«Carlos IV en Dallas», Ars magazine. Revista de arte y coleccionismo, año 3, núm. 6, abril-junio de 2010, pp. 16-27.

June 8, 2017 | Autor: J. Jordán de Urríes | Categoría: Carlos IV / Charles IV of Spain, Carlos IV
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Descripción

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LA

E X POSICIÓ N

CL ÁS I CA

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Carlos IV en Dallas CHARLES IV IN DALLAS PAGE XXX

JAVIER JORDÁN DE URRÍES

Nacido en Nápoles y fallecido en esta misma ciudad en el exilio, Carlos Antonio de

Y DE LA COLINA ES doctor por

Borbón, más conocido como Carlos IV rey de España, fue uno de los grandes colec-

la Universidad Complutense

cionistas de obras de arte de su tiempo. Javier Jordán de Urríes, comisario junto a José

y conservador del Real Sitio de Aranjuez. Comisario

Luis Sancho de la muestra que se ha inaugurado en el Museo Meadows tras su paso

de diversas exposiciones,

por Madrid, analiza su labor como artesano, coleccionista y mecenas.

es autor de numerosos artículos, entre ellos la primera monografía sobre la Real Casa del Labrador.

T E X T O J AV I E R J O R D Á N D E U R R Í E S Y D E L A C O L I N A

–más conocido por Carlos IV– fallecía en Nápoles el martes 19 de enero de 1819, a los setenta años de edad. Un mes y once días antes, el pintor Juan Bauzil había dedicado a Fernando VII un extravagante retrato de Carlos IV de espaldas, en el que consiguió hacer reconocibles las facciones apenas visibles del monarca1. Se trata de una imagen evocadora e introspectiva bien alejada de la última efigie tomada del natural, el retrato de aparato concluido por Carlos Espinosa en octubre de 1818, en el que Carlos IV, de aspecto cansado, luce en el exilio los ornatos y atributos de la majestad española (Palacio Real de Caserta). «Bosil el pintor loco», como le llamaba María Luisa de Parma, representó al rey tal y como lo recordaba de sus años en España, con una peluca empolvada ya en desuso en Europa, semejante a aquéllas que en su adolescencia le dio por romper o quemar, como chiquillada secundada por sus hermanos los infantes. Pero al margen de esas ‘diversiones’ reveladoras de una cierta inmadurez, don Carlos Antonio de Borbón manifestó en sus primeros años en España una sincera afición por las Bellas Artes. Primero como príncipe de Asturias (1760-1788), después como rey de España e Indias (1788-1808) y, al final de sus días, en su exilio romano (1812-1819), en la difícil pero desahogada posición de destronado rey padre. Segundo hijo varón de Carlos VII de Nápoles –luego Carlos III de España– y de María Amalia de Sajonia, don Carlos Antonio de Borbón nació en el Palacio Real de Portici el martes 12 de noviembre de 1748. Con apenas dos años de edad fue retratado por Giuseppe Bonito como Hércules niño, con la clava y la piel del león de Nemea. Estaba llamado a suceder a su padre por la «notoria imbecillità della mente» del primogénito, el infante don Felipe Pascual, que quedaría hasta su muerte en Nápoles, oculto a la curiosidad pública y atendido por su hermano Fernando IV. Así pues, con la marcha a España de Carlos III y su real familia en octubre de 1759, su hijo Carlos Antonio dejaba atrás, con diez años de edad, el Vesubio que le vio nacer y las grandes realizaciones de su padre en aquellos reinos, desde el Palacio Real de Caserta hasta las excavaciones arqueológicas emprendidas en Herculano y Pompeya. Las CAR LOS A N TO NI O D E B O R B Ó N

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PÁGINA 17 JUAN BAUZIL Carlos IV de espaldas. 1818. Óleo sobre lienzo. 28 x 21 cm. Patrimonio Nacional. El Escorial, Casa de Campo del Príncipe, Madrid.

