Carlos Abreu Mendoza sobre Una cultura de invernadero

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Descripción

Una cultura de invernadero: trópico y civilización en Colombia (1808-1928) by Felipe Martínez Pinzón (review) Carlos Abreu Mendoza Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, Volume 20, 2016, pp. 293-295 (Review) Published by University of Arizona

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Access provided by Texas State University-San Marcos (6 May 2017 07:28 GMT)

Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies Una cultura de invernadero: trópico y civilización en Colombia (1808-1928) Iberoamericana / Vervuert, 2016 por Felipe Martínez Pinzón La lectura de este magnífico libro de Fe-

lipe Martínez Pinzón me hizo pensar en los versos de “En el campo” de Julián del Casal que exaltan la estéril impureza de la ciudad. Este poema, tantas veces celebrado como emblema del gusto modernista por las fantasías suntuosas y las mercancías de lujo, supone también un punto de partida para repensar la imaginación territorial de la modernidad latinoamericana que el libro de Martínez Pinzón estudia de manera brillante y rigurosa a partir del caso de Colombia. Frente a la exuberancia de “las selvas tropicales,” el poema de Casal dice preferir “los sombríos arrabales / Que encierran las vetustas capitales,” para proponer, en el contraste del siguiente terceto, una estética de la desnaturalización artística que desprecia el capital simbólico de la naturaleza: “A la flor que se abre en el sendero, / Como si fuese terrenal lucero, / Olvido por la flor de invernadero.” Martínez Pinzón encuentra en este espacio artificial, incorpóreo e inmunizado del invernadero una de las claves para leer la evolución del pensamiento civilizatorio en Colombia desde comienzos del siglo XIX hasta principios del XX. Siguiendo el juego de imágenes que propone el autor, cabría decir que la nación se convierte tanto en la planta cultivada como en el recinto donde las élites proyectan textualmente las condiciones ambientales adecuadas para favorecer su cultivo, creando de este modo una serie de fantasías deforestadoras, regeneracionistas, agroexportadoras e higienistas que, todavía hoy, determinan el destino del país. La historia de esta utopía climatológica comienza con José de Caldas, de quien se ocupa el primer capítulo del libro. A partir

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del análisis de una serie de ensayos del intelectual neogranadino, Martínez Pinzón revela el rol de Caldas como padre fundador del pensamiento antitropical colombiano que se concreta en el deseo de borrar el exceso del trópico. Los textos de Caldas sientan los pilares de una mirada del paisaje que se convertirá en hegemónica dentro de la cultura nacional: una especie de ojo sin cuerpo que atraviesa todo el territorio y construye una “máquina climatológica” que el autor define como ficciones de totalidad que muestran “al cuerpo como un mero producto del clima” (31). Este análisis de la importancia que tuvo el pensamiento caldasiano para la imaginación nacional reconoce su deuda con el trabajo de la antropóloga Margarita Serje, especialmente la disquisición sobre la altura de los Andes como el espacio desde el que se piensa la civilización como un proyecto sedentario que se encamina al telos del progreso a costa de la selva y la llanura, que serían su reverso primitivo e inhabitable. El segundo capítulo se concentra en varios textos de José María Samper que narran su viaje a Europa y acomodan el mapa caldasiano a la imaginación espacial de las reformas liberales de mediados de siglo. Este análisis tiene el mérito de señalar la singularidad de Samper dentro del marco más amplio del liberalismo colombiano del XIX y el más estrecho de “los hombres del 48,” que conforman la primera generación nacida durante la época republicana. Asimismo, el enfoque en Samper permite recuperar una figura fundamental para contextualizar la diversidad de los proyectos civilizatorios que definen el siglo XIX y se suma al trabajo de investigadoras como Patricia D’Allemand y Carolina Alzate, quienes han abierto un campo para que la historia colombiana se estudie en relación con otras regiones que han recibido mayor atención por parte de

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la comunidad académica. El capítulo se concentra en los diarios de viaje de Samper para contraponer la mirada del viajero—que se presenta como observación empírica del exceso de los cuerpos racializados que habitan el río Magdalena—con la mirada invernacular—que se articula en el disciplinado y aséptico espacio de los invernaderos europeos. En el contraste entre estas dos miradas, Martínez Pinzón descubre una nueva etapa en la evolución del pensamiento antitropical colombiano: la creación de una utopía europeizante que elimina la diferencia cultural y controla el clima. El siguiente capítulo se desplaza hasta finales del siglo XIX para ofrecer una interpretación novedosa de la única novela de José Asunción Silva, leída aquí desde una perspectiva descosmopolitizada que contextualiza su diálogo con la conciencia intelectual nacional. Concentrándose en la figura del invernáculo móvil del protagonista de De sobremesa (1925) y en el famoso pasaje en que este concibe su plan para el futuro de Colombia, Martínez Pinzón sugiere que la novela “recoge, procesa y adopta, para subvertirlos, los discursos desplegados por la imaginación espacial del proyecto civilizatorio colombiano, tanto de los liberales radicales … como de la reacción conservadora … de la Regeneración de Nuñez (1886-1899)” (90). Tras explorar las conexiones de Silva con las fantasías regeneracionistas, el capítulo ofrece una meticulosa exposición de las deformaciones intertextuales del discurso de la modernización de las élites colombianas que tienen lugar en De sobremesa. Con su atención a los detalles y las estratégicas repeticiones de varios motivos en el texto, Martínez Pinzón lee el universo paródico y autorreflexivo de la novela de Silva como una crítica radical de la violencia que encarna el proyecto europeizante en su deseo de eliminar el trópico.

