cargo de los cerrajeros Antonio José de Flores y Alfonso Gómez de Ortega; del maestro dorador a fuego Julián Pérez; de José de Santiuste, que doró a mate nueve consolas; de la también doradora Mónica Sánchez Hurtado, y del tapicero Antonio Pomareda, encargado de la colocación de los cordones y borlas suministrados por Ventura Roca y de las colgaduras de tafetán, raso, muaré y gros de Tours tomadas del mercader de sedas Francisco de Llantacla, de Juan Luis de Yrivarren y del almacén de la fábrica de Talavera35. En 1779 la primera pieza de gabinete estaba guarnecida de blanco y las otras de amarillo, encarnado, de 6O

color escarolado, verde, amarillo listado, rosa y azul, colores de las colgaduras que en aquel tiempo Javier

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ópez de Robredo, Vista lasa de campo del Príncipe '.scorial, bordado ai matiz. ). Patrimonio Nacional, e/, Real Casa del Labrador, :1 billar [n.° inv. 10046957]

determinaron el nombre de las salas. En este punto conviene señalar que la decoración textil de los paramentos, entre el zócalo y la cornisa, fue una invariante de las casas de campo de Carlos IV, por influencia francesa, sólo alterada en contadas ocasiones. Así, había un pequeño «Gavinete de la china», muestra del gusto oriental y de la fijación del príncipe por la porcelana, donde se colocaron en unos estantes las piezas importadas de Francia y Sajonia y las del Buen Retiro, si bien, en opinión de Eugenio de Llaguno, la pasta de estas últimas «no es buena, aunque lo son las formas de algunas piezas, y las pinturas de buen diseño»36. Ese gabinete no tardaría en ser desmontado por el juicio desfavorable manifestado por Richard Cumberland en 1780, que lo veía anacrónico junto a las demás estancias adornadas con pinturas de maestros españoles e italianos37. No sabemos si en ese gabinete estaban colgadas las veintidós placas de biscuit cíe porcelana de Wedgwoocl cíe asunto mitológico compradas en 1777, que serían completadas muchos años después con otras parecidas del Buen Retiro, igual de primorosas, colocadas en el otoño de 1796 en la saleta de porcelanas de esa casa de campo38 [cat. 102-104], También serían retirados por el receptivo Príncipe de Asturias los lienzos cíe Claude-Joseph Vernet de la actual saleta de cuadros bordados de Robredo tras la publicación del Nouveau voyage en Espagne, de Bourgoing, que consideraba demasiado bajos y demasiado juntos los lienzos grandes de ese diminuto gabinete39. Esos seis lienzos habían sido encargados el 7 de mayo y el 5 de junio de 1781, con la intermediación del conde de Montmorin, embajador de Francia en Madrid, y revistieron por completo las paredes de tan reducido espacio, a excepción del zócalo cíe maderas finas, hasta 1793/l(1. Aunque se ha visto el origen cíe esa comisión en el regalo de Luis XVI de dos cuadros de Vernet para el príncipe, a comienzos de ese año, sabemos que don Carlos Antonio conocía ya la obra del francés, pues en julio cíe 1774 había comprado «Les ceuvres de Joseph Vernet, peintre du Roí, tout en estampes magnifiquement gravees»41. En fin, la fama de las casas de campo del príncipe había traspasado fronteras, y los viajeros de «calidad» acudían a ellas para contemplar sus exquisitas decoraciones: «La del príncipe [de El Escorial] El

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es la más elegante —escribía Joseph Townsencl tras su viaje por España en 1786-1787— y, si se puede juzgar por un único ejemplo, constituye un feliz presagio del desarrollo que alcanzarán las artes cuando llegue al trono»42. El entorno del palacete fue ajardinado con arbustos cíe flores y árboles frutales bajo la dirección del florentino Luis Lemmi, jardinero mayor de esa casa de campo. Frente a la fachada principal quedó dispuesta una plazoleta circular, con ocho calles radiales y fuente central que lucía la escultura de Antonio Primo de «un niño agrupado con un ganso que arroja el agua», como informa Ponz en 1773, cuando fue concluida, que debió de ser reemplazada en 1795 por otro grupo semejante en plomo del escultor José Ginés43, visible en uno de los cuadros bordados de la Real Casa del Labrador (fig. 15). La casa tiene dos pabellones auxiliares, el sur destinado a cocina y guardarropa, completado en 177544, mientras que en el del lado norte, llamado de las Logias por las estampas que lo decoran [cat. 95, 96], quedaría dispuesta la «pieza del dessert», con la mesa cíe columnas en maderas finas —moraclillo y ébano— trabajadas por el ebanista José López en 1796-1797 y aplicaciones de bronce dorado cíe José Giarcloni, sobre la cual fue colocado el soberbio dessert de piedras duras, esmaltes y bronces dorados adquirido en París por el príncipe en 178645 [cat. 34]. En ese año obtenía el título de relojero de cámara el francés Francois-Louis Godon, que actuó de marcband-mercier del Príncipe de Asturias y luego rey cíe España, proporcionándole numerosos objetos de arte de su gusto, porcelanas, bronces, relojes y joyas, muchos de ellos para ornato de sus casas de campo, como la gran péndola del Tiempo entregada postumamente, en 1800, para el salón grande de la Real Casa del Labrador, ahora expuesta en la antecámara cíe Carlos III del Palacio Real de Madrid. Ese lucrativo negocio sería mantenido por su viuda Justine Madeleine Prévost, que suministró asimismo joyas, relojes y otras «cosas de moda» de París, y por el segundo marido de esa señora, el comerciante Benoít Boselli, que en 1805 vendía a Carlos IV, por la fabulosa cifra de 1.160.000 reales cíe vellón, el monumental reloj de columna, «dans le genre de la Colonne Trajane», situado en el centro cíe la galería de estatuas de la casa de Aranjuez (fig. 16), cuyo mecanismo tardó en realizarse cuatro años y tenía diamantes, en vez cíe rubíes, en el Sol que marca las horas en la espiral del fuste de bronce dorado y patinado decorado con bajorrelieves de los reinos de España46; conviene considerar que lo gastado en la casa de El Escorial, de 1782 a 1788, siendo mucho, sólo alcanzaba la suma de 1.705.989 reales y 7 maravedís47. En fin, las cantidades consignadas para las casas de campo del rey serían notablemente incrementadas en los últimos años del siglo xvm y primeros del xix, en especial con destino a la Real Casa del Labrador, canto del cisne del arte de Carlos IV. En la década de 1780 el «gallinero» cíe El Pardo y la casa de campo de El Escorial no debían de ser suficientes para las necesidades cíe los príncipes, puesto que en 1781 se determinaba emprender la ampliación cíe la casa cíe campo escurialense; en 1784, a la finalización de esa obra, comenzaba la construcción, también por Villanueva, cíe la casa de campo de El Pardo, y en 1785 se acometía la redecoración clel Pabellón grande del Embarcadero de Aranjuez, edificado por Fernando VI, que había servido y serviría de casa de campo del príncipe en aquel Real Sitio hasta la construcción de la Real Casa clel Labrador48. Ese pabellón junto al Tajo, también mencionado en los documentos como «casa cíe campo», «cenador» o «pieza ochavada del embarcadero», y los cuatro «pabelloncrtos» o «casillas» añadidos en tiempos de Carlos III, cíe parecida estaictura y dimensiones menores, 1