PÁGINA 19 FRANCISCO DE GOYA Carlos IV. 1789. Óleo sobre lienzo. 152,5 x 111,5 cm. Real Academia de la Historia, Madrid.

vivencias de aquellos años y sus lazos familiares con otras cortes italianas resultarían determinantes en la formación del gusto artístico de Carlos IV, que estuvo asimismo atento a las pujantes novedades francesas en decoración, tanto en época de Luis XVI como en el Consulado y el Imperio. De Francia vinieron, por ejemplo, pinturas de ClaudeJoseph Vernet, sedas lionesas de Camille Pernon y diseños del arquitecto y decorador de interiores Jean-Démosthène Dugourc. Del país galo también procedían numerosas «cosas de moda» que le facilitó el relojero y marchand-mercier François-Louis Godon, así como pequeños bronces y verre églomisé del conde de Paroy2. También el gabinete de platino, diseñado por Charles Percier y construido por los mejores artífices de París, viajó hasta ese canto del cisne del arte de Carlos IV que fue la Real Casa del Labrador de Aranjuez. De su padre heredó la afición por los trabajos manuales tan característicos de las clases privilegiadas en aquella época. Resulta proverbial su actividad continua en el taller, en «el torno de S. A.», con herramientas de relojero y formones, sierras y buriles de marquetería, berbiquíes y gubias para el trabajo de la madera. Esas labores artesanales y su trato habitual con los artistas le dieron alguna autoridad para opinar sobre todo lo relativo a los adornos de sus casas, así como de ebanistería, de sedería, de dorado y, cómo no, de pintura. En España tuvo como maestro de dibujo a Carlos Ruta y además del manejo de los lápices –lleva su firma un pulcro dibujo de arquitectura presentado en la Academia de San Fernando en 1763–, consta que hizo sus pinitos con los pinceles. Se veía capacitado para emplear términos como ‘claroscuro’, ‘efecto’ y ‘menudo’, así como juzgar el mérito de un artista o llamar «bestia» nada menos que a Bayeu por su cuadro para el altar mayor de la iglesia de San Francisco el Grande, y a su arquitecto Juan de Villanueva por parecerle «bien». Aunque Goya, que es quien nos informa de este asunto, no estaba convencido de que fuese una opinión propia –«conbienen algunos que el Príncipe estaba [h]ablado por alguno que entiende, pues él no comprende tanto en el arte»3–, lo cierto es que en ese tiempo, hablamos de 1783, don Carlos Antonio de Borbón había alcanzado ya fama de «inteligente» en las Bellas Artes.

1 El cuadro ha figurado en las exposiciones temporales Carlos IV, mecenas y coleccionista, Palacio Real de Madrid, 2009, pp. 370-371, n.º 161, y Royal Splendor in the Enlightenment: Charles IV of Spain, Patron and Collector, Meadows Museum, Dallas, 2010, pp. 264-265, n.º 82. Con anterioridad se ocuparon de este mecenazgo, entre otros, Arturo Perera, «Carlos IV, ‘Mecenas’ y coleccionista de obras de arte» en Arte Español. Revista de la Sociedad de Amigos del Arte, XXII (1958), pp. 8-35; Juan José Junquera, La decoración y el mobiliario de los palacios de Carlos IV, Madrid, 1979; Yves Bottineau, L’art de cour dans l’Espagne des Lumières 1746-1808, París, 1986, y Juan J. Luna, Carlos IV, mecenas de pintores y coleccionista de pinturas, Madrid, 1992. 2 José Luis Sancho, «Carlos IV y los pequeños bronces. La compra de la colección del conde de Paroy», en Brillos en bronce. Colecciones de reyes, Madrid, 2009, pp. 52-71. 3 Cartas a Martín Zapater. Francisco de Goya, edición de Mercedes Águeda y Xavier de Salas, Madrid, 2003, p. 134, carta 36.

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ANTONIO JOLI. Vista

ANTONIO JOLI

diurna del Vesubio en

Vista nocturna del Vesubio

erupción. 1761. Óleo

en erupción. 1761. Óleo

sobre lienzo. 76 x 157 cm.

sobre lienzo. 76,5 x 157

Patrimonio Nacional,

cm. Patrimonio Nacional,

Palacio Real de Aranjuez.

Palacio Real de Aranjuez.