El capítulo cuarto se concentra en Rafael Reyes como figura alternativa al modelo del intelectual colombiano conservador de finales de siglo. A diferencia de hombres como Miguel Antonio Caro que representaban el recogimiento contemplativo de las élites andinas, Reyes encarnaba la acción política como movimiento y expansión, características que, según Martínez Pinzón, se materializan en su proyecto de convertir la selva en un espacio atravesado por vapores y trenes. Este capítulo se concentra en el valor de la palabra “tráfico” para analizar la manera en que el proyecto civilizatorio adquiere, en las memorias y narraciones de viajes de Reyes, la forma de un sublime histérico avant la lettre, una fantasía agroexportadora que domina el exceso de la Amazonía con redes de comunicación capaces de integrar el trópico a la geografía del país. El quinto y último capítulo cierra el arco cronológico del libro historizando la postura estética del protagonista de La vorágine (1924) como un híbrido entre la mirada higienista que dominaba el discurso político de los años 20 y los arrebatos líricos de la poesía modernista de finales del XIX. El resultado, según Martínez Pinzón, es una novela anacrónica que no sólo denuncia la violencia salvaje del capitalismo en la selva sino también la inviabilidad del lenguaje modernista—como aspiración analógica y dueño de una mímesis trascendente—para apresar la realidad de la selva y darle una forma textual coherente. Se trata de una lectura que parte de los conocidos estudios de Carlos Alonso, Doris Sommer y Jennifer French, entre otros, pero que ofrece una necesaria contextualización de la novela de José Eustasio Rivera como una intervención fundamental en la línea del pensamiento civilizatorio colombiano en tanto que certifica el ocaso del gramático y el poeta como figuras hegemónicas de la ciudad letrada y ofrece una crítica demoledora de las fantasías civilizatorias en el trópico al desestabilizar la oposición

Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies entre naturaleza y cultura que ha determinado el pensamiento de las élites. El libro se cierra con una conclusión que nos invita a pensar en la propuesta inaugural de las primeras páginas, que conectaban la historia colombiana con los dilemas y dicotomías que definen la modernidad en otras regiones al hacer referencia a las élites argentinas, para quienes el problema nacional era la extensión. El recorrido por la cultura de invernadero que propone Martínez Pinzón nos enfrenta con el legado del pensamiento letrado decimonónico para que leamos su relevancia en la violencia del presente. Su propuesta nos obliga a confrontar la articulación de este pensamiento como una imagen homogénea y pulcra al resguardo de la intemperie, ese resto atávico que amenaza la eurocéntrica identidad nacional. Toca entonces poner el trópico colombiano en diálogo con el desierto argentino, el sertão brasileño y todos aquellos espacios en los que se dirimen las ficciones fundacionales y los desencuentros de la modernidad en Latinoamérica. Con Una cultura de invernadero, Martínez Pinzón nos invita a comenzar esta conversación ofreciéndonos una metáfora perdurable para conectar estos espacios y leer la violencia discursiva que actúa como condición y límite de la construcción de la nación en Latinoamérica. Carlos Abreu Mendoza Texas State University

============================================= Buñuel en Toledo: arte público, acción cultural y vanguardia Tamesis, 2016 por María Soledad Fernández Utrera

María Soledad Fernández Utrera se propone en este volumen abordar los paseos de Luis Buñuel en la ciudad de Toledo en compañía de los Hermanos de la Orden de

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Toledo, grupo compuesto por sus amigos íntimos (Salvador Dalí, José Bello, Hinojosa y Federico García Lorca, entre otros artistas e intelectuales) fundado en 1923 durante sus primeras visitas, las cuales se extienden hasta el estallido de la Guerra Civil española en 1936. El objetivo de la autora es contribuir, por un lado, al conocimiento sobre el arte público y las acciones culturales colectivas en la década del veinte en España a través de las intervenciones de Buñuel en la ciudad castellana; y por otro, establecer la posición ideológica del artista aragonés en esos años (anarco-sindicalismo, radicalismo político) y su impacto en su trayectoria literaria y cinematográfica posterior. El interés de Fernández Utrera reside en comprender las prácticas performativas de Buñuel (su intención artística y sociopolítica) en el marco de su producción cultural e ideológica durante esta etapa, la cual ha sido completamente desatendida por los estudios críticos orientados en su mayoría a la etapa surrealista y al compromiso marxista del artista. Ante la escasez de documentos y el carácter subjetivo de los mismos, la autora asume el desafío de acudir a las memorias, testimonios y escasos y parciales documentos (escritos y fotográficos) para analizarlos, interrogarlos y confrontarlos de manera perspicaz, minuciosa y creativa. La aproximación teórica empleada para examinar la naturaleza de las intervenciones de la Orden de Toledo proviene de los estudios sobre el espacio urbano (Lefebvre, De Certeau), el arte público y la acción cultural (Maderuolo, Kwon, Kuball y Galofaro, entre otros). Este marco conceptual le permite a Fernández Utrera comprender la intención cultural, histórica y sociopolítica de dichas intervenciones, cuyo significado, como lo expresa hacia el final de la introducción, no puede entenderse al margen del contexto físico, social y discursivo en el que

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