62

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fueron el eje de las diversiones principescas y reales en los jardines cíe Aranjuez hasta 1796 [cat. 36],

F¡ g-

16

Vista de la galería de esta d

e l a Real Casa d e l La

en Aranjuez

en que la Casa del Labrador vendría a arrebatarle ese protagonismo, trasladándose los ocios del rey al extremo del Real Jardín del Sotillo, la extensión oriental del Jardín del Príncipe. De 1781-1783 es la ampliación de la casita de El Escorial con el «salón», la inmediata sala ovalada y el pórtico anexo que componen el ala oeste, adosada perpendicularmente al edificio preexistente, al tiempo que fue incrementada la extensión de la finca con el «ensanche del jardín, estanque

^•^^••^^••••B

y aumento de las cercas de la casa de campo» por el lado tle Poniente. Esa ampliación proporcionaba un espacio desahogado para la reunión frente a tanta saleta, algunas de ellas minúsculas, y con esas obras serían incorporadas en varias bóvedas adornos de estuco y plomo dorado diseñados por Juan Bautista Ferroni dentro de un gusto lardobarroco que evoluciona hacia un mayor clasicismo en los realizados a continuación en la casa de campo cíe El Pardo, y en los incorporados a la primera por José Ginés años más tarde, en 1795 y 1797-1798, ya netamente clásicos. La Casa cíe campo del Príncipe en El Pardo fue construida por Villanueva de 1784 a 1786, en granito y ladrillo, y de una sola planta49 (fig. 17). En ésta avanza el esquema general desarrollado por el arquitecto en su gran obra madrileña, pero organizada de manera bien distinta, con saletas tan del gusto de don Carlos Antonio, como en El Escorial, y dos espaciosos salones, a emulación del incluido en la ampliación escurialense con la intención cíe satisfacer las necesidades de uso. De este modo el lado sur quedó para la «compañía» de los príncipes y el norte como ámbito privado y más refinado si cabe en las decoraciones de sus saletas y gabinetes50, como ocurría en las saletas de maderas finas del piso alto cíe la casa de El Escorial. El interior constituye el más genuino testimonio de las decoraciones Carolinas del final de sus años de príncipe y comienzos del reinado, ya que éstas se hicieron en un periodo de tiempo bastante reducido, dotando así al conjunto de una coherencia estética no alcanzada en tales términos en sus otras casas de campo, sometidas a no pocos cambios. Las bóvedas de los salones de representación fueron pintadas por Francisco Bayeu y Mariano Maella con desusadas alegorías que ensalzan las virtudes cíe los propietarios, mientras que en saletas y gabinetes pudieron explayarse los pintores adornistas Vicente Gómez y Manuel Pérez con motivos extraídos de las Logias vaticanas, si bien el bolones Luis Japelli trató en la bóveda del retrete escenas exóticas, como acostumbraba, al parecer inspiradas en las obras consultadas en la biblioteca del embajador de Venecia51. La armonía del conjunto se deja ver en el trabajo de la madera de zócalos, molduras, tremóes y en el extraordinario mobiliario del ebanista José López, de compleja y bella talla, que en buena parte mantiene los perfiles curvos, las chambranas, los festones y cabezas de carnero de décadas anteriores. Esas decoraciones están dominadas por las ricas colgaduras de seda por el ascendiente de la moda francesa que Carlos IV asume como propia y pervive a lo largo del reinado. En la casa de El Pardo se hallan sedas de Valencia, en el gabinete grande de la chimenea, pero las otras vinieron de Francia, de la 64

manufactura lionesa cíe Camille Pernon, como la bordada con extrema delicadeza para el gabinete J a v i e r

J o r d á n

de

Ur r í e s

y

el c

la

Colina

F i g . 17

Vista cíe la fachada princip

de la Casa de campo del P en El Pardo

de las fábulas. En esa pequeña «pieza», como en muchas otras, todo quedó adaptado de forma sutil a la decoración de la colgadura de seda, la pintura al óleo de Vicente Gómez y Manuel Pérez en la bóveda, el mobiliario de José López [cat. 67], con delicada talla de Tomás de Castro, dorado y pintura «de alabastro bruñido» de José Cherou, policromía de Manuel Pérez y tapizado correspondiente en las sillas, e incluso la alfombra bordada por Antonio Gasparini [cat. 125], que al igual que las muchas que había en las casas de campo tejidas en punto de tapicería fina por la Real Fábrica de Santa Bárbara parecen evocar, dentro del gusto de las salas, aquellas «alfombras de flores» que los jardineros de Aranjuez le preparaban cuando era Príncipe de Asturias52. En las colgaduras son comunes esos motivos florales o vegetales, si bien desde Lyon también se trajeron paños más modernos, cíe gusto «anticuario», como en la saleta pompeyana, diseños que más tarde serían empleados en las manufacturas valencianas de Claudio Bodoy, padre e hijo, y compañía, y Juan Antonio Miquel, Gay y cía., por su estrecha relación comercial con la manufactura de Pernon. En representación de este último vino a España Frangois Grognard, en julio de 1787, para presentar las primeras colgaduras y hacerse con futuros encargos, no sólo de tapizados, ya que en agosto del año siguiente firmaba una cuenta por un par de vestidos y un chaleco para el príncipe realizados por Pernon, y en septiembre por sombreros de Rocoffort e hijos, también de Lyon53, satisfaciendo con ello la «fiebre de seda» de don Carlos Antonio (véase el ensayo de Pilar Benito García). Vinculado a la manufactura de Pernon estaba el adornista Jean-Démosthéne Dugourc, que en 1786 presentó audaces proyectos decorativos para seis saletas de las casas de campo de El Escorial y El Pardo [cat. 60-64], que no fueron aceptados por el príncipe, tal vez por su carácter heterogéneo y sin duda chocante frente a lo que se estaba haciendo en aquellos años, al tratarse de adornos historicistas —egipcios, chinescos, etruscos, góticos, turcos y un antiguo «Cabinet frangais»—, que hubieran restado unidad al conjunto54. Dugourc vendría finalmente a España el 26 de abril de 1800, con una carta de recomendación del cónsul José de Lugo en la cual destacaba el prestigio alcanzado en París por el cuñado de Belanger, «por el buen gusto y particular primor de su dibuxo, por el qual es consultado en todas las obras de costo y elegancia que se fabrican en esta capital», al tiempo que hacía valer sus cualidades para hacerse cargo de la dirección de la Real Fábrica de porcelana del Buen Retiro55. Desde París y en España intervino en el diseño de algunas decoraciones incorporadas a las casas de campo, como la colgadura y mobiliario de la saleta del sofá de El Escorial (fig. 31), aunque sólo consta que ñiese empleado por el rey en 1802, en el puesto de arquitecto del Palacete de La Moncloa, que en ese año había sido adquirido a la duquesa de Alba56. La casa de campo de El Pardo quedó congelada en el tiempo al suprimirse la jornada en aquel Real Sitio al advenimiento de Carlos IV, pues los meses que su padre había dedicado a la caza en sus montes, entre la Epifanía y Domingo de Ramos, vendrían a alargar la jornada de Aranjuez a partir de 1792. Aún así, el nuevo rey utilizó la casa de campo en algunas ocasiones desplazándose desde Madrid, sin pernoctar en el palacio, e incluso de camino a otros Sitios Reales57, y también realizaría diversas obras, y no sólo de mantenimiento, pues en julio de 1795 el equipo de marmolistas de Juan Bautista Galeoti asentaba el pavimento de mármoles de la «Pieza redonda» o rotonda58. Como queda dicho, de Francia vinieron muchos adornos para las casas de campo gracias a las gestiones de los marcbands-merciers y también mediante compras realizadas en las tiendas madrileñas «de Alemanes», como la de Pedro Schropp y Celedonio de Haedo, «el alemán de las Montañas El