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OSCURECER fondo G R I S

A diferencia de su padre demostró gran afición por la música. Son numerosas las compras efectuadas, primero como príncipe y después como rey, de partituras e instrumentos musicales, sobre todo de cuerda, entre los cuales destaca el Quinteto Real de Antonio Stradivari adquirido en Cremona. Carlos IV fue un apasionado del violín. Es reveladora de esta afición la carta en la que Goya nos describe cómo fue recibido por el monarca: tras una breve conversación le dio la mano y después «se ha puesto a tocar el violín»4. Con el matrimonio de los príncipes de Asturias en septiembre de 1765 fueron dispuestos sus cuartos en el Palacio Real de Madrid, ricos en cuadros, según refiere Antonio Ponz en su Viage de España5. Las bóvedas fueron decoradas por Bayeu y Maella, mientras que Antonio Rafael Mengs se ocupó de pintar las sobrepuertas del tocador de la princesa con las Horas del día en un formato rococó, con ciertos atisbos de clacicismo. Mengs había retratado a los príncipes en Aranjuez en 1766 y dos años después pintó la tabla del Descanso en la huida a Egipto, que la pareja trasladaba a los Reales Sitios para tenerla presente a diario en sus oraciones. Más adelante veremos cómo le fue encargado al mismo autor un cuadro emblemático para el gabinete de pinturas del príncipe, Alegoría

PÁGINAS 22-23 MARIANO SALVADOR MAELLA España y las cuatro partes del mundo. 1798. Óleo sobre lienzo. 58,7 x 38,1 cm. Museo Meadows, Dallas. Fundación Meadows, cedido en honor de William B. Jordan, director del museo entre 1967 y 1981. Fotografía: Michael Bodycomb.

del Amor a la Virtud, que presidió la sala de entrada de su casa de campo en El Escorial. En aquellos años inició su labor de mecenazgo sobre algunos jóvenes artistas españoles, como el miniaturista Eugenio Ximénez de Cisneros, empleado en la copia de obras maestras de la pintura, y el escultor de marfil Celedonio de Arce. Este último le presentó en 1769 «el retrato de S. A. a cavallo, todo de marfil» y en los años siguientes hizo lo propio con otras tallas menudas, siempre del mismo material. Al igual que las miniaturas de Cisneros decoraron un par de gabinetes del piso alto de la casa de campo del príncipe en El Escorial. También protegió al grabador Juan Antonio Salvador Carmona y al pintor Manuel Muñoz y Matarranz, encargado de la iluminación de la colección de estampas de diversas plantas, grabada por Arce. En este sentido, conviene señalar que en 1767 había adquirido el gabinete de historia natural que fue de Tiburcio de Aguirre y que había dado orden al mallorquín Cristóbal Vilella de «recoger y remitir producciones de la naturaleza y otras cosas curiosas», como colecciones marítimas y terrestres. En relación con estas curiosidades estará la serie de bodegones emprendida por Luis Meléndez, «a fin de componer un divertido Gavinete con toda la espe-

cie de comestibles que el clima español produce»6. Cuando estos cuadros fueron trasladados de la casita de El Escorial a Aranjuez se les pusieron nuevos marcos realizados por el ebanista José López en 1785 –con sus estrías y en los ángulos «clavos de madera torneados a la romana»–, seguramente diseñados por Villanueva, dorados por Benito y José de Santiuste7. Se trata de las mismas molduras que mantienen también algunos cuadros de animales de Mariano Nani y diversas composiciones napolitanas de Michele Foschini –La renuncia de Carlos VII y La jura de Fernando IV– o Alexander de Anna –escenas costumbristas–. Al igual que las naturalezas muertas de Meléndez, las obras de estos autores decoraron el pabellón grande del embarcadero del Jardín del Príncipe de Aranjuez hasta su traslado al palacio de aquel Real Sitio en 1796. Los encargos mencionados de miniaturas y pequeñas tallas, así como el trabajo diario en el taller, revelan el carácter meticuloso del monarca, amante de las cosas menudas pero primorosas, que explican tanto el espíritu de sus casas de campo –concebidas a

LUIGI VALADIER Dessert. 1778. Bronce dorado, piedras duras, madera y esmaltes. 12,5 x 83 x 280 cm. Patrimonio Nacional, Palacio Real de Madrid.

escala humana–, como el predominio del pequeño formato en sus colecciones de cuadros. A lo largo de su vida procuró llevar una vida en comunión con la naturaleza, dando rienda suelta a sus aficiones: la equitación, la caza, la pesca, la cría de animales y la botánica. Para ello dispuso en sus años de príncipe diversas ‘pajareras’, ‘garitas’, ‘barracas’, ‘cabañas’ y ‘gallineros’ en los Sitios Reales, que son el antecedente de las casas de campo que han llegado a nuestros días en El Escorial, El Pardo y Aranjuez, construidas por Villanueva. En la primera concentró una importante colección de pinturas, fruto de compras a particulares en España y el extranjero. Tenemos noticia en julio de 1775 de una de las primeras adquisiciones de cuadros para el príncipe, representativa de la colección escurialense, con obras de Brueghel, Brill, Snayers, Schalcken, Rosa de Tívoli, Caffi, Solimena... dentro del gusto por la pintura flamenca e italiana de su abuela Isabel de Farnesio8. Dos años después, Ponz mencionaba en la casa de campo del príncipe en El Escorial el cuadro de

