Caracterización de la Intelligenza argentina con la generación del 37

August 9, 2017 | Autor: M. Cappello | Categoría: Argentina History, Literatura argentina, Generación Del 37, Intelectualidad Argentina
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Descripción

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Seminario de Intelectuales y Pensadores Argentinos
Caracterización de la Intelligenza argentina con la generación del 37


María Felicitas Cappello
10/12/2014





Índice



Introducción3
Desarrollo4-13
Caracterización de la generación del 374
Orígenes: La educación 5
Hacia la legitimación y el reconocimiento intelectual7
La trayectoria histórica de la Generación del 37 desde 1830 a 18807
Influencia en la construcción del Estado argentino10
La contradicción......……………………………………………………………………..12
Conclusión14
Bibliografía15-16


Introducción
Se ha elegido este periodo histórico para caracterizar la intelligenza argentina a partir de la identificación de este tiempo como en el cual se inscribe la génesis misma de la construcción del Estado Nacional partir de las ideas y problematizaciones de un colectivo intelectual integrado por jóvenes argentinos conocido como la generación del 37.
Si la importancia de la Generación del 37 y del momento romántico inaugurado por ella es indudable desde la perspectiva de la historia argentina, también lo es respecto de la historia intelectual de América latina, ya que marcó para ella el inicio absoluto del Romanticismo en todo el continente (Myers, La Revolución de las Ideas: La Generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentina, 1998).
Iniciada con la creación del Salón Literario en 1837, tendrá un periodo de creatividad que cubre aproximadamente hasta 1880, durante el cual su ideología romántica alcanza la hegemonía cultural para ser luego desplazada por otras tendencias.
Este colectivo de románticos (que también toman características de los ilustrados) se plantea a sí mismo como intelectuales, que necesitan de un hombre (estadista) que los escuche y lleve a la práctica aquello que ellos piensan, y que plasmen sus ideas en la construcción de una nación, de una identidad nacional. Esta escuela de pensamientos se inicia aquí con Rosas, con quien termina confrontándose y cuya finalización se puede identificar con el surgimiento de la llamada generación del 80; momento en el que gana la ilustración, la elite ilustrada y el liberalismo.
Asimismo, entendido este momento como la raíz misma de una idiosincrasia que va a marcar toda la trayectoria política plagada de tensiones entre opuestos, los que a su vez dinamizan la propia vida ideológico política de la Argentina a partir de la fórmula civilización – barbarie, la que luego será reinventada con distintos significantes.