gusto

de

Carlos

IV

en

sus

easas

de

campo

65

de Santander», como le llamaba con cierta guasa Carlos IV59. Los reyes se hicieron con diversos géneros para la Real Casa del Labrador en su viaje a Andalucía en 1796. En Sevilla fueron tomados tres canapés de maderas finas, «treinta y seis sillas de brazos» y «una mesa de juego embutida de barias maderas»60; en Cádiz una sillería61, y en el comercio de los hermanos Llera y Martínez se encargaron, entre otros artículos de lujo, un par de candelabros ingleses cíe cuatro luces, otras dos parejas de candelabros, una araña «de ocho luces, de sala, con adornos finos», otra de doce luces, «con cadenas y colgantes», y un par de faroles con adornos finos62. Un año después llegaron también de Cádiz cuatro candelabros para ubicarlos sobre las consolas, con adornos y colgantes de cristal fino63. Pero muchos de los adornos en bronce clorado fueron encargados a los artífices plateros y broncistas de la Real Casa: José y Joaquín Giarcloni y Domingo y Manuel de Urquiza, padre e hijo en ambos casos, que labraron escribanías y orinales de plata y cincelaron guardapolvos cíe relojes y morillos de chimenea en bronce dorado a oro molido, un par de ellos muy curiosos, obra de Domingo de Urquiza, con relieves cíe la historia de don Quijote de la Mancha, que fueron entregados en marzo de 1797 para la Real Casa del Labrador64. Las decoraciones de la casa de campo de El Escorial fueron renovadas por Carlos IV en los primeros años del reinado y aun después, ya que en 1804 el ebanista Pablo Falencia, nieto y discípulo de José López, realizaba dos consolas y dieciséis sillas cíe madera de nogal para la «pieza y paso para la cocina», actual sala del barquillo, con patas estriadas «dóricas y en sus quadrados vaciados y svis clavos romanos», elementos característicos de Isidro Velázquez, al tiempo que hacía cuatro marcos de madera cíe caoba «para las vistas que está haciendo el pintor Navia, de Madrid y Sitios Reales», y nuevos antepechos para esa sala y «la pieza de Don Vicente»65. Este «Don Vicente», el pintor Vicente Gómez, decorador de bóvedas cié El Escorial y El Pardo, había muerto en 1792, dejando honda huella en sus discípulos. Jovellanos nos facilita en sus Diarios una versión del fallecimiento de este artista, interesante al reflejar el carácter campechano del monarca y su seguimiento de las obras: «Don Vicente Gómez pintaba los techos del Casín del Escorial con grande aceptación. Diéronsele los honores de pintor de cámara y cierta pensión. Tenía envidiosos; preguntó el príncipe por la obra, que era cíe suyo prolija; díjole el criado que como había logrado el sueldo, se iba más despacio. Llegada la jornada el príncipe le dijo al pintor: "Vosotros, en agarrando, os echáis a dormir". El pintor se sobrecargó y murió de resultas»66. A partir de ese momento sus discípulos Manuel Pérez y Juan de Mata Duque se harían cargo de la renovación de las decoraciones cíe diversas bóvedas del casino escurialense, manteniendo en ellas los grutescos manieristas introducidos por su maestro e incorporando elementos de los grabados de Marco Carloni para las Vesligia delle Terme di Tito, es decir cíe las pinturas murales de la Domus Áurea [cat. 97], dentro del gusto arqueológico que impregnaba cada vez más los adornos de las casas de campo cíe Carlos IV. De ese momento es la reforma decorativa de las saletas de maderas finas del piso alto y también cíe muchas del bajo, con la participación de los ebanistas José López y Pablo Falencia. La evolución del diseño de los muebles de López en aquellos años se pone cíe manifiesto si comparamos la consola y sillería del gabinete de la reina, cíe talla vegetal, mascarones y volutas, en madera cíe peral pintada de blanco y dorada, de 1791-1792 [cat. 68], con los muebles ligeros, sencillos y elegantes del mismo ebanista, en maderas finas, cíe perfiles rectilíneos, con marcos de perlas en bron66

ce dorado a molido, de 1797-1798, para las saletas del piso superior [cat. 130]. J a v i e r