4 Ibídem, p. 320, carta 125. 5 Antonio Ponz, Viage de España [...], Madrid, 1772-1794, t. VI (3.ª impresión, de 1793), pp. 41-52. 6 María del Carmen Espinosa Martín, «Aportes documentales a los bodegones de Luis Meléndez» en Boletín del Museo del Prado, 28 (1989), p. 70. 7 Junquera 1979, p. 117. 8 Javier Jordán de Urríes y de la Colina, «El gusto de Carlos IV en sus casas de campo» en Carlos IV, mecenas y coleccionista, Madrid, 2009, pp. 57-58.

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Mengs, «que alegóricamente representa el Amor de virtud», junto a obras de «Murillo, de Solimena, de Arpino, y de otros autores: variedad de países, floreros, perspectivas, miniaturas, etc.». En el inventario formado en 1779 los cuadros de esa casa de campo rondaban ya los tres centenares y en el de Manuel Muñoz y Matarranz, de fecha incierta, alcanzan las 478 piezas, lo cual revela su continuo crecimiento. Es por eso que el académico e ilustrado comentaba en la siguiente edición de su Viage, de 1788, que «sería muy largo referir una por una las pinturas, con que el Príncipe N. S. ha adornado su casita de campo», pero menciona obras de Ribera, el Domenichino, Andrea del Sarto, Cano, Murillo, Tiziano, Rembrandt –en realidad firmadas por Léonard Bramer–, el Caballero de Arpino, Tintoretto, Reni, Joanes, Van Dyck, Le Brun, Giordano, Teniers, Snayers, Brueghel, Seghers, Tilborch, Van Thielen, Artois y Panini. Ponz informaba también de «un gabinete adornado con pinturas de Vernet, otro de miniaturas,

DIEGO DE VELÁZQUEZ Retrato miniatura del conde-duque de Olivares. Hacia 1638. Óleo sobre papel pegado a tabla. 8 x 6,35 cm. Patrimonio Nacional. Palacio Real de Madrid.

en que ha copiado los mejores quadros del Palacio de Madrid D. Eugenio Ximénez Cisneros y varias esculturas en marfil de D. Celedonio de Arce»9. El gabinete de Vernet con los seis lienzos encargados al pintor francés permaneció montado en la casita poco más de diez años, de 1782 a 1793, en lo que ahora es la saleta de cuadros bordados de Robredo10, en el ala sur del piso alto; mientras que los gabinetes de miniaturas y marfiles quedaron dispuestos en dos habitaciones del ala norte del mismo piso, ya que la colección de cuadros estaba distribuida por las estancias del piso bajo y la sala de la torre. No menciona el académico valenciano, pues ya había sido deshecho, el pequeño «Gavinete de la china», muestra de la fijación del príncipe por la porcelana, donde se colocaron en unos estantes acristalados las piezas importadas de Francia y Sajonia, además de las del Buen Retiro. No obstante, buena parte de la porcelana y el dessert de Luigi Valadier adquirido en París en 1786 encontrarían acomodo en el extremo norte del pabellón de las