Desarrollo
Caracterización de la generación del 37
La Generación del 37 constituyó en la historia argentina el primer movimiento intelectual con un propósito de transformación cultural totalizador, centrado en la necesidad de construir una identidad nacional (Myers, La Revolución de las Ideas: La Generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentina, 1998). Previo a la descripción de la trayectoria de este colectivo donde se resaltará la importancia que el mismo tuvo en la construcción de la génesis de la intelectualidad argentina, es menester caracterizar la composición de este grupo de jóvenes intelectuales, donde encontramos escritores, publicistas y hombres de Estado que reconocían la necesidad de pensar, estudiar, analizar la particular realidad social argentina. Las figuras principales del movimiento que dominarían la vida cultural, argentina hasta los años 1880 son: Esteban Echeverría (1805-1851), Juan Bautista Alberdi (1810-1884), Juan María Gutiérrez (1809-1878), Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), Vicente Fidel López (1815-1904), Bartolomé Mitre (1821-1906), José Mármol (1807-1882), Félix Frías (1816-1881), entre otros.
Los primeros románticos argentinos lograron en sus comienzos una cohesión grupal y un grado de institucionalización inusitado para la época a través de la fundación del Salón Literario de 1837, la Asociación de la Joven Argentina, la Asociación de Mayo, y las redacciones compartidas de un puñado de periódicos de ideas definieron un "partido" literario e intelectual.
 Influenciados por la ideología romántica, que había surgido como un intento de atenuar los excesos de racionalismo de la ilustración y también donde se rescataba el valor de los sentimientos y la pasión; la Generación del 37 va a tomar los valores, recursos estilísticos y principios literarios provenientes del romanticismo francés, cuyas principales características son (Terán, 2008):
Atención a fenómenos que no forman parte del ámbito de la racionalidad iluminista: exploración de los aspectos irracionales de la conducta humana (imaginación, emociones).
Proclamación su predilección por lo excepcional frente a lo convencional. Se admira del gran hombre, el héroe, es decir, lo individual sobre lo colectivo.
Posesión una mirada histórica dotada de un interés especial por aquellos períodos en los que la espiritualidad haya sido importante: revalorización de la Edad Media.
En el plano socio-cultural:
Valoración de lo auténtico, lo propio y lo idiosincrático, es decir, lo original y distintivo de cada cultura y cada nación.
Valoración a los "simples", aquellos que están más cerca de la naturaleza y de la tierra, como los campesinos cuya ignorancia en cuestiones intelectuales se ve superada por su saber instintivo, natural, espontaneo e incontaminado por los falsos refinamientos de la civilización.
Búsqueda los datos originarios de cada cultura y abre sus puertas a los cantos populares, a las poesías campesinas, al folklore proveyendo a cada cultura de un pasado épico y prestigioso.
Pone acento en los usos y costumbres de cada nación.
Por otra parte, el historicismo romántico, frente a la historia vista como un proceso de civilizaciones que avanzan de manera homogénea y unilineal, introduce la noción de que cada nación es una totalidad en sí misma, y que por ende vale como cualquier otra. De este modo podemos decir que el romanticismo puede comprenderse por su contraste con la Ilustración rompiendo radicalmente con la idea del progreso esencialmente racionalista.
La obra de los escritores románticos del 37 abarcó todos los géneros -filosofía, historia, economía, novela, drama, poesía, periodismo político, etc.-, pero en todos ellos aparecía una problemática común que los mancomunaba: el de la "nación", cuestión típicamente romántica que en un país nuevo como la Argentina se intensificaba por la indefinición propia de un Estado de creación reciente. El estudio de "lo nacional" -proclamado como meta primordial por Alberdi en su discurso del Salón Literario de 1837- se convertiría así en el leitmotiv de toda esa generación literaria. Al haber nacido, además, casi todos ellos entre 1805 y 1821, pudieron concebirse a sí mismos como hijos -e hijas- de la Revolución de Mayo, a quienes les era conferida una misión providencial: el desarrollo e implementación de la segunda fase de la Revolución, la renovación en las ideas que debía suceder a la revolución por las armas, y cuyo sentido central sería definir la nueva identidad nacional en términos de los valores revolucionarios (Myers, 1998).
Así la generación del 37, siguiendo sus ideas, se dedicó a participar en la política, lo que los llevó a enfrentarse a la figura dominante de la época: Juan Manuel de Rosas. Obligados por el gobierno dictatorial de éste a emprender el camino del exilio, harían de su peregrinación una empresa proselitista, esparciendo en los países que los albergaron las nuevas doctrinas del romanticismo y del "socialismo" literario, del sansimonismo y del eclecticismo, de la filosofía de la historia y de la nueva filosofía histórica del derecho, y finalmente, de las posturas liberales más radicales junto con las posturas conservadoras más reaccionarias.
Las opciones ideológicas escogidas por los integrantes de aquella generación fueron tan diversas y originales como sus personalidades, pero un rasgo las mancomunaba a todas ante los ojos muchas veces atónitos de sus interlocutores uruguayos, chilenos, o brasileños era el valor supremo que le asignaban a la novedad, el valor de estar "al tanto" de la última moda o de la últimas invenciones surgidas en los países europeos o en la "Gran República del Norte" (Myers, 1998).

