Capítulo 5 de \"Epistemología y Filosofía Política en Gilbert Simondon\", por Andrea Bardin

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Descripción

Epistemology and Political Philosophy in Gilbert Simondon Individuation, Technics, Social Systems (Epistemology and Political Philosophy in Gilbert Simondon. Individuation, Technics, Social Systems) Por Andrea Bardin Brunel University London, London, UK – Centre international des études simondoniennes, MSH Paris-Nord Volumen 19 de ‘Philosophy of Engineering and Technology’ (para más información de esta serie http://www.springer.com/series/8657) – ISBN 978-94-017-9830-3 (Versión electrónica: ISBN 978-94-0179831-0) – © Springer Science+Business Media Dordrecht 2015(www.springer.com) Traducido por Bernabé Ferreyra

Parte II – Organismo y Sociedad

Donnons donc au mot biologie le sens très compréhensif qu’il devrait avoir, qu’il prendra peut-être un jour, et disons pour conclure que toute morale, pression ou aspiration, est d’essence biologique. (Bergson, Les deux sources de la morale e de la religion) Henri Bergson, prenant un point de vue différent, a clairement défi ni dans Les deux sources de la morale et de la religion, un état statique, dans lequel les groupes humains tourneraient en spirale, changeant de génération en génération un nombre restreint de concepts, de prescriptions progressivement compliquées, et un état dynamique où les groupes prendraient en ligne droite le sens réel de leurs tendances. Nous serons portés à reprendre, en l’adaptant au point de vue qui nous préoccupe, cette vue extrêmement féconde. (Leroi-Gourhan, Milieu et techniques)

Después de mostrar el marco epistemológico y ontológico de la filosofía de Simondon –con su dependencia básica de la física cuántica, su referencia crítica a los conceptos derivados de la Gestalttheorie y la Cibernética, y su encuentro problemático con las herencias bergsonianas y fenomenológicas– es hora de empezar a investigar las implicaciones sociales y tecnológicas de una filosofía de la individuación. Los umbrales entre los campos físicos, biológicos y sociales son un problema filosófico importante para Simondon. Se propone un método que, en lugar de delimitar los diferentes órdenes de seres, describe diferentes tipos de procesos en sistemas mixtos. Por lo tanto, voy a mostrar cómo se explica la aparición de los sistemas sociales humanos, tematizando el papel peculiar interpretado por la ‘afectividad’ en este proceso. Un análisis detallado de la Individuación, del MEOT y de la Note complémentaire publicada póstumamente (1958), aclarará el significado del concepto de ‘transindividual’1. Mi método consiste en la utilización de la 1

A pesar de su atractivo, el término ‘transindividual’ no está muy extendido en la obra de Simondon. De hecho, después de aparecer tanto en la Individuación y en las conclusiones del MEOT, ha desaparecido completamente. La Note fue 1

bibliografía de la Individuación para dar a conocer las fuentes que dieron forma al peculiar enfoque de Simondon2 y mostrar su deuda con Georges Canguilhem3. Esto me permitirá visualizar el impacto de los conceptos biológicos en la teorización de Simondon de la génesis y el funcionamiento de los sistemas sociales. Las principales referencias filosóficas de Simondon en este campo son las teorías biológicas y sociales de Bergson, la filosofía de las ciencias biológicas y las técnicas de Canguilhem, la cibernética social de Wiener y la paleoantropología de Leroi-Gourhan. Estos antecedentes permitirán presentar un análisis exhaustivo del papel crucial desempeñado por la normatividad técnica en la teoría del sistema social de Simondon.

Capítulo 5 | De la vida a la Significación Según Simondon, la teoría cuántica introduce modelos de discontinuidad en la comprensión de los organismos. Haciendo referencia por un lado a la ‘polarización’ de la materia4 y por otra parte a la naturaleza ‘cuántica’ de la vida5, Simondon pretende circunscribir un dominio intermedio aún no estructurado –‘ni continuo, ni puramente discontinuo’– en el cual sería posible estudiar la relación entre la individuación física y biológica en términos de la teoría de la información. Esta perspectiva de la inmanencia radical ‘presupone una concatenación desde la realidad física hasta las formas biológicas superiores, sin establecer distinciones entre clases y géneros’ (I 158). Sobre esta base, al cerrar la parte de la Individuación dedicada a los seres vivos, Simondon niega a la vez la fuerte diferenciación de Bergson entre vida continua y materia discreta, y la ‘ontología eleática’ de Goldstein, ya que tanto uno como otra contribuirían a la cancelación de cualquier relación posible entre el estudio de biológica y los procesos físicos (I 228-29). Simondon no tiene intención de basar su proyecto en cualquier definición de lo que es la vida con el fin de clasificar una estructura como orgánica o no orgánica.

escrita en el período de las dos tesis, pero publicada por vez primera en la edición 1989 del IPC, que Simondon estaba preparando durante los últimos días de su vida. Es un trait-d’union muy importante entre la Individuación y el MEOT: en efecto, se trata de manera explícita la relación entre la individuación de los objetos técnicos y la individuación colectiva. 2 Como ya se ha señalado, la bibliografía de la Individuación cuenta con sólo veinte referencias, de las cuales cinco libros se ocupan de la psique humana estudiada desde un punto de vista biológico: Gesell (1946), Goldstein (1934), Kubie (1949), Lewin (1946) , Rabaud (1951). 3 Georges Canguilhem (1904-1995) durante la década de 1950 se convirtió en profesor de filosofía en la Sorbona, en reemplazo de Gastón Bachelard como director del Institut d’histoire des sciences. Un ex héroe de antifascismo francés, después de la segunda Guerra Mundial fue una figura clave en el sistema educativo francés y él inspiró a muchos filósofos jóvenes educados en ese período. Ver Roudinesco 2005: 15-69. Canguilhem fue el directeur de thèse de Simondon para el MEOT. 4 La búsqueda de Simondon de una teoría de la polarización de la materia, que deba probar ‘la relación entre lo que se llama la materia viva (o materia organizada) y la materia inerte o inorgánica’ (I 203), recuerda a la de Canguilhem, que a menudo refiere como ‘polarización dinámica de la vida’ a partir de la cual muchas formas de la organización de lo inorgánico son el preludio de la organización funcional de los organismos (por ejemplo, Canguilhem 1943: 155). En este sentido, dentro de la bibliografía de la Individuación se destaca un texto sobre La polarisation de la matière (1949), que contiene las actas de un Colloque International en relación con ‘el resultado complementario de la polarización magnética y eléctrica de las moléculas’ (1949: 3). Sobre la continuidad entre las estructuras y procesos físicos y biológicos, véase también I 151; 324; 320. Los progresos realizados durante los últimos cincuenta años en biología molecular vuelven completamente anticuada esta idea de una ‘teoría de la polarización de la materia’ (véase, por ejemplo, I 203 e IMIN 38 acerca de la función de polarización en los procesos de crecimiento). 5 ‘Aunque en un organismo todo está vinculado con todo lo demás, desde un punto de vista fisiológico pueden aislarse diferentes regímenes de causalidad, gracias a las leyes de funcionamiento cuántico’ (I 204). También las discontinuidades entre las especies ‘parecen estar conectadas a las cuestiones cuánticas que aparecen en la física’ (I 158). Sobre la hipótesis de una ‘biología cuántica, la respuesta a la física moderna’, ver Tétry 1948: 322, donde el autor analiza las funciones unidas de los instrumentos técnicos y órganos biológicos (el texto es parte de la bibliografía del MEOT). 2