9 Javier Jordán de Urríes y de la Colina, La Casita del Príncipe de El Escorial, Madrid, 2006, pp. 24-29; edición no venal disponible en pdf en la página web de Iberdrola. 10 Una fotografía con el montaje en la saleta de los tres lienzos verticales de Vernet (Museo Nacional del Prado, cat. P-2347 a P-2349) puede verse en Javier Jordán de Urríes y de la Colina, La Real Casa del Labrador de Aranjuez, Madrid, 2009, p. 22, fig. 5. 11 Joseph Townsend, A journey through Spain in the years 1786 and 1787 [...], Londres, 1791, vol. II, p. 122. Otros interesantes testimonios se encuentran en los libros de Richard Cumberland, Memoirs of Richard Cumberland. Written by himself [...], Londres, 1807, pp. 83-84; Nicolás de la Cruz y Bahamonde, Viage de España, Francia e Italia, Cádiz, 1806-1813, t. XII (de 1812), pp. 99-104 y George Downing Whittington, A tour through the principal provinces of Spain and Portugal, performed in the year 1803 [...], Londres, 1806, pp. 70-71, todos ellos disponibles en pdf a través de internet. 12 Nigel Glendinning, «Goya, retratista de la Familia Real» en Reales Sitios, 175 (2008), p. 44. 13 José Luis Sancho, «Notas sobre la pintura de paisajes y marinas en los palacios de Carlos IV» en I Congreso internacional de pintura española del siglo XVIII, Marbella, 1998, pp. 369-384. 14 Jordán de Urríes y de la Colina 2009, pp. 113-117. Sobre las colecciones de cuadros de Carlos IV prepara un documentado estudio Diana Gómez de Aranda. 15 José Luis Sancho, «Coleccionista hasta la muerte. Casas y obras artísticas de Carlos IV en Francia y Roma, 1808-1819» en Reales Sitios, 175 (2008), pp. 4-25.

logias de esa casa de campo, en la llamada «Pieza de los Armarios» o del dessert. Después del académico, otros viajeros de ‘calidad’ se acercaron a esos ‘casinos’, a veces con el libro de Ponz en la mano, dejando valiosos testimonios tras sus visitas, pues la fama del gusto del futuro rey había traspasado fronteras: «La [casita] del príncipe [en El Escorial] es la más elegante –escribía Joseph Townsend en 1786– y, si se puede juzgar por un único ejemplo, constituye un feliz presagio del desarrollo que alcanzarán las artes cuando llegue al trono»11. Los cuadros de esta zona de El Escorial fueron marcados al dorso con la inscripción que establecía su propiedad: «P.e N.ro S.or» (Príncipe Nuestro Señor) y los distinguía de otros de las colecciones reales, también presentes en menor medida en esa casa de recreo. Es el caso de las 16 tablitas de Juan de Flandes procedentes del Políptico de Isabel la Católica. Entre las piezas adquiridas por el príncipe había igualmente pinturas de autores vivos, como por ejemplo las vistas costeras de los españoles Luis Paret y Mariano Sánchez. En la saleta de cuadros bordados de Robredo de esa casa encontramos recreada en hilos de seda y oro la disposición abigarrada de las pinturas en aquel tiempo, ya que se reproducen algunas de las obras que colgaban de trenzas de seda en las estancias del piso bajo, siguiendo una distribución simétrica que respetaba los diversos ejes verticales marcados por esos cordones. En las casitas no hubo cuadros de Goya, ni intervino en las decoraciones de sus bóvedas, en las que sí participaron Francisco Bayeu, Mariano Salvador Maella y Zacarías Velázquez con sus representaciones alegóricas y mitológicas. Los pintores adornistas o de ornato, como Vicente Gómez, Manuel Pérez o Juan de Mata Duque, plasmaron ese repertorio ‘anticuario’ tan del gusto de Carlos IV, con motivos tomados de Le antichità di Ercolano, la Domus Aurea o las Logias de Rafael. Dichas escenas se extendieron a otras decoraciones fijas –estucos, colgaduras de seda– e incluso a algunas piezas de mobiliario. El aragonés, pintor de cámara tras la proclamación de Carlos IV y primer pintor cuando acababa el siglo, sería empleado primero como cartonista de los tapices que debían vestir los palacios invernales de El Pardo y El Escorial, y después como retratista de la familia real. De hecho, la reina afirmó convencida que «Goya es el mejor pintor que hay»12. La colección de pintura del monarca tuvo una segunda sede en la Real Casa del Labrador. En ella reunió en torno al medio millar de cuadros tal vez,

PÁGINA 26 IZQUIERDA JUAN DE FLANDES Políptico de Isabel la Católica (Noli me tangere). Hacia 1496-1504. Óleo sobre tabla. 21 x 16 cm. Patrimonio Nacional, Palacio Real de Madrid.