Orígenes: La educación
Los miembros de la primera generación romántica fueron un producto de las condiciones imperantes en el Río de la Plata en los años inmediatamente posteriores a la Revolución de Mayo. Por un lado, habían hallado un espacio cultural en gran medida "vacío", que parecía homologar la imagen tan difundida entonces del territorio argentino como un "desierto". Y por el otro, encontramos una gran ausencia de la cultura barroca y católica en el territorio debido a que la tradición que podría haber aportado algún prestigio cultural, la de la Compañía de Jesús, se encontraba interrumpida por la creación del virreinato. A diferencia de lo que sucedía en otras partes de América, como en México o en Chile, donde el peso de una tradición intelectual de consistencia católica dificultaba, o incluso impedía, la incorporación de nuevas prácticas y creencias culturales (Goldman, 1998).
Por otro lado, la conformación de la Generación del 37 se encontró influenciada y beneficiada por las reformas educativas promovidas por los gobiernos rivadarvianos; en referencia a esto Jorge Myers va a decir:
"En gran medida, la generación romántica se gestó en el seno de las instituciones educativas rivadavianas, en el Colegio de Ciencias Morales (1823-1830) primero, y en la Universidad de Buenos Aires después. Esa experiencia le imprimió a la nueva generación un carácter nacional, ya que una porción importante de los alumnos eran becarios provenientes de las provincias del interior. De esa forma, los porteños Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, o José Mármol compartirían, al menos durante una porción de sus años formativos, una misma experiencia cultural con los tucumanos Juan Bautista Alberdi y Marco Avellaneda, con el sanjuanino Manuel José Quiroga Rosas, o con el salteño Benjamín Villafañe"
Asimismo, esta experiencia educativa estuvo marcada por las tendencias secularizadoras impulsadas desde el propio Estado, que llevaría a la conformación de no sólo una elite "nacional" sino también de una social y culturalmente "laica". El hecho de recibir su educación en un establecimiento del Estado, que por su organización tanto como por su ideología rectora estaba netamente deslindado de cualquier relación orgánica con la religión oficial, hizo de esta generación intelectual la primera que pudo concebir su lugar en la sociedad y en la cultura en términos "modernos", en vez de hacerlo en los términos heredados del Antiguo Régimen. En la Argentina la instancia fundamental, la ruptura conceptual que instaura la figura social del "intelectual", se sitúa en el momento de emergencia de la Nueva Generación romántica. Este sería concebido en términos de su autonomía frente a los poderes constituidos de una sociedad como el Estado, la Iglesia, las corporaciones y clases tradicionales (Myers, 1998).
Un tercer y último signo de esta formación recibida en las aulas del Estado rivadaviano es la permanencia de una parte del programa ilustrado en el pensamiento romántico argentino. De este modo vemos cómo en el origen del pensamiento nacional encontramos cierta contradicción interna, en donde impera el iluminismo de los fines y el historicismo de los medios (Alberini, 1986), que si bien Alberini utiliza dichos conceptos para definir a Alberdi, los mismos pueden ser extendidos a la generación en su conjunto. El núcleo de los programas de la currícula escolar y universitaria va a estar compuesta por exponentes de las principales corrientes intelectuales pertenecientes al movimiento de la Ilustración del siglo XVIII y principios del XIX.
Hacia la legitimación y el reconocimiento intelectual
El bagaje cultural adquirido por la generación romántica en las escuelas rivadavianas la legitimó como elite intelectual aún antes de que ella cristalizara su perfil ideológico en un movimiento político-literario de contornos precisos. La mayoría de los análisis dedicados a la Generación del 37 han enfatizado las fuertes oposiciones que ella debió enfrentar para conquistar la hegemonía intelectual en el sentido de que la generación anterior, identificada con el neoclasicismo literario y cierto republicanismo ilustrado, no deseaba verse reemplazada antes de tiempo por unos jóvenes a quienes ni admiraba ni comprendía.
Sin embargo Jorge Myers, nos va a decir que, mientras que los relatos heroicos de los orígenes del romanticismo en la mayoría de los países europeos suelen enfatizar los largos años de lucha bajo condiciones adversas que fueron necesarias para que triunfara la nueva sensibilidad, en la Argentina ésta parece haberse impuesto casi sin dificultad. Ello se debió, principalmente, a la ausencia de mecanismos institucionales eficaces en el espacio de la cultura: la prensa era un arma de doble filo, ya que si podía colaborar en la deslegitimación del nuevo movimiento, podía también ser usada por éste para socavar la posición de sus enemigos. Por esta razón, aunque los románticos pudieron eventualmente ser vencidos por medio de una represión política ejercida desde el Estado, en el orden intelectual ellos lograron consolidar muy velozmente su igualdad "de méritos" frente a los miembros de la generación anterior (Myers, 1998).