J o r d á n

de

Ur r í c s

y

de

la

C o l i n a

En fin, de los Sitios Reales Aranjuez era el más apropiado para las actividades al aire libre, tanto por el clima primaveral de la jornada ribereña como por la amenidad de sus jardines y la abundancia de caza y pesca. La vega del Real Sitio conoció un extraordinario desarrollo como explotación agropecuaria ilustrada durante el reinado de Carlos III, con el Cortijo de San Isidro, la Casa de Sotomayor, para la Real Yeguada, y la Casa de Vacas, a donde iban de vez en cuando el príncipe y los infantes «a tomar leche» y a almorzar67. En aquellos años don Carlos Antonio creó el Jardín del Príncipe entre la calle cíe la Reina y el ondulante curso del Tajo, con el Embarcadero y sus pabellones de recreo como eje de la vida en los jardines por su posición privilegiada sobre el río, si bien en una ocasión las «fragatas» navegaron en el cercano «Mar» de Ontígola, en la jornada de 1789, cuando el nuevo rey determinó mantener «la diversión de Embarcadero [...] en los mismos términos que la tenía siendo Príncipe»68. Como vemos, cíe príncipe y cíe rey procuró llevar una vida en comunión con la naturaleza, sencilla en apariencia, como cuando el 20 de febrero de 1766 el príncipe y sus hermanos tomaron el arado de unos labradores, aunque esto ocurriría en El Pardo69. En ese «fingir que ha descendido a la vida del pueblo», como explicaba Beckforcl, parece estar el origen de la Real Casa del Labrador, ya que en palabras cíe Álvarez de Quindós, de 1804, esa casa «no tiene nacía de lo que requiere su título, aunque al principio se pensó en ello: es propiamente casa de un Soberano por el gusto, la magnificencia de las salas, piezas y repartimientos, pintadas por Don Mariano Maella, Don Zacarías Velázquez, y otros profesores; adornadas con sillerías, mesas, reloxes, arañas de cristal, alfombras, colgaduras, y otros muebles y partes de mucho gusto, inteligencia y valor»70. Pero antes de llegar a este punto, en los primeros años del reinado se acometieron las «obras extraordinarias» del jardín, con las nuevas puertas, las diversas fuentes emplazadas hacia Levante —Narciso, Ceres, del Cisne, Apolo, del Jarama y Tajo, Neptuno— y la formación del «caprichoso» Estanque cíe los Chinescos, con su templete monóptero, torre o cenador chinesco e isleta con gruta y obelisco, en una laguna artificial surcada por una barca «muy graciosa» de estilo chinesco. A continuación, en 1793, el rey ordenaba una nueva obra, más hacia el este, la Casa del Ermitaño, que en algo recordaría las «cabanas» de príncipe, pues «vista por cíe fuera parece una infeliz choza labrada pastorilmente cíe trozos de madera, pero entrando en ella se encuentra finamente adornada de estucos [de Domingo y José Brili], cié dorado y de pinturas [de Juan cíe Mata Duque] que indican varias vistas del mismo jardín»71. Como colofón de todas esas intervenciones ordenadas por el rey en marzo cíe 1794 se iniciaba la construcción de la Real Casa del Labrador, bajo la dirección cíe Villanueva, en la llamada isla de Palomeros72. Al año siguiente quedaba concluida con pilastrones y verdugadas de ladrillo y recuadros de cantería y mortero de cal, «a la toledana», la escalera y algunas guarniciones en piedra blanca cíe Colmenar cíe Oreja y cubierta de teja de barro cocido, a semejanza de otras edificaciones de Aranjuez, como las Casas de Oficios e Infantes o el Hospital de San Carlos, en fin «en el estilo español más ordinario y vulgar», en palabras de Beckforcl73. En 1796 fue levantado el primer puente de acceso y se acometió una primera ampliación, la «cochera» y «bueyería», que no debía de ser tal con sus maderas pintadas de «color de porcelana»74. En aquellos años el ebanista José López hizo diversos muebles ligeros, los adornistas Juan cié Mata Duque, Manuel Pérez, Manuel Muñoz de Ugena y Luis Japelli pintaron bóvedas, techos, zócalos y alféizares, y las paredes quedaron vestidas con pequinés y colgaduras de seda tejida, en su mayor parte tomadas del comercio madrileño El

gusro

de

Carlos

IV

en

sus

casas

de

campo

67

de la viuda y sobrino de Felipe de Baños, aunque ya en el mes de marzo de 1795 el rey había escogido personalmente un par de cenefas lionesas para encuadrar las primeras colgaduras75. Cruz y Bahamonde, tras su visita de octubre de 1798, nos habla de «los quartos verde, rosa, amarillo listado, amarillo solo y azul, llamados así por los géneros de que están colgados», con pinturas al temple de Manuel Pérez y Manuel Fernández Acevedo; de la bóveda de la sala de trucos decorada por Mariano Maella y Zacarías Velázquez; de la escalera y «piezas baxas» pintadas por Japelli; dando asimismo cuenta cíe un par de vistas de la casa por Isidro Velázquez, de dos copias de Mengs y de las «bellas mesas de mármol, y encima macetas y juguetes de loza de Seves [Sévres], de Alemania y del Retiro [...] y reloxes de Godon, entre los quales es particular el que representa la caída de Faetonte»76, en fin, un testimonio interesante al describirnos por encima esas primeras decoraciones. Pero en 1798 Carlos IV tomaba la determinación de ampliar la casa y reformarla por completo para convertirla en el lujoso palacete de recreo que ha llegado a nuestros días (fig. 18). La metamorfosis de esa casa «rústica» comenzó con la formación de un salón ceremonial, de gusto «etrusco», y la construcción del ala oriental, de 1798 a 1800, compuesta en el principal por ocho saletas de reducidas dimensiones, como gustaba Carlos IV, mientras en el piso bajo quedaba dispuesta una nueva cocina. Las novedades introducidas con esa obra suponen un punto de inflexión en las decoraciones de las casas de campo de Carlos IV, tal vez por indicación de Isidro Velázquez, que comenzaba a hacerse cargo de las «obras extraordinarias» de Aranjuez por delegación de su maestro Villanueva. Así, en ese tiempo fueron incorporados los primeros pavimentos de mármoles recortados, frente al tradicional suelo de baldosa de barro, también las puertas de maderas finas —caoba, amaranto, naranjo, limoncillo y ébano—, con sus cercos pintados a imitación del mármol, y la escayola intarsiada, ausente de las otras casitas, en los paramentos del retrete y zócalos y alféizares de las saletas de esa ala, salvo el lujoso gabinete de platino, cuya decoración fue encargada en 1800 al arquitecto Charles Percier, que creó un espacio excepcional en las casas de campo, en todos los conceptos (fig. 19) [cat. 92]. El equipo de José Ginés prosiguió sus trabajos de escayola en el zócalo de la sala de Compañía y en los «yelos» de la hornacina de la fuente del patio, y a continuación en la nueva escalera principal, muy elegante en la ligereza de sus ramales curvos, y en la galería, de estatuas, esta última con zócalos de Antonio Marzal «el menor», autor también de los estucos de los paramentos de la «pieza» retrete, unos y otros por diseños de Velázquez, sus reinterpretaciones de las «copias de figuras etruscas de varios tiempos» dibujadas por el arquitecto durante su pensión romana y de las estampas de las Logias vaticanas, respectivamente77. Para esa galería, fueron encargadas cuatro estatuas de mármol blanco al célebre Antonio Canova, cuya obra quedaba interrumpida por los acontecimientos políticos que provocaron la abdicación de Carlos IV y más tarde las de Bayona, para desembocar en la Guerra de la Independencia. Con todo, esa obra suponía la incorporación de una decoración «romana», al igual que el retrete ideada por Isidro Velázquez y aceptada por su mecenas, como alternativa a las decoraciones francesas tan presentes en las casas de campo de Carlos IV, las más evidentes el gabinete de platino y las colgaduras de seda, ya sean de Pernon o las diversas de Valencia, de Claudio Bodoy, padre e hijo, y Juan Antonio Miquel, Gay y compañía, 68

puesto que éstas siguen diseños de Lyon. De entre esas colgaduras destacan por su vistosidad la Javier Jordán

de

Urríes

y de

la

Colina

18

de la sala de Compañía (fig. en pp. 12-13), de la manufactura de Camille Pernon78, y la de la sala