Más bien trata de encontrar un criterio para la clasificación de diferentes procesos, entendiéndolos en consecuencia como coexistiendo posiblemente en el mismo individuo concebido como un sistema de cambio de fases (I 204-5). Por lo tanto, es la independencia relativa de los vivos respecto de su entorno lo que ofrecerá el modelo para la comprensión de la vida como un proceso de ‘series temporales’ mixtas –lo que él llama ‘transducción vital’ (I 164). Como práctica común de Simondon, aquí trata de analizar el dominio elegido a través de un estudio de los procesos de individuación que proporcionaría ‘esquemas’ ontogenéticos que podría aplicarse a diferentes campos. Estos esquemas de hecho se convierten en los paradigmas que Simondon hace referencia a la hora de analizar los procesos individuales, no con el fin de clasificarlos, sino para establecer sus condiciones de umbral. Con esta misma estrategia en mente Simondon también trata la distinción entre la vida vital y psíquica cuando, en el párrafo Les niveaux successifs d 'individuation: vital, psychique, transindividuel, se pregunta: ‘¿cómo distinguir lo psíquico y lo vital?’. Él declara que va a evitar cualquier clasificación de acuerdo a los géneros, y busca los procesos y condiciones de umbral con el fin de proporcionar un análisis ‘psicobiológico’ del ser vivo (I 127). Se concibe por lo tanto la relación entre la vida orgánica y la psíquica como una relación entre dos tipos diferentes de individuación: ‘la individuación psíquica es una dilatación, una expansión prematura de la individuación vital’ (I 166). Una vez más, se trata de una ‘desaceleración’ [ralentissement], una ‘amplificación neoténica’ que ocurre cuando el organismo se enfrenta a nuevos problemas que hacen a su ‘afectividad’ incapaz de ejercer la acción reguladora normal, cambiando así los términos de la relación organismo-entorno: El verdadero psiquismo surge cuando las funciones vitales no pueden resolver los problemas planteados al ser vivo, es decir, cuando la estructura triádica de las funciones perceptivas, activas y afectivas ya no es eficaz. (I 166) La naturaleza cuántica de los umbrales que separan las individuaciones vital y psíquica evita la concepción de la vida psíquica como incorporación (‘vida psíquica no es [...] un reordenamiento superior de las funciones vitales’ 165) o ‘resolución’ de problemas vitales (I 166). En resumen, no hay Aufhebung sintética de la vida en el individuo pensante como su fase interna: por un lado, los procesos vitales continúan dentro de individuación psíquica como un conjunto persistente de problemas (I 166) y, por otro lado, los procesos psíquicos no unifican, sino más bien ‘molestan’ [dérèglent] el funcionamiento normal de los procesos orgánicos. Entonces, no hay prevalencia de un polo sobre el otro: sólo un individuo desfasado en el que no pueden tener sentido alguno ni un determinismo orgánico de la vida psíquica, ni una conciliación de las fuerzas vitales en una unidad psíquica superior. Esta postura se explica la concepción de Simondon de una cierta ‘intermitencia’ entre la vida y el pensamiento en los animales y el hombre: Esto significa que no hay por un lado solo seres vivos y por otro seres vivos y pensantes: los animales probablemente se encuentran a sí mismos en una ‘situación psíquica’ con menor frecuencia que los seres humanos. El ser humano, teniendo disponibles más posibilidades psíquicas, en particular debido a los recursos del simbolismo, utiliza con más frecuencia la psique; es la situación vital la que es excepcional en el ser humano, y por lo tanto los seres humanos se sienten más desamparados en ella. Pero no es un asunto de una naturaleza, de una esencia, que sirva para fundar una antropología; es simplemente un umbral que es cruzado. Los animales están mejor dotados para vivir que para el pensamiento, los seres humanos mejor para pensar que para vivir. Ambos viven y piensan, normal o excepcionalmente. (I 165) Si es evidente que los procesos psíquicos no pueden ser entendidos en términos de percepción, acción y afectividad (la ‘estructura triádica’ que Simondon vincula a los procesos orgánicos), sino que también debe quedar claro que los procesos biológicos tienen lugar en los individuos desfasados, es decir, que implican la falta sistémica de regulación. Desde aquí se puede seguir el camino por el que Simondon deduce el modelo, el ‘esquema’, de los procesos que se mantienen como condición previa de la vida psíquica y por lo tanto de la vida colectiva a partir del estudio del ser viviente.

5.1 El sistema organismo-medio: más allá de la homeostasis. 3

Para su reelaboración crítica del concepto de organismo, Simondon recurre a algunas de las referencias más características de Canguilhem: el ‘medio interno’ de Claude Bernard, el concepto de ‘homeostasis’ de Walter Cannon, la concepción cibernética de una máquina de ‘feedback’6. Todos estos conceptos se entrelazan para la explicación de los complejos procesos de autorregulación. Una primera referencia explícita al concepto de ‘medio interno’ aparece en la Individuación cuando Simondon habla de los límites de la individuación física. Cuando pone a Bernard en tela de juicio, está tratando de diferenciar al individuo físico del viviente. Simondon niega que este último se caracterice por una interioridad (su ‘medio interno’) que sería más ‘substancial’ que el físico: el ‘ser’ de todos los individuos reside, de hecho, en la relación entre los medios interno y externo. Esta relación no es lo que ‘expresa’ el ser, sino más bien lo que, en general, lo ‘constituye’ (I 128). También en el caso de los organismos, la visión de una supuesta interioridad es en realidad un antropomorfismo análogo a otras atribuciones de interioridad a nivel físico básico7. Por el contrario, el ‘medio interno’ de Bernard es leído por Simondon en los términos de su ontología relacional: El concepto de medio interno construido por Claude Bernard con el propósito de la investigación biológica muestra –a causa de la mediación que instituye entre el ser vivo y el medio externo– que la sustancialidad del ser no puede ser confundida con su interioridad, incluso en el caso del individuo biológico. (I 127) Cuando Simondon finalmente regresa a la noción de medio interno, está utilizando el concepto de homeostasis para diferenciar los procesos biológicos de los físicos. La homeostasis es un sistema de regulaciones que concede la estabilidad del milieu interno del individuo gracias a la interacción constante con el medio externo: mientras que en ser el ‘puramente físico’ la relación con el medio externo se limita a los puntos de contacto directo distribuidos en su superficie, en el viviente ‘gracias al sistema nervioso y el medio ambiente, la interioridad está en todas partes en contacto con una exterioridad relativa’ (I 161). En este sentido Simondon puede representar las relaciones tanto la internas y externas en el concepto único de ‘medio pre-individual asociado’: ‘en el ser vivo interioridad y exterioridad se distribuyen en todas partes’ (I 161)8. Hablar de un individuo y su medio asociado significa para Simondon figurarse un sistema individuomedio definido por una actividad relacional que implica simultáneamente procesos de diferenciación del medio interno y procesos de integración del medio externo sobre el interno: La acción del individuo sobre sí mismo es de la misma clase que su acción sobre la exterioridad: el individuo se expande al constituir, en sí mismo, una colonia de subconjuntos recíprocamente entrelazados. (I 209, n. 17) De acuerdo con este esquema, Simondon examina la actividad estructuralmente dual de todos los organismos, desde la más elemental hasta la más compleja, centrándose en las diferentes ubicaciones de los procesos de integración: la mediación entre el adentro y el afuera. En el nivel elemental, los procesos de integración dependen del individuo. En el organismo, que sólo vive como una colonia (celentéreos), la función mediadora de la integración entre los entornos externo e interno es llevado a cabo por el grupo. Pero en ambos niveles el ámbito del proceso de diferenciación es –según Simondon– totalmente 6

Claude Bernard (1813-1878) y Walter Cannon (1871-1945) fueron fisiólogos, un francés y un estadounidense respectivamente, cuyos conceptos fueron muy disputados en París durante la década de 1950, donde Canguilhem – como presidente del jury d ’ agrégation en filosofía– dictó buena parte de la agenda filosófica. 7 Tal antropomorfismo dependería de una ‘creencia inmediata en la interioridad’ fundada en la percepción del ‘propio cuerpo’: ‘la concepción de una interioridad física de la partícula elemental es un biologismo sutil y arraigado, que se puede encontrar también en el más riguroso mecanicismo teórico de los atomistas antiguos’ (I 127). Sólo la aparición de la teoría de la relatividad permite que tal ‘biologismo’ de paso a una ‘concepción física más rigurosa de la individuación’ (I 127). El equívoco depende de considerar el organismo en la escala de sus estructuras macroscópicas vez de los procesos de los que está hecho. 8 ‘De hecho, un análisis psico-biológico lo suficientemente profundo revelaría que en un ser vivo la relación con el entorno externo no se distribuye en su superficie externa’ (I 127). Y Canguilhem: ‘La individualidad del ser vivo no se detiene en las fronteras ectodérmicas más de lo que comienza en la célula. La relación biológica entre el ser y su entorno es una relación funcional, y por lo tanto un móvil único; sus términos intercambian sucesivamente sus funciones’ (Canguilhem, 1952: 144). 4