La trayectoria histórica de la Generación del 37 desde 1830 a 1880
A partir de lo expuesto por Jorge Mayers en La revolución de las ideas: la generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentina, vemos que es posible identificar distintas etapas (5) en la trayectoria y el desenvolvimiento de esta generación:
Primera etapa (1830 – 1838/39): La irrupción del romanticismo en el país se dio de la mano de Esteban Echeverría quien permitió que el romanticismo, hasta entonces tácito, tomara estado público. En este periodo se comienzan a publicar los primeros ensayos de los escritores románticos intelectuales, como Juan Bautista Alberdi o Juan María Gutiérres, quienes se organizaron en un movimiento de perfiles relativamente nítidos. Hacia los últimos años de esta etapa, ya se puede identificar un temario de problemáticas centrales y un programa intelectual- a partir de las publicaciones de éstos en los periódicos – que alcanzaría una intensa actividad con su centro de gravedad colocado en Echeverría. Entre los escritos más característicos de esta etapa encontramos La Cautiva (1837), Los Consuelos (1834), Las Rimas (1837).

Esta corriente literaria y generacional conseguiría su primera instancia de cohesión grupal formal en el Salón Literario, institución patrocinada por Marcos Sastre (aunque éste pertenece a la generación anterior). El Salón se proponía naturalizar en el suelo argentino prácticas de sociabilidad literaria que se suponían condición necesaria para una cultura moderna. Pero esta nueva generación se distanciaba de sus antecesores en el hecho de que ahora, como resultado de sus actividades, se llegó a la creación de saberes enteramente nuevos, "originales", sobre la base de un aprendizaje sintético de las teorías, métodos y comprobaciones contenidos en los libros europeos de la bien surtida librería de Sastre; durante dos años consecutivos prestaron estos libros materia de apasionada discusión por las noches de tertulia en la que discutíamos las nuevas doctrinas, las resistíamos, las atacábamos, concluyendo al fin por quedar más o menos conquistados por ellas (Sarmiento, 1851). Esto marcó una distancia con las concepciones culturales anteriores por iniciativa autónoma de la elite intelectual porteña y no de una intervención específica del Estado, más allá del contexto en el que los mismos se encontraban que claramente ejerció cierta influencia sobre sus actividades, pensamientos etc. El Salón Literario fue así la primera organización formal de esta nueva corriente intelectual

Segunda etapa (1838/1839 – 1842/44): En este momento podemos referirnos a este colectivo intelectual con otra denominación muy utilizada por los historiadores, la de la generación de los proscriptos" dado que Rosas ordena la clausura del Salón; lo que llevaría a este movimiento romántico a expandirse hacia las repúblicas limítrofes de Uruguay y Chile en donde el campo de acción más expresivo de esta generación será el periodismo (junto con distintos espacios vinculados a éste) (Groussac, 1981).
Es un periodo que se caracteriza por un romanticismo más de tipo "revolucionario", integrado ahora en su totalidad por exiliados, y concentrado casi exclusivamente en el propósito de derrocar al régimen rosista. En estos años, la generación del 37 se compenetra plenamente con las prácticas de la política facciosa articulando un discurso público signado por la violencia de su lenguaje. De este modo, la acción política va a estar definida por un antirrosismo severo lo que también contribuirá a que la identidad de este colectivo adquiera una mayor presencia y organización en el teatro montevideano.
Asimismo esta identidad se verá reforzada por la proximidad a ciertas autoridades gobernantes (un ejemplo de esto fue el apoyo institucional de Andrés Lamas, cuyo padre era el jefe político de Montevideo). El liderazgo de Echeverría va a ser desplazado por Alberdi quien se convertirá en el principal gestor intelectual y político del movimiento apoyándose en aquella protección que le brindaba la proximidad a las autoridades gobernantes.
El discurso antirrosista se verá reflejado en distintos diarios y semanarios uruguayos como fue el caso del Iniciador, fundado por el uruguayo Andrés Lamas y el exiliado Miguel Cané, en el que colaboraron muchos intelectuales de la Asociación Joven Argentina, que en su último número (enero de 1839) publicó las Palabras Simbólicas de la fe de la Joven Generación Argentina escritas por Echeverría (Oneto, 2012). También encontramos otras revistas y semanarios como Muera Rosas! (1841-1842), El Grito Argentino (1839), El Nacional (1838), entre otros, en el que colaboraron gran parte de la intelectualidad antirrosista exiliada como fue el caso de Valentín Alsina, Juan Bautista Alberdi, Andrés Lamas, Miguel Cané, LuisDomínguez, Juan Thompson, Miguel de Irigoyen (Fernández, 1943).