:'>pez de Robredo, Vista 'cal Casa del Labrador :ados

de 1803, bordado

z, h. 1806 (según acuarela ro Velázquez). Patrimonio al, Aranjuez, Real Casa jrador, Sala del billar

del billar, tal vez valenciana, como aseguraban Manuel de Aleas, en 1824, y al año siguiente Lorenzo Bonavia, conserje de esa casa de campo79, que en ambos casos combinan tejido y bordado, con vistas y también adornos tomados de la Antigüedad clásica. En la Real Casa del Labrador serían incorporados diversos muebles, cuadros y otros adornos en tiempos de Fernando VII, al haber perdido la colección cíe pinturas de Carlos IV80, muchos de sus relojes y algunos muebles, pues la casa tuvo rinconeras en la práctica totalidad de las salas, incluso las abovedadas, con una finalidad decorativa pero también práctica, para los candelabros, ya que los abundantes relojes de este rey-relojero estaban colocados en sus guardapolvos en consolas y chimeneas. La suspensión de las obras el domingo 20 de marzo de 1808 malogró algunas decoraciones, pues quedaron sin colocar las estatuas de la galería y unas sedas para el piso bajo81, y no pudieron ser asentados pavimentos de baldosa de porcelana en el salón grande y sala de la Yeguada, como estaba previsto y se había hecho en la saleta de entrada y sala de Compañía, en 1807-1808. El entorno ajardinado tampoco llegó a culminarse al quedar pendiente la colocación de la fuente monumental de Juan Adán de Hércules y Anteo, junto a otras de Venus y Adonis, en el jardín dispuesto a espaldas de la casa, el llamado «Laberinto» y más tarde «Hexágono» por su forma poligonal82. En fin, si entre los caprichos de Carlos IV estuvo encargar al mejor arquitecto de París un gabinete completo de caoba, bronces dorados y platino, gastar más de un millón de reales en un reloj, hacer fabricar alguna jaula de plata para periquitos o comprar un plumero grande de plumas de pavo real para limpieza cíe su palacete de Aranjuez83, los excesos nunca llegaron a la fantasía decimonónica que presenta a los reyes en la Casa del Labrador aplicados a los trabajos agrícolas con herra-

el gabinete de platino eal Casa del Labrador

mientas de metales preciosos con mangos de madera de caoba, aunque la realidad, como hemos visto, no fue muy distinta84.

69 El

gusto

de

Carlos

IV

en

sus

casas

de

campo

»&<

1 Madrid, Palacio Real, Archivo General de Palacio (en adelante

muchos años, desde 1761, una asignación anual de 750 reales

AGP), Reinados, Carlos IV, Casa, leg. 173!. Sobre el gusto de Car-

de vellón «por el cuidado de imponer a S. A. en el dibujo» (loe.

los IV el lector dispone de los trabajos de Perera 1958 y Junquera 1979, que ha sido un referente en la investigación de ese periodo, Botiineau 1986, Luna 1992 y de otros estudios parciales recogidos en la bibliografía del catálogo.

Biblioteca Nacional de España (en adelante BNE), signatura IH/1712/14G. AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 121, gas-

2 Junquera 1979, pp. 73 y 228, doc. 8; Gastinel-Coural 1988, p. 99; Jordán de Urríes y cié la Colina 2008, p. 22.

tos relacionados con Arce de 29 de julio de 1767, de 30 de octubre del mismo año —«por dos medallas con los Santos San

3 Ponz 1772-1794, t. I (3/1 eci., cíe 1787), p. 385. Por ejemplo,

Carlos y San Luis Rey de Francia, abiertos en marfil en baxo

gastos de luminarias en El Pardo y Aranjuez se hallan en el AGP,

relieve»—, de 6 de noviembre de 1709, de 27 de septiembre y

Reinados, Carlos IV, Príncipe, íeg. 472, y de la ascensión del glo-

23 de octubre cíe 1771; leg. 232, recibo cíe José Saz, Madrid, 21 de

bo del «maquinista» Vicente Barletti en Aranjuez, el lo cié junio

julio de 1778, del marfil "para la estatua de la Fortuna» de Arce,

de 1792, en Casa, legajos 126¡ y 130.

y cuenta del escultor, Madrid, 31 de octubre de 1778, del viaje

4 Beckford 1834, vol. II, pp. 377-378 (tracl. española, 1966, p. 152).

a El Escorial «para la conducción de la estatua de la fortuna

Las cuentas de gastos de «cocina de boca» se encuentran en

que hize para S. A.», que repasa, al igual que «el Santísimo Chris-

los legajos del AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe y Casa. Sólo

to executaclo cié su Real orden»; y leg. 231, noticia de enero

a modo de ejemplo mencionaremos la primera matanza que

de 1778 cíe «quatro grupos» de marfil para ei príncipe realizados

tuvo lugar en las inmediaciones de la Real Casa del Labrador,

por Arce. En julio de ese último año presentaba Cisneros «dos

en abril de 1795, cuando dependientes del matadero fueron «a

quadros compañeros, que el uno es un descanso de Egipto y

matar y desquartizar una res delante cíe S. M.» (AGP, Reinados,

el otro los desposorios de Santa María Magdalena», «otros dos

Carlos IV, Casa, Icg. 136-0.

quadritos compañeros, que el uno es un Ecce Homo y el otro

5 Véase, por ejemplo, Simón Palmer 1993, pp. 189-200, y AGP,

una Dolorosa», «un quadro cuyo asunto es una Piedad», «un qua-

Reinados, Carlos IV, Príncipe, legajos 12', 223f 452, 46' y 472;

dro de dos pies de alto y su ancho proporcionado, cuyo asun-

en este último la «Cuenta cíe los libros que se [h]an traído para

to es el Descendimiento de Nuestro Señor», todos en vitela (loe.