dependiente de las características de las especies y por tanto independiente de los procesos de integración: sólo en los organismos complejos es la actividad vital del propio individuo para conjugar los procesos de integración con su propia diferenciación. Lo que es cierto en todos los casos, es que la actividad de mediación entre lo interno y lo externo nunca llega a combinar los dos tipos de procesos en una estructura estática única porque, ya sea en relación con el grupo o el individuo, la actividad vital sólo puede hacer que los dos procesos (y las ‘estructuras físicas’ correspondientes) sean compatibles en un sistema metaestable 9. Lo que diferencia finalmente la actividad de estructuración que llamamos ‘vida’ de la actividad que opera, por ejemplo, en el proceso físico de cristalización es el hecho de que todo el medio interno del ser vivo está ‘topológicamente en contacto con el contenido del medio externo’ y por lo tanto tiende a apoyar la ‘continuación de la individuación’, mientras que, por el contrario, el medio interno de los cristales es ‘en general no homeostático en relación con la exterioridad’ (I 227). Esto no sólo complica cualquier intento de definir a los seres vivos sobre la base de la diferenciación estructural de un medio interno y un medio externo, sino que también critica el concepto de homeostasis, estrictamente ligado a la ‘estabilidad del medio interno’10. De hecho –como señala Simondon– ‘la homeostasis no es el todo de la estabilidad vital’ (I 161). Una vez más Simondon se refiere a una profunda ‘triodicidad’ del ser viviente, en el que dos actividades complementarias están vinculadas a un tercer responsable de ‘actualizar su integración’ (I 162)11. Ahora, ¿qué es una actividad que proporciona la compatibilidad de la integración y la diferenciación, sin ser una función del propio organismo? ¿Por qué el concepto de homeostasis no es suficiente para describir el equilibrio dinámico de un sistema vivo, ya sea un individuo o un grupo? El punto es el siguiente: la complejidad del ser vivo no puede reducirse a la simple homeostasis del ‘milieu interno’, ya que depende de la fase de cambio estructural del sistema compuesto por el individuo y su medio asociado, que sólo puede ser estabilizado mediante una serie de ‘montaje sucesivo de estructuras y funciones’ (I 205). Por lo tanto, es posible finalmente entender por qué en la perspectiva de Simondon no se puede hablar propiamente de una homeostasis del ser vivo. Es evidente que múltiples procesos homeostáticos cohesionan en un sistema del cual el ser vivo es la meta-estabilización (siempre parcial) a través de un proceso de invención transductiva. Y esta repetición en serie de una invención singular de nuevas compatibilidades entre organismo y medio, y no del organismo por sí solo, se llama vida: El ser vivo se basa en homeostasis para desarrollarse y devenir, en lugar de mantenerse perpetuamente en el mismo estado [...] hay una potencia de acontecer absoluta que, aunque apoyada en homeostasis, las usa y las supera. (MEOT 151) A la luz de esta concepción de la vida como un proceso que se ocupa del sistema medio-individuo en su totalidad, toda una serie de categorías relacionadas con la representación común de la relación entre el individuo, la especie y el medio debe ser reformulada. En primer lugar, la noción de ‘adaptación’. La crítica de Simondon de la noción biológica de adaptación en la Individuación (I 209-14) se contrapone a la Insuffisance de la notion d’adaptation pour expliquer l’individuation psychique (I 273-76). En ambas secciones la eficacia heurística de la distinción entre lo normal y lo patológico está en cuestión, un tema heredado de Canguilhem y cargado de una considerable relevancia sociológica, sobre la que valdrá la pena volver más tarde con el fin de ampliar el análisis de la normatividad desde los sistemas biológicos a los

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Cuando el ser viviente aparece, ‘su equilibrio es aquel que implica metaestabilidad: es el caso de un equilibrio dinámico que presupone una secuencia de nuevas estructuraciones sin las cuals no se mantendría el equilibrio metaestable’ (I 237). 10 La expresión proviene de Claude Bernard. Acerca de la hipótesis de una conexión directa entre los conceptos de ‘estabilidad del medio interno’ y homeostasis, consultar Sinding (1991). 11 En el curso de Initiation à la psychologie moderne (1966-67) también se puede encontrar una ‘teoría triódica’ del organismo (que se supone que es también el ‘esquema de base del curso’), en la que los sistemas de entradas y salidas están vinculados por la motivación, concebida como ‘energía potencial’ (IPM 290). El modelo técnico del tríodo reaparece en Le relais amplificateur (1976): se trata de un ‘dispositivo a través del cual un poco de energía débil, cargando por lo general con información, regula y dosifica altas energías [...] lo que permite la actualización de esta última como trabajo’ (MEC 135). Acerca del tríodo consultar MEOT 28-29. 5

sistemas sociales12. De acuerdo con Simondon cualquier explicación de la constitución, desarrollo y comportamiento de un individuo en términos de la teoría de la adaptación es arruinada por una ‘sociología implícita’, que no tiene en cuenta el proceso de individuación. En cada nivel el individuo en cuestión – electrón, organismo o sujeto– se concibe como estructurado y orientado, atrapado en un campo de fuerzas al que se añade su propia fuerza, entrando en la relación con las fuerzas ejercidas por otros individuos, adaptando eventualmente su ‘actividad’ y contribuyendo así a la forma final del campo. Todas las teorías basadas en una concepción del individuo como un sistema estable (una posición de la que –según Simondon– el evolucionismo darwiniano y lamarckiano, el gestaltismo de Goldstein, la teoría del ‘espacio hodológico’ de Lewin y ‘la psiquiatría cibernética’ del Dr. Kubie participan por igual)13 termina suponiendo la categoría de adaptación y, por tanto, establecen al individuo y al medio por encima de la relación de la que emergen. Esta postura es implícitamente (y sin saberlo) sociológica: se teoriza un sistema de relaciones inter-individual, es decir, relaciones exteriores a los individuos como tales. La noción de un sistema metaestable, en cambio, permite a Simondon concebir una multiplicidad de capas o ‘fases’, que pueden dar cuenta de la identidad relativa del individuo sin disolverlo en el sistema, como sucede precisamente con el concepto de ‘normalidad’: El individuo físico no puede entenderse a partir de leyes derivadas del estudio de las relaciones interindividuales. De hecho, si el individuo existe, es precisamente porque en su nivel lo que se vuelve preponderante es la acción de leyes que a nivel interindividual no son observables. Si existe un tipo único de relación, el individuo no se aislaría del conjunto en el que está integrado. Del mismo modo, en psicología, no es posible definir la normalidad de la persona a través de una ley que exprese la consistencia del mundo humano. Si tal ley fuera la única válida, no habría realidad individual y no podría plantearse un problema en relación con la normalidad. (I 275) La vida es el proceso de producción de un mundo (‘un espacio hodológico’) a partir de tensiones y polarizaciones entre conjuntos y procesos. La ‘normatividad’ no se refiere al medio ni al individuo: se refiere al proceso de individuación del sistema viviente, que es la vida, es decir, una serie transductiva de generación de individuos y medios. El acento que Simondon pone sobre el tema de las relaciones es tan fuerte porque ‘la noción de medio en sí se vuelve engañosa’, ya que se arriesga a apoyar la hipótesis de un mundo ‘dado’, ya estructurado en frente del individuo, como ocurre con el ‘tipo de relación examinado por la teoría de la adaptación’, que toma como precondición el resultado de procesos vitales (el ‘mundo unificado’) (I 211-12)14. Esta es la crítica que Simondon dirige a Lewin: la adaptación es uno de los modos de la vida, tal como el ‘espacio hodológico’ interindividual es una de las modalidades de las relaciones grupales, por lo tanto proyectándola retroactivamente como la condición original de todas las relaciones, el ‘campo’.

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Un capítulo completo en El Organismo (Goldstein 1934) se centra Sobre la norma, la salud y la enfermedad. Sobre la anomalía, la herencia y la crianza. El título completo de la tesis doctoral de Canguilhem de 1943 es Essai sur quelques problèmes concernant le normales et le pathologique. Otro ensayo también se titula Le normal et le pathologique fue publicado en La connaissance de la vie (1952), que consiste en un breve resumen de la tesis. No voy a considerar aquí las Nouvelles réflexions concernant le normal et le pathologique que Canguilhem añadió a la edición de 1966 de Le normal et le pathologique, ya que fueron escritas después de las obras Simondon aquí examinadas. También Durkheim, en Les règles de la méthode sociologique (1895), había dedicado un capítulo entero a las Règles relatives à la distinction du normal et du pathologique. 13 ‘Lo que enlaza las tres nociones de adaptación, buena forma y espacio hodológico es la condición de equilibrio estable’ (I 213). Simondon ataca tanto a Darwin y a Lamarck por compartir la misma ‘concepción objetiva del medio’ (I 212; sobre la concepción mecanicista de Lamarck del medio, ver Canguilhem, 1952: 131-32). Además, Simondon refiere críticamente a la ‘teoría del espacio hodológico’ de Kurt Lewin, formulada inicialmente en Lewin (1935) (I 210-13). Y por último, critica por los mismos motivos la intervención del Dr. Lawrence S. Kubie en la sexta conferencia de Macy sobre la cibernética en 1949 (I 274-75). 14 En palabras de Simondon, el mundo está siempre desfasado y por lo tanto ‘no coincide con sí mismo’, mientras que el medio como ‘espacio-uno’ [espace un] es siempre el resultado parcial de un proceso de individuación (I 211-13). Aquí la referencia fundamental es el concepto de Umwelt de Uexküll (arts. 9.4 y 10.1). 6