Tercera etapa (1842/44 – 1852/54): en esta el movimiento sigue manteniendo cierta identidad común, a pesar de la dispersión geográfica de sus miembros que estaban distribuidos por Europa, Montevideo y Chile. En esta etapa éste último país se convertirá en el refugio más seguro de los exiliados argentinos. De este modo, al concentrarse sucesivamente la mayor parte de los románticos argentinos en Chile, las condiciones imperantes en ese país promoverán un desplazamiento hacia posiciones menos extremas caracterizadas por una tendiente retirada de la lucha facciosa comenzada en Montevideo en el periodo anterior, y permitirán una renovada concentración en los debates y trabajos intelectuales asociados con el programa romántico.
Mayers argumenta que dicho país al poseer una vida institucional tan consolidada, los argentinos no encontraron ninguna brecha por donde inmiscuirse en la política local, como sí lo habían hecho en Uruguay. Así aquel colectivo intelectual tendió a ser absorbidos en ocupaciones burocráticas, donde su experiencia y educación podían servir para la modernización del Estado chileno, pero desde las cuales les sería muy difícil convertirse en actores políticos significativos, ya que su dependencia del Estado les impedía tener iniciativa autónoma. De esta forma, la generación del 37 se vio recluida a un espacio de producción meramente intelectual aislados de la política facciosa. El Estado chileno les ofreció un ambiente de paz y algunos medios materiales para proseguir con sus investigaciones y con su escritura, pero a cambio de ello les vedó el camino de la política práctica, cuya única excepción a esa regla fue Sarmiento.
Asimismo, esta realidad, contribuyó, de cierto modo, a redefinir su rol de periodistas, también aportó cambios a su rol de intelectuales. En primer lugar, su sentimiento de pertenencia a una elite intelectual -no ya únicamente a escala argentina, sino a escala continental- se vio reforzada por los profundos desfasajes que existían entre el estilo cultural chileno y el de los emigrados argentinos. Mientras que en Chile la cultura intelectual seguía fuertemente apegada a modos y estilos "tradicionales", cuya expresión más evidente era la omnipresencia del catolicismo como elemento aglutinador de todo el universo de creencias o como referencia obligada para cualquier propuesta de disidencia, los argentinos poseían una experiencia cultural marcada por la secularización.

Esta condición de "modernos" inspiró la política del Estado chileno que percibió en los escritores una elite "tecnocrática" perfecta, desvinculada por su extranjería de los conflictos políticos internos, y dotada de recursos técnicos en una cantidad de áreas que podían ser de gran utilidad para su propio proyecto modernizador. Muchos de ellos encontrarían pronta colocación en la administración pública nacional y municipal -la Municipalidad de Concepción, por ejemplo, que incorporó a numerosos exiliados argentinos a su plantel, entre ellos a Juan Bautista Alberdi en calidad de secretario-, mientras que la mayoría del grupo romántico recibieron nombramientos dentro del sistema educativo chileno, como fue el caso de Sarmiento por ejemplo.

Durante esta etapa se van a redactar varias de las obras más importantes de este colectivo intelectual: la América poética (1846-1847) de Juan María Gutiérrez, los Veinte días en Génova (1844), las Bases (1852), y La acción de Europa en América (1847) de Alberdi, El Facundo (1845), Los Viajes (1847), y Los Recuerdos de Provincia (1851) de Sarmiento, entre otras.