pues sólo el ebanista Pablo Palencia llegó a hacer 435 marcos para obras de esa casa de campo, desde 1804, en que empezaron a ser colgados en el ala oriental, hasta 1808. Eran de diferentes tamaños, más bien pequeños, como en El Escorial, pero todos de un mismo tipo –de dos órdenes de talla, «la una de [h]ojas picadas y el collarino de bolas con [h] ylo pasado», en diseño entregado por Isidro Velázquez–, presente en algunas molduras de la casa y mantenido en diversos cuadros de esa procedencia. En Aranjuez abundaban, al parecer, los autores de l’école moderne francesa, como Sweback, Lafontaine, Demarne, Meunier, Duval, Boilly, Bertin, Le Roy, Debucourt y otros petits maîtres de moda13. Esos cuadros, muchos de paisaje y escenas de género, estaban mezclados con obras antiguas, ya que en aquellos años el monarca adquirió pinturas de maestros clásicos de Santiago de Larramendi, de la testamentaría de Nicolás de Vargas y del dorador Andrés del Peral, de quien tomó nada menos que 156 cuadros. Incluso había obtenido algunas obras más como regalo de Manuel Godoy y estaba interesado en conseguir otros ‘chicos’ del coleccionista Juan Pacheco para la misma casa de campo14. La labor de mecenazgo de Carlos IV en España quedó interrumpida con los sucesos de 1808, pero pudo reanudarla a distinta escala durante su exilio romano. En los seis años y medio de residencia en la Ciudad Eterna llegó a formar una notable pinacoteca que alcanzó los 688 cuadros, en su mayor parte para adorno de la villa de Sant’Alessio, adquirida por el rey padre en el Aventino romano15. En ese tiempo se hizo con muchas obras antiguas, pero también poseía pinturas de artistas vivos, tanto de los pensionados españoles (José de Madrazo, Juan Antonio de Ribera y José Aparicio fueron amparados por esa corte en el exilio) como de otros pintores afincados en Roma. La presencia en su colección del pequeño retrato del conde-duque de Olivares, pintado por Velázquez, invita a pensar en la añoranza de España que debió sentir tan singular mecenas y coleccionista.

ROYAL SPLENDOR IN THE ENLIGHTENMENT: CHARLES IV OF SPAIN, PATRON AND COLLECTOR Lugar Museo Meadows, Dallas Fechas 7 de marzo - 18 de julio de 2010 Horario De martes a sábados de 10:00 a 17:00, jueves hasta las 20:00 y domingos de 12:00 a 17:00. Web www.smu.edu/meadowsmuseum Comisarios Javier Jordán de Urríes y José Luis Sancho.

ars 27

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CA RLOS

IV

EL

M O N TA J E

Carlos IV es un personaje que se suele situar

|

POR Scott Winterrowd

el Reino de Nápoles, donde asistió al auge

La exposición se ha reducido ligeramente

en el contexto de Goya o en relación con la

del Neoclasicismo, surgido a raíz de las ex-

con respecto a la del Palacio Real de Madrid en

caída de los Borbones durante la invasión na-

cavaciones de Pompeya y Herculano. Tras

unas 80 piezas. A los objetos cedidos por Pa-

poleónica. Menos conocida es su faceta re-

la muerte de su tío Fernando VI en 1859, se

trimonio Nacional, la Academia de la Historia

lacionada con el arte europeo de finales del

trasladó con su padre Carlos III a España,

y el Museo Arqueológico Nacional de Madrid,

siglo XVIII. Hasta ahora, ha pasado desaper-

donde recibió el título de Príncipe de Asturias

se suman piezas de la colección permanente

cibida su labor de mecenazco hacia artistas

(1760-1788). Un retrato inicial de Giuseppe

del Meadows (única sede de la muestra fuera

que trabajaban en los pequeños palacios

Baldrighi muestra a la joven María Luisa de

de España) que fueron encargadas durante el

construidos en los terrenos de los Reales Si-

Parma, que contrajo matrimonio con el prín-

reinado de Carlos IV. Es el caso de un pequeño

tios. El esplendor real en la Ilustración: Carlos

cipe en 1765. Los objetos relacionados con el

boceto de Francisco Bayeu para la iglesia de

IV de España, mecenas y coleccionista, orga-

reinado de ambos desde 1788 a 1808, como

San Francisco el Grande y otro boceto rea-

nizada por Patrimonio Nacional en Madrid

el Trono ceremonial de María Luisa, ponen de

lizado por Mariano Salvador Maella para un

y por el museo Meadows en Dallas, trata de

manifiesto la extravagancia de la monarquía

fresco del techo de la Casa del Labrador. Un

arrojar luz sobre el afán coleccionista del últi-

española. Un elaborado servicio de postre de

conjunto de miniaturas de Francisca Ifigenia

mo rey español del Antiguo Régimen.

piedras semipreciosas en forma de templo

Meléndez recientemente adquirido por la ins-

griego y arcos triunfales así lo corrobora.

titución americana completa la muestra.