Según Simondon, la postura de Lewin puede asimilarse a la de Goldstein, a quien ataca en repetidas ocasiones de la Individuación como paradigmático de los presupuestos holísticos de una totalidad (I 214)15. A pesar de reconocer el poder del organismo para producir normas, según Simondon Goldstein se ve obligado a reducir esta normatividad a la adaptación debido a su concepción del medio como un estructura independiente que funciona como principio de orden que dirige los procesos de adaptación del organismo, tanto en el nivel biológico como psíquico. En El organismo Goldstein define la ‘ley biológica fundamental’ como el ‘mantenimiento de una constancia relativa, distintiva para cada organismo, posible solamente cuando hay una configuración definida de estímulos, es decir, un medio’ (Goldstein 1934: 105). Como aclara en el capítulo X, el organismo puede mantener su ‘norma individual’, es decir, un funcionamiento fisiológico ‘adecuado’, sólo en relación con un entorno suficientemente constante. No sólo esta norma es diferente para cada individuo, sino que también cambia en el mismo individuo de acuerdo a la variación de sus condiciones de salud. La recuperación no consiste en la restauración del funcionamiento original, sino más bien en el establecimiento de una nueva relación entre el organismo y el medio ambiente, ya sea a través de una reestructuración parcial del funcionamiento individual o, en el peor de los casos, a través de una ‘restricción del medio’ (Goldstein 1934: 339). Dejando de lado la extrema variabilidad de las normas y la postura activa que Goldstein atribuye al organismo, su visión está dominada por la referencia al medio como un orden independiente sobre el que cualquier proceso de regulación del organismo depende a fines de adoptar un funcionamiento ‘normal’, es decir, adaptado. Del mismo modo, en un breve ensayo titulado The Concept of Health, Disease and Therapy. Basic Ideas for an Organismic Psychotherapy (1954), Goldstein define la enfermedad como una ‘conducta desordenada’ y la salud como un ‘funcionamiento ordenado’, confirmando así que su enfoque se basa en una concepción adaptativa de orden: Todo tratamiento de una condición en la que no puede lograrse una plena restitución, consiste en una transformación del individuo [...] Cuanto más el paciente acepte este papel sin resentimiento, más será capaz de realizarse a sí mismo, será más feliz (o menos infeliz), más ‘saludable’ –incluso a pesar de los defectos irreparables. (Goldstein 1954: 763-64) En su obra maestra Le normal et le pathologique (1943) Canguilhem basa su enseñanza sobre el rechazo de los conceptos de normalidad y adaptación tal como se asumen actualmente en la medicina, colocando así el estudio de la normatividad en el centro del conocimiento de la vida. La condición para tal uso del concepto de ‘norma’ era su desprendimiento radical de cualquier presupuesto moral y su dependencia de ‘la polaridad dinámica de la vida’. Toda su lectura se deriva de una concepción de la vida como ‘invención normativa’ fundada en el ‘valor de propulsión’ de ‘constantes fisiológicas’ (Canguilhem 1943: 155-57). Según Canguilhem, si se enfrentan a la normatividad invariante de la materia inorgánica, los organismos muestran una excepción evidente, como él claramente reafirma en otro breve ensayo titulado de nuevo Le normal et le pathologique: Por tanto, podemos concluir que el término normal no tiene propiamente un significado absoluto o esencial. En un trabajo anterior, hemos propuesto que ni el ser vivo ni el entorno pueden llamarse ‘normales’ si se los considera por separado. Sólo considerándolos relacionados podemos mantener el hilo conductor sin el cual necesariamente tendríamos que tratar como anormales (es decir, creemos, patológicos) a cada individuo anómalo, cada portador de anomalías –cada individuo aberrante en relación con un tipo específico, definido estadísticamente. En tanto que el ser vivo anómalo revela en última instancia que ha sido un mutante tolerado al principio y luego invadido, la excepción se convierte en regla en el sentido estadístico de la palabra. Pero incluso mientras la invención biológica parece ser una excepción a la norma estadística actual, esta invención debe ser normal en un sentido diferente pero desconocido. De lo contrario, se podría llegar a la contradicción biológica de que lo patológico podría engendrar lo normal a través de la reproducción. (Canguilhem, 1952: 161-62) 15

Acerca de Goldstein, ver I 213-14, 229, 289. Simondon destaca en repetidas ocasiones que la ontología eleática de Goldstein no sólo ‘impide la correlación del estudio de lo viviente y el estudio de lo inerte’ (I 229), sino que también tiende a absorber totalmente lo psíquico en lo orgánico (I 289). 7

Aunque Canguilhem reconoce explícitamente su deuda con Goldstein al teorizar sobre el papel activo de los organismos, parece tomar cierta distancia cuando disocia los conceptos de normalidad y salud, mediante la afirmación de una relación no contradictoria entre los conceptos de ‘normal’ y ‘patológico’ y, finalmente, atribuyendo la normalidad a la enfermedad en sí: ‘la vida en el estado patológico no es la ausencia de normas, sino la presencia de otras normas’ (Canguilhem, 1952: 166) 16. Por lo tanto, la vida se caracteriza por la interrelación de diferentes procesos de normatividad que la distinción normal/patológico no puede describir, ya que ésta más bien demuestra el estado necesariamente ‘antropológico’ –y en última instancia ‘moral’– de ciencias tales como la biología humana y la medicina17. Radicalizando la postura de Canguilhem, Simondon niega cualquier valor científico a la distinción normal/patológico, ya que no evita ni el adaptacionismo ni antropocentrismo. Además, no sólo refiere la normatividad a los ‘sistemas vivientes’ sino a la materia en sí (ya no ‘inerte’), construyendo así un paradigma ontológico que puede cubrir otros campos de investigación. En Simondon, la herencia de Canguilhem se extiende a todos los regímenes de individuación 18, desde lo físico a lo social: los distintos regímenes de individuación siempre se cruzan en las relaciones metaestables ya que las diferentes normatividades producen efectos sistémicos. El dinamismo de cada fase es así tratado por Simondon en los términos que utilizó para enmarcar el paradigma de física en la primera parte de la Individuación: también el organismo, ‘al igual que el individuo físico, está hecho de la consistencia de un dominio de transducción’ (I 276, la cursiva es nuestra). Por lo tanto, el organismo es igual de inestable que el individuo físico, ya que la relación puramente homeostática entre los medios internos y exteriores (es decir, una relación de adaptación) es sólo una de las normatividades dispares de las que se compone el sistema. El excedente de normatividad vital sobre los procesos homeostáticos obliga a Simondon a una reforma similar de la noción de evolución. Utiliza el término ‘evolución’ de acuerdo con el modelo representado por el psicólogo estadounidense y pediatra Arnold Gesell para describir de manera uniforme el proceso de crecimiento, desde la embriología al desarrollo somático-psíquico del niño durante los primeros dos años19. En la Individuación este modelo es paradigmático de la individuación biológica: el crecimiento, concebido como integración progresiva de la relación con el medio externo en el individuo a través de una diferenciación interna de este último, es para Simondon ‘el modelo de cualquier proceso vital’ (I 209, la cursiva es nuestra). Si los procesos de crecimiento ya tienen lugar en el individuo físico, la ‘resonancia interna’ se convierte en el ser vivo en una ‘actividad rítmica’ (I 195): el crecimiento, la reproducción, el aprendizaje, no son más que diferentes aspectos de la misma ‘amplificación transductiva’ de la información, que produce simultáneamente al individuo y a su medio asociado (I 191). En resumen, el funcionamiento general de un sistema biológico –a cualquier escala– se puede leer como un equilibrio dinámico entre los procesos de integración y diferenciación que ‘acoplan’ procesos divergentes no necesariamente funcionales a la conservación de la vida. Allí, el individuo siempre funciona por el acoplamiento de los procesos de integración y diferenciación como un mediador, un ‘transductor’ entre los medios internos y externos: ‘es el equilibrio entre la integración y la diferenciación lo que caracteriza la vida’ (I 161). Una comprensión correcta de una función de este tipo requiere la adopción de los términos metaestabilidad e información:

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Canguilhem se refiere aquí a Les deux sources de la morale et de la religion (1932) de Bergson. Como mostraré, esta referencia será crucial para el estudio de la dinámica de los sistemas sociales, tanto para Canguilhem como para Simondon. 17 ‘En conclusión, sostenemos que la biología humana y la medicina son, y siempre han sido, partes necesarias de una ‘antropología’. Pero también sostenemos que no hay una antropología que no presuponga una moral, de modo que el concepto de ‘normal’, cuando se considera dentro del orden humano, siempre sigue siendo un concepto normativo de interés propiamente filosófico’ (Canguilhem, 1952: 169). 18 Canguilhem llevará en su propio análisis de la normatividad biológica en las Nouvelles réflexions concernant le normal et le pathologique (1966), analizando críticamente la extensión del paradigma en el campo social. Consideraré el ensayo sobre Le problème des régulations dans l'organisme et dans la société (1955), presumiblemente conocido por Simondon cuando escribía la Individuación. 19 ‘La descripción ofrecida por Gesell de la ontogénesis humana y de los principios a través del cual la interpreta, prolongaría los resultados de la embriología general; según él, estos principios no son sólo metafóricos y descriptivos, sino que también traducen un aspecto general de la vida’ (I 207). Aquí Simondon hace referencia a Gesell (1946). 8

Con el objeto de describir la actividad de lo viviente, es necesario sustituir la noción de equilibrio estable con la noción de equilibrio metaestable, y la noción de buena forma con la noción de información; el sistema en el que existe el ser vivo es un universo metaestable [...] es el ser vivo el que, a través de su actividad, mantiene, transpone, prolonga y soporta tal equilibrio metaestable. (I 213) El mismo modelo describe para Simondon la evolución de las especies. El esquema no cambia, ya que todo el sistema todavía se compone de tres elementos (las especies, el medio y la tensión relacional, I 235) cuyo entrelazamiento también en esta escala repite la ‘triadicidad’ de la vida, es decir, el excedente de actividad relacional en los dos términos relacionados, en este caso las especies y el medio. Como es suficientemente evidente, la noción de ‘evolución’ se diferencia claramente de la de adaptación: o bien cuando se explica la relación especie-medio, o bien cuando se define el desarrollo del organismo o individuo, ‘la evolución des-adapta y adapta a la vez. La realización de adaptaciones es sólo un aspecto de la vida; las homeostasis son solo funciones parciales’ (MEOT 105). En este sentido, el dominio de la relación de adaptación define exclusivamente estados patológicos, en los que domina la normatividad ‘restringida’ vinculada a la relación individuo-medio. Patológico aquí significa regresivo, en una especie de actitud bergsoniana o más bien nietzscheana. En efecto Simondon parece decir que el retorno de la vida sobre sus propios pasos puede ser considerado patológico, mientras que su continuación corresponde a la característica esencial de la vida en sí misma. La vida es, de hecho, la activación repetida de un sistema metaestable de relaciones que constituyen el organismo desde el principio, y no se reduce a la adaptación: es un exceso ‘transductivo’. En el nivel de la colonia biológica, es a través de la reproducción que el individuo se adhiere a esta función transductiva: Por consiguiente, el individuo es el sistema de compatibilidad entre dos funciones antagónicas que se corresponden, respectivamente, a la integración en una comunidad vital y a la amplificación través de la cual el individuo transporta la vida fuera de sí. (I 173) Esto funciona tanto para las colonias de celentéreos como para los grupos de especies más complejas (I 331, n. 12), donde la ‘unidad vital concreta’ es un solo ser individual (I 157). Pero sólo en el segundo caso – gracias a la emergencia de la reproducción sexuada– la transferencia implica la creación de una comunidad.

5.2 De la Afectividad a la Emoción

Ya sea funcional para el grupo (como sucede en los insectos, donde ‘el grupo integra’, I 157) o parcialmente independiente de este, el individuo es la parte necesaria del proceso transductivo llamado vida. Sin embargo, el papel que desempeña varía según el sistema: con la aparición de la sexualidad se cruza un umbral, y la actividad transductiva es integrado dentro del individuo. Aquí emerge un verdadero grupo social, porque aparecen individuos biológicos independientes, con una historia singular, que a través de la reproducción no se limita a repetirse. Cuando comienza a describir un ‘colectivo elemental’ Simondon se refiere a la ejemplaridad natural de la sexualidad: ‘la sexualidad es una mezcla de naturaleza e individuación; se trata de una individuación suspendida, detenida en la determinación asimétrica de una colectividad primaria, la dualidad unificada de la pareja’ (I 308). La pareja básica de individuos sexuados es ya un paso hacia la comunidad: es precisamente la reproducción individual lo que marca la salida del estatus de colonia en que la individualidad es todavía ‘difusa’. Aquí somos testigos de la verdadera aparición de un sistema social: Cuando el individuo, en lugar de fundar una nueva colonia, se reproduce a sí mismo como un individuo, las funciones vitales de continuidad (nutrición, crecimiento, diferenciación y movimiento) deben ser realizadas con una nueva estratificación de las conductas individuales, las sociales [...] Las funciones germinales están reservadas para los mismos individuos que expresan funciones somáticas. Entonces no hay más colonia, sino comunidad o sociedad. (I 174)

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En este nivel también emerge la vida psíquica: la sexualidad, en tanto relación entre individuos con ‘funciones somáticas y germinales’ completamente diferenciadas, es la estructuración básica de un nuevo ‘campo’ (psíquico y social) para todos los organismos en que el deseo sexual es un punto crítico de intersección entre lo biológico y otros niveles de complejidad20. Simondon coloca aquí su crítica al psicoanálisis freudiano. Según él, la doctrina de Freud no tendría éxito en la diferenciación de dos tipos de procesos irreductibles y divergentes, los ‘instintos’ y las ‘tendencias’, y los reduciría al concepto de ‘pulsión’. La postura de Simondon corresponde a su identificación fundamental del freudismo con un ‘organicismo puro’ reduccionista (NC 504)21 culpable de una doble falta: primero, reduciría toda la actividad psíquica a un mecanismo biológico; segundo, concebiría ese mecanismo como intrínsecamente homeostático. Como ya sabemos, en opinión de Simondon la tensión –tanto en lo biológico como en el plano psíquico–está en cambio entre el funcionamiento complejo de un sistema y un proceso superior que lo hace metaestable. Para explicar la sexualidad Freud tenía así que substantializar dos principios en lugar de concebir el ‘campo’ de tensiones que constituye el régimen psicosocial de la individuación: para Simondon Eros y Thanatos son de hecho la discontinuidad misma como opuesta a la continuidad homogénea de tendencias que ‘pueden integrarse socialmente’22. Como resultado, el freudismo sería inevitablemente marcado por su biologismo ‘normalizador’ implícito: La doctrina de Freud no diferencia suficientemente instintos y tendencias. Parece considerar al individuo de manera unívoca y –aunque distingue estructural y dinámicamente un cierto número de zonas en este–permite la idea de que el individuo podría llegar a una integración completa gracias a la construcción del super-ego; como si un ser pudiera descubrir alguna vez un estado de unidad absoluta. (I 170) El error de Freud, en definitiva, puede asimilarse al típicamente Gestáltico: haber considerado la posibilidad de una resolución virtuosa de un sistema de tensiones gracias a la noción de ‘equilibrio estable’ (I 205). En este sentido Simondon puede sostener que ‘la idea de Janet de una duplicación de la personalidad es tal vez más cercana a la realidad que la idea del inconsciente’ (I 286)23. Los límites del psicoanálisis residen para él en su incapacidad para evitar considerar la conciencia como un epifenómeno del organismo individual: un error que refleja el error racionalista de concebirla como una sola, clara y distinta. La conciencia funciona de acuerdo con un régimen causal que excluye el concepto de equilibrio estable, y por lo tanto de identidad individual: ‘si se supone que la individualidad de los estados de conciencia es cuántica

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Vale la pena subrayar que en su análisis de la génesis del grupo Simondon no se refiere exclusivamente al homo sapiens o, más en general, a los mamíferos, sino a las colonias de celenterados (I 167-71); e incluso la sexualidad como una ‘complicación’ no es el monopolio de los seres humanos (I 177). 21 Esto es lo que afirma en la Note complémentaire criticando a Freud y a Marx por su reducción de la cultura a una simple ‘expresión’ superestructural de lo biológico y lo económico –respectivamente. (NC 504). 22 La pulsión de muerte es ‘el límite dinámico del ejercicio de la pulsión de vida, no una diferente’; entre ambas hay, por lo tanto, una ‘homogeneidad funcional’ (I 171). 23 Aunque esto no implica necesariamente un Janetismo fundamental en Simondon (como ha explicado Stiegler 2007; XIV), probablemente explica su elección de Jung como referencia recurrente. En opinión de Simondon, la teoría de un subconsciente –digamos– ‘distribuido’ entre el individuo y la colectividad parece tal vez más adecuada para cubrir el campo descuidado por un freudismo demasiado ‘vitalista’ e ‘hilemórfico’ (I 170), por un lado, y por los intentos estructuralistas de proporcionar una inscripción simbólico-lingüística del inconsciente, por el otro. Probablemente incluye ambas en la siguiente distanciación: ‘la tesis que vamos a presentar se diferenciará de la doctrina generalmente llamada Psicoanálisis. El psicoanálisis remarcó correctamente que existe un inconsciente en el individuo, pero lo consideró como un psiquismo completo, de acuerdo con el modelo de la conciencia observable’ (I 248). Sobre la relación entre el pensamiento de Simondon y el psicoanálisis, puede encontrarse una sugerencia en Aspe (2002), Chabot (2003: 107-23), Garelli (2005). Simondon se inclina sólo parcialmente hacia la comprensión fenomenológica del inconsciente como ‘percepción ambigua’ (Merleau-Ponty 1960; 291 y ss, consultar las observaciones críticas de Descombes, 1979: 87). Sin embargo, Simondon no está interesado en absoluto en el ‘work in progress’ de Lacan sobre el concepto de pulsión de muerte, que posiblemente fue apuntando en la misma dirección, en particular, en los seminarios del VII al X, que tuvieron lugar entre 1959 y 1963. Al final, la teoría de Simondon en Imagination et Invention (1965-1966) evita el uso de la noción de inconsciente, aunque aparecen allí algunas referencias al psicoanálisis lacaniano (Sección 9.2). Sobre las referencias de Simondon a Jung y su peculiar adopción de la noción de arquetipo dedicaré la Sección 12.2. 10