Cuarta etapa (1852/54 - 1880): Esta etapa se refiere más al movimiento romántico en general que a la generación del 37 en particular, dado que la unidad este grupo intelectual ya se encontraba erosionada. El mismo se disolvió enteramente en la política de facciones del momento donde la experiencia individual de los miembros de esa generación estuvo marcada por las diversas opciones políticas que parecían imponerse al país: Urquiza o los "liberales"; Buenos Aires o la Confederación Argentina; mitrismo o alsinismo; probelicistas y antibelicistas; autonomistas o tejedoristas; etc.
Paradójicamente, la Generación del 37 se disolvía como corriente orgánica en el mismo instante en que el sistema literario y de ideas promovido por ella conquistaba una hegemonía indiscutida en todos los ámbitos de la cultura argentina, para este momento no sólo aquel grupo de intelectuales ya había alcanzado su madurez intelectual sino que además sus ideas habían sabido promover un consenso prácticamente total entre los sectores letrados de la población.
Quinta etapa (1880): Por último se puede identificar una quinta etapa hacia 1880 de lenta declinación y pérdida del protagonismo de los referentes más longevos del movimiento. En su relación con los miembros de la generación del 80 se puede identificar una ruptura con la sensibilidad y con los valores intelectuales y estéticos de la hegemonía romántica.

Influencia de la Generación del 37 en la construcción del Estado Argentino
Con la derrota de Rosas en 1852, los intelectuales políticos conocidos como la generación del 37 accedieron al poder y comenzaron a construir una nueva hegemonía. La Constitución de 1853, constituye un excelente mapa del pensamiento de esta generación. Finalmente, cuando se produjo la reunificación política del país en 1860 con el ingreso de Buenos Aires a la Confederación Argentina, ya existía un consenso previo sobre el que Roca delineó sus principales políticas: la inmigración europea, el "progreso", la ordenación legal del Estado y el fomento de la educación pública (Romero, 1946).
Este consenso tuvo dos ideólogos principales: Domingo Faustino Sarmiento Juan Bautista Alberdi. A partir de los escritos de estos dos intelectuales llevó adelante la reconstrucción de las ideas dominantes de la época ya que Roca va a recoger de ambos los principios rectores de su gobierno: en Sarmiento se inspira su radical Ley de Educación Pública y –en palabras de HalperinDonghi–, con Roca "Argentina parece haber encontrado finalmente el camino que le había señalado Alberdi, y haberse constituido en república posible" (Halperin Donghi, 1980). Las Bases (1852), inspiradoras de la Constitución, es una defensa razonada de las normas constitucionales. No sorprende entonces que en ellas, además de la justificación de la forma de gobierno republicana, el sistema federal "mixto", el sistema electoral, etc., Alberdi dedicara mucho espacio a un tema que consideraba cardinal: la política inmigratoria.
De este modo, la nación futura debería construirse con una población apta para el respeto de la ley (población europea) y, sobre todo, erradicando el desierto. Cuando comienza el período de Urquiza, la sensación predominante en estos intelectuales es que todo está por hacer. La idea de nación se constituye, entonces, en el discurso legitimador de la gran modificación de la realidad que se inicia. La "civilización" –que explícitamente se equiparaba a progreso– iniciaba por la derrota del desierto. Para ello se recurrió a un desarrollo acelerado de las comunicaciones y a la inmigración como estrategia para multiplicar los centros urbanos.
Buenos Aires era la única ciudad que, salida de la barbarie en que la había sumido el régimen de Rosas, se acercaba a la meta propuesta. Ella fue el ejemplo. Además, por su condición de puerto que la vinculaba con Europa había acumulado una incipiente población cosmopolita y, según las propias expresiones de Sarmiento, permitido asimilar su cultura. Aunque en algunos aspectos las predicciones de la generación del 37 no se cumplieron cabalmente y la inmigración no se difundió por todo el país sino que tendió a concentrarse en la zona más rica de éste, fue tan inmenso el cambio de la fisonomía argentina y la confianza en el progreso ilimitado, que el término liberal que inicialmente se aplicó a los constructores de la nueva idea nacional, se generalizó como sinónimo de urbano y moderno. Y si en algún sitio se cumplió este ideal moderno fue en la capital, centro de la población extranjera y de las costumbres europeas.
Fiel a su proyecto, la educación pública laica se extendió considerablemente. Entre tanto, Roca decretó la publicación de las obras de Alberdi y de la Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana –escrita por su enemigo político, Mitre–, para comenzar a construir una hagiografía que incluyera a los inmigrantes. También en la toponimia de las ciudades y los pueblos que empiezan a poblar la pampa y el litoral, como en las calles de Buenos Aires, con sus repetidas referencias a los héroes nacionales, se puede descubrir el intento de generar un sentimiento de nacionalidad basado en los héroes fundadores.
Así podemos apreciar la enorme influencia de este grupo de intelectuales en la construcción del Estado Argentino y en relación a cuál iba a ser el proyecto nación elegido, vemos que este tema fue abordado en términos casi exclusivamente políticos, orientado por las ideas de la Ilustración y con la ilusión de construir una nación de ciudadanos, sustituyendo las usuales nociones de tradición, unidad y fe en Dios por las de ciudadanía y progreso. Tanto Sarmiento como Alberdi vieron en el ejército, la Iglesia y la administración pública la herencia nefasta de la Colonia que, interrelacionados, conformaban una superestructura que dejaba intacto el antiguo orden hispánico. En la medida en que estas instituciones eran la antítesis del modelo de sociedad que se quería construir, no se buscó en la tradición histórica que ellas representaban las bases de la nacionalidad (Laguado, 2007).
Con esto vemos que la superación de la herencia colonial como limitante cultural para el proyecto de modernización concebido por estos intelectuales argentinos, constituye el primer intento de este carácter. El mismo se fundamenta en un sólido y completo andamiaje científico-racional (Filippo, 2003).
Pero, como se pregunta Arturo C. Laguado, si no es el sentimiento religioso la base de la nacionalidad, ¿sobre qué se constituirá ésta? Como ya lo hemos adelantado, la respuesta fue el progreso y la educación (Alberdi enfatizará en el primero y Sarmiento en la segunda). Con educación y progreso se fundaría entonces la futura nación. Nación de ciudadanos al estilo de los anglosajones. Comparando a Estados Unidos con los países de América Latina, Sarmiento concluye: "Allá ciudadanos, y aquí rotos, aunque sea triste que en nuestra pluma esta palabra aparezca como un reproche" (Sarmiento, 1849).
Siguiendo esta línea, no sorprende entonces que en las Bases (1852), además de la justificación de la forma de gobierno republicana, el sistema federal, el sistema electoral, etc., Alberdi dedicara mucho espacio un tema que consideraba cardinal: la política inmigratoria. En esta obra van a estar presentes dos de las obsesiones que acompañaron la fundación de la nación en Argentina: el desierto y la población: para hacer una nación era indispensable contaron una población apta para tal fin que, en este caso, debía ser diferente de la existente.