La mayoría de los objetos expuestos proceden de los palacios y las pequeñas pero

El final del recorrido coincide con el exi-

Dallas acoge además otras dos pequeñas

lujosas ‘casitas’ diseñadas para que el rey y la

lio del rey padre después de que Napoleón

exposiciones complementarias. Goya y López:

reina se evadieran de las formalidades de la

le obligara a abdicar. Incluso en sus últimos

pintores de la corte de Carlos IV presenta cua-

corte. En la Casa del Labrador se encontraban

años Carlos y María Luisa vivieron rodeados

dros, grabados y dibujos de Francisco de Goya

piezas de mobiliario y tapices de seda, super-

de esplendor. Sus residencias en Roma y sus

y de Vicente López y Portaña pertenecientes

ficies decorativas de maderas raras, trabajos

alrededores estaban llenas de lujosos obje-

a los fondos del Meadows. Por su parte, Los

de taracea en piedra dura, bronces dorados…

tos, junto a una colección de casi 700 cua-

confines del Imperio: el mundo de Carlos IV

ars

Precisamente en Dallas se exhiben algunos

dros acumulados desde su huida de España.

exhibe mapas y libros raros de las coleccio-

ars

28

de los ejemplos mejor conservados de dise-

Acompaña a la exposición un vídeo de los

nes especiales de la Biblioteca DeGolyer de

29

Reales Sitios que muestra el exterior de los pa-

la Universidad Metodista del Sur. Esta exposi-

Organizada por orden cronológico, la

lacios y sus suntuosos interiores, lo que permi-

ción ofrece un panorama más amplio sobre el

muestra sigue las etapas del monarca. Car-

te a los visitantes hacerse una idea del entorno

mundo en el que el monarca coleccionó obras

los Antonio de Borbón nació en Portici, en

para el cual fueron creadas dichas piezas.

de arte durante el ocaso del Imperio Español.

ño neoclásico.

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CA RLOS

IV

EL

CATÁ LO G O

|

POR MARÍA PURA RAMOS

Cerca de 300 páginas componen el catálogo

turaleza y la vida libre. Cuadros de los pintores

ROYAL SPLENDOR IN THE ENLIGHTENMENT.

de la exposición, celebrada en el Palacio Real

más famosos adornaban sus interiores, junto

Carlos de España, Mecenas y Coleccionista.

de Madrid en 2009 y que ahora se muestra en

a costosísimos muebles, esculturas y relojes.

Varios Autores. Patrimonio Nacional de Madrid y Museo

el museo Meadows de Dallas. Los textos se

José Manuel de la Mano cuenta la evo-

han conservado, aunque traducidos al inglés,

lución del retrato oficial de Carlos IV y María

pero se ha variado la portada.

Luisa. Este repaso le sirve para investigar no

«Las artes en la Corte de Carlos IV», firma-

sólo el desarrollo de la pintura española sino

do por José Luis Sancho, describe cómo el arte

también la modernización del mensaje polí-

cortesano de entonces se formó al compás de

tico que los reyes aspiraban a transmitir a sus

los grandes acontecimientos que cambiaron el

súbditos. Los maestros que retrataron a los

mundo. En 1789 la monarquía entraba en crisis

reyes crearon prototipos que ellos mismos y

y el rey tenía que ofrecer una imagen distinta.

otros pintores repitieron durante décadas.

El profesor Sancho lo califica de escapismo, de arte de vanguardia en un sentido formal.

Por último Pilar Benito García se refiere a la «Fiebre de seda en los Palacios de Carlos

Javier Jordán de Urríes escribe sobre las

IV». En España fue Carlos II quien dictó las pri-

casas de campo que disfrutaban el rey y la

meras normas legislativas para el desarrollo

reina: Aranjuez, El Escorial, El Pardo… Estas

de la seda. Sus sucesores establecieron fábri-

‘casitas’ eran testimonio de su amor por la na-

cas en Toledo, Talavera de la Reina y Valencia.

Meadows de Dallas. 2010. 287 páginas. 29 x 24 cm. Precio: 55 dólares.

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