[...] entonces aparece un régimen de causalidad intermedia’ (I 247). De esta manera todas las actividades reflexivas pueden entenderse como efectos de la causalidad circular o ‘acumulativa’ que caracteriza eminentemente los sistemas biológicos y psicosociales. Pero el núcleo de los sistemas psíquicos es más bien la actividad ‘intermedia’ que vincula una oscura causalidad inconsciente con claros ámbitos conscientes (I 248). Simondon llama ‘afectivo-emotividad’ a esta ‘capa’ [couche] subconsciente de relaciones transductivas. La afectividad y las emociones son la ‘forma transductiva de la vida psíquica par excellence’ ya que, dada la caracterización cuántica de la conciencia, son las dos actividades relacionales que contribuyen a construir la identidad transductiva del individuo: ‘el psiquismo no es ni pura interioridad ni pura exterioridad, sino la diferenciación e integración permanente, de acuerdo con un régimen de causalidad asociada y finalidad que llamaremos transducción’ (I 247)24. Así que, ¿cómo y por qué Simondon, en este punto, instituye una nueva distinción entre emoción y afectividad? El modelo gestáltico todavía constituye aquí el marco, ya que la función de la emoción se compara con la de la percepción. Percepción y emoción son operaciones de unificación de sensaciones y afectos, respectivamente: son ‘dos individuaciones psíquicas que prolongan la individuación del viviente’, la primera a partir del ‘descubrimiento de una unidad del mundo, la segunda por ‘el descubrimiento de una unidad del ser viviente’. En resumen, percepción y emoción son procesos complementarios a través de los cuales el ser vivo ‘descubre’ una consistencia externa e interna: la percepción es 'emoción aún no constituida’ y la emoción es ‘una especie de temporalidad insular con su propia estructura’ (I 260). Y, sin embargo, los dos procesos difieren debido a los diferentes niveles de funcionamiento: la percepción puede tener lugar completamente entre un organismo y su medio, mientras que la emoción, para coordinar ‘en el sujeto’ las diferentes dimensiones afectivas, requiere la mediación de lo colectivo (I 258). Aunque la emoción y la percepción pueden aparecer para mantener un rol simétrico en la producción de lo colectivo, el punto es que mientras que la percepción estructura sólo la relación entre el organismo y el medio externo, la emoción estructura la relación del organismo con él mismo a través de la relación con el medio externo, es decir, también con otros organismos en tanto sujetos. Aunque unas pocas páginas más adelante Simondon parece dar por sentado que la emoción puede ser la actividad de un organismo ‘solo’, es patente que un umbral debe ser cruzado antes una mediación adicional entre percepción y emoción pueda tener lugar con éxito, un umbral marcado por la aparición del ‘dominio de lo colectivo o transindividual’: Una mediación entre las percepciones y la emoción está condicionada por el dominio de lo colectivo, lo transindividual; para un ser individuado lo colectivo es el punto de mezcla y estable de fusión en que las emociones se convierten en puntos de vista de la percepción e, inversamente, los puntos de vista de la percepción son emociones posibles [...] Lo colectivo es el espacio-tiempo estable, el medio de un intercambio, el principio de la conversión entre estos dos lados de la actividad del viviente, la percepción y la emoción. Por sí mismo, el viviente no podría ir más allá de la percepción y la emoción, es decir, de la pluralidad perceptiva y emotiva. (I 261) Vale la pena señalar que el párrafo en que Simondon resume toda la parte dedicada a la individuación psíquica y colectiva se titula La zone opérationnelle centrale du transindividuel; théorie de l'émotion, donde se muestra cómo la emoción se convierte en significación. Los sistemas colectivos se caracterizan efectivamente por su propio régimen de individuación, la ontogénesis de lo transindividual. A través de este proceso un sistema metaestable peculiar emerge, caracterizado por relaciones inter-subjetivas (no interindividuales25) que estructuran los potenciales pre-individuales que aún existen entre los seres individualizados como un ‘residuo’ de individuaciones anteriores. Estos potenciales se convierten

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En este sentido ‘presente’ es para Simondon la dimensión temporal peculiar del ser psíquico, ‘transducción entre el campo de futuro y los puntos reticulados del pasado’ (I 288). 25 Simondon siempre utiliza el término ‘interindividual’ en oposición diferencial a ‘transindividual’, mientras que la expresión ‘intersubjetivo’ –que carece de uso sistemático– aparece aquí como sinónimo de transindividual. La renuencia de Simondon a hablar de ‘intersubjetividad’ se debe a la clara connotación fenomenológica del término, lo que implica la referencia a una especie de anterioridad del sujeto en relación a lo social: como mostraré, esto es tal vez una de las principales razones para su elección del término ‘transindividual’ (véase cap. 9, en particular, Secc. 9.4). 11

simultáneamente en emoción en el nivel del individuo y en significación en el nivel del colectivo. Por lo tanto, la emoción es igualmente interna e externa al sujeto: por esta razón, en tanto actividad en el sujeto y entre sujetos, ‘prefigura el descubrimiento de lo colectivo’ (I 314)26.

5.3 Emoción e individuación transindividual (después de Goldstein y Sartre)

En el ensayo On Emotions: Considerations from the Organismic Point of View (1951), Goldstein se refiere críticamente a la Esquisse d’une théorie des émotions de Sartre (1939 ) donde este ratifica la teoría de Janet sobre la emoción como un ‘comportamiento de sustitución de nivel inferior’ (Janet, 1903). Según Sartre, la emoción se produciría con el fin de sustituir los errores del individuo –escribe Sartre– como un intento de ‘transformar mágicamente’ el mundo: El origen de la emoción es una degradación experimentada de la conciencia vis-à-vis el mundo. Frente a lo que la conciencia no puede tolerar, trata de manejarlo para conciliar el sueño, imitando la conciencia del ensueño, el sueño, la histeria. (Sartre 1939: 187) En explícito contraste con Sartre, Goldstein subraya, por el contrario, la función ‘activa’ de adaptación realizada por las emociones y su relación directa con la acción del organismo sobre el entorno: las emociones están, de hecho, entrelazadas con las acciones que ellas activan y la conducta, por lo que –como afirma Goldstein– ‘no hay comportamiento sin emoción’ y ‘ninguna acción ocurre sin emoción’ (Goldstein 1951: 38, 47). Como subraya Goldstein, esto es cierto también para la ansiedad, aunque es más bien un caso límite del miedo, tan peculiar e indeterminado que se encuentra en las fronteras de lo que legítimamente podemos llamar emoción: ‘Podría servir para evitar la confusión si no etiquetásemos esa condición como emoción, sino designarlo como la experiencia interna de la catástrofe!’ (Goldstein 1951: 46)27. Simondon sigue a Goldstein al subrayar la funcionalidad activa de las emociones como la desestructuración necesaria que precede a toda re-estructuración de la identidad. En particular, en su análisis de la angustia Simondon parece respaldar la perspectiva de Goldstein, según la cual el estudio de las emociones habría revelado ‘un carácter esencial del hombre, no tratándose originalmente de su seguridad’ (Goldstein 1951: 45). Sin embargo, es importante notar que, aunque tratando de distanciarse tanto de los enfoques positivistas como fenomenológicos, Simondon termina por plantear el problema de la emoción exactamente en los términos de Sartre en su Esquisse, es decir, como un problema relativo a la relación entre la emoción y la afectividad, y la aparición de la ‘significación’: El estudio de las emociones verifica este mismo principio: una emoción se refiere a lo que significa. Y lo que es significa es la totalidad de las relaciones humanas con el mundo [...] la teoría psicológica de la emoción presupone una descripción preliminar de la afectividad en tanto realidad humana [...] es de hecho una realidad humana afectiva. (Sartre 1939: 198) Contra el ‘reduccionismo biológico’ de Goldstein, Simondon parecería confirmar la actitud de Sartre según la cual ‘una emoción se refiere a lo que significa’, es decir, que implica una función simbólica propiamente 26