La contradicción
Por último otro aspecto relevante a la hora de caracterizar este colectivo individual es que si bien este movimiento se inicia contrario al iluminismo, a la hora de ejercer el poder tienen una actitud a favor de lo liberal, de la ilustración.
Tomando el caso de Sarmiento y de Alberdi y haciéndolo extensivo a la Generación del 37 en su totalidad, se puede observar cómo estos si bien eran románticos en los medios, propugnaban por un proyecto iluminista y liberal. Se valieron del romanticismo para entender la realidad con todas sus particularidades locales y del iluminismo para articular de la manera más eficaz – a su entender – los procedimientos destinados a obtener los objetivos y valores de la Ilustración.
A modo de ejemplo, en el caso de Sarmiento esta contradicción se puede ver ejemplificada en El Facundo de Sarmiento quien va a utilizar a un héroe bárbaro, que desde el punto de vista romántico representa la pasión, los instintivo y el desborde; y sin embargo vemos como este héroe se transforma en un ser civilizado adoptando los cánones de la ciudad (de tipo europea). De este modo, el concepto civilización inserto en la obra de Sarmiento es utilizado dentro del pensamiento de una cadena evolutiva en el marco de un proceso que va del salvajismo a la civilización, pensando en un curso unilineal de la historia en el que la ilusión ilustrada de la civilización dulcificará las costumbres y pacificará las pasiones. Por ello el autor dirá que la civilización es superior a la barbarie y que es preciso llegar a la misma.
De este modo vemos la contradicción del discurso de Sarmiento donde el gran hombre del libro de la civilización es un bárbaro. Y así se puede observar que a la hora de formular un programa, Sarmiento va a proponer uno liberal, vaciado en el molde de las ideas de la Ilustración. Entonces, si bien su obra es animada por el molde romántico, a la hora de proponer y organizar concluye adoptando el legado ilustrado (Terán, 2008).
En síntesis, y a partir de lo expuesto por Oscar Terán, podemos decir que esa actitud ilustrada en el interior del romanticismo consistió en una aceptación de un esquema de valores universales cuya realización debía constituir una meta: el progreso económico, social, cultural y político, la instauración de patrones de racionalidad en el conjunto de la sociedad, mediante una eficaz acción del Estado sobre el cuerpo social y sus integrantes, y una creencia en la capacidad de la voluntad política para torcer el curso de los hechos, creencia que representaría una contradicción directa al postulado central del historicismo, según el cual los procesos históricos debían producirse siguiendo leyes inmanentes, providenciales o naturales, al margen de los deseos humanos.
Es este contraste tan claro entre elementos ilustrados y románticos el que no parece estar comprobado por la evidencia histórica. Una impronta "ilustrada" acompañó indudablemente a los románticos argentinos durante todo el curso de sus carreras, pero la relación entre tópicos, creencias y actitudes ilustradas y románticas fue a la vez más densa y más esporádica. Más densa, porque los componentes ilustrados y románticos en el pensamiento de la Generación del 37 no existieron aislados. Por el contrario, estuvieron permanentemente acompañados por nociones y actitudes heredadas o apropiadas de otras tradiciones de pensamiento más antiguas y más nuevas -como los incipientes socialismos utópicos o por creencias más subterráneas respecto al Estado, la autoridad y el cambio social.
A partir de esto podemos concluir que la recepción del Iluminismo y del romanticismo en el Rio de La Plata fue la siguiente; como sabemos el romanticismo y la ilustración se contraponen pero en el caso de Argentina hay una oscilación permanente, adhieren a uno de los aspectos de una y a otros aspectos de la otra. Existen vaivenes y tensiones hacia ambos lados. Es decir que en Argentina no hay una síntesis (Entre la ilustración y el romanticismo), sino va a haber una tensión, un vaivén de un lado al otro (Silvestri, 2011).