su Alteza de la testamentaría de Don Antonio Alarcón», firmada por Juan Díaz Vizcaíno, el 8 cíe abril de 1787. Al año siguien-

cu., leg. 232). 8 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 44!.

te fue comprada la biblioteca de Joaquín Tbáñez, «dignidad de

9 Zapater y Gómez 1868, p. 65- Águeda y Salas 1982 (2003), p. 320,

chantre que fue de la Santa Yglesia de Teruel» (loe. cu., leg. 123).

carta 125. Hay noticias tempranas de compras de violines y arcos

En junio de 1773 se había remitido ajóse Moruno, ministro ante

de violín en el AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, legajos 121

la Santa Sede, una «Nota di Stampe appartenenti all'Architettu-

y 131. Felipe Sabatini fue el «maestro de violín» del principe, has-

ra», en realidad libros cíe estampas, que deseaba tener el prín-

ta su muerte en noviembre cíe 1770 (loe. cit., legajos 121 y 15a)-

cipe; los libros fueron enviados en dos cajones en marzo del

10 Pereyra 1935, pp. 234-235, carta cíe María Luisa a Godoy, San

año siguiente (Madrid, Archivo del Ministerio de Asuntos Exte-

Lorenzo, 5 de octubre cíe 1799-

riores, Santa Sede, legajos 222, 223, 338 y 342). En la Real Biblio-

11 Díaz Gallegos y Jordán de Urríes y de la Colina 2007, p. 42.

teca del Palacio Real cíe Madrid se conserva el índice de la libre-

12 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 131, gastos de octubre

ría del sereníssimo señor D." Carlos Antonio Príncipe de Asturias.

cíe 1764 y marzo de 1765, de instrumentos «para el torno del

Año de 1783 (signatura: ms. 11/2620).

Príncipe»; de agosto de 1765: «Por los maderos que compró S. A.

6 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 131, gastos de septiem-

para el torno»; de septiembre, de herramientas y maderas para

bre de 1700: «Por las estampas que se compraron, 38 reales, tocó a S. A. ... 19»; gastos de octubre de 1760: "A Don Carlos Routa

el «torno de S. A.», y gastos de junio de 1766: «Por unos made-

[sic] por las caxas de los colores, 60 reales, toca al Príncipe...

de Celedonio Rostriaga, Madrid, 18 de septiembre de 1767;

ros que trajeron para el thorno [sic] de S. A.»; leg. 442, cuenta

30»; gastos del 29 de diciembre de 1760 al 14 cíe enero cíe 1761:

íeg. 121, pagos a Rostriaga de 5 de enero y 14 de febrero de 1769

«Por las estampas y pinceles para S. A. A., 41 reales y 10 mara-

y 21 de abril cíe 1770 por «los tres tomos: uno figurado, otro al

vedís, toca S. A. ... 20,22»; gastos de agosto de 1764: «Por las

aire y otro de pintas, y una machina con diferentes piezas

estampas que se compraron para pintar S. A., 145 reales, la

mandadas hacer por S. A.»; leg. 16', «Quenta de las [hlerramientas

mitad... 72,17", y de octubre del mismo año: «Por los christales que se compraron para la pintura de S. A. A.»; leg. 442, «Memo-

que se [h]an [h]echo y otras que se [h]an comprado para el Prínzip[e] Nro. Señor para el Real Sitio del Pardo, yo Joseph López,

ria de gastos que tengho [h]echo por orden del Señor D. Car-

maestro ebanista de Su Majestad en este mes de enero y febre-

los Ruta, ayuda di Cámara de Su Alteza el Señor Príncipe de

ro de 1771»; leg. 461, cuenta de la madera de boj de los Piri-

Asturias para tres marquitos de talla cíe madera de alisso y dorar-

neos españoles «para el taller del Príncipe», Madrid, 24 de febre-

los, que sirben para dibujos de Su Alteza», firmada por Santia-

ro de 1775; leg. 212, «Quenta de varias maderas y herramientas

go Bonavera, con orden de pago de 30 de abril de 1766; leg. 132,

que se hicieron venir de París de Francia para el el [sic] torno

«Memoria de los colores que io Antonio de la Bega, dorador

del Príncipe N. S.», Jean Baptiste Lecouflet, Aranjuez, 16 de junio

de la Real Casa cíe su Majestad, tengo dados para pintar el

de 1776; leg. 122, gastos de 5 de abril de 1780, cíe los 15-000 rea-

Príncipe nuestro Señor», San Ildefonso, 30 de septiembre de 1767;

les entregados a la viuda de Lecouflet por «todas las herramientas

y recibo de Feliz Humarán, tallista cíe cámara de S. M., San Ilde-

de tornear que dejó el expresado Lecouflet y mandó S. A. se

fonso, 5 de octubre de 1767, en el cual indica que tenía ejecu-

tomasen de su cuenta para su Real servicio», y de 30 de sep-

tados para el príncipe veinticuatro palos de pinceles, una pale-

tiembre de 1780, cíe 15.507,16 reales entregados a Antonio Mar-

ta de nogal y tres tientos, y recibo de José de Santiuste, oficial

tínez del coste de «un torno que se ha hecho por su dirección

de dorador, San Lorenzo, 1 de diciembre de 1767, de 1.008 rea-

para S. A.»; leg. 471, cuentas de «varias herramientas de reloxe-

les cíe vellón cíe sesenta y tres días «que he servido hal [sic]

ría y otras para la diversión de S. A.», compradas a los herma-

Príncipe N. S. hi [sic] Señor Infante Don Gabriel en preparar-

nos Girod en 1782, y leg. 122, gasto de 10 de abril de 1783

les a SS. AA. los colores para pintar»; y leg. 15a, recibo de Huma-

cíe 2.640,17 reales por madera de boj de Zaragoza. Junquera

rán de un tiento de nogal, doce palos de pinceles y un caba-

1979, pp- 13 y 221-222, doc. 3. 13 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, legajos I 2 , 121, 133, 13¡, 442

llete de madera de aliso «para pintar» el príncipe, entregados

72

cu., leg. 12). 7 Una estampa del retrato ecuestre del príncipe se halla en Madrid,

el 1 de agosto cíe 1770. Carlos Ruta estuvo recibiendo durante Javier Jordán

el c

Urríes

y

el e

la

Colina

y45 2 .

da de la Casa de campo que para su diversión tiene S. A. en el

14 Junquera 1979, pp. 15,18 y 117; Espinosa Martín 1989, pp. 67-78; Tomlinson 1990, pp. 84-89; Garrido y Cherry 2004; Cheny 2006.

Real Sitio de el Pardo., y leg. 122.

AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, legajos I 1 y 442. Manuel

31 Ponz 1772-1794, t. II (de 1773), p. 256. Sobre esta casa de cam-

Muñoz Matarranz tuvo una asignación de doce reales diarios,

po pueden consultarse los libros de Junquera 1979, pp- 77-91

desde el 3 de enero de 1780, «por iluminar las plantas medici-

y 231-250, clocs. 11 a 23; Bottineau 1986, pp. 332-333; Moleón

nales que estampa el escultor de marfil Don Celedonio de Arce»

Gavilanes 1988, pp. 87-102; Moleón Gavilanes 1998, pp. 77-84,

(loe. cu., legajos I1 y 122).

y Jordán de Urríes y de la Colina 2006a.

15 Gazela de Madrid, n." 10, 11 de marzo de 1766, p. 79, y n.° 8, 24 de febrero de 1767, p. 63.

32 Moleón Gavilanes 1988, p. 97, y 1998, pp. 80-84. 33 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 122, gasto de 10 de

16 Beckford 1834, vol. II, p. 378 (trad. española, 1966, p. 152).

marzo de 1781, que asciende a 43.712 reales y 17 maravedís de vellón.

17 Madrid, Palacio Real, Real Biblioteca, ms. 11/946, «Inventario de todas las pinturas que quedan colocadas en las Reales habi-

34 AGP, Reinados, Carlos IV Príncipe, leg. 193.

taciones de la Casa de Campo del Escorial del Príncipe N. S.,

35 Jordán de Urríes y de la Colina 2006a, pp. 18-19. AGP, Reina-

[Manuel] Muñoz de Ugena fecit». Zarco Cuevas 1934 publicó una copia, ordenada por autores.

dos, Carlos IV, Príncipe, legajos 122, 213 y 461. 36 Espinosa Martín 2002, p. 373.

18 Sancho 1998, pp. 369-384, y 2007a, pp. 975-1000. Jordán de

37 AGP, Reinados, Carlos IV, Principe, leg. 213, cuenta de Sebastián

Urríes y de la Colina 2009a.

Zerrado, San Lorenzo, 28 de noviembre de 1776. Cumberland

19 Comprados por 11.140 reales de vellón (AGP, Reinados, Carlos IV,

1807, vol. II, pp. 83-85; debo esta interesante noticia a la ama-

Príncipe, leg. 46'); y loe. cu., leg. 23', nueva tasación de Andrés

bilidad y generosidad del profesor Nigel Glendinning.

de la Calleja de diecinueve cuadros de la viuda de Francisco Cou-

38 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 462, «Cuenta de varios

reelle, adquiridos el 22 de abril de 1778 por 4.950 reales. Tam-

medallones de la Fábrica de Wedgwood embiados en dos cajo-

bién compró pinturas de la testamentaría del Príncipe Pío, en

nes con el navio Sanjosef y San Joachín, capitán Juan de Balli-

1779, por valor de 24.600 reales; de la almoneda del conde de

bian, que se hizo a la vela para Bilbao el 5 de marzo de 1777»,

Gazola, en 1780, por 15.000 reales, y porcelana y otras cosas de la

que asciende a 69 libras esterlinas y 19 chelines y menciona

testamentaría del conde de Riela, en 1781, por 8.830 reales (loe.

los siguientes biscuits: cuatro redondos de «Marcias [sic] y el

cit., leg. 122). De la testamentaría de Calleja, en 1785, se toma-

joven Olimpio; Poliphemo; y dos centauros», dos redondos de

ron cuadros por valor de 8.560 reales (loe. cit., leg. 123). Compras

«bacantes», seis «Nimphas de Herculano», otras de «Sueno y sus

posteriores fueron recogidas por Perera 1958, pp. 25-26, y Jun-

hijos; y los hijos de Baco jugando [...] la Guerra de Júpiter y

quera 1979, pp. 16-18.

los titanes; la destrucción de los hijos de Níobe; el Festín de los

20 Ponz 1772-1794, t. II (2.a ed., de 1777), p. 246, nota !:. Madrid,

dioses; la cena de la boda de Perseo y Andrómeda», dos bajo-

Palacio Real, Real Biblioteca, ms. 11/3678, «Inventario general de

rrelieves «que representan dos bacantes» y dos del «nacimiento

todas las Pinturas que quedan colocadas en las Reales havita-

de Baco y el triunfo de este dios»; y leg. 222, cuenta de José

ciones de la Casa de campo del Escurial del Príncipe N. S. Escri-

López, Madrid, 2 de agosto de 1777, de «quatro marcos, los

to por Joaquín Vayuco».

dos de madera de yndia encarnados y los otros dos de peral

21 Ponz 1772-1794, t. II (3.a ed., de 1788), pp. 247-248, nota *.

para teñirlos de negro; éstos van tallados y pulimentada la made-

22 En la testamentaría de su padre, de 1794, figuran en la casita

ra; éstos sirven para unas medallas de relieve que han venido

cuarenta y seis cuadros heredados, efr. Fernández-Miranda 1989,

de Ynglaterra». Algunas podrían ser relacionadas con las cata-

t. II, pp. 521-525.

logadas en Sánchez Hernández 1989, pp. 167-193. Jordán de

23 Barreno Sevillano 1974b, pp. 17-28; Jordán de Urríes y de la Colina 2006a, pp. 60-62.

Urríes y de la Colina 2006a, p. 62. 39 Bourgoing 1788, t. I, pp. 204-205.

24 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 13', cuenta de agosto de 1765: «Por un cañón de plata que se ha [hjecho para la caña

40 Jordán de Urríes y de la Colina 2006a, pp. 60-62. 41 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 46'; por 2.800 reales

de pescar del Príncipe».

de vellón librados el 16 de julio de 1774. Figura en el índice

25 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 13', cuenta de agosto de

de los libros del príncipe, vid. supra nota 5

1703: «Al carpintero que hizo la estacada del estanquillo que

42 Townsend 1791, vol. II, p. 122 (trad. española, 1988, p. 203).

mandaron S. A. A. fabricar en la vertiente de Robledo» y «He

43 Ponz 1772-1794, t. II (de 1773), p. 256. Cruz y Bahamonde 1806-

dado a quenta de la cerca que se construye en la Huerta nue-

1813, t. XII, pp. 99-104; aunque este tomo fue publicado en 1812,

ba de S. A. A. 1...]»; y cuentas de enero, marzo, junio y agosto

en la propia obra el autor indica que visitó Aranjuez en octu-

de 1765, en esta última: «A Don Santiago Retana por las quen-

bre de 1798. Jordán de Urríes y de la Colina 2008, p. 9. AGP,

tas que ha presentado del total importe de la fábrica de la

Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 121, gasto de 22 de diciem-

Casita que se construyó en el nuebo jardín de S. A. A. en las

bre de 1773, de los 12.000 reales percibidos por Antonio Primo.

vertientes de Robledo»; y leg. 12'.