Hay que recordar que, aunque el término ‘descubrimiento’ parece referirse a un determinado estado de cosas que debe ser asumido como tal, todo descubrimiento de significaciones es para Simondon una operación paradójica de invención. 27 Aunque el término inglés ‘anxiety’ puede significar tanto ‘anxiété’ y ‘angoisse’, se entenderá aquí como ‘angoisse’. En efecto, Goldstein hace referencia directa a Sartre, que connota el término como existencial, de acuerdo con la matriz de Heidegger; además, cuando escribe en alemán, Goldstein utiliza el término ‘Angst’. También Sartre (1939) pone de relieve una cierta continuidad entre el miedo y la ansiedad al hablar de una ‘ansiedad indefinida [angoisse]’, un ‘casolímite’ de un miedo tan intenso como resultar casi ‘sin objeto’, aunque todavía está determinado; ‘uno siempre tiene miedo de aspectos determinados de la noche, del mundo’ (Sartre 1939: 172). Acerca de la agustia como prueba de lo transindividual en Simondon, consultar Combes (1999). Aunque tal vez sea más preciso hacer referencia al psicoanálisis cultural de Karen Horney (1937), citada por Simondon en Psycho-sociologie de la technicité (1960-61), el libro de Combes todavía, sin duda, sigue siendo la mejor introducción al Simondon ‘político’ a través de la lente de lo transindividual, y mi interpretación de ese concepto se deriva tanto de asumir y desafiar su lectura inaugural. 12

humana (I 289). Pero algo más profundo marca la distancia entre Simondon y Sartre: para Sartre la emoción está inscrita propiamente en la naturaleza humana, es un ‘modo’ de la conciencia dentro del horizonte único de una ‘realidad humana total, que se convierte en moviente, vigilante, perceptiva, determinada, etc’. (Sartre 1939: 197-98, la cursiva es nuestra)28. Por el contrario, para Simondon la ‘zona central’ de lo transindividual es la ‘afectivo-emotividad’, que no es esencialmente humana, ya que es sólo un potencial inicial desde donde puede surgir lo transindividual. De hecho, ningún ser vivo sexualizado se ve privado del funcionamiento cuántico de una ‘affectivo-emotividad’, condición de cualquier aparición de ‘agrupación colectiva’ (I 248-249). Esta tendencia de los seres vivos a volverse colectivos sigue siendo inexplicable para los enfoques psicológico y sociológico29, mientras que la tendencia transindividual debe entenderse sobre la base de una realidad emocional compleja que –a pesar de que precede a la formación de lo colectiva como su condición de posibilidad– sólo como ‘significación’ puede volverse transindividual y, en este sentido, también humana. En resumen, la ‘realidad humana’ es el horizonte de sentido dado en la investigación de Sartre, mientras que en Simondon ese horizonte aparece abierto, un dominio que ofrece condiciones mínimas determinadas, que no dependen de ninguna naturaleza humana predefinida –ya sea biológica, psíquica o trascendentalmente– y por lo tanto presupuesta. En la Individuación se puede apreciar una especie de deslizamiento desde la ‘realidad humana’ de la afectividad a la concepción de ‘afectivo-emotividad’ como el polo pre-individual (y, por supuesto, prehumano) del proceso emotivo, cuyos potenciales se estructuran colectivamente sólo a través de la producción y el intercambio de significaciones. Esto demuestra que Simondon sigue trabajando dentro de la tradición fenomenológica con el fin de desmontar su marco, aprovechando paradigmas tomados de las ciencias naturales (en este caso de la biología), y –por así decirlo– oponer un reduccionismo contra otro: el biologismo de Goldstein y la ‘reducción’ trascendental de Sartre. ¿Pero qué pasa con el organismo individual como base para la vida psíquica, entonces? Lo ‘pre-individual asociado a los organismos vivientes individuados’ no es tan limitado como el organismo, y por lo tanto, a partir de él, un ser viviente por si solo puede participar, a través de una ‘nueva inmersión en la realidad preindividual’, en una nueva individuación que ‘supera sus propios límites y emerge en funciones y estructuras que no pueden tener lugar dentro de los límites del individuo viviente’. En este sentido, ‘si uno llama individuo al organismo viviente, la vida psíquica emerge en un dominio transindividual de la realidad’ (I 16566). En conclusión, el surgimiento de la vida psíquica en los organismos implica inmediatamente lo transindividual: ‘lo psíquico es el nacimiento del ser transindividual’ (I 165-66). Esto es bastante evidente si se considera la topología de lo transindividual. Hay determinadas condiciones en las que el ser vivo está obligado a ‘intervenir [...] como un sujeto’ (I 29), es decir, calcularse a sí mismo como un factor del sistema-problema a resolver, y con ese objetivo tiene para convertirse en –yo diría– externo a sí mismo. Este proceso en el que un ser vivo realmente se convierte en sujeto, determina la topología paradójica de lo transindividual, que ‘no es exterior al individuo y, sin embargo, está parcialmente separado de él’ (I 281)30. A pesar de que sobre el umbral de la individuación transindividual la vida psíquica puede ser definida sólo a través de una referencia a lo colectivo, esto no quiere decir –como toda la tercera parte31 de la Individuación claramente demuestra– que el análisis de la vida psíquica pueda reducirse a una fenomenología de las relaciones sociales. Al nivel de individuación transindividual, la actividad del ser 28

‘La emoción es una de las modalidades en que la conciencia se aferra (en el sentido heideggeriano de Verstehen) a su propio ‘ser en el mundo’; la emoción es, por tanto, originalmente ‘dotada de sentido, significa algo para mi vida psíquica’ (Sartre 1939: 195). 29 En cuanto a la crítica al enfoque psicológico, hay que recordar la polémica de Merleau-Ponty contra Sartre, que haría del inconsciente freudiano ‘un caso de mala fe, una vacilación de la libertad imaginativa’, estableciendo por ello la prioridad de la conciencia (Merleau-Ponty 1952 -60: 69, ver Merleau-Ponty 1954-5: 202-03). 30 Es bastante comprensible entonces en qué sentido Simondon debe criticar necesariamente a Bergson cuando explica la relación entre la individuación biológica y la psíquica-colectiva como irreductibles a cualquiera de los dos términos: ‘lo transindividual no puede ser entendido como élan vital, ya que no está precisamente en continuidad con la individuación vital’ (I 303). 31 Véase supra cap. 1, n. 28. 13

psíquica y la aparición de lo colectiva no deben ser entendidos como dos individuaciones diferentes, sino como diferentes fases de la misma individuación. La individuación transindividual tiene lugar simultáneamente en diferentes niveles, implica diferentes estructuras y funciones, y el espacio de comunicación que se abre es una especie de exterioridad situada dentro de los sujetos que se extiende a sus medios externos: es el espacio topológico complejo que caracteriza un sistema de producción e intercambio de significaciones32.