Conclusión
Con la lectura del presente trabajo se puede concluir, que en rasgos generales, el proceso que planificó la generación de los exiliados se había cumplido satisfactoriamente al finalizar la primera década del siglo XX. La corriente romántica argentina había proclamado desde sus inicios la importancia de ejercer una función intelectual volcada hacia el estudio de lo propio que sin renunciar a la necesaria tutela intelectual europea debía de todas formas tomar como elemento primordial de su propia experiencia la pertenencia a una cultura americana. En este sentido, a pesar de que animaría al gobierno francés a que interviniera como portador de civilización en el medio bárbaro americano, aceptaba implícitamente la figura dotada de sentido geopolítico por Rosas en su proclamado Sistema Americano: la identidad primordial que debía expresar la Nueva Generación era la americana.
A lo dicho, se debe agregar que el Romanticismo se dio dentro del contexto histórico de los dos Gobiernos de Juan Manuel de Rosas, en donde la lucha feroz entre unitarios y federales, y el exilio que se impusieron las principales figuras de este movimiento cultural rioplatense. Ante esto ellos no eligieron la lucha armada, sino la literatura, en todas sus facetas (poesía, prosa, ensayo, etc.), para hacer oír su voz opositora al régimen gobernante. Y nos resultó muy interesante que, luego de la caída de Rosas y durante el período de la organización nacional, algunos de los integrantes de la Generación del 37, llegaron a ser grandes políticos y hasta Presidentes de la Nación, que nunca dejaron a un lado el favorecimiento e impulso constante de la cultura y la educación a partir de sus ideales.




Bibliografía

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