44 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 122.

26 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 442, cuentas de Santia-

45 Herrero Sanz, en Madrid 2000a, pp. 69-78; González-Palacios,

go Bonavera, Madrid, 8 de febrero y 6 de marzo de 1768.

en Roma 1997, pp. 209-224 y láms. xxvn a xxxi, y González-

27 AGP, Reinados, Carlos IV, Principe, leg. 442, cuenta del carpin-

Palacios 2001, pp. 221-233. Jordán de Urríes y de la Colina 2006a,

tero Atanasio Martín, de sus trabajos en la jornada de San Loren-

pp. 44-46.

zo de 1768, con orden de pago de 18 de diciembre de ese

46 Junquera de Vega 1956, pp. 48-53; Junquera 1979, pp. 19 y ss.;

año; y leg. 451, cuenta de Alfonso Gómez de Ortiga, Madrid,

Guillemé Brulon 2003, pp. 56-61; Jordán de Urríes y de la Coii-

13 de diciembre de 1771.

na 2006a, pp. 18 y 67-68, nota 20; Jordán de Urríes y de la

28 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, legajos 133 y 151.

Colina 2009a. Muchos años antes a Diego Rostriaga le fueron

29 AGP, Reinados, Carlos IV, Principe, legajos 12' y 53'.

pagados el 31 de diciembre de 1773 los 3-800 reales que cos-

30 Moreno Villa 1932, p. 260; Junquera 1979, pp. 66-67. AGP, Rei-

taron «varias figuras de bronce que ha comprado para adorno

nados, Carlos IV, Príncipe, leg. 121, gastos 31 de diciembre

de la Casa de campo de S. A. en el Escorial. (AGP, Reinados,

de 1771, de 31 de diciembre de 1772, de 28 de mayo y 23 de

Carlos IV, Príncipe, leg. 12'), que no fueron las únicas ni las últi-

agosto de 1773, este último de 15.000 reales por la gratifica-

mas (cfr. Sancho 2006, pp. 77-127).

ción concedida a Antonio Velázquez .por haber pintado la bóbeEl

73

47 Jordán de Urríes y de la Colina 2008, p. 4, nota 1. gusto

d <

en

sus

el e

c a m p o

48 Ibídem, p. 16.

con la inscripción "Casa de Campo del Rey Nuestro Señor,

49 Sobre esta casa de campo pueden consultarse los estudios cíe

nombrada del Labrador, en el Real Sitio de Aranjuez» y fir-

Junquera 1979, pp. 66-76 y 225-230, docs. 5 a 10; Rottineau 1986,

mada en 1804 por .Josef Gómez de Navia» (Boix 1922, p. 102.

pp. 339-340; Moleón Gavilanes 1988, pp. 104 y 334-335; Moleón Gavilanes 1998, pp. 87-89 y Sancho 2008h.

n." 156). 66 Gutiérrez Pastor 1997-1998, p. 338, nota 16.

50 Sancho 2008b, pp. 53-54.

67 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, legajos 1.31 y 21 L .

51 Junquera 1979, p. 369, doc. 96. 52 Por ejemplo, AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 13', gas-

68 Jordán cíe Urríes y de la Colina 2008, p. 16.

tos de junio de los años 1760, 1762 y 1763, y mayo de 1765.

69 AGP, Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 13'. 70 Álvarez de Quindós 1804, p. 308.

53 Junquera 1979, p. 81. AGÍ', Reinados, Carlos IV, Príncipe, leg. 432.

71 Cruz y Bahamonde 1806-1813, t. XII (de 1812), p. 120.

54 Sancho 1989, pp. 17-31 y .31-36. 55 Jordán de Urríes y de la Colina 2005b, p. 265, nota 2.

72 Sobre la Real Casa del Labrador pueden consultarse los siguien-

56 Sancho 2008b, p. 51 y el ensayo de Pilar Benito García en este catálogo.

tes estudios: Junquera 1979, pp. 121-143, 152-160 y 289-320, docs. 58 a 78, Jordán de Urríes y de la Colina 2009a y, en bre-

57 Sancho 2008b, p. 14.

ve, mi monografía. 73 Beckford 1834, vol. 11, pp. 377-378 (trad. española, 1966, p. 152).

58 Jordán de Urríes y de la Colina 2008, pp. 12-13.

74 AGP, Reinados, Carlos IV, leg. 141', cuenta de José Cherou, Aran-

59 Jordán de Urríes y de la Colina 2009a.

jtiez, 15 de mayo de 1797.

óo AGP, Histórica, caja 244, recibo de Antonio Camuña, Sevilla, 24 de febrero de 1796. 61 AGP, Reinados, Carlos IV, Casa, legajos 138' y 1392. 62 Junquera 1979, p. 291, doc. 60. AGP, Reinados, Carlos IV, Casa, leg. 1382. 63 AGP, Reinados, Carlos IV, Casa, leg. 1403, recibo de Juan Antonio Preysler [Cádiz], 1 cíe febrero de 1797, de 3.376 reales y 32 maravedís de vellón.

75 Junquera 1979, p. 137. 76 Cruz y Bahamonde 1806-1813, t. XII (de 1812), pp. 114-116; Junquera 1979, p. 137. 77 Jordán de Urríes y de la Colina 2009a. 78 Benito García 1997, pp; 449-453. 79 Jordán de Urríes y de la Colina 2009a. 80 Sobre la colección de cuadros de Carlos IV en esa casa de campo prepara un documentado estudio Diana Gómez de Aran-

64 AGP, Reinados, Carlos IV, Casa, leg. 1403.

da Serrano para su publicación en Reales Sitios. Revista de Patri-

65 AGP, Reinados, Carlos IV, Casa, leg. 1621. Resultaría de extraor-

monio Nacional.

dinario interés localizar la vista en perspectiva de la Casa

81 Benito García 2006, pp. 56-71.

del Labrador de Aranjuez presentada por el «sordito» José

82 Jordán de Urríes y de la Colina 2009a.

Gómez cíe Navia en Junta ordinaria de la Real Academia de

83 AGP, Reinados, Carlos IV, Casa, leg. 1461, recibo del carpintero

San Fernando de 8 de julio de 1804 (Madrid, Archivo de la

Gaspar Eisarrega, Madrid, 19 de enero de 1799, por la «com-

Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Libros 3/87,

postura» de dos jaulas, una de plata; y leg. 1522, cuenta de

fol, 102). En 1922 estaba en poder del marqués del Cénete una aguada de colores en papel amarillento de 290 x 440 mm,

74 Javier Jordán

de

Urríes

y de

la

Colina

Celedonio de Haedo, Madrid, 9 de diciembre de 1800. 84 Bory de Saint-Vincent 1826, p. 453- Desbarrolles 1865, p. 327.

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