5.4 Significación y emergencia del sujeto y lo colectivo

Ahora podemos reconocer la función exacta de la noción de significación en ‘sistema’ de Simondon. Como ya se ha explicado, en un medio fenomenológico es inevitable conectar la cuestión del lenguaje con el problema del surgimiento del sentido de la relación original entre sujeto y mundo. Sin embargo, el concepto de información permitió a Simondon concebir formas de organización y ‘polarización’ que preceden a la aparición del sujeto sin la mediación del concepto de ‘sentido’, y por lo tanto permitió explicar la comunicación como una actividad no humana en sí misma, sino sólo relativa a determinadas condiciones de umbral33. Según el enfoque ontogenético de Simondon, la aparición del sentido sólo tiene lugar dentro de la individuación transindividual: ‘la disparidad existente entre las dos fases de ser contenidos en el sujeto está envuelta [enveloppée] en significaciones por la aparición de lo transindividual’ (I 307). Y esta producción de sentido es sólo la forma en que los sujetos prolongan, al nivel de individuación colectiva, un proceso de intercambio de información que ya estaba presente en el nivel biológico, y, mucho antes, en la materia misma. Precisamente debido a que ‘la tensión de información supone una serie de receptores posiblemente abiertos’ (FIP 544), cualquier sistema que pueda –al funcionar como un ‘relé amplificador’– recibir una señal, modificar y volver a transmitirla, es parte de un proceso transductivo. En el caso de la especie humana, esta función no depende de cualquier órgano o instrumento en particular, depende de la afectividad: Entre la entrada de información y la salida de la acción, el ser humano carece de algo capaz de orientar estos dos extremos y hacerlos comunicar. El mediador está todavía mal definido: es la afectividad. (HO 32) Es, en definitiva, el régimen transindividual de individuación el que, aliviando la ‘carga’ afectivo-emotiva, produce y hace circular (es decir ‘individualiza’) significaciones, compensando así la deficiencia funcional que aparece en los seres humanos. Gracias a la aparición de lo colectivo, la ‘tensión de información’ en el sistema cruza el umbral más allá del cual una emoción ‘amplificada’ se convierte en ‘significación’. En este sentido, es de nuevo el concepto de información el que explica la significación como el proceso de dar forma a la esfera de lo transindividual. Como se ha dicho, Simondon transforma el concepto de información en un paradigma para todos los dominios de la individuación. Aunque generalizado en todo el texto de la Individuación, es objeto de una intensa investigación en la parte dedicada a la individuación de los seres vivientes34. Al final de esta parte, cuando se pasa de la individuación biológica a la individuación psíquica y colectiva, Simondon presenta y discute su crítica a la concepción cibernética de información en un párrafo titulado De l’information à la signification. La transición de la información a la significación no

32

La topología de lo transindividual podría llamarse ‘estimación’ [extime], un término que en topología lacaniana se refiere al concepto matemático de toro. Cuando Simondon afirma que ‘lo transindividual, siendo no estructurado, atraviesa al individuo; no está en una relación topológica con él’, hace con el término ‘topología’ referencia polémica a dos formas especulares de comprensión del proceso de individuación a partir del individuo: ‘la inmanencia o trascendencia sólo pueden ser definidas en relación con la realidad individuada’ (I 304). 33 Como se ha demostrado en el Cap. 4, la significación no funciona como un mero ‘instrumento lingüístico’, sino más bien como un ‘germen estructural’ y por lo tanto no puede ser objeto de una teoría del lenguaje. Ni –como Hyppolite propuso durante la discusión en la Société (Sec 3.3.)– de una teoría del lenguaje ‘natural’. De hecho, en opinión de Simondon, tal ‘lenguaje natural’ del que emergería el sentido debería ser más bien el objeto de una teoría pre-lingüística de la información: ‘¿Qué sería un lenguaje natural? ¿Seguiría siendo un lenguaje?’ (FIPD 186) 34 Dividido en dos capítulos: Information et ontogénèse: l’individuation vitale y Individuation et information. 14

supone un cambio de paradigma; esta prefigura la diferente declinación que el concepto de información asumirá en el nuevo dominio, convirtiéndose en el concepto clave para la comprensión de la individuación psíquica y colectiva. Aunque fundada en diferentes estructuras, la significación trabajará allí como la información en los dominios físico y biológico: ‘la disparidad no da a luz a una señal, sino a una significación, que sólo tiene sentido dentro de un funcionamiento determinado. Se necesita un receptor para que tenga lugar una disparidad; un sistema con estructuras y potenciales [es decir, metaestable]’ (I 224). Ahora, ¿qué tipo de sistema ‘con estructuras y potenciales’ es aquel en el que emerge la significación? Si bien es cierto que ‘la existencia de lo colectivo es necesaria para que la información tenga significado’, una significación nace en un sistema en el que ‘la carga de naturaleza original [es decir, preindividual] asignada por los seres individuales’ se estructura y organiza en un campo de fuerzas: esto es lo colectivo’ (I 307). Por ello, lo colectivo es al mismo tiempo condición de posibilidad y efecto de la aparición de significaciones a partir de un intercambio de información: ‘recibir información significa, para el sujeto, operar una individuación en sí mismo; esto crea una relación colectiva con el ser desde el que llega la señal’ (I 307). De hecho, la aparición de lo colectivo y de las significaciones son la misma operación de la individua(liza)ción, es decir –en términos de Simondon– la aparición de una relación transindividual: No hay diferencia entre el descubrimiento de una significación y estar en una relación colectiva con el ser en relación al cual se descubre la significación, porque la significación [...] es transindividual. (I 307) Y la condición de posibilidad final de esta individuación transindividual es la existencia de ‘receptores que funcionan’ que pueden conceder la disparidad de ‘un sistema con estructuras y potenciales’: esto es lo que Simondon llama a ‘sujeto’. Entonces, ¿en qué sentido es la existencia de lo colectivo ‘necesaria para que una información sea significativa’? ¿Lo colectivo y los sujetos preceden al menos lógicamente a la significación como sus condiciones, o son simplemente sus efectos? Vale la pena recordar que cualquier proceso transductivo instituye ambas relaciones diferenciales y sus términos. A nivel de individuación psíquica y colectiva estos ‘términos’ son ‘sujetos’, los cuales no deben ser entendidos como los ‘términos’ de una filosofía trascendental, sino más bien como los efectos de una relación real.35 De hecho, Simondon llama ‘sujeto’ tanto –en la individuación biológica– al sistema individuo + pre-individual, y –en la individuación psíquica y colectiva– al sistema trifásico individuo + pre-individual + transindividual. Además, en la misma instancia, después de afirmar que el sujeto ‘lleva en sí mismo, más que la realidad individuada, un aspecto no individuado, [que es] pre-individual’, afirma que ‘el ser sujeto [l'sujet être] puede ser concebido como un sistema más o menos coherente de las tres fases sucesivas del ser: la pre-individual, la individuada, la transindividual’ (I 310). Teniendo en cuenta estas premisas, está claro que lo colectivo no puede ser ni el sistema en que los sujetos emergen (ya que el individuo y su carga pre-individual precederían lo colectivo), ni el efecto de una relación entre los sujetos previamente constituidos (ya que el individual, lo pre-individual y lo transindividual presuponen lo colectivo). Para resolver este problema teórico es necesario asumir la matriz paradójica de la ‘significación’ y lo colectivo tal como Simondon las concibe para explicar la aparición de la individuación transindividual. Bajo esta perspectiva la significación –es decir, la modalidad transindividual de la información– será lo que (re) estructura al sujeto de dos maneras: ‘una significación tiene dos sentidos: uno dependiendo de la estructura, y el otro en función de un devenir funcional’ (I, 264). Esto significa que la significación aparece tanto como un significado estructurado y como el proceso a partir del cual el significado emerge, y por lo tanto debe entenderse de forma simultánea tanto como estructuración del sujeto psíquico y colectivo y como emergiendo de la individuación de múltiples sujetos biológicos. Del mismo modo, lo colectivo es a la vez un sistema estructurado de relaciones y un proceso. Se trata, por un lado, de un sistema derivado del intercambio de significaciones entre sujetos desfasados, vivientes que transforman sus cargas pre35

En la conclusión, Simondon afirma: ‘parece, en efecto, que una cierta concepción de la individuación ya está contenida, al menos implícitamente, en la noción de término. Cuando, previamente a cualquier ontología, la reflexión intenta definir la validez de las condiciones de posibilidad del juicio, se recurre a una concepción determinada del juicio y, correlativamente, del contenido del conocimiento, del objeto y del sujeto como términos’ (I 320). 15

individuales en individualizaciones posteriores que asumen la forma de normas, creencias, acciones, palabras, conceptos, etc. Y es, por otra parte, una operación transindividual de significación en la que nuevos sujetos surgen como ‘sistemas coherentes de tres fases’. En resumen, lo colectivo requiere la individualización previa de diferentes sujetos con el fin de emerger a través de la producción de sujetos. El concepto mantiene de este modo la cronología paradójica que caracteriza cada proceso de ontogénesis, con la pretensión de cancelar la cuestión del origen como falso y engañoso. En conclusión, Simondon transfiere en el campo de la individuación psíquica y colectiva la matriz básica de la relación individuo/individuación que atraviesa todo el texto de la Individuación, determinando el cambio semántico que ya destaqué en la Sección 1.1 entre la referencia alternativa de la misma noción a la estructura o a la operación. Lo colectivo también experimenta esto. Aunque el uso de 'transindividual' para indicar el proceso, y ‘colectivo’ para indicar su resultado estructurado es prevalente, la identificación explícita de lo colectivo y lo transindividual es tan frecuente que los dos términos pueden de hecho considerarse sinónimos. Lo que realmente se lleva a cabo son procesos que constituyen sujetos psíquica y colectivamente individualizados y actividades relacionales entre los sujetos que producen estructuras: esta simultaneidad paradójica define el régimen de individuación transindividual en el que emerge lo que es ‘colectivo o transindividual’ (I 261, la cursiva es nuestra).

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